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Introducción
El feminismo descolonial es la postura y eje a partir del cual se elabora Más allá del
feminismo. El texto es compuesto por diversos artículos elaborados por personas de
distintas disciplinas y distintas localidades que comparten ésta postura feminista. Su
referencia orientativa es la propuesta zapatista de otro mundo es posible.
Así pues, la visión descolonial feminista se permea con temas jurídicos, culturales, críticas
a la modernidad, ecología de saberes, luchas campesinas, entre otros.
Como parte de ese otro feminismo, nos interesa desmontar prácticas y discursos que
contribuyen a y que conforman la colonialidad del saber, incluso en los espacios del
discurso crítico desde los cuales se constituyen poderes y subordinaciones legitimadas
por saberes académicos convencionales, en los que no hay cabida para la diversidad, la
multitemporalidad y la pluriversidad como formas de experiencias del mundo, como
sustento de saberes y anclajes de un horizonte civilizatorio no capitalista.
La visión del feminismo descolonial busca explorar y enriquecerse de los feminismos tales
como el chicano, el de las mujeres negras y distintas corrientes descoloniales, los
feminismos de la diferencia y en los denominados emergentes. Interviniendo con una voz
construida colectivamente ante situaciones locales específicas.
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interiorización de estos ordenamientos o estructuras de pensamiento en nuestras
subjetividades, produciendo una especie de ceguera frente al otrx como sujeto pleno y
activo.
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En esta época, las feministas eran mayoritariamente mujeres de clase media. Así, desde
sus inicios, el feminismo mexicano tiene un doble rostro: por un lado, cuestiona los roles
de sumisión y de dependencia asignados a las mujeres por ideologías patriarcales de la
sociedad en su conjunto y, por otro lado, al interior de las organizaciones de izquierda,
cuestiona también la reproducción de estas normas hasta entre aquellos que se
proponían luchar en contra de la explotación y de la opresión de los desposeídos por el
capitalismo.
En 1979, se funda el Frente Nacional por la Liberación y los Derechos de las mujeres o
FNALIDM. por primera vez en la historia del feminismo mexicano, mujeres de muy
diversos sectores sociales, con diversas perspectivas e intereses, no necesariamente
feministas, se unieron. Entre ellas se encontraban, por ejemplo, integrantes de la Unión
Nacional de Mujeres ligadas a la Federación Internacional Democrática de Mujeres;
activistas de los partidos de izquierda; mujeres de élite del partido en el poder, el Partido
Revolucionario Institucional; integrantes de grupos lésbicos; comités de madres de
desaparecidos; prisioneros políticos; sindicalistas y obreras; mujeres organizadas del
movimiento urbano popular y campesinas.
El principal objetivo del FNALIDM era crear una fuerza política fusionada implícitamente
por la universalidad de la opresión de las mujeres. No fue sino hasta años después que el
tema de las diferencias entre mujeres de diferentes estratos sociales, culturales,
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educativos, económicos y étnicos empezó a elaborarse y a tomarse en cuenta. Esto fue lo
que permitió la construcción de nuevos feminismos.
En esos años, un movimiento amplio de mujeres comenzó a configurarse con todas sus
diversidades, sus tensiones internas, sus avances y sus retrocesos. Esta amplitud y
heterogeneidad, además del feminismo, introduce en el proyecto otros discursos y
prácticas, maneras diversas de entender la condición de subordinación de las mujeres y,
por consiguiente, complicaciones para la definición de las estrategias requeridas para
lograr propósitos cada vez mas diferenciados.
Aquellos años estuvieron marcados por negociaciones difíciles, toda vez que las
prioridades de las mujeres que vivían en condiciones precarias parecían no tener
coincidencias con las que eran propias de las mujeres de clase media. Como muchas de
estas últimas eran de filiación de izquierda, gradualmente lograron compartir las
prioridades de las mujeres explotadas y desposeídas.
Se requiere una configuración feminista en la cual el género sea una variable teórica más,
que no debe ser separada de otros ejes de opresión. Los esfuerzos teóricos y las
propuestas prácticas y organizativas en torno a las intersecciones, complican, pluralizan y
particularizan el significado del concepto “mujer”. Este es el desafío al que se enfrentan
hoy en día las investigadoras y las activistas de izquierda que quieren forjar, proponer y
construir articulaciones estratégicas por encima de las diferencias teóricas y políticas
fundadas en diferencias de raza, de etnia, de clase y de preferencia sexual, para desafiar
las definiciones mismas del discurso intelectual, académico y hegemónico que hay sobre
el género.
