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Domingo 17 de noviembre del año 2019

Hola, Saludos desde La Pedregosa,

El tema del evangelio de hoy, la resurrección de los muertos, es introducido por una
consulta capciosa de los saduceos. Los saduceos negaban la resurrección, y su caso
hipotético venía a ridiculizar la creencia en la misma: una viuda sin hijos que había
sido sucesivamente mujer de siete hermanos, ¿de qué marido será esposa en el más
allá? Los saduceos eran un grupo judío formado por aristócratas y sacerdotes. No
aceptaban más ley que los cinco libros del Pentateuco. Tenían complejo de élite y
eran materialistas y pragmáticos. No admitían la existencia de los ángeles ni la
resurrección de los muertos. Políticamente buscaban el poder; por eso colaboraban
con los romanos. En su respuesta a los saduceos Jesús niega primeramente la
necesidad del matrimonio en la otra vida; pues los resucitados "ya no pueden morir,
son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección". Luego
afirma la realidad de la resurrección que ellos negaban. el Dios de Abrahán, de Isaac
y de Jacob, no es Dios de muertos, sino de vivos. Es el Dios de la Vida, como diría
Gustavo Gutiérrez. Como dice la liturgia en un prefacio de difuntos: La vida de los
que en ti creemos, Señor, no termina: se transforma. La muerte es un dato constante
de experiencia. La muerte biológica, su anuncio paulatino en las múltiples
enfermedades, su presencia brutal en los accidentes y su manifestación en todo lo que
es negación de la vida debido a la violación de la dignidad y derechos de la persona
constituye el más punzante de los problemas humanos. Jesucristo resucitado es la
única respuesta válida al interrogante de la muerte del hombre. El creyente, se siente
radicalmente libre y salvado por Cristo. A la luz de la resurrección del Señor, el
creyente sabe y vivencia, que la muerte física, no es el final del camino. Gracias a él
el hombre es un ser para la vida. Alienta nuestra esperanza, para que entendamos que
la dicha futura que esperamos se gesta ya en el compromiso con el mundo presente.
Bueno que pases un muy feliz día. Habló para ustedes el Padre Gustavo,
Salvatoriano, desde La Pedregosa Alta, Mérida, Chao. Nos vemos en el espejo.
Lunes 18 de noviembre del 2019

Hola, Saludos desde La Pedregosa,

El texto evangélico de hoy, día de la Chinita, es el de la curación del ciego de Jericó.


Jesús está ya casi al final de su camino de subida a Jerusalén. Jesús les ha hablado,
por tercera vez, de la pasión y de la muerte que le acaecerían en dicha ciudad. Los
discípulos no acaban de comprender esta visión de la misión del mesías y las
condiciones del seguimiento de Jesús. Están ciegos y necesitan la luz de la fe. Es lo
que insinúa Lucas con el relato del ciego. Después de su curación, dice el evangelista
que Bartimeo siguió a Jesús glorificando a Dios. La primera comunidad cristiana vio
este episodio el esquema básico de la iniciación a la fe. Antes de abrir sus ojos, el
cristiano debe recorrer las etapas del ciego de Jericó: 1) Presentir la presencia de Dios
en los acontecimientos; 2) vencer los obstáculos que le presenta el mundo que lo
rodea y quiere silenciar su pregunta por Dios (muchos le regañaban para que se
callara, pero él gritaba más fuerte); 3) romper con su pasado despojándose del
hombre viejo (soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús; 4) comprometerse a
fondo en el diálogo con Dios (¿Qué quieres...? Que vea, Señor); 5) contacto con
Cristo mediante la visión nueva de la fe (Jesús, hijo de David, ten compasión de mí.
Recobra la vista, tu fe te ha curado); 6) finalmente, seguir a Cristo como testigo de su
Reino (lo siguió glorificando a Dios). Ser peregrino del Reino con Cristo en su viaje a
la ciudad que mata a los profetas requiere seguirlo paso a paso por el camino de la
renuncia y de la cruz hasta la gloria de la resurrección. Este seguimiento resume toda
la vida cristiana. La fe equivale a estrenar ojos nuevos, para ver la vida, el mundo, las
personas y las cosas desde Dios, para iluminar y dar sentido a la existencia individual
y comunitaria, para entender la realidad personal, familiar y social, incluso cuando no
se les vería ya sentido ni valor alguno. Haz, Señor, que tu amor despierte nuestra fe
curando nuestra ceguera, para poder verlo todo con los ojos nuevos de la fe. Bueno
que pases un muy feliz día. Habló para ustedes el Padre Gustavo, Salvatoriano, desde
La Pedregosa Alta, Mérida, Chao. Nos vemos en el espejo.
Martes 19 de noviembre

Hola, saludos desde La Pedregosa.

