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Por: REDACCIÓN EL TIEMPO

30 de octubre 2019 , 09:17 p.m.


En la actualidad, ejecutar proyectos o políticas de Estado que requieran capitales
de instituciones nacionales o extranjeras vincula la capacidad adquisitiva y de
endeudamiento. Por ello, las autoridades dan a conocer el estado de las
dinámicas económicas, sociales, geográficas y políticas con el fin de obtener un
préstamo. Así mismo, establecen los compromisos de pago en un marco de
tiempo.
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Esta situación no es distante de la que enfrentó la antigua República de Colombia


a partir de la adquisición y ejecución de empréstitos con entidades de origen inglés
para conseguir armamentos, provisiones, alimentos, vestuarios y lo que se
demandara.

Estos créditos fueron respaldados ante las casas comerciales inglesas con las
futuras rentas nacionales de las minas o del estanco al tabaco.

Una vez conseguidos los préstamos, las acusaciones y los juicios del momento
fueron múltiples ante el manejo del dinero recibido, los periodos de pago, los
intereses y las garantías. Con la división de la antigua república en 1830, en
Ecuador, Colombia y Venezuela, la deuda se dividió.

Elaborar una empresa de esta magnitud, hace doscientos años, no fue una tarea
fácil. Los delegados diplomáticos enfrentaron el descrédito del país, la
renegociación de empréstitos, las coyunturas sociales del territorio europeo, las
confrontaciones políticas en el interior del Gobierno y las necesidades inmediatas
en el territorio republicano. Por tanto, el crédito público fue –y sigue siendo– una
realidad social e histórica que ha demandado a nivel económico y diplomático.

Este último es sumamente importante, pues implica el reconocimiento como


Estado por diferentes países, así como la delegación de diplomáticos
extranjeros a la nueva República.

9,8 millones de libras fue el total de la deuda externa, que se dividió entre las tres

partes
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La relación entre economía y diplomacia visibiliza diferentes aspectos: el interés
creciente de los libertadores por el reconocimiento de la nueva nación, la
necesidad de continuar con el legado de la expedición botánica como una forma
de incorporar a la nueva república las ciencias útiles con fines de exportación y,
finalmente, la repercusión política y económica que los préstamos externos
generaron en el Estado a lo largo del siglo XIX.

Las relaciones exteriores, más allá de los ejércitos y el dinero


Las relaciones diplomáticas de la antigua República de Colombia no solo se
ocuparon de la consecución de recursos y ejércitos, también versaron sobre la
continuidad de la enseñanza y práctica de las ciencias y técnicas útiles. Este
proyecto, que desde 1783 dirigió José Celestino Mutis, permitió que la ciencia en
el Nuevo Reino de Granada tuviera un avance significativo. Por eso fue Francisco
Antonio Zea, nombrado por Bolívar el 24 de diciembre de 1819, el encargado de
adelantar las contrataciones en Europa con el fin de continuar el estudio de las
ciencias en la República.

Zea contrató a diferentes personalidades para este campo. Algunas de ellas


fueron: José María Lanz, antiguo director de la Comisión de Ciencias y Artes de
España, quien fue contratado para hacer el mapa geográfico de cada una de las
provincias y dirigir el observatorio astronómico. Mariano Eduardo Rivero, peruano
que había ingresado a la Escuela de Minas de París y recomendado por Humboldt
a Bolívar, fue contratado para la creación del Museo de Historia Natural y la
Escuela de Minas.

Junto con Rivero arribaron un grupo de científicos franceses: Jean-Baptiste


Boussingault, que se desempeñó como ingeniero de minas y estuvo a cargo de la
Cátedra de Mineralogía y de la creación de un gabinete mineralógico; François
Desiré Roulin fue contratado para enseñar fisiología y anatomía comparada;
Justine Goudot enseñó zoología; y Jacques Bourdon se dedicó a la enseñanza de
la entomología. Todos ayudarían en la futura formación del museo.
Dos colombianos se vincularon a este grupo: Juan María Céspedes como profesor
de botánica y Francisco Javier Matiz como pintor. Un último contrato celebrado
en París fue con Carlos César Molina para el establecimiento de una litografía en
Santafé.

