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Expte. nº 107.

842/2016 – “Ruscitti, Norberto Nazareno c/ Correo Oficial de la República


Argentina S.A. s/ juicio sumarísimo” - CNTRAB - Sala X - 06/06/2019

Buenos Aires, 06/06/2019

El Dr. LEONARDO J. AMBESI, dijo:

Llegan estos autos a la alzada con motivo de los agravios que contra la sentencia dictada en
primera instancia a fs. 419/422 interponen el actor, a tenor del memorial obrante a fs. 436 y
444/456 vta, y la demandada, conforme la crítica de fs. 429/435, escritos que han merecido la
réplica de sus contrarias a fs. 457/460 vta. y fs. 464/472 vta.

Por su parte, el letrado apoderado de la parte actora, por su propio derecho, recurre sus
honorarios por considerarlos reducidos (fs. 437). Por razón de mejor orden metodológico,
abordaré en primer término las pretensiones recursivas de la demandada.

Se agravia la accionada por la decisión de la anterior instancia de otorgar carácter salarial a las
asignaciones “no remunerativas” abonadas al actor conforme “actas acuerdo” celebradas en el
marco del C.C.T. Nº 80/93 “E” entre el Correo Oficial de la República Argentina S.A. y cuatro
organizaciones sindicales con personería gremial que actúan en el ámbito de la empresa, las
cuales recibieron oportuna homologación de la autoridad de aplicación competente en la materia.

En orden a la cuestión, es de señalar que nuestra legislación laboral adoptó un concepto amplio
de salario a través del dispositivo del art. 103 de la ley de contrato de trabajo según el cual “...se
entiende por remuneración la contraprestación que debe percibir el trabajador como
consecuencia del contrato de trabajo”. Es decir que cualquier pago originado en el trabajo
recibido, en la existencia del contrato o bien en la puesta a disposición de la fuerza de trabajo
tiene, en principio, naturaleza remuneratoria. Y digo “en principio” porque están excluidas
aquellas excepciones que surgen de la ley por no tener origen en las causas mencionadas. Tal
concepción se encuentra en armonía con lo establecido por el Convenio N° 95 de la
Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.), ratificado por nuestro país mediante Decreto-
Ley N°11.594/56. El aludido instrumento internacional define al “salario” como “...la
remuneración o ganancia, sea cual fuere su denominación o método de cálculo, siempre que
pueda evaluarse en efectivo, fijada por acuerdo o por la legislación nacional, y debida por un
empleador a un trabajador en virtud de un contrato de trabajo, escrito o verbal, por el trabajo que
este último haya efectuado o deba efectuar o por servicios que haya prestado o deba prestar” (art.
1º).
En este punto, cabe recordar la jerarquía superior a las leyes que ostentan los convenios de la
O.I.T. a partir de la reforma constitucional de 1994 (conf. art. 75, inc. 22, primer párrafo, CN),
en tanto se encuentran equiparados a los tratados (excepto los enumerados taxativamente por el
art. 75, inc. 22, segundo párrafo, que tienen nivel constitucional), en atención al carácter
internacional de esta organización. Desde tal perspectiva y por aplicación de la norma
internacional de grado superior (art. 1º convenio 95 de la O.I.T.), los aumentos acordados en el
ámbito del CCT 80/93 “E”, aunque calificados como “no remunerativos”, revisten en realidad
naturaleza remuneratoria, al constituir una ganancia que está ligada estrechamente a la prestación
de servicios, por lo que la privación de tal carácter por las partes colectivas afectan el derecho del
trabajador a una remuneración "justa" (art. 14 bis C.N.) y su derecho de propiedad (art. 17 ídem)
(ver en igual sentido S.D. Nº: 19.660 del 30/03/2012 de esta Sala X en las actuaciones “Pazos,
Gabriela Beatriz c/Citytech S.A. s/despido”, entre muchos otros fallos).

