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Nucleares... ¿sí o no?

Esta es sin duda una de las grandes cuestiones que han quedado pendientes al finalizar el
siglo XX y en la que me resultaría extremadamente sencillo posicionarme, si no tuviera en cuenta
determinados factores que, a priori, son de vital importancia.

Los efectos de las bombas americanas del año 45 dejaron bien claro hasta que punto podría
ser devastadora una reacción nuclear descontrolada y los posteriores accidentes en diferentes
centrales nucleares (las más sonadas la de Chernobil en el año 1986 y la de Fukushima en el 2011)
se encargaron de recordarlo a la sociedad. La probabilidad de que ocurra algún problema en
instalaciones de este tipo, por muy baja que sea (y realmente creo que lo es), siempre va a
ocasionar desastres que en algunos casos pueden alcanzar dimensiones bíblicas. A esto, no
podemos dejar de sumarle los efectos negativos que implica el proceso en sí, es decir, cuando las
centrales funcionan correctamente: la gestión de los residuos. El ser humano, a día de hoy tan solo
es capaz de almacenarlos y esconderlos en lo más profundo de nuestro planeta. Dejando que los
más “pobres” (pobres desgraciados), se peleen por auto-proclamarse merecedores de albergar
uno de esos cementerios nucleares. En cualquier caso, convertir un problema presente en uno
futuro, confiando en que nuestros nietos sean capaces de solucionar semejante marrón.

¿Vale la pena exponer a la humanidad a tal situación? Por favor, NO.

Sin embargo, si analizamos datos del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio sobre el
consumo energético en nuestro país, la cosa puede cambiar.

En España (al igual que en cualquier país del llamado 1er mundo), la demanda energética
es enorme. Nuestro estilo de vida ha cambiado muchísimo en el último siglo; más vehículos, más
iluminación, más climatización, más electrodomésticos, más procesos industriales... Necesitamos
millones de KW (por expresarlo en términos eléctricos) para poder “vivir” tal y como vivimos.

Pero esto es una obviedad. El verdadero drama llega cuando analizamos como generamos
toda esa energía necesaria para vivir. Dos puntos de vista, el económico que tanto nos importa
actualmente y el medioambiental.

El primero es sencillo: España (por poner el ejemplo que más nos afecta) importa el 77% de
la energía que consume, lo que deja un mísero 23% de energía producida en España (aquí, por
supuesto hay energía nuclear). Es por tanto fácil asumir lo caro que es, no solo comprar una
energía (más del 80% no renovable) que cada vez es más cara, sino además transportarla hasta
nuestro país.

El segundo es de cajón, el origen mayoritario de la energía que consumimos provienen de


fuentes como el petroleo, el gas natural o en definitiva fuentes no renovables (en España ni el 20%
proviene de energías renovables) y que con el paso del tiempo van a ir desapareciendo. Hace
tiempo que se dice que se debería comenzar a perforar en regiones Antárticas o incluso en zonas
de Las Canarias. Esta claro que la energía nuclear no es una energía limpia pero a nivel de recursos,
mucho más fácil de producir que los métodos convencionales.

Que barato sería pues, producir nuestra propia energía (o gran parte de ella), que útil sería
no depender de terceros países como Argelia para el suministro energético, y que práctico
resultaría recurrir a una energía cuya fecha de caducidad parece que está más alejada que la del
petroleo por ejemplo.

¿Es la energía nuclear una opción viable? ME TEMO QUE SÍ.

En conclusión, si valoramos los distintos puntos de vista, no resulta fácil posicionarse a favor
del sí o del no. No obstante puestos a expresar una opinión, comenzaré diciendo que el problema
actual no radica en analizar cual es la fuente de energía más apropiada sino discutir sobre la
cantidad de energía que nuestra sociedad demanda. Jamás podremos renunciar a la Energía
Nuclear si pretendemos mantener esos niveles de consumo, pero aún así, no oculto que me
encantaría poder hacerlo.

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