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AUTORES

entre Brasil y Argentina Gonzalo Aguilar

Passo da Guanxuma
Contactos culturales
Passo da Guanxuma

Elvira Arnoux
Kátia Gerab Baggio

Contactos culturales entre Brasil y Argentina Marcelo Barbão


Ernesto Bohoslavsky
Mario Cámara
Francisco Javier Cardozo
Marcela Croce
Verónica Demsar
Cristian De Nápoli
Juan Guillermo Gómez
David William Foster
Inés Kuguel
Mariana Larrieu
Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip
(coordinadores)

María Maneiro
Isis Costa McElroy
Alejandro Miranda Araya
Sergio Morresi
Eduardo Muslip
Marina Moguillansky
Colección Humanidades

Martín Olavarriaga
Cecilia Palmeiro
Lúcia Rosa

Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip Amalia Sato


Cristiana Schettini
(coordinadores) Germán Soprano
Lucía Tennina

 
Passo da Guanxuma
Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip
(coordinadores)

Passo da Guanxuma
Contactos culturales entre Brasil y Argentina

Autores:
Gonzalo Aguilar, Elvira Arnoux, Kátia Gerab Baggio, Marcelo Barbão,
Ernesto Bohoslavsky, Mario Cámara, Francisco Javier Cardozo, Marcela Croce,
Verónica Demsar, Cristian De Nápoli, Juan Guillermo Gómez, David William
Foster, Inés Kuguel, Mariana Larrieu, María Maneiro, Isis Costa McElroy,
Alejandro Miranda Araya, Sergio Morresi, Eduardo Muslip,
Marina Moguillansky, Martín Olavarriaga, Cecilia Palmeiro, Lúcia Rosa,
Amalia Sato, Cristiana Schettini, Germán Soprano y Lucía Tennina
Fecha de catalogación: XX/XX/2013

© Universidad Nacional de General Sarmiento, 2013


J. M. Gutiérrez 1150, Los Polvorines (B1613GSX)
Prov. de Buenos Aires, Argentina
Tel.: (54 11) 4469-7578
ediciones@ungs.edu.ar
www.ungs.edu.ar/ediciones

Diseño gráfico de colección:


Andrés Espinosa - Departamento de Publicaciones - UNGS
Corrección: Gustavo Castaño
Ilustración de tapa: XXXX.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723


Prohibida su reproducción total o parcial
Derechos reservados
Índice

Prólogo / Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip.......................................... 9


I. Cruces históricos
Introducción / David William Foster......................................................... 31
Dos trópicos ao Prata: viajantes brasileiros pela Argentina nas primeiras
décadas do século xx / Kátia Gerab Baggio................................................. 33
Pampa bárbara, casa grande, hombre cordial / Marcela Croce.................... 53
Lecciones brasileñas en el estudio antropológico de la política argentina /
Germán Soprano....................................................................................... 69
II. Cruces artísticos
Introducción / Francisco Javier Cardozo.................................................... 83
Políticas corporales: cortocircuitos, filtraciones y contrabandos
entre Argentina y Brasil / Cecilia Palmeiro................................................. 87
¿Qué ves cuando me ves? La recepción del cine brasileño por
la crítica cinematográfica en Argentina / Marina Moguillansky................ 107
III. Cruces lingüísticos
Introducción. La lingüística aplicada y su campo interdisciplinar /
Martín Olavarriaga.................................................................................. 131
Comprensión oral y producción en la enseñanza de portugués en
el nivel universitario / Inés Kuguel y Martín Olavarriaga......................... 135
Algumas reflexões sobre os imaginários dos alunos, os imaginários
presentes nos livros didáticos e o papel do professor no ensino do
português como língua estrangeira /
Mariana Larrieu y Verónica Demsar........................................................ 143

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IV. Crónicas del contacto
Crónicas del contacto académico
Introducción. Estudiar Brasil desde la Argentina, estudiar la
Argentina desde Brasil: experiencias de formación y de cruces
académicos en Ciencias Sociales / Ernesto Bohoslavsky........................... 153
Sorpresas y cordialidades / Sergio Morresi............................................... 157
Relato de una experiencia / María Maneiro............................................. 165
Uma experiência de transição / Cristiana Schettini.................................. 173
Capão Pecado: crónica de una experiencia de lectura / Lucía Tennina....... 179
Crónicas del contacto editorial
Introducción. Las publicaciones cartoneras/catadoras /
Cristian De Nápoli.................................................................................. 185
Dulcinéia Catadora: a experiência editorial como resultado de
um processo artístico colaborativo / Lúcia Rosa....................................... 191
Eloísa Cartonera / Alejandro Miranda Araya y Juan Guillermo Gómez... 197
Crónicas del contacto de traductores y escritores
Introducción. De oficios entre culturas: traductores, escritores,
editores / Marina Moguillansky............................................................... 203
Experiencias de una traductora del portugués / Amalia Sato.................... 205
El escritor, el traductor / Cristian De Nápoli........................................... 211
El proyecto Amauta / Marcelo Barbão..................................................... 215
Operación Grumo / Mario Cámara.......................................................... 219

Reflexiones finales I / Gonzalo Aguilar.................................................. 223


Reflexiones finales II / Elvira Arnoux..................................................... 231

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Prólogo
Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

Passo da Guanxuma surgió de los tránsitos geográficos, académicos y literarios


entre la Argentina y el Brasil recorridos en los últimos años por los autores de
este prólogo. Surgió de la amistad e intercambio intelectual, de las indagaciones
y descubrimientos que pasaron de lo individual a lo colectivo, de las investiga-
ciones interdisciplinarias, de las experimentaciones con materiales didácticos,
de la enseñanza de lengua y crítica literaria, y de la lectura de textos históricos
y de artículos y libros académicos.Un dato llevaba a otro, un contacto generaba
otro, y poco a poco se fue esbozando un espacio multiforme de relatos, análisis,
preocupaciones y proyecciones.
La idea que apareció desde el inicio como eje organizador fue la de re-
presentaciones. Este concepto tiene una larga tradición en Ciencias Sociales;
en un sentido general, lo tomaremos como constructos conceptuales que se
constituyen en factores determinantes en el modo en que se comprende y, en
última instancia, se construye lo “real social” (Verón 1997). En el contacto en-
tre dos naciones, constituyen un elemento central las representaciones sociales
vinculadas con lo nacional presentes en cada sociedad sobre el país vecino. La
comunicación tiene como marco previo esas representaciones, que intervienen
en la evaluación que desde un país se hace de otro. Los fenómenos de con-
tacto son evaluados e interpretados a partir de esas consideraciones previas, y
las conclusiones que se sacan luego del encuentro concreto surgen como una
“negociación” entre las representaciones previas y el estímulo concreto recibido:
ya sea en el viaje, en la lectura de los textos artísticos del otro país, en la vida
académica del profesor visitante, en el aula en que se enseña la lengua del otro
país, o en la cobertura mediática de los acontecimientos políticos, sociales y
culturales del país vecino.

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Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

Si bien este material tuvo como punto de partida la realización del Encuen-
tro Cultural Passo da Guanxuma, realizado en julio de 2009 en el campus de
la Universidad Nacional de General Sarmiento, con el propósito de analizar
las diferentes formas de contacto cultural y las miradas que se establecen entre
Argentina y Brasil, la elaboración del libro prosiguió tomando en cuenta el
reforzamiento del criterio de pertinencia en función del tema general y la am-
pliación de los temas tratados, para cubrir aspectos importantes de los cruces
culturales que no habían llegado a ser suficientemente tratados en el encuentro
mismo. Así, algunos trabajos fueron ampliados o reformulados hasta llegar a
los textos aquí presentes, y se agregaron algunos textos de autores no presentes
en el encuentro en sí pero cuyos trabajos establecen un diálogo necesario con
los materiales originalmente presentados.
Este libro consta de artículos académicos vinculados con el campo de las
investigaciones históricas, artísticas y lingüísticas, y de textos que agrupamos en
el Capítulo IV con el título de “Crónicas del contacto”. Estas refieren a textos
que presentan, en primera persona, experiencias de distintas personas (acadé-
micos, profesores, escritores, periodistas, traductores) que tuvieron y tienen una
actividad intensa en el diálogo cultural entre Argentina y Brasil. A diferencia de
los textos de los artículos de los Capítulos I, II y III, cuya tipología responde a
las reglas canónicas del texto académico (separación entre enunciador y objeto,
escasas marcas de subjetividad, definición clara de marco teórico, método, hipó-
tesis), los autores de estas crónicas se incorporan explícitamente como agentes
en los procesos estudiados, recurren libremente a la memoria, reflexionan sobre
sus propias prácticas profesionales y no omiten el anecdotario personal. Más
allá de que el soporte textual de estos textos es diverso (crónicas propiamente
dichas, transcripción de reportajes y conferencias), todos ellos funcionan en el
sentido de crónicas, porque permiten relevar un conjunto de experiencias que
constituyen un aporte invalorable al establecimiento y crecimiento de diálogo
cultural entre los dos países. Se recupera el valor de la crónica como registro
de época y del conocimiento del otro, central desde el inicio del contacto entre
europeos y americanos hasta las formas que el género adquirió en el siglo xx, y
que conserva en el actual, en Brasil. Así, además de ser un homenaje indirecto
a un género de una tradición y una importancia central en la vida intelectual
brasileña, este material constituye una fuente importante de datos para el
investigador del presente y de la historia del diálogo cultural entre los países.
El Encuentro Cultural Passo da Guanxuma y este libro se inscriben en
una tradición doble: por un lado, el interés por los “puentes” que la literatura

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Prólogo

puede ofrecer para el contacto entre comunidades nacionales; y por otro lado,
por los abordajes del contacto cultural desde una perspectiva multidisciplinar,
en la que convergen investigaciones de las Ciencias Sociales, la crítica literaria,
la lingüística aplicada y la teoría y práctica de la traducción y la edición. En
relación con lo específicamente literario, convocamos a escritores argentinos
para que leyeran textos de ficción de su autoría en los que representaran, de
alguna manera, aspectos del Brasil; respecto de las discusiones sobre distintos
aspectos del contacto cultural, convocamos a académicos argentinos y brasileños
de diversas disciplinas, traductores, editores. Organizamos también una pequeña
“feria del libro” que en sí misma era simbólica de la naturaleza del evento (se
exhibieron publicaciones de Dulcinéia Catadora, Eloísa Cartonera, Amauta,
la colección Vereda Brasil de Corregidor y las revistas El Matadero, además de
publicaciones traídas por los participantes).
Los escritos ficcionales dieron origen a una antología separada: Brasil:
ficciones de argentinos. Los artículos académicos y las presentaciones agrupadas
en el capítulo “Crónicas del contacto” continúan las búsquedas plasmadas en
libros y publicaciones periódicas que reúnen abordajes desde distintas disci-
plinas. Mencionaremos algunos antecedentes en el campo de las publicaciones
más homogéneamente académicas, pero que agrupan investigaciones desde
diversos espacios de las Ciencias Sociales. El libro coordinado por Gustavo
Lins Ribeiro y Alejandro Frigerio, Argentinos e Brasileiros: encontros, imagens e
estereótipos, reunió textos que tomaban como objeto de estudio interacciones
“concretas”: los trabajos se detienen en “contextos migratórios, de turismo, de
fronteira ou encontro entre acadêmicos e diplomáticos” (7). La publicación
organizada por João Sedycias, A América Hispânica no imaginário literário bra-
sileiro: Brasil en el imaginario literario hispanoamericano, aborda el proceso de
integración simbólica latinoamericana a través de la literatura. Los números 5 y
6 de la revista El Matadero, dirigida por Marcela Croce, agrupan trabajos sobre
cuestiones literarias, históricas y políticas signadas por (como se enuncia desde
la presentación del número 5) las “vidas paralelas” y los “aires de familia” de
argentinos y brasileños: esa alusión a un vínculo “familiar” es deliberadamente
una provocación. La relación entre Argentina y Brasil está erizada de diferencias,
y cada uno se suele reconocer por no ser el otro. Como en las familias, ni la
proximidad ni la historia común son garantía de similitud.
Libros como Experiencia, cuerpo y subjetividades o Absurdo Brasil: polémicas
en la cultura brasileña son representativos de un activo grupo de intelectuales
argentinos provenientes, en general, de los estudios literarios, interesados en

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Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

el análisis de la producción cultural brasileña, la docencia, la traducción y la


difusión, los cruces y paralelismos con lo argentino, y la labor en común con
otras figuras que trabajan desde Brasil. Florencia Garramuño, Gonzalo Aguilar,
Adriana Amante, Luciana di Leone (por mencionar a los organizadores de di-
chos libros) y los investigadores cuyos trabajos convergen en el interior de esos
volúmenes muestran una actividad constante y en múltiples direcciones; esos
nombres propios, entre muchos otros –como Raúl Antelo, Mario Cámara y
Diana Klinger–, reaparecerán una y otra vez a lo largo de los trabajos presentes
en este libro. La relevancia de las investigaciones y trabajos producidos por
intelectuales rioplatenses sobre la cultura brasileña es subrayada por sus pares
brasileños: por mencionar un par de ejemplos, Idelber Avelar considera el libro
de Gonzalo Aguilar sobre la poesía concreta brasileña como un trabajo central
dentro de la bibliografía existente sobre dicho movimiento; respecto de la colec-
ción Vereda Brasil, dirigida por Aguilar, Garramuño y Pereira, se reconoce como
un espacio no solo de traducción sino también relevante por las miradas críticas
que siempre se incorporan y por la intervención sobre los materiales originales
de modo que se “crean” libros que, como tales, no existen en portugués. Tal es
el caso de Álbum de retazos de Ana Cristina Cesar que, como se desprende de
la referencia bilbiográfica, fue el resultado de un verdadero trabajo de equipo.
Al mencionar los cruces intelectuales desde otras disciplinas, aparecen con
frecuencia las referencias a la antropología y la historia, como se observará
en distintos trabajos presentados aquí. La selección de Alejandro Grimson,
Gustavo Lins Ribeiro y Pablo Semán, La antropología brasileña contemporánea:
contribuciones para un diálogo latinoamericano, es muestra del interés por ese
campo. Desde la historia, aparecen libros que buscan establecer paralelismos
y zonas de contacto, como el de Boris Fausto y Fernando Devoto: Argentina-
Brasil, 1850-2000. Un ensayo de historia comparada. En algunos casos, historia y
literatura convergen en trabajos como el de Adriana Amante, Poéticas y políticas
del destierro: argentinos en Brasil en la época de Rosas, un libro polifacético que
aúna el relevamiento exhaustivo de todo tipo de fuentes con un análisis de
múltiples aspectos de la actividad de los exiliados durante el período rosista,
para los que Brasil no fue un espacio al que apenas trasladaron mecanismos
de resistencia, sino que fue el lugar en el que se estableció un diálogo cultural
muy diferente al generado por los exilios en Chile o Uruguay.
Las cuestiones del diálogo cultural traen naturalmente aparejada la discusión
sobre el problema de la diferencia lingüística. Los fenómenos de traducción en
relación con cuestiones de mercado encuentran una referencia central en el libro

12
Prólogo

de Gustavo Sorá, Traducir el Brasil. El autor, que trabaja desde la antropología,


logra el relevamiento y el análisis más completo de las actividades editoriales
que emprendieron la traducción y difusión de la cultura brasileña. Por otro
lado, para analizar el problema de la relación entre las lenguas puede trabajarse
en una gama amplia de vertientes de la lingüística, que van desde los aspectos
puntuales de la enseñanza que trae aparejada la “proximidad” del español y el
portugués, aspectos de sociología del lenguaje que estudian las cuestiones de las
representaciones del hablante sobre la lengua propia y la ajena, hasta cuestiones
más amplias de política lingüística, como las trabajadas por Elvira Arnoux.
Todas estas cuestiones son referidas en diferentes instancias de nuestro libro,
e incluso establecen una red en la que entretejen aspectos de niveles distintos:
esos entrecruzamientos se observan en la decisión de producir antologías en
las que se traduzca, o no, el texto escrito en la otra lengua; en las estrategias del
traductor que considera que no está ante dos lenguas sino ante dos dialectos de
la misma; en la actitud del estudiante –o incluso del docente– que presupone
la transparencia u opacidad “naturales” de la otra lengua; en la definición de
políticas que estimulen o no el aprendizaje de la lengua del país vecino.
Se organizaron en los últimos años numerosas jornadas, congresos y festiva-
les, como el “Diálogo literario Brasil-Argentina” de 2007 en la funceb (Funda-
ción Centro de Estudos Brasileiros, dirigida entonces por Camila do Valle), en
Buenos Aires, que contó con más de cien invitados, entre escritores, periodistas,
críticos e investigadores de ambos países; o el filba (Festival Internacional de
Literatura de Buenos Aires), que en 2011 se centró en la literatura brasileña.
Sería interesante poder evaluar el impacto de este tipo de eventos más allá de
los efectos mediáticos iniciales; es posible que hayan creado lazos personales e
institucionales, de un tipo distinto de los creados en instancias supranacionales
como la Feria de Frankfurt, bien analizada por Sorá en su libro. Un índice de
la significatividad de esos encuentros podría verse en publicaciones colectivas
posteriores en las que convergen figuras que tuvieron allí un contacto inicial.
Por ejemplo, la revista Grumo (editada por Mario Cámara, Diana Klinger,
Paula Siganevich y Paloma Vidal, y presentada en este libro por el primero),
que desde 2003 fue creando un espacio de circulación de experiencias artísticas
entre Brasil y Argentina, parece haberse convertido en un espacio que registró
las consecuencias de la formación de lazos entre los distintos agentes culturales.
El cada vez más frecuente intercambio entre los ámbitos académicos de
los dos países está generando experiencias que sin duda deben estar teniendo
impacto en los modos en que desde un país se observa y se analiza al otro. Cada

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Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

vez más estudiantes y profesores argentinos y brasileños viajan para estudiar o


trabajar en el otro país: sobre este fenómeno, relativamente nuevo en su escala,
hasta donde pudimos averiguar, no hay análisis formales que den cuenta del
impacto simbólico que está produciendo en las dos sociedades, más allá de los
efectos en el ámbito de las disciplinas específicas. Las “crónicas del contacto
académico” reunidas en este libro procuran comenzar a dar materiales para
ese análisis.
Más allá de la permanente ampliación del catálogo de libros traducidos al
portugués por editoriales argentinas (una primera lista –más adelante daremos
detalles sobre casos puntuales– debe incorporar a Corregidor, Eloísa Cartone-
ra, Beatriz Viterbo, Adriana Hidalgo, Mansalva, El Cuenco de Plata, Emecé),
merecen una mención particular, por la relevancia en el esfuerzo de creación
de “puentes” entre las dos culturas, la multiplicidad de antologías que agrupan,
con distintos criterios, textos literarios argentinos y brasileños; desde Argentina,
además, aparecen múltiples selecciones de textos literarios brasileños agrupados
con un criterio diverso. Las referencias históricas que consideramos que no
pueden dejarse de lado son dos publicaciones muy distantes entre sí: el núme-
ro especial de la revista Sur de 1942, dirigida por Victoria Ocampo, titulado
“Homenaje al Brasil”, con una antología de literatura brasileña organizada por
Carlos Lacerda, que incluía autores como Mário de Andrade, Cecília Meireles,
Murilo Mendes, Jorge de Lima y Carlos Drummond de Andrade, entre otros; y
Confluencia: literatura argentina por brasileños; literatura brasileña por argentinos,
publicada por el Centro de Estudios Brasileños, en 1982, y organizada por Raúl
Antelo, quien continuó siendo una figura activa en el trabajo intelectual desde y
entre los países. En la década siguiente, aparecen iniciativas desde las editoriales
educativas para acercar panoramas de la narrativa brasileña: en 1996, Carlos
Alberto Pasero publicó en Kapelusz los Cuentos de Brasil, y Lucila Pagliai, en
Colihue, los Cuentos brasileños del siglo xx. Antología bilingüe. En los últimos
años, encontramos diversos y más frecuentes lanzamientos desde el mercado
editorial masivo: en el contexto de la colección Vereda Brasil, de Corregidor,
Maria Antonieta Pereira publica Vereda tropical: antología del cuento brasileño
(2005); Cristian De Nápoli, en Emecé, Terriblemente felices: nueva narrativa
brasileña (2007). En procura de formas de establecimiento de conexiones y
paralelismos entre las dos literaturas, Violeta Weinschelbaum presenta la an-
tología bilingüe Vinte ficções breves: antologia de contos argentinos e brasileiros
contemporâneos (2003), y Jorge Monteleone y Heloísa Buarque de Hollanda
organizan Puentes/Pontes: poesía argentina y brasileña contemporánea (2003).

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Prólogo

Otros argentinos publican sus antologías en terceros países: Cecilia Palmeiro


coordina el número 28 (2010) de la revista mexicana Líneas de fuga, con una
selección traducida de textos literarios recientes; en 2007, Camila do Valle y
Cecilia Pavón publican, también en México, Caos portátil: poesía contemporánea
del Brasil. Son antologías de géneros diversos (aun cuando parece dominar el
cuento y la poesía incorporan también crónicas, fragmentos de novelas, cartas,
etc.), a veces son traducidas y en otras se decide publicar en las lenguas origi-
nales; tienen públicos diversos, a veces son encargos editoriales y otras surgen
más claramente del interés de sus autores o traductores; en casi todas ellas apa-
recen prólogos que buscan explicar los motivos y criterios para la organización
elegida. Como analiza Silvana Serrani, la coordinadora del Centro de Pesquisa
Hispano-Americano de la unicamp, las antologías constituyen un género que
contribuye a la formación y transformación de cánones estableciendo tradiciones
y patrimonios literarios, y pesa sobre la construcción de identidades culturales
y representaciones del otro.
Esta atención sobre las miradas argentinas sobre el Brasil, y brasileñas sobre
Argentina, se da en un momento de probable transformación en las representa-
ciones sociales que determinan tales miradas. En 2002, el antropólogo Gustavo
Lins Ribeiro, en un artículo sobre matrices identitarias simbólicas brasileñas y
argentinas, sugirió la existencia de dos categorías de construcciones nacionales
hegemónicas: el tropicalismo y el europeísmo. Según Ribeiro, tales matrices
fueron elaboradas, consolidadas y –en gran parte– internalizadas. Funcionan
como espejos a través de los cuales argentinos y brasileños crean las imágenes
del otro. Afirma: “Se o tropicalismo é uma matriz que define o modo de repre-
sentar o pertencimento ao Estado-nação brasileiro, o europeísmo corresponde
ao caso argentino. Brasileiros e argentinos encontram-se irremediavelmente
presos nestes jogos de espelhos construídos por eles mesmos e por muitos
outros atores e agências com os quais historicamente mantiveram contatos e
trocas” (248). Para Ribeiro, esas matrices son “trampas” que solo reproducen
un discurso hegemónico. ¿Hasta qué punto esas matrices dicotómicas pueden
servir para el análisis de representaciones culturales y artísticas contemporáneas?
¿Hasta qué punto ese discurso no se constituye en una estructura esencializante
que está siendo desactivada y reevaluada en las últimas décadas? Entre estig-
matizaciones, exotizaciones y erotizaciones, ¿cómo está siendo representado
Brasil en el arte argentino, y viceversa? ¿Las matrices propuestas por Ribeiro
son reforzadas, satirizadas, subvertidas, sublimadas por la literatura, el cine y
otros lenguajes artísticos?

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Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

Los proyectos comparativistas de diferenciaciones y aproximaciones cultura-


les disfrazan una miríada de pluralidades que corren el riesgo de ser reducidas a
esencias de nacionalidades y utopías comunitarias. El sueño de establecimiento
de compartimentos culturales y la simplicidad de ciertos estereotipos aparecen
en constructos de la cultura mediática, y se transforman en objetos de consu-
mo por la industria del turismo y en momentos de celebraciones nacionalistas
internas. ¿En qué medida tales constructos son abordados y polemizados por
segmentos de comunidades nacionales que se expresan a través de las artes y
de los análisis literarios y culturales? O sea, siguiendo el abordaje de Florencia
Garramuño, ¿cuándo y cómo tales lecturas que trascienden o desafían discur-
sos y representaciones hegemónicas pasan a constituirse en prácticas contra-
identitarias y contra-hegemónicas? Dice Garramuño, en su estudio sobre la
convergencia de lo primitivo y de lo moderno en el samba y el tango: “La
comparación entre dos países se propone no solo como una forma de evitar el
excepcionalismo nacional por encontrar funciones semejantes en otro espacio
nacional, sino que además permite percibir ciertos objetos que la concentración
en tradiciones nacionales puede llegar a obturar: el rol del internacionalismo en
la construcción de un símbolo nacional, la construcción en tránsito de ideas y
propuestas estéticas, las funciones de la mirada del otro en la construcción de
la identidad nacional” (Modernidades 33).
En 1993, Jorge Schwartz reclamaba que no podía encontrarse ningún
“intelectual hispânico que tivesse pelas letras do Brasil o interesse abrangente
e sistemático que José Veríssimo, Mário de Andrade ou Manuel Bandeira dedi-
caram às literaturas do continente” (186). Una década antes, Emir Rodríguez
Monegal afirmaba que los brasileños cultos frecuentaban más asiduamente y
con mayor provecho la literatura hispanoamericana que sus colegas hispánicos
la literatura brasileña (12). Puede inclusive ser pertinente preguntar si, en el
campo de la crítica literaria, Ciencias Sociales y emprendimientos culturales
no estaríamos ahora más cerca de lo opuesto. Tal vez, se cumple la expectativa
expresada por Schwartz, que concluye el artículo titulado “Abaixo Tordesilhas!”
de esta manera: “Se é verdade que o v Centenário da chegada dos portugueses
ao Brasil será comemorado no ano 2000, fica o desejo de que não tenhamos
de esperar até o século xxi para nossos vizinho chegarem com as caravelas às
nossas bibliotecas” (198).
Para el estudio de estos fenómenos creamos un espacio y una entrada léxica
inspirados en la ciudad ficticia construida por el escritor Caio Fernando Abreu.
Passo da Guanxuma, espacio imaginado en una región limítrofe de Rio Grande

16
Prólogo

do Sul, figura con frecuencia en la narrativa de Abreu como representación ale-


górica distópica: un núcleo provinciano de partida y regreso, un contrapunto de
las metrópolis por las cuales tanto el escritor como sus personajes transitaron.
Passo da Guanxuma aparece como referencia permanente, sólida, pero insopor-
table en su provincianismo y memoria de violencias simbólicas, pero siempre
matriz y motriz. Contiene arquetipos que se cruzan y que tienen la capacidad
de transformarse. Se abren varios caminos, y la posibilidad de descubrimientos.
Passo da Guanxuma: Datação: 1984. Etimologia de guanxuma: substan-
tivo feminino. Rubrica: angiospermas. (Urena lobata). 1. erva ou arbusto
(Sida rhombifolia) de folhas serreadas, flores brancas ou amareladas e
cápsulas angulosas. Acepção Única: Lit. Cidade fabulosa criada por Caio
Fernando Abreu.
“Por quatro pontos pode-se entrar ou sair do Passo da Guanxuma. Vista
de cima, se alguém a fotografasse –de preferência numa daquelas manhãs
transparentes de inverno, quando o céu azul de louça não tem nenhuma
nuvem e a luz claríssima do sol parece aguçar em vez de atenuar a navalha
do frio solto pelas ruas, com o aglomerado das casas quase todas brancas
no centro, em torno da praça, e as quatro estradas simétricas alongando
suas patas sobre as pontas da Rosa dos Ventos– e ao revelar o filme esse
fotógrafo carregasse nas sombras e disfarçasse os verdes, a cidade se pareceria
exatamente como uma aranha na qual algum colecionador tivesse espetado
um alfinete bem no meio, como se faz com as borboletas. [... Ao leste] a
estrada começa seu caminho em direção a Porto Alegre [... Ao norte , reina]
La Morocha, uma paraguaia meio índia de olhos verdes estreitos de cobre
e cuia de mate novo [... Ao sul] em direção ao pampa e ao Uruguai [... Ao
oeste] a fronteira com a Argentina estende-se a última pata da aranha”.
(“Introdução ao Passo da Guanxuma” 68-75).
En el cuento “Introdução ao Passo da Guanxuma”, publicado en Ovelhas
negras (1995), Abreu compara Passo da Guanxuma con Santa María, ciudad
ficticia de Juan Carlos Onetti, y revela que originalmente el cuento sería el
primer capítulo de una novela no escrita sobre la ciudad. La referencia espacial,
con el poder de sortilegios y encantamientos marcados por la hierba “guan-
xuma” (del tupí gwa’xima) tiene, como escribió Abreu, “vida própria, com o
estabelecimento de uma geografia e esses fragmentos de histórias quase sempre
terríveis respingados aqui e ali como gotas de sangue entre as palavras” (67).
La imagen de la araña presa en la encrucijada de un espacio (que remite
a la intersección Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina), con sus cuatro patas

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Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

dispares y conectadas, es un ícono fabuloso conectado con lo incomprensible y


levemente monstruoso, con la locura y la inmovilidad tiránicamente impuestas,
y con el deseo de una conjunción de esfuerzos para la pérdida del encantamiento
y descubrirse concreto, viable, extranjeramente familiar.
Este libro refleja la imagen de la araña de Abreu. El corpus se presenta en
cuatro “patas” temáticamente mapeadas en: I) Cruces históricos, II) Cruces
artísticos, III) Cruces lingüísticos, y IV) Crónicas del contacto.
El primer bloque, “Cruces históricos”, reúne textos de Kátia Gerab Baggio,
Marcela Croce y Germán Soprano. El análisis que encara Kátia Gerab Baggio
de tres textos de viajeros brasileños en la Argentina, en las primeras décadas
del siglo xx (Arthur Dias, Mario Brant y Luiz Amaral), muestra la mirada de
Argentina como un lugar de modernidad, y se valoran aspectos que exhiben,
indirectamente, las ideas que dichos brasileños tenían sobre su propio país en
temas sensibles como la cuestión racial. El estudio de Gerab Baggio es prece-
dido por un relevamiento de categorías importantes para el análisis de dichas
miradas. Observa que en general se atiende a los relatos de visitantes europeos
en las Américas, muy escasamente a los de visitantes americanos en Europa, y
menos todavía a los de latinoamericanos que visitan países vecinos. Observa la
“retórica da alteridade”, la oposición entre el mundo propio y el observado, que
se transforma en un espacio de “maravilhas” y curiosidades. Asimismo, hay una
regla implícita del “tercero excluido”: el análisis se da a partir de dicotomías.
Es un texto necesario para establecer una “historia de las representaciones”: los
lugares que se asignaban en estos textos a la Argentina en general y a Buenos
Aires en particular entran, en el contexto actual de lectura, en diálogo con
representaciones actuales radicalmente diferentes: la “soberba metrópole sul-
americana” recibiría hoy apreciaciones muy diferentes.
Marcela Croce parte de una valorización del ensayo como un género que
estimula la mayor “libertad de avance” de las ideas; si bien su texto no subraya
los aspectos de “miradas cruzadas” entre brasileños y argentinos, su propia
enunciación establece esos cruces, y emprende un “viaje intelectual” entre
Argentina y Brasil en el que se alternan las observaciones sobre cómo se desa-
rrolla la ensayística del ser nacional en Argentina y Brasil: del lado argentino,
Croce considera las reflexiones de, fundamentalmente, Ezequiel Martínez
Estrada, y del lado brasileño, de Gilberto Freyre y Sérgio Buarque de Holanda.
El texto de Croce va relevando de un modo comparativo la actitud sobre los
problemas del mestizaje, la relación de las Américas hispánicas y lusitanas con
sus respectivas metrópolis, y el vínculo con la naturaleza; Croce exhibe una

18
Prólogo

precisión en el despliegue de ideas sobre los intelectuales tratados, un lenguaje


académico riguroso y una estructura muy fluida en el entramado expositivo
que circula entre lo brasileño y lo argentino. Observa Croce que pesa, en el
caso de Martínez Estrada, una actitud pesimista, y el rechazo al paisaje natural
y humano observado, frente a las diversas maneras en que los intelectuales
brasileños, a pesar de sus contradicciones, mantienen una voluntad de integrar
las complejidades de su historia y de adaptar las ideas europeas a la realidad
brasileña. El propio título del trabajo de Croce es una muestra apropiada de
esa diferencia: por un lado, la pampa bárbara que oprime la voz de Martínez
Estrada; del lado brasileño, la casa grande y el hombre cordial. En esta oposición
se marca una representación diferente de cada intelectual respecto de su país, y
en el énfasis en el señalamiento de esa oposición se ven las diferencias entre las
líneas dominantes del modo en que argentinos y brasileños se ven a sí mismos.
En el contexto del encuentro cultural se presentó una ponencia de Alejandra
Rosarossa, “El Brasil narrado en Eduardo Galeano”, cuyas líneas principales
comentaremos por su relevancia para el análisis de las representaciones sobre la
sociedad brasileña desde ciertas posturas de peso en la izquierda hispanoameri-
cana. Rosarossa observó la propuesta de Galeano de “derribar” estereotipos del
Brasil, centralmente a través de los textos Espejos: una historia casi universal y
Patas arriba: la escuela del mundo al revés. Dichos estereotipos funcionan, para
Galeano, como representaciones sociales que, más que simplificaciones concep-
tuales de elementos de la realidad, son directamente errores, o construcciones
ideológicas que ocultan la “verdad”. Así, frente a las imágenes sobre lo brasileño
de alegría, buen fútbol, felicidad carnavalesca, propone a la sociedad brasileña
como un modelo de injusticia social y discriminación racial. Simultáneamente,
subraya cómo los aspectos realmente valiosos del Brasil cambian de signo en
el Río de la Plata, con el ejemplo crucial de la palabra quilombo, “espacios de
libertad que fundaron, tierra adentro, los esclavos fugitivos”, y que es una pa-
labra que entró al léxico rioplatense como desorden, relajo, burdel. Rosarossa
observa a un autor que particularmente ataca las categorías intelectuales del
ensayo nacional brasileño. Todas las elucubraciones sobre el hombre cordial, casa
grande, etc., quedan barridas frente a la realidad de que “no hay en el mundo un
país tan desigual como Brasil” (Patas arriba 30). El texto de Galeano reproduce
así las representaciones más negativas de lo brasileño, producidas desde el Río
de la Plata y también desde Europa. Galeano es un intelectual uruguayo que
propone una enunciación “latinoamericana” y, más globalmente, “desde el sur”
(como comentó Rosarossa, una voz apropiada para las perspectivas de estudios

19
Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

poscoloniales). A pesar de esta postura extrema, Galeano muestra continuidades


con los ensayistas analizados en los textos anteriores, al menos en la escritura:
se trata de un autor en el que se hallan la crónica, la hibridez genérica, la docu-
mentación propia de la investigación social, la deconstrucción de enunciados
históricos marcados por la influencia colonial, la denuncia directa, la presencia
de segmentos fuertemente narrativos, y la voluntad argumentativa global.
El texto de Germán Soprano trae al análisis otros elementos de interés:
en el contexto del contacto académico entre Brasil y Argentina, observa cómo
categorías y métodos de análisis de la academia brasileña son incorporados
en la investigación antropológica en Argentina, en particular, observando los
estudios sobre el peronismo realizados en las últimas décadas. Es un objeto par-
ticularmente sensible por cuanto se trata de un fenómeno político fuertemente
asociado a una particularidad nacional argentina; Soprano analiza distintos
autores, entre los que se reconoce a sí mismo, que aparecen como deudores
de las metodologías brasileñas. Frente a la “mirada estrábica” tradicional del
intelectual latinoamericano (para usar un término de Piglia, citado en el trabajo
de Gerab Baggio), Brasil, en la descripción de Soprano, consigue, al menos en
lo que a la antropología se refiere, apropiarse de teorizaciones “metropolitanas”
(esto es, europeas o norteamericanas) e instalar una agenda de temas y métodos
que responde a intereses locales. Brasil se instala como una “academia periférica
de avanzada”. Soprano afirma el lugar argentino de “hermanos menores” de los
brasileños; admite el carácter polémico y situado de tal afirmación, que supone
una marca generacional por cuanto se enuncia desde un grupo etario –del que
él forma parte– cuya relación con el campo académico brasileño se estableció
de esa manera.
Hemos denominado al segundo bloque “Cruces artísticos”. El texto de
Cecilia Palmeiro analiza el surgimiento de los movimientos de activismo gay
en Argentina y en Brasil, encarado por figuras, fundamentalmente, del ámbito
literario. Los movimientos se dieron en el agitado y represivo período que cul-
minó con las dictaduras del Cono Sur; vivieron las dificultades de la relación
de esas luchas con las luchas políticas más amplias (surgía un interrogante
central: ¿es el problema de la lucha de clases algo que sobredetermina o no la
lucha por la libertad sexual?). El texto de Palmeiro, más que centrarse sobre
productos culturales concretos, se centra en la creación de ese movimiento. Es
significativo que este se dé impulsado por figuras del ámbito literario: en este
aspecto, el rol del poeta Néstor Perlongher aparece como central. Igualmente,
en el ámbito brasileño, aparecen las figuras de los escritores João Silvério Tre-

20
Prólogo

visan, Leila Míccolis y Glauco Mattoso, entre otros (“nombres que marcaron
el campo artístico de la época”, subraya Palmeiro). La teorización sobre el
activismo, la publicación de revistas sobre el tema y la lectura y discusión de
textos sobre la problemática de género atravesó todo este grupo. Incluso, la más
relevante “intervención” desde fuera de América Latina fue un emprendimiento
centralmente literario, la organización de la antología de cuentos de temática
homosexual que encara Winston Leyland, editor de la Gay Sunshine Press de
San Francisco, que favorece la agrupación de estas figuras. Palmeiro crea un
panorama en que arte, ensayo, política, identidades sexuales y los cuerpos en
sí se cruzan de una manera peculiar.
La alternatividad de la enunciación rockera fue analizada en una ponencia
presentada por Adrián Fanjul, que no reproducimos en este libro porque será
incorporada como artículo en otra publicación; no obstante, por el diálogo
productivo que se puede establecer con los otros textos, resumiremos y co-
mentaremos sus aspectos centrales. Fanjul analiza las versiones que músicos
argentinos hacen de temas de bandas brasileñas y viceversa: Viernes 3 a. m., de
Charly García, y De música ligera, de Gustavo Cerati, traducidas por Herbert
Vianna de los Paralamas do Sucesso, y O tempo não para, de Arnaldo Bran-
dão y Cazuza, que fue traducida por la banda argentina Bersuit Vergarabat.
Antes de encarar la tarea de comparación, Fanjul enuncia supuestos sobre el
“enunciado rocker” que acerca significativamente la escena a la que describe
Cecilia Palmeiro en su caracterización de los activistas-artistas gays y lesbianas.
Fanjul parte de la noción de “diferencia disidente” de Claudio Díaz, y retoma
de Jorge Monteleone el hecho de que “todo enunciado rocker es reconocido
como enunciado de delincuencia. Palabra lacerada de un cuerpo que va en
cana, palabra pronunciada en la hora detenida de un toque de queda, pero
también palabra gozosa, en la fiesta de la fugaz resistencia y en el ritmo disruptor
del cuerpo rocker” (33). Fuera de lo específico de la cuestión de la diferencia
sexual, todo lo que caracteriza a los movimientos que describe Palmeiro está
postulado aquí: la conciencia de una diferencia, de una diferencia que implica
una disidencia y resistencia respecto de perspectivas hegemónicas, la relación
entre palabra, cuerpo, contexto social y político represor. Más adelante, Fanjul
agregará la idea de que se busca el “goce específico del lugar disidente”. En la
relación entre “ser y un entorno”, el enunciador efectúa un “tallado” de una
posición de sujeto, que en el caso de las letras de rock de los argentinos o en las
traducciones que estos efectúan de las letras brasileñas se produce un efecto de
“sobredemarcación” del espacio del “yo” o del “nosotros” respecto de un “ellos”

21
Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

enemigo, represor. A pesar de que la “enunciación rocker” argentina y brasile-


ña comparten fuertemente un esquema de valores, se observa una diferencia
entre los contextos culturales nacionales por la mayor permeabilidad entre el
sujeto y su entorno en el caso de la producción cultural brasileña. El análisis
de Fanjul ve las sutilezas de esas relaciones, apenas diferentes “máscaras a la voz
disidente en una misma resistencia”, y observa la diferencia con los estereotipos
que podrían establecerse a priori, de un supuesto optimismo brasileño frente
a un pesimismo argentino.
Frente a los trabajos de Palmeiro y Fanjul, que permiten observar la per-
meabilidad de las fronteras culturales, por la interacción concreta que efectúan
artistas de distintos ámbitos, que producen cambios en las posiciones de sujetos
relacionadas con los contextos culturales nacionales, el texto de Moguillansky
es iluminador acerca de una zona de discurso vinculada con la producción
artística, la crítica cinematográfica mediática (que engloba desde los medios
masivos a producciones de críticos supuestamente más especializados y dirigidos
a un espectador también más especializado, pero no académico). En este caso,
se observa cómo la crítica cinematográfica de la prensa recurre a estereotipos
que refuerzan representaciones culturales tradicionales, y que se cruzan con los
de otros campos, al tomar metáforas del campo futbolístico, de las imágenes
exotizantes que refuerzan la construcción tradicional de Brasil como país tropical
y tercermundista contra Argentina como país europeo, e incluso se formulan
metáforas del campo de lo militar (parte de constructos aparentemente supe-
rados, como la imagen del Brasil como enemigo potencial en la época de las
dictaduras –los discursos mediáticos retomaban en los 70 y principios de los
80 la idea de la peligrosa “penetración brasileña” en las provincias del noreste
argentino). Así, la crítica cinematográfica argentina, que pretende atacar los
estereotipos que reproduciría el cine brasileño, es en realidad la que recurre a los
estereotipos más tradicionales. El texto de Moguillansky es iluminador acerca
del lugar que los medios masivos pueden tomar en relación con los fenómenos
de representación del “otro” nacional, y permite atisbar una grieta mayor entre
producción cultural artística y crítica (al menos, la relacionada con los medios
masivos) de lo que a priori puede suponerse.
Los trabajos agrupados en el capítulo “Cruces lingüísticos” ofrecen una
mirada sobre el problema de la enseñanza del portugués para alumnos hispa-
nohablantes, un tema central por la relación entre representaciones sobre la
nación y representaciones sobre las lenguas. La extensa bibliografía sobre la
enseñanza del portugués muestra un abanico amplio de abordajes. Algunos

22
Prólogo

enfatizan el sistema de la lengua; otros focalizan en lo cultural, como se ve en


los materiales para los cursos de comprensión lectora que Carlos Alberto Pasero
coordina desde hace algunos años en la Facultad de Filosofía y Letras de la uba;
otros se dedican a cuestiones políticas y de marco normativo, como el trabajo
de María Eugenia Contursi. Esa diversidad puede observarse en los congresos
sobre enseñanza de lenguas extranjeras y traducción organizados por el Instituto
Lenguas Vivas o en los grupos de investigación de la ungs, la uba y otros espacios
universitarios. Los artículos aquí presentados muestran conocimiento de esos
abordajes múltiples. Martín Olavarriaga enmarca los textos en la lingüística
aplicada, lo que resulta necesario para, por un lado, refutar las posiciones del
sentido común que ven en esta disciplina el mero traslado descontextualizado
de teorías del lenguaje a cuestiones didácticas, y por otro lado, marcar el aporte
de los postulados de esa rama de la lingüística al análisis de cuestiones concretas
de contacto cultural para el que la enseñanza de la otra lengua debe preparar;
además, el espacio del aula se constituye en sí en una zona de contacto. Inés
Kuguel y Martín Olavarriaga advierten sobre la inconveniencia de transferir al
portugués los métodos de enseñanza de otras lenguas; a pesar de la proximidad
con el español, y de que existen representaciones del portugués como lengua
“fácil”, que ni siquiera requeriría un aprendizaje formal (como lo advierten en
su artículo Mariana Larrieu y Verónica Demsar), puede existir una tendencia
a utilizar, en contextos universitarios, las técnicas de comprensión lectora de
lenguas como el inglés o el francés. En este caso, la realidad del contacto cultural
entre Argentina y Brasil permite reorientar la enseñanza tomando en cuenta
otras posibilidades y otros fines: el contacto académico cada vez mayor pone a
los argentinos en situación de tener que escribir un abstract en portugués, o de
escuchar una ponencia en esa lengua en eventos académicos de cualquier tipo.
Kuguel y Olavarriaga subrayan así la necesidad de atender a la realidad de las
situaciones comunicativas más que a preconceptos teóricos sobre la enseñanza
o a prejuicios sobre la facilidad o dificultad en el manejo de la otra lengua. En
una ponencia presentada en el Encuentro Cultural Passo da Guanxuma, Mabel
Carbonara y Olavarriaga enfatizaron la necesidad del uso de la noción de géneros
discursivos, que supone la atención a concretas esferas de actividad social en
que se usa la lengua; esa postura también está en la línea de la consideración
de los contextos de interacción concretos. Los autores señalaron la paradoja de
que la dificultad mayor puede estar en géneros discursivos primarios (interac-
ciones orales en contextos informales) más que en géneros secundarios (toda
la gama de textos escritos y orales en esferas de comunicación más formal), lo