La escena evangélica de hoy se desarrolla en Jericó. Atravesando Jesús la ciudad, la


gente se agolpaba en torno a él. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publícanos y
rico, quería ver también a Jesús. Pero el gentío se lo impedía, porque era bajo de
estatura. Entonces se subió a una higuera para poder verlo. Pero al pasar, Jesús lo
miró y le dijo: Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que hospedarme contigo.
Eso no lo esperaba él. Con gran alegría lo recibió en su casa, lo que suscitó la crítica
de todos. Pero eso no le importaba a Jesús, que había venido a salvar precisamente lo
que estaba perdido. Ya en casa, Zaqueo dijo al Señor: La mitad de mis bienes se la
voy a dar a los pobres, y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces
más. Zaqueo da señales fehacientes de que se ha convertido al bien y a la justicia, a la
fraternidad y la solidaridad. Demuestra un cambio total de mentalidad y de conducta,
una conversión auténtica. Su pequeña figura da la talla de un gigante gracias al amor,
que lo libera de su egoísmo explotador. Zaqueo ha buscado afanosamente a Cristo y,
una vez que lo ha encontrado, renuncia a la codicia y a la explotación de los demás,
compartiendo generosamente lo que tiene. Por eso dice Jesús: Hoy ha sido la
salvación de esta casa. Jesús aprovechó el gesto inicial de Zaqueo, mezcla de
curiosidad infantil, búsqueda e insatisfacción de sí mismo, para consolidar
espléndidamente una conversión que él mismo suscitó con su mirada amiga. Así
procede Dios, con paciencia y siempre dispuesto al perdón, en el que precisamente
manifiesta su omnipotencia un Dios que es amigo de la vida y del hombre. Tal debe
ser nuestra actitud y proceder con el hermano que se desvía y peca. Dios nos recuerda
que la comunidad cristiana es comunidad de pecadores que celebra la misericordia de
Dios. Lo que agrada a Dios es la conversión a la fidelidad para con Dios y con los
hombres. Bueno que pases un muy feliz día. Habló para ustedes el Padre Gustavo,
Salvatoriano, desde La Pedregosa Alta, Mérida, Chao. Nos vemos en el espejo.
Miércoles 20 de noviembre del 2019

Hola, Saludos desde La Pedregosa.

El Evangelio de hoy es la parábola de las minas de oro. Mina equivale a cien denarios
romanos, es decir, el salario de cien días de trabajo. Un rico señor que se ausenta
entrega dinero a sus empleados para que lo hagan producir. A su vuelta, el amo
premia a los diligentes y castiga al perezoso. Se trata de la productividad de los dones
de Dios al servicio de su Reino. El texto concluye diciendo: Al que tiene, se le dará;
pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. En el juicio último de Dios, el
que le haya sido fiel en lo poco, en los pequeños servicios de la vida terrena, recibirá
una gran recompensa; pero el que haya sido infiel y perezoso, perderá hasta lo que
tiene. Dios. espontánea y gratuitamente, les ha ofrecido su confianza. Esta gracia
generosa debe hacer de ellos hombres activos y responsables. Dios empieza siempre
dándonos y ofreciéndonos sus dones gratuitamente: amor, amistad, gracia y filiación
por Cristo y el Espíritu. Lo que pide de nosotros es que cumplamos haciendo lo que
tenemos que hacer. Él no dejará de recompensarnos generosamente. Gracias, Señor
Jesús, porque confiaste en nosotros entregándonos los talentos y la responsabilidad
del Reino. Con la parábola de hoy nos abres los ojos sobre nuestros pecados de
omisión y mediocridad Concédenos tener mucho amor para recibir más amor.
Acompáñanos, Señor, con tu Espíritu de creatividad para que, haciendo producir los
talentos que nos diste para el servicio del reino de Dios y de los hermanos,
merezcamos en tu venida escuchar de tus labios las palabras dirigidas al servidor fiel
y responsable: Entra tú también en el gozo del banquete de tu Señor. Bueno que pases
un muy feliz día. Habló para ustedes el Padre Gustavo, Salvatoriano, desde La
Pedregosa Alta, Mérida, Chao. Nos vemos en el espejo.
Jueves 21 de noviembre del año 2019

Hola, saludos desde La Pedregosa.

El texto evangélico de hoy rebosa tristeza amarga en el llanto impotente del Señor:
"Al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: ¡Si al menos
comprendieras en este día lo que conduce a tu paz! Pero no: está escondido a tus ojos.
El evangelista Lucas es amigo de los contrastes fuertes: bienaventuranzas y
maldiciones, rico Epulón y pobre Lázaro, fariseo y publicano... Hoy nos brinda otro.
Jesús acaba de entrar triunfante en Jerusalén, pero a continuación llora sobre ella
porque sabe muy bien lo que la gente ignora: No le espera el triunfo y el poder
político, sino la cruz y la muerte. Y al ver la obstinación en que vive la ciudad, llora
sobre ella por lo que le sucederá a causa de su crimen, como es matar al Hijo y
enviado de Dios. No se le ahorra a Jesús el desgarrón penoso de todos los profetas al
comprobar la frialdad de un pueblo endurecido que no reconoce la visita de Dios en la
persona y palabra de su propio Hijo. Jerusalén adquiere así la categoría de símbolo de
toda persona y comunidad que ignoran la presencia de Dios. El tiempo de la visita de
Dios designa la actuación misericordiosa del Señor, que hace justicia al pobre, al
huérfano y a la viuda y libera al pueblo de la opresión, la esclavitud y el destierro. Es
la idea central del canto del Benedictus: Dios ha visitado y redimido a su pueblo
suscitándonos una fuerza de salvación. Jerusalén no ha sabido reconocer la visita de
Dios. Jerusalén, la ciudad de paz, no conocerá la paz. Ojalá comprendiéramos
nosotros lo que nos conduce a la paz. Hoy es el día de tu visita. Convierte nuestro
corazón de piedra en otro de carne, capaz de agradecer el amor sin igual que nos
muestras. Para que no tengas que llorar también sobre nosotros. Bueno que pases un
muy feliz día. Habló para ustedes el Padre Gustavo, Salvatoriano, desde La Pedregosa
Alta, Mérida, Chao. Nos vemos en el espejo.
Viernes 22 de noviembre de 2019

