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PASIONES NACIONALES

ALEJANDRO GRIMSON
(compilador)

PASIONES NACIONALES
Política y cultura en Brasil y Argentina

Mirta Amati, Alejandro Grimson, Ronaldo Helal,


Gabriel Kessler, Kaori Kodama, Bernardo Lewgoy,
Silvina Merenson, Renata Oliveira Rufino,
Inés M. Pousadela y Pablo Semán

José Nun
(supervisión)
Pasiones nacionales : política y cultura en Brasil y
Argentina / compilado por Alejandro
Grimson. - 1a ed. - Buenos Aires : Edhasa, 2007.
640 p. ; 22,5x15,5 cm. (Ensayo)

ISBN 978-987-628-007-5

1. Ensayo . I. Grimson, Alejandro, comp.


CDD 379 Índice
Prólogo ................................................................................................. 9

Introducción ......................................................................................... 13

Capítulo 1. Las políticas públicas


Diseño de colección: Jordi Sábat y las matrices nacionales de cultura política .......................................... 49
Realización de cubierta: Juan Balaguer Inés M. Pousadela

Primera edición: octubre de 2007 Capítulo 2. Argentinos y brasileños frente


© Alejandro Grimson, 2007
a la representación política .................................................................... 125
© Edhasa, 2007 Inés M. Pousadela
Córdoba 744 2º C, Buenos Aires
info@edhasa.com.ar
http://www.edhasa.net Capítulo 3. ¿Cómo se dividen brasileños y argentinos?
Construcción de mapas sociales en Brasil y Argentina........................... 189
Avda. Diagonal, 519-521. 08029 Barcelona
E-mail: info@edhasa.es Pablo Semán y Silvina Merenson
http://www.edhasa.com
Capítulo 4. Principios de justicia distributiva en Argentina
ISBN: 978-987-628-007-5 y Brasil. Eficacia global, igualitarismo limitado y resignificación
de la jerarquía ....................................................................................... 211
Gabriel Kessler
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del
Copyright bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total
de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía Capítulo 5. Percepción de la historia, sentimientos
y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de ella mediante e implicación nacional en Argentina y Brasil......................................... 249
alquiler o préstamo público.
Pablo Semán y Silvina Merenson
El presente libro no implica opiniones
del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina
Capítulo 6. Intelectuales de masas y Nación
en Argentina y Brasil............................................................................. 299
Impreso por Cosmos Offset S.R.L.
Pablo Semán, Bernardo Lewgoy y Silvina Merenson
Impreso en Argentina
Capítulo 7. “Jogo Bonito” y Fútbol Criollo: la relación futbolística
Brasil-Argentina en los medios de comunicación .................................. 349
Ronaldo Helal

Capítulo 8. Telenovelas e identidad nacional: Un estudio


comparativo entre Brasil y Argentina .................................................... 387 Prólogo
Renata Oliveira Rufino

Capítulo 9. La nación escenificada por el Estado.


Una comparación de rituales patrios ..................................................... 413 José Nun
Alejandro Grimson, Mirta Amati y Kaori Kodama

Capítulo 10. Sentidos y sentimientos de la nación................................ 503


Alejandro Grimson y Mirta Amati Etimológicamente, “prólogo” significa “hablar antes”. Es el privilegio que me
han concedido –y que les agradezco– los autores del importante estudio que va
Capítulo 11. Integración, estereotipos y Mercosur ................................ 555 a leerse, a fin de que cuente cómo comenzó todo. Sucede que hace ya unos cua-
Silvina Merenson tro o cinco años que había empezado a darle vueltas a la idea que paso a ex-
plicar.
Capítulo 12. Visiones nacionales sobre la Argentina, Brasil En De la démocratie en Amérique, Alexis de Tocqueville sostuvo que las
y el Mercosur: entre los intereses y los sentimientos .............................. 583 costumbres eran “una de las grandes causas generales a las que se les puede atri-
Alejandro Grimson buir la permanencia de la república democrática en los Estados Unidos”. Y
agregaba de inmediato: “Entiendo aquí la expresión costumbres en el sentido
Bibliografía ........................................................................................... 613 que los antiguos le daban a la palabra mores: la aplico no sólo a las costumbres
propiamente dichas, que podrían ser denominadas los hábitos del corazón, si-
Agradecimientos ................................................................................... 633 no a las diferentes nociones que poseen los hombres, a las diversas opiniones
que son corrientes entre ellos, y al conjunto de las ideas mediante las cuales se
forman los hábitos del espíritu”. En una palabra –y anticipándose en un siglo
a la que se convertiría en una de las fórmulas favoritas de Antonio Gramsci–,
Tocqueville se refería así a “todo el estado moral e intelectual de un pueblo”,
sólo que ciñéndose a aquellos aspectos que resultasen favorables al “manteni-
miento de las instituciones políticas”.1
Unos ciento cincuenta años después, un equipo de investigadores esta-
dounidenses encabezado por Robert N. Bellah se propuso replicar el estudio
de Tocqueville para establecer hasta dónde conservaban o no validez sus prin-
cipales hallazgos. El trabajo demandó cinco años y su producto se ha conver-
tido en una obra de referencia indispensable que, como sus autores subrayan,
se inscribe “en el marco de una antigua discusión sobre la relación entre el ca-
rácter y la sociedad” o, mejor aun, sobre “la relación entre la vida privada y la
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vida pública”.2 (Precisamente por esto, creo que hubiera sido menos atractivo trumentos de observación y de análisis. Este programa fue consultado con co-
pero más riguroso en términos tocquevillianos que el libro se denominase legas de Brasil y presentado luego de algunas revisiones al Programa de las
Hábitos del espíritu en vez de Hábitos del corazón.)3 Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), solicitando el financiamiento
Tanto mi familiaridad con esta problemática como mis trabajos sobre necesario.
nociones afines a ella (la de Sittlichkeitt en Hegel o la de sentido común en La respuesta fue rápida y positiva, de modo que pudimos iniciar los tra-
Gramsci o en Wittgenstein) me hicieron lamentar que careciéramos en bajos en el segundo semestre de 2004, en el marco y con el apoyo de la Fun-
Argentina de un texto que pudiera servir de anclaje para una comparación dación de Altos Estudios Sociales. Sólo que, a poco andar, fui convocado
longitudinal como la realizada por Bellah y sus asociados.4 por el gobierno argentino para ocupar la Secretaría de Cultura de la
Sin embargo, a un par de años de iniciado el nuevo siglo y con un inte- Presidencia de la Nación (cargo que todavía desempeño), lo cual me inhi-
rés creciente de los gobiernos de Néstor Kirchner y de Lula da Silva por la bía de seguir dedicándome al proyecto salvo en carácter de Supervisor de su
consolidación del Mercosur y, en especial, por un afianzamiento de las rela- desarrollo y ejecución.
ciones entre Argentina y Brasil, se fue dibujando en el horizonte una pregun- Por ello puse en las hábiles manos de Alejandro Grimson la dirección
ta apasionante: ¿cuáles son los hábitos del corazón y del espíritu que predo- de los varios trabajos que, tal como él mismo relata en la Introducción a
minan en ambos países y cómo y hasta dónde pueden contribuir a que ese este libro, se llevaron a cabo tanto en Argentina como en Brasil. Se hizo un
objetivo se concrete? examen exhaustivo y crítico de la literatura relevante, se organizaron grupos
En otras palabras, descartada aquella comparación longitudinal, en es- focalizados en ambos países y se realizó un total de 240 entrevistas a “me-
te caso se volvía no sólo pertinente sino necesaria una comparación latitu- diadores socioculturales” (destaco que la obra de Bellah basó buena parte
dinal. Inspirada en premisas parecidas a las mencionadas antes, esta compa- de su análisis en 200 casos). Todos estos datos e informaciones se procesa-
ración debía ser capaz de echar luz sobre algunos aspectos medulares de los ron con el necesario rigor y en diálogo permanente con los interlocutores
modos de percibir la realidad en las dos sociedades, de ponderar su grado brasileños.
de compatibilidad y de establecer así su eventual incidencia en las relacio- Como se verá, fueron apareciendo con bastante nitidez contrastes y simi-
nes entre ellas. litudes entre Brasil y Argentina que generalmente se soslayan. Existen marca-
Hasta entonces, el eje central de los estudios sobre la región había sido das diferencias en los respectivos estilos nacionales de hacer política; son pe-
económico, con un gran énfasis en la integración industrial entre Argentina culiares de cada país los sentimientos de pertenencia a la nación; hay analogías
y Brasil durante la segunda mitad de la década de 1980, que en los años no- pero también diferencias en los sentidos que se le atribuye en cada lugar a la
venta fue desplazado por una atención casi exclusiva a los aspectos comer- idea de justicia; las categorías que los actores utilizan para definir las divisio-
ciales y financieros. Se trataba ahora de poner en la agenda cuestiones vin- nes sociales no son las mismas; y el análisis de espectáculos colectivos como el
culadas a la política y a la cultura y esto requería esa comprensión previa a deporte, los rituales patrios o las telenovelas corrobora la distancia que separa
la cual me refiero. a los hábitos del corazón y del espíritu de ambos pueblos. Por cierto, estos
Convoqué a trabajar junto conmigo a un equipo de brillantes investiga- contrastes sólo pueden ser ignorados en perjuicio de un real entendimiento
dores del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de entre los dos países.
San Martín, que yo dirigía. La ventaja agregada era que varios de ellos habí- De ahí que el producto de este considerable esfuerzo de investigación
an realizado sus postgrados en Brasil y conocían muy bien la realidad de este sea un texto de lectura imprescindible para quienes se interesen por las rela-
país, además de mantener fluidos contactos con las nuevas generaciones de ciones entre Brasil y Argentina y, en especial, para todos aquéllos que desea-
científicos sociales brasileños. mos que el Mercosur se afirme y avance de manera sustentable y equitativa.
Fue así que, en el primer semestre de 2004, diseñamos un programa bá- Desde luego, me siento íntimamente ligado al libro y a sus autores pero, al
sico de investigaciones que, siguiendo los ejemplos de Tocqueville y de Bellah mismo tiempo, las circunstancias me han colocado en una situación de rela-
y sus asociados, abordaba el tema desde distintos ángulos y con diversos ins- tiva exterioridad que me permite apreciarlo mejor y reconocer el notable
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compromiso intelectual y el talento de quienes han realizado un trabajo de
excepción que, estoy seguro, se convertirá desde ahora en un hito en la lite-
ratura comparativa.

Buenos Aires, 26 de junio de 2007


Introducción
Notas
1 Alexis de Tocqueville, De la démocratie en Amérique (París, Gallimard, 1961), I, p. 300
Alejandro Grimson*
(bastardillas agregadas). Hay traducción castellana.
2 Robert N. Bellah et ál., Habits of the Heart (Berkeley, University of California Press,

1985), p. 9. Hay traducción castellana.


3
Para una reconstrucción de las técnicas de observación utilizadas por Tocqueville, véase Un presidente, un político, un empresario, un dirigente social a veces creen
George Wilson Pierson, Tocqueville and Beaumont in America (Nueva York, Oxford University
que actúan en función de su voluntad. Reconocen limitaciones políticas y
Press, 1938). Para una revisión de las fuentes consultadas por Bellah et ál., véase Robert N.
Bellah y Richard Masden (comps.), Individualism and Commitment in American Life: Readings económicas, en el sentido de que siempre hay una relación de fuerzas y una
on the Themes of Habits of the Heart (Nueva York, Harpercollins, 1987). escasez relativa de recursos. No siempre reconocen, sin embargo, que actúan
4 Véase José Nun, La rebelión del coro. Estudios sobre la racionalidad política y el sentido co- en un campo cultural que los constituye en cuanto sujetos sociales y políticos.
mún (Buenos Aires, Nueva Visión, 1989) y “Variaciones sobre un tema de Hegel”, en José E. Este estudio pretende reconstruir algunas claves de las configuraciones cultu-
Burucúa et ál., La ética del compromiso (Buenos Aires, OSDE/Altamira, 2002), pp. 131-150. rales argentinas y brasileñas que nos permitan explicar y comprender dinámi-
cas de los actores sociopolíticos en la situación actual.
Para avanzar en proyectos de bloques regionales sólidos y sustentables re-
sulta necesario desarrollar y potenciar el conocimiento mutuo entre las socie-
dades y culturas que interactúan. Las desconfianzas, los malos entendidos, las
situaciones de incomunicación pueden surgir no sólo de intereses divergentes,
sino de dificultades reales en encontrar los modos de comprender alternativas
de convergencia. Comprender al otro, sus culturas, sus culturas políticas, sus
formas de identificación, resulta decisivo para poder avanzar en la interacción
y proyectos de integración. No sólo porque comprender a Brasil en su com-
plejidad resulta imprescindible para poder proyectar junto a Brasil, sino por-
que –como se verá en este estudio– comprender a Brasil permite observar y
considerar la sociedad argentina desde un punto de vista distinto. Al conocer
al otro podemos conocer mejor nuestra propia sociedad.
Así, desde octubre de 2004 hasta junio de 2006 realizamos una investi-
gación cualitativa amplia con el objetivo de analizar comparativamente con-
figuraciones nacionales de cultura política en la Argentina y Brasil. Anali-
zando desde la formulación de políticas públicas hasta los modos de narrar la
* Decano del Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín.

Investigador del CONICET.