Este quiebre epistémico, que abre una nueva comprensión del feminismo, se inicia con
los planteamientos del feminismo cultural norteamericano, con sus llamados a la
diversidad, en rechazo al feminismo de los setenta al que considerar monolítico, elitista y
poco abierto a la pluralidad racial y económica. Las analistas y las activistas denunciaron
el etnocentrismo clasista de la teoría feminista dominante de la época, exigiendo
reconocimiento, poder y respeto para las perspectivas emanadas desde las situaciones
sociales y económicas desfavorecidas de las mujeres negras.
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Por otra parte, a la vez, están en un encuentro con los reclamos feministas, en un flujo y
reflujo de discursos, prácticas, de uso de términos y de conceptos que se entretejen, se
cruzan, se confrontan, se separan y se resignifican mutuamente, siempre imbricados unos
con otros. Esto ocurre tanto en el campo discursivo propio como en el quehacer de la vida
cotidiana y en las prácticas. En este tipo de encuentro, el campo privilegiado para su
expresión máxima es el de las luchas de las mujeres indígenas zapatistas. Como mujeres,
pobres, entretejidas en colectivos, con filiaciones ancestrales mayas y expuestas a las
propuestas feministas, ellas reconocen aportes a la justicia de género, pero, a su vez, son
el origen de nuevas propuestas. Éstas son formas de concebir un feminismo indígena
que, por extensión, revitaliza aquellas expresiones del feminismo urbano, teórico,
complejo pero desterritorializado.
Al respecto, se habla de una conjunción entre derechos de las mujeres y derechos de los
pueblos, entre derechos individuales y derechos colectivos, éstos, podríamos decir, se
conciben en intersección. Si así los definimos, entonces no puede existir el uno sin estar
incluido y modificado por el otro.
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investigador debe aprender a enfrentar su propia subjetividad alfabetizada y desarrollar
una postura de autoconocimiento.
Saber escuchar es el primer paso para forjar una metodología atenta a estas
características, y construida sobre ellas. Esta actitud nos permite tomar las formas
anteriormente enunciadas como guías y parámetros para el acercamiento y el estudio de
la oralidad. Éste método, podría definirse como una hermenéutica de la oralidad.
En cuanto a las luchas llevadas a cabo por la mujeres indígenas en todo el mundo, tienen
la singularidad de ser movimientos que se encuentran generando procesos de
reconceptualizaciones epistémicas en el que su participación ya no es considerada
marginal sino imprescindible.
Éstas propuestas y prácticas tienen que ver no sólo con la creación de un nuevo y muy
otro feminismo, sino también con la definición de un nuevo enfoque de las problemáticas
que aquejan a las colectividades humanas, a sus pueblos, como la militarización, el tráfico
de personas, el mercantilismo, las migraciones forzadas y elegidas y las discriminaciones
de diverso orden.
ONTOLOGIAS DE LA DIVERSIDAD
por Mariana Favela
Mariana Favela explica la dualidad entre el habitar y el formar parte del espacio. Es
decir, una dialéctica entre el uno con el todo y el todo con el uno. Señala que la diversidad
es así, la diversidad es parte del espacio, como homogeneidad, pero también es una
particularidad. La diversidad, además de inherente, es necesaria porque incluye las
fuerzas primordiales del cambio, cambio que tiende a la proporcionalización ideal entre las
compartes, oscilando a veces cerca y a veces lejos del equilibrio. Así como nosotros
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habitamos, nos habita una compleja comunidad de formas incorpóreas capaces de
pensar, vinculadas a nosotros y a la vez autónomas.
Habitamos un cosmos pareado y parido que está en movimiento: Pareado porque todo lo
que existe tiene y es su par complementario, es decir, su comparte. Parido porque es el
resultado del desdoblamiento del principio, aquel con el que ha nacido esta existencia. La
paridad presupone la diversidad, el cambio y el movimiento. Presupone, como las
ontologías de la diversidad, que todo lo que existe es a la vez distinto de sí mismo.
Todo cuanto existe se ordena bajo el principio de pares complementarios, que son a la
vez ellos y sus contrarios; dicho de otro modo, habitamos una existencia pareada.
