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6 i! EI arte de orar eRe) del Nuevo Testamento <> SAN PABLO | (© SAN PABLO 2006 (Protasio Gémez, 11-15.28027 Madrid) ‘Tel. 917 425 113 ~ Fax 917 425723 E-mail: secretaria.edit@rangablo.es © Ancora Editrice Sl, Milén 2005 ‘Titulo original: Lavte di pregare ‘Traducido por Constantino Ruiz- Garrido Diutribucén: SAN PABLO, Divisién Comercial Resina, 1.28021 Madeid ‘TeL.917 987 375 ~ Fax 915 052.050 Eval: ventas@sanpablo.es ISBN: 84-285-2865-9 ‘Deposito legal: M. 10.568-2006 Impreso en Artes Grifcas Gaz.Vi, 28970 Humanes (Madrid) Printed in Spain. Impreso en Espana A mis hermanas Luciana y Daniela, en prueba de agradecimiento. Espiritualidad y Biblia S ta de * Una propue tio divin E. la carta apostélica Nove Millennio Inewnte, Juan Pablo IL quiso sefialar «como punto de referencia y orientacién comin, algunas prioridades pastorales» (n. 29) para el Tercer Milerio. Entre ellas destacaba la primacia de la pastoral de la santidad (n. 30) ¥ de la oracién (n. 32), lo cual «sdlo se puede concebir a partir de una renovada escucha de la palabra de Dios» (n. 39). Juan Pablo IT constataba que se ha avanzado mucho desde el concilio Vaticano Il en la asidua escucha y en la lectura atenta de la Sagrada Escri- ‘ura, tanto individualmente como en comunidades, y entre los laicos mismos. «Hace falta ~aftadia-, consolidar y profundizar esta orientacién (...), que la escucha de Ja Palabra se convierta en un encuentro vital, en la antigua y siempre vilida tradicién de la leetio diving, que permite encontrar en el texto biblico la palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia» (ib). Para responder a esta indicacién, de urgente actualided, sabiendo que es mucho lo que se publica sobre Biblia, sobre ora- cién o sobre espiritualidad, la Editorial SAN PABLO amplia esta Iinea de publicaciones, iniciada hace dos afios con la coleccién Beber de la Roca, con otra nueva coleccién que sigue respondiendo a esas indicaciones de la Iglesia. La coleccién Sicar es la whermana mayor» de la coleccién Beber de la Roca ‘Sicar quiere ser un instrumento valido para la Jectio divina con a el que, sin lenguajes para especialistas, pero con todos los avances de la ciencia biblica, la lectura continuada de las grancles textos sagrados se pueda convertir en alimento del espiritu y ayuda para Ia oracién. De este modo, se favorecera mais el conocimiento per sonal de Jesucristo a través de las Escrituras ya que, en palabras de san Jerénimo, gran maestro de biblistas, «desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo». La coleccién servird para ayudar y encau- zar los esfuerzos pastorales en el horizonte de una pastoral de la Jectura orante y espiritual de la palabra de Dios. Pablo Cervera Barranco Prélogo «E. hermoso orar», «E's importante oar, «E's necesario orar», «Orar y amar», «La oracion es la respiracion de la vida»: tales son algunas frases del abundante repertorio de sentencias que ilustran elvalor de la oraci6n. En la vertiente opuesta nos vemos inundados por una avalancha de perplejidades o de preguntas: «No sé orem», «,Cémo y cuindo habré que orar?», «Para qué orar?». A pesar de esta multitud de interrogantes, el tema sigue siendo de viva actua~ lidad, como lo atestigua la gran cantidad de publicaciones y de apasionadas investigaciones, 0 como lo demuestra la gran variecad de enfoques que se han dado al tema. No existe un tinico camino para la oracién, sino que hay milla~ res de modos de desarrollar el didlogo con Dios. En medio de la complejidad del tema, estas paginas se proponen recordar una verdad, que, por lo dems, es bien conocida: el valor y la necesidad de la oracién biblica. Por eso vamos a considerar y a comentar brevemente algunas oraciones, bien conocidas, del Nuevo Tesia- mento, con el fin de estimular a los cristianos a que «oren con la Palabra». Partiendo de los Salmos, que son la oracién del Antiguo Testamento, pero adentrindonos también extensamente en el Nuevo ‘Testamento, hallamos una pluralidad sinfnica, escuchando algunas paginas de los Evangelios Sindpticos (especialmente el Padrenuestro y la «oraci6n del corazén»), recorriendo las car‘as de san Pablo y los himnos cristolégicos y llegando finalmente a los escritos joanicos. Queremos ofrecer una panorimica extensa, aunque no completa, porque estamos deseosos de que resuenen incesantemente las notas biblicas. Queremos de veras que el libro sagrado sea reconocido y escu- chado cada vez. ms como un libro que hay que leer, entender, meditar y orar con él El titulo propuesto, E/ arte de orar, esta tomado de la carta apostélica Nova millennio ineunte de Juan Pablo II, del 6 de enero del afio 2001, Indudablemente, ser4 til repasar enteramente ese breve capitulo sobre la oracién (mimeros 32 a 34), porque ofrece una magnifica panordmica introductoria. La oracién 32, Para esta pedagogia de la santidad es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oracién. El Afio jubilar ha sido un afio de oracién personal y comunitaria més intensa. Pero sabemos bien que rezar tampoco es algo que pueda darse por supuesto. Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de Jos labios mismos del divino Maestro, como los primeros discipulos: «Sefior, enséfianos 2 oar» (Le 11,1). En la plegaria se desarrolla ese diélogo con Cristo que nos convierte en sus intimos: «Permaneced en mi, como yo en vosotros» (Jn 15,4). Esta reciprocidad es el fundamento mismo, el alma de la vida cristiana y una condicién para toda vida pastoral auténtica. Realizada en nosotros por el Espiritu Santo, nos abre, por Cristo y en Cristo, a la contemplacién del rostro del Padre. Aprender esta logica trinitaria de la oracién cristiana, viviéndola plenamente ante todo en la liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial (Sacrosanc~ tum concilium, 10), pero también de la experiencia personal, es el secreto de un cristianismo realmente vital, que no tiene motivos u Pedogo para temer el futuro, porque vuelve continuamente a las fuentes y se regenera en ellas. 33. No es acaso un «signo de los tiempos» el que hoy, pesar de los vastos procesos de secularizacién, se detecte una difusa exigen- cia de espiritualidad, que en gran parte se manifiesta precisamente en una renovada necesidad de orar? También las otras religiones, ya presentes extensamente en los territorios de antigua cristianiza~ cién, ofrecen sus propias respuestas a esta necesidad, y lo hacen. a veces de manera atractiva. Nosotros, que tenemos la gracia de creer en Cristo, revelador del Padre y Salvador del mundo, debe- mos ensefiar a qué grado de interiorizacién nos puede llevar la relacidn con él. La gran tradicién mistica de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, puede ensefiar mucho a este respecto. Muestra cémo la oracién puede avanzar, como verdadero y propio dii~ Jogo de amor, hasta hacer que la persona humana sea poseida totalmente por el divino Amado, sensible al impulso del Espiritu y abandonada filialmente en el corazén del Padre. Entonces se realiza la experiencia viva de la promesa de Cristo: «El que me ame, seré amado de mi Padce; y yo le amaré y me manifestaré a és (Jn 14,21), Se trata de un camino sostenido enteramente por la gracia, el cual, sin embargo, requiere un intenso compromiso espi- ritual que encuentra también dolorosas purificaciones (la «noche oscuray), pero que llega, de tantas formas posibles, al indecible 070 vivido por los misticos como «unién esponsal>. ¢Cémo no recordar aqui, entre tantos testimonios espléndidos, la doctrina de san Juan de la Cruzy de santa Teresa de Jests? Si, queridos hermanos y hermanas, nuestras comunidades cris- tianas tienen que llegar a ser auténticas eescuelas de oracién», donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en peticién de ayuda, sino también en accién de gracias, alabanza, adoracién, contemplacién, escucha y viveza de afecto hasta el «arrebato del ve Brae de oer corazén. Una oracién intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la historia: abriendo el corazén al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia segiin el designio de Dios (Cf Orationis _formas, 362-379). 34, Ciertamente, los fieles que han recibido el don de la vocacién a una vida de especial consagracién estén llamados de manera par- ticular a la oraci6n: por su naturaleza, la consagracién les hace mas isponibles para la experiencia contemplativa, yes importante que ellos la cultiven con generosa dedicacién, Pero se equivoca quien piense que el comiin de los cristianos se puede conformar con una oracién superficial, incapaz de Hlenar su vida, Especialmente ante tantos modos en que el mundo de hoy pone a prueba la fe, no slo serian cristianos mediocres, sino «cristianos con riesgo». En efecto, correrfan el riesgo insidioso de que su fe se debilitara progresiva~ mente, y quizas acabarian por ceder a la seduccién de los sucedé~ neos, acogiendo propuestas religiosas alternativas y transigiendo incluso con formas extravagantes de supersticin. Hace falta, pues, que la educacién en la oracién se convierta de alguna manera en. un punto determinante de toda programacién pastoral. Yo mismo me he propuesto dedicar las préximas catequesis de los miércoles ala reflexiGn sobre los Salmos, comenzando por los de la oracién de Laudes, con la cual la Iglesia nos invita a «consagrar» y orientar nuestra jornada. Cunto ayudaria que no sélo en las comunidades religiosas, sino también en las parroquiales, nos esforziramos més para que todo el ambiente espiritual estuviera marcado por Ia oracién. Convendria valosizar, con el oportuno discernimiento, las formas populares y sobre todo educar en las litirgicas. Esta quizés mas cercano de lo que ordinariamente se cree el dia en que en la comunidad cristiana se conjuguen los miltiples compromisos pastorales y de testimonio en el mundo con la celebracién euca- ristica y quizas con el rezo de Laudes y Visperas. Lo demuestra 13 Fedogo la experiencia de tantos grupos comprometidos cristianamente, inclnso con una buena representacién de seglares. Enardecidos ¢ impulsados por las palabras de Juan Pablo II, nos hemos atrevido a abordar un tema complejo y fascinante. Mauro Orsarrr CapiTULo | La oracion en el centro Notas INTRODUCTORIAS ie oracién, que es tan antigua como el hombre, constituye una de sus necesidades mas profundas. La oracién sigue siendo un modo privilegiado de entablar contacto con la divinidad. Hablar de la oracién es como sumergirse en las aguas de la historia, porque desde siempre el hombre estuvo abierto al Otro, buscando Ja superacién de si mismo, Orar es una necesidad, como lo es la respiracién, para oxigenarse por dentro y para abrirse al mundo exterior. Aunque la oracién en sentido amplio sea la expresién de toda adoracién dirigida hacia el Ser supremo, en el uso corriente y habitual la oracién es s6lo la expresidn formulada con la palabra 0 con el pensamiento. La oracién crea una relacién entre dos realida~ des distintas y alejadas: el orante y la divinidad. Nuestras notas de introduccién las limitaremos a la oracién biblica y especialmente ala oracién cristiana, conscientes de que el tema podria abrirse a todas las religiones? y, paradéjicamente, podria comprender inchiso alas personas que se profesan ateas “La wniverilided del fenémeno de la oracin es un dato efecivo y nos teite 21a humanidad, que constituye su fundamenta. Es dei el hombre ort el hombre de todos los tempos y de todas as aides, de todas ls zlgione y de todas as cults. Ciertamente, fal afrmaciéa seria imprecisn (E. Baw [ed.] 1 hv dle preghire, Einaudh Milin 1997, . V dela Intros). 3 Encontramos en fos Vedas de la Inia un aforismo, considersdo como sla mare de todas los Vedas» y que se recita tres veces al dia a alba, al mediodia yal stardcer (Como nuestro. Angel): “Meditemos aerea de la le adorable del sl, y que ext ez éstimule nueswos pensamientoo» (Rig Peds, 11, 62, 10). 6 Nuestro mundo, espléndido por su refinamiento -buen ejemplo de ello es la tecnologia, se halla intimamente dafiada, marcado por inquietudes crepusculares, por obstinaciones sectoriales, por eva- siones y por la violencia. El hombre vive cada vez mas desterrado de su territorio humano, ccrriendo el peligro de convertirse en un extraiio entre los extrafios. Y, sin embargo, en la Kicida conciencia de tantas dificultades, envuelto por la costra de lo provisional, existe el germen de realidades plenas, orientadas hacia lo definitivo. La oracidn tiene la tarea y el mérito de tomarnos de la mano, de liberarnos de nuestras poco sdlidas certezas, de sustraernos a la esclavitud de nuestros ritmos y de nuestras perspectivas miopes. La oracién es una melodiz de fraternidad, una relacién de amor con el Dios liberador, una rociada de perfume, sabor y dulaura que toca los sentimientos ms intimos y profundos. Se sobrepone a la pura racionalidad y suena como delicado arpegio del encuentro con Dios, encuentro que, de ordinario, no es un «cuerpo a cuerpo», como le sucedié a Jacob en una noche misteriosa, sino un «corazén ‘a corazén». Por este motivo, no se puede considerar a la oracién como la iiltima tabla de salvacién, cuando se han experimentado ya todos los demés caminos. La oracién cambia la vida desde el interior’, La astronomia conocié en el afio 1500 la revolucién coper- nicana, que invertia Ja relacién de centralidad entre la tierra y el sol: no era el sol el que giraba alrededor de la tierra, sino que ésta giraba alrededor del sol. La oraci6n cristiana es la revolucién, copernicana en la vida del creyente. Este pone en el centro de su vida a Jesucristo, verdacero hombre y verdadero Dios, sol que ilumina, calienta y da sentido a la existencia. Todo lo demas gira alrededor de ese centro, La oracién reconoce a Cristo como eje scribe con un toque de delicada poesia D.M. Tusouve, Pregare, Mondadori, ‘Milin 2004, 40: «Oracion de todor y de siempre, de cualquier lugar. Oracign de las {generacionescristianas: siempre verdsdera y actual. Fresca como la primavera, pessuasiva ‘como la sonrisa 0 el Ilinto de una madre; restauradora como wn acto de amor; segura, ‘como flecha en manos de un viene arquero» WW de la existencia, perno que mantiene unido y da valor a cualquier aspecto particular de la vida. Con El no existe ya la trivialidad, ni cosa alguna que sea ordinaria o inutil, porque todo esta iluminado y calentado y se mantiene unido gracias al centro. Esto significa «vivir en la luz» y «hallarse en comuni6ny. De lo contrario, la vida tiende a entibiarse y enfriarse, de la misma manera que, lejos del sol, no existe forma de existencia, por hallarse privada de sus rayos benéficos. ¢Por qué raz6n hay que orar? La respuesta, sugerida ya en paste y parcialmente intuible, se podria dividir en mil riachuelos. Se ora ‘para mantenerse en sintonfa con Cristo. Se ora para mantenerse en sintonfa con los demas. Se ora para poseer la valentia de encarnar Ja vocaci6n cristina en medio de la fatigosa cotidianidad. Se ora para manifestar la exuberancia del Espiritu. Se ora para volver a encontrar el sendero perdido. Se ora para dar sentido a las dificul- tades y a las crisis. Se ora... para aprender a orar. Si, es verdad: la oracién se aprende, no se ensefa. Se dice que existen en el mundo més formas de oracién que la multitud de hojas de los arboles. La oracién es estrictamente personal, como la respiracién y como la manera de caminar: cada hombre tiene su propio estilo. Cuando Jestis sugiere en Mt 6,6: «Entra en tu cuarto interior» (ese cuarto era la parte de la casa palestina que servia de despensa; era, por tanto, un lugar aislado), no pretende condenar Ja oracién publica, no quiere formular un precepto, sino que lo que quiere es aclarar el sentido de la oracidn, que es el secreto de cada uno con Dios, un lugar en que ningtin otro puede entrar. El tema de la oracién ofrece no pocas dificultades, debidas a preconceptos o a prejuicios. Serfa dificil, quizas imposible, resefiar- los todos. Recordaremos tan sélo algunos. Nosotros concebimos a menudo la oracién como una operacién mental-verbal o imagira- tivo-contemplativa que es sustancialmente nuestra, que hace que + Las traducciones corrientes suelen decie: 18 1nos veamos muy activos y plenamente entregados a verter palabras y reflexiones, 0 protestas y Iamentaciones, sobre una superficie muda y pasiva, que seria Dios. De esta manera, se nos ocurre también espontineamente la idea de que la oraci6n, con el tiempo que le dedicamos, no deja de ser una actividad estrictamente del orante, una eleccién subje- tiva y, naturalmente, meritoria. Con la consecuencia, tipica de las operaciones algo excesivamente personalizadas y quizas algo nar- cisistas, de que experimentemos més el cansancio que el gusto de las mismas, de que sintamos més la obligacién de las pricticas de piedad que la hermosura de los atrios del Sefior». Existe en todos nosotros un protagonismo orante que llega a ser una caricatura de lo que es en realidad la oracién’, El protagonista de la oraci6n es Dios. [La Palabra es... «ella misma» la que nos lee a nosotros! Para ayudarnos a investigar nuestro modo particular de orar, y pensando que otros, antes que nosotros, han encontrado buenos caminos y medios stiles, y suplicando la ayuda y la luz. del Espi- ritu de Dios, Hlamemos a la puerta del Antiguo y del Nuevo Tes- tamento, a fin de lograr un poco de inspiracién, Vendri luego una fugaz referencia al concilio Vaticano Il, para dejar espacio poste- riormente a algunas preguntas «provocadoras»: sein un estimulo ‘mis para que nos convirtamos en maestros de la oracién, capaces de escuchar la voz del Maestro interior, el Espiritu de Dios, nues- tro genuino inspirador. 5" La oracin oriental se sustraea tl peligro en grado mayor que la oracén occiden- tal, Para un anlisis vlido dela cuesiéa, coarltese [a antologia recogida por T-SPrDLIx, La oracion seg la tradicién de Oriente critiano, Monte Carmelo, Burgos 2004. © Recordemos que podemos aprender de Maia, tal como la Virgen se halla repre- sentada simbdlicamente en los iconos mis fimosos: Dein oracién como silencio, on- templacidn y adoraci6n; Bleasa: orasién como elemento de terra; Odightri: oracion como biisqueda del camino, La oracién revelad: Aunque nuestro interés se centra en la Biblia, debemos hace: al menos algiin esbozo de la oracién en el Islam, teniendo en cuenta como tercera gran religién monoteista, juntamente su importanci con la religi6n judia y con el cristianismo. En el Islam la oracién es obligatoria en cinco momentos cru- ciales del dia: por la mafiana temprano, al mediodia, al finalizar el trabajo de la tarde, a la hora del crepiisculo y antes de retirarse a dormir. Todo el conjunto de la oracién consta de diecisiete rencias, de otras tantas genuflexiones y de cinco postraciones, cada una de las cuales se repite dos veces. La oracién islamica contiene elementos de asco y de educaci6n fisica, algunos de los cuales son reve- parecidos a los ejercicios de yoga. Las fuentes de la oracién son: + Elagradecimiento debido por la existencia humana. + Ladependencia en que el hombre se halla de fuerzas sup riores. + El caricter transitorio de cuanto es terrenal. + Laprecariedad de cuanto ha sido creado. Existe también la oracién espontanea —alabanza, accién de gracias, jaculatorias-, que responde a una necesidad interior del hombre. En cambio, a oracién obligatoria es el cumplimiento de deberes individuales y sociales; tal oracién refuerza la conciencia comunitaria, fomenta el sentido de la disciplina y estimula la lim- pieza moral y fisica’. Dediquemos ahora nuestra atencién al Antiguo y al Nuevo Testamento, * Vease AA.WV., Dizionario comparato dell regione monotitiche. Ebrasme, Cris ‘ianesine, Ida, Pierme, Casale Monferrato 1991, p. 4.452. Erte de oror EI Antiguo Testamento La profunda experiencia de un pueblo que conocié a su Dios 2 través de una secuencia maravillosa de acontecimientos salvificos, se traduce en un canto polifénico que se llama oracién. Al pueblo hebreo se le definié como vel pueblo de la oracién»®. Nos conven- ceremos de ello con sélo hacer las siguientes referencias. + El Antiguo Testamento conoce la oracidn de intercesién: los amigos de Dios hacen de intermediarios para que no se apli- que a la comunidad un castigo. Recordemos, entre muchos ejemplos: Abrahan intercede por Sodoma (Gén 18,16-33), y Moisés intercede en favor del pueblo (Ex 32,11-14).. + Ex 15,20-21 representa un antiquisimo fragmento que celebra la gran intervencién de Dios en favor de su pueblo; se hace que se convierta en oracién todo cuanto Dios rea- liza + Israel ora tomando como punto de partida lo que ha suce~ dido y lo que esta sucediendo: el contenido de la oracién est entretejido de historia. Da testimonio de ello, entre otros textos, el Sal 136, una letania que celebra las intervenciones de Dios en la creacién (wy. 5-9), en el éxodo (wv. 10-15), en el desierto y en la conquista de la Tierra prometida (wv. 16- 124), Se pasa revista a los acontecimientos significativos de la historia de la salvacién, haciendo que resuene, como un eco, el estribillo: «Eterna es su misericordia». + El libro de los Salmos es el tinico libro biblico que es todo él poesia y oracién. En él, recopilacién y summa de la oracién hebrea, resuenan formulas adaptadas a todas las situaciones 7 Prescotamo algunas cias tomadas del mundo judo y que no se halla en la Biblia Noes fervent la rac de quien piensa qu a propia oracign es cosa obliga- tori (Talmud b, Ber. 29); «La onc es superior a todas as obras buenas» (Talend ‘er, 3). 241 de la vida: la oracién matutina (Sal 6), la oracién del meri- bundo (Sal 7), del anciano (Sal 71), del abandonado (Sal 88), del justo que esta siendo perseguido (Sal 7; 17; 22; 26; 140), del desterrado (Sal 42; 43); la oracién de confianzaen Dios (Sal 23; 131), de arrepentimiento (Sal 51), de accién de gracias (Sal 66; 138), de alabanza (Sal 67; 114; 150). ‘No falta la oracién cargada de interrogantes y de inquietudes, como la de Abrahan por no tener descendencia (Gén 15,2- 3), 1a de Jeremias, que ve la prosperidad de los malvados (Jer 12,1-3), la del salmista, que ha perdido el sentido de Dios y envidia a quienes les va bien en la vida (Sal 73). El encuentro con Dios hace sentir la magnitud de la propia indignidad y la imposibilidad de poder comparecer ante El, si Dios mismo no nos hace idéneos. Tal es el sentido de la oracién de Is 6,5, una oracién en la que se siente la propia indignidad y se pide también la purificacién. Otro ejemplo de humilde confesién se halla en Dan 9,4-5: «Sefior Dios, grande y terrible, que mantienes la alianza y eres fiel con aquellos que te aman y cumplen tus mandamientos. jNoso- tos hemos pecado, somos reos de incontables delit sido perversos y rebeldes y nos hemos apartado de tus man- damientos y preceptos!». La oracién es considerada como un contacto con Dios, casi como una experiencia mistica que anticipa la vida eterna: «Una cosa pido al Sefior, sélo eso ando buscando: vivir en Ja casa del Sefior todos los dias de mi vida, gustar la dulzura del Seftor frecuentando su templo» (Sal 27,4). La oracién debe abarcar e interesar a toda la persona y a toda la vida. No sera una oracién auténtica, si queda disociada de la serena relacién con los demis. La voz de los profetas se alza varias veces, con aires amenazadores, para condenar la separacién esquizofrénica que aparta de los demis, como atestigua aquel reproche divino referido por Isaias: «Aunque 2 late de ocr hagdis muchas oraciones, yo no las escucho, pues tenéis las manos manchadas de sangre» (Is 1,15). EI Nuevo Testamento El Nuevo Testamento se halla caracterizado por Ia persona de Jestis. El, que es el Hijo Unigénito, se dirige al Padre con una intensidad que llega a ser cjemplar para el cristiano. La oracién de Jestis posee una novedad de relacién, una familiaridad de experien- cia y una espontaneidad que se derivan de la relacién filial de Jest. Nos limitaremos a ofrecer algunas referencias. + Jesits ora a menudo y por largo tiempo. También para El es ‘una necesidad vital el permanecer en comunién con el Padre, para comprender cada vez. mejor el valor de su propia misién, para tener el gozo y la valentia de legarse hasta Jerusalén, lugar de la pasién y muerte, pero también de la resurreccién y de la gloria, Jestis ora a menudo en la cumbre del monte (Mr 14,23), en un lugar apartado (Le 9,18), incluso cuando todos le buscan (Mc 1,37). Al evangelista Lucas le gusta recordar que no hay momento importante en la vida de Jestis que no esté acompafiado por la oracién: en el bautismo (Le 3,21), antes de la eleccion de los Doce (Le 6,12), en el momento de la transfiguracién (Le 9,29), antes de enseflar el Padrenuestro (Le 11,1). + A Jesiis no se le escatimé tampoco la prueba y la agonia. Pre- cisamente en esos momentos I] nos ensefia como permane- cer en sintonfa con el Padre mediante una oracién cargada de amor filial, en Ja que dice: Abba [= Padre], hallindose seguro de la intervencién de Dios. Reconoce su propia impotencia, abandonandose a ella con unas palabras llenas de confianza: «Todo te es posible». Jestis busca tinicamente que se cumpla 2B lavoluntad de Dios, expresando decididamente: «No se haga como yo quiero, sino como quieres ti» (Mc 14,36). La oraci6n de Jestis es universal, porque no hace distincién, alguna: no distingue entre amigos y enemigos. En la cruz, Jestis ora por quienes lo estén crucificando (Le 23,34), yen Ja Ultima Cena Jestis habia orado para que todos fueran una sola cosa, como El lo es con el Padre (cf Jn 17,20-21). Jestis no s6lo ora, sino que también ensefia a orar, legéndonos la oracién del Padrenuestro, modelo de la oracién cristiana (cf Mt 6,9-13). Se nos ensefta a ditigirnos a Dios con entera confianza, a tratar de conocer su designio de salvacién y su voluntad, a empefiarnos en realizar esa voluntad en la vida de todos los dias. En el momento en que pedimos a Dios el pan y el perdén, prometemos colaborar a fin de que haya efectivamente pan y perdén La oracién del Nuevo Testamento se caracteriza como ora~ ci6n trinitaria, Asf lo revela Jesis a la Samaritana: «Ea lle~ gado la hora en que los que rinden verdadero culto al Padre, Jo adoran en espiritu y en verdad. El Padre quiere ser ado- rado asi. Dios es espiritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espiritu y en verdad» (Jn 4,23-24). Asi pues, la oracién s un dirigirse al Padre con arreglo a las ensefianzas y a las actitudes de Jestis (que es la Verdad, cf Jn 14,6), a quien el Espiritu Santo hace presente y actuante en aquel que cree (cf Rom 8,15). Jestis encarece que se ore incesantemente, Lo recuerda con la pardbola de Le 18,1-8; Pablo se lo recuerda también a la comunidad de Tesalénica (1'Tes 5,17); lo practican los pri- metos cristianos que «perseveraban en Ja ensefianza de los apéstoles (...] y en las oraciones» (He 2,42). Los himnos de Ef 1,3-14; Flp 2,6-11, y Col 1,15-20 son un admirable ejemplo de oracién teolégica que debe inspirarla oracién del creyente. Se expone el maravilloso plan de la sal- 4 Erte de oror vacidn, trazado por Dios desde la eternidad y realizado ahora por Cristo. Estas fervientes doxologias (celebraciones de alabanza) se presenten como una incandescente corriente de Java, Ilena de pensaraientos y afectos teolégicos. Su belleza y su valor son muy apreciados por la comunidad cristiana, ‘Asi que no nos sorprenderd el que tales oraciones se hallen insertas en la «Liturgia de las Horas»” La voz del Magisterio: el concilio Vaticano II Como un simple ejemplo, ofreceremos algunas de las numerosas, citas sobre la oracin que se hallan en los textos del concilio. Seria de desear, por ser mis provechoso, que las citas se leyeran en sus contextos mas amplios. + Lumen gentivm, 17: «La Iglesia ora y trabaja al mismo tiempo para que la totalidad del mundo se transforme en Pueblo de Dios, Cuerpo del Seftor y Templo del Espiritu». + Unitatis redintegratio, 2: «El Hijo, antes de ofrecerse a si mismo en el ara de la cruz, como hostia inmaculada, rogé al Padre por los creyentes, diciendo: “Que todos sean uno”. + Unitatis redintegratio, 8: «Esta conversion del corazén y santidad de vida, junto con las oraciones paiblicas y privadas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico y pueden llamarse con razén ecumenismo espiritual». + Perfectae caritatis, 6: «Los que hacen profesién de los conse- jos evangélicos han de buscar y amar, ante todo, a Dios, que ‘nos amé primero [...]. Los miembros de los institutos deben El himno de Efesios se recege en las Visperas del unes; el himno de Colosen~ sss,en las Visperas del miéecoles l imno de Fipenses, en las Primeras Visperas del domingo. Hablaremos sobre ello mis adelante. 25 cultivar con dedicacién constante el espiritu de oraciér. y Ja oracién misma, hebiendo de las anténticas fentes de la espiritualidad cristiana. Sobre todo han de tener cada dia la Sagrada Escritura en sus manos» + Optatam tatius, 2: «El santo Sinodo recomienda, sobre todo, Jos medios tradicionales con los que todos pueden colaborar [para fomentar las vocaciones sacerdotales], como son: la oracién ferviente, la penitencia cristiana», + Preshyterorum ordinis, 6: «Ademés, con su amor, oracién, ejemplo y obras de penitencia, la comunidad eclesial ejerce ‘una auténtica maternidad respecto a las almas para llevarlas a Cristo» + Gaudium et spes, 49: «Para cumplir con constancia los deberes de esta vocaci6n cristiana, se requiere una insigne virtud; por £50, los esposos, fortalecidos por la gracia para la vida santa, cultivarin y pediran en la oracién con asiduidad la firmeza del amor, la magnanimidad y el espiritu de sacrificio». Ademis del concilio Vaticano II, otros documentos del Mag's- terio han tratado de nuestro tema. Recordemos, entre todos ellos, el Catecismo de la Iglesia catélica, que dedica toda la cuarta parte a la oracién cristiana™, Una conclusién... simpaticamente provocativa De una manera un poco provocativa desearfamos terminar fuera de lo que son los esquemas habituales. Seria ttil proponer al lector un breve conjunto de preguntas para que él experimente algo de lo que es la verdadera oracién. Consistiré en invitarle a que revise la Ta primera seccisn trata de la oracién en la vida crstiana. La segunda secciin hhace un andlisis del Padrenuesire. La publican del Catecisme twvo lugar en el aio 1992, 2% Blane de ocr cantidad y principalmente la calidad de su oracién, animandole a que busque una relacién cada ver més personal, que sea capa7 de deducir de ella amplias consecuencias comunitarias y sociales. Las preguntas son puramente indicativas y tienen la intencién. de abrir el camino hacia una reflexién personal, en la cual cada individuo, conociéndose bien a si mismo, puede plantearse pre- guntas mas pertinentes y povechosas. Oracién individual 1) gTengo una oracién madura, evangélica, perfilada segiin la estructura del Padrenuestro, que es el modelo de toda oracién, porque fue ensefiada por Jestis? Las peticiones y las actitudes de mi oracién, gson las del Padrenuestro? Comprobar como ha sido mi oracién de los tres ltimos dias. 2) ¢Considero mi oracién como respiracién del alma, como encuentro con Dios, con lo cual hago que sea més profunda mi funcién de cristiano, mi puesto en Ia sociedad, y con ello valoro mis obras y me confronto con la palabra de Dios? 3) La oracién, zme hace tener conciencia de mi infidelidad y de la fidelidad de Dios? Me hace sentir también la trascendencia del amor de Dios? 4) -Procuro tener, a lo largo del dia, momentos de silencio y de recogimiento interior, considerandolos como ocasiones privi- legiadas para el encuentro conmigo mismo y con Dios? 5) Soy fiel a todas las ocasiones en que debo hacer oracién (per- sonal, familiar, comunitaria)? ¢Qué ocasiones he dejado pasar durante los tltimos diez dias? :Por qué? 6) Me esfuerzo por superar «la costumbre habitual de hacer oracién», y considero siempre la oracién como un don y como oxigeno de la vida espiritual? :Con qué actitud he orado esta mafiana? a 7) Nos hallamos estimulados también por las catequesis de los miércoles, dispuesus. or Juan Pablo Tl, que en el a0 2001 hizo que comenzaran tratando del tems de os Samos y de os elntios,propuestos en ls Lt dels lores 32 El ae de oror Datacién Los Salmos fueron compuestos en un arco de tiempo de unos 700 afios, hasta que, hacia el siglo V a.C., fueron recopilados y, por tanto, trasmitidos tal como los poscemos en Ia actualidad. Fechar con exactitud un Salmo sigue siendo una labor ardua incluso para los especialistas, porque el contenido no ofrece indica- iones precisas, a no ser en algiin caso raro, como el Sal 137(136),1, donde la referencia a los rios de Babilonia remite con seguridad al tiempo del destierro. De ordinario, si se estudia el lenguaje empleado y la teologia expuesta, se puede uno decidir por una época més bien que por ctra, pero renunciando a fechar el Salmo con precisién, ‘Autor ‘Tampoco se conoce siempre el autor. A menudo se trata de com- posiciones anénimas, trasmitidas y conservadas gracias a la liturgia que las adopt6 como propias. Se aplica a los Salmos lo que sucede con tantas melodias o aires populares que todos cantan o silban, sin preocuparse por saber quién fue su autor: se han convertido ya en patrimonio de la tradicién comin. David compuso ciertamente algunos Salmos; otros se le atribuyen, porque él es el salmista ideal, a quien hace referencia toda la produccién himnica, de la misma manera que Moisés es cl legislador por excelencia y Salomén, el padre de la literatura sapiencial. Todas estas personas se encuentran a los comienzos de una corriente literaria y teol6gica que otros contingan, exactamente igual que un rio brota de sus fuentes y se va enriqueciendo, a lo largo de su curso, con la contribucién que le aportan numerosos afluentes. Por esta razén, el Nuevo Testamento citaré frecuente- mente a David como autor del Salmo (cf He 2,25.29). 33 Los Somes, eraciény poesia de os los Numeracién La numeracién de los Salmos crea a veces confusién, porque algunos citan el ntimero segiin el texto hebreo; otros, segiin la traduccién griega, recogida por la traduccién latina y adaptada por la Liturgia. Para simplificar un poco, recordemos que los ocho primeros Salmos y los tres iltimos llevan el mismo niimero, mientras que los otros tienen una unidad més en su ntimero, si se citan seginn el texto hebreo, y una unidad menos, si se citan segiin l texto griego, latino o litirgico. ‘Numeracién Numeracién hebrea griega/latina/livixgica 1-8 18 9+10 9 1 10 2 11 (siempre +1) 147 146+147 148-150 148-150 La confusién subsiste atin hoy, porque de un ntimero no se puede deducir enseguida y con certeza cual es la numeracién adoo~ tada. Para eliminar toda duda, convendria sefialar las dos numera~ ciones. Por ejemplo, el Miserere puede citarse como el Sal 50(51) 0 como el Sal 51(50). En cualquier caso, el ntimero mis elevado en una unidad, ya se cite dentro o fuera del paréntesis, corresponde a la numeracién hebrea. ‘Nota bene. En las paginas siguientes, los Salmos se citarin segiin la numeracién hebrea, ofreciendo a menudo, entre paréntesis, la numeracién litrgica, 34 Coleccién y clasificacién Los 150 Salmos no son, ri mucho menos, un bloque homogénco, porque varian por su extensisn, su contenido, la cronologia de su composicién y su valor literario y teolégico, Se experimenta la necesidad de clasificarlos. Una primera clasificacién puede basarse en el texto mismo, que indica cinco grandes colecsiones, marcadas por cuatro conclusiones parciales (cf Sal 41,14; 72,18-19; 89,53; 106,48) y por una con- clusién general. Esta viene dada por el Sal 150, situado al final del libro, y esto explica su solemnidad, comparable a los acordes de 6rgano al final de una celebraci6n litirgica. Pensamos que el Sal 1 sirve de introduccién a toda la obra. Los especialistas han tratado de ofrecer otra clasificacién, basada en el contenido. Han logrado asi reconocer dos grupos principales (0 géneros literarios), el himno y la stiplica, y otros grupos menores. Para facilitar Ia comprensién de los Salmos y para organizar mejor su abundante material, presentaremos las principales «familias» o grupos. * Salmos de lamentacisn individual, Constituyen un grupo ba tante numeroso que comprende unos cuarenta Salmos, en los que el salmista utiliza el tono de stiplica y de lamentacién ante Dios, refiriéndose a algo que le causa dafio 0 suftimiento, como la enfer- medad, el pecado, los enemigos. Ejemplos: Sal 6; 35(34); 51(50); 88(87). * Salmos de lamentacién publica. Quien se lamenta ahora es toda la comunidad, porque algo verdaderamente grave pesa sobre todos. Ejemplos: Sal 44(43); 74(73); 80(79). + Salmos de confianza. Se toma como punto de partida una situacién dura y diftcl, en la cual una espiral de confianza abre la 35 05 Solos, eracién y poesia de los os puerta a la esperanza y al abandono en manos de Dios, en grado {al que este sentimiento Tega a preponderar y a caracterizar el tenor del Salmo. Ejemplos: Sal 3; 16(15); 23(22); 131(130). + Salmos de accién de gracias, El tono dominante lo marca el agradecimiento por la intervencién de Dios en favor del salmista o de la comunidad. Ejemplos: Sal 4; 18(17); 129(128) + Himnos, Celebran a Dios principalmente como Creador y como Salvador. Estos Salmos se cuentan entre las composiciones mis logradas desde los puntos de vista poético y teolégico. Ejemplos: Sal 8; 19(18); 29(28); 104(103); 150. + Salmos en honor de la realeza. Estos salmos, creados para celebrar al monarca, continuaron existiendo aun después de la desaparicién de la monarquia, porque estin orientados hacia el rey ideal, hacia el Mesfas. En efecto, algunos, como el Sal 2 y el Sal 110(109), son notoriamente mesidnicos. Otros ejemplos: Sal 20(19); 45(44). * Salmos de Sién. Sién es el monte més alto de Jerusalén, y sobre 1 se edificé el templo. Celebrar a SiGn es celebrar a la ciudad santa que Dios eligié como su morada. Ejemplos: Sal 1; 119(118); 139(138). + Salmos sapienciates. Son Salmos que fijan su atencién en algin aspecto sapiencial o filoséfico de la vida, como el camino recto que debe seguirse o el valor de la ley. Ejemplos: Sal 1; 119(118); 139(138). + Finalmente, hay otros grupos de menor entidad 0 Salmos 36 El ate de oor que no pueden clasificasse ficilmente, porque mezclan géneros diversas, Ejemplos: Sal 27(26); 31(30), Importancia Los Salmos son el «credo» de Israel, un credo que se convierte en oraci6n, pasando por la vida‘, Israel tiene la viva conciencia de ser el pueblo de Dios, y trasfo:ma tal conviccidn en oracién: «Nosotros somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebatio» (Sal 100[99],3). De ahi nace una alianza, acompasada por tres motivos de céntico. El primero celebra la bondad de Dios, cantando su amor eterno: es la filigrana de todo el Salterio, que algunas veces resalta vistosamente, como en el Sal 136(135). El segundo motivo hace resaltar el don que Dios ha hecho al hombre, la Tord. El término, mejor que por habitual «ley», debiera traducirse por «ensefianza», porque indica el amoroso camino que Dios ha trazado para su pueblo. Léase a este propésito el apasionado Sal 119(118), en el cual 176 versiculos son una exaltacién de términos como «ley», «preceptor, «ensefianzay, edecreto», «palabra», «mandamiento». El tercer motivo admite sin términos medios la fragilidad del hombre y su inconstancia en mantenerse fiel al compromiso adoptado. Ningiin texto de la Biblia expresa tan insistentemente como el Salterio la inquietud por el mal, el sentido del pecado y del fra- caso. De ahi se deriva, por un lado, la voluntad de arrepentimiento y de purificacién, como se expresa tan admirablemente en el Sal 51(50),9: «Lavame, y quedaré mas blanco que la nieve». Por otro Jado, se deriva el clamor de execracién, que llega hasta el deseo de la traduc “A esta oracin, dil alos movimientos del esptitu humano y disponible para sus ‘expresiones orantes la liturgia de Iivae atada vigor expresivo y dramatizacin poética y celebradora, de tal manera que los salmos pudieron sr la oracién siempre encarnada en cl hoy dei hombre del Antiguo Testamencos (ML Masint, Salmi preghia i ux popolo in cammsine, Queriniana, Brescia 1982, 96-97), imos, rain y poesia exterminio de los malvados, como se lee en el desconcertante Sal 137(136),9: «Dichoso el que agarre a tus hijos y los estrelle contra, Ia roca. Desde la vertiente de las experiencias negativas (enfermedades, deudas, persecuciones, penuria, luchas, temor, muerte), como desde Ja vertiente de las experiencias positivas (alegria por la cosecka, hermosura del mundo, grandeza del hombre, serenidad recuperaca, goz0s familiares, contemplacién de las grandes intervenciones de Dios), nace siempre una gran confianza en Dios. La esperanza impulsa al alma a clevar la mirada sobre el telén de lo que ven los ojos, y a sensibilizarse ante el futuro que llega. Sobre todo, los salmos mesiénicos ayudan a dirigir la mirada hacia delante, hacia Aguel que ha de venir, hacia Cristo. Los Salmos, oracién de Cristo y de la Iglesia El Salterio es el libro del Antiguo Testamento que més se cita en el Nuevo Testamento. Encontramos unas 117 citas de Salmos. Escojamos los mis citados, en al menos diez ocasiones: Sal 2; 22(21); 69(68); 89(88); 110(109); 118(117); 119(118). Asi pues, resulta evidente el valor de los Salmos bajo el aspecto cuantitativo. Pero Jo que mas interesa es la calidad: la caracteristica del Nuevo ‘Testamento es el uso cristolégico de los Salmos. «El Salterio es el memorial de la historia de Israel y el libro de todas las liberaciones», escribia el judio A. Chouraqui. Por esto mismo, los Salmos sobrepasan ya las fronteras de Israel, convit- tiéndose en patrimonio literario y espiritual de toda la humanidad. Su maximo valor consiste en el hecho de que fueron la oracién de Cristo. Sabemos que Jestis muere en la cruz citando el Sal 22(21),2: «Dios mio, Dios mio, spor qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Este Salmo, que consta de dos partes, una de ellas tenebrosa,y la otra, impregnada de una intensa luz de esperanza y Erore de oror de vida, se prestaba muy bien para expresar la situacién dolorosa de Jestis, pero también su confianza en el Padre. El abandono de Jestis, leno de confianza, en manos del Padre es verdaderamente el elemento que mis destaca, como nos lo hace comprender bien el evangelista Lucas, que recoge de los labios de Jestis moribundo el Sal 31(30),6; «Padre, a tus manos confio mi espiritu» (Le 23,46). Podemos afirmar que Lucas, al escoger otro Salmo, propuso la mejor exégesis del Sal 22 citado por Mateo y por Marcos‘ ‘Ademas de ser la oracién de Cristo, los Salmos son la oracién dirigida a Cristo, porque hablan de El: «Son estas las palabras que os decia cuando estaba atin entre vosotros: es necesario que se cumpla todo lo escrito sobre mi en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos» (Le 24,44). Durante su vida apostélica Jestis tiene 1a oportunidaé de citar un Salmo para expresar lo que El piensa y para demostrar su autoridad. En polémica con los fariseos, Jess cita el Sal 110(109),1 para afirmar la superioridad del Mesias con respecto a David. Para decirlo con otras palabras Jests esté hablando de s{ mismo y cita el salmo como «palabra de Dios». Esta contiene un valor mucho més amplio del que podia pretender el salmista cuando lo componia o lo recitaba en oracién. Jestis ayuda a descubrir el misterio de su persona, sirviéndose tam- bién de los Salmos. Jestis es quien da cumplimiento y plenitud al contenido de los Salmos, os cuales poseen, por tanto, un elevado valor cristolégico. Aqui s¢ halla e! motivo fundamental por el que 1 cristiano lee, medita y zecita en oracién los Salmos, que ahora son ya patrimonio de la Iglesia Orar recitando los Salmos no es slo repetir una oracién que fue habitual incluso para Jestis Sino que significa mucho més, significa tener una ocasién privilegiada para conocer mejor a Jestis. Noso- tros hacemos de los Salmes una oraci6n cristiana, porque tratamos de captar en ellos el acontecimiento de Jestis, sus sentimientos. ¥ Me 15,34To cia en arameo, mientras que Mt 27,46 lo cita en hebreo. 