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Adolf Hitler

Führer y Canciller Imperial de Alemania.


Líder del Partido Nacionalsocialista
Obrero Alemán

Adolf Hitler[c] (Braunau am Inn, Austria-


Hungría, 20 de abril de 1889-Berlín,
Alemania, 30 de abril de 1945) fue un
político, militar, pintor y escritor alemán, de
origen austrohúngaro; canciller imperial
desde 1933 y Führer —líder— de Alemania
desde 1934 hasta su muerte. Llevó al
poder al Partido Nacionalsocialista Obrero
Alemán o Partido Nazi,[d] y lideró un
régimen totalitario durante el período
conocido como Tercer Reich o Alemania
nazi. Además, fue quien dirigió a Alemania
durante la Segunda Guerra Mundial, que
inició con el propósito principal de cumplir
sus planes expansionistas en Europa.
Adolf Hitler

Retrato oficial de Hitler en la cancillería, coloreado


(1938).

Führer y Reichskanzler de Alemania[a]


2 de agosto de 1934-30 de abril de 1945
Gabinete Gabinete Hitler
Predecesor Ninguno
Paul von Hindenburg
(presidente)
Él mismo (canciller)

Ninguno
Sucesor Karl Dönitz (presidente)
Joseph Goebbels (canciller)

Reichskanzler de Alemania
30 de enero de 1933-2 de agosto de 1934[b]
Presidente Paul von Hindenburg
Predecesor Kurt von Schleicher
Sucesor Él mismo

Líder del Partido Nacionalsocialista Obrero


Alemán

29 de julio de 1921-30 de abril de 1945


Predecesor Anton Drexler
Sucesor Martin Bormann
Comandante de las Sturmabteilung
septiembre de 1930-5 de enero de 1931
Predecesor Franz Pfeffer von
Salomon
Sucesor Ernst Röhm

Alto mando del Oberkommando des Heeres


19 de diciembre de 1941-30 de abril de 1945
Predecesor Walther von Brauchitsch
Sucesor Ferdinand Schörner

Reichsstatthalter de Prusia
30 de enero de 1933-30 de enero de 1935
Sucesor Hermann Göring

Información personal
Apodo Böhmischer Gefreiter,
Onkel Wolf y Wolf
Nacimiento 20 de abril de 1889
Braunau am Inn,
Austria-Hungría
Fallecimiento 30 de abril de 1945
(56 años)
Berlín, Alemania

Causa de la muerte Suicidio por arma de


fuego

Residencia Berghof, Führerbunker y


Wolfsschanze

Nacionalidad Austríaca (hasta 1925)


Alemana (desde 1932)
Lengua materna Alemán
Religión Véase Opiniones
religiosas de Adolf Hitler
Partido político DAP y NSDAP
Características físicas
Altura 1,72 m (5 ft 8 in) [1]
Peso 72 kg
Ojos Azules
Cabello Cabello castaño
Familia
Familia nobiliaria Familia Hitler
Padres Alois Hitler y Klara Pölzl
Cónyuge Eva Braun
Pareja Maria Reiter
Eva Braun
Hijos Jean-Marie Loret
Educación
Educado en Escuela de Lambach
Realschule de Linz

Escuela Real de Steyr


Información profesional
Ocupación Político
Años activo 1914-1945
Movimientos Limpieza étnica,
nazismo, antisemitismo,
vegetarianismo,
derechos de los
animales y Anti
Tabaquismo
Obras notables Mi lucha
Rama militar Ejército alemán, Ejército
de Baviera y Wehrmacht

Rango Cabo
Participó en Primera Guerra Mundial
Información criminal
Cargo(s) criminal(es) alta traición
Firma

Hitler se afilió al Partido Obrero Alemán,


precursor del Partido Nazi, en 1919, y se
convirtió en su líder en 1921. En 1923, tras
el pronunciamiento en la cervecería
Bürgerbräukeller de Múnich, Hitler intentó
una insurrección, conocida como el
Putsch de Múnich, tras cuyo fracaso fue
condenado a cinco años de prisión.
Durante su estancia en la cárcel redactó la
primera parte de su libro Mi lucha (en
alemán, Mein Kampf), en el que expone su
ideología junto con elementos
autobiográficos. Liberado ocho meses
después, en 1924, Hitler obtuvo creciente
apoyo popular mediante la exaltación del
pangermanismo, el antisemitismo y el
anticomunismo, sirviéndose de su talento
oratorio apoyado por la eficiente
propaganda nazi y las concentraciones de
masas cargadas de simbolismo.

Fue nombrado canciller imperial


(Reichskanzler) en enero de 1933 y, un año
después, a la muerte del presidente Paul
von Hindenburg, se autoproclamó líder y
canciller imperial (Führer und
Reichskanzler), asumiendo así el mando
supremo del Estado germano. Transformó
la República de Weimar en el Tercer Reich
y gobernó con un partido único basado en
el totalitarismo y la autocracia de la
ideología nazi.
El objetivo de Hitler era establecer un
Nuevo Orden basado en la absoluta
hegemonía de la Alemania nazi en el
continente europeo. Su política exterior e
interior tenía el objetivo de apoderarse de
Lebensraum (‘espacio vital’) para los
pueblos germánicos. Promovió el rearme
de Alemania y tras la invasión de Polonia
por la Wehrmacht el 1 de septiembre de
1939, se inició la Segunda Guerra Mundial.
Con estos actos, Hitler violó el Tratado de
Versalles de 1919, que establecía las
condiciones de la paz tras la Primera
Guerra Mundial.[2]
Bajo la dirección de Hitler, las fuerzas
alemanas y sus aliados ocuparon en 1941
la mayor parte de Europa y África del
Norte. Esas conquistas territoriales
decrecieron paulatinamente después de la
batalla de Stalingrado, hasta 1945, cuando
los ejércitos aliados derrotaron al ejército
alemán. Por motivos raciales, Hitler causó
la muerte de diecisiete millones de
personas,[3] incluyendo una cifra en torno
a seis millones de judíos[4] y entre medio y
millón y medio de gitanos, en lo que
posteriormente se denominó
«Holocausto».[5]
En los últimos días de la guerra, durante la
batalla de Berlín en 1945, Hitler se casó
con su antigua amante, Eva Braun. El 30
de abril de 1945 los dos se suicidaron en
el búnker de la Cancillería, para evitar ser
capturados por el Ejército Rojo.
Posteriormente, sus cadáveres fueron
quemados.[6]

Política
Ascendió al poder durante un período de
crisis económica, social y política,
acentuada por los efectos de la Gran
Depresión de 1929 y el descontento y
frustración popular en Alemania como
consecuencia de la derrota en la Primera
Guerra Mundial. A lo largo de su mandato
político utilizó la propaganda estatal y su
carismática oratoria para persuadir a las
masas, enfatizando su oposición al
Tratado de Versalles de 1919, al pueblo
judío, al pacifismo y al comunismo
internacional, particularmente el soviético-
bolchevique. A la vez, resaltaba el
nacionalismo alemán, el militarismo, el
racismo, la llamada preservación de la
raza aria, el pangermanismo y la anexión o
recuperación armada de territorios
europeos perdidos por el Imperio alemán
después de la Primera Guerra Mundial.
Después de reestructurar la industria y
economía y frenar en poco tiempo la
inflación y el desempleo, Hitler se ganó el
apoyo popular. Rearmó y organizó las
fuerzas armadas alemanas, estableciendo
una dictadura totalitaria personal que
transformó a la sociedad alemana y
eliminó su sistema democrático. Su
régimen se caracterizó por la
discriminación racial, la supremacía aria y
la persecución étnico-religiosa y política.
Desde 1939, como consecuencia de la
guerra, este modelo se extendió al resto
de Europa. En el plano ideológico, Hitler
asumió los planteamientos del fascismo
italiano pero con matices propios basados
en las características del nazismo y la
sociedad alemana. En torno a su figura se
desarrolló un intenso culto a la
personalidad.

Perseguía una agresiva política exterior


expansionista para ampliar el Lebensraum
('espacio vital') alemán al este de Europa, y
combatir una presunta conspiración
internacional entre el judaísmo, la
masonería, el comunismo y el capitalismo
por parte de los gobiernos
estadounidense, inglés y soviético. Su
política tenía como objetivo establecer un
Nuevo Orden (Neuordnung) en el que
Alemania y la raza aria tendrían un papel
hegemónico mundial.
Responsable del inicio de la Segunda
Guerra Mundial en Europa con la invasión
de Polonia en septiembre de 1939, para
1941, período de su apogeo, sus tropas y
aliados del Eje ocuparon la mayoría de
Europa y partes de Asia y África, pero
fueron derrotadas por las potencias
Aliadas en 1945. Hacia el final de la
guerra, las violentas políticas de conquista
territorial y subyugación racial de Hitler
habían causado la muerte de entre 55 y 60
millones de personas (alrededor del 2 %
de la población mundial de la época) en su
mayor parte civiles, así como un
considerable grado de destrucción de
ciudades europeas. El exterminio
sistemático y masivo de enemigos
políticos y personas consideradas
racialmente «inferiores» o «subhumanas»,
mediante la detención en una red de
campos de concentración y exterminio en
Alemania y en los territorios conquistados,
llevó a la muerte a poco más de seis
millones de judíos en lo que
posteriormente en el contexto histórico se
denominó el Holocausto, como así
también a homosexuales, gitanos, eslavos,
discapacitados físicos, enfermos
mentales, prisioneros de guerra soviéticos
y opositores políticos a su régimen. Las
estimaciones del número de personas que
perdieron la vida como consecuencia de
medidas raciales adoptadas por el
gobierno de Hitler, sus aliados del Eje,
estados satélite y colaboradores, según la
mayoría de los historiadores serían
aproximadamente once o doce millones
de personas, de las cuales la mitad
corresponderían al Holocausto.

Primeros años
Infancia

Véase también: Familia Hitler


Hitler de niño.

Alois Hitler, padre de Hitler (1837–1903).


Klara Pölzl Hitler, madre de Hitler (1860–1907).

Adolf Hitler nació en Braunau am Inn, una


pequeña aldea cerca de Linz en la
provincia de la Alta Austria, no muy lejos
de la frontera alemana, en lo que entonces
era el Imperio austrohúngaro. Nacido en
una familia de clase media, su padre, Alois
Hitler (1837-1903), fue un agente de
aduanas. Su madre, Klara Pölzl (1860-
1907), fue la tercera esposa de Alois.
Hitler fue el tercer hijo de la pareja.[7]
Como los padres de Hitler eran primos,
debieron obtener una dispensa papal para
el matrimonio. De los cinco hijos de Alois
y Klara, sólo Adolf y su hermana Paula
llegaron a la edad adulta.[8] El padre de
Hitler también tuvo un hijo, Alois Jr., y una
hija, Angela, con su segunda esposa.[8]

Árbol genealógico de Hitler.


Su padre, Alois Hitler, fue un hijo ilegítimo,
por lo que durante los primeros treinta y
nueve años de su vida llevó el apellido de
su madre, Schicklgruber. En 1876, el padre
de Alois, Johann Georg Hiedler, finalmente
lo reconoció. En el siglo XIX eran comunes
en Austria las variantes del apellido
Hüttler, Hiedler, Hittler y Hitler. La teoría del
escritor Franz Jetzinger de que el apellido
guarda relación con el checo Hidlar o
Hidlarcek[9] ha sido citada en la literatura
en numerosas ocasiones,[10] pero es
actualmente rechazada: lo más probable
es que todas esas variantes deriven de
Hütte (choza), con lo que el apellido
significaría algo así como «pequeño
campesino» o «el que vive en una
cabaña».[11]

La propaganda de los Aliados explotó el


apellido original de la familia de Hitler
durante la Segunda Guerra Mundial.
Panfletos portando la frase Heil
Schicklgruber fueron lanzados desde el
aire sobre ciudades alemanas. Sin
embargo, Adolf nació legalmente como
Hitler; además, se encontraba también
relacionado con Hiedler a través de su
abuela materna, Johanna Hiedler.

El nombre Adolf viene del antiguo alto


alemán y significa «lobo noble»
(Adel=nobleza + wolf=lobo).[12] De ahí que
uno de los apodos de Hitler puestos por él
mismo fuera Wolf o Herr Wolf —comenzó a
usar este apodo a principios de los años
1920 y se le dirigían con él solo los
amigos íntimos (como «Tío Wolf» por los
Wagner) hasta la caída del Tercer Reich
—.[13] Los nombres de varios de sus
cuarteles generales dispersos por la
Europa continental (Wolfsschanze en
Prusia Oriental, Wolfsschlucht en Francia,
Werwolf en Ucrania, etc.) reflejan esto.
Incluso Hitler sugirió a su hermana Paula
que se cambiara de nombre durante los
juegos Olímpicos en Garmisch y se
mantuviera en estricto incógnito bajo el
apellido Wolff, manteniendo su nombre si
quería. Por sugerencia de Paula, se añadió
el calificativo de Frau (Señora) para hacer
menos sospechoso el cambio de nombre
ante sus conocidos (haciendo ver que el
cambio de nombre fuera debido a un
matrimonio). Hitler era conocido como Adi
por su familia y parientes más cercanos.

Hitler dijo que, de niño, era azotado a


menudo por su padre. Años más tarde le
dijo a su secretaria: «Entonces tomé la
decisión de no llorar nunca más cuando
mi padre me azotaba. Unos pocos días
después tuve la oportunidad de poner a
prueba mi voluntad. Mi madre, asustada,
se escondió en frente de la puerta. En
cuanto a mí, conté silenciosamente los
golpes del palo que azotaba mi
trasero».[14]

La familia de Hitler se mudó a menudo, de


Braunau am Inn a Passau, Lambach,
Leonding y Linz. El joven Hitler fue un buen
estudiante en primaria. Pero en sexto, en
su primer año de enseñanza secundaria
(Realschule) en Linz, fue suspendido y
tuvo que repetir el curso. Sus profesores
dijeron que no tenía «deseos de trabajar».
No obstante, quedó cautivado por las
lecturas pangermánicas del profesor
Leopold Poetsch, quien influyó
notablemente en la mente del joven.

En Mein Kampf, Hitler concluyó que su


bajo desempeño en la educación fue una
rebelión contra su padre, que quería que
su hijo siguiera una carrera como agente
de aduanas; en cambio, Hitler quería
convertirse en pintor. Esta explicación se
sostiene aún más por la posterior
descripción de Hitler de él mismo como
un artista incomprendido. Sin embargo,
Alois Hitler deseaba que su hijo llegara a
ser funcionario como él, empleo del que
se sentía muy orgulloso y al que había
llegado prácticamente sin una base
académica. Pero al joven Hitler ese futuro
no le seducía en absoluto, ya que estaba
demasiado alejado de su objetivo, las
artes. No obstante, después de la muerte
de Alois el 3 de enero de 1903, el trabajo
escolar de Hitler no mejoró. A la edad de
dieciséis años, Hitler abandonó la
educación secundaria sin un título.

Juventud en Viena y Múnich

Véase también: Pinturas de Adolf Hitler

A causa de su mediocre expediente


académico Hitler debió abandonar en
1904 la Realschule de Linz y se trasladó a
la de Steyr, distante unos ochenta
kilómetros. En 1905 su madre mudó la
familia a un cómodo piso en Urfahr, un
suburbio de Linz, donde Adolf disponía de
una habitación propia, llevaba una vida
bastante indolente y, con el pretexto de
una enfermedad fingida o más
probablemente algo exagerada, convenció
a Klara de que no podía seguir en la
escuela.[15] Así pues abandonó los
estudios a los dieciséis años, después de
haber sido calificado positivamente en la
asignatura de dibujo y haberse convencido
a sí mismo que su futuro estaba en la
pintura.[16] Durante tres años, Hitler se
mantuvo en Linz sin buscar trabajo,
muchas veces en compañía de August
Kubizek, probablemente el único amigo
que tuvo en su adolescencia;[17] según
Hitler, estos años serían los «mejores años
de su vida».[17] Aunque Hitler consideraba
que su futuro estaba en la pintura o la
arquitectura, era un voraz lector,
prefiriendo obras de historia y mitología
alemana.[18] Para los dieciséis años, Hitler
ya era un ferviente nacionalista
pangermano, y aborrecía a los Habsburgo
y a la diversidad étnica del Imperio
austrohúngaro.[17]

Al cumplir diecisiete años, Hitler viajó a


Viena por primera vez y pudo prolongar su
estancia en la ciudad dos meses gracias a
la ayuda monetaria de su madre y otros
parientes.[18] Durante su estadía, visitó la
Academia de Bellas Artes, donde consultó
los requisitos para ser admitido con el fin
de convertirse en pintor. En octubre de
1907 regresó a Viena y se presentó a la
prueba de admisión; sin embargo, no logró
ser admitido al no poseer el talento
deseado, lo cual lo decepcionó mucho.[19]
Al año siguiente lo intentó de nuevo, con
peores resultados. El rector de la
Academia le aconsejó intentar en el
campo de la arquitectura, pero como Hitler
no se había graduado del colegio, era muy
difícil que fuera admitido en la respectiva
escuela.[18] Sin embargo, en esos años
jóvenes con «talento excepcional» eran
admitidos en la escuela de arquitectura
sin diploma de secundaria, pero se
desconoce si Hitler intentó ingresar
alguna vez.[20]

A pesar de su fracaso, Hitler decidió


quedarse en Viena, aunque por unos
meses continuó viviendo en Linz con su
madre, quien estaba agonizando por
causa del cáncer de mama. Después de la
muerte de su progenitora, el 21 de
diciembre de 1907, Hitler viajó a Viena,
donde inicialmente se ganó la vida gracias
a diversos trabajos como barrer la nieve,
cargar maletas en la estación de trenes y
ser un obrero de construcción.[20] Sin
embargo, sus problemas económicos no
terminaron, y un año después de haber
llegado a Viena fue desalojado de su
apartamento y tuvo que vivir en un
miserable hostal, recurriendo a comedores
de indigentes para poder aplacar el
hambre.[20] No obstante, para 1910 su
situación económica era más estable, y se
mantenía exclusivamente pintando
cuadros. Viena, una ciudad cosmopolita,
con mucha vitalidad intelectual y
multicultural, le fue por completo
incomprensible. Aunque en posteriores
discursos Hitler afirmaría que Viena era
«una perla ante mis ojos», Baldur von
Schirach lo contradiría:

Hitler nunca amó a Viena. Odiaba a


su gente.[21]

Sin embargo, su estadía en Viena fue muy


importante. De acuerdo a Hitler, su
antisemitismo se formó en esta ciudad;
aunque su amigo Kubizek lo contradice, ya
que asegura que Hitler ya era un profundo
antisemita en Linz.[22] No obstante, de
acuerdo al propio testimonio de Hitler, sus
ideas políticas y raciales fueron formadas,
o por lo menos moldeadas, en esa ciudad.
Hitler mismo reconocería que la ciudad le
enseñó todo lo que tenía que saber en la
vida:

En este período tomó forma dentro


de mí una imagen universal y una
filosofía que se convirtió en la base
de todos mis actos. Además de lo
que entonces creé, he tenido que
aprender poco, y he tenido que
cambiar nada.[23]

El 24 de mayo de 1913 y acompañado de


Rudolf Häusler, un compañero del
albergue para hombres donde residía, se
trasladó a Múnich. Debió esperar a
cumplir los veinticuatro años para poder
cobrar la herencia paterna y, aunque
afirmaba querer ingresar en la Academia
de Arte muniquesa, probablemente la
razón principal de su marcha era eludir el
servicio militar, inscripción que llevaba
demorando desde 1909, cuando debería
haberlo hecho para incorporarse a filas
con veintiún años.[24] Aparentemente no
deseaba servir junto con eslavos y
judíos,[22] aunque también siempre se
había sentido atraído por la prosperidad y
fortaleza que mostraba el Imperio alemán,
en contraste con el decadente Imperio
austrohúngaro. Por su parte, Hitler declaró
que abandonó Austria porque la mezcla de
razas en Viena le causaba
«repugnancia».[22] No obstante las
autoridades austríacas consiguieron
localizarlo y el 18 de enero de 1914 un
agente de policía le entregó una citación
judicial en la que se exigía su regreso:
esquivar el servicio militar era motivo de
una importante multa, pero el hecho de
abandonar Austria para ello se
consideraba deserción y conllevaba pena
de cárcel. Hitler debió viajar entonces a
Salzburgo, donde fue examinado el 5 de
febrero, pero fue declarado no apto para
prestar servicio militar.[25]

Primera Guerra Mundial


Hitler (derecha) junto a varios compañeros durante la
guerra.