Hola, saludos desde La Pedregosa

En el Evangelio de hoy se nos presenta el episodio de la purificación del templo por


Jesús. En la denuncia de Jesús a los vendedores y cambistas, se conjugan dos citas
proféticas: "Escrito está: Mi casa es casa de oración; pero vosotros la habéis
convertido en cueva de bandidos". No encuentra Jesús gente que busque a Dios, sino
comercio. La fiesta religiosa se había convertido en un medio de lucro para los
dirigentes. Era éste el gran mercado anual que comenzaba tres semanas antes de
Pascua. El gesto de Jesús se inserta en la denuncia que los profetas habían hecho del
culto expresado en los sacrificios, un culto hipócrita que iba de la mano con la
injusticia y la opresión del pobre. Al expulsar del templo a los animales, material de
los sacrificios, declara la invalidez de los mismos y del culto entero. Él no denuncia
solamente el culto que encubre la injusticia, sino el culto que es en sí mismo una
injusticia, por ser un medio de explotación. Recuerda el texto del libro del
Eclesiástico: No lo sobornes, porque no lo acepta, no confíes en sacrificios injustos;
porque es un Dios justo que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre,
escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda
cuando repite su queja; mientras le corren las lágrimas por las mejillas y el gemido se
añade a las lágrimas, sus penas consiguen su favor y su grito alcanza las nubes. Con
la purificación del templo, anuncia su propósito de liberar al pueblo de la explotación
disfrazada de culto, denuncia el dominio del dinero y acusa a las autoridades
religiosas de abusar de los pobres con el comercio de lo sagrado. Dios se relaciona
con el hombre dándole vida, no exigiendo muerte; habitará en el hombre mismo, no
en edificios. Bueno que pases un muy feliz día. Habló para ustedes el Padre Gustavo,
Salvatoriano, desde La Pedregosa Alta, Mérida, Chao. Nos vemos en el espejo.
Sábado 23 de noviembre

Hola saludos desde La Pedregosa.

En el evangelio de hoy da inicio al discurso escatológico de Jesús. Jesús comienza


por anunciar la ruina del templo de Jerusalén, en cuyo recinto está hablando. A pesar
de su imponente belleza, será arrasado hasta no quedar en él piedra sobre piedra.
Cristo previene a los suyos sobre los falsos profetas y los futuros agoreros del fin.
Efectivamente, habrá revoluciones y guerras, terremotos y cataclismos, hambres y
epidemias. Son expresiones bíblicas para designar grandes catástrofes. Sin embargo,
no hay que dar valor literal a cada detalle y fenómeno cósmico. La imaginería
tremendista, propia de este género, es lenguaje simbólico al servicio de una idea
básica: el mundo no es eterno, tendrá fin junto con la humanidad, a la que Dios ofrece
su salvación por Cristo. El mensaje bíblico que contiene la apocalíptica recuerda al
hombre su condición caduca; pero no para hundirlo en la desesperanza, el desánimo o
la indiferencia alienante, sino para invitarlo a una conversión personal que debe
transvasarse a las estructuras sociales, laborales y familiares, alentando así la
esperanza de una transformación total y gloriosa, tanto del propio hombre con sus
limitaciones como del mundo con las suyas. La venida última de Cristo y el juicio
final que la acompaña constituyen un evento positivo, cósmico y universal, sin dejar
de ser personal. No es anuncio de terror, sino de liberación y de esperanza vigilante.
De la transformación cósmica y del juicio del Señor surgirán el nuevo cielo y la
nueva tierra que esperamos, donde habiten la justicia y la paz mesiánicas. Te
alabamos, Señor del universo, porque has sembrado generosamente tu semilla de
eternidad en nuestras vidas caducas. Ayúdanos, Señor, a descubrir tus constantes
venidas en el curso de la historia de cada día y cada hora, en el hermano que necesita
de nuestra ayuda y afecto, en los hombres y mujeres que sufren y te buscan, para que,
caminando en la esperanza de la nueva tierra, alcancemos el nuevo cielo en que
habita tu justicia. Bueno que pases un muy feliz día. Habló para ustedes el Padre
Gustavo, Salvatoriano, desde La Pedregosa Alta, Mérida, Chao. Nos vemos en el
espejo.

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