23
Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

que contradiría la representación de la transparencia de la comunicación oral


coloquial en portugués. En el otro artículo aquí reproducido, Mariana Larrieu y
Verónica Demsar, por su parte, advierten sobre el peso de esas representaciones
en el contexto concreto de las clases, traídas por los estudiantes, a veces por el
profesor y, significativamente, por los materiales de enseñanza elaborados en
el propio Brasil, que caen en simplificaciones históricas y sociales, formas de
“autoexotismo” que refuerzan los estereotipos de los sujetos del aprendizaje.
Las “Crónicas del contacto académico” muestran las experiencias de ar-
gentinos que estudian en Brasil y de brasileños que estudian en Argentina.
Los argentinos subrayan el deslumbramiento frente al “cambio de escala” que
perciben al entrar al Brasil. Los campus son más grandes, las ciudades son más
grandes; la vivencia del argentino es la del extranjero, en grandes metrópolis
frente a las cuales Buenos Aires se hace un espacio pequeño y familiar. Además,
está la percepción de que el académico argentino viene de un lugar social “me-
nor” frente al de su par brasileño; ese lugar “menor” de origen está relacionado
también con la representación que en Argentina reciben del resto de su sociedad
los estudiantes y profesores de Ciencias Sociales (las diferencias de reacciones
que observa Sergio Morresi están relacionadas con ese hecho: la admiración
que produce en Brasil el decir que uno está estudiando ciencia política en la
usp –Universidade de São Paulo– contrasta con las reacciones indiferentes que
generaría en Argentina un comentario de ese tipo). El Estado y la sociedad
brasileños se muestran generosos: los campus son amplios, la infraestructura
es amplia, la amabilidad y hospitalidad de los brasileños se presentan como
notables. Compran todos los materiales necesarios para que el investigador
efectúe su tarea; los archivos están cuidados y se acrecientan. Lucía Tennina,
que no recorre los campus universitarios sino barrios periféricos de San Pablo,
se enfrentará con una cara de la metrópolis muy diferente de la de los ámbitos
universitarios; recorrerá espacios donde el Estado no está tan presente, o espacios
que son desestimados por los académicos locales.
Los relatos de esas crónicas son relatos de aprendizaje, breves bildungsro-
mans que tienen como punto de partida el ámbito pequeño y familiar y pasan
a una dimensión mayor, un espacio externo peligroso que consigue cambiar
identidades, no ser el mismo que antes de pasar esos umbrales. En cualquiera
de los textos, se enfatiza el contraste, el cambio de escala –una de las represen-
taciones que parece recurrente es que en Brasil todo es “mayor”–, el acceso a un
exterior que parece amenazante y resulta amigable: preparados en la violencia
de los “pequeños” espacios argentinos, los ámbitos a los que se pasa en Brasil

24
Prólogo

resultan con ese contraste paradójico entre inmenso y acogedor. El carácter de


“acogedor” puede disimular también las formas de selección de los que tienen
el privilegio de pertenecer: la proveniencia de un ámbito supuestamente más
horizontal, como lo sería el ámbito universitario argentino, genera en María
Maneiro un primer gesto de rechazo de clase hacia los “pitucos” de la iuperj
(Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro). Está, además, la expe-
riencia del viajero y del migrante: “el conocimiento general que uno construye
por el hecho de vivir en otra sociedad”.
Cristiana Schettini, en su relato de sus estudios en Argentina, descubre en
un archivo argentino, más allá de la cuestión de la calidad de su organización,
un lugar de “incidentes reveladores”. Vivir en otra sociedad, más que un apren-
dizaje organizado y completo, otorga, justamente, esos “incidentes reveladores”
que iluminan la experiencia de todos los que tuvieron esta experiencia de vivir
“en otro país”. Lucía Tennina, en su paso por los bares de la periferia de San
Pablo, prueba que es posible partir de las lecturas literarias como “ventanas” a
lo social; el referente que empieza a revelarse con la literatura se despliega con la
experiencia de los recorridos urbanos. Una alternativa opuesta a la de quienes,
como los críticos de cine que trabaja Marina Moguillansky, ven un producto
cultural para criticarlo en función del modo en que se representa una realidad
que dichos críticos dicen conocer más, aunque lo único que estos hacen es
replegarse en sus propios prejuicios.
Una experiencia de trabajo que se da en Buenos Aires y San Pablo, las “edito-
riales cartoneras” Eloísa Cartonera en Argentina y Dulcinéia Catadora en Brasil,
merecen una mención especial. Las presentaciones de dos de los trabajadores
de Eloísa Cartonera, Juan Guillermo Gómez y Alejandro Miranda Araya, y la
crónica sobre los orígenes y modos de trabajo de Dulcinéia Catadora enviada por
Lúcia Rosa (en el encuentro cultural se proyectó un video enviado por Lúcia, que
explicaba lo que está narrado en la crónica) muestran una experiencia editorial
que combina interés por la producción cultural de los dos países, voluntad de
acción social –trabajan con personas que viven de la recolección de cartón–, un
emprendimiento de unas pocas personas y por fuera de las pautas de una empresa
tradicional, de la distribución normal y por fuera de los circuitos de difusión
también tradicionales. Las explicaciones de Cristian De Nápoli sobre el origen
del emprendimiento de Eloísa Cartonera muestran nombres propios, no solo de
los autores y diseñadores, sino también de otros trabajadores involucrados. La
crónica de la participación de Eloísa Cartonera en la Bienal de San Pablo, efec-
tuada por Lúcia Rosa, no constituye un anecdotario trivial, sino una expresión

25
Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

de cómo las formas de contacto más valiosas se generan a partir de movimientos


de individuos en que se cruzan los intereses artísticos, sociales y políticos, y en
esos casos se dan las experiencias de traducción cultural menos atravesadas por
malentendidos en la comunicación. En este punto, se trata de un proyecto que
retoma la tradición de los cruces del tipo de los explicados por Cecilia Palmeiro:
una intervención cultural que parte de tiempos de crisis y con un sentido social.
Si bien hay diferencias en aspectos organizativos de las dos editoriales, se enfatiza
la circulación de las ideas y de los emprendimientos entre las dos naciones; el
catálogo de Eloísa Cartonera, por caso, incluye autores brasileños en un porcentaje
mayor que las editoriales comerciales.
En el grupo de textos introducidos por Marina Moguillansky, se muestran
otras experiencias editoriales, de traducción y de difusión cultural que estimularon
la creación de redes significativas. Amalia Sato efectúa el relato de un recorri-
do personal que hilvana personas e instituciones centrales en la historia de las
relaciones culturales entre Argentina y Brasil, tanto las personas que ella llegó
a conocer y las instituciones en las que trabajó y trabaja, como otras figuras y
trabajos anteriores a los que tuvo acceso por sus trabajos de traducción. Cristian
De Nápoli reflexiona sobre el papel actual del traductor, sobre las relaciones
diferentes entre escritura literaria, traducción y mercado en los dos países, y
reivindica el gesto del que emprende individualmente la tarea de explorar la
otra cultura, o la traducción lingüística y cultural de la propia obra hacia la otra
comunidad lingüística; su figura del “arquero volante” muestra la actividad del
que sale de las reglas de juego preasignadas para explorar terrenos distintos, o de
cómo esas reglas de juego pueden incorporar la posibilidad del cumplimiento de
roles múltiples. Mario Cámara relata la experiencia ya consolidada de Grumo,
una publicación impresa con un correlato “virtual” cada vez más activo, que logra
reforzar el diálogo entre las literaturas de los dos países, y que establece también
lazos con el resto de América Latina. La publicación articula la difusión cultural
con el rigor en la actividad de investigadores con activa presencia en los ámbitos
universitarios. El proyecto Amauta, desarrollado y aquí presentado por Marcelo
Barbão, a la vez narrador, traductor, editor y periodista, y una figura representa-
tiva de una enunciación bicultural, es otra muestra de iniciativas individuales de
traducción y edición que logran un eco más amplio: la editorial por él iniciada
fue el germen de recorridos efectuados por escritores argentinos que terminaron
por entrar en el mercado editorial masivo brasileño.
A modo de conclusión, esta antología cuenta con las reflexiones de Gonzalo
Aguilar y Elvira Arnoux, quienes en sus presentaciones de cierre del encuentro

26
Prólogo

cultural (revisadas para este volumen) retoman algunas de las líneas principales
tratadas en el conjunto de los trabajos. Aguilar parte de la idea de “paso” para
analizar otras metáforas del contacto, como la de puente o de vereda. En su
presentación, rescata las iniciativas que partieron de sujetos individuales, casi
sin marco institucional, y ve con optimismo también las que se están generando
gracias a un apoyo empresarial o político. Asimismo, menciona el papel que
cumplen las universidades, tanto la de Buenos Aires, en la que él está a cargo
de la cátedra de literatura brasileña, como los emprendimientos de otras insti-
tuciones educativas públicas o privadas. En el caso de Elvira Arnoux, el eje de
su presentación fueron las políticas lingüísticas. Observa el contraste entre la
vitalidad de iniciativas personales o de pequeños grupos, que parten de intereses
de los sujetos por fuera de estímulos oficiales –Aguilar también señaló el valor
de estas iniciativas, a propósito de las cuales citó, del Martín Fierro, el dicho
de que el “fuego siempre calienta desde abajo”– y la lentitud de las políticas
públicas, que también son necesarias para una transformación a mayor escala de
las relaciones nacionales. Relevó además grandes hitos de la historia de las ideas
acerca de las relaciones entre el español y el portugués en los siglos xix y xx, dos
lenguas diferentes o dos dialectos según los objetivos políticos que orienten las
definiciones, más que según consideraciones lingüísticas. Menciona iniciativas
educativas, algunas proyectadas e impulsadas por ella misma, que tienen por
objeto crear una cultura de la integración, a partir de sujetos con competencia
en el manejo de las dos lenguas, y también de los aspectos culturales.
La idea de red está en la metáfora de Abreu que utilizamos en el título del
libro; este libro pretende colaborar en el tejido de esa red que va creciendo,
alimentada por diferentes factores, desde la voluntad de sujetos concretos a gran-
des instituciones, o incluso por fenómenos más amplios sobre los que pueden
no tener control o conciencia los distintos agentes individuales. A su vez, este
libro pretende ser una red en sí misma; la diversidad de materiales y enfoques,
lejos de crear un efecto de espacios incomunicados, estimula la creación de
lazos conceptuales y fácticos entre los distintos textos, que quisimos enfatizar
en esta introducción. Es el lector el que continuará con la elaboración de esos
“tejidos” simbólicos, impulsado por la voluntad que lo habrá llevado a leer este
libro que, como nos sucedió a los compiladores mientras trabajábamos en él,
esperamos que afirme y realimente esa voluntad.

27
Isis Costa McElroy y Eduardo Muslip

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30
I. Cruces históricos

Introducción
David William Foster*1

Una de las propuestas culturales que está en el orden del día de los estudios
latinoamericanos puede llamarse “Superando Tordesillas”. Aunque Tordesi-
llas terminó siendo más un concepto legal de dudosa importancia –el Brasil,
comenzando con los bandeirantes en el siglo xvi, pronto lo convirtió en un
fenómeno imaginario que poco tenía que ver con los verdaderos límites de los
dos imperios–, sigue existiendo como una partición intelectual de las aguas en
cuanto a América Latina. O, mejor dicho, en cuanto a los estudios latinoame-
ricanos. Solo en las últimas décadas se ha visto algo como un intento serio de
repensar la validez de una escisión del continente fundamentada en alegadas
diferencias lingüísticas casi infranqueables y en historias de formación nacional
que le han consignado al Brasil un sedicente rumbo marcadamente diferente
de los país de ascendencia hispanoamericana.
En cuanto a los estudios latinoamericanos, aunque hubo grandes nombres
que supieron saltar la frontera Tordesillas (uno piensa en la importante gestión
bicultural del mexicano Alfonso Reyes como embajador en Río de Janeiro
entre 1930-35 y luego también en 1938), para los trabajadores rutinarios en

* 
David William Foster es profesor de letras hispánicas y estudios de la mujer y de género en
la Arizona State University, donde se especializa en la cultura urbana latinoamericana, en par-
ticular la de Buenos Aires y San Pablo. Su libro São Paulo: Perspectives on the City and Cultural
Production fue publicado por University Press of Florida en 2010. Además, acaba de finalizar
un libro sobre cine documental latinoamericano. Ha sido profesor Fulbright en el Instituto
Lenguas Vivas, en el Instituto Joaquín V. González, en la Universidad Nacional de la Plata, en
la Universidad Nacional de Córdoba, y profesor invitado en la Universidad de Buenos Aires y
en la Universidad Nacional de Río Cuarto.

31
David William Foster

lenguas y letras uno era o hispanoamericanista (llamándose, con lamentable


frecuencia, latinoamericanista) o brasilianista: no convenía mezclar las cosas.
Inclusive, “brasilianista” tuvo, durante mucho tiempo, un resabor de agente
del Departamento de Estado de ee. uu., cuando no de la cia (una aceptación
que data de la camada de expertos que acompañaba la estrecha alianza ee. uu.-
Brasil durante la Segunda Guerra Mundial).
Hoy en día, uno quisiera pensar que las barreras son menos ideológicas
que prácticas. Es indudable que el Mercosur ha contribuido muchísimo a que
se estudiara el castellano en el Brasil y el portugués en los países latinoameri-
canos que son firmantes del tratado (el portugués todavía tiene una presencia
tenue en los otros países latinoamericanos y en Estados Unidos, quinto o hasta
cuarto país hispanohablante del mundo, su presencia fluctúa entre minimísima
e inexistente). Aunque el Mercosur ha facilitado algunas medidas económicas
para estimular el estudio del portugués, el aparato académico simplemente
no está en condiciones como para favorecer adecuadamente el bilingüismo y
el biculturalismo que estimule un sentido real de la unidad sociohistórica del
continente. Se puede predicar tal unidad en aras de un determinado programa
ideológico, pero no se alcanza efectivamente en el nivel de conocimiento que se
merece. Todavía, el conocimiento del francés y del inglés le gana al portugués,
y muchos de los argentinos y otros que han hecho lecturas básicas de la cultura
brasileña lo han hecho en traducciones al castellano.
Los trabajos de esta sección son muestras paradigmáticas de un estudio
serio a través de las divisiones de Tordesillas. Son trabajos de investigadores
que representan un esfuerzo digno de buscar relaciones de índole importante
y no meramente comparaciones superficiales entre textos cuyos detalles eran
circunstancialmente parecidos. Estas lecturas son las que uno tiene en mente
como ejemplos de cómo se podría forjar, no una literatura académica comparada
en la Argentina y el Brasil, ora en castellano, ora en portugués, sino campos
semánticos en común que permitan un fluir de entendimiento cultural que no
esté mediatizado por la traducción. Esto no quiere decir confundir una y otra
tradición nacional (según se conciba), sino respetar una comunidad cultural de
conjunto que Tordesillas, al querer ser un necesario acuerdo político, perturbó
y de cuyas consecuencias nuestros programas académicos de estudio, tanto en
ee. uu. como en América Latina, han sido herederos.

32
Dos trópicos ao Prata:
viajantes brasileiros pela Argentina nas
primeiras décadas do século xx*
Kátia Gerab Baggio**

A identidade nacional afirmou-se, no Brasil, entre outros elementos e mecanis-


mos, em contraste com a América Hispânica. Os relatos de viagens de brasileiros
por países hispano-americanos constituem fontes significativas e ainda muito
pouco conhecidas e exploradas para compreendermos as visões construídas,
no Brasil, sobre os países vizinhos. No início do século xx, houve um esforço
do governo e de intelectuais brasileiros para estreitar os laços com a Hispano-
América, demonstrado, por exemplo, pelo incremento de publicações no Brasil,
sobre as Américas e suas relações. Houve, também, um crescimento das viagens
entre os países do continente, com objetivos diversos: diplomáticos, comerciais,
jornalísticos, culturais, científicos ou, ainda, turísticos e aventureiros. Muitas
dessas viagens, com diferentes intenções somadas e inter-relacionadas.
Entre essas viagens, podemos destacar: a visita do presidente brasileiro
Campos Sales à Argentina, acompanhada por um expressivo número de jor-
nalistas, entre eles Arthur Dias, que publicou seu relato em 1901, ano seguinte
*
Nota de la autora: Este texto é parte de um projeto maior, intitulado Olhares cruzados, alteridade
e identidades: relatos de viagens entre o Brasil e a Argentina (1889-1930). O projeto visa contribuir
para a análise de representações mútuas, além de possibilitar reflexões acerca da circulação de
ideias e intelectuais entre Brasil e Argentina.
  **
Kátia Gerab Baggio es profesora del Departamento de Historia de la Universidade Federal
de Minas Gerais (ufmg), en el área de Historia Latinoamericana (siglos xix y xx). Obtuvo su
maestría (1992) y doctorado (1999) en Historia en la Universidade de São Paulo (usp). Publicó
A questão nacional em Porto Rico: o Partido Nacionalista (1922-1954), además de capítulos de
libros y artículos. En los últimos años se ha dedicado a la historia intelectual latinoamericana,
particularmente a los intercambios entre intelectuales brasileños e hispanoamericanos.

33
Kátia Gerab Baggio

à viagem; a missão chefiada por Rui Barbosa ao país vizinho, em 1916, por
ocasião das celebrações do centenário da Proclamação da Independência das
“Províncias Unidas de Sul-América”, que foi relatada por Mario Brant; e a via-
gem do jornalista Luiz Amaral que, em 1927, narrou seu longo percurso pelo
Paraguai, Argentina e Bolívia, atravessando, inicialmente, o oeste paulista e o
Estado do Mato Grosso.1 Pretendemos, a partir da análise dos relatos seleciona-
dos, contribuir para o mapeamento do processo de construção e reconstrução
de imagens e representações brasileiras sobre a América Hispânica e acerca
das relações entre as Américas, objetivo que já busquei em projetos anteriores
(Baggio “Outra América”; Baggio “Revista”).
Podemos afirmar que nos últimos dois séculos, entre sentir-se parte inte-
grante, ou não, da América Latina, dependendo da conjuntura político-cultural
e econômica. Como também já é fartamente conhecido, o país buscou se
aproximar, ao longo de sua história, muito mais da Europa e, posteriormente,
dos Estados Unidos do que dos seus vizinhos. Além disso, as relações do Brasil
com os países hispano-americanos foram caracterizadas, em vários momentos,
por desconfianças mútuas (Baggio “Outra América”; Capelato; Prado).
O Brasil procurou fortalecer suas relações com os Estados Unidos ainda sob
a monarquia, durante o Segundo Reinado. Em relação às repúblicas hispânicas,
o Brasil monárquico manteve-se, predominantemente, como um vizinho incô-
modo até 1889. Entretanto, também em relação aos Estados Unidos, não há
dúvidas quanto à maior aproximação do Brasil após a Proclamação da República.
O novo regime abria as portas para um melhor entendimento diplomático
do país com as repúblicas americanas. Significava que o Brasil abandonava o
monarquismo europeísta –simbolizado pelos Bragança– e aderia à “vocação
republicana e liberal das Américas”. Não foi casual que o novo regime brasi-
leiro foi reconhecido inicialmente pelos países americanos e, só num segundo
momento, obteve o reconhecimento dos governos europeus.2
Houve, nesse período, um evidente fortalecimento do americanismo no
Brasil, ainda que o exemplo norte-americano tenha sido aquele que ganhou
a adesão efetiva da maioria dos intelectuais. No início da república, como é
sabido, houve um grande esforço dos governos brasileiros –particularmente na
1 
Não nos foi possível encontrar mais informações sobre os autores dos relatos do que aquelas,
escassas, que aparecem neste artigo.
2 
Uruguai, Argentina e Chile foram os primeiros a reconhecer o novo governo brasileiro, ainda
em 1889. Em janeiro de 1890, foi a vez da Bolívia, Venezuela, México e Estados Unidos. Na
Europa, a França republicana foi a primeira, em julho de 1890, seguida pela Grã-Bretanha,
Itália e Espanha, em 1891.

34
I. Cruces históricos. Dos trópicos ao Prata

gestão do Barão do Rio Branco como ministro das Relações Exteriores, de 1902
a 1912– para solucionar os conflitos fronteiriços com os países vizinhos sul-
americanos, objetivando, em grande medida, aumentar a influência geopolítica
do Brasil na América do Sul.
Os relatos de viagens de brasileiros pela América Hispânica, na conjuntura
do início do regime republicano, são fontes que revelam aspectos importantes
das representações construídas e veiculadas no Brasil sobre os países vizinhos.
Na América Latina, estudos sobre viagens e viajantes abordam, com raras ex-
ceções, narrativas de europeus sobre o continente americano. Como afirma Stella
Maris Scatena Franco, “estamos tão acostumados a associar os ‘viajantes’ aos
‘europeus’, que não nos ocorre englobar os latino-americanos nessa categoria”.
Os latino-americanos, ao contrário dos europeus “são colocados no lugar de
povos ‘visitados’ e jamais de ‘viajantes’” (22-23).3 Há quase quatro décadas, Noé
Jitrik já indicava, na introdução a uma antologia de narrativas de viagens de
escritores argentinos pela Europa, que “não existem ‘viajantes argentinos’ para
as universidades inglesas nem europeias”, ao passo que os relatos de viajantes
europeus pela Argentina, particularmente os ingleses, gozavam de “grande
prestígio nas universidades argentinas” (11-12).
Mary Louise Pratt, em seu livro Os olhos do império: relatos de viagem e
transculturação, analisou as vinculações entre as narrativas de viagem, os proje-
tos imperialistas e as representações da América Latina e da África construídas
por viajantes europeus e norte-americanos entre meados do século xviii e o
século xx, com ênfase no xix. Pratt, em seu trabalho, enfatizou o “discurso de
autoridade” dos europeus sobre os territórios latino-americanos e africanos,
considerados “disponíveis” para a exploração científica e econômica. E, num
sentido contrário, também analisou representações da Europa e da própria
América elaboradas por latino-americanos.
Se os estudos sobre narrativas de viajantes latino-americanos pela Europa
e Estados Unidos ainda são poucos,4 mais raras ainda são análises que têm
como objeto relatos de viajantes latino-americanos por outros países da própria
América Latina. No Brasil, os estudos sobre narrativas de viagens referem-se,
3 
Stella Maris Scatena Franco, em seu livro Peregrinas de outrora: viajantes latino-americanas no
século xx, inverte duplamente a visão convencional das análises sobre relatos de viagens, pois trata
de narrativas de mulheres e de latino-americanas que visitaram a Europa e os Estados Unidos.
O trabalho é uma importante contribuição sobre a temática.
4 
Um dos relatos mais conhecidos é o do escritor e político argentino Domingo Faustino Sar-
miento. Viajes por Europa, África i América 1845-1847. 2a ed. Madrid; Paris; México; Buenos
Aires; São Paulo; Rio de Janeiro; Lima: allca xx: Ed. ufrj, 1996 (Collección Archivos, 27).

35
Kátia Gerab Baggio

com raras exceções, aos europeus que vieram e escreveram sobre o país. No
entanto, brasileiros –homens e mulheres– viajaram pela Europa, Américas,
além de outros continentes, escreveram sobre suas viagens e construíram re-
presentações sobre os lugares visitados. Mas, diferentemente da maioria dos
viajantes europeus, que vinham à América em busca de riquezas naturais, no-
vidades científicas, oportunidades de negócios, novas terras, além de “paisagens
pitorescas” e culturas “exóticas”, os latino-americanos iam à Europa em busca,
numa palavra, de “civilização”: frequentemente realizavam viagens de estudo,
formação intelectual e cultural, ou viajavam em busca de “soluções” para os
problemas dos seus países de origem.
Não se pode ignorar que as visões construídas por latino-americanos sobre
outros países desta parte do continente foram, em grande medida, informadas
pelas imagens elaboradas sobre a América Latina por europeus e norte-ameri-
canos, como já destaquei anteriormente (Baggio Magia). Myriam Ávila usa a
seguinte imagem –inspirada em Alice através do espelho, de Lewis Carroll– para
representar a presença do referencial europeu nas narrativas produzidas por
latino-americanos: “há alguém segurando o lápis por detrás quando o escritor
latino-americano escreve” (85). Ainda que essa imagem me pareça excessiva,
dado que pode induzir à ideia de “anulação” da possibilidade de criação por parte
dos latino-americanos, não há como negar que as imagens e representações da
América Latina foram e são permeadas, mesmo quando criadas por escritores e
artistas desta parte da América, pelas imagens e representações construídas pelos
europeus e estadunidenses. É o que Myriam Ávila denomina “reduplicação do
olhar” (85) e o escritor argentino Ricardo Piglia chama de “mirada estrábica”.
Afirma Piglia: “há que se ter um olho posto na inteligência europeia e o outro
posto nas entranhas da pátria” (61).
Nos relatos de viagem, são usuais as referências a relatos anteriores aos mes-
mos destinos, seja para “confirmar ou refutar uma visão estabelecida” (Franco
127). No caso dos viajantes latino-americanos, essa prática relaciona-se com a
suposta necessidade do aval do “discurso de autoridade”, vinculado aos europeus.
A fim de pensar acerca do tema da alteridade e sua relação intrínseca com os
relatos de viajantes, tomo das reflexões do historiador francês François Hartog
presentes em seus livros O espelho de Heródoto (1999) e Memória de Ulisses
(2004). As narrativas de viagem necessitam “traduzir” o “outro” para seu des-
tinatário, ouvinte ou leitor. Ou, como afirma Hartog: “a questão é perceber
como a narrativa ‘traduz’ o outro e como faz com que o destinatário creia no
outro que ela constrói”. Hartog analisa o que ele denomina de “retórica da

36
I. Cruces históricos. Dos trópicos ao Prata

alteridade”, ou seja, “as regras através das quais se opera a fabricação do outro”.
Nessa “retórica da alteridade”, construída nas histórias de Heródoto, “tudo se
passa”, segundo Hartog, “entre estas quatro operações: eu vi, eu ouvi, eu digo,
eu escrevo”. Hartog identifica essa “retórica da alteridade” como própria das
narrativas que falam do outro, particularmente os relatos de viagem, tomados
num sentido amplo. Esse narrador/viajante precisa persuadir as pessoas de “seu
mundo” sobre “um outro”, tendo que se enfrentar com o problema da tradução
(Espelho 228-229).
Uma das maneiras de traduzir a diferença é através da inversão, da cons-
trução de um “antipróprio”. Nos relatos de viagem e nas utopias, a inversão é
um dos elementos mais frequentes do discurso. Passa-se da diferença à inver-
são, como uma estratégia de inteligibilidade, de tradução. Mas a inversão não
é o único elemento discursivo. Outra estratégia discursiva fundamental é a
comparação, com o estabelecimento de semelhanças e diferenças, como mais
um mecanismo de tradução. Também se compara a partir da aproximação, do
paralelo e da analogia, utilizando-se a fórmula: a é para b como c é para d. Para
traduzir o “outro”, o narrador necessita criar mecanismos de inteligibilidade que,
em grande medida, reduz o “outro” ao já conhecido. A comparação, operada
dessa maneira, como mecanismo de tradução a partir do olhar sobre o “outro”,
“filtra o outro no mesmo”, transformando a diferença em algo passível de ser
assinalado, mensurado e dominado (Hartog Espelho 245).
As narrativas de viagem também dedicam, via de regra, um espaço às
“maravilhas” e curiosidades. Esse procedimento também é parte da “retórica
da alteridade”. Exalta-se a beleza, a raridade, a grandeza, o extraordinário, o
notável. Ou, por outro lado, a ausência de “maravilhas”. O narrador pretende
classificar e ordenar os fenômenos, auxiliando o destinatário a apreender o
desconhecido. Ele avalia, mede e conta, com o objetivo de revelar o que vê para
o leitor ou ouvinte, buscando um “efeito de realidade”, como nas expressões:
eu vi, eu percorri etc. (Hartog Espelho 249).
Hartog faz referência, ainda, ao que ele denomina de “terceiro excluído”.
Na “retórica da alteridade”, há uma certa incapacidade de abordar mais do
que dois termos de cada vez. Na impossibilidade de sustentar, de forma con-
vincente, uma alteridade com três polos, o narrador assimila um dos termos a
outro, transformando-a em uma dualidade, evidenciando a alteridade de dois
dos elementos presentes. E dá exemplo: ao tratar de citas, persas e gregos, para
realçar as diferenças entre citas e gregos, aproxima os persas dos últimos. Ou
seja, a retórica da alteridade tende a ser dual: um e outro. Ulisses, em suas via-

37
Kátia Gerab Baggio

gens, também “traça os contornos de uma identidade grega”. Nas palavras de


Hartog, “um homem-fronteira e um homem-memória”, um desses “viajantes
inaugurais que são eles próprios marcos de fronteiras, embora móveis”, seres
“intermediários e tradutores” (Memórias 15).
Hartog defende que esses viajantes, esses “homens-fronteira”, revelam uma
inquietação, dão lugar ao outro, mas sempre a partir do mundo grego. Sendo
a fronteira esse espaço de “movimento”, “de fechamento e abertura”, “espaço
entre dois”. Nas palavras de Hartog: “os gregos puderam, dizendo o outro,
pensar a si mesmos” (Memórias 17). Podemos asseverar que as narrativas sobre
os outros objetivam, em ultima instância, refletir, também, sobre o próprio.
Tomar relatos de viagem como fontes supõe que se leve em consideração,
inicialmente, a natureza e a forma das narrativas analisadas. Os relatos de
viagem podem ser escritos sob a forma de diários, memórias, cartas, crônicas,
relatórios etc. Nem sempre são escritos para serem publicados. Muitas vezes,
são rigorosamente pessoais, como, por exemplo, os diários ou as cartas íntimas.
Muitos relatos são, inclusive, mesclas de diferentes formas de narrativa. Entre-
tanto, há muitos relatos escritos com o objetivo explícito de serem publicados,
principalmente no caso de jornalistas, romancistas, diplomatas ou intelectuais
de diferentes áreas de atuação. E há também os relatórios de viagem, geralmen-
te frutos de expedições de natureza científica e/ou militar. E, na maioria dos
casos, os relatos são reelaborações de notas, apontamentos, rascunhos, esboços
ou diários de viagens (Franco 103). Além disso, vale destacar que, se muitos
relatos são publicados pouco tempo depois do retorno –meses ou alguns anos
após a volta ao lugar de origem–, outros só são editados muitos anos depois;
em alguns casos, só no final da vida do narrador/viajante, quando ganham
um evidente caráter memorialístico. Muitos relatos, além da narrativa textual,
incluem ilustrações, que podem ser esboços, desenhos, pinturas ou fotografias,
dependendo das habilidades do viajante e dos recursos tecnológicos à disposição.
Os registros visuais, acrescentados aos relatos, dão aos leitores a possibilidade
de “verificação empírica” das informações e impressões relatadas, fornecendo
às narrativas uma maior “validade e confiabilidade” (Salgueiro 304). Como
afirma Valéria Salgueiro, referindo-se aos viajantes europeus do século xxiii,
que circulavam pela própria Europa:
Os viajantes não desejavam apenas belas imagens, mas também vistas que
fossem lembranças visuais de fato do real [ou, pelo menos, assim com-
preendidas], isto é, que funcionassem também como registros topográficos.
Ainda que a projeção da fantasia pudesse estar presente, turistas queriam

38
I. Cruces históricos. Dos trópicos ao Prata

levar para casa, ao retornarem, imagens que pudessem documentar, para


si mesmos e para seus amigos e parentes, sua estada em um determinado
local; que fossem, enfim, registros de memória. (305).
É importante destacar, também, o surgimento de uma nova modalidade de
viagem, em fins do século xvii, e sua disseminação a partir das últimas décadas
do século seguinte, principalmente na Europa: o turismo ou a viagem por pra-
zer, gosto pela aventura, admiração pelas paisagens naturais e pelo “sublime”,
“edificação pessoal”, “amor à cultura”, à arte, à história, aos monumentos e às
ruínas, preferencialmente, as da Antiguidade clássica (Salgueiro 289-310). Em
finais do xix, o turismo de massa se expandia, com a ampliação da acessibilida-
de às viagens e a criação de infraestrutura –trens, embarcações a vapor para as
longas travessias, hospedarias confortáveis– e outras comodidades impensáveis
anteriormente. A partir dessa época, os viajantes passaram a ser denominados
de turistas e a figura do viajante, na sua individualidade, foi substituída pela
do turista, diluído na massa (Franco 121-123).
No caso dos relatos aqui selecionados, os três têm natureza jornalística.
Arthur Dias, como já anunciado, foi um dos cerca de 30 jornalistas5 que
acompanharam a visita do presidente Campos Sales –que governou de 1898
a 1902– à Argentina (37, 315). A estada de uma semana de Campos Sales em
Buenos Aires, de 25 de outubro a 01 de novembro de 1900, foi uma retribuição
à visita anterior do presidente argentino Julio Roca ao Brasil, em agosto do ano
anterior. Brasil e Argentina, entre fins do século xix e inícios do xx, tinham
interesses mútuos em fortalecer suas relações diplomáticas e comerciais.
Arthur Dias –que foi à Argentina como colaborador do jornal A Imprensa,
do Rio de Janeiro– publicou seu relato no ano seguinte ao da viagem, 1901,
e dedicou o livro ao próprio presidente Campos Sales. O extenso relato, com
317 páginas divididas em 29 capítulos, além do prefácio, tem início com a
partida no porto do Rio de Janeiro, em 22 de outubro de 1900, e termina com
o retorno à mesma cidade, no dia 13 de novembro. Inclui, além de descrições
dos caminhos, das cidades e da paisagem natural, inúmeras imagens (fotografias
e desenhos), sobre as quais não há indicação de autoria, deixando a suposição
de que seriam fruto do trabalho do próprio jornalista. O autor, no prefácio,
de março de 1901, anuncia que sua pretensão foi apenas a de fornecer “um
depoimento pessoal, espontâneo e despretensioso sobre a Argentina”, mas
com um caráter de “reportagem”, de descrição do “real”, na busca por tornar
conhecido, no seu país, o que “viu no alheio”. Afirma sua intenção de, com seu
5 
Informação dada pelo próprio Arthur Dias em seu livro.

39
Kátia Gerab Baggio

“relato de impressões de viagem”, colaborar para a aproximação das “repúblicas


da América” e para fomentar a “fraternidade internacional” (xi-xiv).
A bordo do navio Alpes, chama a atenção de Dias a presença de cerca de
1.500 emigrantes italianos, espanhóis, portugueses e franceses que se dirigiam
à Argentina. “Aglomeração enjaulada, oprimida entre as amuradas do Alpes”,
que, vinda da Europa, aportara em Santos, no Rio de Janeiro, para, depois,
seguir a Buenos Aires. O autor descreve as péssimas condições de viagem dos
emigrantes com riqueza de detalhes. Denomina esse transporte humano de
“tráfico branco” e, sobre esses viajantes, que abarrotavam a terceira classe, afirma:
Mas, se acolá, em verdade, essa massa é a escória, aqui se transforma em
semente; lá é resto, aqui é fundamento; lá é automatismo, aqui é vontade;
lá padecente e revoltada, aqui semeadora e pioneira; lá demasia, fermento,
destruição, aqui necessidade, nutrição e vida. Contendo nas veias duas
energias antagônicas, [...] segundo as circunstâncias lhe dão por teatro o
éden fecundo da América, ou a agrilhoam à gleba da Europa, que se lhe
estreita cada manhã, mais ingrata. (28-29).
Ao descrever o desembarque, o autor refere-se, brevemente, a um motim de
imigrantes da terceira classe –”insuflados”, segundo ele, por alguns viajantes da
segunda classe– que teria ocorrido, provavelmente, em razão da determinação
de desembarque na ilha de Martín García, no Rio da Prata, para fins de desin-
fecção. A ilha funcionava como lazareto e porto de quarentena. Ressalte-se que,
no período, as epidemias de febre amarela e de outras doenças provocavam um
grande temor. Os jornalistas brasileiros e demais membros da primeira classe
foram liberados para o desembarque, com a desinfecção apenas das bagagens.
Dias faz menção ao atraso de um dia no desembarque de todos os passageiros,
provocado pela violência da revolta, contida apenas pela ação repressiva de um
destacamento militar argentino.
Apesar desse “incidente”, o elogio à América, como terra da promissão e
das oportunidades aos desvalidos –que aparece claramente na citação anterior–,
continua dando o tom no relato de Dias. Após 9 capítulos e 86 páginas, nas
quais narra os acontecimentos da semana despendida no percurso de ida –apesar
da reconhecida monotonia e tédio dessa primeira etapa, há, no texto, várias
passagens bem humoradas, além de descrições espirituosas e irônicas sobre os
companheiros de viagem–, o relato ganha, a partir da chegada à capital argen-
tina, um evidente tom de exaltação.
As avaliações do autor sobre Buenos Aires são as melhores possíveis. Impres-
siona o entusiasmo com que o jornalista descreve a vida urbana buenairense,

40
I. Cruces históricos. Dos trópicos ao Prata

com riqueza de detalhes de sua conformação urbanística. Usa, repetidamente,


qualificativos como “cidade colossal, radiante de progresso e de opulência”;
equiparável aos “grandes centros cosmopolitas do globo”; com “encantos e
prestígios irresistíveis”; “ponto de repouso dos anseios da civilização em meio
dos desertos austrais”, “soberba metrópole sul-americana”, “belíssima capital”.
Exalta o “progresso”, o “extraordinário aperfeiçoamento” da urbe platina. Para
ele, Buenos Aires era uma “decisiva afirmação da vitalidade dos novos galhos
da árvore latina fora da Europa”; um “protesto irrecusável contra o preconcei-
to da incapacidade das sub-raças meridionais”; um “motivo de orgulho para
toda a família neolatina” (90-97). Elogia a população crescente; a atividade
portuária; o comércio pujante; as largas avenidas; a arquitetura exuberante
dos edifícios públicos, igrejas, casas comerciais, hotéis e teatros; os parques; os
meios de transporte –ferrovias, bondes elétricos, carros e o subway, cujo início
de construção já havia sido aprovado, em plena virada do século–; a iluminação
pública; a vida noturna; a pujança cultural; a produção artística; a imprensa.
Enfim, celebra todas as características da vida metropolitana buenairense. E
designa os portenhos como os “ianques do sul” (98-124).
Ao tratar do que ele denomina “os alicerces de uma nacionalidade”, enfatiza
a expansão e os investimentos no ensino público, momento em que, como não
poderia deixar de ser, enaltece o ex-presidente Sarmiento (125-126). Elogia,
também, os edifícios escolares e a infraestrutura de ensino, mas critica com
veemência o que ele chama de “praga dos povos latinos”: uma educação ba-
charelesca que não preparava os jovens para as “necessidades da vida moderna,
prática, industrial e utilitária” e para a competição com os “struggleforlifers”
(127-129). Chama nossa atenção que, no ano seguinte à publicação de Ariel,
do conhecido ensaísta uruguaio José Enrique Rodó –obra que, como se sabe,
circulou largamente em toda a América Latina, inclusive no Brasil–, Arthur
Dias toma uma posição oposta: defende uma educação pragmática, adequada
à sociedade urbana e industrial. O autor brasileiro não deixa dúvidas quanto
à sua “nordomania”, para usar a expressão de Rodó, em referência à influência
do modelo norte-americano de desenvolvimento e organização econômico-
social em todo o continente. Entretanto, Dias enfatiza que, na Argentina,
estava-se elaborando uma reforma educacional com vistas à formação técnica
e industrial (130-131).
Arthur Dias também destaca, como aspectos altamente positivos, a “con-
quista do deserto, a nacionalização da Patagônia, o apuramento da raça, [...] a
criação do sentimento de nacionalidade [e] a eliminação das velhas pretensões

41
Kátia Gerab Baggio

regionalistas” (133). Está evidente, nesse trecho, sua defesa da política de ex-
pansão territorial, dizimação de diversas etnias indígenas, incentivo à imigração
de europeus e consolidação da unidade nacional argentina, em contraposição
ao federalismo.
Além disso, Dias ressalta o aumento da produção industrial, o aper-
feiçoamento do setor agropecuário e a expansão do telégrafo e das ferrovias.
Para o jornalista brasileiro, o país vizinho havia alcançado um “alto estágio de
civilização”, em menos de meio século, após o término das guerras civis que
convulsionaram o território argentino durante toda a primeira metade do século
xix e já bem entrada a segunda metade daquele século (134).
Em relação aos “alicerces da nacionalidade”, Arthur Dias destaca, também,
o poder naval-militar argentino, dedicando um capítulo inteiro ao tema (135-
151). Os litígios fronteiriços com o Chile e a “iminência de uma guerra” com o
país andino, segundo o autor, teriam levado a Argentina a reequipar suas Forças
Armadas. Após visitar instalações militares, fornece detalhes em relação à capa-
cidade bélica argentina, tanto em relação aos armamentos quanto à capacidade
humana, elogiando o serviço militar obrigatório, “à prussiana”. O capítulo vem
ilustrado com várias fotografias dos batalhões, armamentos, navios e couraça-
dos. A riqueza de detalhes revela que o autor estabeleceu contatos influentes no
país vizinho e que estava, evidentemente, chamando a atenção das autoridades
brasileiras para, na visão dele, a necessidade de investimentos vultosos para as
Forças Armadas do Brasil, tornando-as compatíveis com todas as exigências da
“guerra moderna”. Lembremos que o autor dedicou seu relato ao presidente
Campos Sales e que, além disso, havia publicado, no ano anterior, os livros O
problema naval e Algumas páginas, nos quais defendeu a necessidade de uma
melhor organização naval-militar nas repúblicas sul-americanas.
Sobre a recepção de Campos Sales na capital argentina, em 25 de outubro de
1900, junto com sua comitiva –constituída por ministros, senadores, deputados
etc.–, Dias a descreve como uma grande festa popular (ainda que o autor da
narrativa tenha desembarcado em Buenos Aires somente quatro dias depois).
Segundo Arthur Dias, 24 e 25 de outubro foram declarados feriados; distribuiu-
se carne e pão para os pobres, “como no tempo dos romanos”; multidões acu-
diram do interior do país para as festividades; bandas de música tocaram pelos
principais pontos da capital; e “toda a imprensa” entoou em “uníssono o hino
da fraternidade americana” (154-155). O mandatário brasileiro foi recebido
pelo presidente argentino Julio Roca e pelo general Mitre. Dias transcreve as
notícias de vários jornais argentinos sobre a chegada do presidente brasileiro,

42
I. Cruces históricos. Dos trópicos ao Prata

entre eles La Prensa, El País e La Nación. As descrições de multidões aglome-


radas para participar da festa impressionam. Tudo é relatado para ressaltar,
de forma contundente, a confraternização entre os dois países: as solenidades
oficiais, as celebrações públicas, os banquetes, festas e bailes. O autor enfatiza a
presença popular nas praças e nas cerimônias em homenagem a Campos Sales
e à comitiva brasileira. Segundo ele, uma “multidão entusiástica” compareceu
às celebrações durante toda a semana de estada do presidente brasileiro em
Buenos Aires (capítulos 16, 17 e 18, 153-190). O jornalista brasileiro chega a
afirmar que todas essas cerimônias revelavam “a sistematização e solidariedade
da vida das províncias com a da capital da república, identificadas nas mesmas
sensações, nos mesmos pensamentos” (180), minimizando as divergências
históricas entre Buenos Aires e as demais províncias.
Voltando a tratar da população buenairense, Arthur Dias, em diálogo com
outro jornalista brasileiro que acompanhou a viagem de Campos Sales –Samuel
das Neves, correspondente do Correio Paulistano–, elogia “o grau de seleção
da raça”; a “quase ausência de mestiços” na cidade; a “ausência” de africanos
e descendentes e a avalanche imigratória europeia (193-196). Em suma, os
dois jornalistas destacam a “superioridade” e a “pureza” da “raça branca” na
população da capital argentina, conforme as concepções racialistas –e racistas–
hegemônicas na época. E ignoram ou minimizam a existência de populações
não brancas na capital platina.
O jornalista brasileiro valoriza no país vizinho, também, as “preocupações de
ordem prática”, ligadas ao desenvolvimento econômico, ao invés de “divagações
democráticas”, “teorias políticas” e “quejandas”. Elogia explicitamente o admi-
rável aumento da produção agroindustrial e do comércio exterior argentinos,
revelando, ao mesmo tempo e de forma explícita, desprezo pelo debate político
e pelas instituições democráticas (196).
O relato de Dias tem um caráter claramente oficioso, de celebração do
estreitamento das relações entre Brasil e Argentina e de exaltação do presiden-
te Campos Sales. Após o retorno do presidente brasileiro, vários jornalistas
permaneceram no país platino, inclusive o autor do relato aqui analisado. Os
últimos capítulos da narrativa são dedicados a breves viagens a províncias do
interior e litoral argentinos: Córdoba, Santa Fé e Entre Ríos.
O relato da viagem para outras regiões e cidades argentinas seguiu o tom
de celebração usado pelo autor acerca de Buenos Aires: exalta a qualidade das
ferrovias, o progresso econômico do interior etc. Nem a monotonia da paisagem
dos pampas chegou a esmorecer o entusiasmo do autor, pois “veio o imigrante”,

43
Kátia Gerab Baggio

cultivou a terra, dominou a “solidão” do deserto e transformou o pampa no “ce-


leiro da Argentina”, além de espaço de impressionante atividade pecuarista (231).
Os elogios se sucedem. Em Córdoba –segundo Dias, cidade nobre e austera,
mas, ao mesmo tempo, progressista–, o autor fez visitas à universidade, aos
edifícios públicos, às igrejas, e manifestou, novamente, impressões fortemente
positivas. Na província de Santa Fé, elogiou a produção de trigo e a presença dos
italianos, sendo que, ao visitar Rosário, principal cidade da província, enfatizou,
novamente, o impacto positivo da imigração europeia, o comércio, a arquitetura
e o ensino. E na cidade de Paraná, capital da província de Entre Ríos, destacou
sua tradicional Escola Normal. Ao visitar as províncias, Arthur Dias valorizou,
mais uma vez, o ensino público, mantido pelo governo federal, com sua ênfase na
“unidade e solidariedade nacional” e no combate “às pretensões cantonalistas”,
tendo chamado a atenção do jornalista, particularmente, os institutos normais,
responsáveis pela formação dos professores (235-244, 252-291).
La Plata –capital da província de Buenos Aires, cidade planejada a 52 qui-
lômetros a sudeste da capital da República e fundada havia apenas 18 anos–,
também mereceu seus comentários entusiásticos. Ainda que Dias não tivesse
tido tempo para ir a La Plata, trata de mencioná-la a partir das referências de
colegas jornalistas que a tinham visitado (297-300).
Conclui seu relato no mesmo tom que imprimiu ao longo de todo o
texto: de exaltação do país vizinho e dos seus evidentes avanços econômicos
e urbanísticos. Não há qualquer sombra de dúvida quanto à admiração e, ao
mesmo tempo, digamos assim, uma ponta de inveja em relação ao progresso
do país platino. A Argentina tornava-se, efetivamente, um modelo de desen-
volvimento e organização econômico-social para o Brasil nos inícios do século
xx. A comparação com o Brasil era inevitável e, ainda que Dias tenha evitado
fazê-la com frequência no livro, fica evidenciada, para o leitor, sua visão ao
mesmo tempo diplomática, entusiástica e de consideração da Argentina como
um país para o qual o Brasil deveria olhar e se espelhar para promover o seu
próprio desenvolvimento. Conforme Myriam Ávila, “descreve-se o exótico como
melhor (mais puro) ou pior (menos civilizado) do que o pátrio, mas é preciso
evitar fazê-lo aparecer como igual” (83). A Argentina, na virada do século xix
para o xx, representava, para muitos brasileiros, o espaço mais próximo da
civilização europeia em territórios sul-americanos. E o exotismo, entre países
latino-americanos, não se manifesta de maneira radical, o que possibilita um
olhar próximo, como o de Arthur Dias, misto de identificação e admiração
(Baggio “Magia”).

