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Lejos de ti
mitad de tierra y hombre tuyo
he continuado siendo,
y otra vez hoy la primavera pasa.
Pero yo con tus flores me he llenado,
con tu victoria voy sobre la frente
y en ti siguen viviendo mis raíces.
La patria es lo conocido, lo inmediato pero intangible; por ello hay que dotarla de
corporeidad para volverla perceptible y hacer que encarnen los referentes que
contribuyen a formar el sentimiento de pertenencia tan necesario en el momento de
construir las identidades individuales y colectivas; de ahí las constantes referencias a los
ríos, las montañas, el cielo, las ciudades, los campos, a una geografía "nacional".
Orillas queridas, que me visteis crecer,
¿me consolaréis de este pesar de amor? Prometedme, bosques de mi juventud,
darme la paz si a vosotros vuelvo.
De esta manera, lo inabarcable se torna mensurable, y sólo los que habitan ese lugar
pueden compartir e intercambiar:
En la numerosa penumbra, el desconocido
se creerá en su ciudad
y lo sorprenderá salir a otra,
de otro lenguaje y de otro cielo.
Antes de la agonía,
el infierno y la gloria nos están dados;
andan ahora por esta ciudad, Buenos Aires,
que para el forastero de mi sueño
(el forastero que yo he sido bajo otros astros)
es Lina serie de imprecisas imágenes
hechas para el olvido.
Como bien dice Borges, la patria para el forastero no es más que una serie de imágenes
hechas para el olvido porque ella ocupa, ante todo, un lugar privilegiado en la memoria
de los individuos que la construyen a diario. La patria es el espacio donde se pueden
depositar los sentimientos más profundos; emociones que, si bien son construidas
socialmente por "la clase de amor que la sociedad nacional ha producido hacia su
imagen íntima [la patria]" (Gutiérrez Estévez, 1995:33), no dejan de ser importantes
pues implican, a su vez, una fuerte inversión emocional por parte de los miembros de la
comunidad específica, en este caso: la nación.
Es a todas luces conocido que la educación impartida por el Estado desempeña un papel
importante en la construcción discursiva de la nación/patria; pero es en el ámbito de la
vida cotidiana donde los atributos trasladados a la patria terminan por ser
interiorizados, recreados y reinterpretados. En la urdimbre de la vida cotidiana
adquieren nuevos significados que se refuerzan a través de las palabras, de la tradición
oral. Los hábitos cotidianos, las conductas, las costumbres, se reproducen en el interior
de las familias y paulatinamente van configurando esa manera de ser mexicano, esa
forma peculiar —como en todos los países— de relacionarse con el mundo.
La tradición oral constituye un espacio subjetivo idóneo para ir configurando un
profundo sentimiento de amor hacia la patria donde se ha nacido o donde se encuentran
las raíces de los antepasados. La patria, en este caso México, que da escrita con letras
mayúsculas en la memoria de todos sus habitantes, "como se escriben los nombres de las
gentes de carne y hueso que cada uno conoce o trata, y como se escriben los nombres de
las ciudades, los ríos o las montañas", porque "la patria tiene su nombre propio como lo
tienen las cosas singulares" (GutiérrezEstévez 1995:32). La vida cotidiana moldea una
obcecada identidad patriota.
La patria no sólo es un referente con olores, sabores, colores, sonidos, sino que, además,
constituye una entidad cuyos atributos y rasgos le otorgan un rostro entre lo humano y
lo divino: es fecunda, maternal, gloriosa, soberana, profunda y sagrada. Este rostro casi
divino tiene dos caras: por un lado es el ser materno que se ama incondicionalmente y,
por otro, es un ser que exige un sacrificio permanente. En esta dicotomía amor/sacrificio
se construyen señas de identidad" significativas para quienes participan de ellas y cuyos
significados sólo valoran y comprenden los que están "dentro". Dice Leopardi:
Si fueran tus ojos dos fuentes vivas,
nunca, podría el llanto
igualarte a tu daño y a tu oprobio;
que fuiste señora, ahora eres pobre esclava.
" ¿Quién de ti habla o escribe,
que, recordando tu pasado esplendor,
no diga: fue grande un tiempo, ahora no es ya
aquélla?
¿Por qué, por qué? ¿Dónde está la fuerza
antigua,
dónde las armas, y el valor y la constancia?