El 28 de julio de 1914 estalló la Primera


Guerra Mundial; una semana después,
Hitler se presentó como voluntario en el
Ejército alemán y fue asignado a un
regimiento bávaro. El inicio de la guerra
ocasionó gran entusiasmo en el joven
Hitler, quien pensó que había llegado una
oportunidad para cambiar su vida:
No estoy avergonzado de decir que,
arrastrado por mi entusiasmo, me
arrodillé y agradecí al Cielo desde el
fondo de mi corazón ... por haberme
permitido vivir en ese tiempo.[26]

Después de menos de tres meses de


entrenamiento, Hitler fue enviado al frente
occidental. Sirvió en Francia y Bélgica,
como mensajero de la 1.ª Compañía del
16.° Regimiento de Infantería Bávaro de
Reserva. Participó en la primera batalla de
Ypres, donde su unidad fue diezmada en
cuatro días. Al finalizar la batalla, de los
3500 soldados iniciales, solamente 600
podían seguir combatiendo.[27]
Posteriormente, sus oponentes políticos
lo acusarían de ser un cobarde, pero la
evidencia los contradice.[27] En octubre de
1916, en el norte de Francia, Hitler fue
herido en la pierna y regresó al frente en
marzo de 1917, ascendido al rango de
cabo. Sin embargo, no fue promovido más
allá de este grado, al considerarse en ese
momento que Hitler no poseía dotes de
mando. Hitler fue condecorado dos veces:
recibió la Cruz de Hierro de 2.ª clase el 2
de diciembre de 1914, y la Cruz de Hierro
de 1.ª clase el 4 de agosto de 1918, honor
que era raras veces otorgado a un soldado
de tan baja graduación.[27] De acuerdo a
diversos testimonios, Hitler ganó su última
Cruz de Hierro por haber capturado sin
ayuda a quince soldados enemigos,
aunque los registros militares no
especifican la razón de esta
condecoración.[27]

El soldado Adolf Hitler durante la Primera Guerra


Mundial (1914-1918).
Hitler era considerado como un soldado
«correcto», pero, según se informa, era
impopular entre sus compañeros debido a
una actitud poco crítica hacia los
superiores. «Respetar al superior, no
contradecir a nadie, obedecer a ciegas»,
dijo, describiendo su actitud mientras era
enjuiciado por el Putsch de Múnich en
1923. Uno de sus camaradas comentó:

Lo maldecíamos y lo
encontrábamos intolerable. Había
un cuervo blanco entre nosotros
que no quería seguirnos la corriente
cuando maldecíamos la guerra.[27]
En efecto, Hitler nunca se quejaba sobre la
suciedad del frente y jamás pidió un
permiso para abandonarlo,[27] aunque
pudo salir cuando estuvo recuperándose
de la herida en su pierna en un hospital en
Berlín. Cuando regresó, empezó a
pronosticar repetidamente que Alemania
perdería la guerra por causa de los judíos
y los marxistas, a quienes acusó de robar
a la nación y no prestar servicio militar.[28]
En el aspecto personal, Hitler nunca
recibía cartas o presentes de amigos o
familiares, y no acompañaba a los
soldados cuando hablaban de mujeres.[27]
Durante la guerra, también aprovechó la
oportunidad para dibujar algunas
historietas y dibujos de instrucción para el
periódico del Ejército.

En la imagen, una caricatura ilustra la


Dolchstoßlegende: una mujer judía ataca por la
espalda a un soldado alemán. Hitler fue un f erviente
creyente de esta leyenda, culpando a los judíos y
marxistas de la derrota alemana en la I Guerra
Mundial.

El 13 de octubre de 1918, poco antes del


final de guerra, Hitler quedó atrapado en
un ataque de gas venenoso británico,
cerca de Ypres. Fue trasladado a un
hospital de campaña, donde quedó
temporalmente ciego por causa de los
gases tóxicos.[29] El 10 de noviembre se
encontraba parcialmente recuperado en el
hospital militar de Pasewalk, cerca de
Stettin, cuando fue informado que la
monarquía había sido depuesta y que se
había proclamado la posteriormente
conocida como República de Weimar.
Cuando se enteró de que al día siguiente
iba a firmarse un armisticio y que la guerra
se había perdido, Hitler cuenta que se
derrumbó, y posteriormente describió así
su reacción: «Todo se hizo negro de nuevo
ante mis ojos».[30]
Una investigación realizada por Bernhard
Horstmann indica que su ceguera
temporal pudo haber sido resultado de
una reacción histérica a la derrota
alemana.[cita requerida] Hitler expresó
metafóricamente que durante aquella
experiencia, al quitarse la venda que
cubría sus ojos, fue cuando descubrió que
el objetivo de su vida era lograr la
salvación de Alemania. Mientras tanto, fue
tratado por un médico militar y un
especialista en psiquiatría, que, según se
informa, diagnosticó al cabo como
«incompetente para comandar gente» y
«peligrosamente psicótico».[cita requerida] Su
comandante declaró: «¡Nunca promoveré
a este histérico!».[cita requerida] Sin embargo,
el historiador Sebastian Haffner,
refiriéndose a la experiencia de Hitler en el
frente, sugiere que por lo menos tuvo
algún tipo de entendimiento con los
militares.

La derrota alemana en noviembre de 1918


lo impactó sobremanera, pues en la
creencia popular alemana el ejército
alemán permanecía invicto. Como
muchos otros nacionalistas alemanes,
Hitler culpó a los socialdemócratas («los
criminales de noviembre») por el
armisticio. Una explicación extendida por
la derecha conservadora sobre la causa
de la derrota fue la Dolchstoßlegende
(«leyenda de la puñalada por la espalda»),
que pretendía argumentar que a espaldas
del ejército los políticos socialistas y
marxistas habían traicionado y
«apuñalado» por la espalda a los
alemanes y a sus soldados.

El Tratado de Versalles impuso


reparaciones de guerra y otras sanciones
económicamente muy perjudiciales para
el país, declarando a Alemania culpable de
los horrores de la Primera Guerra Mundial.
Durante la negociación del documento
surgieron controversias entre el afán
pacificador de Woodrow Wilson,
presidente de Estados Unidos y el
revanchismo del primer ministro francés,
Georges Clemenceau. La reconciliación
nunca estuvo dentro de los objetivos del
Reino Unido y Francia porque,[cita requerida]
desde mediados del siglo XIX, Alemania
había rivalizado con estas dos potencias
por la hegemonía de Europa y el control
sobre los territorios coloniales en África y
Asia. El tratado fue considerado por los
alemanes como una humillación y fue un
importante factor en la creación de las
reivindicaciones políticas y territoriales
demandadas por Hitler y su Partido
Nacionalsocialista al llegar al poder.
Inicios en el nazismo

Carné de Hitler como miembro del DAP.

Inicio de la actividad política

Al finalizar la guerra, cuya última fase fue


sin duda muy importante para su
evolución ideológica,[30] Hitler se percató
que no contaba con dinero, amigos,
familiares con conexiones, estudios
universitarios o experiencia política;[31] por
lo que decidió intentar continuar en el
Ejército, algo bastante complicado en
pleno periodo de desmovilización, aunque
consiguió permanecer en sus filas hasta el
31 de marzo de 1920.[32]

Hitler salió del hospital de Pasewalk el 19


de noviembre y el día 21 llegó a Múnich
para reintegrarse a su batallón.[33]
Después de la abdicación del káiser
Guillermo II el 9 de noviembre y la firma
del armisticio el día 11, Alemania estaba
sumida en el clima de agitación
revolucionaria en que nació la República
de Weimar y que en Baviera, tras la huida
el 7 de noviembre del último rey de la
dinastía de los Wittelsbach, Luis III,[34] dio
paso a la nueva República de Baviera con
un gobierno provisional dominado por los
socialdemócratas del SPD y sobre todo
por el más radical USPD, bajo la
presidencia de Kurt Eisner.[35] Surgieron
consejos de obreros y soldados al estilo
soviético y Hitler se encontró a su regreso
con que su unidad estaba bajo el control
de uno de ellos por lo que, según su propio
relato en Mein Kampf, solicitó ser
transferido a otro destino y fue enviado al
campo de prisioneros de guerra de
Traunstein, cerca de la frontera
austriaca,[36] donde permaneció hasta
finales de enero o principios de febrero de
1919.[37] Aunque su versión coincide con
la de su compañero Ernst Schmidt, la
actitud que mantuvo durante estos meses
debió ser bastante más ambigua de lo que
deja traslucir y hubiera justificado un
tratamiento más extenso de haberse
opuesto frontalmente al gobierno que
posteriormente sería calificado como el de
los «criminales de noviembre». No solo
Traunstein estaba también regido por
consejos de soldados sino que Hitler
aparece citado el 3 de abril como
representante (Vertrauensmann) de su
batallón, un cargo que, entre otras
atribuciones, tenía la misión de cooperar
con las autoridades transmitiendo a la
tropa material propagandístico y que muy
probablemente Hitler ostentaba ya desde
febrero.[38] Además, después del
asesinato de Eisner el 21 de febrero, se
produjo un periodo de caos y anarquía que
culminó con la corta fase de auténtico
dominio comunista, con el fin claro de
instalar una república «soviética» y que es
el estrictamente más conocido como
Räterepublik o «república de consejos».[35]
Al día siguiente de su instauración, el 14
de abril, Hitler fue reelegido representante
de su unidad lo que parece indicar un
cierto grado de respaldo por su parte a la
política del gobierno socialista o como
mínimo que se abstuvo de exteriorizar
ningún tipo de oposición frontal.[39] Este
comportamiento, sea de pasividad o de
oportunismo, no solo trascendió más
tarde ocasionalmente en la prensa,[40] sino
que también fue objeto de comentarios
por parte de algunos dirigentes nazis
como Ernst Röhm, Ritter von Epp o Rudolf
Hess,[41] pero parece fuera de duda su
rechazo a la izquierda revolucionaria y es
muy probable que los votos que recibió
fuesen de soldados que compartían ese
criterio y conocían su hostilidad hacia la
Räterepublik.[42]

Después de que el gobierno soviético de


Baviera fuera derrocado por el Ejército
alemán y grupos paramilitares
conservadores, a Hitler se le encargó la
misión que le dio la oportunidad de
implicarse en la política por primera vez.
Su labor consistía en investigar a los
miembros de su unidad que habían
colaborado con el gobierno soviético. Su
trabajo fue apreciado por sus superiores,
quienes lo emplearon a tiempo completo,
asignándolo al Departamento político de
asuntos de prensa del Ejército, a nivel
distrital. De esta manera, Hitler se
convirtió en un espía militar, investigando
a los muchos grupos socialistas que
estaban naciendo en toda Alemania.
También participó como oficial educador
en el «pensamiento nacional», cursos
organizados por el Departamento de
Educación y Propaganda del grupo bávaro
de la Reichswehr. La principal tarea de
Hitler era entonces erradicar «ideas
peligrosas», como la democracia, el
socialismo y el pacifismo.[43] Un objetivo
clave de este grupo era crear una «cabeza
de turco» para justificar la derrota
alemana.[cita requerida] Las cabezas de turco
fueron encontradas en el Judaísmo
Internacional, los comunistas y los
políticos liberales, especialmente los
miembros de la coalición de Weimar, que
eran considerados como los «criminales
de noviembre».
En mayo o principios de junio de 1919,
Hitler ya aparece listado como V-Mann
(Verbindungsmann, término alemán para
un espía de la policía) del Comando de
Inteligencia (Aufklärungskommando) del
Ejército, con el objetivo de atraer a otros
soldados de ideas similares. En
septiembre, se le ordenó que se
investigara un pequeño partido
denominado Partido Obrero Alemán
(DAP). Aunque este partido era
nacionalista, los superiores de Hitler
desconocían esto, y sospechaban que
podía ser un partido socialista o
comunista.[43]
El 12 de septiembre Hitler asistió por
primera vez a un mitin del DAP celebrado
en la Sterneckerbräu que debía tener
como principal orador a Dietrich Eckart,
aunque debió ser sustituido a causa de
una enfermedad por Gottfried Feder.
Cuando en el debate final uno de los
presentes se enfrentó a Feder y comenzó
a defender el separatismo bávaro, Hitler
replicó con un discurso de tal intensidad
que llamó la atención de Anton Drexler,
quien le regaló un ejemplar de su obra Mi
despertar político y le animó a volver y
unirse al partido.[44] En la segunda mitad
de ese mismo mes ingresó en el partido y,
aunque él aseguraría posteriormente ser
su séptimo miembro, se le asignó
realmente el número 555,[45] también
ficticio porque por razones de imagen se
decidió comenzar la numeración en 501
repartiendo los números en orden
alfabético a los primeros militantes.[46]
Pocas semanas después, el 16 de octubre,
Hitler pronunció en la Hofbräukeller su
primer discurso público en un acto al que
asistieron 111 personas,[47] entre las que
se encontraba Ernst Röhm, que poco
después ingresaría también en el
partido.[48]

Desde ese momento, la figura de Hitler fue


cobrando más y más protagonismo,
participando a tiempo completo en las
actividades del partido y perfilando con
nitidez la nueva ideología:

A principios de la década de 1920,


Hitler desarrolló un pronunciado
sentido de su «misión nacional» (...).
La «misión» puede resumirse como
sigue: nacionalizar las masas;
apoderarse del Estado; destruir al
enemigo interno -los «criminales de
noviembre» (refiriéndose a judíos y
marxistas, más o menos lo mismo
para su punto de vista)-; construir
defensas; llevar a cabo la expansión
«por la espada» para garantizar el
futuro de Alemania, superando la
«escasez de tierra» (Raumnot) y
adquiriendo nuevos territorios en el
este de Europa.[49]

El 24 de febrero de 1920 el partido celebró


su primera reunión de importancia en los
salones de la Hofbräuhaus de Múnich.
Ante unos dos mil asistentes Hitler leyó
los veinticinco puntos del programa del
partido que habían redactado él y sobre
todo Drexler las semanas anteriores. Esos
veinticico puntos se convirtieron
posteriormente en la teórica base
«inalterable» del programa
nacionalsocialista y la fecha del 24 de
febrero en un motivo histórico de
celebración anual, aunque en su momento
tuvo una repercusión muy limitada y hasta
el Völkischer Beobachter relegó la noticia a
sus páginas interiores.[50]

El 1 de abril de 1920, el Partido Obrero


Alemán cambió su nombre a Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán; ese
mismo día Hitler abandonó el Ejército.
Poco después organizó escuadrones de
veteranos de guerra, liderados por Emil
Maurice, para que mantuvieran el orden en
las reuniones del Partido, y expulsasen a
los que no estuviesen de acuerdo con los
oradores.[51] El 5 de octubre de 1921,
estos escuadrones fueron organizados
bajo el nombre de Sturmabteilung (SA),
también conocidos como los camisas
pardas por el color de sus uniformes. Muy
pronto, las SA, bajo el mando inicial de
Johann Ulrich Klintzich, dejaron de
limitarse a su rol de mantener el orden y
empezaron a atacar a los grupos políticos
opositores y a los judíos, lo cual acabó
convirtiéndose en su actividad
principal.[52] En la primavera de 1920,
Hitler toma como emblemas la
Hakenkreuz —la cruz gamada— y el saludo
del fascismo italiano del brazo en alto.

Ya a principios de 1921, Hitler era


considerado un gran orador, hablando
frente a muchedumbres cada vez más
grandes. Ganó notoriedad fuera del
partido por sus discursos polémicos,
atacando el Tratado de Versalles, y a
grupos rivales (sobre todo marxistas y
judíos). Ese año, Hitler personalmente
lideró a los camisas pardas contra una
reunión de federalistas bávaros. Aunque
Hitler pasó tres meses en la cárcel por la
paliza que sus hombres propinaron a los
federalistas, al salir no mostró
arrepentimiento alguno; por el contrario,
estaba más resuelto a emplear la fuerza
contra sus adversarios:
En el futuro, el movimiento
nacionalsocialista evitará
rudamente, si es necesario con la
fuerza, las reuniones o discursos
que puedan distraer la mente de
nuestros compatriotas.[53]

En el verano de 1921, Hitler era el líder del


partido;[54] no sólo era el principal orador y
propagandista, sino que también era la
principal fuente de ingresos de ese
movimiento revolucionario. No obstante,
los fundadores se encontraban resentidos
debido a la conducta dictatorial de Hitler, y
aprovechando que se encontraba de viaje
en el norte de Alemania, planificaron la
fusión de su partido con otros grupos
políticos; de esta manera, pensaban
reducir la importancia de Hitler y
cuestionar su liderazgo. Hitler se enteró de
estos planes y regresó a Múnich,
solicitando poderes dictatoriales en el
partido, de lo contrario renunciaría. Drexler
respondió publicando una carta en un
periódico, denunciado los abusos
autoritarios de Hitler, pero este presentó
una demanda legal en su contra, y Drexler
se tuvo que retractar. Derrotado, Drexler
fue retirado de su cargo de presidente y
Hitler lo sucedió, convirtiéndose en el líder
indiscutible del Partido Nazi. De esta
manera, se estableció el «principio del
liderazgo», que formó el sistema de
gobierno político de la Alemania nazi.[55]

En estos años Hitler conoció a Rudolf


Hess, Hermann Göring, a Ernst
Hanfstaengl y Alfred Rosenberg, quienes
junto con Eckart, lo introdujeron a círculos
sociales más altos, de los cuales pudo
obtener generosas donaciones para el
naciente partido.