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historia nacional, desde los modos de pensar el Mercosur hasta los principios Ahora bien, debe comprenderse que así como las políticas dictatoriales
de justicia distributiva, desde el fútbol y las telenovelas hasta la historia de las modularon significados y sentimientos, posteriormente esos significados y
celebraciones patrias, buscamos reconstruir concepciones del tiempo, del es- sentimientos han modulado políticas públicas y legitimidades de esas políti-
pacio, de las divisiones socioculturales, de la justicia, de las identificaciones cas. Comprender las características de los sentimientos nacionales puede ser
nacionales y del lugar de la nación en la región y en el mundo. relevante para comprender las características de las políticas que afectaron y
Al analizar comparativamente estas configuraciones nacionales sabemos afectan, entre otras, la dimensión patrimonial. Una sociedad que no siente
que enfrentamos dos riesgos, que aquí intentamos evitar. Por una parte, el ciertos objetos, recursos, instituciones o empresas como propios es menos
riesgo de miradas simplificadoras que al analizar procesos nacionales conside- proclive a conservarlos o potenciarlos. Así, observando en el largo plazo no es
ren a las naciones como homogéneas, como si dentro de un país pudiera exis- posible aseverar que los sentimientos sean consecuencia de las políticas ni vi-
tir una forma única de ver el mundo, un conjunto de prácticas características, ceversa. Más bien, es posible constatar una fuerte imbricación entre cultura y
una esencia, un ser nacional. Esto produciría resultados distorsionados y equi- política, constatación que torna sumamente extraño el grado extremo de so-
vocados que se reducirían a listar supuestas características inherentes a los bra- lapamiento que la cultura tiene aún en el análisis de los procesos políticos.
sileños o los argentinos. Por ejemplo, que unos son más fríos o calientes que Esta investigación buscó evitar el traspié de aquellos investigadores e in-
los otros, más cordiales o conflictivos, más alegres o más tristes, muchas veces telectuales críticos del nacionalismo que consideran que todos los sentidos so-
reproduciendo en un nivel analítico las representaciones sociales instituidas. ciales de lo nacional son, en última instancia, reductibles al sentido que ellos
La pregunta es por qué, siendo conscientes de este primer riesgo, a la vez mismos le adjudican: militarismo, autoritarismo, expansionismo. Ese tipo de
teórico, analítico y político, decidimos emprender esta investigación. Sucede análisis es etnocéntrico porque no logra avanzar en interrogarse acerca de los
que un segundo riesgo, tan importante como aquel, consiste en abandonar el usos y significados múltiples según los contextos, los actores y las situaciones
estudio de la relevancia efectiva de la escala nacional en la estructuración de históricas. Ese razonamiento presupone que toda forma de particularismo es
representaciones, valores y prácticas. Se trata de la equivocación, tan habitual, necesariamente y en todas las circunstancias (o sea, esencialmente) riesgosa
de creer que porque la nación es construida, histórica, cambiante, no es po- para los postulados universalistas. Postula, de maneras a veces ocultas, que el
derosa y estructurante. Nada hay fuera de la historia: los procesos sociales y lugar de los intelectuales se opone al de los actores sociales como la claridad a
culturales cambian a través del tiempo. A la vez, la historia produce efectos, la confusión, como el saber a la ignorancia, como la racionalidad a la irracio-
modulaciones. Entre un cambio y otro no sólo hay procesos sociales muy rea- nalidad. Nunca asume un presupuesto básico de la investigación social: que las
les. Hay sedimentaciones. De hecho, los propios cambios pueden tener carac- ideas ético-políticas pueden ser ampliadas, revisadas y sofisticadas a partir de la
terísticas recurrentes a través del tiempo. comprensión de los fenómenos socioculturales y que una dimensión básica de
Un ejemplo: la visión que prevalece en Brasil y en la Argentina sobre sus esa tarea radica justamente en la comprensión de la historicidad y racionalidad
respectivos símbolos nacionales es completamente diferente (véase Capítulo de puntos de vista diferentes del que nos constituía a nosotros mismos.
10). Mientras en Brasil hay una mayor identificación con la bandera nacional,
en la Argentina predominan los sentimientos contradictorios ya que se recuer-
da más a menudo que en Brasil el uso político que los militares hicieron de esos Tres perspectivas sobre la nación1
símbolos. Si deseamos comprender las razones de esa diferencia debemos co-
menzar por aceptar que ésta existe. No es una diferencia entre esencias nacio- Esquemáticamente, puede afirmarse que hay tres perspectivas teóricas para
nales, obedece al proceso histórico. Los modos en que se estructuró la relación abordar la cuestión nacional. La primera, habitualmente denominada primor-
Estado-sociedad civil en cada país durante las últimas dictaduras militares fue- dialista o esencialista, presupone la coincidencia entre nación, cultura, iden-
ron muy distintos. También lo fue la experiencia social que resultó de esos pro- tidad y territorio (efectivo o reclamado), así como un Estado (existente o de-
cesos. Entre diversos aspectos, eso se expresa en los significados sociales de los seado). Esta perspectiva considera que las naciones existen por hechos
símbolos nacionales. objetivos: se trataría de una comunidad que comparte una lengua, una reli-
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gión, una forma de ser, cierto origen étnico, un sistema de gobierno o, al me- ción, nuestra propia investigación y las anotaciones que realizamos a conti-
nos, algunos de estos aspectos. Ciertamente, esta perspectiva enfatiza la su- nuación.
puesta homogeneidad cultural de los miembros de la nación y, en su versión Las ciencias sociales siempre han trabajado con diferentes escalas de aná-
extrema, postula la existencia de una personalidad nacional, un ser nacional. lisis: local, nacional, regional, mundial. Sin embargo, hasta hace pocas déca-
La segunda perspectiva, constructivista, critica la idea de que las nacio- das la producción que analizaba la estructura social, el sistema político o las
nes expresen la existencia previa de rasgos culturales objetivos y afirma que la tendencias culturales en una escala nacional, la asumía como naturalizada, ta-
comunidad es básicamente imaginada, resultado de un proceso histórico ken for granted. Con las transformaciones globales esa escala dejó de conside-
complejo en el que intervienen diferentes actores, básicamente el Estado. Allí rarse autoevidente para el análisis y crecientemente fue problematizada.
donde un esencialista cree que los Estados expresan la existencia previa de na- Muchas veces fue cuestionada la posibilidad de realizar estudios en esa escala,
ciones, los constructivistas muestran empíricamente que las naciones fueron ya sea porque nada escaparía a la situacionalidad del estudio de caso, ya sea
construidas por Estados a través de diferentes dispositivos que incluyen la porque la escala regional o global se impondría ahora como segunda natura-
educación, los símbolos nacionales, los mapas, los censos, los mitos, los ritua- leza. Así, en unas dos décadas hemos pasado de un concepto generalmente na-
les y el establecimiento de derechos. turalizado de la nación y de una noción esencializada de la cultura nacional,
Una tercera perspectiva se hizo necesaria porque, asumiendo varios pre- a la idea de que las naciones prácticamente han desparecido y que las cultu-
supuestos constructivistas, son demasiadas las preguntas que permanecen sin ras nacionales son meros inventos de gobiernos y Estados que crean “falsas
respuesta y también las preguntas que el propio constructivismo no formula. conciencias”.
Esta tercera perspectiva interviene en el debate acerca de si las naciones com-
parten o no aspectos culturales planteando que, como consecuencia de comple-
jos procesos históricos, se han edificado parámetros culturales que lejos están Cultura y nación
de ser exclusivamente imaginados. En muchos países (y esto es muy variable
entre países) se comparten experiencias históricas configurativas que han se- Los debates sobre la nación han sido prolíficos y hay demasiadas revisiones
dimentado, traduciéndose en que la diversidad y la desigualdad se articulen como para proponer aquí una adicional. Desde los años treinta la antropolo-
en modos de imaginación, cognición, sentimiento y prácticas que presentan gía comenzó a estudiar las naciones y, en un inicio, postuló la idea de las per-
elementos comunes. En sus primeros delineamientos, esta tercera perspectiva, sonalidades nacionales o el carácter nacional. En ese primer intento de la an-
que podemos denominar experiencialista, coincide con los constructivistas tropología por transformar a las naciones en objetos de análisis “las fronteras
cuando afirman que una identificación nacional es el resultado de un proceso entre países fueron traducidas en términos culturales y las fronteras culturales
histórico y político, contingente como tal. Pero se diferencia porque enfatiza definidas en términos nacionales, delineando, así, los límites de las nuevas
la sedimentación de esos procesos en la configuración de dispositivos cultura- unidades de análisis” (Goldman y Neiburg, 1998:108). En Patterns of Culture
les y políticos relevantes. No se trata, desde este punto de vista, de procesos Ruth Benedict sostenía que cada cultura conformaba un estilo específico,
simbólicos resultado de fuerzas simbólicas, sino de lo vivido históricamente aunque estuviera formada por fragmentos de orígenes diversos. Ese estilo la
en el “proceso social total” (Williams, 1980). unificaba como totalidad sintética y la distinguía de otras unidades culturales.
Esta tercera perspectiva, como se verá, requiere ser construida y recons- Las críticas a una conceptualización de ese tipo fueron inmediatas.
truida a partir de intervenciones teóricas a veces olvidadas. Se trata de una ta- Contra los riesgos de reificación la única alternativa era recuperar la perspec-
rea apremiante porque en pocos años los análisis se han desplazado de la natu- tiva histórica, presente en Boas. Contra los riesgos de equiparar cultura con
ralización de la perspectiva esencialista a la instauración de un constructivismo homogeneidad, Bateson realizó una temprana y sofisticada intervención. En
extremo y superficial. Los contrastes entre esencialismo, constructivismo y ex- un artículo de 1942, en respuesta a las acusaciones de esencialismo culturalis-
periencialismo pueden ser a veces demasiado esquemáticos, pero sin duda ta que se imputaban a estos estudios, Bateson (1976a) afirmaba que no se trata
ayudarán al lector a comprender mejor algunos problemas de conceptualiza- de establecer uniformidades nacionales, sino ciertas regularidades. Esas regula-
18 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 19
ridades no refieren a patrones de conducta iguales para todos los miembros de La imaginación de la pertenencia es constitutiva de todo proceso de iden-
una sociedad, sino al carácter relacional (complementario) de las diversas con- tificación. Por ello, la imaginación de la pertenencia no podría ser falsa, ya
ductas de los diferentes miembros. Además, el hecho de que los “caracteres que es muy real, efectiva y poderosa. No se trata, claro está, de iniciar aquí un
nacionales” (en plural) sean construidos no implica que no terminen marcan- debate acerca de la relación entre lo real y lo imaginario, sino de comprender
do diferencias culturales. que los procesos de fabricación de naciones fueron “procesos sociales totales”
Goldman y Neiburg plantean las disyuntivas actuales del debate sobre (Williams, 1983) en el sentido de que lo material y lo simbólico se encuen-
la existencia del carácter nacional y sostienen que “si el ‘carácter nacional’ es tran profundamente imbricados. Es sobre la base de la creencia en una perte-
el resultado de un proceso de producción y objetivación involucrando al mis- nencia que se establecen derechos y deberes muy concretos, así como es a par-
mo tiempo relaciones sociales, estrategias políticas y discursos teóricos, eso tir de esa creencia que se constituyen voluntades. Las personas van a la guerra
no significa –bien por el contrario– que no sea nada” (ídem:132). Así, con- y hacen revoluciones.
cluyen que aquellos estudios fueron un ejemplo de cómo se pueden estudiar El giro teórico constructivista implicó una transformación radical de los
temas centrales de nuestra sociedad en la medida en que se eviten dos equi- modos de comprender a la nación y a los nacionalismos. La nación fue des-
vocaciones: “Convertirse irreflexivamente en un foco más de producción de naturalizada, abandonando las definiciones de la nación en función de rasgos
representaciones colectivas o, bajo el pretexto de permanecer libre de toda objetivos. El constructivismo concentró su trabajo en los mecanismos a través
contaminación ideológica, perder el contacto con las propias representacio- de los cuales desde las elites o desde el Estado se planificó y se llevó a cabo esa
nes que circulan en esa sociedad” (134). El riesgo de que el cientista social se fabricación de la nación. Sin embargo, no siempre prestó igual atención, co-
convierta en un productor de identificaciones nacionales comienza por asu- mo sí lo hace el constructivismo epistemológico, a las condiciones sociales en
mir a la “nación” como unidad natural de estudio y presuponer que las rela- las cuales esos procesos fueron o no exitosos y en qué grado. “Símbolos, ale-
ciones entre sociedades nacionales son siempre relaciones entre culturas na- gorías, mitos sólo crean raíces cuando hay terreno social y cultural en el cual
cionales. se alimenten. En la ausencia de esa base, la tentativa de crearlos, de manipu-
Por esto último, las conceptualizaciones de la nación como “cultura ob- larlos, de utilizarlos como elemento de legitimación, cae en el vacío, cuando
jetiva y homogéneamente compartida” han sido ampliamente criticadas en las no en el ridículo” (Carvalho, 1990:89).
ciencias sociales y las humanidades. La nación se reveló, especialmente en el ¿Acaso todos los países tienen identificaciones nacionales extendidas en
trabajo de los historiadores y de los antropólogos, como “artefacto”, “cons- el conjunto de la población, con igual intensidad, pasión o capacidad de mo-
trucción”, muchas de cuyas tradiciones fueron inventadas o creadas como par- vilización? Desde ya que no. Hay países con sentimientos de pertenencia ex-
te de la legitimación de la propia idea del Estado como agente de soberanía. tendidos e intensos, mientras en otros esa pertenencia es discutida y se encuen-
Dentro de ese marco constructivista, sin embargo, hay notorias diferen- tra en el centro del conflicto político. ¿Esas diferencias pueden adjudicarse
cias. Mientras Gellner (1991) considera que las naciones son invenciones en sólo o principalmente a las acciones políticas de construcción de la nación?
el sentido de que son falsas y Hobsbawm prefiere distinguir las “comunidades Desde ya que no. Ciertamente hubo proyectos estatales y nacionales muy dis-
reales” de las “comunidades imaginadas” (1991:55), Anderson (1993) postu- tintos, concepciones contrastantes de la membresía y la ciudadanía. Pero tam-
ló que “todas las comunidades mayores que las aldeas primordiales de contac- bién hay países en los cuales sólo se habla una lengua y otros en los que se ha-
to directo (y quizás incluso estas) son imaginadas” y que “las comunidades no blan varias decenas; países con numerosas minorías religiosas y países sin
deben distinguirse por su falsedad o legitimidad, sino por el estilo con el que divisiones tajantes en ese plano; hay países que son poco más que una ciudad
son imaginadas” (24). Imaginación y creación desde este punto de vista no y países con amplios sectores de la población distantes a miles de kilómetros
tienen relación alguna con la verdad o la falsedad. Ahora, la ambivalencia an- de los grandes centros urbanos; así podríamos continuar. Las múltiples dife-
dersoniana sobre si exceptuar o no a las aldeas de contacto directo (y se po- rencias de este tipo no pueden ni deben menospreciarse.
dría agregar a otros grupos equiparables en el sentido del conocimiento mu- La irreductible diversidad de procesos nacionales se encuentra lejos de
tuo), da cuenta de una indecisión teórica. haber sido abordada a partir de los consensos teóricos de la comunidad ima-
20 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 21
ginada. Chiaramonte ha realizado importantes investigaciones sobre fueran entidades puras traducibles en la celebrable “participación social” ver-
Argentina e Iberoamérica, que cuestionan afirmaciones empíricas e interpre- sus el condenable “exclusivismo parroquial”.
tativas de Anderson, especialmente acerca de que en el proceso de las inde- Además, la dimensión identitaria es sólo un aspecto (por cierto crucial)
pendencias se combinaban identificaciones americanas con otras locales, en- de los procesos nacionales. La sedimentación cultural y política de esas cons-
tre las cuales no existían identificaciones nacionales. El nacionalismo, dice trucciones se traduce en la estructuración de principios sociológicos, en la
Chiaramonte, es “fruto y no causa del proceso de Independencia” (2004:164). modulación de prácticas sociales y políticas. Puede discutirse si conviene con-
Por su parte, Halperín Donghi sostiene que los procesos posteriores a 1810 ceptualizar esa sedimentación como habitus nacional (Elías, 1997). Pero re-
en la América española son muy distintos a las referencias que hace Anderson sulta necesario reconocer que la potencia estructuradora de lo nacional en
sobre los mismos, e incluso plantea que la perspectiva de Anderson tiene po- muchos países constituye un espacio desde el cual significar la llamada globa-
co para ser aplicado productivamente al análisis de esa región. Sin embargo, lización y definir modos de acción en ella, espacio cuyas fronteras no han des-
Halperín Donghi afirma que en la historia y en otras disciplinas encontrar las parecido por la transnacionalización.
preguntas correctas no es menos importante que encontrar las respuestas co- Cada nación y cada categoría de identificación es una construcción histó-
rrectas y que Anderson ha propuesto una nueva forma de plantear las pregun- rica. Pero invenciones, creaciones, construcciones hay constantemente.
tas básicas sobre la nación y el nacionalismo (2003: 33). Pequeñas o grandes ideas imperialistas, antiimperialistas, secesionistas, autono-
Por otra parte, los estudios subalternos y poscoloniales han desarrollado mistas, xenófobas, tradicionalistas recorren las sociedades. Sólo una pequeña
un intenso diálogo crítico respecto de los planteos de Anderson, dando cuen- porción de todas esas ideas y proyectos consigue efectivamente realizarse, ins-
ta de la inestabilidad de las construcciones nacionales, de la heterogeneidad y tituirse como sentido común. Además, actualmente resulta necesario estudiar
colocando en cuestión las implicancias del término “imaginación”. En sus di- sistemáticamente crisis y fisuras en esos procesos de legitimación nacional.
ferentes trabajos aparecen con potencia los análisis acerca de las relaciones en- Un programa de investigación que busque demostrar que las naciones
tre los distintos sectores sociales y los distintos nacionalismos, desde las ten- son construcciones sociales nace agotado desde el inicio, ya que no hay pro-
siones y articulaciones entre las políticas de las elites indias con los cesos sociales que no sean construidos. El desafío consiste en formular otros
movimientos campesinos, hasta los contrastes entre nacionalismos subalter- interrogantes acerca de motivos del éxito o del fracaso de esas construcciones,
nos y nacionalismos de las elites. Chatterjee (1986 y 1993) argumentó que no de sus consecuencias culturales, imaginarias, prácticas, de su capacidad o in-
hay un carácter modular y homogéneo de los fenómenos nacionales que pue- capacidad para modular la vida social y política.
da aplicarse a todos los países a partir de la emergencia de los Estados nacio- Si se comparan países latinoamericanos (prácticamente ausentes en el
nales en Europa.2 Chakrabarty mostró los límites heurísticos y políticos de mainstream del constructivismo histórico) puede constatarse que los procesos
una noción puramente mentalista de imaginación, planteando la necesidad de ciudadanización, territorialización, escolarización, incorporación de la di-
de enfatizar la historia de las prácticas que constituyen nociones identitarias. versidad étnica y conformación de identificaciones nacionales extendidas han
Chakrabarty muestra que los campesinos utilizaban expresiones sobre la na- sido sumamente variables. Hay países donde el conjunto de la población se
ción india haciendo referencia a “prácticas sedimentadas en el lenguaje mis- identifica en términos nacionales (además de en otros términos), hay países
mo” (2000:117). donde la identificación nacional es considerada por sectores relevantes una ca-
Estos diferentes modos de pensar y sentir la nación entre sectores socia- tegoría colonial, hay países donde es considerada una herramienta de ciuda-
les distintos es clave, ya que como identificaciones sociales las naciones son danía. Además, ha habido significativos cambios a través del tiempo, no sólo
“categorías de la práctica”. Por lo tanto necesitamos comprender los usos prác- en términos de mayor o menor expansión de la identificación nacional, sino en
ticos de la categoría nación por parte de actores sociales específicos (Brubaker, los sentidos sociopolíticos que adquirió en cada contexto nacional.
1996). Un obstáculo para esa tarea es comenzar por clasificaciones definidas Por eso, hay un arduo trabajo de investigación aún por realizar y este li-
acerca del “buen” y “mal” nacionalismo, tal como Calhoum (1997) señala que bro pretende hacer aportes en ese camino. El punto de partida consiste en
se realiza habitualmente entre el nacionalismo “cívico” y el “étnico”, como si asumir que desde el acto de desnaturalización de las tradiciones que repone su
22 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 23
carácter de creación social contingente hay un extenso recorrido hasta alcan- Implicancias ético-políticas de las conceptualizaciones
zar la levedad de la afirmación de que todo es inventado (como si cada descu-
brimiento del agua tibia mereciera ser celebrado). En el mundo de lo huma- Ciertas vertientes del constructivismo fueron anudándose con las percepcio-
no, efectivamente, todo es inventado. Cada categoría e idea es una creación nes cada vez más homogéneas del nacionalismo como algo dañino, idiotizan-
humana. Ahora, para comprender configuraciones de cultura política la pre- te, belicista, totalitario, represivo. Como señala Chatterjee, la exotización del
gunta es por qué algunos de esos inventos generan legitimidad política y mo- nacionalismo como un fenómeno de cierto fervor anticolonial localizado en
vilizan sentimientos de multitudes, y otros en cambio resultan socialmente África o Asia, o como un fenómeno de furiosas guerras étnicas, su provincia-
irrelevantes. lización como historias locales desconectadas de problemas globales o los en-
Desde nuestra perspectiva, la alternativa teórica más sólida frente al in- foques conspirativos que anulan los aspectos y movimientos de emancipación
vencionismo ingenuo es la propuesta de Norbert Elías. Las perspectivas pos- por el análisis exclusivo de manipulaciones, intereses privados o acuerdos se-
modernas preguntan reiteradamente: ¿acaso es esto homogéneo?, ¿acaso todos cretos de cúpulas, han socavado aquella parte del legado del nacionalismo vin-
los alemanes, argentinos o brasileños son iguales? Obviamente, conocen la culado a la libertad, la igualdad, la autodeterminación. El nacionalismo es vis-
respuesta, pero lo importante es jamás generalizar. Elías revierte el abordaje y to como una fuerza oscura e impredecible que amenaza la calma ordenada de
postula que lo relevante es definir sociogenéticamente los núcleos culturales e la vida civilizada. Al igual que las “drogas, el terrorismo y la inmigración es
ideológicos de una sociedad. Núcleos históricamente determinados y deter- uno de los productos del Tercer Mundo que disgusta a Occidente pero que
minantes. Los matices entre “los alemanes” son muy reales, pero no han sido éste no tiene el poder suficiente para impedir” (1993: 4).
relevantes en relación a la Segunda Guerra si se considera empíricamente el En algunos países latinoamericanos, donde las identificaciones naciona-
proceso histórico. En ese sentido, podríamos decir que la pregunta no debe- les han sido ampliamente utilizadas por sectores totalitarios y el nacionalismo
ría ser si “todos los alemanes son iguales” (ya que es evidente que no), sino si es socialmente relacionado principalmente con homogeneización, autoritaris-
lo constitutivo de un proceso histórico tal como se desarrolló de manera efec- mo y represión política, se desarrolló una interpretación peculiar de las ver-
tiva fueron esas diferencias o los núcleos culturales e ideológicos. tientes constructivistas. Según esta interpretación, las identificaciones nacio-
El caso alemán quizá sea un caso extremo donde resulta evidente que una nales no tendrían caracteres polisémicos y contradictorios, implicando de
“cultura nacional” fue determinante, no en el sentido simplista de “ser causa”, manera intrincada ciudadanía y exigencia de sumisión, a la vez habilitando
sino en el sentido de delimitar un campo de posibilidades y ejercer presiones disputas por autodeterminación y ofrendando a las elites mecanismos de clau-
en una dirección. La cuestión central que Elías se propuso investigar es “có- sura y represión material y simbólica. En esa interpretación, nación es siem-
mo los destinos de una nación a lo largo de lo los siglos devienen sedimenta- pre potencialmente nacionalismo y nacionalismo es siempre una visión parro-
dos en el habitus de sus miembros individuales” (30). Elías afirma que las ex- quial, autoritaria e irracional del mundo.
periencias pasadas influyen de manera decisiva en el desarrollo de una nación ¿Cómo concebir entonces la tarea de las ciencias sociales? La ficción que
y muestra que las características del habitus, la idiosincracia, la personalidad, el Estado edificó acerca de la comunidad nacional debe ser socavada y recons-
la estructura social y el comportamiento de los alemanes se combinaron para truida para poder fundar democracias sólidas, proclives a la pluralidad y la di-
producir el ascenso de Hitler y el genocidio nazi. La ascensión de un movi- versidad. Así, el debate teórico se imbricó con perspectivas ético-políticas.
miento como el nacionalsocialismo no era necesaria e inevitable partiendo de Como la Argentina es un caso extremo de utilización totalitaria de los símbo-
la tradición nacional alemana. Sin embargo, era ciertamente uno de los posi- los nacionales por parte de la dictadura militar, también ha sido un caso ex-
bles desarrollos implícitos en esa tradición (Elías, 1997: 294). De manera aná- tremo de la corriente que teórica, empírica y políticamente se abocó a decons-
loga, es necesario comprender que cada uno de los núcleos que podamos truir lo nacional.
encontrar actualmente en las sociedades argentinas y brasileñas no fue inevi- ¿Acaso no se trata de un objetivo prioritario revelar la contingencia de la
table, pero constituye una consecuencia de una cierta historia y una cierta tra- construcción de lo nacional? Muchas veces sucede que esa “revelación” es con-
dición. cebida como denuncia y como concientización, creyendo que al reponer los
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procesos de fabricación pueden apuntalarse universalismos humanistas. Des- dilemas se complican aún más cuando asumimos que “cultura” e “identidad”
de nuestra perspectiva teórica, no se trata de revelar, sino de comprender. son ellos mismos conceptos polémicos. Este libro expresa los resultados de
Comprender a la vez los sentidos de la nación para diversos sectores sociales y nuestras investigaciones sobre Brasil y Argentina y, por lo tanto, sólo podre-
comprender la sedimentación de los procesos de construcción en el funciona- mos aquí aclarar las maneras en que hemos concebido estos términos, dejan-
miento de configuraciones nacionales. Desde nuestra perspectiva ético-políti- do para otra oportunidad el tratamiento de estas cuestiones en su estatuto
ca, no se trata de socavar, sino de estudiar críticamente la ambivalencia cons- conceptual específico.
titutiva del fenómeno nacional. Para comenzar, señalemos esquemáticamente que en diferentes perspec-
¿Por qué ambivalencia ético-política? La apelación a la nación ha resulta- tivas esencialistas la nación es cultura, en un sentido romántico, es decir, que
do decisiva para la Revolución Francesa y para el nazismo. Como ha señala- cada pueblo y cada nación tienen una cultura propia. En diferentes perspec-
do Todorov (1991), hay un sentido interior de la nación que la identifica con tivas constructivistas la nación es básicamente una identidad, en un sentido a
el pueblo en oposición al Estado o al tirano. Al mismo tiempo, hay un sentido la vez afectivo e instrumental. Es decir que cada pueblo es constituido como
exterior de la nación que Todorov identifica con la vocación imperial o colonial, nación por el Estado y, a pesar de su diversidad más o menos reconocida se-
es una oposición a otra nación o, al menos, a otro pueblo. Ciertamente, en gún las definiciones oficiales, se imagina como uno, como totalidad.
países del llamado Tercer Mundo existen otros sentidos exteriores de la na- No genera mayor debate si en una de sus dimensiones la nación es una
ción. Uno es la oposición y competencia con los países vecinos que, tenga o categoría de identificación, como la clase, el género, la etnicidad.3 Ha habido
no visos de colonialidad, tiene fuertes semejanzas con esta lógica. Otro es la sí una explosión de los discursos acerca de la multiplicidad de las formas de
demarcación de su soberanía frente a países centrales, soberanía que constitu- identificación, de los procesos de fragmentación y tribalización. Un error fre-
ye una condición necesaria –aunque en absoluto suficiente– de cualquier de- cuente consiste en equiparar a todas las categorías de identificación. Ante la
mocracia efectiva. El gobierno de un pueblo o de una comunidad de ciuda- pregunta acerca de cómo se identifica a sí misma, una persona podrá respon-
danos presupone su soberanía. der con el género, la etnicidad, la nacionalidad, la clase, el equipo de fútbol,
En otras palabras, reafirmamos los entrecruzamientos entre modos de el barrio, el tipo de música que escucha, la generación, la ideología o cualquier
conceptualizar la nación, los programas de investigación y las definiciones éti- otra categoría. Esto se vincula tanto a contextos sociales específicos como a re-
co-políticas. En ese sentido, presuponer la ambivalencia ético-política de la levancia subjetiva de cada dimensión para distintas personas. Hay sólo una
nación es justamente lo que hace indispensable la comprensión de la multi- cuestión que no resulta equiparable y que toda persona que conozca la idea de
plicidad de fenómenos. A la vez, desde nuestra perspectiva, avanzar en ese ca- nación la tiene muy presente. De todas las categorías mencionadas, sólo la na-
mino exige pensar otros modos de conceptualización de los procesos naciona- ción alude a un Estado existente o postulado, y por lo tanto refiere a sobera-
les, que busquen apartarse del viejo esencialismo y que, capitalizando los nía, institucionalidad, leyes y derechos. En la multiplicidad de identificaciones
aportes de los últimos años, escape a las trampas del constructivismo. En la del mundo contemporáneo las equivalencias no son plenas. Algunas categorí-
fase actual de nuestras investigaciones sólo estamos en condiciones de ofrecer as tienen una efectividad jurídica y política muy distinta de las otras. Y, por ello
indicaciones muy generales de nuestra perspectiva, ideas que han estado en la mismo, en ciertos contextos adquieren un alto poder de clausura semiótica.
base de este libro y han sido reelaboradas en el desarrollo de la investigación. Ahora, la idea de “cultura nacional” es profundamente polémica. El pro-
blema teórico más relevante de esa noción se encuentra sobre todo en el tér-
mino “cultura” si éste es comprendido como un conjunto homogéneo de per-
¿La nación es cultura o identidad? sonas que tienen creencias y costumbres uniformes contrastantes con otros
grupos también uniformes. Pero creemos que descartar la noción de cultura
Una dimensión relevante del debate teórico se refiere a la disyuntiva acerca de por esos problemas teóricos y políticos es un grave error. Lo que es necesario
si la nación es básicamente una cultura o una identidad, en el sentido antes es una noción histórica, procesual, política, relacional, flexible de la cultura y
referido acerca de si hay dimensiones objetivas o subjetivas de la nación. Esos las culturas (Ortner, 1999 y 2005; Grimson y Semán, 2005).
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Si bien todos los miembros de un grupo social no tienen prácticas cotidia- lógicas con sus contrincantes o, incluso, que reclaman que un abismo entre
nas idénticas, también es cierto que las reglas matrimoniales, los relatos míticos, dos “culturas políticas” los separa de manera irreductible.
los rituales alimenticios, las formas de vestimenta, las lenguas, las reglas comu- Para enfatizar este sentido de marco compartido por actores enfrentados
nicativas y cualquier otro elemento cultural no están aleatoriamente distribui- o distintos, de articulación compleja de espacios sociales heterogéneos, utili-
dos entre los seres humanos (Brumann, 1999). Es necesaria una noción de cul- zaremos la noción de configuración de cultura política nacional. Si lo nacio-
tura que pueda problematizar aquello que antes tendía a darse por supuesto, nal es un proceso histórico configurado a través de procesos políticos que son
como la homogeneidad y la territorialidad. Pero sobre todo resulta imprescin- vividos de maneras diversas y desiguales por una población, de ello se sigue
dible reintroducir en el centro de la cuestión de la “cultura” la cuestión del po- que entre los países hay grados de configuración sumamente disímiles de esa
der. Cuando el análisis cultural se vincula a las dimensiones históricas y socio- dimensión nacional. En países donde, entre otras variables, el Estado o movi-
políticas, es siempre un análisis de lucha y de cambio, un análisis en el cual los mientos de alcance nacional casi no han existido podemos encontrar que la
agentes se sitúan de maneras diferentes respecto al poder y tienen intenciones configuración nacional es débil. En otros países, con fuertes actores políticos,
distintas (Ortner, 1999). Al introducir el poder, la historicidad y los agencia- puede haber habido procesos de estructuración muy definidos de una dimen-
mientos, se reducen notablemente los riesgos de reificación y sustancialización. sión nacional. Esto implica que si la noción de configuración nacional puede
Desde esa perspectiva, como señala Ortner (1999), “cultura” significa la hacer algún trabajo, se trata de un trabajo desigual entre países y entre fenó-
comprensión del “mundo imaginativo” dentro del cual los actores operan, las menos sociales que pueden analizarse.
formas de poder y agencia que son capaces de construir, los tipos de deseos Creemos que es necesario considerar a la nación como cultura y como
que son capaces de crear. Cultura, dice Ortner, es tanto la base de la acción identificación, distinguiendo con precisión cuándo se utiliza el concepto en
como aquello que la acción arriesga. La gente siempre busca hacer sentido de uno u otro sentido. Por una parte, la nación es un modo específico de iden-
sus vidas, siempre fabrica tramas de significados y lo hace de maneras diver- tificación, una categoría –como otras– con la cual un colectivo de personas
sas. La cuestión de la fabricación de significados es central para el análisis del puede considerarse afiliada y desarrollar diferentes sentimientos de pertenen-
poder y sus efectos, justamente porque la identidad “integra” allí donde la cul- cia (Brubaker y Cooper, 1997). Por otra parte, la nación es un espacio de diá-
tura, más que un sistema integrado, es una combinación peculiar. logo y disputa de actores sociales (lo que Geertz llama el país), un campo de
Las relaciones entre cultura y política fueron pensadas de modos diver- interlocución, una configuración en la cual diversos actores y elementos se ar-
sos. Por ejemplo, hay una idea dimensional acerca de “luchas económicas”, ticulan de manera compleja y cambiante (Segato, 1998; Grimson, 2000).
“políticas”, “ideológicas”, a la cual se agregan las “culturales”. Así, también se
considera que hay distintos tipos de políticas públicas, entre las cuales se en-
cuentran las muchas veces olvidadas políticas culturales. La manera en que Configuraciones nacionales
utilizamos aquí la relación entre cultura y política es bastante específica. El
enfrentamiento, abierto o sutil, no es necesariamente entre una cultura oficial Ambas acepciones de la nación se distinguen claramente del Estado como
y la cultura asistemática de los grupos subalternos. Entendemos que la cultu- aparato institucional y, a su vez, cambian en el tiempo a través de lógicas di-
ra se encuentra en la base del conflicto político en el sentido de que se refie- ferentes. Los Estados podrán debilitarse o fortalecerse en función de opciones
re a los modos peculiares, contingentes, históricos, en que los actores se en- políticas. Concepciones y políticas desarrollistas, asistencialistas o neolibera-
frentan, se alían o negocian. Por lo tanto, diferentes actores que participan de les tienen incidencia directa en ello. La intensidad y el sentido de las identifi-
una disputa pueden insertar sus acciones en una lógica de la interacción y la caciones nacionales pueden variar rápidamente como consecuencia de proce-
confrontación compartida. De este modo, pueden pertenecer al menos par- sos históricos muy específicos. Una crisis económica, una invasión, una
cialmente a mundos imaginativos similares. En este sentido, cultura no sólo derrota bélica, una catástrofe natural, un fracaso o un éxito político pueden
sirve para contrastar, sino también para intentar vislumbrar si hay algo com- tener fuerte incidencia. Un apasionado y soberbio orgullo nacional puede de-
partido entre actores aparentemente disímiles, que afirman diferencias ideo- venir en una sensación modesta y angustiante, cuando no vergonzante; un
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sentimiento de pertenencia a una comunidad puede convertirse en moviliza- que un grupo le adjudica a un evento, a un personaje, a un territorio tiene sig-
ción nacionalista, en furia, indignación o xenofobia. nificación clara e inmediata para sus adversarios. Las significaciones podrán
Si bien esos cambios pueden ser lentos o veloces, articulados o disrupti- ser opuestas, divergentes o consensuales. Pero son mutuamente inteligibles o,
vos, generalmente su lógica se inscribe en procesos históricos de más largo pla- al menos, tienen significados opuestos, complementarios. Significados que,
zo. Cuando se comparan Brasil y la Argentina en la larga duración llama la desde el punto de vista de cada uno, “tienen sentido”, pueden ser inscriptos
atención la persistencia del predominio de una lógica de la continuidad en en una lógica, una forma, adjudicados a una identidad.
Brasil y de la discontinuidad en la Argentina (véanse Capítulo 1 y Capítulo Postular que hay configuraciones nacionales sedimentadas históricamen-
10). De manera análoga, no se trata de que no haya divisiones y conflictos en te implica concebir intersecciones entre representaciones y prácticas en esca-
los países, sino de que esas divisiones y conflictos también tienen lógicas es- las micro y macro, en la vida cotidiana y en funcionamientos institucionales.
pecíficas (véase Capítulos 2 y 3). Justamente, el desafío consiste en constatar si los “hábitos del corazón” (de los
Las configuraciones nacionales han sedimentado a través de experiencias que hablaba Tocqueville) que pueden hacerse presentes en relaciones cotidia-
históricas y están sujetas a cambios más lentos que los Estados y los sentimien- nas tienen o no vínculo con procesos institucionales y macropolíticos. Es de-
tos de pertenencia. La sedimentación de los procesos históricos no conforma cir, si hay una imbricación entre esos “hábitos del corazón”, la configuración
un único “carácter nacional” (como se creía en los años treinta y cuarenta), de culturas políticas específicas y los estilos nacionales de hacer política (véa-
pero en muchos países ha generado un espacio social donde efectivamente se Capítulo 1).
una sociedad comparte concepciones del tiempo, el espacio, la persona, las Hay cuatro elementos constitutivos de una configuración nacional que
instituciones, formas de relacionarse, de desarrollar y dirimir conflictos, entre es necesario distinguir. En primer lugar, las configuraciones nacionales son
muchos otros aspectos. campos de posibilidad. Es decir, aunque cierto tipo de imaginarios, represen-
Pensar en configuraciones nacionales permite considerar los efectos de taciones o prácticas no sean “compartidos”, encontraremos ciertas ideas, ins-
unificación de horizontes y tramas de acción social que han impuesto los tituciones y prácticas posibles en un país e imposibles en el otro, incluso si allí
Estados, los movimientos nacionales, las oposiciones internacionales y las com- donde son posibles no son compartidas. En un espacio nacional, como en
petencias entre Estados nacionales. Esos horizontes nacionales son un plano de cualquier espacio social hay representaciones, prácticas e instituciones que son
inscripción de las divisiones sociales, culturales o políticas. Por eso, una confi- posibles (aunque no sean mayoritarias); hay representaciones, prácticas e ins-
guración nacional no sólo habla de cómo se unifica una nación sino también tituciones que son imposibles; hay representaciones, prácticas e instituciones
de su peculiar forma de dividirse, singularidad que sólo es posible reconocer que se convirtieron en hegemónicas.
cuando esos procesos nacionales se examinan comparativamente. Países en los cuales un genocidio fue posible y que un mínimo de castigo
¿Podemos presuponer siempre que un colectivo de personas que nació en se estableció como horizonte social, como horizonte que al menos genera mo-
el mismo país pertenece a una misma cultura política? Desde ya que no. Sólo vilizaciones sociales en contextos disímiles, son distintos de países donde en ple-
pertenecen a una misma cultura política personas que, habiendo estado atra- no régimen constitucional una masacre policial o del narcotráfico de decenas de
vesadas por procesos sociales similares (por ejemplo dictaduras, hiperinflacio- personas es factible y puede no generar consecuencias jurídicas ni movilización
nes, políticas neoliberales, guerras u otros fenómenos), construyeron catego- cívica significativa. Países en los cuales los grandes cambios ideológicos y de
rías sociales a través del tiempo que les permitieron percibir, clasificar y orientación de las políticas públicas tienden a ser cambios al interior de un gran
significar esos procesos. Quienes pertenecer a la misma cultura política no ne- partido político que gobierna en contextos contrastantes, son distintos de paí-
cesariamente comparten los sentidos que le adjudican a cada una de esas si- ses donde los actores tradicionales son más débiles y nuevos protagonistas polí-
tuaciones. Pero necesariamente comprenden los sentidos que cada sector le ticos han emergido en las últimas décadas. Y así, sucesivamente, resultaría necio
adjudica a cada evento (un golpe de Estado, un paquete de medidas econó- negar que hay países con grandes tradiciones de movilización y organización cí-
micas, una declaración de guerra) y dividen el campo de los sentidos posibles vica frente a otros con una historia más débil en ese sentido; países con distin-
en términos políticos. Así, en una cultura política determinada los sentidos to tipo de instituciones y de continuidad institucional, etcétera.
30 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 31
Ahora, la idea de que hay una cultura política sin que exista homogenei- divisiones y cierto constructivismo que desliza que la nación es una ficción
dad implica necesariamente que hay una totalidad conformada por partes di- que intenta, como toda falsa conciencia, ocultar los conflictos.
ferentes que tienen no sólo relación entre sí, sino una lógica de la interrelación.
Esa lógica de la interrelación entre las partes es el segundo elemento constitu-
tivo de una configuración nacional. Una lógica que puede ser, por ejemplo, de Lógicas de la heterogeneidad
escisiones dicotómicas en las identificaciones políticas o en las divisiones espa-
ciales, articulaciones u oposiciones que aparecen con diferentes intensidades en En una configuración nacional se despliegan conflictos en una “lengua” que
sus instituciones, en su cotidianidad, en las grandes crisis o conflictos. puede ser reconocida por los diferentes actores. Entrecomillamos “lengua”
En tercer lugar, una configuración nacional implica un lenguaje social porque somos conscientes del peso de la metáfora y no pretendemos utilizar-
común, un lenguaje en el cual quienes disputan pueden entenderse y enfren- la en un sentido estricto. El castellano que se habla en la Argentina y el por-
tarse. Hay categorías de identificación que se oponen, pero que forman parte tugués que se habla en Brasil están repletos de matices regionales, de acentos
de la misma lengua. Si no hay un mínimo de comprensión, no hay una con- distintos entre sectores sociales. Obviamente los hablantes utilizan esas len-
figuración nacional. Evidentemente, cada grupo y actor dice cosas muy dife- guas para expresar sentidos múltiples, contradictorios y opuestos entre sí. Sin
rentes, pero aquello que enuncia es inteligible para los otros actores. embargo, los diferentes hablantes de esa misma lengua, inscriptos en esa di-
En cuarto lugar, suele decirse que la cultura es aquello socialmente com- versidad, se comprenden entre sí. Al menos, se comprenden en un nivel cua-
partido por un grupo. El problema teórico y metodológico principal puede litativamente superior al que enfrentan cuando tienen frente a sí al hablante
resumirse en el término “compartir” o “común”. ¿Cómo podemos afirmar al- de una lengua desconocida. Y, además, construyen jerarquías, distinciones y
gún aspecto compartido de la cultura argentina? En realidad, quizás la mejor estigmas sociales asociados a cada uno de los matices de una lengua. Las re-
solución para considerar un elemento como presente en la configuración ar- glas de significación de todos los matices y las disputas de significación exis-
gentina en comparación con Brasil o viceversa, sea desagregar el concepto de tentes configuran una metalengua, una configuración nacional.
lo “compartido” especificando en cada caso si se trata: La lengua, sabemos, se encuentra atravesada por el poder. Recordemos el
peso del modo “porteño” de hablar en los medios de comunicación argenti-
- de un aspecto mayoritario de la población del país, aunque no sea homo- nos, la discriminación por no pronunciar las “s” finales, el estigma contra el
géneo. “sotaque nordestito” en Brasil o la falta de reconocimiento de lenguas indíge-
- de creencias o prácticas relevantes en los sectores populares. nas en ambos países durante tanto tiempo. En este sentido, la lengua es un es-
- de una postulación de la elite de su cultura como cultura nacional, con cenario donde se expresan diferencias y desigualdades constitutivas de las re-
mayor o menor pregnancia. laciones sociales.4
- de un elemento presente en diversos escenarios brasileños o argentinos, Esas y otras dimensiones son comparables a la dinámica propia de las con-
sea o no predominante en términos cuantitativos o cualitativos. figuraciones nacionales. Nuestras hipótesis de investigación apuntaron a que
hay ciertas concepciones del tiempo, del espacio, de la jerarquía, del igualitaris-
Si no hubiera nada compartido en ninguna de estas u otras acepciones no esta- mo que son “transversales” a diferentes clases o sectores o grupos ideológicos en
ríamos autorizados a hablar de configuración de una cultura política nacional. Brasil y en la Argentina. Y que pueden ser comprendidas comparativamente.
Desde nuestra perspectiva, una nación difícilmente tenga unidad ideológica o Si un espacio nacional se ha estructurado, también hay lenguajes políti-
política, pero desarrolla fronteras de lo posible, una lógica de la interrelación, cos específicos. En cada país encontramos nociones contrastantes acerca de la
un lenguaje en común y otros aspectos culturales “compartidos”. Todos estos ciudadanía, de la representación, de los partidos políticos, del Estado y de la
elementos son históricos porque en cada momento sólo son la sedimentación nación. El propio término “nación” existe en portugués y castellano. Sin em-
del transcurrir de procesos sociales. Por ello, esta conceptualización contrasta bargo, el sentido acerca de lo nacional es muy diferente en cada país, ya que
con la concepción esencialista que cree que la nación se impone por sobre las ese sentido expresa aspectos claves de la relación entre el Estado y la sociedad,
32 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 33
entre diferentes sectores sociales y políticos, entre los modos de imaginar el No sólo un éxito, también múltiples fracasos cuando los sectores subal-
presente y el futuro. No se trata, lo hemos dicho, de buscar homogeneidad. ternos rechazan la interpelación, postulan otras identificaciones y las imponen
Partimos, como señala Chakrabarty (2000), de la heterogeneidad constituti- en el escenario político. En Bolivia, después de la Revolución de 1952, el go-
va de lo político que expresa pluralidades irreductibles. A la vez, se trata de bierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario interpeló a las poblacio-
aceptar el desafío de preguntarse si en una sociedad hay una lógica de la he- nes rurales como campesinos (no ya como indígenas), en una peculiar con-
terogeneidad, un dispositivo que otorga sentidos determinados a las partes. ceptualización de la modernización de las identidades sociales. Una expresión
Sentidos que, inestables, son disputados justamente porque son relevantes y del fracaso del Estado boliviano se manifestó en la incapacidad por modular
estructuran la vida social en múltiples aspectos. esas categorías de identificación, incapacidad que se manifestó desde la emer-
Cada Estado nacional ha tenido estrategias de unificación y los diversos gencia pocos años después del movimiento katarista hasta la relevancia con-
sectores sociales respondieron de diferentes formas a estas políticas. De esas temporánea de las identidades indígenas (Albó, 1993). El éxito del Estado ar-
tensiones sociales surgieron formaciones nacionales de diversidad que estable- gentino en ese campo se manifestó, por el contrario, en la institución de un
cieron clivajes peculiares, “culturas distintivas, tradiciones reconocibles e imaginario de “un país sin indios” justamente en un territorio que tiene pro-
identidades relevantes en el juego de intereses políticos” (Segato, 1998:171). porcionalmente más población que se considera indígena que en Brasil
De ese modo, se forjó un estilo específico de interrelación entre las partes de (Ramos, 1998).
un país.5 La configuración de una cultura política en un espacio nacional determi-
En la medida en que hay una lógica de la heterogeneidad, las configura- nado no es, en absoluto, sólo la consecuencia de los éxitos de un Estado na-
ciones nacionales son campos de interlocución. Cualquier grupo humano y cional. Por una parte, los fracasos de los Estados tienen también una capaci-
cualquier persona se encuentran, en un contexto espacio-temporal determina- dad estructuradora difícil de exagerar. Situaciones de extrema inestabilidad
do, dentro de un campo de interlocución específico. Un campo de interlocu- política, ausencias sistemáticas del Estado en territorios o conjuntos poblacio-
ción es un marco dentro del cual ciertos modos de identificación son posibles nes, contextos hiperinflacionarios, derrotas bélicas y otros fracasos son tan re-
mientras otros quedan excluidos. Entre los modos posibles de identificación, levantes potencialmente como los éxitos. Cada experiencia nacional combina
existe una distribución desigual del poder. Cada Estado nacional constituye de modo peculiar relaciones complejas entre unos y otros.
un campo de interlocución en el cual los actores y grupos se posicionan co- Por otra parte, hay diversos actores que pueden tener, fuera del Estado,
mo parte del diálogo y el conflicto con otros actores y grupos. Es decir, un un peso decisivo en estos procesos. Según los países, pueden constituir facto-
campo de interlocución implica una economía política de producción de res decisivos los modos de organización y acción de los trabajadores, de los
identificaciones (véase Briones, 2005:18). campesinos, los indígenas, las mujeres, los afro-descendientes, los desocupa-
El Estado-nación es uno entre muchos otros campos de interlocución, dos, u otros sujetos y categorías identitarias. Las características de las elites po-
pero ha tenido en los últimos siglos una particular relevancia política, cultu- líticas, económicas, intelectuales también resultan claves. Los movimientos
ral, cognitiva y afectiva. En un Estado-nación ciertas modalidades de identi- culturales también pueden resultar centrales en los modos de elaboración de
ficación cobraron especial relevancia mientras otras pasaron a un segundo los significados de la experiencia social.
plano. En términos de configuración de culturas políticas, es posible consi- Ahora, allí donde el Estado tuvo algún peso, positivo o negativo, amplio
derar que un proyecto estatal fue exitoso no porque anulase la oposición, si- o restringido, allí donde hay un gentilicio, allí donde hay una jurisdicción, hay
no en la medida en que la resistencia a los sectores dominantes se haya rea- una experiencia social compartida. Una experiencia social significada de mane-
lizado en los términos en que los actores fueron interpelados: como obreros, ras diversas por distintos actores, pero de maneras significativas (y por eso de-
como negros, como indígenas, como campesinos, como varones, como sol- batibles, criticables o aborrecibles) incluso por aquellos que disienten o preten-
dados. Un éxito específico del Estado consiste en su capacidad para imponer den imponer interpretaciones opuestas o alternativas de esa experiencia.
las clasificaciones sociales y la lógica en la que se desarrolla el conflicto socio-
político.
34 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 35
Las experiencias nacionales reconstruidos y analizados. Procesos que de maneras diversas atravesaron al
conjunto del cuerpo y tejido social.
Los límites de los enfoques constructivistas sobre las naciones no pueden re- Esa experiencia histórica nacional es configurativa de modos de percibir,
solverse desde el viejo esencialismo. Como dijimos, es necesario, en cambio, significar, sentir y actuar. Entre muchos otros elementos, esa experiencia na-
enfatizar la dimensión conceptual (descuidada) de la experiencia compartida. cional configura modos de significar las propias referencias nacionales. Por
El conjunto de personas socialmente desiguales y culturalmente diferentes ello, en cada espacio nacional y en cada momento histórico son diferentes los
que se consideran miembros de una nación comparten experiencias históricas sentidos sociales de lo nacional.
marcantes que son constitutivas de modos de imaginación, de sentimiento, de Una de las preocupaciones de Elías consistía en establecer relaciones en-
cognición y acción. Como se ha señalado, en función de la presencia estatal y tre procesos microsociológicos, como puede ser la forma de saludo, el tuteo o
de otros actores políticos, diversos países viven la experiencia nacional en gra- el grado de formalidad o informalidad de las relaciones, y los procesos histó-
dos diversos. ricos de configuración de las naciones. No hemos podido llegar tan lejos en
Las versiones esencialistas de la Argentina han definido que los argenti- esta fase de nuestra propia investigación. Sin embargo, podremos mostrar por
nos comparten el tango, el asado, el español y un pasado de héroes, entre otras ejemplo que los sentimientos de los argentinos hacia la Argentina son ambi-
cosas. Se trata de un pasado seleccionado que pretende servir al funciona- valentes y contradictorios, mientras que en el caso de los brasileños predomi-
miento de una hegemonía. La investigación histórica ha mostrado que en nan diferentes formas de orgullo y pasión. A la vez, mientras los brasileños para
1810 no había sentimientos nacionales (Chiaramonte, 1997) y que la nación hablar de lo que sienten de su país se refieren a la población y a la naturaleza,
fue un proyecto construido por el Estado moderno (Halperín Donghi, 1987; los argentinos lo hacen a la historia y, narrativizando sus propios sentimien-
Romero, 1973; Rouquié, 1981). El Estado y otros agentes sociales construye- tos, dan cuenta de la intensidad y rapidez con la que éstos cambiaron. Tanto
ron lo nacional a través de la escuela pública y obligatoria, el servicio militar los sentimientos contradictorios como esta narrativización de los afectos son,
obligatorio, los medios de comunicación, los impuestos, las leyes migratorias a nuestro entender, una forma específica en que sedimenta la discontinuidad
y otros dispositivos. El arduo trabajo historiográfico que analizó este proceso cíclica que caracterizó al proceso político y social argentino.
de construcción social reveló los mecanismos a través de los cuales se institu-
yó lo nacional.
Un enfoque experiencialista coincidiría con el constructivismo en que Estudios comparados
“los argentinos” o “los brasileños” son resultados del proceso histórico, con-
tingente. Pero al enfatizar la sedimentación y lo vivido históricamente en el Las comparaciones entre la Argentina y Brasil han sido relativamente escasas.
proceso social total, la Argentina o Brasil no sólo implican la construcción de En un reciente ensayo de historia comparada entre Brasil y Argentina, Fausto
sentimientos y modos de imaginación comunitaria, sino que lo nacional se y Devoto, conscientes de los riesgos y problemas, eligen la dimensión nacio-
instituye también como un campo de interlocución, un espacio político espe- nal de análisis, ya que ésta permite “iluminar algunos problemas centrales de
cífico. análisis del pasado” (2004:21) y esto contribuye a repensar la historia de cada
En ese sentido, una conceptualización experiencialista de la nación asu- país, con nuevas preguntas e hipótesis (25). A lo largo del libro, hay distintas
me que efectivamente los argentinos o los brasileños comparten algo. Pero se referencias a este volumen comparativo. Aquí nos interesa subrayar dos cues-
diferencia del esencialismo al considerar que aquello que los brasileños o los tiones especialmente presentes en nuestra investigación.
argentinos comparten no es justamente lo que ellos o su Estado dicen com- Este libro muestra que las representaciones, los valores y las instituciona-
partir: no comparten una música (dentro de cada país hay una diversidad de lizaciones del orden, la continuidad y la jerarquía en Brasil en contraste con
músicas), ni una lengua primera (hay diferentes variedades del español o por- la comparativa inestabilidad, la discontinuidad y un horizonte más igualita-
tugués y hay otras lenguas) y menos aún una religión. Comparten una expe- rista no son nuevos. Estuvieron presentes en el siglo XIX, a partir de la forma
riencia histórica, algunos de cuyos principales hitos y momentos pueden ser en que se desarrollan las independencias y las décadas posteriores. Resulta lla-
36 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 37
mativo verificar que algunos de esos elementos estuvieron presentes en la his- mente y, en un sentido relativo, declinó. Si bien las explicaciones difieren, hay
toria reciente, por ejemplo en las características de ambas dictaduras militares acuerdo en que la coherencia y continuidad de la política económica desarro-
y sus transiciones a la democracia. Mientras el régimen militar brasileño fue llada en Brasil durante los últimos 50 años contribuyó a su sorprendente pa-
más homogéneo (tuvo una secuencia ininterrumpida de 20 años desde abril trón de crecimiento, mientras la discontinuidad de la política de la Argentina
de 1964 hasta enero de 1985 con la victoria de Tancredo Neves), atravesó cri- minó los esfuerzos desarrollistas. La continuidad fue posible en Brasil porque
sis menos agudas y la transición a la democracia fue “lenta, gradual y segura” las elites estuvieron unidas alrededor de los elementos básicos de un único
(en palabras del general Geisel, citado en 2004:366), en la Argentina no sólo modelo de crecimiento: el desarrollismo. En la Argentina, profundas divisio-
los gobiernos militares no tuvieron continuidad, sino que su fin fue abrupto, nes políticas de las elites imposibilitaron el consenso sobre un modelo de cre-
precipitando la derrota en la Guerra de Malvinas (ídem:396 y 397). cimiento deseable.
La constatación de la persistencia de elementos en la larga duración no Así, la diferencia crucial entre los industriales de la Argentina y Brasil du-
implica imaginar supuestas esencias. Sin embargo, el espanto que provoca que rante este período fue que en Brasil los industriales se concibieron a sí mis-
la persistencia sea confundida con esencias no debe evitar esas constataciones. mos y actuaron como líderes del programa de desarrollo, mientras que en la
Por otra parte, como suele suceder, sería equivocado interpretar que un con- Argentina aprovecharon las ventajas de los incentivos ofrecidos por el progra-
junto de elementos es siempre preferible a otro. En este caso, podría suponer- ma pero nunca tomaron una posición de liderazgo. Mientras en Brasil defen-
se que la continuidad y el orden convienen ante la inestabilidad y el conflic- dieron políticamente al gobierno, en la Argentina los industriales fueron in-
to. En relación con el desarrollo económico y la consolidación institucional diferentes y ocasionalmente se involucraron en acciones para minar al
esto es muy cierto, mientras que es muy diferente si por ejemplo se analiza, gobierno. Estas diferencias son menos resultado de la composición de las bur-
en Brasil, la continuidad manifestada en la persistencia de esclavitud y, en la guesías nacionales de ambos países que de sus ideologías políticas y económi-
Argentina, la ruptura que se expresa con los juicios a las juntas militares. cas. Los industriales brasileños eran más desarrollistas que sus contrapartes de
Un ejemplo elocuente de este contraste es la historia del desarrollismo la Argentina, quienes continuaban cercanos a ideas económicas más liberales.
en ambos países. Los gobiernos de Juscelino Kubitschek (1956-1961) y Programas similares tuvieron no sólo resultados diferenciales sino tam-
Arturo Frondizi (1958-1962) representan los ejemplos puros de la ideología bién diferentes significados (claves para explicar su éxito). Estos significados
desarrollista en América Latina. Sin embargo, aunque similares en sus ideas, de las nuevas ideas no derivaban únicamente de su contenido sino también de
los resultados fueron muy diferentes. Mientras Kubitschek pudo implemen- la naturaleza del contexto político e ideológico en el cual eran introducidas.
tar la mayor parte de su programa, Frondizi fue derrocado por un golpe mi- Así, mientras Frondizi interpretaba al desarrollismo como nacionalista, el pe-
litar y su programa de desarrollo quedó trunco. En la Argentina se trató de ronismo lo veía como “entreguista”. Algunas interpretaciones fueron más do-
un período de divergencia, donde incluso ciertos grupos que compartían cre- minantes que otras. Frondizi perdió la batalla interpretativa y en la Argentina
encias básicas acerca del rumbo que la economía debía tomar, estaban divi- el desarrollismo fue asociado al antinacionalismo. En cambio en Brasil man-
didos políticamente. Por el contrario, en Brasil se trató de un período de tuvo su asociación con el nacionalismo, lo que contribuyó a la consolidación
convergencia, donde varios grupos, teniendo como meta común una rápida del modelo. La continuidad característica de Brasil se plasmó en los nuevos
industrialización patrocinada por el Estado, temporalmente pasaron por al- cuadros técnicos del Estado y en diversas instituciones, ambos factores ausen-
to sus diferencias con vistas a cooperar y sostener el programa de desarrollo tes en la Argentina, que contribuyeron a la falta de desarrollo y de manteni-
(Sikkink, 1991). miento de experticia económica en el Estado (Sikkink, 1991).
Sikkink afirma que si se pretende comprender por qué políticas similares En relación a los procesos socioculturales, los antropólogos han realizado
tuvieron resultados diferentes en los dos países es necesario entender el impac- algunas comparaciones entre ambos países. Segato comparó en un ensayo las
to de las ideas y el modo en el que las ideas se tradujeron en instituciones. formaciones de diversidad en Estados Unidos, Brasil y la Argentina. Los tres
Durante el período de posguerra, Brasil se movió rápidamente desde la peri- países usan el mismo término para referir a su constitución como nación: “mel-
feria a la cima de la semiperiferia, mientras la Argentina se movió más lenta- ting pot” en Estados Unidos, “crisol de razas” en la Argentina, “cadinho de ra-
38 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 39
ças” o “fábula de las tres razas” (o de las “tres etnias”) en Brasil. Esa misma ex- tituye una clave de todo el lenguaje político, Brasil construyó su imagen de na-
presión refiere a imágenes completamente diferentes. En Estados Unidos, don- ción procurando incorporar elementos clave de la cultura afro-brasileña (des-
de tempranamente se desarrollaron críticas a la fusión, la formación de diver- de sus cultos a los que asiste población de cualquier marcación étnica, hasta el
sidad refiere a un mosaico étnico, un conjunto de unidades segmentadas, carnaval) e idealizando al indígena como “ancestral mítico-edénico común a la
segregadas y enfrentadas de acuerdo con una estructura polar de blancos y ne- nación en su totalidad” (véase Ramos, 1998). De ese modo, el clivaje princi-
gros. Esto ha sido sintetizado por DaMatta en la frase “iguales pero separados” pal no es étnico, sino social: la cuestión social, con grados de exclusión y po-
como caracterización de Estados Unidos. En Brasil, en cambio la norma sería breza altísimos, no coincide siempre con la línea racial. El Movimiento Sin
“diferentes pero juntos”, una fuerte interpenetración de los grupos (a veces lla- Tierra no habla un idioma étnico o racial, sino fuertemente social.
mada “sincretismo”) normatizada por la jerarquía. El relato nacional brasileño La formación argentina es muy diferente. La presión del Estado nacional
habla de la fusión de blancos, negros e indios. Para DaMatta en Brasil no es para que la nación se comporte como una unidad étnica resultó en que toda
necesario segregar al mestizo o al indio o al negro “porque las jerarquías asegu- diferenciación o particularidad fuera percibida como negativa o, directamen-
ran la superioridad del blanco como grupo dominante” (1997:75). te, resulte invisibilizada. En la medida en que ese proyecto era exitoso, la et-
A diferencia de la imagen del mosaico americano y de la fusión de las “tres nicidad era un idioma político prohibido o, al menos, institucionalmente des-
razas” brasileña, el crisol refiere en la Argentina a la mezcla de “razas” europe- alentado. El conflicto social, estructurado sobre la fractura persistente
as. No hay lugar para los indígenas ni para los afrodescendientes en el relato capital/interior, adquirió un lenguaje directamente político.
oficial de la nación. Mientras en Estados Unidos las señales diacríticas de la afi- El caso argentino constituye una configuración en la cual las luchas so-
liación étnica se exacerbaron y, actualmente, el acceso a los derechos se da en ciales se desplegaron en un lenguaje fundamentalmente político. En términos
gran medida a través de la pertenencia a una minoría (afro-americano, hispa- generales, la cuestión étnica nunca ha tenido un peso hegemónico ni en las
no, etcétera), en la Argentina hubo un proceso de desetnización por el cual “la políticas de Estado ni en las afiliaciones de los principales movimientos socia-
nación se construyó instituyéndose como la gran antagonista de las minorías” les. Durante el siglo XX no ha habido planteos secesionistas ni agrupamien-
(Segato, 1998:183). El papel del Estado argentino fue el de una “verdadera tos partidarios (al estilo del katarismo boliviano) sustentados en un “origen
máquina de aplanar las diferencias”: las personas étnicamente marcadas “fue- cultural común”. La cultura de la disputa social ha utilizado un código polí-
ron convocadas o presionadas para desplazarse de sus categorías de origen pa- tico. Incluso, los usos de fórmulas racializadoras –como “cabecita negra”– han
ra, solamente entonces, poder ejercer confortablemente la ciudadanía plena” tenido una función eminentemente política.
(ídem). La formación argentina se asentaría en el “pánico a la diversidad” y en Las condiciones sociales que forjaron esta modalidad específica en que se
una vigilancia cultural a través de mecanismos oficiales y oficiosos: desde el formularon las luchas de poder se vinculan a las características de la Organi-
uniforme blanco en el colegio, la prohibición de lenguas indígenas hasta la zación Nacional iniciada de 1880. A través de la llamada Conquista del De-
burla del acento que aterrorizó a migrantes europeos, internos y limítrofes. Los sierto, los aborígenes fueron aniquilados o dispersados en la periferia y a tra-
mecanismos capilares de homogeneización implicaron que “el judío se burló vés del servicio militar obligatorio y de la escuela pública se instrumentó una
del tano, el tano del gallego, el gallego del judío, y todos ellos del ‘cabecita ne- política de argentinización del enorme contingente migratorio. Esa compul-
gra’ o mestizo del indio, bajo un imperativo de apagar las huellas de origen” sión asimilacionista o política de desetnización (Segato, 1997) fue amplia-
(ídem: 176). Incluso en la actualidad, toda persona que no hable con acento mente exitosa. No porque no se hayan planteado reacciones xenófobas hacia
porteño (sea tonada cordobesa o correntina, la “r” de zonas del noroeste o la los mismos inmigrantes europeos, sino porque la política de Estado implicó
falta de “s”) puede ser objeto de ridiculización. No es casual que argentinos de otorgarles mayores beneficios que a los nativos (Halperín Donghi, 1987) y
sectores medios se sorprendan frente a las vestimentas poco convencionales (se- combatirlos en ciertas coyunturas no por su origen migratorio, sino en tanto
gún sus parámetros) que puedan usar brasileños o americanos. socialistas y anarquistas que promovían la organización obrera.
El lugar de las “minorías” y el clivaje político son muy diferentes en los En la medida en que el dispositivo de producción de identidad del pro-
tres países. Mientras en Estados Unidos primó el mosaico y la etnicidad cons- pio Estado articulaba su doctrina con la nación, uno de sus éxitos consistió
40 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 41
justamente en que cualquier imaginación diferente de la Argentina partiera de del Cono Sur” (1984: 27). Así, un país menos jerárquico como la Argentina
la premisa de la “liquidación” de sus adversarios. La fabricación de dicotomí- terminó siendo un país más represivo y autoritario.
as polares, de identificaciones políticas contrapuestas, se remonta al siglo XIX. Por último, Ribeiro (1999) analizó los modos en que Brasil y la Argentina
Los mismos “padres fundadores” habían elaborado sus proyectos de nación en se representan a sí mismos explorando los contrastes entre tropicalismo y euro-
base a la contraposición de civilización y barbarie; desde poco después de la peísmo. Ribeiro afirma que se trata de dos naciones fuertemente contrastantes
Independencia hasta mediados del siglo XIX el país vivió una guerra civil en- y explica las diferencias en relación a los modos de inserción en el sistema capi-
tre unitarios y federales; hasta la actualidad un parámetro taxonómico básico talista mundial. La formación de la población y la forma de ocupación del te-
entre los argentinos divide a los de la “capital” y los del “interior”. Esta fue la rritorio tuvieron efectos duraderos. Esos efectos se expresan tanto en la forma-
estructura dicotómica histórica sobre la cual se constituyó el gran eje de la se- ción de la segmentación étnica y en la dinámica de las fronteras en expansión.
gunda mitad del siglo XX. El peronismo y el antiperonismo actualizaron y re- Así, contrasta la “democracia racial” con la relativa uniformidad que supone el
significaron las dicotomías históricas del país. imaginario del crisol del razas. De la misma manera, la relevancia del pasado en
Otro contraste relevante surge de la comparación acerca de cómo funcio- la visión argentina y del futuro en la brasileña expresan procesos y tendencias
nan las nociones de jerarquía e igualdad en la vida cotidiana y la vida políti- histórico-sociales. Así, la serie de oposiciones estereotipadas que vincula a los
ca en Argentina y Brasil. En el libro ya citado, DaMatta estudiaba en un ca- brasileños con el hedonismo, la sensualidad y la alegría, y a los argentinos con
pítulo una fórmula comunicativa clave de la vida social brasileña, el “¿Voce la arrogancia, la nostalgia y la agresividad encontrarían sus núcleos fundantes en
sabe com quem está falando?”. Brasil, para DaMatta, es un país “donde cada estas auto-imágenes simplificadoras del tropicalismo y el europeísmo.
uno debe estar en su lugar”. Frente a situaciones sociales en las cuales esa je- Como se verá, esta investigación muestra transformaciones en los imagi-
rarquía puede desdibujarse (la fila de un banco, un choque entre dos autos) narios sociales y en las categorías de identidad e interpelación. El papel de la
frecuentemente la persona jerárquicamente superior utiliza su expresión para diversidad, el peso de las clasificaciones políticas, la relación entre jerarquía,
volver a instaurar un orden, realiza un procedimiento de jerarquización. desigualdad e igualitarismo, entre otros aspectos centrales del debate de los úl-
O’Donnell realizó un ensayo donde intentaba apuntar algunas conexiones en- timos años, están presentes a partir de datos empíricos en la páginas subsi-
tre las expresiones cotidianas o “lo micro” y el funcionamiento de la democra- guientes. Datos e interpretaciones que nos permiten volver más complejos y re-
cia y los rasgos del autoritarismo en ambos países. Así, contrastaba la “servi- visar algunos supuestos que, al inicio de este estudio, dábamos como válidos.
cialidad” que caracteriza al mozo, al chofer o al portero de un edificio en A lo largo de este libro creemos haber establecido que hay elementos con-
Brasil (y que expresa un lugar bajo en una jerarquía incuestionada) con la ac- trastantes que se hacen presentes en los entrevistados y en las políticas públi-
titud igualitaria del “trabajador” (no servidor) argentino. O’Donnell afirma- cas, en los grupos realizados y en las telenovelas, en los rituales y las narracio-
ba que frente a una interrogación análoga a la brasileña, “¿usted sabe con nes mediáticas y masivas sobre la nación. Esto permite postular que la noción
quién está hablando?” era habitual –especialmente antes del golpe de Estado de configuración de culturas políticas nacionales tiene algún trabajo interpre-
de 1976– que alguien respondiera “¿y a mí qué me importa?”. Esa expresión, tativo para realizar con estos datos y, seguramente, también con otros. Esos
para O’Donnell, no funciona como el igualitario estadounidense también ci- nudos culturales contrastantes no son esencias, pero muy lejos están de no ser
tado por DaMatta que interroga “¿Who do you think you are?”, sino que el in- relevantes. Quizás, de hecho, las esencias, en tanto naturales y ajenas a la vi-
terpelado no niega en Argentina la jerarquía; la ratifica, aunque de manera da social, sean menos relevantes que estas marcas sedimentadas por la histo-
irritante para el superior. Dos maneras diferentes de presuponer y reponer la ria, que continúan actualmente estructurando la vida social y política de nues-
conciencia de la desigualdad. Este hecho se vincula de manera compleja a que tros países. Para transformarlos, para limitar su capacidad estructuradora de
una sociedad menos jerarquizada que Brasil no se traduce en una sociedad nuestras propias representaciones, prácticas e instituciones, para que no pue-
menos autoritaria y violenta. De hecho, afirma O’Donnell, es justamente dan constituir obstáculos a procesos de articulación y proyección regional, co-
“porque la sociedad brasileña está tan estructurada [...] [que] el régimen au- nocerlos y comprenderlos es una condición, si bien no suficiente, al menos
toritario brasileño [...] ha sido mucho menos autoritario que sus congéneres claramente necesaria.
42 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 43
El proyecto de investigación Respecto de la segunda dimensión de análisis, la temporalidad, evidente-
mente es clave en la configuración de los imaginarios sociales y políticos y, por
Las dimensiones de análisis lo tanto, en la constitución de las más diversas prácticas sociopolíticas. Los
modos de narrar la historia social de un país, las percepciones y sentidos del
Este proyecto de investigación buscó comparar las configuraciones nacionales pasado, el presente y el futuro tienen consecuencias en las maneras en que los
de la Argentina y Brasil, analizando representaciones y prácticas sociales, cul- actores otorgan significado a sus acciones y a las acciones de los otros, espe-
turales y políticas en ciertos actores sociales. El trabajo se orientó en un pri- cialmente en aquello que puede constituir proyectos colectivos y, más aún, si
mer momento al reconocimiento e integración de las interpretaciones clave de adquieren escala nacional. Tanto la historia como la percepción social del
la Argentina y Brasil a los fines de reconocer las dimensiones comparables y, tiempo en la Argentina presentan un carácter disruptivo y discontinuo cuan-
entre ellas, las más relevantes. Para comprender la constitución de esas confi- do es comparado con cierta persistencia y continuidad en Brasil. Comple-
guraciones nacionales nos preguntamos si cada país constituye un campo de mentariamente, esto tiene implicancias en la relación entre ideas y acciones de
posibilidades con elementos compartidos respecto de: 1) criterios de división corto y largo plazo en ambos países.
sociopolítica y de las alteridades internas; 2) concepciones de la temporalidad Todas las sociedades nacionales son socialmente desiguales y cultural-
social; 3) sentidos de justicia; 4) sentimientos nacionales; 5) modos de pensar mente diversas. Ciertamente, hay sociedades más desiguales que otras. Pero
la integración regional. cada sociedad, además, legitima las jerarquías sociales y la desigualdad de ma-
Cuando formulamos estas dimensiones pensábamos en algunas nociones neras diferentes. Es diferente una sociedad en la que hay consenso acerca de
y en algunos contrastes hipotéticos que funcionaron o no de maneras diver- jerarquías de tipo aristocrático (portación de apellido, “sangre noble”), de otra
sas, pero que conviene explicitar aquí. Cada sociedad nacional, en tanto cam- que acepta jerarquías en función de poder económico o poder político, de
po de interlocución, crea y legitima ciertas identificaciones sociales y políti- otra que acepta jerarquías basadas en el mérito. Obviamente, son diferentes
cas, ciertos parámetros de división social, cierta concepción del “nosotros” y las sociedades que consideran que debe haber absoluta igualdad entre los in-
de los “otros”. La cultura política de un país con identificaciones fuertes, apa- dividuos. En realidad, muchas veces estos criterios conviven en diferentes so-
sionadas, dicotómicas, acompañadas de una concepción de la alteridad como ciedades generando combinaciones peculiares. Por eso estudiamos en diferen-
enemigo que debe ser destruido será contrastante con otra cultura política tes esferas de la vida social qué criterios son utilizados para definir lo justo y
donde las identidades políticas son cambiantes, donde no hay dicotomía, lo injusto. Para dar un ejemplo que desarrollamos más adelante, en Brasil y
donde la pretensión de anulación del adversario es sustituida por la de la in- en la Argentina existen sistemas muy diferentes de acceso a la universidad. En
corporación subordinada. Del mismo modo, es muy diferente si las ideas que esos sistemas y en sus cuestionamientos es posible leer criterios de justicia pre-
los argentinos o brasileños tienen acerca de cómo se divide su sociedad son valecientes en ambas sociedades.
nociones raciales (blancos y negros), políticas (por ejemplo, peronistas y anti- La hipótesis más relevante aquí era que la Argentina se concebía históri-
peronistas), sociales (pobres y ricos), cuasi-sociológicas (integrados y exclui- camente como una sociedad con un importante grado de igualitarismo, es-
dos), morales (quienes trabajan y quienes roban), etcétera. Lo mismo cabe de- pecialmente cuando esa concepción es contrastada con las ideas de jerarquía
cir respecto de las nociones que hay en cada país respecto de la representación persistentes en Brasil. Sin embargo, como se verá en el Capítulo 4, con-
política o de la relación entre el Estado y la sociedad. ceptualizando la aplicación de principios de justicia para distintos contextos
En la Argentina ha predominado, históricamente, un clivaje político y sociales, los resultados vuelven más compleja esta dicotomía inicial.
en Brasil un clivaje social (véase Capítulo 3). En los últimos años, sin em- Por último, la cuarta y quinta dimensiones se refieren específicamente a
bargo, ha habido transformaciones en las clasificaciones identitarias en am- la identificación nacional. Se trata de conocer cuáles son los sentimientos de
bos países. En la Argentina hay una “tradición dicotómica” ausente en pertenencia, los sentimientos hacia la nación, sus símbolos (oficiales o no ofi-
Brasil, que se habría traducido en una concepción distintiva del adversario ciales), sus referencias. Se trata, también, de aproximarse a cómo es concebi-
como enemigo. do el lugar del país en el mundo y en la región. Además, interesa saber cómo
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funcionan los estereotipos nacionales (como son “los argentinos” o son “los nuestros estudios son relevantes, nodales, en Argentina y Brasil. Son ideas, va-
brasileños”), cómo cada sociedad percibe al país vecino y al proyecto de inte- lores, perspectivas constitutivas del diálogo social, cultural y político en am-
gración regional. bos países. No podemos saber si son representativas en un sentido estricto en
En este plano ingresan dos temas estratégicos. Por un lado, las diferen- ambos países.
cias entre la relación de los argentinos con la Argentina y de los brasileños con En cada país se realizaron nueve entrevistas a cada tipo de mediador. Esas
Brasil. Como se verá, en Brasil hay una identificación directa y emotiva con nueve entrevistas se distribuyeron en diferentes regiones del país para evitar
la nación, mientras que en Argentina se encuentra más mediatizada por la his- una sobre-representación de las ciudades principales. En Argentina se inclu-
toria de conflictos. Por otro lado, al indagar acerca de los modos en que se yeron las principales ciudades y todas sus regiones: el Área Metropolitana de
concibe el lugar del país en el mundo, aparecen distintos modos de concebir Buenos Aires, el Litoral, el Centro, Cuyo, el Noroeste, el Nordeste y la Pata-
y significar el Mercosur. gonia. En cada una de las cinco regiones en que se divide Brasil se realizaron
Las hipótesis y los conceptos que están en la base de este diseño orientan entrevistas: sur, centro-sur, nordeste, centro-oeste y norte, abarcando siete
a la búsqueda y elaboración conceptual comparativa de la diversidad con que ciudades. Las ciudades fueron: Buenos Aires, Rosario, Posadas, Córdoba, Men-
se manifiestan en cada país las representaciones referidas a estas mismas di- doza, Salta, Neuquén, Río de Janeiro, San Pablo, Porto Alegre, Belo Hori-
mensiones. No se trata sólo de identificar tendencias en cada país, sino tam- zonte, Recife, Manaus y Brasilia.
bién, las configuraciones productoras de esas tendencias. Aunque esas confi- En cada entrevista, de una duración media de cien minutos, se realizaron
guraciones son históricas y no son uniformes en todas las esferas, nuestra preguntas abiertas sobre nociones del tiempo, el espacio, la justicia, las divi-
pregunta es cuál es su eficacia, por ejemplo, al analizar diferentes esferas de siones sociales y las formas de identificación.
modos de hacer política pública (véase Capítulo 1). Una vez que terminamos las nueve entrevistas a los doce tipos de media-
dores en cada país, realizamos otra serie de las mismas entrevistas, pero foca-
lizando en productores culturales y mediáticos. Así, alcanzamos unas 250 en-
Diseño de la investigación trevistas entre ambos países.
Simultáneamente, desarrollamos estudios específicos: el estudio de los es-
El diseño de la investigación contempló un eje central de trabajo de campo tilos nacionales en las políticas públicas sobre la base de fuentes secundarias;
que consistió en la realización de más de ciento veinte entrevistas en profun- la historización de los sentidos de lo nacional a partir del estudio de los feste-
didad a actores clave en cada país. Esas entrevistas fueron realizadas a media- jos en fechas patrias; el estudio de los discursos sobre la nación en la Argentina
dores socioculturales, incluyendo políticos, educadores, empresarios, dirigen- y Brasil focalizando sobre ciertos géneros literarios y periodísticos; un estudio
tes sociales, funcionarios públicos, profesionales, periodistas y religiosos. de telenovelas en Brasil y Argentina; un estudio sobre las imágenes de sí mis-
Utilizamos la noción de mediadores socioculturales y no de “líder de opi- mos y de los otros producidas en el periodismo deportivo.
nión”. Consideramos que las personas entrevistadas no sólo forman “opinión”, En la fase final del proyecto y con diversas conjeturas e interpretaciones
sino que son relevantes en procesos de circulaciones de representaciones y de en debate en el equipo, pudimos concentrar el esfuerzo en analizar las tensio-
la configuración de prácticas. Por otra parte, tampoco forman sólo desde su nes entre lo nacional y lo regional para mediadores socioculturales. Para ello,
posición social hacia “abajo”, como la idea de líder presupone. No entrevista- organizamos nueve grupos focales en Argentina (sólo Buenos Aires) y en Bra-
mos básicamente a las personas más poderosas, económica, social o política- sil (en San Pablo y en Brasilia). Cada grupo estuvo integrado por un mínimo
mente. Entrevistamos a personas cuya posición es intermedia y mediadora en- de cuatro y un máximo de ocho personas de un mismo tipo social. Se realiza-
tre los sectores de las diferentes elites y diferentes sectores sociales. ron grupos con periodistas, intelectuales, artistas, profesionales, políticos,
El hecho de haber centrado nuestro trabajo de campo en mediadores so- funcionarios públicos, militares, jueces, dirigentes sociales, empresarios y edu-
cioculturales implica que, como sucede con el trabajo cualitativo, podemos cadores. La mayoría de los participantes tuvo entre 35 y 55 años de edad, y la
estar seguros de que las representaciones y prácticas que reconstruimos en proporción de mujeres fue superior a un tercio. La realización de los grupos
46 PASIONES NACIONALES ALEJANDRO GRIMSON 47
abarcó desde fines de abril hasta inicios de junio de 2006. Cada grupo duró mismo trabajo muestra, Brasil ocupa un lugar más relevante para los argenti-
dos horas aproximadamente. nos que la Argentina para Brasil. Y esta asimetría también se expresa en las
El objetivo era promover un debate en cada grupo para que los diferen- ciencias sociales.
tes participantes expresaran sus puntos de vista y, eventualmente, discutieran A la vez, decimos que esto tiene implicancias, por dos razones. La cues-
entre ellos. Desde nuestra perspectiva metodológica, los grupos focales corren tión nacional preocupa de manera distinta a los académicos e intelectuales ar-
el riesgo de permanecer en un terreno superficial cuando son utilizados como gentinos y brasileños, y esa diferencia no es reciente y quizás exprese también
única o principal técnica de investigación. Sin embargo, cuando sus objetivos una relación distinta entre nación, intelectuales y política en ambos países. En
y pautas son el resultado de un largo proceso previo, los grupos permiten ana- ese sentido, un proyecto formulado desde Argentina que pretende comparar
lizar los mismos problemas en un escenario muy diferente y, por lo tanto, per- las relaciones entre nación, cultura y política en ambos países no resulta ca-
miten profundizar hipótesis y conjeturas. sual, ya que de alguna manera hay una pretensión de articular una preocupa-
¿Qué relación hay entre objetos aparentemente tan disímiles como esti- ción histórica con el peculiar contexto contemporáneo.
los de políticas públicas, best-seller, telenovelas y rituales patrióticos? Si el trabajo de campo en Brasil fue desarrollado por colegas brasileños y
Justamente, este libro pretende establecer si las configuraciones nacionales en Argentina por argentinos (con la excepción de una brasileña que vive ha-
atraviesan, en qué grado y de qué modo esos diferentes objetos. Si en ellos ce dos décadas en Argentina), si las pautas para el trabajo de campo fueron
puede o no establecerse una noción de división sociopolítica, una concepción discutidas entre colegas de ambos países antes de ser aplicadas, si hay partes
del tiempo y el espacio, una noción de sentidos de justicia y ciertos modos de enteras de este informe escritas por colegas brasileños (sobre fútbol, telenove-
identificación con la nación. En prácticas y relatos, en núcleos de valores y las y una parte de las fechas patrias), no llegó a constituirse una equipo de in-
formas de pensar el mundo, en sentimientos hacia el pasado y el futuro bus- vestigación binacional. Esa posibilidad queda como un desafío para el futuro.
camos comprender configuraciones contrastantes en cada país. Entonces, si bien todas las interpretaciones fueron leídas por colegas bra-
Por ello mismo, en este libro se encontrará una batería metodológica sileños y discutidas con ellos, no dejan de ser en su mayor parte interpretacio-
compleja que incluye las entrevistas cualitativas, la observación in situ (en la nes realizadas por antropólogos, sociólogos y politólogos argentinos.
Feria del Libro y en rituales, por ejemplo), el análisis de fuentes escritas (dia-
rios y otros materiales de archivo), el análisis de fuentes secundarias (especial-
mente para el análisis de los estilos nacionales de políticas públicas) y grupos Notas:
focales. La combinación de fuentes y metodologías potencia así la capacidad
1 En esta introducción retomo y desarrollo argumentos que había comenzado a trabajar
analítica de la investigación.
anteriormente, especialmente en Grimson 2000 y 2003.
2 El argumento crítico de Chatterjee merece ser citado in extenso: “Si el nacionalismo en