39 de os as os Somos. orcién y poe Esto constituye la diferencia entre nosotros y los judios, Podre- ‘mos encontrarnos en Jerusalén, junto al denominado Muro de las Lamentaciones*, orar con los rabinos, utilizar incluso la Iengua hebrea; y, sin embargo, entre nuestra comprensién de los Salmos y la comprensién que ellos tienen, existirfa Ia misma distancia enorme que se interpone entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Nuestra lectura de los Salmos no puede ser sino una «lectura cristiana». En realidad, cuando oramos: «Sélo en Dios encuentro descanso, de El viene mi salvacién» (Sal 62(61],2), entendemos que Dios nos salva mediante la muerte y la resurreccién de su Hijo, Jesucristo, Sefior nuestro. No piensan asi los judios, que interpre- tan tinicamente la salvacién como la intervencién bienhechora de Dios, y excluyen a Cristo. El método de la lectura cristiana de los Salmos, iniciado por Jesis, encuentra aplicacién muy pronto en la comunidad aposts~ lica. Pedro explica la muerte y la resurreccién de Jestis como un hecho de capital importancia, que forma parte del proyecto de Dios, y lo demuestra citando el Sal 16(15), mencionado en He 2,25-28. Lo que Pedro hace en Jerusalén, lo repite Pablo en Anti quia: He 13,35. Desde entonces queda fijado el camino recto para la comprensién de los Salmos. La lectura eclesial de los Salmos s una lectura cristiana, es decir, que tiene a Cristo como centro y como sentido. De la comunidad primitiva, el patrimonio espiritual de los Salmos pasa a todos los creyentes. El uso de los Salmos en la liturgia cristiana de los primeros siglos es un hecho cierto, aunque las noticias histéricas sean escasas. Ciertamente, a partir del siglo IV los Salmos son utilizados abundantemente en el culto li gico, como sabemos por el Diario de viaje de la peregrina espafiola Egeria. En los Salmos es Cristo quien habla a la Iglesia; y es la Iglesia. 7 Debs Taare con mas pecsin smu ecient, mo, simplemente ol sos (beat), como dicen I julon Ja que se vuelve hacia Cristo o habla de Cristo al Padre. El cre- iente interés por semejante tipo de oracién puede probarse his- t6ricamente leyendo a los Padres de la Iglesia. Bastard la siguiente estadistica: se calcula que de las aproximadamente 60.000 citas biblicas que hay en las obras de san Agustin, unas 11.500 estan tomadas del Salterio. Tan sélo en las Confesiones, la obra mas conocida, los Salmos se hallan citados 583 veces. Verdaderamente, la tradicién patristica favorecié el conocimiento y el amor de los Salmos Con el transcurso del tiempo, el Salterio se fue sustrayendo a la piedad de los fieles, porque el Salterio se recitaba en latin, que no era ya la lengua del pueblo; las personas sencillas y las no eruditas quedaban irremediablemente excluidas del Salterio. La ‘inica excepcién eran los Salmos més conocidos (el Miserere y el De profuundis), que se aprendian de memoria. El Salterio permane- cié durante mucho tiempo como una prerrogativa de las érdenes religiosas y principalmente de los monjes. Los «hermanos» o las personas incultas lo suplian con el Rosario, que era «el breviario de los pobres», que con sus 150 Avemarias reproducia el némero 150 de los Salmos. Con el comienzo del siglo XX’, y luego gracias principalmente al concilio Vaticano II y a la renovacién litirgica -y con ella a la > Recordemos algunas expresiones de la consitucién apostdlica Divino aflaty de san Pio X: «Los Salmos fueron compuestos por inspiraciia divina y estinrecogidos en las Sagradas Bscrturas. Es un hecho que, desde los comienzos ce ia Iglesia oe Salmos sirvieron maravilosamente para nutri ls piedad de los eles. Los crstianos, mediante los Salmos, ofrecian continaaments 2 Dio el earifcio de alabanca, es deci, el fruto de le labios que rendia homenaje al nombre divino, Una parte considerable de la misma sagrada Liturgia y del Oficio divin, segin el uso aceptado ya en la Ley antigua, est constituido par los Salmas. De ahi nace aquella “voz de Ia Iglesia” de la que habla san Basilio, y la salmodia “hija de aqiella himnodia’, como la llama nuestro predeccror ‘Urbano VIII, que resuena incesan‘emente ante "el trono de Dios y del Cordero”. Son principalmente los Salmos los que, segiin san Atanasi, ensefan alas personas conse igradas al culto divino “en qué medida se debe alabar a Dios, y con qué palabeas hay que renditle el debido homens» (Ate Apotlcae Ses, 3 [1911], 633). Todava se conciben los Salrmos como oracién destinad principalmente a elas personas consagradas al culto divinow. _4l Los Samos, aractny posta de os gos Ilegada de Ia lengua hablada por el pueblo-, el Salterio volvic a estar en manos de todos, incluso de los simples fieles. No tiene ya nada de raro el hecho de entrar en una iglesia y de participar en Ia recitacién de las Laudes y de las Visperas, inserta a menudo en {a liturgia eucaristica. Todos tienen actualmente en sus manos una magnifica oraci6n, porque «sdlo Dios habla bien a Dios» (Pascal). Y no debemos seguir dejando a un lado a los Salmos, si queremos hacer caso a las recomendaciones de san Ambrosio: «Qué persona, dotada de sensibilidad, no se ruborizaria de concluir su jornada cotidiana sin recitar los Salmos, desde el momento en que incluso los pajarillos més pequefios acompafian la Ilegada del dia y de la noche con un acto de piedad habitual y con un dulce canto?>* Se ha dado el primer paso. El Salterio vuelve a ser oracién de la Iglesia, porque todos ~sacerdotes, religiosos y laicos~ pueden servirse de él para lograr una espiritualidad verdadera y profunda Queda ain por dar ~y, por cierto, de manera definitiva~ el segundo paso, que es el de la comprensién y del gusto interior. Para una lectura fructifera de los Salmos El gusto interior es fruto del Espiritu Santo, y a El hay que pedis- selo en la oracién, Ademis de hacerlo asi, es necesario un estudio realizado con amor y una investigacién paciente, a fin de tener acceso al universo poctico, histérico y teolégico de los Salmos. Nos limitaremos a ofrecer algunas observaciones esenciales. En cuanto se refiere a la poesia hebrea, sera necesario poseer al ‘menos una informacién inicial sobre el paralelismo. Es una técnica por medio de la cual se confrontan (en paralelo) dos expresiones. El mas comin y el més ficil de reconocer es el paralelismo sinon’- ‘mico, que propone una primera afirmacién, situando junto a ella "FSi Ananosto, Hesaneron, V2, 36. 2 B arte de oar tuna segunda afirmacién de igual contenido, con vocablos distintos (sindnimos). Observemos la repeticién en el Sal 6,2: Sefior, no me castigues con ira, no me corrijas con furor. Yen el Sal 124(123),4: Las aguas nos habrian arrastrado. El torrente nos habria anegado. Lejos de ser una repeticién monétona, esta técnica favorece gue el orante se detenga en la idea que principalmente se saborea y se asimila. En algunos casos, la técnica permite descodificar o, mejor, ilus- trar el significado de un término. Veamos la mejor comprensién que el paralelismo nos ofrece en el Sal 8,5: Quées el hombre para que te acuerdes de él y el hijo del hombre para que de él te cuides? de donde se deduce que el hecho de que «Dios se acuerde» es una expresién sinénima de que «Dios se cuide» del hombre. Como puede comprobarse, a técnica se halla al servicio de una mejor comprensién del texto? Si ahora dejamos los conceptos de técnica literaria, como el * Vease también el Sal 19(18)2, prestando atencion a que en este caso el paale- lismo se denomina quiasmo, porque el sujeo est al eamienzo («ciclose) yal fnal (of mamentos), mientras que el complemento objeto se encuentra en el ite‘ior (eoria de Diose y «obra de sus manos), formando una X. Bl eaquema se expresaria mediante las letras a,b By a: Los cielosnarran a gloria de Dios y la obra de sus manos la proclama 1 firmamento. Pr lo que se refiere al contenido, podemos interpretar de modo menos abstracto el concepto de «gloria de Dios» y podemos leerlo como sinénimo de wobra de sus manos, 23 05 Solas. ee paralelismo, y pasamos a los conocimientos histéricos, nos dare- ‘mos cnenta de lo muy importantes que éstos son para una mejor comprension de los Salmos. Tan sdlo para ofrecer unos ejemplos, diremos que el Sal 137(136) se sitia sobre el trasfondo del destie~ sro babilénico, el Sal 136(135) es como una gran letania de acciSn de gracias por las intervenciones de Dios desde la creacién hasta el desticrro. Los Salmos engloban el pasado y el presente del pueblo de Israel. En todo tiempo, los salmistas hicieron de la historia un motivo para actualizar su oracién. Finalmente, se necesitan conocimientos teolégicos, que son mucho mas importantes que los conocimientos literarios ¢ hist~ ricos. En los Salmos confluyen las diversas cozrientes de la teologfa y del pensamiento contemporineo. Los salmistas se apropiaron las ‘mejores tendencias espirituales, las que enriquecian la espirituali- dad en el presente y fundamentaban perspectivas de esperanza y de confianza para el faturo. Aunque es verdad que algunos Salmos pueden herir inicialmente nuestra sensibilidad con su lengusje tudo y provocador, sobre todo en lo que respecta a los enemigos ~véanse, por ejemplo, los Salmos imprecatorios como el 59(58) y el 83(82)-, no es menos verdad que dichos Salmos, con una correcta interpretacién, adquieren su comedimiento teolégico, ‘Téngase siempre en cuenta que pertenecen al Antiguo Testamento y que aguardan la plenitud que egaria con el Nuevo Testamento. Exis- ten, de todos modos, paginas de altisimo valor religioso, como las gue celebran al Dios Creador (Sal 8 y 104[103]) 0 como la del Sal 51(50), el Miserere, Este tiltimo es el Salmo de los siglos, el mas conocido y el mis recitado, el que ha hecho que muchas personas se conviertan y el que ha hecho Morar a muchos convertidos. Asi se expresa sn Agustin en las Confésiones: «{Cunto Moré al escuchar los himnos y cénticos de tu Iglesia, la cual cantaba dulcemente!»"”. Del humilde San Acustin, Confsiones, V, 28. “4 Bare de oor reconocimiento de la propia pobreza se pasa al gozo del perdén y de la recuperadla intimidad con Dios: un camino trazado por Dios mismo para el salmista y para la humanidad. Ouo punto importante para la recta comprensién de los Salmos se refiere al lenguaje. La experiencia del salmista cristaliza en pala~ bras que no siempre pueden entenderse inmediatamente, dada la distancia cronolégica y cultural. Es necesario superar tal distancia y comprender bien las palabras. Una vez, alcanzada la «fusién de horizontes», esa experiencia podré llegar a ser ~a través de un pro- cceso de asimilacién espiritual~ la experiencia de cualquier lector. El lector podra situarse en relacién de didlogo con el texto y, a través del mismo, con Dios. Podemos afirmar que «cada Salmo es como ‘una persona viva que nos sale al encuentro», Las palabras de una lengua pueden tener diversos significados. Por ejemplo, «errar» puede significar caer en el error o también andar vagando. No tratamos de este tipo de polivalencia, aunque si de aquella variedad de significados que un término posee en una lengua, y que pierde al ser traducido a otra lengua. Siempre a pro- pésito de los Salmos, palabras como «coraz6n», «alma», «siervo», «nombre», gusticia», «salvacién», y muchas otras més, son traduc- ciones de respectivos vocablos hebreos, pero traducen tinicamente de ellos algtin aspecto, y no siempre el més importante, De abi la necesidad de profundizar en el sentido del vocablo original para comprender toda la riqueza de significados que se contienen en él. Propongamos como ejemplo el término «orazn>" El término corazén (en hebreo /eb/lebab) es el concepto antro- polégico de uso més frecuente en el Antiguo Testamento, porque Jo encontramos 858 veces, casi nunca en el sentido del érgano pulsante de la moderna anatomia. En 1Sam 25,37-38 se define el corazén como lo que nosotros lamamos con mis propiedad el "A.M. Canor, I Salmi cant di Cristo e della Chiesa, Paoline, Milén 1997, 17. ® CEL. Kourex-W. Baumcarrnen, Hebrsches und Aramdisches Lexikon zutm Alen Testament, Leiden- Nueva York-Colonia 1995, 488-491. os Solmas,eracién y possi de lo acerebro». Y en 1Sam 16,7, 0 en el Sal 139,23, el corazén se con: cibe coma la parte mas interna, por contraposicidn a lo que apa- rece exteriormente. Son muy variadas las actividades del corazdn. Ofreceremos un catilogo de ejemplos sobre las mismas. + Actiia sobre la esfera emotiva y de la sensibilidad: «Alivia las angustias de mi corazén, libérame de las congojas» (Sal 25,17). + Y sobre la sede del gozo y del dolor: «Mi corazén se goza en tu salvacién» (Sal 13,6). + Expresa vivo deseo, aspiracién: «Has satisfecho el deseo de mi corazén» (Sal 21,3). EI deseo puede convertirse en ansia y altivez; lo contrario de Jo expresado por Jestis, que es «manso y humilde de corazén» (Mt 11,29). En Ja mayoria de los casos, al corazén se le atribuyen funciones intelectuales, racionales, las funciones que nosotros atribuimos ordinariamente al cerebro. Segiin Dt 29,3, para entender!: corazén ha sido daéo «Enséfianos a contar nuestros dias y alcanzaremos la sabiduria del corazén» (Sal 90,12). + El corazén es el centro de las decisiones de la persona: {Que te conceda lo que tu corazén desea, hhaga que se logren todos tus planes!» (Sal 20,5). + El corazén es la persona misma: «< Viva vuestro corazén para siempre!» (Sal 22,27). Flare de or Para terminar esta visin de conjunto, diremos que en pocos casos el corazén significa el sentimiento, con mucha maynr Fre~ cuencia indica el érgano del conocimiento y de la voluntad. Aqui nos detendremos. Para profundizar en el lenguaje y en el simbo- lismo de los Salmos, remitimos a los estudios especializados®. Bastenos aludir a la importancia de la recta comprensién de las palabras, si se quiere lograr una correcta interpretacién y una fruc~ tifera asimilacién del mensaje de los Salmos. Dos ejemplos: el Sal 8 y el Sal 150: Para un contacto directo con el maj 20 mundo de los Salmos, proponemos la lectura de dos Salmos, con un breve comentario, Salmo 8: gloria a Dios y triunfo al hombre 1 Al maestro de coro. Sobre la oda de «Gat». Salmo. De David. 2. jOh Sefios, Dios nuesto, Aclamacién del asamblea ccuin grande es tu nombre en toda la tierral: Sobre los cielos se alza tu magnificencia. Quien es Dios 3. Por boca de los nifios y de los pequefiines afirmas tu poder contra tus adversarios, para reducir al silencio a los enemigos y a los rebeldes. 4. Sicontemplo tu cielo, obra de tus dedos, Ja luna y las estrellas que ti pusiste alli, 5 gquées el hombre para que ti te acuerdes de él y el hijo del hombre para que de él te cuides? 3 CHG. Ravast I tbo dei Sci I, EDB, Bolonia 1981, 30-34. 7 Los Salmos eracion y poesia de los pos 6 Pero le hiciste un poco inferior a los angeles, Quin es el hombre Je coronaste de gloria y de honor: 7. le diste poder sobre las obras de tus manos, todo lo pusiste a sus pies; 8 todas las ovejas y los bueyes, todos los animales del campo; 9) tas aves del cielo y los peces del mas, que sutcan las sendas de las aguas. 10 ;Oh Seftor, Dios nuestro, coun grande es tu nombre en toda la tierra! ‘Aclamaciga de Is asamblea 51 salmo es un cntico de alabanza (himno) a la gloria de Dios como Creador. Segtin sucede a menudo en los himnos que exaltan al Creador, nuestro Salmo comienza y termina con una solemne estrofa dirigida al Sefior, cuya magnificencia esta difundida por todo el universo (versiculos 2 y 10). La frase encuadra todo <1 Salmo, con una técnica que los especialistas denominan «inclu- siGn» (cf Sal 104), Dos interrogantes ~zquién es Dios?, gquién es el hombre? crean el dinamismo del Salmo y articulan las dos estrofas. Para enten- der al hombre y para conocerlo bien es necesario, aunque parezca parad6jico, mirar a Dios: «Es caracteristico el hecho de que en este Salmo la alabanza de la grandeza de Dios se convierta de hecho, ¥ extensamente, en alabanza de la grandeza del hombre. Pero es Dios quien lo hace todo: bastard sefialar los adjetivos y pronombres, personales y posesivos: tu nombre... tu esplendor... ti opones... As, que, paradgjicamente, en un poema que exalta tanto al hombre, Dios es el sujeto de casi todos los verbos»"*, Dios es quien creé el ~ #N. Qyesson, / mesaggio dei salni I, Borla, Roma 1990%, 20 4 Bare de wor universo, quien lo gobierna con su poder, y quien no teme a nadie, hhasta tal punto que vence por medio de inermes nifios pequefios Dios es también el providente Creador del hombre, a quien confia la gestiGn del mundo, después de haberle colmado de honor. El escenario del Salmo es la fascinacién de una noche de estre- las. Ante la vista de la creacién nace el eterno interrogante: Qu es el hombre en medio del infinito? Las respuestas se van multipli- cando en cascada: se puede leer la obra Infinito de Leopardi (véase a continuacién), o recordar una frase de Kant: «Hay dos cosas que no dejan de asombrarme: el cielo leno de estrellas sobre mi y la ley moral dentro de mi», o se puede recordar el pensamiento de Pascal: «El silencio eterno de esos espacios siderales me lena de consternacién». Verdaderamente, la consternacién es la primera reaccién del hombre: el hombre es ena / ben adam, es decir, polvo, nada. El hombre siente su pobrezé, su fragilidad, Pascal lo dijo: «El hombre es sdlo una cafia, la més fragil que hay en la naturaleza, pero es tuna cafia que piensa», y de este modo compensé la pequefiez del hombre refiriéndose a la dignidad de su inteligencia, Podremos dar un paso més, mencionando otro pensamiento de Pascal: «Todos los cuerpos juntos no son lo que es un acto de inteligencia; todos los espiritus juntos no son lo que es un acto de amor». ¥ de esta manera el hombre sigue siendo el mayor enigma, una mezcla de pobreza y de riqueza, de nada y de todo: «El hombre es precisa mente esa gran pregunta que se yergue sobre el horizonte plano de la tierra; esa curva que se vuelve sobre si misma preguntando; es el tinico animal que se sabe y no se sabe>"*, La accién de Dios al «acordarse» y al explican el motivo de la alabanza: por sts intervenciones en la historia (+ proezas), entendidas como mani- festaciones de Dios, y también por la grandeza de Dios, es decir, porque Dios es Dios. Siguen otros seis «alabad a Dios», expresa- dos con ayuda de diversos instrumentos musicales, Puesto que les, instrumentos pertenecian a diversos grupos particulares, podemes saber de esta manera quiénes estaban invitados a la celebracién de las alabanzas de Dios: + trompeta 0 cuerno (instrumento nacional, largo y curvo ¢ las extremidades, que servia para convocar al pucblo): lo tocaban los sacerdotes (cf Jos 6,4); + arpa y citara (una especie de lira que se tocaba con los dedos 56 El arte de oe y con el plectro): eran instrumentos de los levitas, colabora- dores de los sacerdotes (cf 2Crdn 5,12); + tamboriles (sencillos tamboriles que acompafaban a Ja danza), flautas, cimbalos (semejantes a nuestros platillos) eran instrumentos para uso principalmente del pueblo (cf Jue 11,34) Al final, para que nadie quede excluido, aunque se trate de alguien que no sea hebreo, se invita a todo ser viviente a asociarse ala alabanza y, por tanto, a entonar su «aleluya EI Salmo es una convergencia de diversas totalidades: la tota- lidad del cosmos esta invitada a la alabanza; participan en ella la totalidad de los hombres con todos los instrumentos conocidos en aquella época: en suma, toda la orquesta; finalmente, no s6lo los hombres, sino también la totalidad de los seres vivientes participan en esta solemne y césmice liturgia de alabanza, De la lectura del Salmo se deriva una sugerencia practica, que Juan Pablo II nos ofrecié en su catequesis: «Asi pues, es necesario descubrir y vivir constantemente la hermosura de la oracién y de la liturgia. Es preciso orar a Dios no sélo con formulas teolégi- camente exactas, sino también de un modo hermoso y digno [...}- La miisica més clevada es Ia que brota de nuestros corazones, Y precisamente esta armonia es la que Dios espera escuchar en nuestras liturgias>™ ‘Al transcribir los versos del Sal 150, los manuscritos hebreos reproducen a menudo la Menorah, el candelabro de siete brazos, colocado en el templo de Jerusalén. Sugieren asi una hermosa interpretacién del Salmo, verdadero «amén» en la oracién de nuestros hermanos mayo:es: todo el hombre, con todos los ins- ‘trumentos y las formas musicales que su misma ingeniosidad ha inventado, pero también todo ser viviente, todo y todos estin invi~ Juan Pablo TH, catequesis del miércoles 26 de febrero de 2003, pirafos 3 5. . _31 Les Sams. ora ypoesis de os ios tados a encender sus lamas como la Menorah ante el Santuario, en constante oracién de alabanza y de accidn de gra EI Salmo estimula al hombre moderno a mantener viva la sen- sibilidad para la alabanza. Es verdad que, a diferencia de la accién de gracias, la alabanza es espontinea; sin embargo, el abandono del ejercicio de la alabanza corre peligro de hacer que se teseque lo que es una gran expresién de nuestro espiritu. Jestis nos ensefia a practicar la oracién de alabanza: «En aquel mismo instante Jesis se regocijé en el Espiritu Santo y dijo: “Te alabo, oh Padre, Sef del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has revelado a los pequeiios. Si, Padre, porque asi fiue de tu agrado”» (Le 10,21). A imitacién de Jesiis, nosotros los cristianos practicamos la alabanza al Padre; sabemos, desde Iuego, que no poseemos el templo de Jerusalén, pero en cambio poseemos a Cristo, templo del Padre y lugar mistico de nuest-a alabanza: «Por Cristo, con Cristo y en Cristo, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espiritu Santo, sea todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos». Recordemos el estimulo que nos ofrece san Agustin, un Padre de Ia Iglesia de Occidente, cuando comenta el imperativo de la alabanza, el aleluya: «:Qué significa aleluya? Alabad a Dios... $i, después de la resurreccién del Sefior, esta alabanza se multiplicé en la Iglesia, esto significa que, después de nuestra resurreccién, noso- ‘tos Ia cantaremos sin interrupcién. Asi pues, queridos hermanos, alabemos al Seftor: repitamos el aleluya. Representemos en estos dias del tiempo pascual el dia que no tendré fin, apresurémonos en nuestro camino hacia la morada eterna,... cantemos el aleluys; como peregtinos y cantando, haremos mis levaderas nuestras fatigas; canta y camina». Escuchemos también la voz de san Juan Criséstomo, un Padre de la Iglesia de Oriente: «El profeta ha convocado a los habi- tantes del cielo, luego a todos los hombres de todos los tiempos, finalmente a todos los instrumentos musicales. Alabar a Dios sin 58 Eroe de oar jnterrupcién es nuestro sactificio, nuestra oferta, nuestro ministerio mis noble, que reproduce la vida de los angeles» La breve exposicién que hicimos, tomando como ejemplo estos dos Salmos, quiso subrayar la conviccién -bien arraigada en todos de que los Salmos son una excelente oracién de Isracl, de Cristo y de la Iglesia, Nos convenceremos mis intensamente de ello, cuando comprendamos la sabia recomendacién de Dietrich Bonhoeffer: «Hemos tratado de recorrer rapidamente el Salterio, para aprender quizds a orar mejor recitando algunos Salmos. No seria dificil vincular todos estos Salmos con el Padrenuestro. Bastaria tal vez con corregir unas pocas cosas en el conjunto de los capitulos en los que hemos tratado del tema. Pero lo unico importante es que comencemos de nuevo, en la fidelidad y en el amor, a orar recitando los Salmos en el nombre de nuestro Sefior Jesucristo»”. Conclusién: los Salmos nos ayudan a convertirnos en poetas No podemos orar recitanco los Salmos sin convertirnos un poco en poetas. Los Salmos son un desafio a nuestro afin de eficiencia ya nuestra mentalidad tecaocritica: nos exhortan a que tengamos la valentia de medirnos con una poesia de literatura diferente de Ia nuestra, y que, no obstante, esti lena de valores universales y perennes, Como poesia que son, debemos saborear las imagenes y los simbolos de los Salmos, cue nos ayudan a reconocer el misterio y la presencia de Dios. En la poesia, el simbolo «es el camino privilegiado para expresar el encuentro del hombre con Dios, que ® D, Bonnozrren, Pregare {Salmi con Crist, Queriniana, Brescia 1969, 113, 39 Los Sams. erocib y poesia des igs viene hacia él; y cuando el simbolo ha conducido al hombre has‘a el misterio, entonces el hombre. se snmerge con él en el silencio» (X. Léon-Dufour) rar recitando los Salmos no es una tarea para personas cultas para personas refinadas. Es un don y una propuesta para todo aquel que acepte mirar en torno suyo con mayor placidez, con mayor estupor, con una solicitud rica y disponible para la relacién, sin forentar vacias evasiones, y con la precisa voluntad de recono- cer a Alguien y de vivir para él. Hagamos nuestro el pensamiento de san Ambrosio: «Qué hay mas hermoso que el Salmo? (...}. EI Salmo es bendicién del pueblo, alabanza de Dios, himno de alabanza del pueblo, aplauso general, himno del universo, voz.de la Iglesia, profesin cantada de fe, devocién plenamente acreditada, gozo de la liberacin, clamor de alegria, exultacién de gozo. ‘Mitiga la ira, disipa la angustia, libera del Ianto. Es arma en la noche, magisterio en el dia, escudo en el temor, fiesta en la santidad, imagen de la serenidad, prenda de la paz y de la concordia. La luz de la aurora hace que resuene el canto del Salmo, con el canto del Salmo responde la puesta del sob, ‘Comentario al Salmo 1, 9, CSEL. 64, 7, CAPITULO 3 Entre el cielo y la tierra: Ja oraci6n del Padrenuestro (Mt 6,9-13) E 1 Padrenuestro! es la oracién por excelencia, porque es la tinica oracién ensefiada directamente por Jestis mismo. El nos dejé una formula preciosa de oracién, més atin, una «pauta» para verificer Ta bibliografa es abundante, Entre los esritresantguos recordemos: Aoustiy, Sermons 56-59, PL 38, 377-402; Civnias, De oratione dominic, CCL 3,2, 87-137, Guzconio be Nish, De dominica oration, PG 44, 1120-1138, Tent uLiano, De oratione, CCL 1, 1,255-274 Ente los autores modemnos recordemos: G. BasaDon, In era cme in cela Brevi comsidercion rd Padre nor, San Palo, Milan 1995; 0. Cuéstent-B. Stas asa, Pregre il Pare nostro, igen, Comins di Bose 1988; 0, urtsta La oan ‘endl Nuey Testament Sigueme, Salatvanca 1999, 4-119; V.D Paouss Laeger ‘sepals, ncora, Milan 1991, C.D Savre, EI Poe nuctra a esprenia te Dios ea ‘radiin judo cstian, Secretariado initio, Salamanca 1988; R. Fawn, Padre nut, Preghiera dentro la vita, Borla, Roma 1984; V. Grossi (ed. EY Padrenuestro, EGA, Bilbao 19835] Jones El Pudenuetro om aegis actual, en Aiba El mene central del Nuew Tatemente, Sigueme, Salamanca 19934, 215-235; M. Leonos, El Padronusto:oracon ‘cangdza, San Pablo, Madrid 2004]. B. Lore, I! Padre nostro ogi, Paoline, Roma 1979; M,Luveno, Pate mito que eto scl enC. Werrnavs (ed), Paginas exegias 22 ‘Martin Later, La Ausora, Buenos Aires 1961; A. Macc, Pair ii pov. Inroiczione «commento dle Beaiudi del Padre nesta di Mateo: Le Beata, Citadel, Ass 1995, B. Maccions, Pade nostra, Vitae Pensero, Min 1995; M, Maris El Pace nueste, Comercial, Valencia 2000, R. Menicisiis, Quando pregate dit: Paste nostra» EDB, Bolonia 1994; A. Prowzato, Ei Padre nuestro, oraciin de los bijes, Siguemne, Sala- smanca 1993; Sanrosv0sso, I! Pate note ela sua gata, Lttura moder in i, Boris, Roma 1987; R-Scuwacxensune, Tt posbil ci rede Paes, Brescia 1988, 1H. Scunstan, Pade met Ediciones FAX, Madrid 1961; R. Scoonaaaoti, I -Pude oton mall ges de Pdi, Edin S, Lorenz, Reggio Ennli 1993; P Stevan Pade etre, Maret, Genova 199%; L, Tosiant, Pade notre, Commento bible pastoral, Fae ‘szcanum, Roma 2008; H.J. Vine, If Pie notre. La preghera di una ceazion ofits ‘Querinina, Brescia 1991; B. Youn, Te Jewish Background fo he Lor Payer, Center fer Jdaic-Chrisian Studies, Atstin 1984, Bare de oor Ja correcta formulacién de nuestras peticiones. Asi lo recuerda san Agustin: «Al orar, tenemos libertad para servirnos de otras palabras, aunque imploremos las mismas cosas, pero no podemos permitirnos el implorar cosas distintas». El Padrenuestro encierma un mensaje tan rico y denso, que debe considerarse como la suma de todo el Evangelio. Por esta razén, el Padrenuestro es un teme fundamental en los catecismos. Lutero lo comenta en su Catecismo Mayer y en su Catecismo Menor. Lo encontramos, obviamente, en el Catecisme Romano del concilio de Trento (1588). También e! Gatecismo de la Iglesia catélica (conocido por la sigla CCE y publicado en 1992 por voluntad de Juan Pablo TI) hace una exposicién del Padrenueséro como trama fundamental para desarrollar el tema de la proclamacién de la fe*, El Padrenuestro constituye una etapa fundamental en la form: cin cristiana: El catectimeno no es admitido todavia a la recita~ Gin de esta oracién, pero, una vez. que se ha convertido en hijo de Dios en el bautismo, se le invita a que recite en voz alta la oracién de los fieles que invocan 2 Dios como Padre, y a que se acerque de esta manera a la comuni6n eucaristica’. Y en la celebracién cucaristica, el Padrenuestro, honrado con un puesto privilegiado, se convierte en la oracién comin de la asamblea orante. El Padrenuestro es la oracién paradigmatica del ecumenismo ® Austin, Carte a Pro, 150,12, CSBL. 44,66 2 “Breviarium totus Evangel (Texrouano, De oratione dominia 1, 6: PL 1, 1153), + Léanse especialmente ls 2777-2802 «EL Paden se ecient bien ea Didi, 2un eit eisan del siglo I: «Podemos axgurar que el Padrenuesto consiuia hacia el ato 75 dC, parte integtnce delat ineraccones be Is orsion gue se daban en fo a Isa por {ert como nos lo hace sospecharla ordenacién dela materia que hallamos en la Didajé (G6 dos caminos, 7 el bautiemo, 8 el ayuno y el Padrenuesto, 9s Iz eena), era parte Integrante dela instruccion que sega al bautismo» (J JeREMAs, Telegia de Nuevo Tatamente 1, Sigueme, Salamance 1974, 229) Entre ol clo y le tera: lo oaciin del Paden cristiano, por constituir una unién afectiva y efectiva de todos los ereyentes en Crista y, en perspectiva también, de toda la humani- dad como una familia de Dios. En la Liturgia de las Horas, el Padrenuestro pone fin a la oracién, de las Laudes y de las Visperas: de esta manera la Iglesia orante reconoce a Dios como el Seftor del espacio y del tiempo, como el Sefior de la historia, de la historia de la salvaci6n. En apariencia, el Padrenuestro es una oracién concisa, un poco sintética, casi genérica, porque podria ser recitada por los adeptos de cualquier religién, y, sin embargo, «recuerda las pilastras de una gran catedral, pilastras rigidas pero que sostienen un inmenso edificion®, A pesar de toda su importancia, el Padrenuestro es bastante pobre en cuanto al registro musical e iconogrifico. Un motivo podria ser la ausencia de un entrelazamiento narrativo, en cont-a de lo que sucede, por ejemplo, con el Avemaria, con su cuadro de referencia en la Anunciacién. En el terreno musical no ha lograéo tampoco la atencién que han podido atraer otras partes de la misa, como el Gloria o el Credo. El motivo pudo ser el hecho de que, hasta la reforma litingica del concilio Vaticano II, el Padrenuestro era recitado tinicamente por el celebrante, y la asamblea se limi- taba a decir al final, en latin: «Sed libera nos a malo: Y Ifbranos del mab. El Padrenuestro nos resulta muy familiar, porque, aprendido de memoria durante la tierna infancia, nos acompafia como un pre- ioso compafiero de viaje durante toda la existencia. Sin embargo, aunque sea muy conocido, puede ser ventajoso fijar de nuevo nues- tra atencién en este texto y detenernos un poco a meditarlo, "5 CM. Manrint, Padre nostra, In Dialogo, Milin 2002p, 11 (trad esp, 1 Paake must, 0... oa EI Padrenuestro en griego (tambien en transcripcion) y en espanol Tateg quGv 6 éy tig odgavoic iter hemon ho en tois ouranois Padre nuestro que en les celes gnaodito 1 Bvond oov Hagiasthéto t8 noma sou Santificado sea tu nombre 2Adto f Paoveia cou, yermbrfw 1 ELeNd oov elthéto he basileia sou, genethétd td thélema sou ‘venga tu reine, bégase tu vobuntad gs ev obgavg nat Ei vis ‘hos en ourand kai epi gs. como en el ile también en la tierra. Tov dorov fav tov éwovotoy ‘Ton drton hemén ton epioision Elpan nuestro ctidiano (necesario) 505 Hyity ovjwegov dés hemin sémeron nose boy wa Gipes tiv 1H Spetdtpata Tov kai Afes hémin ¢& ofilémara hémmon 1yperdénanos las deudas nuestras Gg wai pets depipaper toig dperdrars Hay thos kai hemeis afékamen tos ofilétais hemon coma tambign nosotros perdonamas alos deudores nuestrs ai wi) eloevizyens fds cig xeweaonov, kkai mé cisenégkes hemis es peirasmén _y mo nos intraduacas en a tentacion GbR QUOa Fas dxd tod novnEot. Alli thisai hemas ap6 toa ponérot sino Hbranos del Maligno (mal). nize el clo (a tera: ls eracién de Pacrenuesro Contexto y comparacién Mateo sitia el Padrenuestro en el centro del Sermén de la Montaia (Mr 5-7), casi como un punto catalizador de! interés del lector. Esta oracién y las Bienaventuranzas son las paginas merecida- mente mis famosas de todo el Sermon de la Montafia. ‘Mateo refiere las palabras de Jestis en el contexto de tres suge- rencias —la limosna, la oracién y el ayuno~ que, apreciadas ya entre Jos judios, encuentran un eco en la comunidad cristiana’. La fér- mula de Mateo contiene siete peticiones. La misma oracién, con algunas variantes, se encuentra también en Le 11,2-4, En este caso hallamos.una forma mis breve, con sdlo cuatro peticiones', sobre un total de 28 palabras griegas, en contra de las 57 palabras que se hallan en Mateo. También el contexto es un poco diferente, porque son los discipulos los que piden a Jestis que les ensefie a orar, de la misma manera que Juan habia ensefiado a sus seguidores. Les especialistas no tienen un parecer unénime a la hora de explicar les diferencias entre ambas versiones? Acerca del origen de la frmula, no faltan autores que la con- sideran un calco de oraciones judias como el Qaddif 0 la Oracion de las dieciacho bendiciones®, Hallamos efectivamente afinidades ea ‘Son también tres de los cinco pilares de a religisn ilémica: la profesin de Fe en lunico Dios yen su profeta Mahoma,la oraciia cinco veces al dia, el ayuno,lalimosra yyla peregrinacién a La Meca. ©” La invocacién es tinicamente «Padres (sin «nuestro, que estis en los celose) y faltan también no slo I Ia tercera pevciGn: «Hligaze ta voluntad asi en la tierra como enelcielos, sino también la peticdn final «Mas libranos del mal». Para una comparacicn indptica, también con al texto de la Didajé, vase el articulo The Lard: Prayer, en Tie Anchor Bible Dictionary WV, col. 357. °C]. Jeweanas, Teologia del Nucoo Textamento, 2, 227-238, Bi Qaddié (de la xalz hebrea gai = santifcar) es una de las pogusimas oraciones «a arameo del judaismo antiquo (la oracion se hacia ordinariamente en hebreo), recituba al final de la predicacion, que se reliasba precisamente en arameo, He aqui el texto: «Sea engrandecido y suntficado tu Nombre/ en el mundo que Ela creado segs, su voluntady/ venga su reino, durante vuestra vida y durante wuestos dias/ y durante ida de toda la casa de Tsral/ prontamente y en tiempo cercano. [Decid:] Amén/ Sea bendecido su gran nombre, por todos los siglo de los siglos./ Sea alabado, glrifcado, 66 Elarte de oor cuanto a Ja estructura y al contenido", pero no olvidemos que el trasfondo comin es el Antiguo Testamento, al cual hacen referen: cia tanto el judaismo como el cristianismo. Pero, atin més alla de posibles contactos, son muchos los especialistas que mantienen la originalidad y la unicidad del Padrenuestro: ‘Aun admitiendo la familiaridad con las oraciones judias, hay que reafirmar que «el Espirita, que es el tinico que vivifica, distingue el Pater de férmulas judias anélogas» (Frey). «La novedad del Pater no consiste en la novedad de las ideas o en el uso de nuevas palabras, sino en la grandiosa sencillez, unida a una profundidad de pensa- miento y a una precision que intensifican el valor de ideas religiosas «que pertenecen seguramente a una dimensién divina» (Bludau) evalzado y edebrado el nombre del Sato/ Esa bendy Bl ext por encima de toda Sendiidn, canto alabanza y palabras de consolaién/ que se pronuacien en el mando, {Decic) Armen Concedave pu grande dead el clo vids prospera sobre rosotow Yysue todo lack. (Decidi] Amén/ Bendeid al Sei digno de aabanza/ Bendecid 1 Seow digno de alabana,etenamente y por sempre La Oracién dels dicho denicines (en ebreo Semone tse), Senominadatambin Honda o tefl, ea ran traci d los os judoe Tne un contenido andlog al et Padentesro,y tabi STermancia ene el (por eempl ena tererabenicn) y el maar (poe ejemplo en ies bendcones sexta y ovens), Penta algunos exacts de eta oracién:a[ ercera bendicén (antfcacion del nombe)} Ti eres santo yeu Nombre estat, y ls santos [engl ada ia Te alabon [-]/ Rent rs Ti, Soo, Dion Sant. / Bes bendicén {pete Perdnana, Pcie nest, por emt pcad bude, Rey nur, argue tes mos rela Prgue Ti absaciesyperdenas. Benito ere Ts, See, ue res cemente 1 gener on perdonae) [Novena bends (lao)! Bender, Sefor metro et a0 Mos Ls exes de gros para (mast) bicnstr. Ora on verana) bein, en Zeina) racy lia de bendicn Sabre toda le fz del era Secon de bie Bene ete at coma lst mors. Bent eres Ta, Ser gu bends bt aio. St Para examina mejor fos arocedentes ai cf B. Yous, The fei Baked toe Lands Prager ec El Pahonnto gracs «conte may primo al seo Ji, pias un buen panto de partida para dislogae con los jadi ef K. H. Os Neve Da Patan: Grind frsine Drteteng ar Urges der Chien New “Testament Staces 30 (2008) 327; conslteee areal enter: 320-336. 2 De Faas, Oration Dominica en Dictionnaire de a Bile Sepplenene Vy col 794; consiltes cl ail ener: cols. 788-900 “7 Entre el clo y lo tera: la cracién cel Pocreresvo EI Padrenuestro en hebreo (en transeripeién) y en latin Avinu Se-baSama-yim Pater noster gui es in caeis ‘Yitqaddes sim-kha Sanctifctur nomen tuum ‘Tavo malkhute-ha Adgeniat regnum tam ve-a-ve retson-kha fiat voluntas tua kevaSama-yim ken va-a-rets, sus in cazlo et in terra Et-lehem buqge-nu Panem nostrum quotidian Ten lanu hayom Da nobis Baie u-slab Janu al hata-e-mu et dimitte nobis debita nostra kkefi fe-sol-him gam a-nah-nu la-hot'im la-nu sicut et nos dimittimus debitoribus nostris ve-al tevi-e-nu ledi nisayon ef ne nas inducas in tentationem. iim halletsd-nu min ha-ra sed libera nos a malo. NB:h = h intensamente aspirada; § = sh en inglés o sch en alemn, 68 Una posible organizacién interna” articula de la siguiente manera Ia compasicin de la oracidn: se abre con una invocacién; vienen luego tes peticiones con referencia a la segunda persona del singular (tu nombre, tu reino, tu voluntad); después siguen otras tres peticiones mas extensas, que hacen referencia a la primera persona del plural (nuestro, nosotros). «El plan, muy sencillo, de la oracién del Sefios, al establecer una oposi- cin entre los tres atributos divinos: el Padre (bondad), el Rey (omni- potencia), el Sefior (majestad), y las tres necesidades humanas del pan de cada dia (presente), del perdén de los pecados (pasado) y de una proteccién eficaz (futuro), hace que descendamos desde el cielo hasta los infiernos pasando porla tierra y resumiendo todo el Evangelion" Breve comentario Para el comentario utilizamos a menudo las ideas de autores modernos y, a titulo de ejemplo, ofrecemos también algunas reflexiones de dos Padres de 1a Iglesia: de san Cipriano™ para la primera parte y de san Agustin'* para la segunda. Padre nuestro Taree twav La invocaci6n inicial califica inmediatamente esta oracién como nueva por el trato confidencial, Jestis nos autoriza a dirigirnos a Bae divas pobiddes de arial compotion el Padme Recodo dela te petint que fu punto cent ene pa a proponeR Mayntr Le compatine d Pub wos Cota Cali 158 QOS) D258, I ° Gf Ciemano, Deonton daminin CCL 3,2, 87-197 GE Reverie Semone 36:9, PL 38, 377-40, _6 i de Pacers Dios ya llamarlo «Padre» 0, mejor todavia, «papa». La familiarided en lag relaciones con Dios se menciona a menudo en el Nuevo ‘Testamento y esta considerada como una nota nueva y liberadora, don del Espiritu. La confianza simplifica los procedimientos de acceso, sin disminuir por ello el impulso, ni hacer caso omiso de las diferencias. Al dar a Dios el titulo de Padre, recuperamos un aspecto funda- mental de nuestra dignidad, la de ser hijos de Dios. El Padrenuestro se nos confia después del bautismo, porque sélo a partir de aquel momento nos hallamos integrados en la familia divina, gracias a Jestis, el Hijo, que hace que también nosotros seamos hijos del ‘inico Padre, «participes de la naturaleza divina» (2Pe 1,4). Si todos pueden invocar legitimamente a Dios como Padre y pueden alegrarse de sentirse hijos suyos, dediicese de ahi que se esti recordando a las personas la fraternidad que existe entre ellas. De esta manera, el cardcter de hijos y el de hermanos se condicio- nan recfprocamente como expresidn de dos amores: el amor a Dios yel amor al hermano, amores que en realidad llegan a ser un solo ¢ indivisible amor, tal como esta exigido por el mandamiento més grande, vinculado indivisiblemente al segundo mandamiento. Son las dos facetas de la misma realidad. Como dignos hijos de un Padre tan excelso, los hermanos no tolerarén barreras ni discriminacién, y se hallarén abiertos y a dispo- sicién de todos, lo mismo que el Padre, que «hace salir el sol sobre ‘buenos y malos, y manda la Ihivia sobre justos e injustos» (Mt 5,45). Ala vez, lo mismo que El, sentirin predileccién por los pobres y les Pequefios, por los marginados y los oprimidos, en una palabra, por todos aquellos que no cuentan para nada entre la gente. De la siguiente manera comenta san Cipriano el titulo de Padre: {Qué preciosa es la gracia del Sefios, qué sublime su dignacién y magnifica su bondad hacia nosotros! El quiso que nosotros celebré- ramos nuestra oracién en presencia suya y que le invocaramos con el nombre de Padee, y qve, asi como Cristo es el Hijo de Dios, ast también nosotros nos Ilaméramos hijos de Dios. Este nombre nin sguno de nosotros nos atreveriamos a pronunciarlo en la oracién, si EI mismo no nos hubiera permitido orar de esta manera. Asi pues, debemos recordar y saber, carisimos hermanos, que, si lamamos a Dios Padre nuestro, debemos comportarnos como hijos de Dios, porque del mismo modo que nosotros nos complacemos en tener & Dios como Padre, as{ también El se complace en tenernos a nosotros como hijos» Que estas en los cielos 6 av wis ob gavors Los ciclos son la expresién de lo inasequible, de lo que no se le ha concedido al hombre. También para el hombre de hoy, a pesar de gue conquista los cielos y los atraviesa con sus naves espaciales, sigue teniendo sentido la iamensidad que esa palabra evocaba para el hombre antiguo. Los cielos recuerdan el caracter inaccesible del Padre, un «Dios mis alla de Dios», como se expresa Dionisio Areopagita. Por tanto, se excluye enteramente la referencia a un «lugar donde habitara» Dios en sentido material 0 geogritico. La idea de los cielos nos remite al concepto del Dios creador, Seftor del cielo y de la tierra. Esto da un caricter precioso a su paternidad: Dios es un Padre poderoso, verdaderamente Sefior de lo creado. Esto no se nos dice para humillarnos a nosotros, que somos criaturas, ni para hacer que renunciemos a la confianza con~ tenida en la palabra «Padre». Sino que se nos dice para recordamos que tal confianza esta bien asentada, porque El no es sélo un padre ordinario que se preocups de sus propios hijos, sino que, mucho mis que eso, Dios es «el Padre celestial», que lo puede todo, porque 2 Erie el cielo ata: lo rocién ce Poco es omnipotente. Y asi en Else vincula la familiar proximidad de su paternidad con la abismal distancia de su poder. El hombre no debe tener miedo a ese poder. Sino que debe gozarse de él y debe dejarse guiar por la certidumbre de la Provi- dencia divina. Este Padre, que se preocupa amorosamente de los pajarillos del ciclo y de las flores del campo, atiende con toda cer- teza al bien de sus hijos, Estos deben abrirse a El con entera con~ finza, y deben esperarlo todo de El. Hacer la voluntad de Dics, como la hizo Jestis durante toda su vida texrenal, sera la respuesta congruente a Dios, que es Padre y que «esti en los ciclos». Las tres primeras palabras de la oracién del Sefior encierran, por si solas, toda una liturgia, y nos hacen revivir el misterio de nuestra adopeién como hijos de Dios, nos acompafian en nuestro camino de progresivo conocimiento de los «cielos», es decir, del misterio del Dios que es amor. Desde las primeras palabras comprendemos toda la verdad de esta oracién, a la que santo Tomis calificaba de oratio perfectissima”, Santificado sea tu nombre dyaotiitw t Svopé cov Después de la invocacién, familiar y solemne al mismo tiempo, comienza la serie de las peticiones. La primera domina todas