Alentado por el rápido crecimiento, Hitler


empezó a idear la toma del poder. Sin
embargo, su partido no era todavía la
principal fuerza política en Baviera, y era
desconocido fuera de este estado, por lo
que Hitler concluyó que necesitaba el
apoyo de las fuerzas políticas y las
guarniciones militares bávaras para lograr
este objetivo.[56] Influenciado por la
marcha sobre Roma de Benito Mussolini,
Hitler ideó realizar una marcha similar
hacia Berlín, con la que doblegaría al
gobierno nacional fácilmente.[56]

A finales de 1922, contaba ya con una


pequeña y creciente banda de seguidores
fanáticos, inspirada por la marcha sobre
Roma de Mussolini, que empezó a ver en
él el deseo de un líder nacional heroico. En
este sentido, un libro publicado ese año se
refería a Hitler explicando que
el secreto de su personalidad reside
en el hecho de que lo que yacía
dormido en lo más profundo del
alma del pueblo alemán ha cobrado
vida en él [...]. Y eso es lo que ha
aparecido en Adolf Hitler: la viva
encarnación del anhelo de la
nación.[57]

Putsch de Múnich

Hitler junto a los demás acusados por el Putsch de


Múnich durante su juicio.
En enero de 1923, luego de que el
gobierno alemán se retrasase en el pago
de las reparaciones de guerra a Francia,
esta nación procedió a ocupar la región
industrial del Ruhr, devastando la
economía germana. El gobierno llamó
entonces a la resistencia no violenta
contra Francia, pero en septiembre era
obvio que esta estrategia no estaba
generando resultados. El 26 de
septiembre, el canciller alemán Gustav
Stresemann decidió reiniciar los pagos a
Francia, y cancelar la estrategia de
resistencia. Stresemann previó que los
nacionalistas y los comunistas iniciarían
toda clase de protestas y disturbios ante
estas impopulares medidas, por lo que
declaró el estado de emergencia ese
mismo día.[58] De esta manera, el
comandante del Ejército, el general Hans
von Seeckt, se convirtió en la principal
autoridad de la República.[58] Hitler vio
este período de inestabilidad política
como la oportunidad para realizar su
propia versión de la marcha sobre
Roma.[56]

No obstante, el tradicionalmente
autónomo estado bávaro no estaba
dispuesto a aceptar la autoridad central
del General von Seeckt. Ese mismo día, el
gobierno regional proclamó su propio
estado de emergencia y colocó a Gustav
von Kahr al mando de Baviera. El gobierno
nacional reaccionó exigiendo el arresto de
varios líderes nacionalistas y, además,
reclamó la supresión del principal
periódico nazi, el Völkischer Beobachter.
Cuando el Ejército bávaro rehusó obedecer
a su comandante en Jefe, el General von
Seeckt amenazó con utilizar la fuerza
contra Baviera. Hitler se percató entonces
de que la situación regional solamente
podría empeorar para él ya que,
probablemente, el gobierno de
Stresemann lograría estabilizar la
situación. Cuando Kahr se negó a discutir
la situación con Hitler y sus aliados, este
último sospechó que el gobierno de
Baviera iba a capitular ante el gobierno de
Berlín, o peor aún, iba a declarar la
independencia de Baviera.[59] Hitler
decidió entonces realizar una maniobra
arriesgada: iba a secuestrar a Kahr, al
comandante del Ejército en Baviera y al
jefe de la policía regional; una vez en su
poder, los iba a convencer de que se
uniesen a su bando, y luego, juntos, iban a
marchar hacia Berlín para derrocar a
Stresemann. Para ganarse el apoyo del
Ejército, Hitler decidió usar al general Erich
Ludendorff, como figura respetada en su
golpe de estado. El anciano general había
sido atraído al movimiento nazi unas
semanas atrás.

En la noche del 8 de noviembre de 1923,


Hitler y los camisas pardas irrumpieron en
una reunión pública liderada por Kahr en el
Bürgerbräukeller, una cervecería a las
afueras de Múnich. Hitler proclamó una
revolución y anunció sus intenciones de
formar un nuevo gobierno, junto a
Ludendorff, quien no estaba enterado del
golpe.[60] Antes de iniciar su "Marcha
sobre Berlín", que derrocaría al gobierno
nacional, Hitler reclamó la ayuda de Kahr y
de las fuerzas militares locales. Este
último fingió ayudar a Hitler, pero, gracias
a la ingenuidad de Ludendorff, escapó en
cuanto pudo y retomó el control
regional.[61] Al amanecer del 9 de
noviembre, el Ejército y la policía bávara
estaban tomando posiciones contra los
golpistas; Ernst Röhm y sus tropas nazis
se encontraban rodeados en el Ministerio
de Guerra bávaro, y Hitler decidió marchar
junto con Ludendorff para liberarlos. El
anciano comandante alemán había
convencido a Hitler de que los soldados y
la policía no dispararían contra él, y que se
unirían a su causa.[60] No obstante, la
policía no se replegó ante Ludendorff y se
inició un tiroteo. Catorce golpistas y
cuatro policías murieron durante la
refriega, entre ellos Max Erwin von
Scheubner-Richter, uno de los
organizadores del putsch, que recibió un
balazo mientras marchaba en primera
línea cogido del brazo de Hitler, quien
escapó únicamente con un hombro
dislocado.[62]

Hitler saludando a las tumbas de los dieciséis nazis


que murieron durante el golpe de 1923.
Hitler se escondió en la casa de Ernst
Hanfstaengl, donde redactó su primer
testamento político en el que designaba
como su sucesor al frente del NSDAP a
Alfred Rosenberg y nombraba
vicepresidente a Max Amann, pero
carecen de fundamento versiones
posteriores de los hechos que afirman que
intentó suicidarse.[63] Fue arrestado la
noche del 11 de noviembre,[62] acusado de
alta traición y Rosenberg se convirtió
temporalmente en el líder del partido.
Según Joachim Fest, esta subversión
fracasada marcó uno de los grandes hitos
en la vida de Hitler, pues con ella habría
finalizado su aprendizaje y se habría dado
paso a su verdadera entrada en la
política.[64]

Su juicio, atrajo atención internacional, y le


proporcionó una plataforma política para
anunciar su movimiento. Durante su juicio,
que se inició el 26 de febrero de 1924,
Hitler recibió tiempo casi ilimitado para
hablar,[65] lo que hizo que su popularidad
creciera debido a su poderoso y
convincente discurso nacionalista. A
diferencia de los participantes en el golpe
de Kapp, Hitler asumió la responsabilidad
de la intentona golpista, pero negó haber
cometido un crimen:
Solamente yo cargo la
responsabilidad. Pero no soy un
criminal por eso. Si hoy me
presento aquí como un
revolucionario, es como un
revolucionario en contra de la
revolución. No existe la alta
traición contra los traidores de
1918.[66]

Durante su juicio en 1924.

El 1 de abril de 1924, Hitler fue


sentenciado a 5 años de prisión en la
fortaleza de Landsberg, aunque la
Constitución estipulaba cadena perpetua
contra crímenes de este tipo.[67] Hitler
recibió un trato privilegiado de los
guardias y pudo recibir cartas y visitas de
sus admiradores.[68] Fue absuelto y
liberado el 20 de diciembre de ese mismo
año, como parte de una amnistía masiva
hacia prisioneros políticos. En total, solo
cumplió nueve meses de su condena.

Mein Kampf

Sobrecubierta de Mein Kampf (1926-27).


La estadía de Hitler en la prisión de
Landsberg le permitió organizar sus ideas,
que dictó a diversos secretarios. El
resultado sería una obra titulada Mein
Kampf (Mi Lucha), aunque originalmente
había planeado llamarla Cuatro años de
lucha contra mentiras, estupidez y
cobardía.[69] Esta obra, dedicada a Dietrich
Eckart,[cita requerida] era una autobiografía y,
más importante aun, una exposición de la
ideología nacionalsocialista.

A través de sus 782 páginas, Hitler detalló


los pasos que un futuro Estado alemán
nacionalsocialista debía seguir para
finalmente convertirse en el «amo del
mundo».[70] Primero aboga por la
conclusión definitiva de la hostilidad
franco-germana, que se lograría con la
destrucción de Francia.[70] Una vez
conseguido esto, Alemania finalmente se
encontraría en libertad de expandirse, con
el objetivo de conseguir el llamado
«espacio vital alemán». Hitler concluye
que el Tercer Reich no debe buscar
colonias en Asia o África, sino que debe
expandirse hacia el este, a expensas de
Rusia.[70] Aunque reconoce que diversos
pueblos ya habitan en Europa oriental,
asegura que el pueblo alemán tiene el
derecho de desalojar a sus ocupantes:
...la naturaleza no ha reservado
esta tierra para la futura posesión
de una nación o raza en particular;
por el contrario, esta tierra existe
para el pueblo que posea la fuerza
de tomarla.[70]

Acerca de la expansión alemana


hacia el este.

Hitler considera que la conquista de Rusia


será relativamente fácil, ya que los
bolcheviques la controlan, y por lo tanto
los judíos.[71]

En cuanto a la política interior del Tercer


Reich, Hitler claramente define que el
sistema de gobierno será una
dictadura:[70] Además, el Estado tendrá
muy poco que ver con la economía, ya que
en realidad será un «organismo racial».[71]
Después de establecer que la raza aria es
superior sobre el resto, asegura que la
misma debe subyugar a las demás para
poder «preservar e incrementar la
cultura».[72] Concluye que los alemanes se
encuentran en el estado actual debido a
que no preservaron su raza pura, y
«gradualmente perdieron su creatividad
cultural».[72] Después de escribir esto, no
es sorprendente que determine que el
principal propósito del Estado nazi sea:
...la preservación de los elementos
raciales originales que confieren
cultura y crean la belleza y la
dignidad de una humanidad
superior.[73]

Acerca del propósito del Estado.

Asegura que en un futuro distante, la


humanidad se enfrentará a problemas que
solamente una raza superior, con dominio
del mundo, podrá resolver.[73]

Aunque en la actualidad la interpretación


de la historia alemana que Hitler expone
en Mein Kampf es considerada grotesca e
inexacta, muchos alemanes compartían
su visión histórica. Peor aun, cuando Hitler
subiese el poder en 1933, se mantendría
fiel a sus escritos[74] y llevaría a cabo la
expansión hacia el este, que
desembocaría en la Segunda Guerra
Mundial y en un genocidio de los pueblos
eslavos y semitas.

Mein Kampf no solo sirvió para la


exposición de las ideas de Hitler, también
le proporcionó su principal fuente de
ingresos.[74] Aunque el libro se publicó en
dos volúmenes entre los años de 1925 y
1926, solamente vendió alrededor de
240 000 ejemplares entre 1925 y 1934,
aunque en los primeros años las ventas
fueron bajas. Hitler pasó esos años
esquivando los impuestos aplicables
sobre los derechos de autor de su libro, y
acumuló una deuda tributaria de cerca de
405 500 marcos. Esta deuda lo perseguiría
hasta que se convirtió en canciller.

Reestructuración del partido

Entre 1924 y 1929 los nazis experimentaron pérdidas


electorales.
Hitler salió de prisión el 20 de diciembre
de 1924.[75] Su movimiento revolucionario
probablemente estaba en su punto más
bajo, el Partido Nazi y sus órganos
mediáticos habían sido prohibidos;
además, Hitler tenía prohibido hablar en
público y el gobierno regional estaba
recomendando que fuese extraditado a
Austria.[76] Durante su ausencia, Gregor
Strasser y Erich Ludendorff lideraron el
movimiento nazi, y se fueron distanciando
de él.

En el aspecto nacional, la inestabilidad


política y económica que habían
contribuido en el rápido crecimiento del
Partido Nazi estaban quedando en el
pasado.[76] La hiperinflación y los fuertes
pagos de indemnización habían sido
amortiguados, y los franceses habían
aceptado salir de la Renania. Aunque
gracias a su fallido golpe Hitler llegó a
tener cierta prominencia nacional, el
puntal de su partido siguió siendo Múnich
y en los meses siguientes el apoyo
popular empezó a mermar. En las
elecciones parlamentarias de diciembre,
los nazis, que participaron bajo el nombre
de «Movimiento Nacionalsocialista de
Libertad», perdieron la mitad de sus
votantes; en contraste, los
socialdemócratas estaban recuperando
los votos perdidos. Los nazis continuarían
en decadencia hasta 1929, mientras tanto,
Hitler tuvo que seguir organizando el
partido y luchando por mantener el
liderazgo del mismo.

Aunque muchos de sus colegas creían


que estaba acabado, Hitler salió de prisión
con una visión mesiánica de su papel en la
historia, y aseguró que los buenos tiempos
de la República no durarían.[77][76] A los
pocos días solicitó una entrevista con
Heinrich Held, primer ministro bávaro, y
luego de realizar promesas de buena
conducta, consiguió que legalizase el
Partido Nazi de nuevo. Al periódico nazi
Voelkischer Beobachter también se le
permitió circular de nuevo. Creyendo en
las promesas de Hitler, Held le dijo a su
ministro de Justicia:

La bestia salvaje está controlada.


Podemos permitirnos aflojar la
cadena.[78]

Dr. Heinrich Held sobre Hitler.

Aunque Hitler seguía siendo un autoritario,


sus promesas de apegarse a la
Constitución eran parcialmente ciertas.
Sin embargo, el futuro dictador no había
cambiado su ideología, sino su estrategia.
Habiendo fracasado en derrocar a la
República con un golpe de Estado, ahora
perseguía la «estrategia de la legalidad»;
esto significaba adherirse a las normas de
la Constitución de Weimar para poder
ascender al poder legalmente. Algunos
miembros del partido, sobre todo los
líderes de los «camisas pardas», se
opusieron a esta estrategia. Röhm la llegó
a ridiculizar, apodando a Hitler «Adolphe
Legalité». De esta manera, Hitler ahora se
apoyaría en la democracia y las elecciones
para acceder al poder, y luego las
destruiría:

En lugar de trabajar para conseguir


el poder a través de un golpe
armado, debemos taparnos las
narices y entrar al Parlamento
como oposición a los diputados
católicos y marxistas. Si superarlos
en votos lleva más tiempo que
superarlos en disparos, por lo
menos el resultado será
garantizado por su propia
constitución... Tarde o temprano
alcanzaremos la mayoría, y
después de eso Alemania.[79]

Acerca de su nueva estrategia


constitucional.

El 27 de febrero de 1925, Hitler realizó su


primer discurso desde su arresto en 1923,
aunque la mayoría de sus hombres de
confianza faltaban: Rosenberg, Röhm,
Strasser y Ludendorff no asistieron, Eckart
había muerto, y Göring estaba exiliado. Sin
embargo, Hitler dejó claro que no pensaba
compartir el liderazgo con alguien más:

Solamente yo lidero el movimiento,


y nadie puede imponerme
condiciones mientras yo
personalmente asuma la
responsabilidad.[79]

En su primer discurso al salir de


prisión.

No obstante, en esta ocasión Hitler no


pudo contenerse. Pronto empezó a
calificar al Estado, a los judíos y a los
marxistas de ser «el enemigo», y los
amenazó de muerte.[79] De inmediato el
Estado bávaro le prohibió pronunciar
discursos durante dos años. Desde
entonces, la mayor parte de su tiempo lo
pasó en Obersalzberg, donde continuó
escribiendo Mein Kampf.[80] Temeroso de
que en cualquier momento fuera
deportado, el 7 de abril de 1925, renunció
a su ciudadanía austríaca, convirtiéndose
efectivamente en un hombre sin
nacionalidad, ya que el gobierno bávaro se
negaba a concederle la alemana.[81]
Gregor Strasser, líder nazi que en varias ocasiones
cuestionó el liderazgo de Hitler.

Sin poder utilizar sus dotes de oratoria,


Hitler empezó entonces a trabajar como
propagandista y organizador. Fue durante
estos años que organizó el Partido Nazi a
nivel nacional, y empezó a crear
agrupaciones de todo tipo dentro del
mismo. Pronto se crearon las Juventudes
Hitlerianas y la Liga de Muchachas
Alemanas, y se establecieron
organizaciones en Austria,
Checoslovaquia, el Sarre y la Ciudad Libre
de Danzig. Se establecieron las SS como
una subdivisión de las SA; sus miembros
debían realizar un juramento de lealtad
especial hacia Hitler y pronto se
distinguieron por ser más confiables que
los rudos «camisas pardas». Hitler se
colocó a la cabeza de la jerarquía nazi,
bajo el título de «Supremo Líder del
Partido y de las SA, Presidente de la
Organización Nacionalsocialista Alemana
de los Trabajadores». Además, creó el
«Directorado del Reich», compuesto por
los principales jerarcas nazis. Uno de los
objetivos de crear esta estructura tan
vasta y compleja era la formación de «un
Estado dentro del Estado»;[82] de esta
manera, cuando los nazis finalmente
llegasen al poder, Hitler podría destruir la
estructura republicana en poco tiempo, y
la reemplazaría por la estructura de su
Partido.[82]

Decidido a convertir a su partido en una


fuerza nacional relevante, Hitler llamó a
Gregor Strasser y le propuso la
organización del movimiento en el norte
de Alemania.[83] La personalidad de
Strasser competía con la de Hitler, y la
idea de trabajar con independencia en
Prusia, Sajonia, Hanóver y la Renania le
agradó, por lo que se dedicó a esta tarea
junto con su hermano Otto Strasser y un
joven secretario llamado Joseph
Goebbels. Sin embargo, la personalidad
independiente de Strasser y su firme
creencia en el elemento socialista del
programa nacionalsocialista le ganaron la
animosidad de Hitler.[84][83] En poco
tiempo, Strasser se convertiría en la
amenaza más seria al liderazgo del último,
y esto finalmente le costaría la vida.

El 22 de noviembre de 1925, Strasser


realizó una conferencia en Hanóver, donde
apoyó la expropiación de bienes de la
nobleza depuesta, medida que pronto iba
a ser consultada en un plebiscito. De esta
manera, la organización nazi del norte, la
Arbeitsgemeinschaft der Gauleiter Nord-
West, se unió a los marxistas en la
campaña electoral.[85] Hitler contraatacó
el 14 de febrero de 1926, organizando una
conferencia en Bamberg, donde obligó a
Strasser y a Goebbels a retractarse de su
programa. Para complicar la posición de
Strasser, Goebbels abandonó su causa
unos días después y se unió a Hitler. Sin
embargo, este no sería el fin de la
enemistad entre Hitler y Strasser.
Después de este encuentro, el partido de
Hitler quedó aún más centralizado, y el
llamado Führerprinzip («Principio del
líder») quedó finalmente arraigado en la
organización partidaria. Bajo este sistema,
los dirigentes no serían elegidos por su
grupo, sino más bien designados por sus
superiores, siéndoles delegada la
completa responsabilidad ante ellos, al
tiempo que exigirían la misma obediencia
incondicional a sus subordinados. De
acuerdo a Hitler, todo el poder y la
autoridad debía ser delegada de arriba
hacia abajo.

Ascenso al poder
El ascenso durante la Depresión

Reunión del partido nazi en 1930.

La Gran Depresión trajo nuevos tiempos


para el revolucionario alemán. Durante
años Hitler había predicho que llegaría y
mientras varios bancos se declaraban en
quiebra y millones perdían sus empleos, él
declaró su satisfacción, porque entendió
que el momento era oportuno para su
discurso revolucionario:
Nunca en mi vida he estado más
dispuesto e interiormente presto a
la lucha que en estos días. Porque la
dura realidad ha abierto los ojos de
millones de alemanes a las estafas,
mentiras y traiciones sin
precedentes de los marxistas
engañadores del pueblo.[86]

Acerca de la Gran Depresión.

Un elemento clave del discurso de Hitler


fue su capacidad de revivir el sentimiento
de orgullo nacional, debilitado en la
Primera Guerra Mundial y en el posterior
Tratado de Versalles. Después de estos
sucesos, Alemania había perdido
importancia económica en Europa, junto
con todas sus colonias, y además había
adquirido una pesada deuda al aceptar la
responsabilidad de la guerra. Hitler
prometía repudiar al Tratado de Versalles,
suspender los pagos de indemnización,
generar empleo, combatir la corrupción y
controlar a los ricos.[87] Sutilmente, los
nazis empezaron también a asociar a los
judíos con los comunistas y los
empresarios corruptos, reviviendo
antiguos sentimientos antisemitas.
Hitler posa para la cámara.

