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Diplomado “Género y Movimientos Feministas”

 
Seminario: Mujeres en lucha en Argentina 
Dra. Catalina Trebisacce. 
 

 
 

 
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Clase 3: Las feministas de los setenta, una militancia excéntrica. 

La clase de hoy versa sobre las experiencias de militancia feminista que tuvieron
lugar en la primera mitad de la década del 70 en la ciudad de Buenos Aires. Ocuparnos de
estas militancias supone continuar con algunas de las reflexiones con las que cerramos la
clase anterior en torno a los silencios o a los olvidos que encierran las propias cronologías del
feminismo. Pues sobre el feminismo porteño de estos años los relatos construidos han sido
una mixtura entre la referencia obligada y el silenciamiento inevitable. Algo de aquella
experiencia se constituía en incómodo obstáculo para que las feministas posteriores abocadas
1
a la tarea de construir la propia historia .
2
En esta clase nos ocuparemos, en un primer momento, en el feminismo autónomo.
Concretamente, de la Unión Feminista Argentina (UFA) y del Movimiento de Liberación
Feminista (MLF). Estas agrupaciones de conformaron en 1970 la UFA y 1972 el MLF. De la
primera participaron mujeres con María Luisa Bemberg y en la segunda como María Elena
Oddone. Ambos grupos se autodisolvieron hacia 1976. La UFA entre 1972 y 1973 fue
reduciendo su número. Hay quienes hablan en términos de una ruptura al interior, pero los
elementos para tal afirmación se hacen escurridizos. Las poquitas feministas que fueron
quedando con el paso de los años estrecharon algunos vínculos con mujeres provenientes del
Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y del Frente de Izquierda Popular (FIP). Estas
relaciones eran informales y bastante personales, pero fueron posibles porque en estos dos
partidos sí se dio el fenómeno de un interés (o de una posibilidad) por la militancia
feministas. Sobre estas dos otras experiencias trabajaremos en la segunda parte de la clase.

I Excéntricas autónomas, las feministas dela UFA y del MLF

¿Quiénes eran? ¿De dónde venía?

1
Especialmente la del feminismo autónomo que era, por definición, el candidato para la genealogía feminista.
2
La condición autónoma dentro del feminismo fue siempre un asunto. En estas décadas la autonomía quería
decir que las feministas no estaban asociadas a partidos y organizaciones políticas. En la década del ochenta va
a estar relacionado con la independencia respecto del Estado. Y en los noventa con el rechazo al financiamiento
por parte de las ONGs internacionales. Para más detalle sobre este asunto véase Sonia Álvarez et al.
“Encountering Latin American and Caribbean Feminisms”, Sings, Chicago, Universidad de Chicago, 2002, vol. 28,
nº 2

2
Para explicar las características y las especificidades de la militancia feminista que
han hecho de ella una militancia excéntrica de los años setenta y, de este modo, una
militancia difícil de recepcionar por parte de las feministas posteriores, hay que señalar las
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diferencias que aquel feminismo mantuvo con la militancia política de entonces . Aquellos
fueron años en los que el creciente clima represivo (que se remonta hasta el 55) fue
paradójicamente acompañado por un alto grado de politización de la sociedad, que se tradujo
en el florecimiento de una variada gama de agrupaciones políticas y la multiplicación de
los/as militantes de los partidos de todo el arco de la izquierda, fundamentalmente. Estas
agrupaciones, en sus diversas formas (partidos, movimientos, organizaciones) y estrategias
(legal, clandestina armada), disputaban el poder en un reestructurado campo político. Sin
embargo, la militancia feminista porteña de entonces se desplegó alejada de las luchas en
torno a las instituciones tradicionales y se orientó a dar batalla a los poderes (no-represivos
sino productivos) que se desplegaban en otros ámbitos. Concretamente, las feministas
orientaron sus batallas al campo de las transformaciones que se suscitaban en el campo de lo
social-cultural massmediático, que algunos/as autores/as han llamado proceso de
4
modernización sociocultural.​
Esta modernización no tuvo vínculos inmediatos con políticas de Estado sino que fue
la resultante del proceso de revolución que los medios masivos de comunicación vivieron
desde fines de la década del cincuenta hasta la década del setenta, siendo la década del sesenta
su punto más álgido. Se trató de un proceso que supuso cambios en los modos de ver, de
pensar y, en ocasiones, de habitar, cuyo patrocinador inmediato fue el periodismo. El
periodismo moderno sacudió y transformó la vida de las mujeres, especialmente de las
5
jóvenes . Sobre los términos y condiciones de estas transformaciones es que actuaron
críticamente los grupos de militancia feminista de la década del setenta, desarrollando un tipo

