Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Propuesta de investigación
Postura epistemológica
1 Lyotard, Jean-François, La condición posmoderna. Informe sobre el saber, Cátedra, España, 2006.
2
Para entender mejor el concepto de interlegalidad, véase: Guevara Gil, Armando, y Gálvez Rivas, Aníbal
(coomp.), Pluralismo jurídico e interlegalidad, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2014.
Sieder, Rachel (ed.), Multiculturalism in Latin America, Indigenous Rights, Diversity and Democracy,
Palgrave, London, 2002; Assies, Willem. “Pueblos indígenas y reforma del Estado en América Latina” en
Assies, Willem, Gemma Van der Haar y André Hoekema. El reto de la diversidad, México: Colegio de
Michoacán, 1999.
como referencia el pensamiento de Slavoj Žižek. En Slavoj Žižek presenta a
Robespierre. Virtud y Terror, el filósofo expone una idea interesante: la
Revolución Francesa ha sido elogiada por numerosos pensadores liberales que
desconocen, o pretenden desconocer, la necesidad de la Época del Terror
robesperriana. Lo que desean es 1789 sin 1793, o sea, una revolución
descafeinada, que huela lo menos posible a revolución. Žižek considera que los
defensores de las revoluciones quieren una revolución sin revolución, o sea, sin
asumir la necesidad del terror para defenderla y mantenerla. Me parece que el
apellido “descafeinado” describe la condición de ciertos aspectos de nuestra
realidad que, por cualquiera que sea la razón, no estamos dispuestos a asumir
en sus consecuencias.3
Ahora bien, si se tratara de formular una premisa que responda a cómo es
el multiculturalismo indígena en México sería más o menos así́: la autonomía y
libre determinación de los pueblos y comunidades indígenas son permitidas,
siempre y cuando no afecten el bien común y la unidad nacional. Esto significa
que en México la autonomía y libre determinación de las comunidades
indígenas, en un ejercicio de ponderación, tienen menos peso que toda la
estructura del liberalismo.
Pues bien, a este multiculturalismo lo he denominado multiculturalismo
descafeinado, ya que representa una forma de resolver los retos de la diversidad
cultural sin ser realmente multicultural. En otras palabras, es un
multiculturalismo privado de su contenido, descafeinado porque a través de él
se quiere dar un reconocimiento deseado a las comunidades indígenas pero sin
sufrir los molestos efectos secundarios, como pueden ser las contradicciones del
mundo indígena con el mundo occidental.
3Véase: Žižek, Slavoj, Slavoj Žižek presenta a Robespierre. Virtud y Terror, Ediciones Akal, Madrid,
España, 2010.
Entendido lo anterior, el profesor Narváez sugería con aquella inquietud
si mi investigación sobre el multiculturalismo indígena no estaba influida por
cierto colonialismo interno disfrazado de crítica al liberalismo político y
económico; es decir, aquella pregunta develaba la posibilidad de que pensar a
las comunidades indígenas desde la cosmovisión occidental podía ser la puerta
a pensar el multiculturalismo sólo con estándares no-indígenas, y por lo tanto,
sin ser conscientes, plenamente, de los efectos de la convivencia intercultural.
Esto no es cosa menor si queremos encontrar una justificación epistemológica
a por qué y cómo una persona que no pertenece a una comunidad indígena –
como el que escribe estas líneas– puede investigar sobre los contextos de la
justicia indígena en las comunidades indígenas. La expresión de si yo puedo
investigar sobre estos menesteres es meramente retórica, porque desde luego
que puedo, pero considero que es válido cuestionarse qué tanto valor, desde el
punto de vista epistemológico, puede tener lo dicho.
En otras palabras, me pregunto ¿cuál es la legitimidad de un estudio
donde se toma como sujeto de estudio a los indígenas por parte de un no
indígena? Esto plantea diversos desafíos, porque si aceptamos que un no–
indígena no puede escribir sobre los procesos internos del derecho indígena, y
luego entonces sólo puede escribir desde la periferia de ese derecho indígena y
su contacto con el derecho no indígena –oficial–, en consecuencia, sólo podría
afirmar que el derecho hegemónico convive con otro derecho –el indígena– pero
hasta ahí, pues cualquier intento de decir cómo es percibido esto por los
indígenas, es empíricamente imposible.
