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MODELOS DEMOGRÁFICOS Y
DESIGUALDADES ESPACIALES.
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1- LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA HISTÓRICA.
A fines del Paleolítico, el progreso de la talla de la piedra hizo más segura la caza, lo que
posibilitó el aumento de la población. Al producirse la revolución del Neolítico la población
mundial debía ser de unos 5 millones de seres humanos. La agricultura y la ganadería, la
explotación previsora de recursos, la sedentarización y la división del trabajo en el seno de
los grupos sociales permitieron un primer estirón en el crecimiento demográfico, de modo
que al comienzo de nuestra era el mundo contaba con unos 250 millones de habitantes,
duplicándose esta cifra en la segunda mitad del siglo XVII. A pesar de la aparente
aceleración del crecimiento de la población mundial, hasta el siglo XIX la mayor parte de la
humanidad se hallaba inmersa en un régimen demográfico primitivo, de modo que los
excedentes de la natalidad sobre la mortalidad suponían un crecimiento aproximado en los
años normales de un 1% de población; pero con relativa frecuencia las hambres, pestes y
guerras que diezmaban la población implicaban la pérdida inmediata de los excedentes
acumulados durante años; por todo ello la evolución de la población a largo plazo mostraba
tendencias estacionarias o de lento crecimiento; concretamente Europa, que había conocido
el hundimiento de su demografía en el siglo XIV como consecuencia de la Peste Negra y de
otras circunstancias adversas; todavía en el siglo XVII se padeció una paralización del
crecimiento poblacional por la peste bubónica de 1648.
En el siglo XIX, la revolución industrial junto con la segunda revolución agrícola y los
avances médicos (básicamente la higiene, la introducción del algodón en las prendas íntimas
en sustitución de la lana, la diversificación de la dieta y finalmente la vacuna antivirolítica de
Jenner), propician en Europa Occidental la revolución demográfica, caracterizada en un
primer momento por la desaparición de la mortalidad catastrófica (aunque todavía
aparecieron varias epidemias de cólera en la segunda mitad del siglo XIX, y una de gripe en
la coyuntura de postguerra de 1918), y por un crecimiento ininterrumpido a medio plazo. De
este modo, a principios del siglo XX la población mundial era de 1.600 millones de
personas. La revolución demográfica y la presión sobre el espacio europeo, alentó las
migraciones masivas a América, que creció aún más deprisa con el aporte de contingentes
jóvenes sometidos a un régimen demográfico evolucionado.
Tras la Segunda Guerra Mundial se produce la eclosión demográfica del Tercer Mundo,
caracterizada sin embargo porque no existió como en Europa occidental un paralelo
desarrollo económico. Sus causas son básicamente exógenas (necesidad de vacunar a sus
poblaciones nativas contra las grandes enfermedades epidémicas, como la viruela; se trató,
además, de un proceso muy barato: vacunar a un habitante con la triple vacuna costaba
únicamente un dólar, por lo que los países desarrollados, en una economía tan
interrelacionada como la existente, contribuían a impedir la expansión de los contagios a sus
países, así como la merma de la mano de obra en las plantaciones). En 1950 ya existían
2.515 millones de personas, y en 1982 la población mundial ascendía a casi el doble, 4.560
millones. En 1995 la población creció ya a 5.759 millones, y en el año 2000 se alcanzó una
cifra de 6.500 millones. Previsiones a más largo plazo, pero menos seguras, auguran que a
finales del siglo XXI la población podría llegar a 13.000 millones.
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Cabe establecer una lectura de dicha evolución: entre mediados del XVIII e inicios del
XIX el crecimiento medio anual fue del 0,4%, y a lo largo del XIX ascendía ya al 0,5%,
incrementándose entre 1900 y 1950 al 0,8%, en las décadas del 60 al 80 al 1,9%, y en la
actualidad casi a un 2%. Es decir, vivimos sumidos todavía en un proceso a nivel planetario
de "explosión demográfica" (pese al crecimiento nulo o negativo de algunos países más
avanzados), debido al descenso generalizado de las tasas de mortalidad y al mantenimiento
en muchos países de las tasas de natalidad elevadas. No obstante, la aplicación de políticas
antinatalistas severas en las grandes potencias demográficas asiáticas —China e India— ha
logrado frenar ese crecimiento y, en la actualidad, se registra un cierto estancamiento en esas
tasas.