las demas y expresa la primacia de Dios. Todo se desvanece, si Dios no ocupa el primer puesto en la vida del hombre y por encima de todas las cosas. Las peticiones siguientes acerca de Ia venida del reino, del cumplimiento de la voluntad divina y del recibir ayuda para la vida dificil de 1a comunidad, todo ello -en una palabra~ no tiene valor alguno sino en la medida en que Dios se revela y es reverenciado. Santificar el nombre significa, en el lenguaje biblico, la entrada ¥ Towa pe Aquino, Summa tbologia HI 9.83, 2.9. n Bare de oor de lo divino entre los hombres: Dios se muestra en su misterio de santidad, es decir, de perfeccién y pureza absoluta. Es el canto de la revelacién de Dios a los hombres. Trasformando un poco Ia peticién del Padrenuestro, podremos expresar asi su sentido: «Senor, revela el misterio de tu persona perfecta ¢ infinita, de tal modo que nosotros la podamos conocer». De un mejor conocimiento proceden frutos sabrosos, como declara el sabio autor del libro de la Sabidurfa: «Pues conocerte a ti es justicia perfecta; conocer tu poder es la raiz de la inmortalidad> (Sab 15,3). La forma particular del texto original griego -un imperative aoristo pasivo~ expresa la idea de una accién que sélo Dios puede ejecutar, y que el hombre puede desear 0, como en nuestro caso, puede pedir en la oracién. ‘Antes de que pidamos algo para nuestras necesidades materiales y espitituales, la oracién de Jestis nos ensefia a que pidamos una presencia mayor de Dios en nuestra historia. Es una peticién que orienta nuestros descos y hace que establezcamos la escala justa de los valores: Dios debe estar en el primer lugar, y cuando lo reconocemos asi, comenzamos a ver la vida «en colores»; en el caso contrario, nos veremos reducidos al blanco y negro. Escuchemos algunos destellos que dimanan del comentario de san Cipriano: «Después de esto decimos ‘santificado sea tu nombre”, no porque deseemos que Dios sea santificado por medio de nuestras oraciones, sino porque pedimos al Sefior que su nombre sea santificado en noso- ‘ros. Por lo demés, zpor quién puede Dios ser santificado, cuando es El mismo quien santifica? Dios dice: “Sed santos, porque yo soy santo” (Lev 11,45). Por eso, pedimos e imploramos que, santificados por el bautismo, perseveremos en aquello que hemos comenzado a ser. Esto cs lo que pedimos dia tras dia. En efecto, necesitamos una santificacién, cotidiana. Puesto que todos los dias pecamos, debemos purificamnos de nuestros pecados mediante una santificacién ininterrumpida». B viene la rccén del Pockenieara Vengo tu reino ato 1 Badia cov Siguiendo la estela de la peticién anterior, esta peticidn se refiere también a Dios en su manifestacién hacia nosotros. El tema del reino es importante en el Evangelio. Resonaba como sintonfa de apertura en la predicacién de Jestis: «Convertics, porque el reino de los cielos esta cerca». Como parte constitutiva de su programa, resonaba también en la misién de los discipulos enviados por Jestis: «ld y predicad diciendo que el reino de los cielos esta cerca» (Mt 10,7). El reino es llamado el reino de Dios («tu reino»), porque se inserta en Dios. En efecto, el reino es el modo de la presencia de Dios en la historia del mundo y de los hombres. Con un poco ce libertad, podrfamos traducir asi: «Que Tu, oh Dios, puedas estar verdaderamente presente». Existe una modalidad de presencia que Y no nos introduzcas en la tentacién xai yi} sioevfryens fwds els eigaondv La sexta peticién, con ura formulacién en sentido negativo, la tinica de Ja serie, suena extrafia y no se comprende inmediata- mente. Asi lo prueba también la historia de los trabajos realizados ‘para expresar su interpretacién. La palabra «tentacién» es el primer elemento de ambigiiedad, porque contiene significados muy diversos. Existe la tentacién como término sindnimo de prueba o de verificacién, como le sucede a Abrahan, cuando se pone a prueba su disponibilidad para hacer lo que Dios le pedis, exigiéndole algo absurdo, el sacrificio de su propio hijo Isaac (cf Gén 22). Existe la tentacién como siné- nimo de insidia, concebida expresamente para alejar de Dios y para conducir a la ruina, Esta tentacién se manifiesta, por ejemplo, en la tentacién de Satands, que propone a Jestis decisiones auténomas, distanciadas de Dios y casi en competencia con El (Mt 4,1-11). Otro elemento de dificultad es el verbo «introducit». El hecho de que tenga a Dios como sujeto y de que se halle combinado con la palabra «tentacién», origina la desagradable impresin de que el hombre sea impulsado po: Dios mismo a que se rebele contra El ya que cometa un pecado. Esta interpretacién, evidentemente, es ‘una monstruosidad inadmisible. Y sin embargo, las palabras, en una primera lectura, parecerian favorecer tal interpretacién. Para sair al paso de esta incongruencia, algunos especialistas, entre ellos J. Carmignac, intentan una retraduccién al arameo, la lengua hablada por Jests y, con ayuda de algunos textos, proponen una traduccién de este tipo: «Haz que no entremos en tentacién», o también: «No nos dejes caer en la tentacién» (traduccién adoptada por versiones interconfesionales en lengua corriente). Por lo demis, en esta linea se habia movido ya en el siglo I la Didajé, que lee: «Haz que no sucumbamos a la tentacién, sino libranos de! mal»?s, De este modo queda excluida toda interpretaci6n indigna de la santidad de Dios y, positivamente, se pide a Dios la ayuda para no ceder a las seducciones del mal, con arreglo a lo que se pide en el Sal 141,4: «No dejes que mi corazén se incline a la maldad nia cometer acciones inicuas contra los pecadores». De manera andloga comenta san Agustin: «Cuando decimos “y no nos introduzcas en la tentacién’, somos exhortados a pedir la ayuda indispensable para no ceder a las tenta~ ciones y para no ser vencidos por el engafio o por el dolor. De qué tentacién se trata? No pocos autores piensan en aquella n final, de los iiltimos tiempos, caracterizada por sufti- mientos diabélicos (asi Bonnard). La interpretacién propuesta es admisible sélo en parte. Ciertamente, la peticién del Padrenuestro incluye también la tentacién final, pero el caricter de esta oraci6a, * La Dida ahade también: «Porque tuyo es el rein y I gloria y el poder por bs siglos de los sigloss. Esta doxologia esti ausente en los c6dices antigos importantes, como al Vaticano y el Sinatica. La difusidn de Ia daxologia es innegable, porque se encuentra en las Constiruciones Apostéicas (7,25), documento de comienzos del sig IV. Se trata evidentemente de una adicién que Lohmeyer define como un regulo del Iplesia de Siriae. Los protestants recitan siempre esas palabras después del Padremuetro, Y frecuentemente fo hacen también los catlicos que viven en contacto con ellos. 86 Hlaie de oer inmersa en el hoy de la historia del individuo y de la comunidad, exige que se fenga en cuenta cualquier prueba que tienda a minar las relaciones con Dios. La oracién implora ayuda conereta de Dios para poder vencer al enemigo declarado, a Satanés, a quien se alude en la ultima parte. Y éste, desgraciadamente, esta actuando siempre, incluso en el momento presente. Sino libranos de! mal GAG OBoeL Has éxd 1D xovNQOS La séptima peticién podria considerarse como una ampliacién de la anterior o, tal vez, como su parte positiva. En efecto, no ha faltado quien la ha leido como la interpretacién més antigua de la peticidn ey no nos introduzcas en la tentacién»: se pide a Dios su intervencién que pueda sustraer al hombre de los lazos de la maldad, que tratan de atenazarlo y destruirlo, Una pequeia dificultad surge cuando hay que traducir ¢ inter~ pretar correctamente la palabra «mab: zse trata del «maby o del «Maligno», es decir, de Satands? El texto griego no resuelve la cuestin, porque admite las dos interpretaciones. La tradicién eclesiastica es también ambivalente, porque el Oriente leyé con preferencia el «Maligno», mientras que el Occidente, a partir sobre todo de san Agustin, prefirié entender por este término el «mal». Sin que sea enteramente ociosa, esta problematica no zeviste capital importancia, teniendo en cuenta que las dos posibles interpretaciones se hallan muy proximas la una de la otra. Si se escoge la traduccién el «mal», entonces la referencia a Satands es casi inmediata, porque él es «principe de este mundo». En el caso de que se prefiera la traduccién el «Maligno», entonces es evidente que Satands no puede menos de originar el mal. Quiza la preferencia de Ia traduccién el «Maligno», que hace referencia directa a la persona de Satands, sea més acorde con el . _87 Eno e eyo tela oracin del Paderoeszo contexto™. Fl verbo «liberam, de expresién muy vigorosa en griego, casi con el sentido de «arrancar» a alguien de algo, encaja mejor refiriéndolo a la liberacién de las garras de una persona. De todos ‘modos, el verbo, como sucede a menudo en los Salmos, expresa un vigoroso socorro de Dios en situaciones extremas. El comentario de san Agustin recuerda, entre otras cosas, el amplio significado de la peticién «Cuando decimos *lfbranos del mal”, nos recordamos a nosotros ‘mismos que no nos hallamos todavia en posesién de aquel bien, en el cual no sufriremos ya mal alguno, Esta peticién es la ltima de la on.- cién dominical. Tiene un significado amplisimo, Por tanto, cualquiera que sea la tribulacién en que se halle el cristiano, con esta peticién expresa él sus gemidos, con ella acomparia sus lagrimas, a partir de ella inicia su oracién, en ella la prolonga y en ella la terminao. Si aceptamos y preferimos la traduccién el «Maligno», entonces veremos que la oracién comienza con la referencia a Dios y ter- mina con la referencia a Satands. El hombre se encuentra en medio de esta oracién, atacado pero no lacerado. El hombre vive el drama de una eleccién continua, necesaria pero que implica también tiesgos. Se halla también sostenido por la asombrosa confianza de poder dirigitse directa y familiarmente a ese Dios, a quien él est autorizado a llamar «papa». El Dios que esta en los ciclos se halla también cercanisimo en la persona de su Hijo, Jess. Entre Jos empefios de Jestis se cuenta también el de ensefiar en qué gran medida este Dios se halla presente en la vida de los hombres, para ayudarlos a afrontar y a superar los peligros de la vida y principal- mente para crecer segiin el modelo divino. Aun con una conclusién un poco seca, la oracién del Padre- |_® Escribe O, Cullmann: «Et mal aparece personifcado como algo obvisen toda 1a pedicacion sindptica de Jeni, por lo que es peferibelainserpretacion que refere Ecttivo al “Malo” ants que al “ral (La racién en el Nuevo Testament, oe, 118). 88 nuestro abre de par en par horizontes de esperanza: «Recitando el Padrenuestro el hombre se reencuentra a si mismo, porque vuelve a encontrar el espacio que le permite respirar a todo pulmén: es amado y es capaz de amar, esti en las manos de Dios y es a la vez libre, es pecador pero esta perdonado, Es imposible terminar de recitar la oracién del Sefior sin haber recuperado el gusto de viviry?”, La sinfonia del Padrenuestro Para terminar esta breve presentacién, hagamos que resuenen varias voces que, como una sinfonia, han celebrado el Padrenuestro, Lo hacemos casi como una rapsodia, dejando que se escuche la voz, de autores antiguos y modernos, hombres y mujeres, santos 0 no. «Las expresiones que hemos ido resefiando tienen la ventaja de recordarnos la realidad que ellassignifican. Todas las demés formulas destinadas a suscitar o a intensificar el fervor interior, no contienen nada que no se encuentre ya en la oracion del Seftor» (san Agustin). «En el compendio de pocas palabras, ;cuintos mensajes hay de los profetas, de los Evangelios, de los apéstoles, de los sermones del Sefior! ;Cudntas parabolas, ejemplos, preceptos se abordan! ;Cudntas obligaciones se realizan al mismo tiempo: el amor debido a Dios en el Padre, el testimonio de la fe en el nombre, el ofrecimiento de la obediencia en la voluntad, la celebracién de la esperanza en el reino, la peticién de la vida en el pan, la confesién de las deudas en la siplica, la angustia ante la tentacién en la solicitud de proteccién!» (Tertutiand). #R Maccionr, Padre nostro, 26, 128 2 Ene e coy lates le oroién del Pakenuesro «Hay que alabar a Dios al considerar la sublime pefeccién de esta oracién evangélica. ;Oué bien se ve que fie ensefada por aquel ‘Maestro! Cada uno puede servirse de esta oracidn segiin sus necesi- dades particulares, porque en pocas palabras se incluye todo cuanto puede decirse [...]. Yo me siento maravillada de ella y me parece que, teniendo esta oracién, no debe recurrirse ya a ningiin otro libro, porque esta oracién nos basta por si sola» (santa Teresa de Jess). «Es la més sencilla recapitulacién del mensaje de Jestis conocida por nosotros» (Joachim Jeremias) *. La respuesta de Maria es el primer acto de fe cristiana, sus palabras adquieren Ja temperatura del fuego, porque son el amén de toda la creaciéa al proyecto de Dios, auténtica expresién de amor incandescente. El término, no expresado explicitamente en el texto, no pued: menos de sobreentenderse en él: sélo por amor se da el asen- timiento al Amor que llama, No sera irrelevante sefialar que la respuesta de amor debe ser necesariamente una respuesta goz08. La traduccién a la lengua vernicula no permite captar los matices del texto griego, que, utilizando una rara forma verbal (el opta- tivo), contiene inevitablemente el ingrediente del gozo, que va estrechamente unido al componente del amor, y que es tipico de tuna respuesta libre. ‘Maria es virgen. Lo es ciertamente en sentido fsico, pero lo es también, y sobre todo, en sentido psicolégico, porque es «disponi- ble». Es una constante de la historia de Israel: «El Sefior Dios me ha abierto el oido, y yo no me he resistido ni me he echado atris» (Is 50,5). La disponibilidad es para Marfa un despojarse, un aban- dono de toda referencia egocéntrica. Regenerada y trasformada, Maria se reconoce tinicamente a si misma en referencia al otro: «Aqui esté la esclava del Sefior..., sin tener el pleno apoyo de una razdn que haga que las cuentas cuadren. El valor de la adhesién de Marfa se halla en la ausencia de un término correspondiente, de una peticién 0 de una proporcionali- dad a medida humana. Confiando tinicamente en las palabras que se le han trasmitido, Maria es admitida a vivir la experiencia ful- gurante del encuentro con Jo divino. Llega a ser la virgen madre, la criatura que Dios colma de gracia, la madre de Aquel que es Hijc de Dios, la esclava del Seftor. Relacién, escucha, pregunta, uso de la inteligencia y, finalmente, Jamamiento a la voluntad y al amor son las etapas del encuentro 2H Scuommawy, I! Vangel di Luca I, Paideia, Brescix 1983, 158. u de Dios con Maria. Si se ha seguido semejante transcurso, enton- ces se puede decir con san Ambrosio que toda persona engendra a Cristo: «Bienaventurados también vosotros que habéis oido y creido: toda alma que cree esté concibiendo y engendrando al Verbo de Dios» La Anunciacién es un privilegio de Maria, en el cual esta impli- cada toda la humanidad. Con Marfa se realiz6 la primera unién y, mis todavia, la comunién de Dios con la humanidad. + Maria, madre y modelo de los creyentes. Maria se convierte en modelo de la vocacién humana universal, figura del creyente y figura de la Iglesia. Puede crearse casi un contrapunto entre la experiencia de Maria y la experiencia de cualquier persona, apo~ yados en este procedimiento por la palabra del beato Isaac de la Estrella: «Ein las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se dice en general de la virgen madre Iglesia, se entiende singularmente de la virgen madre Maria, y lo que se dice de modo especial de Ja virgen madre Maria, es referido en general a la virgen madre Iglesia [...]. También cada alma fiel puede ser considerada como Esposa del Verbo divino, madre, hija y hermana de Cristo, virgen fecunda. Asi pues, eso se aplica de manera general a la Iglesia, de manera especial a Maria y de manera particular al alma fiel>®. Maria es un simbolo, en el sentido de fragmento que aleanza su plenitud, cuando se compone con el conjunto, del cual ella es parte cualificadora. Maria posee valor por su referencia a Cristo, bien sea a aguel que nace en Belén, o bien a aquel que nace en toda persona: Maria es figura y madre del Cristo total. Con miras a esta tarea suya, Maria fue hecha idénea por la gracia de respon der prontamente a Dios y, de manera incondicional, como nadie lo habia hecho antes que ella, Maria realiza hist6ricamente, desde la primera mujer, la espera que aguarda a Dios. Por esta razén los B Aawpnosio, In Lucam, 2,26 CCL 14, 41 2% Tsaac pe ta Esrrztia, Divurso 51, PL 194, col. 1863. us Mario y la eraaéo Padres de la Iglesia se complacerdn en ver en Maria a la nueva Eva, ala hija primogénita de la nueva creacién*. Precisamente porque Maria no es un catifioso «capricho» que el Padre tuviera con el Hijo, sino un ejemplo que debe contem- plarse e imitarse, todo creyente y la Iglesia en su conjunto deberin empefiarse en dar vitalidad al Evangelio de la Anunciacién, que es Evangelio de «servicio» a Dios en favor de los demés. Tal servicio se efectia en la conversidn, actitud continua de cambio de menta- lidad para hacer que la voluntad divina sea la voluntad propia. La escena, que en su conjunto es de belleza divina, no carece de una suave timidez, humanamente comprensible, y de una confiada humildad que inclina la balanza de Maria del lado de Dios. La esclava del Sefior no pidié explicaciones, ni reclamé seguridades, acerca de su propia vida, sino que indicé con su comportamien:o cémo hay que ir al encuentro del amor eterno. Con esto Maria sigue siendo un ejemplo, que todas las generaciones contemplarin para comprender cémo hay que encontrar a Cristo, Oracién de alabanza y de accién de gracias (Lc 1,39-56)* Por una singular razén de equilibrio teolégico, el participar mis intimamente en la vida divina significa integrarse en mayor grado en la vida de las personas. Seguin una antigua regla, comprobaca muchas veces, y que luego Ileg6 a ser un pilar que sustentaba la San Jstnn mise! primero en formula la tiploga Eva-Maia € Did «ov Tifon 100,45) log qe fe desl eg exearent pot san ene spade del dogmsie,reconid como quien da cltesnon ds tutors de Mara, durante ls primers siglo San reneo propo el paraiso con un vigor Sueno ser jars apa’ «El md de a desosdiencn de Eva encom selucien Joe cesiao or medio des obedienta de Maca Lo gue avgen Eva haba ego cat Ae su inereduldad, eso mismo la vigen Mara lo deshzo cura desu fr (Ade. bce 11, 22,4) La antess entre Bray Marae soca con a ase etre Aka y Grist, Porque en ncn dl nicro Addn, Dios cre la nucra Eva (cf Lumen genta, 56 CEM. Onsnrms, Lica Vangel al omni a 0-320 tables Natl bel 1, 86-97, Vas gulmeate BC, LanDUcel, Maia Santisima nd Vengo, noticia 77-108. Lie Bate de oor espititualidad cristiana, el creyente que se entrega a Dios pose también espacio ¢ impulso para el projima Juan Ia corrobora de modo perentorio: «Aquel que no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1Jn 4,20). Por tanto, la vida con Dios no aisla a la persona en un misticismo estéril, sino que la abre al préjimo con un impulso més maduro y més consciente, diriamos que para recordarle que la verdadera fe se nutre de una generosa caridad. Marfa es ejemplo vivo de ello. Maria, en vez. de apartarse para contemplar el misterio que esta viviendo, prefiere abrirse al préjimo que se halla en necesidad. Se dirige a ver a su parienta Isabel para ofrecerle su ayuda. El encuentro de las dos mujeres y, mas exactamente, de las dos madres, se convierte en un icono del servicio reciproco, de la gratitud a Dios y a las personas, en un. «devocionario» para la oracién cotidiana, Son dos madres las que se encuentran, se hablan y oran. En una palabra, un episodio que ofrece a raudales humanidad y espiritualidad. El pasaje es la con- secuencia directa de la escena anterior: el anuncio del nacimiento de Jesiis. Maria, al ser informada por el angel de que la anciana pariente ha concebido, se pone en camino para verla. Dos unidades ‘menores componen el conjunto: los wy. 40-45 refieren el encuentro entre Maria ¢ Isabel; los wy. 46-55 desarrollan la oracién de Maria, mis conocida como el Magnificat, por la palabra con que comienza el texto latino. Todo el conjunto se halla circundado por dos ano- taciones de cardcter geogrifico y cronolégico: el v. 39 refiere el desplazamiento de Maria que, desde su aldea de Nazaret, situada al norte, se ditige hacia el sus, para visitar a Isabel; el v. 56 seftala que, después de aproximadamente tres meses, Maria regresa a su casa. Todo el episodio comienza y termina con una salida de viaje y con un regreso, el cual se efectué después de que Maria hubiera levado a cabo un precioso gesto de caridad, gesto que ocupa un periodo de unos noventa dias aproximadamente. 7 Masia y la crac = Breve comentario Enel Antiguo Testamento, los hombres y las mujeres posefan una comtin conviccién: la importancia de la generacién de una prol. EI hijo es el futuro del hombre y de la mujer. No sin razén lo de «creced y multiplicaos» aparece como el primer mandamiento que se encuentra en la Biblia. Un modo particular de la bendicién divina es la prole, tanto mejor si es numerosa, como sugiere la promesa de Dios a Abrahan: «Haré que tu descendencia sea muy numerosa, como las estrellas del cielo y como la arena que esti a {a orilla del mar (Gén 22,17). En el caso contrario, la esterilidad equivale a humillacién y castigo. * Maria e Isabel. Maria, al dirigirse a ver a Isabel, da vida a un encuentro, conocido a menudo con el titulo de la Visitacién, que legs a hacerse famoso por la iconografia y la hagiografia. En efecto, también en esta escena se fijé Ia atencisn de los artistas y de la devocién popular. Al comienzo hay un movimiento espacial. Maria sale de Naza- ret, aldea situada al norte de Palestina, para dirigirse al sur, reco- rriendo una distancia de unos ciento cincuenta kilmetros, a una localidad que la tradicién ha identificado con la actual ‘Ain Karim, a poca distancia de Jerusalén, El desplazamiento fisico atestigua la sensibilidad interior de Marfa, que no se cierra para contemplar privadamente el misterio de la divina maternidad que se esta rea lizando en ella, sino que se siente impulsada hacia el sendezo de la caridad. En efecto, Marfa se pone en movimiento para ir en ayuda de su anciana parienta*®. Es verdad que el texto evangélico no expresa claramente el motivo del viaje. Pero, asi y todo, somos capaces de reconstruirlo, Angus alguno habla de opin lenin gego ppt dl 36 es von deverminaion bastante vga dl grado de puentsc por es pce waco equine. us conectando légicamente algunas observaciones. El anuncio angé- Tico habia dado a conocer a Maria el embarazo de Isabel, que se encontraba ya en el sexto mes de su gestacidn (cf v. 36). El hecho de que Maria permanezca «aproximadamente tres meses» (v. 56), justamente el tiempo para que el nifio nazca, permite concluir que Maria pretende efectivamente prestar ayuda a la furura mam, Maria se mueve y va alld donde la llama la urgencia de una necesi- dad, demostrando asi fina sensibilidad y concreta disponibilidad. Aviadamos que, l6gicamente, también Jestis se pone en camino, alir en el seno de Maria. Este pasaje, al igual que los anteriores, es mas que nada un pasaje cristolégico, porque el discurso se centra en Cristo, Pareceria una escena dominada por dos mujeres, pero, en realidad, tiene més relieve el fruto de sus respectivas concep- ciones. La Visitacién es la ocasidn propicia para que se encuentren los dos nifios, que en este momento se hallan atin en la etapa de fetos. En efecto, apenas Marfa entra y saluda a Isabel, el pequefio Juan empieza a dar saltos en el seno. Este movimiento no es comparable a los movimientos realizados por el feto y que son experimentados por cualquier mujer embarazada, Lucas uti- liza un verbo gricgo particular, skirtdd (oxigréw), que significa propiamente «saltar», «brincar». Podriamos traducirlo, un poco libremente, por «danzar», a fin de subrayar que no se trata de un movimiento puramente fisiolégico. Es la percepcién, ciertamente extraordinaria, del pequefio Juan en presencia del pequeiio Jestis, tuna forma de homenaje que el primero hace al segundo, iniciando asi, cuando todavia no ha nacido, la actitud de respeto y sujecién que adoptara después en toda su vida. Siendo ya adulto, Juan dari testimonio: «Quien posee a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo, que esta presente y escucha, se alegra en gran manera con la voz del esposo: ahora este gozo mio se ha hecho completo. Es necesario que El crezea y que yo disminuya» (Jn 3,29-30). Por el momento, es una percepcién que se refleja en un salto. San _uig Movi y la eracéo Ambrosio comenta: «lsabel fue la primera en oir la voz, pero Juan fue el primero en percibir la gracia» Como confirmacién, citemos las palabras de Isabel, que, repi tiendo en el v. 44 el mismo verbo griego empleado ya en el v. 41, precisa: «La criatura salté de gozo en mi seno». Se trata, pues, de un movimiento particular, embebido de aquel gozo que, como precioso y vital «liquido amnidtico», envuelve y nutre el relato de Lucas. Lucas utiliza el relato para arrojar luz sobre lo que habia aconte- cido en la intimidad de Nazaret. Tan sdlo ahora, gracias al didlogo con una interlocutora, el misterio de la divina maternidad aban- dona su caricter secreto y su dimensién individual para convertirse en.un hecho conocido, objeto de aprecio y de alabanza, Las palabras de Isabel prueban que el espesor teolégico impregna a los concebidos mis que a las madres: «Bendita ti entre Jas mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! zA qué debo el que la madre de mi Sefior venga a mi?» (vv. 42-43). Con una expre~ sién semitica que equivale a un superlativo («entre las mujeres»), a Marfa se la celebra por su funcién o carisma (ser «Madre dal Sefior») y por su adhesin incondicional a tal vocacién. A Maria se le reserva una bendicién («bendita ti») y una bienaventuranza («dichosa tin). La bendicién es una formula tipica del Antiguo Testamento, donde el verbo hebreo barak y el sustantivo derivado berakab aps- recen unas 398 veces. Segiin diversos especialistas, la raiz hebrea drkh esta asociada con berekh (= rodilla), creando el nexo entre la bendicién y el acto de arrodillarse, que es un acto tipico de ado- racin y de homenaje a la divinidad”. La bendicién es un don que esté relacionado con la vida; podemos afirmar que la riqueza Bn la Biblia las bendiciones se dividen en eascendentese, cuando celebran a Dios or alguna intervencién suya (cf Sal 41,14, sdescendentes», cuando se invoca el poder {e Dios sobre alguien o sobre alguna cosa (cf Nim 6,24-27), cuando es Dios misimo uien bendice (ef Gén 1,28). Cf L. Konter-W, Bavmoaxrnen, Hebricbes und dre ‘maisches Lexiton 2um Aiton Testament I, Leiden-Nueva York-Colonia 1995, 152-153, 20, Erare de oror fundamental de la bendicién es Ia de la vida y la de la fecundidad, Esto se aplica tanto a la tierra como a las personas (cf Dt 28,1- 14), Lo vemos bien en nuestro pasaje, cuando a la bendicién para Maria se afiade la bendicién para el hijo: «jY bendito el frato de tw vientrel>, Se celebra a Maria precisamente por su maternidad. De esta manera, la bendicién viene de Dios y retorna a El, pero ahora en forma de invocacién y de oracién; es una manera de reconocer lo que El ha hecho. La bienaventuranza del v. 45, la primera del Evangelio de Lucas, certifica la adhesin de Marfa a la voluntad divina. Ast pues, Maria no es sélo destinataria privilegiada de un arcano designio que la hace bendita, sino que es también una persona responsa~ ble, que acepta y se adhiere. Maria no es una criatura que sabe, sino una criatura que cree, porque se ha aferrado a una palabra desnuda, que ella ha revestido de amor. Ahora Isabel reconoce en Maria este amor, expresado como un «creer en el cumplimiento de las palabras del Sefior», y la celebra como la primera de todas las mujeres. Maria va a casa de Isabel para prestarle un servicio doméstico; Isabel le da a cambio el servicio litiirgico de la alabanza, reconociendo a Maria como bendecida por ser madre y como bien- aventurada por ser creyente. El misterio de aquella singular visita es el misterio de la comu- nicacién entre dos mujeres, muy diversas por su respectiva edad, por sus funciones, por el ambiente y por las caracteristicas de cada una de ellas,y sin embargo, mancomunadas en la tarea de construir la historia de la salvacién. Ambas llevan un hijo en el seno y, en vez de hablar de si mismas, hablan de Dios, de su grandeza, de sus intervenciones prodigiosas. Son madres capaces de alabar, de dar gracias, de llenarse de gozo. Gracias a ellas, el encuentro entre dos madres que esperan, se convierte en el encuentro del fruto que cada una de ellas leva en su seno. El pasaje, expresado delicada~ mente, adquiere gran espesor teolégico: Juan capta la presencia de su Seftor y salta de gozo, expresando con su exultacién el gozo de > ae 21 Maria yo ereaéo estar en contacto con la salvacién. De tal salvacién se haré intér- prete Maria en el canto que sigue. + La oracion de Maria, el Magnificat (vv. 46-55). Hasta ahora Lucas habia mostrado a Maria como madre que se halla en camino para prestar un servicio de caridad, y nos habia hecho ver cémo ‘Maria cra reconocida y celebrada por Isabel a causa de su divina maternidad. Ahora Marfa, que, sin haber dicho una palabra, se siente comprendida, reconocida, aceptada y exaltada, responde. Su palabra es una palabra abundante, la mas extensa de todo el Evangelio. Mas que palabra es oracién. Examinaremos brevemente el céntico, mencionando los estu- dios especializados, ya sea para un estudio completo de las pro- blematicas (origen, modelos, estructura, autor...), 0 bien para un comentario profundo*, Entre las diversas articulaciones, escogeremos la que propone dos partes: una parte narrativa, que con Ia explosién de los verbos muestra el gozo incontenible de Maria (vv. 46-50), y una parte descriptiva, que con el uso del paralelismo antitético presenta en conereto la accién salvifica y escatolégica de Dios (wv. 51-55). La primera parte comienza con el alborozo: «Mi alma (= yo) engrandece... mi espiritu se regocijan. Si quisiéramos determinar un posible centro en el que se concentren todas las ideas, lo podriamos encontrar en el concepto teolégico de «salvacién», que aparece desde Jos comienzos mismos en el titulo que se tributa a Dios: «mi salva- dor», La salvacién tiene en Dios su causa y origen, yen el individuo (0 en el grupo) su destinatario. Del «yo» de Maria al «Tii» divino, pasando a través del «nosotros» comunitatio, se canta la salvacién 1 su origen (Dios) y en sus destinatarios (Marfa y el pueblo). Maria interpreta la historia de Israel, incluida en la formula de Dt 26,7: 2% Por gemplo, A. Vatewrin 1! Magnifat, EDB, Bolona 1987;T. FOssana, 1? ‘Magnificat canta rielazione, EDB, Bolonia 1991; 8, Pauuneninns, Un “Magnificat” per iterae mini Dimensions entrepelpica dante, Paoline, Nil 1998. 122 «Entonces clamamos al Sefior, Dios de nuestros antepasados, y el nuestra misetia, nuestra angustia y Sefior escuché nuestra voz y vi nuestra opresién», Partiendo de su historia personal, Maria expresa Ja historia de Israel, dirigiendo la mirada hacia delante, abarcando idealmente a todas las personas, Su caso, después, se convierte en prototipo del caso de la comunidad eclesial y de todo cristiano, La comunidad cristiana tiene, desde hace siglos, la hermosa costumbre de insertar el céntico en la oracién vespertina”. Maria entoné un canto, cuyas notas se propagan por el tiempo y el espacio. La persona que ha terido la experiencia de Dios salvados, aprende a celebrarlo en la alabanza y en Ia accién de gracias. El ‘Magnificat es la respuesta orante a la presencia de Dios en la vida de su criatura, Dios tiene con Maria una vinculacién particular, aque ella reconoce: «Grandes cosas me ha hecho el Todopoderoso» (Le 1,49). En el transcurso de la historia de la salvacién, Dios ha ido desplegando repetidas veces su gracia, interviniendo en favor del pueblo, Al comienzo, y como modelo ejemplar de las «grandes cosas», se sittia la experiencia del éxodo, que libers de la esclavitud de Egipto, y que es arquetipo de toda liberacién (cf Sal 106,21- 22); después, en términos andlogos de liberacién, se experimenta el segundo éxodo, el éxodo que liberé de la cautividad babilénica (cf J12,21); finalmente, el tercer éxodo, la redencién mesidnica, seri el epilogo de las «grandes cosas», Maria sabe esbozar la trayectoria de la historia de la salvacién y celebra en el canto la intervencién de Dios, que despliega su omnipotencia en un servicio de amor hacia sus criaturas. 3 Leemos en las Homilies de sin Beda el Venerable: «Por esta razéa se implants en 1 santa Iglesia la costumbre bellisima y uiisima de cantar el himno de Maria todos los dias en la salmodia vespertina, De esta manera, la memoria habitual de la Encarnacion del Senor inflama de amor a los fles,y la mediacién feecuente de los ejemplos de su Madre los confirma sélidamente ex Is vctud. Y parecié bien que esto se efectuara al atardecer, para que nucstra ment, cinsada y distraida por tantas cosas, al acercatse ya el ‘tiempo del descanso, se concentrara, toda ella, en sf misma» (Li. 1,4: CCL 122, 30) 133 Mara y (a ore La salvacién adquiere un nuevo contenido histérico. Asi como enel pasado la salvacién no fie wna ilusidn ni una vaga esperanza, sino Ia celebracién de un acontecimiento como la liberacién ce Ia esclavitud bajo el poder de Egipto, asi también Ia salvacién adquiere hoy concrecién en la persona del Mesias. Por tanto, lo gue celebra Maria es la salvacién, representada algin tiempo por las intervenciones de Dios, y condensada ahora en la persona de Jestis. La experiencia personal tiende a diluirse en una experien- cia universal. La segunda parte del Magnificat permite a Maria convertitse en una caja de resonancia de tantas intervenciones salvificas de Dios. Por lo dems, Dios utiliza una metodologia que se repite, aunque varie segtin sean los tiempos y las personas. La salvacién se realiza a través de importantes situaciones que cain bian. Las elecciones adoptadas por Dios retornan puntualmente, ‘como vemos en las bienaventuranzas. Unos ocho verbos subrayan solemnemente las intervenciones de Dios: «Dispersé a los sober- bios..., abatié a los poderosos..., y exalté a los humildes...». Soa verbos en tiempo pasado, porque recuerdan una liberacién acae- cida ya. Al mismo tiempo dirigen la mirada hacia otra salvacién: la que tiene que ver con la historia de todos los hombres. En este sentido el Magnificat es historia y profecia, recuerdo y expectative, acontecimiento y anuncio. Es un modo sorprendente de emplear el tiempo mas allé del tiempo: el cantico va progresivamente desde el puro aconte- cimiento temporal (en griego se utilizan tiempos en aoristo)” hacia lo aremporal, es decir, hacia el ser mismo de Dios. Asi lo demuestran los participios (aquellos que le temen) y el infinitivo («acordarse»). Tambic el vocabulario, con sus imagenes semiticas Los especialistas hablan de ezoristo gnémicos, un tiempo que es «sin tiempor. Lo gneoneamon a meno en le venti o dicot proverbs (deat el termine ‘gnémico») para expresarstuaciones que se repiten, sin que se tenga en cuenta si se trata, de tiempo pasado, presente o futuro 124 Bare de or contrapuestas Ja una a la otra, pretende expresar lo inexpresable, Mis que de una secuencia confitsa, se trata de un orden que quiere sefialar lo que los hombres han ido trastornando con el pecado, La situacién se encuentra ahora restablecida positivamente. La salvacidn cantada, atribuida a Dios, celebra el valor de los ‘anawim, de los «pobres de espiritu», que vuelven a depositar en Dios su confianza, preparando asi el espacio y el corazén para la actuacién divina. Estas personas permiten que Dios vuelva a restaurar aquel, orden que El habia impreso en la creacién, cuando ésta llevaba en si el sello original del «todo bueno». Maria pertenece a este grupo de ‘anawim, de tal modo que, segtin Von Balthasar, Maria es la teologfa de la liberacién hecha persona El Magnificat, perla de la literatura de los ‘anawim, es también el manifiesto, todavia no hecho piblico, de los derechos de todos intico es tam- aquellos que aguardan un justo reconocimiento. El bién la promesa de Dios: Aquel que no tiene deberes hacia nadie, se compromete a s{ mismo con una fidelidad imperecedera, sein Jeemos en Ia conelusién. En efecto, las palabras «acordandose de su misericordia, tal como habia prometido a nuestros padres, a Abrahin y a su descendencia para siempre», son el cofre que contiene el compromiso de Dios de continuar la obra salvifica, que ha legado a su cumbre con el nacimiento de Jesis. Esto es también un motivo vlido para recordar a menudo la presente pagina y poner en prictica la sugerencia de Martin Lutero, que habrfa querido que todos aprendieran de memoria el cdntico de la Madre de Dios. Alacabar de leer el Magnificat, puede surgir la impresién de que nos hallamos en presencia de una composicién poco original, de tuna especie de calco de textos biblicos, con bastantes reminiscen- Citado por B, Leany,1i principio mariana nella Chiesa, Citta Nuova, Roma 1999, 93 (trad. esp. El principio mariana en le edevolegia de Hans Urs von Baltasar, Ciudad Nueva, Madrid 2002) _hs Mario y la crecin cias de los Salmos. La impresi6n tiene fundamento, Pero no por cao podemas descalificar el Magnificat, reduciéndolo a una desco- orida fotocopia. Las palabras y las expresiones se pueden copier; {os sentimientos, no. Recordemos el principio general segtin el cual la novedad surge de los secretos manantiales del corazén y de la vida. ;Cuantas veces la conocidisima frase «Te amo» suena como una frase original y nueva, aunque sea repetida por muchos y conocida por todos! La sintonia afectiva de dos corazones y la fuerte carga de amor hace que sea nuevo, a os ojos y a los ofdos de alguien, lo que a otros les parece una frase trivial ‘Maria vuelve a presentar temas antiguos, pero cargados de novedad, dando valor al principio segtin el cual Dios no hace costs, auevas, sino que hace que sean nuevas las cosas (cf Ap 21,5). Se trata de enriquecer de novedad las palabras antiguas, exactamence igual que el bautismo hace que sea nueva una criatura ya existente, trasformandola desde el interior. Sobre el Magnificat se han escrito muchas palabras, pero nin- guna de ellas es capaz, de definirlo, porque es algo que no se puede encerrar en palabras. Estas, a lo sumo, se atreven a balbucir algo, diciendo que es: el Evangelio de la desproporci6n; escuela de con- versién evangélica; escuela de profetismo; embriaguez espiritual del encuentro con Dios; un reproche a nuestra vida; columpio entre el pasado, el presente y el futuro, oscilando entre el tiempoy Ineternidad. En el Magnificat Masia «profetiza para la Iglesia» (san Irenco), y precisamente la Iglesia convierte esa profecia en su ora- cin cotidiana: «La verdadera espiritualidad mariana no consiste tanto en el orar a Maria, cuanto en el orar como Maria». Maria celebra todo lo que Dios ha obrado en ella y todo lo que Dios obra en cualquier creyente. El gozo y la gratitud caracterizan este himno a la salvacién, que reconoce que Dios es grande y que engrandece a aquel que lo canta. 3 W. Beans, 1! uo di Maria ogi, Poline, Roma 1985, 16 126 Elevangelista Lucas refiere en el Libro de los Hechos que, después de la Pascua, los apéstoles «perseveraban undnimes en la oracién, juntamente con algunas mujeres y con Marfa, la madre de Jestis» (He 1,14). De ahi deducimos que la oracién de la primera comu- nidad era con Maria, no a Maria, Después que Maria fue llamada por el Hijo a compartir su vida ¢gloriosa, las comunidades cristianas Megaron a ser conscientes de que, para comprender mejor Ia persona de Jestis, debian aclarar el puesto que Maria ocupaba en Ia historia de la salvacién. Asi fue como recogieron los escases, pero preciosos, elementos contenidos en los escritos evangélicos y comenzaron a profundizar en ellos. Empieza de esta manera el culto a Maria, que ya en el siglo II encuentra los primeros testimonios, con himnos, con los numero sos escritos de los Padres, con las iglesias dedicadas a Maria. Antes de presentar algunas de las mas conocidas oraciones a Maria, ofreceremos una breve reflexién sobre la devocién mariana®. La devocién mariana El culto de especial veneracién de Maria tiene solidas bases, tanto en la Escritura como en a Tradicién. El angel Gabriel ¢ Isabel dirigen a Maria palabras llenas de veneracién, que se recogen y resuenan en la oracién del Avemarfa. También el arte expresé stt atencién a Marfa, a partir ya del siglo II, con sencillas e ingenuas pinturas en las catacumbas. El arte se fue haciendo més refinado “aLa presencia de Marfa en la historia de la Iglesia en los acontecimientos de cada uno dels ceyentes se manifesta también a trvés dei experiencia def eligi Sidad poplar que, con Ia delidd el seuimiznto generoso del Seon encuentran todo sensible de expresrse> (C. Crupich, Con Maria dpe di Gas Cento Ambr0- Sane Milin 2003, 153) Pd Maria y la act con el tiempo, produciendo obras memorables de arquitectura, pintura y escultura. Una notable contribncién fe aportada tam- bién por la literatura y la musica. La liturgia sigue siendo el moco y el lugar privilegiado para honrar a Maria, Un puesto digno corresponde también a la religiosidad populer, de la cual podemos afirmar que, «aun en medio de las inevitables cexpresiones bastante ruidosas y, alguna vez que otra, poco orde- nadas y disciplinadas, en las que se fue encarnando a través de los siglos, en lineas generales, vio, venerd y sirvi6 a la Virgen Maria con el fin de Hegar a una contemplacién, una adoracién y un servi- cio mis coherente y vivido de Cristo y de la Santisima Trinidad: La devocién a Maria encontré expresiones notables en el pueblo de Dios, hasta tal punto que en muchas partes fue uno de los medios mis poderosos de salvaguardar y defender la fidelidad de regiones y de naciones enteras a Cristo y a la Iglesia. No han faltado excesos y desviaciones, Para evitar que se repi- tan esas desdichadas experiencias, podremos valernos del camino que ha sido trazado ya. El concilio Vaticano II insert el tema de Marfa en el estudio sobre Cristo y sobre la Iglesia®. Pablo VI hhablé del tema con vibrante pasién en la magistral exhortaciéa Marialis cultus de 1974, Juan Pablo II nos hizo el magnifico regalo de la enciclica Redemptoris mater en 1987 y de la carta apostélica Rosarium Virginis Mariae en 2002. Del renovado planteamiento se derivan algunas consecuencias, que sirven también como trayectorias para la acci6n. 1) La devocién a Maria no es facultativa como los acceso- Tios de un automévil, ni es decorativa como los pendientes de las Sefioritas, sino que, al contrario, esta devocién forma parte de la Vida espiritual de todo cristiano. La vinculacién con Cristo implica 3 V.Macea, Maria tra pitt, devorione ¢ cult, en NAV, La religiesta popelare Valorespvituale permanente, Béizioni del Teresianurn, Roma 1978, 248, » “Capitulo VIM de la Lumen gent. 128_ Bort de oer Ja vinculacién con Maria: «Un cristiano es también un mariano», recordaba Pablo VI durante la peregrinacidn al santuario de la Virgen de Bonaria (Cagliari) en 1970. 2) Si es un elemento constitutivo, la devocién no puede ser periddica o temporal, como las mareas altas y las mareas bajas. Esta devocién se distribuye a lo largo de todo el aio, aunque algunos meses, como los de mayo y octubre, puedan experimentar un flo- recimiento més multicolor. 