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EL CASO DE LOS EXPLORADORES DE LAS CAVERNAS

Presentado por:

GLINDON AUGUSTO BERROCAL MARTINEZ

ELIZABETH GONZALES

Presentado a:

DANIEL GRACIA

CORPORACIÓN UNIVERSITARIA AMERICANA


FACULTAD DE DERECHO
FUNDAMENTACIÓN JURÍDICA
GRUPO D4MA
MEDELLÍN
2019
Siguiendo con las interpretaciones sobre este caso, sale a escena el ministro
Keen, quien se basa en el principio del derecho positivo o iuspositivismo, éste
encuentra que son culpables y deben ser sentenciados a la pena sugerida por tal
violación de la ley. Keen argumenta que es inadmisible dejar que los actores de un
acto tan monstruoso queden libres de toda acusación, tal y como dice el texto
literal de la ley: “quien intencionalmente privare de la vida a otro es un asesino, y
sin excepción alguna debe hacerse cumplir el orden de la ley”. Además, según
Keen nada tiene que ver con el caso la clemencia ejecutiva, y tampoco los
aspectos morales del caso.

Por otra parte, yo, ejerciendo como ciudadano, agregaría que en el caso de que si
yo lo tuviera en mis manos el poder de otorgar el perdón, sin vacilar le otorgaría
por las características de la tragedia sucedida. Por otro lado, y esta vez ejerciendo
como juez, expresaría que este caso no puede ser juzgado ni como “justo” ni
como “injusto”, ni tampoco los comportamientos son “malos” o “buenos”.
Argumento que mi función no es dictaminar la moralidad de los hechos sino el
Derecho del Estado. Agrego que a Foster le gustan en exceso las lagunas en la
ley, para recalcar el gusto de Foster por los vacíos legales cuenta una anécdota
sobre un hombre que se comió unos zapatos el cual contestó, cuando se le
preguntó qué parte le había agradado más, que la parte de los agujeros. Así es
como da a entender que a Foster cuánto más agujeros contenga la ley más le
agrada, en resumidas cuentas, no le gustan las leyes.

Para el ministro Keen, no importan las circunstancias, no importa realmente “la


intencionalidad” de la conducta de estos hombres, no importa más que la
comprobación de las cuestiones fácticas, y estas han quedado por demás
comprobadas, por lo tanto confirma la sentencia condenatoria. Keen cree que la
cuestión no está en el propósito conjetural de la regla, sino en su alcance. Ahora
bien, el alcance de la excepción a favor de la defensa propia es claro: se aplica a
los casos en que una parte resiste una amenaza agresiva a su propia vida. Es, por
ende, demasiado evidente que el presente caso no cae dentro del ámbito de la
excepción desde que es obvio que Whetmore no dirigió ninguna amenaza a la
vida de los acusados. También sostiene que el desaliño esencial del intento de
Foster, que ha querido cubrir su reformulación de la ley escrita con un aire de
legitimidad, surge trágicamente a la superficie en el voto de Tatting. En dicho voto
el juez Tatting lucha fieramente para hacer compatible el vago moralismo de su
colega con su propio sentido de fidelidad hacia la ley escrita. El resultado de esta
lucha sólo pudo ser el que efectivamente ocurrió, fue un completo fracaso el
desempeño de la función judicial. No se puede aplicar una ley tal como está
escrita y al mismo tiempo reformularla según los propios deseos. Ahora bien, Keen
considera que sus colegas fracasaron al no distinguir los aspectos jurídicos de lo
moral. Además añade que la ley debe aplicarse como la concibió el Poder
Legislativo, y los jueces no son quienes para investigar sus propósitos, que
además suelen ser diversos.

En conclusión, Keen se atreve a decir que sus principios son más sanos. Con
respecto a la defensa propia, éste argumenta que si los tribunales se hubieran
puesto firmes y hubieran cumplido la letra de la ley, el resultado sería otro llegando
a tener bases comprensibles y razonables. Por todo ello, concluye dictaminando
que la sentencia condenatoria debe ser confirmada y ejecutada.

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