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en Colombia?
Seis académicos reflexionan sobre el origen, la magnitud y las consecuencias de
la descomposición del país.
Se ha vuelto un lugar común decir que la campaña electoral que se avecina será
histórica. Los colombianos viven un momento caracterizado por el pesimismo, la
polarización y la rabia, sentimientos que seguramente se reflejarán en las urnas el
año próximo. Los escándalos se han vuelto cosa de todos los días. Los últimos
surgieron a raíz de las capturas del fiscal anticorrupción Gustavo Moreno, los
carteles de jueces y fiscales a sueldo que han capturado este año, y del secretario
de Seguridad de Medellín, Gustavo Villegas, por supuestos vínculos con bandas
criminales. Sumado al destape del lamentable episodio de Odebrecht en las
campañas de 2010 y 2014, y de otros como el de Reficar, la percepción
generalizada es que la corrupción se salió de madre.
Puede leer: La carta a la que se aferra la esposa del exfiscal Gustavo Moreno
JORGE ORLANDO MELO: Colombia ha tenido siempre una relación ambigua con
la ley. Desde la Conquista se aplicaba selectivamente el ‘se obedece, pero no se
cumple’ y la separación del patrimonio público y el privado era débil.
En todo el mundo ha aumentado la corrupción, pero en Colombia se sumó a la
violencia y a la quiebra de la justicia. Desde 1960 la justificación de la violencia fue
acogida por buena parte de los intelectuales. La violencia se hizo aceptable para
los defensores del cambio revolucionario: si la sociedad es injusta, la violencia
armada se justifica. Esto se extendió a las autoridades mismas: desde 1978 se
hizo común en la Policía o el Ejército la tortura y el asesinato de dirigentes
populares. Y después, la sociedad civil rural encabezada por los narcotraficantes,
pero con apoyo de agentes del gobierno, adoptó la misma lógica guerrillera: ante
la injusticia, el derecho a la autodefensa es ilimitado, y autoriza el asesinato y la
corrupción. Finalmente, en el marco de la Constitución de 1991, los paramilitares
dominaron la política de muchos sitios, a punta de violencia y con recursos que
salían de los impuestos de todos.
RODRIGO UPRIMNY: Los medios han tenido un papel ambiguo. A veces han
destapado valerosamente casos o redes de corrupción, especialmente del sector
público, con lo cual han contribuido a su combate. Pero en otras ocasiones, por
falta de recursos para realizar mayor periodismo investigativo o por falta de
independencia frente a ciertos poderes, en especial el poder económico -pues
muchos medios dependen ahora de grupos económicos-, no han sido capaces de
revelar otras redes de corrupción, en especial en el ámbito privado.
ANA MARÍA IBÁÑEZ: Las redes sociales son un reto enorme. Pero no estamos
condenados a renunciar a la búsqueda de la verdad. Las redes tienen también
dimensiones positivas. Han contribuido a llamar la atención sobre problemas que
estaban ocultos, le han dado voz a poblaciones que antes no la tenían y han
contribuido a fortalecer causas que las elites políticas ignoraban. Ahora tenemos
que aprender a contener la mentira y la calumnia.
JORGE ORLANDO MELO: Por la falta de ética pública (la idea de que no está
mal robarle al Estado, la visión del Estado como un papá generoso al que se le
pide todo) y de instituciones apropiadas: partidos políticos, Justicia, un sistema
tributario mejor diseñado.
RODRIGO UPRIMNY: La paz negociada con las Farc, y ojalá también con el ELN,
permitirá un fortalecimiento democrático de Colombia, pues la superación del
conflicto armado político debería sacar la violencia de la política y le daría mayor
cohesión y legitimidad democrática al Estado, que podría entonces combatir más
eficazmente otras violencias y otros fenómenos ilegales como la corrupción. Y no
creo que estemos frente a una paz con impunidad, pues se adoptó un mecanismo
de justicia transicional, que son la JEP y la Comisión de la Verdad, que si
funcionan adecuadamente, permitirán más justicia que la que hoy existe, pues
lograrán mucho más de lo que hemos hecho hasta ahora: esclarecer las
atrocidades cometidas en esta guerra y que los principales responsables rindan
cuentas. No creo pues que este sistema de justicia transicional, si opera
adecuadamente, sea un mecanismo de impunidad que fomente comportamientos
delictivos.
JORGE ORLANDO MELO: Será una oportunidad perdida y con peligros, pero no
lo serán tanto.
JORGE ORLANDO MELO: No creer que con más y más leyes se van a resolver
estos problemas: es preferible mejorar poco a poco, sin prisa, la justicia, el sistema
tributario y el orden político y de partidos.
ANA MARÍA IBÁÑEZ: Fortalecer las instituciones, hacer cumplir las leyes y las
reglas de convivencia, ejercer control ciudadano sin ánimos de figuración, y
discutir abiertamente este tema en todos los ámbitos de la sociedad.