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Es tarea de Matías Soich adentrarse en el escabroso ámbito de ese movimiento, imposible de

experimentar por un sujeto constituido. Pierre Klossowski será el aliado para conducirnos a la
vivencia del Eterno Retorno. En su interpretación de esa compleja noción nietzscheana,
Deleuze encuentra una guía para elaborar la que probablemente sea la noción ontológica
principal de Diferencia y repetición. El capítulo de Soich nos conduce a través de una doble
presentación que Klossowski hace del Eterno Retorno: desde la filosofía y desde la literatura.
Desde la filosofía, Klossowski afirma la posibilidad de la vivencia del Eterno Retorno como un
ascenso de la intensidad cuyo presupuesto es la disolución del Yo que la padece; de este
modo, el olvido de la vivencia garantiza su repetición. Desde la literatura Klossowski nos
propone, en su novela El Baphomet, un vistazo al mundo de las almas despojadas de todo
criterio de identificación de acuerdo a un sistema de signos cotidianos. Soich franquea del
Eterno Retorno. El problema del Ser, cuestión ontológica por antonomasia, reaparece bajo
otra rúbrica en la intervención de Anabella Schoenle de la mano de Louis Lavelle, filósofo
francés que gozó de una relativa notoriedad a mediados del siglo pasado. Una vaga y furtiva
referencia a su obra es hecha por Deleuze a propósito del concepto de cualidad. Para echar luz
sobre ella, Schoenle reconstruye pacientemente las sutilezas de la ontología lavelliana. En ella,
Ser, Existencia y Realidad constituyen las tres categorías centrales, y se identifican, grosso
modo, con la totalidad subjetivo-objetiva, el yo, y lo dado, respectivamente. En la Realidad
lavelliana, Schoenle encuentra una pista para pensar la cualidad en Deleuze, la cual está dada
en la mitad actual de un objeto que posee –según la estructura de la objetividad deleuziana–
también una mitad virtual. Pero Schoenle da todavía un paso más allá –o más acá– hacia las
connotaciones práctico-históricas del concepto de realidad, instanciándolas en un diálogo
posible entre la intervención de Lavelle en el primer Congreso Nacional de Filosofía argentino y
el discurso que en esa ocasión presentara el entonces presidente 11 Deleuze y las fuentes V
Prólogo Juan Domingo Perón. Schoenle no vacila en explicitar el parentesco entre política y
poco visitado por los estudios deleuzianos. Se trata de la recopilación Instintos e instituciones,
una selección de textos elaborada por un joven Deleuze bajo la dirección de Georges
Canguilhem. Se trata entonces de un libro de fuentes deleuzianas en torno de esos dos
conceptos. Urquijo aborda en esta oportunidad el concepto de instinto y reconstruye la lógica
que teje el recorrido de citas que el propio Deleuze nos propone, teniendo siempre en el
horizonte el texto del prólogo –publicado en el volumen póstumo La isla desierta y otros
textos–.1 Reconstruyendo 1 Deleuze, Gilles, “Instintos e instituciones”, en La isla desierta y

valientemente el umbral hacia ese mundo disgregante y describe su profundidad intensiva, el


punto álgido de la incoherencia subjetiva que implica la coherencia superior del Eterno
Retorno. La caracterización de este ámbito como un océano, cuyas olas se asimilan a las alzas y
bajas de la intensidad, nos da una imagen vertiginosa de la inmanencia. Salvaje mar
nietzscheano, que extrema el flujo del río heraclíteo. Si el Ser es unívoco, es precisamente
porque no se lo puede pensar como una apacible pradera prolijamente delimitada ni
delimitable. En esta línea, Pablo Pachilla contrasta la inmanencia del Ser unívoco deleuziano
con la trascendencia del Ser equívoco kantiano. El insigne sabio de Königsberg repite para la
modernidad el gesto aristotélico: el ser se dice de muchas maneras (concretamente, de doce,
según el 10 Deleuze y las fuentes V Prólogo cuádruple ensamble de tríadas que conforma su
sistema de categorías). Pachilla emprende un prolijo análisis semántico del término con el cual
Kant caracteriza la noción de verdad: Übereinstimmung, como concordancia, unanimidad o
armonía entre una representación y su objeto. Y si bien la revolución copernicana nos exhorta
a ver en ese objeto la producción espontánea de un Yo pienso que determina las
representaciones, esto no ocurre sino tras el tamiz equívoco de las categorías. A esto se añade
que, para la realización de esta operación, Kant sostiene la teoría de una cosa en sí –motivos
por los cuales “la equivocidad corroe dos veces la unidad de la voz del ser”–. Esta voz es
caracterizada por Pachilla como el descentralizado coro de la diferencia, esencia del Ser
unívoco en tanto devenir, donde resuenan los ecos tempestuosos

metafísica: la única verdad es la Realidad, pero la realidad no se agota en lo dado, sino que
reenvía hacia un virtual que es condición de su superación, univocidad del Ser que recorre y
articula todas las diferencias en la estela inmanente de un movimiento intempestivo que,
como la potencia de las masas en la vida pública, siempre vuelve, y vuelve tanto más potente
cuanto más se lo olvida, o reprime… Los textos de Heffesse, Soich, Pachilla y Schoenle
conforman un bloque que hemos catalogado con la etiqueta “Ontologías”, dada su vinculación
inmediata con diferentes conceptos centrales de esta disciplina filosófica. El impulso
deleuziano hacia el afuera supera sin embargo la filosofía, para volver a ella, transformándola.
Ese impulso puede ser también caracterizado como el de la Vida, y en el presente libro tres
intervenciones se abocan a ella. Las hemos agrupado en la sección “Vitalismos”. Se trata esta
vez del movimiento que arrastra al pensamiento deleuziano hacia los parajes de la teorización
biológica. La sección se abre con la contribución de Gonzalo Gutiérrez Urquijo, que dirige
nuestra atención allende las fronteras de Diferencia y repetición hacia un proyecto editorial

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