el resto del mundo ha tenido que escoger su comunidad imaginada a partir de ciertas formas
Equipo de investigación ‘modulares’ que los europeos y americanos tornaron disponibles, ¿qué les queda a ellos para
imaginar? Parecería que la historia ha decretado que nosotros en el mundo poscolonial sólo po-
Esta es una investigación comparativa sobre Argentina y Brasil diseñada por demos ser consumidores perpetuos de la modernidad. [...] Incluso nuestras imaginaciones de-
ben permanecer colonizadas para siempre. Objeto este argumento no sólo por motivos senti-
investigadores argentinos con la estrecha colaboración de colegas brasileños. mentales. Lo objeto porque no consigo reconciliarlo con la evidencia del nacionalismo
El hecho de que el proyecto haya sido iniciativa y se haya desarrollado con se- anticolonial. Los resultados más poderosos y más creativos de la imaginación nacionalista en
de en Argentina, haya sido pensado y organizado por argentinos no es casual Asia y África son colocados no como una identidad sino como una diferencia con las formas
y tiene implicancias. Decimos que no es casual porque en ciencias sociales con ‘modulares’ de la sociedad nacional que se propagó por el occidente moderno. ¿Cómo pode-
mos ignorar esto sin reducir la experiencia del nacionalismo anticolonial a una caricatura de
escasa tradición comparativa, los relativamente tempranos desarrollos compa-
ella misma?” (1993: 5, traducción propia, itálica en el original).
rativos brasileños buscaron comprender su país en contraste con los Estados Ciertamente, en este desarrollo teórico, que da cuenta de la creatividad y especificidad
Unidos y, en segundo nivel, con diferentes países. Actualmente, como este imaginativa del mundo poscolonial, la noción de “América” resulta homogénea. Esto es un in-
48 PASIONES NACIONALES
conveniente, no sólo porque los procesos en Estados Unidos, en las colonias españolas, en las
colonias portuguesas y en otras zonas hayan sido significativamente contrastantes, sino tam-
bién porque la diversidad de procesos latinoamericanos no puede equipararse a los análisis de
Chatterjee y de otros autores sobre la India, pero tampoco a los fenómenos europeos.
3
Sobre lo que sí hay debate es sobre la noción de identidad. A nuestro juicio la interven-
ción más sólida en ese debate es la de Brubaker y Cooper (1997). Específicamente, nosotros
utilizamos la noción de identificación y de sentimiento de pertenencia.
4 Este es el límite de la metáfora de la lengua para referirnos a las “culturas nacionales”.

Más allá, nos encontraríamos con antiguas y poco productivas pretensiones de trasladar nocio-
nes específicas de la lingüística al análisis social.
5
Briones ha planteado el concepto de “formaciones nacionales de alteridad”: “fuerzas so-
ciales, económicas y políticas que determinan el contenido y la importancia de las categorías
sociales –así como el interjuego de distintos clivajes de desigualdad– son, a su vez, modeladas
por los significados y significantes categoriales mismos, deviniendo por ende factor constitu-
yente tanto de las nociones de ‘persona’ y de las relaciones entre individuos, como también
componente irreductible de las identidades colectivas y de la estructura social” (2005:19-20).
Capítulo 1
Las políticas públicas y las matrices nacionales
de cultura política