Hablamos además, de una existencia parida, porque el desdoblamiento de los pares da
lugar a la vida. Si la existencia se refiere al dar sentido, al orden, entonces la paridad
puede entenderse como el principio de orden fundamental de esta existencia.
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Adicionalmente a la simultaneidad, otra característica fundamental de esta noción de
existencia es la imbricación. Ésta hace referencia a que los pares son a la vez ellos y
distintos de sí. Puede entenderse también como la cohabitación de cada par en el otro.
Así pues, en su ensayo Mariana Favela presenta una exploración de coincidencias entre
tradiciones distintas. Ello como una opción metodológica que busca pensar en la
diversidad ontológica y no en la homogeneidad de concepciones de los diversos pueblos
y naciones.
La autora no habla, por tanto, de una ontología, sino de nociones comunes en torno a la
existencia. Concepciones que son comunes y distintas, que se crean y se recrean en los
más diversos contextos, aunque no necesariamente del mismo modo. Nociones que se
comparten en comunidades y en barrios, en la vida urbana y en el campo. Nociones que
habitan y mutan. Estos imaginarios en resistencia, con un alto potencial subversivo,
persisten.
Aura Cumes presenta un trabajo enfocado en el país de Guatemala y el camino que fue
tomando dentro de la política y las ciencias sociales a partir de la colonización. Ella afirma
que en Guatemala no se ha llevado a cabo un análisis en torno a su proceso de
colonización.
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Señala que la finalidad de su ensayo es la elaboración de una reflexión sobre el contenido
de ciertos discursos que puedan reflejar al colonialismo como un problema
contemporáneo. Para ello señala principalmente al patriotismo criollo y anti indígena. Que
resalta el problema que persiste actualmente.
Señala que el discurso de modernidad que se atribuyen las élites sólo encubre procesos
de arcaización y conservadurismo económico, cultural, político y religioso, que reproducen
y renuevan la condición colonial de toda la sociedad. Las retóricas de la igualdad y la
ciudadanía se convierten en una falacia que encubre privilegios racistas, políticos y
culturales. Produce además, nociones de sentido común que hacen tolerable la
incongruencia y que permiten reproducir las estructuras coloniales de opresión.
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El sistema colonial también encuentra formas de contestación y de resistencia. Así, la
racialización y la etnización legal de los grupos sociales con fines de ordenar la fuerza de
trabajo, son convertidas por los mismos grupos oprimidos en identidades políticas a partir
de las cuales luchan y buscan superar sus condiciones de subordinación. Pero, es
justamente aquí cuando los subordinados se convierten en enemigos del sistema, pues se
da por hecho que ellos no pueden disponer sobre sus cuerpos, sus vidas, sus identidades
y sus destinos.
Este feminismo tiene un poder discursivo colonizador de la vida y de las prácticas de las
mujeres indígenas que se expresa a través de retóricas de asimilación y de prácticas
influidas por el racismo y el etnocentrismo. Al hablar de un feminismo hegemónico, se
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deja claro que el feminismo no es un movimiento monolítico y colonial como un todo; por
el contrario, hay esfuerzos importantes orientados a construir teoría y acción política
democrática y descolonizadora.
POLÍTICAS EN FEMENINO.
REFLEXIONES ACERCA DE LO FEMENINO MODERNO Y DEL SIGNIFICADO DE SUS
POLÍTICAS
por Raquel Gutiérrez Aguilar.
La autora señala que se debe comprender al feminismo desde una visión histórica, en
donde la colonización tiene un papel importante en la determinación de la mujer, ya que la
refiere con un cuerpo sexuado.
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Ésta se funda, entre otros elementos, en reiteradas, sistemáticas y difusas prácticas de
exclusión, en la instauración persistente de jerarquizaciones que producen y consagran,
una y otra vez, nuevas diferencias y exclusiones; en nombrar para ocultar de tal modo que
se inhiba la voz que no sea proferida desde el lugar autorizado, siempre ligado con la
acumulación de capital y la producción de mercancías.
Son estos lugares en los cuales hemos sido construidas y nos hemos ido construyendo a
nosotras mismas como mujeres. Cada una en medio de circunstancias específicas,
singulares, que habilitan la percepción de también específicos y variados aspectos de la
dominación capitalista y masculina que tiende a totalizarnos estableciendo todo tipo de
jerarquías y divisiones.
