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Al amarle (Dios) y morir en sus manos, es cuando nacemos a una Vida que vence a
la muerte, alcanzando la raíz del amor como Vida de todo lo que vive.
Tras este recorrido podemos señalar que solo quien ama en plenitud, puede afirmar
que hay Dios y que su presencia es salud, plenitud de realidad para los hombres,
experiencia compartida.
Desde esta experiencia de amor radical personal intransferible, enriquecida por (en)
el amor de Dios se puede dar testimonio como San Juan de la Cruz de que hay Dios.
Quien haga este recorrido del amor: encontrará que hay un Dios que le llama (en el
principio) - le trasciende y espera (más allá de este mundo y en también en este)
lugar y signo de su presencia- dejándose amar y luego amando (Dios como el
Amado).