Inés M. Pousadela*

Introducción

¿Qué es lo que hace a la Argentina y a Brasil tan diferentes uno de otro? ¿Por
qué, incluso allí donde el marco institucional es similar, los modos de funcio-
namiento de las instituciones tienden a ser tan disímiles? ¿Cómo se explican
las diferencias en las propias instituciones, allí donde las hay? En suma, ¿qué
es lo que hace de Argentina, Argentina y de Brasil, Brasil?
La respuesta a esas preguntas remite, desde nuestra perspectiva, al análi-
sis de los respectivos “estilos nacionales” de formulación de políticas,1 los cua-
les constituyen a su vez fuertes indicios de la existencia de sendos estilos na-
cionales de hacer política y de “hacer sociedad”, anclado cada uno de ellos en
una matriz nacional distintiva de cultura política. Con el objeto de poner en
evidencia la existencia de dichas matrices nacionales a través del estudio de las
políticas públicas se han explorado comparativamente una serie de políticas
públicas en las áreas más diversas. A ello se ha sumado, allí donde ha resulta-
do pertinente para poner en evidencia ciertos rasgos estructurales de las res-
pectivas culturas políticas, el análisis comparativo de algunos procesos histó-
ricos tales como los de transición a la democracia que tuvieron lugar en ambos
países desde comienzos de los años 80.
Si bien la distinción entre dimensiones de las matrices nacionales de cul-
tura política es básicamente analítica, puesto que empíricamente se presentan
entrecruzadas, nos concentramos separadamente en dos de ellas, a las que de-
* Investigadora del Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San
Martín.
50 PASIONES NACIONALES INÉS M. POUSADELA 51
signamos con los rótulos de “tiempo” y “clivajes”. Secundariamente, asimis- ra probar las hipótesis relativas a las modalidades bajo las cuales se presenta
mo, hacemos referencia a las notables diferencias que se observan en torno de cada dimensión específica. Tal es, por ejemplo, el caso de la educación, que
la dimensión espacial. Se trata de las dimensiones que, en formas contrastan- permite explorar con enorme nitidez las respectivas concepciones de las jerar-
tes, aparecen con mayor insistencia en la comparación entre las modalidades quías sociales (o, por el contrario, del aplanamiento de las jerarquías y la va-
de formulación de las políticas –y, en última instancia, de la política tout loración del igualitarismo) y los criterios de justicia dominantes en cada caso.
court– en la Argentina y en Brasil. Dichas modalidades, en efecto, remiten a O de las dinámicas federales imperantes en cada país, que por razones obvias
formas bien diferentes de situarse en el tiempo y de concebir la temporalidad; ponen en primer plano la cuestión de la espacialidad.
de situarse en y concebir el espacio; así como a diferentes modos básicos de La segunda aclaración refiere, precisamente, a la selección de las dimen-
relacionamiento y de resolución de conflictos. Finalmente, una dimensión siones exploradas. Junto con las dimensiones elementales de tiempo y espa-
de importancia fundamental –la solidez institucional– es presentada para los cio, invariablemente presentes en todo proceso o acontecimiento, se hace pre-
propósitos de este trabajo subsumida bajo la dimensión de la temporalidad. sente en nuestros casos, notablemente, una tercera dimensión de presencia
Los casos analizados arrojan, en efecto, una fuerte correlación entre una deter- insoslayable: la que remite a los modos de relacionamiento, más conflictuales
minada experiencia del tiempo –continuo, sin grandes desvíos ni rupturas y frontales en un caso; más diplomáticos en el otro. Y asoma, también con
abruptas– y la presencia de instituciones más consolidadas, correlación que se enorme potencia, una cuarta dimensión cuya importancia deriva de las incal-
explica a partir de la constatación de que las instituciones –prácticas sistemáti- culables consecuencias que tiene su despliegue sobre el terreno de lo social: la
cas, repetitivas, rutinizadas y “naturalizadas”, encarnadas en organizaciones y concepción de la justicia y las jerarquías sociales.
símbolos– solidifican y perduran ni más ni menos que en función del tiempo. En cuanto a las advertencias, la primera de ellas no es en verdad sino un
Adicionalmente, nos detenemos en un estudio de caso –el de las políti- conjunto de advertencias concernientes al significado que adopta aquí la com-
cas de acceso a la educación superior– que permite poner en evidencia una se- paración, así como a los peligros que ella encierra y las precauciones que su
rie de rasgos diametralmente opuestos de las respectivas culturas políticas na- tratamiento impone. En primer lugar, es fundamental no perder de vista el
cionales a lo largo de varias de las dimensiones elementales mencionadas: en hecho de que muchas de las caracterizaciones esbozadas para cada país no tie-
particular, la temporalidad y la solidez institucional; la modalidad de relacio- nen sentido por fuera de dicha comparación. Los calificativos de “graduales”
namiento; y, por último pero en una posición especialmente destacada, los o “estables” en referencia a las políticas brasileñas tienen el sentido que aquí
sentidos de justicia y las actitudes ante las jerarquías sociales, cuestiones cen- se les confiere en función de su comparación con las políticas de un país co-
trales allí donde de lo que se trata es de distribuir, de uno u otro modo, un mo la Argentina, donde la norma son las discontinuidades y los abruptos
bien valioso y más o menos escaso como la educación. cambios de rumbo. Sería difícil aplicar esa caracterización a Brasil en abstrac-
Antes de entrar de lleno en el análisis es necesario formular dos aclaracio- to, y sería directamente falso afirmarla en una comparación de Brasil con al-
nes y dos advertencias. La primera aclaración concierne a la relevancia de las gún país desarrollado conocido por su estabilidad. Los propios brasileños con-
áreas de políticas escogidas, que sólo es tal en función de los objetivos especí- sultados para este trabajo pusieron sistemáticamente en evidencia la
ficos de este estudio. Se han elegido, en efecto, algunas áreas que resultan par- importancia de esta aclaración al reaccionar asombrados ante la caracteriza-
ticularmente fértiles para identificar una serie de contrastes entre Argentina y ción de su país como “estable” o con “instituciones fuertes” para pasar a de-
Brasil que remiten a rasgos “estructurales” de las culturas políticas de ambos clarar resuelto el malentendido tan pronto como se les expusiera la intención
países –algunos de los cuales, sin embargo, parecen hallarse en un proceso de de subrayar los contrastes entres los dos países involucrados. Idénticas reaccio-
mutación en direcciones encontradas–. Si bien la hipótesis de base de este tra- nes manifestaron los argentinos al presentárseles afirmaciones tales como la de
bajo sostiene que los rasgos de la cultura política puestos de relieve deberían, que la Argentina es un país de espíritu “igualitario”.
por su carácter de –en la terminología tocquevilliana– “hechos generadores”, En segundo lugar, es importante destacar que la comparación que aquí re-
hacerse sentir en todos los ámbitos de la vida política y social, lo cierto es que alizamos involucra a dos sociedades próximas en el espacio, situadas en un mis-
existen ciertas áreas que constituyen laboratorios especialmente equipados pa- mo marco temporal y expuestas a influencias recíprocas. He aquí, pues, dos
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cuestiones a tener en cuenta: por un lado, el hecho de que se trata de dos (y no ducción cultural, alegría brasilera vs. lamento tanguero; en el de las políticas
más) casos nacionales; por el otro, el hecho de que dichos casos se hallan situa- de gobierno, continuidades brasileras vs. discontinuidades argentinas; en fin,
dos en un mismo contexto temporal y espacial. Dicha proximidad temporal y en el de las políticas económicas, gradualismo brasilero vs. políticas de shock
espacial ciertamente los torna óptimos para la comparación desde la perspecti- en Argentina” (Neiburg, 2004: 12). Cuando la comparación se reduce a un
va braudeliana (Fausto y Devoto, 2004); no obstante, supone también una di- simple cuadro de doble entrada, en efecto, se pierde un sinnúmero de mati-
ficultad toda vez que las posibles influencias recíprocas exigen un esfuerzo ces que son, en última instancia, los que confieren a cada universo la textura
complementario para distinguir entre los fenómenos que pueden ser explica- y el juego de tonalidades que les son propios y exclusivos y que constituyen
dos autónomamente para cada caso y los que sólo pueden aprehenderse en su identidad. Hecha esta advertencia, sin embargo, debe señalarse que el au-
conjunto con los de la otra sociedad analizada. Para los casos que nos ocupan, tor arriba citado desarrolla consistentemente, en el mismo texto que conclu-
sin embargo, vale la siguiente afirmación de Boris Fausto y Fernando Devoto: ye con ese llamado de atención, algunas de las oposiciones mencionadas, las
cuales se hacen presentes tanto en los datos disponibles acerca de los procesos
Es muy pequeño el riesgo de no conseguir discriminar lo que es es- que analiza como en las representaciones que los propios actores sociales se
pecífico de lo que es producto de orígenes comunes e influencias re- hacen de ellos. Lo mismo hacemos en este trabajo, a partir de la idea de que
cíprocas. Ello porque, más allá de las rivalidades y enfrentamientos algunas de esas oposiciones tocantes a las dimensiones elementales en cuyo
abiertos, ambos países (o por lo menos sus élites) se percibieron co- marco se desarrollan los procesos políticos y sociales se manifiestan insisten-
mo muy diferentes a lo largo de casi toda su historia. Por otro lado, temente en los ámbitos más diversos al punto de constituir universos cultura-
la historia de cada uno de los dos países estuvo mucho más ligada a les consistentes internamente y fuertemente contrastantes entre sí. Lo hace-
los centros políticos y económicos de Occidente que entre sí […] mos, sin embargo, con la intención de no pasar por alto las gradaciones, la
Como apuntó Braudel, por los mismos caminos por donde circulan variedad y la complejidad, y de subrayar todas aquellas diferencias que se ma-
mercaderías circulan las ideas y los hombres. Excluyendo épocas más nifiestan en un marco de semejanzas, así como todas las semejanzas percepti-
recientes, los intercambios comerciales de Brasil y de la Argentina bles aun allí donde lo que queda en primer plano son las diferencias.
estuvieron mucho más volcados hacia los centros del Norte (Europa, Debe mencionarse aún una tercera dificultad propia del ejercicio compa-
EE.UU.) que hacia el vecino. Lo mismo ocurrió, en el largo plazo, rativo: la de lograr un análisis de idéntico nivel de profundidad para los dife-
en el mundo político, cultural y científico, con excepción de mo- rentes campos investigados. Una de las ventajas que presentan los trabajos re-
mentos y situaciones muy específicos. (Ibíd.: 20) alizados por investigadores de terceros países3 –señalan Fausto y Devoto– es
precisamente su capacidad para “realizar la comparación en un mismo nivel
Pese a que, como bien lo hacen notar los autores citados, esta situación de re- de profundidad, utilizando fuentes equivalentes, con un nivel de compren-
lativo aislamiento que, fuera de las zonas de frontera, se mantuvo más o me- sión equiparable y, a veces, con un dominio similar de los dos campos histo-
nos constante a lo largo del tiempo ha comenzado a cambiar,2 ella sigue sien- riográficos” (op. cit.: 19). Este trabajo no goza de esa ventaja ni tampoco, co-
do un factor relevante cuando el foco del análisis y la comparación se halla mo el de los autores citados, de los beneficios de la doble mirada provista por
colocado en un objeto –en este caso, las matrices nacionales de cultura polí- la intervención de un investigador procedente de –y familiarizado con– cada
tica– que es el resultado de múltiples procesos de sedimentación de experien- uno de los países involucrados. Es debido reconocer, pues, que los conoci-
cias y prácticas que tuvieron lugar bajo las condiciones arriba descriptas. mientos iniciales sobre los cuales se basa este trabajo se hallan fuertemente ses-
La empresa de comparar dos y solo dos casos –en particular allí donde lo gados hacia el caso argentino y que la concreción de este proyecto compara-
que se procura es subrayar sus diferencias– trae por su parte aparejado el tivo supuso para su autora una labor asimétrica –pero casi igualmente
peligro del “binarismo”, es decir, “la tentación de [construir] un modelo es- agotadora– a ambos lados de la comparación: por una parte, un esfuerzo de
tructural” mediante “esquemas simples del tipo, en el plano de los caracteres extrañamiento que permitiera reparar en lo extraordinario de lo cotidiano, en
nacionales, cordialidad brasilera vs. violencia argentina; en el plano de la pro- las peculiaridades del sentido común, desde la perspectiva del extranjero; por
54 PASIONES NACIONALES INÉS M. POUSADELA 55
otra parte, la asimilación, en un tiempo relativamente breve (especialmente si introducen fuertes discontinuidades; la historia, por su parte, parece compo-
se lo compara con los largos años de inmersión compulsiva en el propio con- nerse de avances y retrocesos organizados en ciclos o espirales, y el alcance de
texto nacional), de innumerables lecturas con informaciones y perspectivas las previsiones y planificaciones de los actores parece ubicarse, en la mayoría
acerca del país vecino con el objeto de reducir (si no eliminar) los desequili- de los casos, en el corto plazo.
brios de la comparación. Estas tendencias son corroborables a partir de la comparación entre los
La segunda y última advertencia, finalmente, refiere a las fuentes sobre principales procesos de cambio político que tuvieron lugar en ambos países a
las que se basa este trabajo, que son –al menos en lo que concierne a su pri- lo largo de las últimas décadas; ellas se manifiestan, asimismo, en áreas diver-
mera parte– exclusivamente secundarias. Si bien en algunos casos los textos sas de las políticas públicas y han tenido consecuencias significativas en tér-
utilizados resultan de utilidad por el hecho de proporcionar datos “duros” que minos de las políticas resultantes. Las continuidades y discontinuidades rea-
–interpretación mediante– contribuyen a reforzar nuestras hipótesis de base, parecen también en los modos en que los propios actores interpretan los
en numerosas oportunidades los propios textos utilizados proporcionan tam- procesos en que se hallan inmersos: ello puede apreciarse, para dar un ejem-
bién interpretaciones que se ubican en la línea de las hipótesis despuntadas plo, en la recurrente tendencia argentina al “refundacionalismo” y, del lado de
aquí. Lo cual nos induce a formularnos una serie de interrogantes entre los Brasil, en inclinación predominante hacia las interpretaciones continuistas.
cuales se destaca la cuestión –metodológicamente problemática– de si, acaso, Estos dos conjuntos de interpretaciones se replican, a su vez, en los análisis de
cuando los autores hablan, por ejemplo, de “continuidad” y “gradualismo” numerosos especialistas que observan la historia de ambos países en esos mis-
para el caso de Brasil, y de “discontinuidades” y “rupturas” para el caso argen- mos términos.
tino, lo hacen como resultado de una evaluación desprejuiciada o si, por el En ambos países, pues, las continuidades o discontinuidades “objetivas”
contrario, producen y reproducen –por efecto de la interlectura y de la circu- se ven sistemáticamente reforzadas por las interpretaciones de los actores y los
lación de las interpretaciones en un campo académico de dimensiones relati- analistas, así como por las operaciones de construcción del pasado que cons-
vamente reducidas– una serie de estereotipos que no quisiéramos, en ese ca- tituyen la base de las ideas de nación presentes en ambos casos. Que la histo-
so, reproducir también aquí. La precaución requerida se incrementa desde el ria “objetiva” del Brasil es una historia de continuidades rotundas es un dato
momento en que dichos “rasgos nacionales” tal como son presentados por ac- que se expresa desde el momento mismo del nacimiento de la nación brasile-
tores e intérpretes llevan a menudo consigo una fuerte carga valorativa, tanto ña, siempre presentado como un momento más de continuidad en el marco
positiva como negativa. de un proceso como resultado del cual el príncipe regente de Portugal, afin-
cado en Brasil con su padre el emperador desde la invasión napoleónica a
Portugal, se convirtió –una vez retornado su padre a su trono en Europa– en
Algunas dimensiones de las matrices de cultura política el emperador del Brasil, lugar que conservaría durante varias décadas con pos-
en Argentina y Brasil: tiempo, espacio y clivajes terioridad a la declaración de la independencia. Así, el heredero del trono de
Portugal se convirtió en el emperador del Brasil; la república no llegaría sino
Gradualismo vs. rupturismo; largoplacismo vs. cortoplacismo varias décadas después de la independencia. En el caso de la Argentina, don-
de ciertamente abundan las discontinuidades, hallamos la tendencia a reinter-
La temporalidad es una de las dimensiones de la matriz en las cuales el con- pretar incluso las continuidades en clave de discontinuidad. Es el caso, nota-
traste entre Argentina y Brasil se manifiesta con mayor persistencia y nitidez. blemente, de los relatos dominantes acerca de los acontecimientos del 25 de
Encontramos que, en comparación con Argentina, el tiempo político tiende mayo de 1810 –acaso más celebrado que el 9 de julio, fecha de la declaración
a ser (y a ser interpretado) en Brasil (como) continuo y progresivo en su line- de la independencia que tuvo lugar seis años más tarde–, sistemáticamente
alidad, a la vez que el epicentro temporal de los actores parece encontrarse, aprehendido (y, sobre todo, enseñado y aprendido) como un acto de ruptura
mucho más a menudo, localizado en el largo plazo. En el caso de la Argentina, revolucionaria cuando, al menos en las intenciones de muchos de sus actores
por el contrario, el tiempo aparece rutinariamente atravesado por hitos que (aunque no en sus consecuencias) en verdad no lo fue.
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Las características polares que presenta la temporalidad en ambos países otro dejaron el legado a partir del cual debieron funcionar todos y cada uno
se han expresado sistemáticamente en los principales acontecimientos políti- de los gobiernos argentinos y brasileños posteriores a la Segunda Guerra
cos de las últimas décadas y, en primer lugar, en las alternancias entre regíme- Mundial. En lo sucesivo, la mayor conflictividad política y social acentuó en
nes democráticos y autoritarios. En efecto, si bien tanto Argentina como Argentina las discontinuidades. En términos económicos, ello se expresó
Brasil integraron en los años ochenta la llamada “tercera ola” de democratiza- en ciclos (o, más bien, en espirales descendentes) stop-and-go notablemente
ciones, proviniendo ambos de sendos regímenes autoritarios del mismo tipo más intensos que en el país vecino. No menos dramáticas fueron sus manifes-
–dictaduras militares, como casi todos los países latinoamericanos– los trayec- taciones políticas, tal como las describe Kaufman:
tos recorridos fueron completamente diferentes. De hecho, cada uno de estos
países suele ser presentado como el mejor ejemplo de cada uno de los tipos En una sociedad profundamente dividida a lo largo de líneas políti-
polares de transición a la democracia: “reemplazos” y “transformaciones” cas, sectoriales y de clase, cada cambio de régimen trajo consigo
(Huntington, 2001), o “transiciones por colapso” y “transiciones negociadas” grandes cambios en políticas y personal. Cada fracaso a su vez debi-
(O’Donnell, 1989). litó la autoridad del estado y dejó una sociedad civil más fragmen-
La transición brasileña fue, en palabras de Samuel Huntington (2001), tada. […] En Brasil, divisiones políticas menos intensas pusieron en
una “liberalización iniciada por el régimen” –o también, como la define movimiento un diferente patrón de largo plazo. La organización del
Power (2000), una “transición conservadora”.4 El cambio de régimen fue, tal aparato económico del Estado resultó mucho menos capturada en
como lo había planificado el presidente de facto Ernesto Geisel, “gradual, len- las rivalidades electorales de los años 40 y 50. Instituciones tales co-
to y seguro” –o, en todo caso, gradual y lento, pues su llegada a buen puerto mo el Banco de Brasil y la Autoridad Monetaria sirvieron como for-
no estaba ganada de antemano dada la resistencia que oponían los sectores talezas para el personal tecnocrático que lograron impartir un grado
“duros” del gobierno militar. En la periodización de Huntington, el proceso sustancial de continuidad en la política económica […] Así, cuando
brasileño de transición se inicia al final del período de Medici, en 1973, con- la estructura elitista de poder en Brasil comenzó a enfrentar serios
tinúa a lo largo de los gobiernos de Geisel y Figueiredo, da un salto hacia de- desafíos económicos y políticos a comienzos de los 60, se sostenía
lante con la elección (indirecta, mediante colegio electoral) de un presidente sobre bases institucionales y políticas relativamente firmes.
civil en 1985, y termina con la adopción de una nueva constitución en 1988 (Kaufman, 1988: 20-21)
y con la elección popular de un nuevo presidente en 1989. Durante los go-
biernos de Geisel y Figueiredo, en particular, la estrategia consistió en dar Así, hacia fines de los años 60 el nivel de amenaza percibido por las elites bra-
“dos pasos adelante, un paso atrás”. El pasaje de la dictadura militar represiva sileñas era sustancialmente menor que el que atemorizaba a las elites argenti-
existente en 1973 a la democracia plena vigente en 1989 no tiene pues una nas, ya que “aunque hubo un aumento de la actividad de la guerrilla hacia fi-
fecha precisa: si bien el inicio del período democrático puede fecharse (con las nes de los 60, Brasil nunca experimentó el quiebre generalizado de los
condiciones y atenuantes del caso) en 1985, predominan en el proceso las controles sociales y la violencia terrorista extendida que luego amenazaría la
continuidades y el gradualismo, que se verifican incluso en términos de la seguridad personal de las elites gobernantes de Argentina” (ibíd.: 21). Este
composición de la elite política durante los primeros años del régimen demo- contraste permite dar cuenta, a su vez, de las notables diferencias en términos
crático (Power, 2000). de intensidad represiva entre ambas dictaduras, diferencias que –junto con el
A su vez, la propia dictadura brasileña se había colocado, a diferencia de final abrupto de la dictadura argentina– permiten a su vez dar cuenta de los
la argentina (y de casi todas las demás en América Latina), en una estrecha lí- mayores niveles de continuidad o de ruptura en el marco de ambos procesos
nea de continuidad con los regímenes civiles precedentes. Robert Kaufman de transición a la democracia.
(1988), de hecho, rastrea esa línea de continuidad hasta, por lo menos, los En Brasil, en efecto, los militares se encontraron en 1964 con un aparato
años 30 y 40, a partir de la constatación de que el varguismo fue una forma estatal “más o menos intacto” (ibíd.). En vez de abocarse a la creación de nue-
de populismo sensiblemente menos radical que el peronismo, y de que uno y vas instituciones autoritarias, pues, gobernaron el país “deformando, más que
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desintegrando, las instituciones fundamentales de la democracia política” paña electoral, que rehabilitaba la vapuleada Constitución Nacional, reivindi-
(O’Donnell y Schmitter, 1988: 42). Pasados los momentos más intensos de re- caba el valor de las instituciones y prometía un nuevo comienzo. “Más que
presión, el régimen “se sintió lo suficientemente seguro para dejar espacio pa- una salida electoral, una entrada a la vida”, rezaba uno de sus más recordados
ra la participación política y el disenso” (Kaufman, op.cit.) y hacia comienzos mensajes proselitistas.
de los 70 inició el lento proceso de apertura.5 Estas continuidades –expresadas El exponente más claro del rupturismo argentino es, sin embargo, el tra-
también en términos del funcionamiento y la eficacia de la burocracia estatal– tamiento que recibieron las violaciones de los derechos humanos cometidas
tuvieron importantes efectos sobre las políticas públicas resultantes. La litera- bajo la dictadura, encarnado en la figura del Juicio a las Juntas.7 Como en to-
tura sobre el tema señala consistentemente el contraste entre la situación de co- das las transiciones estudiadas por los teóricos de la “tercera ola”, también en
lapso del régimen argentino luego de la derrota en la guerra de Malvinas y “los Argentina el régimen militar en retirada buscó imponer dos condiciones o
logros económicos del régimen brasileño” (O’Donnell y Schmitter, op.cit.). En “garantías de salida”: no habría castigos ni represalias por ningún acto come-
este último caso habría, evidentemente, bastante menos para repudiar por par- tido en el poder, y los roles institucionales y la autonomía de las Fuerzas
te de las nuevas autoridades democráticas, y no solamente en razón de dichos Armadas serían respetados. La particularidad del caso argentino –a diferencia
logros sino también porque allí la represión no sería considerada, como en Ar- del brasileño– fue precisamente la incapacidad de los militares para imponer
gentina, “responsabilidad institucional” de las Fuerzas Armadas sino de “uni- sus exigencias y su consiguiente “rendición incondicional”. Se trató del único
dades más o menos especializadas”, eximiendo al grueso de los oficiales de las caso de transición por reemplazo en América Latina, sólo acompañado, en el
imputaciones de responsabilidad directa (ibíd.: 50-51). marco de la tercera ola de democratizaciones, por el de Grecia, en el cual el
El caso argentino es, en cambio, fuertemente rupturista a la vez que re- colapso fue también el resultado de una derrota militar.
sultante de una historia de exacerbados clivajes políticos y sociales que se re- Los divergentes trayectos recorridos entre dictadura y democracia no so-
forzaban recíprocamente bajo la figura del peronismo. En el marco de una lamente demarcaron diferentes campos de posibilidad en lo relativo al trata-
percepción de la amenaza sólo superada en el Cono Sur por la que experi- miento de las violaciones de los derechos humanos sino que dejaron su hue-
mentó el establishment chileno ante el ascenso de Salvador Allende, la dic- lla sobre la política militar desarrollada por los gobiernos civiles en las décadas
tadura argentina –sugerentemente autodenominada “Proceso de Reorgani- siguientes. Aunque en ambos países las Fuerzas Armadas vieron mermados sus
za-ción Nacional”– concibió su misión refundacional bajo la forma de la recursos y acabaron por subordinarse al poder civil –con mayores resistencias
reconstrucción radical de las relaciones entre sociedad y Estado, previa en el caso de Argentina, que padeció una serie de amotinamientos bajo el go-
transformación de la sociedad –mediante la aplicación de una batería de bierno de Alfonsín y en los inicios del de Menem– los modelos de Fuerzas
medidas económicas junto con la represión lisa y llana– en un ámbito en el Armadas resultantes son fuertemente contrastantes. Como señala Hunter
cual ya no hubiera lugar para los procesos y actores disruptivos que se pro- (1996), “en la Argentina, las Fuerzas Armadas han llegado a centrarse casi ex-
ponían erradicar. Así, no solamente la represión fue en Argentina más en- clusiva (aunque modestamente) en roles orientados al exterior, entre los cua-
carnizada e indiscriminada que en Brasil –tal como puede constatarse con les sobresale el del mantenimiento de la paz. En Brasil, están tratando de
una simple comparación de las cifras de sus víctimas– sino que también el mantener actividades en los frentes tanto doméstico como externo” (p. 2).
programa económico de shock instrumentado por Martínez de Hoz fue mu- Si bien la introducción de un tercer país –Chile– en esta comparación
cho más lejos que el plan de estabilización brasileño en términos de auste- permitiría atenuar los contrastes –puesto que en términos de su poder relati-
ridad monetaria y fiscal (Kaufman, op.cit.). vo las Fuerzas Armadas brasileñas se encuentran situadas en algún punto en-
La ruptura con este proceso de ruptura requirió nada menos que de una tre las argentinas y las chilenas–, el contraste entre Brasil y Argentina sobre es-
derrota militar y de la ocurrencia de un acontecimiento político hasta enton- te punto es lo suficientemente intenso como para llamar la atención. En el
ces inédito: la derrota del peronismo en elecciones libres, limpias y sin pros- caso de las Fuerzas Armadas argentinas, “la defensa convencional es definida
cripciones. La elección del candidato radical, Raúl Alfonsín,6 en 1983 fue en como su principal misión. Las misiones internacionales de paz, el apoyo lo-
sí misma un acto de ruptura; de ruptura fue también el discurso de su cam- gístico en operaciones contra el narcotráfico y la ayuda comunitaria en casos
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de desastres nacionales son misiones secundarias. En la práctica, la esfera de la provisión de servicios de educación, salud y alimentación en áreas remotas
actividades de las Fuerzas Armadas argentinas está confinada casi exclusiva- y empobrecidas. Este rubro de acciones se ha mantenido e incluso ampliado
mente al área externa, es decir a las operaciones de mantenimiento de la paz en tiempos recientes, en vistas del amplio apoyo popular que recibe su invo-
y a roles de defensa convencional. Sólo bajo circunstancias muy excepciona- lucramiento.
les –cuando las fuerzas civiles de seguridad se ven superadas– reciben la auto- En un contraste punto por punto con el continuismo brasileño, las fuer-
ridad para participar en funciones que caen bajo el rubro de la ‘seguridad tes limitaciones a que se encuentran hoy sujetos los roles de las Fuerzas Ar-
interior’” (ibíd.: 10). De hecho, la Ley Nº 23.554 de Defensa Nacional, pro- madas argentinas contrastan con su posición histórica, caracterizada también
mulgada en 1988, establecía la exclusión de los militares del ámbito de la se- por una definición “expansiva” de sus funciones, desde la “conquista del de-
guridad interior, encomendada a las fuerzas policiales, sobre la base de “la di- sierto” –en la que oficiaron de constructores de la nación– hasta su rol regu-
ferencia fundamental que separa a la defensa nacional de la seguridad interior” lador de la competencia política inaugurado con el golpe de Estado de 1930,
(Art. 4). a partir del cual se constituyeron en poderosos actores políticos.
En Brasil, por su parte, los roles de las Fuerzas Armadas son notablemen- Tras la ruptura representada por la transición democrática de 1983, nue-
te más amplios y diversos: puesto que ellas no abandonaron el gobierno ven- vas pretensiones refundacionales se esgrimieron en la Argentina con la llega-
cidas y desacreditadas como sus pares argentinas, sus funciones históricas no da, en 1989, de Carlos Menem a la presidencia de la Nación. En un contex-
se modificaron radicalmente, pese a que actualmente se llevan a cabo bajo tu- to de hiperinflación que atacaba el nudo elemental del lazo social, de lo que
tela civil. Si bien ya no ofician de poder moderador –como lo hicieron desde se trataba era, otra vez, de volver a comenzar desde cero, aceptando como ine-
el fin de la monarquía en 1889 hasta la dictadura iniciada en 1964, que inau- vitable la operación de “cirugía mayor sin anestesia”8 que proponía el nuevo
guró un período de veintiún años en que el poder estuvo en forma directa en gobierno. Las discontinuidades y rupturas se manifestaron, entonces, en todo
sus manos– conservan sus restantes roles históricos. Oficiaron, en su momen- el campo de las políticas públicas.
to, de constructores de la nación extendiendo el territorio y llevando hasta sus No fue la hiperinflación, sin embargo, un fenómeno exclusivamente ar-
confines el poder del Estado: actualmente su actividad externa se centra en el gentino: también la padeció Brasil, y en ambos países se pusieron en marcha
resguardo del territorio amazónico y la frontera Norte. Las operaciones de en la primera mitad de los años 90 sendos planes de estabilización –el Plan de
mantenimiento de la paz están lejos de ser su misión principal; su participa- Convertibilidad en Argentina; el Plan Real en Brasil– dirigidos a atacar la in-
ción en ellas es inferior a la de sus pares argentinos. Tal como lo hace notar flación, acompañados de una amplia batería de medidas de liberalización de
Wendy Hunter, “en la América Latina contemporánea, solo unos militares la economía. Ambos procesos se iniciaron en un mismo contexto internacio-
muy debilitados y desacreditados, como los argentinos, adoptarían el mante- nal y con apenas dos años de diferencia. Tuvieron, evidentemente, abundan-
nimiento de la paz como su misión central” (Hunter, 1996: 24). Desde el si- tes puntos en común;9 son, sin embargo, sus notables diferencias las que
glo XIX, por otra parte, los militares brasileños funcionaron como garantes de atraen nuestra atención. Fueron, de hecho, mucho más diferentes entre sí de
la paz y el orden internos, aplastando rebeliones locales y tentativas secesio- lo que lo habían sido los planes de estabilización –el Austral (1985) y el
nistas: en la actualidad, son periódicamente llamados a actuar contra el cri- Cruzado (1986)10– aplicados en ambos países en la década precedente, y pu-
men y el tráfico de drogas en los grandes centros urbanos. Todas las constitu- sieron en evidencia la presencia de dos “culturas económicas” distintivas
ciones brasileñas, incluida la de 1988, han sancionado ese rol (aunque esta (Neiburg, 2004).
última, a diferencia de las anteriores, toma mayores recaudos para que sea des- Deben examinarse, en primer lugar, los procesos de formulación de di-
empeñado en los términos que dicte el poder civil). Históricamente, por úl- chos planes, pues se perciben en ellos mecanismos bien diferenciados de legi-
timo, las Fuerzas Armadas brasileñas actuaron –incluso cuando lideraron el timación de las heterodoxias económicas. Señala Federico Neiburg, en efecto,
gobierno, a diferencia de sus pares argentinas– como agentes de la moderni- que “en el caso argentino (mucho más claramente que en el brasilero), los
zación y el desarrollo, dirigiendo vastos proyectos de construcción de infraes- [economistas] heterodoxos [que diseñaron los planes] se diferenciaban tam-
tructura e importantes empresas estatales en áreas estratégicas, y coordinando bién de otras experiencias locales”, y no solamente de las otras teorías que cir-
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culaban en el debate internacional, “no sólo por sus contenidos teóricos y de 1995. En la Argentina, por su parte, se optó por el reemplazo inmediato del
política económica, sino también por una cuestión de linajes políticos, siem- Austral por el nuevo peso argentino, en el marco de un régimen inflexible de
pre tanto más estructurantes del mundo social e intelectual argentino que del convertibilidad uno a uno con el dólar.13 Negro sobre blanco, el contraste vol-
brasilero” (ibíd.: 6). Por efecto de las discontinuidades de su historia, también vió a exhibirse en ocasión de la crisis argentina de fines de 2001. La
las relaciones entre generaciones de profesionales de la economía son en la Convertibilidad no se fue sola, sino que –rebelión popular mediante– arras-
Argentina más discontinuas que en Brasil, y el eclecticismo de los brasileños tró consigo a varios presidentes, empezando por Fernando De la Rúa, elegi-
es a menudo incomprendido por sus pares argentinos, lo mismo que su rela- do sólo dos años antes, junto con su ministro de Economía, el mismo Do-
ción de proximidad con las (ciertamente más cohesionadas) elites políticas a mingo Cavallo que había lanzado ese régimen monetario bajo el gobierno de
lo largo del tiempo. De hecho, subraya Neiburg, “ninguno de los jóvenes eco- Menem. Cosa extraña dados los antecedentes argentinos, el Plan de Conver-
nomistas democráticos argentinos reconocería el padrinazgo (o aun algún mé- tibilidad había sobrevivido al recambio gubernamental del PJ a la Alianza; lo
rito intelectual) en cualquier funcionario del gobierno militar anterior, como había hecho, sin embargo, en razón de un dilema de acción colectiva, es de-
sí podían hacerlo sus amigos brasileros” (Neiburg s/f: 16). A diferencia de lo cir, por motivos muy diferentes de los que dan cuenta de la continuidad del
que ocurría entre los heterodoxos argentinos, en efecto, muchos de sus pares Plan Real más allá de la finalización del gobierno de Cardoso en el año 2002.
brasileños tenían en su haber “una trayectoria continua en los medios empre- Así, mientras la Convertibilidad se hundía en una devaluación descontrolada,
sariales y financieros y en la burocracia de gobierno, aun durante el período el Plan Real permanecía en pie gracias a un acuerdo de continuidad de la po-
militar al que se oponían” (ibíd.: 17). El campo de los economistas en Brasil lítica económica firmado antes de las elecciones por los principales candida-
es, pues, descripto como más “continuo” y, consiguientemente, como más tos a suceder al presidente Cardoso14 (Neiburg, 2004). Para esa fecha ya ha-
“institucionalizado” que su equivalente argentino.11 bía tenido lugar una exitosa devaluación, y luego del esperable aumento de la
En consonancia con las divergentes configuraciones del campo de los inflación y de la también previsible disminución del nivel de actividad, había
economistas, la composición de los equipos que formularon las políticas eco- comenzado la recuperación.
nómicas en los años 90 difirió ampliamente en uno y otro país. Mientras que La comparación entre los planes instrumentados en ambos países pone
en Brasil algunos de sus principales integrantes eran los mismos que habían en evidencia aún otro contraste en el terreno de la temporalidad: el que se-
diseñado el Plan Real en los 80, en Argentina se trató, en cambio, de otros in- para al cortoplacismo de la mirada de largo plazo. Si bien es cierto que –tal
dividuos, con otras filiaciones institucionales y con preferencias políticas mar- como lo señala Brenta (2002)– ambos planes fueron “cortoplacistas” en el
cadamente diferentes. “Cavallo y sus colegas de la Fundación Mediterránea, sentido de que no estuvieron centrados en objetivos de crecimiento sino en
luego Roque Fernández y sus colegas del CEMA (Centro de Estudios Ma- la preocupación casi excluyente por controlar la inflación a través de la ofer-
croeconómicos Argentinos)”, en efecto, “construyeron su identidad teórica y ta monetaria, también es recurrente la interpretación que vincula el final ca-
política en las antípodas de los ideólogos del Austral. En el caso del CEMA tastrófico de la Convertibilidad con la perspectiva extremadamente corto-
incluso como representantes locales de la ‘escuela de Chicago’, negando todo placista que la guiaba. Las señales de alarma que las economías argentina y
diálogo con las tradiciones nacionales del pensamiento económico. En Brasil, brasileña emitieron en ocasiones críticas tales como la crisis mexicana de
al contrario, el Real puede ser visto12 como un segundo ensayo de por lo me- 1995 (el “efecto tequila”) obtuvieron respuestas diferentes: Brasil volvió
nos un segmento del equipo del Cruzado, el de los teóricos de la inflación in- atrás en el proceso de indexación y flexibilizó el tipo de cambio, aumentó
ercial, reunidos en la PUC-RJ por Pedro Malán, ministro durante las dos ges- las tasas de interés y recuperó las reservas perdidas, aunque desaceleró (tem-
tiones de Fernando Henrique Cardoso” (ibíd.: 23). porariamente) el crecimiento de su PBI. Argentina, en cambio, insistió con
Las mismas (dis)continuidades se expresaron, previsiblemente, en las “más convertibilidad, reforzando el camino hacia la dolarización” (Brenta,
modalidades de adopción de las políticas resultantes. En Brasil, la transición 2002: 22). Su sistema financiero fue entonces calificado entre los más sóli-
entre el Cruzado y el Real fue gradual y pautada: de hecho, el Plan Real fue dos de los mercados emergentes, y así siguió siendo considerado hasta rela-
lanzado a mediados de 1993, y la nueva unidad monetaria fue emitida en tivamente poco antes de su caída definitiva. En otras palabras: mientras que
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en los años inmediatamente posteriores al tequila el crecimiento brasileño de las privatizaciones –en especial de las empresas prestadoras de servicios pú-
se desaceleró, Argentina recuperó enseguida altas tasas de crecimiento sin blicos– es revelador de los contrastes entre ambos países sobre ese punto.
tomar en cuenta las debilidades que ellas contenían en el mediano-largo pla- Un caso particularmente notable es el de los procesos de privatización de
zo. Los ciclos resultaron, previsiblemente, más intensos: al crecimiento ace- las respectivas empresas de telecomunicaciones. Aparecen en ellos, en efecto,
lerado le siguió una depresión persistente desde mediados de 1998, y la de- los rasgos que parecen propios de la matriz cultural brasileña: el gradualismo,
valuación tuvo lugar en el marco de una crisis política, económica y social el largoplacismo, la tendencia a la construcción institucional y la inclinación
de dimensiones colosales. a la búsqueda de consensos. En el caso argentino, por su parte, el análisis de
Íntimamente ligada a la cuestión del corto/largo plazo se encuentra el rol estos procesos coloca en primer plano otras características usualmente asigna-
que fue asignado al Estado en cada caso, así como el mayor o menor énfasis das a la cultura política nacional, tales como los tiempos vertiginosos, el cor-
en los procesos de construcción institucional. La renuncia del Estado a con- toplacismo y la debilidad de las instituciones y de las tentativas de construc-
trolar los principales mecanismos de la política económica y monetaria es re- ción institucional.
petidamente citada como una de las mayores peculiaridades del plan de En contraste con el proceso brasileño –repetidamente caracterizado co-
Convertibilidad, y también como su mayor debilidad15 –luego de haber sido, mo “gradualista” y “moderado”18– el proceso de privatizaciones en la Argen-
ciertamente, también la clave de su éxito inicial. En contraste, es destacada la tina ha sido descripto de manera sistemática (por los protagonistas y los ana-
autonomía preservada por Brasil en el manejo de las variables clave, la cual es listas; por sus partidarios y sus opositores) como una “terapia de shock”. El
también a menudo asociada con su disímil opción de posicionamiento exter- proceso se inició con la aprobación por el Congreso de las leyes de Emer-
no, lejos del alineamiento automático con los Estados Unidos adoptado por gencia Económica y de Reforma del Estado a poco de inaugurado el nuevo
la Argentina.16 La cuestión del rol del Estado y la importancia asignada a las gobierno. Ellas ofrecieron “nuevos recursos institucionales al Ejecutivo que a
instituciones regulatorias reaparece con especial ímpetu en el análisis de los partir de allí controla los tiempos, las formas y los contenidos de la reformas.
procesos de privatizaciones llevados a cabo en ambos países como parte de la El manejo de la política de privatizaciones, el uso frecuente de los Decretos
batería de reformas incluidas en los planes económicos. de Necesidad y Urgencia (DNU) y el rol de espectador del Congreso duran-
En ambos países se llevaron a cabo, en efecto, profundas reformas estruc- te los primeros años del gobierno Menem, nos llevan a concluir que fue gra-
turales; éstas fueron, sin embargo, más radicales y –sobre todo– más veloces cias a estos poderes ‘excepcionales’ y al manejo discrecional de los recursos ins-
en Argentina que en Brasil. El compromiso de adoptar dichas reformas fue in- titucionales existentes que fue posible lanzar y mantener el curso reformista al
cluido desde 1989 en todos los acuerdos que el gobierno argentino firmó con menos hasta 1991” (Castro Rojas, 2000: 121).
el Fondo Monetario Internacional, y hacia 1994 la mayoría de ellas había ya El trámite de privatización de la Empresa Nacional de Telecomunica-
tenido lugar. En el país vecino, que inició el proceso con dos años de retraso, ciones (ENTEL) duró en total poco más de un año: su metodología fue esta-
buena parte de los programas de reforma –en particular, los de privatizacio- blecida en septiembre de 1989, y en noviembre del año siguiente las licencia-
nes, desregulación y reforma de la seguridad social– no fueron aprobados sino tarias tomaban posesión de las dos nuevas empresas resultantes de la partición
hasta entrada la segunda mitad de los años 90 (Brenta, 2002), y su aplicación de la vieja compañía estatal. La velocidad se combinó con el cortoplacismo en
se prolongó a lo largo de los años subsiguientes. En parte, la prolongación del un proceso dominado por la urgencia económica y por la necesidad política
proceso brasileño se debe, curiosamente, a la ocurrencia de una discontinui- de acumular rápidamente el capital de “aceptabilidad” del cual carecía Carlos
dad política que estuvo ausente en el caso argentino:17 la destitución, bajo car- Menem por sus orígenes partidarios y sus promesas populistas.
gos de corrupción, del presidente que lo había iniciado. Su vicepresidente, a En lo que se refiere a la emergencia económica, la privatización de EN-
cargo del gobierno entre 1992 y 1995, no continuó con las reformas, que de- TEL parece corroborar –junto con el análisis de otros procesos, tales como los
bieron esperar hasta el ascenso de Cardoso. En parte, sin embargo, ella se debe que dieron inicio y pusieron fin a los respectivos planes de estabilización en
sencillamente a que las reformas avanzaron a un ritmo mucho más lento, aun los años 90– la idea de que en la Argentina las crisis tienden a ser más pro-
durante los períodos en que no estuvieron sujetas a interrupciones. El terreno fundas, y las salidas de ellas, más drásticas que en el país vecino. En el caso de
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ENTEL, “dadas las graves condiciones económicas [junto con el especialmen- tina) y “medidas provisorias” (en Brasil) que los gobiernos lograron controlar
te desastroso desempeño de la empresa, muy inferior al de su par brasileña] los tiempos y la agenda del debate (Castro Rojas, 1997). En Brasil, en parti-
Alsogaray [interventora de la empresa] recibió el encargo de maximizar el pre- cular, la experiencia de los 70 –crecimiento del PBI de 158%, nivel de inver-
cio de venta primero (maximizando la cantidad de deuda que se cancelaría sión de 25% del PBI– había impulsado el desarrollo de “un consenso general
mediante la venta) y recién entonces de asegurar la competencia y la eficien- sobre una corta lista de prioridades nacionales. En el primer lugar de la lista es-
cia” (Molano, 1997: 81). En otras palabras, la privatización no fue concebida taba el crecimiento económico, seguido por el desempeño exportador, y al fi-
como parte de una estrategia de largo plazo sino como “una medida de emer- nal estaba la estabilidad económica o la inflación” (Molano 1997: 33). Pese a
gencia que proporcionaría al gobierno los muy necesarios ingresos para res- que los desequilibrios fiscales y sus consecuencias inmediatas eran por enton-
ponder a las crisis fiscal y de la deuda” (ibíd.: 92). Idénticos efectos tendría so- ces preocupantes, el consenso desarrollista preexistente permitió en Brasil la fi-
bre el largo plazo el imperativo de “comprar credibilidad” ante los mercados jación de metas de largo plazo que marcaron el rumbo del proceso de privati-
que pesaba sobre el Carlos Menem de comienzos de los 90. zación. En contraste con las motivaciones “de caja” que dieron su tono al
En el proceso, pues, perdió importancia la constitución del marco regu- proceso argentino, pues, en Brasil se dio prioridad a la universalización del ser-
latorio dentro del cual se desarrollaría la actividad de las empresas privatiza- vicio y la introducción de la competencia, y a dichos objetivos fue subordina-
das. La constitución de dicho marco estuvo signada por la improvisación y la da la meta de conseguir un precio elevado por la venta de las empresas. La pla-
discrecionalidad derivadas de su subordinación a otras consideraciones, cor- nificación y la perspectiva de largo plazo se manifestó, asimismo, en el terreno
toplacistas y “de caja”, tal como lo prueban las sucesivas modificaciones de las de la construcción institucional: el llamado a la privatización fue precedido, en
normas, que fueron constituyendo un marco regulatorio ad hoc para el sector este caso, por la aprobación de una nueva Ley General de Telecomunicaciones
(Colpachi, s/f ). En la normativa resultante es de notar, en particular, la ausen- y por la creación, por efecto de esa ley, de una agencia regulatoria. En síntesis,
cia de exigencias de reducción de las tarifas o de garantías claras para la com- “las experiencias de la regulación de la privatización de Argentina y Brasil difí-
petencia, que “se explica por la necesidad de obtener el mayor ingreso posible cilmente podrían considerarse más disímiles. El caso de la Argentina es uno de
–para resolver el problema del endeudamiento– y por la necesidad de que las marchas y contramarchas, decretos y resoluciones contradictorios e intentos
empresas licenciatarias realizaran fuertes inversiones para poner la red al día. continuos de adaptación que fueron generalmente poco exitosos. […] Por el
Así fue que el desarrollo futuro del mercado mereció apenas una declaración contrario, la regulación en Brasil parece haber tenido en cuenta muchos de los
de intenciones para después del período de exclusividad […] La privatización desatinos del proceso en la Argentina, y al menos en los tres años iniciales la
se hizo sin que el país contara con un marco regulatorio claro y sin la presen- coherencia parece un rasgo distintivo” (Colpachi s/f: 38).
cia de una autoridad regulatoria competente, que fue creada a posteriori de la La oposición entre improvisación y urgencia, por un lado, y planificación
privatización” (ibíd.: 24).19 y visión de largo plazo, por el otro –¿estereotipo mil veces repetido o regula-
El de ENTEL fue, desde el comienzo, un leading case para los funciona- ridad constatada?– se reitera en los análisis de los procesos de reforma de los
rios del gobierno argentino, que pensaban sentar un precedente para las de- respectivos sistemas de salud. En ese sentido apuntan las diferencias registra-
más privatizaciones y un ejemplo a imitar para otros países; para los analistas, das por Sonia Fleury (2000) en cuanto al timing de las reformas, que en la
sin embargo, acabó siendo un leading case de lo que no se debe hacer en los Argentina se produjeron con posterioridad a la transición a la democracia, pe-
procesos de privatizaciones, tanto en términos de las motivaciones –criterios ro al mismo tiempo que la crisis económica, mientras que en Brasil fueron
meramente fiscales– como de la precipitación, la falta de previsión y el papel coincidentes con el proceso de transición a la democracia y anteriores a la cri-
–insuficiente y vacilante– del Estado. sis económica. Estas diferentes temporalidades habrían impreso a cada uno de
En contraste con el proceso argentino, su contraparte brasileña insumió los procesos de reforma objetivos y criterios de éxito harto diferentes. En
tiempos mucho más prolongados20 y requirió de negociaciones y compromi- Argentina el proceso estuvo fuertemente ligado a las reformas de mercado del
sos caso por caso. Y ello pese a que en ambos procesos fue gracias a las facul- sector público, de modo tal que se orientó hacia el incremento de la eficien-
tades presidenciales de emitir “decretos de necesidad y urgencia” (en la Argen- cia y la transparencia en el manejo de los fondos de las obras sociales median-
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te la introducción de mecanismos competitivos (Fleury, 2000: 240). La refor- 1961) y de Arturo Frondizi en Argentina (1958-1962), representantes ambos
ma del sistema de salud en Brasil se diferencia de la reforma argentina –y de de la más pura ideología desarrollista, Sikkink se encuentra con una serie in-
todas las de América Latina– por el hecho de no haber sido encarada en la ur- dicios que reenvían a las dimensiones fundamentales de nuestras matrices na-
gencia y por exigencia de una crisis económica sino, más bien, como respues- cionales de cultura política, entre las cuales sobresale la dimensión temporal
ta a la crisis política del sistema autoritario. La motivación para iniciar las re- tomada en relación con la institucional. Su explicación de la diversa suerte de
formas fue, pues, política e ideológica en vez de económica y financiera, de ambos programas remite, en efecto, a la diferencia entre las respectivas capa-
modo tal que la propuesta pudo ser formulada en términos de ciertos valores cidades estatales en relación con las tareas a realizar y, en particular, a sus di-
democráticos: la igualdad de derechos, la participación en los procesos de to- ferencias en términos de la firmeza de las estructuras y procedimientos buro-
ma de decisiones. Es por eso, también, que la coalición reformista se apoyó, cráticos, así como de continuidad e idoneidad técnica de los funcionarios. En
en este caso, en organizaciones de la sociedad civil, en tanto que en la Argen- el período estudiado, señala la autora, “el Estado brasileño fue a la vez más
tina la iniciativa provino de las autoridades gubernamentales. Mientras que clientelista y más meritocrático que el argentino”, lo cual supuso la existencia
las motivaciones fiscales predominantes en la Argentina remiten inevitable- de “un pequeño sector ‘aislado’, al que Kubitschek recurrió para formular y
mente a una visión de corto plazo, los objetivos políticos que orientaron la re- poner en práctica los lineamientos fundamentales de su política económica”.
forma brasileña reenvían, en cambio, a un enfoque más centrado en el largo En la Argentina, en cambio, no hubo nada semejante, razón por la cual
plazo.21 “mientras que Kubitschek pudo aprovechar y ampliar las instituciones estata-
les existentes, Frondizi debió tratar de sortear la burocracia para formular e
instrumentar sus políticas” (Sikkink, 1993: 545). A la pregunta acerca de las
El tiempo y las instituciones razones de la existencia de tal “burocracia aislada” en Brasil y de su inexisten-
cia en Argentina, la autora responde citando la presencia, en aquél país, de un
En el apartado precedente fueron ya mencionadas algunas instancias en las proceso largo y continuo de construcción institucional que en Argentina, en
cuales se hace visible la mayor presencia y el rol más consistente del Estado cambio, fue encarado tardíamente y una y otra vez interrumpido.
brasileño que de su par argentino, así como la mayor inclinación a la cons- El proceso de reforma de la función pública iniciado por Getúlio Vargas en
trucción institucional y la mayor persistencia de las instituciones en el caso 1930 –apunta Sikkink– atravesó múltiples cambios de gobiernos y regímenes:
brasileño. Es en gran medida su permanencia en el tiempo la que consolida a
las instituciones en tanto que patrones repetitivos de interacción que cristali- Si bien después de que Vargas fuera depuesto, en 1945, sus suceso-
zan en prácticas, rituales y símbolos, y que –precisamente– pasan con el tiem- res limitaron las facultades y la autoridad del DASP [Departamento
po a divorciarse de las circunstancias utilitarias que les dieron origen para ser Administrativo del Servicio Público, organismo con autoridad para
imbuidas de valor. Asimismo, es en gran medida la existencia de rutinas ins- elaborar el presupuesto, centralizar el control del material y el per-
titucionales la que vuelve lineal al tiempo: la presencia de instituciones fuer- sonal, y supervisar los exámenes y cursos de capacitación], el legado
tes da cuenta, al menos en parte, de las mayores continuidades observables en que éste dejó siguió surtiendo efectos en la administración pública
las políticas brasileñas, así como del carácter menos abrupto de los cambios brasileña. Aunque no logró crear a largo plazo una moderna carrera
allí donde ellos tienen lugar. de la función pública libre de todo favoritismo político, dejó detrás
Especialmente reveladores de la estrecha relación existente entre tiempo un grupo de elites técnicas que infundieron en ciertos sectores del
y construcción institucional –y de la dependencia de esta última respecto de Estado las nuevas ideas de la meritocracia. (Ibíd.: 547)
aquél–, así como del contraste que presentan sobre este punto los dos casos
nacionales bajo estudio, son los trabajos de Kathryn Sikkink (1991, 1993). El gobierno de Kubitschek pudo, en consecuencia, apoyarse en las institu-
En su indagación acerca de las razones de los disímiles destinos políticos de ciones ya existentes de la “burocracia aislada” y proseguir la inversión en
los programas gubernamentales de Juscelino Kubitschek en Brasil (1956- construcción institucional mediante la creación de nuevos organismos para
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facilitar su coordinación. De hecho, no solamente formuló e implementó su “fue un debate entre elites que estaban de acuerdo en desacordar, respetaban
Plan de Metas a través de instituciones preexistentes, sino que en muchos ciertas reglas de juego y se movían en los mismos círculos” (Sikkink, 1991:
casos se apoyó incluso en funcionarios que también eran anteriores a él. 66). La ideología liberal, por otra parte, no era en Brasil ni por asomo tan
Cosa ciertamente inimaginable en Argentina, donde las innovaciones insti- fuerte como en Argentina, de modo tal que el debate no tuvo lugar entre el
tucionales del peronismo –escasas y tardías– fueron sistemáticamente des- modelo liberal y el de planificación sino, dentro del campo desarrollista, en-
manteladas luego de 1955. Puesto que no podía controlar a la burocracia, tre desarrollistas “cosmopolitas”, por un lado, y “nacionalistas”, por el otro.
el gobierno de Frondizi pretendió eludirla, y fue consistentemente acusado Incluso el gobierno militar que derrocaría a Goulart en 1964 abrazaría el pro-
de intentar establecer un “gobierno paralelo”. “La diferencia más notable grama económico de Kubitschek. El consenso desarrollista brasileño contras-
entre el Estado de Brasil y el de Argentina” –concluye Sikkink– “radica en ta abiertamente con la estructura de los clivajes en Argentina, donde incluso
el ámbito de los procedimientos y en el ámbito intelectual –en particular, quienes estaban de acuerdo sobre cómo manejar la economía se hallaban irre-
en lo que respecta al reclutamiento, retención y capacitación de un núcleo conciliablemente divididos por motivos políticos. Las mismas políticas des-
de funcionarios públicos capaces de otorgar continuidad a la política eco- arrollistas, pues, adquirieron diferentes sentidos políticos en ambos países: en
nómica–” (ibíd.: 556). Durante el período estudiado, en efecto, la mayor Brasil tuvieron un sentido nacionalista y configuraron una experiencia de
parte de los encargados de la formulación de las políticas en Brasil provení- continuidad; en el contexto argentino –surcado por el clivaje peronismo-an-
an del mismo sitio y se movían horizontal y verticalmente dentro de la bu- tiperonismo y dividido en torno de ideologías librecambistas, populistas y
rocracia, adquiriendo experiencia y formando redes. En la Argentina, en desarrollistas–, en cambio, la lucha de interpretaciones fue ganada, contra
cambio, la continuidad de personal fue prácticamente nula. Ello incidió po- Frondizi, por quienes las consideraban “entreguistas”, y la experiencia del des-
derosamente en cuestiones tales como la influencia de la CEPAL sobre uno arrollismo fue –empezando por la trayectoria política del propio Frondizi–
y otro programa: mientras que en Brasil sus bases fueron sentadas por un una experiencia de ruptura.
estudio conjunto de la CEPAL y el BNDE (Banco Nacional de Desenvol-
vimiento Económico), en la Argentina el impacto de la CEPAL fue míni-
mo porque “después de la victoria de Frondizi, las contrapartes guberna- La organización del espacio y la cuestión del federalismo
mentales argentinas del equipo de la CEPAL fueron removidas de sus
cargos y con ellos la ‘memoria institucional’ de los logros y recomendacio- En este punto, debemos partir de la base de que nos hallamos ante dos siste-
nes del estudio de la CEPAL. La falta de continuidad del personal dentro mas federales que, para la literatura comparada, ocupan siempre el mismo ca-
del Estado argentino significó que la experiencia previa no fue incorpora- sillero cualesquiera sean los criterios clasificatorios a que se los someta (cf.
da en el programa de política económica del gobierno de Frondizi” (Si- Stepan, 2004a y 2004b; Bidart Campos, 1993). En uno y otro caso se obser-
kkink, 1991: 87). van, asimismo, fenómenos tales como una fuerte sobrerrepresentación de las
La dicotomía continuidad/discontinuidad se expresa, finalmente, en el subunidades periféricas, es decir, de las provincias o estados pobres, atrasados
sentido que tuvo el desarrollismo en cada caso, el cual remite a su vez a otra y subpoblados (Camargo, 1993; Samuels y Mainwaring, 2004), que redunda
dimensión de las culturas políticas nacionales que será explorada luego: la mo- en una serie de prácticas a las que Serra y Rodrigues Afonso (1999) designan
dalidad –más o menos consensual o conflictiva– de relacionamiento político. como “federalismo predatorio” (cf. Gibson y Calvo, 2000). Los estudios de
En efecto, mientras que en la Argentina el desarrollismo se conformó a partir casos delatan también, para ambos países, la presencia de tendencias oscilan-
de la confrontación con los gobiernos conservadores de los 30 y con la expe- tes de centralización y descentralización a lo largo del tiempo (Gibson y
riencia peronista, en Brasil constituyó simultáneamente una respuesta a y una Falleti, 2004; Camargo, 1993).
continuación de las políticas de Vargas. De hecho, el propio debate económi- Pese a los abundantes paralelismos señalados, sin embargo, la literatura
co tuvo un tono muy diferente en ambos países: en Brasil, “incluso en su pun- comparada no se ha cansado de repetir que Brasil es un país “más federal” que
to más intenso, tuvo una amabilidad inimaginable en Argentina”, dado que Argentina –lo cual, en el caso de nuestros países (a diferencia de las connota-
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ciones que el término tiene, por ejemplo, en los Estados Unidos), significa tienden a hacer valer su presencia frente al gobierno central, considerado el eje
“más descentralizado”. ¿Cómo explicarlo? decisorio incluso allí donde ello supone pasar por alto el deslinde de compe-
En primer lugar, hay una serie de factores de centralización que son sis- tencias entre autoridades nacionales y provinciales. Las tendencias centraliza-
temáticamente mencionados para dar cuenta de la dinámica federal en doras se han manifestado también –desvíos inconstitucionales mediante– en el
Argentina, pero no en Brasil. Es el caso, por ejemplo, de la tendencia al fuer- reparto impositivo, y ello con consecuencias paradójicas. Así, aunque en Ar-
te liderazgo del Ejecutivo y al escaso protagonismo del Congreso, factores in- gentina los impuestos directos son competencia de las provincias, y sólo ex-
tensificados –en un contraste con el caso brasileño que se prolonga hasta los cepcionalmente (transitoriamente y con causa justificada) del Estado federal,
años 90– por la fortaleza y disciplina de los partidos políticos, estructurados la práctica dominante desde los años 30 ha tornado permanente la excepción
nacionalmente de modo tal que la lealtad al partido suele –o, acaso, solía– im- bajo la forma de una “ley-convenio”: la ley de coparticipación federal, a par-
