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Luis Arturo Hernández El comentario de texto del cuento más breve de las literaturas hispánicas -El di-
Pérez de Landazabal nosaurio, de Augusto Monterroso- sirve como pretexto para relativizar concep-
IB Koldo Mitxelena de tos fundamentales en la enseñanza tradicional de la literatura como son la dife-
Vitoria (Álava)
rencia entre las modalidades de verso y prosa o las características de los géneros
clásicos - narrativa, lírica, dramática-. Se propone un análisis de lo literario que
priorice en el lector la interpretación y el sentido del texto como forma de auto-
conocimiento personal- el socrático «Conócete a ti mismo»-. La reflexión se lleva
a cabo a partir de la experiencia con alumnos de 3er curso de BUP.
A Eduardo Torres
Cuan do des per tó, // el di no sáu rio // to da ví aes tá baa llí . ///
5ª (+1) 4ª 3ª 5ª 7ª (+1 )
El sujeto brilla por El enigma poético de El dinosaurio radica en cierta medida en la técnica
su ausencia del dato escondido, a saber: en descubrir cuál sea el sujeto sintáctico
del verbo despertar. De la particular interpretación de cada lector o lec-
tora dependerá llenar de contenido ese gran desconocido. ¡A saber!
Las posibles interpretaciones del texto, que deberían ser tantas
como lectores y lectoras juntos, arrojan -en el caso concreto de nuestro
alumnado de 3º de BUP-, un número reducido de respuestas:
Él -el hipotético sujeto más citado- constituye mutatis mutandis
la piedra angular de un oportuno test de detección de la discriminación
sexual de la lengua en quienes, tras mucho estrujarse el magín, acaba-
rán reconociendo que el mismo derecho a ser sujeto de una proposición
que a protagonizar un despertar le asiste a ella que a él.
El resto se distribuye entre las distintas posibilidades de ello, des-
de seres vivos no humanos o fenómenos naturales, realidades inanima-
¿El género del El uso -y abuso- indiscriminado del tuteo entre nuestro alumnado -más
dinosaurio es por desconocimiento de las circuntancias de empleo de los registros
épico, lírico o formales y tratamientos de respeto que por reacción a la discriminación
dramático? (o la social de la lengua- impidió al alumnado aventurar la posibilidad de un
degeneración de «usted» como sujeto del verbo despertar -lo que habría confirmado con
los géneros) creces los tópicos de antigüedad, conservadurismo, aburrimiento o
muermo, inmovilismo, pesadez, etc..., atribuidos a sus adultos-, dejando
por otra parte abierta una nueva hipótesis según la cual El dinosaurio
podría entenderse como un monólogo dramático de una sola línea, sin
Prehistoria del Aceptado que El dinosaurio pertenezca a un género mínimo -de una so-
dinosaurio la línea poética- a medio camino entre la sentencia o aforismo -«Hoy es
siempre todavía» (A. Machado)-, el refrán, la greguería o el poema bre-
ve -«Estos días azules y este sol de la infancia», testamento lírico de A.
Machado- convertido en uno más de los microgéneros en que se atomi-
za el corpus literario tras el big bang de la poesía, en un nuevo corpús-
culo poético inclasificable 12, el intento de establecer si su modalidad
expresiva es el verso o la prosa se revela, una vez realizada la experien-
cia, metodológicamente útil pero no prioritario desde el punto de vista
de los contenidos, pues remite al alumnado lector a los orígenes de la
lengua, a la prehistoria de la expresión poética del ser humano 13.
El suponer, por otra parte, desde la interpretación más común, que
se trataría de un cuento fantástico en el que habrían convivido dinosau-
rios y seres humanos durante una larga prehistoria ficticia que dura des-
de Hace un millón de años14, no queda en modo alguno invalidado por el
hecho de conocer la prehistoria real de la gestación de esta historia.
Una carta en la Si aceptamos que el texto literario no es, por decirlo de una forma grá-
manga fica, un cristal a través del que poder observar la vida privada del autor
o autora y asomarnos a su biografía -su historia particular-, sino un es-
pejo en que poder ver reflejada la intrahistoria de cada lector o lectora,
chez: «¿Sabes que cuando desperté todavía estaba allí este dinosaurio?».
Ernesto se quedó dormido y el otro no se levantó. Y Tito (Augusto Monte-
rroso) lo sabía, porque a él también le pasaba. La idea era que uno se
quedaba dormido, y Durand, aunque te viera dormido, no se levantaba ni
se iba a acostar, se quedaba el amigo allí, a la orilla de la cama... Ya ves,
el origen del cuento es completamente concreto, porque como Durand
era muy alto, se le decía de todas las maneras: «dinosaurio», por ejem-
plo...»
Y lo demás es silencio.
Dirección de contacto Luis Arturo Hernández . IB Koldo Mitxelena de Vitoria. Tel.: 945/28 36 00.