3
Tanto partidaria como de organizaciones revolucionarias.
4
Cosse Isabella. 2006. “Cultura y sexualidad en la Argentina de los sesenta: usos y resignificaciones de la
experiencia transnacional” en E.I.A.L., Vol. 17, nº 1.
5
Diversas páginas de revistas varias tematizaban y creaban las nuevas expectativas que debían regir la vida de
las mujeres “modernas”. Se criticaba a la mujer que todavía se abocaba únicamente al trabajo doméstico y al
cuidado de los/as niños/as; a aquella que no salía a trabajar o no le interesaba estudiar; a aquella que aún tenía
ideas muy conservadoras en torno a la sexualidad y las relaciones amorosas. Aunque también sancionaba a las
mujeres que abandonaban por completo sus mandatos tradicionales. La mujer moderna era el sinónimo de la
mujer orquesta, aquella que podía ser buena ama de casa, trabajadora fuera del hogar y sexualmente liberada,
pero para su marido. Los medios masivos, gráficos y televisivos, se desplegaron como dispositivos de
subjetivación de las mujeres, especialmente de las mujeres de clase media. Tal como señala Foucault, todo
poder engendra su resistencia, lo es lo mismo que decir que no hay poder que exista sin ser resistido. Ahora
bien, los modos en los que se produce u se organiza esa resistencia pueden ser sorpresa.

3
de militancia específica y diferente -por los medios y por los objetivos- respecto de la
militancia política tradicional.
La UFA y el MLF fueron espacios de encuentro para mujeres que experimentaban un
gran malestar con estos dispositivos de subjetivación massmediáticos, que paradójicamente
(aunque no tanto) sirvieron de conexión para el encuentro entre ellas. Pues las feministas no
se organizaron a partir de espacios de socialización clásicos -y ya institucionalizados- de la
militancia política, como pueden ser los lugares de trabajo o las universidades. Las feministas
porteñas de la UFA y del MLF se conocieron y entraron en contacto, justamente, a partir de
lecturas de los medios masivos de comunicación; a partir de notas a algunas de sus
integrantes. Así es que, el feminismo local de los años setenta se compuso de mujeres que, de
alguna manera, formaban parte de una comunidad virtual de consumidoras críticas de medios
gráficos y televisivos. Críticas porque ellas descubrían en los medios los canales para
(re)producción de normas, de expectativas y de modos de vida que oprimía a las mujeres
6
(Trebisacce, 2014) .
Este diálogo fluido, aunque crítico, ha hecho de las feministas de entonces una
militancia sin interés para las izquierdas, criticadas por burguesa. Pero no fue el único
condimento que mantuvo alejada a las feministas de la UFA y del MLF de la militancia
radicalizada de entonces. Tanto en una como en otra agrupación feminista existió la
convicción de que la mejor manera de llevar adelante esta militancia tenía que ver con poner
en suspenso cualquier otro tipo de afiliación política o ideológica. La UFA y el MLF contaba
en sus filas con mujeres de muy diversa condición no sólo social sino también política y esto
era posible porque existía la cláusula por la cual las discusiones políticas (en el sentido
7
restringido del término) quedaban para una vez atravesada la puerta de salida de la reunión.
A las reuniones acudían mujeres que eran partes de familias terratenientes asociadas a los
gobiernos antipopulares, mujeres con explícito rechazo a las posiciones política de izquierda,

6
Trebisacce, Catalina “Revoluciones simbólicas y de militancia en las feministas porteñas de los setenta” en
Mónica TARDUCCI (comp.) Feminismo, Lesbianismo y Maternidad, Buenos Aires, Feminaria, 2014
7
Esta característica fue una herencia del feminismo radical norteamericano pero sostenida, no por antiguas
militantes de izquierda, sino por mujeres amas de casa, mujeres de buena cuna o trabajadoras de cuello
blanco. Esta condición hizo de la experiencia local una experiencia particular, cargada de contradicciones a los
ojos de una militancia informada en marxismo. Por esta condición fue también que el primer feminismo de los
años ochenta (el feminismo argentino posterior) dedicara buena parte de sus reflexiones y de sus declaraciones
públicas a asociar la lucha feminista con una lucha anticapitalista, en un gesto de abierta disidencia con sus
antecesoras. Besse, Juan y Trebisacce, Catalina “Feminismo, peronismo. Escrituras, militancias y figuras arcaicas
de la poscolonialidad en dos revistas argentinas” en ​Debate Feminista​. DF, México, Año 24, vol. 47, abril 2013.
Disponible on-line