La inestabilidad económica de la Gran


Depresión pronto se extendió al campo
político y benefició a Hitler. En marzo de
1930, Heinrich Brüning fue nombrado
canciller de Alemania por el presidente
Paul von Hindenburg, ya que el canciller
saliente fue incapaz de conseguir la
mayoría parlamentaria para gobernar.
Brüning tampoco la consiguió, pero se
mantuvo en el poder gracias a los
decretos presidenciales de Hindenburg.
De esta manera, la voluntad del canciller
quedó sujeta a la del presidente, y la
voluntad del Parlamento alemán fue
relegada a un segundo plano. Sin
embargo, Brüning era un demócrata, y
procedió a llamar a nuevas elecciones,
con la esperanza de obtener la mayoría
parlamentaria necesaria poder gobernar
sin la aprobación de Hindenburg.[88]
Irónicamente, las elecciones
parlamentarias de 1930 no contribuirían
en el fortalecimiento de la democracia, ya
que convertirían al Partido Nazi en la
segunda fuerza política de Alemania y al
Partido Comunista en la tercera.
Después de obtener apoyo popular, Hitler
procedió a buscar el del Ejército. El
discurso nacionalista de Hitler hizo mella
en jóvenes oficiales; y una semana
después de las elecciones, durante un
juicio contra tres oficiales que habían
promovido la ideología nazi en el Ejército,
Hitler fue llamado a testificar y aprovechó
esta oportunidad para intentar ganar el
apoyo de los militares, asegurando que
«vengaría» la Revolución de Noviembre y
que eliminaría los límites impuestos al
Ejército alemán en el Tratado de Versalles.
La victoria electoral de Hitler también
atrajo la atención de los hombres de
negocios germanos. Desde 1931, Walther
Funk empezó a presentar a Hitler
poderosos industriales; además, varias
empresas empezaron a financiarlo, entre
las que destaca la aseguradora Allianz.[89]
Sin embargo, la mayoría de empresas
alemanas se negaron a apoyar al futuro
dictador.[90]

Intrigas de Schleicher y Papen

Papeleta electoral de las elecciones presidenciales


alemanas de 1932.
alemanas de 1932.

Como líder de la segunda fuerza política


en el Parlamento, Hitler pronto fue incluido
en los planes de los gobernantes de la
República de Weimar.[91] A finales de 1931
se reunió con el canciller Brüning y el
presidente Hindenburg, pero ambos fueron
incapaces de conseguir un acuerdo
político con él. Fue después de esta
primera reunión que Hindenburg aseguró
que:

...el «cabo bohemio» era un curioso


personaje que podría llegar a ser un
Ministro de Correos, pero
ciertamente no un Canciller.[92]

Hindenburg sobre Hitler.

El 7 de enero de 1932, Brüning se reunió


de nuevo con Hitler, e intentó persuadirlo
de que aprobase la postergación de las
elecciones presidenciales de 1932.[93] El
anciano Hindenburg no quería postularse
a la reelección, y todo parecía indicar que
Hitler se convertiría en presidente ante la
carencia de otros candidatos de peso; si
Hitler aceptaba la postergación de las
elecciones hasta la muerte natural de
Hindenburg, el canciller Brüning luego
solicitaría el restablecimiento de la
monarquía alemana, aunque bajo un
sistema de gobierno similar al
británico.[94] Hitler se dio cuenta que esta
medida no lo beneficiaría, y después de
realizar una serie de demandas que fueron
rechazadas de inmediato por Hindenburg,
rehusó apoyar el plan de Brüning. De esta
manera, Hindenburg fue forzado a aspirar
a un segundo período para evitar un
triunfo hitleriano.

El 25 de febrero, Hitler finalmente decidió


convertirse en ciudadano alemán, y de
inmediato presentó su candidatura, en
contraposición a la de Hindenburg. A
pesar de que Hitler realizó una
impresionante campaña electoral,[95]
Hindenburg ganó con holgura estas
elecciones, aventajándolo con más de 16
puntos porcentuales. El candidato
austríaco había duplicado los votos de su
partido en dos años, pero parecía incapaz
de acceder el poder a través de los votos
sin comprometerse políticamente con
Hindenburg. Fue en este año que la
animosidad entre Strasser y Hitler se
acentuó de nuevo; a pesar de su derrota
en Bamberg en 1926, Gregor Strasser
había continuado siendo un importante
líder del Partido Nazi, y era más aceptado
por el Parlamento y el presidente que
Hitler. Debido a su talento político, Hitler lo
mantenía en su círculo de asesores más
cercano, y junto con Goebbels, Göring,
Frick y Röhm, ocupaba el escalafón más
alto del Partido en 1932. Sin embargo,
Strasser empezó a criticar la postura
intolerante de Hitler, quien rehusaba
compartir un gobierno con los hombres de
Hindenburg.

Saludo fascista, abril de 1932


Después de esta derrota electoral, las
«camisas pardas», que ya superaban al
Ejército en número, fueron prohibidas. Fue
en este momento que el General Kurt von
Schleicher, artífice del ascenso de Brüning,
empezó a conspirar para provocar su
caída. Schleicher contactó a Hitler a través
de Röhm; a este último le ofreció legalizar
las SA de nuevo, con planes de anexarlas
posteriormente al Ejército.[96] Por otro
lado, le ofreció a Hitler la convocatoria de
nuevas elecciones parlamentarias, a
cambio de apoyar a un nuevo gobierno.
Como antiguo amigo de Hindenburg,
Schleicher logró convencerlo de forzar la
renuncia de Brüning, y luego lo persuadió
de que nombrase canciller a Franz von
Papen. En las nuevas elecciones
parlamentarias de 1932, el Partido Nazi se
convirtió en la primera fuerza política del
Parlamento, pero no alcanzó la mayoría
necesaria para gobernar. Con estos
resultados, Hitler se negó a apoyar a
Papen, y reclamó la Cancillería para él,
rehusando de nuevo compartir el poder
con la facción de Hindenburg y Schleicher.
Con este nuevo fracaso, la corriente de
Strasser en el Partido Nazi se fortaleció, y
la dirección política de Hitler empezó a ser
criticada públicamente por este.
Al igual que su predecesor, el nuevo
canciller, resultó ser incapaz de conseguir
la mayoría parlamentaria, y Papen llamó
entonces a nuevas elecciones, las terceras
en 1932. Aunque en estas elecciones los
nazis continuaron siendo la primera fuerza
política, perdieron votos, y Hitler quedó
aún más lejos de alcanzar la mayoría en el
Parlamento. No obstante, por esto no
cambió su estrategia, ya que el político
austríaco continuó demandando la
Cancillería para él, rechazando el
ofrecimiento de la Vice-cancillería que le
extendió Hindenburg. Por su parte,
Schleicher empezó a planificar la caída de
Papen, y convenció a Hindenburg que si lo
nombraba canciller lograría dividir el
Partido Nazi separando a Strasser.
Hindenburg accedió el 2 de diciembre de
1932, sin embargo, el gobierno de
Schleicher fue breve, ya que Hitler lo
sucedería en menos de dos meses.

En este punto era claro que aún antes del


ascenso de los nazis al poder, el poder ya
no residía en el pueblo ni el Parlamento
democráticamente electo, sino en el
presidente Hindenburg, quien era muy
anciano y propenso a ser manipulado por
la camarilla que lo rodeaba.[97] Esto era
obvio para Hitler, y por eso, cuando Papen
se le acercó unos días después de haber
salido de la Cancillería, decidió hacer un
trato con él, ya que el excanciller todavía
contaba con la confianza del presidente.
Esta alianza llegó en el momento oportuno
para Hitler, ya que el Partido Nazi se
encontraba en quiebra, y los seguidores
más radicales estaban abandonando las
filas para ingresar al Partido Comunista.
Para complicar la situación, Schleicher
había puesto en marcha su plan de dividir
a los nazis, ofreciendo la Vicecancillería a
Strasser, y aunque este no había aceptado,
sí tuvo una calurosa discusión con Hitler,
después de la cual renunció a todos sus
cargos y envió su versión de la historia a
los periódicos, amenazando acabar con el
Partido. Esta era la amenaza más grave
contra el movimiento nazi desde 1925, y
Hitler amenazó con suicidarse:

Si el partido llegara a caerse a


pedazos, le pondré fin a todo en tres
minutos con un disparo.

Sobre la amenaza de Strasser.

Strasser tenía control sobre una parte


importante de la estructura nazi, pero en el
momento crítico decidió viajar a Italia a
tomar unas vacaciones, con la esperanza
de que Hitler lo llamase de regreso. El
futuro dictador no sólo no lo llamó, sino
que aprovechó su ausencia para destituir
a todos sus simpatizantes de los cargos
de importancia en el partido, y en su lugar
nombró a partidarios más fieles. Luego,
convocó a todos los líderes nazis a Berlín,
donde les tomó un juramento de fidelidad
personal. Cuatro días después de la
partida de Strasser, Hitler había tomado
finalmente el control de toda la estructura
política del partido.

Hitler en la Cancillería del Reich, el 30 de enero de


1933.
El 4 de enero de 1933, Hitler se reunió con
Papen, donde acordaron formar una
coalición en caso de que el último lograse
convencer a Hindenburg de nombrar
canciller al líder nacionalsocialista. El 22
de enero, Hitler tuvo otra reunión con Otto
Meissner y con Oskar von Hindenburg,
Secretario e hijo del presidente
respectivamente, consiguiendo su apoyo.
El 28 de enero, después de pasar varios
días intentando conseguir apoyo de
cualquier fuerza política sin éxito, el
canciller Schleicher presentó su renuncia
ante Hindenburg. El anciano presidente de
inmediato buscó el consejo de Papen,
quien le aseguró que podría formar un
gobierno con Hitler, donde los nazis serían
minoría y estarían bajo control.

Finalmente, el 30 de enero de 1933, Hitler


fue nombrado canciller de Alemania por el
presidente Hindenburg.[98] Políticos
conservadores como Papen, e industriales
adinerados como Emil Kirdorf, pensaron
que lograría controlar al revolucionario
alemán y que lo harían obrar en pro de sus
intereses, pero en unas pocas semanas
Hitler demostraría ser más capaz que
estos, y durante su gobierno, muchos de
los que lo ayudaron en su carrera al poder
terminarían siendo ejecutados, confinados
en campos de concentración o huyendo al
exilio para salvar sus vidas.

Establecimiento de la
dictadura

Hitler con su primer gabinete, el 31 de enero de 1933.


Conformado principalmente por conser vadores, que
deseaban controlar a Hitler, muy pronto fueron
subyugados. (Al frente: Hermann Göring y Franz von
Papen a su izquierda)
Con su llegada al poder, Hitler estaba lejos
de encontrarse en una situación segura,
las mismas fuerzas que habían motivado
la renuncia de los tres últimos cancilleres
seguían vigentes, y por lo tanto Hitler tenía
que lidiar con el presidente Hindenburg y
su camarilla, quien a su vez era
respaldado por el Ejército y por su propio
gabinete de ministros, controlado por los
conservadores e industriales, donde los
nazis eran minoría.[99] Además, en el
Partido Nazi estaban presentes las
expectativas de 4 millones de camisas
pardas que, liderados por Ernst Röhm, no
ocultaban su desdén por el hecho de que
tantos elementos conservadores
compartieran el gobierno con Hitler.
Adicionalmente se encontraban las
fuerzas políticas opositoras en el
Parlamento, socialdemócratas y
comunistas, que controlaban diversos
gobiernos regionales; aunque, a pesar de
su aversión por el nazismo, jamás fueron
capaces de aproximarse entre sí para
formar un frente común contra este.

El incendio del Reichstag y la ley


habilitante

Con solo el 34 % del Parlamento bajo su


control, Hitler todavía tenía que recurrir al
«Anciano Caballero», el presidente
Hindenburg, para lograr aprobar sus
leyes.[100] El vicecanciller Franz von Papen,
que gozaba del apoyo de Hindenburg,
estaba seguro de que «en dos meses
habremos arrinconado tanto a Hitler que
se pondrá a chillar».[100] Papen no fue el
único que subestimó a Hitler, la prensa en
general seguía esta misma línea de
pensamiento:

La composición del gabinete no


deja a Herr Hitler la menor
posibilidad de colmar sus
ambiciones dictatoriales.[100]

The New York Times, 31 de enero de


1933
Consciente de su situación, Hitler ocultó
inicialmente sus planes revolucionarios,
en sus primeras alocuciones evitó en lo
posible alarmar al ciudadano común.[101]
Sin embargo, de inmediato empezó a
trabajar para adquirir más poder; después
de sabotear las conversaciones con el
Partido del Centro, Hitler informó a su
gabinete que eran necesarias nuevas
elecciones.[102] Ante las protestas de
Hugenberg y Papen, Hitler los calmó
asegurándoles que no cambiaría la
composición del gabinete sin importar el
resultado. Para la campaña de las nuevas
elecciones parlamentarias, fijadas para el
5 de marzo, Hitler pudo hacer uso de los
recursos del Estado;[102] además, contó
con el apoyo de un importante grupo de
industriales; quienes, luego de que
Hermann Göring les asegurara que
probablemente serían las últimas
elecciones «en los próximos cien años»,
donaron tres millones de marcos de la
época para la causa nazi.[103]
Adicionalmente, días antes, Hitler había
tenido una cena con diversos líderes del
ejército; a pesar de su llamado al rearme
de Alemania, los resultados fueron mixtos,
pocos altos oficiales tenían sentimientos
democráticos y eran muchos los que
deseaban una dictadura militar, pero
desconfiaban de los nazis.[104]
No contento con contar con muchos
recursos para hacer campaña, Hitler
empezó a colocar trabas a los partidos de
oposición. A través de decretos
presidenciales, impuso restricciones a los
mítines políticos y restricciones a la
prensa.[105] Además, consolidó la
autoridad de un gobierno paralelo regional
en Prusia, y colocó a Göring al mando de
la policía estatal. Al poco tiempo, la policía
prusiana con la ayuda de las «camisas
pardas» empezó a disolver las
concentraciones opositoras; solo los
opositores más ilusos acudían a la policía
cuando eran hostigados por los nazis.[106]
Muy pronto, otros siete gobiernos
regionales de estados más pequeños
fueron usurpados por los nazis, que
establecieron autoridades paralelas.[107]

El incendio del Reichstag permitió a Hitler acelerar sus


planes de persecución contra sus opositores,
acusándolos de ser golpistas.

El 27 de febrero de 1933, una semana


antes de las elecciones el edificio del
Reichstag fue incendiado. Si bien todavía
existe dudas sobre la autoría del incendio,
es claro que Hitler se benefició
ampliamente de este crimen.[108] Después
de que la policía atrapara a un comunista
neerlandés de nombre Marinus van der
Lubbe en la escena del crimen, Göring
empezó a acusar a los comunistas de
querer ejecutar un golpe de Estado, y la
prensa nazi pronto copió su discurso. Al
día siguiente, Hitler no perdió tiempo en
presentar un decreto de emergencia de
seis artículos, redactados por Göring,
donde solicitaba la suspensión de varios
artículos de la Constitución de Weimar
con el objetivo de «proteger los
documentos culturales alemanes».[109] En
realidad, el llamado Decreto del incendio
del Reichstag acababa con todos los
derechos que suelen defender las
naciones democráticas: la libertad de
expresión; el respeto a la propiedad
privada; la libertad de prensa; la
inviolabilidad del domicilio, de la
correspondencia y de las conversaciones
telefónicas; así como la libertad de
reunión y de asociación.[109] Además,
permitía al gobierno nacional intervenir
cualquier gobierno regional que
considerase incapaz de mantener el orden
en su estado.[110] Luego de que Papen y
Meissner apoyaran el decreto, el anciano
presidente lo firmó.[109]

Con estos poderes, la persecución nazi se


intensificó, los dirigentes comunistas
fueron arrestados y enviados a campos de
concentración; además, desde los medios
del Estado se inició una campaña de
alerta contra el «terror comunista»,
tratando de convencer al ciudadano
alemán de que, a menos que no votasen
por los nazis, el país entraría en una guerra
civil.[110][111] Por otro lado, Hitler moderó
su discurso, aseguró que sólo necesitaba
cuatro años en el poder y minimizó su
antisemitismo en público, como dejó
constancia el futuro presidente de
Alemania de la posguerra, Theodor Heuss:

Vocifera mucho menos. Ha dejado


de vomitar fuego contra los judíos y
en estos días es capaz de
pronunciar un discurso de cuatro
horas sin mencionar la palabra
«judío».[112]

Theodor Heuss, sobre el discurso


hitleriano antes de las elecciones
parlamentarias de Alemania de
1933.

El 5 de marzo de 1933 se celebraron las


últimas elecciones democráticas bajo el
gobierno de Hitler, a pesar de su intensa
campaña electoral y de la persecución
contra sus opositores, la mayoría
parlamentaria seguía eludiendo a los
nazis, que obtuvieron el 44 % de los
escaños.[111] Aliado con los nacionalistas
de Hugenberg, Hitler controlaba ahora la
mitad del Parlamento; pero para poder
llevar a cabo su revolución nacional, el
canciller demandaba dos tercios de los
escaños.[113] Para solucionar esto, y
haciendo uso del decreto del incendio del
Reichstag, fueron arrestados todos los
diputados comunistas y unos pocos
socialdemócratas desafortunados,
pasando por alto la inmunidad
parlamentaria que gozaban.
Hitler se «subordina» ante Paul von Hindenburg, al
inaugurar el nuevo Parlamento, 21 de marzo de 1933.
Dos días después, Hitler obtiene la ley habilitante, que
acaba con el gobierno parlamentario y lo convierte en
un dictador constitucional.

Ahora Hitler contaba con suficientes


diputados como para cambiar la
Constitución y arroparse de más poder; no
obstante, primero realizó un acto
simbólico para tranquilizar a los
movimientos representados por el
presidente Hindenburg: los militares, los
junkers y los monarquistas. El 21 de
marzo, la misma fecha en que Bismarck
inauguró el primer Parlamento del Imperio
alemán, Hitler inauguró el primer
Parlamento del Tercer Reich; seleccionó la
iglesia del cuartel de Potsdam, sitio de
importancia histórica para los militaristas
prusianos, y Goebbels se esforzó en crear
una atmósfera que diese la impresión de
Hitler estaba subordinado al anciano
Hindenburg.[114] El embajador francés,
presente en la ceremonia, escribió
después:

Después del llamativo compromiso


hecho por Hitler en Potsdam,
¿cómo podrían estos hombres —
Hindenburg y sus amigos, los
Junkers y los barones
monarquistas, Hugenberg y sus
alemanes nacionalistas, los oficiales
del Ejército alemán— ... dudar en
concederle su entera confianza, en
cumplir todas sus peticiones, en
concederle todos los poderes que
exigiera?[115]

André François-Poncet, embajador


francés en Alemania entre 1931 y
1938.

El 23 de marzo de 1933, el Parlamento


Alemán, reunido en la Ópera Kroll, aprobó
la Ley para Aliviar las Penurias del Pueblo
y del Reich, mejor conocida como la ley
habilitante de 1933. Hitler pronunció un
discurso moderado que contrastaba con
sus habituales diatribas. Prometió usar
sus poderes sólo en casos esenciales, y
se comprometió con todas las clases;[114]
además, pregonó por la búsqueda de la
paz con Occidente e incluso con la Unión
Soviética.[114] Sin embargo, al finalizar su
exposición, dejó claro que si no obtenía
estos poderes legalmente del Parlamento,
su gobierno los obtendría a través de otros
métodos más violentos.[116] Solo los
socialdemócratas votaron en contra de
Hitler; el Zentrum cedió luego de que Hitler
les prometiera que toda ley suya podría
ser vetada por el presidente
Hindenburg.[117] De esta manera, 441
diputados aprobaron la ley contra 94
diputados socialdemócratas[118]

Con esta ley, Hitler, por un período de


cuatro años, tomaba todos los poderes del
Poder Legislativo, y ganaba la capacidad
de decretar leyes que «podían desviarse
de la Constitución».[115] No obstante, no
buscando ganarse la enemistad de
Hindenburg, la ley conservaba los poderes
del presidente intactos.[115] De esta
manera, el Reichstag alemán sucumbía
voluntariamente ante el canciller,
adquiriendo un estado de impotencia total
que mantendría hasta la posguerra.