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2. LOS FACTORES DEMOGRÁFICOS: LA NATALIDAD Y LA MORTALIDAD.
La tasa bruta de natalidad es la relación en tantos por mil entre el número de nacidos en
dicho período y el promedio de población total existente. Normalmente suele efectuarse el
cálculo con referencia a un año, y con la población que existía en dicho país el 1 de julio
Son tasas de natalidad bruta bajas las inferiores al 15 por mil, medias entre el 15 y el 35 por
mil, y altas por encima de dicha cifra.
Pero pueden darse los mismos valores en dos conjuntos de población de estructura
biológica semejante pero compensados por distintos comportamientos ante la fecundidad (un
país con más mujeres y jóvenes puede tener la misma TNB que otro con menos pero con
mayor fecundidad), por lo que se recurre a la tasa bruta de fecundidad general, que es el
número de nacidos por cada mil mujeres en edad de procrear (entre los 15 y 49 años) en un
período (generalmente un año):
Esta tasa en España era en 1900 del 130 por mil, en 1985 era del 75 por mil, y hoy inferior
al 70 por mil. La tasa bruta de reproducción señala la relación entre el número de mujeres y el
número de niñas nacidas; es importante para prever posibles problemas en el reemplazo
generacional. En España la tasa bruta de reproducción era de 1,21% en 1975 y 1,3% en 2003.
Datos que no alcanzan ni de lejos el 2,1 que es la cifra que permite el reemplazo generacional.
La descendencia media o número medio de hijos por mujer se calcula dividiendo la suma de
las tasas por edades entre el número de tramos medidos. Este índice permite conocer si una
generación podrá ser reemplazada cuantitativamente por la siguiente; para que dicha
sustitución sea posible es necesario que cada mujer de una generación tenga por término medio
algo más de dos hijos. En España ha pasado de 4,7 hijos en 1900 a 2,7 en 1975, y apenas 1,34
en la actualidad.
Otros factores en juego son de tipo cultural: existen culturas intrínsecamente pronatalistas,
donde el mayor número de hijos es considerado un signo de prestigio (cultura árabe,
latinoamericana,...). El factor educativo también incide: las sociedades con mayor tasa de años
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de escolarización media son precisamente las de menores tasas de natalidad. Los elementos
culturales hacen que algunas civilizaciones presenten edades de acceso al matrimonio muy
bajas, y que en otras (caso de los países nórdicos, incluso desde fechas tempranas) se retrase.
Lo mismo puede decirse del celibato: que si en Irlanda alcanza al 30% de los varones, en la
India sólo lo hace al 2%. Los jornaleros y obreros siempre han tenido más hijos que las clases
acomodadas, mientras el campo presenta mayores tasas de fecundidad que la ciudad.
Los factores de distribución biológica tienen su incidencia: poblaciones con una elevada
tasa de masculinidad (número de varones dividido por número de hembras y multiplicado por
cien) son menos proclives a la procreación.
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Son tasas de mortalidad brutas elevadas las superiores al 30 por mil, medias entre el 30 y el
15 por mil, y bajas por debajo de este índice.
La esperanza de vida al nacer son los años que puede vivir de promedio un recién nacido. A
medida que un país se desarrolla, aumenta. En España en 1970 era de 65 años, mientras hoy
llega a valores de 78 años para los varones y 83 para las mujeres. Como contraste, en algunos
países africanos subdesarrollados la esperanza de vida no llega a los 45 años, mientras en
Latinoamérica se cifra generalmente en 65 años. La diferencia biológica entre la longevidad de
hombres y mujeres se cifra en 5-10 años (algo menor en los países más desarrollados). Valores
superiores de diferencia implican otras causas: menor incorporación de las mujeres a un
trabajo que se entiende es de alta incidencia sobre la salud, existencia de conflictos bélicos que
afecten a la población masculina con mayor incidencia, etc.
En cuanto a los factores determinantes en las tasas de mortalidad, en primer lugar es preciso
advertir que del total de muertes sucedidas en el ciclo demográfico antiguo o natural, un
porcentaje bajo (de aproximadamente un 6-7%) es consecuencia de malformaciones
congénitas inevitables, un porcentaje superior (un 10-15%) es debido a patologías severas
(desde el punto de vista de nuestra técnica médica actual: cáncer, corazón, etc.), un porcentaje
muy elevado (hasta el 50%) es debido a enfermedades infectocontagiosas y epidérmicas fáciles
de solucionar (vacunas y antibióticos), mientras que el resto de las muertes se produce por
causas variables.