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mujeres con título nobiliarios y mujeres que venían o se interesaban por el trotskismo. En los
años ochenta, y en el relato que desde entonces se va a construir de este feminismo, será
combatida esta heterogeneidad política. Desde los años ochenta el feminismo se declara
también anticapitalista y salda la discusión.

La invención del feminismo de los setenta: los grupos de concienciación

Como ya se pueden imaginar la militancia feminista porteña de los años setenta no se


desarrolló en el campo de la política tradicional, sino en el campo cultural y en el espacio
subjetivo de cada mujer, interpelada por los discursos culturales; en otras palabras, en lo que
Hannah Arent (2003) denomina la esfera pública-social y la esfera privada-íntima. ¿Cuál sería
el camino? Si las feministas se reconocían constituidas en parte a partir de los mandatos que
circulaban en torno a las mujeres, entonces, ellas encarnaban la posibilidad de combatirlos en
sus propios cuerpos. Tras este objetivo se abocaron al trabajo en los llamados ​grupos de
concienciación​.
Los grupos de concienciación se desarrollaron como la práctica predilecta de las
agrupaciones feministas porteños. Se diferenciaban de los grupos de formación de los partidos
políticos en el hecho de que el trabajo que se hacía no era meramente intelectual sino que el
mismo estaba basado en las experiencias de vida de las allí reunidas. Estos grupos, explicaba
María Luisa Bemberg de la UFA, funcionaban bajo una dinámica rigurosa:
“consisten en subgrupos fijos de 6 u 8 integrantes destinados a descubrir el
subyacente social de la problemática individual. Los temas más clásicos de
esta difundida práctica feminista son: dependencia económica, inseguridad,
maternidad, celos, narcisismo, simulación y sexualidad en todos sus
aspectos. Una vez elegido el tema cada integrante del grupo expone sus
experiencias durante unos quince minutos. Es obligatorio expresarse y
guardar el secreto. Al terminar la ronda de exposiciones, la coordinadora,
que es rotativa, busca la raíz común de las experiencias relatadas. Esta raíz
común siempre resulta tener orígenes culturales, y la cultura evidencia sus
bases misóginas”​ (​ Cano, 1982:86)

Como se hace evidente ahora, los temas que tenían lugar en los grupos de
concienciación se vinculaban claramente con sucesos que parecían tener lugar en la esfera de
lo privado e incluso en la esfera de lo íntimo, y se alejaban del escenario público-político pero
se ponían en diálogo con los discursos que circulaban en el espacio público-social sostenido

5
por las revistas de actualidad o en los suplementos dirigidos a la población femenina. Las
feministas trabajaron a partir de sus experiencias personales, íntimas, y simultáneamente
cuestionaron el orden público-social (mas no político). “Nada, desde lavarnos los dientes
hasta criar los hijos escapa a la ideología política” explicaba Leonor Calvera de la UFA
8
(1990:48) . Lo que significaba, inevitablemente, un trabajo de desnaturalización sobre sus
propias vidas, es decir, hacer visible el carácter cultural de ciertas prácticas cotidianas, de la
vida diaria y de sí mismas. La concienciación fue la técnica desarrollada para politizar la vida,
la que acompañó la gestación de la frase del feminismo radical que pasó a la historia “lo
personal es político.” Y aquí política no es igual a política tradicional, política (que es la
política con minúscula) la política de la vida cotidiana.
La concientización es una forma de desarrollar un análisis político, basado
en información considerada por nosotros como verdadera. Esa información
es nuestra experiencia. Es difícil comprender cómo nuestra opresión es
política (organizada) sin antes separarla del área de nuestros problemas
personales, y cuántos de estos problemas son compartidos con otras
mujeres, no podremos ver como estos problemas están enraizados en lo
9
político.