44
I. Cruces históricos. Dos trópicos ao Prata

O livro de Augusto Mario Caldeira Brant (1876-1968) –ou apenas Mario


Brant, como ele assinava seus trabalhos–, Viagem a Buenos Aires, foi publicado
no Rio de Janeiro em 1917, com 26 capítulos e 256 páginas. O relato foi resul-
tado da viagem do autor, como correspondente de O Imparcial, junto à missão
brasileira a Buenos Aires no ano anterior. A missão diplomática, chefiada por
Rui Barbosa, dirigiu-se ao país vizinho para as comemorações do centenário
da Declaração da Independência, ocorrida em julho de 1816, na cidade de San
Miguel de Tucumán.
Brant, de uma tradicional família de Diamantina, Minas Gerais –os Cal-
deira Brant, descendentes do contratador de diamantes português Felisberto
Caldeira Brant–, foi deputado estadual e federal por seu Estado. Em 1930,
aliado do grupo mineiro que apoiou Getúlio Vargas, assumiu a presidência do
Banco do Brasil.6
O relato de Brant tem boa dose de humor e ironia, que permeia o texto
como um todo. O autor não adota o tom laudatório de Arthur Dias e nem
o seu texto possui o mesmo caráter oficioso do primeiro. Mas não deixa de
enfatizar o cosmopolitismo de Buenos Aires; a riqueza e o luxo do comércio;
a abundância das livrarias; a largura das avenidas; a imponência dos edifícios
públicos, das casas comerciais e residências; a beleza dos templos etc. Também
exalta o rápido crescimento populacional da capital, a imigração e o predomí-
nio das “melhores raças”. Em meio a comentários espirituosos sobre expressões
usuais do castelhano falado em Buenos Aires, sobre a pronúncia e o vocabulário
locais, Mario Brant vai descrevendo a cidade (29-51).
O narrador mescla descrições da cidade a referências sobre sua história e
comentários sobre os costumes de seus habitantes. Diferentemente do relato de
Arthur Dias, o de Brant não se limita ao centro de Buenos Aires e aos bairros das
classes média e alta. Descreve os bairros dos trabalhadores, como Barracas e La
Boca, com suas casas de zinco e crianças mal agasalhadas no inverno platino, em
pleno mês de julho. Faz referência à inadequação das habitações populares aos
rigores do inverno gelado e do verão sufocante e aos contrastes entre os bairros
operários e os bairros mais ricos, como Palermo, com residências luxuosas e de
“bom gosto” arquitetônico. Visita os parques, os cafés, confeitarias, tabacarias,
livrarias, clubes, teatros, cinemas, museus, galerias de arte; comenta sobre a
elegante vida social e cultural, a imprensa, o sistema de saúde, o gosto pelos
6 
Mario Brant casou-se, em 1900, com Alice Dayrell Caldeira Brant (1880-1970), que ficou
conhecida por seu livro Minha vida de menina –publicado em 1942, sob o pseudônimo de
Helena Morley-, diário escrito na adolescência da autora que retrata a vida cotidiana na cidade
de Diamantina, em fins do século xix.

45
Kátia Gerab Baggio

esportes. Enfim, sobre todos os signos do cosmopolitismo e da “civilização”


(68-109, 119-123).
Como já havia feito Arthur Dias, Brant enfatiza a menor incidência da
“fusão de raças” como um aspecto altamente favorável ao desenvolvimento.
Destaca a imigração europeia e a presença do que ele denomina “tipo latino
sadio”, além de considerar positiva a quase ausência de negros, não adaptados,
segundo ele, ao rigoroso inverno do país platino. A “seleção da raça” teria fa-
vorecido o progresso (50, 94, 142, 195-199).
Também elogia o ensino público argentino, em todos os níveis, do primá-
rio ao superior. E, como Dias, ressalta o moderno sistema de transportes, com
destaque para o metrô, o trem subterrâneo de Buenos Aires, “o mais perfeito
de quantos existem na Europa ou na América”. Destaca, também, a eficiência
do sistema de filtragem e purificação da água, assim como, do serviço policial,
além de outros serviços públicos (153-187).
Especialista em economia e finanças –como já mencionado foi presidente,
por duas vezes, do Banco do Brasil–, Brant discorre sobre o custo de vida; o
valor dos salários de acordo com as diferentes profissões; o sistema monetário;
o déficit público (principalmente nas províncias); o sistema tributário e o co-
mércio externo. Elogia a produção de cereais, a mecanização da agricultura e,
claro, a pecuária (principalmente a melhoria dos rebanhos). Reproduz a visão
da historiografia liberal antirosista, ou seja, a ideia de que todos os avanços
econômicos ficaram paralisados à época de Rosas (111-117, 201-223, 241-
243). Faz uma excursão a La Plata e compara a capital da província de Buenos
Aires com Belo Horizonte, a capital de Minas Gerais, planejada como a cidade
platina e inaugurada 15 anos depois (125-134). Nas suas considerações finais,
após 20 dias em Buenos Aires, breve estada em La Plata e rápida passagem por
Montevidéu, Brant valoriza o sentido de confraternização da viagem de 1916,
capitaneada por Rui Barbosa. Anteriormente, o autor já havia afirmado, em
seu livro, que “os equívocos entre as duas nações nunca existiram realmente”,
tendo sido apenas “importunos zumbidos de besouro, sem nenhuma significação
nem consequências” (71).
O texto de Mario Brant tem um caráter muito menos encomiástico que o
de Arthur Dias; não tem o tom oficioso do outro e é farto em gracejos e humor.
Mas, como já apontamos, assim como no relato de Dias, toma a Argentina
–e Buenos Aires em particular– como o espaço mais civilizado e moderno da
América Latina. Entretanto, revela um espírito mais crítico, como, por exemplo,
ao tratar da política econômica, que, segundo o autor brasileiro, ao beneficiar

46
I. Cruces históricos. Dos trópicos ao Prata

os exportadores, prejudicava todo o restante da população, além de contribuir


para o déficit público, a inflação e o aumento da dívida externa (229-239).
O terceiro relato sobre o qual vamos nos deter é o de Luiz Amaral, jornalista
que empreendeu uma viagem de mais de 20 mil quilômetros atravessando os
Estados de São Paulo e Mato Grosso, o Paraguai, a Argentina e a fronteira do
Brasil com a Bolívia, durante três meses. Sua cansativa e, ao mesmo tempo, rica
jornada foi descrita no livro A mais linda viagem, publicado em São Paulo, em
1927. Dos três relatos, é o mais curto, com 113 páginas distribuídas por seis
capítulos, além de dez fotografias tiradas pelo próprio autor.
Dados os objetivos deste texto –analisar relatos de viagens de brasileiros pela
Argentina e, no caso de Luiz Amaral, suas estadas no Paraguai e na fronteira
boliviana–, não vou me deter no percurso do autor pelo interior de São Paulo
e pelos atuais Estados do Mato Grosso do Sul e Mato Grosso.7 Apenas chamo
a atenção para as dificuldades da jornada, relatadas pelo autor e, ao mesmo
tempo, para a surpresa ao se deparar com mais desenvolvimento na região do
que supunha. Amaral elogia o crescimento de Campo Grande e a presença de
imigrantes japoneses, que, segundo ele, estavam perfeitamente adaptados à
região e desenvolviam importante atividade agrícola no cerrado (11-14).
Na fronteira com o Paraguai, região do Chaco –ou Pantanal, conforme a
denominação brasileira–, o autor descreve a fauna com admiração e afirma: “é o
domínio completo da natureza”. Mas, ao entrar no país vizinho, o autor quase
imediatamente explicita o “atraso” paraguaio em relação ao Brasil, fruto, ainda,
segundo ele, da Guerra da Tríplice Aliança, encerrada mais de 50 anos antes.
Para Luiz Amaral, o Paraguai ainda vivia, nos anos 1920, a “catástrofe moral”
da derrota de 1870, insulado nas “convulsões internas” e na “xenofobia”. Nas
palavras do autor, o Paraguai não teria tomado “conhecimento do progresso”
e era um país de pobreza e corrupção. A capital do país, Assunção, não estaria
melhor, caracterizada como uma cidade “velha” e “atrasada” (20-28).
O autor incluiu em seu livro, como já observamos, algumas fotos. No caso
do Paraguai, apenas uma foto de duas mulheres indígenas, da etnia chamococa.
A título de comparação, no caso do Mato Grosso, o autor expõe fotos de belas
paisagens: um trecho da serra entre Aquidauana e Miranda; o Rio Paraguai,
em cujas margens aparecem os trilhos da ferrovia Noroeste do Brasil; o Jardim
Público de Corumbá etc.. Por outro lado, caracteriza o Paraguai por sua “vida
urbana nula”, pela “miséria nacional”, pela ausência de comércio, pela deso-

7 
O Estado do Mato Grosso foi dividido, em 1979, em dois: os atuais Estados do Mato Grosso,
cuja capital é Cuiabá, e Mato Grosso do Sul, com capital na cidade de Campo Grande.

47
Kátia Gerab Baggio

lação e despovoamento. E conclui: “a melhor medida desse atraso é o fato de


ao paraguaio bastar [...] o guarani, idioma paupérrimo [...], gutural, ofensivo
à garganta de quem fala e aos ouvidos de quem ouve”. É evidente o contraste:
o centro-oeste do Brasil se desenvolvendo a olhos vistos e o Paraguai parado
no tempo, herdeiro das ditaduras do século xix e ainda marcado pela forte
presença indígena. O Paraguai é, explicitamente, para Luiz Amaral, sinônimo
do atraso e da quase completa ausência de elementos da modernidade (14, 30,
33). Em certa medida, uma visão sobre o Paraguai, como espaço do atraso,
que se perpetua no Brasil.
O autor relata, também, seu percurso pela fronteira com a Argentina:
de Encarnación, no Paraguai, a Posadas, capital da província argentina de
Misiones. Na primeira cidade, o retrato da barbárie; na segunda, elementos
de civilização. A bordo de um trem, Amaral atravessa as províncias argentinas
de Misiones, Entre Ríos, Corrientes e Buenos Aires. Ao atravessar os pampas,
“imenso pasto... imenso pasto...”, Amaral afirma ter sentido “saudades incon-
tidas do Brasil”, de sua paisagem, da natureza da pátria e da “alegria”. O autor
vê os pampas como sinônimos de tristeza. As fazendas eram “provisórias”, pois
os fazendeiros e suas famílias, segundo Amaral, moravam em Buenos Aires. As
cidades do interior, mesmo as capitais de províncias, também eram espécies de
“acampamentos”, com todos esperando o dia de transferirem-se para Buenos
Aires. O jornalista brasileiro chega a afirmar que “a Argentina está quase toda
em Buenos Aires”. Compara as cidades argentinas com as brasileiras –mesmo
as que não eram capitais de Estados–, com grande vantagem, segundo ele, para
as últimas, consideradas como “centros de civilização” (38-41).
Entretanto, ao referir-se a Buenos Aires, a avaliação se altera: para Luiz Ama-
ral, a capital da república argentina era “a grande metrópole de toda a América
espanhola”, a “segunda cidade da Raça Latina –logo depois de Paris”. Compara
Buenos Aires ao Rio de Janeiro, avaliando a superioridade portenha em muitos
aspectos: comércio pujante, luxo, diversões, vida social, produção cultural e
intelectual, imprensa, arquitetura. Por outro lado, considera o buenairense
“frio”, “melancólico”, como o tango, sem a luz solar e as belezas naturais do
Rio de Janeiro. Mantém-se, também aqui, antigas dicotomias e representações.
Amaral vê a vida metropolitana de Buenos Aires, entretanto, como perigosa
para as populações do interior, atraídas pela riqueza, mas, com frequência,
envolvidas pelos “vícios”. Além disso, as províncias seriam entregues aos “alie-
nígenas”. Numa visão explicitamente nacionalista, afirma: “a alma nacional, é
na província que se forma. Se é plasmada por alienígenas, ela trará, para todo

48
I. Cruces históricos. Dos trópicos ao Prata

o sempre, a ficha do estrangeiro a cujas mãos foi confiada” (44). No período


entreguerras, de grande força das concepções nacionalistas, aparece em Amaral a
dicotomia entre tradição e cosmopolitismo, numa perspectiva que, sem dúvida,
dava primazia à primeira.
Nesse sentido, o jornalista brasileiro chama a atenção do leitor para o sig-
nificativo crescimento do movimento operário no país platino, segundo ele,
com um número cada vez maior de “agitadores”, um “socialismo forte” e um
“crescente bolchevismo”. Afirma que Buenos Aires era um “viveiro de ideias
sociológicas avançadas e perigosas” e que o proletariado, “vasto”, era constituí-
do por “elementos internacionais” e “pregadores de princípios dissolventes”,
ou seja, o anarquismo, socialismo e bolchevismo. Para ele, os sindicatos eram
organizados não para a defesa dos interesses das categorias profissionais, mas
para o “combate sistemático”. Eram, para Amaral, “órgãos dos ódios de classes”.
Ao avaliar a situação político-social argentina, o brasileiro adverte seus leitores:
“julgo, portanto, possível uma sucursal da Rússia vermelha na América do
Sul”, com o consequente “aniquilamento de uma nação próspera”. E alerta os
brasileiros sobre a “inquietadora questão social” argentina, torcendo para que
“quiçá não prejudique os vizinhos” (55-56). Vale ressaltar que Luiz Amaral
publica seu livro após mais de uma década de governos radicais na Argentina,8
que adotaram um discurso e medidas antioligárquicas, provocando a oposição
das vertentes e dos grupos mais conservadores.
Nos capítulos finais de sua narrativa, o autor trata de sua estada na cidade
boliviana de Puerto Suárez, na fronteira com o Brasil, próxima a Corumbá.9 As
palavras dirigidas aos bolivianos ressaltam sua hospitalidade e gentileza. Mas a
ênfase nessa etapa da viagem é dada à natureza da região fronteiriça entre Brasil
e Bolívia. A seguir, o viajante volta a Corumbá e dirige-se depois a Cuiabá, per-
correndo o interior do Mato Grosso. Além da exaltação dos encantos naturais,
particularmente da fauna, e dos comentários sobre as enormes dificuldades do
caminho, Amaral faz referência a populações indígenas com as quais se depara.
Sobre elas insere no relato apenas as observações, em certo sentido previsíveis,
acerca da sua vida rudimentar e primitiva.
Ao discorrer sobre Cuiabá, enaltece a unidade nacional, a despeito do
gigantismo do território brasileiro e das dificuldades nas comunicações e trans-
portes. Segundo Amaral, a unidade do país era garantida, em grande medida,
em razão da preservação das tradições, pelos usos e costumes “idênticos em

8 
Radicais, no sentido de membros da União Cívica Radical, partido argentino fundado em 1891.
9 
A cidade de Corumbá, atualmente, está situada no Estado do Mato Grosso do Sul.

49
Kátia Gerab Baggio

todas as partes do país”, que “falam eloquentemente à alma nacional” (88-89).


O autor, diversamente de Arthur Dias e Mario Brant, sente-se atraído, em fins
da década de 1920, pelas festas e tradições populares, muito mais do que pelo
cosmopolitismo “sem poesia” dos grandes centros urbanos. Mas, nessa defesa
das tradições, há avaliações díspares: Assunção era “velha e atrasada”; em com-
pensação, Cuiabá mantinha as tradições e as heranças históricas, contribuindo
para “garantir” a nacionalidade brasileira. Além disso, o autor não reconhece
as diferenças culturais existentes entre as diversas regiões do Brasil.
O livro de Amaral dá mais destaque ao centro-oeste brasileiro –mais espe-
cificamente ao Mato Grosso– do que aos países hispano-americanos que visita.
Seu tema central é a “descoberta” do interior “desconhecido” do Brasil, como
o próprio subtítulo da obra anuncia. Num contexto de rápidas transformações
sociais e culturais e de profusão de sentimentos relacionados ao risco de perda
das tradições, Amaral não demonstra o mesmo entusiasmo com a modernização
que transparece nos dois relatos anteriormente analisados, principalmente na
obra de Arthur Dias. Com concepções mais conservadoras, Luiz Amaral revela
o temor com o crescimento do movimento operário e o fortalecimento das
esquerdas, e elogia as tradições populares dos sertões do Brasil.

Considerações finais
Em uma perspectiva comparativa acerca das três narrativas –particularmente
sobre Buenos Aires e, num sentido mais amplo, sobre a Argentina–, podemos
afirmar que o livro de Arthur Dias tem um caráter praticamente oficial, tomando
a Argentina como “modelo” para o Brasil. Só vê no país vizinho aspectos posi-
tivos e celebra o esforço de aproximação diplomática efetivado nos primeiros
anos da República brasileira. Há, em Dias, um evidente deslumbramento com
o progresso argentino.
O relato de Mario Brant também representa a Argentina –especialmente,
Buenos Aires– como o espaço da civilização na América Latina, mas sem o
mesmo grau de entusiasmo de Arthur Dias. Há, inclusive, uma certa critici-
dade, principalmente ao tratar da má qualidade de vida nos bairros operários
e nas restrições que faz em relação à política econômica, que, segundo ele, não
tinha rigor no controle do déficit público, comprometendo a manutenção do
progresso do país.
Luiz Amaral, como já evidenciamos, também vê Buenos Aires como a cidade
mais civilizada da América Ibérica. Entretanto, em seu livro, a questão social,

50
I. Cruces históricos. Dos trópicos ao Prata

o temor pelo crescimento do operariado –as “classes perigosas”–, o avanço das


ideias socialistas, o risco de “contaminação” do Brasil por concepções e movi-
mentos “dissolventes” –ou, em termos mais recentes, “subversivos”–, aparecem
com ênfase.
É importante ressaltar que os livros foram escritos em contextos diversos.
Em 1901, a preocupação principal de Dias foi com o incremento das relações
diplomáticas e comerciais entre Brasil e Argentina. Quando Brant publicou
seu relato, em 1917, as principais cidades brasileiras vivenciavam importantes
movimentos grevistas e Brant preocupou-se com a questão social argentina,
chamando a atenção do leitor para os contrastes entre os bairros ricos e os
bairros operários de Buenos Aires. Em 1927, ano da publicação do livro de
Amaral, as esquerdas se fortaleciam no Brasil –o Partido Comunista Brasileiro
(pcb) havia sido fundado apenas cinco anos antes–, as cidades se moderniza-
vam, os costumes se alteravam, a indústria crescia e, ao mesmo tempo, reações
conservadoras e nacionalistas se faziam ouvir.
Por fim, endossamos, novamente, a relevância do uso dos relatos de via-
gem como fontes históricas, muito ricas para analisar a circulação de ideias e
a construção de visões sobre diferentes países e regiões. Os relatos publicados
por jornalistas, particularmente, revelam, em grande medida, o que podemos
denominar de “imaginário coletivo” ou, ao menos, o que se pretende construir
como um “imaginário coletivo”. Ao mesmo tempo, reafirmam o lugar funda-
mental da imprensa na construção de visões sobre o “outro”.
Nesse momento, retomamos a pergunta: de que fala o viajante? Do próprio
ou do outro? Ou do próprio e do outro? Consideramos que a última equação
é a mais pertinente.

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51
Kátia Gerab Baggio

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52
Pampa bárbara, casa grande,
hombre cordial
Marcela Croce*1

Entre los múltiples géneros que provee la escritura para desarrollar un pensa-
miento, el ensayo es el que permite mayor libertad de avance. Desde las arbitra-
riedades que establece Montaigne en su inauguración, pasando por los desafíos
formales que encuentra en esta forma Georg Lukács, insistiendo en la idea de
Adorno según la cual se trata de “una cortesía” del pensamiento y recalando
en la definición barthesiana según la cual es el texto que se escribe cada vez
que en una lectura se levanta la cabeza para detenerse en una frase, el ensayo se
escurre de una tipología estricta y por lo mismo invita a todas las permisiones.
En el ámbito latinoamericano se produce un cambio evidente en su ejercicio
desde mediados de los años 50. Si hasta entonces su predominio garantizaba las
impresiones personales de un autor –sin desdeñar la posibilidad de que el mis-
mo se erigiera en portavoz de una comunidad, en vehículo de discursos ajenos
y en espacio de tránsito de prejuicios–, a partir de ese momento comenzará a
integrar elementos que le proveen cierta rigurosidad. En la etapa intuicionista
previa tengo que ubicar a los autores que escogí. En el mismo 1933, en países
limítrofes –a menudo enfrentados por razones absurdas, instigados a la beli-
cosidad y a la competencia, que si entonces se resolvía mediante sus figuras
políticas, hoy se ha degradado en ostentación monumental y torneo futbolero–,
*
Marcela Croce es profesora de Literatura Latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras
(uba), donde dirige proyectos de investigación y dicta la cátedra “Problemas de Literatura
Latinoamericana”. Es autora de Contorno. Izquierda y proyecto cultural (1996), Osvaldo Soriano:
el mercado complaciente (1998), David Viñas: crítica de la razón polémica (2005), Enciclopedia de
Borges (2008, en colaboración con Gastón Gallo), El cine infantil de Hollywood (2008, de próxima
reedición) y Jacqueline du Pré. El mito asediado (2009). Además, es compiladora de dos volúmenes
de discusiones y entredichos: Polémicas intelectuales en América Latina (2007) y La discusión como
una de las bellas artes (2008), y directora de dos tomos de Latinoamericanismo (2010 y 2011).

53
Marcela Croce

Ezequiel Martínez Estrada y Gilberto Freyre resuelven pontificar sobre el país


y su sociedad. Los dos intelectuales perturbados por los efectos del golpe del
30 (el de Uriburu en la Argentina “infame”, el de Vargas en el Brasil proto-
fascista) elaboran filosófica y discursivamente su desazón, como espectrografía
abrumadora o como autobiografía clasista.

Desierto y determinismo
Primera verificación: Martínez Estrada demuestra discursivamente la autonomía
de lo arbitrario frente al rigor de la argumentación. Dicho de otro modo: los
argumentos de Radiografía de la pampa de 1933 tienen una organización retó-
rica antes que filosófica. La ficción domina sobre el pensamiento; la semiótica
pampeana resulta así confiscada por la ley del absurdo y asistida por el equívoco
como símbolo. Contaminados por la extensión pampeana, consustanciados con
ella, los errores se vuelven pródigos en los territorios australes de América, ese
espacio conocido merced a la impericia y a la falla de cálculo de los españoles
renacentistas que en tal sentido se asimilan al pueblo masificado que Martínez
Estrada denunciará en La cabeza de Goliat (1940): “como no creen en la reali-
dad, tienen que creer en la barbaridad” (188).
El ensayista insiste en la destrucción discursiva como operación natural que
cumple el desilusionado. En el trastorno constante que opera sobre lo europeo,
Sudamérica es capaz de infinitas perversiones: en el plano económico, la que
involucra la confusión entre precio y valor; en el nominal, la identificación
inmediata del nombre con la cosa. A la argumentación que avanza por oxímo-
ron le corresponde la convicción que se asienta en lo contradictorio: todo lo
existente es producto de una negación. En la terquedad de sustraer cualquier
condición épica al conquistador sudamericano, la parábola heroica se desbarata
en el remolino confuso del guapo, capaz de soportar la tragedia de la erosión
sin altisonancia. Como tipo que no adquiere proyección queda excluido de
la tradición, y lo que se ha fraguado como su idiosincrasia es para Martínez
Estrada apenas obstinación histórica.
El determinismo en el que se empecina destila desasosiego: resistencia y
no creatividad –reacción en lugar de acción, en los términos nietzscheanos a
los que acude para certificar su pretensión filosófica según la cual lo activo del
pasado atrae con el poder de las fuerzas regresivas–; violenta toda ocupación
en usurpación. De allí que la política americana tenga su émulo en la casa de
tolerancia, a la que sobreviene el ensayo como denuncia intolerante mediante

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I. Cruces históricos. Pampa bárbara, casa grande, hombre cordial

una serie de simplificaciones que entrevén el resentimiento como identidad


pampeana, las multitudes argentinas como representantes urbanos del ganado
cimarrón y la ciudad liberal como analogía de los alambrados campestres.
La argumentación regida por contradicciones –sustraídas a toda voluntad
de dialectización– diseña un combate textual que convierte el corpus de la obra
en un “cuerpo a cuerpo” asociado al cuchillo, reproduciendo el duelo criollo en
la escansión discursiva. El cuchillo domina por la tradición (“esa tendencia a
manejar el arma corta”), por la función (“se hizo cruel, porque el cuchillo como
elemento de trabajo es feroz”), por el aspecto (“va escondido […] participa
del hombre más que de su indumentaria”), por la intención (“por su tamaño
impide que nadie tercie en la lucha”) (Martínez Estrada Radiografía 32-33).
Es un arma para desplazarse con soltura, indispensable en una geografía reacia
a crear hábitos sedentarios, donde el “problema de la extensión” es a medias
determinismo del terreno y a medias efecto del desaliento.
La proliferación de negaciones y de prefijos privativos que despliega el
pesimismo del radiógrafo es presentada como marca de la condición regresiva
de Sudamérica, regulada por una entropía funesta. A una región persistente
en el error y obstinada en la paradoja le conviene un estilo que si no cae en la
letanía es porque desdeña el lamento desconsolado y se pronuncia por la condena
inapelable. La disimetría retórica confirma la distancia entre Freyre y Martínez
Estrada, un desplazamiento que conduce de la oligarquía en decadencia a la
clase media sin perspectivas.
El trueque de los “hombres representativos” en “hombres desesperados” replica
en los años 30 aquella tendencia del siglo xix y principios del xx por la cual los
sujetos pretenciosos enuncian sus campañas militares como autobiografías que
confunden la historia. Allí resuena el Sarmiento de Campaña en el Ejército Grande,
boletinero elevado a héroe, no menos que el cronista del Diario de una expedición
de Euclides da Cunha, devenido denunciante frente al escándalo del exterminio
que se impone en la formulación definitiva de sus impresiones en Os Sertões.
Correlativamente, las memorias escritas en el destierro o en el asilo equivalen a la
clandestinidad de la vida indígena; y “si la vida del indio es clandestina, la historia
de Suramérica es apócrifa” (Martínez Estrada Radiografía 64).

Pampa bárbara, casa grande


Del desafío a la lógica se pasa a la sociología determinista que deriva en socia-
bilidad rudimentaria, sin anfractuosidades ni sorpresas, sin intimidades, a la

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Marcela Croce

manera en que Borges sostenía que en la pampa prosperaban “esas amistades


inglesas que empiezan por excluir la confidencia y que muy pronto omiten el
diálogo” (“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”). El pueblo mismo es en la pampa un
malentendido; sus órganos de comunicación son instrumentos de agresión
antes que de sociabilidad. Y agregaría: la distancia que va de Martínez Estrada a
Borges –quien etiqueta al radiógrafo de la pampa como “escritor de espléndidas
amarguras” (“Nota”)– queda salvada por la presencia fascinante de Guillermo
Enrique Hudson, ese apasionado de la naturaleza local.
La mediación de Hudson, a quien el vehemente ensayista le dedica un libro
admirativo (El mundo maravilloso de Guillermo Enrique Hudson 1951), marca
un vínculo también entre el plebeyismo martínez-estradiano y la aristocracia
de Freyre. El plebeyismo es la patología social sudamericana que conviene a la
expansión del caudillismo y genera la figura del denostador pampeano, quien
no desdeña la función del baqueano (el Calíbar de Sarmiento adaptado por la
sociología de Simmel) ni vacila en convertirse en agrimensor de los males na-
cionales entre los que sobresale el ejército, esa institución golpista que trastorna
su papel de ortopedia estatal para marcar el desvío antes que la entronización
de la norma o los afanes de la “corrección”.
La hipocresía y el cáncer que carcomen al compadre son derivaciones te-
ratológicas del cinismo y el fanatismo arrastrados por los conquistadores con
su Evangelio de Loyolas y Príncipes maquiavélicos. En Freyre, en cambio, el
jesuitismo es influencia positiva, no azote adicional integrable al Manual de
patología política (1899) que, en la serie de Agustín Álvarez, Martínez Estrada
continúa con empecinamiento. El determinismo espacial de la llanura impregna
cualquier proyecto con el tedio del relieve inmutable. La ostentación de las
fachadas prueba la persistencia de un desastre: no hay interiores sino pura ex-
terioridad; así, el radiógrafo se obstina en definir la esencia barrial condenando
incluso sus repercusiones literarias. Por eso se encara con Boedo que prohijó al
guarango, ese protagonista de los espectáculos masificados que reponen en el
siglo xx las luchas entre unitarios y federales.

Regionalismo y lusotropicología
La impregnación del caudillismo federal registra variantes en el Recife de Fre-
yre. El recorrido colonialista que cumple desde Pernambuco hasta Lisboa y de
allí hacia Angola tiene su reproducción textual en el itinerario por el Nordeste
brasileño asociado al sur norteamericano que tantas semejanzas arrastra con

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I. Cruces históricos. Pampa bárbara, casa grande, hombre cordial

la campaña rosista. El recorte regional señala una elección metodológica que


descarta la lucha de clases como mito de marxistas y en su lugar reivindica la
función social del mestizaje en cuanto atenuación de la rigidez feudal, mientras
el materialismo solo se admite en términos esencialistas. Así, la casa grande
es modelo de unidad nacional, aunque en sus cimientos “el sudor y a veces
la sangre de los negros” fungieron de argamasa para esa “consistencia casi de
fortaleza” (Freyre xli).
La arquitectura sólida procura compensar la precariedad social. Por eso,
la abolición de 1888 representa un derrumbe que trueca la sociedad esclavista
en improductiva, como víctima de una degeneración. La antropología cultural
no cumple un auxilio efectivo en este punto: la arbitrariedad que opone tesis
prejuiciosas a hipótesis demostrables liquida el método y revierte el ensayo
científico en expansión literaria, como destaca Darcy Ribeiro en el prólogo
a Casa grande & senzala. Freyre hubiera preferido acaso otro presentador, el
conde de Keyserling –eventual mediación con Martínez Estrada–, quien en su
recorrido brasileño alucina “figuras con aire escandinavo y negroides” (7) que
se sobreimprimen a la colección freyreana de pardos de variada procedencia
africana, indígenas de todo el territorio, portugueses descastados, holandeses
transitorios, árabes de arraigo peninsular y judíos usureros.
Los enfoques de Martínez Estrada y Freyre se enfrentan en la filogénesis:
a la conquista española, básicamente feudal, el brasileño opone la dominación
portuguesa orientada hacia el capitalismo. El eticismo ambiguo del antropólogo
nunca se detiene en el costo físico de esta forzosa creación de valores, como
tampoco trepida en condenar sobre los judíos las mismas empresas dinerarias
que aprueba en los peninsulares a quienes atribuye un paganismo fundamen-
tal, más apto para la cordialidad que el cristianismo punitorio de las colonias
españolas, cuya huella brasileña es el rigor de una Inquisición que reservó toda
intimidad al confesionario y relegó al siglo xx la manifestación de una literatura
autobiográfica significativa.
El portugués está a mitad de camino entre identidades en colisión: “Un
español sin la llama guerrera ni la ortodoxia dramática del conquistador de
México y de Perú; un inglés sin las duras líneas puritanas. El tipo del con-
temporizador. Ni ideales absolutos ni preconceptos inflexibles” (Freyre 263).
Como la empresa conquistadora es impulso aristocrático, el acceso portugués
al Nordeste queda marcado por ese rasgo. Los excluidos de la aristocracia son
intermediarios dedicados a enriquecerse en la errancia. Nuevamente los judíos
resultan desestimados, ahora en su carácter de “enemigos del trabajo manual”

57
Marcela Croce

por el cual anticipan a los intelectuales dedicados a actividades improductivas.


También en este sector es posible verificar el pasaje de la aristocracia a la clase
media, de la casa grande a la oficina pública, de la administración estanciera
al puesto oficial.
El tópico martínez-estradiano del determinismo pampeano, sumado a la
decadencia española, es paralelo al tópico freyreano según el cual Portugal no
impuso una civilización sino que corrompió las que encontró. Pero la perspectiva
de Freyre se especializa en el optimismo, resistiendo las recaídas apocalípticas
del argentino de nombre profético. La voluntad de vincular todas las influencias
en Brasil lo orienta a desarrollar una disciplina novedosa, cuyas categorías se
disuelven en la imprecisión y el impresionismo bajo el nombre de “lusotro-
picología”. No es ajena al determinismo pero prefiere el carácter gozoso de lo
que en el argentino es desdicha constante. Pastor evangélico contra el profeta
irreductible, confía en el trópico como zona de adaptación. Por eso, a diferencia
de Martínez Estrada, el cierre de su ensayo no reclama “vivir unidos en la salud”
(Radiografía 256), sino que se esfuerza en ver en la perdurabilidad de algunos
rasgos el vigor de una cultura configurada como nación en esa conciliación
forzosa que predica la cordialidad ante el temor patológico de la lucha de clases.

La nación y la región
En 1936, Sérgio Buarque de Holanda publica Raízes do Brasil. Retrospectiva-
mente, Antonio Candido convierte al ensayista en voz generacional y no vacila
en asociar su práctica con la que Benjamin recomendaba para una historia eficaz:
no se trata de evocar el pasado como fue sino como destella en un momento de
peligro (Benjamin). El diagnóstico que encara este fiscal del Estado Novo tiene
un afán científico y aparece liberado de la suficiencia indignada que impregna
a Martínez Estrada y de la nostalgia antropologizada por Freyre. La tendencia
hacia una sociología brasileña convendría ubicarla en la perspectiva de otros
ensayos epocales como Formação do Brasil contemporâneo (1940) de Caio Prado
Júnior, aunque es justo agradecerle a Sérgio que decline la superstición de las
estadísticas que campea en los enfoques de esa índole y reconocerle el esfuerzo
dialéctico reticente ante las expansiones dualistas. La elección metodológica
promueve el abandono de esquematismos tan extendidos, filtrando la sociología
alemana por el tamiz del impresionismo brasileño. Georg Simmel y Max Weber
ofrecen algunas categorías y confluyen en otras con el antecedente de Ribeiro
Couto al que Sérgio acude para elevar a tipo nacional el señalamiento que su

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I. Cruces históricos. Pampa bárbara, casa grande, hombre cordial

antecesor había formulado sobre el hombre cordial, de profusa y polémica


descendencia (Ribeiro Couto 3).
En el manejo indiscriminado de los modelos germanos y las percepciones
locales, Sérgio representa un momento de la historia intelectual brasileña en
que el dominio de herramientas teóricas se pone al servicio de una explicación
comunitaria, de modo que la nacionalización del saber (aunque sea erigiendo la
región en carácter nacional, como reclama Freyre) es menos una característica
que una condición del ensayo sobre el “ser nacional”, evacuando la degeneración
intelectualista por la cual el saber se convierte en “factor de prestigio para quien
sabe” (Candido en Buarque de Holanda 17). Dos hechos notorios confluyen en
esta práctica: uno es el peso de la opinión extranjera en el origen del pensamiento
propio. La categoría de influencia, como ya advirtiera Rafael Gutiérrez Girardot
(1987), no solo resulta contraproducente sino que en su enunciado mismo revela
la sujeción colonial de quien la recibe. Valiéndose de la sociología alemana con un
desparpajo que lesiona cualquier pretensión hegemónica, Sérgio procede como
el escritor argentino de la provocación borgeana; a su vez, citando la opinión del
viajero Herbert Smith (y manteniéndola en tal incertidumbre sobre su convenien-
cia), señala la necesidad de una “revolución vertical” (19) en Brasil. Los viajeros
ingleses operan del mismo modo en la emergencia de la literatura argentina, para
enunciar al modo de Adolfo Prieto la hipótesis original de Martínez Estrada que
se impone al comienzo de Muerte y transfiguración de Martín Fierro (1948). Tal
vez, habría que acudir al arraigo latinoamericano de esta práctica recordando
la Carta de Jamaica con la que Simón Bolívar le predice al viajero inglés Henry
Cullen el futuro de las guerras por la independencia continental.
El segundo dato es la reubicación de los intelectuales, no como los usufruc-
tuarios de una formación obtenida gracias a los privilegios de clase, sino como los
responsables de la formulación de alternativas para desarrollar un pensamiento
nacional que no se pliegue a las pretensiones oficialistas. En verdad, es tentador
establecer una asociación entre intelectuales y adhesiones clasistas en Brasil por
la cual mientras Freyre se comporta como ensayista de la oligarquía –a la vez que
como un antiindigenista que procura equilibrar con el negro el peso excesivo
obtenido por el indio en virtud del indianismo romántico–, Sérgio Buarque
de Holanda se postula como el ensayista de las clases medias, y Darcy Ribeiro,
unas décadas después y en consonancia con los ejercicios pedagógicos de Paulo
Freire y los desarrollos sociológicos de la Teoría de la Dependencia –además de
su participación en el gobierno de João Goulart–, se propone como el ensayista
de las clases populares.

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Marcela Croce

El intelectual, con su dispendio privilegiado de retórica, es la contrapar-


tida del técnico que fomenta la intervención de la intelligentzia en el proceso
productivo. La pérdida de poder de los señores rurales (expuesta por Freyre
en Sobrados e Mucambos del mismo 1936) está emparentada para Sérgio con
la presencia de una intelectualidad profusa en la formación de cuadros para la
burocracia y la reproducción de profesiones liberales, en abierta diferenciación
de las actividades serviles. En la división social de tareas –de sustrato weberiano
tan acallado como el que atañe al protestantismo–, el intelectual constituye un
modo peculiar de ostentación citadina.
La distinción entre ciudad y aldea se matiza en Brasil en favor de otra va-
riante: la de ciudad y hacienda, donde cuenta menos la organización económica
que la tensión entre dos espacios que pretenden un protagonismo excluyente.
Convendría no perder de vista la marcación que establece Raymond Williams,
según la cual en el siglo xix (y en lo sucesivo) más determinante que la división
ciudad/campo, y sobre todo más peligrosa y precaria, será la distinción entre
ciudad y suburbios. La creciente diferenciación respecto de las nociones europeas
anticipa lo que Roberto Schwarz estigmatiza como “ideas fuera de lugar”: ni la
palabra “aldea” ni la designación “campesino” corresponden a realidades con-
cretas del mal llamado Nuevo Mundo. Para que las ideas pierdan su aberrancia
es menester reclamar la originalidad brasileña, en su tenaz desentendimiento
de la regla general por la cual “la propiedad de los medios urbanos [está] ha-
ciéndose a costa de los centros de producción agrícola” (Buarque de Holanda
89). La conquista aleatoria, el campo dominante y la condición de imperio
ordenado en el marco de un continente de republiquetas anárquicas serán los
rasgos sobresalientes de la excepcionalidad de Brasil.
La distancia de Sérgio con Martínez Estrada y Freyre comienza por la con-
cepción disimétrica de la península ibérica. Si para el argentino era el punto más
descalificado de Europa y para Freyre era una sección de África cuya posición
europea respondía a un error en la división de continentes, para Sérgio cumple
una función de puente “con los otros mundos” (31), del mismo modo que
Rusia, lo que explicaría la frecuencia de la comparación entre ambas zonas en
la historia tropical. La condición católica de España y Portugal suma extrañeza
en un continente dominado por el protestantismo y justifica –nueva alusión
weberiana– la preferencia ibérica por el ocio frente a la inclinación luterana
por el negocio.
Esa razón es una de las causas del deficiente desempeño de los holandeses
en Brasil y de su notoria incapacidad para permanecer allí. Apelando a ar-

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I. Cruces históricos. Pampa bárbara, casa grande, hombre cordial

gumentos deterministas que desdeña en otros segmentos del ensayo, Sérgio


sostiene la incompatibilidad de los europeos del norte con el clima cálido, sin
detenerse en el papel de las colonias alemanas en el sur de Brasil, excepto que
sospeche –a tono con el presunto desprestigio que se expande en prejuicio– que
el sujeto septentrional “se volvía negro” (64) en esas latitudes. La ausencia de
arraigo responde también a motivos más comprobables. Por un lado, “lo que
les faltaba en plasticidad a los holandeses les sobraba, sin duda, en espíritu de
emprendimiento metódico y coordinado, en capacidad de trabajo y cohesión
social” (62). Por el otro, no se limitan a la explotación económica, como los
portugueses, sino que complementan el provecho con el conocimiento, levan-
tando un registro de la flora y organizando una historia natural.
La situación de puente ibérico es extendida por los portugueses al tráfico
de esclavos, convirtiendo al negro en un nexo entre esos dos tipos que campean
en la historia de la conquista y la colonización: el aventurero y el trabajador. En
cuanto “instrumento” de progreso material, su presencia instala un fetichismo
de los medios que los convierte en garantía de la actividad. Sin embargo, mien-
tras es posible admitir el papel mediador del esclavo, resulta forzoso reconocer
que la esclavitud conspira contra la cooperación de actividades: el éxito de
la sobreexplotación en la economía de plantación eliminó la diversificación
económica e instaló en las ciudades la misma molicie de los poderosos que
se había desarrollado en el campo, de modo que la vida rural no solamente
impregna sino que incluso dirige las costumbres ciudadanas. Tanto en la gran
hacienda como en la voluntariosa urbe –creada al azar y en ausencia de una
planificación estricta, como si el proceso fuera antes resultado del descuido
que del empeño–, el trabajo es “fruto exótico” que correlativamente defiende
la sujeción y erige la obediencia en “virtud suprema entre todas” (39), conjura
eficaz de un anarquismo siempre más temible que el autoritarismo en que casi
inevitablemente degenera la autoridad ilimitada de los señores, con la variante
local del coronelismo.
La molicie es favorecida por un medio relajante, que desde los principios
positivistas aún no desbrozados indica que la herencia se corrompe en atavismo
al tiempo que el espíritu laborioso es atacado por la desidia. La incapacidad
asociativa es otro elemento que acude a hurtar los elementos que podrían
fomentar el desarrollo de un empresariado, como observa bruscamente el
protodesarrollista Sérgio, quien al tiempo que se acerca al inminente Celso
Furtado aumenta la distancia con Freyre, no solo en torno al papel del ne-
gro, sino además en relación con el juicio que le merece el sistema en que se

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Marcela Croce

perfeccionó la explotación alrededor de su figura: “Sinuosa hasta la violencia,


negadora de virtudes sociales, contemporizadora y narcotizante de cualquier
energía realmente productiva, la ‘moral de las senzalas’ vino a imperar en la
administración” (62).
Es tiempo de desentrañar, dentro de lo ibérico, lo que identifica a Portugal
de lo que distingue a España. El “celo urbanístico de los castellanos” impuso
“el triunfo completo de la línea recta” (95). El empecinamiento de la coloni-
zación española se enfrenta al “naturalismo” de la portuguesa. Al tiempo que
la cuadriculación urbana solo triunfa en Brasil en los espacios donde ningún
impedimento natural la obstaculiza, el marco regulatorio hispánico queda im-
preso en el trazado urbano, menos respetuoso de la geografía y más proclive a
la imposición que a la adaptación. Las ciudades españolas “fueron las primeras
ciudades ‘abstractas’ que edificaron los europeos en nuestro continente” (96),
muchas veces tergiversando las nociones americanas respaldadas por la experien-
cia, de modo que las capitales de los imperios indígenas terminaron desplazadas
a zonas inhóspitas y con un diseño irracional para tales culturas, como ocurre en
las dualidades que ofrece Perú con la alternancia de Cuzco y Lima, o Ecuador
con la de Guayaquil y Quito. La idea de la ciudad geométrica, avalada por la
Civitas Dei agustiniana, encontró su manifestación más acabada en las misiones
jesuíticas. La planificación hispánica explica también el temprano surgimiento
de las universidades, demoradas en Brasil hasta el siglo xx.