¿Quién te desciñó la espada?
¿Quién te traicionó? ¿Qué arte o qué fatiga,
o qué grande poder
pudo despojarte del manto y de la áurea cinta?
¿Cómo caíste o cuándo
de tanta altura hasta un lugar tan bajo?
¿Nadie lucha por ti? ¿No te defiende
ninguno de los tuyos? Las armas, aquí las
armas: yo solo combatiré, sucumbiré yo solo.
Dame, oh cielo, que sea fuego
en los itálicos pechos la sangre mía.
1
Luis González define a la matria como aquel pequeño mundo "que nos nutre", nos envuelve y nos cuida de los exabruptos patrióticos, al orbe
minúsculo que en alguna forma recuerda el seno de la madre, cuyo amparo, como es bien sabido, se prolonga después del nacimiento (González,
1992:477-485).
Gilberto Giménez señala que, además de existir sistemas económicos, político-administrativos o comerciales, existe un sistema sociocultural
imbricado o superpuesto a los anteriores, con lo cual se puede hablar también de una región socio- cultural. Añade que la patria chica ya no está
"concentrada en un espacio contiguo cargado de símbolos y resonancias afectivas [...] De ahora en adelante no sólo la tierra natal, sino cualquier lugar
que haya marcado profundamente la propia vida y donde existan recuerdos que evocar o amigos que visitar, se convierte en un 'fragmento de patria'
que también reclama lealtad y afecto. Una situación como ésta implica correlativamente la fragmentación del sentido de pertenencia socio-territorial,
provocando a nivel subjetivo incertidumbre, ambigüedades v conflictos de lealtad" (Giménez, 1996:62).
mexicana, la de siglos, lo que se ha dado desde que se formó México, desde que llegaron
las primeras razas indígenas a esta tierra. Para mí la cultura es la arquitectura, el arte,
mi idioma que es el español, pero que no es igual que en otros países. También llevo mi
nombre; mis costumbres, tales como el vestido; ya sé que se parecen pero hay ciertas
modas que aquí no han llegado o ya pasaron, la comida por ejemplo, el picante, la grasa,
los tipos de carne, de verduras; es cierto que en todos lados hay eso, pero me refiero a la
forma de cocinarlos. Las conductas sociales, la formación que tenemos no ha llegado a
asimilar esas nuevas conductas (Luis Manuel Ávila, 37 años).
El territorio patrio interiorizado, al igual que la matria, representa lo conocido, lo
familiar, lo que protege, lo bello, lo que proporciona raíces e identidad y, además, el
lugar de los antepasados, porque, se sabe, los muertos aún mandan.
Resulta paradójico que en un mundo tendiente cada vez más a la globalización los
individuos acentúen sus diferencias, reelaboren y resignifiquen constantemente sus
identidades, remarquen su sentimiento de pertenencia a una comunidad. En este fin de
milenio la nación sigue siendo un referente crucial en el complicado proceso de
construcción de la identidad, tanto individual como social, de las mujeres y los hombres
finiseculares, no obstante sus sentidos abstractos y polisémicos.
Si bien es cierto que el Estado es importante en el proceso de construcción de la nación,
y desarrolla, a partir de ella, un sentido de comunidad ligado al deseo individual y
colectivo de ser distintos a los otros, también es necesario señalar que este proceso no es
unívoco. La socialización y educación de los individuos dentro de un grupo específico,
además de un aprendizaje de creencias, valores, símbolos, hábitos, costumbres,
prácticas y convenciones significativas para quienes participan de ellos, implica una
inversión de sentimientos muy fuerte por parte de los individuos en el largo proceso de
construcción de sus identidades. La interiorización de estos símbolos, costumbres, etc.,
les permite a su vez concebirlos como inherentes a ellos.
Nacer en una determinada región o país, hablar una lengua específica, compartir una
memoria colectiva, tener la capacidad para interpretar y reconocer hechos y
acontecimientos históricos significativos para las personas y el país; aprehender
símbolos y valores de la nación imaginada; interiorizar maneras de sentir, de actuar y de
pensar características del medio socio- cultural en el cual se vive; defender a la nación de
los enemigos reales e imaginarios; morir por la patria, son hechos que, además de estar
construidos por el nacionalismo, dotan de significado las acciones humanas y llenan de
sentido y especificidad la vida misma. Dice Adolf Nanot:
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