ponerse por sobre la lealtad a la provincia (Bidart Campos, 1993). Los parti- tir de cuya institucionalización “poco es, realmente, lo que residualmente les
dos brasileños, en cambio, son descentralizados; tal como señala Scott queda a las provincias en materia tributaria” (Bidart Campos, 1993: 382).
Mainwaring (1997), buena parte de las acciones de políticos y partidos “están Algunas diferencias adicionales en las dinámicas federales de Argentina y
más determinadas por lo que sucede en sus propios estados o provincias que Brasil se han hecho visibles en las últimas décadas, aún cuando los procesos
por lo que ocurre al nivel de la política nacional. De hecho, los partidos na- observados en ambos casos presentan paralelismos y simetrías notables. En
cionales son todavía en gran medida una federación de partidos estaduales” ambos casos, en efecto, se sucedieron procesos descentralizadores en los años
(p. 83). En contraste con las reglas electorales argentinas –sistema de lista ce- 80 y evoluciones recentralizadoras en la década siguiente. Tal como señalan
rrada y bloqueada, financiamiento centralizado–, las reglas del juego en Brasil Kent y Dickovick (2004), si bien la descentralización fue un proceso genera-
han proporcionado escasos incentivos para producir un sistema de partidos lizado en la década del 80, Argentina y Brasil fueron dos de los países en los
nacionales, al tiempo que han estimulado la existencia de un elevado núme- que el proceso fue más favorable a los gobiernos subnacionales. Ello contri-
ro de partidos efectivos (Stepan, 2004a). De hecho, Brasil ha sido sistemáti- buyó grandemente, en uno y otro caso, a la agudización de los desequilibrios
camente considerado como un caso extremo de fragmentación y atomización fiscales que luego se pretenderían corregir por medio de la recentralización.
partidarias, mientras que los principales partidos argentinos –aunque no ne- Si bien por razones evidentes la restauración de la democracia en la
cesariamente el sistema de partidos, pues por efecto de la alternancia entre re- Argentina tuvo también efectos descentralizadores –ante todo, debido a que
gímenes democráticos y autoritarios la competencia partidaria no pudo esta- sólo con el restablecimiento de la vigencia de la Constitución pudieron vol-
bilizarse hasta los años 80– se han caracterizado por su estabilidad y ver a regir las facultades constitucionalmente garantizadas a las provincias, y
persistencia, vinculadas en gran medida a su enraizamiento en sucesivas olas pudo volver a funcionar el Congreso equipado de su cámara territorial–, fue
de inclusión y construcción de ciudadanía y en la consiguiente configuración en Brasil donde el proceso de descentralización –notablemente más intenso–
de poderosas subculturas partidarias. Como veremos, sin embargo, este con- quedó más fuertemente ligado a la transición democrática. La “Constitución
traste parece estar desdibujándose –por efecto, sobre todo, de la difusión en ciudadana” de 1988, en efecto, promovió la descentralización, en particular
la política argentina de rasgos hasta ahora propios de la política en Brasil22–. en favor de los municipios, transfiriendo el mayor impacto de la crisis al go-
Otro elemento que ha marcado a fuego el funcionamiento del federalis- bierno federal, cuyas responsabilidades sociales simultáneamente amplió
mo argentino es, sin duda, el sesgo interpretativo de la Corte Suprema en fa- (Camargo, 1993).
vor del gobierno nacional. Pese a que –al igual que su par brasileña– la El dispar status de los municipios en ambos países ha impreso una diná-
Constitución argentina reconoce a las provincias todo poder no delegado ex- mica bien diferente a los respectivos procesos federales. La Constitución ar-
plícitamente al gobierno federal, la práctica usual ha ido en la dirección con- gentina nada dice sobre el status jurídico de los municipios, que han tendido
traria (cf. Bidart Campos, 1993). Ello ha tendido a cristalizar en una cultura a ser considerados –por lo menos hasta 1989– como divisiones administrati-
política que realimenta la centralización, ya que los actores sociales –mayori- vas, reparticiones autárquicas pero no políticamente autónomas (Bidart
tariamente estructurados nacionalmente, al menos hasta fines de los años 80– Campos, 1993). Puesto que el status político de los municipios no quedó ga-
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rantizado por la Constitución Nacional tampoco a partir de su reforma de de una política impulsada por preocupaciones fiscales inmediatas y conducen-
1994, queda a criterio de las provincias el asignarles mayor o menor autono- te a la transferencia de responsabilidades sin la correspondiente transferencia
mía, y a juicio de los gobiernos municipales el sacar mayor o menor provecho de recursos.
de ella. En Brasil, en cambio, a partir de 1988 el municipio fue colocado en El proceso y los efectos del aumento de las transferencias de recursos fis-
el centro de un proyecto de renovación de las prácticas democráticas que im- cales a los estados o provincias, por su parte, fueron similares en ambos paí-
pulsara “la participación ampliada y el control de los ciudadanos sobre los ac- ses. Resultó, en Brasil, en un federalismo al que los analistas han calificado de
tos de los gobernantes” (Tavares de Almeida y Piquet Carneiro 2003: 126). “predatorio” debido a que promovió la irresponsabilidad fiscal de los estados
La nueva Constitución23 produjo “una redefinición en regla de la estructura (Samuels y Mainwaring, 2004). En Argentina, por su parte, el carácter cen-
del Estado brasileño: el federalismo centralizado hasta entonces predominan- tralizado del reparto de los recursos fiscales –que desde 1984 se había tradu-
te dio lugar a un modelo federativo descentralizado y en buena medida coo- cido en una elevada discrecionalidad del gobierno federal para transferir re-
perativo”. El municipio –que hasta entonces era, al igual que en Argentina, cursos a las provincias, la mayoría de ellas gobernadas por el mismo partido
“el territorio donde se frustraban o se pervertían los proyectos democráticos; que controlaba la presidencia– produjo a partir de 1989 un “federalismo a
el espacio de la dura realidad del poder oligárquico, del patrimonialismo y de medias” por efecto de las asimetrías entre recaudación y gasto público, es de-
las relaciones de clientela”– fue transformado en ente federativo, ocupando un cir, un sistema “federal en el gasto y unitario en la recaudación” (La Nación,
lugar de privilegio en el andamiaje institucional brasileño (cf. artículos 1º y 24/02/02).25
18 de la Constitución). Junto con los estados, los municipios recibieron am- En ambos países, finalmente, tuvo lugar en los años 90 un proceso de re-
plias atribuciones para la formulación de políticas, al punto de convertir a centralización en el marco del esfuerzo por alcanzar y mantener la estabilidad
Brasil en uno de los casos más extraordinarios de descentralización a nivel lo- macroeconómica. Así, la autonomía de las provincias argentinas fue limitada
cal. Puesto que una gran cantidad de cuestiones relativas a esas atribuciones mediante pactos fiscales que redujeron las tajadas recibidas y –paradójicamen-
fueron establecidas constitucionalmente, ellas quedaron en lo sucesivo fuera te– mediante la transferencia de responsabilidades sin un aumento equivalen-
del alcance del veto de una mayoría legislativa normal (Stepan, 2004a). te de ingresos. En Brasil, por su parte, las políticas de disciplinamiento fiscal
Al contrario de lo que sucedió en Argentina, la transferencia de recursos aplicadas bajo la presidencia de F. H. Cardoso (1995-2002) debieron ser ar-
hacia los estados y municipios brasileños no fue acompañada de una transfe- duamente negociadas y supusieron altos costos para el gobierno federal (Sa-
rencia equivalente de responsabilidades (Samuels y Mainwaring, 2004). Así, muels y Mainwaring, 2004). Con todo, y por las razones legales y constitu-
por ejemplo, aunque en ambos países la reforma del sistema de salud supuso cionales arriba mencionadas, ambos sistemas –y el brasileño en particular–
un impulso descentralizador, su diseño y sus efectos fueron muy diferentes en siguieron siendo fuertemente descentralizados en comparación con otros en
uno y otro caso. En Argentina, el proceso supuso la transferencia de la respon- la región (Kent y Dickovick, 2004).
sabilidad por la política social al nivel provincial, de modo tal de reducir la
presión fiscal sobre el gobierno central, en un estilo que Sonia Fleury (2000)
describe como de “descentralización fraccional”.24 El rasgo más relevante del Modos de relacionamiento político y ejercicio del poder
proceso brasileño de reforma, en cambio, fue la combinación de descentrali-
zación y participación en vistas a la creación de un sistema de salud pública Los rasgos hasta aquí mencionados como característicos de la política brasi-
unificado en cada nivel de gobierno. La estrategia fue de descentralización leña –el gradualismo, la continuidad– y su contraste con ciertos elementos
progresiva: para acceder a ella los municipios debían cumplir ciertos requisi- propios de la política argentina –el rupturismo, el refundacionalismo, las al-
tos administrativos, financieros y técnicos. Puesto que la descentralización ternativas de todo o nada– reaparecen en el terreno de las dinámicas institu-
formó parte del proceso de transición a la democracia –y respondió, por lo cionales bajo la forma de sendas tendencias a la negociación y a la búsqueda
tanto, a demandas de participación de los propios receptores– Brasil no pade- de acuerdos, por un lado; y a la confrontación y a la imposición unilateral,
ció el problema de Argentina, cuyas provincias se lamentaban de los efectos por el otro.
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Es importante señalar, en primer término, el hecho de que, pese a las que el partido del presidente se encuentra casi invariablemente en posición
grandes similitudes en el diseño de sus respectivos sistemas presidenciales, és- minoritaria (y de que las coaliciones que aquél se ve obligado a organizar re-
tos presentan también algunas diferencias significativas. A partir del análisis sultan inestables y cambiantes, dado que sus integrantes no se caracterizan por
de las facultades de los respectivos presidentes, Mainwaring y Shugart (1997) su cohesión y su disciplina), se suma además el efecto de dispersión del poder
califican de “proactivo” al presidente brasileño y de “potencialmente domi- producido por el sistema federal más robusto de América Latina, que viene a
nante” a su par argentino. La constitución brasileña de 1988, en efecto, con- reforzar la dispersión propia del sistema de partidos (Mainwaring, 1997). Esta
cedió al presidente brasileño poderes de decreto, poderes de veto y derecho de combinación de fuertes poderes constitucionales del presidente, poderes par-
introducción exclusiva de legislación en determinadas áreas. El presidente ar- tidarios débiles y sólido federalismo produjo en ese país una dinámica políti-
gentino, por su parte, tiene importantes poderes para emitir decretos, así co- ca peculiar, bien diferente de la argentina. Entre las prácticas encaradas por
mo un poder de veto fuerte sobre los proyectos aprobados por el Congreso. los presidentes brasileños para lograr apoyo para sus políticas se coloca en pri-
En la práctica, los poderes constitucionales del presidente brasileño –ya de por mer plano la construcción de coaliciones legislativas con representación mi-
sí suficientemente amplios según la letra de la Constitución– resultan excep- nisterial,26 mientras que la Argentina se ha caracterizado –en particular du-
cionalmente fuertes pues al (relativamente inusual) poder de veto parcial se rante los años 90– por la imposición unilateral de la voluntad presidencial.27
suma el hecho de que –debido a la elevada fragmentación partidaria y a las al- Así, en un análisis comparativo de todos los casos latinoamericanos Brasil es
tas tasas de ausentismo de sus miembros– al Congreso le resulta muy difícil colocado en el extremo “donde la totalidad de los gobiernos han sido de coa-
anular los vetos presidenciales (y ello pese a que la constitución de 1988 no lición y en el otro extremo está Argentina donde todos los gobiernos han si-
exige al Congreso mayorías tan amplias como su predecesora para superar di- do de un solo partido”28 (Deheza, 1998: 156).
chos vetos). Sin embargo, dichos poderes constitucionales se combinan, en Pese a la posición minoritaria en que usualmente se encuentra el partido
contraste con lo que sucede en el país vecino, con débiles poderes partidarios. del presidente, pues, han sido poco frecuentes en Brasil las situaciones de go-
Como ya se ha mencionado, Brasil se ha caracterizado durante largo tiempo bierno minoritario. La práctica sistemática de formación de coaliciones de
por un sistema de partidos altamente fragmentado, alimentado por el uso de gobierno29 ha desmentido todos los pronósticos catastrofistas en torno de la
un sistema electoral proporcional para la elección de los diputados, con bajo relación potencialmente explosiva entre presidencialismo y multipartidismo
umbral de representación y en distritos grandes. En consecuencia, el número extremo. En un contexto donde operan fuertemente las restricciones federa-
efectivo de partidos en su cámara baja oscila entre 5,5 y 9,4, frente a cifras de les, la construcción de coaliciones es una delicada tarea de inclusión de dife-
entre 2,2 y 3,3 en Argentina. Es por ello que los presidentes brasileños han rencias. Tal como señala Mainwaring, “esta partición del gobierno comienza
tendido a carecer de mayorías propias en el Congreso, mientras que los presi- en los niveles más altos (posiciones en el gabinete y directores de las principa-
dentes argentinos a menudo han contado con la mayoría o, cuanto menos, les empresas públicas y agencias ejecutivas) y continúa hacia abajo hasta lle-
con una amplia pluralidad en alguna de las cámaras –es decir, con la cantidad gar a nombramientos menores a nivel federal y a recursos en pueblos atrasa-
de apoyo necesario para sostener un decreto frente a la oposición legislativa. dos y regiones remotas” (ibíd.: 74).
Por añadidura, los partidos brasileños –con la excepción del PT y algunos pe- En síntesis, frente al “presidencialismo de mayorías” –nunca a salvo de las
queños partidos de izquierda– se han caracterizado por su extremadamente tentaciones hegemónicas, y por ello descripto también como “hiperpresiden-
bajas cohesión y disciplina, en contraste con la relativamente elevada discipli- cialista”– vigente en la Argentina, desde el proceso de transición a la demo-
na partidaria de sus pares argentinos. cracia ha funcionado en Brasil –en una reedición de las prácticas vigentes en-
La menor cantidad de partidos presentes en el juego político, así como el tre 1946 y 1964– un “presidencialismo de coalición” afirmado sobre prácticas
tamaño considerable del partido oficialista y su considerable disciplina han inclusivas y (más o menos) pluralistas. La diferencia entre ambos modelos es
producido, en la Argentina, escasos pronunciamientos legislativos contrarios sustancial: “En los sistemas afincados en la regla de la mayoría” –escribe
a la voluntad presidencial expresada en decretos, los cuales en consecuencia Lanzaro– “el que gana gobierna, y tendencialmente los dispositivos políticos
han tendido a permanecer inalterados. En Brasil, por su parte, al hecho de se arman para que así sea. En los sistemas afincados en reglas pluralistas, de
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jure y de facto, el que gana comparte de alguna manera su triunfo y está obli- nómicos aplicados durante los años 90. El autor, en efecto, detecta una corre-
gado a negociar los productos de gobierno. Tendencialmente, los dispositivos lación entre la estabilidad del elenco formulador de las políticas en Brasil –que
políticos están armados para que así ocurra, y en general las mayorías no vie- contrasta con su discontinuidad en Argentina– y la práctica coalicional brasi-
nen ‘manufacturadas’ sino que han de ser políticamente construidas median- leña –que contrasta con el reemplazo completo de los elencos gubernamenta-
te un régimen de intercambio, de transacciones y asociaciones” (Lanzaro, les que es el resultado de la alternancia de los partidos argentinos en el poder,
2001: 22-23). en el marco de una política de adversarios fuertemente confrontativa y en un
Entretanto, los partidos y sistemas de partidos argentinos y brasileños pa- contexto en el cual el debate económico es comparativamente menos “técni-
recen moverse en direcciones opuestas, que conducen al sistema argentino “a co” y se halla, en cambio, mucho más politizado. En Argentina, como hemos
la desestructuración e imprevisibilidad de la competencia, mientras que el visto, los ideólogos e implementadores del Plan de Convertibilidad eran re-
brasileño va desarrollando pautas de interacción más cerradas y previsibles” cién llegados a la gestión pública, y su marco teórico chocaba abiertamente
(Abal Medina, Suárez Cao y Nejamkis 2002: 121). Si bien el número efecti- con el de sus predecesores. En Brasil, en cambio, tanto los presupuestos teó-
vo de partidos ha aumentado en ambos casos y, consistentemente con el pa- ricos como muchos de los individuos que intervinieron en el Plan Real eran
trón histórico, lo ha hecho mucho más marcadamente en Brasil que en los mismos que habían participado de la experiencia del Cruzado. Lejos de ser
Argentina, los últimos años han presenciado un aumento notable de la frag- casual, ello “tiene que ver con continuidades en el plano de la política: del la-
mentación política en este país. Ello ha sucedido a pesar de que el sistema do argentino, no era el mismo partido el que gobernaba, mientras que del lado
electoral –que favorece a los grandes partidos, y en particular al Partido brasilero por lo menos en parte se repetía una misma coalición” (Neiburg
Justicialista– en principio la desincentivaría. Parte de esa fragmentación ha te- 2004: 11). Dicho de otro modo: las coaliciones operan a favor de la continui-
nido lugar, en verdad, dentro del propio PJ; los antiguos partidos han visto dad en la medida en que alguno(s) de sus integrantes se repiten y hacen las
desdibujadas sus identidades y han tendido a desorganizarse las pautas que so- veces de eslabones entre uno y otro gobierno.
lían estructurar la competencia entre ellos. En Brasil, en cambio, se observa la Sorprendentemente, el contraste entre modalidades más o menos consen-
progresiva estabilización de los patrones de competencia, a la vez que una re- suales o confrontativas de ejercicio del poder es observable incluso en el terre-
lativa institucionalización de sus partes. Los partidos, en consecuencia, ya no no de la formulación de políticas por decreto (Negretto, 2004). Pese a sus am-
son tan frágiles, desorganizados y fluidos como en el pasado, sino que se han plios poderes constitucionales, el Ejecutivo brasileño cuenta con menores
convertido en “sujetos políticos con bases mínimas de organización” portado- recursos (especialmente partidarios) para imponer políticas en forma inconsul-
res de “orientaciones comunes fundadas en intereses definidos” (Meneguello, ta que su par argentino, que es descripto como “potencialmente dominante”
2002: 220). Su posición central y su creciente institucionalización parecen de- –es decir, capaz de llegar a serlo allí donde logra sumar importantes recursos
berse, precisamente, a su participación sistemática en coaliciones de gobierno. partidarios a sus amplias prerrogativas constitucionales–. Ciertamente, tanto
Desde 1985 –señala Rachel Meneguello– funciona “un círculo virtuoso por el Brasil como Argentina se diferencian de Estados Unidos, cuyo Legislativo con-
cual los partidos se desarrollan, fortalecen su organización y definen su pre- trola la agenda más sistemáticamente proponiendo medidas que el Ejecutivo
sencia regular en las coaliciones”. Se observa, en efecto, “una dinámica circu- tiene el poder de aceptar o rechazar. En nuestros dos países, en cambio, es ca-
lar entre el impacto de la participación de los partidos en el gobierno sobre la si invariablemente el Ejecutivo el que fija la agenda y el Legislativo quien ac-
arena electoral y el impacto de la arena electoral sobre la relevancia de los par- túa como actor con poder de veto. No obstante la similitud, de la comparación
tidos para los gobiernos, que se refleja en la fuerza que tienen los partidos en de la autoridad que tienen los presidentes argentino y brasileño para emitir de-
el Congreso” (ibíd.: 227). cretos –autoridad incorporada, en ambos casos, al arsenal constitucional, en un
La política de coaliciones es, asimismo, un factor coadyuvante a la con- marco caracterizado por la separación de poderes y el bicameralismo– surgen
tinuidad observable en las políticas públicas brasileñas. Así se desprende, por notables diferencias en lo que se refiere a la medida en que el Ejecutivo puede
ejemplo, del análisis que proporciona Neiburg del contraste entre la “pruden- efectivamente utilizar decretos para manipular la agenda legislativa y obtener
cia brasilera” y la “radicalidad argentina” en lo que se refiere a los planes eco- leyes lo más cercanas posible a sus preferencias iniciales (ibíd.).
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Tanto los dispositivos institucionales como las prácticas políticas difieren tivas lógicas institucionales a las preguntas de porqué a la Argentina le resul-
ampliamente entre los dos países, y en ambos casos las diferencias parecen re- tó tanto más difícil salir de la crisis post-devaluación que a su vecino brasile-
flejar ciertas tendencias presentes en las culturas políticas nacionales. En cuan- ño. Luego de examinar dos hipótesis alternativas –los diferenciales de apoyo
to a los primeros, cabe señalar que la Constitución brasileña de 1988 eliminó recibidos por Brasil de parte del Fondo Monetario Internacional y del Tesoro
las restricciones para la introducción de enmiendas a los decretos por parte del de los Estados Unidos; y las diferencias en los intereses socioeconómicos crea-
Congreso y estableció la regla de aprobación explícita de las “medidas provi- dos en cada país en torno de la situación existente, que en Argentina hacían
sorias” por parte del Legislativo, sin la cual éstas dejan de ser aplicables. Por de la devaluación una alternativa más costosa– y de conceder cierto peso a ca-
otra parte, disminuyó los requerimientos para superar el veto del Ejecutivo de da uno de esos argumentos, los autores se concentran en la explicación que
la mayoría de dos tercios a la mayoría absoluta en una sesión conjunta de am- juzgan más convincente: aquélla que se centra en las profundas diferencias en
bas cámaras. Al mismo tiempo, la nueva Constitución fortaleció los poderes las instituciones nacionales de toma de decisiones en el área de la política eco-
legislativos proactivos del presidente: éste puede ahora establecer trato priori- nómica, cuyos rasgos remiten a los respectivos estilos políticos nacionales.
tario para sus iniciativas, y tiene la capacidad de iniciar nuevas políticas por Señalan, en efecto, que Argentina tiene –y, en particular, tuvo durante los
decreto. Contrariamente a lo esperable, la exigencia de aprobación explícita años 90– un patrón de toma de decisiones económicas a nivel nacional que
de las medidas provisorias no ha disminuido el poder presidencial para pro- involucra a un número limitado de actores: en el terreno de las relaciones en-
ducir legislación, debido a la práctica –aceptada– de la reiteración de decretos tre el Ejecutivo y el Legislativo, intervienen los dos grandes partidos políti-
ante la ausencia de pronunciamiento del Legislativo. Los legisladores brasile- cos y unos pocos partidos pequeños y grupos de intereses, todos ellos orga-
ños prefieren, en efecto, dejar que esto suceda, y ello por diferentes razones: nizados nacionalmente; en el campo de las relaciones federales, por su parte,
para eludir la responsabilidad política por medidas impopulares; en casos de participan los gobernadores de las provincias y los grandes partidos. En
desacuerdo con solo algunas partes de la medida, para forzar al Ejecutivo a Brasil, en cambio, la toma de decisiones involucra a numerosos actores: en la
modificarlas en sus sucesivas reintroducciones; y para dejar al presidente legis- arena en que se desenvuelven las relaciones entre los poderes Ejecutivo y
lar en cuestiones de escaso interés para ellos. Lo interesante del caso es que, Legislativo intervienen más de dieciocho partidos políticos, grupos de inte-
cuando de Brasil se trata, incluso aquello que a primera vista parecería una reses organizados sobre una base regional, y lobbies de intereses especiales; en
imposición pura y simple es interpretado en términos consensuales: “aunque el campo de las relaciones federales, por su parte, participan los gobernadores
los decretos reiterados pueden haber derivado a veces de actos de imposición estaduales, los intendentes de las grandes ciudades –en consonancia con el sta-
presidencial, muy a menudo la práctica reflejaba las preferencias legislativas” tus constitucional de los municipios–, los partidos políticos, y los lobbies de
(Negretto 2004: 547). intereses especiales (a los que debe sumarse otro actor con un poder bastan-
En Argentina el Ejecutivo corre con mayores ventajas: puesto que el te mayor que el de su par argentino: la Justicia Federal). La situación se in-
Congreso nunca reguló las cuestiones que la reforma constitucional de 1994 vierte, sin embargo, cuando se considera la presencia de actores con poder de
dejó pendientes, se mantiene la costumbre de que, cuando el Congreso no se veto. Si bien en Argentina interviene en el proceso una cantidad comparati-
pronuncia acerca de los decretos presidenciales, éstos se consideran tácitamen- vamente menor de actores, existe al mismo tiempo una multiplicidad de ac-
te aprobados. Por otra parte, el Congreso sólo puede rechazarlos oponiéndo- tores con poder de veto: en el ámbito de las relaciones Ejecutivo-Legislativo,
les una nueva ley. Además, mientras que en Brasil el presidente necesita una el partido –unificado y relativamente disciplinado– del líder gobernante, al-
mayoría en ambas cámaras para sostener un veto parcial frente a las modifi- gunas de sus fracciones internas, el principal partido de la oposición y los
caciones impuestas por el Congreso, en Argentina el presidente sólo necesita grupos de intereses organizados nacionalmente. En el ámbito de las relacio-
una minoría para bloquear modificaciones a sus políticas. nes federales, por su parte, existe un actor con poder de veto sin paralelo en
Similares hallazgos surgen del trabajo de Faucher y Armijo (2003) sobre Brasil: el gobernador de la provincia de Buenos Aires. En Brasil, en contras-
la toma de decisiones en el marco de las crisis monetarias que afectaron re- te, el único actor con real poder de veto es, según los autores, la mayoría le-
cientemente a ambos países. Los autores responden en términos de las respec- gislativa.
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La configuración de actores participantes en la toma de decisiones en los autores concluyen que “la flexibilidad política (que las instituciones brasi-
Argentina es, pues, consistente con la descripción de un sistema “hiperpresi- leñas casi con seguridad poseen en abundancia) puede ser de ayuda para la
dencialista” en el cual el presidente puede tener un estilo que linda con la au- formulación de políticas monetarias y financieras en la actual era democráti-
tocracia pero que, sin embargo, debe tener en cuenta los intereses de aquellos ca de masas y económicamente globalizada” (ibíd.: 40).
(los actores con poder de veto) cuyo apoyo le es imprescindible. En Brasil, en
cambio, el proceso de toma de decisiones es comparativamente más disperso
y participativo, pero –paradójicamente– produce en última instancia una ma- Las dimensiones de las matrices nacionales a través
yor autonomía del Ejecutivo. de un estudio de caso: Las políticas de acceso
Notablemente, los autores arriba citados describen las relaciones entre so- a la universidad en Argentina y Brasil
ciedad y Estado en Argentina como “jerárquicas” y al proceso de toma de de-
cisiones en Brasil como mucho más “inclusivo”. Más específicamente, sostie- En Brasil y Argentina se hacen presentes también diferentes sentidos de justi-
nen que “las divisiones de intereses entre partidos, regiones y actividades cia, concepciones de la estratificación social y de su legitimidad, nociones de
económicas son [en Brasil] tan feroces como en cualquier otra parte, pero el derechos. Su análisis en el plano de las políticas públicas contribuye a ratifi-
nombre del juego es la participación y la búsqueda de alguna forma de con- car las hipótesis relativas a la existencia de una enraizada ideología igualitaris-
ciliación. Aún el uso de decretos presidenciales para emitir legislación ha lle- ta antimeritocrática en la Argentina, en contraste con la presencia, en Brasil,
gado a ser interpretado por algunos participantes y observadores como otra de una ideología meritocrática de connotaciones clasistas cristalizada en insti-
ilustración más de las continuas negociaciones entre el ejecutivo y el Congreso tuciones que sufren embates críticos comparativamente menores. Dicho aná-
en el marco de un proceso abierto de formación de coaliciones. Es también lisis pone en evidencia, asimismo, el progresivo resquebrajamiento de los con-
una oportunidad para experimentar con nuevas leyes antes de que sean ingre- sensos existentes, especialmente en el caso de Argentina.
sadas en el prolongado y costoso proceso de debate y de múltiples votaciones Las políticas de admisión a la universidad, estructuradas según principios
en ambas cámaras. En nuestra opinión, es esta capacidad brasileña del com- distintivos y con efectos y consecuencias completamente diferentes en ambos
promiso perenne, la negociación, la búsqueda de soluciones, aun por medio países, delimitan un territorio particularmente fértil a la hora de poner en evi-
de caminos ambiguos (‘dar um jeito’) que puede haberse tornado decisiva pa- dencia la presencia de diferentes sentidos de la justicia, los derechos y los for-
ra la solución de problemas en la reciente crisis y el ajuste subsiguiente” matos y la legitimidad de las jerarquías sociales, dadas sus implicancias –rea-
(Faucher y Armijo, 2003: 36). les o imaginarias– en relación con la movilidad social ascendente.30 De hecho,
El pragmático y conciliatorio estilo político brasileño es, pues, opuesto el contraste entre los dos casos estudiados en este punto difícilmente podría
sistemáticamente al argentino, más centralizado, decisionista, polarizado y ser más nítido. Mientras que en Brasil la puerta de acceso al sistema de edu-
propenso a los empates catastróficos y a las resoluciones disfuncionales. Lo in- cación superior es franqueada por un examen de admisión generalizado, bien
teresante en este punto es que los mismos rasgos que para otros observadores llamado Vestibular, en Argentina ha regido intermitentemente a lo largo de
(o en otras situaciones) solían constituir graves defectos –el multipartidismo varias décadas un sistema de ingreso denominado “irrestricto”.31 Aún hoy,
en su supuestamente disfuncional combinación con el sistema presidencialis- cuando el consenso monolítico en favor de esa modalidad de acceso parece
ta, la fluidez y la debilidad de los partidos políticos, la “desorganización” y la haberse resquebrajado en Argentina,32 la mayor parte de los estudiantes debe
“incapacidad decisoria” de las instituciones políticas– se convierten en este cumplir, para ingresar al sistema de educación superior, con la única exigen-
análisis en rasgos virtuosos, pues en contraste con las situaciones “normales” cia de haber obtenido un diploma secundario.
–en las cuales un sistema de partidos “robusto” puede ser de utilidad en tér- Cuando se comparan los sistemas de educación superior de ambos paí-
minos decisorios si el partido gobernante se aglutina en torno del presiden- ses, el primer contraste que salta a la vista es el de los números. Argentina
te–, en circunstancias críticas puede bloquear la capacidad para producir con- cuenta con un sistema de grandes dimensiones mayoritariamente público, cu-
sensos que, por el contrario, está presente en el caso brasileño. En ese sentido, ya apertura y cuya ampliación han estado históricamente asociadas a las suce-
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sivas oleadas del proceso de democratización iniciado a comienzos del siglo entonces un movimiento nacional que en 1968 obtuvo por respuesta una ley,
XX. Brasil exhibe un sistema proporcionalmente más pequeño33 y de forma- la 5540, que instituía un sistema clasificatorio con corte por notas máximas.
ción más tardía en el que predomina cualitativamente el sector público, pero Al mismo tiempo, y para descomprimir la presión de la demanda, el Mi-
en el cual es el sector privado el que ha absorbido el grueso del incremento re- nisterio de Educación habilitó entonces la creación de numerosas institucio-
ciente de la demanda. nes privadas.
Nunca ha habido en Brasil, a diferencia de Argentina, reacciones organi-
zadas de los aspirantes reprobados en términos de su derecho a ser admitidos.
Instituciones: de las venerables y de las otras Nunca hubo, en verdad, un cuestionamiento de fondo al examen en sí mis-
mo. El Vestibular es la pesadilla de los aspirantes que, cada año, compiten por
El Vestibular es en Brasil una institución cuya legitimidad no es cuestionada la obtención de una de las escasas plazas disponibles en alguna prestigiosa uni-
ni siquiera por quienes la padecen. El examen precede incluso a la creación de versidad pública. Cada cual sufre su condena individualmente e intenta en-
las primeras universidades brasileñas:34 data del año 1911, y lleva esa denomi- frentarse a ella tan bien preparado como le sea posible; no se han producido,
nación desde 1915. Se trata de una instancia de evaluación de los contenidos en cambio, instancias colectivas de organización y de reclamo montadas sobre
que se supone son transmitidos por la escuela media y constituye el portal de el principio de la igualdad de oportunidades y fogoneadas por el dato incon-
ingreso a todas las instituciones de educación superior, públicas o privadas testable de su ausencia, resultante de las enormes deficiencias de la educación
(aunque es en aquéllas donde la competencia es mayor como resultado de la pública primaria y secundaria. Es por eso que el lugar de los movimientos rei-
menor relación aspirantes/vacantes). Su introducción representó, en su mo- vindicativos y de protesta que han abundado en Argentina es ocupado aquí
mento, una forma de ampliación controlada del ingreso, ya que anteriormen- por una curiosa literatura de autoayuda dirigida a los estudiantes, padres y
te sólo entraban en la universidad los egresados de los colegios de élite. Los profesores involucrados,35 que resulta indicativa de hasta qué punto la cues-
cambios –escasos– que la forma de evaluación sufrió a lo largo del siglo fue- tión llega a ser gestionada a nivel micro, como un problema individual más
ron de índole más bien “técnica”, aunque una modificación del tratamiento que como un problema social.
de los aprobados pero excluidos en razón de la disponibilidad de vacantes de- Si bien a partir de la promulgación de la Lei de Diretrizes e Bases de
bió ser eventualmente introducida en respuesta a las presiones. En ningún ca- 1996 algunas pocas instituciones comenzaron a emplear mecanismos de se-
so se trató, sin embargo, de alteraciones de base en el sistema ni de modifica- lección alternativos,36 su posición y su impacto sobre el sistema son menos
ciones provocadas por conflictos en torno de los valores y principios que lo que marginales. El Vestibular sigue siendo el sistema ampliamente predomi-
sustentaban. nante: según el Censo do Ensino Superior, en el año 2003 fueron ofrecidas
Existe acuerdo en considerar que hasta la década del 60 –época de inicio algo más de dos millones de vacantes en los diversos procesos de selección,
de la expansión de la matrícula– el Vestibular era un examen mucho más di- 1.822.194 de las cuales correspondieron al Vestibular (cf. www.une.org.br).
fícil que en la actualidad. Desde sus inicios y hasta entonces, la prueba cons- Los exámenes actuales se llevan a cabo bajo las directivas de la Comisión
taba de una parte escrita, disertativa, y otra oral, con temas sorteados en el Nacional de Vestibular Unificado, que en 1971 estableció los parámetros pa-
momento. En caso de que los aprobados no cubrieran las vacantes disponi- ra los exámenes según los principios de regionalización, unificación y divi-
bles, se realizaba una nueva convocatoria. Fue en los años 60 cuando el exa- sión en áreas del conocimiento. La proporción de ingresantes sobre aspiran-
men adoptó su formato actual, de tipo multiple choice, que pronto pudo co- tes es extremadamente baja –mucho más baja, de hecho, que la que se ha
menzar a ser procesado por computadora. Fue entonces, sin embargo, cuando registrado en la Argentina en los casos en que se han impuesto exigentes (y
se produjo el principal conflicto en torno del sistema, pues el criterio de no- fuertemente resistidos) exámenes de ingreso. Así, por ejemplo, en la
ta mínima habilitante que se utilizaba producía aprobados en cantidades ma- Universidad de Campinas se ofrecen cinco mil vacantes por las que compi-
yores que el número de vacantes disponibles, las cuales eran cubiertas con los ten alrededor de veinte mil aspirantes (Sigal, 2004). Para el sistema en su
ubicados en los primeros puestos. Los “candidatos excedentes” organizaron conjunto, las proporciones son similares: en el año 2002, por ejemplo, se ins-
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cribieron en el Vestibular 4.640.608 aspirantes, de los cuales ingresaron por tienen preingreso (de éstas, algunas no tienen ningún curso de apoyo y nive-
ese medio 1.095.686.37 El bajo nivel de la enseñanza media impone para la lación, mientras que otras tienen ciclos introductorios que forman parte de las
aprobación del examen la asistencia a costosos cursos de preparación que su- carreras), en tanto que otras tienen cursos de apoyo y nivelación, de aproba-
ponen una clara selección socioeconómica del alumnado. Las trayectorias “tí- ción presencial (sin examen), que pueden ser de transmisión de contenidos,
picas”, pues, son las que conducen, por un lado, de la escuela media privada de formación en técnicas de estudio, o de confrontación vocacional; un ter-
a la universidad pública, y por el otro de la escuela media pública a (en el cer grupo tiene cursos y exámenes no eliminatorios pero vinculantes con el
mejor de los casos) instituciones privadas de dudosa calidad. Así, de las es- plan de estudios. Entre las que optan por restringir la admisión, por su parte,
cuelas secundarias privadas “provienen los estudiantes de clase media y alta están las que lo hacen con examen de ingreso (bajo diferentes modalidades)
que luego ocupan la mayor parte de las vacantes de una universidad subsi- pero sin cupo, y las que lo hacen con examen y cupo, previo curso preparato-
diada por el Estado” (ibíd.: 208). En el año 2001 la participación, dentro del rio. También dentro de cada universidad –con la notable excepción de la
sistema de educación superior, de estudiantes procedentes del 10% más rico UBA– existe una gran variedad de modalidades de ingreso (Sigal, 2004).
de la población, era del 42,6%, en tanto que los provenientes del 50% más Sin embargo, dado el peso de las grandes universidades –y de la de Bue-
pobre constituían el 7,2%. El 76,8% de los estudiantes era, además, de raza nos Aires en particular– existe un sistema dominante: el ingreso irrestricto.
blanca (Schwartzman, 2003a). Así, la mayor parte de los alumnos ingresa a la universidad mediante la sim-
En tanto que institución firmemente establecida, el Vestibular ha gene- ple presentación de su diploma secundario. Lo que es aún más importante, el
rado en torno de sí un complejo entramado de instituciones ligadas a la pre- predominio del ingreso irrestricto no es solamente numérico, sino que se ma-
paración, la provisión de información e incluso a la contención psicológica nifiesta también, y sobre todo, en el nivel de los imaginarios.
de los aspirantes. No solamente han proliferado academias de todo tipo pa- La historia del ingreso irrestricto es más difícil de rastrear que la del
ra el dictado de cursos prevestibulares que preparan a los estudiantes para Vestibular brasileño. En el debate corriente se le atribuye una larga e ilustre
responder las típicas preguntas de examen,38 o libros de autoayuda para la prosapia, ya que aparece ligado a la Reforma Universitaria de 1918. Y ello pe-
obtención de una disposición psicológica más favorable a la aprobación de la se a que las principales demandas de la Reforma concernieron a la democra-
prueba (o, en su defecto, para aumentar las defensas frente al fracaso); exis- tización interna de las instituciones universitarias más que a la universaliza-
ten, además, revistas especializadas, espacios televisivos y suplementos sema- ción del acceso. De hecho, ni la gratuidad, ni el ingreso irrestricto, ni tampoco
nales de los principales periódicos dedicados al tema, y eventos tales como la –en verdad– el “gobierno tripartito” estuvieron entre las demandas ni –mu-
Feria del Vestibular (FEVEST) de San Pablo, donde todos los meses de abril cho menos– entre los logros de la Reforma de 1918. La idea de que esos prin-
y agosto las universidades montan stands para proporcionar información so- cipios fueron sentados en aquélla época es, sencillamente, un mito (Sánchez
bre vacantes, fechas y características del examen. En ella se realizan conferen- Martínez, 2004). El ingreso irrestricto es mucho más reciente de lo que usual-
cias de orientación sobre las diversas disciplinas, y tienen lugar variadas acti- mente se cree. ¿Por qué adjudicarlo a la reforma de 1918? O, más bien: ¿có-
vidades culturales y académicas relacionadas con la vida universitaria (cf. mo explicar el éxito de tal tergiversación de los datos históricos?
www.fevest.com.br). Desde su proclamación, y en forma creciente con el correr del tiempo,
En Argentina, en cambio, no existe un sistema unificado de ingreso a la los principios de la Reforma proporcionaron al imaginario político estudian-
universidad, común a todas las instituciones del sistema, que permita “la asig- til sus principales fórmulas de interpretación de la realidad universitaria. El
nación o distribución entre ellas, según distintos criterios, de los aspirantes Manifiesto Liminar se convirtió en texto de referencia obligada y generó nue-
que hubieren aprobado las correspondientes pruebas” (Sánchez Martínez vos efectos de sentido toda vez que fue sucesivamente retomado y resignifica-
2004: 261). De hecho, si resulta difícil describir el sistema de admisión en do por diversos grupos políticos. En diferentes momentos históricos, sus pos-
Argentina, es precisamente porque se trata de un “no-sistema” originado en la tulados oficiaron de fuente de legitimidad para la formulación de nuevas
autonomía de cada universidad para fijar las condiciones de admisibilidad. propuestas así como para la defensa de conquistas amenazadas (Cortés,
Existen, pues, instituciones con “ingreso irrestricto”, algunas de las cuales no 2002). Así, pues, si la asociación entre el principio del “ingreso irrestricto” y
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el ideario de la Reforma ha llegado a tener plena verosimilitud, ello se debe a asociada a las tendencias populistas manifestadas primero por el radicalismo
que aquél se hallaba en una directa relación de continuidad con el fondo de- yrigoyenista y, más tarde y en forma exacerbada, por el peronismo. Para los
mocrático de las demandas reformistas, que siguieron desde entonces el reco- partidarios del ingreso irrestricto, por su parte, las actitudes restrictivas del ac-
rrido expansivo propio de la dinámica de los derechos y, en particular, del ceso quedarían por siempre asociadas, luego de la dictadura militar inaugura-
principio igualitario. da en 1976, a las políticas represivas. Luego de la experiencia del Proceso, en
En calidad de mito tanto como de dato empírico, el ingreso irrestricto es efecto, la expresión “examen de ingreso” –que en el debate corriente habría de
pues un objeto legítimo de estudio. Como mito, en particular, se coloca en el presentarse indefectiblemente como el polo opuesto del “ingreso irrestricto”–
centro de nuestra atención dada su elevada eficacia: puesto que él es real para se convertiría en un significante de pesada carga negativa por asociación con
los actores que lo adoptan como guía para la acción, acaba teniendo conse- las políticas restrictivas y represivas de la dictadura. Es de destacar en este pun-
cuencias palpables sobre la realidad. Poco queda por decir que no haya sido to que, a diferencia de lo que sucede en Brasil, toda postulación de una aso-
dicho aún acerca de la eficacia de los mitos y de su carácter revelador de las ciación entre una política determinada y la dictadura tiene en la Argentina,
profundidades imaginarias de las sociedades que los producen. Nuestra pre- independientemente de sus bases empíricas, un efecto de clausura definitiva
gunta es, pues, la siguiente: ¿por qué existe en la sociedad argentina un espa- del debate sobre el tema de que se trate en la agenda pública.41
cio para estos mitos; cuál es la razón de que ella se haya construido estos (y Simétricamente, la asociación entre “ingreso irrestricto” y “democratiza-
no otros) relatos acerca de sí misma? ¿Por qué son ellos tan diferentes de los ción” adquirió toda su fuerza a partir de 1984, cuando la transición democrá-
que circulan en la sociedad brasileña? tica trajo consigo la restauración de dicha modalidad de admisión (bajo fór-
Más allá del mito fundacional que fue la Reforma de 1918, y pese a la mulas crecientemente diversificadas), que pronto se tradujo en una nueva
democratización interna de la universidad impulsada por ella, el ingreso a explosión de la matrícula. El ingreso “irrestricto” adoptó entonces, en la
la universidad en la Argentina siguió siendo de hecho restringido hasta 1949, Universidad de Buenos Aires, la forma del Ciclo Básico Común, un primer
cuando el primer gobierno peronista eliminó el arancelamiento, incrementó año de estudios abierto a todos los egresados secundarios que incluye seis
el presupuesto, diversificó y extendió el sistema mediante la creación de la asignaturas cuya aprobación abre a los estudiantes las puertas de las respecti-
Universidad Obrera (actual Universidad Tecnológica Nacional) e introdujo el vas facultades.42 En el año de su inauguración, el CBC acogió a alrededor de
ingreso directo desde la escuela secundaria. El período peronista (1946-55) se 70.000 alumnos (Litwin, 2001).
caracterizó, en consecuencia, por la fuerte expansión de la matrícula.39 A par- El ingreso irrestricto y el Vestibular –dos modalidades específicas de ab-
tir de mediados de la década del 50, finalmente, se aceleró en la Argentina el sorción de la demanda de educación superior– se encuentran en la base de dos
proceso de creación de nuevas universidades públicas y (desde 1958)40 tam- sistemas de estructuras completamente disímiles. Consecuente con la ligazón
bién privadas, lo cual produjo una oferta diversificada e inauguró el tránsito establecida entre democratización y apertura del acceso, en la Argentina el
hacia la masividad de la educación superior. Una vez derrocado el peronismo, sector público absorbió el grueso del crecimiento de la demanda, dando ori-
el ingreso a la universidad volvió a restringirse. Desde la inauguración de la gen a un sistema de estructura básicamente pública y universitaria.43 En
dictadura de Onganía en 1966, por su parte, la restricción del ingreso se com- Brasil, en contraste, el sistema de educación superior se expandió por el lado
binó con una política represiva tendiente a reducir el peso político de la uni- del sector privado, de modo tal que la respuesta al incremento de la deman-
versidad. El ingreso irrestricto fue restablecido en el tercer período peronista. da se logró sin costos adicionales para el Estado, el cual quedó en disponibi-
Entre los numerosos cambios que trajo consigo el proyecto de una universi- lidad para invertir en otros rubros. Puesto que el proceso de expansión quedó
dad “nacional y popular”, y entre los que más perdurarían en el tiempo, se en manos del mercado, y puesto que las nuevas empresas educativas –que se
contó en efecto la abolición de los cursos de ingreso (que fueron fugazmente multiplicaron gracias a la flexibilización de los criterios para su habilitación–
reemplazados, en ese entonces, por un curso formativo de “Introducción a la se guiaron por el objetivo de maximizar los beneficios, la calidad del sistema
Realidad Nacional”). Para sus detractores, pues, la democratización “excesiva” ampliado se resintió, y en consecuencia lo hizo también el valor –económico
–tanto “interna” como “externa”– de la universidad, quedaría para siempre y simbólico– de los diplomas expedidos. La expansión cuantitativa,44 en su-
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ma, quedó en manos del sector privado, de manera que el sector público pu- llo de los respectivos sistemas de investigación: mientras que en Argentina és-
do convertirse en el depositario de la calidad. La concentración del Estado en te se inició antes pero quedó truncado por la intercalación entre regímenes ci-
la calidad tuvo, en Brasil, la contrapartida de la limitación sistemática del in- viles y militares, en Brasil se inauguró tardíamente, en los años 50, pero se ins-
greso por medio del Vestibular. El sistema resultante es heterogéneo y predo- titucionalizó progresiva y exitosamente a pesar de los cambios de regímenes
minantemente privado.45 Puesto que en él coexisten una serie de “circuitos (Klein y Sampaio, 1996).
académicos jerárquicamente ordenados y destinados a distintas clientelas dis- Bajo los regímenes militares que gobernaron ambos países en las décadas
tribuidas según su poder socio-económico y político” (Chiroleu, 1998: 7), se de 1960 y 1970 el contraste entre las evoluciones de ambos sistemas –discon-
trata de un sistema que no es pura y simplemente heterogéneo sino que pre- tinuidades y rupturas, por un lado; gradualismo y continuidad por el otro– no
senta, además, una diferenciación segmentada.46 podría haber sido mayor. Mientras que en Argentina la represión sistemática
Tenemos, en suma, un sistema –el brasileño– muy diferenciado interna- del movimiento estudiantil bajo la dictadura supuso una suerte de “movi-
mente (tanto horizontal como verticalmente), frente a otro en el cual tal di- miento de contrarreforma” que implicó “la reducción del número de vacan-
ferenciación es tardía e incipiente. En el primero la formación masiva, descui- tes, el descenso drástico del financiamiento a las universidades públicas y la
dada por el Estado, ha recaído sobre el mercado. El Estado, por su parte, ha desarticulación de los núcleos de investigación” (Kent, 1996: 16), en Brasil
invertido sistemáticamente en la formación de élite.47 De ahí su énfasis en los fue precisamente bajo el régimen militar cuando se registraron los mayores ín-
posgrados, con la conformación de un sistema tempranamente instituciona- dices de expansión del sistema de educación superior (así como el fortaleci-
lizado a fines de los años 60. En contraste, el Estado argentino se ha concen- miento de un sistema nacional de posgrado), pues “aun con la represión del
trado sistemáticamente en la formación masiva, y los posgrados adquirieron movimiento estudiantil y la derrota de la cogestión, la importancia de la pre-
relevancia mucho más tardíamente. sencia del sector tecnoburocrático y desarrollista en órganos del gobierno lle-
vó al régimen militar a incorporar los aspectos más modernizantes y menos
políticos del ideario de la reforma” (ibíd.). Así, en 1968 tuvo lugar en Brasil
La temporalidad, entre la flecha y la rueda una “reforma conservadora” impuesta desde arriba49 en virtud de la cual “el
sector público no salió debilitado por el proceso de expansión”. Su acción “fue
La trayectoria errática de los mecanismos de ingreso a la universidad en la esencialmente cualitativa: además de crear un espacio para la investigación
Argentina –oscilante al compás de los vaivenes del régimen político– contras- dentro de la universidad y de estimular la profesionalización de los docentes
ta abiertamente con la pasmosa continuidad del dispositivo brasileño. En la a través de su incorporación en régimen de tiempo integral, vinculó la pro-
Argentina la asociación de la apertura y la ampliación del acceso a la univer- moción en la carrera académica con el aumento de la calificación y con el en-
sidad con la democratización, sumada a las rupturas institucionales que pla- trenamiento en investigación” (Klein y Sampaio, 1996: 39). No solamente a
garon la vida política nacional a lo largo del siglo XX, se tradujo en una suce- sus puertas sino también en su interior, pues se trató de un avance de la me-
sión de discontinuidades en el sistema de ingreso en nada comparable con la ritocracia. A diferencia del proceso argentino y, notablemente, del contempo-
estabilidad de que éste ha gozado en el contexto brasileño. Lo mismo sucedió ráneo movimiento francés y de su embate antijerárquico contra los “manda-
con la evolución de la expansión de la matrícula, que tendió a sufrir en la rines”, la reforma no fue de índole democratizadora.
Argentina una serie de discontinuidades vinculadas a los cambios políticos. Las mismas continuidades y discontinuidades, la misma tensión entre el
Así, por ejemplo, la expansión de la matrícula registrada entre 1944 y 1955 corto y el largo plazo se perciben cuando se observa la evolución del financia-
se vio contrarrestada por un fuerte reflujo a partir del golpe de Estado de miento del sistema de educación superior. Por efecto de consideraciones ex-
1966, que fue luego revertido por un nuevo impulso a comienzos de la déca- clusivamente políticas, dicho financiamiento se expandió y se contrajo en
da del setenta, contrapesado nuevamente por una nueva retracción durante la Argentina en sucesivas oportunidades entre los años 40 y principios de los 80.
dictadura, revertida ésta otra vez a partir de la “primavera democrática” de La primera reducción drástica de los recursos gubernamentales asignados se
1983-84.48 Idéntica conclusión surge de un vistazo a la secuencia de desarro- produjo a partir del gobierno de facto inaugurado en 1966. Luego del repun-
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te producido durante el breve intervalo justicialista, ella se acentuó con la dic- do que es el que ha soportado la presión de la demanda, compitiendo básica-
tadura iniciada en 1976, para volver a recuperarse a comienzos de los 80 sin mente por costos y con baja calidad– que se condice con una sociedad más je-
que, no obstante, pudiera volver a alcanzarse el nivel de financiamiento de rarquizada que rehuye la masificación y que –como lo señalara Roberto Da
1974. A partir de la restauración democrática, las consideraciones fiscales fue- Matta– tiende a operar simultáneamente en dos niveles: uno impersonal, uni-
ron a entrelazarse con, cuando no a sustituir a, los factores políticos como versal e igualitario, y otro personal, particularista y diferenciado, de modo tal
principal variable explicativa de las fluctuaciones del financiamiento. Así, por que se hallan disociados el individuo –“sujeto de la ley, foco abstracto para
ejemplo, se produjo una fuerte expansión del gasto y de la matrícula entre quien se hicieron las reglas y la represión” y la persona –merecedora de soli-
1983 y 1988, y un retroceso del gasto de 1988 a 1990, por efecto de las po- daridad y trato diferencial (Da Matta, 2002: 223).
líticas de ajuste fiscal. En lo sucesivo, el peso de las consideraciones “de caja” Si bien todo sistema de ingreso, más tarde o más temprano, produce al-
pasaría a ser cada vez mayor. Esta situación contrasta fuertemente con la de guna forma de selección, tenemos ante nosotros dos sistemas de acceso a la
Brasil, donde las fluctuaciones del financiamiento –mucho menos drásticas– universidad que se sustentan en sendos discursos acerca de la selectividad
tendieron a obedecer indefectiblemente a las restricciones fiscales que pesaban –con énfasis en la calidad– y de la democratización –centrado éste en la can-
sobre un país que, al igual que la Argentina, debió atravesar por enormes di- tidad, es decir, en la idea de la maximización de las posibilidades de acceso pa-
ficultades económicas desde comienzos de la “década perdida” de 1980. No ra el mayor número. Aunque es peligrosamente extemporáneo asimilar lisa y
obstante, las discontinuidades en el financiamiento no parecen haber sido en llanamente nuestros casos a los tipos ideales tocquevillianos de “sociedad aris-
Brasil el signo de una discontinuidad en el proyecto de base sino el efecto del tocrática” y “sociedad democrática”, resulta difícil desoír, llegados a este pun-
hecho de que en ese país “la estrategia de financiamiento a la expansión del sec- to, las resonancias de esas construcciones teóricas a la hora de comprender el
tor público de educación superior fue montada a principios de los años seten- contraste entre los casos bajo estudio. Entiéndase bien: no para describir nin-
ta, época de excepcional holganza financiera del Estado” que ya no se repeti- guno de dichos casos por separado, sino para aprehender en toda su amplitud
ría (Klein y Sampaio 1996: 50). el contraste entre ellos. Si bien el debate educativo en términos de la dicoto-
mía cantidad/calidad es un debate sencillamente mal planteado (puesto que
la cantidad no necesariamente degrada la calidad, ni la restricción cuantitati-
Principios de justicia: la igualdad y el mérito va asegura la calidad), es sin embargo cierto que el énfasis en la cantidad es
propio de las sociedades democráticas, sociedades guiadas por el horizonte de
Es notable la medida en que cada uno de los sistemas arriba delineados se con- la igualación de las condiciones en las cuales cada uno vale por uno y todas
dice con las imágenes que –con cierta independencia de sus correlatos reales– las cabezas son contables y sumables precisamente porque valen exactamente
ambas sociedades se han construido de sí mismas. El ingreso irrestricto, en lo mismo; mientras que, por el contrario, el énfasis en la calidad es típico de
particular, casa bien con la idea de la Argentina como una sociedad abierta, las sociedades aristocráticas, en las cuales no han de mandar los muchos sino
un país construido por inmigrantes, una tierra de oportunidades donde el fu- los mejores. La idea de mérito es antipática para el universalismo democráti-
turo depende más del esfuerzo presente que del pasado heredado. El sistema co, en tanto que resulta natural al pensamiento aristocrático, que en el con-
brasileño, dualista y altamente selectivo, se lleva bien con una sociedad igual- texto de las sociedades democráticas no hace sino lamentar la mediocridad re-
mente segmentada, que tiene una elevada capacidad para acoger y procesar la sultante del aplastamiento de las jerarquías, que resultaría en una situación en
diferencia aún cuando ella se superponga con la desigualdad.50 Dicho de otro la cual –Tocqueville era el primero en admitirlo– ya no habría grandes mise-
modo: tenemos, por un lado, un sistema relativamente más homogéneo y bá- rias, pero el altísimo precio de la desaparición de los grandes talentos.
sicamente estatal que parece corresponderse con una sociedad que, indepen- Tanto el llamado ingreso irrestricto que hasta hace poco tiempo parecía
dientemente del grado de concreción real de su imaginario igualitario, tiende formar parte del sentido común de los argentinos –o, cuanto menos, de la
a pensar a sus miembros como individuos iguales; y, por el otro, un sistema (auto) imagen dominante de los argentinos: blancos, urbanos y de clase me-
dualista –con un componente público gratuito pero elitista y un sector priva- dia– como el examen de ingreso institucionalizado en Brasil son comprensi-
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bles, aceptables e, incluso, “necesarios” en virtud de su colocación en un rrera de los talentos, la universidad se había convertido en “el refugio secular
marco sociocultural más amplio. Las políticas de admisión a la universidad de los mediocres”. La institución, en consecuencia, presentaba “el triste espec-
se han solidificado a lo largo de un proceso histórico que las ha imbuido de táculo de una inmovilidad senil” bajo un régimen “anacrónico”, “fundado
los valores de las respectivas sociedades, y a través del cual ellas a su vez han sobre una especie de derecho divino; el derecho divino del profesorado uni-
reproducido y reafirmado esos mismos valores,51 conformando sendos cam- versitario”. Contra esa situación, la Federación Universitaria de Córdoba re-
pos de posibilidad. Así, las matrices culturales nacionales se han expresado, clamaba “un gobierno estrictamente democrático”, bajo la premisa de que “el
en el marco de dichos campos de posibilidad, bajo la forma de imaginarios, demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio radica
representaciones y prácticas que, pese a no ser necesariamente compartidos principalmente en los estudiantes”. Tal como lo señalan Naishtat y Toer
ni por la mayoría de los argentinos o brasileños, ni por la totalidad de tal o (2005), la reivindicación de la participación estudiantil en el gobierno univer-
cual sector de una u otra sociedad, configuran un campo cuyos límites per- sitario se basaba entonces en tres principios:
miten establecer aquello que es posible en uno de los países y no lo es en el
otro. Ciertas instituciones, prácticas, modalidades de autocomprensión, re- 1) el estudiante ya es un ciudadano pleno y como tal debe y puede ha-
lacionamiento y argumentación, en efecto, son pensables y, por lo tanto, po- cerse cargo de su responsabilidad en la gestión universitaria; 2) la au-
sibles, en un país y no en el otro, incluso si allí donde son posibles no son sencia de participación estudiantil genera endogamia y conformismo
verdaderamente “comunes” a la mayoría. Es en ese sentido que puede afir- docente, produciendo una universidad de las castas y de los mandari-
marse que la existencia de una instancia de selección generalizada como el nes, y 3) en una verdadera universidad todos son estudiantes, inclu-
Vestibular, así como el consenso que la rodea, es sencillamente inimaginable yendo a los profesores, quienes deben formarse permanentemente.
en Argentina. Simétricamente, los conflictos, debates y situaciones que se Por ende no existiría un corte drástico entre el estudiante y el docen-
presentan en torno del sistema de ingreso a (y a las condiciones de perma- te desde el punto de vista de la ciudadanía universitaria. (p. 21)
nencia en) la universidad argentina son también inimaginables en Brasil. Así,
por ejemplo, cuando se discute en Brasil la reforma del sistema de ingreso, Para los estudiantes de antaño, pues, el sistema debía basarse en el mérito y el
no se baraja jamás la posibilidad de instaurar algo semejante al “ingreso irres- talento, cuya distribución no respetaba jerarquías de apellido ni rígidos esca-
tricto”. Son propuestas, en cambio, otras alternativas que sí caen dentro del lafones. Pretendían, así, “arrancar de raíz en el organismo universitario el ar-
campo de posibilidades que conforma la matriz nacional de cultura política: caico y bárbaro concepto de autoridad que en estas casas de estudio es un ba-
reformas técnicas tales como la revalorización –en reemplazo de los cuestio- luarte de absurda tiranía”. Llegaban incluso a reclamar para la juventud el
nados multiple choice– de la prueba disertativa de los orígenes; o reformas po- privilegio que el populismo reclama para el pueblo: el de no equivocarse nun-
líticas tales como la creación de un sistema de cuotas reservadas a las pobla- ca en la elección de sus guías.
ciones más desfavorecidas, con el objeto de divorciar el mérito de la clase El impacto igualitario de la Reforma se hizo sentir, ante todo, en la diná-