El hombre y el país
La arquitectura modela algunos rasgos sociológicos. El predominio portugués
de la baranda, que se instala en las casas grandes tanto como en los pretenciosos
edificios urbanos, encuentra su correlato español en el balcón, propuesto por
Ángel Rama como el modo en que el interior burgués se asoma a la calle y la vida
familiar se instala en el tráfico citadino (Rama 1985). Mientras los castellanos
se lanzaron a una colonización litoraleña, los portugueses prefirieron evitar el
mar, excepto cuando un punto privilegiado favorecía el asentamiento. La con-
quista lusitana optó por indagar el interior del territorio antes que mantener la
comunicación con la metrópoli, y se pronunció por la proximidad a los ríos que
los españoles menospreciaban ante la magnitud del mar. En el avance portugués
hacia el interior domina la figura del bandeirante desde una concepción heroi-
ca fraguada, que al tiempo que matiza el aventurerismo hispánico desbocado
ilustra el ideologema en términos jamesianos, en cuanto resolución ficcional

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I. Cruces históricos. Pampa bárbara, casa grande, hombre cordial

de contradicciones reales: “esa exaltación literaria camina en escala ascendente


a medida que se va tornando tangible el descrédito y la declinación del pode-
río portugués” (111). Incomprensiblemente, Sérgio reconoce una “apreciable
homogeneidad étnica” (117) lusitana desde que se libera de los sarracenos,
silenciando prolijamente el modo tenaz y brutal en que la Inquisición evacuó
a los árabes de la península. En Brasil, en cambio, defiende el mestizaje como
el modo de conformar a la distancia un sucedáneo de la patria.
El bandeirante, además de conquistar espacios, funciona como agente
transculturador, ya que gracias a él, “más tal vez que al indígena, se debe
nuestra extraordinaria riqueza de topónimos de procedencia tupí” (137). Si
el bandeirante es el promotor de la lengua tupí, no sería excesivo calificar
a los modernistas paulistas de bandeirantes de la lengua, que transitan una
imaginería que arranca en el tupí tañendo un laúd de la Paulicéia desvairada
(1922) de Mário de Andrade para exacerbarse en el provocativo “tupí or not
tupí” del Manifiesto antropófago (1928) de Oswald. Pero la perspectiva sobre la
antropofagia y el ritualismo que conlleva entra en colisión, en la exposición de
Sérgio, con la defensa modernista de la práctica al declarar que “en el fondo, el
ritualismo no nos es necesario [...] [El brasileño] es libre, pues, de abandonar
todo el repertorio de ideas, gestos y formas que encuentre en su camino, asimi-
lándolos frecuentemente sin mayores dificultades” (151). Esa asimilación, para
la vanguardia paulista, solo es posible mediante la antropofagia, distinguida del
canibalismo en la medida en que este prescinde de condición ritual y se limita
a satisfacción inmediata (Morse).
La antropofagia mitigó la ética del aventurero que no buscaba instalarse en
el territorio brasileño y que procuraba “riqueza que cuesta osadía, no riqueza
que cuesta trabajo” (49). Simultáneamente, las relaciones entre quienes con-
forman el sistema laboral se desarrollan en un marco de armonía que en breve
será identificado con la cordialidad. La confianza fue el dato fundador, como
sustituto pedestre de la ausencia de fe. Si las ciudades redundan en autoritaris-
mo, en la casa grande el trato es familiar, y al eximir de salario exige justificar
la misma esclavitud que Freyre señalaba como mucho menos grave que la
situación del obrero industrial en las fábricas modernas. El diminutivo, con la
condición afectiva que le adosaba Américo Castro en este continente, confirma
la calidez en los vínculos humanos (“la terminación -inho” (148) –sostiene
Sérgio aferrándose a la etimología de la palabra “cordial”– aproxima objetos y
sujetos al corazón), que Freyre no teme exceder hasta la iniciación sexual de los
niños de la hacienda en las camas de las negras. Perdida la base económica de

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Marcela Croce

ese régimen, el antropólogo está constreñido a evocarlo con nostalgia, como un


par de décadas después hará Lúcio Cardoso en la gran novela de la decadencia
oligárquica, cuando la teoría exaltatoria de la Casa Grande prefiera el tono
intimista de la Crônica da casa assasinada (1958).
El sociólogo, en cambio, se expande en la emotividad derramada del hombre
cordial, cuya “llaneza en el trato” (146), sumada a la hospitalidad y la generosi-
dad, conspiran contra la aptitud para una sociedad rigurosa y el establecimiento
de un orden estricto. El afecto hipertrofiado suprime las jerarquías y confunde
los vínculos; como tal, es más responsable de la improvisación del Brasil moder-
no que el arrastre de la herencia portuguesa. La condena de tales expansiones
no alcanza a justificar la desatinada apelación a la figura del retrógrado obispo
de Olinda, Dom Vital Maria Gonçalves de Oliveira, cuya vida coincide con
el papado de Pío xi, con quien coincidió en directivas antimasónicas y cuya
intransigencia en torno a familiaridades excesivas lo convirtió en un ícono de
la extrema derecha católica, fogoneada por Jackson de Figueiredo y mutada en
Integralismo bajo la conducción de Plínio Salgado.
El cordialismo es un concepto impresionista; descartado como principio
político –allí donde parece preferible el caudillismo como demostración del
dogma spenceriano de dominio del más fuerte; una vez liquidado el conser-
vadurismo como “periferia sin un centro” al quedar amputado de sus condi-
ciones de aparición– es, a lo sumo, una tendencia que facilita la convivencia,
pero en manera alguna un modelo eficaz. Aunque la noción rousseauniana de
“bondad natural” se conjuga con el cordialismo, Sérgio se encarga de subrayar
la distinción, negando de paso la posibilidad de que el “hombre cordial” sea
el sujeto ideal de la democracia, aunque sí, sin duda, un ciudadano mucho
más próximo a ese gobierno que el que tributa al “mussolinismo indígena”
(187) de la Ação Integralista Brasileira (aib) que, como casi todo movimiento
político, contiene un principio intelectualista que dificulta su plasmación: “La
energía excesiva de estos [nazismo y fascismo] se transformó aquí en pobres
lamentaciones de intelectuales neurasténicos” (187), confirmando que antes
que la perversión es la disminución de las doctrinas europeas lo que se instala
en Brasil y restándole influencia y peligrosidad a un movimiento más empeñado
en obstaculizar que en crear.
João Cezar de Castro Rocha considera que el “hombre cordial” no es un
concepto original de Sérgio, sino que procede de la obra relativamente silenciada
de Freyre, Sobrados e Mucambos (1936), y que el modo en que la crítica accedió
a la noción corresponde a los términos freyreanos. El sintagma ya había sido

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I. Cruces históricos. Pampa bárbara, casa grande, hombre cordial

utilizado por Ribeiro Couto (1932) en carta a Alfonso Reyes, para identificar
lo que el positivismo reducía a “adaptación”: “la actitud de disponibilidad
sentimental [nacida] de la fusión del hombre ibérico con la tierra nueva y las
razas primitivas” (apud Fressia). Para Castro Rocha, establecer la sociabilidad
brasileña sobre el mestizaje es una convicción de Freyre antes que un hallazgo
de Sérgio. En la polémica que Cassiano Ricardo mantiene con Buarque de Ho-
landa –iniciada en 1948 con un artículo de Ricardo en la revista Colégio, en el
que reclamaba reemplazar el “cordialismo” por la “bondad” que Sérgio prefería
relegar– es la idea del mestizaje como destrucción de los antagonismos la que se
impone, y el “hombre cordial” sería el sujeto mestizado, modelo de equilibrio
que transita de lo racial a lo social, no limitándose la cordialidad a ser el resabio
de una tendencia portuguesa a evadir las señales de orden. En una de las cartas
cruzadas durante la polémica, Sérgio admite el creciente desapego del brasileño
contemporáneo a esa imagen hipertrofiada en el ensayo: “En verdad, asocio la
cordialidad a las condiciones particulares de nuestra vida rural y colonial que
vamos superando rápidamente” (apud Rocha).
La observación deviene confesión. El carácter definitorio al que aspiraba el
ensayo admite su historicidad y se ofrece, tácitamente, como puente hacia un
ejercicio de corte más científico en que el impresionismo inicial resulta atenuado
y la voluntad comprobatoria diluye las convicciones retóricas en exposiciones
a veces pedestres y no siempre confiables. De los escritores se pasa a los cien-
tíficos sociales, y el ensayo no necesariamente gana en precisión lo que pierde
en eficacia y lo que declina en pasión.
*
Todas las traducciones del portugués son mías.

Bibliografía
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65
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67
Lecciones brasileñas en el estudio
antropológico de la política argentina
Germán Soprano*1

La política fue comprendida como objeto de análisis de la antropología social en


la Argentina desde mediados de la década de 1980 con el desarrollo de la antropo-
logía política, una especialidad con incidencia de diversas corrientes del marxismo
e interpretaciones locales y parciales de la obra de Michel Foucault. Luego, en la
segunda mitad de los años noventa, esa tendencia se renovó –aunque sin desplazar
a las anteriores corrientes intelectuales– con la emergencia de la “antropología de la
política”, que apelaba a nuevos enfoques y métodos informados por las definiciones
programáticas y la producción etnográfica de ciertas antropologías del Brasil, espe-
cialmente aquellas referenciadas en el nuap, Núcleo de Antropología da Política.
En esta exposición me referiré a esta última influencia, abordándola, por un lado,
a través de un análisis de textos de argentinos que se ocuparon del estudio antropo-
lógico de los fenómenos políticos en Argentina y, por otro lado, a través de algunas
reflexiones sobre el alcance e impacto de la academia brasileña en la producción
local de conocimiento sobre la política y los políticos en los últimos quince años.

Antropología social: Brasil y Argentina


Desde fines del siglo xix hasta las décadas de 1960-1970, las ciencias antropo-
lógicas en la Argentina se abocaron al estudio de las poblaciones indígenas del
*
Germán Soprano es doctor en Antropología Social, magíster en Sociología y profesor de Historia.
Es además investigador del conicet y profesor en la Universidad Nacional de Quilmes y la
Universidad Nacional de La Plata. Se ha especializado en temas de antropología de la política,
teoría política y del Estado e historia argentina contemporánea. Actualmente, investiga en
perspectiva histórica y etnográfica sobre formas de sociabilidad en académicos universitarios y
en militares.

69
Germán Soprano

pasado y de las supervivencias del encuentro hispano-indígena en el presente.


Esa selección de temas canónicos no comprendió a instituciones y actores
sociales protagonistas de la política. A partir del proceso democrático abierto
en 1983, los antropólogos sociales revirtieron parcialmente esta tendencia
interesándose por la conformación de identidades y la intervención pública
de actores sociales caracterizados como movimientos sociales demandantes de
derechos civiles y sociales, tales como villeros, pobres, campesinos, mujeres,
desocupados, piqueteros, entre otros sectores sociales subalternos. De allí que
hasta hace pocos años la definición de la antropología social –adoptada por la
mayoría de los antropólogos sociales argentinos– estaba indisolublemente ligada
a la noción de “compromiso social y/o político” con las poblaciones estudiadas.
Hasta la segunda mitad de la década de 1990, el universo de actores,
instituciones, identidades y relaciones sociales (que los actores objeto de estas
investigaciones denominan específicamente “políticas” o “políticos”) permaneció
desatendido por la mirada antropológica argentina, más aún cuando se trataba
de aquellos en relación con partidos políticos y agencias estatales. Solo entonces
comenzó a revertirse esta tendencia, debido a la incidencia de la antropología
brasileña, preocupada por el análisis de unas poblaciones, problemas y objetos
relativos al estudio de la política en sociedades nacionales, tales como dirigentes
y militantes de partidos políticos, científicos sociales e intelectuales, producción
de la representación política, procesos electorales, circulación de individuos entre
la esfera partidaria y las agencias estatales, y relaciones entre moral y política.
La impronta del nuap –conformado por investigadores de la Universidad
Federal de Río de Janeiro, la Universidad de Brasilia y la Universidad Federal
de Ceará– operó como motor inicial de esta notable transformación intelectual
e institucional de la antropología social argentina abocada al estudio de la polí-
tica. En ese proceso de cambio cumplieron un rol principal dos configuraciones
académicas de la Universidad Federal de Río de Janeiro: el Programa de Pós-
Graduação em Antropologia Social del Museo Nacional, con su Mestrado e
Doutorado y la revista Mana: Estudos de Antropologia Social. La formación de
antropólogos argentinos comenzó en este programa de postgrado en la década
de 1970, luego se interrumpió y cobró un vigor ininterrumpido desde los años
noventa con la incorporación sostenida y creciente de jóvenes egresados que
acuden allí, recibiendo en la mayoría de los casos becas del sistema brasileño de
ciencia y tecnología (cnpq, capes, finep u otras agencias).2 También la radica-

2 
Como puntapié inicial operó a favor de este intercambio un convenio firmado entre este
posgrado y el Departamento de Antropología de la uba. También los posgrados en Antropología

70
I. Cruces históricos. Lecciones brasileñas en el estudio antropológico...

ción de antropólogos argentinos en aquel programa –con funciones docentes y/o


de investigación– contribuyó a alentar esa circulación e intercambio de ideas y
de personas entre ambos países, constituyéndose esos antropólogos en muchas
oportunidades en candidatos privilegiados por los mestrandos y doutorandos
argentinos a la dirección de sus tesis.
Desde comienzos del siglo xxi la incidencia brasileña se fue ampliando
y diversificando conforme se abrieron interlocuciones con otros programas
de postgrado, centros de investigación y publicaciones especializadas a través
de intercambios de investigadores, proyectos de investigación y de eventos
académicos conjuntos, como la Reunión de Antropología del Mercosur. Esa
influencia –que en modo alguno se restringe a los estudios sobre la política y los
políticos, pues ha permeado en diferentes temáticas y especialidades antropo-
lógicas– es expresiva de los proyectos intelectuales y político-institucionales de
una antropología brasileña que podemos definir como una academia periférica
de avanzada o cierto estilo nacional –como dijera Roberto Cardoso de Oliveira.
En otras palabras, nuestros vecinos poseen una antropología y antropólogos con
iniciativas y comportamientos posicionados en estrecha interlocución con los
debates académicos metropolitanos, pero logrando resignificarlos con arreglo
a una agenda de temas que delimita problemas y objetos de análisis de acuerdo
con prioridades locales o nacionales o, más precisamente, con los intereses de
los liderazgos de las instituciones dominantes en la academia antropológica
brasileña.
Sobre la base de esos problemas y objetos priorizados por los colegas
brasileños se fue moldeando nuestra propia agenda académica sin que se pro-
dujeran demasiadas mediaciones o adecuaciones locales. En consecuencia, en
torno de esas influencias se fueron: a) delimitando e instalando una selección
de temas sustantivos sobre la política de Argentina dignos de ser estudiados;
b) consagrando textos, autores y enfoques antropológicos metropolitanos y/o
brasileños de referencia inexcusable para analizar la política; c) definiendo un
repertorio de revistas brasileñas donde era deseable y necesario publicar para
mostrar resultados de las investigaciones etnográficas y demostrar la adhesión
a programas antropológicos; d) señalando y ponderando una serie limitada de
programas de posgrado del Brasil que constituían La Meca a la cual debían di-
rigirse los jóvenes graduados argentinos para realizar sus maestrías y doctorados
en antropología social; y e) proveyendo expertos brasileños y argentinos en el

Social de la Universidad de Brasilia y la Universidad Federal de Río Grande do Sul fueron


receptores de argentinos que hicieron sus maestrías y doctorados en esos programas.

71
Germán Soprano

estudio antropológico de la política para cumplir funciones como docentes y


evaluadores de programas de posgrado y referatos de revistas especializadas en
Argentina.
Intentaré mostrar cómo ha operado la influencia de los enfoques teóricos
y metodológicos y la agenda de temas sustantivos de la antropología brasileña
en el estudio antropológico de la política en la Argentina en los últimos quince
años, a partir de la producción etnográfica de antropólogos argentinos que
estudiaron el peronismo. En primer término, abordaré los textos de dos autores
que han aportado a la comprensión de este fenómeno desde una perspectiva
antropológica totalizadora (en buena medida heredera del enfoque analítico
holístico de Marcel Mauss) que buscó destacar principios de clasificación y de
organización social considerados decisivos en el estudio del peronismo. Vere-
mos, por un lado, el análisis de la configuración de la representación histórica
de la relación entre Perón y los trabajadores y, por otro lado, la socio-génesis
de la categoría de lealtad, aprehendida como el componente estructurante de
la identidad y sociabilidad del peronismo desde sus orígenes hasta el presente.
En segundo término, me ocuparé de los aportes de antropólogos que –por el
contrario– analizaron el peronismo como un fenómeno heterogéneo, que no
puede ser comprendido desde un principio de explicación social unívoco y que
condensa múltiples determinaciones sociales cuya eficacia social solo puede ser
comprendida situacionalmente.

La antropologización del peronismo


El peronismo es un tema de estudio reciente de la antropología social de Argen-
tina, un fenómeno que hasta hace quince años era manifiestamente desconocido
por las producciones antropológicas desarrolladas en el país, con excepción
de los trabajos pioneros de Hugo Ratier y Hebe Vessuri que se ocuparon del
mismo marginalmente en sus etnografías sobre las relaciones entre el campo y
la ciudad. No obstante, sabemos que diversos intelectuales y científicos argen-
tinos, así como latinoamericanistas anglosajones y franceses, han considerado
que el esfuerzo por comprender el peronismo puede ser homologable a una
iniciativa destinada a conocer el o uno de los diacríticos que caracterizan la
política, la cultura en el Estado y la sociedad argentina contemporáneas. De
allí que principalmente historiadores, politólogos y sociólogos hayan invertido
notables esfuerzos por definirlo desde un análisis totalizante y/o reconocerlo en

72
I. Cruces históricos. Lecciones brasileñas en el estudio antropológico...

sus especificidades históricas en relación con la economía, la política, la sociedad


y la cultura de Argentina y de América Latina.3
En el caso de la antropología social, recién en la segunda mitad de la década
de 1980 Federico Neiburg llevó a cabo una etnografía que tenía por objeto un
sistema de fábricas con villa obrera en una pequeña localidad del interior de la
provincia de Buenos Aires, donde el peronismo aparecía colocado en el foco de
análisis (Intelectuales). Sus resultados constituyeron su tesis de maestría por la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, con dirección del antropólogo
Leopoldo Bartolomé y una beca del conicet bajo orientación de Hugo Ratier.
En un artículo publicado un par de años después, el autor demostraba, por un
lado, que la emergencia en la década de 1940 del liderazgo de Juan Domingo
Perón y del peronismo modificaron las relaciones existentes entre los trabaja-
dores de la empresa Loma Negra y los habitantes de la villa obrera respecto del
sindicato, la empresa y el patrón (Entre Perón). Y, por otro lado, señalaba que
ese liderazgo, identidad y organización eran expresivos de la homologación de
formas sociales preexistentes en el espacio de la fábrica con villa obrera desde
comienzos del siglo xx. Neiburg no solo constataba que entre los trabajadores
se daba esa identificación entre los modos de representar sus relaciones con la
compañía y el patrón, y los modos de representar sus relaciones con Perón y el
Estado durante los gobiernos peronistas (1946-1955). Su investigación pro-
fundizaba en el estudio histórico y antropológico de la singular configuración
de cada una de ellas, es decir, reconocía que la observación de esas homologías
formales no debía ocultar la existencia de diferencias sustantivas fundamentales,
que podían ser comprendidas mediante un estudio de las percepciones nativas.
Esas diferencias se evidenciaban en la naturaleza de los bienes y servicios inter-
cambiados por los actores sociales, en los mediadores que intervenían entre los
trabajadores, Perón y el patrón de la empresa y en las relaciones personalizadas
o institucionalizadas percibidas por los primeros como más o menos próximas
o socialmente distantes respecto de los centros sociales.

3 
Ciertamente, no existen consensos unívocos sobre los significados atribuidos o implicados en
torno de esa categoría. Así pues, peronismo se nos presenta, a la vez, como una categoría producida
y significada por los actores sociales y como una categoría sociológica que designa a un objeto
de estudio polisémico. Esto es, una categoría que, por un lado, interpela diferentes definiciones
programáticas, tradiciones, prácticas, experiencias políticas y memorias sociales configuradas
por los actores sociales. Y, por otro lado, remite a diversas interpretaciones producidas desde el
campo de las Ciencias Sociales con el fin de explicar los contextos socio-económicos, políticos
y culturales de la emergencia, desarrollo, crisis y/o persistencia de esta identidad y organización
política desde la década de 1940 al presente.

73
Germán Soprano

Entre 1988 y 1990 Neiburg efectuó un recorrido analítico que fue desde la
inicial interlocución con la historiografía thompsoniana sobre la constitución
de las clases sociales y con la literatura sobre sistemas de fábricas con villa obrera
(fuertemente influido por una etnografía efectuada en el nordeste del Brasil por
José Sergio Leite Lopes, también doctorado y profesor del Museo Nacional de
Río de Janeiro) hasta localizarse en las coordenadas del debate sociológico y
antropológico sobre patronazgo y clientelismo en las sociedades mediterráneas.
A lo largo de ese camino se torna visible una vez más la impronta intelectual
de la antropología de la política que se sirvió críticamente de los debates en el
estudio etnográfico de poblaciones campesinas del Brasil. Las investigaciones que
Neiburg llevó a cabo como doctorando en el Museo Nacional, con dirección de
Leite Lopes, derivaron no ya en la profundización del conocimiento histórico
y etnográfico del peronismo, sino en lo que definió como una antropología e
historia social y cultural sobre los intelectuales y científicos sociales que buscaron
comprenderlo entre las décadas de 1940 y 1960.
En este nuevo trabajo, Neiburg asoció el estudio de las interpretaciones sobre
el peronismo con la sociodicea de sus intérpretes (Intelectuales). Su tesis debe
ser leída en esta clave, pues no propone una explicación holística de la historia
del peronismo, sino un estudio centrado en un aspecto hasta ese momento
descuidado: la trayectoria de los intelectuales que lo interpretaron y, por esa
vía, participaron de la producción y actualización de sus identidades. Señala,
además, que las disputas por definir el peronismo estaban indisolublemente
imbricadas con las interpretaciones sobre la nación argentina; es decir, pensarlo
implicaba dar cuenta de las condiciones históricas que lo habían generado, cuál
sería su futuro y el de la nación tras el derrocamiento de Perón en septiembre
de 1955. Por ello, consideraba que su investigación también era una forma de
estudiar la sociedad o la cultura nacional argentina, poniendo en evidencia el
trabajo de construcción (invención) al que está sometida permanentemente su
definición. Así pues, los combates en torno de las significaciones del peronismo
se inscribirían en una larga tradición crítica de la cultura intelectual argentina.
Desde el sarmientino civilización o barbarie, a las estrategias de peronización
o desperonización de la Revolución Libertadora, las luchas por imponer una
visión legítima del proyecto de nación se han servido de estas dicotomías para
destacar las ideas propias y estigmatizar las ajenas.
En otros textos, Neiburg avanzó desde lo que denominó como el estudio
de “mitologías nacionales” a la exploración de la producción ritual en dichas
sociedades, esto es, introdujo el debate antropológico clásico sobre mito y ritual

74
I. Cruces históricos. Lecciones brasileñas en el estudio antropológico...

como buenos para pensar el peronismo. Así, Neiburg produjo un análisis de


un acontecimiento histórico clave de la historia argentina, el 17 de octubre
de 1945, que le permitió avanzar en un original enfoque sobre la génesis del
peronismo desde una dimensión cultural. Rituales, íconos, batallas simbólicas
por la nominación de objetos, consagración de un liderazgo carismático, crea-
ción de una liturgia, teatralización, carnavalización, entre otros temas caros al
análisis etnográfico, fueron erigidos como recursos útiles para problematizar ese
acontecimiento (17 de outubro). Planteó problemas y enfoques en el estudio del
peronismo marcados por la impronta de cuestiones ampliamente discutidas en
el campo de la antropología brasileña, pero que no habían sido trabajados en
el campo historiográfico, sociológico y de la ciencia política en la Argentina.
El impacto de estos estudios de Neiburg entre los científicos argentinos
creo que todavía es menor, si lo evaluamos en relación con su potencial her-
menéutico. Sería alentador que su lectura y circulación sirviera para continuar
abriendo nuevas líneas de investigación en la antropología social y para que se
multiplicara el diálogo con historiadores, sociólogos y politólogos, alejándose
así del limitado destino de ser solo una traducción del peronismo a los esquemas
socialmente legítimos de percepción del mundo de la ciencia social brasileña.
Casi una década después, Fernando Balbi, otro antropólogo argentino
formado en la uba y doctorado en el Museo Nacional, con la dirección de
Moacir Palmeira (uno de los principales referentes de la antropología de la
política brasileña), estudió la socio-génesis de una categoría nativa clave en la
historia del peronismo. Balbi profundizó esa perspectiva de estudio sobre la/s
identidad/es y la/s sociabilidad/es en el peronismo desde una indagación sobre
la categoría de lealtad. Planteó una elocuente constatación: desde la década
de 1950 los científicos sociales han buscado comprender el peronismo desde
múltiples dimensiones de análisis y, sin embargo, nadie se ha tomado en serio
la tarea de reconocer cuáles son las categorías fundamentales (y también los
sentidos) que orientaron las intervenciones políticas de los peronistas. Regue-
ros de tinta han corrido desde entonces buscando una caracterización de la
emergencia y desarrollo del primer peronismo como variante del populismo,
de un movimiento nacional-popular, del bonapartismo, de la alianza clasista
entre la burguesía industrial y los trabajadores, del corporativismo, etc., sin
que ninguna de ellas reparara seriamente en cuáles fueron los términos a partir
de los cuales los propios peronistas –dirigentes, militantes, adherentes, com-
pañeros– definían y definen su identidad y organización política. La lealtad,
entonces, quedó aquí colocada en foco. Una vez más, la revolución copernicana

75
Germán Soprano

producida por este enfoque antropológico respecto del estudio del peronismo,
sencillamente se disparó al asumir desde la línea de partida el reconocimiento
de los puntos de vista de los actores y la desnaturalización del sentido de sus
categorías de percepción y de acción sobre el mundo social. Así pues, Balbi
rastrea, en el análisis de sus registros de trabajo de campo etnográfico y de un
acervo documental que refiere a la doctrina y la conducción política peronista,
que la noción de lealtad es un valor moral positivo fundamental en la forma-
ción militar de Juan Domingo Perón y en su concepción de la política, la de
Eva Perón y la de los peronistas, desde la segunda mitad de la década de 1940
hasta el presente. Un sentido de la política y del peronismo que no solo ha sido
objetivado y actualizado en el curso de las relaciones políticas interpersonales
cotidianas sino, además, institucionalizado en el llamado Día de la Lealtad o
17 de octubre, que conmemora la lealtad entre el Pueblo y Perón.
Ahora bien, ¿cómo ese sentido original de la lealtad, aprehendido por
Perón en su formación militar, fue puesto en circulación y actualizado en la
sociabilidad política de los peronistas entre 1946 y 1955? La respuesta de Balbi
a esta pregunta señala, en primer lugar, que en la historia de la política en la
Argentina la lealtad es un valor moral específicamente peronista, que refiere
tanto a la necesaria solidaridad entre compañeros como al seguimiento de la
conducción del líder. En segundo lugar, afirma que los sentidos atribuidos a esa
categoría no son intrínsecos a la misma, sino el resultado de un específico campo
de poder –en el sentido que Norbert Elias asigna al término– configurado por
los dirigentes, funcionarios y allegados a Perón que se apropiaron de ella. Así
pues, el heterogéneo grupo de políticos, sindicalistas, militares e intelectuales
que constituyó la dirigencia del primer peronismo se habría aglutinado en
torno de la relación personalizada de lealtad que mantenían con Perón. Y,
simultáneamente, el aparato de propaganda del Estado y del Partido habría
amplificado la difusión de esa concepción y sociabilidad política del peronismo
y los peronistas en la sociedad argentina.
Una cuestión a discutir de este enfoque sería si podemos reconocer en
las categorías de lealtad y traición el principio en torno del cual se organiza
la vida social de los peronistas y se configuran representaciones y prácticas
homologables a aquellas reconocidas por Bronislaw Malinowski en el kula de
los trobiandeses. Decidimos plantear esta cuestión polémica incluso a sabien-
das de que la pesquisa de Balbi advierte contra cualquier universalización u
homogeneización de los sentidos canónicos otorgados por los nativos a ambas
categorías. Sin embargo, creo que una interpretación de este tipo, que extrema

76
I. Cruces históricos. Lecciones brasileñas en el estudio antropológico...

las consecuencias de sus argumentos, puede ser formulada como una lectura
o consecuencia –a mi entender errónea– de sus trabajos. Y vale la pena desta-
car al respecto que extremar esa interpretación no supondría necesariamente
la apelación (hoy en día muy cuestionada en la antropología social hecha en
Argentina) a un principio esencialista y trascendente de estructuración de las
representaciones y prácticas del peronismo, sino el recurso a una perspectiva
constructivista (considerada decididamente progresista) que condenaría a los
peronistas a repetir sin solución de continuidad, a lo largo de más de sesenta
años de historia, la misma forma de concebir e intervenir en la política y de
representarse a sí mismos y a sus aliados y rivales.
En este sentido, y sirviéndonos de un análisis comparado de los resultados
alcanzados en etnografías que comprendieron el estudio de la política y el pero-
nismo en otras situaciones sociales, podría formular las siguientes afirmaciones
que ofrecen un contrapeso frente a esas tendencias que habilitarían esfuerzos
en favor de una homogeneización de la identidad y sociabilidad peronista en
el pasado y el presente:
1) Existe un repertorio finito (pero siempre históricamente determinado
con continuidades y cambios) de categorías que funcionan como principios
que cohesionan las relaciones políticas personalizadas e institucionalizadas entre
los peronistas, y que delimitan diferencias respecto de actores sociales definidos
y/o rotulados como “los otros”. Sin pretender agotar ese repertorio, algunas
etnografías permiten explorar esa limitada diversidad de sentidos que produce
la comunidad imaginada del peronismo en la profesionalización de la política,
en sus relaciones entre género, clase social o pueblitud.
2) Esas categorías asumen un significado más o menos canónico y revisten
ciertos grados de eficacia social, dependiendo de quiénes, cómo, por qué y en
qué circunstancias son colocadas o actualizadas en las alianzas y luchas pro-
ducidas en las arenas políticas en que se inscriben y participan históricamente
los peronistas. En mi opinión, esa diversidad de identidades que se imbrican,
articulan y/u oponen con el peronismo pueden ser especificadas, por caso,
en etnografías que establecen relaciones entre aquellas y las identidades sub-
nacionales provinciales. Ya he dicho que el peronismo ha sido asociado, por
diferentes analistas, con sentidos de la nacionalidad argentina. Ahora bien,
lejos de establecer una homología formal y/o sustantiva naturalizada entre
estas categorías nativas, reconozco que distintos grupos sociales traban alianzas
y disputas en las cuales luchan por homologarlas positiva o negativamente o
bien diferenciarlas en sus significados.

77
Germán Soprano

En el curso de la etnografía realizada en la provincia de Misiones en 1998 y


1999, que constituyó mi tesis de doctorado, me tocó reconocer que en diferentes
contextos y ante interlocutores cambiantes la identidad de dirigentes y militantes
peronistas se actualizaba de diversas formas: apelando a personajes emblemáticos
–Perón y Evita– y a unas categorías asociadas con la autodenominada tradición
partidaria –por ejemplo, estableciendo afinidades entre los términos peronismo,
soberanía nacional, independencia económica y justicia social. Asimismo, en cada
situación social otras figuras emblemáticas, categorías y relatos se conjugaban
con aquellas referencias consensuadas en la tradición partidaria, configurando
una forma específica e históricamente dada de la identidad peronista: esto es,
otros líderes eran invocados –Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Julio César
Humada, Ramón Puerta–, otras identidades eran ligadas a sentidos de pueblitud
–como el peronismo misionero, el peronismo posadeño–, de clase social –el pe-
ronismo trabajador, el peronismo humilde–, de género –las mujeres peronistas–,
regionales o transnacionales –las mujeres peronistas mercosureñas. De acuerdo
con la hipótesis que exploré entonces, fuera de la apelación a ciertos tópicos
fundamentales como las figuras de Perón, Evita, el 17 de octubre de 1945, la
lealtad y la justicia social, sobre los cuales existía un amplio consenso entre los
peronistas, parecería imposible determinar un principio único que defina su
identidad, organización y sociabilidad en cualquier circunstancia. Sin dudas,
ese repertorio de figuras, categorías y relatos al que recurrían situacionalmente
estaba ligado a una serie finita de formas sociales. Pero difícilmente –so pena
de incurrir en primordialismos similares a los nativos– podamos aprehender
alguna entidad social que consiga revelarnos una lógica desde la cual el com-
portamiento de los peronistas se nos vuelva estructuralmente inteligible. Por
cierto, los peronistas buscaban nominar sentidos esenciales y unívocos a su
identidad; y en torno a la imposición legítima de aquellos sentidos se libraban
batallas en las que se desplegaba la producción social de aliados y enemigos. En
este sentido, por ejemplo, puede decirse que la afinidad que los dirigentes y
militantes peronistas de la provincia de Misiones establecían entre el peronis-
mo –una identidad y organización política nacional– y la misioneridad –una
identidad sub-nacional provincial– merece ser destacada como una forma nativa,
situacionalmente definida, de significar y experimentar el peronismo. De tal
forma, la producción y actualización de esa asociación era expresiva de ciertas
batallas políticas desplegadas por especificar la particular localización de cada
peronista en la arena política. Por tal motivo, la afinidad entre esa identidad
política partidaria nacional y esa identidad sub-nacional provincial no puede

78
I. Cruces históricos. Lecciones brasileñas en el estudio antropológico...

ser desatendida al abordar las diversas perspectivas nativas en torno a las cuales
se delimitan dimensiones o escalas de la política en la sociedad argentina y, en
particular, en el peronismo.
Pienso que la historiografía argentina reciente es solidaria con estos esfuerzos
intelectuales, pues ha provisto en los últimos quince años investigaciones que
comprenden en profundidad a los actores, instituciones, eventos y procesos
sociales heterogéneos implicados en los orígenes del peronismo, en diferentes
localizaciones provinciales, urbanas y rurales. Allí donde buena parte de la
literatura académica consagrada desde la década de 1960 ancló el estudio del
peronismo en la Argentina exclusivamente en una serie de eventos, sujetos y
procesos porteños o metropolitanos, esta historiografía ayudó a reconocer qué
elementos cohesionaron al peronismo como identidad y organización política
nacional, y qué otros deben ser abordados como formas irreductiblemente lo-
cales, cuya explicación remite a la dimensión regional, provincial o municipal.
Como antropólogo social e historiador me reconozco en los aportes
provistos por estos últimos enfoques, que sostienen el carácter situacional e
históricamente localizado de los estudios etnográficos e históricos de la política
y el peronismo. No obstante, en el desarrollo del trabajo de campo y en la ela-
boración y escritura de los resultados alcanzados en la etnografía e indagación
histórica siempre me ha resultado de difícil resolución la conciliación entre, por
un lado, la producción de conclusiones más o menos sólidas sobre el conoci-
miento de fenómenos que involucran un número restringido de actores sociales,
en un recorte espacial y temporal limitado; y, por otro lado, las demandas de
colegas de otras disciplinas sociales (y a veces también de la propia, que en mi
caso personal reconozco doble) que reclaman imperiosamente explicaciones de
más amplio alcance sobre lo que ellos denominan el peronismo como fenómeno
singular, o el peronismo como identidad, liderazgo o identidad nacional. En tales
casos, en los días en que me encuentro fuerte de ánimo, les respondo invocando
a Clifford Geertz, y digo que el conocimiento producido en antropología es
siempre local y, por tanto, solo nos es posible generalizar problemas e hipótesis,
y nunca resultados sustantivos. En cambio, en los malos días tiendo a confesar
lisa y llanamente mis imposibilidades hermenéuticas, documentales y/o en el
trabajo de campo. Finalmente, otros días tiendo a considerar que todavía la
casuística de que disponemos los científicos sociales –en general– no nos permite
repensar esa heterogeneidad de localizaciones, actores, instituciones, eventos
y dimensiones de análisis implicadas en el peronismo con vistas a configurar
un nuevo modelo explicativo totalizador. Como fuera, creo que el impulso

79
Germán Soprano

que nos han dado los colegas brasileños nos ha permitido aventurarnos en
un terreno que hasta entonces los antropólogos sociales tenían vedado o, más
precisamente, autocensurado.

Reflexiones finales
La antropología social producida en Brasil ha conseguido posicionarse en las
últimas décadas en el escenario de las antropologías mundiales como una acade-
mia periférica de avanzada. Esta original proyección internacional (reconocible
también en la antropología de México y de la India) ha sido posible –entre
otras razones– porque consiguió apropiarse del acervo intelectual metropolitano
interpelando críticamente sus enfoques teóricos y sus métodos, pero sobre todo
sus problemas y objetos de estudio consagrados. En consecuencia, los colegas
brasileños han desplegado una estrategia dual y complementaria: por un lado,
manifestando una actitud siempre expectante y de proximidad social con los
referentes intelectuales e institucionales y las producciones de las antropologías
metropolitanas; y, por otro lado, desarrollando una agenda académica con cierta
autonomía, buscando atender el estudio de temas considerados relevantes en la
agenda pública, estatal y científica de las Ciencias Sociales o, más específicamen-
te, de la antropología del Brasil. Ese modo de posicionarse –o de parar la pelota,
como diríamos en mi barrio– no parece ser un comportamiento exclusivo de
los antropólogos, toda vez que también es reconocible en los comportamientos
de actores sociales brasileños involucrados en la generación de políticas en el
nuevo escenario internacional regional y global, en la defensa nacional, en el
mundo de los negocios y hasta en el deporte.
Quienes nos hemos servido de la interlocución con antropólogos brasileños
y –en algunos casos– también formado académicamente, enseñado y/o inves-
tigado en instituciones universitarias del Brasil, creo que podemos afirmar que
en mayor o menor medida ese estrecho vínculo intelectual e interpersonal ha
transformado y sigue transformando nuestras formas de pensar la antropología
social, de producir y enseñar sus conocimientos, e incluso ha impactado en
el modo de concebir y estructurar la organización de las instituciones antro-
pológicas (programas de investigación, carreras de grado y posgrado, centros
de estudios, publicaciones especializadas, colecciones de libros, reuniones
académicas, etc.). Definitivamente, creo que somos una especie de hermanos
menores de nuestros vecinos. Sé que en esta polémica afirmación hay mucho
de apreciación individual, pero también un componente generacional que

80
I. Cruces históricos. Lecciones brasileñas en el estudio antropológico...

comprende a antropólogos sociales argentinos ligados al ámbito brasileño y


que hoy tienen entre 30 y 48 años de edad. Creo que nuestra minoridad o
minusvalía frente a la antropología social brasileña se relaciona, además, con la
posición periférica que posee en Argentina la antropología social en el campo
científico, universitario, profesional y estatal, dominado mayoritariamente por
el reconocimiento logrado por otras Ciencias Sociales (con excepción hecha del
domino antropológico sobre el estudio de las poblaciones llamadas originarias),
una situación notablemente contrastante con la legitimidad y el poder alcanzado
por la antropología social y los antropólogos en el Estado y la sociedad en Brasil.
Ahora bien, al recurrir a la antropología de la política brasileña, conseguimos
con ello hacernos de una palanca que nos ha orientado en el análisis etnográfico
de la política y el peronismo y, más aún, nos ha permitido posicionarnos (to-
davía marginalmente) en un escenario de investigaciones en Ciencias Sociales
decidida e históricamente dominado por los aportes de la historiografía, la
sociología y la ciencia política en el estudio de estos dos temas. En este ensayo
he intentado mostrar, sirviéndome de comentarios a los trabajos de Neiburg
y Balbi, iniciativas que ofrecen una interpretación antropológica totalizadora
del peronismo, que pueden ser confrontadas con explicaciones macrosociales
provistas por otras disciplinas sociales que apelan a categorías como alianza de
clases, populismo, bonapartismo, bloque nacional-popular, clientelismo u otras.
Y, por otro lado, he mencionado el aporte de otras etnografías que estudian el
peronismo como un fenómeno social heterogéneo cuya comprensión solo es
asequible situacionalmente. La consistencia teórico-metodológica y el aporte
sustantivo de estas dos explicaciones antropológicas sobre el análisis de la política
y el peronismo, informadas por la influencia brasileña, difícilmente pueden ser
comprendidos en un ensayo de esta extensión y características. Espero al menos
haber despertado el interés en el lector para recorrer sus contribuciones en una
lectura y estudio de primera mano de textos y autores brasileños y argentinos
sobre este enfoque y temáticas.
Antes de terminar, quisiera decir que creo que a los antropólogos sociales
argentinos –en particular los que estudiamos la política– todavía nos debemos
una tarea en nuestra relación con los colegas além do Rio Uruguai. Creo que
uno de los desafíos más grandes a enfrentar de aquí en adelante (después de
quince años de intensa influencia e intercambio con el Brasil) es definir un
posicionamiento crítico frente a la agenda de la antropología de la política
brasilera. Pienso que las diferencias sustantivas importantes reconocibles en la
historia y presente de la política, el Estado y la sociedad del Brasil y la Argentina

81
Germán Soprano

ameritan un esfuerzo de nuestra parte para crear una agenda propia de temas
y de estrategias para abordarlos. Y este desafío, sin dudas, una vez más podría
reconocerse en el espejo del Brasil, especialmente en su capacidad para apro-
piarse críticamente de los enfoques, métodos, problemas y objetos de estudio
consagrados en las academias metropolitanas con vistas a diseñar una agenda
académica antropológica propia. Esa, probablemente, sea la más importante
lección que podamos aprender de nuestros hermanos brasileños.

Bibliografía
Balbi, Fernando. De leales, desleales y traidores. Valor moral y concepción de po-
lítica en el peronismo. Buenos Aires: Ediciones Antropofagia, 2007.
Neiburg, Federico. Los intelectuales y la invención del peronismo. Estudios de
antropología social y cultural. Buenos Aires: Alianza Editorial, 1998.
_____. “Entre Perón e o patrão: reflexões sobre os alcances de uma homologia”.
Revista brasileira de ciências sociais, 13 (1990): 69-89.
_____. “O 17 de outubro na Argentina. Espaço e produção social do carisma”.
Revista brasileira de ciências sociais, 20 (1992): 70-89.

82
II. Cruces artísticos

Introducción
Francisco Javier Cardozo*1

En esta sección se presentan trabajos de investigación cuyo tópico en común


es el interés en analizar las producciones culturales de Argentina y Brasil y la
reinterpretación local. Así, con la mirada sobre los cruces artísticos, el foco de
observación gira en torno a pensar de qué manera se produce esa transposición
a través de los intermediarios y la apropiación que estos hacen de esas produc-
ciones culturales.
Marina Moguillansky, en su trabajo “¿Qué ves cuando me ves? La recepción
del cine brasileño por la crítica cinematográfica en Argentina”, se ubica en la
reflexión sobre las representaciones que se manifiestan en la crítica del cine. En
este sentido, señala que las críticas cinematográficas producen sentidos sobre
los filmes y al mismo tiempo forman una imagen sobre el país representado en
estas producciones, proyectando estereotipos y lugares comunes.
El análisis de las críticas se realiza sobre un corpus textual construido con
reseñas periodísticas publicadas en diarios masivos y especializados sobre los
estrenos de películas brasileñas en la Argentina entre 1995 y 2008, a las que se
suma la cobertura periodística de los festivales y premios internacionales en los
que estuvieran presentes producciones brasileñas. En referencia a la política
de la crítica hacia las películas brasileñas (y del Mercosur), considerando los
criterios de noticiabilidad y jerarquización de la información que son utilizados,
*
Francisco Javier Cardozo es licenciado en Comunicación. Actualmente, está terminando su
Maestría en Política y Administración de la Educación en la Universidad Nacional de Tres de
Febrero. Posee amplia experiencia como investigador en el área de educación y nuevas tecnologías
de la información y la comunicación, particularmente en el campo de formación docente. Es
miembro del Programa Medios Informáticos en la Educación (promined).

