Você está na página 1de 3

"Las neurociencias son disciplinas que estudian el sistema nervioso y pretenden

explicar la conducta y el padecimiento mental según bases biológicas. Los


psicoanalistas pensamos que son un anacronismo, porque el aprendizaje, la
afectividad pasan por otro carril, no responden a la lógica de la neurona", sostiene la
psicoanalista Nora Merlin, es profesora de psicoanálisis en la UBA y magíster en
ciencia política. Su trabajo de investigación lo desarrolla alrededor de la articulación
de política y psicoanálisis, de los temas de cultura y medios. También es autora de
Populismo y Psicoanálisis (Letra Viva).

 Insiste que lo que hoy se presenta como una innovación en ciencia es en realidad
un anacronismo. En 1895 Sigmund Freud, siendo neurólogo, considera que esa
disciplina no le servía para explicar lo psíquico: "Lo que hoy venden como la
novedad quedó desterrado en 1895. Freud enseña que el cuerpo psicológico no
coincide con el orgánico, y que la palabra importa cuando se habla de salud y
enfermedad.

El neoliberalismo avanza tomando toda la cultura, estableciendo un criterio sobre


qué es normal y qué es patológico. Esos criterios de normalidad, salud y enfermedad
están determinados por los departamentos de marketing de los laboratorios
(farmacéuticos), una de las industrias que mueven el mundo. Criterios que se
difunden luego por los medios de comunicación y por todos los aparatos de
imposición simbólica. Se crean necesidades, se instalan determinadas patologías y
definen los síntomas que incluyen.

Estas imposiciones del mercado de los laboratorios, vienen acompañadas por


grandes movidas publicitarias que consisten en apadrinar congresos, viajes,
capacitaciones, publicaciones y hasta campañas de prevención. "Todo un aparato
preparado para imponer determinado medicamento. Para eso primero necesitan
desarrollar enfermedades. Es fácil deducir que vamos a obtener como resultado una
cultura cada vez más medicalizada".

Merlin menciona como enfermedades "de moda", impuestas por ese mercado, el
ataque de pánico y el trastorno bipolar en los adultos. Y en los más pequeños el
famoso TDH: el trastorno de déficit de atención por hiperactividad. "En 1895 Freud
llamó al ataque de pánico neurosis de angustia. Es decir, todos los síntomas que
aparecen hoy como ataques de pánico ya los describió Freud, no son una novedad.
La diferencia es que ahora vienen medicalizados", repasa la psicoanalista de la UBA
para remarcar que a esa depresión manifestada por una persona se le pone una
mordaza química. "Esa persona va a tener dos problemas: va a seguir con la
angustia y tendrá que resolver la dependencia al psicofármaco. En lugar de
escuchar lo que se manifiesta en el cuerpo con sudoración o taquicardia (por
ejemplo) se le da un medicamento y se quita la oportunidad de expresar en palabras
ese sufrimiento".

 "Las neurociencias quieren borrar las historias, la afectividad y entonces hablan


solamente de una lógica cerebral. Claro que hay una lógica cerebral, pero la
neurona no coincide con el sufrimiento humano", subraya.

Los niños y las niñas en edad escolar no escapan a esta lógica de salud y
enfermedad motorizada por el mercado. Es corriente escuchar a docentes y familias
hablar de chicos que no aprenden o tienen problemas de conducta por padecer
déficit de atención. La derivación y la medicalización es lo que sigue a estas
rotulaciones.

Nora Merlin menciona al TDH como la enfermedad que está a la orden del día.
"Quienes impulsan estas patologías incluyen como déficit lo que son características
propias de los niños: si un niño se mueve se afirma que tiene déficit de atención,
cuando son características propias de la infancia. Qué niño no se mueve, no es
activo. A eso las neurociencias lo transforman en un trastorno neurobiológico, en un
desorden del cerebro. Y no solo eso sino que piden hacer un diagnóstico temprano
para determinar si esos síntomas se presentan con una frecuencia superior a lo
normal. Ahora ¿cuál es el límite si un chico se mueve mucho? ¿Quién dice qué es lo
normal? Ellos. ¿Qué hacen con esto? Medican. Hay muchísimos niños medicados
por un supuesto trastorno que en la mayoría de los casos no existe. Uno de los
mayores éxitos de la cultura neoliberal es haber instalado la creencia de una
supuesta normalidad psíquica que se debe alcanzar, donde una vía para lograrlo es
la medicalización".

— ¿Cómo se manifiesta esta situación en el día a día en las escuelas?

—Hay toda una bajada de línea a los docentes quienes se ponen a estudiar
neurofisiología y tratan de homologar la lógica de que si un chico tiene problemas de
atención hay que derivarlo al neurólogo. Muchas veces lo hacen de buena fe. Pero
cada niño tiene su tiempo de aprendizaje. Hay momentos singulares para cada niño
que hay que respetar. No se puede sostener que porque los chicos se mueven
tienen déficit de atención o un trastorno. Son desafíos para los docentes, porque
estamos ante un problema muy serio en la cultura, donde se busca medicalizar. Una
cultura que tiende al no respeto por la diferencia, más bien a una supuesta
normalidad, y los que no están ahí es porque les falla algo en la sinapsis neuronal
que hay que resolver con medicación.

—Ante este bombardeo de "neurociencias y educación" ¿qué preguntas debiera


hacerse una docente?

— ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Por qué el ideal de una supuesta normalidad y
uniformidad? ¿Por qué todos los niños deben responder a determinada cifra, ser
cuantificados? ¿Y por qué abandonar la singularidad y la diferencia si los niños no
son iguales, todos tienen su propia historia? La afectividad es el motor del
aprendizaje: si un niño está triste, tiene inhibiciones, seguramente no va a poder
aprender. Ahora, eso no responde a una lógica neuronal. Seguramente hay
repercusiones en el cerebro, pero eso no significa que el cerebro sea la causa de su
tristeza. Los docentes no son pasivos receptores, y porque viene una resolución "de
arriba" hay que someterse. Tienen responsabilidad en sus actos. Un docente debe
preguntarse por su acto. Hay que deconstruir entonces todos estos mensajes
comunicacionales.

—Las neurociencias promueven entonces un pensamiento uniforme.

—Las neurociencias van en contra del pensamiento crítico. Hay que someterse a
determinada medida y supuesta normalidad, quienes no se someten a eso les caben
las patologías. El objetivo es promover un pensamiento ahistórico, eliminar la
política, la subjetividad, la singularidad y convertir una masa de gente medicalizada,
uniforme, adaptada, disciplinada. Ese es el verdadero objetivo.

Você também pode gostar