Gleichschaltung

Alemania entró entonces en un proceso


conocido como Gleichschaltung
(coordinación), donde el Estado y la
sociedad empezaron a ser asimiladas por
el Partido Nazi y sus organizaciones. En
su deseo de unificar a Alemania bajo un
totalitario gobierno central, Hitler primero
enfiló la ley habilitante contra el
federalismo alemán. Los gobiernos de los
estados más grandes, Prusia y Baviera, ya
habían sido usurpados, y los gobiernos de
otros estados más pequeños pronto
corrieron la misma suerte. El 31 de marzo,
con la ayuda de Wilhelm Frick, Hitler
promulgó entonces una ley que disolvía
todas las dietas regionales, y ordenaba su
reconstitución bajo los resultados de las
últimas elecciones nacionales.[119] Una
semana después, Hitler apuntó
gobernadores para cada estado, y les
concedió la facultad de disolver las dietas
y destituir a los jueces.[119] De esta
manera, todos los gobiernos regionales
empezaron a seguir las directivas de
Berlín, y Hitler lograba acabar con la
celosa autonomía que los históricos
estados alemanes habían defendido
desde la Guerra de los Treinta Años (1618-
1648).

Hitler y Hindenburg durante las celebraciones del 1 de


mayo de 1933.

El siguiente objetivo de Hitler fueron los


sindicatos, otrora poderosas
organizaciones obreras que habían
contrarrestado exitosamente un golpe de
derecha en 1920. Pero antes de acabarlas,
Hitler y Goebbels, ahora Ministro de
Propaganda, se esforzaron primero en
ganarse la confianza de la clase
trabajadora: después de restablecer el 1
de mayo como día festivo; los nazis
organizaron manifestaciones de obreros
por todo el país; Hitler en persona habló en
el aeropuerto de Tempelhof frente a cien
mil trabajadores, promoviendo el motto
«Honor, trabajo y respeto para el
trabajador».[120] Al día siguiente, el 2 de
mayo, la actitud del gobierno cambió
drásticamente, todos los sindicatos fueron
disueltos y «coordinados» forzosamente
en un sindicato único, el Frente Alemán del
Trabajo, y sus líderes fueron colocados
bajo «custodia protectora», un eufemismo
que implicaba la internación en un campo
de concentración; ni siquiera aquellos que
habían estado colaborando con el régimen
nazi se salvaron.[120] Solamente a los
sindicatos católicos se les concedió un
respiro de dos meses, luego recibieron el
mismo trato.[120] Desde entonces, los
representantes sindicales fueron electos
directamente por Hitler, y como los
contratos firmados por estos eran
legalmente vinculantes, las huelgas
quedaron prohibidas de facto.[121]

En este punto, los partidos políticos de


oposición se encontraban tan indefensos
e impotentes que se empezaron a
doblegar ante la mínima presión del
gobierno nacional; el 10 de mayo, se
confiscaron todas las propiedades del
Partido Socialdemócrata, y se cerraron
sus periódicos;[122] los socialdemócratas
respondieron eligiendo una nueva directiva
más tolerante al nazismo, pero tres días
después, Wilhelm Frick disolvió el
movimiento por considerarlo
«subversivo».[122] Los líderes
socialdemócratas terminaron
acompañando a sus homólogos
comunistas en los campos de
concentración.[123] El Partido Popular
Alemán y el Partido Democrático Alemán,
baluartes de la democracia alemana, se
disolvieron voluntariamente a inicios de
julio;[122] de inmediato siguieron los
partidos católicos, el Partido Popular de
Baviera se disolvió el 4 de julio, y su aliado
nacional, el Zentrum, hizo lo mismo al día
siguiente.[122] Tampoco los aliados
derechistas de Hitler pudieron evitar ser
«coordinados», el 21 de junio la policía
ocupó todas las oficinas del Partido
Nacional del Pueblo Alemán, el partido de
Hugenberg; una semana después este
renunció a su cargo de ministro de
Agricultura, y disolvió el partido, también
«voluntariamente».[122]
Con la oposición política neutralizada,
Hitler propuso entonces a su gabinete
ilegalizar todos los partidos excepto el
Partido Nazi. Este gabinete había sido
modificado, resaltaba Hjalmar Schacht
como nuevo ministro de Economía, y
contaba ahora con ocho nazis; y aunque el
conservador Franz von Papen permanecía
en el gobierno como vicecanciller, estaba
muy consciente de la futilidad de su
posición.[122] La ley del partido único fue
aprobada el 14 de julio, casi sin oposición
dentro del gabinete.[123]

Mientras Hitler se esforzaba por


«coordinar» la sociedad alemana con el
Partido, al mismo tiempo obraba para
mantener al margen de la sociedad a los
elementos raciales «inferiores». El 1 de
abril llamó a un boicot contra los negocios
judíos, como respuesta a una «campaña
mediática» que supuestamente Estados
Unidos e Inglaterra habían iniciado en su
contra.[124] Una víctima de este período
fue Albert Einstein, cuyos bienes y
propiedades fueron embargados luego de
que se descubriera y considerase como
«arma comunista» un cuchillo de pan
hallado en su nueva casa de veraneo.[124]
Aunque se apostaron camisas pardas
frente a los negocios judíos, en general
hubo poca violencia, y la ineficaz medida
tuvo que ser levantada tres días
después.[121] El boicot sí sirvió para sacar
de su letargo, aunque temporalmente, al
anciano Hindenburg; el presidente le
recriminó al canciller el hecho de que los
veteranos de guerra judíos no estaban
siendo tratados como ciudadanos
alemanes. Hitler elaboró una vaga
promesa para calmarlo, pero el 7 de abril
promulgó leyes prohibiendo la presencia
de judíos en la administración pública, y
restringió su presencia en la abogacía y la
medicina.[125] Luego limitó el número de
estudiantes judíos en las universidades,
bajo el pretexto de prevenir el
«hacinamiento».[125] No obstante, las
medidas de 1933 no fueron consideradas
peligrosas por muchos judíos, que creían
que el objetivo de Hitler se limitaba a
hostigar a los judíos provenientes de
Europa oriental.[125]

La purga de las «camisas pardas»

Gráfico que muestra el sistema de marcado en los


campos de concentración nazis.
En poco tiempo, logró afianzarse en el
poder, ocupando los cargos de canciller y
presidente de la República a la muerte de
Hindenburg (2 de agosto de 1934),
nombrándose a sí mismo Führer. Eliminó a
los oponentes de su propio partido y a
colaboradores de dudosa fidelidad
durante la llamada «Noche de los
cuchillos largos», iniciando el proceso de
eliminación de diversos grupos raciales,
políticos, sociales y religiosos que
consideraba «enemigos de Alemania» y
«razas impuras», lo que le llevó a reasignar
las directrices a los campos de
concentración para la liquidación
sistemática de comunistas, judíos,
testigos de Jehová (Bibelforscher),
gitanos, enfermos mentales y
homosexuales, principalmente, así como a
un intenso rearme.

Las fábricas y factorías comenzaron a


trabajar en la maquinaría del rearme.
Además para absorber mano de obra
desocupada se empezaron a construir
modernas autobahns o carreteras.

Tercer Reich
Habiendo obtenido el poder político que
necesitaba, Hitler llegó a obtener el apoyo
y convencer a la mayoría de los alemanes
de que él era su salvador ante la economía
derivada de la Gran Depresión, el
comunismo, el «judeo-bolchevismo», y el
Tratado de Versalles, junto con otras
minorías «indeseables». Los nazis
eliminaron la oposición a través de un
proceso conocido como Gleichschaltung.

Economía y cultura

Ceremonia en honor de los caídos (Totenehrung) en el


Campo Zeppelín de Núremberg (septiembre de 1934).

Hitler estuvo a cargo de una de las


mayores expansiones de la producción
industrial y la mejora civil como nunca se
había visto en Alemania, en su mayoría
sobre la base de la deuda de flotación y el
rearme. Durante un discurso de la
Organización de Mujeres
Nacionalsocialistas (NSF) en septiembre
de 1934, Adolf Hitler argumentó que para
la mujer alemana su mundo era «su
marido, su familia, sus hijos, y su casa».

Esta política fue reforzada al instaurar la


Cruz de Honor de la Madre Alemana, junto
con incentivos económicos para la mujer
que tuviera cuatro o más hijos. La tasa de
desempleo se redujo sustancialmente, en
su mayoría a través de la producción de
armas, construcciones de obras civiles
(Organización Todt) y el envío de la mujer
a casa, para que los hombres pudieran
ocupar sus puestos de trabajo. En vista de
esto, se llegó a afirmar que la economía
alemana logró emplear a todos, al menos
según la propaganda de la época. Gran
parte del financiamiento para la
reconstrucción y el rearme vino de la
manipulación de la moneda por Hjalmar
Schacht, incluyendo los créditos a través
de las cuentas mefo. Los efectos
negativos de esta inflación se
compensaron durante los años siguientes
por la adquisición de oro de las tesorerías
de las naciones anexadas.

Hitler también estuvo a cargo de una de


las más grandes campañas de mejora de
la infraestructura en la historia alemana,
con la construcción de decenas de
represas, autopistas, ferrocarriles, y otras
obras civiles. Hitler insistió en la
importancia de la vida familiar: los
hombres debían ser el «sostén de la
familia», mientras que las prioridades de
las mujeres debían ser la educación de los
hijos y las tareas domésticas. Esta
revitalización de la industria y la
infraestructura se produjo a expensas del
nivel general de vida, al menos para los
que no fueron afectados por el desempleo
crónico después de la República de
Weimar, ya que los salarios se redujeron
ligeramente durante la Segunda Guerra
Mundial y se aumentó en un 25 % costo
promedio de vida. Los obreros y los
agricultores, los votantes frecuentes del
NSDAP, sin embargo, registraron un
aumento en su nivel de vida.
Hitler desfila en el Estadio Olímpico de Berlín junto a
miembros del Comité Olímpico Internacional.

El gobierno de Hitler auspicio la


arquitectura en una escala inmensa, junto
con Albert Speer que pasaría a ser el
famoso «Arquitecto del Reich». Si bien
como arquitecto fue importante en la
aplicación clasicista y la re interpretación
de la cultura alemana, Speer demostró ser
mucho más eficaz como ministro de
armamento en los últimos años de la
Segunda Guerra Mundial. Todos estos
avances fueron ampliamente explotados
por el Ministerio de propaganda dirigido
por Goebbels.
En 1936, Berlín fue sede de los Juegos
Olímpicos de verano, que fueron
inaugurados y dirigidos por Hitler como
una forma de demostrar la superioridad
aria alemana sobre todas las demás
razas. Olympia, la película sobre los juegos
y otras películas documentales de
propaganda para el partido nazi fueron
dirigidas por la cineasta personal de Hitler,
Leni Riefenstahl.

Aunque Hitler hizo planes para una


Breitspurbahn (una red de ferrocarriles de
amplio calibre) estos fueron cancelados
tras el inicio de la II Guerra Mundial. De
haber sido construido el ferrocarril, su
calibre habría sido de tres metros, siendo
incluso más amplio que el ferrocarril Great
Western de Gran Bretaña.

Hitler también contribuyó al diseño de un


automóvil accesible y práctico para el
pueblo, automóvil que más tarde se
convertiría en el Volkswagen Tipo 1, cuyo
diseño y construcción le fue
encomendado al ingeniero Ferdinand
Porsche. La producción de este también
fue aplazada a causa de la guerra.

Hitler consideró a la antigua Esparta como


el primer estado nacional socialista, y
alabó su tratamiento eugenésico de los
niños deformes.

También otorgó la Orden del Águila


Alemana, una de las más altas
distinciones del Tercer Reich, al industrial
Emil Kirdorf en abril de 1937, en
recompensa por su apoyo financiero
durante su ascenso al poder. Al año
siguiente, cuando murió, también le
organizó un funeral de estado.

El rearme y nuevas alianzas


Hitler y Mussolini.

Si bien se especula que desde 1919, se


mantenía un programa secreto para volver
a armar un ejército por parte del gobierno
Alemán, es en marzo de 1934, cuando
Hitler anuncia públicamente que el Ejército
alemán se ampliaría a 600 000 hombres
(seis veces el número estipulado en el
Tratado de Versalles), así como la
introducción de una Fuerza Aérea
(Luftwaffe) y el incremento del tamaño de
la Marina (Kriegsmarine). Gran Bretaña,
Francia e Italia, así como la Sociedad de
Naciones rápidamente condenaron estas
acciones. Sin embargo, dado que
Alemania nuevamente explicó que sólo
estaba interesada en la paz, ningún país
tomó medida alguna para detener este
desarrollo y se permitió que el programa
armamentista alemán continuara.
Además, el Reino Unido no compartía la
visión pesimista de Francia sobre
Alemania, y en 1935 firmó un acuerdo
naval con Alemania, lo que permitió
aumentar el tonelaje alemán hasta un 35%
del de la armada británica. Este acuerdo
que se firmó sin consultar ni a Francia ni a
Italia, debilitó directamente la Sociedad de
Naciones y puso al Tratado de Versalles
en camino hacia la irrelevancia.

En marzo de 1936, las disposiciones del


gobierno alemán violaron nuevamente el
tratado al introducir tropas y ocupar
nuevamente la zona desmilitarizada en
Renania. Ante la inacción de los gobiernos
de Gran Bretaña y Francia, el afán
expansionista de Alemania se extendió. En
julio de 1936, comenzó la Guerra Civil
Española cuando el ejército, dirigido por el
General Francisco Franco, se sublevó
contra el gobierno de la República. Tras
recibir una petición de ayuda del general
Franco en julio de 1936, Hitler envió tropas
en apoyo de Franco, y España sirvió como
banco de pruebas para las nuevas fuerzas
alemanas y sus métodos, incluyendo el
bombardeo de ciudades, como el de
Guernica, en abril de 1937, primer
bombardeo contra blancos civiles de la
historia,[52] y que, posteriormente, Pablo
Picasso plasmó en su célebre cuadro.

El conde Galeazzo Ciano, ministro de


Asuntos Exteriores de Benito Mussolini,
declaró el 25 de octubre de 1936 una
alianza entre Berlín y Roma, a la que
denominó «El Eje». El 25 de noviembre del
mismo año, Alemania firmó el Pacto Anti-
Comintern con Japón. Para fortalecer la
relación con esta nación, Hitler se reunió
en 1937 en Núremberg con el príncipe
Chichibu, hermano del emperador
Hirohito.

El Pacto Tripartito fue firmado por Saburo


Kurusu en representación del Imperio
japonés, Adolf Hitler por Alemania y
Galeazzo Ciano, el 27 de septiembre de
1940. Más tarde se amplió para incluir a
Hungría, Rumanía y Bulgaria. Este grupo
se conoció como las Potencias del Eje.
Más tarde, el 5 de noviembre de 1939, en
la Cancillería del Reich, Adolf Hitler
celebró una reunión secreta con los
ministros de Guerra y Exteriores, más los
tres jefes de servicios, registrada en el
Memorándum Hossbach y reveló sus
planes para la apropiación de «espacio
vital» (Lebensraum) para el pueblo alemán.

Segunda Guerra Mundial


Triunfos iniciales

El 12 de marzo de 1938, Hitler presionó a


Austria para la unificación con Alemania
(el Anschluss) e hizo una entrada triunfal
en Viena el 14 de marzo. A ello le siguió la
intensificación de la crisis de los Sudetes,
en la zona de habla alemana de
Checoslovaquia conocida como Sudetes;
Esto condujo al Acuerdo de Múnich de
septiembre de 1938, que autorizó a la
anexión y ocupación militar inmediata de
estos distritos por parte de Alemania.
Como resultado de la cumbre, la revista
TIME proclamó a Hitler «Hombre del Año»
de 1938. El primer ministro británico,
Neville Chamberlain, saludó este acuerdo
como la «paz en nuestro tiempo», pero al
dar forma a las exigencias militares de
Hitler, Gran Bretaña y Francia también
abandonaron Checoslovaquia a Hitler.
Hitler ordenó al Ejército alemán entrar en
Praga el 15 de marzo de 1939, tomando el
castillo de Praga y de Bohemia y
proclamando un protectorado alemán en
Moravia.

Hitler saluda a las tropas alemanas que se dirigen a


Polonia.

Tras ello, Hitler eleva quejas relativas a la


Ciudad libre de Dánzig y el corredor polaco
(la Crisis de Danzig), que fue cedida por
Alemania en virtud del Tratado de
Versalles. Gran Bretaña no había podido
llegar a un acuerdo con la Unión Soviética
para una alianza contra Alemania, y, el 23
de agosto de 1939, Hitler firma a un pacto
secreto de no agresión (el Pacto Molotov-
Ribbentrop) con Stalin en el que se acordó
la futura partición de Polonia entre la
Unión Soviética y la Alemania nazi. El 1 de
septiembre, Alemania invadió Polonia.
Después de haber garantizado la
asistencia a Polonia, Gran Bretaña y
Francia declararon la guerra a Alemania el
3 de septiembre, pero no actúan de
inmediato. No mucho después, el 17 de
septiembre, las fuerzas soviéticas
invadieron Polonia oriental.
Hitler en Yugoslavia.

En abril de 1940, ordena a las fuerzas


alemanas a marchar sobre Dinamarca y
Noruega. En mayo de 1940, Hitler ordena a
sus fuerzas atacar Francia, la conquista de
los Países Bajos, Luxemburgo y Bélgica.
Francia se rindió el 22 de junio de 1940.
Esta serie de victorias persuaden a su
principal aliado, Benito Mussolini de Italia,
para unirse a la guerra al lado de Hitler en
mayo de 1940.

Gran Bretaña, cuyas fuerzas derrotadas en


Francia fueron evacuadas de la ciudad
costera de Dunkerque, continuó luchando
junto a las fuerzas canadienses en la
batalla del Atlántico. Después de sus
gestiones en pro de la paz
sistemáticamente rechazadas por el
Gobierno británico, ahora conducido por
Winston Churchill, Hitler ordena los
bombardeos sobre las islas británicas,
dando lugar a la batalla de Inglaterra, un
preludio de la ya prevista invasión
alemana. Los ataques comenzaron a
golpear por las bases de la Real Fuerza
Aérea y la protección de las estaciones de
radar sudeste de Inglaterra. Sin embargo,
la Luftwaffe no derrota a la Real Fuerza
Aérea británica a finales de octubre de
1940. La superioridad aérea para la
invasión, denominada Operación Sealion,
no estaba asegurada, y Hitler ordenó
diversos bombardeos que se llevarían a
cabo en ciudades británicas, incluyendo
Londres y Coventry, en su mayoría por la
noche.

La caída
El 22 de junio de 1941, aún sin doblegar a
Inglaterra, tres millones de soldados
alemanes atacaron la Unión Soviética,
rompiendo el pacto de no agresión que
Hitler había firmado con Stalin dos años
antes. Esta invasión, llamada Operación
Barbarroja, cuya duración se estimaba en
unos pocos meses, incautó grandes
cantidades de territorio, incluidos los
estados bálticos, Bielorrusia, y Ucrania.
También rodearon y destruyeron muchas
fuerzas soviéticas. Pero los alemanes
debido al retraso de cuatro meses por las
operaciones en Grecia y Yugoslavia, no
consiguieron llegar a Moscú en diciembre
de 1941, en lo que también influyó la
llegada anticipada del invierno ruso con
temperaturas de hasta -50 °C (el más duro
en 50 años), todo ello unido a la feroz
resistencia soviética, reforzada con tropas
siberianas del entonces general Zhúkov
especialmente adaptadas a las
condiciones extremas. La invasión no
había logrado el triunfo rápido que Hitler
quería.

Hitler dando un discurso en contra de Roosevelt, 11 de


diciembre de 1941.
Hitler firmó la declaración de guerra contra
los Estados Unidos el 11 de diciembre de
1941, cuatro días después del ataque del
Imperio del Japón a Pearl Harbor, Hawái,
muchos historiadores consideran este
paso un grave error táctico y político, pues
logró reunir así en su contra una coalición
que incluía el imperio más grande del
mundo (el Imperio británico), el más
grande del mundo industrial y financiero
(los Estados Unidos), y el ejército más
grande del mundo (la Unión Soviética).