83
Francisco Javier Cardozo

esta expresa que la crítica argentina trata a las películas brasileñas con criterios
similares a los que adopta para producciones no latinoamericanas. En este
sentido, observa que el Mercosur no ha logrado instalarse como horizonte de
peso en las secciones culturales del periodismo. De modo que desde la crítica
argentina el rol del imaginario nacional sigue operando como articulador pre-
ferente de las fronteras de lo noticiable.
En lo que respecta a los clichés y lugares comunes que se configuran en
torno a Brasil, se manifiesta una visión sesgada que tiende a enfocarse en la
exaltación de las pulsiones. Por un lado, las críticas construyen y reproducen
la imagen de un Brasil signado por la violencia urbana, el narcotráfico y los
crímenes. Se insiste en alusiones a la magnitud de la pobreza, la marginalidad y
la desigualdad en el mencionado país. Por otro lado, se vislumbra el estereotipo
del país tropical, caracterizado por el calor, la sensualidad, la música y el sexo.
Imágenes que se pueden vincular a la mirada dominante y “europeizante” donde
se representan cuerpos que navegan entre la furia y la lujuria, ante lo cual cabría
preguntarse en qué lugar se ubica la razón y su vinculación con las pulsiones.
Finalmente, expone que la cobertura de la prensa de espectáculos sobre
los festivales y premios internacionales se ubica desde una interpelación que
acude a la figura de competencia entre Brasil y Argentina apelando a metáforas
futbolísticas y bélicas. Punto en el que puede observarse también la insistencia
por parte de la crítica argentina en denunciar en las películas brasileñas la inten-
cionalidad de exportación a los mercados internacionales cuando no concuerda
con el imaginario figurativo del Brasil violento y tropical.
En el trabajo de Cecilia Palmeiro, “Políticas corporales: cortocircuitos,
filtraciones y contrabandos entre Argentina y Brasil”, nos encontramos con
una interesante relatoría sobre la fundación de movimientos activistas (glttbi:
gays, lesbianas, travestis, transexuales, bisexuales e intersexuales), con énfasis
en las figuras con una producción artística y ensayística que es –valga la re-
dundancia– central en esta zona de los márgenes de la producción cultural.
Una de las principales ideas presentadas es el viraje en la “gramática de las
luchas políticas” hacia la comprensión de las mismas como luchas culturales,
en las que la injusticia social junto con la opresión no solo se manifestaban
como desigualdad de clase, sino como diferencias culturales productoras de
otras desigualdades sociales. En este sentido, la autora menciona que el origen
del debate denominado queer –ya que articula desigualdad y diferencia como
factores de discriminación y exclusión social– podía vislumbrarse en el trabajo
de Néstor Perlongher, quien fuera poeta, sociólogo, antropólogo, militante

84
II. Cruces artísticos. Introducción

trotskista, luego libertario y uno de los principales referentes del Frente de


Liberación Homosexual en la Argentina, en la década del 1970. También se
señala el rol que asumió Perlongher como punto de encuentro entre la génesis
de los movimientos glttbi en Argentina y Brasil. De esta manera, resulta
interesante visualizar cómo se gestó el traspaso del “germen revolucionario” a
partir del exilio de Perlongher, entre 1981 y su muerte en 1992.
A través del análisis de los debates que se producían dentro de las distintas
agrupaciones glttbi, sus divisiones y conflictos internos, Cecilia Palmeiro nos
presenta un panorama donde la lucha reivindicatoria por la identidad con-
llevó una guetización de los movimientos, y también nos menciona cómo la
“homosexualidad”, como discurso de lucha libertaria, pasó a ser normalizado
y reapropiado en el contexto de las economías neoliberales: fue ajustado a un
modelo de sociedad en la que la diferencia podía ser tolerada, siempre que fuese
factible de ser normativizada y readecuada a un espacio dentro del mercado.
En los trabajos nos encontramos con la posibilidad de evaluar lecturas que
desde un país se efectúan de la producción cultural del otro: con Moguillansky
a través de las críticas cinematográficas, y en el caso de Palmeiro observamos la
construcción de significados a partir de la interacción concreta entre los produc-
tores: lo argentino y lo brasileño se cruzan formando una de las escenas en que
la división nacional es en sí discutible como lugares separados de enunciación.
Estos trabajos, en su presentación en el Encuentro Cultural Passo da Guanxuma,
entraron en diálogo con la ponencia de Adrián Fanjul sobre cruces en la música
de rock de Argentina y Brasil, que está comentada en la introducción general
de este libro. Tal vez, la acción de desenmarañar los hilos de significados que
enlazan los procesos de apropiación de culturas nos permita pensar cómo tejer
y afianzar con distintos nudos esos puentes que unan a ambos países, como en
aquel imaginario (y no tanto) Passo da Guanxuma.

85
Políticas corporales:
cortocircuitos, filtraciones y contrabandos
entre Argentina y Brasil
Cecilia Palmeiro*

“Para hacer la revolución, lo primero es ir bien vestida”.


Severo Sarduy

“Me llaman el padre del movimiento gay argentino cuando todos saben que soy
la tía”. Esta broma de Néstor Perlongher a su amiga Sarita Torres expresa una
verdad a medias: no solo fue la tía del movimiento en la Argentina, sino que
fue la madrina del movimiento en Brasil. Ensayista, poeta y militante, Perlong-
her, en su producción escrita, convoca a una serie de géneros a entrecruzarse,
a contaminarse y a suspender las jerarquías institucionales en nombre de una
experiencia extrema: la de la exploración del deseo homoerótico masculino como
una fuga de la subjetivación canónica. Toda su producción puede ser pensada
como una poética y una política del cuerpo desterritorializado alzada contra
toda institucionalización identitaria, jerarquizante y ordenadora, y como una
ética de la sensualidad dionisíaca. Esa experiencia que permanece irreductible
es para él el arma más potente contra la institucionalización de la identidad
*
Cecilia Palmeiro estudió Letras y enseñó Semiología, Teoría Literaria y Estudios Culturales en
la Universidad de Buenos Aires. Es doctora en Literatura Latinoamericana por la Universidad
de Princeton, y especializada en literaturas argentina y brasileña contemporáneas. Ha publicado
traducciones de literatura brasileña y ensayos de crítica cultural en la Argentina, México, Brasil
y Estados Unidos. Su primer libro, Desbunde y felicidad: de la cartonera a Perlongher (2011)
explora la relación entre poética y política en la Argentina y el Brasil contemporáneos. Enseñó
Estudios Culturales Latinoamericanos Contemporáneos en el Birkbeck College de la Universidad
de Londres, y actualmente es docente en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Argentina)
e investigadora del conicet.

87
Cecilia Palmeiro

gay, contra la que Perlongher luchó desde el momento inicial de las políticas
identitarias y de género, en el legendario Frente de Liberación Homosexual
argentino, y luego en sus contactos con el grupo Somos, de Brasil.
Las relaciones literarias entre la Argentina y el Brasil, visibilizadas con
el Mercosur y las políticas culturales que este impulsó, funcionaron durante
años subrepticia y clandestinamente en la literatura underground y el activismo
alternativo: lo que Perlongher llamaba devenires minoritarios (de la literatura
y de la política). La perspectiva que ensayaré en este artículo privilegia el ca-
rácter móvil de la vida intelectual de Perlongher y la serie de contrabandos y
cortocircuitos que produjo entre la Argentina y el Brasil. Estos agenciamientos
políticos en América Latina surgen del entrecruzamiento de tres factores: in-
tensa politización de la sociedad, auge y crisis de los paradigmas de izquerda e
importaciones teóricas. Este trabajo aborda dos momentos claves en el origen
del activismo glttbi, en la Argentina y en Brasil, a partir de una perspectiva
de revisión crítica de los modelos clásicos de militancia.
Como observaremos a lo largo del artículo, el marco analítico para dicha
revisión parte, por un lado, de las reformulaciones teóricas en el seno del
pensamiento de izquierda, que pasa por el rechazo del supuesto de que las
construcciones subjetivas estaban necesariamente sobredeterminadas por la
instancia colectiva de los lugares de clase; y por otro lado, toma en cuenta
los desarrollos teóricos queer, que enfatizan la necesidad de desmontar las
construcciones hegemónicas sexuales-genéricas y subrayan la imposibilidad de
crear categorías de género estables que no sean, al mismo tiempo, represivas.
Respecto de las zonas de discurso que utilizaremos como fuentes primarias
para nuestro análisis, tomaremos un abanico de textos1 producidos por los
1 
Para realizar mi investigación organicé un relevamiento histórico que tomó en cuenta, además
de textos literarios (escritos por, y sobre, los artistas/activistas: Perlongher, Míccolis, Silvério
Trevisan, Mattoso), los materiales presentes en: (1) el archivo del Frente de Liberación Homosexual
de la Argentina en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo; (2) el archivo de Somos
en la colección Edgar Leuenroth de la unicamp –el archivo del grupo Somos de Afirmação
Homossexual contiene documentación que incluye papeles administrativos de militancia,
manuscritos con apuntes de reuniones, correspondencia, periódicos del grupo, panfletos y los
dossiers aids, Leva e Traz y O corpo–; (3) colecciones y archivos privados de EE. UU., Brasil y
Argentina para periódicos de los años de apertura del Brasil como Lampião da esquina y Versus;
(4) entrevistas personales a escritores y militantes (como João Silvério Trevisan, Glauco Mattoso
y James Green); (5) estudios de carácter antropológico como el de Edward Macrae, que estudió
la militancia homosexual del Brasil en los años 80; (6) estudios de carácter psicoanalítico como
el de Félix Guattari, que en viajes al Brasil estudió junto a Suely Rolnik la apertura democrática
de los 80, focalizando el intenso proceso de formación de agenciamientos micropolíticos en

88
II. Cruces artísticos. Políticas corporales

agentes culturales (y políticos), que comprende las publicaciones ensayísticas


(algunas más ligadas a la difusión de las ideas políticas, otras que se centran en
una reflexión teórica), que presenta líneas fuertes de contacto con la produc-
ción estrictamente artística: para figuras como Perlongher, Glauco Mattoso y
la mayoría de los otros escritores que participaron de estos movimientos. El
lenguaje teórico y específicamente literario no forman compartimentos sepa-
rados sino que comparten una estética similar, entre otras características, con
la incorporación y resemantización del lenguaje homofóbico, una sintaxis y
léxico en que se rompen diferencias (y jerarquías) de registro, zonas temáticas
que suman el deseo sexual como aspecto central.
Los dos movimientos pioneros (el Frente de Liberación Homosexual, de la
Argentina, y el grupo Somos, de Brasil) configuran el nacimiento de tendencias
críticas tanto en el interior como a contrapelo de las tradiciones de la izquier-
da revolucionaria. Ese paradigma de militancia de izquierda –con sus modos
de participación e intervención, sus nociones de subjetividad, sus imágenes
utópicas y, especialmente, su política estética– es puesto en cuestión antes de
la última dictadura militar argentina, que marcó su derrota definitiva (en el
sentido de que los aparatos militares y policiales consiguieron desarticular el
tejido social de sus bases), a partir de la importación de teorías que priorizaban
no tanto los conflictos de clase sino los problemas del poder. Esta crisis de las
interpretaciones setentistas del marxismo produjo una nueva gramática de las
luchas políticas como luchas culturales, donde se evidenciaba que la injusticia
social y la opresión no solo se gestaban como desigualdad de clase sino como
diferencias culturales que, simultáneamente, producían otras formas de des-
igualdad. Quienes se encontraban a caballo entre estos debates y la literatura
propusieron, como Perlongher, un nuevo terreno de experimentación estética
a través de la politización del cuerpo como instancia (arma) revolucionaria.
Estas transformaciones, que aparecieron reconfiguradas y se hicieron visibles con
el estallido de 2001-2002 (por la proliferación de agrupaciones políticas alternativas
y por la explosión de la esfera estética con proyectos que informaban las prácticas
corporales como modos de desobediencia y resistencia), pueden rastrearse en un
diálogo discontinuo –como contrabandos, cortocircuitos y filtraciones– entre la
Argentina y el Brasil, en gran parte pergeñado por las derivas de Perlongher que arti-
culó estos campos abriendo un intercambio productivo y relevante hasta el presente.

diversos sectores del tejido social; y (7) estudios de carácter histórico, ensayístico y crítico de
militantes, como los de Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli, João Silvério Trevisan, Leila
Míccolis y Herbert Daniel.

89
Cecilia Palmeiro

El origen (en sentido benjaminiano) de este debate –que hoy podríamos


llamar queer porque articula desigualdad y diferencia como factores de discrimi-
nación y exclusión social– puede leerse ya en el trabajo de Perlongher como uno
de los líderes del Frente de Liberación Homosexual, activo entre 1971 y 1975,
que fue, con Nuestro Mundo (su inmediato antecedente y aliado), la primera
agrupación dedicada a la lucha minoritaria de género en América Latina. El
flh surge precisamente en el señalamiento de un punto ciego de los partidos
y la teoría de izquierda tal como la describo: la lucha de clases era la causa a la
que los sujetos debían subordinarse, sin alterar las formas de disciplinamiento
corporal capitalistas.2 Por eso, ninguna singularidad en el uso del cuerpo y en
la lógica de los placeres era tolerada: gays y lesbianas eran expulsados de las
organizaciones. El flh se forma en esa brecha de la teoría y de las prácticas
políticas que suponía que el patriarcado, como forma de explotación capitalista,
sería superado al producirse el verdadero cambio social. Los documentos del
flh intervienen en debates con esas formulaciones tradicionales. Para ellos,
el fin del patriarcado debía producirse antes, como condición necesaria, de la
revolución. La subversión empezaría por el propio cuerpo, primer terreno de
inscripción ideológica y regulación social. En este momento heroico de las luchas
identitarias, las prácticas sexuales no tradicionales propondrían un espacio de
experimentación y transformación social.
En la Argentina, la década del 70 se caracterizó por una lucha entre una
necesidad objetiva de transformación económica, política y social (que alentaba
los impulsos insurgentes del Cordobazo en adelante) y una fuerte represión que
asumió las formas del terrorismo de Estado acompañado de una paleontológi-
ca vigilancia de la moral social. Como observan Flavio Rapisardi y Alejandro
Modarelli, los impulsos revolucionarios agitaban tanto el discurso de lo que
hasta entonces se consideraba estrictamente política (transformación de la
estructura estatal y económica) como las prácticas cotidianas, especialmente
en lo que respecta a la sexualidad. Frente a una dura represión que afectaba
también, y cada vez más, las decisiones de la vida cotidiana, surgen una serie
de prácticas sexuales clandestinas que exploraban aquellas zonas que desbor-
daban el control del Estado. Libidinización de lo social y circulación pulsional
entonces como energías de desestabilización de normas civilizadas, articuladas
en una investigación del cuerpo y en la acción política concreta orientada a la
transformación social y ligada a la experiencia.

2 
Esta descripción es efectuada por María Moreno en su prólogo al trabajo de Flavio Rapisardi y
Alejandro Modarelli, Fiestas, baños y exilios: gays, lesbianas y travestis durante la última dictadura (9-19).

90
II. Cruces artísticos. Políticas corporales

En 1969, en un contexto de gran agitación política que siguió a la crisis de


la dictadura de Onganía, un pequeño grupo de sindicalistas homosexuales y
comunistas de clase trabajadora comenzó a reunirse en un suburbio de Buenos
Aires para discutir sobre sus experiencias de exclusión, para organizar protestas
contra la represión policial y judicial y, a más largo plazo, desarticular el concepto
ideológico de homosexualidad como perversión. Ese grupo se llamaba Nuestro
Mundo y fue fundado por Héctor Anabitarte, un ex militante del Partido Co-
munista, del que había sido expulsado por su orientación sexual. Nuestro Mundo
distribuía boletines mimeografeados en diarios y revistas, pregonando la liberación
homosexual. Su discurso era más reformista que revolucionario (según los cánones
interpretativos de la época) y, según las declaraciones de sus fundadores, el grupo
surgió de las propias contradicciones del discurso del pc, que propugnaba una
revolución social sin alterar las relaciones de poder en la vida cotidiana.
Un grupo de intelectuales ingresó al movimiento en 1971, año de intensa
radicalización política de izquierda y sindical y momento de inicio de la dic-
tadura “blanda” de Lanusse. Inspirados en las experiencias de la lucha antirre-
presiva de Stonewall y en las contestaciones al poder del Mayo del 68, algunos
estudiantes, escritores y profesionales se sumaron a Nuestro Mundo. Surgía así
el Frente de Liberación Homosexual (versión libre del Gay Liberation Front de
Nueva York) que funcionaría hasta 1975, luego de una intensificación de la
represión policial previa al golpe cívico-militar de 1976.
Los estudiantes del grupo Eros, colectivo de orientación revolucionaria y
anarquista, transformaron la estructura que juzgaban estalinista de Nuestro
Mundo, y crearon otra organización para el flh, antiautoritaria y antivertica-
lista, como una coordinadora de grupos de acción autónomos: Eros (liderado
por el joven Perlongher que entonces tenía 22 años), Nuestro Mundo (siempre
liderado por Anabitarte), Safo (lesbianas feministas), Emanuel (cristianos),
Católicos Homosexuales Argentinos, Bandera Negra (anarquistas), Grupo de
Profesionales, etc. Los militantes relatan que en realidad en el flh había dos
grandes voces en tensión permanente: la línea anarco-trotskista de Perlongher
y la línea reformista de Anabitarte. A diferencia del plan original de Nuestro
Mundo, el flh propugnaba una liberación homosexual en el marco de la inmi-
nencia de la liberación social y nacional, que supuestamente estaba por ocurrir.
Como observan Rapisardi y Modarelli, más allá de la especificidad de la lucha
por la liberación sexual e ideológica, el flh se distinguía de los movimientos
de la época por dos singularidades. La primera, el concepto y el uso del cuerpo.
Como señala María Moreno en el prólogo a Fiestas, baños y exilios, en los años

91
Cecilia Palmeiro

70, el cuerpo de los militantes se concebía como una instancia táctica al servicio
de una técnica política. El sacrificio del sujeto a la causa social, objetiva, resulta
conocido: es la lógica misma del capitalismo. Y es también, según el flh, la lógica
del machismo. La propuesta política y erótica del cuerpo deseante de Perlongher
resultaba subversiva en el sentido de orientarse a los objetivos revolucionarios
no como postergación sino como potencia del presente. La revolución no es
de los otros, comienza en el propio cuerpo del sujeto.
El grupo Eros, a partir de las lecturas de Reich, Marcuse, Foucault, Deleuze
y Guattari, también propuso importantes revisiones a la teoría marxista. En 1973
editaron, para conmoción del debate marxista, el texto “Sexo y revolución”. En él se
discute la idea clásica de que solo con el advenimiento del socialismo se produciría el
cambio de las relaciones de poder y el fin del patriarcado. Se insiste particularmente
en la necesidad de integrar una liberación sexual a la revolución social, sin la cual
la primera no tendría efecto. El flh sostiene que la opresión sexual se encuentra
en relación directa con la opresión de clase, en la medida en que la sexualización
de los cuerpos es parte fundamental de su alienación. De ahí el valor crítico de la
homosexualidad: sus variantes ofrecen una alternativa a la territorialización (geni-
talización) del cuerpo con fines reproductivos. Para el flh, los homosexuales “son
vividos como un máximo peligro por este sistema, en la medida en que no solo lo
desafían, sino que desmienten sus pretensiones de identificarse con el orden de la
Naturaleza. […] los homosexuales reivindican, de hecho, las posibilidades plásticas
inherentes a la líbido humana, que el sistema de dominación sexista se empeña
en mutilar” (“Sexo y revolución”). La institución familiar cumple entonces un rol
fundamental que excede el de ser solamente un instrumento ideológico del Estado.3
Eje de la superestrutura ideológica con sus identidades y jerarquías, la institución
familiar debería ser destruida antes que el orden del capital, justamente para pro-
ducir una nueva sociedad. De lo contrario, existiría el riesgo de transformar las
estructuras políticas y económicas sin alterar la opresión sexista, como ocurriera en

3 
“Se trata de una microsociedad que reproduce en almácigo el sistema que la nutre. […] ‘la
familia es la base de la sociedad’ […]: lo es porque reproduce todas sus características y porque es
la agencia de producción de seres humanos condicionados al sistema. En la familia estándar hay un
detentar del poder, el macho, que, en la medida en que maneja el poder económico en la familia
y el poder político en la sociedad […]. El objeto de su dominación es, en primer lugar, la mujer; y
en segundo lugar, los hijos, que son el producto-mercancía de la fábrica familiar. El sentido último
de la familia es producir seres que reemplacen a sus progenitores en sus tareas, inculcándoles antes
los mecanismos de la dominación para que las realicen sin protesta. […] La figura autoritaria del
padre es reproducida luego en la figura del policía, del patrón, del Estado […]. Así, el esquema
de dominación es traspasado fielmente al individuo a través de la familia” (“Sexo y revolución”).

92
II. Cruces artísticos. Políticas corporales

la Revolución Cultural China, la Revolución Cubana o la Unión Soviética. Según


“Sexo y revolución”, la liberación de la ideología patriarcal del orden de los cuerpos
y del orden de los deseos traería como resultado el cambio social.
La posición del flh era intransigente: “el cuestionamiento revolucionario de
la sociedad de dominación debe extenderse a todas sus esferas de actividad. Una
praxis revolucionaria que no ponga en tela de juicio la moral burguesa [definida
en el texto como “mentiras interesadas”] la está aceptando objetivamente y per-
petúa por un lado lo que pretende destruir por el otro” (“Sexo y revolución”).
En otro de sus documentos fundamentales, “Homosexualidad masculina
y machismo”, publicado en el único número del periódico Homosexuales, el
flh argumenta: “El sexo mismo es una cuestión política. En esa medida, la
liberación que postulamos no puede tener lugar dentro de un sistema econó-
mico de dominación, tal como lo es el capitalismo dependiente argentino”.
La heteronorma “reproduce el esquema de relación entre el propietario y su
propiedad, basado en la organización capitalista de dominio sobre las cosas”.
El flh se reunía secretamente en las casas de los militantes para planear sus
actividades: grupos de lectura y reflexión, campañas de agitación pública, organi-
zación de protestas, edición de textos y documentos, y tentativas de articulación
con diferentes organizaciones y partidos de izquierda. Con la idea de “integrar
las reivindicaciones específicas del sector homosexual al proceso revolucionario
global”, el flh intentó varios acercamientos a organizaciones revolucionarias,
como Montoneros (con quienes participaron en dos manifestaciones de apoyo
a Perón) y el pst (Partido Socialista de los Trabajadores, que durante un tiempo
albergó secretamente al flh en un cuarto de un comité), logrando brevemente
introducir en los debates políticos cuestiones de sexualidad como revolución. Pero
estas articulaciones fueron efímeras, y todo acabó finalmente en una campaña de
extrema derecha contra la homosexualidad, estigmatizada junto con el consumo
de drogas ilegales, el movimiento hippie y la izquierda joven, que terminó recha-
zando ella misma su asociación con el movimiento homosexual.
Luego del fracasado coqueteo con la juventud peronista, el flh se orientó
a las necesidades de la comunidad (clandestina, y en construcción). Editaron
ocho números de una revista llamada Somos, que incluía artículos teóricos,
traducciones de manifiestos de otras agrupaciones internacionales, literatura,
informaciones y denuncias, hasta la disolución del movimiento luego del ase-
sinato de un militante.
Pero el fracaso del flh constituyó un punto de partida. Fundó una tradición
política que inspiró y todavía inspira a muchos otros movimientos. No solo

93
Cecilia Palmeiro

me refiero a los grupos actuantes en la Argentina contemporánea articulados


en torno de la teoría queer, sino que el flh contagió al Brasil con su germen
revolucionario a partir del exilio de Perlongher, entre 1981 y su muerte en 1992.

Somos y el Brasil de la apertura

“Bichas: nosso buraco é instrumento da abertura política”.


Glauco Mattoso

Entre 19684 y 19755 la dictadura brasileña se encargó de reprimir y censurar


cualquier manifestación “peligrosa”. El modo en que la represión del Estado
aniquiló las organizaciones de lucha armada y debilitó los partidos de izquierda
y las organizaciones estudiantiles que pensaban en términos de una transfor-
mación social basada en la lógica de la lucha de clases, sumado a sus propias
fisuras ideológicas, produjo entre los intelectuales comprometidos una serie de
cuestionamientos a las nociones políticas tradicionales, formulados en discursos
cuyas claves retóricas apuntaban a la exploración de nuevos medios para con-
cretar sus utopías. Así se configuró el campo de experimentación micropolítico
como modo de articulación de lo que Guattari llamó “revolución molecular”6,
que tendría como base la serie de mutaciones subjetivas a escala micro. Este
4 
Año de aparición del Ato Institucional 5, documento a través del cual el gobierno comunicaba
su decisión de intensificar la represión y la censura.
5 
Año en que se produjo la amnistía para los presos políticos.
6 
Guattari establece una distinción entre revolución molar y revolución molecular, usando
imágenes de la física y la química. Mientras que la revolución molar se llevaría a cabo a partir
de estructuras de representación como partidos políticos, la revolución molecular tendría como
primer objetivo la crítica contra la producción de subjetividad capitalística, que es el modo de
sujeción subjetiva al orden del capital (o sea, la unidad mínima de la extracción de plusvalía). En
el libro Micropolítica: cartografías del deseo, escrito con motivo de un viaje por el Brasil en 1982,
de Félix Guattari y Suely Rolnik, leemos: “El orden molar corresponde a las estratificaciones que
delimitan objetos, sujetos, las representaciones y sus sistemas de referencia. El orden molecular,
por el contrario, es el de los flujos, los devenires, las transiciones de fase, las intensidades” (465).
Guattari propone una lectura de fenómenos sociales concibiendo al deseo como una fuerza de
transformación política en el ámbito de la micropolítica: “La problemática mircopolítica no se
sitúa en el nivel de la representación, sino en el nivel de la producción de subjetividad. Se refiere
a los modos de expresión que no pasan solo por el lenguaje, sino también por niveles semióticos
heterogéneos” (41). Se trata de captar esos impulsos insurgentes, esas fuerzas vitales de cambio,
de manera que no sean recuperadas y reapropiadas por los sistemas capitalísticos, y a través de
una red de alianzas solidarias (devenires) producir una revolución a escala macro.

94
II. Cruces artísticos. Políticas corporales

fenómeno es perceptible a través de una politización de lo cotidiano donde el


cuerpo se convierte en el espacio de lucha entre el dominio y la resistencia, y
que da origen a un cambio en las formas de ser y estar en el mundo, y al surgi-
miento de formas de lucha alternativas y de nuevas formaciones estéticas vitales.
Esta “revolución existencial”,7 como la llamaba Perlongher, junto con la
producción de procesos de singularización,8 partía de la conjunción de varios
factores. El primero, la apertura democrática del gobierno del General João Bap-
tista Figueiredo.9 Otro factor fue la crisis de la izquierda partidaria (producida
tanto por la represión estatal sufrida hasta entonces como por su imposibilidad
de canalizar los impulsos insurgentes de la sociedad10 hacia “la revolución”), que
se agudizó con la emergencia de nuevos sujetos políticos que problematizaban
la simplificación de los esquemas marxistas de la lucha de clases y con los cuales
le resultó muy difícil articularse.11

7 
En Micropolítica, Félix Guattari y Suely Rolnik observan que “una silenciosa revolución
molecular tomaba cuerpo en el discurso y más aún en los gestos y en las actitudes: se esbozaba
la disolución de una política de subjetivación construida durante los quinientos años de historia
de Brasil”, que formaba una cartografía perversa, colonial, esclavista dictatorial y capitalista (8).
La subjetividad tiene en el capitalismo contemporáneo un lugar central, en cuanto “principal
fuente de extracción de plusvalía, en lugar de la fuerza mecánica del trabajo manual” (9).
8 
Guattari y Rolnik señalan que la subjetividad es “asumida y vivida por individuos en sus
existencias particulares. El modo por el cual los individuos viven esa subjetividad oscila entre dos
extremos: una relación de alienación y opresión, en la cual el individuo se somete a la subjetividad
tal como la recibe, o una relación de expresión y de creación, en la cual el individuo se reapropia
de los componentes de la subjetividad, produciendo un proceso de singularización” (48).
9 
1979-1985, cuya amnistía para los presos políticos y los exiliados sirvió también para eximir
de sus actos a policías y militares, con lo que nunca fueron juzgados ni penalizados.
10 
Guattari y Rolnik hablan de una protesta del insconsciente, que no tiene que ver con
manifestaciones de los sistemas políticos representacionales, definiendo inconsciente como
“el ámbito de producción de los territorios de existencia, sus cartografías y sus micropolíticas,
producción operada por el deseo. Hay entonces no solo una crisis de la economía, sino una crisis
de la economía del deseo que se traduce en un golpe a su estandarización. […] Se desinvisten las
cadenas de montaje de la subjetividad […] se inventan otros mundos” (15-16). En esos términos
se lee la producción de grupos minoritarios, devenires minoritarios.
11 
La imposibilidad de la izquierda tradicional brasileña para articular la lucha de clases como
las llamadas “menores” redundó en un proceso que socavó sus bases. Como señala Edward
Macrae, el movimiento negro “ao enfatizar a opressão suplementar sofrida pelo trabalhador de
origem africana rompia com a ideia de uma grande classe operária unida pela mesma exploração
capitalista. O movimento feminista […] servia para chamar a atenção a formas de discriminação
presentes nos métidos de militância de esquerda e a outros tipos de opressão além da puramente
econômica. [...] as feministas serviram [...] para legitimar valores que antes eram desprezados
pelos grupos de inspiração marxista-leninista” (31).

95
Cecilia Palmeiro

Paralelamente, una nueva izquierda surgía: el Partido dos Trabalhadores,12


de origen sindical, ya por entonces liderado por Luiz Ignácio da Silva (Lula),
que organizó en 1978 una poderosa huelga de metalúrgicos del abc de São
Paulo, que llevó dos años controlar.
Frente a la crisis del discurso de izquierda, que era percibido por los jóvenes
desbundados y los grupos libertarios como autoritario y represor de los deseos
individuales (ya que entendía a los militantes como soldados de la revolución
y creaba una contradicción en las imágenes utópicas de la revolución desea-
da), el debate político pasó del eje del colectivo al del individuo: la revolución
comenzaba por la propia vida para desplegarse en la sociedad, y no al revés.13
Como resalta Heloísa Buarque de Hollanda, los cambios en los estilos de vida
producidos y pregonados en la época del llamado desbunde14 no se trataban de
un mero escapismo, sino de una transformación subjetiva que tendía a minar
las bases sobre las cuales el sistema capitalista se sostenía: lo que Guattari llama
producción de subjetividad (término que desplaza críticamente el concepto de
ideología), entendida como la “materia prima de la evolución de las fuerzas
productivas en sus formas más ‘desarrolladas’ (38).
En este contexto, el antropólogo Edward Macrae observa en su libro A
construção da igualdade: identidade sexual e política no Brasil da “abertura” (1990)
que uno de los aspectos marcantes de la contestación cultural del desbunde, y
de la glorificación de la marginalidad como cuestionamiento del autoritarismo
12 
A pesar de las múltiples tensiones entre el pt y los movimientos minoritarios, este sería el
primer partido de izquierda en articularse con ellos.
13 
Edward Macrae, señala que “Na busca de soluções para suas próprias contradições, estudantes
e intelectuais voltavam suas preocupações para questões como o corpo, o erotismo, a subversão
de valores e comportamentos. Foram buscar inspirações nos movimentos, já antigos, da
contracultura, vindos da Inglaterra e dos eua. E as discussões pasaram a ser feitas em torno de
assuntos como o uso de drogas, a psicanálise, o corpo, o rock, os circuitos alternativos, jornais
underground, discos piratas, etc. Entre esses setores começava a se tornar cada vez mais nítido
um desinteresse pela política como ela vinha sendo entendida até então. A teoria e as práticas
das esquerdas eram questionadas, sendo apontado seu conservadorismo cultural, refletido na
sua dificuldade em inovar nas áreas das artes e dos costumes. O marxismo ficava estigmatizado
de ‘caretice’ e difundia-se uma nova noção –não existiria a possibilidade de uma revolução ou
transformação social sem que ocorrese também uma revolução ou transformação individual” (21).
14 
Desbunde en portugués podría traducirse al español rioplatense como “despelote” o “desconche”
(bunda en portugués quiere decir culo), términos que designan un desorden total, un quilombo,
en el plano de los comportamientos. El fenómeno del desbunde consiste en un cambio en el
estilo de vida de los jóvenes de clase media durante los años 70, ligado a exploraciones de la
sexualidad, a los modos posibles de comunidad y a los límites de la percepción a partir del uso
de drogas. Guattari lo lee como una “protesta del inconsciente”.

96
II. Cruces artísticos. Políticas corporales

tradicional de la sociedad brasileña (no exclusivo de la dictadura), fue una apa-


rente explosión de prácticas “homosexuales”. Contra los dictámenes del poder,
el placer se erigía como rebelión individual. Este fenómeno podía observarse
en una nueva visibilidad de las prácticas sexuales, en la construcción de un
mercado y una subcultura.
El primer grupo de afirmación homosexual del Brasil surgió en 1978, como
consecuencia del contrabando de ideas subversivas realizado por Perlongher
en sus primeras visitas a San Pablo. El grupo se llamó Somos, en homenaje al
extinto flh, por su afirmación identitaria y por su lúdico carácter palindrómi-
co, y se inscribió en una red de lucha internacional mapeada en la década del
70, cuando también aparecieron los primeros grupos gays y lésbicos en otros
puntos de América Latina.15
15 
En su artículo “A luta pela igualdade: desejos, homossexualidade e esquerda na América Latina”,
James Green, ex militante de Convergência Socialista y de Somos, señala que una importante
diferencia entre los dos primeros grupos de activismo homosexual en Argentina y Brasil, flh y
Somos, reside en el modo de pensar la política y de organizarse. En el caso argentino, muchos
de sus militantes venían de experiencias en la izquierda partidaria y tenían una larga tradición de
militancia clandestina, peronista y comunista, dada la asiduidad de los gobiernos de facto. Por su
parte, en Brasil, la emergencia del discurso libertario sobre la sexualidad, y de las organizaciones
políticas asociadas a este discurso, puede definirse según un modo “anárquico-artesanal”, para
usar la expresión de Macrae.
Green señala la diferencia fundamental entre el origen del activismo glbt norteamericano y el
latinoamericano. En los EE. UU., cuya primera agrupación fue Mattachine Society (fundada
en 1950 por Harry Hay, un ex miembro del Partido Comunista estadounidense), esta forma
de activismo se relacionaba con la emergencia del movimiento de derechos civiles, así como
con las perspectivas del Partido Comunista Americano sobre el papel de las minorías oprimidas
organizadas para eliminar la discriminación. Ambos se orientaban a un discurso democrático
que buscaba la igualdad de derechos. En la Argentina y en América Latina, donde la izquerda no
tenía todavia la retórica de los derechos civiles individuales –vistos como burgueses y no como
reivindicaciones de la clase trabajadora–, tales tópicos se tradujeron en un énfasis en la lucha
antiimperialista de la clase obrera (26). En el caso particular de la Argentina, la relación entre los
leitmotiv del pc y el inicio de Nuestro Mundo está condensada en los siguientes términos: “O
conceito marxista-leninista de encorajar ações políticas vanguardistas em nome da consciência
ainda embrionária da classe trabalhadora, foi facilmente traduzido pela noção de constituir
uma organização que serviria para alavancar a consciência dos membros do segmento gay de
Buenos Aires” (26).
Luego del flh, aparecieron los primeros grupos gays y lésbicos en México y Puerto Rico. En
México se forma en 1978 el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria, inspirado en el Frente
de Liberación Gay (Gay Liberation Front de Nueva York), que a su vez tomaba el nombre prestado
del Frente de Liberación Nacional Vietnamita. Como indica James Green, el flh inscribe en su
nombre una doble lucha: “a analogia entre libertação da opressão estrangeira e a libertação da
opressão sexual estabelecia uma espécie de associação entre corpo nacional e corpo físico” (27).

97
Cecilia Palmeiro

En 1978, el escritor João Silvério Trevisan armó el primer grupo de discusión


sobre homosexualidad, junto con Leila Míccolis y Glauco Mattoso, entre otros,
que se dedicó inicialmente al análisis del texto “Homosexualidad masculina
y machismo”, del flh.16 Paralelamente, y tras la visita al Brasil de Winston
Leyland, editor de la Gay Sunshine Press de San Francisco (que había viajado
con el objetivo de elaborar una antología de cuentos gays latinoamericanos),17
parte de ese grupo lanzaba el más representativo periódico dedicado a la co-
munidad homosexual brasileña: el Lampião da esquina.18
Pero además del surgimiento del Lampião, otros factores contribuyeron a la
formación del Movimiento Homossexual Brasileiro (mhb), nombre con el que
se designa la articulación de los diferentes grupos. En abril de 1978, la revista
Versus promovió un ciclo de debates (la “Semana do Movimento da Convergência
Socialista”19) con el objetivo de elaborar la plataforma política de un futuro partido
socialista brasileño. Durante este encuentro, un “incidente” provocado por la no
16 
Cfr. Macrae, p. 96.
17 
La antología finalmente se publicó en 1983 con el título My deep dark pain is love, e incluyó,
entre otros, el escandaloso cuento de Perlongher “Evita vive” (“Evita Lives”).
18 
El Lampião da Esquina fue el periódico contracultural más importante de la época y funcionó,
en su comienzo, como portavoz de los grupos estigmatizados que se organizaban políticamente,
en particular del movimiento homosexual. Un mes después del lanzamiento del primer número
se fundó el grupo Somos. Desde allí, se proponía una política de visibilización e integración: “é
preciso dizer não ao gueto e, em consequência, sair dele”. (“Saindo do gueto” Lampião n° 1, p. 2).
El grupo central se formó a partir del encuentro de escritores queer con motivo de la visita de
Leyland: Perlongher, Glauco Mattoso y Trevisan (Leila Míccolis presentó a los dos últimos).
El consejo editor estaba compuesto por nombres que marcaron el campo artístico de la época:
Adão Acosta, Aguinaldo Silva, Antônio Chrysóstomo, Clóvis Marques, Francisco Bettancourt,
Gasparino Damata, João Antônio Mascarenhas, Darcy Penteado, Jean-Claude Bernardet, João
Silvério Trevisan, Peter Fry y Glauco Mattoso. La única colaboradora estable mujer era Leila
Míccolis, que se fue cuando el periódico rompió lazos con los activistas hacia el final.
El Lampião se propuso como la voz de la minoría homosexual (incluso dedicó un número entero
al 1er Encontro Brasileiro de Grupos Homossexuais) y colocó esta voz en relación solidaria con
las de otras minorías que luchaban por sus derechos (feministas, afrodescendientes, pueblos
originarios, ecologistas). Su postura intransigente respecto del discurso partidario de la izquierda
llevó, en parte, a que el Lampião rompiera con el discurso militante, y así el Lampião, sostiene
Macrae, tuvo un papel considerable en el proceso de desintegración del movimiento homosexual
brasileño. En 1981 hubo una profunda crisis en la que confluyeron varios factores: la subida
del precio del papel, la ruptura con la militancia y la decadencia del mercado de consumo gay.
Finalmente, la publicación lanzó su último número (37) en junio de 1981.
19 
El Movimento Convergência Socialista (mcs) fue un grupo de vanguardia trotskista vinculado
con la iv Internacional, fundado en 1978 con el objetivo de reunir a los socialistas brasileños
en un único partido.

98
II. Cruces artísticos. Políticas corporales

inclusión del Lampião derivó en un intenso debate acerca de la relación entre la


izquierda y los homosexuales, que constituyó la primera discusión pública sobre
los aspectos políticos de las sexualidades disidentes en Brasil, y desde entonces
empezó a cuestionarse abiertamente la idea de que los problemas de discriminación
se solucionarían con el advenimiento de una sociedad sin clases (Macrae 100).
Luego de ese debate, un grupo integrado por Trevisan y Glauco Matto-
so, entre otros, fundó el Núcleo de Ação pelos Direitos Homossexuais, que
hizo su primera aparición pública para denunciar la discriminación contra
homosexuales en un periódico.20 A partir de diciembre de 1978, luego de un
encuentro político en la Universidad de San Pablo (usp), el grupo adoptó el
nombre de Somos.
En su libro Devassos no Paraiso, João Silvério Trevisan, una figura central
del movimiento, se refiere a los debates que dieron origen a Somos:
O modelo era, até certo ponto, o gay consciousness-raising group ameri-
cano, através do qual se buscava uma identidade enquanto grupo social
[…] Seus propósitos eram: auto-gestão, tomada de consciência do corpo
e sexualidade. Mas o grupo fortaleceu-se nas brigas polêmicas com a es-
querda, como num debate público na Universidade de São Paulo, onde
ficaram claras duas posições: a da ‘luta maior’ da esquerda (a de classes) e
a das ‘lutas menores’ dos movimentos de minorias. (72)
En oposición a las ideas ya clásicas de la militancia, Somos elaboró un dis-
curso propio. En uno de sus primeros documentos, “A nossa proposta”, leemos:
Os nossos objetivos básicos são: a luta contra o autoritarismo, em todas
as suas formas e a luta pelo direito ao prazer, isto é, a liberdade de uso do

20 
En la “Carta ao Sindicato dos Jornalistas Profissionais do Estado de São Paulo” puede leerse
una especie de manifiesto político: “Em nossos dias a livre aceitação da própria sexualidade
começa a ser encarada como um dos direitos humanos fundamentais. Também sabemos hoje que
a homossexualidade não é doença a ser curada. […] Para os interesses de certos grupos é perigoso
que camadas até agora reprimidas e/ou marginalizadas –mulheres, negros, homossexuais, índios–
tomem consciência dos motivos de sua opressão. Essa espécie de pecado original a que estavam
condenadas só foi criada para que ‘tudo andasse bem na sociedade’. É também perigoso que
nós, homossexuais, contestemos essa ideologia onde um ser (macho) domina o outro (a fêmea)
com uma finalidade (a reprodução). Nesse sentido, o homossexualismo torna-se duplamente
incômodo. Trata-se, com efeito, de uma sexualidade onde pretendemos que não exista um
dominador nem um dominado e cuja “finalidade” é estritamente lúdica. Sabemos que não será
através de concessões parciais que esta realidade mudará. Ela mudará quando mudar o sistema
todo” (1978, Núcleo de Ação pelos Direitos dos Homossexuais – Fundo Somos, Arquivo Edgar
Leuenroth, Unicamp).