Por otro lado, surge la pregunta de si las investigaciones en materia
indígena deberían tener el compromiso político de su descolonización; es decir,
¿mi investigación debe tener como presupuesto una responsabilidad de la
“liberación indígena”?4 Esto es de gran relevancia porque, en caso de ser
afirmativa la respuesta, quiere decir que en la investigación no serán tomadas a
las comunidades indígenas como simples objeto de estudio, sino que serán
estudiadas para sus propias luchas por su libertad.
También vale la pena resaltar que los investigadores estamos socialmente
ubicados en un género, cultura, educación, e ideologías, ¿de qué manera mis
privilegios como no indígena afectan la investigación? Así las circunstancias,
creo que uno de los grandes retos a los que me enfrento como investigador es a
sumergirme en un diálogo intercultural donde pueda combinar teoría, enfoques
teóricos y metodologías occidentales con cosmovisiones y tradiciones de
pensamiento indígena.
De esta manera, el para qué epistemológico, para quién se investiga, a
quién le sirve este conocimiento y el qué ha de hacerse luego con los resultados,
son vicisitudes que, en lo personal, hacen cuestionarme sobre la validez –de
nuevo, epistemológica– que tiene un estudio sobre las justicias indígenas. Por
esta razón, me parece vital asumir una posición, pues me parece imposible
conocer el mundo sin saber qué significa conocer, qué podemos conocer, qué
es la verdad o qué es un error. Esto sirve, desde luego, para saber qué es
exactamente lo que vamos a conocer: la posición epistemológica permite dar
sentido a lo que conocemos.
Considero que delimitar esta posición no es banal, es la base misma del
proyecto de investigación: provee sustento y coherencia, al tiempo que orienta
las decisiones; esto significa, como lo asegura Richard Rorty, que no hay otra
cosa que versiones sobre el mundo5; o como afirmaría Nietzsche: no hay
4 Hale, Charles, Reflexiones sobre la práctica de una investigación descolonizada, Anuario, Universidad
de Ciencias y Artes de Chiapas, Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, 2008, México,
pp. 297-313.
5 Rorty, Richard, La filosofía y el espejo de la naturaleza, Cátedra, España, 1989.
hechos, sólo interpretaciones.6 Asimismo, considero que la actividad científica
promueve determinados valores sociales, es decir, la creación de conocimiento
no es una tarea robótica o procedimental, pues no creo que haya investigaciones
en las ciencias sociales políticamente neutrales. Wright Mills en La imaginación
sociológica sostiene algo conmovedor: “Quiéralo o no, sépalo o no, todo el que
emplea su vida en el estudio de la sociedad y en publicar sus resultados, está
obrando moralmente y, por lo general, políticamente también. La cuestión está
en si afronta esta situación y acomoda su mentalidad a ella o si se oculta a sí
mismo y a los demás y va moralmente a la deriva.”7
Antes de posicionarme es menester aclarar que la investigación que se
propone no es sobre los procesos de lucha internos de las comunidades
indígenas para buscar su autonomía y libre determinación. De la misma manera,
a diferencia de magníficas obras como El derecho a la insurrección, del
profesor Orlando Aragón Andrade, el trabajo que se propone no se inscribe
dentro de la investigación-acción, ni en el análisis de prácticas jurídicas
militantes que busquen entender y aplicar el derecho como herramienta
contrahegemónica de la sociedad dominante.8 Tampoco es mi intención analizar
el derecho en contextos políticos de movilización social; es decir, no me interesa
hacer un estudio sobre las capacidades del derecho como herramienta de
emancipación ni un estudio sobre las experiencias militantes. No porque
considere que no son importantes, ya que desde luego lo son; sino más bien
porque la posición socio-histórica del que escribe, me circunscriben al análisis
meramente sociológico del pluralismo jurídico.
9
Por ahora, la autonomía de las comunidades indígenas no será objeto de discusión. Para su mayor
comprensión pueden consultarse: Díaz Polanco, Héctor, Autonomía regional. La autodeterminación de
los pueblos indios, Siglo XXI, México, 1991.
10 Para mayor comprensión del concepto autonomía, véase: Villoro, Luis, Los Pueblos Indios y el derecho
a la autonomía, en Etnicidad y Derecho: un diálogo postergado entre los científicos sociales, UNAM,
México, 1996.
11 Véase: Terven Salinas, Adriana, Relaciones interlegales y construcción de proyectos culturales de
justicia. El caso del juzgado indígena de Cuetzalan, Puebla, en México, en Antipod. Rev. Antropol.
Arqueol. No. 21, Bogotá, enero-abril 2015, pp. 99-120.