A finales de 1942, las fuerzas alemanas


fueron derrotadas en la Segunda Batalla
de El Alamein, frustrando los planes de
Hitler para aprovechar el Canal de Suez y
el Oriente Medio. En febrero de 1943, la
titánica batalla de Stalingrado acabó con
el cerco y la destrucción del 6.º Ejército
alemán. Poco después llegó la gigantesca
batalla de Kursk (1 300 000 soviéticos,
3600 tanques, 20 000 piezas de artillería y
2400 aviones, frente a 900 000 alemanes,
2700 tanques, 2000 aviones).

Desde Stalingrado, el plan militar de Hitler


se volvió cada vez más errático, los rusos
comenzaron a avanzar obligando a la
retirada de fuerzas alemanas extenuadas
y la situación económica interna en
Alemania se deterioró.
Después de la invasión aliada de Italia
(Operación Husky), en 1943, el aliado de
Hitler, Mussolini, fue depuesto por Pietro
Badoglio, que se rindió a los Aliados. A lo
largo de 1943 y 1944, la Unión Soviética
constantemente forzó a los ejércitos de
Hitler a retroceder a lo largo del Frente
Oriental. El 6 de junio de 1944, los
ejércitos occidentales aliados
desembarcaron en el norte de Francia en
la Operación Overlord, la operación militar
anfibia más grande jamás realizada.
Hitler muestra a Benito Mussolini el estado en que
quedó la sala en la que llevó a cabo el atentado del 20
de julio de 1944.

En el Ejército alemán, los más realistas


sabían que la derrota era inevitable, y
algunos oficiales concibieron un plan para
terminar con Hitler y poner fin a la guerra.
En julio de 1944, uno de ellos, el exoficial
de observación de artillería del mariscal
Erwin Rommel, Claus von Stauffenberg
colocó una bomba en el cuartel general de
Hitler en Rastenburg, la Wolfsschanze o
Guarida del Lobo, pero sin lograr su
objetivo en uno de los atentados contra
Hitler que estuvo más cerca de tener éxito.
La represión fue implacable y llevó a la
detención de unas cinco mil personas,
entre ellas las familias completas de los
principales implicados.[126] Los detenidos
fueron torturados y sometidos a rápidos
juicios espectáculo, celebrados a partir del
7 de agosto,[127] que resultaron en la
ejecución de unos doscientos de los
acusados.[128] El principal movimiento de
resistencia fue destruido, aunque
pequeños grupos aislados siguieron
funcionando. La lista de personajes que
cayeron es extensa y se puede citar a
Wilhem Canaris, Friedrich Fromm y Erwin
Rommel, entre otros.
El atentado contra Hitler el 20 de julio de
1944 le dejó secuelas progresivas que
lentamente fueron afectando su raciocinio,
desenvolvimiento y dominio de la
situación.

Hitler también experimentó un deterioro


de su salud. Su mano izquierda temblaba;
el biógrafo Ian Kershaw y otros creen que
podría sufrir la enfermedad de Parkinson.
También se ha sospechado, por alguno de
los síntomas, que pudo haber padecido
sífilis, aunque las evidencias en favor de
ello son mínimas.

Últimos días
Hitler regresó por última vez a Berlín el 15
de enero de 1945, en un tren especial
procedente de Ziegenberg, localidad
cercana a Bad Nauheim, donde desde su
cuartel general conocido como
«Adlershorst» o «Nido del Águila» había
dirigido desde el 11 de diciembre de 1944
la fracasada ofensiva de las
Ardenas.[129][130] Ahora su principal
preocupación era la ofensiva soviética en
el frente oriental y el motivo inmediato de
su viaje fue la radical oposición de
Guderian a su decisión de trasladar a la
división Grossdeutschland desde Prusia
Oriental hacia el sur para reforzar la
defensa del frente polaco.[131] Con su
habitual desconfianza hacia los generales
de la Wehrmacht decidió que debía estar
más cerca del Estado Mayor de
Zossen.[132]

El 30 de enero, con motivo del duodécimo


aniversario de su ascenso al poder, dirigió
por última vez unas palabras al pueblo
alemán en un discurso radiado que, pese
al optimismo de Goebbels, permitió
constatar que sus palabras ya no
conseguían levantar la moral de la
población ante la evidencia de lo
desesperado de la situación.[133] Ese
mismo día Albert Speer le comunicó que
la pérdida de la producción de la Alta
Silesia significaba la total imposibilidad de
seguir manteniendo un mínimo suministro
de armas y municiones al Ejército, a lo que
Hitler se limitó a contestar que no le
gustaba recibir informes derrotistas y que
mantuviera un completo secreto.[134]
Pocos días después, el 3 de febrero, un
devastador bombardeo diurno
estadounidense, el más duro que había
sufrido Berlín hasta entonces, destruyó
casi completamente la vieja Cancillería del
Reich y dañó gravemente el nuevo edificio
de Speer, lo que obligó a Hitler a vivir
desde entonces casi permanentemente
bajo tierra, en un búnker subterráneo de
dos plantas situado bajo el jardín de la
Cancillería en el que ya dormía desde su
regreso.[135]

El 12 de febrero el comunicado de la
conferencia de Yalta, que incluía las duras
condiciones impuestas por los Aliados a
Alemania después de su derrota, entre
ellas la división del país, la prohibición del
Partido Nazi y el procesamiento de los
criminales de guerra, no hizo si no
reafirmar su postura de que cualquier tipo
de rendición estaba fuera de
discusión.[136] Sus esperanzas estaban
puestas en lo que consideraba inevitable
en un momento u otro: la ruptura de los
aliados occidentales, británicos y
estadounidenses, con los soviéticos.[137]
Al día siguiente Hitler reaccionó con furia
al enterarse del bombardeo de Dresde y
fue necesaria la insistencia conjunta de
Keitel, Jodl, Dönitz y Ribbentrop para
convencerle de que sería
contraproducente su intención inicial de
ejecutar a un prisionero aliado por cada
civil muerto.[138]

El 24 de febrero celebró la última reunión


con los Gauleiter con motivo del
vigesimoquinto aniversario de su discurso
de presentación del programa del partido.
Estaba en muy mala condición física, con
dificultades para controlar los temblores
de su brazo izquierdo y habló sentado
durante una hora y media en la que
rememoró la época «heroica» del partido y,
entre evocaciones a sus triunfos pasados,
afirmó que era el único que podía juzgar el
curso que tomaría la fase decisiva en que
se encontraba la guerra. Poco más podía
añadir que aludir a las armas milagrosas
que se estaban desarrollando antes de
volver a recordar sus tesis, en el estilo del
más implacable darwinismo social, de que
si se perdía la guerra sería porque al fin y
al cabo el pueblo alemán no poseía el
«valor interno» necesario y él no sentiría la
menor compasión por su destrucción. Las
obligadas ausencias de Erich Koch (Prusia
Oriental) y Karl Hanke (Breslau) eran
reflejo de la situación real, así que su
discurso no pudo disipar el pesimismo
incluso entre los incondicionales de la
vieja guardia,[139] aunque no faltaron
quienes como Rudolf Jordan, el Gauleiter,
de Magdeburgo-Anhalt, se sintieron revivir
creyéndose ver ante el «antiguo
Hitler».[140] La fecha había sido hasta 1942
motivo para un gran discurso de Hitler en
la Hofbräuhaus de Múnich, pero en esta
ocasión se limitó a una proclama de cuya
lectura se encargó Hermann Esser y que
se convirtió en la última que dirigió a los
alemanes.[141]
Boda con Eva Braun y testamento

Adolf Hitler con Eva Braun en el Berghof, la residencia


del Führer en los Alpes Bávaros.

En las primeras horas del 29 de abril de


1945, poco después de la medianoche,[e]
Hitler contrajo matrimonio con Eva Braun
en la sala de mapas del búnker de la
Cancillería. La ceremonia la ofició Walter
Wagner, un funcionario municipal, y
además de los contrayentes solo estaban
presentes como testigos Joseph
Goebbels y Martin Bormann. El acto fue
muy breve y a su finalización los recién
casados se retiraron a sus habitaciones,
donde se organizó una fiesta que se
prolongó varias horas, en el transcurso de
la cual su secretaria Traudl Junge
mecanografió en una sala contigua los
testamentos privado y político que Hitler le
había dictado sobre las once y
media.[143][144] Los últimos informes
confirmaban el avance de las tropas
soviéticas hasta zonas a solo unos
cientos de metros de la Cancillería, ya se
combatía en la Potsdamer Platz y se
desvanecían las últimas ilusorias
esperanzas de que el ejército de Walther
Wenck pudiera conseguir romper el
cerco.[145]

En su testamento privado, del que nombra


albacea a Martin Bormann, Hitler explica
su decisión de casarse con Eva Braun, la
voluntad de ambos de morir y ser
incinerados para escapar a la vergüenza
de la derrota, y lega sus posesiones al
Partido, o al Estado si aquel dejara de
existir, con la excepción de su colección
de cuadros, cuyo destino sería un nuevo
museo en Linz, y los recuerdos personales
o incluso bienes que, a juicio de Bormann,
fueran necesarios para el sustento de los
sirvientes o allegados que le habían
servido con lealtad.[146][147]

Su testamento político es más extenso,


con una primera parte en la que reitera su
tradicional retórica antisemita acusando a
los judíos de provocar el estallido de la
guerra y recordando su profecía de que en
ese caso no serían millones de arios los
que morirían sino los verdaderos
culpables, en lo que parece una
transparente alusión a la solución final.
Considera que algún día aquella lucha de
seis años acabaría siendo considerada un
momento glorioso y parece achacar la
responsabilidad de la derrota a sus viejos
antagonistas, los oficiales del Ejército (no
así a los de la Marina), por su falta de
arrojo y fidelidad. En la segunda parte
pasa a nombrar un nuevo gobierno y
comienza expulsando del partido y
desposeyendo de todos sus cargos a
Hermann Göring, al que acusaba de
deslealtad por intentar sucederle y tomar
el poder prematuramente, y a Heinrich
Himmler, por negociar a sus espaldas con
el enemigo. En lugar de Göring escogió
para sucederle a Karl Dönitz, recuperando
para él el cargo de presidente del Reich
que había ostentado Hindenburg. Premió
la fidelidad de Joseph Goebbels con el
nombramiento de canciller, sustituyó
como ministro de Asuntos Exteriores a
Joachim von Ribbentrop por Arthur Seyss-
Inquart, como Reichsführer-SS a Himmler
por Karl Hanke y puso al frente del Ejército
al general Ferdinand Schörner.[f][149][150]
Ambos documentos estuvieron
terminados sobre las cuatro de la mañana,
hora a la que constan las firmas de
Goebbels, Bormann, Wilhelm Burgdorf y
Hans Krebs en el testamento político,
mientras para el privado Nicolaus von
Below añadió la suya a las de Goebbels y
Bormann.[151][148] Cerca del mediodía
salieron emisarios con copias de los
documentos a diferentes destinos: una
copia del testamento político se le confío
al ayudante de Hitler, Willi Johannmeier,
para ser entregada al general Schörner, y
debían llevar copias de ambos
testamentos Wilhelm Zander, adjunto de
Bormann, a Dönitz y Heinz Lorenz, oficial
del Ministerio de Propaganda, que además
portaba un «Apéndice al testamento
político del Führer» escrito por Goebbels
que debía hacer llegar a la Casa Parda, la
sede del Partido Nazi en Múnich. Por
diferentes circunstancias ninguno de los
mensajeros consiguió completar su
misión.[152][153]

Suicidio
Hitler y Karl Dönitz en el Führerbunker. Dönitz
sucedería a Hitler como Presidente de Alemania.

El día 29 de abril Hitler comenzó a realizar


los últimos preparativos para su suicidio.
Aunque ya se había enterado de la muerte
de Benito Mussolini, colgado ese mismo
día boca abajo junto con su amante Clara
Petacci en una gasolinera de Milán donde
sus cadáveres sufrieron todo tipo de
maltratos, no es seguro que conociera los
detalles y no tiene fundamento la tesis de
que estos le influyeran más allá de
reforzar una decisión ya tomada.[153][154]
Por la tarde, antes de la sesión informativa
diaria con sus generales, hizo matar a su
perra Blondi. Hitler ya había proporcionado
ampollas de ácido prúsico, suministradas
por su médico Ludwig Stumpfegger, a sus
secretarias y otros miembros del personal
del búnker y decidió probarlas con Blondi,
para lo que hizo llamar a su antiguo
cirujano, el profesor Werner Haase, que
envenenó al animal ayudado por Fritz
Tornow, el sargento encargado del
cuidado de los perros del Führer que ya
había matado a tiros a los otros dos que le
pertenecían. Hitler no presenció el
envenenamiento, pero acudió a
contemplar unos instantes y en silencio el
cadáver del animal.[155][156]

Hacia el mediodía del 30 de abril


comunicó a Martin Bormann la decisión
definitiva de suicidarse y dio a su
ayudante Otto Günsche instrucciones
estrictas sobre la cremación de su cuerpo
y el de su esposa, según dijo no quería que
fueran exhibidos en el «museo de cera de
Moscú». Inmediatamente Günsche ordenó
al chófer de Hitler, Erich Kempka, que
consiguiera unos doscientos litros de
gasolina y los hiciera llevar al jardín de la
Cancillería. Después y como de costumbre
sobre la una, Hitler almorzó con aparente
tranquilidad en compañía de sus
secretarias, Traudl Junge y Gerda
Christian, y de su cocinera Constanze
Manziarly.[157][158] Después de comer
Hitler se retiró a sus habitaciones y
regresó poco después acompañado de
Eva Braun para una última ceremonia de
despedida. Allí estaban presentes Martin
Borman, Joseph Goebbels, Wilhelm
Burgdorf, Hans Krebs, Otto Günsche,
Walther Hewel, Peter Högl, Heinz Linge,
Werner Naumann, Johann Rattenhuber y
Erich Voss además de Magda Goebbels,
Else Krüger y las otras tres mujeres
asistentes a la comida.[159][158] Hitler les
dedicó solo unas pocas palabras y, tras
estrechar las manos a todos, regresó a su
estudio de donde solo volvió a salir para
visitar a Magda Goebbels que, angustiada
por su futuro y el de sus hijos,
probablemente le pidió que reconsiderara
su decisión de no abandonar Berlín.
Después de la conversación, poco antes
de las 15:30 horas, se encerró por última
vez en su despacho acompañado casi
inmediatamente por Eva Braun.[158]

Todo el grupo, al que se unió en el último


momento Artur Axmann, permaneció en
espera mientras Günsche hacía guardia
ante la habitación y, tras unos diez
minutos en los que no se oyó ningún
sonido,[g] fue Linge quien asumió la
responsabilidad de abrir la puerta
haciéndose acompañar por Bormann.
Encontraron a Hitler y Eva Braun sentados
en el sofá del despacho; ella recostada a
su izquierda desprendiendo el olor a
almendras amargas característico del
ácido prúsico y con un revólver al lado que
no llegó a utilizar, mientras que Hitler tenía
a sus pies la pistola Walther PPK de 7,65
mm con la que se había disparado un tiro
en la sien derecha de la que seguía
manando la sangre.[161][162][h]
Portada del diario militar norteamericano The Stars
and Stripes con fecha del 2 de mayo de 1945.

Confirmadas las muertes de ambos, sus


cadáveres fueron envueltos en mantas
proporcionadas por Linge y fue también él
mismo, con ayuda de tres miembros de
las SS, quien se hizo cargo de transportar
el cuerpo de Hitler hasta los jardines de la
Cancillería, para lo que era necesario subir
un tramo de escaleras de unos siete
metros y medio. Por su parte Bormann
sacó el cuerpo de Eva Braun y se lo
entregó a Kempka en el pasillo, quien a su
vez se lo cedió a Günsche para que lo
ascendiera por las escaleras.[164]

En medio del incesante bombardeo


soviético Günsche colocó los cuerpos, Eva
Braun a la derecha de Hitler, en el terreno
llano del jardín a unos tres metros de la
puerta de salida del búnker y, después de
verter sobre ellos la gasolina
proporcionada por Kempka, consiguió
encender la pira con ayuda de Linge y
Bormann. Cerraron rápidamente la puerta
y el grupo, completado por Krebs, Burgdorf
y Goebbels, descendió a la seguridad del
búnker tras alzar los brazos en un breve
saludo de «Heil Hitler».[165][166]

Una media hora después Günsche ordenó


a dos miembros de la guardia personal de
Hitler, Ewald Lindloff y Hans Reisser, que
se encargaran de enterrar los cadáveres.
Lindloff lo hizo en alguno de los cráteres
de bombas que se habían formado en el
jardín, donde ya se estaban depositando
los restos de otras víctimas procedentes
del hospital que se había instalado en la
Cancillería, y declaró que los cadáveres
estaban «completamente consumidos» y
en un «estado terrible», muy
probablemente además dañados y
posteriormente dispersos por efecto del
bombardeo que todavía continuaría un día
más. Otros dos guardias del exterior del
recinto, Hermann Karnau y Erich
Mansfeld,[167] confirmaron que los
cuerpos estaban «carbonizados,
encogidos e irreconocibles». A las seis y
media de la tarde Günsche le confirmó a
Reisser que Lindloff ya había completado
la tarea y que no era necesaria su
ayuda.[168]

Siguió una conferencia a la que asistieron


Bormann, Goebbels, Krebs, Burgdorf,
Axmann y seguramente también el general
Wilhelm Mohnke en la que se decidió
enviar a Krebs, que hablaba ruso como
antiguo agregado militar en Moscú, para
intentar entrevistarse con Gueorgui
Zhúkov y entregarle una carta firmada por
Bormann y Goebbels en la que se le
informaba de la muerte de Hitler y se
tanteaban las condiciones de un
armisticio o una rendición.[i] Krebs salió
del búnker a las diez de la noche y solo se
obtuvo una respuesta definitiva a las seis
de la mañana en la que Zhúkov exigía una
rendición incondicional que debía
anunciarse ese mismo día.[171][172]
No fue hasta las 10:53 de la mañana del 1
de mayo cuando el almirante Karl Dönitz
recibió en Plön la primera noticia de ello y
de la muerte de Hitler en un engañoso
telegrama redactado por Bormann:
«Testamento en vigor. Llegaré ahí lo antes
posible. Hasta entonces, creo que es
mejor aplazar publicación. Bormann». A
las 15:18 otro telegrama más explícito, el
último enviado desde el búnker y dictado
por Goebbels, confirmaba la muerte de
Hitler sin especificar que se había tratado
de un suicidio, le anunciaba su
nombramiento como presidente y
adelantaba la lista de algunos otros
ministros, aunque finalmente Dönitz hizo
caso omiso de ella entre otras cosas
porque nunca llegó a recibir el testamento
con la lista completa.[171][173]

El anuncio público se retrasó unas


cuantas horas hasta que a las 21:30 Radio
Hamburgo anunció una importante noticia
y a las 22:26 Dönitz en persona comunicó
su nombramiento y la muerte del Führer
«esta tarde» luchando «a la cabeza de sus
tropas» contra el bolchevismo. Dönitz
sabía que había muerto el día anterior y,
aunque hubiera supuesto que se había
tratado de un suicidio trató de ocultarlo
para evitar la posible reacción de unas
tropas que se hubieran podido sentir
abandonadas por el líder a quien habían
jurado lealtad.[174][175] Helmuth Weidling, al
frente de la defensa de Berlín, sí se lo
comunicó a sus hombres el 2 de mayo,
precisamente para convencerlos de que
dejaran la lucha.[176] Además Dönitz
quería aplazar la capitulación total para
permitir que continuaran la lucha los
ejércitos que intentaban
desesperadamente escapar del Ejército
Rojo y rendirse a los aliados occidentales,
pero no tuvo inconveniente en aceptar
otras capitulaciones parciales el 2 de
mayo en Italia; el 4 de mayo en el norte de
Alemania, Holanda y Dinamarca; el 5 de
mayo en el norte de los Alpes y el día 7 en
Austria.[177]

El destino del cadáver y las versiones


de los soviéticos

Fotografía de Hitler manipulada por el ejé rcito de los


EE. UU. para facilitar una posible identificación d e un
Hitler con su apariencia física modificada.

