Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
pueblos.
Los agentes de la evangelización, con la luz del Espíritu Santo y llenos de «caridad
pastoral», sabrán desarrollar la «pedagogía de la evangelización»
El aporte de la Iglesia a la liberación y promoción humana se ha venido concretando
en un conjunto de orientaciones doctrinales y criterios de acción que solemos llamar
«enseñanza social de la Iglesia».
Esta enseñanza social tiene, pues, un carácter dinámico y en su elaboración y
aplicación los laicos han de ser, no pasivos ejecutores, sino activos colaboradores
de los Pastores, a quienes aportan su experiencia cristiana, su competencia
profesional y científica.
Para que nuestra enseñanza social sea creíble y aceptada por todos, debe
responder de manera eficaz a los desafíos y problemas graves que surgen de
nuestra realidad latinoamericana.
La promoción humana Educa para la convivencia, da impulso a la organización,
fomenta la comunicación cristiana de bienes, ayuda de modo eficaz a la comunión
y a la participación.
El laico encuentra en la enseñanza social de la Iglesia los criterios adecuados, a la
luz de la visión cristiana del hombre.
Nuestra responsabilidad de cristianos es promover de todas maneras los medios no
violentos para restablecer la justicia en las relaciones socio-políticas y económicas,
según la enseñanza del Concilio, que vale tanto para la vida nacional como para la
vida internacional.
Esta Doctrina o Enseñanza Social de la Iglesia expresa «lo que ella posee como
propio: una visión global del hombre y de la humanidad» (PP 13). Se deja interpelar
y enriquecer por las ideologías en lo que tienen de positivo y, a su vez, las interpela,
relativiza y critica.
La Iglesia evangelizadora tiene esta misión: Predicar la conversión, liberar al
hombre e impulsarlo hacia el misterio de comunión con la Trinidad y de comunión
con todos los hermanos, transformándolos en agentes y cooperadores del designio
de Dios.
La familia, sujeto y objeto de Evangelización, centro evangelizador de comunión y
participación.
Procurar, como parte importante de la educación progresiva en el amor, la
educación sexual que debe ser oportuna e integral y que hará descubrir la belleza
del amor y el valor humano del sexo.
Recalcar la necesidad de una educación de todos los miembros de la familia en la
justicia y en el amor, de tal manera que puedan ser agentes responsables, solidarios
y eficaces para promover soluciones cristianas de la compleja problemática social
latinoamericana.
Afirmar que en toda pastoral familiar deberá considerarse a la familia como sujeto y
agente insustituible de evangelización y como base de la comunión de la sociedad.
Educar preferentemente a los esposos para una paternidad responsable que los
capacite no sólo para una honesta regulación de la fecundidad y para incrementar
el gozo de su complementariedad, sino también para hacerles buenos formadores
de sus hijos.
Una pedagogía catequística positiva que parte de la persona de Cristo para llegar a
sus preceptos y consejos.
—Una educación sobre el sentido crítico constructivo de la persona y de la
comunidad en una visión cristiana.
Tomar como fuente principal la Sagrada Escritura, leída en el contexto de la vida, a
la luz de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, transmitiendo, además, el
Símbolo de la fe; por lo tanto, dará importancia al apostolado bíblico, difundiendo la
Palabra de Dios, formando grupos bíblicos, etc.
Adaptar en los Institutos de formación de los sacerdotes y de los religiosos y
religiosas la «Ratio Studiorum» como algo urgente para que se intensifique la
enseñanza de la adecuada transmisión contemporánea del Mensaje evangélico.
Como educadores de la fe de las personas y de las comunidades, empeñarse en
una metodología en forma de proceso permanente por etapas progresivas, que
incluya la conversión, la fe en Cristo, la vida en comunidad, la vida sacramental y el
compromiso apostólico.
Para la Iglesia, educar al hombre es parte integrante de su misión evangelizadora,
continuando así la misión de Cristo Maestro.
La evangelización es en este sentido educación. Sin embargo, la educación en
cuanto tal no pertenece al contenido esencial de la evangelización, sino más bien a
su contenido integral.
La labor educativa se desenvuelve entre nosotros en una situación de cambio socio-
cultural caracterizada por la secularización de la cultura influida por los medios
masivos de comunicación y marcada por el desarrollo económico cuantitativo que,
si bien ha representado algún progreso, no ha suscitado los cambios requeridos
para una sociedad más justa y equilibrada. La situación de pobreza de gran parte
de nuestros pueblos está significativamente correlacionada con los procesos
educativos. Los sectores deprimidos muestran las mayores tasas de analfabetismo
y deserción escolar y las menores posibilidades de obtener empleo.
La creciente demanda educativa de diversa índole plantea también a la Iglesia
nuevos retos no sólo en el campo de la educación convencional (colegios y
universidades), sino también en otros: educación de adultos, educación a distancia,
noformal, asistemática, estrechamente ligada al notable desarrollo de los medios
modernos de comunicación social y, finalmente, las amplias posibilidades que
ofrece la educación permanente.
Se advierte, con satisfacción, la creciente presencia de los laicos en las instituciones
educativas eclesiales y se comprueba la intervención de cristianos responsables en
todos los campos de la educación.
La educación es una actividad humana del orden de la cultura; la cultura tiene una
finalidad esencialmente humanizadora 265 . Se comprende, entonces, que el
objetivo de toda educación genuina es la de humanizar y personalizar al hombre,
sin desviarlo, antes bien, orientánddel hombre. La educación resultará más
humanizadora en la medida en que más se abra
a la trascendencia, es decir, a la verdad y al Sumo Bien.olo eficazmente hacia su
fin último, que trasciende la finitud esencial,,