Los grupos de concienciación locales fueron una réplica de los ​consciousness-raising


10
desarrollados por las feministas norteamericanas. Las feministas radicales norteamericanas
afirmaban que los ​c​onsciousness-raising nacían de la necesidad de las mujeres de hablar de sí
mismas, de buscar ellas mismas lo que sentían y creían que sería mejor para ellas. Sostenían
que hasta el momento habían sido los varones quienes habían hablado y escrito (ciencia,
periodismo, literatura, etc.) en nombre de las mujeres, inevitablemente impregnados de sus
concepciones y prejuicios sobre las mujeres. Los grupos de concienciación buscaron
modificar esta situación. Eran las mujeres las que hablaban por sí mismas a partir de sus
relatos personales. Al tiempo que los grupos de concienciación se constituyeron en un camino
de trabajo ​sobre la propia subjetividad para devenir feministas, en un proceso sin destino
prefijado y sin conclusión, en el que eran ellas mismas las que comandaban ese trabajo. Es
necesario insistir en que el trabajo de los grupos de concienciación no se restringía a la esfera

8
Calvera, Leonor. 1990. Mujeres y feminismo en la Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano.
9
“Concientización”, Persona, año 1, nº1, octubre 1974, p.39.
10
Esta práctica se difundió y socializó rápidamente como “un arma radical” (​a radical weapon​), afirmaban sus
creadoras. Con esta práctica ellas buscaban llegar a la “raíz” de los problemas que subordinaban a las mujeres.
Esos problemas ya no eran de orden de derechos o reconocimientos jurídico-legales, así lo reconocían aquellas
feministas norteamericanas aunque también las de otras geografías, como aquí o en Italia.

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de lo íntimo, sino que trabajaban simultáneamente sobre lo social, aunque ello no significara
el desarrollo de una militancia política en el sentido restringido del término. Las feministas
politizaban simultáneamente el espacio público-social y el espacio privado, íntimo y
doméstico.
Desde los grupos de concienciación y desde lecturas de bibliografía feminista que
trabajosamente se hacían llegar desde el exterior, las feministas elaboraron una agenda crítica
de los mandatos femeninos fundamentalmente orientada a la denuncia y al rechazo de los
mandatos de belleza, a los de maternidad y a los que la sexología moderna sostenía en torno al
placer de las mujeres. La preocupación discutir en torno a la propia sexualidad fue la ocasión
para el encuentro con varones gays organizados en el Frente de Liberación Homosexual
(FLH). Feministas y homosexuales se conocieron a partir de una convocatoria lanzada por
una revista moderna llamada ​2001​, para discutir en torno a sexualidad. De este encuentro se
gestó el Grupo Política Sexual (GPS) desde el que se elaboraron algunos documentos como
“Sexo y Revolución” en los que se intenta explicar los límites de los discursos
autoproclamados modernos que se producían en el marco de la llamada revolución sexual de
11
los sesenta/setenta .
Hay quienes sostienen que el encuentro con varones politizados del FHL, como Néstor
12
Perlongher , habría hecho que las feministas comenzaran a politizarse en un sentido clásico
del término. Sin embargo, es difícil de sostener esta afirmación de una supuesta influencia tan
radical o determinante porque, por ejemplo, Perlongher mantuvo una muy estrecha relación
de amistad con María Elena Oddone, quien era considerada la representante de la derecha en
el campo del feminismo, aunque ella se asumiera en realidad más radical que todas sus
compañeras.
Otras interpretaciones señalan que las feministas, especialmente las de la UFA, en los
últimos años comenzaron a estrechar sus relaciones con mujeres provenientes del PST y del
FIP y que esto habría sido ocasión de una progresiva politización. Nuevamente, lo cierto es
que los indicios no alcanzan. No alcanzan ni para señalar que las agrupaciones feministas se
hubieran politizado. Nunca desde la UFA, y menos desde el MLF, se realizaron declaraciones

11
Para un estudio sobre esta alianza véase Trebisacce (2015) “Discursos científicos sobre la sexualidad
femenina y la respuesta de las feministas y los varones homosexuales en la década del sesenta en Argentina”
disponible on-line en:
http://www.e-publicacoes.uerj.br/index.php/SexualidadSaludySociedad/article/view/8743
12
Fue poeta, sociólogo, antropólogo, militante trotskista, luego libertario y uno de los principales referentes del
Frente de Liberación Homosexual en la Argentina, en la década del '70.