social (o del color de la piel). mica interna de las instituciones universitarias. A partir de entonces algunas
En Argentina, la idea de democratización en la educación superior tiene universidades admitieron que los estudiantes designaran a una parte de los
una prolongada tradición cuya primera, explosiva52 y temprana manifestación profesores que integraban los consejos directivos. Más adelante fue aceptada
fue, en 1918, la Reforma Universitaria de Córdoba. El espíritu de la Reforma la participación en esos cuerpos de delegados estudiantiles, al principio sin de-
fue fuertemente democratizador, aunque permaneció anclado en una concep- recho a voto. Posteriormente se tendería al aumento del número de represen-
ción meritocrática. Pues la que reclamaba el acceso era, en aquella época, la tantes de los estudiantes en los órganos deliberativos. El proceso, que acaba-
meritoria clase media que exigía un lugar acorde a sus talentos frente a una ría incrementando sensiblemente el poder estudiantil, estuvo sin embargo
oligarquía atrincherada en sus injustificados privilegios. El Manifiesto de la plagado de discontinuidades. Luego del golpe de estado de 1930, el gobierno
Reforma, firmado por “la juventud argentina de Córdoba” y dirigido “a los universitario quedó mayormente en manos de los profesores, aunque no se
hombres libres de Sudamérica”, denunciaba que por hallarse cerrada a la ca- eliminó la representación estudiantil. En 1943 las universidades fueron inter-
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venidas y los estudiantes perdieron toda injerencia en su gobierno. Una ley del si se incorpora una representación para los graduados, éstos no pueden ser do-
gobierno peronista promulgada en 1947 ratificó esta situación al eliminar la centes o empleados de la universidad (cf. Kandel, 2005).
representación política estudiantil, reteniendo solamente su representación A partir de 1984 se amalgamaron, pues, el “ingreso irrestricto” y el “go-
gremial, bajo la forma de un delegado por unidad académica, al principio sin bierno tripartito” (o, fuera de la UBA, alguna forma, generalmente amplia, de
derecho a voto y más tarde con ese derecho restringido a las cuestiones de participación de los estudiantes en el gobierno universitario) –es decir, la de-
bienestar estudiantil. Quedó así al descubierto la inmensa brecha existente en- mocratización interna y la democratización del acceso. No solamente el claus-
tre la democratización del acceso –vinculada con la inclusión social– y la de- tro de estudiantes adquirió un importante rol en la vida institucional de la
mocratización de las prácticas internas, reñida con el carácter escasamente li- universidad sino que, por añadidura, las agrupaciones estudiantiles acumula-
beral del régimen político. Desde 1953, finalmente, el rector pasó a ser ron un enorme poder fáctico de veto en la toma de decisiones. En el caso de
designado por el Poder Ejecutivo, y los decanos por aquél. En una suerte de la UBA, ello se vio claramente reflejado en la reciente crisis de sucesión que
reflejo condicionado antiperonista, la Revolución Libertadora restituyó la au- se prolongó a lo largo de la mayor parte del año 2006 cuando la Asamblea en-
tonomía universitaria y amplió nuevamente la participación estudiantil. Fue cargada de elegir al rector se vio una y otra vez impedida de sesionar por efec-
entre 1955 y 1966 cuando se sentaron las bases del actual gobierno triparti- to de los sucesivos bloqueos y tomas efectuados por la Federación
to. No obstante la previsión de representación para profesores, estudiantes y Universitaria de Buenos Aires (FUBA), conducida por un frente de izquierda.
graduados (en las proporciones que definiera cada universidad), sin embargo, El poder estudiantil ha llegado, así, a colocarse en el centro de la esce-
la responsabilidad principal nunca dejó de recaer sobre los profesores. El go- na. No son pocos los que juzgan que dicho poder es excesivo, y que en él ra-
bierno tripartito fue eliminado bajo la dictadura iniciada en 1966: a partir de dica en gran medida la imposibilidad de reformar una institución cuya via-
1968 el Consejo Superior quedó constituido solo por el rector y los decanos, bilidad en el largo plazo exige la introducción de cambios drásticos. El
y los consejos directivos por el decano y profesores. El cogobierno fue fugaz- movimiento estudiantil, por su parte, juzga que la universidad aún se en-
mente restituido en 1974 por el peronismo, esta vez con dos particularidades: cuentra, como antes de 1918, bajo la tiranía de los mandarines –o, en pala-
los no-docentes reemplazaron a los graduados; y se fijó para todas las univer- bras de uno de sus dirigentes, a merced de los “acuerdo[s] de cúpulas que no
sidades el peso relativo que habría de tener cada estamento (60% para los pro- responde[n] a los planteos estudiantiles” (Clarín, 7/11/06). Así, ante la in-
fesores, 30% para los estudiantes y 10% para los trabajadores no-docentes). minencia de la renovación de autoridades en abril de 2006, la FUBA exigió
En 1976 la autonomía fue eliminada nuevamente; la ley promulgada en 1980 que el rector no fuera elegido por la Asamblea conformada tal como lo esta-
por el Proceso excluyó del gobierno universitario tanto a los no-docentes co- blecían los estatutos sino que, en cambio, la elección del rector fuera prece-
mo a los estudiantes. Desde la transición democrática, finalmente, la univer- dida de una modificación de dichos estatutos para tornar el sistema más “de-
sidad recuperó una vez más su autonomía, así como su forma de gobierno co- mocrático” y “representativo” (cf. Clarín, 7/04/06). Tanto los que
legiada y multipartita. Según la ley aprobada en 1984, las condiciones bloquearon violentamente la elección del rector como los que repudiaron sus
mínimas de representación que debían fijar los estatutos universitarios inclu- métodos coincidían en su cuestionamiento de la Asamblea Universitaria por
ían tres delegados estudiantiles y representantes del claustro docente. Más allá estar compuesto uno de los tres claustros que la integran –el claustro docen-
de esta legislación, sin embargo, “en este período muchos estatutos universi- te– “exclusivamente por profesores titulares o asociados y, además, nombra-
tarios abrieron la puerta a una participación estudiantil muy amplia, que no dos por concurso. Así, todos los demás, los que hace años que trabajan co-
registra casi antecedentes en la legislación comparada” (Sánchez Martínez mo interinos, pagos o ad honorem, los jefes de trabajos prácticos y los
2004, pp. 258-259).53 En un intento por homogeneizar el sistema, la Ley de ayudantes (casi el 60% del plantel docente) quedan afuera de la camarilla
Educación Superior promulgada en 1995 provee una serie de lineamientos que vota, que es una élite” (palabras de un dirigente estudiantil moderado, en
para el cogobierno: los docentes deben tener una representación mínima del Clarín, 5/04/06; las itálicas son nuestras). En consecuencia, la FUBA exige
50%; los representantes de los alumnos deben tener aprobado al menos el una reforma amplia del estatuto encaminada a “democratizar el gobierno de
30% de la carrera; debe estar representado el sector no docente; y, por último, la UBA” mediante la conformación de un claustro docente único donde vo-
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ten tanto los auxiliares y jefes de trabajos prácticos como los titulares y ad- por el movimiento estudiantil apuntan precisamente a la preservación del
juntos; la incorporación de un claustro de no docentes con voz y con voto; criterio meritocrático mediante su “purificación” de connotaciones clasistas
la reducción de la representación de los graduados y el aumento de la repre- y racistas.
sentación estudiantil (Clarín, 16/05/06). La legitimidad del criterio meritocrático en Brasil –y, en contraste, su ca-
Sin entrar en discusiones bizantinas acerca de si los estudiantes tienen ya rencia de legitimidad en Argentina– se percibe a partir de dos episodios fuer-
“demasiado” poder o si todavía tienen “demasiado poco”, es posible afirmar temente reveladores. El momento de máxima conflictividad en torno del sis-
que el poder del claustro estudiantil en las principales universidades argenti- tema de ingreso se produjo en Brasil en 1968, ante el reclamo de los aspirantes
nas es amplio desde una perspectiva comparada. Sin embargo, dar cuenta del que, habiendo aprobado el examen, no habían logrado ingresar debido al es-
tipo de políticas implementadas y de las tendencias antijerárquicas vigentes caso número de vacantes. En ese entonces, los estudiantes movilizados se abs-
recurriendo a ese dato supondría poner el argumento patas para arriba, ob- tuvieron de cuestionar el sistema, empeñándose en cambio en reclamar den-
viando las razones por las cuales dicha acumulación de poder pudo producir- tro de él el lugar que consideraban merecer por el hecho de haber superado
se; las razones, en suma, por las cuales ello ha sido posible y es considerado exitosamente la difícil prueba. No es un detalle menor el hecho de que fue-
perfectamente normal en Argentina mientras que no es siquiera seriamente ran los estudiantes que habían aprobado el examen (aunque sin obtener una
pensable en otros contextos nacionales. vacante) los que forzaron la reforma. El efecto de su reclamo se limitó, pues,
En contraste con el vínculo establecido entre la expansión de la deman- a la corrección de un aspecto disfuncional del sistema. El caso de la moviliza-
da y el acceso y las sucesivas oleadas de democratización o construcción de ción estudiantil contra el examen de ingreso en la Universidad Nacional de La
ciudadanía en Argentina, la expansión del sistema de educación superior bra- Plata presenta un contraste interesante en ese sentido, pues allí fueron, en
sileño –ocurrida recién a partir de los años sesenta– tuvo lugar durante el pro- cambio, los estudiantes reprobados, junto con sus padres, quienes engrosaron
longado período dictatorial inaugurado en 1964. Fue en el marco del llama- la manifestación de protesta convocada por la Federación de Estudiantes en
do “milagro brasileño” operado entonces que la población estudiantil en ese el curso del mes de abril de 2005. Unos y otros reclamaban por derechos di-
nivel se elevó desde una cifra de 93.000 en 1960, a 425.000 en 1970 y a un ferentes: los estudiantes brasileños excluidos reclamaban por el reconocimien-
millón y medio en 1987 (Chiroleu, 1992). La expansión de la demanda de to de sus méritos y talentos (pues, después de todo, habían aprobado un exa-
educación superior, por consiguiente, no estuvo en Brasil ligada a la democra- men difícil y altamente selectivo), mientras que sus contrapartes argentinas
tización. En consecuencia, el debate en torno del Vestibular –casi inexistente anteponían su derecho a “no ser discriminados” por ser el producto de la de-
si se lo compara con los acalorados debates que tienen lugar periódicamente cadencia de la escuela pública, por no tener los medios para acceder a una
en la Argentina alrededor del tema del sistema de ingreso a la universidad– es- educación privada de calidad y por no poder, en consecuencia, aprobar el exa-
tá mucho menos “cargado” valorativamente que su contraparte argentina. El men. Reclamaban, en última instancia, la equiparación de los aprobados y los
Vestibular ha sido presentado siempre como un expediente meramente técni- desaprobados –todos los cuales tendrían idénticos derechos a acceder a la edu-
co, y como tal ha sobrevivido más o menos igual a sí mismo a lo largo del con- cación universitaria– mediante la concesión de una “segunda oportunidad” a
vulsionado siglo XX. los segundos. El criterio meritocrático era, en este caso, implícitamente de-
Como ya se ha mencionado, el resultado del sistema de ingreso instau- nunciado por ilegítimo. El empleo del término “discriminación” en este con-
rado en Brasil ha sido la constitución de una universidad pública gratuita y texto resulta revelador dado que evoca la semejanza entre la exclusión de los
elitista, a la que sólo logran acceder aquellos que cuentan con un capital cul- desaprobados y otras exclusiones más intuitivamente reprobables, tales como
tural resultante de la procedencia de una familia acomodada y del hecho de las basadas en la raza, la religión o el género. Si una y otra clase de exclusión
haber recibido una educación privilegiada. De ahí que el criterio meritocrá- pueden ser interpretadas en términos de “discriminación” ello se debe, preci-
tico se haya superpuesto sistemáticamente con la división clasista (y, dadas samente, a que el criterio meritocrático carece aquí de legitimidad: es, en ver-
las características de la estructura social brasileña, también con las divisiones dad, tan injustificado por violatorio de la igualdad como los criterios racistas,
raciales). Como veremos, las propuestas de reforma formuladas actualmente religiosos o sexistas.
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En contraste con la situación brasileña, la evolución argentina es indica- yoría automática” de que ellos gozan en la toma de decisiones, junto con el
tiva de la existencia de un poderoso “espíritu plebeyo”; es, en los términos de reclamo de una representación “más igualitaria” que, sin embargo, respete la
Schnapper (2004), reveladora de un rasgo específico del homo democraticus: existencia de los claustros. Si bien la exigencia de la aplicación del principio
su impaciencia ante los obstáculos que se cruzan en el camino de la igualación una persona-un voto mediante la instauración del voto directo sin pondera-
de las condiciones.54 Medida con la vara implacable de la igualdad, toda rela- ción por claustros no es mayoritaria (cf. Naishtat y Toer 2005, pp. 86-87), su
ción exhibe lo que tiene de escandalosa jerarquía; la más ínfima desigualdad presencia marca el tono del debate en Argentina, y ello por dos razones: la pri-
se revela entonces monstruosa, y pasa a ser reinterpretada en términos de ex- mera, comparativa, refiere a su plausibilidad en el contexto argentino, en con-
clusión y discriminación. Observamos aquí la dinámica de la lógica democrá- traste con su completa ajenidad al contexto brasileño; la segunda, por su par-
tica, que por su referencia a un exterior discursivo que es propio de la moder- te, remite al hecho de que, pese a no ser una visión generalizada entre el
nidad política –el discurso de la igualdad– trastoca las relaciones sociales estudiantado, está en cambio ampliamente extendida entre los activistas, ma-
existentes reinterpretando como relaciones de opresión –ilegítimas por defi- yormente de pequeños partidos de izquierda, que gozan de mayor visibilidad
nición– aquellas relaciones que eran presentadas, bajo un manto de neutrali- e incidencia como resultado de su alto grado de movilización y de la violen-
dad, como simples relaciones de subordinación (Laclau y Mouffe, 1987). Una cia que ocasionalmente acompaña sus reclamos.55
lógica democrática que, sobre la base del principio de la igualdad elemental En lo que se refiere a las condiciones del ingreso a, la permanencia en y
de cualquiera con cualquiera, condena a todo orden social a la inestabilidad el egreso de la universidad, la expansión del principio igualitario condujo pri-
toda vez que demuestra que ningún orden social se funda en la naturaleza mero de un sistema oligárquico a uno meritocrático sin connotaciones clasis-
(Rancière, 1996). tas, de éste a un igualitarismo que se tradujo en la no restricción del ingreso
La universidad argentina es, en ese sentido, un espécimen interesante, y, finalmente, a la consagración de algo cercano al “derecho a la titulación” –y,
pues ha logrado condensar todo lo que puede haber de igualdad y de actitud junto con ella, a la movilidad social ascendente. En ese marco, la argumenta-
antijerárquica en el marco de una institución que es por naturalmente meri- ción ha girado sistemáticamente en torno de los derechos adquiridos o vulnera-
tocrática, dado que no puede dejar de calificar diferencialmente los logros de dos. El “derecho a estudiar” fue equiparado, en un primer momento, al derecho
quienes se desempeñan en ella. A lo largo del tiempo, en efecto, se han ido de ingresar a la universidad de cualquiera que así lo deseara; a continuación, al
produciendo en ella una serie de desplazamientos sucesivos del imaginario derecho a permanecer (y a progresar) en ella. Típicamente, las agrupaciones
igualitario. En lo que se refiere al gobierno universitario, la “democracia” rei- estudiantiles, preocupadas por la existencia de una “verdadera” igualdad de
vindicada en 1918 e instrumentada en las décadas siguientes no era, en ver- oportunidades, es decir, por el hecho de que las dificultades para avanzar en
dad, sino la aplicación a la universidad del principio republicano consistente sus carreras no expulsaran a los ingresados en las condiciones más desaventa-
en la participación de las diversas partes de toda ciudad política, con el obje- jadas, han propugnado el establecimiento de requisitos ínfimos de regulari-
to de que ninguna de ellas sea oprimida y, por lo tanto, prevalezca la libertad. dad, la fijación de instancias recuperatorias y de innumerables fechas de exa-
La representación exigida y efectivamente obtenida por los estudiantes no se men junto con un plazo amplísimo para rendir exámenes finales adeudados,
basaba en el principio una persona-un voto: se hallaba, por el contrario, fuer- y otras medidas destinadas a alivianar el tránsito por la universidad.56 Se fue
temente sesgada en favor de los docentes, en particular de aquellos que habí- produciendo, pues, un acortamiento imaginario de la distancia entre ingreso
an accedido a sus cargos mediante concurso. Frente a esta visión de la demo- y titulación. Fue gestándose, en el trayecto, un “sentido común estudiantil”
cracia universitaria se erige, cada vez más a menudo, la concepción basista que que tiende a dar por sentado el derecho de cada cual a ser aprobado, sobre la
persigue la isonomía, es decir, disolución del principio colegiado y el gobier- base de la idea de que el fracaso de los estudiantes que se ven obligados a tra-
no de los claustros y la consiguiente reducción de la universidad a la sobera- bajar para ganarse la vida, o que no han tenido el privilegio de recibir una
nía del número: al poder absoluto de los estudiantes (Naishtat y Toer, 2005: buena formación escolar primaria y secundaria, expresa una intolerable des-
28). En algún punto intermedio entre ellas se ubica la crítica, dominante en- igualdad de oportunidades que debe ser subsanada. Incluso las jerarquías que
tre los estudiantes, de la “sobrerrepresentación” de los profesores y de la “ma- la universidad establece mediante el sistema de calificaciones pueden llegar a
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tornarse intolerables por el hecho de vulnerar el derecho de todos a un trato Se dejan oír también algunos cuestionamientos políticos de fondo sin
igual. ¿Por qué desaprobar a un alumno cuando él no tiene responsabilidad propuestas alternativas concretas; se trata, sin embargo, de planteos aislados
alguna por su deficiente formación escolar previa? Pocos obstáculos se inter- que no confieren su tono y su especificidad al debate. Entre ellos se encuen-
ponen, así, entre el impulso igualitario y el “egreso irrestricto” –el cual, es ne- tran la denuncia del Vestibular en tanto que sistema ciego ante la realidad so-
cesario decirlo, excede lo razonable pero no lo estrictamente lógico, toda vez cial, estructurado según la lógica de la competencia en el mercado de modo
que constituye un posible punto de llegada para el recorrido aplanador de la tal que triunfan inevitablemente los poseedores de un capital cultural forma-
lógica igualitaria. do mediante el paso por las mejores escuelas, en tanto que los “fracasados”
cargan individualmente con la culpa de su fracaso. Esta crítica apunta contra
el carácter escasamente democrático del sistema, cuya lógica –internalizada
Transformaciones, consensos y disensos por verdugos y víctimas– “camufla el hecho de que somos socialmente des-
iguales, que determinados grupos sociales tienen acceso a la cultura y a la edu-
Rodeado de un consenso que es infrecuente en la política argentina, el cación […] lo cual reproduce y legitima las desigualdades: victoriosos y fraca-
Vestibular ha sobrevivido con éxito a sucesivos cambios de gobiernos y a tran- sados son analizados por supuestos dones y méritos individuales. Para unos el
siciones entre regímenes políticos –transiciones que, cierto es, también han éxito parece natural (el propio hecho de haber resultado victoriosos lo com-
tendido a ser más graduales en Brasil que en Argentina–. Tal como lo expre- probaría); la victoria de unos naturaliza el fracaso de la mayoría” (Osaí da
sa Adriana Chiroleu (1992), “si bien el examen Vestibular es resistido año a Silva, 2003).
año por los aspirantes, el mismo es considerado como una construcción his- Sólo recientemente, a noventa años de su establecimiento, se constituyó
tórico-social que se halla profundamente arraigada en la sociedad, y que es en torno del Vestibular un cuestionamiento de fondo de su lógica clasista.
aceptada por ser una manera supletoria de mantener las jerarquías y las dife- Dicho cuestionamiento tomó la forma de la novedosa experiencia de los cur-
rencias sociales” (p. 179). sos prevestibulares comunitarios gratuitos o sostenidos mediante el cobro de
Así, el debate sobre el Vestibular es –cuando tiene lugar– un intercambio aranceles mínimos que –impulsados por iglesias, movimientos políticos, sin-
respetuoso de los consensos existentes en torno de la legitimidad de la institu- dicatos o grupos de estudiantes voluntarios– surgieron en Río de Janeiro en
ción en cuestión –que es, efectivamente, una verdadera institución, profunda- el año 2000 y pronto se extendieron a casi todo el país (Maneiro y Grance,
mente enraizada en las prácticas y en los imaginarios, y que ha logrado atrave- 2004). La acción de estas instituciones (agrupadas bajo el rótulo de
sar de punta a punta el siglo XX sin sufrir cambios de fondo. La argumentación, “Universidad Popular”) que buscan poner al alcance de todos la preparación
por otra parte, no está centrada –a diferencia de lo que sucede en Argentina– para rendir el examen, no supuso sin embargo demanda alguna de apertura
en el principio de la igualdad o la equidad aunque, puestos a responder sobre masiva del ingreso a la universidad sino que, en cambio, reforzó su lógica me-
este punto, muchos de los actores involucrados coinciden en que se trata de ritocrática al intentar divorciarla de sus connotaciones clasistas, permitiendo
un sistema que, por su transparencia y su universalidad, garantiza la igualdad a los pobres meritorios o talentosos elevarse por encima de su clase.
de oportunidades –principio que es, desde luego, interpretado aquí de un mo- La otra gran innovación reciente –que apunta en idéntica dirección– es
do bien diferente del que predomina en Argentina. el establecimiento, en varias universidades públicas, de un sistema de acción
Buena parte de los cuestionamientos de que es objeto el Vestibular son afirmativa sobre la base de “cuotas raciales”. Fue en el año 2001, cuando la
de índole “técnica”, puesto que se relacionan con la modalidad del examen Asamblea Legislativa del Estado de Río de Janeiro decidió reservar el 40% de
más que con la existencia misma de una prueba de ingreso que deja afuera a las vacantes de sus universidades estaduales para “pretos” y “pardos” y la
la gran mayoría de los aspirantes. Una crítica difundida es, por ejemplo, la Universidad del Estado de Río de Janeiro se convirtió en la primera universi-
que concierne al formato utilizado, de tipo multiple choice, juzgado a menu- dad pública de gran tamaño en aplicar este sistema. Puesto que la ley preveía
do un “grosero error pedagógico” por la forma en que distorsiona el sistema también la reserva del 50% de las plazas para estudiantes procedentes de es-
educativo y lo desvía de su finalidad genuina (Ruda Ricci, 2001). cuelas públicas, el sistema se aplicó mediante la inclusión de las cuotas racia-
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les dentro de ese porcentaje. En lo sucesivo, pues, la mitad de los alumnos que nas catalogadas según dichos criterios. Se trata, en suma, de una política de
ingresaron en esa universidad lo hicieron en virtud de uno u otro criterio de “diversificación de la élite”58 (Marcelo Trindade Miterhof, Folha de São Paulo,
cuota (Folha Online, 8/02/03). 19/07/04).
A partir de entonces, el debate se extendió a numerosas universidades Los estudiantes brasileños, por su parte, han articulado en los últimos
públicas, algunas de las cuales también adoptaron, no sin controversias, al- años una posición consistentemente reformista que se ha traducido en una
gún sistema de cuotas. Frente a los clásicos argumentos de sus partidarios, en propuesta presentada en 2004 por la Unión Nacional de Estudiantes (UNE)
su mayoría vinculados con la cuestión de la reparación de las injusticias his- al gobierno. Dicha propuesta –expresada en un léxico engañosamente similar
tóricas y la nivelación de las oportunidades reales de las diferentes poblacio- al del debate argentino– parte de la base de que la educación es “un derecho
nes, sus adversarios esgrimieron argumentos relacionados con el “racismo en- de todos” y afirma guiarse por los principios de la autonomía universitaria y
cubierto” de unas políticas que atentarían contra la convivencia racial, “uno la democratización, tanto interna como del acceso; no obstante, sus reclamos
de los grandes activos brasileños” (Luís Nassif, en Folha de São Paulo, concretos apuntan a la profundización de la primera mucho más que de la se-
2/03/05) y con su supuesto carácter discriminatorio y legitimante de las dis- gunda. Respecto de aquélla, el movimiento estudiantil reclama mecanismos
tinciones raciales, así como con la confusión subyacente entre racismo y po- de participación que reflejen “el proceso de maduración por el cual pasó la so-
breza. La polémica recrudeció cuando la Universidad de Brasilia se convir- ciedad en los últimos años”. Sostiene, en particular, que es inaceptable man-
tió, a partir del segundo semestre de 2004, en la primera universidad federal tener, dentro de las universidades, mecanismos de selección de dirigentes que
en adoptar el sistema de cuotas raciales para el ingreso por el Vestibular. Su no serían aceptables para la sociedad en su conjunto. Rechaza, en consecuen-
sistema presentó la peculiaridad adicional de agregar al usual requisito de la cia, la ley –aprobada en 1995– que permite al presidente nombrar a los rec-
autoidentificación un sistema de comprobación del “status racial” de los as- tores de las universidades federales a partir de una terna, posibilitando resul-
pirantes mediante el análisis de sus fotografías por una comisión encargada tados por completo diferentes de los que surgirían de una elección directa
de separar a los negros (o indios) “verdaderos” de los “burladores raciales” dentro de la universidad, y por lo tanto violatorios de la voluntad de la comu-
mediante una evaluación fenotípica guiada –según denunciaban sus críticos– nidad académica. Reclama, asimismo, la eliminación del artículo de la Lei de
por los estereotipos más grotescos de las crónicas policiales (José Roberto Diretrizes e Bases da Educação Nacional que reserva para los profesores un
Pinto de Góes, en O Estado de São Paulo, 13/04/04; Peter Fry, en O Globo, mínimo de 70% de los puestos en los cuerpos deliberativos de las universida-
14/04/04).57 des. El reclamo de democratización interna se sintetiza, pues, en dos exigen-
Lejos de propiciar una ampliación del acceso à la argentina, la introduc- cias: elecciones directas y representación paritaria en los órganos de gobierno
ción del sistema de cuotas raciales es, sin embargo, una iniciativa radical en el de las universidades, tanto públicas como privadas.
contexto brasileño, y ello por al menos dos razones: en primer lugar, porque En lo que se refiere a la democratización externa, la UNE reclama “una
constituye el primer cuestionamiento en términos de política pública de la en- universidad accesible a todos, con garantía de permanencia”. No obstante, no
raizada mitología de la igualdad, la armonía, la libertad y la proporcionalidad se plantea la posibilidad de abogar por un ingreso irrestricto; exige, en cam-
entre los grupos sociales y étnicos (Salvadori de Decca, 2002); en segundo lu- bio, la inmediata y drástica ampliación de las vacantes disponibles en las uni-
gar, porque busca producir un desacople entre clase y raza, cuya superposición versidades públicas (acompañada de una enorme expansión del financiamien-
intensifica y perpetúa las desigualdades. Ella no es, sin embargo, radical en lo to), en particular mediante la creación de plazas nocturnas. Con el objeto de
que se refiere a su relación con los principios que guían el acceso a la univer- garantizar el ingreso a la universidad de una cierta cantidad de individuos pro-
sidad, estructurando un sistema restringido en el cual, en lo sucesivo, parte de venientes de los sectores tradicionalmente excluidos, propone una reserva del
las plazas existentes quedarán reservadas para personas clasificadas según de- 50% de las vacantes en las universidades públicas (por curso y por turno) pa-
terminados criterios, en este caso raciales. No se trata, pues, de abrir las puer- ra alumnos procedentes de escuelas públicas, con una cuota dentro de ese por-
tas del sistema a todos los que deseen entrar, sino de asegurarse de que, entre centaje para afrodescendientes y, en algunos casos, para indígenas. Exige tam-
los pocos que lo hagan, se encuentre una cantidad predeterminada de perso- bién mayores controles sobre la enseñanza privada. Para la retención de los
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estudiantes que ingresen al sistema así reformado, finalmente, propugna una asociación entre dictadura y restricción, por un lado, y democracia y apertu-
política de asistencia que garantice vivienda, alimentación, becas de estudio, ra del ingreso, por el otro.
asistencia médica y acceso a bibliotecas y actividades culturales, entre otros En Argentina, a diferencia de Brasil, la igualdad de oportunidades recla-
beneficios. ma que alguien se haga cargo de las desigualdades iniciales y desactive sus efec-
¿Cuán radicalmente reformista, cuán conservadora es la propuesta res- tos, aún cuando ello suponga que la institución en cuestión –la universidad,
pecto del sistema vigente? Sería sencillo –sencillamente equivocado– pensar en este caso– deba internalizar los elevados costos del proceso de nivelación.
que su aplicación no supondría ningún cambio de fondo por el hecho de no El sentido común (progresista) se expresa, por boca de la diputada y funda-
cuestionar el sistema de admisión en sí mismo. Es cierto que la propuesta dora del centroizquierdista ARI, Elisa Carrió, del siguiente modo:
no plantea la eliminación de los mecanismos actuales de selección y su reem-
plazo por un sistema abierto –a nadie en su sano juicio se le ocurriría, en No sé si el hijo de una empleada doméstica que tiene la vocación de
Brasil, expresarse en el léxico del “ingreso irrestricto”– sino la ampliación de estudiar Medicina puede sortear el examen de ingreso, simplemente
los sitios disponibles y la reserva de una elevada cantidad de ellos para estu- porque no tiene para pagar a quien lo prepare. Pero ese chico quie-
diantes procedentes de determinados grupos que, dadas sus desiguales condi- re ser médico y hay que ayudarlo. Para eso está la universidad públi-
ciones de partida, no podrían obtenerlos por su cuenta por efecto de la libre ca. (Río Negro, 18/03/05)
competencia en el mercado académico. La propuesta es, sin embargo, ambi-
ciosa, y no sólo en virtud de las elevadas metas cuantitativas que se propone. Dado que los exámenes de ingreso simplemente “sancionan la exclu-
Lo es también porque su aplicación supondría un cambio de naturaleza cua- sión” de los estudiantes que concurrieron a escuelas secundarias de
litativa: la transformación de un sistema meritocrático en el cual el mérito se peor nivel, la responsabilidad de la universidad consiste –según
encuentra indisolublemente ligado a la clase y la raza, en un sistema merito- Marta Maffei, sindicalista y diputada del ARI– en “ser exigente, pe-
crático “genuino” que garantice que sean los más aptos y esforzados dentro de ro una vez que el estudiante ya ingresó”. (Clarín, 10/04/05)
cada grupo los que accedan al bien disputado. Es decir, en un sistema merito-
crático purificado de sus connotaciones clasistas y racistas. Por una u otra razón –por efecto del ahogo del debate público bajo regíme-
A diferencia de lo que ha ocurrido en Brasil, las políticas universitarias nes autoritarios, y en virtud del fortalecimiento del consenso en torno de la
nunca lograron en Argentina sustraerse a los cambios en las relaciones de fuer- cuestión una vez restablecida la democracia– durante décadas no hubo en
zas y a los efectos de la alternancia entre regímenes democráticos y autorita- Argentina un verdadero debate, un genuino intercambio de argumentos so-
rios. No obstante, a lo largo del siglo XX se conformó, predominó, resistió y bre las modalidades apropiadas de selección y el grado deseable de apertura
sobrevivió en la Argentina un consenso relativamente amplio en torno del ca- del ingreso a la universidad. A partir de mediados de los años 90, sin embar-
rácter “irrestricto” que debía revestir el acceso a la educación superior en una go, comenzó a tornarse evidente la presencia de sentidos encontrados en tor-
sociedad que se jactaba de ser “democrática”, “igualitaria” y “abierta”. no de la interpretación de los principios elementales que rigen la vida en co-
Apuntalado por la amplitud y el progresivo engrosamiento de una clase me- mún, al punto que el terreno de las políticas educativas se constituyó en
dia que consideraba y utilizaba la educación como vehículo de ascenso so- campo de batalla a la vez que en puesta en escena de la exhibición de las con-
cial,59 así como por la fortaleza y la legitimidad de un movimiento estudian- vicciones profundas de los actores. Con todo, los acalorados debates que se
til tempranamente establecido y fuertemente politizado, probablemente produjeron en situaciones diversas –tales como la introducción de un examen
nunca fue –como difícilmente pueden serlo los consensos en un país surcado de ingreso eliminatorio para la carrera de Medicina de la Universidad Nacio-
por fuertes clivajes políticos– un consenso tan monolítico como el tejido en nal de La Plata (UNLP)– siguieron remitiendo a una matriz de cultura polí-
torno del Vestibular. Con todo, demostró ser lo suficientemente sólido como tica específica en la cual incluso quienes expresaban posiciones favorables a la
para oponer resistencia a las políticas que una y otra vez restringieron el acce- restricción del acceso lo hacían siguiendo un formato de argumentación ca-
so y para reemerger fortalecido a inicios de la década del 80 por efecto de la racterístico y, más sustantivamente, recurriendo a una serie de argumentos en
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torno de lo que se supone que son los derechos, la democracia, la equidad o greso irrestricto como el de un “dogma de características religiosas, con sus
la igualdad de oportunidades –valores que, presumiblemente, todos compar- muchos e inevitables profetas, y muy pocos herejes” (Sigal 2004: 205), y se-
tirían o, cuanto menos, todos consideran necesario esgrimir para legitimar sus ñalando su efecto negativo sobre las posibilidades de debate –en particular,
discursos, aún en un contexto tan poco receptivo para las consideraciones bajo la forma de la producción de un doble discurso. Así, es denunciada la co-
igualitarias como el que caracterizó a la década del 90. Dicho de otro modo: existencia –en particular dentro del estamento docente– de un discurso pri-
ni siquiera los adversarios del ingreso irrestricto más sensibles a los males aso- vado altamente crítico de la situación reinante y de un discurso público “cons-
ciados con la cantidad se atrevieron a cuestionar abiertamente la justicia del treñido por las características de la articulación política de los distintos
principio igualitario en nombre de un principio alternativo sino que, en cam- sectores que participan en el sistema de gobierno universitario, que establece
bio, tendieron a desplazar el debate hacia otras cuestiones diferentes de la jus- reglas de juego de las que difícilmente escapen sus protagonistas” (ibíd.: 218),
ticia, tales como la eficacia y la eficiencia. es decir, compatible con una matriz de cultura política que lleva las marcas del
Los conflictos producidos en torno del examen de ingreso a Medicina en enraizamiento de las principales banderas del movimiento estudiantil.
la UNLP –que, desde su introducción en 1992, cada año es noticia en los
principales diarios nacionales debido a que es reprobado por más de la mitad
de los aspirantes– son paradigmáticos en ese sentido. En el año 2005, la po- Conclusiones
lémica habitual derivó en conflicto institucional cuando el Consejo Superior
de la universidad anuló el carácter eliminatorio del examen, medida que fue Hemos abordado el análisis de las políticas públicas y de los procesos condu-
rechazada con un recurso de amparo presentado ante la Justicia Federal por centes a su formulación con la convicción de que en ellos se revelan sistemá-
las autoridades de la facultad involucrada. La iniciativa aprobada por el ticamente los rasgos dominantes de las culturas políticas vigentes allí donde
Consejo Superior –presentada por un delegado estudiantil– denunciaba al sis- dichos procesos tienen lugar. Las políticas públicas son, para nuestros propó-
tema vigente por “discriminatorio”, y fue defendida por el presidente de la sitos, un fértil campo de estudio por otra razón adicional: no solamente por-
universidad en tanto que encarnación de la “igualdad de oportunidades” que ellas reflejan los rasgos de una determinada cultura política sino porque,
(Clarín, 12/04/05), y por la mayoría de los decanos en tanto que garantía de por añadidura, los reproducen y los refuerzan. En efecto, por su carácter vin-
la existencia de “una universidad democrática, plural y abierta a toda la comu- culante y por su capacidad para modelar el material de que está hecha la so-
nidad” (Clarín, 17/04/05). Cuando la Cámara Federal de La Plata falló a fa- ciedad, las políticas públicas dan forma a las expectativas y constituyen el
vor de la facultad, suspendiendo la ordenanza aprobada por el Consejo marco dentro del cual se desenvuelven todos los actores, individuales y colec-
Superior, estudiantes y padres convocados por la Federación Universitaria se tivos. Por una y otra razón, pues, las caracterizaciones que proporcionamos de
movilizaron contra la injusticia cometida. las culturas políticas involucradas no describen solamente el comportamiento
Los defensores del examen de ingreso, por su parte, tendieron a escudar- de los actores que participan de la formulación de las políticas públicas en
se en el principio de la autonomía de la facultad, en datos empíricos tales co- cuestión sino de todos los actores relevantes: así, cuando se habla, por ejem-
mo el inminente “colapso” que resultaría de la admisión de todos los aspiran- plo, de la tendencia al cortoplacismo o al largoplacismo en la formulación de
tes, y en el argumento de la “excepcionalidad” de la carrera involucrada, que las políticas públicas, no se hace referencia simplemente a la perversión o el
debía formar profesionales especialmente aptos para “manejarse con la vida y virtuosismo de unos cuantos funcionarios públicos sino, en cambio, a las ten-
la muerte de las personas” (cf. Clarín, 6/04/05). El hecho de que la mayoría dencias que se observan de modo general en la forma de conducirse de todos
de los actores insistiera en argumentar siguiendo los cánones establecidos pa- los actores que se mueven en ese mismo escenario (nacional, en nuestro caso),
ra no caer en el terreno de la ilegitimidad revela que, pese a que el consenso incluidos, por ejemplo, los actores empresariales.
en torno de la apertura del ingreso a la educación superior no es todo lo mo- Hemos observado, mediante la exploración comparativa de una serie de
nolítico que solía ser, sigue estando fuertemente presente. De hecho, sus ad- áreas de políticas, la presencia sistemática de una sorprendente cantidad de con-
versarios más decididos siguen describiendo el imperio del principio del in- trastes entre Argentina y Brasil que nos permiten hablar sin reparos, al final de
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este trabajo, de la existencia de sendos estilos nacionales de producción de po- seguinte”. Se trata, según su descripción oficial, de “o instrumento para plane-
líticas que remiten, en última instancia, a la existencia de dos modalidades cla- jar o novo Brasil. O PPA estabelece diretrizes, objetivos e metas da adminis-
ramente diferenciadas de hacer política, de ser sociedad y de hacer sociedad. Lo tração pública federal por um prazo de pelo menos quatro anos, mas pode de-
que hace de Argentina, Argentina, y de Brasil, Brasil es, pues, la forma pecu- finir o destino de toda uma geração”. “Elaborar um Plano Plurianual”, explica
liar en que cada uno de ellos se sitúa en el tiempo y en el espacio, así como el el documento gubernamental, “é decidir quais são os investimentos mais im-
modo específico en que cada uno dibuja sus divisiones internas, las aprehen- portantes dentro de um projeto de desenvolvimento. Na discussão do PPA,
de, reproduce, gestiona, procesa y cuestiona. El tiempo y el espacio, categorías buscamos respostas para questões fundamentais” (http://www.sigplan.gov.br,
elementales de la existencia humana, distan de ser un dato uniforme y apro- el énfasis es nuestro). Lo que nos interesa aquí no es tanto la medida en que
blemático de la realidad; ellos son, en cambio, experimentados de modos bien estos planes constituyen una guía efectiva para las políticas gubernamentales
diferentes en el marco de cada matriz nacional de cultura política. Lo mismo más acá y más allá de los cambios de gobierno sino, ante todo, la plausibili-
ocurre con la percepción de los clivajes sociales. En el límite, en efecto, la so- dad que adquiere en el contexto brasileño –en contraste con su inverosimili-
ciedad y sus divisiones pueden ser aprehendidas como una construcción hu- tud en el contexto argentino– la pretensión de enmarcar las acciones de suce-
mana o como una obra de la naturaleza: ambas formas de situarse frente a ellas sivos gobiernos en un plan de esas características. Del lado argentino, por su
son, no obstante, el efecto de la existencia de sendas matrices culturales. parte, lo que ha sido sistemáticamente erigido al rango de valor-guía (al me-
A partir de la observación de ciertas áreas escogidas de políticas públicas nos hasta tiempos recientes, cuando luego de una crisis de proporciones sin
y de unos pocos procesos políticos paradigmáticos de las respectivas historias precedentes fue por primera vez proclamada en forma más o menos creíble la
nacionales hemos podido constatar la existencia de dos modalidades distinti- aspiración a convertir a la Argentina en un país “normal”) es el refundaciona-
vas de situarse en el tiempo y de concebir la temporalidad, expresadas típica- lismo y la discontinuidad abrupta tal como ellos se han expresado en los dis-
mente bajo la forma de dicotomías. Entre ellas sobresalen la oposición entre cursos de cada nuevo presidente y en los documentos producidos por cada
continuidad y discontinuidad y el contraste entre cortoplacismo y largoplacis- nuevo gobierno. En uno y otro caso, estas tendencias en el terreno de la tem-
mo. Estas oposiciones se observan en el terreno de los “datos duros” de la re- poralidad han tenido efectos específicos en el campo de las instituciones, pues
alidad –las decisiones tomadas, las acciones emprendidas, los productos de éstas no son sino prácticas sistemáticas, repetitivas y rutinizadas –solidificadas
ellas resultantes– así como en la interpretación que de dicha realidad propor- y naturalizadas en función, precisamente, del tiempo.
cionan sus participantes y sus observadores contemporáneos. A menudo ellas De modo similar, el análisis de las políticas públicas nos ha reenviado sis-
se expresan, por añadidura, bajo la forma de valores: así, por ejemplo, la con- temáticamente a la configuración de dos modos polares de concebir el espa-
tinuidad y el énfasis en el largo plazo no son solamente características que los cio y de situarse en él. Ellos se expresan bajo la forma de la dicotomía mono-
historiadores pueden constatar a partir del análisis de los procesos brasileños centrismo/pluricentrismo, así como bajo modalidades diversas de relación, de
sino, además, los valores-guía que estructuran, a menudo en forma conscien- tensión y de gestión de los conflictos entre los niveles nacional, provincial/es-
te, las acciones y decisiones de determinados actores relevantes. Un ejemplo tadual y local.
paradigmático de “continuismo” brasileño es, en ese sentido, el Plano Pluria- A través de un estudio de caso –el de las políticas de acceso a la universi-
nual (PPA) que estructura idealmente –en tanto que búsqueda deliberada de dad– nos hemos concentrado en una de las dos dimensiones mencionadas –el
continuidad– las acciones del gobierno federal. Inspirado en la experiencia tiempo y, concomitantemente, los procesos de construcción institucional– a
desarrollista, el PPA fue introducido por la Constitución de 1988 en su artí- la vez que hemos avanzado en la exploración de otras dimensiones fundamen-
culo 165. En él se establece que el gobierno federal debe presentarlo al tales de la vida política como son las modalidades de relacionamiento y la
Congreso antes de fines de agosto del primer año de su administración, otor- concepción de las jerarquías sociales y de sus criterios de legitimidad. Unas y
gándole plazo para examinarlo hasta el final de ese mismo año. Es importan- otros presentan en nuestros dos países rasgos polares dadas las formas diferen-
te señalar que el objetivo del Plano es orientar “a elaboração do Orçamento tes en que es concebida la justicia en relación con la igualdad, en un caso, y
da União para os quatro próximos anos, incluindo o primeiro ano do governo con el mérito, en el otro.
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Hemos constatado, finalmente, la presencia tanto en Argentina como en tino, sin embargo, un espacio creciente para posiciones que en el pasado no
Brasil de algunas tendencias de cambio respecto de sus respectivas trayectorias podían ser expresadas siquiera: las que se basan en el criterio meritocrático y
históricas. ¿Significa ello que nos encaminamos, acaso, hacia alguna forma de en la responsabilización individual, y que se expresan sistemáticamente en la
convergencia, una suerte de proceso cruzado de “brasileñización” de Argentina reivindicación de la “cultura del esfuerzo”.
y de “argentinización” de Brasil? Comoquiera que se entienda la idea, no pare- Tanto en Argentina como en Brasil se plantean alternativas de reforma del
ce ser el caso. No lo es, indudablemente, si con ella se hace referencia a la adop- sistema existente. En el primer caso la reforma es impulsada por quienes creen
ción de rasgos ajenos por efecto de la imitación. La respuesta podría ser, en que la aplanadora democrática ha superado todos los límites de lo razonable;
cambio, parcialmente afirmativa si –sobre la base del reconocimiento de que en el segundo, en cambio, es propugnada por quienes consideran que el país
los puntos de partida son diametralmente opuestos, pues nos hallamos ante todavía no ha alcanzado los niveles de acceso y apertura propios de una nación
sendas matrices nacionales fuertemente diferenciadas– dicha “convergencia” democrática y moderna. Por un lado, los críticos del poder –“desmesurado”–
fuera comprendida como resultado de la conjunción de ciertas presiones exó- de los estudiantes; por el otro, el propio movimiento estudiantil. No obstante,
genas a las cuales ambos países están expuestos –tales como los requerimientos el “ya” y el “todavía” –retrocediendo el primero; avanzando el segundo– no han
de armonización de sus sistemas de educación superior con los existentes en el de tocarse en un imaginario centro, pues no se trata de algo tan simple como
mundo desarrollado– y de procesos endógenos que, por efecto de las limitacio- mover las dos hojas de una puerta (la que franquea la entrada a la universidad,
nes y disfuncionalidades de los modelos existentes, provocan cambios que po- en este caso), una de las cuales –abierta– se entrecierra, mientras que la otra
drían acabar disminuyendo las brechas que existen entre ambos. –cerrada– se entreabre. Lo improbable de la convergencia se debe a que, tanto
Sin embargo, tampoco parece ser ese el caso. Las diferentes modalidades en uno como en el otro caso, las transformaciones propuestas siguen la lógica
adoptadas por Brasil y Argentina para regular el acceso a la educación supe- del sistema existente. Ambas evoluciones tienen lugar en el seno de dos siste-
rior, por caso, remiten a la existencia de relaciones muy diferentes del indivi- mas específicos que operan según una lógica peculiar de inclusión-exclusión
duo-ciudadano con el Estado y con el mercado. Mientras que en un caso la que guarda estrecha afinidad con las respectivas matrices nacionales de cultura
responsabilidad recae en mayor o menor medida sobre el individuo y sus po- política. Así pues, ni las posiciones reformistas restauradoras en Argentina
sibilidades de competir en el mercado, en el otro ella es depositada en un apuntan a algo parecido al modelo brasileño, ni las más radicales de las posi-
Estado del cual se exige una cantidad de acciones orientadas a igualar las con- ciones brasileñas se aproximan a las que han dado forma al contexto argenti-
diciones iniciales de la competencia y a corregir sus resultados socialmente in- no. En el futuro más lejano que nuestra mirada llega a abarcar, pues, Argentina
deseables. En el terreno de las políticas de acceso a la universidad, ambas po- seguirá siendo Argentina y Brasil continuará siendo Brasil.
siciones aparecen cristalizadas en la institución del Vestibular, por un lado, y
en la reivindicación del ingreso irrestricto, por el otro. Si bien actualmente el
contraste parece ser progresivamente menos nítido que en el pasado, perma- Notas
necen en su sitio los principales rasgos que caracterizan a cada uno de los pa-
1 Es justo mencionar, como fuente de inspiración, al trabajo de David Vogel (1986),
íses bajo la forma de sendos campos de posibilidad.
National Styles of Regulation, cuya comparación de las políticas de medio ambiente y de sus pro-
Siguiendo con el ejemplo de nuestro estudio de caso, hallamos en cesos de formulación en Gran Bretaña y Estados Unidos arroja una serie de sorprendentes con-
Argentina que la defensa del ingreso irrestricto dista de ser unánime, y que es trastes que son –he aquí la intuición resultante del esfuerzo comparativo– remitidos a la pre-
incluso menos popular que en el pasado. No obstante lo cual ella sigue sien- sencia de sendos “estilos nacionales” de actividad regulatoria que se manifiestan, tal como cabe
do sostenida con considerable éxito por un amplio sector movilizado en su de- esperar, en muchas otras áreas de políticas.
2 La existencia de intercambios –así como de “paralelismos desfasados” resultantes de la
fensa sobre la base del principio socialmente compartido de que el sistema no
imitación y el aprendizaje de las experiencias realizadas al otro lado de la frontera– entre los dos
puede abandonar al individuo a su suerte; la universidad tiene, pues, la obli- países en los diferentes campos explorados es, de hecho, mencionada a menudo por diversos
gación moral de “hacerse cargo” de los déficit educativos que los estudiantes autores. Así, por ejemplo, lo hace notar Neiburg (2004) para el de las políticas económicas, in-
traen consigo por razones ajenas a su responsabilidad. Hay en el debate argen- fluido por la presencia de “un circuito de individuos e ideas Brasil-Argentina” (p. 7).
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En contrapartida, el fantasma que más acosa a los trabajos de estos investigadores es el La continuidad permite, en efecto, la acumulación; la repetición de las prácticas coad-
de la superficialidad, aunque ésta se halle distribuida en forma pareja para los diversos países yuva, por su parte, a su institucionalización. Al igual que –como veremos– ocurre en el terreno
analizados. universitario, “a pesar de que la economía existía como disciplina relativamente autónoma en la
4 Argentina desde bastante antes que en Brasil, desde la segunda mitad del siglo XX el espacio de
En estos y en todos los casos de textos cuyos títulos aparecen en la bibliografía en idio-
mas extranjeros, la traducción de las citas es nuestra. los economistas en este último país ganó una densidad y una vitalidad mucho mayor que en la
5
En efecto, si bien los partidos políticos fueron inicialmente prohibidos, ellos fueron lue- Argentina (uno de sus síntomas es, justamente, la no existencia en Brasil de filiales locales de es-
go reorganizados bajo la forma de un “bipartidismo oficial” con dos partidos tolerados en com- cuelas centrales, como es el caso del CEMA respecto de Chicago)” (Neiburg, 2004: 6)
12 Pese a sus diferencias con el Cruzado, claramente percibidas en su momento por el pú-
petencia; el Congreso, pese a las periódicas clausuras, funcionó durante la mayor parte del
tiempo (con diferentes grados de autoridad efectiva, básicamente crecientes a medida que avan- blico brasileño.
13
zaba la liberalización del régimen). Pese a que las candidaturas, por su parte, estaban rígida- El programa brasileño fue, en cambio, flexible y admitió modificaciones adaptativas
mente controladas, nunca dejó de convocarse a elecciones, y la competencia tuvo incluso cier- sobre la marcha. En el caso argentino, en cambio, la inusitada continuidad (sólo atenuada por
ta existencia real a nivel local. De ese modo, cuando se inició el proceso de apertura controlada, modificaciones que buscaban responder a los problemas de la convertibilidad con “más con-
todos los actores e instituciones de la democracia política estaban disponibles para volver a fun- vertibilidad” –cf. Brenta, 2002– se combinó con un abrupto final, como si la única manera de
cionar. lograr alguna continuidad en un contexto signado por las discontinuidades abruptas fuera atar-
6 Las propias figuras de los presidentes de la transición en ambos países pueden ponerse se de manos para no verse tentado de introducir discontinuidades, al precio de la rigidez extre-
también en contraste si se recuerda que, hasta principios de 1984, Sarney fue “uno de los más ma y la inviabilidad en el largo plazo.
14 En el caso brasileño muchas de las continuidades observadas remiten a la presencia de
importantes líderes del partido del régimen” (O’Donnell, Schmitter y Whitehead, 1994: 22).
7 De hecho, las formas de transición parecen haber establecido sendos “campos de posi- una forma más consensual de relacionamiento político. Para el caso argentino, en cambio, afir-
bilidad” para las subsiguientes políticas de derechos humanos. Si bien el colapso que marcó el ma Carlos Waisman que el mantenimiento durante una década del sistema del currency board
fin de la dictadura argentina no determinaba la ocurrencia de los juicios –ellos formaban par- –que hubiera debido ser abolido hacia mediados de los 90– obedeció a un conjunto de facto-
te de la promesa política encarnada por el candidato radical, pero no del programa del derro- res que llevaron al predominio de los cálculos de corto plazo por sobre los de largo plazo: “En
tado candidato justicialista–, fue la modalidad de la transición la que los hizo posibles, lo cual primer lugar, conservar la convertibilidad estaba en el interés de los segmentos más internacio-
quedaba desde el comienzo descartado –más allá de la voluntad política de los sucesivos líde- nalizados del capital, tanto extranjero como doméstico. [...] En segundo lugar, la opinión pú-
res civiles– en un caso de continuismo como el brasileño. Así, mientras que en Argentina hu- blica vinculó la convertibilidad con la estabilidad monetaria, y esta asociación se convirtió en
bo una investigación oficial –que se tradujo en la publicación del informe de la CONADEP, la razón principal del importante respaldo del que disfrutaba entonces el gobierno de Menem.
Nunca Más– y juicios contra una cantidad (limitada) de acusados, en Brasil no hubo juicios ni En estas condiciones, no es sorprendente que el gobierno llegara a considerar la convertibili-
informes oficiales sino, en cambio, una amnistía amplia, general e irrestricta y un informe no dad como su logro principal. Nos enfrentamos aquí con un problema de acción colectiva: los
oficial publicado en 1985 por la Arquidiócesis de San Pablo, Brasil Nunca Mais (Panizza, 1995: intereses de corto plazo de los actores económicos y políticos entraron en conflicto con lo que
173). Los archivos de la dictadura hasta el día de hoy no fueron desclasificados, ni siquiera por debieran haber sido los de largo plazo” (Waisman, 2003, pp. 220-21). Para un relato de las di-
el gobierno de Lula. ficultades que enfrentaba el cuestionamiento del “modelo” económico en el marco de la com-
8 La frase, que pronto pasaría a formar parte del folklore político nacional, fue pronun- petencia electoral, véase Pousadela (2002).
15
ciada por primera vez por Carlos Menem en su discurso de asunción ante la Asamblea Le-gis- El régimen del currency board sólo permite la emisión de moneda cuando ella está res-
lativa, para definir el plan económico que pondría en marcha. En lo sucesivo, sería reutilizada paldada por la divisa extranjera a una paridad fija, en este caso uno a uno. El sistema carece,
una y otra vez, tanto en forma crítica por quienes se oponían a sus políticas, como por el pro- pues, de un prestamista de última instancia (el Banco Central ve restringidas sus funciones a la
pio Menem para evocar años más tarde los primeros días de su gobierno, así como para intro- supervisión del sistema), y el ajuste frente a las crisis financieras sólo puede realizarse median-
ducir nuevas reformas, no necesariamente económicas (fue el caso, por ejemplo, de la presen- te contracciones en el nivel de actividad.
16 Debe señalarse que la política de –en palabras de su principal ideólogo, el canciller
tación de una iniciativa “anticorrupción” en mayo de 1996).
9 En ambos países, los mencionados planes “dispusieron transformaciones radicales en las Guido Di Tella– “relaciones carnales” con los Estados Unidos también forma parte de la histo-
reglas del juego de los campos económicos nacionales, alteraron las relaciones entre los princi- ria de los vaivenes y las discontinuidades en la política exterior argentina: ella es, en efecto, par-
pales precios de la economía, establecieron revisiones generales de contratos y dispusieron el te del número sobreactuado de un presidente en busca de credibilidad para un país escasamen-
cambio de las monedas nacionales [...]. Esos planes marcaron también momentos fuertes en la te confiable debido, paradójicamente, a sus bruscos e impredecibles cambios de rumbo.
17
consagración de los economistas como figuras públicas, como intérpretes de los más graves di- Lo que significa que estuvo ausente, también, el reflejo de protección de las institucio-
lemas nacionales, y como individuos capacitados para elaborar las formas supuestamente co- nes que se tradujo en el impeachment del presidente Fernando Collor de Mello.
rrectas de superarlos” (Neiburg, 2004: 2). 18 Moderación y gradualismo que pueden haberse originado, al menos parcialmente, en
10 Para un análisis de las diferencias entre ellos, véase Kaufman (1988).
la existencia de un debate público más intenso que en Argentina en torno de la cuestión. Se
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trata de un dato a primera vista llamativo toda vez que la sociedad civil brasileña suele ser des- ral con el factor partidario, tal como lo atestigua el rol de los gobernadores –de los gobernado-
cripta como relativamente débil en comparación con la del país vecino. La explicación puede res peronistas– en la resolución de la crisis de sucesión en 2001.
hallarse, sin embargo, en la polisemia del término, que parece hacer referencia en uno y otro 23
Es importante resaltar la expresión utilizada para Brasil –“la nueva constitución”– en
caso a agentes distintos: mientras que en Brasil refiere fundamentalmente a la existencia de una contraste con la empleada para Argentina –“la constitución reformada”– pues el hecho de que
tupida red de ONGs capaces de intervenir en el debate público, en Argentina remite ante to- el proceso de revisión constitucional fuera en Brasil tanto más radical que en Argentina con-
do (aunque no exclusivamente) a la vitalidad de una ciudadanía capaz de actuar en forma au- tradice en principio nuestras hipótesis iniciales relativas a la temporalidad, ya que no encontra-
tónoma y eventualmente sin intermediarios. Agradezco a mi colega brasileña Kelly Cristiane mos aquí la oposición entre el gradualismo brasileño y la tendencia argentina a los cambios es-
da Silva sus reflexiones sobre este punto. pasmódicos, y hallamos en cambio la paradoja de que la abrupta transición democrática
19 La CNT (Comisión Nacional de Telecomunicaciones), en efecto, fue creada en 1990 y
argentina procedió mediante la restauración literal de la Constitución histórica –en un proce-
su vinculación funcional e institucional fue modificada dos veces en los primeros años. En 1993 so en el cual la radical novedad consistió precisamente en la valorización de que ella fue obje-
pasó a depender del Ministerio de Economía; desde 1996 se incorporó a la órbita la Secretaría to– mientras que la cauta “transición conservadora” en el país vecino se vio coronada por un
de Comunicaciones del poder Ejecutivo. En 1997 fue creada la CNC, que en el 2000 pasó del proceso de refundación constitucional. No obstante, un análisis cuidadoso de ambos procesos
Ministerio de Infraestructura al de Economía. Los organismos de control fueron, pues, inesta- –que no emprenderemos aquí– probablemente nos reenviaría una y otra vez a las dicotomías
bles, políticamente dependientes y sujetos a manipulaciones (véase Colpachi, s/f ). ya citadas. En primer lugar, no cabe duda de que el (ciertamente veloz) proceso reformista en
20 Argentina obedeció a las motivaciones más cortoplacistas (y mezquinas) que quepa imaginar
Es en este punto donde se hace operativa la advertencia inicial relativa al sesgo en fa-
vor del “continuismo brasileño” en contraposición con el “rupturismo argentino”. Castro para un emprendimiento de tal envergadura: la habilitación de la reelección del presidente de
Rojas, por ejemplo, describe en Brasil un proceso gradual hacia las privatizaciones que se ha- turno. No fue ese el caso en Brasil, cuya nueva Constitución persiguió finalidades moderniza-
bría iniciado bajo el gobierno de Figueiredo, en 1981, y que habría culminado en el programa doras y, sobre todo, democratizantes. En segundo lugar, la forma en que el proceso argentino
efectivamente llevado a cabo por Fernando Henrique Cardoso en los años 90. No obstante, de reforma constitucional se constituyó en escena de la más cruda lucha política y el modo en
una genealogía similar podría realizarse para Argentina, si se tienen en cuenta los intentos fa- que ello redundó en la manipulación de las instituciones vuelve a poner en primer plano otros
llidos de privatización que tuvieron lugar entre 1979 y 1982, y luego durante el gobierno de dos elementos que configuran la oposición entre nuestros casos: la dispar valoración de las ins-
Alfonsín, y que por consiguiente precedieron a su efectiva implementación por parte de Carlos tituciones y la modalidad más o menos consensual o confrontativa de relacionamiento políti-
Menem. co.
21 Es importante señalar aquí que los términos aquí utilizados adoptan a menudo un sen- 24 Nuevamente aparece aquí el ingrediente cortoplacista, pues el proceso argentino se ca-