99
Cecilia Palmeiro

próprio corpo, sem que se tenha que seguir regras ou padrões (uma das
manifestações do autoritarismo).Para que tais metas se tornem possíveis,
achamos necessária uma profunda transformação social, que ponha fim à
divisão de classes dentro da sociedade –sejam elas econômicas ou sexuais.
Não estamos lutando por uma integração dos homossexuais à sociedade
atual, nem tampouco buscando uma sociedade socialista nos moldes exis-
tentes até agora. Como organização de atuação social, estamos buscando
os nossos próprios caminhos, dentro da originalidade da nossa discussão.
Entendemos que a mudança tem que se iniciar em nós próprios […] Nosso
grupo não tem líderes nem pretende tê-los; achamos que seria incoerente
com a nossa proposta de luta contra o autoritarismo. […] estamos tentando
aliar política e prazer […]. Questionamos também o rótulo de ‘minorias’
que nos é imposto. Achamos que tal denominação é um mecanismo
utilizado para qualificar a nossa luta de ‘menos importante’ ou ‘específica’
[…]. Em oposição, existiria uma outra luta considerada ‘mais importante’,
‘prioritária’ ou ‘geral’, que seria de interesse de toda a sociedade.[…]. Para
nós, o questionamento dos padrões sexuais é ponto fundamental para a
transformação da sociedade, e, a partir daí, o surgimento de uma nova
sexualidade. (Fundo Somos, Arquivo Edgar Leuenroth, Unicamp).
Como el flh, al principio Somos revertía la perspectiva teórico-política
clásica de los partidos marxistas: el orden de las significaciones culturales era
concebido como un campo de batalla relativamente autónomo respecto del de
las determinaciones materiales. Y al igual que lo ocurrido con el feminismo, las
narrativas de la singularidad no encontraban más que un espacio subalterno den-
tro de la retórica universalista clásica de la izquierda. Sin embargo, la propuesta
crítica del grupo resulta más vaga que la del flh, que contaba con militantes
mucho más experimentados en la lucha revolucionaria. A ese primer problema,
el de una relativa inocencia casi liberal, se sumó el de sus conflictos internos.
Somos tenía dos orientaciones básicas: la línea más anarquista, pro auto-
nomía del movimiento, y la línea marxista, favorable a la incorporación del
movimiento a estructuras partidarias y a la solidaridad con otras luchas, mayores
y menores, postulando una revolución sexual en el interior de una revolución
socialista. Esta última línea era la de los militantes trotskistas de Convêrgencia
Socialista, pero que también adoptaría Perlongher al incorporarse hacia el final al
grupo, articulándolo efímeramente con el pt. La línea anarquista autonomista,
cuyo portavoz fue Trevisan, postulaba que la revolución comenzaba por la propia
vida cotidiana y rechazaba la agenda socialista por considerarla autoritaria en
varios sentidos, pero principalmente por sus pretenciones de representación

100
II. Cruces artísticos. Políticas corporales

paternalistas, según las cuales se programaba la revolución del otro y se plan-


teaba una toma del poder “en nombre del Pueblo”. Esta línea, inspirada en los
movimientos identitarios norteamericanos, estaba más próxima a una política
de identidad que podía servir como foco de resistencia y autoafirmación, pero
que corría el riesgo de cristalizarse en una mera afirmación acrítica de la iden-
tidad, sin tener en cuenta los problemas de desigualdad social y económica de
las sociedades capitalistas, especialmente dramáticos en el Brasil.
Además de las discusiones internas sobre el rumbo de la militancia, Somos
tuvo varios conflictos para articular con otras luchas minoritarias, como el
feminismo y el movimiento afro, punto en el que se insistió desde un primer
momento, precisamente para evitar la institucionalización y despolitización
de la identidad que, finalmente, años más tarde llegó, junto con la emergencia
del vih-Sida.
En 1982, cuando el mhb ya estaba en crisis, Guattari advertía los peligros
que corrían los movimientos moleculares de no alinearse con la izquierda y
tejer redes entre sí:
No dudo que un día ustedes tendrán aquí un Ministerio de las Persona-
lidades Culturales, cuya incumbencia no va a ser la de aplastar todos esos
modos de expresión específicos de las diferentes regiones brasileñas, sino
por el contrario la de desarrollarlos, incentivarlos, evidentemente en la
medida en que no interfieran con las cosas serias, las cosas de la producción
y de la política. (104)
El problema era entonces que ese desarrollo institucional se daría sin que
la situación de desigualdad de los miembros de esas comunidades hubiera
cambiado un ápice. Desgraciadamente, la historia le dio la razón.
La estructura de Somos consistía en varios subgrupos de identificación,
actuación y discusión, organizados horizontalmente, y las decisiones se tomaban
por consenso unánime, y no democráticamente por votación –porque de ese
modo se construiría una mayoría dominadora y una minoría oprimida. Las
tres bases consensuadas de actuación eran: la homosexualidad obligatoria de los
miembros (las reivindicaciones específicas de las minorías debían ser practicadas
por esas mismas minorías, ya que no creían en la representación, por lo cual
era necesaria la construcción de una consciencia homosexual), la apropiación
crítica del vocabulario peyorativo (como bien podemos leer en el poeta Glauco
Mattoso) y un antiautoritarismo radical.
La idea de una identidad fuerte les daba cohesión a las luchas y proponía
nuevas alianzas con otros grupos en función de una vivencia común. Las políticas

101
Cecilia Palmeiro

de la identidad apuntaban en ese momento a combinar experiencia comunitaria


y necesidades individuales, de ahí la política de “asumirse”.
Otro de los grandes conflictos del mhb, y particularmente de Somos, fue la
relación que se establecía entre varones gays y mujeres feministas, lesbianas o no.
La poeta Leila Míccolis, probablemente la militante feminista más relevante de
la época,21 sostiene una posición anti-gueto y anti-biologicista.22 Sin embargo,
cuando Míccolis y las militantes lesbianas se apartaron de Somos (que parecía
enteramente dedicado a la homosexualidad masculina) fundaron el Grupo de
Ação Lésbico Feminista (galf ), que solo permitía lesbianas en sus cuadros. La
identidad llevaba, en definitiva, al gueto.23
21 
Leila Míccolis fue también una poeta dedicada a explorar la relación entre lenguaje y
corporalidad así como entre sexo y política. Su poesía se presenta como manifiesto político, más
orgánico que lo de la poesía marginal, con más densidad teórica y un programa de acción. A pesar
de las nociones identitarias fuertes que orientaron las acciones del galf, en Míccolis, tanto en
sus ensayos teóricos como en sus textos poéticos, la marca identitaria se muestra como encierro
y violencia: el cuerpo es hablado por el género mientras el sujeto es construido por el lenguaje.
22 
Míccolis explica en su ensayo “Eram as lésbicas marcianas?”: “Na década de 70, os movimentos
feministas tendiam a ver o sexo mas como uma característica biológica, em cima da qual se
davam as reproduções de mão-de-obra e do poder masculino. A grande inovação do movimento
homossexual foi questionar esse biologismo reprodutor, mostrando aspectos da sexualidade
directamente ligados ao prazer […] Este era o único espaço aberto […] para se denunciar a
manipulação político-econômica do corpo [...] Básicamente cultural, a luta do mh não era
(nem é) para só abolir leis repressivas, nem para integrar os ‘coitados’ a sociedade ou criar leis
antidiscriminatórias; seu objetivo principal é a transformação da mentalidade da sociedade como
um todo […] A luta não é –como erroneamente se supõe– em prol dos ‘direitos homossexuais’
mas da liberdade humana, porque não adianta apenas a mudança de um regime político –como
em Cuba– onde os homossexuais continuam perseguidos e oprimidos, e as mulheres tratadas
como ‘companheiras do homem’ […]” (76-77). Y hace una crítica muy interesante al observar
que la izquierda heredó de la derecha su rígido moralismo sexual: propone una redistribución
económica de izquierda en una sociedad moralmente de derecha (78).
23 
Al respecto, Macrae observa: “Alega-se que essas posturas acabavam por revalidar o uso do
rótulo ‘homossexual’, concebido por alguns como sendo uma patente de controle social, seja
ele imposto por forças sociais externas ou voluntariamente adotado. A prática de ‘se assumir’,
encorajada pelos grupos, correria o risco de não ser nada revolucionária, transformando-se, talvez,
somente numa acomodação de comportamentos e sentimentos, até então em desarmonia com as
normas gerais, integrando-se de uma maneira mais funcional à estrutura vigente. Estabelecer-se-
iam novos padrões e simplesmente se mudaria o lugar da linha de demarcação entre o permitido
e o proibido. O ‘homossexual comportado’, cujos valores e forma de vida se aproximam bastante
da dos heterossexuais, seria aceito, mas os personagens incômodos como os travestis, os pedófilos,
etc., continuariam a ser rejeitados” (56).
Peter Fry lleva su análisis en este mismo sentido: “A movimentação em torno da defesa dos
‘homossexuais’ tem por objetivo a libertação sexual, mas contribui noutro sentido, para um novo

102
II. Cruces artísticos. Políticas corporales

No todos los activistas dentro de Somos sostenían las mismas posiciones


frente al concepto de identidad, y solo al comienzo pudo sostenerla mayori-
tariamente para unificar reclamos y producir alianzas. Pero posteriormente el
poder creativo de las fuerzas insurgentes de la homosexualidad como diferencia
crítica fue captado por el capitalismo, lo que resultó en la construcción de
una “subcultura homosexual” (que en definitiva es un modo de estandarizar
particularismos en un mercado identitario, un dispositivo de modelización y
control social) y no de una sociedad más democrática y solidaria.
Ya en 1980, para cuando el mhb se había extendido por muchos Estados
y a través de múltiples agrupaciones con distintas ideas sobre el activismo y el
cambio social, se produjo la primera fractura.
Ese año se realizó un encuentro doble: el I Encontro Brasileiro de Homos-
sexuais (ebho) y el I Encontro Brasileiro de Grupos Homossexuais Organizados
(ebgho),24 que contó con ochocientos participantes. Los objetivos eran: cambiar
las legislaciones vigentes represivas y preservar la autonomía del movimiento.
Ese último punto generó el conflicto más grave que enfrentó y desarticuló al
grupo Somos y que en parte desató la crisis del mhb.
Varias fuentes apuntan que la discusión principal fue sobre el modo en que
el mhb participaría en la conmemoración del 1° de mayo en el abc paulista,
donde se estaba llevando a cabo la mencionada huelga liderada por Lula. Por
un lado, estaban los que querían limitar sus acciones a cuestiones específicas
de sexualidad, y por otro los que pensaban que la liberación solo sería posible
en solidaridad con los demás sectores oprimidos. De esta manera, los últimos
controle da sexualidade [...] Ao pressionar pessoas a seguirem determinadas carreiras sexuais,
corre-se o risco de desempenhar o papel de eliminar a anomalia e a ambigüidade da vida da
sociedade e do indivíduo. São apresentadas duas opções excludentes que deixam de lado muitas
outras” (citado en Macrae, 57).
Y también Hebert Daniel, desde una posición absolutamente foucaultiana y queer avant-la-lettre,
diez años antes que Judith Butler: “A homossexualidade não pode ser considerada como uma
‘diferença sexual’ (uma qualidade sexual), mas é fundamentalmente uma diferença social, uma
variante do comportamento sexual, estabelecida para definir uma categoria social (o homossexual).
[…] A repressão não aparece e se desenvolve para oprimir uma casta. A ação do poder consiste
exatamente em definir uma raça. Isto é, postula os direitos a serem reivindicados pela minoria,
na medida em que inventa, determina e institucionaliza um setor homogêneo. A criação do
grupo ou gueto não decorre de diferenças preexistentes entre os indivíduos, que o poder regula
e controla. No caso dos homossexuais é a própria criação da diferença que é a esfera de ação
própria do poder” (47-48).
24 
Entre los grupos que estuvieron presentes podemos citar a la Facção Homossexual da
Convergência Socialista , Eros (sp), somos/Sorocaba, somos/RJ, Beijo Livre (Brasília), Libertos
(Guarulhos) e Grupo de Ação Lésbico-Feminista.

103
Cecilia Palmeiro

participaron del acto del 1° de mayo en el estadio de Vila Euclides creando una
Comissão de Homossexuais pró-1° de Maio. Por su parte, los anarco-autonomistas
(Trevisan a la cabeza, junto con los editores del Lampião) organizaron un picnic
en el parque Ibirapuera.
Después de esta fractura, el Lampião se transformó en un foro de ataques al
sector “de izquierda” del movimiento, principalmente a la Facção Homossexual
da Convergência Socialista, y comenzó así su carrera hacia la desaparición.
El 17 de mayo de 1980 se consolidó la división. El grupo de los “antiguos”
militantes se desligó de Somos y formó un nuevo grupo, Outra Coisa - Grupo de
Ação Homossexual. En su primer manifiesto, replicado en una carta casi idéntica
enviada al Lampião el 18 de mayo, declaraban:
De repente, decretou-se que as bichas e lésbicas do Somos tinham que ser
solidários às lutas dos setores oprimidos da população. Isto porque, sendo
oprimidos, deveríamos apoiar todos os outros setores que o eram. Assim,
esta posição passou a ser um dogma dentro do grupo. Os que dela discor-
davam eram tidos como ‘fascistas’, ‘inconsequentes’. Considerando que a
imagem externa do grupo Somos está irreversivelmente associada ao grupo
Convergência Socialista; que a autonomia do Grupo Somos está compro-
metida pelo caráter da atuação de elementos filiados a organizaçoes políticas
partidárias; que o Grupo Somos foi desviado de sua definição como grupo
de homossexuais interessados em discutir basicamente nossa sexualidade e
lutar contra a discriminação sexual, passamos a constituir um novo grupo
que se propõe a reafirmar a definição do grupo homossexual autônomo e
interessado prioritariamente na questão homossexual. (Míccolis 104).
Así se consolidaba la fragmentación del movimiento, con un argumento
liberal, tendiente a la guetificación y la neutralización política, cuyos efectos y
desarrollos históricos pueden observarse en el presente de las luchas identitarias
en el Brasil, mayormente despolitizadas y dedicadas a la “celebración” ideológica
de la propia identidad (esto es, reforzando estereotipos que alimentan la violencia
social fuera del territorio del gueto). En la misma reunión del 17 de mayo de 1980,
como parte de este cisma, las mujeres del Grupo Lésbico-Feminista de Somos
también se separaron, para formar el Grupo de Atuação Lésbica-Feminista (galf).25
25 
Su argumento para la separación cae en todos los vicios de la política de la identidad, empezando
por el biologicismo y el sexismo: “Dada a especificidade da discriminação que sofremos, enquanto
mulheres e homossexuais, consideramos o processo de afirmação somente possível em reuniões
separadas das dos homens. As mulheres não podem descobrir o que têm em comum a não ser
em grupos só de mulheres. É falsa a ideia de que um grupo homossexual precise de lésbicas para
levar a questão feminista” (Míccolis 104).

104
II. Cruces artísticos. Políticas corporales

Tras este doble cisma (marcado por el alejamiento de las mujeres y los inde-
pendientes), Somos quedó con cinco activistas solamente. En aquel momento,
Perlongher volvió a acercarse al grupo, que comenzó a editar un boletín llamado
O corpo (publicado hasta 1983, cuando Somos se disolvió oficialmente). En
un documento titulado “A crise de Somos” se leen claramente los argumentos
perlongherianos:
Se criticou a política de afirmação homossexual. Esta crítica diz o seguinte:
a política de afirmação, exaltação, assumissão, glorificação (e muito em
breve, purificação) homossexual, da identidade homossexual, parece ter
tido um sentido no primeiro momento –momento de início, de abertura.
Mas a homossexualidade passou a ser rapidamente recuperada em nível
político e económico –indústria de consumo gay, declarações de delegados,
etc.[…] O discurso homossexual, que começou sendo ‘libertador’, vira
normatizador. Os grupos gays serviram de agências de normatização, onde
as bichas passam a assumir sua identidade homossexual e logo integrar-se
ao sistema. Hoje em dia, uma política de afirmação é reformista (defender
pontos ultramínimos […] ou diretamente reacionário […]. A normatização
homossexual em marcha tende a tornar impopular a homossexualidad
separando-a da marginalidade do sistema e tornando-a careta. […] Se se
quer resgatar os elementos contestadores, se trataria de partir para uma
política sexual, constituindo um grupo de intervenção sexual que
defendesse os marginalizados pela nova normatização em marcha (travestis,
prostitutas, bichas pobres, loucas, michês, mundo da noite) sem fincar o
pé na identidade gay classe média. O que se propõe é um grupo contra-
cultural. (O corpo 1981, n° 1, 3).
La postura radical de este documento tiene validez hasta el presente y su
argumento inspiró la creación de grupos antiidentitarios, que retoman esta
propuesta a través del concepto de lo queer.
La emergencia del vih-Sida llegó para coronar una decadencia que ya se
gestaba por la falta de visíón política a largo plazo de estos primeros intentos
de politizar el placer. La consigna de lo personal como político llegó a un límite
que era estrictamente personal, y que en el contexto de economías neoliberales
calzó perfectamente con un modelo de sociedad donde la diferencia podía ser
tolerada, siempre que permitiera ser normativizada y siempre que se transfor-
mara en un nicho de mercado. Es decir, cuando rindiera económicamente y
neutralizara las fuerzas vitales de cambio social. En este sentido, los reclamos
de Perlongher continúan siendo disruptivos e iluminadores para el activismo
en el presente.

105
Cecilia Palmeiro

Bibliografía
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flh, Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires,
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colônia à atualidade. Rio de Janeiro: Record, 2000.
Versus. Noviembre 1975 / Octubre 1979. São Paulo.

106
¿Qué ves cuando me ves?
La recepción del cine brasileño por la
crítica cinematográfica en Argentina
Marina Moguillansky*

La crítica de cine construye un discurso sobre las películas que se transforma


rápidamente en una lectura de los territorios y las culturas que aparecen en
pantalla; de allí a la producción de miradas estereotipadas hay poca distancia.
Aunque en la actualidad las películas son cada vez más gestadas en redes de
relaciones transnacionales de producción, con frecuencia son percibidas como
la expresión unívoca de una cultura nacional. Se trata del fetichismo de la pro-
ducción señalado por el antropólogo Arjún Appadurai, que aquí retomamos
para analizar algunos de los supuestos no tematizados por el discurso de la
crítica cinematográfica. El pasaje desde un discurso sobre el universo diegético
a uno que opera sobre los hipotéticos referentes reales –pasaje muchas veces
inadvertido– introduce consideraciones acríticas sobre un país, su cultura y
su población. En este trabajo rastreamos los lugares comunes, estereotipos y
prejuicios que articulan el discurso de la crítica producida en Argentina sobre
las películas brasileñas.
El análisis de las críticas se realiza sobre un corpus textual construido con
todas las reseñas publicadas por El Amante, La Nación, Clarín y Página/12
sobre los estrenos de películas brasileñas en la Argentina entre 1995 y 2008, a
las que agregamos la cobertura periodística de los festivales y premios interna-

*
Marina Moguillansky es Doctora en Ciencias Sociales (uba) y Magíster en Sociología de la
Cultura (idaes, unsam). Ha publicado el libro La imaginación regional en cuestión. La circulación
de cine brasileño en la Argentina. En su tesis doctoral, “Pantallas del Sur”, ha explorado los avances
de la integración cinematográfica en los países del Mercosur. Es docente de Sociología en la
Universidad Nacional de San Martín.

107
Marina Moguillansky

cionales en los que estuvieran presentes producciones brasileñas. La lectura del


corpus se apoya en la consideración de la crítica de cine como mediación del
consumo de cine y como escenario en el que se expresa un imaginario social
sobre la otredad cultural. En primer lugar, analizamos la existencia de una
política de la crítica hacia las películas brasileñas (y del Mercosur) atendiendo
a los criterios de noticiabilidad y jerarquización de la información. En segundo
lugar, rastreamos los estereotipos, clichés y lugares comunes sobre Brasil que se
entretejen en las evaluaciones de las películas por parte de la crítica argentina.
Finalmente, analizamos las argumentaciones que se basan en el tópico de la
autenticidad/falsedad para descalificar a la producción cinematográfica brasileña
como mercancías for export.

La crítica como mediadora en el consumo


La creciente tensión entre una inabarcable expansión de la cultura objetiva
y su imposible asimilación subjetiva conlleva una mayor centralidad de las
instancias de mediación informativa y evaluativa sobre las ofertas culturales.
El consumo de los productos de las industrias culturales es mediado por una
serie de discursos que informan sobre ellos, los presentan y evalúan. Frente a
la imposibilidad de conocimiento directo sobre todo el abanico de la oferta
cultural, los potenciales espectadores recurren a estos discursos-guía para orien-
tar sus elecciones. La crítica de cine cumple el papel de filtro al servicio de los
potenciales espectadores.
La mediación de la crítica adquiere una doble importancia en relación con
los estrenos de las películas brasileñas en Argentina. En primer lugar, porque
es un tipo de cine que interesa a un segmento particular de espectadores más
formados, un público cinéfilo que busca propuestas alternativas a la oferta
habitual de las pantallas.1 En segundo lugar, suele ocurrir que las películas
brasileñas lleguen al mercado casi sin campañas publicitarias, con actores y
directores que pueden resultar familiares en Brasil2 pero no en la Argentina, por
ende, la información de que disponen los espectadores es muy limitada. Es así
1 
Según los distribuidores independientes entrevistados las películas de “otros cines” no
provenientes de Hollywood se dirigen a un público especial que se caracteriza por prestar mayor
atención a la crítica cinematográfica.
2 
Una característica sobresaliente y diferencial de la producción cinematográfica reciente en
Brasil es la presencia de actores muy populares provenientes de las telenovelas, que son fácilmente
reconocidos por los espectadores.

108
II. Cruces artísticos. ¿Qué ves cuando me ves?

que la evaluación de la crítica cobra un rol importante –y no necesariamente


positivo– para este tipo de películas:
El problema a veces es la crítica, es un tema. Para este tipo de material, la
gente mira mucho las críticas porque es un material prácticamente des-
conocido. A esas películas les puede hacer mucho daño la crítica, influye
mucho. (Entrevista a distribuidor independiente).
Sin embargo, las opiniones y los datos sobre la influencia de la crítica en
el desempeño de las películas en el mercado son contradictorios. Hasta el
momento, no se ha determinado con certeza si la crítica actúa influenciando
a sus lectores o si es más bien un indicador de los gustos e intereses de esos
lectores.

El imaginario social en el discurso de la crítica


Más allá de sus efectos sobre la recaudación de una película, nos interesan los
discursos de la crítica cinematográfica porque son textos socialmente relevantes.
Las críticas periodísticas que se publican en periódicos masivos, como en los
casos de los suplementos de espectáculos de Clarín, La Nación o Página/12,
poseen una enorme circulación. Las críticas publicadas por revistas especiali-
zadas como El Amante, Haciendo Cine o Cinemanía, aún sin ser de circulación
masiva, alcanzan a un público especialmente relevante para el destino de las
películas. En todos los casos, los discursos de las críticas continúan circulando
–resignificados por los lectores– al ser reproducidos en conversaciones cotidia-
nas. Como señala Patrick Charaudeau, la crítica conlleva un “hacer hablar”
(faire parler) constitutivo de su rol más allá de la persuasión para convertir al
lector en espectador (faire voir). La crítica construye un discurso sobre las pe-
lículas, presenta argumentos y valoraciones que son retomados por los lectores
para poder hablar de lo que vieron. Estos discursos producen sentidos sobre
los filmes y al mismo tiempo forman una imagen sobre el país representado
en estas producciones, proyectando estereotipos y lugares comunes. Por estos
motivos consideramos que la crítica resulta un espacio privilegiado para el
análisis de los procesos de producción de sentido en torno a la circulación de
filmes brasileños en la Argentina.

109
Marina Moguillansky

Las políticas de la crítica


Los críticos de cine, como intermediarios culturales, producen discursos que
“son el resultado de relaciones sociales localizadas, de la manera concreta en
que ellos imaginan o conocen el mercado, las líneas editoriales de los medios,
las presiones políticas, y son el producto de cómo ellos construyen –dentro de
márgenes específicos– un posicionamiento ante ellas” (Grimson Otro lado 15).
Teniendo en cuenta la inserción de los críticos en un medio en particular, ex-
ploramos en forma comparada las valoraciones de Clarín, La Nación, Página/12
y El Amante sobre las películas brasileñas estrenadas en Argentina y sobre las
películas de otras nacionalidades sin encontrar diferencias significativas. Los
tres suplementos de espectáculos de diarios masivos tuvieron comportamientos
muy similares si consideramos el promedio de los puntajes otorgados a estas
películas, siendo el más frecuente “buena”. La revista El Amante, en cambio, se
distingue del resto por sus puntuaciones más bajas para las películas brasileñas,
acompañadas de comentarios muy descalificadores. Ahora bien, si consideramos
particularmente el trabajo de la crítica con respecto a la producción cinema-
tográfica argentina, sí surgen diferencias. A través de entrevistas con críticos
acerca de la forma de organizar su trabajo cotidiano hemos observado que los
suplementos de espectáculos de los diarios suelen tener cierta política diferencial
hacia el cine argentino. Aunque no puede decirse que siempre lo favorezcan
en sus reseñas, los críticos de las secciones de espectáculos de los periódicos
coinciden en señalar que se reserva una atención especial hacia el cine nacional.
Nosotros tenemos una política que es que, en lo posible, siempre que
podamos ver todos las películas argentinas, la idea es que escriba la crítica
la persona a la que más le gustó la película. Me parece que es una consi-
deración mínima que uno puede tener. Si hay tres personas que vieron la
película y a uno le gustó más que a los otros dos, que la haga él, me parece
que es lo más sano. (Entrevista a crítico de Clarín).
En cambio, no existe una política de la crítica hacia el cine del Mercosur o
de Brasil en particular: el tratamiento de las películas de ese origen es el mismo
que para el resto de las películas. El estreno de películas mercosureñas no tiene
asegurada la cobertura crítica en la fecha de lanzamiento (cosa que sí ocurre
con las películas argentinas en la inmensa mayoría de los casos), y de hecho
hemos podido constatar que muchas veces la crítica se publica el día sábado o,
en algunos casos, directamente no se publica. Por otra parte, pueden notarse
operaciones de jerarquización de la información que se emplean con las películas

110
II. Cruces artísticos. ¿Qué ves cuando me ves?

argentinas –ubicación y longitud de la reseña, ficha técnica, fotografías– que


no se registran en cambio en la cobertura de estrenos mercosureños. Para las
películas argentinas, la crítica suele realizar notas de prelanzamiento y publica
entrevistas a los directores o actores. La pertenencia de una película a un país
del Mercosur no funciona como criterio de noticiabilidad3 para los suplemen-
tos de espectáculos: cuando en un festival internacional se presentan o ganan
premios películas argentinas, se publican notas celebratorias, mientras que ello
no ocurre de manera regular cuando las películas son brasileñas, uruguayas o
paraguayas. En síntesis, el Mercosur no ha logrado generar una política de la
crítica hacia su producción cinematográfica: el imaginario nacional sigue siendo
determinante mientras que el espacio regional apenas comienza a instalarse.

Imágenes de Brasil
Si bien la crítica cinematográfica trata a las películas brasileñas igual que al
resto de la oferta de la cartelera –ni peor ni mejor– es posible identificar una
serie de imágenes estereotipadas, clichés y lugares comunes sobre Brasil que se
reiteran en los textos. El estereotipo es la imagen colectiva que circula acerca de
un grupo y le atribuye a todos sus miembros ciertos rasgos característicos que
se perciben como una esencia inmutable. Los clichés son figuras del lenguaje
cristalizadas por su repetición, que llegan a formar parte del repertorio común
al masificarse. Los lugares comunes son formas de razonamiento y argumentos
típicos, generales pero a su vez culturales. Los estereotipos, clichés y lugares
comunes tienen funciones cognitivas: intervienen de manera necesaria en el
proceso de categorización como mediadores que permiten formarse una idea
acerca del otro. Tienen también funciones identitarias, puesto que al producir
una imagen del otro cultural generan correlativamente una imagen del noso-
tros. Finalmente, los estereotipos, clichés y lugares comunes son fórmulas que
por su automatismo introducen “lo impensado en el discurso, que sirven de
argumentación o marcan la relación de un texto con la norma social” (Amossy
y Pierrot 66). En conjunto, estas fórmulas configuran el imaginario sobre un
grupo social, y en el análisis del discurso se las puede rastrear como marcas
que permiten leer lo social en el texto (Amossy y Rossen). Estas imágenes de
3 
Este fenómeno fue señalado por Grimson en su análisis de la cobertura periodística de las
interacciones fronterizas entre Posadas (Argentina) y Encarnación (Paraguay): “Los criterios de
noticiabilidad de los medios de ambas ciudades asumen como ‘evidente’ la frontera política como
frontera periodística”. (Otro lado 175).

111
Marina Moguillansky

Brasil aparecen entretejidas en las distintas partes que constituyen a las reseñas
críticas: el aparato informativo, la descripción de la historia o argumento de la
película, la evaluación y la justificación (Charaudeau). Las mismas imágenes
pueden servir para sostener evaluaciones positivas o negativas sobre las pelícu-
las, pero lo que queda fuera de discusión y de posibles cuestionamientos es el
propio estatuto de esas construcciones imaginarias sobre la sociedad brasileña,
su producción cultural y su historia.

Violencia urbana, favelas y narcotráfico


En el discurso de las críticas cinematográficas la imagen más reiterada es la de un
Brasil atravesado por la violencia urbana, asociada principalmente con la pobreza
y el narcotráfico en las favelas. Según las críticas analizadas, estos aspectos deben
ser representados en las películas para que estas sean consideradas auténticas.
Cuando la violencia no es representada, la crítica parece considerar que se
produce un falseamiento de la realidad –las imágenes no se corresponden con
el estereotipo que el crítico se ha formado– y se echa en falta este ingrediente:
Bossa nova es un filme que no pretende tener ningún compromiso social,
sino más bien celebrar una Río de Janeiro soñada, ideal, tal como se la
podría ver en una tarjeta postal: espectacular, elegante, sin violencia, favelas
ni miseria […]. Para Barreto filmar en Río, hoy, no significaba compro-
meterse con la realidad de violencia y miseria que, sin duda, también es
parte de esta ciudad maravillosa. Se trataba, en cambio, de buscar una Río
ideal, soñada. (Página/12, 25 de agosto, 2000).4
Acompañando y reforzando esta argumentación de la crítica, se cuelan en el
discurso distintas figuraciones que remiten a la falta al comparar a Bossa Nova
con “un yogur diet” o “un enredo pálido e insustancial”, para terminar descali-
ficándola como “decorativo álbum de postales” que resultaría “tan emocionante
como una revista de modas” (La Nación, 29 de agosto, 2000). Retomaremos
más adelante otra de las lecturas posibles de estas críticas, que al remitir a la

4 
También La Nación marca esta carencia en Bossa Nova al señalar que “[…] transcurre en el Río
que solo pueden percibir los enamorados, lejos de la miseria y la violencia, “a medio metro por
encima de la realidad carioca”. (La Nación, 24 de agosto, 2000). Para Clarín, la película muestra
“los paisajes de Río de Janeiro vistos de la manera menos peligrosa: en la pantalla grande y lejos
de aquel maldito sol asesino que denunciara Les Luthiers”. (Clarín, 24 de agosto, 2000). Las
críticas de los tres periódicos fueron bastante desfavorables hacia la película.

112
II. Cruces artísticos. ¿Qué ves cuando me ves?

figura de la tarjeta postal acusan a la película de ser una mercancía destinada


a la exportación.
Ahora bien, en varias de las películas brasileñas reseñadas por la crítica, la
violencia sí aparece y cobra un rol central en el relato y en las imágenes (Orfeo,
Ciudad de Dios, Detrás del sol, El invasor, Tropa de Elite, entre otras). En esos
casos, la crítica pondrá en discusión cuál es la manera “correcta” de representar la
violencia, qué grado de estilización o de realismo son adecuados para las pantallas,
cuánta crudeza pueden traslucir las películas. Al respecto, el filme Ciudad de Dios
(Fernando Meirelles) generó un intenso debate sobre la espectacularización de
la violencia y la marginalidad en el cine. La crítica brasileña Ivana Bentes había
acuñado algunos años antes la fórmula de la “cosmética del hambre”5 para ca-
lificar –y rechazar– el abordaje de la cuestión social en películas como Estación
Central y Orfeo, en contraste con la “estética del hambre” que postulara Glauber
Rocha. Al estrenarse la película de Meirelles, la discusión llegó a las editoriales
de los periódicos y se multiplicaron los debates sobre la ética y la estética en la
representación de la violencia y la marginalidad en Ciudad de Dios. Este debate
tuvo repercusiones también en la crítica argentina, para la cual la película de
Meirelles quedó instalada como el paradigma de la glamourización de la violencia.
La discusión se reeditó muy recientemente al estrenarse Tropa de Elite (2008),
que fue presentada por parte de la crítica como una especie de segunda parte de
Ciudad de Dios. Pero nótese que la existencia misma de la violencia como rasgo
de la sociedad brasileña es un dato que se da por sentado en las críticas.
En el discurso de la crítica resulta muy frecuente la confusión de niveles
entre la película y la realidad: no siempre se explicita de qué se está hablando y
se realiza muy rápidamente el pasaje entre lo cinematográfico y lo real, borrando
el límite entre las imágenes y las cosas. Así ocurre en la noticia que publicó
Página/12 sobre las repercusiones políticas que tuvo Ciudad de Dios, donde se
intercalan el comentario sobre la película y ciertas descripciones del espacio en
el que se filmó, como el que sigue:
[…] la favela Cidade de Deus, un barrio misérrimo de Río de Janeiro
donde impera la violencia, los niños a los nueve años ya llevan revólver,
trafican drogas y muchos de ellos mueren antes de los veinte. Esta favela
de nombre paradójico, porque desde luego está dejada de la mano de
Dios, es el ejemplo palmario del Brasil hambriento y sin ley con el que el
nuevo presidente ha prometido acabar. (Página/12, 1 de febrero, 2003).

5 
En su artículo “Da estética da fome à cosmética da fome”, publicado en el diario Jornal do
Brasil, 8 de julio de 2001.

113
Marina Moguillansky

En otros casos, una serie de metáforas que remiten a la pintura o el uso


metonímico de las referencias a la fotografía cumplen la función, para el dis-
curso crítico, de realizar el pasaje del nivel de las representaciones estéticas a
sus objetos, casi sin precaución alguna. Se dirá entonces que Ciudad de Dios es
un “controvertido retrato de la violencia urbana en los barrios más miserables
de Río de Janeiro”, que transcurre a “comienzos de los años ochenta, cuando
el asesinato, la violación y el tráfico de armas y de drogas ya se había vuelto
habitual, y una terrible guerra entre pandillas de traficantes esparcía horror
y pánico entre los habitantes del barrio (La Nación, 20 de marzo, 2003). En
la misma línea, para Clarín esa película “aborda el realismo social con fuertes
escenas, al retratar una guerra de pandillas en una favela” (Clarín, 20 de marzo,
2003), mientras Amarelo manga “intenta una radiografía de sectores marginales
en Recife” (Clarín, 10 de marzo, 2005) y El invasor “refleja de la manera más
cruda la violencia social de San Pablo” (Página/12, 19 de septiembre, 2003).
Sin solución de continuidad, la crítica pasa así a construir un discurso sobre
Brasil y ya no sobre las películas.
En algunos casos, el pasaje del análisis crítico hacia la sociedad en la que
transcurre la película se sostiene en una serie de procedimientos que buscan
construir el ethos de un enunciador informado. Las premisas sobre la violencia
de la sociedad brasileña, que asume y presenta el discurso de la crítica, son
entonces reforzadas con datos que procuran brindar objetividad a estas apre-
ciaciones, como en la siguiente reseña de Amarelo manga que introduce una
reflexión sobre el cine brasileño y la violencia:
Como tantos filmes brasileños y de modo inevitable –tratándose de un
país con una de las estadísticas de violencia más altas del mundo–, por
la película de Assis circula una tensión siempre a punto de estallar, por
cualquier detalle tonto. (Página/12, 11 de marzo, 2005. El resaltado es
nuestro).
En distintas críticas aparecen estas referencias a estadísticas, que pueden
sustituirse por noticias de los medios de comunicación u otras fuentes a las
que se asigna cierta legitimidad informativa, como en la siguiente reseña de
Ciudad de Dios:
[…] es posible rescatar apuntes que hablan del estado de exclusión que
obra como caldo de cultivo de la corrupción, el crimen y la consolidación
de ese “orden paralelo” del que se suele tener noticia por los medios. (La
Nación, 20 de marzo, 2003. El resaltado es nuestro).

114
II. Cruces artísticos. ¿Qué ves cuando me ves?

Así, la crítica, a pesar de tratarse de un género marcado por la expresión de


la subjetividad,6 consigue producir un discurso con apariencia de objetividad
sobre la sociedad brasileña. La elaboración de un habla sobre ese cine, ese faire
parler que señalara Patrick Charaudeau, hilvana imágenes que refuerzan los
estereotipos sobre Brasil.

Nuestros (aún) pobres vecinos


La imaginación histórica sobre el lugar de la Argentina en América Latina
le reservó durante muchas décadas una posición privilegiada de país menos
desigual que el resto, dentro de una escala de graduación en la cual Brasil ocu-
paba el espacio del país con mayor desigualdad social. Esta imagen comienza
a resquebrajarse en los últimos años –y muy especialmente en la crisis de 2001
en la Argentina– al verse confrontada con el creciente desarrollo económico
del país vecino. Por ello, resulta importante para el imaginario nacional poder
seguir afirmando que Brasil también tiene problemas sociales y que aún no
ha resuelto la cuestión de la marginalidad. Es así que las películas que ofrecen
alguna representación de la cuestión social y de la pobreza resultan adecuadas
para confirmar el estereotipo de un Brasil –todavía– desigual y subdesarrollado.
En las críticas aparecen profusas referencias a la pobreza, marginalidad y
atraso del país vecino o de parte de él, casi siempre en directa asociación con la
imagen de un Brasil violento, pero a veces también de manera autónoma. Las
películas situadas en el nordeste brasileño (el sertão) como Estación Central,
Detrás del sol, El camino de las nubes y Amarelo manga son una ocasión para
que la crítica desenvuelva sus reflexiones sobre la continuidad de los problemas
sociales en Brasil, a pesar de su enorme desarrollo económico en las últimas
décadas. Por ejemplo, la reseña de Clarín sobre El camino de las nubes afirma:
La idea del director Amorim, inspirado en un hecho real, consiste en
ofrecer un retazo de la vida del sector más sumergido del milagro brasileño
a través de una fatigosa odisea de más de 3.000 kilómetros. (Clarín, 20
de mayo, 2004).
La persistencia de la pobreza es tematizada también por la crítica de El
Amante sobre Estación Central de Walter Salles, al que considera como “un
filme que muestra explícitamente que en Brasil todavía existen ciudadanos
6 
Desarrollamos el análisis de las expresiones de la subjetividad en el discurso de la crítica en un
trabajo anterior, veáse Moguillansky (2006).

115
Marina Moguillansky

analfabetos, pobres, miserables y marginados”. (El Amante, abril, 1999. El


resaltado es nuestro). Clarín también destaca, en ese mismo filme, la expresión
de la cuestión social en Brasil:
Que para muestra basta un botón es algo que Estación Central comprueba:
ese comienzo con el desfile de clientes ante la escriba no solo es un logro
en sí mismo sino que informa sobre la situación social brasileña (con una
cantidad de analfabetos impresionante). (Clarín, 4 de marzo, 1999).
Como señalamos con respecto a la imagen de la violencia, ocurre nuevamen-
te que la crítica pone en discusión la manera ética y estéticamente adecuada de
representar la pobreza. Según El Amante, la película Estación Central muestra a
los pobres “como parte del paisaje, con una mirada ligera, poco convincente y
algo conservadora” (El Amante, abril, 1999), y Página/12 considera que Orfeo
es una “estetización especuladora y banal de la miseria” (Página/12, 20 de abril,
2000). La crítica publicada por Página/12 rechaza la elección estética de El
camino de las nubes y especialmente su acercamiento a los problemas sociales,
señalando que allí “la pobreza aparece fotografiada con lujo de tarjeta postal,
contradicción que habla de una ética más que equívoca en el abordaje del
tema”, e ironiza sobre la decisión de presentar a una actriz rubia como pobre:
[…] a su reaccionarismo a toda orquesta el realizador debutante Vicente
Amorim le suma […] el suficiente arrojo (de algún modo hay que llamarlo)
como para poner a la impecable blonda Cláudia Abreu a hacer de pobre,
en un país en el que un abrumador porcentaje de gente desposeída es negra
o mulata y sufre de severos problemas de salud y nutrición. Pero claro, ya
se sabe: los yanquis las prefieren rubias. (Página/12, 22 de mayo, 2004).
En todas estas críticas se reitera la construcción de una imagen del Brasil
aún pobre y subdesarrollado, aunque enmarcada en cada caso en una valoración
estética diferente. Por último, podemos señalar que, en ciertos discursos de
la crítica, la representación de la pobreza y la marginalidad se une de manera
inmediata con la imagen de la violencia que destacamos en la sección anterior.
Así ocurre en la siguiente crítica sobre Amarelo manga donde se señala que
“el filme expone sin piedad los males sociales del Brasil, así como las zozobras
individuales, haciendo hincapié en la brutalización del ser humano castigado
por la miseria”, y se interpreta que “el director Cláudio Assis necesitó de la
violencia en su más alto grado para asumir su responsabilidad de acusador de
tanta tragedia cotidiana en un Brasil en el que sobran los desamparados y los
infelices”. (La Nación, 7 de agosto, 2003).

116
II. Cruces artísticos. ¿Qué ves cuando me ves?

Nuevamente, constatamos que el discurso acude a figuraciones que ins-


tauran un sentido de objetividad en la imagen fílmica analizada: “ofrecer un
retazo”, “fotografiar” e “informar” indican acciones como seleccionar una parte
de la realidad, ofrecer una imagen fiel y brindar datos e información.

Brasil, país tropical


Más allá de la construcción de una imagen de Brasil violenta y pobre, que
hemos señalado, en las críticas aparece otra serie de rasgos que se adscriben a
este país y su población, y que sin adquirir necesariamente una connotación
negativa –por el contrario, muchas veces aparecen con un tono de admiración
o envidia– no dejan de ser parte de un estereotipo que fija una imagen rígida
y simplificada acerca del otro, en este caso convirtiéndolo en una entidad
exótica. Como señalara Gustavo Lins Ribeiro, el imaginario hegemónico en la
Argentina para representarse al Brasil aparece asimilado a la visión europea del
tropicalismo. En un juego de espejos, la Argentina reproduce un discurso que
al colocar a Brasil en el trópico sensual y caluroso, la ubica por contraposición
como un país europeo, blanco y frío. En esa mirada del Brasil como país tro-
pical, que se inscribe en el discurso de la crítica cinematográfica, se destacan
rasgos como la musicalidad, a la que se hacen amplias referencias,7 la habilidad
corporal especialmente para la danza y el fútbol (“Brasil no solo exporta fútbol”,
titulaba Clarín una nota acerca de la producción cinematográfica reciente), la
sensualidad y la alegría como modo de vida.
Lo que se oye son los baiones, el forró, los contagiosos ritmos regionales
que animan los bailes de domingo y acompañan las fiestas patronales;
lo que se ve, un Brasil profundo que revela, sobre todo en el personaje
central, un modo de afrontar la vida, cierta condición de lo brasileño
que tiene que ver con una cordialidad intrínseca, la llaneza de trato, la
hospitalidad, la generosidad, expresiones espontáneas de un sentimiento
rico en vitalidad y apoyado en algunas certezas implícitas: la fugacidad
de la existencia, por ejemplo, o la conciencia de que siempre es más fácil
afrontar en compañía las circunstancias de la vida. (La Nación, sobre Yo,
tú, ellos, 3 de mayo, 2001).

7 
Por ejemplo, en la reseña de Clarín sobre La dueña de la historia: “Y a fuer de brasileña, se
prodiga en eficaces comentarios musicales, con temas como Guantanamera, La Banda, Canta
Brasil y otros éxitos eternos.” (Clarín, 3 de noviembre, 2005).

117
Marina Moguillansky

Se construye así una imagen acerca del Brasil y de los brasileños que aparece
naturalizada como trasfondo de distintas intervenciones de la crítica de espectá-
culos. Podemos ver cómo opera dicho estereotipo en la siguiente caracterización
del director Fernando Meirelles, con ocasión del pasaje de su película Ciudad
de Dios por el Festival Internacional de Cine de Cannes:
Por su físico, Meirelles, no es el típico brasileño. Más bien parece finlandés,
pelirrojo y paliducho, y es difícil imaginarlo bailando samba o jugando al
fútbol. Pertenece a la clase media de su país y, aunque empezó estudiando
arquitectura, su pasión siempre fue el cine, aunque hasta ahora se venía
ganando la vida como director publicitario. (Página/12, 1 de febrero, 2003).
Como señalan Amossy y Pierrot, el cliché se utiliza para “construir un mun-
do de lugares y personajes verosímiles” (72): para un brasileño, debe ser moreno,
jugar al fútbol y bailar samba. Pero, a veces, el cliché puede subvertirse en el
discurso para mostrar sus límites reductores al confrontarlo con la diversidad de
lo real: los brasileños también pueden ser pelirrojos, pálidos y patitiesos; tienen
una clase media que se forma en la universidad e incluso directores de cine.
La tropicalidad aparece como atributo que califica de distintas maneras a las
películas, los personajes y la sociedad brasileña. El protagonista de Madame Satã
es caracterizado entonces como “una Sherazade tropical y semianalfabeta” (La
Nación, 12 de agosto, 2004), de la película La dueña de la historia la crítica dirá
que es “leve como brisa tropical” (Clarín, 3 de noviembre, 2005), y se describe
el clima de Amarelo manga a través de los efectos “del calor, la transpiración y la
humedad” (Página/12, 11 de noviembre, 2005). En otras ocasiones, el estereo-
tipo del país tropical adquiere ribetes más abiertamente descalificadores hacia
Brasil, que se acercan al cliché del “país bananero” con que se ha estigmatizado
a tantos países latinoamericanos. Así ocurre en la siguiente crítica que publicó
Clarín sobre Amarelo manga:
El título Amarelo manga no alude a exuberancias tropicales ni a cáscaras
de bananas sino a la podredumbre de enfermedades diversas y objetos y
mobiliarios venidos a menos. Este es un filme acerca de gente que uno
¿afortunadamente? no conoce. Ni quisiera conocer. (Clarín, 10 de marzo,
2005).
En síntesis, las críticas muestran la presencia de una imagen estereotipada
sobre Brasil que lo caracteriza como un país violento y con problemas de pobreza
y marginalidad, por un lado, y como una sociedad musical, alegre y tropical,
por el otro. El estudio de Schneiderman sobre la presencia de cine brasileño en

118
II. Cruces artísticos. ¿Qué ves cuando me ves?

el mundo concluía señalando que “a través de esas imágenes el pueblo brasileño


pasa a ser reconocido en toda su expresión cultural […] permitiendo conocer,
entender y aceptar el Brasil en el exterior tal como este es” (114). Sin embargo,
el análisis de la producción discursiva de la crítica muestra que esa complejidad
cultural es nuevamente reducida a través de los estereotipos que modelan la
recepción de esas imágenes.

La rivalidad en metáforas
La cobertura que hacen los suplementos de espectáculos de los periódicos sobre
distintas instancias de consagración en el mundo del cine, tales como festivales
internacionales y premios como los Oscar8 o los Globos de Oro,9 presenta
ciertas particularidades enunciativas que nos permitirán analizar la puesta en
escena de la histórica rivalidad entre Brasil y Argentina. Al tratarse de instancias
competitivas –generalmente se selecciona un ganador entre una lista de candi-
datos para distintas categorías–, las metáforas bélicas (“una nueva batalla por
los Oscar”) y las deportivas (“el mundial del cine”) tienen una fuerte presencia
como organizadoras y productoras de sentido en el discurso. Como veremos,
este uso de las metáforas, aunque podría parecer simplemente ornamental, tiene
consecuencias significativas por las asociaciones a las que conduce en la lectura.
La metáfora como recurso de la lengua, que supone entender y experimentar
un tipo de cosa en términos de otra, es constitutiva de nuestro pensamiento y
de nuestra forma de interpretar la vida cotidiana (Lakoff). Pero además “puede
aparecer como un síntoma ideológico o como un acto fallido revelador de pre-
supuestos imperfectamente asumidos” (Angenot 261) que el análisis del discurso
puede revelar. El uso de una metáfora subraya ciertos rasgos del fenómeno que
se describe, mientras que oculta otros. Esta operación se produce de manera
subrepticia, no explicitada, por lo que queda excluida de la revisión crítica.
Entre las metáforas deportivas que se emplean para hablar de festivales y
premios, la figura dominante es la del fútbol, que opera como campo semántico
fuente del que se actualizan algunas propiedades –según el caso– entre las que
se destaca casi siempre su carácter competitivo. Pero otros deportes también
aparecen: se califica a ciertas películas como “pesos pesados”, se habla de qué

8 
Premios que entrega anualmente la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas en
Los Ángeles, Estados Unidos.
9 
Premios que otorga la prensa extranjera acreditada en Hollywood.

119
Marina Moguillansky

títulos “están en carrera” para lograr “un lugar en el podio”, o que aguardan “la
campana de largada”, y ciertos directores serán identificados como el dream team.