Por otro lado es preciso tener en cuenta que países envejecidos tienden a tener unas tasas de
mortalidad proporcionalmente mayores que otro país de nivel social y médico similar o incluso
menor pero con una población más joven.
También es preciso tener en cuenta que la sobremortalidad masculina en todos los tramos de
edad tiende a compensar el mayor nacimiento de niños que de niñas.
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cirugía supusieron que la mortalidad descendiese por debajo del 20 por mil antes de la II
Guerra Mundial, y por debajo del 10 por mil a partir de 1950. El descenso acusado de la
mortalidad es lo que marca la auténtica revolución demográfica, al quedar reducida su tasa a
menos de un tercio de lo que era hace un siglo. Así por ejemplo, en España en 1901 era de un
28 por mil y en 1980 se redujo a un 8 por mil (elevándose algo en nuestros días por el carácter
de población envejecida).
La tasa de mortalidad infantil se ha reducido en los países más avanzados aún más
rápidamente que la tasa bruta: en el siglo XIX superaba en Europa el 200 por mil, mientras hoy
se encuentra en los países desarrollados por debajo del 10 por mil, muy cercano por tanto a las
tasas biológicas de malformaciones inevitables. De 1940 a 1970 en el conjunto de los países
más desarrollados se pasó de 106 a 27 por mil, mientras en el Tercer Mundo se redujo del 230
por mil al 140 por mil. El período entre 1970 y nuestros días ha seguido mostrando esta
disparidad: mientras en los países desarrollados la reducción ha sido espectacular (hasta una
cuarta parte de la que existía hace menos de 30 años) en los países subdesarrollados el
descenso ha sido mucho menos acusado. Dicho en otros términos: la explosión demográfica no
tiene que ver tanto con la creación de unas condiciones médicas, sociales y de prosperidad
general (propia de las sociedades postindustriales o terciarizadas) como con la intervención en
la faceta de la mortalidad más acusada, como es la epidérmica. Señal, por tanto, de que el
crecimiento demográfico no ha ido acompañado de una paralela mejora infraestructural, y es
generador por contra de una menor disponibilidad de recursos a muchos niveles.
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3. EL MODELO DE TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA Y SUS CONSECUENCIAS.
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con una diferencia creciente entre nacidos y muertos (incremento de la tasa de
crecimiento vegetativo)
4ª- Régimen demográfico moderno, caracterizado por unas tasas de mortalidad próximas
a los límites biológicos y una natalidad situada en bajos niveles. El crecimiento es débil,
similar al de la primera fase, o incluso en las sociedades postindustriales es negativo al
elevarse la mortalidad por el envejecimiento (stage tour).
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desarrolladas, necesariamente desequilibrador (como sucede con el caso de
los maoríes)
Otra matización cabría hacer al modelo de transición demográfica para los antiguos países
comunistas, cuya tercera fase de desarrollo (caracterizada por la reducción progresiva de la
natalidad) tuvo una componente de intervención estatal muy importante.
Las previsiones a finales del siglo apuntan a una disminución global planetaria del 78 por
mil, y una reducción de la natalidad al 25 por mil.
4- DESIGUALDADES ESPACIALES.
Pero existe una clara disimetría entre hemisferios: en el norte, se concentra una población
seis veces mayor que la del sur. Por otra parte, entre las latitudes 20º y 60º se encuentran algo
más de 3.800 millones de habitantes, lo que explica el predominio del factor climático como
condicionante a los asentamientos. En definitiva, cuatro quintas partes de la población se
concentra en una quinta parte de la superficie continental.
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Pierre George define el ecúmene como el conjunto de países en los cuales vive y se procrea
la población.
Las zonas vacías podríamos comenzar a establecerlas en las regiones de frío polar: en el
hemisferio norte, el paralelo 78º es una clara frontera al ecúmene, pero ya a partir del 65º
sólo vive una población residual de lapones y esquimales que no suman más de un millón de
habitantes (poblaciones residuales paleoárticas, como lapones, esquimales, etc, en regresión
por la desestructuración social y económica que sufren -adscripción a la economía
monetarizada-, o de expediciones científicas, explotaciones petroleras o mineralícolas, etc.)