7
políticas o se lanzaron solicitas. En tal caso, algunas integrantes de la UFA que se acercaban
al FLH encontraban en ese espacio ocasión para esta interseccionalidad de la militancia.
Con el golpe militar de 1976 las reuniones comenzaron a hacerse más incómodas y
aunque no fueron objeto de persecución política ni moral, como sí lo fueron los varones del
13
FLH, el tenso clima social desalentó las reuniones cada vez más pequeñas . Las feministas
quedaron en grupos de amigas y parejas desarrollando actividades de lectura y formación
hasta la década siguiente en que volvieron a la militancia.

II. Las políticas. Ensayos de experiencias feministas interseccionales en los 70

Hay que comenzar señalando que de estas experiencias casi no hay testimonios ni
orales ni escritos. Las feministas posteriores no se interesaron en recuperar los testimonios de
estas mujeres porque tenían la marca de llevar en primera instancia la identidad política y sólo
en segunda instancia la feminista. Recién a comienzos del 2000 algunas publicaciones
feministas militantes y académicas se ocuparon de estas mujeres. Hablar de ellas supone
también revisar quiénes son lxs sujetxs del feminismo, quiénes han merecido ser recordadxs
ayer y quienes hoy. Esto es parte de las discusiones contemporáneas respecto de la genealogía
feminista.

Heidi Hartmann todavía no había escrito ​El matrimonio infeliz entre marxismo y
feminismo ​ pero los problemas de aquel (des)encuentro ya habían ocupado a algunas de las
14
nuevas izquierdas norteamericanas, europeas y también las locales. El feminismo, sostiene
Cristina Molina Petit, interesó a las nuevas izquierdas heterodoxas como un punto más de las
revisiones practicadas a los postulados sostenidos desde la izquierda tradicional. La izquierda
tradicional, aunque había mantenido extensos debates en torno al feminismo, retomaba, una y
otra vez, las reflexiones de Friedrich Engels en ​El origen de la familia, la propiedad y el

13
Sobre la específica persecución (no política sino moral) que recibieron los integrantes del FLH puede
consultarse el texto de Santiago Joaquín Insausti “Los cautrocientos homosexuales desaparecidos: memorias de
la represión estatal a las sexualidades disidentes en Argentina” en D’Antonio (comp.) ​Deseo y represión.
Sexualidad, género y Estado en la historia argentina reciente​, Imago Mundo, Buenos Aires, 2015
14
El texto de Hartmann, que indiscutiblemente trascendió su época, se produjo en discusión con varias teóricas
marxistas feministas como Mitchell o Young que desde fines de la década del setenta procuraban desentrañar
el embrollo que parecía ser la relación entre el feminismo y el marxismo. El texto de Hartmann se orienta
especialmente a discutir con las posiciones teóricas que sostenían la imposibilidad de separa la lucha contra el
capitalismo y la lucha contra el patriarcado. Para una reseña de esta discusión consultar Molina Petit
(2007[2005]).

8
Estado d​ onde se explicaba la subordinación de las mujeres como parte de las subordinación
del capitalismo a las clases trabajadoras. De modo que para la izquierda tradicional la
liberación de las mujeres dependía estrechamente de la liberación de la clase trabajadora del
capital.
Algunas de las nuevas izquierdas comenzaron a revisar este punto y postularon la
especificidad de una explotación específica sobre las mujeres. Molina Petit sostiene que en
este período algunas organizaciones de las nuevas izquierdas norteamericanas consiguieron
pasar de la “cuestión femenina” (propia de la izquierda tradicional) a la cuestión feminista a
partir de “haber aislado el sexo como factor de opresión” (2007[2005]:159). Esto supuso el
reconocimiento de una subordinación específica sufrida por las mujeres e independiente de las
clases sociales. El sexo-género mujer comenzó a ser considerado la causa independiente de
toda una serie de padecimientos y marginaciones que vivían las mujeres a lo largo de su vida,
en su educación, en la distribución de tareas cotidianas y laborales y hasta en las relaciones
afectivas y sexuales que debían desear.
Empero, estas nuevas ideas no fueron inmediatamente incorporadas, ellas generaron
entusiasmo pero también resistencias, pues la consideración de la opresión específica
conllevaba la posibilidad de una lucha específica. Lo cual podía suponer -a su vez- el
desarrollo de una militancia que pudiera poner en suspenso o marginar la lucha de clases (que
ahora sería otra lucha). En los radicalizados años sesenta y setenta, especialmente en estas
geografías, la marginación de la perspectiva de clases se traducía en una amenaza de
perspectiva burguesa.
En el caso local, la situación no fue diferente. Incluso, podría decirse que fue algo más
complejo debido a las suspicacias que suscitaban entre las izquierdas la importación de ideas
desde los países centrales. Recordemos que el feminismo de la segunda ola se gestó en el seno
de los países primermundistas e ingresó a la ciudad de Buenos Aires en el soporte material de
15
los ​mass media​. La doble condición -de foráneo y de importado por la prensa burguesa-
necesariamente incidió en la recepción que del feminismo hicieron algunas izquierdas.