El mundial del cine


En la edición del año 1999 de la entrega de los premios Oscar estuvieron no-
minados para la categoría de mejor película extranjera los siguientes títulos: la
brasileña Estación Central, dirigida por Walter Salles; Tango, película argentina
dirigida por el español Carlos Saura; La vida es bella del italiano Roberto Be-
nigni; El abuelo de José Luis Garci (España); y Los niños del cielo, filme iraní
dirigido por Majid Majidi. La cobertura periodística, que duró –de manera
intermitente– casi tres meses (desde comienzos de enero hasta fines de marzo de
1999), apeló constantemente a una proyección metafórica del campo del fútbol
sobre el cine –en algunos casos desarrollada como analogía–10 para organizar
la representación de la entrega de los premios Oscar. Así, por ejemplo, cuando
los sondeos previos a la ceremonia indicaban que la película Tango tenía pocas
posibilidades de ganar, La Nación tituló “¿Fuera del Mundial?” a una nota que
relataba la situación, y concluía señalando:
Este domingo, la Argentina no tendrá al principal representante de su
película en la noche del Oscar, esta especie de Copa del Mundo que
la enfrentará cinematográficamente a Brasil e Italia. (La Nación, 18 de
marzo, 1999).
Esta metáfora fue en cambio recusada por el suplemento de espectáculos
de Página/12, que criticó la actitud de los periodistas brasileños por confundir
el Oscar con un mundial de fútbol y distorsionar la cobertura informativa con
sus propias opiniones e intereses:
Los brasileños esperan la entrega del Oscar con tal pasión patriótica que
podría pensarse que Estación Central, la película candidata por Brasil,
acude en realidad a una cancha para la final del Mundial de Fútbol. Esta
pasión que inunda varios espacios de la vida cultural y ocupa parte de la
programación de los medios […]. La película de Walter Salles es la más
premiada internacionalmente del cine brasileño, pero eso parece no ser

Según señala Mariana Di Stéfano, siguiendo el análisis de Marc Angenot, el uso argumentativo
10 

o polémico de la metáfora requiere en algunos casos de mayor explicitación, por lo cual esta
aparece desarrollada como comparación o analogía, que no requiere esfuerzos interpretativos
por parte del lector (2006).

120
II. Cruces artísticos. ¿Qué ves cuando me ves?

suficiente para los hinchas, que esperan ansiosos el Oscar. El fanatismo


también marca a la prensa, que presenta críticas desfavorables a La vida es
bella, así como cuadros estadísticos sobre la asistencia del público a ambas
películas. (Página/12, 19 de marzo, 1999).
La ceremonia de entrega de los Oscar finalmente dio por ganadora en la
categoría de mejor película extranjera a La vida es bella, de Roberto Benigni.
Nuevamente el relato periodístico acudió a la comparación con el mundial de
fútbol que, por otra parte, al remitir a una final entre Brasil e Italia, consiguió
el efecto de borrar la “derrota” de la película argentina Tango, que ni siquiera
se menciona aquí:
Lo que en términos de apasionado enfrentamiento se vivió como la reedi-
ción de la final de la Copa del Mundo de 1994, en la que Brasil finalmente
derrotó por penales a Italia por tres goles a dos, anteanoche en la ceremonia
del Oscar fue el italiano Roberto Benigni quien, con su película La vida es
bella, se llevó tres Oscar y dejó sin suerte a la otra favorita en el rubro de
mejor película extranjera, la brasileña Estación Central, de Walter Salles.
(La Nación, 23 de marzo, 1999).
El evento fue asimilado a un mundial de fútbol en el cual las películas
nominadas serían los equipos finalistas. El hecho de que las propuestas de pe-
lículas para la categoría “mejor filme extranjero” se realicen por país –y en los
mundiales, se compita de la misma manera– favorece esta proyección metafó-
rica de propiedades del mundial de fútbol al cine. En ambos casos se produce
una sinécdoque al tomarse una película o un equipo de fútbol (parte) por una
nación (todo). El principal aspecto resaltado por la metaforización deportiva a
través del fútbol es el carácter competitivo de la entrega de los premios Oscar.
Otros rasgos del deporte son elididos (como el trabajo colaborativo o el tratarse
de actividad física), así como algunos rasgos del evento cinematográfico (como
su carácter artístico).
La metáfora futbolística cumple así una importante función cognitiva: una
situación novedosa, la presencia de películas brasileñas y argentinas en una
instancia de consagración cinematográfica internacional, para la que no existen
repertorios específicos a los cuales acudir, es interpretada a través de la proyec-
ción de un marco conocido, la competencia en el fútbol, en la cual sí existen
amplios antecedentes. Pero esta función cognitiva conlleva efectos retóricos.
La metáfora futbolística instaura en el discurso de la crítica de espectáculos un
subtexto que remite a la rivalidad histórica entre Brasil y Argentina. A veces de
manera implícita y en otros casos en forma expresa, el fútbol es la referencia

121
Marina Moguillansky

metafórica empleada para enfatizar el carácter competitivo de ciertas instancias


de consagración cinematográfica. Así, por ejemplo, en la edición del año 2008
del Festival Internacional de Cine de Cannes, hubo dos películas argentinas en
la selección oficial (La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel, y Leonera, de Pablo
Trapero), y Brasil contaba allí con la presencia de Linha de passe, dirigida por
Walter Salles y Daniela Thomas, además de la película de apertura, Blindness, del
brasileño Fernando Meirelles. La prensa de espectáculos relataba esta situación
apelando a la figura del campeonato de fútbol: “Por ahora, al menos, el clásico
Argentina-Brasil empieza en empate: dos a dos”. (Página/12, 14 de mayo, 2008).
Por otra parte, la remisión al mundo del fútbol nos instala en un ámbito en
el cual la producción discursiva ha sido muy profusa en estereotipos, estigmas
y prejuicios. Como señala Alabarces, el fútbol es un ámbito en el que existe
mayor libertad para la expresión de “un nacionalismo patriotero y xenófobo”
(78), plagado de etnocentrismo y chauvinismo. Estos sentidos se proyectan –y
no inocuamente– en la metaforización sobre el campo del cine.

La metáfora bélica
La guerra como campo fuente para la metaforización atraviesa una multiplicidad
de discursos vinculados con el cine: la “lucha”, “combate”, “batalla” o “enfren-
tamiento” de las películas por la “conquista” de premios en los festivales u otros
eventos, los “tanques” hollywoodenses que representan una “invasión” en otros
mercados o que “copan” las pantallas, los “duelos” entre ciertas cinematografías
identificadas como “rivales”, películas calificadas como “bombas” cuando tocan
temáticas delicadas y cineastas “combativos”.
En algunos casos, la metáfora bélica se cuela en el discurso introduciendo
sentidos que van a veces a contramano de las intenciones manifiestas del texto.
Así ocurrió, por ejemplo, en la programación de una muestra de cine argentino y
uruguayo organizada en Uruguay por parte del Museo de Arte Latinoamericano
de Buenos Aires (malba) y la Cinemateca Uruguaya con el objetivo de impulsar
la integración de ambos países en el ámbito cinematográfico. Pese a su noble
finalidad, la muestra de cine argentino fue titulada “Desembarco argentino”,
formando una cadena asociativa que, a través de la figura de la invasión, nos
conduce al imaginario de la guerra. En el mismo sentido, la metáfora bélica
cumple una función retórica central en los discursos periodísticos que cubren
la participación de películas argentinas y brasileñas en festivales internacionales.

122
II. Cruces artísticos. ¿Qué ves cuando me ves?

Instaura allí la rivalidad y el enfrentamiento construyendo el espacio de los


festivales como los campos de batalla de una guerra cinematográfica.

La geopolítica del cine


Los grandes festivales constituyen un circuito interconectado a través de redes
de intercambio y relaciones sociales entre sus agentes, así como mediante la
cobertura de los cronistas y críticos de la prensa de espectáculos. Esta red incluye
una organización temporal de los festivales a lo largo del año, conformando
un calendario de los principales eventos. El circuito de los festivales más im-
portantes comienza en enero y febrero con los eventos de Sundance (ee. uu.),
Rotterdam (Holanda) y Berlín (Alemania). En mayo se realiza el Festival de
Cannes (Francia) y en septiembre tienen lugar los festivales de Venecia (Italia)
y San Sebastián (España). Aunque existe un número muy alto de festivales de
todo tipo que transcurre en diversas ciudades, es importante destacar que “solo
los grandes festivales, y en especial sus premios más cotizados, llegan a tener
incidencia en términos de mercado al convertirse en una verdadera oportunidad
de promoción” (Bonet 191).
Los festivales dependen de la generación constante de “descubrimientos” de
nuevas tendencias, autores y movimientos dentro del cine (De Valck). Es muy
frecuente que en sus espacios se considere, por un tiempo más o menos breve,
a una cierta cinematografía como la más destacada; sus películas son entonces
invitadas a todos los festivales, despiertan expectativas y tienen mejores posibili-
dades de ingresar en las secciones oficiales y de obtener premios. Así, diferentes
cinematografías van reemplazándose unas a otras en períodos relativamente
breves en los que ocupan un lugar privilegiado en la escena internacional. En
el mecanismo de construcción de una cinematografía “de moda”, por parte
del circuito de festivales internacionales, tiende a prevalecer cierta exotización
de la singularidad verificándose un proceso típico de la globalización cultural,
donde “las diferencias son visualizadas en parte como bienes y habilidades con
un valor de cambio transable en el mercado” (Bayardo y Lacarrieu 12). Pero
ocurre que el espacio de la cinematografía exótica es reducido y los recursos
no son infinitos, por ello se conforma una situación de competencia entre los
posibles candidatos a la preferencia de los jurados.
A mediados de la década de 1990, los cines de Brasil y Argentina conocie-
ron una renovación casi paralela (la “retomada” y el “nuevo cine argentino”)
que tuvo como correlato la circulación de sus producciones por los festivales

123
Marina Moguillansky

internacionales, así como nominaciones en distintos premios del mundo del


cine. La participación en festivales, a su vez, abre las puertas a la obtención de
apoyos económicos por parte de fundaciones extranjeras. Como señala Gonzalo
Aguilar, el “nuevo cine argentino” ha sido muy dependiente de esas fuentes de
financiación. Según la prensa de espectáculos, las cinematografías brasileña y
argentina compiten por ubicarse en esa suerte de “nicho de mercado” que tiene
un espacio bastante acotado:
El duelo entre la Argentina y Brasil no se limita a los clásicos futbolísticos:
en los últimos tiempos, las nuevas películas de los vecinos han salido a
disputarle a nuestros jóvenes directores independientes la primacía como
cine de moda en el circuito internacional de festivales y salas de arte. (La
Nación, 28 de febrero, 2003. El resaltado es nuestro).
La puesta en escena de una situación de enfrentamiento entre Brasil y
Argentina en las instancias internacionales de consagración cinematográfica
puede interpretarse como el correlato simbólico de una situación en la cual dos
cinematografías periféricas compiten por su posicionamiento en un nicho de
mercado reducido. Los cines de Brasil y Argentina se ubican como represen-
tantes del resurgimiento del cine latinoamericano en los últimos años, como
muestra su presencia en los festivales más importantes como Cannes,11 Berlín,
Rotterdam, San Sebastián y otros. Aunque en principio no hay obstáculos que
impidan que ambas cinematografías circulen por los festivales, el discurso de
la prensa construye una situación de competencia por un recurso escaso al
metaforizar el campo del cine con referencias bélicas y deportivas. La crítica
de cine argentina tomó un rol muy activo en la promoción del “nuevo cine
argentino” a tal punto que es posible afirmar que “forma parte de él y ayudó
activamente a impulsarlo” (Aguilar 197). Por ello, al tener una toma de posición
tan clara –e intereses en juego–12, los críticos asumen como propia la situación
de competencia en los festivales internacionales.

11 
Así lo indicaba Thierry Fremaux, director artístico del festival de Cannes en el año 2004: “El
cine latinoamericano, a fines de los años 60 y comienzos de los 70, estaba muy bien, tenía mucha
fuerza, que luego perdió. Pero ahora la está recuperando y por eso estuvo tan bien representado en
nuestra última edición, en mayo pasado, con las películas de Walter Salles y Lucrecia Martel en la
competencia, además de las que participaron en la sección Una Cierta Mirada, no competitiva”.
(Entrevista a Thierry Fremaux, Director Artístico del Festival de Cannes, publicada en Página/12,
el 2 de diciembre de 2004).
12 
En un trabajo anterior desarrollamos el análisis de la estrecha relación entre los directores del
“nuevo cine argentino” y cierta renovación en la crítica cinematográfica (con el surgimiento de

124
II. Cruces artísticos. ¿Qué ves cuando me ves?

Por otra parte, la descripción que hace la crítica argentina de las carac-
terísticas de la cinematografía brasileña, que podrían resultar atractivas para
el mercado internacional, es muy reveladora de la percepción imaginaria del
contraste entre Brasil y Argentina:
Más allá de nombres y títulos, la propuesta del novo cinema novo, que
combina tradición y vanguardia, clasicismo y modernidad, resulta una
mixtura irresistible para un mercado internacional ávido de nuevas pro-
puestas y siempre fascinado por la seducción propia de una geografía, una
diversidad racial y una cultura tan rica como la brasileña. (La Nación,
28 de febrero, 2003. El resaltado es nuestro).
Más allá de estos reconocimientos explícitos de una situación de rivalidad
entre Brasil y Argentina en el plano del cine, podemos rastrear en las evaluaciones
que hace la crítica de las películas brasileñas ciertas acusaciones sintomáticas de
la competencia por ocupar un lugar en el mercado internacional. En efecto, una
de las principales impugnaciones que reciben estas películas es la de tratarse de
productos de exportación, falseados e inauténticos por haber sido concebidos
especialmente para la venta internacional. Una gran mayoría de las películas
brasileñas que se estrenaron en Argentina recibieron esta acusación: Cuatro días
en septiembre, Bossa Nova, Estación Central, Ciudad de Dios, Orfeo, Carandiru,
Detrás del sol, El hombre del año y El camino de las nubes.
Así presentaba la crítica a la película Cuatro días en septiembre, que efecti-
vamente fue una de las primeras producciones brasileñas en lograr un espacio
en el mercado internacional, gracias a su nominación como mejor película
extranjera a los premios Oscar.
La película abre con un montaje de fotos en blanco y negro, típicamente
for export, de Río de Janeiro (playas, bares, fútbol, carnaval), mientras de
fondo suena “Garota de Ipanema” en la versión de Antonio Carlos Jobim.
Este inicio tiene que ver con la decisión del director de concebir una
historia que resultase reconocible para las audiencias internacionales.
Abundan así diálogos redundantes, innecesarios textos sobreimpresos y una
acumulación de clisés […] que operan en detrimento de la profundidad y la
sutileza del relato. (La Nación, 5 de agosto, 1999. El resaltado es nuestro).
Otra crítica que merece ser citada en extensión es la que recibió la película
Detrás del sol, dirigida por Walter Salles en el año 2001, que fuera ganadora del

El Amante y la aparición de críticos jóvenes en los suplementos de espectáculos y otros espacios).


Puede leerse en Moguillansky y Re (2005).

125
Marina Moguillansky

Premio del Jurado Joven en el Festival de Venecia, nominada como mejor filme
en los Globos de Oro y ganadora de varios festivales brasileños:
Detrás del sol se erige como otro rutinario filme brasileiro para el exterior:
explotación del sertão amparada en una estética turística que deja que
la imagen exótica se adueñe de la visión del mundo en vez de integrarla
y reelaborarla dentro de la diégesis; repetición de los temas de la ruptura
con la tradición familiar ejercida por un padre autoritario, y del machismo
de la sociedad agrícola de principios del siglo xx. A la larga, la mezcla de
ingredientes fuerza los elementos para construir una arquitectura vendible
y carente de riesgo estético. Extensa, morosa, previsible y a la caza de festi-
vales. Las patinadas del multiculturalismo en épocas de globalización, con
ánimos de vender un manual de naturaleza autóctona, venden neocolonia-
lismo para todo potencial turista. Mirada de entomólogo. Made in Brazil.
Sí, con Z. (El Amante, n° 127, noviembre, 2002. El resaltado es nuestro).
Un tercer ejemplo, tomado esta vez de una crítica de Página/12 sobre El
camino de las nubes, resulta interesante para el análisis ya que hilvana en la des-
calificación a varias películas brasileñas, con lo cual parece construir un cuadro
más abarcativo sobre cierto tipo de cine brasileño:
El camino de las nubes es como un concentrado degradado de la clase de
cine brasileño que a las majors estadounidenses les interesa apoyar.
Allí se cuenta la historia de un viaje realizado por gente pobre a través de
distintas regiones, lo cual recuerda a Estación Central. Tanto los paisajes
retratados como el carácter primario de los personajes coinciden con
los de Detrás del sol, dirigida, como la anterior, por Walter Salles, igual
que Diarios de motocicleta. Como en esa película, la pobreza aparece
fotografiada con lujo de tarjeta postal, contradicción que habla de una
ética más que equívoca en el abordaje del tema. Por último, abundan los
tics típicos del cine publicitario (encuadres vistosos, montaje sincopado,
grandes movimientos de cámara), que remiten a la tan discutible Ciudad
de Dios. En suma, lo que muestra O caminho das nuvens no es Brasil. Es
Brazil, que es como en inglés se denomina al país vecino. (Página/12, 22
de mayo, 2004. El resaltado es nuestro).
No es casual que las críticas más descalificadoras se destinen precisamente
a aquellas películas que han sido identificadas como productos de exportación
–potencial competencia para el “Nuevo Cine Argentino”– para los mercados
internacionales. Son los títulos que reciben las peores calificaciones por parte

126
II. Cruces artísticos. ¿Qué ves cuando me ves?

de la crítica, con un subtexto más o menos explícito que aconseja al espectador


no intentar verlas.

Consideraciones finales
En el análisis de la recepción crítica de las películas brasileñas en la Argentina
observamos la existencia de una política de la crítica hacia el cine argentino, en
contraste con la falta de jerarquización de la información relativa al cine brasi-
leño o del Mercosur en general. La crítica trabaja sobre las películas brasileñas
con criterios similares a los que adopta para cualquier tipo de cinematografías.
En este sentido, el Mercosur no ha logrado instalarse como horizonte de peso
en las secciones culturales del periodismo. Aquí, el rol del imaginario nacional
sigue siendo central como articulador de las fronteras de la noticiabilidad.
El discurso de la crítica, al abordar películas brasileñas, introduce imáge-
nes sobre Brasil que se entretejen con los razonamientos sobre las cualidades
estéticas de las películas. Allí aparecen estereotipos y clichés sobre la brasilidad
que articulan las argumentaciones y descripciones que sostienen los juicios
valorativos de la crítica. Las críticas construyen y reproducen la imagen de un
Brasil marcado por la violencia urbana, el narcotráfico y los crímenes. Insisten
en las alusiones a la magnitud de la pobreza, la marginalidad y la desigualdad en
dicho país. Finalmente, se reitera el estereotipo del país tropical, caracterizado
por el calor, la sensualidad, la música y el sexo. En conjunto, estas imágenes se
enlazan en una exotización ambigua, mezcla de estigma e idealización.
En tercer lugar, mostramos que la cobertura de la prensa de espectáculos
sobre los festivales y premios internacionales construye una situación de com-
petencia entre Brasil y Argentina apelando a metáforas futbolísticas y bélicas.
Este punto nos permitió, por otra parte, iluminar la insistencia de la crítica
argentina en denunciar en las películas brasileñas la intencionalidad de expor-
tación a los mercados internacionales.

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Fuentes

Diario Página/12, sección Espectáculos, 1998-2007.


Diario Clarín, suplemento Espectáculos, 1998-2007.
Diario La Nación, suplemento Espectáculos, 1998-2007.
Revista El Amante, varios números, 1996-2007.

129
III. Cruces lingüísticos

Introducción
La lingüística aplicada y su campo
interdisciplinar
Martín Olavarriaga*1

El lingüista aplicado brasileño José Carlos de Almeida Filho –uno de los precur-
sores de la lingüística aplicada en Brasil– defiende una organización académica
particular que, según sostiene, debería tener a su cargo la carrera de Letras en
el ámbito universitario. De acuerdo con su visión, tres Departamentos (Lin-
güística, Teoría Literaria y Lingüística Aplicada) con áreas independientes de
investigación deberían agruparse en un área mayor denominada Ciencias del
Lenguaje y juntas deberían ser responsables por la formación en Letras.
Este pensamiento fue compartido por los que idearon la estructura acadé-
mica del Instituto de Estudos da Linguagem de la Universidade Estadual de
Campinas (unicamp), pionera en el desarrollo de la lingüística aplicada en el
país vecino, donde las tres áreas poseen sus carreras de maestría y doctorado,
con materias específicas, publicaciones especializadas e investigación propia.

*
Martín Olavarriaga es maestrando en Lingüística Aplicada por el Instituto de Estudos da
Linguagem de la Universidade Estadual de Campinas (unicamp) y Licenciado en Lengua
Portuguesa por la Universidad Argentina de la Empresa (uade). Es investigador-docente del
Área de Lenguas Extranjeras del Instituto del Desarrollo Humano (Universidad Nacional de
General Sarmiento), donde se desempeña como coordinador de las actividades curriculares y
extracurriculares de portugués. Trabaja asimismo en la Universidad Nacional de La Plata y la
uade. Cuenta con varias publicaciones académicas centradas, sobre todo, en temas relacionados
con la enseñanza del portugués como lengua extranjera.

131
Martín Olavarriaga

La lingüística aplicada es entendida entonces como un área de investigación


de naturaleza aplicada en Ciencias Sociales cuyo principal interés es la resolución
de problemas de uso del lenguaje.
Desde que Marilda Cavalcanti –investigadora de la unicamp y primera
presidenta de la Associação Brasileira de Linguística Aplicada– hizo referencia,
en 1986, al “falso equacionamento da la com a aplicação de teorias linguísticas”,
hasta la actualidad, se ha venido formando un consenso con relación al área y a
los modos de investigación. Se sabe que la investigación en lingüística aplicada
es aplicada porque “es hecha en el propio contexto de aplicación, es decir, en
el contexto de la acción” (Moita Lopes 110), que no se hace aplicación de la
lingüística –por lo tanto, no sería adecuado decir “lingüística aplicada a”, como
aún subsiste en muchos programas de posgrado de universidades latinoamerica-
nas–, que no es disciplinar –sino inter, multi y/o transdisciplinar–, que utiliza
métodos de investigación de cuño positivista e interpretativista, y que no ve la
superioridad de la teoría en detrimento de la práctica, ya que es valorizada la
utilidad social de la investigación.
De acuerdo con varios especialistas, la lingüística aplicada mantiene un
diálogo intenso con otras disciplinas de las Ciencias Sociales; sin embargo, tiene
muy poco que ver con la lingüística (Moita Lopes 49). Signorini y Cavalcanti
afirman que la lingüística aplicada comenzó siendo “circunscrita y periférica”,
y que a lo largo de los años 90 explotó “reventando las líneas de contorno”
permitiendo una “expansión de las zonas fronterizas” (7).
Moita Lópes afirma que, desde sus comienzos, la lingüística aplicada se
constituyó como campo de investigación interdisciplinar. En su libro Oficina
de linguística aplicada (1996) traza cinco características esenciales de la investi-
gación en el área, siendo la tercera, justamente, la relacionada con su naturaleza
interdisciplinar:
A la tem como uma das suas tarefas no percurso de uma investigação
mediar entre o conhecimento teórico advindo de várias disciplinas (por
exemplo, psicologia, educação, linguística etc.) e o problema de uso da
linguagem que pretende investigar. (20-21).
Las investigaciones en lingüística aplicada podrían concentrarse en dos
grandes áreas: “lenguaje y educación” y “lenguaje y sociedad”. Educación lin-
güística (enseñanza y aprendizaje de la lengua materna, segunda lengua y lenguas
extranjeras), lenguaje a través de nuevas tecnologías, estudios del lenguaje con
énfasis en cuestiones culturales e identitarias y traducción son algunas de las
líneas de investigación posibles en el área.

132
III. Cruces lingüísticos. Introducción

Los dos trabajos que se presentan aquí, si bien no lo explicitan, están en


el campo de la lingüística aplicada; esta introducción procura dar cuenta de
ese marco teórico, que es necesario considerar al momento de la lectura de los
artículos. En los dos artículos convergen las grandes líneas de la lingüística
aplicada, tanto “lenguaje y educación” como “lenguaje y sociedad”. El primer
artículo va más allá de una información sobre los modos de enseñanza de la
segunda lengua, para explicar la relación entre contexto educativo y los ámbitos
de contacto concretos, en relación con la vida académica, para los que la edu-
cación en portugués prepara a los estudiantes. El artículo de Demsar y Larrieu
profundiza, dentro de la línea de “lenguaje y sociedad”, en cuestiones culturales
e identitarias: la educación en la segunda lengua se produce en buena parte
a partir de materiales didácticos producidos en el país de origen de la lengua
estudiada; es relevante ver las representaciones sobre la lengua y la sociedad
presentes en los manuales. A través de los materiales didácticos se produce, de
hecho, lo que suele ser la primera instancia de contacto con discursos del ámbito
educativo provenientes del otro país; se dan así fenómenos de traducción no
solo lingüísticos sino culturales. Se desprende de esta realidad, como afirman
las autoras, que si el profesor “não tiver uma posição frente ao material didá-
tico utilizado, o processo de ensino/aprendizagem será incompleto, parcial”.
Si bien estos dos textos analizan la enseñanza del portugués en contextos de
habla española y no a la inversa, constituyen en sí una invitación a contrastar
las propuestas e hipótesis planteadas con lo que sucede con la enseñanza del
español en contextos lusoparlantes.
Por lo tanto, el espacio dedicado a la lingüística aplicada en el Encuentro
Cultural Passo da Guanxuma es auspicioso para el área. Es un diálogo que
esperamos que se incremente para contribuir al desarrollo de la lingüística
aplicada en nuestro país.

Bibliografía
Cavalcanti, Marilda C. “A Propósito da linguística aplicada”. Trabalhos em
Linguística Aplicada, 7 (1986): 5-12.
Moita Lopes, Luiz Paulo. “A transdisciplinaridade é possível em linguística
aplicada?” Inês Signorini e Marilda C. Cavalcanti (org.). Linguística
aplicada e transdisciplinaridade. Campinas: Mercado das Letras, 1998.
113-128.

133
Martín Olavarriaga

Signorini, Inês e Marilda C. Cavalcanti. “Introdução”. Linguística aplicada e


transdisciplinaridade. Campinas: Mercado das Letras, 2006. 115-126.

134
Comprensión oral y producción
en la enseñanza de portugués en
el nivel universitario
Inés Kuguel*1
Martín Olavarriaga**2

El Programa Universitario de Enseñanza de Lenguas Extranjeras de la Universi-


dad Nacional de General Sarmiento contempla el dictado de cursos curriculares
de portugués para los alumnos de diversas carreras (Comunicación, Estudios
Políticos, Política Social, Urbanismo, Ecología Urbana, entre otras). Estos cursos
comprenden dos niveles de 50 horas reloj cada uno, que se ubican en el segundo
ciclo; al igual que ocurre con el inglés, las clases se centran en la lectocompren-
sión, con el objetivo de que los alumnos accedan a textos de sus disciplinas en
estas lenguas extranjeras. Sin embargo, existen condiciones particulares para el
portugués que lo distinguen del inglés y que ameritan, según nuestro parecer,
un tratamiento diferenciado respecto de su enseñanza en el nivel universitario.
En cuanto a la lengua en sí misma, el portugués, como lengua roman-
ce, está emparentado con el español y, en consecuencia, comparte con este
muchos aspectos morfológicos y sintácticos que posibilitan un acceso más
rápido e intuitivo por parte de los estudiantes. Por otro lado, al ser la lengua
hablada en Brasil, el portugués nos es cercano no solo en términos geográficos
*
Inés Kuguel es traductora literaria de inglés, egresada del Instituto de Enseñanza Superior en
Lenguas Vivas “J. R. Fernández”, y doctora en Lingüística por la Universidad de Buenos Aires,
en donde tiene a su cargo la cátedra de Gramática de la Facultad de Filosofía y Letras. Además,
se desempeña como docente de inglés como lengua extranjera en la Universidad Nacional de
General Sarmiento, en donde coordina el Programa Universitario de Enseñanza de Lenguas
Extranjeras y desarrolla investigaciones vinculadas con el contraste gramatical entre lenguas y
con la descripción del español de Argentina.
**
Ver información bio-bibliográfica en la introducción al capítulo del que este artículo forma parte.

135
Inés Kuguel y Martín Olavarriaga

sino también culturales, cercanía que está acentuada por el contexto político
derivado del Mercosur.
En lo que concierne a la perspectiva de los estudiantes de la ungs, es im-
portante señalar sus expectativas en relación con el aprendizaje de una lengua
extranjera. En general, esperan encontrarse con un curso integral, esto es, que
los capacite para el manejo de la lengua en todos sus aspectos. Hay que tener
en cuenta el poco contacto previo (formal o informal) de nuestros estudiantes
con las lenguas extranjeras que, en su gran mayoría, se restringe únicamente al
aprendizaje del inglés en el contexto escolar. Estas expectativas no se pueden
cumplir en solo dos niveles de inglés a partir de los cuales se debe capacitar a
los estudiantes para leer bibliografía académica en esa lengua. Sin embargo, la
experiencia llevada a cabo desde el año pasado en la ungs, nos ha mostrado
que los cursos de portugués sí pueden responder en parte a estas expectativas,
justamente por los motivos antes mencionados.
El objetivo de esta comunicación es, entonces, proponer un abordaje de la
enseñanza del portugués en el nivel superior que, sin dejar de centrarse en la
comprensión de textos, incorpore las otras habilidades.

Redefiniendo objetivos
Existe una larga tradición en la enseñanza de la lectocomprensión en lengua
extranjera como única competencia. En este contexto, son diversos los análisis
e investigaciones que se han realizado en el ámbito académico en instituciones
de nivel superior sobre la enseñanza de esta única competencia (Klett).
La necesidad de comprender textos en lengua extranjera se mantuvo intacta
a lo largo de años y es cierto que el desarrollo de la lectocomprensión tiene una
utilidad innegable a la hora de entender producción académica variada (textos
de investigación, papers, tesinas, tesis, trabajos presentados en reuniones cientí-
ficas, artículos de revistas especializadas, etc.), que verdaderamente los docentes
suelen incluir en la bibliografía de sus materias y que, en su gran mayoría, no
han sido traducidos al español.
Sin embargo, si analizamos el caso específico del portugués, es necesario
rehacer o repensar la enseñanza en función de su inserción en el contexto
universitario actual.
Cuando las universidades nacionales –uba, unlp, ungs– decidieron incluir
cursos de lectocomprensión en portugués ya existía la capacitación en otros
idiomas: francés, inglés, alemán, e inclusive italiano. En general, los docentes

136
III. Cruces lingüísticos. Comprensión oral y producción en la enseñanza de portugués...

se limitaron a seguir –muchas veces por imposición de la autoridad académica


del área– el modelo seguido por las otras lenguas extranjeras y aplicarlo en la
enseñanza del portugués. No obstante, al analizar la relación de la labor llevada
a cabo en las clases en lo que concierne a las actividades académicas de los alum-
nos, es necesario preguntarse si no es posible reformular uno de los objetivos
principales de la enseñanza de la lectocomprensión en el ámbito universitario
–el de adquirir solamente herramientas para entender textos académicos en
lengua extranjera– para la enseñanza del portugués.
De hecho, los docentes de las disciplinas principales de cada carrera no
suelen incluir textos en portugués en la bibliografía de las materias, salvo en
contadas excepciones. Tanto en la ungs como en la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación de La Plata, por ejemplo, se abordan obras de autores
de lengua portuguesa sobre educación, pero en español. En nuestra universidad,
el uso de material académico en portugués se restringe a pocos docentes de las
carreras de Urbanismo y Educación.
Es decir, por un lado, estamos capacitando a los alumnos para realizar una
tarea que no suele ser muy requerida en el ámbito universitario. Por otro lado,
hemos podido constatar que la visita de docentes e investigadores de institu-
ciones brasileñas de enseñanza superior es muy fluida. A modo de ejemplo,
basta nombrar el Foro Nacional de Educación para el cambio Social, que tuvo
lugar en junio del año pasado en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la unlp, en el cual participaron varios expositores brasileños, y
también el taller “Las derechas en el cono sur, siglo xx”, dictado por investiga-
dores argentinos y brasileños en junio de este año en la ungs. En este tipo de
encuentros académicos, que también ocurren con mucha frecuencia en el país
vecino, se vuelve inevitable el deseo de comunicarse con expositores o colegas
extranjeros.
De este modo, la necesidad de ampliar el desarrollo de otras habilidades
–en este caso la comprensión auditiva, y en menor medida la producción
oral– parte desde los propios alumnos y es impuesta por la realidad de la vida
académica actual.
Al respecto de desarrollar estas habilidades en los cursos de lectocompren-
sión, Estela Klett nos dice lo siguiente:
[...] en el contexto universitario sería ventajoso que los estudiantes pudiesen
comprender conferencias dictadas en le, pues estas forman parte de las
prácticas académicas usuales. En lo atinente al aprendizaje del oral para la
conversación y discusión con colegas extranjeros, parecería ser necesaria

137
Inés Kuguel y Martín Olavarriaga

especialmente en instancias de posgrado a realizarse en el exterior, y por lo


tanto tendría menor urgencia. No desechamos entonces la posibilidad de
encarar en los estudios universitarios el aprendizaje de la comprensión aural,
pero, a nuestro entender, es una meta a cumplir si existe un aumento de la
carga horaria o en una etapa posterior, una vez adquirida la lectocomprensión.
Estela Klett se refiere a la enseñanza de la lectocomprensión en francés.
Califica como “ventajosa” la inclusión de objetivos de comprensión auditiva y
no tan necesaria la producción oral durante los estudios de grado. Sin embargo,
como dijimos, habla específicamente del francés. Es razonable suponer que el
contacto de los alumnos con esta lengua ocurre, en primer lugar, a través de
textos académicos y, en menor medida, en encuentros científicos. Es decir, los
objetivos guardan estrecha relación con la utilidad que los alumnos le dan a la
le en su vida académica.
Siguiendo esta misma perspectiva y viendo que el uso que los alumnos uni-
versitarios le dan al portugués en la vida académica es diferente al que le dan al
inglés o al francés, es que nos proponemos redefinir los objetivos de la enseñanza
del portugués. Para ello, es preciso tener en cuenta las tareas concretas que el
alumno de la ungs realiza o puede llegar a realizar utilizando la lengua portuguesa
durante su carrera y en su futuro profesional. Teniendo en cuenta las diferentes
áreas, estas serían: leer textos académicos como insumo para la preparación de
su tesina final, extraer información sobre un determinado asunto de la sociedad
brasileña para redactar un artículo periodístico, comprender a expositores brasile-
ños en reuniones académicas tanto en Brasil como Argentina, entablar canales de
comunicación con colegas brasileños, redactar un e-mail solicitando información
sobre reuniones científicas, interactuar en situación de intercambio, redactar un
abstract en portugués sobre un trabajo escrito en español, entre otras.
Lógicamente, un curso orientado únicamente al desarrollo de la com-
prensión de textos no puede dar las herramientas básicas para desenvolverse
satisfactoriamente en dichas tareas. Por supuesto, muchos creen que con la
carga horaria que tiene la capacitación en lengua extranjera en la universidad
esto sería imposible. En portugués, creemos que no.

La carga horaria
Si tenemos en cuenta la carga horaria para alcanzar proficiencia en inglés, fran-
cés o alemán, y la comparamos a la cantidad de horas destinadas a los cursos

138
III. Cruces lingüísticos. Comprensión oral y producción en la enseñanza de portugués...

de lectocomprensión, notaremos que la diferencia es abismal. Para que sea


más claro, en los principales institutos de enseñanza de lenguas extranjeras, el
aprendiente alcanza el nivel intermedio después de cursar entre 5 y 7 años. Al
compararlo con el año (o en algunos casos, solo un semestre) de capacitación
en la universidad, es entendible que se deba hacer un recorte en los contenidos
y focalizar una competencia determinada.
Ahora bien, analizando el caso específico del portugués, notamos que la
carga horaria en los principales centros de enseñanza de portugués es signifi-
cativamente menor. La funceb –Fundación Centro de Estudos Brasileiros–
tuvo históricamente 6 niveles cuatrimestrales. El Laboratorio de Idiomas de
la Facultad de Filosofía y Letras de la uba tiene 7. La ungs, a través de sus
cursos extracurriculares de idiomas, también ofrece 6 niveles correspondientes
a 3 años de capacitación. Es decir, podríamos deducir que en portugués el
desarrollo de las competencias se realiza con más facilidad y rapidez que el de
otras lenguas extranjeras. La carga horaria en la ungs de la capacitación en
portugués (I y II) corresponde al 33% de un curso completo de 3 años. Esto nos
llevó a reflexionar sobre la posibilidad de ampliar los objetivos anteriormente
descriptos y proponer un aprendizaje más integral para ampliar el universo de
acción de los alumnos. Es importante señalar que el estudiante de la ungs llega
al cuso de portugués tras dos cursos de lectoescritura en español y dos cursos
de lectocomprensión en inglés (obligatorios para todas las carreras). Es decir
que ya están familiarizados con las estrategias de lectura de textos académicos
y de lengua extranjera. Estas habilidades ya adquiridas por los estudiantes son
cruciales para implementar un abordaje más integral del portugués. Se debe
tener en cuenta, además, que las tareas propuestas para la producción (oral y
escrita) requieren un nivel básico de lengua. No representan tareas complejas.
Redactar un e-mail o un abstract son actividades que creemos que pueden
aprender los alumnos en dos niveles de portugués.
Los objetivos relativos a la lectocomprensión son que el alumno pueda com-
prender diferentes tipos de textos escritos (explicativos, descriptivos, narrativos
y argumentativos) al finalizar Portugués I, y comprender textos científicos y
saber orientar sus procesos de comprensión de diferentes tipos de textos escritos
a partir de la identificación de la tarea a resolver y a través de la selección de
estrategias adecuadas para hacerlo (lectura de barrido, lectura selectiva y deta-
llada de ciertas partes, lectura integral o total, etc.), e internalizar los diferentes
componentes del sistema que conforman la lengua extranjera y sus interrelacio-
nes (aspectos lingüísticos, pragmáticos y discursivos), al finalizar Portugués II.

139
Inés Kuguel y Martín Olavarriaga

En lo que respecta a las otras habilidades, se espera que los alumnos conozcan
los principales aspectos fonológicos de la lengua portuguesa, produzcan textos
breves con corrección gramatical y ortográfica y manejen intercambios sencillos
(diálogos relativos a situaciones que tienen lugar en contextos en los que se
requiere obtener alguna información) tras cursar Portugués I, y que escriban
textos con cierto grado de dificultad (cartas formales e informales, e-mails,
etc.), se desenvuelvan adecuadamente en situaciones concretas (comunicación
telefónica formal e informal, en ámbitos académicos pidiendo y dando infor-
mación, etc.) y sean capaces de relatar situaciones concretas e irreales, propias
y ajenas, tras cursar Portugués II.
Creemos, como sostiene Henry G. Widdowson, que todas estas actividades
deben pensarse en relación con la habilidad de usar el idioma para fines comu-
nicativos y que el mejor modo de implementar este enfoque es a partir de tareas
concretas que guardan estrecha relación con aquellas que el estudiante debe
realizar durante su vida académica –algunos ejemplos ya fueron mencionados
anteriormente.

Resultados hasta la fecha y perspectivas


La inclusión de la comprensión oral y la producción en los cursos curriculares
de la ungs es un hecho reciente. Lejos de ser un proyecto consumado, está en
constante evaluación y reelaboración.
En una primera etapa pudimos percibir ciertos aspectos positivos entre los
cuales estarían:
- La motivación del alumno se mantiene alta: los alumnos llegan a
cualquier curso de lectocomprensión con el anhelo de terminar “ha-
blando algo” o “escribiendo”. Es tarea del docente, entonces, explicarles
que el recorte de contenidos es necesario para llegar a alcanzar objetivos
concretos. Aún así, es normal que la motivación se resienta. El resultado
de las encuestas de los primeros alumnos que cursaron Portugués I bajo
este nuevo enfoque nos muestra una satisfacción elevada y el deseo de
que Portugués II sea abordado con la misma modalidad.
- La voluntad de seguir estudiando la lengua: aunque recién este año
tendremos los primeros cursos que habrán hecho los dos niveles bajo
esta modalidad, hemos notado un mayor interés acerca de los cursos
extracurriculares que dicta la universidad por parte de alumnos que se

140
III. Cruces lingüísticos. Comprensión oral y producción en la enseñanza de portugués...

encuentran cursando portugués curricular. Es uno de los objetivos del


nuevo proyecto que las herramientas básicas adquiridas en Portugués I
y II lleven, en instancias posteriores, al desarrollo de una competencia
comunicativa plena. Consideramos que la articulación entre la ense-
ñanza curricular y extracurricular puede ayudar al alumno a alcanzar
esas metas.
- No se percibe una caída de los resultados en relación con los ob-
jetivos específicos de lectocomprensión: teniendo en cuenta que el
alumno que cursa portugués ya está en el 2° ciclo de su carrera –últimos
dos años–, y que –como ya se ha mencionado– ha aprobado materias
orientadas a la comprensión de textos, el tiempo anteriormente dedi-
cado a la enseñanza de las estrategias propias de la lectocomprensión
(reflexión metacognitiva) puede ser empleado para generar un espacio
de reflexión sobre cuestiones lingüístico-discursivas, pragmáticas y cul-
turales que permitan una mayor comprensión de los textos propuestos.
Como no se trata específicamente de un típico curso de portugués de cuatro
habilidades ni tampoco orientado únicamente a la enseñanza de la lectocom-
prensión, no existe publicación de material didáctico para usar en nuestros
cursos. En consecuencia, la producción y publicación de dicho material es una
prioridad en el avance de este proyecto.

Conclusiones
En el presente trabajo hemos enumerado algunos objetivos con relación a la
enseñanza de la lectocomprensión en lengua extranjera y los motivos por los
cuales creemos que se debe analizar el caso específico del portugués. Hemos
propuesto un abordaje de la enseñanza del portugués en el nivel superior basado
en la inclusión de la comprensión oral y la producción junto a la comprensión
de textos.
No creemos que enseñar una lengua extranjera signifique trabajar siempre
las cuatro competencias y con cualquier tipo de aprendientes, pero tampoco
creemos que se deba dejar de lado la especificidad de cada lengua al organizar
un curso de este tipo. Justamente, tiendo en cuenta las diferencias existentes
en la enseñanza de las distintas lenguas, conociendo el caso específico del por-
tugués y tomando como elemento principal al alumno de nuestra universidad,

141
Inés Kuguel y Martín Olavarriaga

hemos diagramado este proyecto que, como dijimos anteriormente, está dando
sus primeros pasos.

Bibliografía
Klett, Estela. “Enseñanza de lectocomprensión en francés: mitos y realidades”,
en cd Identités, interactions et langues: nouvelles technologies, renouveaux
didactiques et dimensions culturelles des langues. San Luis: 2006.
Stella, Julia y Adriana Sleibe-Rahe de Paradelo. “El problema de la lectocom-
prensión en el aula universitaria: la lectura comprensiva en lengua
extranjera”. Red Argentina de Posgrados en Educación Superior, 2004.
Disponible en: http://rapes.unsl.edu.ar/
Widdowson, Henry G. O ensino de línguas para a comunicação. São Paulo:
Pontes, 1978.

142
Algumas reflexões sobre os imaginários dos
alunos, os imaginários presentes nos livros
didáticos e o papel do professor no ensino
do português como língua estrangeira
Mariana Larrieu*
Verónica Demsar**

Há aproximadamente dez anos quando propúnhamos iniciar nossos estudos


como professoras de português, ninguém entendia para quê fazíamos um curso
de formação de professor em português e não em inglês,1 já que nos tempos de
globalização, com uma estrutura econômica única, exigiam um idioma único
para ser falado em qualquer parte do mundo. Os imaginários que circulavam
em relação ao português correspondiam a dois tipos de pensamento: por um
lado, como explicita o diálogo colocado no início deste trabalho, a negação do
português como uma possível saída laboral de forma profissional e, por outro
lado, que não valia a pena estudar uma língua que “se entendía”.2
*
Mariana Larrieu es profesora de portugués por el ieslv “Juan Ramón Fernández”, con
especialización en Investigación Educativa por la Universidad del Comahue, y fue profesora
en distintas universidades (usal, uade, ort, ungs). Desde 2008 participa, en la ungs, de los
proyectos de investigación “La enseñanza de lenguas en el nivel universitario” (2010) y “Lenguas
en contraste” (2011).
**
Verónica Ester Demsar es profesora de portugués por el ieslv “Juan Ramón Fernández” y
magíster en Enseñanza de Español como Lengua Extranjera por la Universidad de Cantabria y
el ciese (España). Fue docente de ple y ele en diversas universidades (uade, ungs, entre otras).
1 
As línguas mais “tradicionais”, como inglês, francês e italiano, tinham uma presença mais
marcada no sistema formal de ensino.
2 
No caso do português, o seu ressurgimento não é uma consequência direta do “Plan Trienal
del Sector Educación del Mercosur” (Roberto Bein e Lía Varela). Desde 1935, o ies em Lenguas
Vivas “Juan Ramón Fernandez” oferece cursos de português à comunidade e, desde 1942, o

143
Mariana Larrieu y Verónica Demsar

“¿Estás estudiando portugués? Há! ¡Você fala português! Yo entiendo todo.