En gran parte a causa de las distintas


versiones dadas por los soviéticos, y su
negativa a colaborar con las
investigaciones de los aliados
occidentales sobre el final de Hitler y el
destino de su cadáver, su muerte se puso
en duda durante mucho tiempo,
creándose toda suerte de mitos.[178] El 2
de mayo los soviéticos tomaron la
Cancillería y comenzaron de inmediato la
búsqueda del cadáver de Hitler, que se le
había encomendado a un destacamento
especial del NKVD llegado a Berlín el 29
de abril.[179][180] Como muy tarde ya
habían localizado sus restos el 9 de mayo,
ya que ese día le mostraron una caja de
puros que contenía una mandíbula y dos
puentes dentales a Fritz Etchmann, un
mecánico dental que había trabajado para
Johann Hugo Blaschke, el odontólogo de
Hitler desde 1938. Etchmann identificó los
puentes como pertenecientes a Hitler y
Eva Braun.[171]

Por lo tanto, a principios de mayo de 1945


los soviéticos ya habían encontrado e
identificado por lo menos algunos de los
restos del cadáver de Hitler.[181] Además,
no solo habían sido informados del
suicidio de Hitler la misma noche del 30
de abril por el general Hans
Krebs,[182][183][j] sino que a lo largo del mes
siguiente también localizaron e
interrogaron a muchos de los demás
testigos directos de los sucesos ocurridos
en el búnker los últimos días de abril, entre
ellos a Günsche y Linge, a quienes habían
hecho prisioneros.[185][186]

Aunque durante ese tiempo los soviéticos


no publicaron ningún comunicado oficial
al respecto, el 5 de junio, durante una
reunión celebrada en Berlín, aseguraron a
miembros del Estado Mayor de
Eisenhower que habían identificado los
restos de Hitler con casi absoluta
seguridad. Sin embargo, el 9 de junio su
actitud ya había cambiado radicalmente y,
durante una conferencia de prensa,
Zhúkov negó que hubieran identificado los
restos y especuló con la posibilidad de
que Hitler hubiera escapado de Berlín en
avión en el último momento. A
continuación el comandante ruso de
Berlín, Nikolái Berzarin, dijo que «en su
opinión» se había refugiado en algún lugar
de Europa, probablemente en España con
el general Franco. A partir de ese
momento el oscurantismo se convirtió en
permanente actitud soviética y no
volvieron a proporcionar ningún tipo de
información sobre el caso.[187]

Los rusos confirmaron finalmente en 1955


la muerte de Hitler, pero no se mostraron
evidencias muy sustanciales, salvo
algunos detalles odontológicos, lo que
confirmaba a pesar de todo que los rusos
tenían los cuerpos.

Recientes versiones surgidas en los años


1990 del lado ruso, confirman que los
soviéticos (NKVD), después de una
infructuosa búsqueda en la que incluso
llegaron a especular con la posibilidad de
que en la Cancillería hubiera permanecido
un doble de Hitler mientras este escapaba
de Berlín, por fin dieron con los restos
irreconocibles en parte de Hitler, Braun y la
familia Goebbels y que estos,
secretamente aún para el mismo general
Zhúkov, fueron transportados en cajas
especiales a la frontera, a un cuartel
militar que luego pasaría a ser territorio de
la República Democrática Alemana.
[cita requerida]

Estos restos permanecieron secretamente


enterrados bajo un jardín de dicho cuartel
en la ciudad de Magdeburgo y sólo
algunas autoridades de la NKVD sabían
dónde estaban, hasta que en 1970 fueron
exhumados, se extrajo el cráneo a Hitler y
el resto de los cadáveres fue incinerado
para evitar que su tumba fuera objeto de
veneración, y las cenizas fueron lanzadas
al río.[188]
No se ha podido dar con el cráneo de
Hitler, pero una parte signada como de
Hitler, el hueso parietal de su caja
craneana, está en un museo soviético. Sin
embargo, en septiembre de 2009, el
arqueólogo Nick Bellantoni anunció que,
luego de un análisis de ADN practicado a
los restos, se determinó que el fragmento
del cráneo correspondería a una mujer de
entre 20 y 40 años de edad.[189]

En mayo de 2018, un grupo de científicos


franceses comprobaron que Adolf Hitler
se había suicidado en 1945 en su búnker
de Berlín con su compañera Eva
Braun.[190][191]
"No huyó a Argentina en un
submarino, no está en una base
oculta en la Antártica o en el lado
oscuro de la luna"

Philippe Charlier [192]

Rasgos de su personalidad

Hitler en una de sus características poses oratorias.


El gran interés que despierta la figura de
Hitler se debe precisamente a los ribetes
de su extraordinario tipo de personalidad y
su halo de impenetrabilidad. Hitler poseía
un extraordinario carisma capaz de
envolver no sólo a las personas, sino
también a las masas, además de poseer
una gran oratoria gesticular muy
estudiada y una capacidad de liderazgo
notable; pero quien haya permanecido con
él diría lo mismo que opinó su ministro y
arquitecto Albert Speer: «Nunca llegué a
conocerlo».

Ciertos psicoanalistas, como por ejemplo


Arno Gruen, parten de la premisa de que la
relación de Hitler con su padre estaba
dominada por la violencia. Su madre en
cambio lo habría «endiosado». Dado que
sus tres hermanos mayores habían
muerto poco antes del nacimiento de
Adolf, su madre siempre habría temido
perder también a su cuarto hijo.[193] Esta
relación tensionada habría tenido una
influencia determinante sobre el desarrollo
de la personalidad de Hitler: la madre no
habría podido proteger al hijo de los
castigos por parte del padre, más sin
embargo lo habría endiosado, de manera
compensadora, utilizándolo así en un
juego de poder en contra de su padre. El
niño habría experimentado a su madre
como una persona débil y digna de
desprecio, tal como la habría percibido su
padre. Al mismo tiempo, el hijo habría
deseado proteger a la madre en contra del
padre. Esta situación habría precipitado al
niño a determinados conflictos interiores,
a los que solamente habría podido
esquivar alienándose de sí mismo y de
sus necesidades. A causa de esta
alienación se habría desarrollado una
identidad muy débil. El vacío interior
habría sido rellenado por fantasías
violentas y poses superpuestas.[194]
Aparte de esta interpretación, numerosas
obras psicológicas tratan de diversas
enfermedades psíquicas de Hitler.
Hitler era en sí un individuo muy
autosuficiente y solitario. Muy pocas
personas integraban su séquito personal,
se pueden citar a Albert Speer, el fotógrafo
Heinrich Hoffmann, Martin Bormann,
Wilhelm Bruckner, Joseph Dietrich, Joseph
Goebbels, Julius Schaub, Julius Schreck y
el arquitecto Geisler y sus secretarias
personales. A ellos les exigía lealtad a
toda prueba y discreción.
Eger, 3 de octubre de 1938

Según algunos historiadores, Hitler fue


vegetariano,[195] si bien otros lo
descartan,[196] no fumador,[195]
abstemio[195] (dato también cuestionado
por algunos historiadores),[196]
ecologista,[197] se dice que promulgó las
primeras leyes de la historia que penaban
el maltrato a los animales,[197] aunque la
verdad es que las primeras leyes contra el
maltrato animal ya proceden del Imperio
romano.[198] Se dice que no permitía a sus
colaboradores fumar ni beber delante de
él.

Hitler jamás visitó una ciudad


bombardeada, un campo de
concentración o un hospital[cita requerida] (la
única excepción fue para visitar a las
víctimas del atentado del 20 de julio). Un
fiel ejemplo de este aspecto es que Hitler
se negó a ver las fotos y filmaciones de
las ejecuciones de los involucrados en el
atentado ejecutado por Claus von
Stauffenberg hacia su persona en 1944.
Una de las características más relevantes
de la personalidad de Hitler era la
capacidad de impresionar (fascinar),
encantar, manipular y subyugar a quienes
lo rodearan; había personas que podían
ser muy fuertes y seguras en sus campos
de acción, pero en presencia de Hitler
estas personalidades se veían
disminuidas y manipuladas hasta el
servilismo; por ejemplo, Hermann Göring
expresó al ministro de finanzas Schacht
que:

Cada vez que estoy frente al Führer


siento el corazón en un puño.
Hitler, era muy poco proclive a demostrar
algún rasgo emocional o demostrar
afinidad hacía alguien cuando se tomaba
fotografías en presencia de personas de
su confianza y aceptación; en cambio si
demostraba una faceta muy humana en
presencia de niños, sobre todo cuando era
visitado en Berghof.[199]

Hitler demostraba además insensibilidad y


falta de escrúpulos cuando se trataba de
deshacerse de enemigos y/o sacrificar
soldados; se puede citar como ejemplo la
destrucción del 6º Ejército alemán en
Stalingrado.
En su vida sentimental, muy discreta, se
asocian los nombres de Geli Raubal, María
Reiter, Eva Braun, quien fue su amante,
Unity Mitford e Inga Ley. Leni Riefenstahl,
una de las más sindicadas en su
momento, negó haber sido amante de
Hitler. Hitler era muy celoso y no permitía
a casi nadie inmiscuirse en esos temas.
Albert Speer en sus memorias señaló que
Hitler mostraba un trato desconsiderado,
opresivo y vejatorio a Eva Braun.

Respecto de la orientación sexual de Hitler


mucho se ha escrito[cita requerida] debido a
su vínculo inicial con Ernst Röhm, pero las
evidencias indican que Hitler era, sin lugar
a dudas, heterosexual.[196]

Una de las secretarias personales de


Hitler, Traudl Junge, describió así la
energía que emanaba de la persona de
Hitler:

Cuando estaba presente (Hitler),


todo el edificio bullía de actividad,
todos corrían, los teléfonos
sonaban, los radioespectadores no
cesaban de enviar y recibir notas de
comunicados (...) Cuando él estaba
ausente, todo volvía a una
monótona normalidad, Hitler era
como una especie de dinamo.
Junge describió a Hitler como una
persona que presentaba dos
personalidades: una muy considerada y
afable, y otra muy fría, iracunda y
avasallante en extremo, apasionada y
calculadora.

Cita Junge en sus remembranzas:

Hitler era vegetariano, gustaba del


té y además no soportaba el calor;
no se podía fumar en su presencia y
hacía climatizar sus ambientes a no
más de 11 °C de temperatura. Otro
de los aspectos es que a Hitler le
gustaba escuchar chismes, pues lo
distraían de su realidad. Además,
Hitler se acostaba muy tarde, a las
tres o cuatro de la madrugada, y se
levantaba también muy tarde, entre
las 10:00 y las 11:00 horas; el
personal militar de la primera
planta se acostaba en torno a la
medianoche, terminada la última
reunión de guerra de cada día y se
levantaba hacia las siete.
[cita requerida]

Para los miembros cercanos a Hitler,


Keitel, Lammers y Bormann, Hitler
predicaba con el ejemplo pagando sus
propios costes personales sin derogar
ningún fondo del Estado. Los ingresos de
Hitler, hábilmente administrados por su
secretario personal Martin Bormann,
sucesor de Rudolf Hess, provenían de los
derechos por su imagen postal y por su
libro Mein Kampf. [cita requerida]

Otro de los rasgos característicos de Hitler


era su desprecio por la debilidad ante el
enemigo y por éste, sobre todo al
judaísmo y en segundo grado al
comunismo, su impulsividad y su
obcecación por las metas sin importar el
costo que tuvieran. Por ejemplo: cuando
Brauchistch le solicitó la retirada
estratégica de Moscú, Hitler se encolerizó
diciendo:
¡No me podéis quitar Moscú!,
¡quiero Moscú!.

Un ejemplo de su aparente flexibilidad es


cuando cedió ante Himmler por la
deportación de los holandeses a Polonia,
en pro de aumentar primeramente el
contingente de las SS.

Albert Speer llegó a emitir el siguiente


comentario al respecto:

En el lugar donde debía haber un


corazón en el pecho de Hitler, había
un gran hueco.
Cuando le tocaba tratar temas variados
sobre aspectos técnicos o militares,
mostraba un acabado conocimiento de
estos, llegando a sorprender a sus
interlocutores.

Hitler era muy condescendiente con


quienes mostraban valor y arrojo en
combate; llegó a diseñar él mismo la Cruz
de Brillantes, Espadas y Robles para Hans
Ulrich Rudel, el célebre piloto de «Stukas».

Autodidacta y lector empedernido


Hitler, de perfil.

Hitler era autodidacta. Sus conocimientos


detallados acerca de diversos temas no
los había adquirido en forma sistemática
o bajo dirección científica, dado que
además siempre tuvo una aversión contra
las universidades y los profesores
universitarios, a los que despectivamente
llamaba "Profaxe". Repetidas veces
expresó su aversión a las ciencias
establecidas.[200] Siguiendo a su mentor
Dietrich Eckart, Hitler alababa las
enseñanzas esotéricas y ocultistas de
autores como Guido von List o Hanns
Hörbiger, los que unían ciertas tesis
científicas con elementos míticos y
místicos y que con frecuencia también
integraban ideas nacionalistas o racistas
en sus obras.

Hitler poseía más de 16 000 libros


distribuidos en tres bibliotecas privadas
ubicadas en Múnich, Berlín y
Berchtesgaden, de los que unos 12 000 se
han conservado.[201] Junto a literatura
militar práctica, como Heigls Taschenbuch
der Tanks (El compendio de tanques de
Heigl),[202] que representaba alrededor de
la mitad del inventario,[201] Hitler leía a
numerosos escritores nacionalgermanos y
antisemitas tales como Paul de Lagarde,
Hans F. K. Günther[202] o Jörg Lanz von
Liebenfels[203] y documentaba su
comportamiento como lector con
subrayados y notas al margen. Más de un
diez por ciento de los libros que se
conservan estaban representados por
esotérica de derecha y ocultismo, por
ejemplo obras de Carl Ludwig Schleich,
Maximilian Riedel o Ernst Schertel.[201][202]
Hay poca ficción o bellas letras entre las
obras que se conservan.[202] La afirmación
de Hitler, de que en prisión habría
realizado estudios filosóficos con
Immanuel Kant, Arthur Schopenhauer y
Friedrich Nietzsche, merece ponerse en
duda por la falta de estos filósofos entre
lo que se conserva de la biblioteca.[202][201]
Solamente un tomo con escritos de
Johann Gottlieb Fichte, regalado por y con
dedicatoria de Leni Riefenstahl, se
encuentra[202] junto a dramas de
Shakespeare, preferido por Hitler antes de
Goethe y Schiller. Le gustaba impresionar
a sus auditores con citas de Julio César y
Hamlet.[201] Hitler era capaz de memorizar
en forma duradera informaciones
esenciales fruto de sus lecturas, incluso
muchos detalles, intercalándolas a
voluntad en sus discursos,
conversaciones o monólogos. Al hacerlo,
generalmente evitaba indicar la fuente, de
manera que a los auditores con frecuencia
les daba la impresión de que se trataba de
ideas originales del propio Hitler.[200]

No dominaba ningún idioma extranjero


aparte de un francés rudimentario que
había aprendido en la enseñanza media de
Linz, terminando sus estudios en el ramo
al tercer año con la nota de
«insuficiente».[204] Es de suponer que en
los años 1914–1918 haya tenido ocasión
de refrescar en algo sus conocimientos de
francés en el frente occidental. Como
canciller, Hitler se informaba de la prensa
extranjera solamente por vía de su
traductor jefe Paul-Otto Schmidt. Aparte
de Praga (1939), Varsovia (1939), París
(1940) y Roma, así como Viena y Berlín,
Hitler personalmente no conoció otras
capitales europeas.

Dado que tenía mala vista, pero rehusaba


portar gafas por vanidad, los sirvientes
debían distribuir gafas para leer en todas
las salas de la Cancillería, para que Hitler
tuviera rápidamente una a mano.[205]
Antisemitismo

El primer testimonio de Hitler sobre la


cuestión judía se encuentra en una carta
escrita en septiembre de 1919:

Utilizando la terminología biológica


que frecuentemente desplegaría,
declaró que las actividades de los
judíos producían «una tuberculosis
racial en las naciones». Afirmó
categóricamente que los judíos eran
una raza, no una religión. El
antisemitismo como movimiento
político, declaró, debería basarse en
la «razón», no en la emoción, y
debería conducir a la eliminación
sistemática de los derechos de los
judíos. Sin embargo, concluía:

El «objetivo final», que sólo


podía alcanzarse con un
gobierno de «fortaleza
nacional» tenía que ser la
«eliminación completa de los
judíos».[206]

Veintinco años después, en vísperas de su


suicidio, dejó escrita en su Testamento
Político su valoración de la «raza judía»
como la verdadera culpable de la guerra
en curso.
En un pasaje de Mein Kampf, escribió que
el sacrificio de los soldados alemanes en
el frente de la Gran Guerra no hubiese sido
necesario si «doce o quince mil de estos
judíos corruptores del pueblo hubiesen
sido sometidos a los gases tóxicos».[207]

El antisemitismo de Hitler era un


componente muy arraigado y esencial de
su ideología, más allá de los usos
propagandísticos que pudo darle a lo largo
de su trayectoria política. Junto con el
deseo de asegurar la hegemonía de
Alemania en Europa y la consecución de
un espacio vital para su país, la
eliminación de los judíos era el tercer
elemento que conformaba su
ideología.[208]

El deseo de venganza que Hitler desarrolló


tras la capitulación alemana en noviembre
de 1918 se centró en una serie de
enemigos que ya había identificado años
antes, a los que solo se podía combatir
mediante la guerra;

Ya que bajo su punto de vista los


judíos eran los responsables de los
crímenes más terribles de todos los
tiempos -por la «puñalada en la
espalda» de 1918, la capitulación, la
revolución, la desgracia de
Alemania-; ya que bajo su
pervertida percepción eran los
principales protagonistas del
capitalismo de Wall Stret y de la
City de Londres, así como del
bolchevismo de Moscú; y ya que,
según su creencia en la leyenda de
la «conspiración judía

En este sentido, Hitler se veía como el


agente necesario para la salvación de
Alemania y veía la destrucción del poder
de los judíos como el medio indispensable
para lograrla.

Con su ascenso al poder el 30 de enero de


1933, su Weltanschauung, ante todo un
conjunto de objetivos visionarios, sirvió
para integrar las fuerzas centífugas del
nazismo, para movilizar a sus activistas y
para legitimar determinadas iniciativas
políticas llevadas a cabo siguiendo, de una
forma u otra, su voluntad. Entre tales
objetivos estaba la eliminación de los
judíos, idea que supo manejar con criterio
táctico a lo largo de su carrera. Así,

Hitler intervenía para canalizar los


ataques en forma de una legislación
antijudía tremendamente
discriminatoria, aplacando en cada
fase a los radicales y progresando
en la radicalización de las medidas
adoptadas. Existía, por lo tanto,
una «dialéctica» continua entre
acciones «salvajes» desde abajo y
discriminación orquestada desde
arriba. Cada fase de radicalización
era más intensa que la que la
precedía. De esta manera, la inercia
no se desvanecía nunca.[209]

Teorías sobre el origen de su


antisemitismo

Desde su aparición en el mundo político,


surgieron toda clase de teorías y rumores
que han intentado explicar los orígenes
del antisemitismo de Hitler.