3) La devocién se concreta en oracién, gestos y vida. Las modalidades difieren segiin las sensibilidades, las costumbres y las circunstancias, Podemos recordar, entre otras, las siguientes modalidades: + la recitacién individual y, cuando sea posible, comunitaria del Rosario; + Ia oracién del Angelus para encuadrar biblicamente la jor- nada diaria (mafians y tarde); + Ia lectura meditada y la repeticién de pasajes o frases de la Bibli + Ia lectura de buenos libros que hablen de Marfa; + la profundizacién teolégica en la figura y en la funcién de Maria en Ia historia de la salvacién; + Ia visita a santuarios marianos en combinacién con la recepcién de los sacramentos; + la participacién en fiestas y solemnidades; + el ingresar en confraternidades 0 en grupos marianos. Finalmente, recordemos que el conocimiento de la funcidn propia de Maria debe conducir a la imitacién de la que es Madre % Recordemos en Europa: Loreto y Pompey (Italia), Lourdes y Chartres (Pran- cia), Fatima (Portugal), Czestochowa (Polonia), Mariazell (Austria), Einsedeln (Suiza), ‘Montserrat y El Pilar (Espafa), Walshingam (Inglaterra), Alteting (Alemania). Fuera de Europa, valgs por todos la menidn de Guadalupe en Mézico ae 123 Mara yf root de Cristo y Madre de la Iglesia, La imitacién de sus virtudes sigue siendo la devocién mis verdadera y mis valiosa, como fue puesto de relieve por san Ambrosio: «La vida de Maria es, por si sola, escuela para todos»”. La més antigua oracién a Maria: Sub tuum praesidium Sub tuum praesidium Bajo tu amparo confugimus, nos acogemos, sancta Dei genitrix, Santa Madre de Dios. nostras deprecationes No desoigas ne despicias Ia oracién de tus hijos in necessitatibus, necesitados. sed a periculis cunctis ——‘Libranos Tibera nos semper, de todo peligro. Virgo gloriosa Oh siempre Virgen gloriosa et benedicta, y bendita [Traduccién oficial del Cantoral Litirgico Nacional} Es la mas antigua oracién a la Virgen Maria que nosotros conoce- ‘mos. Esta escrita en griego en un papiro egipcio que data del siglo TIP, y entré luego en la liturgia romana, ambrosiana, bizantina y copta. La oracién es, toda ella, una invocacién llena de confianza que implora la proteccién de la Madre de Dios para ser liberados de todo peligro. Como todas las oraciones antiguas, la oracién Sub tur ‘praesidium, a pesar de su sencillez y de la espontaneidad de sus sentimientos, se inspira en textos biblicos, recogiendo expresiones "¥ Amsrosto, De virginibus, IT, 2, 9.1: PL 16, col. 221. 5 Se trata de una hoja de papiro (18 x 9,4 em), encontrada en una localidad desco- aosida de Bgiptoy adgquirdaen 1917 por la ohn Ryland Library, de Manchester (Pap. Ryl 470), publicada por C. H. Roberts en Caalague ofthe Greek and Latin Papyri inthe Jebn Relands Library, I: Teeclogieal and literary Texts, Manchester 1938, 46-47. 130_ hate de oar caracteristicas del griego de la Versién de los Setenta. El comienzo evoca la imagen de la «sombra de tus alas», que es un simbola expresivo de la divina proteccién®. Toda la composicién hace que aflore una situacién espiritual andloga a la de los Salmos individua- Jes que invocan el socorro inmediato del Sefios, refugio y liberador del creyente, que recurre a El para escapar del peligro”. EI tono de la oracién parece indicar un periodo de persecu~ cin, quizas la desencaderada por Valeriano o por Decio. De esta persecucién se implora verse protegido. En tales necesidades, el cristiano encuentra un refugio bajo el manto de la Virgen, a la sombra de su eusplagchnia, que no es la misericordia (eleas) de los, Salmos, atributo tipico de Dios, sino la gran misericordia y soli- citud del corazén materno®. La oracién va dirigida directamente a Maria, socorredora y salvadora por cuanto es la Madre de Dios, es decir, Theofokos. El hecho de volver a encontrar esta palabra en un texto eucoldgico demuestra que en Egipto semejante titulo era un término litdrgico, ademas de ser escoléstico. El texto brilla atin més por su valor teol6gico, porque era recitado mucho tiempo antes del concilio de Efeso del afio 431, fecha en que Marfa seria proclamada solemnemente Madre de Dios, en contra de la postura herética de Nestorio. El texto que nosotros recitamos es el texto latino (0 su traduc- cién a la lengua vernécula), adoptado por Ia liturgia romana, y que ppasé a través de varias redacciones, que atestiguan la existencia de diversos originales griegos”. La multiplicidad de las redacciones prueba la gran difusién de esta antigua oracién a Maria. % Cle 49,2, 51,16, Sal 17010)8. © CF Sal 18(47),3; 61060). © CFSi307; Le 1,78, © Bn la liturgia bizantina encontramos un texto mis elaborado, con variantes ddebidas principalmente a las exigercias del ritmo. 131 Masia y la racén EAvemaria En latin son 31 las palabras que constituyen el Avemaria, y poseen Ia forma literaria de la oracién. Nos hallamos en presencia de la oracién mas conocida a Maria", oracién a la que también se denomina salutacin angélica. La historia del Avemaria se extiende a lo largo de un milenio de gradual desarrollo hasta el siglo VI, cuando la oracién se consolida en el texto que se ha conservado hasta nuestros dias. La oracién contiene dos partes muy distintas: una de ellas biblica, y Ia otra devocional. La primera parte esté formada por las palabras del angel y de Isabel (Le 1,28.42); los nombres de «Jess» y de «Marfa» se afiadieron al texto biblico, como aclaracién. La segunda parte recoge la invocacién, llena de confianza, que la Iglesia dirige a la Madre de Dios. Considerando el texto latino, toda la composicién posee una unidad dinémica, con un movimiento centrado en el tinico verbo: «cuega». El orante, en su necesidad de ayuda, encuentra en Maria a aquella que puede socorrerle. Antes de pedir, el mismo oran‘e recuerda el caso de la muchacha de Nazaret y su relacién de comu- nién con Dios: se teje la historia de la salvacién querida por Dios, con su centro en Jestis, de quien Maria es madre. Pasado, presense y futuro gravitan en torno al tinico verbo: «De esta manera, aquel “ruega” queda inserto en el “si” de la anunciacién, en cl contexto de la primera presentacién de Maria, y es situado ante la suprema realizacién de la salvaci6n, que es la entrada de los hombres en ‘a eternidad>. © CET.E Ossanwa, Lidve Maria. Storia, contenut, problemi, San Paolo, Ciniselo Balsamo (Milin) 2002. “Tb, 27. ’& de orar La oracién a Maria Xaige, Magia, xexagumpévn, Chaire Maria. kecharitoméne Alégrate Maria, colmada de la gratia divina 6 nbguog peta cod, ho kyrios meta soa el senor contigo edhoyenévy ob ev yuvaisiv culogeméné sy en gynaixin bendita ti entre mujeres wai ebhoyepévos 6 xagzds kai eulogeménos ho kaspos y bendito el fruto tig xolAiag cou, ‘Tnoots t€s koilfas sou, Iesotis del vientré tuyo, Jess. “Ayia Magia, prteg tot eb, Hagia Maria, méter tod Theod, Santa Maria, madre de Dios, xgooedyov dng HpOv, tov Gpagtorav, prosetichou hypér hémén ton hanart6lon, ruega por nosotros los pecadores, viv xai év ti dee tod Pavatou jwdv. ndn kai en té hora tot thanatou hémon. Abora y en la hora de la muerte nuestra. Meta yk Todos sabemos que el inicial «Ave», tomado del latin, no traduce bien el griego chaire, que debe entenderse como una invitacién al gozo y que, por tanto, debe traducirse por «alégraten, agézate>, a tenor de la traducciGn griega que se hace de expre- siones de los profetas en Sof 3,14; JI 2,21; Zac 9,9. También la forma «llena de gracia», calcada del texto latino gratia plena, no deja traslucir claramente que Maria es destinataria de un den extraordinario por parte de Dios; por esta razén, habria que esclarecer mejor la condicién que Maria tiene de ser receptora; de ahi que seria preferible traducir: «Tit has sido colmada de la gracia divina». El titulo es teolégicamente relevante, porque sirve de fundamento biblico al dogma de la Inmaculada Con- cepcién®. La frase «el Sefior es“ contigo» contiene un dato importante sobre la comunién de Dios con Marfa, que el texto biblico de Le 1,30 expone explicitamente de la siguiente manera: «No temas, ‘Maria, tt has hallado gracia delante de Dios». Maria disfruta de un particular favor divino, mucho més grande que el favor que se habia asegurado ya a los Patriarcas o a los grandes caudillos del Antiguo “Testamento™. Maria es la elegida,a fin de que tenga cumplimiento 1a gran promesa de victoria, anunciada ya en Gén 3,15". ‘Después de las palabras del angel, siguen las palabras que Isabel ditigié a Maria con ocasién de la Visitacién. La adicién del nombre de «Jestis» pone fin a la primera parte, que es la parte biblica. La segunda parte, iniciada por la invocacién «Santa Maria», se va plasmando gradualmente en sus diversas frases entre los siglos XIII y XV®, hasta que qued6 fijada definitivamente por Pio V, que © Vease la bula Inafbilis de Pio TX, del 8 de diciembre de 1854, “© Elverbo se sobreentiende y debe ser un presente de indicativo, no un desea del tipo «seas CE Gén 1541; 26,24; Ex 3,12; De 31,23; Jue 612.16; 1Sam 10,7 Es.una de las famosas frases biblicas que destaca code la fachada dela basilica de Ia Anunciacién en Nezaret, obra del aquitecto Giovanni Maio. En forma algo reducida, a segunda parte se encontraha ya en labios de sin Bernardino de Siena (1380-1444) ba Bare de oer en el afio 1568, al reformar el breviario romano, ordena su recita- cidn, juntamente.con Ia de! Padrenuestra, al comienzo de todas las, horas canénicas. Es innegable que la oraciéa, en su primera parte, es muy anti- gua. En Oriente encontramos testimonios de ella en dos ostraka egipcios del siglo VI 6 VII. Las liturgias antiguas atestiguan cierta unanimidad de las Iglesias orientales en cuanto a la manera de honrar asf a la Virgen Maria®, Por lo que respecta al Occidente, la primera parte del Avemaria encontraba un lugar destacado en el ofertorio del IV domingo de Adviento de fa liturgia romana, que data de los tiempos de san Gregorio Magno™. ‘Aunque fue una oracién muy apreciada en la liturgia, no obtuvo cn seguida una confirmacién popular. Tan s6lo a fines del siglo XII encontramos las primeras prescripciones acerca de la recitacién del Avvemaria® El texto del 4vemaria hallé amplio espacio en la miisica. Los polifonistas recurrieron a esta oracién para componer sus motetes, como hicieron Josquin des Prés, Palestrina, Tomas Luis de Vitoria. En siglos més cercanos a nosotros, los miisicos trataron el texto con mayor libertad. Algunes composiciones llegaron a ser célebres, como las composiciones del 4ve Maria de Schubert, Gounod, Cherubini, Mozart, Mendelssohn y de muchos otros. Aunque no tienen dignidad litirgica, son dignas elevaciones del espiritu y un noble homenaje musical a Maria. Finalmente, referencias o refi tran en muchas obras literarias. Entre los principales autores recor- daremos a Dante (Paradiso, XXII, 94ss), Shakespeare (Enrigue VI, jones del Avemarsa se encuen- 'Linarga Sirfaca de san Jacobo, Liturgia Bgipcia de san Marcos Liturgia Exipica de loe XII Apostles, ef Encclepedis Cattolica I, 515. © Bl texto era: dee, Mara, gratia plena, Dominus tum: benedicta tu in mulieribus et bemedietus fetus entri t. "La recomendaba Odn de Solin, obispo de Pars, en el Sinodo de 1198: Exo entur popula temper presbyter ad dcendum Orationem dorinicam, eb Credo in Deus et Salutationem Beatae Virginis (Mans, XXII, 861). Ls Masia ylacecin TI, 12), Newman (0 Mother Maid...), Claudel (L’Annonce faite & Marie), Ada Negri (Vespertina-Danata prrega) La multiplicidad de voces -teol6gicas, espirituales y artisticas— confirma la intensa incidencia de esta oracién en el animo de las personas y su abigarrado uso durante el transcurso de los siglos Una corona de plegarias del Avemaria: el Rosario El culto més popular y comiin tributado a Marfa se expresa en la oracién del Rosario, cuyos origenes no pueden determinarse ficil- mente. Una primera tradicién atestigua que los monjes egipcios ¢e los primeros siglos contaban las oraciones vocales con la ayuda de granos o de piedrecitas. Posteriormente se sirvieron de una cuer- decita en la que estaban engarzados granos o petlas. La gran transicién se produce en el siglo XII, cuando se difunde en Occidente la practica de recitar el Avemaria, Las palabras que el angel dirigié a Maria eran conocidas desde el siglo I, pero precisamente en ese tiempo los monjes analfabetos, al no poder recitar los 150 Salmos, los sustitu‘an por la recitaciéa de 150 Pater 0 Ave, utilizando un instrumento llamado «coronas, porque era de forma circular. Por entonces se recitaba tinicamente la primera parte del Ave, con las palabras dirigidas a Maria por el angel y por Isabel. La divisién en decenas data aproximadamente del siglo XIV, y se debe a Enrique Egher, un cartujo de Colonia. Hacia el ato 1420, otro cartujo, Domingo de Prussica, también de Colonic, Propuso un salterio reducido a 50 plegarias del Avemaria, pero aftadiendo, a cada una, una frase que hacia referencia a algiin hecho evangélico. Contemporéneamente, el dominico Alin de La Roche subdividi6, en el afio 1428, las referencias evangélicas o «misterios» en tres partes: encarnacién, pasin y gloria. Por tanto, no parece admisible histéricamente la noticia de que fueron los dominicos 136 de once los autores de la oracién del Rosario, Sin embargo, sigue siendo verdad el que Santo Domingo y sus Hermanos Predicadores uti~ lizaron y difundieron esta forma popular de oracién: Finalmente, en 1569, Pio V codificé el Rosario en su forma definitiva, que es la que se ha conservado hasta nuestros dias El concilio Vaticano II hace referencia al Rosario, pero sin citarlo expresamente, situindolo entre las pricticas de devocién mariana: «Todos los hijos de la Iglesia... han de sentir gran aprecio por las pricticas y ejercicios de piedad mariana recomendados por el Magisterio a lo largo de los siglos» (Lumen gentium, 67). Seri Pablo VI, en la enciclica Christi matri, quien exponga explicita- mente el valor del Rosario, recordandolo también en otros escritos, principalmente en la exhortacién apostdlica Mariatis cultus, men- cionada ya anteriormente™, EI mis reciente documento pontificio es la carta apostélica Rosarium Virginis Mariae, de Juan Pablo I, del 16 de octubre del afio 2002. Leemos al comienzo: «El rosario de la Virgen Maria, difundido gradualmente en el segundo milenio bajo el soplo del Espiritu de Dios, es una oracién apreciada por numerosos santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer milenio apenas iniciado una oracion de gran significado, destinada a producir frutos de santidad (...]. El rosario, en efecto, aunque se distingue por su caricter mariano, es una oracién centrada en Ia cristologia. En la sobriedad de sus partes, concentra en si /a profiundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio»™. En el mismo documento se indica el valor del Rosario y se recomienda su prictica: «EI motivo mis importante para volver 2 proponer con determinacién la prictica del rosario es por ser un Ea particular en los nn. 42-55, donde, entre otras cosas, se arroja huz sobre [a ‘lacs existonteentee la Liturgia y el Rosario, 5 Revariuon Virginis Marias, La idea del Rosario como compendio del Evangelio se halla recogida en la Maral cular de Pablo VI, 42. 137 Mexia y la craoén medio sumamente vilido para favorecer en los fieles la exigencia de contemplariin del misterio cristiano, que he propuesto en la carta apostélica Novo millennio ineunte como verdadera y propia “pedagogia de la santidad”: “Es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oracién”. Mientras en la cul- tura contemporinea, incluso entre tantas contradicciones, aflora una nueva exigencia de espiritualidad, impulsada también por influjo de otras religiones, es mas urgente que nunca que nuestras comunidades cristianas se conviertan en “auténticas escuelas de oracidn’»®, Consecuentemente y de conformidad con cuanto él escribié, Juan Pablo II quiso instituis, desde el mes de octubre del 2002 hasta el mes de octubre del 2003, el Afio del Rosario, Se trata tam- bién de un modo deticado de recalcar la importancia y la necesidad de que el Rosario siga siendo una oracién amada y difundida entre los cristianos. % Rosariom Virgins Mariae, 5. CAPITULO 5 Dime cémo oras y te diré qui€n eres. LA ORACION DEL CORAZON ¥ LAS JACULATORIAS E, el diccionario, los términos «contemplar, contemplativo, contemplacién» parecen ser tabii en nuestro mundo, porque esta~ rian reservados para escasas y especiales personas, a quienes se pasa por alto en medio del tumulto y del agitado mundo que nos rodea. Pero no es asi. $i damos crédito a la espiritualidad de los Padres griegos y orientales, contemplar es el modo genuino de ver de manera cristiana la realidad. Ellos interpretan el término griego theoria como compuesto por Theds (@e6s, Dios) y Aoras (6940, ver). Por tanto, a la contemplacién se la define como el esfuerzo continuo por ver a Dios en todo cuanto existe. Las condiciones para llegar a esto son el corazén puro y el contacto con Dios en la oracién, que permiten que se haga realidad la solemne promesa de Jestis: «Bienaventurados los puros de coraz6n, porque verdn a Dios» (Mt 5,8). Todas las cosas han sido creadas por Dios, todo el ‘mundo esti santificado por el Espiritu Santo: por tanto, debe tener un sentido divino, espiritual. La contemplacién es la busqueda de tal sentido. La oracién nos permite ver con los ojos de Dios y llegar a ser contemplativos. Queremos dar la preferencia a la oracién del corazén, que es aquella oracién que nos pone en contacto directo con lo profundo de nosotros mismos y con Dios. Con este fia examinaremos una parébola de Lucas que habla de dos personas 140_ Elare de oror que acuden a orar al templo, Por las palabras que ambas personas dicen, padremas deducir enal es su mundo interior Vendré nego una reflexién sobre las jaculatorias, que son un modo de orar que merece ser redescubierto y valorado. En el Apéndice el lector encontrara una crestomatia de jaculatorias La oracién del corazén La parébola de Le 18,9-14 Modificando un conocido -efrin, podremos afirmar: «Dime cémo oras y te diré quién eres»!, Por la oracién podemos deducir cual es, cl mundo interior de la persona. Podremos probarlo con la paré- bola del fariseo y del publicano en el templo. Poseemos una clave interpretativa para comprender cémo Jestis mismo invierte esque- mas que parecian tener aplicacién universal e indefectible. Jests no hace suya la divisién, demasiado simplista, que califica a las personas de «buenas y malas», creando dos grupos que son «inna- turales» porque son inexistentes. Hay que recordar, ante todo, que toda persona es una mezcla de virtudes y de defectos y, por ello, la persona se inclina unas veces al bien, y otras veces al mal, Ademas, sucede no raras veces algo que puede parecernos extrafio: un suple- mento de indagacién y una valoracién menos afectiva modifican € incluso invierten el juicio negativo formulado inicialmente, En el caso presente, la oracién de dos hombres deja traslucir cules son sus sentimientos y revela cual es su animo. T El verdadero refrin dice as: Dime con quién andas y te diré quién eres. ui Dime cémo ora y te i quiér eres Contexto y dinémica del pasaje En el conjunto de los capitulos 9-19 Lucas inserta mucho material que es propio suyo. Alli encontramos también la parabola? nacida de la voluntad de Jesiis de impartir una ensefianza clara. Algunas personas formulan juicios precipitados y perentorios, desfigurando la visidn objetiva de la realidad. No es dificil ver en el texto ura vis polemica que tiene la funcién de triturar la grave insolencia de los fariseos. Poco antes, Jestis les habia reprochado: «Vosotros os considerdis justos ante los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, porque lo que entre los hombres es de alta estima, es abominable delante de Dios» (Le 16,15) Ahora Jesiis presenta intuitivamente su pensamiento con el dinamismo del relato: «Pronuncié esta parabola para algunos que presumian de ser justos y despreciaban a los demas» (v. 9). Una vez concretado el escenario, Jestis comienza a pronunciar la parsbola, que ve reunidas a dos personas en el mismo lugar (el templo) con el fin de realizar el mismo acto de culto (la oracién) (v. 10). Des- pues, el cuadro se amplia, hablandose primero del fariseo y, des- ppués, del publicano: del primero se habla con abundantes detalles coneretos (vv. 11-12), y del segundo en forma mas sucinta (v. 13} La intervencién final de Jess formula un juicio sobre la oracién de ambos y, por consiguiente, saca a la luz lo mas recéndito del inimo de cada uno de ellos. De manera un poco sorprendente, se rebate la postura inicial del fariseo que parecia pronosticarle la victoria (v. 14). > CFEG. Downino, The Ambiguity of be Pharsee and Tolsollector (Lute 18,9. Uf) inte Grr Roman Word of Lae Anti, en Cai Bibial Quarterly 54 01992 99, Comentario «Dos hombres subieron al templo a orar». La situacién inicial parece ser comtin a dos personas, porque, en el mismo lugar de culto, se sitéan ante Dios y presentan ante E! la propia vida’. Los dos deberian hacer que . Luego el concepto se enriquseey se convierte en un recogerse en su inte= flog como recucrda Juan Clinaco (= hai el 649) «El hesguiasta ex agaien que tata de confinar ou er incorpéreo dentto de sa easa corpérea, por muy paradjico que esto ‘eda parecer Bel zecogerse dentro des mismo, Pero es también la pobreza espirrual, fntendida como quitud interior, térnino genérco para indicar I oacin icerioe y mis todavi la oracion de Jesis wde uno solo al Solos. Todo en medio de un gran bafo de silencio. Vala, com tal fin, esta histeriasacada de los Dich de ls Pcres del desert. Se describe una visa de Ted, arzobapo de Alejandi, los monjes de Seete. Ansiosos por causar una buena impresign ao dluste vistant, los hermanos reunidospidieron Mlabad Pubes «Di algo ediicante al araobispls El anciano respond: «Si él no se Sienteedificado por mi silencio, tanto menos se sentra edicado por mis palabra» (f ‘iocaia Il, edicion preparada por G, Vance, Libreria Btrce Fiorentina, Florencia 1981, 11-50) Hay en espaol una breve slecin de textos: La Faia dea Orci de Jess Sigueme, Salamanca 1998° (N-del T) Iss Dime céeno ors y te dire quien es del nombre de Jess fijada en una formula invariable, acompaftada jor cierta técnica psicofisica. Esto sucedié entre los hesiquiastes del Monte Athos en el siglo XIV. De alli la oracién penetrd muy pronto en el Oriente eslavo. En Rusia esta oraci6n se practicaba yaen el siglo XV. El asceta Nilo Sorskiy (1508) la propagé entre Jos monjes del otro lado del Volga,y en su Regla la considera como tuna labor ascética. En el siglo XVI la oracidn es conocida ya en Rusia por todos los monjes. La popularidad de la oracién de Jest crecié enormemente con la publicacién de La Filocalia (véase infra). La Filocalia, a su ver, fue conocida en tiempos recientes a través de una obra popular titulada: Relatos de un peregrina ruso'*. El peregrino, que declara ser un sencillo campesino, recorre Rusia Ilevando en su mochila Ja Biblia y un poco de pan. En un monasterio conoce a un stareis (iteralmente, un «anciano», es decir, un padre espiritual), a quien le pregunta cémo practicar el precepto de san Pablo de orar sin interrupcién (cf 1Tes 5,17). El anciano le da a conocer La Filocalia ylle ensefia a recitar gradualmente de 3.000 hasta 12.000 oraciones de Jesis al dia, hasta que el peregrino llega a asociar su oracién con todo acto de respiraci6n. La boca calla, y comienza a hablar el corazén. Con esta experiencia, el peregrino parte para realizar su Viaje por Rusia, pertrechado contra todos los peligros de esta vida ylleno de felicidad. Ensefia luego el método a todas las persona con quienes se encuentra, La conclusién que brota de la lectura de este selato es sorpren- dentemente sencilla y agradablemente enriquecedora®: quien © La primera edicin, bastante modest publicada en el aio 1884 en Kazan, parece {que fue impresa siguiendo el manuscrito de un monje del Monte Athos, esrito quiass ‘entre los afos 1855 y 1861. Hay una edicin en expat a cargo de M. ve EuizatDr, Relates de mn peregrina ruse, Siguerne, Salamanca 1997 (N. del T), 1 (Se trata de una verdadera autobiografa 0, més bien, de una relacién novelade de carscter esptirual? La narracién dala impresién de una frescura natural, lena de vivo sentimiento;posee,certamente, valor literario. Mas tarde cele afadié una segunda Parte, que contenia un didlogo teoldgico entre un profesor y un «ancianos, Los Relator tuvieron gran aceptacin entre los eliados rasos en Oceidente, La primera parte fue 5 i Bare de oor asocia la oraci6n con el latido del coraz6n no cesari jamés de orar, porque la oracién se convierte en algo asi como una fincidn vital de su existencia. Es ya oraci6n perfecta? El peregrino no pretende afirmarlo, pero se mantiene en el camino recto para llegar a la «oracién del corazén» La buena disposicién del corazén, purificado y fortalecido, constituye ya de por si una oracién, Las oraciones frecuentes, recitadas con los labios o kes meditaciones intelectuales, producen, a menudo cansancio y, por tanto, originan también distracciones La vida, por el contrario, es un estado, una disposicién habitual del corazén, una actitud. Por tanto, hay que dar al corazén una disposicién tal, que de algxin modo merezca el nombre de oracién, independientemente de los actos que el coraz6n produce. Es algo anilogo a lo que le sucedia a san Francisco de Asis, de quien se escribié en la Vida: «Francisco no oraba; Francisco se convirtié en oracién». Los orientales, a este estado habitual del alma dirigida continuamente hacia Dios, o llaman «oracién del corazén». Quien logra alcanzarla, ora ininterumpidamente, sin fatiga, con una gran paz. Tan sdlo de esta manera se cumple aquel precepto paulino: «Orad incesantemente> (1Tes 5,17). Los autores espirituales interpretaron diversamente estas pala- bras a lo largo de los siglos. Los mesalianos (es decir, los «orantes», ‘una tendencia espiritual existente entre los monjes sitios) entendie- ron el mandamiento al pie de la letra: orar es recitar las oraciones ¥, por tanto, es necesario rechazar cualquier obra profana, principal mente el trabajo manual. Los monjes, segiin esta opinién, deben ser «Maria», mientras que los laicos son «Marta». Los «acemetes» (cs decir, los que no duermen, miembros de un famoso monasterio de Constantinopla) cre‘an sealizar la oraci6n perpetua mediante la celebracién ininterrumpida de oficios divinos por parte de diver ceditada en Paris en el ao 1930; a segunda, en Ladimirova (Checoslovaquia) en 1933, Se multiplicaroa las traducciones alas lenguas occidentales. En Tealia la traducci6n s© publied en 1955, De esta manera el mundo occidental conc la oracién de Jess _137 Dime cio ors ye dé quis eres sos grupos de monjes, de modo que no se interrumpiera jamés la doracién dentro de los muros del convento. Por esta razén, los que vivian en los alrededores los llamaban «los que no duermen». La solucién clasica del problema se halla expresada por Orige- nes: «Ora sin interrupcién aquel que asocia la oracién con las obras necesarias, y las obras necesarias, con la oracién. Tan solo de esta manera podemos cumplir aquel precepto de orar sin interrupcién». ara decirlo con otras palabras: se trata de considerar toda la vida como una gran oracién, de la cual es sélo una parte aquello que solemos llamar oracién. Esta doctrina, aceptada generalmente tanto en Oriente como en Occidente, se expresa también en el ema benedictino: «Ora et labor». Para comprender mejor la oracién del corazén, es necesario pre- cisar el significado del término «corazdn». El concepto del corazén cocupa el punto central en Ja mistica, en las religiones y en la poesia de todos los pueblos. Asi como la pupila del ojo es, como quien dice, el punto de contacto entre dos mundos, el exterior y el interior, asi también existe necesariamente en el hombre ~piensan los autores espirituales- un punto misterioso a través del cual Dios entra con todas sus riquezas en la vida del hombre. Tal punto es el corazér. Por tanto, la definicién clasica de la oracién (elevacién de la mente a Dios) fue modificada ya por los Padres de la Iglesia, quienes le dieton el sentido de elevacién del corazén hacia Dios. Esta defini- cin nos ayuda a comprender mejor lo que pretende decirse con el término «coraz6no: el corazén es la integridad del hombre, la cola- boracién de todas las facultades humanas, el estado y la disposicién constante de la persona. A Dios hay que amarle y servirle no con una sola facultad o con un acto aislado, sino con todas las fuerzas, con toda el alma, con toda la vida. En una palabra: con el corazén”™ El corazén que no esté turbado «desde fuera» escucha las voces En semejante contexto se-comprende mejor lo que Jesis pidié al tesloge Amaris al Sefor, tu Dios, con todo tu coraz6n, con toda tu alma, con todas tus Fuerzas ¥ con toda tu mente» (Le 10,27). Jess recoge y cits el pasaje de Lev 19,18 Floats de ocr que vienen «desde dentro», las inspiraciones divinas. San Ignacio de Loyola, al escribir las nctas sobre el discernimiento de espititus, hace suya esta experiencia: un pensamiento que no esta causado por ninguna impresién exterior, viene de Dios, porque el Sefior, que es el duefio, ¢s el tinico que puede entrar en nuestra mente sin causas precedentes, Una experiencia semejante la tienen todos aquellos que practican la oracién del corazén. Tal oracién, dificil de describir, se aprende tinicamente orando. El que la practica, descu- Antas inspiraciones hermosas sugiere Dios a quien ha tratado de mantener puro el coraz6n. La oracidn se convierte entonces en una escucha de Dios que Labla. El conocimiento de la oracién de Jestis se difundi6 gracias a La Filocalia. Por eso, sera itil recordar su significado y su valor. brea La Filocalia La Filocalia es una recopilacién de textos ascéticos y misticos ela borada por dos autores griegos, Macario de Corinto (1731-1805) y Nicodemo el Hagiorita (1749-1809), que la publicaron por vez primera en Venecia en el efio 1782. Esta obra podemos conside- rarla como una enciclopedia del hequiasmo. Su publicacién constituyé un acontecimiento importante para la vida cristiana®". Frente al triunfo del Iluminismo, significd que la Iglesia entera se decidia en favor de la Revelacién y de la ‘Tradicién auténticas, en contra de una vision de la fe demasiado intelectualista y filoséfica. Dios no es abstracto. Dios se revela y conversa con los hombres en nuestra carne. Con El es posible un conocimiento y comunién con la Divinidad. Como? A través de la oracién, y de modo especial a través del denso tipo de oracién llamada «oracién de Jestis». La Filsalia cjercis notable infuencia en la espiritualided ortodoxa moderna, principalmente a partir de 1950. _189 Dime cimo ras yt de quit es. «Filocalia» significa literalmente «amor de lo que es bueno y hermoso» y, mas exactamente, el amor a Dios cama firente de toda cosa bella y hacia todo lo que conduce a encontrar la divina Belleza. El término, aplicado a un libro, significa recopilacién de 110208 selectos, antologia”. Efectivamente, es una coleccién monumental. En mas de 1.200 folios, recoge, en parte 0 integramente, las obras de 36 autores stribuidos cronolégicamente entre los siglos IV y XV. Se parte de Antonio para llegar hasta Gregorio el Sinaita, pasando por Evagrio Péntico, Maximo el Confesor, Simeén el Nuevo Teslogo y muchos otros. Todos los autores son de lengua griega, exceptuaco Juan Casiano, cuyos textos estén traducidos del latin. Esta obra es la més importante publicacién del mundo ortodoxo durante los cuatro siglos que duré la dominacién turca, La finalidad de la obra, como se refiere en el prefacio, es la de recoger textos que en el transcurso de los aiios se habjan ido perdiendo, porque fueran raros 0 porque nunca se hubieran publicado. La recopilacién favoreceria asi el acceso a estas fuer tes, tanto para los monjes como para los laicos. La Filocalia est’ provista de un breve prefacio de ocho paginas y también de breves notas introductorias a cada autor. Tales anotaciones resultan hoy dia anticuadas, pero demuestran la voluntad de los preparadores de la edicién de efectuar un trabajo cientifico, Los diversos escr- tos estén dispuestos en orden cronoldgico, con excepcién de les ‘dtimos. Sin embargo, el prefacio no nos informa acerca de los manuscritos utilizados ni acerca del método para la recopilaciéa de los materiales. Aunque la obra sea compleja y la intencién de los redactores sea mis bien de orden prictico, podemos reconocer una espiritualidad de todo el conjunto. Uno de los temas que aparece repetidas veces es la necesidad de un padre espiritual. Otro elemento caracteristico _ = San Agustin transcribe el téemino al atin y lo identica de hecho con esos, 6 Contra deademicos,T,3, 7. 160 es la estrecha vinculacién entre la espiritualidad y el dogma. Son, frecuentes las referencias a la Trinidad, a la creacién, al pecado, a los actos salvificos de Cristo: encarnacién, transfiguracién, cru- cifixion, resurreccién y parusia. Se aplica el principio de que la teologia y la mistica se sostienen reciprocamente. Entre los autores més citados y, por tanto, capaces de ejercer notable influencia, encontramos a Evagrio y a Maximo el Confe- sor. En cambio, no se encuentra vestigio alguno de la espiritualidad de Occidente, evidentemente porque los editores quisicron dar preferencia a los autores orientales. Al tinico occidental citado, Juan Casiano, se le recuerda porque da testimonio de la espiritua- lidad de los Padres del desierto. La Filocalia trata de mostrar el efecto interior de las acciones. Asi sucede con el ayuno, considerado como medio para llegar a una oracién pura. Una atencién particularisima se reserva a la nepsis, entendida como vigilancia, atencién y recogimiento, y sobriedad interior. Tal insistencia se comprende desde el momento en que se lee el titulo original, que dice asi: Filocalia de los santos népticas. Por ello, no nos sorprendera el saber que La Filocalia tiene entre sus conceptos clave el del recuerdo constante de Dios y el de la Aesychia. Esta iiltima se entiende no como la via del retiro en la vida eremitica, sino como el silencio interior, la eliminacién de las imaginaciones y del pensamiento discursivo. La idea esta presente en Gregorio el Sinaita”, que cita a Juan Climaco*. El recuerdo de Dios y la besychia se alcanzan principalmente mediante la recitacién y la invocacién del Nombre de Jestis. Como queda bien demostrado for los textos del siglo XIV, tal oracién permite que el nous (Ia mente) descienda al corazén, realizando asi la unidad de la inteligencia y del corazén. La invocacién del Nombre de Jestis no es jamés una simple «técnica», aunque hay algunas indicaciones a este propésito, sino que es parte de una 3G Geacono x Sint, Came de compart el bgt 882 %* Cf Juan Crintaco, Excala,27: PG 88, 1112; cf también Evacrio, Oracién, 71. 161 Dime cimo ors y te dé quién ee selaci6n integral que implica una estrecha vinculacién con Cristo en todas los aspectos. La Filecalia conserva aiin hoy dia frescura y actualidad. Al ser propuesta de nuevo en un tiempo de confusién ideol6gica y reli- giosa, asi como de parilisis de la raz6n, puede favorecer aquella vigorosisima recuperacién de la fe regeneradora, que todos deseaa tanto. Un ejemplo: explicacién del «jSefior, piedadl» «El “/Sefior Jesucristo, ten piedad de mit” o, ms brevemente, “Sefior, piedad!” fue dado a los cristianos ya en el tiempo de los apéstoles, y se establecis que los cristianos lo digan incesantemente, como hacen de hecho. Pero hoy dia son poquisimos los que saben qué significa este “Sefios, piedad!”,y dia tras dia claman iniitilmente, jpor desgracial, y en vano el */Sefior, piedad!”, porque no saben lo que estin pidiendo, Por tanto, debemos saber que el Hijo y Verbo de Dios, desde s1 encarnacién, se hizo hombre, suftié tormentos muy grandes y fue crucificado y con el derramamiento de su santisima sangre rescaté «l hombre de las manos del diablo, y desde entonces [esis] se convir- ti6 en el Sefior y duefio de la naturaleza humana [...]. Como dice el teélogo Juan, nos dio la capacidad de legar a ser hijos de Dios. Con el santo bautismo nos regeneré y nos plasmé de nuevo, y con sus inmaculados Misterios nutre dia tras dia nuestra alma y la vivifica. Para decirlo brevemente, Fl, en su suprema sabiduria, hallé el modo de que el diablo no encontrara ya lugar en nosotros. Sin embargo, muchos entre los cristianos, después de haber sido gratificados con gracias tan grandes y después de haber recibido del Cristo Soberano beneficios tan grandes, se han dejado engafiar de nuevo por el diablo y, mediante el mundo y la care, han alejado de Dios y se encuentran dominados por el pecado y por el diablo, cuya voluntad cumplen. Sin embargo, no son completamente insensibles 162 hhasta el punto de que no se den cuenta del mal que han experimen- tado; comprenden su caida y entienden la esclavitud que sufren, pero, al no ser capaces de liberarse por si solos, se refugian en Dios y claman el “/Sefior, piedad!” pars inducir a compasién al misericordiosisimo Sefior, de modo que les conceda misericordia y los acoja como al hijo prédigo, dndoles de nuevo la divina gracia y por su medio se liberen de la esclavitud del pecaco, se alejen del demonio y reciban de nuevo la libertad para poder, de esta manera, vivir siendo aceptados por Dios y guardar sus mandamientos. Asi pues, estos cristianos que, como hemos dicho, claman con esta intencign el “Setior,piedad!”, estos obtendrin indefectiblemente la misericordia del Dios buenisimo y recibirén la sgracia de ser liberados de la esclavitud del pecado y de salvarse»* Conelusion Las jaculatorias han favorecido y alimentado durante los siglos la oracién del corazén. Esta no es nunca algo que repose en si misma, porque se funda en el misterio inconfundible y exclusivamente cristiano de la encarnacién, que establece en la persona de Cristo Ja unin inefable entre Dios y la criatura. Es decir, que Jest, en cuanto «consanguineo» con el creyente, ora en él, realizando la obra de la redencién. La oracién del corazén encontré diversas aplicaciones en la espiritualidad. Uno de sus ecos se escucha también en esta estu- penda recomendacién de un mistico, un autor inglés anénimo del siglo XIV: «Trata de que no quede en tu mente consciente nada a excepcién de un puro impulso dirigido hacia Dios. Desntidala de toda idea par- rito anénimo que forms parte de los Opal in neellonce, que constituyen el final de la recopilacin, of La Filaala (ed. de M. BeNeDETTA ARTIOLI-M, FRANCESCA Lovato), IV, Gribaudi, Turin 1987, 493-494, 163 Dime cémo ars yte dé quiér ers ticular sobre Dios (cémo es él en si mismo o en sus obras) y mantén despierta solamente la simple conciencia de gue él es como es. Déjale que sea asi, te lo pido, y no le obligues a ser de otra manera. No indagues mi mento. Esta simple conciencia, desnuda de ideas y deliberadamente amarrada y anclada en la fe, vaciard tu pensamiento y afecto dejando en él, quédate en esta fe como en un sélido funéa- solo el pensamiento desnudo y la sensacién ciega de tu propio ser. Sentirés como si todo tu deseo clamara a Dios y dijera: “Oh Sefior, yo te oftezco lo que soy sin mirar a ninguna cualidad de tu ser/ sino al hecho de que tt eres como eres;/ esto y nada més que esto”. Que este sosiego y oscuridad ocupe toda tu mente y que seas tii an refijo de ella, Pues quiero que el pensamiento que tienes de ti mismo sea tan puro y simple como el que tienes de Dios. Asi podris esar espiritualmente unido a él sin fragmentacién alguna y sin disipacién de tu mente, Bl es tu ser y en él ti eres lo que eres, no sélo porque éles la causa y el ser de todo lo que existe, sino porque él es tu causa y el centro profundo de tu ser. En esta obra de contemplacién, por tanto, has de pensar en él yen ti de la misma manera: esto es, con la simple conciencia de que él es como es y de que ti eres como ers. En este sentido tu pensamiento no quedari dividido o disperso, sino unificado en él, que es el todo»**, La belleza y la profundidad de esta espiritualidad, que el tiempo no hace mas que agigantar, deberian enraizarnos en la conviccién de que la oracién del corazén, comprendidas las jaculatorias, con- serva fascinacién y actualidad. ~ Anéwiwo ious vex steto XIV, La mube del no-tber ye libro del orientacon Particular, San Pablo, Madrid 2000, 194-195. CAPITULO 6 Teologia, liturgia y mistica: Ja oracién de los himnos paulinos (Flp 2,6-11; Col 1,15-20; Ef 1,3-14) Tors las paginas del Nuevo Testamento son hermosas y ricas; inas de cllas son excepcionales por su valor teol6gico, por su inspiracidn poética y por su exaltacién mistica. Entre los pasajes que responden principalmente a estas carac~ teristicas, queremos recordar tres himnos que encontramos en las Cartas de Pablo: Flp 2,6-11; Col 1,15-20; Ef 1,3-14. No pre- tendemos adentramos en el laberinto de problemas que suscitan, sino que nos limitaremos a una presentacién que, aun rehuyendo los aspectos demasiado técnicos y propios de los especialistas, sea capaz de encaminarnos hacia una apreciacién mas adecuada de estas paginas. Un mejor conocimiento de ellas favorecera nuestra espiritua~ lidad, porque tales himnos son parte viva y habitual de la oracién liningica'. Seguimos poseyendo y manteniendo viva la sensibili- dad de la primitiva comunidad cristiana, que hacia de Jesucristo el objeto de su oracién Los primeros cristianos descubrieron en seguida a Jestis como © Recordemos una vez mis que la Liturgia de las Horas hace uso abundante de ‘estos himnos, proponiéndolos cada semana: el himno tomado de Fiipenses en las Pi- eras visperas del domingo; ef himno de Colorenscs, en las Visperas del miércoles; el hhimno de Bfesios, en las Visperas del lanes. En ls catas de Pablo se encuentran otros ‘magnificos pasajes que podsian clasficare en la categoria de himnos erstoligicos (por sjemplo, 1Tim 2,3-6; 3,16), pero no los tenemos en cuenta aqui, porque no se utilizen habitualmente como oracidn, 166 misterio, porque habian experimentado qué grandes eran las rique~ zas de verdad y de amor que pueden alcanzarse al meditar sobre El, yal dar a tal reflexidn el seatido de una oracién nueva. Seguimos la misma estela, utilizando ozaciones que conservan, en el transcurso del tiempo, su frescura original. La oracién de la comunidad debe centrarse en Cristo, porque El es el motivo esencial para dar gra- cias a Dios y el fundamento de todas las esperanzas. Comenzaremos con la presentacién del himno que encontra- mos en la Carta a los Filipenses; vendra luego el que se halla en Ia Carta a los Colosenses y, finalmente, el que se encuentra en Ia Carta a los Efesios?, El himno cristolégico de Fip 2,6-1! El himno se encuentra en el corazén teoldgico de la carta. Se pre~ senta bien integrado en el contexto y aparece como aclaracién de 2,1-5: después de haber exhortado a la comunidad a que mantenga a unidad y a que adopte la forma mas desinteresada de altruismo, Pablo les presenta a Jestis como causa y modelo. El pasaje se con- sidera como una de las mis vigorosas expresiones de la imitacién de Cristo, e hizo que la moral cristiana fuese una realidad muy diferente de un cédigo abstracto de comportamiento. Antes de presentar el contenido del himno, expondremos tan sélo algunas notas esenciales del mismo, siendo nosotros muy conscientes de que el texto ha estimulado el estudio e incluso la fantasia de los exegetas, incrementando sensiblemente la cantidad de material producido® * La pucesin sigue wn orden cronolégico ideal, aceptando la seria hipstesis de que Filipenses se esribié hacia el afo $4, Colosenses y Efesios alos comienzos de los afios sesenta. El complejo problema de a paternidad paulina de las dos tltimas eartas queda al margen de nuestro interés, ques ceatra en ls oracién, 2A. Feuutter, Cirstologie peulinienne et tradition biblique, Desclée de Brouwes, Paris 1973, 83, cita una frase de C. Guignebert: «Sigue siendo la crux interpretum del yr \e7 Tealogfa lug y misc: lo orocién dels himnos pains Aspectos literaros y estructura gin que pretendamos resolver un problema que sigue siendo complejo’, y con el fin de no dejar que todo el conjunto se quede en vaguedades, propondremos dos criterios para indagar el origen del himno: el anilisis del vocabulario y el del contenido. El primer anilisis muestra que hay algunas afinidades entre el vocabula- rio del himno y el vocabulario paulino, pero también alguns divergencias; entre las afinidades se encuentra la formula «Seftor Jesucristo», que se halla principalmente en el comienzo y en la conclusién de la carta’. En el plano de las diversidades, sefialemos las palabras propias del himno que no aparecen en otros textos, paulinos. La investigacién ofrece como resultado el que hay unos 5 hapax*, es decir, palabras que aparecen tinicamente aqui. Tal abundancia en un texto relativamente breve permite concluir que el vocabulario ofrece cierta anomalia con respecto al vocabulario paulino Analizando ahora el contenido, comprobamos que hay un dis tanciamiento de las habituales ideas paulinas. El himno propone el binomio humillacién/exaltacién, y asimismo el que aparece repe- tidas veces y habla de crucifixi6n/muerte y vida, No se encuentra, Ja idea de que Cristo «murié por nosotros». La conclusién habla en favor de un origen prepaulino del himno, recogido y adoptado por el Apéstol, que lo integré bien en su pensamiento’. Con toda probabilidad el origen habra que buscarlo en el cristianismo judeo-helenistico, porque la segunda Nuevo Testament y la sola historia de su exégess bastaria para lenar un tomo de volumen considerabes + CEL. Enns, Ai Filipps, a Filemone ai Coeses, agli Efisin, Morceliana, Brescia 1986, 99-100, # C£Rom 1,75 13,14; 1Cor 13 * Respectivamente: morpbe (noopil), es Qiao), berpagmes (arcrntos) (v6, Arperypss (nequyou) (v.9), katachtbonion (narazBowev) (v.10), ggg ok PEN Lee Filipe. Leer a Filemone Cis Noor, Roma 2002, 46, 68 parte est construida a base de citas del texto griego de Is 45,23. EL ambiente que pudo haber favorecido la composicién y la transmi- sién del himno es el mundo litirgico, quizis eucaristico, 0 incluso bautismal. Por tanto, podemos afirmar que los exegetas estin sus- tancialmente de acuerdo en sostener que el actual himno procede de la tradicidn litirgica de la comunidad primitiva®, Cualquiera que sea su origen, el lector encuentra de hecho un fragmento mintisculo, constituido (en griego) por 75 términos, que se reducen a 52, si se los considera una sola vez. Si queremos entrar en el detalle de la estadistica, reconocernos, computindolos una sola vez: 14 sustantivos, 12 verbos’ y 4 adverbios, ademas de los nombres propios de Dios, Jestis y Jesucristo. El término que aparece con mayor frecuencia es e1 de Dios, referido dos veces al Padre (wv. 9 y 11) y dos veces con referencia al Hijo. Continuando en el plano del vocabulario, observamos una presencia de humanidad y de divinidad que se entrecruzan. En la vertiente de la humanidad encontramos dos veces el término «hombre», por tanto, «esclavo», «obediente», «muerte», «cruz» y sobre todo el verbo de ls libre eleccién de tal humillacién: «Se vacié de s{ mismo, se humillé». En la vertiente de la divinidad, encontramos el concepto de «forma de Dios», «ser igual a Dios» y principalmente el titulo «Sefior», que es proclamado por todo lo creado en actitud reverente. La composicién se puede dividir ficilmente en dos estrofas, 6-8 y 9-11, basadas en el tema de la humillacién-exaltacién. © aE ms antiguo ejemplo de la oracidn himnica en el judeo-cistianismo pri- nitivos (J. Scuntrrs, Résarection,en Dictionnaire de ta Bible Supplément X, col. 517) Escribe Juan Pablo Il en la catequesis del miércoles 19 de noviembre de 2003: «El Cintico e considera como expresin dela lvurgiacristiana de los origenesy; volviendo a trata del mismo hirano, eseribe ea a eatequesis del migzecles 4 de agosto de 2004: ‘una verdaderay propia confesi de fe crstldgic, que refeja bien el pensamiento de san Pablo, pero que puede también ser un eo de la wr de a comunidad judeo-eristiana anterior al Apéstoy 5 Apurece por el anilisis una rquea verbal que podemos especificar as 1 infniiv, 5 partcipis (dos de sorsto y tes de presente) y 7 aoristos (de los cuales dos son de subjuntiv). 