15
García (2008), reflexionando sobre la recepción de ideas, llama la atención al respecto del papel que
juegan en migración, recepción y apropiación de ideas, los ​soportes materiales o ​ ​artefactos culturales en los
que ellas viajan, desde los circuitos editoriales hasta las ciudades como objeto privilegiado de la historia
cultural. En el caso del feminismo, las revistas de actualidad y moda fueron las que hicieron de puente para el
ingreso de las ideas feministas provenientes de europea y norteamericana​. E​ ste dato no debe ser desatendido.

9
Las nuevas izquierdas, influenciadas por las lecturas gramscianas, habían comenzado a
considerar al campo cultural como un campo de poder importante para el desarrollo tanto de
la opresión como de la liberación. Y la importación de ideas y pautas culturales tendió a ser
concebida como un canal sutil pero muy efectivo para el sometimiento de la población, que se
denunció como imperialismo cultural. Por aquel entonces un texto titulado ​Las ideas fuera de
lugar​ de Roberto Schwarz sintetizaba las representaciones negativas que las nuevas izquierdas
16
tenían en torno a la importación de ideas: se trataba de ideas fueras de lugar . El feminismo
fue una de esas ideas fuera de lugar, al menos para buena parte de la izquierda. En este
escenario desfavorable, las agrupaciones de izquierda que aquí se analizan procuraron de
todos modos explorar en torno a la militancia feminista.
Tanto el PST como el FIP procuraron ensayos de una militancia feminista en la
durante la primera mitad de la década del setenta. En ambos partidos se organizaron secciones
o grupos de mujeres, en el PST Muchacha y en el FIP el MOFEP. Se trató de apuestas osadas
pues al feminismo prometían más fracasos que conquistas para la militancia política de los
partidos. Es recurrente ver en los estudios contemporáneos afirmaciones que sostienen que la
militancia con mujeres en los partidos era tan sólo una estrategia para ampliar sus filas. Este
puede ser el caso del Frente de Mujeres del PRT o de Agrupación Evita de Montoneros pero
no de los partidos que aquí se analizan, pues mientras que el PRT y Montoneros rechazaron
abierta y enérgicamente cualquier vinculación de sus frentes con la militancia feminista, el
17
PST y el FIP buscaron maneras de hacer propia aquella militancia.​
El PST desde ​Muchacha y el FIP desde el Movimiento Feminista Popular (MOFEP)
desarrollaron, en distintos momentos, relaciones con los grupos que por entonces estaban a la
vanguardia de la militancia feminista local. En contacto con estas agrupaciones las mujeres de
Muchacha y del MOFEP profundizaron una perspectiva sobre la militancia feminista que era
ya más o menos sospechada entre las nuevas izquierdas (Molina Petit, 2007[2005]). La misma
sostenía la especificidad de la lucha feminista y tematizaba sobre los mismos tópicos que las

16
En el último número de la revista ​Política de la Memoria se publicaron algunos textos que
reflexionaban sobre las repercusiones del texto de Schwarz y un artículo del propio autor titulado ​Las ideas
fuera de lugar: algunas aclaraciones cuatro décadas después. E​ n el mismo, Schwarz (2011/2012) discute con las
interpretaciones que arriba he sugerido, que fueron en definitiva las que lo volvieron un texto trascendente en
aquella época.
17
Para el caso del Agrupación Evita puede consultarse los trabajos de Karin Grammático y para el caso de
Frente de Mujeres del PRT los textos de Pablo Pozzi y Paola Martinez.