Por otra parte, y volviendo a la cuestión del cuerpo sexuado. La autora nos señala que los
seres humanos se distinguen en aquellos con cuerpo de varón y aquellos con cuerpo de
mujer. En todas las culturas y durante toda la historia hay y han habido seres humanos
con cuerpo de mujer, que es, además, el cuerpo que tiene capacidad de procrear, y
también seres humanos con cuerpo de varón, que han sido paridos por alguna mujer; y,
además, todos estos seres humanos han organizado y vivido socialmente su ser varón o
su ser mujer de maneras muy distintas.
Cabe notar que estos tres términos distinguen de manera formal claves de los rasgos
fundamentales que organizan la relación entre cuerpos sexuados en distintas geografías y
períodos históricos susceptibles de estudio. Polaridad, complemento y unidad son
atributos de relaciones posibles entre cuerpos sexuados. Y, por supuesto, a partir de tales
clases distinguibles de relaciones se desenvuelven en el tiempo multiplicidad de sistemas
sexo y género en los cuales, en mayor o menor medida se procesan de manera diversa
asimetrías, exclusiones y jerarquizaciones entre los hombres y las mujeres singulares que
habitan tales sistemas sexo y género específicos.
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Así, podemos encontrar formatos de relaciones sexo-genéricas altamente polarizadas
como las de Grecia o las del Imperio romano, las cuales establecían exclusiones y
jerarquías explícitas para las mujeres.
El artículo trata sobre los diversos feminismos que componen las luchas contemporáneas
en el país. Habla así de ña trayectoria de los feminismos que intentan pensar las luchas
contemporáneas de las mujeres como estrategias políticas que conforman espacios de
reflexión y prácticas sociales desde las que se hace frente al sistema de dominación
capitalista y patriarcal. Particularmente al cuestionar los sistemas de dominación,
subordinación, y jerarquización social que el sistema de la dominación produce y
reproduce.
La autora pone como eje central a su ensayo la pregunta ¿desde dónde proponer la
reconfiguración de los espacios de formulación de alternativas para la transformación
social?.
Comienza señalando que la mujer mexicana y sus luchas son significativos para la
apertura de los horizontes de reflexión, ya que la agenda del feminismo ha contribuido a la
visibilización del problema de las relaciones de poder tanto aquellas verticales como
aquellas intergeneracionales.
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La autora señala que existen cuatro momentos o períodos históricos de formulación de
crítica a la dominación que se vive en la modernidad. El primer período, señala, inicia en
el momento de la conquista y se extiende durante los tres siglos que dura la dominación
colonial.
De este período se visibiliza más la disputa por la forma que habrá de asumir la nación,
que la superación real del marco de dominación colonial, por lo cual el problema racial se
invisibiliza.
Comienza a tener presencia en los debates de los partidos políticos y en las instituciones
estatales, la cual se concreta en políticas públicas, así como en el ámbito académico, en
el que se convierte en una línea de investigación. Pronto el feminismo se reconoce como
un movimiento de expresión de la diversidad social y cultural, y como postura política para
hacer frente a las asimetrías y opresiones del sistema capitalista y patriarcal.
El feminismo, por tanto, no sólo es, y se consideró, un movimiento social, sino un espacio
simbólico de afirmación cultural, de formación de identidad, de producción de
conocimiento y de acción social y política. La relevancia actual del movimiento feminista
se expresa en su capacidad multidimensional de transformación.
La lucha del feminismo ha sido siempre por la afirmación de la autonomía política de las
mujeres: partiendo de una concepción amplia de la política, que atraviesa desde los
espacios privados, la vida cotidiana, las instituciones, la materialidad y la corporeidad
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hasta sus diversas representaciones. El feminismo cuestiona las posiciones de jerarquía y
de poder en que se instituye la dinámica social.
Así pues, a partir del espacio de acción que se abre con el reconocimiento del pluralismo
epistemológico se pueden generar nuevas formas de representación y de significación del
sexo y género, ya que así como se construyó la otredad que justifica la diferencia racial,
también se construyó la otredad sexo y género en la que la mujer y su formulación en
clave femenina pasó a ser objeto de dominación por su condición distinta, lo cual derivó
en condiciones históricas y estructurales de desigualdad social.
Por ello, el sistema patriarcal, que refiere al predominio masculino en todos los ámbitos de
la vida social, particularmente en los espacios públicos, se propone como una de las
dimensiones centrales a ser cuestionada por el feminismo.