Se dice que al menos desde la década de


los 1920 ya circulaban rumores de que
Hitler tenía alguna ascendencia de sangre
judía. La más seria de estas teorías es la
que expuso Hans Frank en sus memorias,
escritas después de la guerra. Frank
afirmó haber investigado sus
antecedentes familiares por orden del
mismo Hitler y llegado a la conclusión de
que su abuela, Maria Schicklgruber, había
dado a luz a Alois Hitler, el padre de Hitler,
mientras trabajaba como criada en una
familia judía de Graz apellidada
Frankenberger, de la cual el hijo de la
misma, Leopold Frankenberger, sería el
padre de Alois. Ninguna de estas historias,
incluida la de Frank, ha demostrado tener
bases factuales.[210] Lógicamente las
implicaciones de estos rumores eran
políticamente explosivas para un
proponente de una ideología
especialmente racista contra los judíos.
Los adversarios intentaron demostrar que
Hitler tenía antepasados judíos o checos,
y aunque estos rumores no fueron nunca
probados, se piensa que para Hitler fueron
una razón suficiente para ocultar sus
orígenes.[cita requerida] Según Robert G. L.
Waite en The Psychopathic God: Adolf
Hitler, el régimen de Hitler hizo ilegal que
las mujeres alemanas trabajaran en
familias judías, y después del Anschluss
(anexión) de Austria, convirtió la ciudad
natal de su padre en un área de prácticas
de artillería. Waite dice que las
inseguridades de Hitler en este aspecto
pueden haber sido más importantes que si
la ascendencia judía pudo ser probada por
sus compañeros.

Para 1903, Hitler asistía a la Realschule al


mismo tiempo que Ludwig Wittgenstein,
uno de los más destacados filósofos del
siglo XX. Un libro de Kimberley Cornish
sugiere que los conflictos entre Hitler y
algunos estudiantes judíos, incluyendo
Wittgenstein, fueron un momento crítico
en la formación de Hitler como un
antisemita.[211] Sin embargo, la obra de
Cornish ha sido acusada de ser de
naturaleza especulativa.[212][213]

Muchos otros historiadores tratan de


especular el origen de su odio extremo
hacia los judíos señalando la posibilidad
de que el padre biológico de Alois (y por
tanto su abuelo) fuera de origen judío,
[cita requerida] lo que fue desmentido luego.
Otros lo atribuyen a que su madre, Klara
Hitler, murió al cuidado de un médico
judío,[214] pero el mismo Hitler pareció
estar agradecido por sus atenciones (le
regaló una pintura y más tarde como
canciller le permitió salir de Austria).[215]
Según algunos, sería la idea de la
supuesta influencia sionista para que
Estados Unidos entrara en la guerra.
[cita requerida] Hasta la fecha, ninguna de
estas aseveraciones ha sido
convincentemente confirmada.

Por otra parte, diversos autores también


aseguran que Hitler fue seriamente
influenciado por la teoría del darwinismo
social[216] basada en la idea de Darwin de
"la supremacía del más fuerte" y extendida
como una práctica social por la creencia
en una supuesta superioridad e
inferioridad física e intelectual de algunos
humanos como resultado de la
evolución.[217][218][219][220][221][222] En esta
línea de pensamiento, algunos autores
consideran que Hitler creía que los judíos
y otros grupos étnicos como los
afroamericanos y gitanos, estaban
«corrompiendo» la supuesta «pureza» de
la nación germana, y ponían en peligro su
salud física, y su oportunidad de
competencia con otras naciones del
mundo.[223] La teoría es incluso tratada en
el libro Why the holocaust: Hitler's
Darwinistic Messianic Genocide de Jan
Horník, donde el autor señala una cita de
Darwin en la que este escribió que en «un
futuro no muy distante» sucedería una de
exterminación y reemplazo de «razas
salvajes» humanas que si duda alguna
generaría un «estado más civilizado» en la
humanidad.[k]

Otra hipótesis afirma que fue simplemente


por estrategia política.[cita requerida] Hitler
encontró un culpable simbólico que le
permitía justificar fácilmente el
nacionalismo alemán y superar la lucha de
clases (lo que en psicología básica se
denomina chivo expiatorio).[cita requerida] El
banquero no era malo por ser banquero,
sino por ser judío. Si el banquero era
alemán, nacionalista alemán, sólo podía
empeñar la plusvalía que obtenía a costa
de los trabajadores en engrandecer
Alemania. Era una adaptación de la idea
fascista del nacionalismo para superar la
lucha de clases, pero era mucho más
potente al identificar un enemigo mítico
contra el que ya existía recelo y aversión
mítica y antigua. Una brillante idea con la
que promover un movimiento unitario con
una gran dosis de crítica y acción
constructora (la gran Alemania) y una no
menor dosis de destrucción y violencia
mítica. La acción política perfecta:
construir y destruir como propuesta
política.
Al-Husseini, el Gran Muftí de Jerusalén y presidente
del Consejo Islámico Supremo junto con Adolf Hitler,
1941

Según sus escritos, él consideraba a los


judíos como una raza extranjera en
territorio alemán y compartía muchas de
las ideas antisemitas comunes en la
época, que eran de origen muy antiguo (un
ejemplo de esto lo tenemos en la
influencia del panfleto apócrifo Los
protocolos de los sabios de Sion). Así es
como hablaba de una «conspiración
judeo-bolchevique» (en la que incluía a
todos los movimientos de izquierda por
igual), al mismo tiempo que culpaba a los
empresarios y financieros judíos de los
problemas económicos por los que
pasaba Alemania en aquel entonces
(algunos de sus primeros discursos
versaban sobre lo que él llamaba «la
esclavitud del interés»). Como se verá, eso
llevó a acusarlos también de llevar a
Alemania a la derrota en 1918.

En cuanto a sus influencias personales


que a menudo se menciona que pudieron
haber alimentado su racismo contra los
judíos, se encuentran Henry Ford (de quien
es conocido su antisemitismo), quien
además publicó una serie de panfletos
conocidos como The International Jew:
The World's Foremost Famous Problem y
apelaba a una supuesta «conspiración
sionista», señalando a los judíos como los
culpables. Se cree que todo esto también
influyó en Hitler, pues la relación se vio
evidente, de hecho, cuando en 1923, Ford
fue acusado de proveer ayuda financiera a
Hitler, y más tarde (dos años antes de
convertirse en canciller de Alemania)
Hitler declaró a un periodista de The
Detroit News: «Considero a Henry Ford
como mi inspiración» (1931)[224]
Otras figuras con cuya ideología se ha
vinculado su antisemitismo, incluyen tanto
a Friedrich Nietzsche, de quien leyó sus
obras en la prisión de Landsberg donde
redactó Mein Kampf;[75][225] como al
reformador alemán Martín Lutero, a quien
consideraba, junto a Richard Wagner y
Federico el Grande, como uno de los
alemanes verdaderamente «grandes» de la
historia,[226] y responsable de un gran
número de escritos antijudíos.

Legado de Hitler
Durante los Juicios de Núremberg se
acusó a 611 personas, integrantes de las
diversas instituciones del Tercer Reich, de
cinco delitos: complot, crímenes de
guerra, crímenes contra la humanidad
(exterminio), crímenes contra la paz y
genocidio. Los principales jerarcas nazis
apresados fueron condenados a la horca o
a largas penas de prisión; otros murieron
en los meses que siguieron a la caída de
Berlín.

El nazismo y cualquier reminiscencia


ideológica afín fueron prohibidos en casi
toda Europa; de hecho no se pueden
publicar textos de orientación nazi ni
utilizar públicamente esvásticas y otros
símbolos hitlerianos sin riesgo de cometer
falta o delito punible. Sin embargo, la
discriminación antisemita permaneció
hasta bien entrada la década de los 60,
sobre todo en países americanos.

Primera edición de Mein Kampf, julio de 1925.

Desde el punto de vista militar, el legado


más importante de la Alemania nazi es la
completa adopción del concepto del
Blitzkrieg, literalmente guerra relámpago,
en todas las academias de guerra del
mundo. Las estrategias, batallas y
técnicas de la Wehrmacht usadas en la
Segunda Guerra Mundial son objeto de
estudio en todos los institutos militares.
Hitler fue nominado al Premio Nobel de la
Paz de 1939, pero esta no fue una
nominación seria y fue más bien una
crítica en forma de sátira de un miembro
del parlamento sueco.[227]

La publicación del libro Mein Kampf de


Hitler está prohibida en muchos países
europeos, principalmente en Alemania
desde 1945;[228] no obstante, sigue
editándose en otros países, como por
ejemplo España y México, circula
libremente en muchos idiomas por las
librerías de muchos países y es objeto de
estudios de todo tipo.

Distintos grupos en todo el mundo se


consideran herederos del nazismo.
Grupos violentos como el Ku Klux Klan,
Nación Aria, etc., se reclaman herederos
de esta doctrina.[52]

Otro de los legados de Hitler es el nombre


y el concepto del automóvil Volkswagen
(auto del pueblo), llamado en un primer
momento Kdf-Wagen (Kraft durch Freude,
fuerza a través de la alegría). El diseño
original del auto fue realizado por el
ingeniero Ferdinand Porsche, pero el
propio Hitler se ocupó de los detalles
finales del acabado de la carrocería y
aportó el nombre. Durante el gobierno nazi
solo se construyeron prototipos, pero tras
la guerra el Volkswagen (como fue
conocido finalmente el automóvil) se hizo
muy popular, desarrollándose diversos
modelos de (escarabajo).[229]

"Higiene racial" y el Holocausto


Generalplan Ost: la deportación o exterminio de la
población de origen eslavo.

Uno de los fundamentos de Hitler y el


NSDAP de las políticas sociales es el
concepto de «higiene racial». Se basó en
las ideas de Arthur de Gobineau, el
movimiento de la eugenesia, y el
darwinismo social. Aplicado a los seres
humanos, «la supervivencia de los más
aptos» fue interpretado como una
exigencia de la pureza racial y la matanza
fuera de la «vida indigna de ser vivida».
Las primeras víctimas fueron mutilados y
niños con retraso en un programa
denominado Acción T4. Después de una
protesta pública, Hitler hizo un amago de
poner fin a este programa, pero, de hecho,
los asesinatos continuaron.

Entre 1939 y 1945, las SS, con la ayuda de


gobiernos colaboracionistas y reclutas de
los países ocupados, sistemáticamente
asesinaron entre 11 y 14 millones de
personas, incluidos cerca de seis millones
de judíos, en los campos de
concentración, los guetos y las
ejecuciones en masa y a través de otros
métodos como los experimentos médicos.
Además de los que eran gaseados hasta
la muerte, muchos de ellos murieron como
consecuencia de la hambruna y la
enfermedad mientras trabajaban como
esclavos (a veces en beneficio de las
empresas privadas alemanas en el
proceso, debido al bajo costo de esa
mano de obra). Junto con judíos, fueron
asesinados polacos no judíos (más de
tres millones de víctimas), opositores
políticos (como algunos comunistas),
miembros de grupos de resistencia,
prisioneros de guerra soviéticos (se
estima que cerca de tres millones de
ellos), sindicalistas, religiosos católicos y
cristianos protestantes opositores,
testigos de Jehová, miembros del clero
anti-nazi, minusválidos, discapacitados
físicos, retrasados mentales, pacientes
psiquiátricos, homosexuales y gitanos.
Uno de los mayores centros de asesinato
en masa fue el complejo-campo de
exterminio de Auschwitz-Birkenau. Hitler
nunca visitó los campos de concentración
y no habló en público sobre las muertes
en términos precisos.

Cadáveres apilados sobre un remolque a las afueras


del crematorio del campo de concentración de
Buchenwald (abril de 1945).
Las matanzas que llevaron al Holocausto
(la «Solución Final de la Cuestión Judía» o
Endlösung der Judenfrage) fueron
planificadas y ordenadas por líderes nazis,
con Himmler jugando un papel clave. Si
bien no se ha hallado la orden concreta de
Hitler autorizando el asesinato en masa de
los judíos, existe documentación que
demuestra que aprobó los Einsatzgruppen,
escuadrones de muerte que siguieron al
ejército alemán a través de Polonia y
Rusia, y que se le mantuvo bien informado
acerca de sus actividades. La evidencia
también sugiere que en el otoño de 1941,
Hitler y Himmler decidieron el exterminio
en masa por medio de gases. Durante los
interrogatorios por oficiales de inteligencia
soviéticos, desclasificados más de
cincuenta años después, el valet Heinz
Linge y el ayudante militar Otto Gunsche
oyeron decir a Hitler que había «poros de
más en los primeros planos de las cámaras
de gas».[cita requerida] Hitler además se
preocupó de que la llamada Solución final
se aplicara a cada país invadido, prueba
de ello fue el encargo personal a Theodor
Dannecker para que supervisara la
deportación de judíos de Bulgaria. Cuando
empezaron las deportaciones de los
judíos holandeses, la esposa de Baldur
von Schirach, Henriette Hoffmann espetó
en la misma cara a Hitler por lo que le
sucedía a la población judía en ese país.
Hitler después de ese comentario
infortunado expulsó al matrimonio von
Schirach de su círculo social.

Para avanzar en la aplicación de esta


«Solución Final», se celebró la Conferencia
de Wannsee cerca de Berlín, el 20 de enero
de 1942, con quince altos funcionarios
participantes, dirigido por Reinhard
Heydrich y Adolf Eichmann. Las actas de
esta reunión proporcionarían la prueba
más clara de la planificación para el
Holocausto. El 22 de febrero, Hitler fue
grabado diciendo a sus socios, «vamos a
recuperar nuestra salud sólo con la
eliminación de los judíos».[cita requerida]

Predecesor: Sucesor:
 
Paul von Hindenburg Karl Dönitz (presidente)
Führer de Alemania
(presidente) Joseph Goebbels
1934 - 1945
Él mismo (canciller) (canciller)

 
Predecesor: Sucesor:
Canciller imperial de Alemania
Kurt von Schleicher Él mismo como Führer
1933 - 1934

Predecesor: Sucesor:
Anton Drexler Líder del Partido Nazi Martin Bormann
1921 - 1945

Predecesor: Sucesor:
Franz Pfeffer von Salomon Comandante de las Sturmabteilung Ernst Röhm
1930 - 1931

Predecesor: Alto mando del Oberkommando des Sucesor:


Walther von Brauchitsch Heeres Ferdinand Schörner
1941 - 1945

Predecesor:
Persona del año para Time Sucesor:
Chiang Kai-shek
1938 Joseph Stalin
Soong May-ling

Predecesor: Sucesor:
— Reichsstatthalter de Prusia Hermann Göring
1933 - 1935
Véase también
Adolf Hitler en la cultura popular
Alemania Nazi
Anexo:Calles designadas como Adolf
Hitler
Holocausto
Mein Kampf
Nacionalsocialismo
Opiniones religiosas de Adolf Hitler

Notas
1. A la muerte del presidente
Hindenburg, se intituló Führer und
Reichskanzler («líder y canciller
imperial»), asumiendo las funciones
del reichspräsident (presidente), que
se sumaron a las que ya
desempeñaba como jefe de Gobierno
desde 1934. Dicho título fue el
empleado hasta julio de 1942, fecha
en la que cambió por führer des
Großdeutschen Reiches («líder del
Gran Imperio alemán»).
2. Este período hace referencia al tiempo
en el que Hitler ostentó únicamente el
título de canciller. Tras la muerte de
Hindenburg, siguió siendo canciller,
pero unió las funciones del presidente
a las de este cargo, por lo que pasó a
ser jefe de Estado y de Gobierno.
3. También conocido en español como
Adolfo Hitler.
4. En alemán, Nationalsozialistische
Deutsche Arbeiterpartei o NSDAP.
5. Nicolaus von Below, Gerda Christian y
Else Krüger declararon que la boda se
celebró antes de medianoche, pero
todos los demás testimonios y
pruebas, incluida la fecha del
certificado de matrimonio, confirman
que se celebró comenzado el día 29
de abril.[142]
6. El resto de los componentes del
gobierno eran Paul Giesler (Ministerio
del Interior), Karl-Otto Saur (Ministerio
de Armamento), Werner Naumann
(Ministerio de Propaganda), Schwerin
von Krosigk (Ministerio de Finanzas),
Walther Funk (Ministerio de
Economía), Otto Georg Thierack
(Ministerio de Justicia) y Herbert
Backe (Ministerio de Agricultura).[148]
7. Ninguno de los testigos más próximos
y creíbles afirmaron haber escuchado
el sonido de un disparo.[160]
8. No tienen credibilidad las fuentes,
recogidas intencionadamente por
algunos autores soviéticos, que
afirmaron que Hitler se envenenó con
cianuro. Este fue el testimonio de Fritz
Tornow, que solo entró en la
habitación cuando ya se habían
retirado los cuerpos. Hans Baur, el
piloto de Hitler que tampoco estaba
presente, sostuvo la versión de que se
envenenó previamente a dispararse,
igual que Artur Axmann citando a
Günsche, algo que contradecía sus
primeras explicaciones y además
desmentido por el mismo Günsche. Ni
Linge ni Günsche hablaron en ningún
momento de envenenamiento y
tampoco mencionaron el olor
característico del ácido prúsico en el
caso de Hitler, un envenenamiento
previo que es además
extremadamente improbable por
razones forenses debido a la rápida
acción del ácido prúsico. No tienen
ningún fundamento tampoco las
versiones que sostienen que Hitler se
disparó en la boca o que fue un tiro de
gracia de Günsche o Linge.[163]
9. Según un primer relato oficial de los
soviéticos Krebs se entrevistó con
Vasili Chuikov, mientras que otra
versión afirma que llegó a encontrarse
con Zhúkov.[169] Según el relato de
Zhúkov, después de informar a Stalin
de la muerte de Hitler, para
encontrarse con Krebs envió al cuartel
general de Chuikov a su jefe de Estado
Mayor, Vasili Sokolovski.[170]
10. Los soviéticos también habían tenido
noticias del matrimonio de Hitler y Eva
Braun por medio de un prisionero civil
que afirmó ser un técnico encargado
de una reparación del sistema de
ventilación del búnker, a cuya
declaración el NKVD no le concedió
ninguna credibilidad.[184]
11. La cita: «En algún periodo del futuro,
no muy distante, como en cuestión de
siglos, es casi seguro que las razas
civilizadas del hombre exterminarán y
reemplazarán a las razas salvajes en
todo el mundo. Al mismo tiempo, los
monos antropomorfos, tal como el
profesor Schaaffhausen ha señalado,
será sin duda exterminados. La
ruptura entre el hombre y sus aliados
más cercanos entonces será más
amplia, porque intervendrá en el
hombre en un estado más civilizado,
como podemos esperar, incluso que el
de los caucásicos, y algunos monos
tan inferiores como el mandril, en
lugar de como ahora [pasa] entre el
negro o el australiano y el gorila»;
Charles Darwin, El origen del hombre
(1871), Cap. VI, «En el lugar de
nacimiento y la antigüedad del
hombre».

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4. Hasta la apertura de los archivos de la
antigua Unión Soviética en la década
de 1990, la cifra considerada por los
historiadores era de por lo menos 5,5
millones; Adolf Eichmann, por su
parte, había señalado a 6 millones
como una probable cantidad (cf.
Evans, Richard J. El Tercer Reich en
guerra, pág. 409). Según las
investigaciones de Michael Brenner,
durante la Segunda Guerra mundial los
nazis asesinaron entre 5,6 y 6,3
millones de judíos (Kleine Jüdische
Gechichte, Múnich: Beck, C. H. 2008;
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118. Según Shirer fueron 84 los diputados
socialdemócratas.
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