En el hemisferio sur la falta de tierras emergidas en las latitudes frías plantea el límite del
ecúmene en Tierra de Fuego, a unos 54º. La Antártida, con sus 12 millones de Km2, aparece
desierta, excepción hecha de expediciones de investigación. En conjunto, las tierras
sometidas a clima polar ocupan 27 millones de Km2, lo que supone casi una quinta parte del
suelo del planeta, acogiendo al 0,02% de la población mundial.
También existen vacíos relacionados con la aridez: el desierto físico (cálido o frío)
coincide con el desierto humano. En el hemisferio norte los más importantes desiertos
cálidos son el Sahara, Arabia y Gobi, y en el sur Australia Occidental, Namibia y Atacama.
También existen zonas de desierto frío en Siberia, el Labrador o la Patagonia. La escasez
o nulidad de precipitaciones se ve complementada como factor disuasorio con la gran
amplitud térmica diurna.
La otra de las grandes zonas despobladas del planeta la constituyen las grandes selvas
tropicales, como la Amazonia o el Congo. El clima, aunque agobiante para algunas razas
humanas, no es directamente responsable del desierto demográfico: bajo latitudes similares y
climas parecidos se encuentran grandes concentraciones humanas, como sucede en Java. Son
más bien las consecuencias del clima los factores detractores: enfermedades provocadas por
la abundancia de parásitos, insectos transmisores de paludismo, tripanosomiasis de la mosca
tsé-tsé, etc., además de la exhuberancia de la vegetación espontánea que dificulta la
silvicultura y, por contra, la fragilidad de los suelos en cuanto se elimina la cobertera natural.
"Islotes" no poblados dentro del ecúmene pueden encontrarse en zonas de gran altitud,
correspondientes a macizos montañosos. Evidentemente, a medida que nos acercamos desde
las zonas templadas hasta el Ecuador el oikúmene asciende más en altura (se compensa el
excesivo calor con el ascenso en altitud). En el Tíbet, la población más elevada supera los
4.500 metros y el cultivo de cebada asciende hasta los 4.650. En los Andes peruanos los
poblados pastoriles llegan a 5.200 m. y los cultivos a 4.300. Pero en general puede decirse
que las áreas superiores a 2.000 m. constituyen un factor de repulsión poblacional.
Por contra, los factores físicos que alientan la concentración humana son los siguientes:
Fertilidad del suelo: las grandes concentraciones humanas que soportan los deltas del
Asia monzónica, o la elevada densidad de la huerta de la Europa mediterránea tiene
como una de sus principales razones la existencia de suelo agrícolamente adecuado.
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Los recursos del subsuelo: en determinados casos, han servido para concentrar a la
población en las proximidades a los lugares de extracción. Pero hay que distinguir
entre las distintas fuentes energéticas y materias primas. Entre las primeras, el papel
del carbón ha sido muy distinto al de los hidrocarburos: fuente energética de la
primera revolución industrial, ha sido el carbón un factor de densificación importante
en la cuenta del Ruhr, debido al elevado coste de su transporte, que hace más
asequible que sea el hierro el que se traslade hasta el pie de las minas, donde se ubica
la fábrica. En cambio, el petróleo, por sus menores costes relativos de transporte se
traslada en busca de la industria ya existente.
En ocasiones, existe un tercer factor humano, como es la intervención directa del estado
en el mapa de densificación de un país. No sólo podríamos aducir el caso de los países
comunistas (donde el estado no tenía trabas para la creación de ciudades, realizar
movimientos masivos de población hacia nuevas regiones agrícolas, mineralícolas o
industriales), sino incluso en los países de economía liberal, en los que el estado puede
otorgar políticas de compensación territorial, promoción indirecta de polos de desarrollo
(como sucede en el caso español durante los últimos tiempos del franquismo), creación de
infraestructuras de explotación agraria (pantanos, acequias...), y numerosas intervenciones
que alteran las tendencias anteriores de reparto poblacional. Las migraciones con carácter
político serían otro factor en juego: colonizaciones como las del oeste norteamericano,
asentamientos como el que origina la creación del estado de Israel, etc.
5- DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN.
grande contrastes de poblamiento. Eurasia, con algo más de un tercio de las tierras
emergidas, cuenta con el 74% de la población global del plantea, con densidades muy
elevadas (el doble de la media mundial). África y América cuentan con densidades más
o menos similares a la media mundial, mientras Oceanía se encuentra prácticamente
despoblada por el gran peso específico que tiene el desierto australiano, mientras la Antártida
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se encuentra totalmente desierta.
una cifra inferior (16,5 habitantes por Km , en tanto Oceanía apenas llega a 3,1.