19 Teele, burp y mise la eracén de fos hirnos paukos Proponemos el texto, con algunas variantes con respecto a otras, traducciones 6 El que existi2 EN FORMA DE DIOS no retuvo como una presa el ser igual a DIOS, v.7a sino que se vacié de si mismo, hhabiendo adoptado una FORMA DE ESCLAVO, v. 7b haciéndose semejante a los hombres v.Te_y-siendo hallado por el aspecto como un hombre, v.8 se humillé a si mismo haciéndose obediente hasta la muerte y hasta la muerte de cruz. ¥.9 Por eso Dios lo exalts hasta lo sumo y le confirié un Nombre ‘que est por encima de todo nombre, v.10 para que en el Nombre de Jestis se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra, v.11 _y toda lengua reconozca que Jesucristo es el Sefior para gloria de Dios Padre. Comentario ‘La composicién revela una trayectoria vertical, con un movimiento Primeramente descendente y luego ascendente. El doble movi- 170 Erarte de orar miento identifica y distingue las dos estrofas que constituyen el himna El inicio presenta a Cristo en su condicién divina, algo de su misteriosa relacién con Dios. La traduccién «él que existia en forma de Dios» traduce el griego en morphé theou (@v uoopn ‘e00), donde el primer término significa «forma», indicando asi la realidad profunda, el concretarse y el manifestarse de una realidad; en el uso de la Versin de los Setenta se convierte en sindnimo de cikin, cimageny. La frase del comienzo, que se halla en forma de patticipio, pretende subrayar la dimension divina de Jess, para afiadir en seguida que no fue conservada celosamente. Esta idea esté confiada « la rara palabra harpagmes (duomaryds), que en su significado profano significa algo que se retiene 0 se mantiene como fuente de ventajas. Algunos lo traducen como «condicién envidiable» (Grelot, Murphy, O'Connor) de la que Jesiis no se aprovecha, eligiendo, en cambio, la condicién comtin de los hombres. Jestis, en cuanto Dios, podia disfrutar de la dignidad y del poder que le correspendfan, cosa que El no hizo. «Pues bien, Jesucristo, a pesar de hallarse por su estatuto original en su condi- in divina, no la considers como ocasin de disfrutar la dignidad yel poder de Dios»", Después de la formulacién negativa -lo que Jestis no hizo- se presenta cual fue su eleccién. El v. 7 comienza con un «sino» de caracter adversativo para introducir la inusitada metodologia adop- tada por Jestis. Sigue el verbo «se vacié de si mismo» (&xévwoev), adoptando la forma de esclavo. El griego utiliza nuevamente el término «forma», que habia utilizado anterior mente para referirse a la Divinidad. Luego, una serie de términos indican que El se hizo hombre verdaderamente. La referencia a la encarnacién, no es WR, Pawns, Le Lettee di san Paolo Wl, Borla, Roma 1990, 65. A. Feuer scribe: Cristo, el primero, no hubia considerado como un bien preciosa que debiera rerenerse el que le trataran en la tera como igual a Dios, o tambien como tna ventaja, (que debiera explotarse por ser por natursleza igual a Dios» (Crstlogie paulinienne, 20,132), Teale, Hugo y mistica la oracién de los himoas paainas presentada en términos positivos, como en el prdlogo joinico, sino come total privacién de la condicién divina. Un texto que podria servir de comentario a nuestro pasaje es el pensamiento que se expresa en 2Cor 8,9: «Pues ya conocéis la gracia de nuestro Sefior Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros». El es =] Siervo que hace suya nuestra adversidad", El sentido de conjunto resulta bastante claro: Jestis, aun pose- yendo desde siempre la naturaleza divina y teniendo derecho a todo el esplendor que debfa coronarla incluso exteriormente, ce hecho, cuando se hizo hombre, no reclamé para su humanidad la gloria externa que le correspondia, sino que asumié la naturaleza humana con todas las limitaciones y manifestaciones de fragilidad, excepto el pecado (Heb 4,15); més atin, quiso limitar todavia mis su humanidad, situndose en un estado de completa obediencia a Dios y a los hombres, mediante un servicio amoroso y desinte- resado (Mt 20,27-28; Jn 13,1-17). Esto es exactamente el vacis miento 0, en griego, énosis: el rechazo de todas las prerrogatives, de gloria y de esplendor que habrian debido refulgir incluso en su humanidad. Tan desconcertante realidad de humanidad comin ¥ opaca, asumida por Jestis, es subrayada atin més con las expre- siones: «Habiendo adoptado una forma de esclavo, haciéndose semejante a los hombres» A esta impresionante accién de despojarse, Cristo afiade tam- bién la humillacién extrema de la muerte en la cruz, la muerte de los asesinos, el suplicio maldito en la misma ley judia (cf Dt 21,23). Y asi, en el v. 8, el tema de la humillacién, que se encontraba ya intuitivamente presente en los versiculos anteriores, alcanza su punto extremo. Se trata de una obediencia total, que es disponibilidad hasta el don supremo de si en el hecho de la entrega a la més infamante 7s cepondencs con el eno del sro de Dios ue suey muere a pene de guna reserva jada no pueden dans Baws i ilps «Flo 1 Cle og Bf 5) Flare de oror de las penas, la muerte en la cruz. El ser hombre de Jesiis esta marcado por una sustancial diversidad, que le hace el obediente por excelencia, mostrando en El las sefiales de una humanidad diversa, premisa y condicién de una humanidad nueva que sur~ gira de El Jesits es el hombre incorruptible del proyecto divino, quien, no obstante, se solidarizé con los pecadores haciendo suya propia la mas vergonzosa de las muertes. «Hasta la muerte de cruz» parece ser una adicién paulina, que prolonga y especifica la perspectiva cristolégica del himno. «El obediente llegé a ser el crucificado»" asumiendo el papel de «maldito de Dios» (cf Gal 3,13). Una ver. que se ha llegado al fondo del anonadamiento, termina Ja primera estrofa del himno. La segunda estrofa (w. 9-11) cambia totalmente el registro y presenta la ™ R, Fawnas, Le deter di Palo Ml, 2, 74. Juan Panto Il, Catequesis del micrcoles 19 de noviembre de 2008, \76 El ate de ore El himno cristolégico de Col 1, 15-20 Otro magnifico himno enriquece y caracteriza nuestra oracién. Es como una clave teolégica que inicia la parte mas sustanciosa de la carta enviada por Pablo a la comunidad de Colosas. De la vigorosa presentacién de Cristo, que posee el primado en la creacién y en la redencién, dimana no sdlo la gran dignidad de la comunidad cristiana, sino también su compromiso en el mundo. Historia de la exégesis y cuestiones literarias El himno resulta problematico ya en su delimitacién, Aunque todos estén de acuerdo en considerarlo como terminado en el v. 20, no existe unanimidad en cuanto a distinguir sus partes. Para algunos el himno comienza en el v. 12 (Norden, Lohmeyer, Kise~ mann), para otros en el v. 13 (traduccién oficial de la Conferencia Episcopal Italiana), para otros mas en el v. 14 (Mussner) y para la mayorfa en el v. 15 (Benoit, Staab, Ghini, Schweizer). Esta ultima hipotesis nos parece la mis sazonable y es, por tanto, la que pro- ponemos". ‘También su origen es muy controvertido. Hay quien lo define como un himno prepaulino que se formé en las comunidades hele~ nistico-cristianas (Mussner), quien lo considera como la conclusién de una larga estratificaciéa que experimenté las siguientes etapas: protocristiana y prepaulina, aftadiduras paulinas (Marcheselli) Hay quien no rechaza la total paternidad paulina, considerando el himno como una servil copia y combinacién de afirmaciones solemnes tomadas del mundo de lo sagrado (O'Neill). La multi- plicidad de las hipétesis y de los intentos de estratificacién son una *!, La hipétesis se hace plausible también porque daria ocasién a Pablo para manifestar su pensamiento con el aval de un texto aceptado y utilizado. Asi sus argumentaciones resultarian «ya probadas». El vocabulario y el estilo del himno se presentan como nuevos, en buena parte también para Pablo”. Ningtin otro texto griego del tiempo —exceptuados los escritos emparentados, como algu- nos pasajes de la Carta a los Efesios y de la Carta primera de Pedro~ presenta frases anilogas, tan cargadas de palabras mal coordinadas. A menudo las expresiones se unen sin subordinacién © sin conexién. Casi cada palabra esti empleada en sentido téc- nico, de tal modo que esto le confiere un significado diferente del habitual, El lenguaje parece aproximarse al de las declaraciones publicas y litirgicas. 3 GHE Sennen, La Cart aor Cotsen, Sigueme, Salamanca 1987, 485. Catequess del miércoles 5 de mayo de 2008 2 Recordemos algunos términos que no se encuentran en ls carta paulina: ‘svisibless (6gatd) (v. 16); tronose (HQdvol) (v. 16); «subsisten» (ovvEormxey) (v. 17); ‘princpioe (Gopi) (6 186); algunos términos no figura en todo el Nuevo Testament sea el primeros (yévmrau, mpwteG0) (% 18); shaciendo la paz» (elgnvorcauoae) 20) 178 Bate de oor El himno presenta dos estrofas que celebran a Cristo como el primogénito de toda la creacién (wy, 15-18a) y como el primo- génito de entre los muertos (vv. 18b-20): a la cristologia césmica de la primera estrofa le corresponde la soteriologia césmica de la segunda estrofa. La creaci entre si. Cristo, en cuanto exaltado en la redencién césmica, es concebido también como el poseedor de una soberania césmica, una soberania que preside, dirige y orienta a toda la creacién, E] himno es un canto de alabanza al Cristo triunfador, que hizo de su resurreccidn una nueva creacién, més completa que la primera. La nueva creacién, reconciliada en Cristo, recibe la plenitud, aquella plenitud que la primera creacién no poseia. Proponemos el texto, con algunas variantes con respecto a otras traducciones: ny la redencién son relacionadas ¥.15 Els imagen del Dios invisible, PRIMOGENITO de toda criatura, v.16 porque en El fueron creadas todas las cosas en los cielos y sobre la tierra, las visibles y las invisibles, ya sean Tronos 0 Dominaciones, © Principados o Potestades; todas las cosas han sido creadas por medio de Ely con miras [af v.17 Eles antes que todas las cosas y todas las cosas en El subsisten. v.18a Eles también la cabeza del cuerpo, que ¢s la Iglesia. ¥.18b Eles principio, PRIMOGENITO de entre los muertos, afin de que sea siempre el primero en todas las cosas, 179 Tealoga, Ruri y mista lo oracén de os hinnos pauliros y.19 porque en El [Dios] se complacié en hacer que habitara la [plenitud ¥.20 y por medio de El en reconciliar consigo todas las cosas, haciendo paz por medio de la sangre de su cruz, ya sean las cosas que estin sobre la tierra o las cosas que estin, [en los cielos. Comentario El himno habla siempre de Cristo, sin nombrarlo jamis®. En el v.15 se le presenta como «imagen del Dios invisible». No viene al caso la referencia al capitulo primero del Génesis, donde se dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (cf Gen 1,26), porque, como ya observaron Origenes, Atanasio, Gregor. de Nisa y otros antiguos, se dijo entonces que el primer hombre fue creado «a imagen», es decir, «segiin imagen», lo cual es muy diferente de ser la imagen. Salta notablemente a la vista la dife- rencia entre la condicién del primer hombre, que era criatura, y la condicién de Cristo. En este iltimo caso, por «imagen» no se entiende una creacidn, sino el volver a enunciar de El la misma naturaleza, como todo el himno se dedicard a demostrar. Por tanto, el verdadero significado hay que buscarlo en otra parte. Quiza un modelo remoto pudo haber sido la Sabiduria, de la cual se dice: «Es un reflejo de la luz, perenne, un espejo inmaculado de la actividad de Dios y una imagen de su bondad» (Sab 7,26). «Imagen» es la concretizacién histérica de lo que no se puede ver. El Antiguo Testamento habia crecido con el ansia de ver a Dios, expresada en el ardiente deseo de Moisés, que habia escu- chado cémo se le respondia: «Tit no podras ver mi rostro, porque El texto griego comienza con un pronombre relativo que recuerda el «Hijo de su amom dev 13. 180_ Erie de ocr ningdn hombre puede verme y permanecer vivo» (Ex 33,20). Un deseo andlogo se lo expresd Felipe a Jestis: «Seftor, muéstranos al Padre: eso nos basta». La respuesta Ilegé de manera inmediata ¢ impresionante: «Llevo tanto tiempo con vosotros, zy tii no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mi, ha visto al Padre» (Jn 14,8-9). La teologia del ver a Dios encuentra finalmente plena satisfaccién en la persona de Jest, a quien se llama «imagen» o, dicho en griego, «icono» de Dios. La idea no es totalmente nueva, porque Pablo habia definido ya a Cristo como «imagen de Dios» en 2Cor 4,4, pero en nuestro caso se enriquece sensiblemente, por cuanto las afirmaciones que siguen ilustran mejor la perfecta semejanza del Hijo. Eles superior a lo creado, porque es «primoggnito de toda cria~ tura», indicando asi una preeminencia més que una precedencia en el tiempo, como muy bien lo expresé el Salmo: «Yo lo constituyo primogénito mio, el més grande entre los reyes de la tierra» (Sal 89,28). El primogénito, en el derecho de familia propio de Palestina, gozaba de algunas prerrogativas: durante la vida del Padre tenia la precedencia sobre sus hermanos (cf Gén 43,33), a la muerte del padre recibia doble parte de la herencia (cf Dt 21,17) y se convertia en el cabeza de familia. Como primicia del matrimonio, el primo- génito pertenecia a Dios, y por eso era necesario rescatarlo (cf Ex 13,11-15). Sobre este trasfondo palestino se comprende mejor el titulo dado a Cristo, primogénito en el sentido de excelencia, y no en el sentido de anterioridad. ‘Afirmada la preeminencia, se ofrece ahora la motivacién, introducida por la oracién causal enfatica «porque en Els (v. 16). ‘Ademis, se piensa en Cristo como el fundamento de toda !a creacién. Concediendo a la preposicién su valor original”, Cristo es presentado como el principio vital, escondido en «todas las Ta waduccdnoftece la vein: spor medio de Bis Teoiogia tea y istic la oracién cosas». Esta tiltima expresién indica la totalidad de las realida- des creadas que reciben una triple especificacién: la primera es una distincién espacial, «todas las cosas en los cielos y sobre la tierra», dos ideas que vuelven a proponer en el lenguaje semitico la idea de la totalidad*; por tanto, «las visibles y las invisibles», que con el juego de contrastes renuevan el mismo concepts, Finalmente, ante el temor de no haber sido todavia demasiado cxplicito, las realidades invisibles son especificadas como «Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades». La extensa explicits- cin no tendria razén de ser, si no hubiera una causa justificada para la repeticién, Estos nombres son realidades que atraen la atencién de los hombres, distrayéndolos de Cristo, quien termira por perder su papel de preeminencia. Por esta raz6n, se enuncia claramente la sublime superioridad de Cristo con respecto a todo lo demas, El v. 17 contintia en la misma linea, afirmando que Cristo «es antes que todas las cosas», indicando una vez mas una primacia de valor més que una anterioridad temporal, y que «todas las cosas en El subsisten»”. Cristo es causa efectiva de todo y también fin ultimo, El es el punto de referencia necesario. Para toda cosa, E1 ¢s la posibilidad de que contintie existiendo, una especie de funds- ‘mento universal. Esta manera de hablar procede del judaismo, que se representaba en estos términos a Dios, el cual no es todo, pero es el Seftor de todo, y en este sentido es el origen y la determinacién de todo, Al referirse a Cristo, diciendo que todo subsiste en El, se 8 Hlan sido varios los intentos por asociar la figura de Cisto creador con elemen {0s de in Sonia pagana, prncipalmenteesties;# pear de las analogs existe ra indscutibleindependenca, CFA. Fromasy, Le Chri Sages de Die aprile dps Paulsiennes, Paris 1966, 202-205; E. Gri, Lester ai Cnoses. Connie patra, EDB, Bolonia 1990, 59. : 2 Al mundo stmiico le gusta expresase de este modo; ease Mt 16,19 con & compte ee ay lets 0 Geom soposcn ene ello ya sea GE Preeistene ese identico atempora, El era sbyolstamente spraardenagd 2 todo, Por eta razdn, tambien el todo es dependiente de Ele (|. Eansr, Filipe Filemone, ai Colossesi, .., 233). oe esti celebrando a Cristo como el mediador del sefiorio de Dios, como verdaderamente su «icono». Falta el término, pero brilla claramente el concepto de Cristo que preside a la creacidn y es el responsable de ella en cuanto al origen y al fin. Retorna en filigrana para El cuanto el Antiguo Testamento habia atribuido a la Sabiduria®®. El mundo sapiencial pudo haber proporcionado conceptos itiles, asi como parte del vocabulario, ala persona que ide6 el himno. Por de pronto, la idea de la imagen y la del primogénito (cf 1,15), y més adelante la de tener la primacia (cf 1,18), pueden encontrar en la temitica sapiencial una justificacién, Precisamente este rimar lo sapiencial con la creacién permite al autor presentar a Cristo como «reconciliador» universal mediante su sangre, por cuanto la redencién no ¢s sino una «sanaciGn» radi- cal de toda la creaciGn, echada a perder por el pecado La primera parte termina con el recuerdo de que Cristo «es, del cuerpo», con la probable adicién explicativa «que es fa Iglesia»®, En efecto, muchos comentaristas estin de acuerdo en atribuir a Pablo esta aposicién que interpreta todo lo que precede, «Cabeza y cuerpo son contemplados ahora en forma totalmente nueva: en lugar de la relacién “cabeza soberana-universo” viene ahora la relacidn “redencién-comunidad”»®. La Iglesia es presentada como un organismo vivo, porque esti enriquecida por la vida de Aquel de quien elle viene, en el cual se halla y actiia,y hacia el cual tiende (cf Ef 1,23). Cabeza y cuerpo estén juntos. La cabeza dirige, pero esta «en el cuerpo. Por consiguiente, este iltimo no se siente obligado o constrefiido, sino que es movido de manera ente- samente natural, desde dentro. Se quiere expresar la intima unién de Cristo con toda la creaci6n, a pesar de la distincién’, Cf Prov 822-31; $i24,1-21; Sab 7,9-11. » E,Scuwaizen, La Carta abs Colesenes, ac, 58-59 y 69-70. ® J. Ernst, i Fllppesi a Filonone, ai Colese, oc, 236 3 Laidea de una actividad creadora det Verbose halla presente en los Padces. Esc chemos el siguiente testimonio que da san Cirilo de Alejandsiu: «El Verbo que crea y conserva toda cosa creada y da a todos la slvacion diving, se hizo hombe y se manifest 183 rio y misicelo roan de los himnos poutinos Después de celebrar a Cristo como creador, la segunda parte del himnno (vv, 18b-20) celebra a Cristo coma salvador Aunque el término no se halla presente, su idea esta clara. El himno contintia con el fin siempre de celebrar la superioridad de Cristo, recogiendo a idea de que El es «principio, primogénito». Asi como la crea~ cién habia dado la vida a quien no la posefa, asi también Ia obra de Cristo da la vida a quien la habia perdido, Se encuentra aqui uno de los conceptos principales de la primacia de Cristo: el de ser «fuente de vida». Ocupa el primer puesto, no porque Cristo tenga necesidad de ser salvado, sino porque El fue el primero en expe- simentar el morir-resucitar: «primogénito de entze los muertos» Cristo conduce @ la comunidad de los creyentes, ala Iglesia, a que constituyan «su» Iglesia. Los fieles, sometidos a El, pero tambiéa unidos intimamente con El, participan de la vida de Cristo, entraa en un orden nuevo, mas alto, sobrenatural. Jesiis se convierte ea «principio y primogénito de entre los muertos», no sdlo porque se encuentra 2 la cabeza, sino también porque los demés, sin El, no existirian: en la resurreccién de Cristo est garantizada la resurrec- cidn de los dems. Precisamente por eso Cristo llega a ser «siempre el primero en todas las cosas» ‘Al decirse que Cristo es el primogénito de toda Ia creacién, el hecho histérico de la encamacién de Dios adquiere una impor- tancia que respecta profundamente a toda la creacién: el sentido original de la creacién y de su evolucién es el hombre-Dios Teniendo en cuenta que Dios mismo se hizo hombre en favor de la humanidad, no existe una meta ulterior de desarrollo, No existe més que un solo futuro de Ja humanidad: el de llegar a ser en mayor grado y mas profundamente hombres en el sentido de Dios que se hizo hombre. Cristo es el Alfa y la Omega de toda la creacién y de su evolucién. Cristo como creador y redentor es el sentido de todos los acontecimientos del universo™., El cosmos, que isiblemente como tale (Comentario ala Carta a ls Romanos, 15,7:PG 74, 85), 3 Deteis dela miliple iqueea de lo creado se halla la presencia escondida del a4 Brorte de aor ¢s tinico, no puede descomponerse en diversos «mundos» ni ser cbicéfalo», como le gustaba repetir a Teilhard de Chardin. Pablo pasa Iuego a presentar otro motivo de la primacia de Cristo. La preeminencia de Cristo se expresa ahora en la inha~ bitacién de la plenitud divina. Cristo se muestra una vez mis como «icono» del Padre, por cuanto sigue fielmente la voluntad del Padre, El texto comienza presentando el designio salvifico con los siguientes términos: «Porque en EI [Dios] se complacié», emejante plan se revela en «hacer que habitara la plenitud> en EI. No se habla de dimensiones, sino de la capacidad de dominar todas las cosas, «Plenitud» (en griego pléroma, hA|Q«u)” suscita en la Carta a los Colosenses Ia idea de que Cristo es en sf mismo totalmente rico, de manera que no necesita ninguna integracién. De El se puede aguardar cualquier bien, sin tener que poner la mirada en otros. Dios habita en El integramente, con su poder y con su amor. Para compreader el origen y el sentido de «plenituds, no es necesario dirigirse a la ufilosofia estoica», sino al mundo biblico®. Tal plenitud es explicada en el v. 20. El Hijo muerto y resuci~ tado es el gran instrumento de la pacificacién universal, porque retine y vincula todas las cosas y las reconcilia con Dios". La pleni- tud, en sintesis, comprende a todos los hombres que se benefician de la resurreccién de Cristo, Esta es el conjunto de todos los dones destinados a la estructuracién de un ser total, arménico, como lo es el cuerpo. Esta plenitud habita en Cristo, por cuanto El es TINO, del Verbo de donde todo procede y en el cul todo encuentra cohesién y sentido, ELUNO detris de las cosas crea lt armonfa la relacién, la belleza, la cohesin, da valor y sentido al individuo en su relacén con el todo, y unc a todas las realidades en una felacidn de amor entre ella (G.Rossé, Letra ai Colossi. Lettera agli Efesin, Cit ‘Nuova, Roma 2001, 27). 3 "CEG. Deine, en Grande Lewico del Nuovo TestamentoX, cols. 674-696. % CEJ. Duvows, Goss. Le connainance reigiewse dant les epitres de saine Paul, Lovains-Pars, 453-476, 3 CE Sal 2415 5012; 68,17; 72,19; I 6,3 Jer 8,16 % C£Jn 12,32: 6Y yo, una vez que haya sido elevado sobre la tierra atraeé a todos Dacia min ies Teolgi, leu y istic: la oracién dels himnos padnes cabeza del cuerpo que es la Iglesia. Nace la nueva humanidad, la homanidad redimida La redencién es presentada en toda su trigica historicidad, «haciendo paz por medio de la sangre de su cruz», para recordar al lector un dato que est anclado en la concrecién de un aconte- cimiento y en el don personal de un individuo que ama. La refe- rencia a la sangre conserva un recuerdo histérico de impresionante realismo: «En la época romana era habitual no s6lo enclavar manos y pies, sino también aplicar la fagelacién, que era parte integrante del castigo; ahora bien, en este caso la sangre brotaba a raudales. EL sujetar a la victima a la cruz con cuerdas tinicamente, representaba, una excepcin»”. La muerte de Jesiis es una muerte sacrificial. En ella hay que situar el fundamento de la reunién de todos los seres con Dios, aqui se encuentra la unidad interna, la abolicién de cualquier religién o culto que no se halle centrado en el Cristo histérico. La reconciliacién afecta al universo entero, expresado por medio de «ya sean las cosas que estin sobre la tierra o las cosas gue estan en los cielos». En este punto se plantea una pregunta: Cémo pueden pacificarse las cosas que estén en los cielos? :Es que tal vez los espiritus buenos necesitan ser reconciliados? Pablo no ofrece una respuesta, porque ni siquiera se plantea el problema, que es \inicamente nuestro. Para intentar una solucién™, tengamos presente que el raro verbo empleado, el verbo griego apokatallasid, Groxatahhdcow”, quizs un neologismo introducido por Pablo, mis que «reconciliar» por una culpa moral, significa «restaurar», «volver a situar en la condicién original». También los espiritus y los seres celestiales en general habjan perdido quizas su puesto 7M, Hiexort, Crecifisione ed spiasione, Paideia, Brescia 1988, 66 CEK Stan]. FReuenDonven, Le letter af Tesalonicei ela catiitee pastoral, ‘Morcelina, Brescia 1961, 109-110. Se encuentra tnicamente agus en e v.20, lego en el v.22 yuna vee més en EF 2,16 en todo el Nuevo Testament. CFF Bocuset, en Grande Leiico del Nuoww Tests- ‘mento I, cls. 693-696. 186 Bare de oer justo, porque quedaban situados en una mediacién no del todo correcta. Sahemos que Ff 2,15 habla de la aholicidn de la ley, aquella ley que, segtin el pensamiento judio y paulino (cf Gal 3,19), habia sido promulgada por angeles. Por eso, su abolicién debia modificar la relacién entre Cristo y los angeles, los cuales habian promulgado la ley. Con esta hipétesis no se imputa a los espiritus celestiales nin- guna culpa y, al mismo tiempo, se restablece un orden correcto®, ‘Mis importante que las solaciones hipotéticas sigue siendo el con- cepto de fondo: «Este pasa’e ofrece una visién inmensa de la gran paz aportada por Cristo, una paz que abarca todos los espacios y todos los tiempos» Valor teolégico Las cartas paulinas son predominantemente escritos ocasionales enviados a comunidades 0 a individuos, sin la pretensién de ser un tratado completo y sistemético. Al tener que responder a proble- mas 0 a situaciones particulares, su enfoque se centra en algunos puntos, dejando a un lado otros puntos. Tan sélo la Carta a los Romanos presenta cierta sistematizaci6n y un carécter completo cen su pensamiento, aunque no se pueda definir en sintesis el pen- samiento teolégico pauline. La comunidad de Colosas vivia una situacién dificil a causa de la presencia de ideas err6neas que proyectaban su sombra sobre la primacia de Cristo. Acerca de este punto, Pablo pone mucho empefio en exponer las cosas claramente. Aunque no faltan refe- rencias al Padre (véase, por ejemplo, su admirable iniciativa en la om justcia la lirurgia de la Pasion puede expresarse asi: «La tierra, el mar, los sstrs, el mundo, todo se ha lavado en est row; la expres es un eco de las palabras de san Irenco: «Cristo ha trazado la sedal de la cruz sobre todas las cosas, R Musswen, Lettera ai Coloses. Citta Nuova, Roma 1966, 50. 16; Tealoga, uric y mists lo racén de los himnos pauls redencién en Col 1,12-14), o al Espiritu por su obra de amor (cf Col 1,8), se comprende la particular orientacién cristolégica de este escrito, De ahi se deriva una presentacién de la persona de Cristo como no es posible encontrarla en otras partes, a no ser en Ja emparentada Carta a los Efesios. EI himno sintetiza de manera magnifica el pensamiento cris- toldgico de Pablo, quien presenta la primacia de Cristo en la crea~ cién y en la redencién. Son los dos puntos que vamos a considerar ahora, La primacia de Cristo en la creacién El himno presenta la relacién de Cristo con la creacién. La teolo- gia occidental, a pesar de conocer la preexistencia del Hijo, habla de El casi exclusivamente a partir del fiat de Maria, y elabora, por tanto, una cristologia centrada toda ella en la encarnacién y en la redencién, El himno ayuda para ampliar el horizonte, porque presenta la creacién misma como obra del Hijo, en colaboraciéa con el Padre. Asi que el Hijo no es sélo el centro del Nuevo Testa mento, sino también la figura que domina, aunque sea de manera recéndita, el Antiguo Testamento: «Es de importancia decisiva redescubrir este gran nexo que existe entre el Hijo y la creaciéa entera para llegar a una lectura equilibrada de toda la Escritura en su unidad fundamental, Tal lectura determiné la interpretacién tipoldgica de los Padres de los primeros siglos, que trataban ya de captar a Cristo en el Antiguo Testamento®, Por tanto, se presenta a Cristo como el mediador de la crenciér =D, Artiworn, La letter ai Coleus. Comments eegeticrprituae, Cissjon, Comunided de Bose 1989, 12. an “ “©” Con anteroridad alos Padres, Pablo indica ya que Cristo acompataba a Iral Por el esiero (cf 1Cor 10,4) y Juan sostene que lor patrarcas, Moistsy los profets Veron al Hijo y se alegraron pensando en ver ss dia Jn 5,39; 5,46; 8,56; 12,41); De ‘manera semejaate se piensa en He 10,43. 198 Bare deer Se pone de relieve su incomparable superioridad sobre las cria- turas, porque EL es la causa de las mismas (cf v. 16a). Cristo es el principio vital recéndito de toda la creacién, y gracias a Ja fuerza de Cristo toda Ia realidad creada existe y tiene su ser. El aoristo «fueron creadas» (v. 16b) contempla el primitivo acto creador de Dios el pasivo es una parifrasis que indica el nombre de Dios-, pero Cristo, fundamento gue funda el ser creado, permanece para siempre. En El todas las cosas subsisten, ciertamente porque Cristo conserva el mundo en su consistencia, pero también porque «en el futuro» El seguir siendo el fundamento del mundo. Se define también a Cristo como la meta escatolégica de toda la creacién. El es su dinamica, la sobrenatural «causa final» de todo el ser (cfv. 16). Teilhard de Chardin hablaba en este sentido, cuando contemplaba la evolucién que partia de la materia para llegar a Cristo, segrin las bien conocidas fases: cosmogénesis, biogénesis, antropogénesis, cristogénesis. Las afirmaciones de la cristologia césmica se impusieron muy pronto en la comunidad primitiva, porque encontramos himnos que forman parte de su credo; véase, por ejemplo, el prologo joanico (cf Jn 1,3). Tanto Pablo como Juan manifestaron esta cristologia césmica, pero, ¢dénde la adquirieron? La principal fuente es la doctrina sapiencial, segyin podemos leerla en Si 1,1- 4; 24,9; Prov 8,22.27; Sab 9,9. Estas afirmaciones fueron aplica- das a Cristo en las comunidades helenistico-cristianas: a Cristo como sabiduria que lleg6 a ser persona y que se manifesté en el mundo, La primacia de Cristo en la redencién Por qué el mundo, creado por medio de Cristo, tuvo necesidad de la redencién y de la reconciliacidn, eso no se explica en los himnos de la cristologia césmica del Nuevo Testamento. Sigue existiendo 189 Teologa, urge y mista lo oracén de los himnos paulnas cierta tensién entre el hérygma cosmolégico y el kérygma soteric Iogica-escatolégico del Nueva Testamento Se toma como punto de partida la centralidad de la funcién de Cristo, la cual procede de su preexistencia. La primacia césmica queda admirablemente sintetizada en la expresién «El es el prin- cipio» (v. 18b). «Principio» tiene el sentido helenistico de principio principiante, bien fundamentado en el sentido hebreo de berefié en Gén 1,1. Después, Jestis, que vence a la muerte, es el principio que de entre los muertos regresa a la vida. El es el primogénito que, venciendo a la muerte, vuelve a estar alla donde estaba anterior- mente Los dos aspectos se hacen referencia el uno al otro, porque la redencidn es una recapitulacién de la creacién entera, y la reden- cién es una modalidad de la creacién. La visién que conecta la creacién y la redencién se encuentra ya en el Antiguo Testamento: Js 42,5 0 Is 43,1. Is 44,24 refiere: «Asi dice el Sefior, tu libertador, que te formé en el seno materno»", La creacién misma pertenece alas grandes obras salvificas de Dios. Estamos vinculados por Dios con Cristo por medio de la creacién, y no sélo por medio de la redencién del pecado. Cristo es causa de la creacién. Pero, al ser también el «segundo» Adin, es decir, el ultimo, el Adan escatolégico (cf 1Cor 15,45.47), y al tener que ser formados todos los creyentes segiin el tipo de Cristo (cf Rom 8,29; 1Cor 15,49), la creacin alcanza en El su punto culminante y su perfeccién escatolégica. La plenitud no se alcanza en un conventiculo cerrado por medio de misteriosas consagraciones, sino que se alcanza en la Iglesia. Si Cristo es rebosante, entonces nosotros participamos de su abun- dancia. No hay otro camino para participar en Cristo si no es el bautismo. Cristo mutié y resucité: el bautismo es la actualizacién de este acontecimiento para nosotros. Mientras que la Carta a los Vise también Is 54,5; Sal 74; 89; 135, 190 Erare de rer Romanos se expresa en futuro, «resucitaremos con El», la Carta 2 los Colosenses considera la resurreccién con un hecho que ha sucedido ya y dice: «Habéis resucitado» (Col 2,12; cf 1,13; EF 2,6). La Iglesia se fundamenta en la resurreccin. Con la resurreccién, €s como se inicia el camino nuevo de la humanidad, se entra en el misterio de Dios. Por tanto, Cristo es cabeza de la Igl gicamente el primer escrito de la comunidad cristiana que subraya vigorosamente la unién de Cristo con la Iglesia de modo también corpéreo, sin llegar todavia a la dimensién nupcial de Efesios". Pero Cristo es también vértice del cosmos, por cuanto polariza en tomo suyo la multiplicidad de los componentes césmicos, unifi- cindolos bajo un solo pantokrator* humano-divino, El himno exalta a Cristo como unificador de la realidad entera, césmica e histérica. Es el himno de la unidad del mundo. La variedad de las cosas, tanto sea en el cosmos como en la historia, se reiinen en una unidad; «todas las cosas» del v, 16 no es la simple suma de los seres y de los hechos, sino el articularse de todos ellos . Colosenses es cronolé~ en un proceso orginico, en el acto en el que entramos en contacto con Cristo. Vuelve a aparecer aqui el antiguo tema sapiencial de la biisqueda de la unidad recéndita en la fragmentariedad de todas las cosas, que estin desligadas aparentemente las unas de las otras. Elhimno celebra a Jesucristo, Sefior del mundo y de la comu~ nidad; al mismo tiempo canta el «si» de Cristo a este mundo material, al que promete su fidelidad: he ahi la reconciliacién (cf v.20). Ademiés, el himno es un canto de esperanza, como recuerda el Papa en su catequesis: «El himno traza un magnifico cuadro del universo y de la historia, invitindonos a la confianza. No somos un granito de polvo inutil, disperso en un espacio y en un tiempo sin CHEN. Auer, Saint Paui Epite aux Colosens, Gabalda, Paris 1998, 281, “Nombre griego para designar al Sefior omnipotente; e¢ el que tiene su tron0 triunfal en los absides de las basiias paleocristianas y bizantinas 91 Tela ui y talon de ls tos patias sentido, sino que somos parte de un sabio proyecto que procede del amor del Padr La meditada lectura del himno de Colosenses ha preparado y allanado el camino para la lectura del himno de la Carta a Jos Efesios. El himno cristolégico de Ef 1,3-14 La Carta a los Efesios comienza con un solemne himno de benci- ién, una pagina de gran densidad teol6gica y espiritual. Los wy. 3-14 del capitulo primero proponen el himno, en el que se expone el maravilloso plan de salvacién trazado pot Dios desde la eternidad y realizado ahora en Cristo, Esta enardecida eulogia, es decir, proclamacién de alabanza, se presenta como una incandescente corriente de lava en la que fluyen pensamientos y emociones teolégicos. A diferencia de otros himnos del Nuevo ‘Testamento, por ejemplo el Magnificat o el Benedictus, n0 conoce- mos bien la causa que favorecié su composicién, Ciertamente, la exaltadora idea de que existan hombres ganados para Dios por el amor de Cristo, es motivo mas que suficiente para una explosién de gozo agradecido. Por la forma y por el contenido se inspira en las formas him- nicas del Antiguo Testamento que comienzan con barukh ‘lobe Ywh («Bendito el Sefior»: Sal 31,22; 144,1) o del judafsmo*, En el Nuevo Testamento hay sélo dos himnos que comiencen con la formula “Bendito Dios" y son precisamente el Benedictus y nuestro texto, E] himno esta inserto en una carta llena de problemas liter: 10s ¢ histéricos, comenzando por el problema acerca de su autor. ‘Juan Pasto II, Catequesis del miércoles 5 de mayo de 2004, “aL euogia cristina tiene sx origen propio en la Brand judiae (A. M. Buscen1, Una sinfona. Gli ins di Paolo a Crito Signore, 2,76) 192 Dejaremos para los comentaristas especializados la ardua tarea de tratar y de resolver tales problemas”, limiténdonos a determinar el origen de nuestro himno. Muchos aceptan la hipétesis de que el origen hay que buscarlo en un ambiente litirgico. La idea fue acogida como posible aun por Juan Pablo II, que define nuestra pagina como «admirable expresién de la fe y quiza de la liturgia de la Iglesia de los tiempos apostdlicos»™. El texto se presenta de manera solemne y bien estructurada, Se halla construido mediante un tinico y larguisimo periodo que podemos dividir en dos partes: + wv. 3-10: Dios es el sujeto de los verbos que alaban su obra de eleccidn, redenciin y revelacién del Misterio; + w. 11-14: se van considerando los efectos de Ia eleccién sobre Ja comunidad cristiana, destinataria de los dones divinos. v3 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Sefior Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendicién espiritual en los [cielos, en Cristo. v4 En El nos escogié antes de la creacién del mundo, para que fuéramos santos inmaculados en su presencia en la (caridad, v.5 _ predestinéndonos para que fugramos sus hijos adoptivos por [obra de Jesueristo, v.6 _ segiin el beneplicito de su voluntad, yy esto para alabanza y gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo amado; Estos problemas pueden encontrarse y verse analizados en las introducciones generales de los comentarios, por ejemy es; Ffisini, Paideia, Brescia 2001, 29- 152; F. Montaci, Letra ag Efesini, Queriniana, Brescia 1994, 5-58; R. PENNA, Letera agh Efisni, EDB, Bolonia 1998, 13-69; S. Romantito, Letra agli Efsini, Proline, Milan 2008, 13-98. 5!” Catequesis del miércoles 13 de octubre de 2004, v7 v8 v9 v.10 vill v.12 v.13 wld 153 nos pauls Tealoga, tug y misc: lo oracién dfs i cen el cual tenemos la redencién mediante su sangre, la remision de los pecados, segtin la riqueza de su gracia, El la derramé abundantemente sobre nosotros con toda (sabiduria e inteligencia, porque El nos hizo conocer el misterio de su voluntad, segiin todo lo que en El habia preestablecido en su. [benevolencia para realizarlo en la plenitud de los tiempos: el designio de recapitular en Cristo todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra. En él fuimos hechos también herederos, habiendo sido Ipredestinados segiin el plan de Aquel que todo lo obra eficazmente conforme a su voluntad, para que nosotros fuéramos para alabanza de su gloria, nosotros que fuimnos los primeros en esperar en Cristo. En El también vosotros, después de haber escuchado la palabra [de verdad, el evangelio de vuestra salvacién, y de haber creido en él, habéis recibido cl sello del Espiritu Santo que habia sido [prometido, el cual es garantia de nuestra herencia, en espera de la completa redencién de aquellos que Dios ha adquirido para si, para alabanza de su gloria. 194 Erorte do oror Comentario Se parte de un «antes» que antecede al tiempo y a la creacién: es Ia eternidad divina en la cual adquiere ya vida un proyecto que nos supera, una «pre-destinacin», que es el designio amoroso y gratuito de un destino de salvacién y de gloria. Viene luego un «ahora» para indicar la realizacién y la actualidad del proyecto divino, que se hizo historia en un «nosotros» y en un evosotros», que engloba a todos, no sélo a los cristianos de la primera genera ci6n, sino también a los que llegaron a serlo posteriormente. La bendicién parte de la humanidad del Padre celestial, y se mueve gracias a la obra salvifica del Hijo. Tiene su comienzo en el eterno proyecto divino, que Cristo esti llamado a realizar (v. 3). En Dios Padre tiene su origen todo el plan de la salvaci6n. En los cielos El distribuye toda abundancia de dones «espirituales», es decir, que pertenccen a la esfera de lo divino. Se crea una relacién cexpresada por el «Bendito sea... que nos ha bendecido». Bendecir implica la idea de un bien que se dona, pero nosotros, zqué es Jo que podemos donar a Dios? Junto al cristiano esté Cristo, que se nos entregé a nosotros para que fuéramos una sola realidad con El: «Todos vosotros habéis sido bautizados... vosotros sois uno solo en Cristo» (Gal 3,27-28). «He sido crucificado con Cristo y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi» (Gal 2,19-20). Por tanto, nuestra alabanza se eleva al Padre en cuanto somos una sola realidad con Cristo; con El hemos sido introducidos en aquel intercambio ininterrumpido de donacién y de amor que constituye la vida intima de Dios. Finalmente, la bendicién espiritual es el fruto del Espiritu 0, de todos modos, esti vinculada con la obra del Espiritu. No hemos de distinguir aqui, a la manera griega, entre espiritu y materia, sino, a la manera semitica, entre espiritu y carne. ‘Todo el hombre, alma y cuerpo, es espiritual, ms atin, es «espiritu» (1Cor 6,17), si se deja guiar por el Espiritu de Dios (Rom 8,14). Por el contrario, todo el hombre, alma y cuerpo, es carne, si trata 135, Teologia, furgia y misticn:k de basarse exclusivamente en las propias fuerzas. Fijémonos, pues, en la estructura trinitaria: es el Padre quien nos bendice en el Hijo or medio del Espiritu Santo; este es el don que lleva en sf toda la Jenitud de la «bendicidn espirituab, El plan salvifico comienza con nuestra eleccién en Cristo (¢. 