No obsta a lo expuesto que la calificación de tales rubros hubiera emanado del régimen de
negociación colectiva ni que los acuerdos en cuestión hubiesen sido homologados por la
autoridad administrativa competente pues, como se desprende de los precedentes del Máximo
Tribunal de la Nación en los autos caratulados “Pérez, Aníbal Raúl c. Disco S.A.” (Fallos
332:2043), “González, Martín Nicolas c. Polimat S.A. y Otro” (Fallos 333:699) y “Díaz, Paulo
Vicente c. Cervecería y Maltería Quilmes S.A.” (Fallos 336:593), las disposiciones adoptadas en
las instancias convencionales y administrativas deben ceder frente a la aplicación concreta de la
tutela proveniente de los niveles constitucionales y supralegales mencionados. Cabe, pues,
confirmar el pronunciamiento atacado en este punto, y en consecuencia, admitir las diferencias
indemnizatorias que reclama el demandante con fundamento en el carácter de remunerativas de
las sumas salariales en cuestión.

Seguidamente, previo al análisis del segundo agravio esbozado por la accionada, trataré el
recurso de la parte actora, quien cuestiona la decisión de la magistrada de la anterior instancia, en
cuanto desestimó el reclamo de nulidad de despido incausado dispuesto por la principal, su
pedido de reinstalación en el puesto de trabajo y las peticiones indemnizatorias fundadas en el
art. 52 de la Ley N° 23.551 y sus modificatorias, por considerar incumplido el requisito previsto
en el art. 49 de dicho ordenamiento.

Adelanto al respecto que el agravio no tendrá recepción favorable. La garantía prevista en el art.
48 que se encuentra en juego en el presente, ello es, el ejercicio de un cargo político en un poder
público, en este caso de orden municipal, posee la particularidad de carecer de una conexión
directa con una representación sindical determinada, como sí sucede con los otros supuestos allí
tipificados, denotando cierto parentesco conceptual con lo establecido en el art. 215 de la L.C.T.

Sin perjuicio de ello, lo cierto es que la activación de las tutelas contenidas en el art. 48 de la
L.A.S., incluyendo la antes citada, se producen a partir del cumplimiento de las siguientes
exigencias legales: a) Que la designación se haya efectuado cumpliendo con los recaudos
legales; b) Que haya sido comunicada al empleador. La comunicación se probará mediante
telegrama o carta documento y otra forma escrita.

Conforme lo expresara el Máximo Tribunal, el cumplimiento del requisito inherente a la


comunicación que se debe remitir al empleador constituye una exigencia “indispensable” para
que surta efecto la garantía de estabilidad, aplicándose dicho criterio para todos los supuestos
contenidos en el art. 48 (cfr. “De Caso, Andrea Lorena c/ Cascada S.R.L. s/reinstalación
(sumarísimo) s/inaplicabilidad de ley”, Fallos 339:155).

Bajo tal premisa y de acuerdo con los antecedentes de la causa, se encuentra fuera de
controversia que el actor laboró para la demandada revistiendo como Jefe de Relaciones
Institucionales en la Región Este (ver fs. 5 vta. y certificado de trabajo reservado en el sobre
obrante a fs. 3) desde el 27/10/2008 hasta su despido sin causa dispuesto mediante telegrama del
18/02/2016 y notificado el 19/02/2016 (ver fs. 194).

A su vez, también se encuentra acreditado mediante la prueba informativa de fs. 372, su


designación como Concejal Titular Primero de la localidad de San Javier, Departamento de Santa
Fe por el “Frente Santa Fe Para Todos” por el periodo 10.12.11 hasta el 10.12.15.

No obstante, la comunicación fehaciente y por escrito que debió cursarse al empleador se realizó
mediante telegramas de fechas 22/03/2016 y 15/04/2016 (ver documental reservada en sobre de
fs. 3); es decir, luego de concluido su mandato y transcurrido más de un mes desde que se
efectivizó la decisión de la demandada de rescindir el contrato de trabajo que los unía. En tales
circunstancias, no resulta configurado el supuesto protectorio previsto por los arts. 48, primer
párrafo, 49 y 52 de la ley de asociaciones sindicales (en similar sentido, esta Sala en su anterior
integración, “Agudo, José Eduardo c/ Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y
Pensionados s/despido”, del 5/12/2018). Respecto a los argumentos referidos al carácter
discriminatorio del despido, coincido con lo afirmado por la instancia preopinante, en cuanto a
que no se observa un panorama indiciario suficiente que habilite el tratamiento probatorio
determinado para ese tipo de casos (cfr. CSJN, “Pellicori”, Fallos 334:1387). La invocada
actividad que desarrollara la accionada en ocasión del proceso electoral y que, según la actora,
sería demostrativa del conocimiento de su candidatura a un cargo político, no enerva esta
conclusión. El citado incumplimiento a la manda del art. 49 L.A.S., el tenor de la prueba
testimonial rendida y la mencionada secuencia temporal del intercambio epistolar desarrollado
entre las partes, sellan la suerte de este agravio.