Las mujeres, por el simple hecho de nacer con un cuerpo cultural y socialmente
feminizado, nos formamos como sujetos sociales en una malla de símbolos, de
significados y de prácticas, que van modelando nuestra subjetividad a partir de una
concepción prefigurada por dispositivos de poder que conllevan nuestra posición
subordinada. Sin embargo, dicha posición es una condición dinámica e histórica, lo cual
implica identificar los núcleos centrales de la crítica a la subordinación de las mujeres, en
cada momento y espacio histórico.
La lucha feminista debe trascender la centralidad del patriarcado para reconocer que éste
es un patrón de comportamiento social que va asociado a la configuración del sistema
capitalista. Por ello, es importante vincular el potencial del feminismo como práctica
emancipadora con la crítica al colonialismo interno y con el ejercicio de la reflexión teórica
y de la descolonización social.
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En el contexto actual, tanto la idea de raza como la de género se consolidan como las
principales dimensiones que moldean las identidades contemporáneas. Por ello, se debe
realizar un ejercicio de intersección conceptual, para visibilizar las formas en que se
establecen las diferencias que se convierten en jerarquías sociales, las cuales van más
allá de sujetos unívocos y de naciones homogéneas.
Una de las tareas pendientes de los feminismos consiste en problematizar la cuestión del
género como la dimensión en que se construyen y se conforman las identidades
monolíticas, que es precisamente aquella desde la cual se reproducen y se legitiman los
discursos de dominación. Las prácticas de organización del feminismo se orientan ea
instrumentar mecanismos contestatarios del sistema dominante desde la asunción política
del ser mujer.
La autora considera que la descolonización se puede avanzar por dos vías: a través de la
despatriarcalización de las relaciones sociales y a través del cuestionamiento de las
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relaciones sociales construidas en función del sexo y género. Ello significa cuestionar y
transformar al Estado como figura central del sistema patriarcal.
La articulación de las luchas, tanto las epistémicas como las sociales, desde el feminismo
o la descolonización, debe confluir, generando una agenda común que permita superar el
sistema de dominación capitalista, patriarcal y colonial.
Para lograr un diálogo entre los diversos saberes, es necesario instrumentar metodologías
de traducción que nos permitan establecer puentes entre cosmovisiones y concepciones
de mundo distintas, reconociendo otras formas de saber y de producir saber,
conocimiento y sentido común. Es decir, al tiempo que se cuestionan los principios
universales, eurocéntricos y antropocéntricos, también es necesario reconocer que las
prácticas sociales, las creencias y las cargas simbólicas de las acciones humanas, son
espacios de conocimiento generadores de formas distintas de conocer el mundo que
también contribuyen a la cultura de la humanidad.
Es necesario, por tanto, crear epistemologías locales. Con ello, la autora se refiere a la
producción de conocimiento que se genera desde los espacios como resultado de la vida
cotidiana de las personas, que les permite producir y reproducir las dinámicas sociales
que los relacionen como comunidades y los articulan como grupos sociales.
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Es en esos espacios de desestabilización de lo naturalizado, de cuestionamiento de lo
convencionalmente aceptado, es donde las sociedades experimentan sus procesos de
transformación.
El cambio se puede dar de dos formas: como cambio progresivo de las sociedades, el
cual es de larga duración y puede implicar generaciones para registrarse, y el cambio que
se ha conceptualizado como revolucionario o radical, es decir, una alteración sustancial
del orden establecido.
La autora considera que para visibilizar los aportes desde los feminismos, es necesario
realizar un ejercicio de descolonización de los ejes que han articulado al movimiento
feminista: como lucha política y como reivindicación de los derechos de las mujeres.
Desde la reflexión académica producto de esta lucha y, además, desde las vertientes,
perspectivas de análisis y espacios institucionales de discusión del feminismo donde se
han instrumentado avances formulados en políticas públicas.
Tanto el feminismo como el análisis de género deben incorporar, articular la crítica del
colonialismo interno, para repensarse y con ello reconocer la diversidad de la mujeres, la
diversidad de formas en que estas mujeres se posicionan y se relacionan entre sí.
BIBLIOGRAFÍA:
Millán, Margarita Coord. (2014). Más allá del feminismo: caminos para andar. Ciudad de
México: Red de Feminismos Descoloniales.
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