4) y se acta, como segunda fase, en nuestra incorporacién a El mediante la filiacién divina (w. 5). Nuestra eleccién, que se remonta ala eternidad («antes de la creaciGn del mundo»), se integra como fase intermedia en la mas universal «predestinacién» del Padre celestial; por eso, F primeramente ordena previamente los medies yel camino de la salvacién, después elige a los hombres a participar ‘en ella. Segiin el designio de Dios, el tinico camino de salvacién es ahora el de la asimilaci6n a Cristo. La referencia a El, continua y esencial, esta recalcada y fijada en la constante insistencia del pronombre «El»**. Sélo con él, por medio de él y en él podremes egar a ser «santos e inmaculados». Todo este pian maravilloso es fruto exclusivo del amor de Dios («en la caridad). Para nosotros el Padre tiene en su mente una meta ulterior: por medio de Cristo nos destina para acoger el don de la dignidad filial, legando a ser hijos en el Hijo y hermanos de Jestis® Si en el centro se halla el hombre con los dones que recibe, la finalidad tltima de la obra salvifica no es el hombre, sino Dios. En ningtin otro pasaje la idea se ha expresado con tanta claridad como en el v. 6: «Para alabanza y gloria de su gracia», idea recogida una vez més en los w. 12 y 14. Qué es esta gloria? Esta gloria se 3 El pronombre vuelve a aparccer en los vx. 4,7, 1Ly 13, © Los Padres de la Iglesia dieron preferencia y desarzollacon mucho este pensi- mieato.A titulo de ejemplo, valga esta cta de san Gregorio Nacianceno: «Reconoce el origen de tu existenci, de la respiracin, de la inteligencia, dela sabidusiay, lo que mais ‘cuenta, del conocimiento de Dios de la esperanza del Reino de los cielos, del honor que ‘compurtes con los Angeles de la contemplacion de la gloria, ahora, ciertamente, como en tun espejo y de manera confus, peo a su tiempo en forma més pura y plena. Reconoce, ademas, que has legado a ser hijo de Dios, cohezedero con Cristo y, para utilizar ura ‘imagen ateevida, res el mismo Dios! (Dite. 14 sobre el amor hacia las pobras,23: PG 35,887). 196 Elare de ocr identifica con la autorrevelacién de Dios: El se revela a si mismo y en primer lugar revela su bondad. En este manifestarse a si mismo ¥;por tanto, en el manifestar su amor, se halla su gloria. La criatura esta llamada a responder con Ia alabanza. El plan de Dios se hace historia con la inmolacién de Cristo en Ja cruz, acto supremo de amor y de solidaridad. De la redencién se describen el instrumento («mediante su sangre»), el resultado («la remisién de los pecados»), el manantial dltimo («segiin la riqueza de su graciay). La accién de Cristo derrama sobre los hombres una ola superabundante de luz, de «sabidusfa e inteligencia» (v. 8), haciéndolos propiedad suya, su pueblo, como lo era el pueblo de la antigua alianza (Is 19,6). La sangre tenia una particular virtud expiatoria y se empleaba habitualmente en la concertacién de pactos. Por la sangre de Cristo es por lo que los cristianos llegaron asser el pueblo de la nueva alianza, La redencién tiene tales dimensiones abismales, que no puede ser conocida por el hombre sin una revelacién especial. Esta reden- cidn es un «misterio»® revelado por Dios, cuando El lo consideré oportuno («plenitud de los tiempos»). El misterio consiste en el hecho de que todos los seres creados, tanto celestiales (angeles, astros...) como terrenales (hombres, cosas...), encuentran su signi- ficado y valor en Cristo, que llega a ser de este modo el principio de unidad y de inteligibilidad, de orden y de reconsagracién, Esto es lo que pretende expresar el verbo «recapitular» (v. 10). El texto griego sugiere que Cristo ha legado a ser el Aefalaion, es decir, el punto cardinal, el eje central hacia el que todo ser creado converge y en el que adquiere significado. Esto significa que el hombre, en su elevacién en Cristo, nuevo Adan, alcanza la finalidad de toda Ia creaci6n, La salvacién escatol6gica esta situada ya como «pro- tologia» en la creacién del universo, por cuanto tal creacién se ha TS Sobre tema, véase R. Panwa, 1! mysterion paoina: taittriaecstitucione, Bres- ia 1978; AE, Hanvey, Th se of Mystery Language ithe Bible, Journal of Theological Studies 31 (1980) 320-336, _197 Teoogia tug y misc le rccién de ls himnos paukras realizado en referencia a Cristo, Este proceso se halla indicado en EF 1,10, cuando se habla de Ja recapitulacién de todo en Cristo, decidida por Dios desde la eternidad'. No se trata de un proceso natural, sino de la accién de la gracia, de que la creacién llega a complementarse en Cristo. Termina aqui la primera parte que puso al lector en condicio~ nes de entender su suprema dignidad observando la actuacién ce Dios en Cristo. En la segunda parte el lector aprende sobre todo a conocer sus derechos y sus deberes. En Ja universal recapitulacién, todos indistintamente son cape~ citados en Cristo para dirigirse a Dios como Padre, por cuanto son herederos legitimos, ya sean los primeros que esperaron en Cristo («nosotros»), o bien los otros que lo aceptaron mediante Ia predicacién del Evangelio («osotros»)°. A todos indistinta- mente se les concede la presencia elevadora y trasformadora del Espiritu Santo, prometido ya en el Antiguo Testamento (Jl 3,1-5) y prometido por Cristo mismo (Jn 14,26). El es el sello (v. 13) que nos consagra como pueblo santo de Dios; y al mismo tiempo es también garantia (v. 14), unas arras dadas anticipadamente de la indefectible herencia de los bienes de Dios. Aqui se proyecta una mirada sobre la salvacién final, que nos ha sido garantizada por la invisible presencia del Espiritu en nosotros (Rom 8,14-16), pero siempre que nos dejemos guiar décilmente por El Las palabras finales «para alabanza de su gloria» suenan como % Eaxe proceso consist en Ia intima vincuacin con Cristo, quien todo lo acoge en unidad, como express el verbo: «Seguro es,en cambio, que Ele el punto en el que a realidad existent se reine en unidade (F. Mowtacns, Lever ah Bein, Querniara, Brescia 1994, 106). La distineién entre enosotrose y evosotross recibi6 diversas interpretaciones en el trscurso de los silos. Hay dia se pela la tendencia a minimizar tal distin~ Gi6n, Escribe 8, Romanello: «Puesto que cl grupo de ereyentesaqul mencionado no esti caracrerizado en modo alguno, este gripo sigue inclayendo 1 los cristianos en {generals (LettoraagltEfzin, ac, 59). B. Best recuzre a un motivo retérico: «El paso dele primera sls segunda persona se encuentra varias veces en la carta y representa probablemente un Spo de varicién que cualquier predicador utilize ene curso de un Serméns (Efesin, 26, 191). 198 un tono agudo teolégico, por cuanto expresan el fin tiltimo al que de Cristo y Ia respuesta de los se orienta toda la obra redent creyentes. Es una idea encontrada ya (cf w. 6 y 12) y que ahora se pone como conclusién del himno. Es una célida invitacién a que orientemos nuestra oracién y nuestra vida: «La alabanza de Dios [..] se expresa, ciertamente, en la oracién personal y en el culto de Ja comunidad, pero tiene también una evidente dimensién existen- cial, porque se concreta en una vida que se abre a la voluntad de Dios, colaborando asi con Su plan de salvacién»®. De la cristologia a la antropologia San Juan Criséstomo, comentando el himno de la Carta a los Efe- sios, escribe lo siguiente: «En efecto, ¢qué es lo que te falta? Has Iegado a ser libre, has llegado a ser hijo, has llegado a ser justo, has llegado a ser hermano, has llegado a ser coheredero, con El reinas, con El eres glorificado. Todo nos ha sido dado graciosamente y como esti escrito~ “geémo no va a darnos graciosamente todas Jas cosas juntamente con El?” (Rom 8,32). Tu primicia es adorada por los angeles, por los querubines, por los serafines: :qué es lo que te falta entonces?»”. El espléndido himno, estructurado con una majestuosa cons- truccién, pretende exaltarla maravillosa obra de Dios, actuada en nosotros por Cristo. La obra divina tiene sorprendentes efectos sobre el hombre, fomentando y exaltando al maximo su dignidad. Creado a imagen y semejanza de Dios, todo hombre lleva inserita cen si mismo la vocaci6n a la comunién, la cual hallard su realiza- cién en Cristo. El es quien la hace posible, convirtiendo al hombre pecador en un hombre nuevo. Ahora que la vida del cristiano esté inmersa en Cristo, no queda otra tarea que la de hacer que crezca © G. Rossé, Lertera ai Colocs. Letea ap Efi, Cire Nuova, Roma 2001, 88. Joan Cassdsromo, Primera Bonilla sobre la Carta a los Efesos: PG 62, 11. 199 eologia, Rurga y mista: ls oracién de los hires paulnes en nosotros el poder «vital» de Cristo, hasta la manifestacién final de la «gloria», cuando la asimilacién a Cristo sea total. En concreto, el poder «vital» de Cristo en nosotros se manifiesta principalmente en nuestra capacidad de amor perdonador y gratuito hacia todos, exactamente como El hizo. Cristo «no es sdlo la cabeza del cosmos y de la Iglesia, sino también un don de Dios concedido a cada uno de los hombres: El es proclamado presente no sdlo para el hombre yentre los hombres, sino también en el hombre»** El ideal de un hombre nuevo es comin a la historia humana, desde la antigiiedad clisica hasta el marxismo reciente, pero la antigtiedad clisica no va més alla del ideal de una subjetiva fuerza o belleza puramente exterior, de impronta ya sea voluntarista 0 bien intelectualista, pero, desde luego, individual; el marxismo, en cambio, limits pricticamente la novedad antropol6gica al nivel de las relaciones sociales y de las estructuras politicas, exteriorizén- dolas. Lo de ser nuevos ~para san Pablo~ significa poder establecer dimensiones inéditas de relaciones mutuas (entre griegos, judios, barbaros...), pero basadas insustituiblemente en el hecho de haberse revestido del hombre nuevo: en efecto, «si alguien esta en Cristo, es nueva criatura» (2Cor 5,17) El hombre nuevo es el que ha resurgido, porque ha sido redi- mido por la sangre de Cristo, ha sido hecho heredero y predes~ tinado para ser alabanza de la gloria de Dios (cf Ef 1,12). En esta carta el autor acenttia la experiencia actual e histérica de la redencién, recordando cémo Ia resurreccién es una realidad ya Presente y operante, ya sea en el «nosotros» o bien en el «vosotros», Paganos algiin tiempo, pero ahora poseedores del Espiritu Santo (cf Ef 1,13). De ahi se sigue que la antropologia es verdaderamence «pascual>. La afirmacién central de la antropologfa cristiana es que toca K Bawrn, Kivhlcbe Dogmari 1,388. 198 tun tono agudo teoldgico, por cuanto expresan el fin iltimo al que se orienta toda la obra redentora de Cristo y la respuesta de lo creyentes. Es una idea encontrada ya (cf w. 6 y 12) y que ahora se pone como conclusién del himno. Es una cilida invitacién a que rientemos nuestra oracién y nuestra vida: «La alabanza de Dios [uJ] se expresa, ciertamente, en la oracién personal y en el culto de widente dimensidn existen- la comunidad, pero tiene también una ial, porque se concreta en una vida que se abre a Ja voluntad de Dios, colaborando asi con Su plan de salvaciéns*. De la cristologia a la antropologia San Juan Criséstomo, comentando el himno de la Carta a los Efe- sios, escribe lo siguiente: En efecto, ¢qué es lo que te falta? Has legado a ser libre, has llegado a ser hijo, has llegado a ser justo, has, legado a ser hermano, has llegado a ser coheredero, con El reinas, con El eres glorificado. Todo nos ha sido dado graciosamente y como esti escrito— “zcémo no va a darnos graciosamente todas las cosas juntamente con El?” (Rom 8,32). Tu primicia es adorada por los angeles, por los querubines, por los serafines: gqué es lo que te falta entonces?»”, El espléndido himno, estructurado con una majestuosa cons- trucci6n, pretende exaltar la maravillosa obra de Dios, actuada en nosotros por Cristo. La cbra divina tiene sorprendentes efectos sobre el hombre, fomentando y exaltando al maximo su dignidad. Creado a imagen y semejanza de Dios, todo hombre lleva inscrita en sf mismo la vocacién a la comunién, la cual hallaré su realiza~ cidn en Cristo, El es quien la hace posible, convirtiendo al hombre pecador en un hombre nuevo, Ahora que la vida del cristiano esté jinmersa en Cristo, no queda otra tarea que la de hacer que crezca % G, Rossé, Leta ai Coles. Letra agl Ejeini, Citta Nuova, Roma 2001, 88. 5 Joan Cussdsvonto, Primers homilia sre la Carta a os Efesos: PG 62, 11. 199 himnos poulioas Tealogi, Seuia y mistica lo oracién de fos en nosotros el poder «vital» de Cristo, hasta la manifestacién final de la «gloria», cuando la asimilaci6n a Cristo sea total. En concreto, el poder «vital» de Cristo en nosotros se manifiesta principalmente en nuestra capacidad de amor perdonador y gratuito hacia todes, exactamente como El hizo. Cristo «no es sélo la cabeza del cosmos y dela Iglesia, sino también un don de Dios concedido a cada uno de los hombres: E1 es proclamado presente no sélo para el hombre y entre los hombres, sino también en el hombre»®. El ideal de un hombre nuevo es comin a la historia humana, desde la antigiiedad clisica hasta el marxismo reciente, pero la antigiiedad clisica no va més alla del ideal de una subjetiva fuerza o belleza puramente exterior, de impronta ya sea voluntarista 0 bien intelectualista, pero, desde kuego, individual; el marxismo, en, cambio, limit6 practicamente la novedad antropolégica al nivel de las relaciones sociales y de las estructuras politicas, exteriorizén- dolas. Lo de ser nuevos -para san Pablo~ significa poder establecer dimensiones inéditas de relaciones mutuas (entre griegos, judies, barbaros...), pero basadas insustituiblemente en el hecho de haberse revestido del hombre nuevo: en efecto, «si alguien esta en Cristo, es nueva criatura» (2Cor 5,17). El hombre nuevo es el que ha resurgido, porque ha sido redi- mido por la sangre de Cristo, ha sido hecho heredero y predes- tinado para ser alabanza de la gloria de Dios (cf Ef 1,12). En esta carta el autor acentia la experiencia actual e histérica de la redencién, recordando cémo la resurreccién es una realidad ya Presente y operante, ya sea en el «nosotros» o bien en el evosotros, Paganos algiin tiempo, pero ahora poseedores del Espiritu Santo (cf Ef 1,13). De ahi se sigue que la antropologia es verdaderamente «pascual», La afirmaci6n central de la antropologia cristiana es que toda 8K Basra, Kirhlcbe Degmati 1,388. 200_ Bore de or persona humana fue creada a imagen y semejanza de Dios (cf Gen 1,26). Con estas palabras, la antropologia cristiana no pretende decir algo accidental sobre el hombre, sino que quiere responder sencillamente a la pregunta: «;Quién es el hombre>». La afirmacin de la semejanza divina, como constitutiva de la verdad del hombre, significa por lo menos dos cosas. La primera, que en toda persona humana se halla im-presa y ex-presa® una participacion singular y tnica en el mismo ser divino, La segunda, que la singular unicidad de esta participacién consiste en el hecho de que la persona humana est constituida por el acto creador que es capaz de actuar como Dios, y que esta llamada por el mismo acto para que acttie con Dios. La profunda ruptura creada por el pecado ha inhibido la capacidad del hombre para estar en comu- nién con Dios. Con Cristo sucede algo que es extraordinario, la redencién: ésta tiene el poder de trasformar al hombre. Toda la tradicién eclesis- tica es uniinime al respecto. Baste pensar, para el Occidente, en el prélogo de la segunda parte de la Suma Teolégica de santo Tomas, ys para el Oriente, en toda la reflexién sobre el misterio de la trans- figuracién de la humanidad de todo ser humano. Este hombre recibié de nuevo la vocacién y, ademas, el don de ser «heredero» (Ef 1,11). Dios y el hombre vuelven a encontrarse juntos, como al principio, y, més todavia, unidos por un eterno abrazo de comu- nién. Conclusién orante Los himnos paulinos constituyen una preciosa oportunidad para contemplar y saborear un grandioso icono de Cristo, corazén de la espiritualidad y del culte cristiano, pero también principio de Weg tsa tn queria por san Buenavent 201 nos pauins Teologfa, tug y misc fa eracién de fs i unidad y sentido del universo y de toda la historia. Sobre todo y sohre todos se perfila la persona de Jesneristn, mediadar universal entre Dios y los hombres y punto crucial de la historia, Nos gusta concluir con dos citas autoritativas: una es de un Padre de la Iglesia, san Juan Criséstomo, mencionado ya anterior~ mente, y la otra de Papa Pablo VI Escribe san Juan Criséstomo: «No hay nada mas grande que esto: que la sangre de Dios se haya derramado por nosotros. Mis grande que la adopeién como hijos y que los otros dones es el que ni siquiera se haya escatimado al Hijo; es grande, en efecto, que hayan sido remitidos los pecados; pero més grande todavia es que esto se haya producido por medio de la sangre del Sefiors®, El apasionado amor hacia Cristo que hallamos en los escrites, paulinos se convierte en un apasionado amor hacia Ja Iglesia. El eco de este doble amor del Apéstol de los gentiles resuena ea el siguiente texto de Pablo VI, admirable oracién que hacemos nuestra: «“jAy de mi si no predicara el Evangelio!” (1Cor 9,16). He recibido el mandato de El, de Cristo mismo, para esto. Yo soy apéstol, yo soy testigo. Cuanto més lejana est la meta, cuanto mas dificil es mi misién, tanto més apremiante es el amor que me impulsa a ello. Yo debo confesar su nombre: Jestis es el Cristo, Hijo del Dios vivo. El es el revelador del Dios invisible, el primogénito de toda criatura; es el fandamento de todas las cosas (cf Col 1,15.17). Elles el maestro de Ja humanidad, es el redentor [...]. Pues bien, a vosotros cristianos yo 08 repito su nombre, a todos yo os lo anuncio: Jesucristo es el prin- cipio y el fin, el alfa y la omega. El es el rey del nuevo mundo. El es (@ Joan Cxisésromo, Primera homilia sobre la Carta alos Efesios: PG 62, 12. 202 Erarte de or cl secreto de la historia. Eles Ia clave de nuestros destinos. El es el es por antonomasia mediador, el puente entre la tierra y el ciel: el Hijo del hombre porque El es el Hijo de Dios, etemo, infinito: EL es el hijo de Maria, la bendita entre todas las mujeres, su madre en la ‘carne y madre nuestra en la participacién en el Espiritu del Cuerpo mistico, JJesucristo! Recordad: éste es nuestro perenne anuncio. Es la ‘voz que hacemos que resuene por toda la tierra y por todos los siglos de los siglos»* Discurso pronunciado en Manila (Filipinas) el 29 de noviembre de 1970. CAPITULO 7 La oracién del Hijo por los hijos (Int?) E tema de la oracién se halla sensiblemente enriquecido por el capitulo 17 del Evangelio segiin san Juan. Encontramos en él una oracién de unas 500 palabras que siguen un ritmo, en una secuen- cia casi poética de seis invocaciones, semejantes al exordio de la oracién que Jestis nos ensefié: «;Padre! ;Padre justo! Padre santo Es la oracién mas extensa de todo el Nuevo Testamento?, Desde hace casi cinco siglos, el texto es conocido como La ara cién sacerdotal de Cristo, denominada asi por David Citreo, tedlogo alemin de la Reforma’. Se podri discutir sobre la conveniencia © no de semejante titulo, y podran proponerse otros (oracién de consagracién, de la hora, de glorificacién, de la unidad), pero sigue siendo verdad el que jams en toda la tradicién evangélica es posi- ble encontrar todo un capitulo dedicado a la oracién. En lo que se refiere al cuarto Evangelio, se observa que el evangelista no relata Ja oracién de Jestis en Getsemani, ni la oracién en la cruz, como inte la bibliografia, ease G. Seoatsa, La pregbiera di Get al Padre (Go 17), Paideia, Brescia 1983; R Rosse, Lima progbiera dt Gai dal Vangelio di Giovanni, Cit Nuova, Roma 1988; G. evant, La prehtera de Fig al Padre (Go 17), Parola Sitio Vita 25 (1992) 117-138; J.P Hen, fous a be Unigue High Prien the Gospel of fobs, Catholic Biblia! Quastesly 57 (1998) 729-745. * Su verdadero nombre era David Kochhafe (1531-1600), Como se expresaba ex Jatin el hablaba de preceti summitazerdons. Segin A. Mancnawoou, Vangel di Gl ‘anni, San Polo, Cinisello Balsamo (Mila) 1984, 235, el primero en usar tl expresion habria sido Clo de Alejandra 204_ Elare de oor siel capitulo 17 fuera un admirable compendio de toda la oracién de Jestis, ta cnal, presente ya en 11,41-42 y 12,27-28, aleanza aqui su punto culminante. Con ella se tocan las cumbres de la teologia, mis atin, se adentra uno en la mistica joanica’ El capitulo, inserto en el conjunto de los discursos que preceden, a la Pasion, recoge numerosos términos que constituyen la textura de la teologia joanica. Sobre todo, muestra la intima relacién del Hijo con el Padre y la obra mediadora del Hijo, que introduce a los hombres en el citcuito del amor divino, Nos hallamos en presencia de la oraci6n del Hijo por los hijos. Tematica y dinamismo En el cuadro general del cuarto Evangelio, el capitulo 17 se sitéa en un momento solemne, recordado desde el principio con «la llegada de la hora», tema que vibra ritmicamente en todo el Evangelio. Situado al final de los discursos de adiés y antes de la Pasién, el capitulo es como una ventana abierta a la intimidad humano-divina de Cristo. Seré un precioso consuelo ofrecido a los discipulos de todos los tiempos para que se adentren en el drama de la pasién, de la de Cristo y de la de todo hombre. Hemos sido admitidos excepcionalmente a la intimidad divina. Una magnifica manifestaci6n del amor de Jestis hacia el Padre nos permite conocer algo de la vida trinitaria, Jess se dirige al Padre, esta en relacién con E\, pero su oracién no puede olvidar a los hombres, lamados a la «vide eterna», es decir, a la comunién trini- taria (w. 1-5). La accién de Cristo sacerdote -mediador o pontifice entre el Padre y los hombres ocupa la mayor parte del capitulo. 3 -eEs una oracién denssims de tensién pricoligica y de profundidad teolégica, hhasta el punto de ser considerada como la sintesis mas compleeay elevada de la eologia el evangelist aunque flten en ela temas fundamentals como el del Espititu, el de las sefialesy el del juicio» (G, SecaLa, La prgbiere de! Figho al Padre (Co 17), 0¢,13). _205 Le orci de jo pol hos Se especifican aqui las peticiones necesarias para que tal comunién pueda nacer, desarrollarse y canservarse Mis especificamente, la gran oracién es una intercesidn triste en favor de los discipules, para que sean consagrados, permanezcan unidos y participen de Ja intimidad divina, Ellos, a su vez, hardin de puente en su relacién con todos los hombres. Al final, se respira un aire universalista que oxigena la mente y el corazén del lector (wv. 6-26). Esquematicamente‘ Jestis y el Padre: wv. 1-5 Jestis y los discfpulos: vw. 6-26 el Padte ha sido dado a conocer a los discipulos: wv. 6-10 oraci6n de intercesién por los diseipulos: wv. 11-26 — 18 intercesi6n: «custédialos»: w. 11-16 «consigralos»: wy. 17-19 — 34 intercesin: «que sean una sola cosa»: wy, 20-23 — 41 intercesién: «quiero que estén conmigo»: wv. 24-26 = 2% intercesis Breve comentario Podemos leer el capitulo 17 como la respuesta a la peticién de Felipe: «Muéstranos al Padre» (14,8), que es eco de la peticién de ‘Moisés: «Muéstrame tu gloria» (Ex 33,18). Ahora todos los hom- bres son admitidos, gracias a Cristo, a la intimidad con el Padre y son puestos bajo su proteccin, +” Como siempre, son posibles otras divisiones. J. Marzos-J. Banneto, E/ Bungehe <4 Juan, Ceistiandad, Madrid 1979, 792s, propone una introduce (re 1-5), la oracion rogando por la comunidad actual (vv. 6-19), la oracién rogando por fa comunidad del futuro (wv. 20-23) y la conclusiéa (wv 24-26). 206 Bor Jestis y el Padre (w. 1-5) El clima de oracidn esta determinado por el contenido, pero desde el comienzo el lector se halla inmerso en la justa actitud, ayudado por aquel «alzados los ojos al ciclo» de Jestis, que se pone en sinto~ nia con el Padre, incluso mediante el cuerpo o, més propiamente, mediante la mirada. Dios, como de costumbre en todas las reli: giones, esté situado en lo alto, en un puesto de preeminencia y que resulta inasequible, y al que nosotros llamamos «cielo». La invocacién «Padre» iricia la oracién y subraya sus momen- tos destacados, convirtiéndose en una especie de lamamiento continuo, lleno de afecto, de respeto, de docilidad. La oracién esta situada en este punto del relato evangélico porque ha sucedido algo decisivo, expresado cor: las palabras «ha Iegado la hora». Ya sabemos que todo et cuarto Evangelio vive la tensién hacia la hora. La vida publica de Jestis habia vacilado en realizar actos, cuando no habja legado todavia la hora (cf 2,4), pero ahora se ve que se ha alcanzado el momento pleno, La legada de la hora coincide con el relato de la Pasién, que de hecho comenzari muy poco después (cf 18,1). La vinculacién entre el hecho de que se cumpla la hora y de que comience la Pasién, no coge por sorpresa al lector, preparado y teolgicamente instruido para que comprenda que la hora es la de a muerte, la hora en que Jestis debe salir de este mundo para ir al Padre (13,1). La hora es a la vez la hora de la glorificacién (12,23), de tal manera que los conceptos de hora/gloria/glorificacion se entrelazan para formar un cuadro histérico-teolégico en el que Juan escribe buena parte de su Evangelio. A fin de comprender mejor el texto, trataremos de ofrecer una visidn panorimica y global de los términos gloria/glorificacién. «Gloria» traduce el término griego doxa y el término hebreo Aabod con el significado basico de «riqueza», «esplendor», «lo que tiene peso». En el Antiguo Testamento la gloria manifiesta la presencia de Dios y adquiere diversas formas sensibles: la nube 202 oracle Ho po os cs en el desierto (Ix 16,7.10) o en el Sinai (Ex 24,15-16), el fuego abrasador en la cumbhre del monte (Bx 24,17), la columna de nube o de fuego que acompafia al pueblo (Ex 40,38). Moisés anhela ver la gloria de Dios, pero no puede ver el rostro divino, porque eso habria provocado su muerte (Ex 33,18-23; 34,6-8). La gloria de Dios, sefial de su presencia y comunicaci6n, llena Ja Tienda del Encuentro [o Taberniculo], sobre la cual se posé la nube (Ex 40,34-35), y més tarde el templo de Salomén. En la profecia de Ezequiel la gloria abandonaré el antiguo templo (Ez 10,18), para entrar, después, en el nuevo templo (43,1-5), asegu- rando asi la presencia perpetua de Dios (43,7) En el Nuevo Testamento «gloria» designa el esplendor propio de Dios y del mundo celestial, y también el poder y el hono: divino. La gloria es el modo con que Dios se manifiesta. La nove- dad viene dada por Cristo, en quien se revela la gloria divina. Entre Jos evangelistas, es sobre todo Juan el que hace uso abundante de los términos «gloria» y «glorificacién». Lo verificaremos exami- nando algunos pasajes’ = La gloria de Dios en Jesis Jestis es el colmo de la gloria de Dios (1,14), la riqueza que El recibe en cuanto Hijo nico y heredero universal. Esta riqueza ee el amor, es la gloria-presencia de Dios que lo llena, como en un tiempo lenaba la Tienda del Encuentro, y es una gloria que ahora la comunidad de los apéstoles puede contemplar (1,14). La comunicacién de su gloria es el gesto supremo de amor por parte de Dios y realiza la unidad del Padre y del Hijo (17,22), hasta tal punto que ver a Jestis es como ver al Padre (12,45; 14,9), y adherirse a Jestis es como adherirse al Padre (12,44; 14,1). La © CE]. Marsor.Bannsro, Vabulri liga de! Bueno de Juan, Csiandad, ‘Mads 1980, 124-128, 208 Flare de oor plenitud de la gloria, presente en Jesiis, hace de El el Hijo Gnico, que vive en la intimidad de: Padre (1,18) = La manifestacién de la gloria y su comunicacién Dios demuestra su amor hacia el mundo dando a su Hijo nico para que el hombre tenga la vida definitiva (3,16); este amor es su gloria, hecha visible en la manifestacién del Hijo (17,1). La gloria~ amor se manifiesta en toda la actividad de Jestis, en cuanto El es dador de vida (11,4.40), pero alcanza su expresién suprema en la cruz, cuando Jesis acepta voluntariamente la muerte por amor del hombre. La muerte de Jesiis es el momento culminante de su hora, anunciada en Cand (2,4), la entrada en su gloria celestial. Por eso se puede decir que la hora de la muerte es la hora en la que el Hijo del Hombre ha de ser glorificado (12,23). Para indicar la glorifi- cacién, el evangelista emplea también el término «exaltacién», que tiene el doble significado de «elevacién en la cruz» y easuncién en Ia gloria del cielo» (3,14; 8,28; 12,32.34). La manifestacién plena de la glotia-amor sobre la cruz continiia para siempre (17,24) y esta simbolizada por el costado abierto después de la reared (20,20.27), del que sigue manando el agua del Espiritu (19,34). Jestis no se contenta con manifestar su gloria, sino que ademas a comunica. Jestis comunica a los suyos la riqueza (gloria) de su amor, que El ha recibido del Padre (17,22). Los introduce asf en. la intimidad divina (17,3), realizando la unidad de los suyos con Ely con el Padre (17,22). Esta gloria-amor es el Espiritu que la comunidad recibe de la plenitud de Jestis, cuando E1 manifiesta su gloria en la cruz (19,30.34; of 7,39). — Gloria de Dios y gloria humana Elevangelista Juan distingue entre la gloria que viene de Dios y la que viene de los hombres (5,41.44; 12,43), entre buscar la propia gloria y la que viene de Dios (7,18; 8,50.54). Son dos modalidades incompatibles. Procurarse gloria humana significa preocuparse del propio rango y prestigio (12,42-43). Semejante afin es incompa- tible con la gloria que viene de Dios, Esta ultima se busca sincera- ‘mente cuando se trabaja por hacer que se cumpla la obra del Padre (17,4), su designio de amor hacia el hombre. Instruidos por esta panorémica, volvamos sobre el texto del capitulo 17, Al concluirse la primera parte de la oracién sacerdotal, que presenta la relacién Padre-Hijo, Jestis afirma solemnemente el cumplimiento de su tarea, «la obra» (v. 4) recibida del Padve. El cuarto Evangelio distingue entre «obras» en plural y «obra» en singular. En el primer caso, las «obras» son el equivalente de scfiales prodigiosas que ayudan a comprender la persona de Jestis y a profundizar en su misterio’. En cambio, la «obra» sintetiza le voluntad del Padre, que ha sido el impulsor de toda la vida del Hijo (cf 4,34; 17,4). Jestis, al morir en la cruz, no tendré otra palabra sino la de que «todo se ha cumplido» (19,30): la obra confiada por el Padre ha sido llevada a su cumplimiento, la voluntad de Dios ha sido cumplida, total y perfectamente, hasta el fin Se comprende entonces mejor el sentido de la glorificacién que Jesis tributa al Padre: Jestis lo glorifica porque cumple la voluntad del Padre, realiza su proyecto, consistente en revelar el Padre a los hombres. EI momento supremo de la obediencia al Padre coincide con el momento supremo de la exaltacin de Jestis. El Padre glorifica al Hijo mostrando la gloria que le es congénita, es decis, poseida desde siempre. «Glorificame ante ti, con aquella gloria que tenia 7 ean pass om Ja 94 10,3238; 1410-1. 210 Bi ate de oer contigo antes de que el mundo fuera» (v. 5) es la clara afirmacién, de Ia preexistencia de aquel acerca del enal los jndios incrédulos se engafiaban creyendo conocer (cf 8,52-57) ‘La oracién de Jess sintoniza por su tematica con el Prélogo, porque son las dos tnicas péginas en las que se habla explicitamente de la preexistencia del Hijo. En el Prologo la Palabra divina habla eternamente al Padre y, en la oracién, el Hijo habla al Padre en el tiempo. El Prélogo canta la venida de la Palabra al mundo y la ora~ cidn celebra el regreso del Hijo al Padre. Ninguna sorpresa por este paralelismo, si pensamos que Juan entretejié el himno inicial, el Pré- logo, con las tematicas més importantes de su Evangelio,y lo situé como atrio de entrada, como una especie de vademecum tealogico y espiritual para acompaiiar al lector en su encuentro con Cristo. Jesiis y los discipulos (w. 6-26) La relacién Hijo-Padre entonada por la sinfonia del capitulo pre- para el camino para otra relacién: la de Jestis con los discipulos. Estos, a su vez, son puestos en relacién con el Padre. Juan no se detiene haciendo una teologia abstracta que fuera la destilacién de un agudo pensador, sino que prefiere una teologia «encarnacio~ nista, capaz de mostrar los beneficios efectuados por la vincula~ cién entre Dios y los hombres. Jestis pasa 2 expresar la obra levada a cabo por El: «Yo he dado a conocer tu nombre a'los hombres que me diste de entre el mundo» (v.6). Se encuentra el término «conocer», aparecido ya en el v3, para explicar el contenido de la vida eterna. El hombre occidental y moderno asocia instintivamente el conocer con el mundo de Ia inteligencia y de la especulacién; no le resulta facil entrelazarlo con otros elementos. Y, sin embargo, este esfuerzo hay que hacerlo, cuando se sitta tal verbo en el contexto semitico y de la Biblia 2 ea erin del Hijo pr ls Bos Cuando el Antiguo Testamento utiliza el verbo «onocem, entonces quiere evocar no sélo Ia inteligencia sino también la sensibilidad, porque ambas constituyen Ia relacion personal que nace en los espacios de la amistad y del amor. El conocimiento es entonces la expresidn de la unién que se establece entre los esposos (cf Gén 4,1) o la contemplacién sapiencial que el Sabio comunica a los demés (Prov 4,1). El conocimiento es accién, praxis, empefo. Conocer al Sefior significa vivir en su presencia (cf Os 6,2-3) y hacer de Ja existencia una busqueda de intimidad. Los profets recurrirén abundantemente al lenguaje del amor para indicar Ja vinculacién entre Dios y su pueblo: «Te desposaré conmigo para siempre, te desposaré en justicia y en derecho, en amor y en ternura; te desposaré en fidelidad, y tii conoceris al Sefior» (Os 2,21-22). En el Antiguo Testamento el conocimiento que el homb:e tiene de Dios se expresa normalmente en futuro, casi como un empefio yun esfuerzo que necesita constantes estimulos para llegar a buen fin, Jeremias promete que en un futuro, en el contexto de Ja nueva alianza, no seré necesario un llamamiento exterior: «Esta sera la alianza que haré con la casa de Israel, después de aquellos dias, dice el Sefior: Pondré mi ley en su interior; la escribiré en su corazén; yo seré su Dios y ellos serain mi pueblo. Para instruirse ro necesitariin animarse unos a otros diciendo: “;Conoced al Sefior!”, Porque me conocerin todos, desde el més pequefio hasta el mayor, dice el Seftor. Yo perdonaré su maldad y no me acordaré mas de sus pecados» (Jer 31,33-34). El cuarto Evangelio promete algo parecido, siempre en futuro (cf Jn 8,28.32), pero afirma también que los discfpulos de Cristo poscen ya el conocimiento de El y del Padre: en Jn 10,14-15 el verbo esta en presente para indicar el mutuo conocimiento entre el Padre y el Hijo y entre Cristo y su grey. En Jn 14,17 el con: miento y la visién del Padre, del Hijo y del Pardclito son equive- lentes: «El Espiritu de la verdad que el mundo no puede recibir, 22 Bore de wor porque ni lo ve ni lo conoze; vosotros, en cambio, lo conocéis porque mora en vosotros y estari en vosotros». Fl ennacimiento se asocia con otro término cargado de intimidad, el de «morar», Para Juan el conocimiento de Dics se identifica con el conocimiento de Cristo 0 bien depende de él. En Jn 8,44-45 el conocimiento que Cristo tiene de Dios se asocia, por un lado, con la misién divina y, por otro, con la obediencia « la palabra divina. Con ello se ilumi- nan otros caracteres del conocimiento joanico: ese conocimiento sera posible a los creyentes, por el solo hecho de estar insertos en Cristo (tema de la fe), y sera fructifero vinicamente si se observa el mandamiento (cf 12,50) (tema de la obediencia/amor). E1 manda- miento es para Juan un medio para comunicar Ia voluntad divina, y Ja observancia del mandamiento se convierte en un acto de amor. Regresando al texto del capitulo 17, se comprende entonces por qué en el v.3 se hablaba del conocer: «Conocer al Sefior significa vivir en su presencia, y eso es poseer la vida eterna»’. Por tanto, conocer a Dios y conocer a su enviado es ya vida eterna, porque es un progresivo entrar en comunién con la divinidad, «introduccién en una relacién vital, fruicién de una intimidad que es reciprocidad de amor, posesién ¢ intercambio»*, Segiin esta linea se explica el v.6: Jestis hizo posible la entrada de sus discépulos en la intimidad con el Padre, es decir, la pesibilidad de conocerle en su realidad total y plena, de conocer «el Nombre». Segiin la concepcién orien- tal, el nombre es la expresin verbal que enuncia como realidad las caracteristicas propias de la persona: «Manifestar el Nombre consiste, en cuanto a la persona y a la existencia misma de Jestis, en revelar a Aquel que lo ha enviado y en revelarlo como su Padre. Es, por tanto, el nombre de aquel “Tis” al que Jestis dirige la ora~ cidn y a quien llama “Padre” con todo el contenido joanico de este 7 CH Donn, Linterpretacione del quarto vangel,Paideia, Brescia 1974, 209 (rad. csp, Interpretacén de uarto coanget, Crstiandad, Madrid 1978) © 'E. Gust, Questa? la ita erornas conosere te (Gu 17,3), Parola, Spisito e Vita 5 (1982) 200. 213 La eactn del Hijo por lo oe término»?, Cuando en el Antiguo Testamento Yavé da a conocer nombre (cf Ex 3,14), no revela evidentemente sn ser intima, sino que subraya la relacién que se establece entre su persona y el pueblo elegido. De esta manera se pone de relieve la relacion personal que vincula a Dios con el hombre. EI Padre, revelado por Jestis, no ha permanecido como una persona a la que sélo hay que conocer, sino que obra activamente, siendo la fuente misma de todo camino verdadero de la fe (cf 6,44). En efecto, se dice que los hombres son propiedad suya, donada al Hijo: «Eran tuyos y ti me los diste» (v. 6b). Son los discipulos, acogedores de la Palabra, puestos en la condicién de participar en aque! circuito de comunién que vincula entre si al Padre, al Hijo yallos discipulos. Entre los disefpulos y el mundo, entendido este en sentido joanico™, se establece una diferencia sustancial, hasta tal pun:o ue se crea una escisién insuperable: «Yo te ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que ti me has dado; porque te pertenecen» (v.9) En este punto, la oracién adquiere de manera especifica el cardcter de intercesién, marcado por cuatro imperativos: «custé- dialos» (v, 11), «consdgralos> (v. 17), «sean una sola cosa» (v. 21), estén conmigo» (v, 24). Son verbos que caracterizan otros tantos pasajes dentro del tema, mostrando algunas caracteristicas de la comunidad eclesial: «Por medio de la intercesién de Jesis se describe asi toda la realidad histérica de la Iglesia, en un cuadro fundamentalmente cristoldgico: se la describe en su confficto con el mundo, en su actividad misionera, en su unidad eclesial, en su tensién y consumacién escatolégica»" © G. Rovsé, Lulima praghiera di Ges dal Vangelo di Giewanns, 2c, 88. » El téemino «mundo», presente unas dieciocho veces en el capitulo 17, designa tealidades diversas, que conviene definic bien de vez en cuando para lograr una coreeca erpreracin. Aqul posee un valor decididamente negativo 1M. Lacon, I/raconto di Giovanni, Cittadella, Asis 1989, 343. de rer — Primera intercesién: «Custédialos en tu nombre 1a quienes me has dado» (vv. 11-16) Jestis pide que los discépulos estén presentes en el mundo, sin ser propiedad del mundo. Hasta ahora Jests, con su presencia, ha d rrollado una tarea educativo-protectora: los ha abierto a los nuev horizontes de Dios, de quien ellos han tenido la experiencia pro- funda («conocer el nombres, del v. 6),¢ hizo que fueran creciendo en El («los guardaba en tu nombre», del v. 12). Durante todo el tiempo que Jestis permanedié con ellos, los mantuvo en la unidad del Padre y los protegi6. Ninguno de ellos se perdié con excepcién de Judas, a quien no se nombra expresamente y a quien se define como «hijo de la perdicién>. Se trata de un hebraismo para decir «perdido», «perdido completamente». El evangelista establece aqui un contraste entre Judas, que personifica el rechazo y lo negativo, y los apéstoles. As{ son denominados en Ia Biblia aquellos que voluntariamente escogen el camino del mal y se obstinan en él Aunque la afirmacién es dura, el evangelista no trata de declarar que Judas haya permanecido para siempre en tal situacién de per~ dicién. La observacién relativa al cumplimiento de la Escritura constituye una referencia a 13,18. Judas lego a perderse por su propia culpa, no porque careciera de la solicitud divina. La Escri- tura no condiciona o predetermina las decisiones humanas, sino que las anticipa proféticamente. A la luz de los acontecimientos, hay que volver a leer la Escritura. La referencia a Judas sirve para indicar qué fuerza tiene el poder de atraccién del mundo (v. 14) y cuan insidiosa es la accién del Maligno (v. 15). ‘Aunque son considerados como peregrinos que van de paso, se reafirma que el puesto de los discipulos se halla en el mundo: la pre- sencia de la Iglesia en el mundo tiene una funcidn providencial de salvacién. Esa presencia es la encarnacién de Cristo que contintia. CF Tes 2,3; Ap 17,8; Me 235. 215 Le oracién el Hijo por is hips = Segunda intercesién: «Consdgralos en la verdad» (wv, 17-19) Distintos del mundo, pero no aislados del mundo", los discipulos siguen siendo el objeto de la oracién de Jestis, considerados ahora en su tarea misionera. Con el fin de que sean idéneos para tal actividad, Jestis pide que ellos sean santificados. Es una exigencia que el Concilio reafirmé en relaci6n con todo bautizado", «Consagrar» o «santificar» es destinar o preparar para un oficio de anuncio y de trasformacién, Se es santo para santificar, consa- grado para consagrar. Es necesario realzar lo divino que se esconde en todo ser. El profeta Jeremias recibié esta palabra del Seftor: «Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocia, antes de que salieras a la luz, yo te habia consagrado, te constitui profeta de las naciones» (Jer 1,5). El verbo se empleaba también para apli- cirselo a las victimas del sacrificio. En este sentido aparece una referencia a la cruz: Jestis es la victima santa, aquel que se ofrece voluntariamente: «Yo me consagro a mi mismo» (v. 19). Jesiis se presenta como el sumo sacerdote'’, Este pasaje merecié para el capitulo 17 el titulo de «oracién sacerdotab>. Elacto y el compromiso consagrador interesan también direc- 3B certo que la comunidad creyente pertenece contemporineamente « dos rmundos: el de absjo en el que se encuentra por su naturaleza humans, y el superog, donde ella vive por lf. a selacién enze los disipulosy “este manda? ert siempre una reaciondilética, una relacgn de tensign que deberd buscar su equio y qe, al no poder ser aris un eqlibrio defntivo, tendri qu ser renovado siempre» (P. 2 ‘TeacAn, Ne mondo ma ton del mands Hcredente el emando»teando gst gion, Parola, Spisitoe Vita 15 (1987] 220 "4" CF Lumen gent, capitulo V; para el dilogo entre la Iglesia y el mundo ef Goud spe 18 Que Cristo haya ofrecido ax carne por la vida del mxendo, lo sabemos con certeza por sus palabras “Padre santo, custodialos’ (cf Jn 17,11). Y de nuevor"Por ellos yo me santifico » mi mismo" (Jn 17,19). Dice: Me santo, es decir: me consagro Yy me oftezco como hortiainmaculada de suave aroma. En efecto, segn In ley exaba Santifcado, er llamado santo aquel que era ofzecido sobre cl altar. Ast pues, Cristo dio su cuerpo por la vida de todos y de esta manera immpants de nuevo en nosoteos la vidio (Cinato ve Atssannia, Comentaris al Euangelio de San Juan i. 4,2: PG 73,565). tamente a los discipulos. Estos no podrin ser auténticos misio- neros sin previa consagracién o santificacién; también ellos estén, destinados a un oficio sagrado, estin Hamados a ser victimas que se ofrezcan por la salvacién de los hombres. No existe un vilido trabajo apostélico y misionero sin la participacién de si mismo, sin una inmolacién que se hace del tiempo, de las energias, del amor. Jesiis pide al Padre: «Consigralos en la verdad. Tu palabra es la verdad» (v.17) Lo de la verdad es otro concepto que pertenece al rico y com- plejo vocabulario jodnico, Para Juan Ja verdad es la Palabra del Padre (17,17) que Cristo viene a presentar ante los hombres: «Pero ahora estiis tratando de matarme a mi, que os he dicho la verdad que he oido de Dios» (8,40), y de la que El da testimonio: «Yo para esto naci y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (18,37). Por tanto, la verdad es la palabra que Cristo dirige y,al mismo tiempo, es la palabra que debe conducir a que se crea en El. La diferencia entre su palabra y la del Antiguo ‘Testamento esta bien expresada en estas palabras del Prélogo jodnico: «La ley fue dada por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo» (1,17). Bs como decir que con Cristo apare- cié la revelacién plena y definitiva. Jestis podra decir de sf mismo: «Yo soy el camino, la verdad y Ja vida» (14,6), porque s6lo El es la Palabra hecha carne que nos hace conocer al Padre (1,18), porque El viene del Padre y es uno con el Padre. La verdad es, en el fondo, la revelacion misma que Cristo viene a traer. Mis atin: puesto que Eles la revelacion plena y definitiva del Padre, entonces El mismo se identifica con la verdad. Una vez terminada su obra de revelaci6n, Jestis confia la tarea de continuar su actividad al Espiritu, que sera llamado «Espiritu de la verdad» (14,17), a quien corresponde llevar los discipulos a toda la verdad (16,13), evocar en su memoria todo lo que Cristo habia dicho, es decir, hacerles que capten su verdadero sentido (14,26). 