Por lo demás, continuando con lo que atañe a la pieza recursiva del accionante, respecto a lo que
éste denomina “prueba denegada” y solicitud de producción de prueba en cámara “o bien como
se estime prudente” (sic), formalmente no mantiene ningún recurso de apelación, tal como lo
exige el art. 117 L.O., y tampoco formula una crítica en las condiciones requeridas por el art. 116
L.O., por lo que tal decisión ha quedado consentida (conf, art. 96 L.O.). Por último, en lo
atinente al pedido de aplicación de las sanciones previstas por el art. 275 LCT (temeridad y
malicia) pretendida por el accionante, estimo que tampoco le asiste razón.
En efecto, ha dicho la jurisprudencia que la imputación y sanción de estos comportamientos sólo
procede en casos extremos y cuando de la actuación resulta un proceder malicioso y temerario
que debe quedar perfectamente configurado, nacer de las propias actuaciones y dejar en el ánimo
de quien debe aplicarlas el convencimiento absoluto de que se ha actuado con dolo o culpa grave
en grado sumo. No se debe olvidar que si el juez debe ser ponderado en todos sus juicios, cuando
entra en el ámbito de las sanciones que pueden afectar un principio constitucional, como el de
defensa en juicio, es donde debe actuar con suma prudencia.

En dicho contexto, no advierto en el “sub-lite” que la conducta de la demandada exceda el


normal ejercicio del derecho de defensa, motivo por el cual debe desestimarse el pedido de
declarar su proceder temerario y malicioso.

Finalmente, trataré en forma conjunta los agravios dirigidos a cuestionar el modo de imposición
de costas resuelto en grado. Al respecto, considerando que su determinación no constituye una
cuestión matemática que deba resolverse de acuerdo con el resultado del pleito y advirtiendo la
existencia de vencimientos parciales y mutuos, conforme lo prevén los arts. 68 y 71 C.P.C.C.N.,
resulta prudente confirmar la decisión de la anterior instancia, imponiéndose en un 70% a cargo
de la demandada y en un 30% a cargo de la parte actora.

Atento las pautas arancelarias vigentes y el mérito, importancia y extensión de los trabajos
profesionales llevados a cabo, los honorarios regulados a favor de la representación y patrocinio
letrado del actora resultan ajustados a derecho, por lo que propicio su confirmación (art. 38 L.O.
y cctes. ley arancelaria).

Sugiero imponer las costas de alzada en el orden causado atento la suerte de los respectivos
recursos (conf. art. 68 segundo párrafo, CPCCN), a cuyo fin opino regular los honorarios por la
representación y patrocinio letrado del actor y demandada, por su actuación en primera instancia,
en el 30% respectivamente, para cada uno de ellos, de lo que les corresponda por sus tareas en la
anterior instancia (art. 38 L.O. y cctes. ley arancelaria).

Por todo lo expuesto, de compartir mi voto, sugiero: 1) Confirmar el pronunciamiento de la


anterior instancia en todo lo que fuera materia de recurso y agravios; 2) Imponer las costas de
alzada en el orden causado; 3) Regular los honorarios de los profesionales intervinientes por la
parte actora y demandada en el 30% de lo que le corresponda percibir su intervención en la
anterior instancia.

El Dr. DANIEL E. STORTINI, dijo:


Por compartir los fundamentos de voto que antecede, adhiero al mismo.

El Dr. GREGORIO CORACH, no vota (art. 125 L.O.).

Por lo que resulta del acuerdo que antecede, el Tribunal RESUELVE: 1) Confirmar el
pronunciamiento de la anterior instancia en todo lo que fuera materia de recurso y agravios; 2)
Imponer las costas de alzada en el orden causado; 3) Regular los honorarios de los profesionales
intervinientes por la parte actora y demandada en el 30% de lo que le corresponda percibir su
intervención en la anterior instancia.

Cópiese, regístrese, notifíquese y, oportunamente, cúmplase con lo dispuesto en el art. 1º de la


ley 26.856 y con la acordada de la CSJN Nº 15/2013 y devuélvase.

Citar: elDial AAB68D


Publicado el: 10/4/2019
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