tido muy diferente en el debate público brasileño –y también, hasta cierto punto, en el argen- racterizó, según la autora, por la falta de planeamiento y de visión de largo plazo: uno de sus
tino. En general, la descripción de una decisión como motivada por “cuestiones políticas” no rasgos centrales fue, en efecto, la ausencia de un diseño global del sistema resultante, lo cual se
hace referencia a la capacidad de la política para pensar estratégicamente y conferir un rumbo explica por la motivación exclusivamente económico-financiera –“de caja”– de la reforma. Ello
a la sociedad sino, en cambio, a la orientación de las políticas por intereses estrechos y de cor- supuso que en cada una de las veintitrés provincias argentinas el proceso fuera improvisado de
to plazo. Y, a la inversa –al menos en el caso brasileño– las motivaciones fiscales son con fre- modos diferentes.
25 El citado artículo abogaba por la reforma de la coparticipación, a la que acusaba de
cuencia asociadas al largo plazo, dada la importancia asignada a las consecuencias de largo pla-
zo del equilibrio de las cuentas públicas o, en su defecto, de la bancarrota del Estado. propiciar a un tiempo la dependencia de las provincias y la irresponsabilidad de sus gobier-
22 ¿Nos hallamos, pues, ante una suerte de “brasileñización” de la política argentina? Tal nos, que podían gastar y endeudarse sin pagar el costo político de cobrar impuestos. Así lo
como señalan Kent y Dickovick (2004), “aunque Brasil ha sido tradicionalmente considerado atestiguaban datos tales como la proporción de recursos propios sobre los ingresos totales de
el más verdaderamente federal de los dos países, la literatura sobre Argentina ha comenzado a las provincias –33%–, con algunos casos –los de las provincias más pobres– en que no llega-
documentar más sistemáticamente la importancia de los gobernadores argentinos” (p. 93). En ba al 10%.
26
Brasil, por su parte, la “política de los gobernadores” –una política de alianzas regionales dife- Otra práctica muy utilizada ha sido la imposición de sus preferencias por decreto. No
renciadas que se erige en eje del poder (Camargo, 1993)– existe como herencia del modelo oli- obstante, también para la implementación de las políticas impuestas por decreto es necesaria la
gárquico. También en la arena fiscal –constatan Kent y Dickovick (2004)– los dos países pre- construcción de consensos mediante el armado de complejas coaliciones que contemplan la in-
sentan un similarmente elevado desequilibrio vertical, según el cual “los gobiernos clusión no sólo de diferentes partidos sino también de diversos intereses regionales. En las re-
subnacionales (algunos más que otros) dependen fuertemente de las transferencias de ingresos petidas oportunidades en que dichos esfuerzos no tuvieron éxito, los presidentes no lograron
del centro porque gastan más de lo que recolectan de impuestos”. Sin embargo –concluyen los implementar las políticas de su preferencia (Mainwaring, 1997).
autores–, sigue habiendo profundas diferencias entre ambos países, ya que “en agudo contras- 27 Así, si bien el número de decretos emitidos fue mayor en Brasil que en Argentina, en