En 1823, el Congreso de la República confirmó los contratos y expidió las leyes y


los decretos necesarios para creación de la Escuela de Minas y el Museo de
Historia Natural. Los acontecimientos políticos y las restricciones financieras en la
década de 1830 frustraron el proyecto de continuar con el estudio de las ciencias
útiles, el cual sería retomado hasta 1850 por la Comisión Corográfica.
Los empréstitos externos para la nueva república

El establecimiento del nuevo estado requirió años de alianzas y préstamos que el


gobierno solicitó debido a la inmediatez de las necesidades militares y del
funcionamiento de la joven nación.
Comercio de bienes en el río Magdalena. Vista de la ciudad de Ambalema, provincia de
Mariquita.
Foto:
Acuarela Enrique Price. Biblioteca Nacional

Una de las personas encargadas de esta tarea fue el abogado y diplomático


venezolano Luis López Méndez. En 1817 recibió de Bolívar la misión de buscar
un primer empréstito en Gran Bretaña. La tarea fue lograda por López, que
obtuvo préstamos por un monto de 479.477 libras de las casas comerciales
inglesas.

Años más tarde, el encargado de tal misión sería el periodista, botánico y


diplomático Francisco Antonio Zea, quien logró un préstamo de 2’000.000 de libras
que se emplearon en 1822, en parte para pagar la deuda adquirida por López y el
resto para financiar los costos del Gobierno y cubrir los gastos de la campaña
hacia Perú.
En 1824, la empresa Arrublas Montoya obtuvo un tercer empréstito por 4’750.000
libras.

Estos préstamos estaban respaldados con las rentas de productos de exportación,


como oro, quina, café, tabaco y añil, así como por concesiones de explotación de
otros recursos.

La solicitud de préstamos continuó en los años posteriores, y en algunos casos


fueron misiones que no llegaron a feliz término o se destinaron para fines
particulares, como las 5.000 libras asignadas a la educación diplomática de Lino
de Pombo.

En 1829, el Gobierno se vio en dificultades para pagar estas deudas, lo cual causó
que los siguientes préstamos tuvieran condiciones más difíciles e intereses más
altos.

Con la disolución de la antigua República de Colombia en 1834, la deuda se


dividió: un 50 por ciento le correspondió a la Nueva Granada (4’903.203 libras); un
28,5 por ciento, a Venezuela (2’794.827 libras), y un 22,5 por ciento, a Ecuador
(2’108.377 libras).
Esta división de la deuda se hizo teniendo en cuenta la población de cada uno de
los territorios para la época.
PersonajesJuan Francisco Antonio Hilarón Zea Díaz

De científico a diplomático (Medellín, 1776-Bath, 1822).


Juan Francisco Antonio Hilarión Zea Díaz
Foto:
Archivo Particular

“Es en medio de la naturaleza como se ha creado la República de Colombia”, dijo


Zea, quien antes de ser primer presidente del Congreso de Angostura ocupó
cargos científicos como el de director del Real Jardín Botánico de Madrid y
miembro de la Expedición Botánica. Cuando regresó a Europa en 1819, por orden
de Bolívar, publicó un libro y un mapa que presentaban los productos, el comercio
y la historia de la nueva república, para incentivar la inversión británica.
Pedro Gual

El primer diplomático (Caracas, 1783 - Guayaquil, 1862)


Pedro Gual.
Foto:
Archivo El Tiempo

“¡Tan joven y ya traidor! ¡Con hijos y tener que legarles un crimen! [...]Lástima
me da usted, señor!...”, le dijo Gual al coronel Pedro Echezuría cuando fue
arrestado (1861).

Cursó estudios superiores en Derecho Civil en la Real y Pontificia Universidad de


Caracas. Nombrado ministro de Hacienda y de Relaciones Exteriores en 1821 y
autor principal de la legislación financiera sancionada en el Congreso de Cúcuta.
Estableció relaciones para el reconocimiento con EE. UU. en 1822 e Inglaterra en
1825.
Consulado de comerciantes de Cartagena
De comerciantes a jueces.
“La metrópoli tiene obligación de surtir sus colonias de cuanto recurso dé la
subsistencia y felicidad de estas”, dijo José Ignacio de Pombo en su informe al
virrey (1800). Poderosos comerciantes de cada región asesoraban a los
virreinatos en las políticas económicas, en muchos casos promoviendo políticas
según sus propios intereses. En Cartagena, durante la independencia, ejercieron
como jueces municipales respecto a las problemáticas mercantiles con una
tendencia liberal.

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