217 La oracién det Hijo por os hjos Juan subraya con vigor Ja funcién de la verdad en Ia realidad de los creyentes: «Todo el que es de la verdad, escucha mi vor» (18,37). Por eso, el creyente debe «ser de la verdad» y, después de haberse adherido a la nueva vida mediante la fe, debe volver a nacer del Espiritu (3,5). Vivir en la verdad significa vivir como hombres libres: «Si permanecéis fieles a mi palabra, seréis verda- deramente mis discipulos, conoceréis la verdad y la verdad os hara libres» (8,31-32). La verdad se convierte en el principio interior dela vida moral. Prestando de nuevo mas atenci6n al vocabulario joinico y regresando a nuestro capitulo, nos damos cuenta de que Jestis ora rogando que la revelacién de Dios permanezca perennemeate viva en sus discipulos con todo su vigor de santificacién. De esta manera los discipulos llegaran a ser idéneos para realizar la obra que les ha sido confiada en el mundo. Sern los sacerdotes del mundo. — Tercera intercesién: «Que todos sean una sola cosa» (w. 20-23) La palabra dilata sus horizontes y llega a ser césmica, porque los, destinatarios no son inicamente los disefpulos actuales, sino tam bién los que lleguen a ser tales por el dinamismo de la palabra: «No ruego solamente por estos, sino también por quienes creerén en mi por medio de la palabra de ellos» (v.20) Hay insistencia en el valor de la unidad. No es posible presen- tarse ante el mundo y tener credibilidad, si no estan perfectamente unidos. El pluralismo eclesial, que proporciona riqueza sustancial, puede trasformarse en un poderoso riesgo de fraccionamiento. La diversidad inicial, sefial profética de la accién multiforme e inago- table del Espiritu, puede convertirse, bajo los golpes del orgullo y de la presuncién humana, en lacerante divisién. El llamamiento a Ja unidad, para ser ante el mundo un signo cresble, encuentra aqui 218 Biante de or toda su apremiante credibilidad. Lo recuerda muy bien el conci lio Vaticano TI: «Esta division contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escindalo para el mundo y perjudica a la causa santisima de predicar el Evangelio a toda criaturay®, En el mismo sentido se expresa también Juan Pablo II en su enciclica sobre el ecumenismo: «U unum sint! La llamada a la unidad de los cristianos, que el concilio Vaticano II ha renovado con tan vehe- mente anhelo, resuena con fuerza cada vez mayor en el corazén de los creyentes, especialmente al aproximarse el afio dos mil, que sera para ellos un Jubileo sacro, memoria de la encarnacién del Hijo de Dios, que se hizo hombre para salvar al hombre. El valiente testi- monio de tantos mértires de nuestro siglo, pertenecientes también a otras Iglesias y Comunidades ecl con la Iglesia Catélica, infunde nuevo impulso a la lamada conci- liar y nos recuerda la obligscién de acoger y poner en préctica su 7 ‘ales no en plena comunién exhortaciény Jesis no se limita a ura exhortacién genérica, sino que se empefia mas bien en ofrecer Ia raiz y el modelo teoldgico de la unidad: «Como ti, Padre, estis en mi y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una sola cosa» (v. 21). La Iglesia se construye sobre el modelo Padre-Hifjo. Siendo el Espiritu Santo la comunién de amor entre el Padre y el Hijo, podemos sacar la conclusién de que la Iglesia se construye segtin el modelo trinitario: la distincién entre las personas crea la condicién para que pueda hablarse de comunién, y la pluralidad de las personas se recompone en Ia sim- plicidad del tinico Dios" Chats redintegrati, 1 2 Ut unum in, Ieniclica publcada ol 25 de mayo de 1995. 1 Sogn este eto Fanos dee Eseritur [J 17,21] ni el cuerpo esti sin ln eabeza, sila ceca sn el cuerpo nel Cristo otal, eabezaycuerp, et sin Dios Todo con Dios ¢s un solo Dios Pero el lijo de Dis ex con Dice por nturalea, el Hijo del hombre es con Elen perwoa, mientras que au cuerpo forma con El una realidad tacramental, Por tant, os miembros auténticas y fle de Cristo pueden decir descon toda verdad, que Ales eumbiga Hijo de Dos, erbién Dis. Peo lo que El spor naturale, los miembros lo son por partictpacione (Teanc DE 1A Estaatia, Disirie 42 PL 194, 1831) 219 Wo ports hips La unidad subsiste gracias al amor. El amor es el que mueve al Padre a dar todo al Hijo y a dar todo a los fieles; el amor es el que mueve a enviar al Hijo al mundo. Y nuevamente el amor es el que debera unir a los fieles, para que el mundo pueda creer que Jestis ha sido enviado por el Padre. La medida del amor del Padre hacia los fieles es la misma medida del amor hacia el Hijo («Les has amado como me has amado a mi», v. 23): una medida infinita, que Ja teologia posterior explicitara precisamente en la persona del Espiritu. Hacia el final de la tercera intercesién, centrada en el valor de comunién, aparece ni mas ni menos este concepto: «Yo en ellos y tit en mi, para que lleguen a la unidad perfecta y el mundo sepa que ti me has enviado y que los has amado como me hes amado a mi» (v.23) — Cuarta intercesién: «Quiero... que estén conmigo (ww 24.26) El tltimo imperativo de las intercesiones es reforzado enérgica- mente con un inesperado «quiero» (v. 24). Jestis ora con la con- fianza humilde del hijo, pero que manifiesta su divina voluntad”. Por lo demés, Ely el Padre son una sola cosa (cf 10,30). Jestis pide la plena comunién con los suyos. La unidad implorada en la tercera intercesi6n no se agota en ht dimensién terrena, histérica, de la vida de los discfpulos. Sino que s anticipo, aunque sea imperfecto, de aquella unidad que tendri su plenitud y definitiva realizacién en la vida eterna. La misién de Jesiss se funda en dar a conocer al Padre, en hacer que los discipu- los sean participes de esta comunién, comunién que la vida eterna fijaré en un estado definitive y completo. Los discipulos tienen ~® Sobre el «quiero se expresa asi A. Marchandour: «La palabra debe tomarse en Sentido fuerte, como la tltima voluntad de aquel que va a morire (Vangelo i Giouann, 2, 236) 20 como meta tiltima el ser con Cristo y con el Padre, contemplar en, tun gozo sin fin el acto Gnico ¢ infinito de amor que une a Jestis con el Padre. Una contemplacién que no es de espectadores, sino de personas que participan, porque estén implicadas en la misma vida divina, revelada a ellos por el amor de Cristo: «Les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me has amado esté en ellos,y yo esté en ellos» (v. 26) Si Dios es amor (cf In 4,8.16) y si la mision del Hijo ha con- sistido en dar a conocer al Padre, siguese de ello que los discépulos han conocido el Amor. ¥ el amor es creativo, es vida: amor y vida «que no se consumen jamas en la eternidad de la comunién: «Esta ¢s la vida eterna: que te conozcan a ti el tinico Dios verdadero, ya Jesucristo, a quien ti has enviado» (17, 3). La oracién de Cristo sacerdote expresa el ansia divina de reunirse con los suyos para siempre en un amor que, precisamente por ser infinito y divino, no elimina a nadie. El dinamismo triangular: Padre, Hijo, ‘Todo el capitulo muestra el complacido encadenarse y entrelazarse de relaciones: Padre e Hijo, Hijo y creyentes, creyentes y Padre. La pluralidad desemboca felizmente en una comunién abarcante, que vincula a todos, sin confundir personas y funciones. Padre e Hijo «Padre, ha Ilegado la hors, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti» (Jn 17,1). El comienzo da la entonacisn a toda la oracién: «Padre, ha llegado 1a hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a tiv. El 21 Lo erect del Hijo por ios texto florece entre la invocaciGn inicial («Padre») y la primera peti- cidén («glorifica...»). Podria parecer ahvio que el Padre glorifique al Hijo. Y, sin embargo, se capta una sutil dialéctica entre aquel «qPadrel», aquel «tu Hijo», aquel «a tiv. ¢Cual es la «gloria» de ua padre? Tomando como punto de partida la experiencia humana, ade qué esti orgulloso un papa que lleva el cochecito con un guapo nifio pequefin? ;No esté quizas orgulloso de su hijo? Y un niiio pequeain, cno estar orgulloso de su inimitable papa? ;No seré dl a razén de su gloriarse? EI padre y el hijo no sélo se definen el uno al otro, sino que constituyen naturalmente la gloria el uno del otro. El reconoci- miento de esta relacién es la gloria del uno y del otro. El signi- ficado de fondo no es el de una gloria de poder, de grandeza, de infinitud. Es ante todo una «gloria» de relacién mutua. Podemos decirlo de otra manera, sirviéndonos del lenguaje hebreo de la Biblia. El Hijo es el Aabod del Padre, es decir, si «peso», su «valor», traducido habitualmente por «gloria», El Dios que habia intervenido en la historia de Israel, manifestando varias veces su grandeza en la defensa y en el apoyo del pueblo, ese Dios pone en el Hijo todo su «peso» (= gloria) de presencia en la historia de los hombres. En el Hijo se hace presente el Padre, glorioso en el sentido de «pesante> y, por tanto, en sentido concreto, implicado plenamente en los acontecimientos humanos. La modesta comparacién del pap que empuja el cochecito, nos ayudaré a evitar un peligro. Es el peligro de no captar la dinamica mis intima y profunda de la relaci6n entre Jest y el Padre: es uma relacin personal y directa, intima y profunda. «_Padre!», exclama Jests: es la misma expresién de la oracién que El nos ensefié (Mt 6,9-13). Por tanto, aqui también es «Abba» (Me 14,36; Rom 8,15; Gal 4,6), en el significado de «pap que- ido», Sin embargo, no olvidemos que no es el grito de los nifios equefiines del siglo XXI. Este «papa querido» no esconde una orden o un pretexto, tal como se entiende a menudo en nuestros 22 Er ete de rar dias. Recordando que en el Oriente Préximo antiguo el padke tenia un poder total sobre los hijos, lo de «papa querido» se convierte en el reconocimiento de una dependencia absoluta, pero aceptada hasta lo sumo. A este Padre, Jestis le pide la gracia de poder ser reconocido ple namente como Hijo. ¥ lo pide, mientras se prepara para afrontar el momento mas radical que la historia humana haya conocido jamas en cuanto al reconocimiento del Padre. Si, porque la obediencia de la cruz que Jestis se prepara para vivir, es mucho mas que obedien- cia a la voluntad de Otro y sumisién a un proyecto salvifico. Jesis obedece primeramente a una relacién, reconoce una relacién, reconoce al Padre, Abba, de quien depende. Y asi vive radicalmente como Hijo. Es Hijo y, por tanto, pide; pero, si no lo hubiera pedido, no habria sido un Hijo asi, un Hijo como indis- cutiblemente lo era. Bs la paradoja de una relacién filial como nadie la habia visto jamas. La relacién del Hijo con el Padre es una relacién de amor desbordante. EI Hijo, los creyentes y el Padre «Todas las cosas mfas son tuyas, y todas las cosas tuyas son mias [...]. Para que todos sean un sola cosa, como ti, Padre, ests en miy yo en ti, para que también ellos sean una sola cosa en nosotros» (Jn 17,10.21). Padre e Hijo son solidarios en la magnanimidad hacia los hombres. Lo atestiguan las palabras de Jestis: «Has dado... he dado». Desti- natarios de tal donacién son los hombres que reciben la vida eterna y la condicién de «hijos de Dios». Jestis esta en medio, haciendo las veces de intermediario. Su funcién, que es esencial, determina el desarrollo de todo el acontecimiento, La funcién del Hijo ha sido decisiva, insustituible. 203 Le oraciéo de Hijo por os Fins Los hombres, sin este intercambio de chas dado, he dado», no lo habrian conseguido jamais: la distancia que los separaba de Dios, el abismo abierto por la desobediencia del primer Adan, exa insalvable. Asi que el Hijo es el protagonista. Al hacerse carne, es decir, hombre, recibe a la humanidad como don del Padre: Jests le res- tituye otros hombres como El, pero trasformados, gracias a El, en otros tantos hijos. Por eso, la condicién de hijo, que ha vuelto ha donarse, no consiste sélo en la relacién reconstruida con el Padre («te conozcan a ti, el tinico Dios verdadero»), sino también en el reconocimiento de «aquel a quien has enviado, Jesucristo», que los convirti6 en hijos ante el Padre. Jestis esboza y configura, cada ver. con mayor precisién, el rostro de los hijos. Indica cual es su identidad esencial y ora para que tal identidad se realice plenamente. La santificacién y la unidad seran dos rasgos destacados de los hijos. Los tiltimos versiculos de Jn 17 terminan con un nuevo llamamiento a la glorificacién, marcando una gran inclusién. Es la glorificacién del Padre y del Hijo en les hijos, la glorificacién en el amor, con la cual termina la inigualable oracién de Jests. Para concluir Bossuet habia observado que Jestis, en su oracién, sintetiza toda Ja sustancia del discurso de la Cena, Ahora bien, por su riqueza y por su espiritualidad, esta pégina podria compararse con el Pro- logo”, Una pagina sencillamente magnifica, rica de inspiracién "% Opinidn de A. Duran, Vangelo secondo San Giovanni, Stadium, Roma 1966, 563, quien enumerarambien una sere de motivo cistologicoe de capital: preeister” cia de Cristo (vv. 5.24); su encarnacién (v. 8); su misién (ov. 3.4.6.18..); objeto de esta ‘msi: glorficar al Pade (4) ensear alos hombres 6.14), savaios 24sec ‘io universal (2) su dvinidad (re 58.1024); Cristo, saccrdoe y vicima (19) fuente de vida (1 2) regres al Padre (ov. 511-13), para er glricado (ww 1.5.24); su unin 24 poética, de sustanciosa teologia, de tonificante certidumbre. Si afiadimos su aire universal y ecuménico, encontraremos una serie de motivos estimulantes para que esta pagina se convierta en parte viva de nuestra oracién. Tendremos que solfear mis las notas aqui propuestas: estaremos seguros de construir una espiritualidad sin- fonicamente evangélica, con tonos agudos hacia la mistica, Dejamos en manos de la siguiente valoracién la visidn sintética del capitulo 17: «Es el punto culminante del cuarto Evangelio, el momento més solemne del discurso de despedida de Jestis. El se dirige al Padre, como el sacerdote que intercede por los hombres ante Dios, en el instante extremo que vincula la vertiente del mundo con la del Padre, a quien el Hijo retorna, Es la oracién ya sin tiempo del Seftor de la gloria. Una especie de prefacio litirgico, que resuena cuando da sus campanadas la hora en la que Jestis se encamina al Pade, en la sole dad extrema y en la humillacién. Pero la hora es a la vez un clamor de jubilo, de la glorificacién del Padve, cumplimiento de la misién de Jestis: dar a conocer al Padre: en esto consiste la vida eterna” renso como tufido de trompeta, porque marca el momento personal con los siyos (vx 1.21-22.26); adopeidn de los ereyences por parte de Dios {¢.22); pervesién del mando (vw 14.16.25); verdad del Evangelio (17); apostlado cristiano (6 18); sus ets (re 20.25); grasa de la vocacion (v6); unidud dela Iglesia (11.21), que es el gran motivo de creibilidad (ve. 21.23); vida eterna (3.24) 2B Gian, Questa # a vita etoma:conouer te (Gu 17,3, a, 194 CAPITULO 8 La oracin de alabanza Las DoxoLocias EN EL APOCALIPSIS 6€ Vivir es alabar»!, afirmaban sentenciosamente los antiguos. Sin alabanza parece que la vida esta confusa, se presenta como incolora, porque es incapaz. de elevarse por encima de una mono- tonfa gris. La alabanza es hija primogénita del asombro, del mara- villarse. Nuestro tiempo necesita volver a encontrar el camino del asombro, porque si los fildsofos? consideraron este iltimo como importante, con mayor raz6n deberdn buscarlo los tedlogos, que son los que viven de Dios, antes todavia de ser los que hablan de Dios. Es preciso redescubrir el valor del asombro y, por tanto, aprender ademis a alabar. En las relaciones humanas interpersonales, la alabanza es el enguaje que expresa la acogida y la positiva valoracién del otro; mis atin, es el lenguaje de los enamorados. De manera semejante, en la oracién la alabanza es amor que responde al amor, al amor de Dios, reconocido en los acontecimientos de la vida y celebrado con palabras y sentimientos. En el contexto del amor, también las palabras del silencio se convierten en alabanza, como susurra el Sal 65,2: «Para ti también el silencio es alabanza, oh Dios». Podemos mantener entonces que «en el silencio, la alabanza se convierte en presencia cor ad cor del amado en su Amante’ equivalente elem Lebon it Lobenoftece una bonitsaliterscin. 2 «Cuando falta el maravillase, el genio también se extinguen (Asistételes) «EL maravilarse es el principio de toda flosofiae (Plaé). 5° E, Branest, Lesvo dell wit interiare Le parcle della piituait, BUR, Rizzo, 226 Bhat de or La alabanza tiene como destinataria a la persona de Dios, y no tanto a sus dones. La alabanza es el «sie del hombre a Dios y ala actuacién divina, personificada en Cristo: «Todas las promesas de Dios en Cristo se han convertido en “si”, Por esta razén, a través de El, nuestro Amén llega a Dios para su gloria» (2Cor 1,20). La liturgia caracteriza el tiempo pascual mediante la repeticién del aleluya (= alabad a Dios), a fin de recordar que el gran don de Dios es el Hijo mismo, muerto y resucitado por la salvacién de los hombres. La accién salvifica del Dios trinitario se manifesté plenamente en el acontecimiento pascual que suscita la alabanza de la comunidad eclesial. El aspecto de la alabanza como «amén» dirigido a Dios ayuda a comprender la fundamental sinonimia entre alabar y creer; la alabanza expresa la fe en su aspecto de celebraci6n. También la situacién penosa del orante que se encuentra en estado de afiiccién tiende a la alabanza, porque espera volver a ver el rostro amistoso del Sefior. Por eso precisamente los Salmos de lamentacién des~ embocan a menudo en la alabanza’, Este aspecto de esperanza, de alabanza futura, est acentuado particularmente en el Apocalipsis. El lector se siente agradable- mente sorprendido al encontrar a menudo en él un elemento caracteristico, aunque no sea exclusivo: las oraciones de alabanza, llamadas doxologias. De éstas vamos a tratar, siguiendo este desa- rrollo: ofreceremos en primer lugar una breve explicacién general de la doxologia; después Jas iremos enumerando segiin el orden en que aparecen en el libro, , en un tercer momento, nos detendremos en dos doxologias, propuestas en la oracién eclesial de la Liturgia de las Horas; finalmente, recordaremos nuestra vocaci6n a la ala~ banza. En lugar aparte propondremos la breve y sencilla oracién del «Gloria»: es la primera doxologia que aprendimos ya en nuestra tierna infancia y que repetimos a menudo. ‘Milin 2004, 148. Pura otras reflesiores sobre Ia oracin de alabanza, eanse pp. 145-148. + Bntce los numerasos ejemplos citaremos los Salmos 22; 31; 69, Le eracién de clobonco, Las doxologias en el Apacs La lectura meditada de los textos propuestos del Apocalipsis deberia estimularnos a afinar nuestra sensibilidad y nuestra actitud doxoldgica. Las doxologias El término «doxologiay es la trascripcién del griego S080hoyla, palabra compuesta de 64801 («opinién, alabanza») y de hoyos («dis- ‘curso, juicio»). Se trata de una forma de oracién litirgica que celebra la gloria de Dios y de Cristo’. Haremos una presentacién general de ellas y, luego, las consideraremos en el contexto de la Presentacién general En el Nuevo Testamento encontramos las doxologias en las cartas paulinas® y principalmente en el Apocalipsis, donde adquieren particular relieve por su solemnidad grandiosa. En efecto, aqui se siente predileccién por la forma amplificada, en la cual los térmi- nos que expresan el honor debido a Dios se hallan reunidos en grupos de cuatro (cf 5,13) o de siete (cf 7,12). Entre las formas is tipicas recordemos las aclamaciones, como en el caso de «{Tt eres digno...!» (4,11; 5,9.12). Los verbos utilizados para indicar la actividad de la aclamacién se hallan algunas veces en pasado y otras veces en futuro. Por eso, debemos abstenernos de interpre- tar los textos? como si afirmaran la real supone que hasta aquel momento se hallaban incompletos: desce in de hechos que se ¥ La doxologia se distingue de la eulopia (eAoyia), que es también una alabanra pero enriquecida con motivos de las intervenciones de Dio: por ejemplo, el Magnificat y 1 Bonedictus, asi como el himno de Ef 1,3-14, pertenecen al género de la eulgia, mien tras el «Santo, santo, santo es ef Senor» pertenece al genezo de la daxologi, © CE Rom 16,25-27; EF 3,20-21, 7 Por ejemplo, 12,10ss ne Zlare de oor Ja Pascua en adelante, en materia de doxologfa, todo se encuentra ya completo. No hay palabra mas definitiva y decisiva por parte de Dios que la que El pronuncié ya en Jesucristo. La expresidn de la alabenza aparece en lugares clave del libro, recalcando los desarrollos esenciales; con una funcién andloga a la del coro en la tragedia griega, las doxologias reviven liricamente los acontecimientos antericres o posteriores. Queda, asi y todo, el hecho sorprendente de que las doxologias escapan a una clasifi- cacién esquemitica precisa. Las indicaciones que las doxologias dan, oscilan entre una exactitud casi matematica y una generalidad imposible de determinar sin forzar las cosas. En lo que se refiere a su origen, hemos de distinguir entre los, distintos fragmentos que las componen y la forma literaria. Algu- nas partes son manifiestamente hebreo-cristianas y, por tanto, su origen no admite dudas. En efecto, encontramos pasajes 0 palabras tomados de formas judias tradicionales: pensemos en los términos hebreos que pasaron a la liturgia cristiana, como amén o aleluya. Los Salmos, los profetas y el Antiguo Testamento en general son Ja fuente primaria del material. Mis dificil es determiner la procedencia de la forma literaria. De nuevo el Antiguo Testamento pudo haber inspirado la compo- sicién. Sentimos el movimiento doxoldgico en estos pasajes: «), con que termina el pasaje escatolégico, nos tras- Jada a una situacién supratemporal, dirfamos que a recordar que la omnipotencia divina asegura perennemente la actuacién del plan de salvacién en cualquier tiempo. sgénea que se des = Apocalipsis 4,8-11 La celebracién doxolégica nace esponténeamente después de la descripcién solemne del trono de Dios y de los elementos que estin en torno a él, Representa casi la conclusién de toda la des- cripcién precedente. Los cuatro seres vivientes estin entregados continuamente a !a alabanza, cuyo contenido esti tomado de Is 6,3 con algunas variaciones. En simultaneidad con esta alabanza hay otra alabanza dirigida a Dios por los ancianos. Esta se halla dedi- cada a Dios en su majestac suprema y establece una interesante relacién de dependencia entre la accién divina de la creacién y las intervenciones de Dios en Ia historia, = Apocalipsis 5,9-14 La doxologia que encontramos al final del capitulo 5 est consti- tuida por tres factores que representan un «crescendo». ‘Al comienzo encontramos la celebracién de los cuatro scres vivientes y de los veinticuatro ancianos (w. 8-10), que cantan un La oracién de alabanza, Las doxologias en e Apo acdntico nuevo», el cantico de la renovacién mesiénica: porque el Cordero ha sido degollado y de esta manera ha adquirido su pueblo (en pasado); él es digno, es decir, merece tomar en svs manos el libro y abrir sus sellos (en presente), y como consecuencia habra un reino de personas salvadas (en futuro). No son ya tinicamente los seres vivientes y los ancianos los que cantan el cantico nuevo, sino que ahora encontramos alrededor del trono un conjunto innumerable de angeles (vv. 11-12); se afirma que los atributos que corresponden al Cordero se deben a fa dona~ cién voluntaria que El hizo de su propia vida (inmolacién). Finalmente, la tercera parte (wy. 13-14) efectiia la identificacién entre Dios y el Cordero, aunados en la misma alabanza. Por tanto, el Cordero es, también El, Dios. Hay que sefialar, ademas, el final de la doxologia. Los seres vivientes y los ancianos, que habfan iniciado la celebracién, la concluyen: los seres vivientes Jo hacen con un solemne amén litirgico, y los ancianos, con un acto de adoracién. = Apocalipsis 7,9-12 Esta doxologia contiene una caracteristica nueva con respecto a las anteriores. El escenario es celestial, pero los primeros protagonistas, de la doxologia pertenecen al mundo humano y constituyen una multitud inmensa de toda procedencia étnica y geogrifica. Esta- ban en pie delante de Dios y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Quiénes son? Son el pueblo de los que han sido salvados. Son el pueblo de Dios que se halla en un estado realizado de salvacién, probablemente definitiva. Ea esta situacién, la multitud dirige su alabanza a Dios y al Cordero, atribuyéndoles la salvacién alcanzada. La celebracién del pueblo que ha sido salvado, es recogida nue vamente en seguida y se desarrolla a nivel celestial; los angeles, en presencia de Dios, de los seres vivientes y de los ancianos, realizan su adoracién y recitan una alabanza suya. Introducida y concluida con el amén, la celebracién se desarrolla con la atribucién a Dios de siete calificaciones, que obviamente son representacin de la totalidad: «Alabanza, gloria, sabiduria, accién de gracias, honor, poder y fuerza» (v. 12). — Apocalipsis 11,15-18 Al sonido de la séptima trompeta se realiza una nueva doxologia. El reino del mundo pertenece ya a Dios y a su Cristo. La segunda parte de la doxologia tiene como protagonistas a los ancianos, que celebran la llegada del reino de Dios. La celebracién se presenta como la accién de gracias dirigida a Dios, y tiene como motivo el hecho de que Dios se ha impuesto como rey. Consecuencia de esta accién divina es que las fuerzas hostiles a Dios seran aniquiladas, cosa que el autor expresa mediante un procedimiento de contra- posiciones habiles y refinadas (v. 18). La aparicién del arca de la alianza en el mismo ambiente celestial y la intervencién divina anunciada inmediatamente después (v. 19) completan la grandiosa solemnidad de la doxologia. = Apocalipsis 15,3-4 Esta doxologfa, que quizés es menos solemne que las otras, tiene Ja ventaja de presentar caracteristicas inéditas. El escenario es el Mar de Juncos (Mar Rojo), trasformado segiin la nueva creacién. Los protagonistas son una categoria bien determinada, «los que habjan vencido a la bestia» (v. 2), y cantan con particular solemnidad un cantico que en el Exodo era de Moisés y que ahora pertenece al Cordero. Es la tinica vez en todo el Apocalipsis que se menciona 235 La erctn de clabarze Las doxelogs en el Apocatpas explicitamente un pasaje del Antiguo Testamento con su autor: es un modo de valorar al maximo el pasaje mismo. El contenido celebra a Dios por sus intervenciones; la primera accién divina de salvacién, la del Exodo, proyecta su luz sobre la segunda y defini- tiva, la del Cordero. — Apocalipsis 16,5-7 Esta doxologia se escinde en dos minisculas unidades literaries distintas. En la primera (wv. 5-6), se reconoce que Dios es justo en sus intervenciones. La coherencia de Dios se expresa ast: los enemigos tendrin que beber ahora aquella sangre de los santes y de los profetas que ellos habian derramado. La mencién de la sangre de los santos, vengada por la justicia divina, nos remite a 6,10. Lo que entonces se habia pedido con impaciencia, se ha alcanzado ahora finalmente. Como ulterior confirmacién de la justicia de Dios, interviene la voz que constituye la segunda parte de la doxologia (v. 7) — Apocalipsis 19,1-8 Es la iltima doxologia del Apocalipsis, una de las més solemnes y refinadas, articulada en torno al motivo literario det aleluya. En un escenario celestial, la celebracién se efectiia en tres tiempos. Primer tiempo (wv. 1-4): como protagonista tenemos a una inmensa muchedumbre. Se exalta de nuevo el juicio de Dios, que ahora es contemplado en forma concreta (e! humo que sale) y en sa aspecto definitivo (durante todos los siglos). En este punto inter vienen los ancianos y los seres vivientes, que repiten el aleluya. Segundo tiempo (v. 5): aqui encontramos la variante de que a la alabanza dirigida a Dios se le da una respuesta. Una voz viene del 236, Elarte de or cielo, una voz que no se precisa ulteriormente exhorta a una ala~ banza continua ¢ ininterrumpida. La invitaci6n a la alabanza, que 5 una invitacién dirigida a todos, favorece una dimensién coral, ‘Tercer tiempo (w..6-8): la exhortaci6n es acogida inmedia- tamente y obedecida por ls muchedumbre en un impresionante «crescendo». La celebracién prosigue con una invitacidn al gozo y a la glo~ rificacién divina. Y se ofrece una raz6n enteramente nueva: las bodas del Cordero, Estas no se describirin nunca explicitamente, pero se hara la presentacidn de la Jerusalén nueva como esposa del Cordero. El tono particularmente solemne, el motivo del aleluya, el continuo «crescendo», todo hace pensar en una conclusién definitiva, alcanzada y realizada ahora. Precisamente esta festiva celebracidn pone fin al ciclo doxolégico del Apocalipsis. La doxologia como oracién eclesial Después de la enumeracidn de las doxologias presentes en el libro del Apocalipsis, queremos dar la preferencia a dos textos, detenién- donos un poco en ellos, porque son propuestos de nuevo todas las semanas, con alguna adaptaci6n litirgica, en la oraci6n eclesial de fa Liturgia de las Horas" En las Visperas del martes se propone el Himno de los safoadas (Ap 411 5,9.10.12) y en las segundas Visperas del domingo La bodas del Cordero (Ap 19,1-7). Hay también otros dos textos que no examinamos aqui: Eljucio de Dies (Ap 11,17-18; 12, 106-122), que se reza en Ia Vispercs del jueves, y el Himn de adoraiény de alabarca (Ap 15,3-4), que se reza en las Vispems del viernes 237 Le orecién de olabanze. Los doxologos en el Apocalipss Himno de los salvados (Ap 4,11; 5,9.10.12)"” En los capitulos 4-5 del Apocalipsis nos hallamos ante una autén- tica liturgia celestial, presentada por Juan como imagen y canon de la liturgia que se celebra en la tierra. En el cielo no hay lugar para la oracién penitencial, porque quedé sustituida definitivamente per la oracién de Ia alabanza y de la adoracisn'®. Observamos en ella el siguiente movimiento: primeramente la narracién de las maravillas de la creaci6n (4,1-8a), la cual va seguida por la proclamacién del Sanctus (4,8b) por parte de los cuatro seres vivientes, después la doxologia o bendicién de los veinticuatro ancianos dirigida al Dios creador (4,10-11). En este punto, al Cordero se le entrega el libro (5,1-7), y esto suscita la adoracién de los seres vivientes y de los ancianos (5,8); cantan el cAntico nuevo, que celebra la redencién efectuada por el Cordero (5,9-10). A su canto se unen los angeles (5,11-12) y todas las criaturas (5,13). Como conclusion se sittia el amén litirgico” Joan Pablo TI srat de este tema en la Catequesis del miércoles 31 de marzo ée 2004 18 ‘Nuestra oracidn sea visto deformada por I insistencia en las petcionesy en Jas lamentaciones. Para sanarnos de la desconftanza, Dios nos sugiere, por medio del Apocalipis la oracién del deseo del encuentro personal con Cristo, CFM. RASTRELL, Meditezioni ss 'Apecalise, ac, 133. EL gsiogo Guy es tascipcion de la riz hebrea que tiene el significado de westr seguro, confiados,eestarfrmesy, «ser verdaderos. En el Antiguo Testamento el trina aparece para confirmar una obligacin que alguien esume (ef 1Re 1,36), para aceptir ‘una maldicén 0 un eastgo en el eas de que este no haya sido expiado (cf Nim 5,22), ‘como férmula para expresur el propio asentimiento a un deseo o 2 una esperanza (# Jer 28,6). Bl uso més freeuente se hall l final de una doxologia o de una oracién (ef Cor 16,36); en este caso se duplicay lega a ser eamén, améam. Tal uso se encuentra documentado a menudo en la liturgia de la sinagogs. En el Nuevo Tescamento «améne aparece 126 veces, de las cules 50 se hallan en el cuarto Evangelioy 8 en el Apocalipss Los usos son diveros:lo encontramos en la liturga ristana (ef 1Cor 14,16) y celestial, como sucede precisamente en nuestro caso de Ap 5,14, Muchas oraciones 0 dexologi biblicasterminan con eamén» (ef Rom 1,25; 1Tim 1,17; Heb 13,21; 1Pe 4,11; 5,11) para confirmar una verdad, sino para pedir que la oracin mistna sea escuchada Jess es el tinico que introduce sus afrmaciones con eaméne (cf Mr 5,18, et) afin de reeaear partcularmente cuanto El va diciendo, En el cuarto Evangcio ¢scaracteristico el uso Ae a duplicacion (cFJn 1,51; 5,19, et.) la particular insstencia de Juan debe asociarse 238_ Elorte de err proclamado por los seres vivientes, juntamente con la adoracién cefectuada por los ancianos. Nos hallamos evidentemente en pre~ sencia de una liturgia celestial, que en realidad refleja una liturgia da en la Iglesia antigua y que tiene sus raices en la liturgia de Ja sinagog2™. La visién de Juan contempla la unidad de la primera alianza y de la segunda en torno al trono de Dios. En efecto, en los vein- ticuatro ancianos hay que reconocer a los doce hijos de Jacob, que dieron origen a las doce tribus de Israel, y hay que reconocer también a los doce apéstoles, representantes de la nueva alianza ‘Aunque subsisten incertidumbres acerca del exacto alcance del simbolismo, Ia constante ¢s la actitud de adoracién que estas personas adoptan ante el trono, y su disposicién para escuchar y obedecer. Esti claro, por tanto, el clima doxolégico de la escena. ‘Asi que Juan se propone sobre todo afirmar la tinica y absoluta soberania de Dios, perfectamente reconocida por los justos. Pero hay personas que preficren levantar tronos a otros sefiores. Y aqui se inserta la polémica contra el culto imperial. Gestos como el de quitarse la corona real y depositarla a los pies de una estatua formaban parte del culto imperial. El Apocalipsis ensefia que s6lo hay que honrar al verdadero Dios. Unicamente a Dios, no a los hombres, le corresponde el tributo de la gloria”! En presencia de Dios, el hombre se inclina con libertad y dignidad, porque Dios es sencillamente grande, y el hombre, en cambio, ¢s sencillamente pequefio, Dios subsiste en si y por sf, el hombre existe por obra de Dios. El hombre no sélo adora a Dios utiliz {qu con la raz verdad y con la proclamacién de Jesis de ser Fla verdad. Para una presentacion del término, véase R, Pewxa (ed), Dizionaro enccopedio dela Bibbia, Borla/Citsa Nuova, Roma 1995, 95-96. Secé itil consultar también H. Bauz-G. Scr IEIDER, Diccionario exegetic del Narwo Testamenta I, Sigueme, Salamanca 2001, cols. 206-208 (N. del T), > CEE. Brancmy, LiApocaliee di Giovanni. Convento exegetico-spirituas, Qiqajon, Comunidad de Bose 199 2 CEB, Macciont, Lfpecalite Per una ltturaproftica del nostro tempe, Citadella, Asis 1994, 48 239 ce olabanza. Las doxologi en el Apocabpsis porque Dios es mas grande que él: eso seria una sefial de debi- lidad y, en dltima instancia, seria poco digno. El hombre adora porque tal accidn es en si verdadera y justa: el hombre debe a Dios el sentido del propio existir. Se podria objetar, no obstante, que este modo de presentarle a Dios sus cualidades tiene algo de mezquino, recuerda la sumisién del esclavo o la adulacién del impotente. Es algo, por tanto, que no se ajusta a la dignidad del hombre y menos atin a la dignidad de Dios. Pero hay un modo ce alabar que constituye una de las mas hermosas facetas de la rele cidn entre dos personas, cuando una de ellas se alegra de la otra y, encontrando en esa persona una belleza que le causa felicidad, se lo dice. De esta manera, la alabanza engrandece a quien la recil sin empequefiecer a quien la ofrece. Junto a los ancianos encontramos a los cuatro seres vivientes. Estos se hallan inspirados en el Antiguo Testamento® y estin elaborados mediante un simbolismo complejo y muy discutido; expresan Ia accién de Dios, que, saliendo de su trascendencia, se mueve en direccién al hombre. Quizas evocan a los angeles de la presencia divina en los puntos cardinales del universo. Sin embargo, no conviene detenerse demasiado en los distintos ele mentos que componen el cuadro: tal cosa no permitirfa penetrar en el sentido de la composicién, y su mensaje permaneceria oculto. Conviene hacer una lectura que capte el conjunto de todos los detalles, sus constantes, su movimiento. «Santo, santo, santo, el Sefior Dios, el Omnipotente, el que era, el que es y el que viene» (4,80). Sobre este tema éanse las estienl 4 la vida en eraién, Palabra, Madsid 2001 3” Posbles referencias son Is 6,3 y Ez 15. es reflexiones de R, Guarpint, Intraducia Los seres vivientes cantan una doxologia que solamente Israel y la Iglesia son capaces de comprender y de testificar®: por e+ raz6n solo los veinticuatro ancianos se postran durante el can: tico y arrojan sus coronas ante el trono (4,9-10). El Sanctus es el elemento fundamental y central que se halla entre la alabanza, la memoria de la creacién y la memoria de la muerte y resurreccién, del Seftor’. Este cantico va dirigido ciertamente a Dios, pero la acentuacién que hace Juan en el titulo al hablar del «que viene», lo convierte en un memorial del regreso del Seftor Jesucristo en gloria, un anuncio de Aquel que viene. En efecto, el Apocalipsis ¢s siempre el anuncio del Sefior Jesueristo que es Aquel que viene. De esta manera, la celebracién del Dios creador se abre a la pro- clamacién del Mesias y de la obra de la redencién™. La expresiGn «El que era...» se repite a menudo con pequefias variantes” y es andloga a ctras de la literatura judia que desarro- llan el nombre revelado a Moisés, interpretado como El que es, El que existe, el Ente. Pero aqui tal nombre adquiere una resonancia cristol6gica. Tenemos un ejemplo de la meticulosidad de Juan al componer el Apocalipsis. En el capitulo primero los elementos de esta expresién eran «El que es, el que era y el que viene». En efecto, Dios era considerado en tiempo presente y por este motivo ‘Jeemos en primer lugar un participio de presente. En cambio aqui, donde prevalece el punto de vista de la sucesién y de la duracién, el participio inicial se halla en pasado: «El que era, el que es y el que viene», Finalmente, puesto que en la consumacién de los siglos 3 Blo del erisagis en a uri cristina we hala atestiguado también en la Carta _primerade san Clemente (34, 6-7), compuesta en Rota y contemporiaes del Apocdipis Sparece también en las Constructions Apotdcas (VII, 36,3). 5” Prigent esti la evoluciGn del Sanus a partir de Ts 63 y averigué que este texto cre proFanda infencia en el bajo judaismo, que vio en él la expresién pesecta de elo angelic, considerado come el provripo y el modelo de as celebracionesharsa- tas Si se intents trazar Ia bstoria del Sanctus, seve que hay una wayectoria que une Con natraidad las litugias jadias om as prmerasHurgaseitanas, C1 M. RaSTeLtt, Mediazioni su PApucalive, 30, 13. 