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Pero podemos distinguir áreas específicas con una mayor densificación poblacional:
Asia oriental es el área más poblada del planeta. China y Japón alcanzan casi en 2005
los 1.550 millones de habitantes (cerca de una cuarta parte del total mundial). Zonas
como Singapur alcanzan densidades de casi 5.000 habitantes por Km , y Macao alcanza
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31.000. Estos hormigueros humanos contrastan aún más con los desiertos del Thar o
Tíbet.
Asia continental, con la India, Pakistán y Bangladesh, alberga una población de más de
1.400 millones de habitantes (algo más de una quinta parte del total del planeta), con
una elevada densidad media, que en Bangladesh alcanza los 825 habitantes por Km . 2
Además de estos dos grandes focos de población, coincidentes con la zona del Asia
monzónica y la civilización del arrozal y otras prácticas agrícolas intensivistas (excepción
hecha de la densamente industrializada y urbanizada Japón), en donde la población se
asientan en los cursos de los grandes ríos y especialmente en sus fértiles deltas, existen otros
focos de densificación:
Puede decirse que la anterior disimetría entre un norte superpoblado y un sur escasamente
habitado va tendiendo a compensarse, por darse cifras de crecimiento vegetativo mayores en
el sur. En los primeros años del siglo XXI la población del sur superará a la del norte.
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Mapa de la densidad mundial.
Este tipo de gráfico toma su nombre de la forma que adopta en las sociedades que tienen
una población con una amplia base debido al gran número de nacimientos y que se estrecha
paulatinamente por la mortalidad creciente y acumulativa a medida que aumenta la edad de
la población.
En la composición por sexos hay que advertir que si bien nacen más varones que mujeres
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(105 por 100), la mortalidad masculina por lo general, en los países desarrollados, es más
fuerte que la femenina, debido a la mayor mortalidad infantil de los niños, a las guerras y a
los trabajos más penosos realizados por los hombres. Sin embargo, en los países
subdesarrollados la mortalidad es superior en las mujeres porque en algunos son éstas las que
realizan los trabajos más pesados, por la probabilidad de muerte en el momento del parto,
etc. La emigración masiva selectiva, o la existencia de guerras, son factores que desajustan la
sex ratio: así sucedió en Paraguay tras la guerra del Chaco, en que disminuyeron los hombres
de tal forma que se plantearon graves problemas a las mujeres en el orden matrimonial, o en
Australia, receptora de una emigración masculina fundamentalmente, que en vísperas de la
Segunda Guerra Mundial todavía contaba con 110 varones por cada 100 mujeres.
La composición por edades reviste mayor interés, dado que ayuda a explicar una serie de
cuestiones demográficas (natalidad, mortalidad, migraciones) y socioeconómicas (población
activa, cargas pasivas, etc.) En una consideración simplificada se suelen establecer tres
grandes grupos de edades: población infantil, adulta y senil. Los umbrales suelen
establecerse generalmente entre 0-19, 20-59, 60 y más años.
Para Veyret-Verener un país es joven cuando la relación entre población que pasa de los
60 años y la que no llega a 20 años es inferior a 0,4. Esta situación de población
correspondiente a una fuerte natalidad (o bien a la existencia de fenómenos de migración
selectiva joven), y se relaciona con pirámides de población con la base más ancha que los
tramos intermedios, llamándose pirámides progresivas. Una población joven en un país no
superpoblado se traduce en hechos positivos, como disponer de un potencial de trabajo para
el futuro. Pero en países con una presión sobre sus recursos implica una carga momentánea
para la población activa y productiva, déficits de alimentos, etc.
La Conferencia de El Cairo presentó dos novedades. Los países pobres insistieron en que
el problema no es tanto la población como la necesidad de distribuir más equitativamente los
recursos a escala planetaria. Por otro lado, las organizaciones de mujeres defendieron la
necesidad de mejorar la situación de la mujer (analfabetismo, situación laboral irregular,
discriminación y marginación social, etc) si se quiere reducir el número de nacimientos.
Como conclusión final, la Conferencia reflejaba que el mejor método anticonceptivo es el
desarrollo.
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7- BIBLIOGRAFÍA.
8- PÁGINAS WEB
http://www.latercera.cl/medio/articulo/0,0,38035857_152309001_148629407,00.html
Página con buenos recursos para ampliar el tema.
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