¿Son justicias diferentes o justicias con sentidos culturales distintos? ¿Es
posible reconstruir las lógicas del derecho consuetudinario indígena? ¿Cómo se
expresa el conflicto y la diferencia cultural en la ley? ¿Podemos hablar de una
justicia indígena alternativa? ¿Es posible hablar de sistemas jurídicos
autocontenidos o separados? ¿Cuáles son los límites de las intersecciones y
conflictos entre derecho estatal y derecho indígena, como manifestación del
pluralismo jurídico? ¿De qué manera se construye la legalidad en contextos de
ese pluralismo jurídico? ¿Cómo los actores sociales hacen uso de referentes
normativos diferenciados para dar salida a sus controversias? ¿Qué significa
tener derechos para una comunidad indígena? ¿Las justicias indígenas tienen
sus propias Constituciones? ¿Hay algún tipo de pacto social que determine a la
justicia indígena, tanto oficial como comunitaria? ¿Cómo evitar que la justicia
indígena oficial se trate de una simple adecuación de usos y costumbres al orden
normativo instaurado en las estructuras del Estado? ¿De qué manera las
comunidades indígenas se han apropiado de formas jurídicas no indígenas y las
ha hecho compatibles para sí mismos?
Las anteriores preguntas representan la médula de la presente
investigación. No obstante ello, y quizá por ahora más importante, me parece
imprescindible cuestionarme qué métodos utilizaré para abordar aquellos. Esto
no es de menor importancia pues la respuesta a qué métodos utilizaré
determinará en gran medida que pueda hacerme las preguntas correctas sobre la
interlegalidad entre la justicia oficial y la indígena.
A pesar de tener cierta claridad sobre qué investigar, y teniendo una posición
epistemológica, aún falta especificar, el contexto geográfico donde pretendo
investigar los espacios de la justicia en que se desarrolla una reivindicación de
los derechos de las comunidades indígenas. Este es quizás la parte de la
investigación que más ha costado delimitar hasta el momento, pues existe una
gran diversidad de proyectos que desde la antropología y etnografía se han
desarrollado alrededor del pluralismo jurídico y la interlegalidad.
Existen, en general, tres tipos de estudios relacionados. Por un lado, están
aquellos que analizan los alcances de la autonomía y la autodeterminación de
las comunidades indígenas; necesarios pero que, tal y como ya se había
señalado, no se encuadran dentro de los intereses de esta investigación. Por otro
lado, están los estudios que tienen como propósito explicar la diversidad
cultural y la cosmovisión indígena –en donde incluyen las prácticas jurídicas
propias–. Estos adolecen, a mí consideración, de una descripción con lupa sobre
cómo es entendido el derecho y la justicia en las comunidades indígenas, pues
si bien aceptan la cosmovisión y las prácticas culturales singulares de cada
comunidad, pocos son los trabajos que son capaces de desarrollar categorías que
puedan explicar esa cosmovisión jurídica –pues se plantean como principios
filosóficos–, lo que da como consecuencia, que no puedan articularlas para
darles coherencia.
Finalmente, están los proyectos que se centran en analizar la justicia
indígena oficializada, es decir, en las instancias jurisdiccionales estatales
indígenas. En la mayoría de estos, los pensadores/as concluyen que esta justicia
o se plantea como una instancia de mediación –como es el caso de entidades
como Puebla, San Luis Potosí o Hidalgo–, o sus alcances están determinados
por el Estado –como en Campeche–; o se considera que las autoridades
indígenas tienen ámbitos jurisdiccionales en el espacio de sus comunidades –
Quintana Roo–; o se reconocen nuevas figuras como los jueces de paz y de
conciliación indígena –como en Chiapas–.12 Es decir, este último tipo de
estudios afirman que las reformas sobre la justicia oficial indígena en México
son parte del proceso de modernización judicial que busca fomentar la
mediación y la resolución alternativa de conflictos, pero no se plantean el
reconocimiento efectivo de las jurisdicciones indígenas y de sus derechos de
autonomía, por lo que estas reformas promueven la oficialización de la justicia
indígena para adecuarla a los marcos constitucionales, es decir, al Estado de
derecho, contribuyendo a su regulación dentro de las formas de justicia
hegemónica.13
Ahora bien, mi interés es focalizar mi investigación entre un punto medio
de los dos últimos tipos de estudios, es decir, entre los que estudian la
cosmovisión indígena y al derecho como una mera expresión de su cultura sin
demasiado hincapié en su forma de entender la justicia, y los que estudian la
oficialización de la justicia indígena. Esto significa que lo que me interesa
revisar son las prácticas de la justicia propias de las comunidades indígenas –
entenderlas “desde adentro”– y, a su vez, revisar su transformación producto de
la convivencia con las prácticas de justicia en las estructuras judiciales del
Estado. Es decir, no sólo me interesa conocer los mecanismos estatales de
procuración e impartición de justicia oficializada indígena, ni sólo conocer la
cosmovisión indígena, sino analizar los puntos de conexión en que la justicia
indígena influye a la justicia oficial, y viceversa.