2 CEE. Bianeun, Lpocalise di Giouanni, a, 80 # Retoma en 1, 1,8,48; 165 y 117 Le oracién de clobonzo. Las doxologios en el Apotaipss no habré ya futuro, en el capitulo 11 encontramos: «El que es y el que era» «Digno eres, Sefior y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque Ti has creado todas las cosas, y por tu voluntad fueron creadas y subsisten» (4,11). Después de la visién del trono de Dios (4,1-11), viene la visién del Cordero muerto y resucitado (5,1-14). Encontramos una pagina cristoldgica que es una de las més importantes de todo el Nuevo Testamento. Las dos visiones se hallan estrictamente vin- culadas y son complementarias. El profeta ve un Cordero como muerto (es, indudablemente, el Crucificado) y al mismo tiempo lo ve puesto en pie (es el Resucitado) con siete cuernos que sig- nifican la plenitud de la fuerza y con siete ojos que se identifican con los siete espiritus de Dios y significan la divina omnisciencia. La corte celestial repite para lel himno de gloria ya cantado en honor de Dios. ¥ en el cantico litirgico final, Dios y el Cordero son contemplados conjuntamente: «A Aquel que esta sentado en el trono y al Cordero, alabanza y honor». El motivo principal de la segunda visién no es la confesién de la divinidad y de la soberania del Cristo muerto y resucitado, sino la presentacién de un libro, un rollo escrito en su cara interior y en la exterior, sellado con siete sellos. Es una bellisima representacién de Ia historia’, La historia es como un gran libro. Sin embargo, en los rollos de pergamino no se escribja en la cara exterior, sino Gnicamente en la interior, mientras que este rollo esti escrito también en la cara exterior. Verticalmente, en todo el universo, en Wr Biden Givereasintexpretaciones sobre el libro y sobre su contezidar libro de redencién iro del Antiguo Testament, iro de Ia futura gran tibuacin>, ico del jc iro como testament (FG. K. Beats, Te Book of Revelation, Berdmans, Grand Rapids 1999, 359-340), el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, nadie es capaz de abrir el misterioso rollo. Nadie es capaz de comprender el sentido de la historia. La historia, por si sola, no es legible; es como si fuera un vocabulario en el cual las palabras se suceden unas a otras, pero consideradas juntas no puecen componer un discurso con sentido. Y entonces el libro permanece cerrado, incomunicado™. Cuando el Cordero llega y toma de las manos de Dios el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postran ante Ely le presentan perfumes, que son «las oraciones de los santos» (5,8), es decir, de los cristianos. La liturgia de la Iglesia en la tierra entra en comunién con la liturgia celestial. Luego cantan un cintico nuevo™: «Ti eres digno de tomar el libro y de abrir los seo, porque has sido inmolado y has rescatado para Dios con tu sangre a hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nacién y los has constituido para nuestro Dios fen un reino y en sacerdotes yyseinarin sobre a tierra» (5,9-10). Con Cristo legs el momento de la esperada renovacién, El «cdntico nuevo» se halla estrictamente vinculado con la celebracién de la salvacién obrada en Jesucristo, Esto hace que toda alabanza de Dios por la redencién adquiera tal caricter. El cantico nuevo da gracias al Cordero, cuya «dignidad» para recibir el libro se debe al hecho de que El ha realizado la redenci6n pascual. El término « excluye toda idea de mérito 0 de recompensa; se orienta mis bien hacia un concepto préximo al de conformidad con la ® CEG, Ravasy, I ire dell Apecalise, EDB, Bolonia 1991, 57 ® La expresi6n (19,4). El tono litiirgico queda evidenciado oportunamente con la reaparicién de los veinticuatro ancianos y de los cuatro seres vivientes, Ellos tienen también la funcién de llevar a Dios las aspi- raciones y las reacciones de la asamblea, interpretando su actitud interior: esta se halla constituida por un «amén» («asf es»): es la aceptacién sin condiciones de todo el conjunto de las intervencio- ‘vuesra conciencia, uestra vida y wuestos hechos. En efecto, ahora slabamos cuando nos hhallamos congregados en Ia iglesia; pero cuando cada uno va asi cts, parece que deja de alabar a Dios. No deje de vivir bien, y siempre alabard al Sear» (Emarraione bre das Salmor V, BAC, Madsid 1967, comentario sobre el Salmo 148, p. 877) 248 nes de Dios, Es, al mismo tiempo, un acto de abandono y una ora- cidn, Pero no se nos detiene en la pura aceptacién, que constituye, sin embargo, el primer paso. Al amén se afiade un aleluya: la fe, el abandono, la oracién asumen el tono gozoso de la alabanza, «Salié del trono una vor que decia: “Alabad a nuestro Dios, todos vosotros, sus siervos, que le teméis, los pequefios y los grandes”» (19,5). Una voz andnima sale del trono. Se trata de una exhortacion ala alabanza, que se halla casi calcada de algunos pasajes de los, Salmos y particularmente del Sal 135. Los destinatarios de la exhortacién son denominades en modo genérico «siervos de Dios». Juan no se preocupa mucho de distinguir a qué categoria pertene- cen esos siervos, si son profetas 0 timples ficles“, Probablemente, Jo que importa mas que nada es mostrar que todo cristiano tiene la vocacién de ser testigo, santo, siervo de Dios y quizés también profeta’, «Oj luego una voz como de una muchedumbre inmensa, como el fragor de aguas caudalosas y elestruendo de grandes truenos, que gritaban: “Aleluya. Ha tomado posesién de su reino el Sefios, nuestro Dios, el Omnipotente. Alegrémonos y regocijémonos, “Por la segunda interpretacin se inclina G. K. Beatz, Te Book of Revelation, 2c 930: «Todos sus servos” representa quizis una clase especial dentro cela comunidad cristiana pero es mas probable que sea simplemente otra manera de hablar de los exs ‘anos en general, © CEP Prices, Lipocalise, ne, 356 9 Lo erocin de lobarze Las doxeogis en el Apocaps démosle gloria, porque han Llegado las bodas del Cordero, esti engalanada su esposa"» (19,6-7). El cintico de alabanza adquiere un significado mas existencial, Jos verbos se hallan en primera persona del plural. A la celebra- cidn del sefiorfo de Dios responde el gozo de quienes hasta ahora vienen reconociéndolo y confeséndolo. El reino de Dios, una vez realizado, redunda totalmente en beneficio del hombre. Para Dios reinar es amar, es donar sin limites. Mas exactamente, el reino es una fiesta nupcial. A diferencia de los invitados de los que nos habla Mateo, que oponen un claro rechazo (cf Mt 22,2-9), la Iglesia ha aceptado la invitacién, y se ha preparado también con agrado su vestido nupcial, Este vestido expresa la personalidad de la esposa’, aquella positividad sin sombras que se realizaré en la fase escatologica, en la que la asamblea litirgica esté pensando, reviviéndola en forma de cantico. Hemos Ilegado a la cumbre y no es necesario ya ningyin otro himno o doxologia”. La stilizacin del simbolismo de la Bxposa subraya en primer higar la uni dle la Iglesia concuerda muy naturalmente con la imagen de la Iglesia madze» Conner, Esse et Litugie, oc, 260) * cAdea Y Colin considers sorprendente el que no hubieraningin himno en el Apocalipisdespus de os aleluyas de Ap 19. Claro etd que orscionesapropiadasapare cen ene eplogo para express el deseo ardiente dela veda del Sear (22,17.20b). Sin ‘embargo, ningin himno u oracién aparece en el testo del Apocalipris despues de ester allay. La adicin de agin otro himno habia redundado en detimento de la progr Sin hacia el momento cumbre, especialmente porque, ens sstanca, el escenario de Ja “guerra santa’ se halla eencialmente realizado con la destruccién del mperi tren, Babilonia,y con la egaa de su sustituto celestial, Jeruslén la esposa del Condero» (C HL Guat, dpocaise, EDB, Bolonia 1993, 129) 250 Elon de oor Llamados a la alabanza La alabanza, o doxologia, forma parte de nuestra vocacién de hom- bres y de creyentes. Podemos aprenderlo también por la naturaleza, ala que Galileo definia como «el libro siempre abierto» que, jun- tamente con la Biblia, revela el misterio de Dios y su amor hacia lo creado y principalmente hacia el hombre. Qué es la naturaleza sino el testimonio del Dios que es, que era y que viene? Cuando la naturaleza canta a Dios el himno de gloria, de honor y de accién de gracias, el hombre que se zsocia a ella aprende el modo justo de dirigirse al Creador. En el Salmo 148 las criaturas son invitadas a alabar a Dios. No es una ficci6n. Al sol, al mar, a los arboles no se les dio una voz con la cual deban alabar al Sefior; ellos son, en su ser, el espejo de la grandeza de Dios, porque Fl los creé y deposits en ellos un reflejo de su prop'a naturaleza. Esa luz ellos la reflejan, alabando asi al Sefior con todo su ser. En si mismos, ellos no lo saben; pero el hombre puede saberlo y hacer suyo ese cintico de alabanza entonado por las criaturas. El hombre puede acogerlo en su coraz6n, destinarlo a Dios y convertirse asi en alma y voz de todo lo creado®. La gran liturgia de lo creado es la misma con la que el pueblo de Israel adoré a Dios hasta la venida de Cristo, la liturgia con que adoraron todos los pueblos de la tierra, desde Melquisedec hasta los indigenas de diversos continentes. El sentido de la adoracién consiste precisamente en tributar honor, gloria y poder a Dios, viendo cémo todas las cosas proceden de sus manos para retornar fielmente a El. La logica de la fe y de la adoracién desbarata la logica de la experiencia y del utilitarismo. ‘También el Apocalipsis, mostréndonos la liturgia celestial, trata de estimularnos para que «armonicemos» con ella. Nuestro cntico sonara como incomprensible para los «habitantes de la CER Gunnin, Intraduzione ala preghiera, 00, 75. 251 La eractn de labanza, Les dosologs en et Apacalps tierra», pero lo haremos mis armonioso mediante el testimonio. Para el cristiano no puede existir desaliento ante el momentineo prevalecer de los poderes adversos. El trono del Soberano de toda la creacién esta circundado por el arco iris, signo de paz. Los hombres se agitan, pero no Dios. Cuando no logramos descifrar ¢ mensaje dirigido a nosotros por un acontecimiento, imitemos a los, ancianos: postrémonos y repitamos para nosotros mismos: «(Esto es obra del Sefior!» La reflexién sobre las doxologias sirve, entre otras cosas, para proporcionarnos un manual de oracién. Muchas veces nos lamentamos u oimos decir que no sabemos orar 0 que nos falta lz, materia prima. San Pablo recuerda que «el Espiritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos orar como es debido» (Rom 8,26). Una gran ayuda nos viene de las doxologias, una finisima oracién que debemos conocer y utilizar a menudo. Tare de oror Gloria al Padre Hemos citado las doxologias del Apocalipsis. No olvidamos la doxologia més comin y bellisima, que aprendimos desde nifios. En su caricter esencial y en su brevedad contiene plenamente la alabanza a toda la Trinidad. La presentamos cn griego y Inego en forma transcrita y en traduccién para aquellos que no saben griego. AdEa tH nargi Doxa t6 patri Gloria al Padre xai 1 vid kai to huio y al Hijo xa 1 yi avetparL kai to hagio pneumati y al Santo Espiritu “Auty Amen Amén CONCLUSION N. hemos detenido en las paginas eternas de la Biblia, pre- guntandonos acerca de la oracién y dejando que algunos textos nos instruyeran, tomandolos principalmente de aquel cofre pre~ cioso que se llama Nuevo Testamento, Ha sido un camino largo, 2 veces facil y agradable, porque ha activado energias desconocidas, ¥ a veces frido y tortuoso, porque es capaz de echar por tierra todas nuestras presuntas certidumbres. Sin embargo, el camino ha resultado cada vez més luminoso para hacer que fuese apareciendo una misteriosa presencia que aclaraba las razones de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestras certidumbres. El haber evocado algunos textos de oracién ha sido como sumergirnos en las aguas de la historia, porque desde siempre ¢ hombre se ha abierto a oto, tratando de superarse a si mismo. Orar es una necesidad, como la respiracién, para oxigenarnos dentro y para abrirnos al exterior, a Dios ante todo y, luego, al mundo entero. En la oracién la confianza en Dios se sobrepone a la pura racionalidad y suena como delicado arpegio dentro de! motivo central de la eterna suplica de los pobres. La oracién es una experiencia universal, capaz de unificar a los hombres que dirigen sus ojos hacia la divinidad, sin apartarlos de sus propios deberes'. En efecto, la oracién debe expresar a toda ~~SEnla obra de G. Monrevoscut-F. Neenzwsren, Un solo Dio tre verita. Arabi Ebrei e Cristiani: Fenigma dela fede, Mondadori, Milin 2001, leemos el testimonio de 2s4_ Ia persona, debe englobar toda Ia existencia, para que no vuelva a escucharse el reproche de los profetas: «Aunque hagdis muchas oraciones, yo no las escucho. ;Vuestras manos estan manchadas de sangre!» (Is 1,15). En la inspiraci6n de la oracién y en el diligente cumplimiento del deber cotidiano, el hombre, bajo el impulso del Espiritu, se adhiere a la historia y contribuye a construir la trama de la salvacién. La oracién es conjuntamente ejercicio y arte. Como ejercicio supone cierto esfuerzo, el conocimiento de algunos métodos, practicados con fruto por personas que han «navegado» por la espiritualidad. Como arte, conserva una originalidad que la hace personal ¢ irrepetible, exigiendo que se vigile la constante tentacién de «clonacién» 0 de «remedo». El Espiritu, artifice y maestro de oraci6n, es el artista de variedad que sabe crear la novedad de la persona, incluso en Ia repeticién de una fSrmula o en Ja repropo- sicién de un método. La oracién cristiana, de ser una oraci6n trinitaria, como sugirié Jestis a la Samaritana’ entie sus peculiares caracteristicas, tiene la {ws mlemivo del undo judo y de ano del mundo islimico, Axis expres el rabino David Rosen: «Lorain ese mode en que fo sees uranos expesan sv reacién con Dice. Deno de a train jd la eign pede suri verses pects Fl trio ice ipa sla forma refi cel veto pale, jugar Em oan palabras el er min ora” quieeexpresr un accion deaojit, de redex sobre ls ropa vida de Consideracon de a dteciinadoptads de intospetcin. En soma, la ares pincipl de In oracién consis en una obca de atcandissy Ge introspecegn en presencia de Dios, deceamen de uno mismo ant laveclad ya reaidad, Su liad peincipal no e pedir. alge « Divs sino mis bien darnos la ponbildad de mejor Evidentemente,deseamos tnuchas cores en nuestra vida se espera por buens rezone, Pero debemos analiza lo ue quesemos gdeseamos verdaderanente las eovas mis aeciadae? Las desamos por thn dn just’ La ora es fandanentalmente el intent de seuninos conf tascen= dental con el Dios cya presencia imoregna todas a cose ite de perch nuesa vinculacibn con I eterna, y de inspiramos en tl fuente para nuetra via coviianay {pp 85-86), En cave itm be esa ase yeofesor Mustalt Abu Sway La oscén, Stlaen arabe, nae de la necsidad ce tener una relacion con Dios. I sgnicado dela prlabea als nos slo orci, sine qu quiee dec tmmbin conexon, aca. Ut fousulman debe tener esta rela a menos cinco vce al da, obigstorament, como Si feran estactones a tees de as ales nose vinela con Dion para analiza el propio Comportanieno en elacién con tod su espctativas como extatoncsepruales cor Ins cuales se ecargan ls propas“bateraseprivalee (pp. 90°91) 255 Conds «Ha llegado el momento, y es este, en el que los verdaderos ade- radores adoraran al Padre en espiritt y en verdad; porque el Padre busca tales adoradores. Dios es espiritu, y los que le adoran deben adorarle en espiritu y en verdad» (Jn 4,23-24). Sin Jestis y sin sa Espiritu no podemos hablar de oracién cristiana, La oracién cristiana es tal cuando posee otro caracter desta~ cado: su valor comunitario y litirgico. Los maestros de espiri- tualidad son muy severos contra quienes se engafian explorando el camino de la oracién interior sin un preciso contexto eclesial y sin una gufa,a la que someterse en libertad y por amor del Seficr. Subsiste siempre el rastrero y venenoso peligro de confundir la oracién con una sutil forma de autocomplacencia. Nosotros les occidentales, cuando no poseemos una larga y severa frecuen- tacién del mundo espiritual y nos «atracamos» de pricticas del Oriente, no hacemos més que correr el peligro de una «bulimia» espiritual. No se trata de remedar tal o cual método, de repetir tal o cual experiencia, sino de legar a la verdadera oraci6n, que es el conocimiento de Cristo, y de Cristo crucificado, Todo esto exige el esfuerzo de insertarse en una corriente que hace que nos sintamos comunidad orante, sin que perdamos el sello de nuestra originalidad, La cumbre de la oracién es «el silencio de amor», como sugiere Teofanes el Recluso: «La oracién del corazén sobreviene cuando aquel que ora, después de haber recogido la mente en el corazén, desde allf dirige la propia oracién a Dios con palabras silenciosas». El recogimiento de la mente en el corazén es el momento decisivo en el cual se efectéa la unificacién interior bajo la accién del Espiritu Santo. Este es el fuego secreto, la chispa que se enciende por gracia después de una larga habi- tuacién a la oracién. Se trata, en definitiva, de una actitud del corazén siempre dispuesto a escuchar al Sefior y preparado part hablarle, en actitud de humilde y filial confianza, como sugier= san Basilio: «—Debemos permanecer incesantemente pendientes 256_ ct de or del recuerdo de Dios, como los niftos pequefios estén pendientes de cus madres»?, Como conclusién, dejémonos empapar del entrelazado de silen- cio y de ternura, fijado poéticamente en la descripcién de un nifio pequefio que se queda dormido mientras recita las oraciones', obra del escritor francés Charles Péguy (1873-1914): 4¥ Dios dijo: No hay cosa mas bella en el mundo {que un nifio pequefio que se queda dormido mientras reza las oraciones La profundidad del mar, la profundidad de los bosques, la profundidad del hombre, todo lo conozco yo. ‘Conozco corazones que por la vida interior se han abrasado de amor, ‘conozco rostros orantes, tiernos y trasparentes de caridad que brillarén eternamente en la noche sin fin, Pues bien, te lo digo yo “ajo Dios-: ‘Yo no conozco cosa mas hermosa en el mundo que un nifio pequefio que se queda dormido mientras reza las oraciones, bajo las alas de su Angel custodio —sonriendo a los Angeles 7 Basitio Manono, Reglar ampli, 2,2. > Bl parse tradace una parte do la extensa composicin pottia tiulads Les ms ties des Saints Tnmacnt Pac la pare referid, cf euores complies de Carles Pay Vy ‘Nowwelle Revue Fangs Pars 1919, 181-182. _257 Conse en el momento de quedarse dormido— que ya se habia embarullado en lo que estaba diciendo, y no comprendia ya nada, insertando, ala buena de Dios, las palabras del Padrenuestro cen las del Ave Maria: mientras un velo desciende sobre sus pirpados, jel velo de la noche sobre el rostro del nifio y sobre su vor!» APENDICES APENDICE | Propuestas de oracion L. oracién es personal, como nuestro rostro, Sin embargo, podemos escuchar titilmente estimulos y sugerencias. Eso es lo que pretenden estas oraciones, entendidas como ventanas abiertas de par en par al mundo. Oracién por la vida! «Quiero darte gracias, Sefior, por el don de la vida. He lefdo en alguna parte aque los hombres son dngeles con una sola ala: ‘énicamente pueden volar si permanecen abrazados. A. veces, en los momentos de confianza, me atrevo a pensar, Sefior, que Tii también tienes una sola ala. La otra la tienes escondida: quizds para hacer que yo comprenda que Tii tampoco quieres volar sin mi Por eso me diste la vida ppara que yo fuera tu companero de vuelo. T Oracida compuesta por el obispo Tonino Bello. 262 Enséiame, entonces, a planear contigo, porque vivie no es “arrastrar la vida’, no es “sacar algo de la vida’, no es “mordisquear la vida’, Vivir es abandonarse, como una gaviota, ala ebriedad del viento. Vivir es saborear la aventura de fa libertad Wivir es extender el ala, la nica ala, con la confianza de quien sabe que tiene en el vuelo tun compafiero tan grande como Tit» Oracién por la basqueda’ «Te he buscado, Sefior, y he deseado ver con la inteligencia aquello en que he credo. Por esto he discurrido mucho y me he fatigado mucho. Sefior, Dios mio, mi tinica esperanza, esciichame bondadosamente, no permitas, que desista de buscarte a causa del cansancio, sino que busque siempre con ardor tu rostro. Dame Tit la fuerza para buscar, Tii que has hecho que se te encuentre y que me has infundido la esperanza de encontrarte con un conocimiento cada vez mayor. Ante ti se halla mi fuerza y mi debilidad: conserva aquélla, siname ésta Ante ti se halla mi ciencia y mi ignorancia, alla donde me has abierto, 1 San Acusrin, La Trinidad, XV,28, 51 263 Propuestes de reaido acdgeme cuando entro; alla donde me has cerrado, abreme cuando llamo. ‘Haz que yo me acuerde de ti, que te comprenda, que te ame Acrecienta en mi estos dones, hasta que me hayan trasformado completamente cen criatura nueva. Oracién de arrepentimiento” «(Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva! {Tarde te amé! El caso es que Tii estabas dentro de my yo fuera Y fuera te buscaba. Como un engendro de maldad, me abalanzaba sobre la belleza de las criaturas. Ta estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me retenfan lejos de ti aquellas criaturas tuyas, {que no existirian, si no existieran en ti ‘Me llamaste, me gritaste, y venciste mi sordera. Relampagueaste, resplandeciste y tu resplandor disipé mi ceguera. Exhalaste tus perfumes, respiré hondo, y ahora suspiro por ti Te he paladeado, y me muero de hambre y de sed. ‘Me has tocado, y ardo en deseos de tu paz». Teen Aaa, Cofons X,27 264_ Er arte de cor Oracién por los progenitores* «Seftor, ser progenitores es importante: en efecto, si ellos cojean, los hijos no logran mantenerse en pie, Ser progenitores es mas dificil que ser profesores: quien trabaja con las manos es un trabajador manual, quien trabaja con las manos y el cerebro es un artesano, quien trabaja con las manos, el cerebro y la fantasia es un artista, jquien trabaja con las manos, el cerebro, la fantasta y el corazén es un progenitor! Los progenitores deben hacer acto de presencia, pero deben también no hacer acto de presencia; deben dar, pero deben también rehusar; ayudar, pero también dejar hacer. jSefior, dales el buen sentido di Libéralos del “complejo del padre eterno”, que los engaiia haciéndoles creer que no se equivocan nunca, que ellos son perfectos. Protégelos del “complejo del socorrista” que hace que se afanen por temor de que los hijos se ahoguen incluso en un vaso de agua Defiéndelos del “complejo del carruse!”, que les impide comprender que educar es ir més alla de dar el pan yl sustento. Nadie aplaude la labor de los progenitores. Pero Ti los ves, los comprendes: jSosténlos, cuando se hallen en crisis y confortalos! Padre celestial, te recomiendo a todos los padres, a todas las madtes de la tierra. Son demasiado importantes, demasiado preciosos: sin ellos faltarfa la més bella invencién de toda Tu creacién, Amén» tras “7 Publicada, sn citar su autor, en el Boletin parroquial de Breno (Brescia), L’Bco di Breno (marzo de 2004) 54. 265 Propuestas de oracn Oracién por los abuelos* «Sefior, te quiero hablar de mis abuelos. ‘Mis abuelos tienen la plata en sus cabellos, el oro en sus dientes, el plomo en las piernas y mucho amor en el corazén. ‘Mis abuelos son verdaderamente simpaticos, aunque alguna vez que otra un poco grufiones. jOb, Sefior!, concédeles un bonito atardecer, leno de tranquila luz y de mucha paz. Haz que sean como las flores que a la puesta del sol exhalan més perfume, y como érboles que en otofio hacen que se transparente més el cielo. Haz que pidan a los dos grandes abuelos, Joaquin y Ana, que aprendan a hablarme de Jesis: jprogresaré entonces mucho! Sefior, concede siempre a mis abuelos mucha dulzura, ppara que no me falte nunca su cari. Amén». 5 1b, 55, 266_ El are de oror La oracién de Dios’ «No me gusta dice Dios~ el hombre que especula sobre el maiiana, No me gusta que sepa mejor que yo To que voy a hacer, No me gusta el que sabe lo que haré mafiana No me gusta quien se pasa de listo. El hombre fuerte no es mi fuerte... No me gusta dice Dios~ el que desconfia de mi 2Creéis que me divertiré haciéndoos ardides, como un rey barbaro? @Creéis quizds que me paso la vida tendiendo celadas y que me agrada ver cémo cadis en ellas? Toda la malicia que tengo es la malicia de mi gracia, que con mucha frecuencia juzga con el pecador para su salvacién, para impedirle que peque, que seduce al pecador para salvar. Yo soy un buen cristiano ~dice Dios. -Creéis tal vez que me divertiré sorprendiéndoos como un asssino en la noche?». Oracién judia de la Presencia divina’ «Adondequiera que voy: Ti! Cuando me detengo: {Til Nada més que Ti, de nuevo Ti, siempre Ti! {T, Ti, Tat Cuando va todo bien: Ti! © Sugestiva oracién atribuida al rismo Dios por Cuanues Pécuy, Misero deggli innacenti, Milén 1979, 25, 7 Se encuentra entre los relatos hasidistas,recagidos por Mastin Buber. Se tata de una oracién compuesta por el més popular de los maestros hasidistas, R. Levi Isaac Berditchey (F 1809). Expresa de modo preciso y conmovedor la idea clave y la actitud fundamental del movimiento del hasidsmo, _267 Cuando sobreviene la prueba: ;Ti! Nada mas que Ti, de nuevo Ti, siempre Ti! wi, To, Tul cielo: (Tat La tierra: (Tit All arriba: /T Aqui abgjo: j Dondequiera que me encuentre, en cualquier lugar, jnada més que'Ti, en todas partes TW, siempre Til Ti, Ti, To. Oracién judia de expectativa® «Por eso te esperamos, Seftor, Dios nuestxo, cesperamos ver el esplendor de tu victoria, expulsar de la tierra los idolos, que no son nada, que estan aniquilados, esperamos preparar el mundo para el reino del Poderoso». Oracién por el Amor? «Cuando ef amor llegue a vosotros, seguidle. Aunque sus caminos sean duros y dificiles de seguit. Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos a él Aunque la espada que oculte entre sus alas pueda heriros. Y¥ cuando os hable, creed en él. * Tncluso hoy dia elculto de la sinagoga termina con esta oracién, conocida con nombre de “len. Es Ia oracién de Rav (siglos T-IIP), donde se encuencra la esperanza de una era mesiinica, pero que no esté prisima. °K. Gunna, Sabre e amor, en E! Profeta, Visor, Madsid 2002, 17-19, 268 Erte de ocr Aunque su vor pueda destrozar vuestros sucfios, asi como el viento del note arrasa el jardin. Porque aun cuando el amor sea como una recompensa, también ser una crucifixién para vosotros. Porque él os hara medrar, pero sera para frenaros después. ‘Aunque se cleve hasta vuestras alturas y acaricie vuestras fibras ‘mis sensibles, esas que se estremecen bajo el rayo del sol. ‘Aci descenderii hasta vuestras raices y las agitard por muy arraigadas que se hallen en la tierra. Cual gavillas de maiz os reuniré junto a si Os azotara para que sintiis vuestra desnu Os zarandearé hasta despellejaros. Os molera hasta que banquetis. Os retorcera hasta dejaros flexibles. Y después os destinard a su fuego sagrado para que podsis convertiros en pan bendito para la fiesta sagrada de Dios. Todas estas cosas ser las que el amor hard con vosotros, para que poddis conocer los secretos de vuestro coraz6n, y con ese conocimiento convertiros en un fragmento del corazén de la Vida. Pero sien vuestro temor buscarais tan s6lo la paz del amor y su placer, entonces seri preferible que cubris vuestras desnudeces y abandonéis la agitacién del amor, y penetréis en ese mundo sin estaciones donde reiréis, pero sin que legue a ser toda vuestra risa, lloraréis, pero sin derramar todas vuestras Nada da el amor que no sea él mismo y solamente toma de si mismo. El amor no posee ni quiere ser posefdos porque el amor es suficiente para el amor». APENDICE 2 Experiencias y sugerencias de oracién S. han seleccionado algunas citas sobre la oracién, sugeridas por numerosas personas, santas y no santas, contempordneas o alejadas en el tiempo. Se trata de una sucesién «raps6dica», que, por tanto, carece de orden preciso, lo cual permite ofrecer una resonancia de la sinfonia, jamas conclusa, sobre el tema de la oracién. + La oracién no se puede definir, y cualquier intento por definirla seguir siendo siempre un intento parcial (C. M. Martini). + Cualquier método de oracién es vilido, en cuanto se inspira en Cristo y conduce a Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida (Juan Pablo I). + La oracién es expresin de una existencia deudora (W. Kasper) + No con las luchas y con las divisiones, sino con la paz-y con muchas oraciones se renovaré la Iglesia de Cristo (santa Catalina de Siena). + Lees? Es el Esposo quien te habla. (8,2-3). + «Seftor, tengo en casa un criado paralitico que sufte terri- blemente”. Jestis le respondié: “Yo iré a curarlo”, Replies el centurién: “Sefior, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero di una sola palabra y mi criado quedara curado”»> (8,6-8). + «Seftor, silvanos, que perecemos!”. El les dijo: “Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?"» (8,25). + «Dos ciegos le seguian gritando: “/Ten piedad de nosotros, Hijo de David!"» (9,27). + &zCreéis que puedo hacerlo?”. Ellos respondieron: “Si, Sefior!". Entonces tocé sus ojos diciendo: “Que os suceda segiin vuestra fe”. Y se abrieron sus ojos» (9,28-30). + «Te bendigo, oh Padre, Sefior del ciclo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has dado a conocer a los sencillos» (11,25). + «Si, Padre, asi te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y al Padre no lo conoce mas que el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (11,26-27). + «Los justos brillaran como el sol en el reino de [mi] Padre» (13,43). + «(Ten piedad de mi, Sefior, Hijo de David, mi hija vive mal- tatada por un demonio» (15,22). + «Sefior, socérreme!”. El respondié: “No esta bien tomar el pan de los hijos para echarselo a los perrillos”. Ella replico: “Eso es cierto, Sefior, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos"» (15,25-27).. «Vosotros, zquién decis que soy yo?”. Simén Pedro respon- di6: “Ti eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo"> (16,15-16) ;Sefior, ten compasién de mi hijo, que es epiléptico y esta muy mal! Muchas veces se cae al fuego y otras al agua; se lo he Llevado ya a tus discipulos, pero no han podido curarlo» (17,15-16). «‘/Sefior, ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo!”. El amo tuvo compasién de aquel siervo, lo dejé libre y le per~ doné la deuda» (18,26-27). «(Sefior, Hijo de David, ten compasién de nosotros» (20,30). «La gente les decia que se callaran, pero ellos gritaban toda~ via més fuerte: “iSefior, Hijo de David, ten compasién de nosotros!”» (20,31). «Hosanna al Hijo de David! ;Bendito el que viene en cl nombre del Seftor! {Hosanna en las alturas!» (21,9; Is 62,11). «Hosanna al Hijo de David!» (21,15). «Después, avanzando un poco més, cayé rostro en tierra y oraba diciendo: “Padre mio, si es posible, que pase de mi este ciliz! Pero no sea como yo quiero, sino como quieres tal”> (26,39). «Padre mio, si no es posible que este céliz pase sin que yo lo beba, jhagase tu voluntad!» (26,42). «He pecado, entregando sangre inocente!» (27,4). «Eli, Ely, lema sabaktani?”, que significa: “Dios mfo, Dios mio, zpor qué me has abandonado?”» (27,46). «Sabed que yo estoy con vosotros todos los dias hasta el fin del mundo» (28,20). 280_ Del Evangelio segiin son Marcos + «Ti eres mi Hijo predilecto, en ti me complazco» (1,11) + «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (2,17). + {Ti eres el Hijo de Dios!”. Pero él les prohibia enérgica~ mente que lo manifestaran» (2,11-12) + «El les dijo: “Pasemos a la otra orilla’» (4,35). «Lo despertaron, diciéndole: “Maestro, zno te importa que perezcamos?”, El se levanté, increpé al viento y dijo al lago: “Callate! ;Emudece!”, El viento amainé y sobrevino una gran calma» (4,38-39) «Mi hijita esté agonizando; ven a poner las manos sobre ella para que se cure y viva» (5,23). «Jestis se fue con él, Mucha gente lo segufa y lo estrujaba» (5,24). sJestis lo aparté de la gente y, a solas con él, le metié los dedos en los oidos y le tocé la lengua con saliva. Luego, evantando los ojos al cielo, suspiz6 y le dijo: “Effatha’, que significa: “;Abrete!"» (733-34). + «Todo lo ha hecho bien. Hace ofr a los sordos y hablar a los mudos!» (7,37). + «El siguid preguntandoles: “Y vosotros, :quién decis que soy yo?”, Pedro le respondié: “Ti eres el Cristo”, Entonces Jestis les prohibié terminantemente que hablasen a nadie acerca de &l"» (8,29-30).. + «Dices que si puedo. Todo es posible para el que tiene fe” El padre del niiio grité al instante: “;Creo, pero aytidame en mi incredulidad!”> (9,23-24). + «Maestro bueno, zque debo hacer para tener la vida eterna?» (10,17). + «‘Jestis, Hijo de David, ten compasin de mil”. Muchos Jo reprendian para que callara, Pero él gritaba todavia més 281 fuerte: “Hijo de David, ten compasién de mit» (10,47- 48). + «El, arrojando su manto, dio un salto y se acercé a Jesits. Jestis, dirigiéndose a él, le dijo: “;Qué quieres que haga por 42”. El ciego le contest6: “Maestro, que recobre la vistal”> (10,50-51). + «Los que iban delante y detris gritaban: “/Hosannal jBendito el que viene en el nombre del Sefior! ;Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David! jHosanna en las alturas!"> (11,9-10). + «Siento una tristeza mortal. Quedaos aqui y velad”.Y avan- zando un poco mis, se postrs en tierra y suplicaba que, a ser posible, no tuviera que pasar por aquel trance» (14,34-35), + «Abba, Padre! Todo te es posible. Aparta de mf este cilia Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tie (14,36). + «¥ acso de las tres grité Jestis con fuerte vor: “Eloi, Eloi, alemé sabaktani?”, que quiere decir; “;Dios mio, Dios miol, epor qué me has abandonado?"» (15,34) + «Entonces el centurién que estaba frente a Jestis, al ver que habia expirado de aquella manera, dijo: “;Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!"» (15,39). Del Evangelio segtin san Lucas + «Aqui esta la esclava del Sefior; que me suceda segiin dices’, Y el ngel la dej6» (1,38). «Bendita ti entre las mujeres y bendito el fruto de tu vien- tre! Pero, zcémo es posible que la madre de mi Sefior venga a visitarme? (142-43). + «Mi alma glorifica al Sefior y mi espiritu se regocija en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva> (146-48). 282 «Grandes cosas ha hecho en mi el Todopoderoso, su nombre es Santo, y es misericordioso siempre con aquellos que le honran» (1,48-50). «Desplegg la fuerza de su brazo y dispersé a los de corazén soberbio» (1,51). «Derribé de sus tronos a les poderosos y ensalz6 a los humil- des» (1,52). «Colmé de bienes a los hambrientos y a los ticos los despidis sin nada» (1,53). «Socorrié a Israel, su siervo, acordndose de su misericordia, como lo habia prometido a nuestros antepasados, en favor de Abrahan y de sus descendientes para siempre» (1,54-55). «(Gloria a Dios en las alturas y paz en la ticera a los hombres, que gozan de su amor!» (2,14). «Ahora, Sefior, segtin tu promesa, puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, porque mis ojos han visto tu salvacién, pre- parada por ti ante todos los pueblos, como luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel» (2,29-32) «(Tid exes el Hijo de Dios!”. Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque sabjan que él era el Cristo» (4,41). «Apartate de mi, Sefior, que soy un pecador!» (5,8). «‘Seiior, si quieres puedes sanarme”, Jestis extendié !a mano y lo tocé, diciendo: “{Quiero, queda sano!” Y en el acto des- aparecié de él la lepra» (5,12-13) «Seiior, no te molestes. Yo no soy digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a presentarme personalmente a ti pero basta una palabra tuya, para que mi criado quede curado» (7,6-7). «“(Maestro, maestro, que perecemos!”. Jestis se levanté, increpé al viento y al oleaje; éstos amainaron y el lago qued6 en calma. Entonees dijo a sus discipulos: “{Dénde esti vues- tra fe?"» (8,24-25). «Maestro, por favor, mira a este hijo mio, que es el tinico que tengo; un espiritu se apodera de él y, de repente, le hace 283 Grestomato de jocutorias gritar y lo 2arandea con violencia entre espumarajos, y a duras penas se marcha de él, después de haberlo maltratado» (9,38-39). «Te seguiré adondequiera que vayas» (9,57). «Maestro, ¢qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (10,25). «Sefior, enséfianos a orar, como Juan ensefié a sus discipulos» (11,1). «Me pondré en camino, volveré a casa de mi Padre y le di “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo; tratame como a uno de tus jornaleros"» (15,18-19). «jAuméntanos la fel”. El Sefior respondi6: “Si tuvierais fe, aunque s6lo fuera como un grano de mostaza, diriais a esta morera:‘;Arrincate y trasplantate al mar’, y os obedeceria’» (17,5-6). «Al entrar en una aldea, vinieron a su encuentro diez lepro- sos, que se detuvieron a distancia y comenzaron a gritar: “Jesiis, Maestro, ten piedad de nosotros!"» (17,12-13). «Por su parte, el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevia ni siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios mio, ten compasin de mi, que soy un pecador”» (18,13). «Maestro bueno, zqué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jest le dijo: “Por qué me llamas bueno? Sélo Dios es bueno”» (1818-19). «Pasa Jesis el Nazareno!”. Entonces él se puso a gritar: “Jesiis, hijo de David, ten compasién de mit”» (18,37). «Pero él gritaba todavia més fuerte: “Hijo de David, ten compasién de mit"» (18,39). Jestis se detuvo y mandé que se lo trajesen. Cuando lo tuvo cerca, le pregunté: “;Qué quieres que haga por ti?”. El res- pondi6: “Seftor, que recobre la vista’> (18,40-41). sjCudnto he deseado cxlebrar esta Pascua con vosotrs antes 284 de morit! Porque os digo que no la volveré a celebrar hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios» (22,15-16), «Pedro le dijo: “Sefior, estoy dispnesto a ir contigo a la cércel y hasta la muerte”. Pero Jestis le contesté: “Te aseguro, Pedro, que hoy mismo, antes de que cante el gallo, habrés negado tres veces que me conoces”» (22,33-34). «Padre, perdénalos, porque no saben lo que hacen”. Después se repartieron sus vestiduras echandolas a suertes"» (23,34). «Jess, acuérdate de mi, cuando vengas en tu reino!”. ests, le dijo: “Te aseguro que hoy estarés conmigo en el paraiso”» (23,42-43). «Padre, a tus manos encomiendo mi espiritu!”.Y dicho esto, expir6”» (23,46). «“Quédate con nosotros, porque es tarde y esta anoche- ciendo!”. Entré para quedarse con ellos. Cuando estaba sentado a la mesa con ellos, tom6 el pan, lo bendijo, lo partid y se lo dio a ellos" (24,29-30). «En verdad, el Sefior ha resucitado y se ha aparecido a Simén» (24,34). Del Evangelio segiin san Juan «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A este me referia yo cuando dije: “Detrés de mi viene uno que ha sido colocado delante de mi, porque existia antes que yo". Yo mismo no lo conocfa; pero la razén de mi bautismo era que él se manifestara a Israel» (1,29-31), «“Sefior”, dijo la mujer, “dame esa agua; asi ya no tendré mas sed y no tendré que venir hasta aqui para sacarla"» (4,15). «‘Sefior, ven pronto, antes de que muera mi hijo, Jestis le dijo: “Vuelve a tu casa; tu hijo ya esté bien’ (4,49-50). «El es verdaderamente el profeta!”. Otros decian: “jEl es el 285 Grestamata de jaca: Cristo!”. Otros, en cambio, decian: “sQué dices ni sobre él, desde el momenta en que te dio la vista2”. Fl respondi6: “Es un profeta!”» (ef 9,17) «Si, Sefior, yo creo que i eres el Cristo, el Hijo de Dios que tenia que venir a este mundo» (11,27). «Padre, te doy gracias, porque me has escuchado. Yo sé muy bien que me escuchas siempre; si hablo asi es por los que estan aqui, para que crean que ti me has enviado» (11,41- 42). «Hosanna! ;Bendito el que viene en nombre de! Seftor, el rey de Israel!» (12,13; Sal 118,25). «Sefior, quisiéramos ver a Jestis» (12,21). «Sefior, spor qué no puedo seguirte ahora? Estoy dispuesto a dar mi vida por ti» (13,37). «Sefior, muéstranos al Padre; eso nos basta» (14,8). «Padre, ha legado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique. Ti le diste poder sobre todos los hombres, para que él dé la vida eterna a todos los que tii le has dado» (17,1-3). «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el tinico Dios verdadero, y a Jesucristo, tu enviado. Yo te he glorificado aqui en la tierra, cumpliendo la obra que me enconmendaste» (17,3-4). «Ahora, Padre, glorificame con aquella gloria que ya com- partia contigo antes de que el mundo existiera» (17,5) «Padre, yo deseo que todos estos que ti me has dado puedan estar conmigo donde yo esté, para que contemplen Ia gloria gue me has dado, porque tii me amaste antes de la creacisn del mundo» (17,24). «jSefior mio y Dios mio”, Jests le dijo: “yCrees porque me has visto? ;Dichosos los que creen sin haber visto!”» (20,28- 29). 286 Erarte de oor Jaculatorias de la tradicién popular Jaculatorias al Espiritu Santo + Por tu docilidad al Espiritu Santo, convierte mi corazén. + Espiritu Santo, ven a mostrarme a Cristo en la cruz! + Seftor, haz que aguarde, més alld de la cruz, tu resurreccién, + Espiritu de Dios, purificame, siname, santificame. + Espiritu de luz y de amer, sé el tesoro de mi corazén. + Espiritu de amor, cuando todo calle, habla ti a mi corazén + Espiritu, hgase en todo tu voluntad. + Espiritu Santo, ayidame a guardar en el corazén el Padre- nuestro, + Espiritu Santo, purificanos de la pérdida por el pecado. + Espiritu Santo, tt que penetras en lo profundo de mi cora~ 26n, ayidame para que todo en mi sea verdadero, puro y santo, y agradable a ti. Jaculatorias a Ja Santisima Trinidad + ;Santisima Trinidad, escichame! * Oh Dios, Trinidad que adoro, ayidame a olvidarme de mi. + Oh Dios, Trinidad que habitas en mi corazén, aytidame. + Trinidad que habitas en el cielo de mi alma, santificame. + Santa Trinidad, difunde el gozo de la fe. + Santa Trinidad, haz que sea fecunda la peregrinacién del corazén. + Santa Trinidad, suscita el deseo de las virtudes cristianas. + Santa Trinidad, aytidanos a vivir nuestro bautismo. + Bendita ‘Trinidad, infunde nuevo impulso misionero a los cristianos. + Bendita ‘Trinidad, haz que todas las personas rompan los lazos que las unen con e' pecado. _281 Grestomatia de jacstoras + Santa Trinidad, jacompéitanos! + Santa Trinidad, gracias por este tiempo de gracia en la Iglesia Joculatorias a Jestis, Maria y José + Jestis, Marfa y José, os doy mi coraz6n y mi alma. + Jestis, Maria y José, custodiad mi corazén y mi alma, + Jestis, Marfa y José, respire en paz con vosotros mi alma, + Jestis, Marfa y José, dad la paz a mi alma, + Jestis, Maria y José, sed la sonrisa y el vigor de mi alma. + Jestis, José y Maria, entre vuestros brazos reposo y me ador- mezco, + Jestis, Maria y José, sed el gozo de quienes viajan. Prote- gedlos en el camino y haced que lleguen con seguridad a le meta. + Jestis, José y Marfa, conceded a cada nifio el gozo de conocer el carifio de los padres, de los abuelos, de tantas personas que se preocupan de ellos. + Sean alabados siempre los nombres sagrados de Jesiis, Maria y José. + Jesiis, Maria y José, mantenedme siempre en compafiia vues- tra, + Jestis, Maria y José, haced que mi alimento supremo sea la Eucaristia. + Jess, Maria y José, ensefiadme a mirar al Crucificado y a amarle a él sobre todo, pensando en su resurreccién, Joculatorias a Nuestra Sefiora + {Madre mia, confianza mia! + Corazén de Maria, respire en paz contigo el alma mia. 288_ Erte de oar ‘Ave Maria, saluda a Jesiis de parte mia. Madre mia, Maria, jayidame! Al ir por este camino, te saludo, oh Madre mia, haz que encuentre siempre a Jesiis y no lo abandone jamés. Alsonido de la campana, te recuerdo, oh Maria, baz que viva siempre en tu compa Cuando suena la campana del atardecer, te dirijo, oh Maria, mi oracisn. Confio en ti, Maria, sé la salvacién del alma mia, Maria Virgen, concédeme tu paciencia, tu bondad, tu deli- cadeza, Dulce Marfa, aytidame a vivir como ensefia Jestis y haz que mi vida sea tan hermosa como ti quieres. Santa Maria de la esperanza, ilumina mi camino, jBendita sea la gran Madre de Dios, Maria santisima! ;Ben- dita sea su Inmaculada Concepcién! ‘Ayiidame, Maria, a lograr que desaparezca de mi alma la angustia Por tu Inmaculada Concepciéa, oh Marfa, haz que sea puro mi corazén y santa mi alma. Oh Maria, Madre mia, te pido un solo favor: que yo viva siempre en tu amor. Bendito sea por siempre el dulce Nombre de Maria. Oh Maria, concebida sin pecado, ruega por mi que recurro ati Maria, dulce Madre mfa, haz. que s ‘mia. Santa Marfa, humilde hija de Nazaret, conserva a los j6venes en la pureza Santa Maria, tabernéculo del Altisimo, haz. que conservemos en nosotros a Jesiis. Santa Maria, Sierva de la Palabra, ruega por nosotros al Padre. a casta y santa el alma 289 + Santa Maria, peregrina en la fe, dame una fe fuerte y gene- + Santa Masia, bienaventurada porque creiste, ruega por mi Jaculatorias al angel de la guarda + Angel Santo, ministro de Dios, fiel custodio mio, consigueme que esté siempre en la presencia de mi Dios. + Angel santo, fiel custodio de mi alma, guiame, enséfiame el camino que conduce al Paraiso. + Angel de Dios, ayidame en el camino que conduce por la via recta, y haz que yo cumpla la voluntad divina. + Angel santo, en mi camino permanece cerca de mi con tu amor. Muéstrame siempre el camino recto, para que llegue a Maria. + Angel bienaventurado, desde el Paraiso donde habitas, echa una mirada a la tierra e invoca la paz, evita la guerra. + Angel de Dios, angel de la guarda, yo soy débil, dirigeme, guiame siempre a la virtud. + Angel querido, permanece cerca de mi, acompdiiame siempre en mi camino. INDICE Pr6l0g0 nse 1, Laoracién en el centro, Notas introductorias La oracién revelada: la Bibli ElAntiguo Testamento.... El Nuevo Testamento . La voz del Magisterio: el concilio Vaticano IT Una conclusién... simpiticamente provocativa Oracién individual ... Oracién y vida... 2. Los Salmos, oracién y poesia de los siglos. Los Salmos, oracién de Israel Nombre .. Datacién Autor Numeracion Coleccion y clasificacion Importancia Los Salmos, oracién de Cristo y de la Iglesia Para una lectura fructifera de los Salmos Dos ejemplos: el Sal 8 y el Sal 150 Salmo 8: gloria a Dios y triunfo al hombre . Un SALMO PARA TODAS LAS OCASIONES . 292 Pegs. Salmo 150: jbilo final ewesecnmneneeones 53 Conclusién: los Salmos nos ayudan a convertimos en poets... 58 3. Entre el cielo ya tierra: la oraci6n del Padrenuestro (Mt 6,9-13) EL PADRENUESTRO EN GRIEGO Y EN ESPANOL Contexto y comparacién .. - Ex PADRENUESTRO EN HEBREC Y EN LATIN Breve comentario .... La sinfonia del Padrenuestro. soso . ‘PaRAFRASIS DEL PADRENUESTRO ESCRITA POR SAN FRAN- cisco pe Asis .. 4, Mariayla oracién ... La oracién de Maria . Oracién de orientaciin: Marta en Cand (Jn 2,1-12) Oractn de adbesion: Maria yl anuncio angdico (Le 1,26-38) 102 Oracién de alabanzza y de accién de gracias (Le 1,39-56) ... 115 La oracién a Maria 126 La devocién mariana 126 La més antigua oracién a Maria: Sub tuum praesidium .. 129 ElAvemaria . La oracién a Maria Una corona de plegarias del Avemaria: el Rosario ve 135 5. Dime cémo oras y te diré quién eres. La oracién del corazén y las jaculatorias.. La oracién del corazon ... La paribola de Le 18,9-14 .. Contexto y dindmica del passje .. Comentario Jaculatorias La oracién de J La Filocalia Un ejemplo: explicacion de « Seno, pedal Conelusién ..... sens ds y la oracién del corazén 6. Teologia, liturgia y mistica: la oracién de los himnos paulinos (Flp 2,6-11; Col 1,15-20; Ef 1,3-14) 165 El himno cristolégico de Flp 2,6-11 - Aspectos literarios y estructura Comentario .. Conclusion El himno cristoldgico de Col 1,15-20 176 Historia de la exégesis y cuestiones literarias 176 Comentario 179 Valor teolégico . 186 La primacia de Cristo en la creacién 187 La primacia de Cristo en la redenciti se 188 El himno cristolégico de Ef 1,3-14 191 Comentario .. 194 De la cristologia a Ia antropologia eves 198, Conelusién orante . .- 200 7. Laoracién del Hijo por los hijos (Jn 17) .. 203 ‘Temitica y dinamismo 204 Breve comentario ... . 205 ests y el Padre foo. 1-5). Jestis y los discipulos (vv. 6-26) El dinamismo triangular: Padre, Hijo, hijos Padre ¢ Hijo... El Hijo, ls ereyentesy el Padre 220 222 294 Flare de oor Pegs Para conclu... 223 8, Laoracién de alabanza. Las doxologias en el Apoal ipsis 225 Las doxologias os 227 Presentacién general 227 Contexto litirgico ... 229 Enumeracidn de las doxologias 231 . 231 Apocalipsis 1,4-8 Apocalipsis 48-11 232 Apocalipsis 5,9-14 . 232 Apocalipsis 7,9-12 Apocalipsis 11,15-18.... Apocalipsis 15,3-4 .. Apocalipsis 16,5-7 Apocalipsis 19,1-8 La doxologia como oracién eclesial . 233 234 234 235 235 236 Himno de los salvados (Ap 4,11; 5,9.10.12) .. 237 Las bodas del Cordero (Ap 19,1-7) 245 Llamados a la alabanza 250 Grorra at PapRE 252 Conclusion 253 Apénpices 1. Propuestas de oracién .... 261 2. Experiencias y sugerencias de oracién 269 3. Crestomatia de jaculatorias 277

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