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6. NOTA INTRODUCTORIA
7. «Complementos a la doctrina de los sueños» * «El orador se ocupó, en sus breves
comentarios, de tres puntos relativos a la doctrina de los sueños. Los dos primeros
concernían a la tesis según la cual los sueños son cumplimientos de deseo,
exponiéndose algunas modificaciones indispensables de dicha tesis. El tercero se
refería a un material que confirmó plenamente su rechazo de la presunta "tendencia
prospectiva" de los sueños. » Explicó el orador que junto a los bien conocidos sueños
de deseo y sueños de angustia, fácilmente asimilables dentro de la teoría, había
motivos para admitir la existencia de una tercera categoría, a la que dio el nombre de
"sueños de punición". Si se tiene en cuenta el justificado supuesto de la existencia en
el yo de una instancia especial de crítica y observación de sí (el ideal del yo, el censor,
la conciencia moral), también a estos sueños de punición debería subsumírselos en la
teoría del cumplimiento de deseo, pues figurarían el cumplimiento de un deseo
proveniente de esa instancia crítica. Tales sueños —sostuvo— son a los sueños de
deseo ordinarios aproximadamente lo que los síntomas de la neurosis obsesiva,
surgidos por formación reactiva, son a los de la histeria. »Sin embargo, hay otra clase
de sueños que plantean, a juicio del orador, una excepción más seria a la regla de que
los sueños son cumplimientos de deseo; son ellos los denominados "sueños
traumáticos", como los que tienen lugar en personas que han sufrido un accidente,
pero también los que en el curso del psicoanálisis de neuróticos les vuelven a hacer
presentes unos traumas olvidados de su infancia. En conexión con el problema de
acomodar estos sueños dentro de la doctrina del cumplimiento de deseo, el orador
hizo referencia a una obra suya que habrá de publicarse próximamente con el título
de Más allá del principio de placer. »El tercer punto de la comunicación del orador se
vinculó con una investigación todavía inédita del doctor Varendonck, de Gante. Este
autor logró someter en vasta escala a su observación conciente el fantaseo inconciente
en un estado de duermevela —proceso que denominó "pensamiento autista"—. De
esta indagación parecía desprenderse que prever lo que es posible que acontezca el
día siguiente, preparar eventuales soluciones y adaptaciones, etc., pertenece
cabalmente al campo de la actividad preconciente que también crea los pensamientos
oníricos latentes, y, como ha mantenido siempre el orador, nada tiene que ver con el
trabajo del sueño».* Dentro de la serie de escritos metapsicológicos de Freud, puede
considerarse que Más allá del principio de placer inaugura la fase final de sus
concepciones. Ya había llamado la atención sobre la «compulsión de repetición»
como fenómeno clínico, pero aquí le atribuye las características de una pulsión;
asimismo, por primera vez plantea la nueva dicotomía entre Eros y las pulsiones de
muerte que tuvo cabal elaboración en El yo y el ello (1923). En la presente obra
encontramos también indicios del nuevo cuadro estructural de la mente que habría
de dominar todos los escritos posteriores de Freud. Por último, aquí hace su primera
aparición explícita el problema de la destructividad, que tuvo un papel cada vez más
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prominente en sus obras teóricas. Que varios elementos del presente trabajo
proceden de escritos metapsicológicos anteriores —como «Formulaciones sobre los dos
principios del acaecer psíquico» (1911¿), «Introducción del narcisismo» (1914) y «Pulsiones
y destinos de pulsión» (1915c)— resultará obvio; merece en cambio destacarse
particularmente cuan de cerca siguen algunas de las primeras secciones el «Proyecto
de psicología» (1950a) bosquejado por Freud veinticinco años antes, en 1895.
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momento, la “Metapsicología”.
Placer y displacer van relacionados con la cantidad de excitación existente en la vida
anímica, excitación no ligada a factor alguno determinado, correspondiendo el
displacer a una elevación y el placer a una disminución de tal cantidad. (Fechner ya
enunció esta hipótesis con las que Freud se reafirma).
Una de las tendencias del aparato psíquico es la de conservar lo más baja posible, o
al menos “constante” la cantidad de excitación en él existente. Si la labor del aparato
anímico se dirige a mantener baja la cantidad de excitación, todo lo apropiado para
elevarla tiene que ser sentido como “antifuncional, o sea displaciente”. El P. Placer
se deriva del “Principio de la Constancia”, semejante a la “tendencia a la estabilidad”
(principio de Fechner).
Obstáculos al P. Placer.
La tendencia hacia el fin, no supone aún el alcance del mismo y dado que el fin no
es del todo alcanzable, sino aproximadamente, veamos cuales son las
circunstancias que pueden frustrar la victoria del P. Placer. Este principio
corresponde a un funcionamiento primario del aparato anímico y que es inútil y hasta
peligroso para la autoafirmación del organismo frente a las dificultades del mundo
exterior. Bajo la influencia del instinto de conservación del yo, el P. Placer queda
sustituido por el Principio de Realidad, que sin abandonar el propósito de una final
consecución del placer, exige y logra el aplazamiento de la satisfacción y el
renunciamiento a algunas de las posibilidades de alcanzarla, forzando a aceptar
cierto displacer durante el largo rodeo necesario para alcanzar el placer.
Otra fuente generadora de displacer surge de los conflictos y disociaciones que
tienen lugar en el aparato psíquico mientras el yo evoluciona hasta organizaciones
de superior complejidad. Algunos instintos, parte de ellos demuestran ser
incompatibles por sus fines o aspiraciones con los demás, los cuales pueden
reunirse formando la “unidad del yo”. Estos instintos incompatibles son separados de
esta unidad por el proceso de represión, retenidos en grados más bajos del
desarrollo psíquico y privados, en principio de una satisfacción. Si consiguen
alcanzar, por caminos indirectos una satisfacción directa o sustitutiva, este éxito, que
en otras condiciones hubiese constituido una posibilidad de placer, es sentido por el
yo como “displacer”. Todo displacer neurótico es de esta naturaleza: placer que no
puede ser sentido como tal.
La mayoría del displacer que experimentamos es displacer de percepción,
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