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8.

Los finales de la historia

Más allá de la estética, las concepciones antropológicas, la ética y la ciencia, otra área
fuertemente conmovida por la irrupción de las ideas de posmodernidad es la historia. Si los
grandes proyectos de la modernidad están agotados, si no hay lugar para la utopía de un
futuro distinto, ¿puede todavía seguirse hablando de la historia humana como un proceso
abierto, no concluido o es más razonable pensar que los países desarrollados han llegado a una
especie de poshistoria, en la que nada significativamente nuevo es dable esperar? En 1989 el
norteamericano de origen japonés Francis Fukuyama Publicó un artículo que tuvo un alto
impacto especialmente fuera de los medios académicos con el título "¿El fin de la historia?"
(31) En el mismo se plantea que a lo largo del siglo XX el liberalismo contendió en la primera
guerra mundial con los restos del absolutismo todavía fuerte en Alemania y el Imperio Austro-
Húngaro, luego con el bolchevismo triunfante en Rusia en 1917, y contra el fascismo en la
segunda guerra mundial y, finalmente, con el maoísmo chino que amenazaba con la tercera
guerra mundial. Con el derrumbe de los regímenes comunistas en Europa Oriental y la Unión
Soviética, que en ese momento se insinuaba y se concretaría poco después, la democracia
liberal de estilo occidental habría quedado sin rivales a la vista y la historia política de la
humanidad habría llegado a su fin.

No habría ya, según Fukuyama, un modelo social con pretensiones de representar una forma
diferente y más avanzada de organización de la sociedad humana, aunque por mucho tiempo
podrían sobrevivir regímenes que no sean de tipo democrático-liberal. Paralelamente,
asociada a la democracia liberal, la cultura occidental de consumo -música rock,
videocaseteras y estéreos- sería la aspiración de todo el mundo, desde los campesinos chinos a
los estudiantes españoles, desde Moscú a Teherán. El ascenso del fundamentalismo religioso,
manifiesto en los años ochenta en el cristianismo, el judaísmo y, con más fuerza, en la religión
mahometana (especialmente en el caso de Irán o Argelia) y del nacionalismo y otras formas de
la conciencia étnica, serían incapaces de poner seriamente en cuestión, según Fukuyama, la
preeminencia de la democracia liberal en los estados más grandes y desarrollados del mundo.
La poshistoria en la que ya se hallarían los países democráticos y desarrollados se
caracterizaría por priorizar el desarrollo económico, el desentendimiento y la apatía política, la
construcción de riqueza material en grado acelerado y la "mercadización común" (por el
Mercado Común Europeo) de la política mundial; es decir, más centrada en la economía que
en la política. La no participación de amplios sectores en las elecciones, la crisis de
representatividad de los partidos políticos, el surgimiento de candidatos no políticos, la
importancia creciente que se le otorga a los ministros de economía en varios países
occidentales se explicaría por esta clausura de una lucha política en la que ya no hay
alternativas excluyentes, sino apenas una diferencia de matices entre candidatos, por lo
demás, muy semejantes. Esta clausura de la historia con el presunto triunfo mundial de la
democracia liberal y la cultura occidental de consumo con sus estéreos y videocaseteras, pero
también con sus serios problemas sociales como el racismo, la violencia, la marginación y la
droga, plantea también una clausura de los ideales de la modernidad, afirmando,
paradójicamente, que se han realizado, y aceptando la condición posmoderna como un estado
definitivo de la humanidad. Otros autores, como el ya citado Takeshi Umehara han polemizado
con Fukuyama señalando que al colapso del marxismo, al que considera como una rama lateral
desprendida de la modernidad, seguirá el colapso del liberalismo occidental, el tronco principal
de las ideas modernas. Con sus palabras:

"Lejos de ser la alternativa viable para ocupar el lugar del marxismo derrotado y la ideología
reinante ' al finalizar la historia, el liberalismo será la próxima pieza de dominó que caerá."(32)

Como alternativa, el pensador japonés supone que se desarrollará una sociedad humana en
armonía con la naturaleza fundada en una ética mutualista y una concepción cíclica del
tiempo, tradicional en las culturas orientales, que interpreta a la vida, la muerte y la
reencarnación como partes del mismo todo. La clausura de la historia humana o la postulación
de un carácter cíclico para la misma que la asimila a una historia natural constituyen desde
distintas ópticas posturas que impugnan las utopías y luchas por una sociedad mejor que se
habían desarrollado con la modernidad.

Otros autores, como el ya citado Takeshi Umehara han polemizado con Fukuyama señalando
que al colapso del marxismo, al que considera como una rama lateral desprendida de la
modernidad, seguirá el colapso del liberalismo occidental, el tronco principal de las ideas
modernas. Como alternativa, el pensador japonés supone que se desarrollará una sociedad
humana en armonía con la naturaleza fundada en una ética mutualista y una concepción cíclica
del tiempo, tradicional en las culturas orientales, que interpreta a la vida, la muerte y la
reencarnación como partes del mismo todo.

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