10
feministas de la UFA y del MLF (sexualidad, maternidad, etc.) aunque claro sumaban los
propios de la opresión capitalista.
Esta consideración respecto de la situación de las mujeres, para algunas militantes
ameritaba un trabajo diferenciado dentro y fuera del partido, que se vehiculizaba a través de
secciones (Muchacha y MOFEP). En ambos casos analizados, en determinados momentos se
promovió la incorporación de mujeres no afiliadas al partido y que quizás no fuera a estarlo
tampoco a futuro. Durante el tiempo en que se desarrollaron cada una de estas experiencias,
los partidos estuvieron expectantes (más o menos tolerantes) respecto de aquellos ensayos
más o menos autónomos del partido. Sin embargo, ni en el PST ni luego en el FIP estos
ensayos consiguieron consolidarse. Otras facciones del partido pelearon por reencauzar y
contener la autonomía feminista. En ambos casos se produjeron combates abiertos entre
fracciones, que se dieron en vísperas de los preparativos para la celebración del Año
Internacional de la Mujer. Evidentemente aquellos preparativos pusieron a la “cuestión de las
mujeres” en un lugar más destacado de su agendas nacionales e internacionales, generando
ansiedades incluso entre quienes no se había interesado por el tema hasta entonces.
En el caso del PST el resultado de la batalla interior se tradujo en un rotundo cambio
de definición respecto de los objetivos de la militancia feminista, que suponía desconocer una
especificidad en la lucha de las mujeres, y por lo tanto una organización diferenciada como
Muchacha. En el caso del FIP también se consideró inconducente una militancia más o menos
autónoma y diferenciada dentro del partido. Estas intervenciones ocasionaron que las mujeres
implicadas en Muchacha o MOFEP sintieran el peso de lo que se llamó la “doble militancia”
18
y decidieran en la mayoría de los casos abandonar sus partidos.

A modo de cierre
La militancia feminista autónoma porteña de la primera mitad de la década del setenta
tuvo características particulares que la diferenciaron de las militancias políticas (en el sentido
restringido del término) de aquellos años, orientadas de algún modo a la lucha en torno al

18
Para un estudio detallado sobre la experiencia del FIP, consultar. Trebisacce, Catalina “Un fantasma recorre la
izquierda nacional. Feminismo de la segunda ola y la lucha política en Argentina en los años setenta” en
Sociedad y Economía. Dossier: Estudios de Género y sexualidad​, Cali, Colombia, nº 24, julio 2013. Disponible
online. Para un estudio detallado sobre la experiencia del PST, consultar Trebisacce, Catalina “Encuentros y
desencuentros entre la militancia de izquierda y el feminismo en la argentina” en ​Estudos Feminista,​
Florianópolis, Brasil, 2013. Disponible online.

11
poder estatal. La militancia feminista, por el contrario, estuvo dirigida a dar una batalla en el
campo cultural que se desplegaba en las páginas de las revistas y en la pantalla de la
televisión, en el marco de la renovación periodística que propició la modernización
sociocultural de aquellos años. Es importante dar cuenta de estas características, que han
resultado tan huidizas en los análisis existentes, porque son la condición de posibilidad para
poder comprender aquella experiencia. Por otra parte, la militancia feminista en secciones de
partidos fue una experiencia de exigidas negociaciones al interior de cada partido y luego
poco reivindicada por el feminismo. Así y todo, estas mujeres también conformaron parte de
la militancia feministas de los años 70.

Bibliografía del encuentro​:


- Trebisacce, Catalina. ​“​Revoluciones simbólicas y de militancia en las feministas porteñas de
los setenta” en Mónica ​TARDUCCI (​comp.) ​Feminismo, Lesbianismo y Maternidad,​ Buenos
Aires, Feminaria, ISBN 978-987-1495-28-3, pp. 7-35, 2014.
- Trebisacce, Catalina y Veiga, Ana. ​"​Variaciones en la transgresión del ojo protésico de
María Luisa Bemberg" en Dossier Género, Cinema y Audiovisual de ​Estudos Feminista,​
Florianópolis, Brasilen prensa, febrero 2017. ISSN 1806-9584​, Revista indexada y con
referato.

Material audiovisual:
-Bemberg, María Luisa. El mundo de la mujer 1972 ​https://vimeo.com/14196200

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