Estoy consciente de la crítica generalizada que se ha hecho a la justicia
indígena oficializada sobre ser sólo una medida burocrática que no representa
12 Sierra, María Teresa, “Globalización legal, justicia indígena y reforma del Estado”, en Escobar, Antonio,
Salmerón Fernando, et. al. (coord.), Reformas del Estado. Movimientos sociales y mundo rural en el siglo
XX en América Latina, México, UNAM, pp. 111-146.
13 Anaya Muñoz, Alejandro, “The emergence and develompment of the politics of recognition of cultural
diversity and indigenous peoples rights in Mexico: Chiapas and Oaxaca in Comparative Perspective”,
Journal of Latin American Studies, vol. 37, pp. 585-610.
más que una nueva vuelta de tuerca al indigenismo, que continúa en una
posición paternalista y que se niega a otorgarles plena autonomía; o, como ya
lo sostuve en otro trabajo, que se trata de un multiculturalismo descafeinado.
Sin embargo, y creo que esta es la principal aportación del trabajo, lo que me
interesa encontrar son esas grietas en el sistema que permitan un buen uso del
término interculturalidad en la de impartición de justicia, tanto oficial como
indígena.14
Hipótesis
La hipótesis que se plantea es que los actores sociales en contextos locales –ya
sean oficiales o indígenas– interactúan y se apropian de discursos locales y
globales en formas complejas. Estas interacciones son dialógicas: son productos
de interpelación continua en la cual los otros –indígena o no indígena– están
implicados. De esta manera, los actores sociales son afectados por estas
interacciones y las dinámicas de poder en que están inscritos han transformado
la manera en cómo ellos se entienden a sí mismos y a los otros. Pero al mismo
tiempo los actores aplican sus propios entendimientos de los significados y
funciones del discurso.
Dificultades
14Véase: Sierra, María Teresa, et.al., (coord.), Justicias indígenas y Estado. Violencias contemporáneas,
FLACSO, CIESAS, México, 2013.
preocupa, es la de cómo escapar de lo que Charles Hale denomina
“multiculturalismo neoliberal”15. De acuerdo con el autor, las leyes son una
importante técnica de opresión cuando se vuelven un catálogo regulatorio y de
cooptación de demandas políticas; así, en el caso de las reivindicaciones
indígenas, las leyes podrían estar delimitando una cultura mínima o aceptable.
Por lo que la justicia oficial en realidad estaría alentando una vigilancia de
identidad, subyugando a las comunidades indígenas a un conjunto de normas
reguladoras.
Con esto no sugiero una postura separatista en donde la justicia indígena
no debe bajo ningún pretexto empaparse de los discursos oficiales; en primer
lugar porque eso da pauta a reconocer un relativismo recalcitrante; y en segundo
lugar, porque sería ingenuo pensar que los sistemas normativos son cuerpos
herméticos. Pero sí creo que es importante destacar que cuando se estudian las
formas oficiales de justicia indígena se corre el riesgo de perder de vista cuando
alguna norma acarrea una política asimilacionista.
Otras de las dificultades que alcanzo a visualizar es sobre si es posible
encontrar métodos objetivos –no neutrales– para evaluar moralmente los
órdenes normativos, tanto oficiales como indígenas. Es decir, ¿podemos llamar
derecho sólo a los mecanismos legales que cumplen ciertos estándares de
moralidad y valores?
15 Hale, Charles. “Rethinking Indigenous Politics in the Era of the Indio” en NACLA Report, sept.-oct.
2004, 16-21; Hale, Charles. “Does Multiculturalism Menace? Governance, Cultural Rights and the Politics
of Identity in Guatemala” en Journal of Latin American Studies, 34, 2002, 485-52.
Objetivos de la investigación
Objetivo primario
Objetivos secundarios
Estudio de casos
Institucionalismo
Percepción ideológica