te con Brasil, la mayoría de los gobernadores argentinos a lo largo del período post-1983 han cambio fue muy superior en Argentina la cantidad de decretos que acabaron transformándose
pertenecido a un mismo partido, lo cual en gran medida transformó el debate sobre la recen- en leyes permanentes en consonancia con las propuestas iniciales del presidente (Negretto,
tralización en un asunto interno del partido cuando ese mismo partido controló la presidencia 2004: 553).
entre 1989 y 1999” (p. 93). En Argentina, pues, se superponen en gran medida el factor fede-
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28 rechazo al examen de ingreso, a las que se suma la de Psicología, las que encabezan la oposi-
La afirmación vale para el período previo a la formación de la Alianza UCR-Frepaso,
en agosto de 1997, como coalición electoral, y a su inauguración como coalición de gobierno ción al arancelamiento, con cifras de alrededor del 90% (Naishtat y Toer, 2005).
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dos años más tarde. El fracaso estrepitoso de ese gobierno hizo de tales prácticas una ocurren- Entre fines de la década del 80 e inicios de la del 90 Argentina contaba con una ma-
cia excepcional e irrepetida. No obstante, no todos los analistas colocan a la Argentina entre los trícula de casi un millón de estudiantes en instituciones de educación superior, mientras que
países que hacia mediados de 1999 contaban con gobiernos monocolores. Algunos, en efecto, Brasil apenas superaba el millón y medio pese a que su población era entre cuatro y cinco ve-
juzgan que existió allí en los años 90 una coalición de gobierno resultante de la alianza entre el ces más numerosa. Hacia fines de los 90, la cifra era de un millón y medio para Argentina y de
partido del presidente –el PJ– y la UCeDé. Asimismo, en contra de la descripción dominante algo más de dos millones para Brasil. Para el 2001 Brasil superaba largamente los tres millones.
del gobierno de Carlos Menem, Marcos Novaro subraya su funcionamiento coalicional, des- 34 En contraste con el temprano surgimiento de las universidades en Argentina –que

cribiéndolo como una “coalición política y social muy amplia” (cf. Novaro, 2001: 57). respondió, en el período colonial, a la lógica impuesta por España para el desarrollo de sus
29 Señala Meneguello (2002) que la mayoría de las coaliciones formadas desde 1985 fue- posesiones ultramarinas–, Brasil no contó con ellas –por efecto de la prohibición que regía para
ron “coaliciones mínimas” y que ellas se caracterizaron por el reparto cuidadoso de los cargos las colonias portuguesas– hasta mucho más tarde. De hecho, la primera universidad brasileña,
ministeriales para potenciar el apoyo al gobierno, así como por las frecuentes modificaciones la “Universidad de Brasil”, fue creada recién en 1920, y con la sola intención de poder otorgar
de la composición partidaria del gabinete. En términos ideológicos, la coalición más amplia se un doctorado honoris causa al rey de Bélgica en su paso por Brasil. Al margen de esa
registró al principio de la gestión de Itamar Franco (1992-1994), con la inclusión del izquier- experiencia, las primeras universidades –la estadual de San Pablo y la Federal de Río de Janeiro–
dista PSB, mientras que las coaliciones más estrechas fueron las que sostuvieron al gobierno de fueron fundadas recién en 1934 y 1935, respectivamente (Chiroleu, 1998; Schwartzman,
Collor (1989-1992), compuestas solamente por partidos situados a la derecha. 2003a).
30 Las diferentes cuestiones que están en juego en el campo de las políticas educativas se 35 Véanse, por ejemplo, títulos tales como Como passar no vestibular. Use a cabeça & ven-

ponen en evidencia, ante todo, en las valoraciones diversas de que son objeto, en cada caso, ça o desafio, de Lair Ribeiro (Editora Moderna, 2000) o Angustia no vestibular. Indicaçoes para
las instituciones del sector. Las encuestas permiten observar en ese sentido contrastes persis- pais e profesores, de Lucidio Bianchetti (Editora Universidade de Passo Fundo, 1996).
tentes y sistemáticos. Según un sondeo de CIMA, la confianza que argentinos y brasileños de- 36 Son los casos, por ejemplo, de la Universidad Católica de Pelotas, que evalúa a los as-

positaban en el año 2001 en las instituciones educativas era de 74% entre los primeros y de pirantes según su historial de la escuela media, y de la Universidade São Francisco, que utiliza
35% entre los segundos (cf. La Nación, 14/11/01). Asimismo, una encuesta realizada por un sistema mixto que combina la puntuación en el Vestibular con la evaluación del desempe-
Graciela Römer sucesivamente en 1998, 1999 y 2001 mostraba que –pese al retroceso sufri- ño en el nivel medio (www.vestibular1.com.br/novidades/nov42. htm).
do en esos años– la escuela pública seguía estando entre las instituciones más confiables para 37 Cf. EDUDATABRASIL-Sistema de Estadísticas Educacionales, donde aparecen las ci-

los argentinos. fras completas acerca de los Vestibulares de 2001 y 2002, discriminadas por carreras, regiones,
31 Conservaremos el calificativo debido a que tal es la forma en que se expresan los acto-
cantidades de inscriptos y aprobados, etc. (http://www.edudatabrasil.inep.gov.br/).
res involucrados (curiosamente, así lo hacen tanto sus partidarios como sus detractores), aun- 38 Los cursos prevestibulares “de alto rendimiento” –aquellos que garantizan el ingreso a

que es atendible la aclaración de Chiroleu (1998), quien prefiere hablar de ingreso “directo” las universidades más prestigiosas– cobran mensualidades que alcanzan los trescientos o tres-
(desde el secundario) más que “irrestricto”, puesto que no se trata de que “cualquiera” pueda cientos cincuenta dólares, cuando el salario mínimo no llega a los ochenta (Maneiro y Grance,
acceder a la educación superior, sino solamente de aquellos que cuentan con un diploma habi- 2004).
litante. Sin embargo, es con el rótulo de “ingreso irrestricto” que la Universidad de Buenos 39
De aquella década datan también las elevadas tasas de deserción que caracterizan ac-
Aires presenta el sistema de admisión que rige en ella desde 1984, el cual –curiosamente– ha tualmente al sistema argentino y plantean fuertes debates en torno de la diferencia entre la po-
sido repetidamente atacado por dos flancos opuestos. Por un lado, vistos el carácter masivo de sibilidad “formal” de acceso a la institución universitaria y la posibilidad “real” de acceso al co-
dicha institución, sus dimensiones inmanejables, sus dificultades presupuestarias y su alarman- nocimiento y a la titulación.
te tasa de deserción, sus adversarios juzgan al sistema demasiado abierto. Los partidarios de un 40 Nuevamente, y en abierto contraste con el caso brasileño, este proceso tuvo lugar en el
ingreso “verdaderamente” irrestricto, por el contrario, critican el sistema de la UBA por su ca- marco del enfrentamiento encarnizado entre los partidarios de la universidad “laica” y los de la
rácter “selectivo”, lo cual explicaría los elevados porcentajes de estudiantes que no logran fran- universidad “libre”. Tal como se desprende de los términos de la oposición, la habilitación de
quear el Ciclo Básico Común e ingresar efectivamente a la facultad donde se dicta la carrera instituciones no estatales para emitir títulos oficiales impulsaría el crecimiento de un sector pri-
que han escogido. Cf. Boulet (2002). vado que por entonces se componía, ante todo, de instituciones religiosas.
32 Entre los propios estudiantes de la Universidad de Buenos Aires, el examen de ingreso
41 Esta asociación continúa siendo explotada políticamente entrado el siglo XXI, como lo
es rechazado por un margen estrecho (49,52%, frente a 46,42% que lo aprueba). En cinco de prueban las acusaciones de los militantes estudiantiles platenses al decano de Medicina de la
las trece facultades –encabezadas por Medicina, con el 64%– el examen de ingreso es aceptado Universidad Nacional de La Plata en ocasión de la sesión del consejo académico de la facultad
por más del 50% de los estudiantes. El rechazo, por su parte, es encabezado por Filosofía y en que fue ratificado el examen de ingreso eliminatorio. En esa oportunidad, los estudiantes
Letras (72%) y Sociales (66%). A diferencia de lo que ocurre respecto de la introducción de un presentes compararon al decano con Videla y asimilaron explícitamente los métodos de su ges-
examen de ingreso, el arancelamiento de los estudios enfrenta una clara oposición mayoritaria, tión a los de la dictadura militar (El Día, 27/03/04).
ya que se opone a él el 83,07% de los entrevistados. Son las mismas facultades que lideran el
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42 6). En efecto, el promedio de estudios en el 10% más pobre de la población brasileña es de dos
No obstante lo cual el CBC ha sido resistido por las agrupaciones estudiantiles más ra-
dicalizadas como una forma de restringir al ingreso, menos violenta que un simple examen eli- años, contra siete para la Argentina. (BID 1998, citado en Donoso, 1999).
48
minatorio pero igualmente selectiva, pese a sus intenciones declaradas de nivelar a los aspiran- La evolución de la UBA en ese sentido es impresionante, tanto por lo desmesurado de
tes antes de su ingreso a las carreras propiamente dichas. El CBC ha llegado a ser denunciado las cifras como por los efectos que tuvo –en virtud de sus dimensiones– sobre el sistema en su
como “una de las formas más exigentes de ingreso”, que habría hecho de la UBA “una de las conjunto. Dicha universidad tenía, en 1982, 102.941 estudiantes de grado (sobre un total de
universidades más selectivas de la Argentina”, pues entre 1989 y 1997, por ejemplo, “de 318.299 para el conjunto de las universidades nacionales), 161.976 en 1987 (sobre un total
508.000 aspirantes anotados en el CBC sólo lograron ingresar a la UBA 214.522 estudiantes; que casi se había duplicado en cinco años: 618.651), 168.808 (sobre 698.561) en 1992 y, se-
es decir, el 42%” (Boulet, 2002). gún estimaciones de la propia universidad, 226.073 (sobre 957.352) en 1998 (Sánchez
43 Concluida la oleada de creación de universidades que tuvo lugar en los años 70, hacia Martínez, 1999). En contraste, la universidad más populosa de Brasil –la Universidad de San
comienzos de los 90 alrededor del 80% de la matrícula se concentraba en Argentina en el sec- Pablo (estadual) cuenta con 40 mil estudiantes. La principal de las federales, la de Río de
tor público, en contraste con el caso de Brasil, donde más del 60% de los estudiantes estaban Janeiro, es aún más pequeña.
49 Debe señalarse en este punto la reaparición del contraste en torno de las capacidades
matriculados en instituciones privadas. En Argentina, además, el 90% de la matrícula de edu-
cación superior era universitaria. Tras la nueva oleada de creación de universidades (públicas y estatales. Según Klein y Sampaio (1996), los resultados divergentes de la intervención de los
privadas) que se produjo en los 90, la composición público-privada de la matrícula del sistema respectivos gobiernos militares en materia de educación superior remiten a la diferencia entre
se mantuvo intacta (cf. Sánchez Martínez, 1999) el control represivo del Estado sobre el sistema de educación superior y la capacidad para for-
44 mular e implementar políticas para el sector. A diferencia de lo sucedido en Argentina, donde
Dicha expansión alcanzó, sin embargo, una cobertura muy inferior a la que se registró
en Argentina: la educación superior brasileña cubría en 1989 al 11,2% de la población de en- el gobierno militar ejerció sobre la educación un control “riguroso, de carácter esencialmente
tre 20 y 24 años, en tanto que abarcaba al 40,8% en la Argentina de 1987 (Chiroleu, 1992). punitivo” (p. 44), el caso de Brasil es, según los autores, “especial” en el sentido de que “una
Para el año 2000, la tasa bruta de educación universitaria –calificada de “asombrosa”– era en vez instalado el gobierno militar, la burocracia estatal rápidamente se modernizó y amplió su
Argentina de 51,48%, contra 18% en Brasil (Sigal, 2004). potencial para formular políticas [...] Paradójicamente, el período de mayor represión política
45 Además de incluir una red privada y una pública, divididas a su vez en establecimien- sobre el medio universitario coincidió con la fase en que el régimen se reveló más actuante en
tos federales, estaduales y municipales, el sistema presenta tres clases de establecimientos: uni- la elaboración de leyes y directrices para la educación superior” (p. 45). El régimen militar ar-
versidades, federaciones de escuelas y establecimientos aislados (orientados, estos últimos, ha- gentino encontró dificultades mucho mayores para institucionalizarse y experimentó –no sola-
cia un área determinada), que otorgan los mismos grados. De las 871 instituciones registradas mente en el terreno educativo– una gran impotencia a la hora de implementar políticas. En el
a principios de los años 90 el 73% (que concentraba el 60% de la matrícula) eran privadas. caso específico de la educación superior, ello se tradujo en un proceso de descentralización sin
Entre las universidades, sin embargo, el 66% eran públicas, en tanto que eran privados el 75% reorganización del sistema, subordinado al objetivo político de corto plazo de la desmoviliza-
de los establecimientos aislados y el 98% de las federaciones de escuelas (Chiroleu, 1992). ción política.
46 Debe admitirse un matiz en este argumento. Si bien es cierto que en un principio el 50 El mito fundador de la “Argentina de clase media”, en efecto, encuentra su contrapar-

Estado preservó la calidad delegando en un sector privado suficientemente desregulado la ges- te brasileña en el mito de la armonía racial. Como bien lo explica Salvadori de Decca (2002),
tión de la cantidad, a lo largo del tiempo la heterogeneidad de todo el sistema –tanto de su sec- los mitos de la nacionalidad en Brasil son mitos de unidad, armonía, conciliación y proporcio-
tor público como de su sector privado– tendió a aumentar. Como resultado, si bien las mejo- nalidad.
51 Es por eso que puede afirmarse que “una política de admisión considerada poco ‘efi-
res universidades siguen siendo públicas (federales o estaduales), también muchas universidades
públicas tienen bajos estándares de calidad, mientras que entre las privadas la calidad es dispar, ciente’ por su bajo rendimiento cuantitativo puede resultar relativamente funcional a un siste-
y han surgido algunas que, por costo y calidad, también son consideradas de élite. Dentro de ma si en él prevalecen criterios de democratización, solidaridad y justicia social. Una de signo
cada universidad, asimismo, hay cursos de calidades diversas. De hecho, “las principales dife- opuesto, en cambio, cuyos ‘rendimientos’ cuantitativos fueran superiores podría resultar dis-
rencias [de clase] están asociadas con la elección de las carreras” y no solamente con la elección funcional e inaplicable en ese sistema” (Chiroleu, 1998: 10).
52 Se trata, en efecto, de una expresión más del contraste entre diferentes experiencias de
de la universidad. Así, “los estudiantes con un alto status socioeconómico van a ingeniería ci-
vil, informática, medicina, odontología y administración en la universidad federal, y a infor- la temporalidad. Señala López Segrera (2004): “Muchas reformas universitarias se han caracte-
mática y administración en el sector privado; los estudiantes con bajo status socioeconómico rizado por cambios parciales del sistema. Raras veces se han producido reformas globales, a la
estudian geografía, enfermería y literatura en las universidades federales, y geología y literatu- manera de la Reforma de Córdoba (1918), Argentina, que constituyó el primer cuestionamien-
ra en el sector privado” (Schwartzman, 2003a: 22). to serio de la universidad de América Latina y el Caribe” (p. 14). En Brasil, lejos de constituir
47 La intervención del Estado brasileño está sistemáticamente sesgada hacia la educación un cuestionamiento del sistema vigente, la Reforma Universitaria que tuvo lugar exactamente
universitaria, en la que gasta el 30% del presupuesto educativo. Ese es, precisamente, el eje del cincuenta años más tarde fue una forma de consolidarlo manteniendo cerradas sus puertas,
argumento del Banco Mundial a favor del arancelamiento de la educación superior: “se gasta ofreciendo canales alternativos para contener la demanda, e introduciendo dentro de las insti-
mucho en los 400.000 alumnos de las instituciones federales de educación superior mientras tuciones así preservadas el modelo americano de educación superior: organización por depar-
que se gasta muy poco en los 28 millones de alumnos de las escuelas básicas” (Donoso 1999: tamentos, sistema de créditos, formación de posgrado (Schwartzman, 2003a).
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53 brancos pensam sobre as cotas raciais?”, en www.direitoshumanos.rj.gov.br/estrutura_e_progra-
En el caso de la UBA, el Consejo Superior está integrado por el rector, los decanos, y
cinco representantes de cada uno de los tres claustros (profesores, graduados y estudiantes). mas/odh/crist_negros_cotas.doc).
58
Desde 1997 se integró además un representante de la Asociación del Personal de la Universidad Esta definición, que en boca de un estudiante argentino sonaría a crítica antielitista, es
de Buenos Aires (APUBA), con voz pero sin voto. Los Consejos Directivos de las facultades es- esgrimida por el autor en defensa del sistema de cuotas –al cual considera, sin embargo, mal
tán integrados por ocho representantes de los profesores; cuatro de los graduados –uno de los equipado para encarar la cuestión de la reducción de las desigualdades sociales.
cuales, por lo menos, debe pertenecer al personal docente– y cuatro de los estudiantes. A par- 59 Aún hoy y en ausencia de examen de ingreso, la universidad pública presenta un

tir de 1985 el Estatuto establece que, en caso de que los auxiliares docentes (que no integran marcado sesgo en favor de la clase media –de una clase media que sigue siendo, en el contex-
el claustro docente, que agrupa a profesores titulares y asociados regulares) superen el 33% del to latinoamericano, notablemente extensa. Tal como informaba el diario Clarín en su edición
padrón de graduados, deben tener un mínimo de dos de los representantes de ese claustro.
del 10 de abril de 2005, “seis de cada diez recibidos en la UBA son hijos de egresados, es de-
Puesto que la Asamblea Universitaria –que elige al rector y tiene el poder de suspenderlo, de-
cir, hijos de profesionales”. La universidad argentina, no obstante, padece una serie de males
cide sobre la creación, supresión o división de facultades y puede modificar el Estatuto, entre
otras cosas– está formada por los miembros del Consejo Superior y de los Consejos Directivos que revelan un acceso relativamente amplio, tales como la elevada tasa de deserción y la bají-
de las facultades, también allí se expresa el peso del claustro estudiantil. sima tasa de egreso. Así, la tasa anual de graduación –que es en Brasil del 12%– era en
54 Estos límites se originan, sin embargo, en el carácter mismo de la utopía democrática, Argentina del 8% en 1982 y de un magro 4% en 2000 (Sigal, 2004).
“es decir, de la ambición de construir un orden político que trastoque el orden social al afirmar
la igualdad civil, jurídica y política de todos los individuos, pese a que son diversos por sus orí-
genes y sus creencias, y pese a que son desiguales por sus condiciones sociales y sus capacida-
des” (Schnapper, 2004: 90). En efecto –argumenta Dominique Schnapper– los principios y va-
lores de referencia de las sociedades fundadas en la idea de ciudadanía son a menudo violados
en los hechos, y no necesariamente por fallas de implementación o por mala voluntad sino an-
te todo por su dimensión utópica y su pretensión de universalidad, que suscita inevitables in-
cumplimientos y, por consiguiente, justificadas críticas.
55 Resulta iluminador en ese sentido el conflicto desatado pocos años atrás en la Facultad

de Ciencias Sociales de la UBA en torno de la elección directa del director de la carrera de


Sociología, impuesta por una agrupación política que había sido derrotada en las elecciones regu-
lares. El conflicto incluyó una prolongada toma del Rectorado de la Universidad y el “escrache”
de sus autoridades, así como un período en el cual convivieron dos direcciones paralelas en la
mencionada carrera. Véanse sobre este tema el artículo de opinión firmado por Juan Carlos
Portantiero y Susana Torrado en el diario Clarín del 31/10/02 (“Sociales: no al autoritarismo”),
así como el texto de Christian Castillo –el “director paralelo”– aparecido en Página/12 el 2/07/02
(“La democratización universitaria”) y los escritos difundidos por las agrupaciones políticas de iz-
quierda, un buen exponente de los cuales es el que firma Matías Maiello en la revista Lucha de
Clases (abril de 2004, en www.pts.org.ar/luchaClases2encrucijadasUniversidad.htm).
56 De hecho, la “permanencia irrestricta” es, junto con la gratuidad y el ingreso irrestric-

to, una de las variables que, en lo que se refiere a la dimensión “ingreso y permanencia”, dis-
tingue al modelo de universidad pública-reformista del de universidad privada-mercantil en la
tipología elaborada por Ariel Toscano (2005).
57 Lo no se hizo presente en el “debate de caballeros” ventilado en los medios se manifes-

tó claramente, en cambio, en algunas encuestas de opinión como la que se realizó en la ciudad


de Río de Janeiro en ocasión del debate suscitado por la adopción del sistema de cuotas en la
UERJ. Allí donde los respondentes pueden opinar anónimamente y no se ven compelidos a ar-
gumentar en defensa de sus posiciones, los resultados trazan una nítida división según líneas ra-
ciales que muchos de los periodistas y académicos que debaten sobre el asunto se empeñan en
ignorar: mientras que el 78% de los entrevistados que se declaran “brancos” se manifiestan en
contra de las cuotas raciales, el 81% de los que se consideran “pretos” y el 80% de los que se re-
conocen como “pardos” se expresan a favor de ellas (Cf. Cristina Costa e Silva, “O que negros e

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