Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Faltaron solo horas para que la actual administración municipal pusiera el grito
en los cielos, esto luego de que la semana pasada la alcaldía anunciara un
presupuesto de 1,5 millones de dólares para “limpiar a la ciudad” de graffiti,
además de trabajos conjuntos de investigación y seguimiento con Fiscalía,
Ministerio del Interior y Policía Nacional, así como amenazas de cárcel entre los
3 y 5 años para “limpiar a la ciudad” de graffiteros.
Palabra italiana que designó originalmente las inscripciones o dibujos trazados en las
murallas, paredes y monumentos de las ciudades antiguas. [...] En América Latina la
tradición del grafito viene de muy atrás. En el Ecuador, a principios del siglo XIX, al día
siguiente de la declaración de independencia de España, se hizo célebre la leyenda:
"último día del despotismo y primero de lo mismo" que amaneció pintada en las
coloniales paredes de Quito, con la que el pueblo quiso dar a entender de que las
cosas no habían cambiado sustancialmente y que el poder colonial de los chapetones
simplemente había pasado a los criollosespañoles. [...] Los graffiti son un fenómeno
cultural. Para el pueblo, las paredes constituyen la única prensa libre y a través de
ellas manifiesta su modo de pensar sobre los problemas de un país, sus críticas al
sistema, su sentido del humor, su irreverencia e, incluso, su filosofía de la vida o
poesía. Y con frecuencia lo hace con corrosiva ironía contra los detentadores del
poder político o económico. (Borja, 2000).
Entonces, así se encuentran las concomitancias con del graffiti con el arte “su
carga de imagen prima, y está dirigido a producir un efecto estético, a arrancar
emociones, lo que produce un choque con los valores, o simplemente un
estimulante efecto visual” (Silva Armando, 1988). Así las instalaciones u obras
de graffiti conllevan estos elementos, pues su imagen está cargada de técnicas
y valores estéticos definidos, sin duda produce emociones contrarias y
favorables hacia su práctica y contenidos, al inundar las ciudades inciden en la
estimulación visual y en la percepción de la ciudad, pero por sobre todo, e
indudablemente, provocan choques, debates, críticas e incluso pueden provocar
guerras como las anunciadas, recientemente, por el Municipio de Quito. Omar
Calabresse (1987) en “El lenguaje del arte” palante a que “el arte, al igual que el
lenguaje es un objeto estructurado, un sistema, sistema porque en su interior
establece unidades discretas estructuradas como repertorio, y muestra las reglas
de su combinación para la producción de sentido”.
¿Cabe ahora preguntarse por qué las autoridades de la ciudad unas veces están
a favor del graffiti y otras veces no? Así mismo es necesario recordar que esto
no empezó ni terminará con Rodas y su actual administración municipal.
Tanto Barrera como Rodas no han gozado de mucha popularidad entre sus
votantes, sobre todo en la segunda parte de sus mandatos, aunque el actual
alcalde no es que haya empezado bien o entrado con pie derecho, al parecer
cualquier tema le resulta importante para desviar la atención de serios
cuestionamientos en su labor. Solo por mencionar algunos de los hitos más
importantes en los escándalos del burgomaestre: El transporte público y Los
Quito Cables; El sobreprecio en el Metro y el posible saqueo y destrucción de
vestigios arqueológicos; Lo botaderos y rellenos sanitarios donde hubo la muerte
de un recolector; El asesor sin pagos que presumiblemente lavaba dinero del
narco; La revocatoria del mandato que va de parte de organizaciones animalistas
y se expande a otras; El estado del pavimento de las calzadas quiteñas; El
cumplimiento de menos del 30% de su oferta de campaña; y últimamente el
escándalo sobre la recolección de basura y los cuestionamientos a carros
recolectores aún útiles que fueron chatarrizados.
Es decir este acto vandálico le cae a Rodas como un anillo al dedo, le ayuda a
desviar la mirada de todas y todos los ciudadanos de los temas importantes y
críticos sobre la ciudad, porque frente al caos imperante en la administración, la
indignación personal y espectacularización de unos jóvenes graffiteros es la
mejor opción. Frente a un público quiteño embelesado en las redes sociales, con
características sociales curuchupas y mojigatas, que desde esos valores se
convierten inmediatamente en críticos de arte, es fácil ubicar un tema trivial por
sobre otros más estructurales.
¿Y entonces, qué mismo fue eso, arte o vandalismo?
Pues las dos cosas señoras y señores, no deja de ser arte por las características
de su instalación, exposición y soporte, pasemos a ver esto desde un enfoque
más profundo. Los autores de la obra no colocaron en el vagón sus nombres,
tampoco el nombre de sus “Crews” (agrupaciones) como suele ser costumbre,
esta vez ubicaron un concepto, una idea, se leía “Vandals” que se puede traducir
del inglés como Vándalos o Vandálicos, al referirse a una persona o a un acto u
obra, reivindicando para sí esta práctica como forma de emitir un mensaje, sí, tal
cuál lo hizo hace más dos siglos Eugenio Espejo, de quien los quiteños se ufanan
y enorgullecen. En segundo lugar se encontraron además tres firmas, las mismas
citaban “Shuk”, “Skill”, “Surer”, estas pertenecen a tres graffiteros colombianos
que murieron en Julio pasado arrollados por un metro en la ciudad de Medellín,
cumpliendo una doble función, primeramente de homenaje a colegas extintos y
luego ratificando la identidad anónima del graffiti que relega los egos y propone
el testimonio de la existencia de un movimiento más que de un autor. En tercer
lugar se puede analizar el estado de las relaciones entre la autoridad y los
ciudadanos que realizan graffiti, si el alcalde declara, de forma dura, una guerra
con inteligencia, fichaje, cacería, armas, policías, cárcel, qué tipo de respuesta
podía esperar sino una respuesta dura y un ambiente de hostilidad que fue
provocado desde la institución.