Estuve este verano en Floripa y me pude comunicar sin problemas”, diziam as
pessoas em um tom irônico, pensando que não era muito necessário aprender
uma língua da qual se entende, ou se pensa que se entende, tudo.
É certo que existe uma proximidade entre as duas línguas do ponto de vista
linguístico e gramatical e, portanto, poderia resultar “mais transparente” para
os falantes de espanhol do que aos falantes de outras línguas mais distantes
aprenderem o português. Mas, também é certo que essa proximidade é muito
enganosa, porque nos faz esquecer as diferenças socioculturais que existem
entre ambos os países, mesmo sendo limítrofes. Estas diferenças socioculturais
se encontram no sistema de valores e crenças de cada cultura, e aparecem de
forma manifesta no dia a dia a partir da língua. Por tal motivo, aprender uma
língua estrangeira não deveria ser apenas uma transmissão de certas estruturas
gramaticais, mas sim a aprendizagem de uma outra cultura. Ou dito de outro
modo, ao ensinar uma língua estrangeira estaria sendo ensinada outra cultura
como dois campos inseparáveis.
Obviamente que de dez anos atrás para cá a demanda do público nos cursos
de português vem aumentando ano após ano como assim também a oferta dos
mesmos. O imaginário rioplatense a respeito do português foi se transformando
a partir da política socioeconômica e da globalização introduzida pelo tratado de
Mercosul, fazendo com que mais público demonstrasse um certo interesse pelo
idioma. Atualmente, o leque de possibilidades de ensino que se oferece é amplo:
• No sistema formal: em escolas públicas e particulares de ensino funda-
mental e ensino médio;3 como matéria obrigatória em cursos universitá-
rios e “terciários”4 de Turismo e Hotelaria; matéria de caráter eletiva para
alunos de todos os cursos de graduação em universidades particulares;
leitura5em português para cursos de graduação e pós-graduação.
• No sistema não formal: treinamento em empresas; cursos oferecidos à
comunidade em geral por institutos particulares e instituições públicas.
Partindo da nossa própria prática e experiência como professoras, e levando
em consideração o dito anteriormente, encontramos que cada semestre e com
português é incluído como língua de caráter eletiva no último ano do segundo grau. Só 29 anos
depois é criado, nesse mesmo instituto, o curso de formação de professores.
3 
Desde 2001, existe na Cidade de Buenos Aires o programa de Escolas Plurilígues para o nível
fundamental em escolas públicas.
4 
O nível terciário não existe no Brasil.
5 
Em espanhol se chamam de “lecto-comprensión”.

144
III. Cruces lingüísticos. Algumas reflexões sobre os imaginários dos alunos...

cada novo grupo que inicia um primeiro nível de português a imagem formada
com respeito à língua e ao brasileiro se manifesta de forma semelhante. Saberes
adquiridos através de férias passadas no Brasil, ou pela influência da mídia
(televisão, rádio, cinema) e personagens televisivos que deixaram sua marca em
algumas gerações. Quem não se lembra do Olmedo e sua famosa frase “adian-
te”? Mesmo as novas gerações que não foram contemporâneas dele chegam ao
curso de português achando que “adiante” é sinônimo de “passe”. Porque “el
portugués es una lengua transparente que se puede entender”. Que em por-
tuguês só existem as palavras “pra” e “tudo mundo” e que as versões “para” e
“todo” são inexistentes na língua; que a frase mais famosa em português é “mais
grande” (quando em português brasileiro esta é uma frase “gramaticalmente
incorreta”); que no Brasil se ouve Axé Bahia e Bossa Nova, mas o povo dança
samba e bebe caipirinha. Que a população brasileira é negra ou mestiça e que
a única brasileira branca é a Xuxa; que o negro possui atributos físicos que o
branco não tem; que a mulher brasileira é “fácil”; que não existe o racismo e
que vivem sob uma “democracia racial”; que o brasileiro não sabe pronunciar
o inglês quando diz “sprite light” (spraichi laichi) e que todos são bons de bola.
Estes são apenas alguns dos exemplos dos muitos que continuam circulando
dentro do imaginário do aluno de português na sala de aula com respeito ao
brasileiro, à língua e ao Brasil.
Perante esta realidade, surgem alguns interrogantes, mas nem todos serão
respondidos neste trabalho. Deixamos alguns abertos para uma futura pesquisa.
Qual a função do professor de português frente aos estereótipos? O professor
contribui a reforçar ou eliminar o imaginário? De que maneira? O material
didático (imposto pela instituição ou escolhido pelo professor) é um veículo
para reforçar os imaginários que circulam? O professor está preparado para
trabalhar com estereótipos?
Cabe lembrar que o termo estereótipo surge na imprensa escrita referindo-
se a uma placa metálica de caracteres fixos para a impressão em série. A partir
da psicologia social, o termo passa a tipificar o conjunto de características de
um determinado grupo social. Para a psicologia social o estereótipo é uma
maneira de descrever outra cultura de modo simplificado. Quer dizer, são
crenças socialmente compartilhadas que se sustentam em teorias implícitas a
respeito dos membros de uma categoria social. É uma necessidade “complexa
do ser humano de categorização que organiza mentalmente nossa experiência
e guia nosso comportamento em relação a determinado grupo de pessoas”
(Berwin). O estereótipo se encontra na aplicação de julgamentos categóricos que

145
Mariana Larrieu y Verónica Demsar

usualmente se fundamentam em suposições sobre a existência de essências ou


traços psicológicos intercambiáveis entre os membros de uma mesma categoria
social (por exemplo: o brasileiro é alegre, divertido etc., enquanto o argentino
é arrogante, onipotente, etc.).
Segundo uma visão antropológica o estereótipo se explica a partir do
etnocentrismo que consiste em privilegiar uma cultura que é utilizada como
referência para julgar e avaliar outros grupos sociais. Muitas vezes o etnocentris-
mo ou a cultura etnocêntrica é uma fonte para construir a identidade pessoal e
cultural, porque como diz Moreno Ghiraldelo, é necessário ter como parâmetro
uma outra cultura para se estudar temas da cultura e língua nacional (62). O
etnocentrismo transforma-se em uma condição negativa quando é usado para
excluir e fornecer bases para avaliações pejorativas, oferecendo assim resistência
às mudanças e dando origem aos estereótipos.
Por isto, o estereótipo não é sempre negativo, já que pode contribuir para
que uma pessoa possa compreender uma cultura de modo geral e dessa forma
identificar as diferenças entre essa cultura e a própria. Mesmo assim, os estereóti-
pos mais frequentes são os que representam valorações negativas e simplificam a
realidade (Berwin). Nos contatos multiculturais, como é o caso das aulas de língua
estrangeira, o risco de cair no estereótipo é quase inevitável. A outra cultura ao ser
diferente, do ponto de vista dos nossos padrões culturais, é vista como estranha
ou falsa e em alguns casos é menosprezada. O problema aqui estriba na ideia
de que o conceito de estereótipo pode estar ligado ao preconceito e por tanto
à discriminação o que dificultaria uma comunicação intercultural satisfatória
na sala de aula já que, como dissemos no início deste trabalho, língua e cultura
devem ser entendidas como parte do mesmo processo de ensino/aprendizagem.
Como os estereótipos são abordados no material didático disponível? Para
demonstrar com exemplos mencionados, citaremos Cássia Cristina Furlán
que tem feito várias pesquisas no campo dos estereótipos presentes nos livros
didáticos. Furlán analisa quatro livros: Avenida Brasil (1986), Bem-vindo
(1999), Aprendendo Português do Brasil (1998) e Fala Brasil (1998). A escolha
de Furlán parte das características comuns destas quatro publicações brasileiras
que são manuais de estudo do português falado no Brasil e possibilitam uma
visão ampla do que foi produzido na área de ensino de português ao longo das
últimas décadas. Na Argentina estes livros são também muito utilizados pelos
professores de português.
Nós aqui colocamos apenas dois exemplos dos livros Avenida Brasil 1 e
Bem-vindo analisados por Furlán. Na lição intitulada “Quem somos, afinal?”

146
III. Cruces lingüísticos. Algumas reflexões sobre os imaginários dos alunos...

do Bem-Vindo, descrevem-se quatro “tipos regionais brasileiros” (o gaúcho, o


caboclo, o caipira e o sertanejo) com o objetivo de descrever ou justificar que
“os principais traços culturais que distinguem o brasileiro dos outros povos
foram herdados dos índios” (162). Por outro lado, no livro Av. Brasil 1, na lição
intitulada “Influência na cultura brasileira” o aluno deve relacionar fotografias
que correspondam a imagens da “influência cultural” dos indígenas e africanos
nos campos correspondentes à “língua, culinária, religião, dia-a-dia, música e
raça” (127).
Nos dois exemplos expostos acima, podemos notar que, como diz Furlán,
os índios “não aparecem como habitantes nativos da terra chamada Brasil,
mas como influência cultural [...] Assim, ao silenciar o índio enquanto nativo
e colocá-lo na posição de influência cultural sinaliza-se um comprometimento
ideológico com o que se está contando que aponta para uma história em que
os portugueses são aqueles que constituíram uma cultura primeira e que sofreu
interferências dos índios em sua constituição” (“Povos”). Já o caso do africa-
no, segundo a mesma autora, “é exposto em nível de igualdade com o índio,
influenciando de modo igual à cultura brasileira. Ele não ocupa as posições de
imigrante, estrangeiro e, menos ainda, de escravo” (“As formações”).
O não reconhecimento nem do índio nem do africano como cidadãos
brasileiros faz “possível negar-lhes o acesso aos direitos de todo e qualquer
brasileiro” (Furlán “Povos”). Através de suas pesquisas Furlán mostra que a
imagem do índio e do negro aparece congelada no momento da descoberta: “a
figura do índio remete aos indígenas que habitavam o Brasil em 1500, e que
foram descritos em inúmeros registros de colonizadores, jesuítas e viajantes
de várias nacionalidades” (“Povos”). Este “tipo de índio” mostra uma figura
congelada apagando as constantes modificações e reelaborações que as socie-
dades indígenas sofreram mediante o contato com os colonizadores. A partir
disto nos perguntamos: o que acontecia com os indígenas antes de 1500­? O
que acontece com os descendentes de indígenas hoje? Quais os costumes dos
habitantes de aldeias indígenas contemporâneas? Quais são seus rituais? O que
aconteceu com os africanos levados ao Brasil como mão de obra escrava? O
que aconteceu com eles depois da abolição da escravidão? Existe discriminação
com respeito ao negro, mulato, pardo, índio na atualidade?
Estes questionamentos não aparecem nos livros didáticos analisados por
Furlán porque essa informação está silenciada. De acordo com ela: “ao dizer
algo apagamos necessariamente outros sentidos possíveis, mas indesejáveis, em
uma situação discursiva dada”, pois “como o sentido é sempre produzido de

147
Mariana Larrieu y Verónica Demsar

um lugar, a partir de uma posição do sujeito –ao dizer, ele estará não dizendo
‘outros’ sentidos” (“As formações”). No caso do último exemplo, colocado acima
e analisado por Furlán, o livro expõe a “participação do índio e do africano na
cultura brasileira para não falar sobre a história dos nativos e dos escravos cujos
desdobramentos são trágicos até os dias de hoje” (“As formações”).

Algumas conclusões
Ancoradas neste trabalho, podemos dizer a modo de conclusão que se o professor
de português como língua estrangeira não tiver uma posição frente ao material
didático utilizado, o processo de ensino/ aprendizagem será incompleto, par-
cial e o aluno poderá incorrer no preconceito. O papel do professor está além
do livro didático, pois se o professor no intuito de aproximar a outra cultura
desvia a atenção apenas para o puramente gramatical ou se serve da “política
do silêncio” (Orlandi), o professor no lugar de aproximar a cultura produz um
distanciamento.
O estereótipo pode servir como ferramenta de conhecimento e não ape-
nas de formação de preconceito. O professor é quem deve cumprir o papel
de transmissor de cultura de modo não silenciado, pois o livro didático visto
como “produto cultural” (Sabóia Carvalho), transmitirá um recorte da cultura
da língua alvo. Cabe a nós professores orientar, ampliar, marcar, mostrar e
conscientizar esses recortes apresentados em materiais didáticos.
Na maioria dos casos o aluno não tem contato direto com falantes nativos,
nem acesso à língua além da sala de aula. Por se encontrarem num contexto de
aprendizagem exolíngue, trabalhar com material autêntico se torna fundamental.
O professor deve possuir um critério de informação e formação (linguística e
cultural) para fazer com que o aluno reconheça outras formas de ver, perceber
e sentir o mundo ao perceber que seu parâmetro para entender o mundo não
é único. Deve existir uma atitude por parte do professor de aprender e pesqui-
sar a outra cultura para poder transmiti-la. O aluno só aceitará outras visões
se o professor estiver capacitado e disposto a compartilhar com o aluno seus
conhecimentos e descobertas.
Desenvolver no aluno a capacidade de refletir sobre as diferenças que se
apresentam com o estrangeiro, trabalhando a partir do estereótipo como forma
de entender o modo de ser do outro para assim poder entender a sua própria
cultura, é nossa meta no ensino de português como língua estrangeira.

148
III. Cruces lingüísticos. Algumas reflexões sobre os imaginários dos alunos...

Bibliografia
Andri, Paola e Raffaella Caira. “O estereótipo no ensino de línguas”. 2007.
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Berwin, Carla Anéte. “Estereótipos culturais no ensino-aprendizagem de
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cação. São Paulo: SBS, 1999.
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no material didático de português como língua estrangeira”. Anais do
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_____. “Povos do Brasil: quem são eles nos livros didáticos de português como
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Paganotti, Ivan. “Imagens e estereótipos do Brasil em reportagens de correspon-
dentes internacionais”. Disponível em: http://www.rumores.usp.br/
Patrocínio, Elizabeth Fontão de e Pierre Coudry. Fala Brasil: português para
estrangeiros. São Paulo: Pontes, 1998.

149
Mariana Larrieu y Verónica Demsar

Sabóia Carvalho, Orlene Lúcia. “Aspectos da identidade brasileira em livros


didáticos de português para estrangeiros: um estudo lexical.” Univer-
sidade de Brasília. Disponível em: http://www.onda.eti.br/

150
IV. Crónicas del contacto
Crónicas del contacto académico

Introducción
Estudiar Brasil desde la Argentina,
estudiar la Argentina desde Brasil:
experiencias de formación y de cruces
académicos en Ciencias Sociales
Ernesto Bohoslavsky*1

Esta sección se propuso abordar algunas de las dimensiones personales y cul-


turales presentes en las experiencias de formación académica y de prácticas de
investigación que realizaron argentinos en Brasil y brasileños en Argentina. Lo
que intentamos hacer en este encuentro fue poner a la luz algunos aspectos
que normalmente no aparecen consignados en la escritura académica, pero que
resultan muy relevantes a la hora de definir cuestiones tales como la selección
de temas y el enfoque teórico y metodológico de las instituciones en las que se
estudia. Para esta mesa original del Encuentro Cultural Passo da Guanxuma
fueron convocados distintos colegas argentinos y brasileños: algunos aceptaron
el convite, otros lo rechazaron y otros no pudieron venir. Los textos de algunos
de quienes vinieron, como Germán Soprano, finalmente terminaron alojados
en otra parte de este libro. Una originalmente no invitada, Lucía Tennina, final-
mente terminó incorporada a esta sección (a pesar de no haber estado presente

*
Ernesto Bohoslavsky es doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de
Madrid, investigador del conicet, e investigador-docente regular de la Universidad Nacional
de General Sarmiento, donde enseña e investiga sobre historia de América Latina en el siglo xx.

153
Ernesto Bohoslavsky

durante la realización del encuentro) por aportar una mirada que complementa
y amplía las presentes en los otros textos.
No nos animaba ningún espíritu exhaustivo ni totalizante: la pretensión
de hacer un mapa de cómo es el campo académico argentino y, sobre todo, el
brasileño resulta desmedida o ilusoria para el espacio del que aquí se dispone. En
consecuencia, lo que tenemos son cuatro exposiciones sobre cuatro trayectorias
particulares –algunas de las cuales han tenido cruces entre sí, o quizás los tengan
en el futuro– que no aspiran a establecer generalizaciones acerca de “qué le pasa
a los argentinos cuando van a Brasil” o “cómo piensan las Ciencias Sociales
brasileñas a la Argentina”. Más bien, se intentan destilar algunas referencias y
reflexiones personales con las que algunos lectores puedan sentirse identificados.
A la hora de organizar esta sección, dedicada a dar cuenta de crónicas de
viajeros académicos, convocamos a personas de distintas disciplinas sociales.
Así, aquí se encontrarán textos producidos por el politólogo Sergio Morresi,
la socióloga María Maneiro, la historiadora Cristiana Schettini y la estudiosa
de literatura Lucía Tennina. Los cuatro estudiaron sus carreras de grado y de
posgrado en distintas instituciones de Argentina o de Brasil, y registran expe-
riencias prolongadas de estadía en ambos países.
Los temas que se hicieron presentes en la mesa fueron varios. Algunos eran
más esperables, como el que se refiere a la distancia idiomática y las compli-
caciones y comicidades que ello genera, o el descubrimiento de las realidades
sociales y culturales alejadas de lo que la industria turística promueve en un país
y en otro. Pero hubo por lo menos otros dos temas que vale la pena destacar.
El primero es la percepción sobre cuán diversos son los climas de trabajo en
uno y otro ámbito académico (se insiste en la cordialidade del mundo brasileño
frente al carácter tensionado y faccioso del rioplatense); de igual manera, las
deprimentes marcas de la pobreza edilicia y de recursos cotidianos en la acade-
mia argentina no dejaron de ser señaladas lastimosamente por los expositores.
Asimismo, una culposa sensación de haber escalado súbita e involuntariamente
en la escala social aqueja a los doutorandos argentinos: la marca de pertenencia
a la elite es más transparente y auto-aceptada en las tierras brasileñas que en
las argentinas, en las cuales el plebeyismo y cierta horizontalidad social –más
imaginada y recordada que estadísticamente documentada– campean con
mayor notoriedad.
Los distintos itinerarios que siguieron los ámbitos universitarios de Ar-
gentina y de Brasil producen, en el registro de estas experiencias de contacto,
la emergencia de una serie de elementos que son indicio de los modos en que

154
IV. Crónicas del contacto académico. Introducción

los agentes de cada espacio se piensan a sí mismos a través del modo en que
observan al otro, y también del modo en que la situación actual es producto de
procesos históricos muy diferentes: las formas históricas de desigualdad social
que se reproducen en el ámbito universitario, los impulsos para su democra-
tización (o la indiferencia o los retrocesos en relación con esos temas), y los
vínculos y conflictos entre las esferas educativa y política aparecen de un modo
sutil e indirecto, y también insoslayable, en las miradas de los visitantes, por
más que en estos tenga naturalmente más peso el impacto de la fotografía del
presente que los ecos del pasado.
El segundo tema es el uso y promoción de enfoques eclécticos, creativos y
un poco más heterodoxos entre los brasileños, frente a un énfasis más cerrado
e ideológico en el caso argentino. Como señaló más de un expositor, en el
mundo académico brasileño parece primar –al igual que en muchos otros as-
pectos de su cultura, como en la injustificable pizza de morango– una práctica
de la antropofagia intelectual. Ello se expresa en voracidad por conocer las
diversas maneras en las que se desarrollan las Ciencias Sociales metropolitanas,
combinada con un tesón igualmente muy desarrollado por hacer algo original
con esas ideas. Desparpajo, rigor y originalidad parece ser una fórmula que
permite apropiarse de saberes ajenos para encontrar respuestas nacionalmente
formuladas. El mundo académico argentino, en cambio, se me antoja más
plagado de cultores de ortodoxias metropolitanas, aun las más radicales: por
doquier es posible encontrar a celosas viudas de Michel Foucault, George
Simmel o Raymond Williams, que hacen de la inmutabilidad y ahistoricidad
de la palabra revelada del maestro el centro de su misión. La aristocracia del
saber se caracteriza simultáneamente por su erudición y la adopción de temas
“serios”, esto es, lo más apegado posible a los que pontifican las agendas de las
academias del Atlántico norte.
Pero dejemos a los protagonistas que cuenten su roteiro, sus impresiones y
las valijas mentales que llenaron y vaciaron en su proceso de circulación entre
Argentina y Brasil.

155
Sorpresas y cordialidades
Sergio Morresi*1

Quisiera comenzar realizando una breve pero necesaria aclaración: el título de


esta mesa era “Estudiar Brasil desde la Argentina, estudiar la Argentina desde
Brasil”. Sin embargo, estas páginas no hablan de estudiar al Brasil, sino de
una serie de impresiones subjetivas a partir de haber estudiado en Brasil. Pero
resumir en unos cuantos párrafos la experiencia personal y académica de vivir
en Brasil me resulta un trabajo imposible. Lo que sí puedo hacer, lo que quizás
valga la pena, es presentar una serie de notas, bastante inconexas, en las que
se mezclan algunas anécdotas y algunas observaciones que no pretenden ser
originales ni formar una narración, sino apenas ilustrar una visión (mi visión,
por añadidura, mi visión sorprendida) sobre los años que pasé en Brasil reali-
zando mi doctorado.

El despegue
A comienzos de 1998 me recibí de licenciado en Ciencia Política. En aquel
entonces no parecía que el hecho de tener el título fuera a cambiar algo en
mi vida. Trabajaba como redactor en una pequeña editorial de revistas pro-
fesionales y daba clases en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
de Buenos Aires. Me parecía claro que las clases eran más bien un hobby, un
lujo que mi trabajo “real” me permitía dos veces por semana. Incluso, cuando
comencé a estar rentado en la Universidad, mi salario era tan bajo que apenas
*
Sergio Morresi es doctor en Ciencia Política por la Universidad de San Pablo (usp), e investigador
del conicet con sede en la Universidad Nacional de General Sarmiento, donde coordina la
Licenciatura en Estudios Políticos. Publicó numerosos artículos en libros y revistas académicas
nacionales e internacionales, y es autor de La nueva derecha argentina y la democracia sin política
(Biblioteca Nacional-ungs, 2008) y de Saber lo que se hace. Expertos y política en la Argentina
(en colaboración con Gabriel Vommaro, Prometeo-ungs, 2012).

157
Sergio Morresi

me alcanzaba para cubrir los viáticos. Aunque fantaseaba con la idea de hacer
una maestría, la oferta disponible no me convencía, y además parecía lejos de
mis posibilidades económicas.
En 1999, dos colegas que daban clases en la misma cátedra que yo se fueron
a estudiar a Brasil, gracias a unas becas de las que nunca había oído hablar:
un convenio entre la Coordenadora de Aperfeiçoamento da Pesquisa e Ensino
Superior y la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación
de la Argentina. Estas becas eran para profesores universitarios argentinos
que quisieran realizar estudios doctorales en Brasil. Me parecía que, recién
graduado y sin tener una maestría, mis posibilidades eran más bien pequeñas.
Pero, pese a todo, averigüé cuáles eran los requisitos. Cuando finalmente me
decidí a pedir los formularios para presentarme tuve que llamar al Ministerio
de Educación para que me enviaran los formularios por correo. La persona
que me atendió, después de responder a una decena de preguntas, me pidió
mi dirección, y cuando se la di me dijo: “no te preocupes, la beca te va a salir,
estás predestinado”. “¿Cómo? ¿Por qué?”, le pregunté. “¿No te das cuenta?”, me
respondió. “Ya estás con un pie allá, vivís en la calle Brasil”. Y aunque no creo
en la predestinación ni en las casualidades, de algún modo, en ese momento,
supe que la beca iba a salir y que efectivamente me iba a ir a Brasil a estudiar.
La confirmación llegó unos pocos meses después.
Junto con esa noticia llegó la novedad de que tenía apenas algunas semanas
disponibles para que me aceptaran en alguna universidad brasileña. Es decir,
estaba becado siempre y cuando alguna universidad de primera línea quisiera
tenerme como estudiante de doctorado. Pensé que la cuestión sería tan sencilla
como elegir una universidad y remitir una carta de intención (algo que era prác-
tica común en la Argentina), pero me desayuné con la noticia de que las cosas
no eran tan simples: tenía que viajar para rendir exámenes y hacer entrevistas,
y como disponía de poco tiempo más me valía elegir bien.
En aquel tiempo Internet estaba experimentando un boom, así que la ma-
yoría de las universidades brasileñas tenía su portal con información, pero la
verdad es que eso me confundía más que ayudarme. Después de mucho cavilar
reduje mis opciones a dos: la Universidad de San Pablo (usp) y el Instituto
Universitario de Investigaciones de Río de Janeiro (iuperj). Al final, elegí con-
centrar mis esfuerzos en la usp, en parte porque conocía a gente allí y en parte
porque mi director en Argentina, Atilio Borón, me dio el siguiente consejo:
“Río es una de las ciudades más hermosas del mundo, ahí la vas a pasar muy
bien, o sea que mejor andá a estudiar a San Pablo”.

158
IV. Crónicas del contacto académico. Sorpresas y cordialidades

El aterrizaje
Al día siguiente de llegar, dos amigos argentinos que estudiaban en San Pablo
me llevaron a la usp. El objetivo era no solo conocerla, sino sobre todo pasar
por la biblioteca para leer (en apenas una semana) todos los textos de política
brasileña sobre los que versaría una parte importante del examen de admisión.
Fueron varias noches en vela en las que no paraba de leer en un idioma que
apenas conocía sobre temas que me parecían muy ajenos. Hasta que llegó el
día de la evaluación, que por suerte fue mucho más sencilla de lo que había
imaginado, sobre todo porque me permitieron responder en español. Pero aún
faltaban dos instancias: los exámenes de idioma y la entrevista personal. Por un
pequeño desliz en la forma en la que estaban redactadas las normas, aceptaron
que mi idioma nativo fuera considerado como lengua extranjera; así que después
de realizar una pequeña prueba de inglés solo restaba pasar por la instancia
decisiva: la entrevista con todo el cuerpo de profesores del Departamento de
Ciencia Política de la usp.
Llegué muy temprano a esa cita. Y eso fue lo que me permitió enterarme,
casi de casualidad, que se suponía que ni bien me sentara ante la mesa exami-
nadora debía hablar algunos minutos sobre mi proyecto de tesis... algo que no
podía hacer porque no tenía un proyecto de tesis. Así, durante dos horas estuve
garrapateando ideas sobre mis trabajos anteriores, hasta que di con algo que,
me parecía, podía ser considerado como un primitivo esbozo de proyecto. Ya
más tranquilo, cuando llegó mi turno, en un imperfectísimo portuñol comencé
a exponer algunas reflexiones muy generales sobre los conceptos de consenso y
conflicto en la teoría política moderna. Sin embargo, los profesores presentes
cortaron rápidamente mi cháchara. Me decían cosas como: “muy interesante,
pero ¿cómo lo piensa hacer?”, “¿por qué eligió este tema?”, “¿por qué le parece
que San Pablo es el lugar adecuado para hacer esto?”. A medida que iba tratando
de responder, llegaban preguntas contradictorias: “¿no le parece que esto debería
tratarlo desde la óptica x?”, “no entiendo, ¿usted no cree que es mejor la óptica
y?”, “¿cuál es su opinión sobre la teoría z?”.
La verdad es que salí de la entrevista pensando que había fallado, pero no
estaba desilusionado, sino –sobre todo– asombrado porque me iba con una
idea mucho más clara de lo que quería hacer. Me habían entrevistado a mí,
pero yo había aprendido de ellos.
Esa misma tarde se conocieron los resultados del proceso de selección: contra
todos mis pronósticos, había ingresado a la usp, y lo había hecho con cierta

159
Sergio Morresi

holgura. Esa noche salimos a celebrar. Después de cenar fuimos a un bar, donde
a cierta altura de la madrugada, ya un poco excedidos en la ingesta alcohólica,
nos encontramos conversando con algunas muchachas que nos preguntaron
qué festejábamos y qué hacíamos tantos argentinos allí. Les comentamos que
celebrábamos que habíamos ingresado al doctorado en Ciencia Política de la
usp. Su respuesta (“Na usp?, Nossa! Parabéns!”) todavía hoy me sorprende. En
Argentina (lo sé) festejar que uno iba a estudiar en la uba provocaba respues-
tas como: “¿Y para qué vas a estudiar?”, “Ciencia Política... ¿y qué estudian?,
¿para robar mejor?”. Esa fue, entonces, mi primera experiencia con el respeto
social (casi reverencial) del que gozan los universitarios (y sobre todos los de la
usp) en Brasil. Y ese respeto es de tal magnitud que en los diarios, en la radio,
en la televisión, se acostumbra a que las noticias no sean comentadas por pe-
riodistas, personajes mediáticos, futbolistas o columnistas, sino por docentes
universitarios.

Sorpresas
Una de las primeras cosas que me llamó la atención en la usp fue la infraestruc-
tura. Para quienes no la conozcan, la usp está situada en un campus gigantesco,
que funciona como uno de los pulmones de la ciudad. A lo largo de varias
hectáreas, se encuentran distribuidas las distintas facultades, los institutos y los
edificios de administración, pero también hay un hospital, una escuela, varios
museos, jardines, plazas, un campo deportivo (con pileta, varios gimnasios,
canchas y estadios), dormitorios, salas de cine, restaurantes y bares para todos
los presupuestos, librerías de todas las especialidades... O sea, una auténtica
ciudad universitaria.
Otra cuestión que me resultó llamativa de la infraestructura fue la diversa
arquitectura de cada una de las facultades. La de Filosofía, Letras y Ciencias
Humanas donde estudié se componía de varios edificios (el de Historia y Geo-
grafía, el de Letras, el de Filosofía y Ciencias Sociales, el de la biblioteca, el de
la administración) con estilos arquitectónicos modernistas separados por una
vegetación que en la época de lluvias se tornaba exuberante. La Facultad de
Economía, donde cursé algunas materias, estaba compuesta por tres predios que
acababan de ser reformados en un estilo muy de oficinas siglo xxi, mucho acero
y mucho cristal, con aulas preparadas para que los estudiantes fueran munidos
de notebooks y pantallas gigantes para que las clases se ofrecieran en PowerPoint.

160
IV. Crónicas del contacto académico. Sorpresas y cordialidades

No voy a describir cada edificio de la usp, pero sí quisiera señalar que cada uno
parecía representar hasta cierto punto la idiosincrasia de la facultad que alojaba.
Quizás porque el predio de la usp conforma una verdadera ciudad, quizás
por el nivel adquisitivo promedio de los estudiantes, quizás por la cantidad de
becas que se otorgan en Brasil (o quizás por otros motivos que se me escapan),
se produce en esa universidad un fenómeno que –para mí– fue mucho más
llamativo que el tamaño del campus o la forma de los edificios: la mayoría
de la gente con la que uno se cruzaba vivía dedicada a la vida universitaria.
No me refiero solo a que había gente que tuviera su casa dentro del campus
(que la había). Me refiero, más bien, a que todos (estudiantes, docentes y no
docentes) parecían vivir no solo de la universidad sino también en y para ella.
Los docentes, por ejemplo, tenían una oficina para cada uno y la manera más
sencilla de comunicarse con ellos era golpear su puerta, más que enviarles un
correo electrónico. Los no docentes (que fueron particularmente atentos con
los extranjeros que teníamos dificultades burocráticas de todo tipo) también
parecían estar siempre dispuestos para ayudar, no solo a los profesores sino
también a los alumnos. Last but not least, los estudiantes de grado y posgrado
parecíamos hormiguitas frenéticas, siempre desarrollando alguna actividad:
cursos extracurriculares, talleres, seminarios, congresos, clases magistrales que
dictaban visitantes más o menos ilustres, muestras, jornadas de debates, lecturas,
presentaciones de libros, marchas de protesta, reuniones políticas...

Más sorpresas
A las pocas semanas de mi estadía, el idioma portugués dejó de ser un problema
(como se nota, el castellano lo sigue siendo). Eso posibilitó que de a poco fuera
estableciendo lazos académicos y de amistad con mis compañeros y profesores.
Esa camaradería (que está presente, supongo, en cualquier casa de estudios)
tenía un sabor especial en la usp, porque se extendía más allá de las fronteras
disciplinares habituales. Con esto quiero decir que se generaban grupos de
trabajo con integrantes muy disímiles, que estudiaban temas diferentes, pero
que coincidían en una estimulante curiosidad por los trabajos de todos. Así,
cuando uno asistía a un curso o leía un texto en busca de alguna información
para la tesis no se ponía las anteojeras temáticas para mirar solo lo que le ser-
vía a uno, sino que abría el juego buscando cualquier cosa que pudiera ser de
interés para algún colega.

161
Sergio Morresi

Mi experiencia en Argentina era que uno solía juntarse con la gente que
estudiaba temáticas más o menos afines a la propia y discutía en una suerte de
círculo cerrado. En Brasil, los grupos eran muy heterogéneos, pero eso, lejos
de ser un problema, constituía un aliciente, porque se generaba una sinergia
interesantísima. En mi caso particular, fue esa dinámica la que me permitió
encontrar la idea clave de mi tesis doctoral: leer las ideas políticas del liberalismo
clásico a través de los textos económicos y pedagógicos en lugar de concentrarme
exclusivamente en los textos canónicos de la teoría política.
La otra cuestión interesante de estos grupos es que en ellos no solo parti-
cipábamos estudiantes, sino también profesores. En este sentido, no quisiera
dejar pasar la ocasión de mencionar con gratitud a Gabriel Cohn y a Cícero
Araújo, que siempre impulsaban charlas y reuniones informales en las que los
doctorandos intercambiábamos hallazgos, ideas, propuestas y críticas de forma
cotidiana.
En buena medida, estos intercambios avanzaban mucho porque la infraes-
tructura universitaria de la usp y la ayuda que brindaba la capes hacían que
investigar fuera una tarea mucho más sencilla de lo que era usual en Argentina.
Los doctorandos disponíamos de una sala con computadoras conectadas a In-
ternet y desde las cuales (gracias al “Portal da capes”) era posible acceder a las
publicaciones científicas de todo el mundo. Además, la biblioteca de la Facultad
contaba con un acervo que se expandía de forma semanal y que compraba en
pocas semanas los textos que nuestros directores de tesis solicitaban por nosotros.
Otra cosa interesante de estos grupos de trabajo fue que conocí a varios colegas
(politólogos, economistas, abogados) que estudiaban a la Argentina. Recuerdo que
en ese momento me sorprendí mucho de que hubiera tanta gente estudiando mi
país. Y recuerdo también la vergüenza que me daba cuando tenía que responder
lacónicamente a la pregunta sobre cómo se estudiaba al Brasil desde la Argen-
tina. En todo caso, fue interesantísimo descubrir las diferentes miradas sobre la
Argentina que había presentes en la academia brasileña: conocí estudios sobre
comportamiento electoral, desempeño de los municipios, relaciones bilaterales,
historia del Mercosur, medios de comunicación y, lo que más me asombró, inte-
lectuales argentinos. Esto último fue lo que más me llamó la atención, porque en
mis años como estudiante de grado recordaba haber leído solamente a un autor
brasileño (Florestán Fernandes) y haber conocido de oídas a uno o dos más. Pero
mis colegas brasileños estaban enterados no solo de la obra de Gino Germani o
de Guillermo O’Donnell, sino que también conocían a Juan Carlos Portantiero,
a Beatriz Sarlo, a Tulio Halperin Donghi, a José Nun...

162
IV. Crónicas del contacto académico. Sorpresas y cordialidades

Coincidencias y discrepancias finales


En muchos sentidos, la experiencia de estudiar en Brasil fue sorprendentemente
novedosa, pero en otros fue sorprendentemente similar. Una de las cosas que más
me llamó la atención, en este sentido, fue que en el Departamento de Ciencia
Política (dcp), donde desarrollaba mi trabajo, se producían discusiones muy
similares (y en términos muy parecidos) a las que tenían lugar en la uba. El dcp
estaba integrado por varios profesores con ideas políticas y disciplinares muy
disímiles. Al igual que en la uba, estos docentes pugnaban por la dirección del
Departamento y por el reparto de recursos, esgrimiendo no tanto sus intereses
o gustos, sino la pertinencia (o la falta de ella) de privilegiar determinados
abordajes. La lucha en Brasil era calcada de la que (aún hoy) tiene lugar en las
carreras de Ciencia Política de la Argentina, donde los investigadores y docentes
se dividen entre quienes siguen la idea estadounidense de una ciencia política
que utiliza métodos y herramientas similares a la economía y aquellos que,
siguiendo a las escuelas británica y francesa, se inclinan por ciencias o estudios
políticos (lo importante es el plural) que utilizan herramientas variopintas pro-
venientes de la filosofía, la semiótica, la antropología, el derecho y la sociología.
De un lado del ring académico (tanto en Brasil como en Argentina) parecen
alinearse quienes prefieren los estudios positivos, cuantitativos, institucionalistas
o comportamentalistas; del otro, los que se inclinan por la reflexión teórica,
las visiones normativas, los estudios cualitativos y los abordajes discursivos.
Pero si la división entre las dos perspectivas era similar en Argentina y en
Brasil, la forma de procesar los desacuerdos era llamativamente diferente. En
Brasil, ningún miembro de un grupo acusa a un colega de ser un “chanta” o
un “guitarrero” por basarse en un estudio antropológico, o de ser “facho” o
“contador frustrado” por utilizar encuestas y fórmulas matemáticas. La discusión
corre por caminos algo más civilizados y, me atrevería a decir, más interesantes
y productivos. Eso sí, a la hora de decidir cómo se asignan votos la lógica de la
mayoría se impone en ambos países. Lo interesante del caso brasileño es que
no se supone que porque un grupo haya ganado una votación el otro pase a
carecer de credenciales académicas. Eso permite que las luchas y los intercambios
de ideas continúen sin provocar daños mayores, alejamientos intempestivos u
ofensas irreparables.
Es con esta idea de “buena convivencia”, acompañada de lucha, con la
que me gustaría cerrar mi intervención. Porque, creo, es un ejemplo de cómo
se pone en práctica en el mundo académico brasileño ese “mito del hombre

163
Sergio Morresi

cordial” sobre el que hablara Sérgio Buarque de Holanda en sus Raíces de Bra-
sil. La amabilidad está allí en la superficie, aunque por debajo haya intereses y
luchas encarnizadas. Lo interesante del caso académico brasileño es (postulo
con cierta impunidad) que, hasta cierto punto, es el cuidado de las formas (la
etiqueta, la ética chiquita) lo que permite que los contenidos (las ideas políticas,
las grandes éticas) sigan disputando los lugares de poder sin que ninguna sea
derrotada de modo inapelable. Esa fue una de las lecciones más valiosas que
aprendí en Brasil durante mi doctorado, aunque debo reconocer que aún hoy
me resulta difícil ponerla en práctica.

164
Relato de una experiencia
María Maneiro*1

La llegada
Salimos en micro desde Retiro. Llevábamos media casa en el maletero: la com-
putadora, el equipo de música, todos los cd, la mayoría de los libros... Fue
un caos llegar a Retiro con dos autos llenos de cajas. La ansiedad, el miedo, la
curiosidad sobrevolaban el camino que iba demasiado cerca del piso. Muchas
veces nos pusimos a pensar por qué llevábamos tantas cosas. Hoy sabemos que
haber viajado con la pc y con el equipo de música fue un gran error, pero haber
llevado los cd y los libros fue un enorme acierto.
Dormimos mucho, hasta Paso de los Libres todo fue muy rápido, pero
después se volvió largo, tedioso, cansativo. No solemos hablar con los demás pa-
sajeros, pero esta vez fue imposible. Ellos nos hablaban. Decir que nos hablaban,
en este contexto, es una exageración enorme. Hablar supone la posibilidad de
entendimiento, de diálogo, que en este caso era imposible. Ellos decían zrzrzr-
zrz zrzxcarzcão... y nosotros los mirábamos con cara de sonrisa y le decíamos:
Mais- de-va-gar, por fa-vor. Temprano empezamos a tomar conciencia de que
nuestro manejo del idioma no era tan fluido como pensábamos y que el lenguaje
coloquial, por lo menos ese que se hablaba en el micro, no era nuestro fuerte.
Llegamos a la terminal de ómnibus de Río. No conocíamos la ciudad y menos
aún la terminal. No nos resultó diferente a lo esperado, pero sí nos pareció exce-
siva. Encontrábamos todo lo esperado pero en forma desbordada. No manejar el

*
María Maneiro es doctora en Ciencias Humanas con mención en Sociología por el Instituto
Universitario de Investigaciones de Río de Janeiro (iuperj). Es investigadora del conicet con
sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales, uba, y
dicta cursos de posgrado en distintas universidades nacionales. Publicó Como el árbol talado
(Al Margen, 2005) y América Latina hoje (Civilização Brasileira, 2008), además de artículos en
revistas académicas nacionales y extranjeras. 

165
María Maneiro

idioma ni el entramado de la ciudad, sin duda, te hace ver a la metrópolis desde


otra perspectiva. Baudelaire viene instantáneamente a la memoria, recordándonos
bella y cruelmente la intercambiabilidad de los términos multidão, solidão.
Não é dado a qualquer um penetrar na multidão: tal desfrute é uma arte,
e só faz, às expensas do gênero humano, esse lauto banquete de vitalidade
quem desde o berço recebeu de uma fada o gosto do disfarce e da másca-
ra, o ódio do domicílio e a paixão da viagem. Multidão, solidão: termos
iguais e conversíveis para o poeta ativo e fecundo. Quem não sabe povoar
a própria solidão também não sabe estar só entre a gente atarefada.
O poeta goza desse incomparável privilégio de poder, quando lhe agrada,
ser ele mesmo e um outro. Como essas almas errantes que buscam um
corpo, ele entra, se quiser, na personagem de alguém...
Por un momento vivimos la plenitud del anonimato, la soledad de las mul-
titudes y habitamos entonces la insoportable certeza de ser un desconocido. Ya
sabíamos, por cierto, que cuanto mayor es el tamaño de la ciudad, cuando más
población se condensa, mayor es la libertad del incógnito; como así también la
soledad y el aislamiento afectivo. No veníamos siquiera de Buenos Aires, habíamos
vivido ese último año en la Patagonia y el contraste emergía como un inefable
desborde. La libertad de poder no ser nosotros, el desasosiego de no ser nos-otros.
Las personas se movían rápido, iban solas o acompañadas. Con grandes
bolsos o con una pequeña muda. Casi todos hacían ruido, balbuceaban, ha-
blaban, gritaban. Sí, ahora lo recuerdo... sobre todo gritaban. Parece que nos
hicimos visibles. Uno de los que gritaba nos hablaba a nosotros. Claro que jamás
entendimos las palabras que decía, pero por los gestos (la expresión gestual de
estas personas, por suerte, es abundante) nos permitió entender que tenía una
combi y que nos llevaría. No estábamos con una gran estructura de recursos
para negociar el precio del traslado. Ese viaje de la terminal hacia el finalcito de
Copacabana debe estar entre los premios Guinness por ser el mejor pago de la
historia de esa rodoviária. Pero bueno, así son las cosas. Aunque parezca mentira,
menos de 45 horas después de haber salido de Buenos Aires ya estábamos en
nuestro departamento de Copa.

El iuperj/Los estudiantes
Llegué al iuperj. El lugar es pequeño y muy aconchegante. Los docentes es-
tán todo el tiempo allí, son docentes/investigadores de tiempo completo; las

166
IV. Crónicas del contacto académico. Relato de una experiencia

condiciones de trabajo son excelentes y la secretaría administrativa es una luz.


Es claro, yo venía de la uba. Pero sobre todo venía de donde vengo hoy. Del
más profundo conurbano. Venía del segundo cordón. Y sin la masividad de
la universidad pública no habría habido sociología, ni maestría, ni beca, ni
doctorado, ni viajes para mí. Entonces llegué y vi que todo funcionaba. Que
la institución parecía un relojito y no lo pude creer.
Pero también vi a mis colegas. Y sí, mi propia maldad me erizó la piel. Los
vi y no pude más que recordar cuando mi mamá me leía algunas poesías. No
pude dejar de evocarla leyéndome en su cama, a la noche, “Los Pitucos” (Mario
Benedetti). La recordé y de inmediato rememoré estos versos:
son ellos
los pitucos
casi una raza aparte
son nietos de estancieros
primos de senadores
sobrinos de sobrinos
de heroicos industriales...
Evoqué esa imagen y tuve enseguida toda esa serie de sentimientos ambiguos
que sobrevienen con ella. Sí, eran ellos. Las comparaciones inmediatas surgieron
sin reflexión: yo era mayor que ellos, más pobre, más seria y acartonada. Venía
con marido, con una planificación detallada y con un enorme prejuicio acerca
de los cariocas. El desprecio por los pitucos y el prejuicio sobre los cariocas
no fueron un buen punto de partida para nuestra relación. Y ellos eran tan
jovencitos, tan espontáneos, tan divertidos, tan frágiles. No fue fácil quererlos,
no fue fácil salir de esta reserva urbana a lo Simmel. Pero era Río, y si no te
ablanda Río –queridos amigos– no te “descontractura” nada.
Por suerte, una beca de estudio también incluye la posibilidad de conocer
otras cosas, entablar otras relaciones, que si bien no son académicas –en un
sentido estricto– nos constituyen de forma amplia y nos permiten ensanchar
nuestro mundo intersubjetivo. La inclusión en un programa de pré-vestibulares
comunitarios –como docentes de castellano– nos permitió conocer otras caras
de la ciudad. Otras voces y otros ámbitos.
Mientras eso se iba gestando, se abrió un período de latencia entre los pi-
tucos y yo. Rápidamente encontré director, un excelente amigo y compañero,
pero uno tiene claro que debía enturmar-se. Entonces allí fui, a enturmar-me
con los pitucos. Siempre les dije pitucos. No les molestaba, creo. Tal vez no
fui del todo clara cuando les conté la definición. En realidad, seguramente fui

167
María Maneiro

abusivamente parcial. El término pitucos tiene una acepción simpática, un


charme especial, una forma superficial y querendona de vivir la vida. No es
una etiqueta tan detestable.
Los chopes de la tardecita o noche hicieron su contraparte. No lo puedo
negar. Ante eso no había nada que pudiera negarse. Conversa fiada, chope y
noches largas fueron las formas de suturar la brecha. Ahora, pocas veces esto
nos sirvió para hablar de nuestros horizontes, de nuestras investigaciones y
demás. Era el devenir de las palabras. Y las palabras en su devenir. Pero nuestro
qué hacer ético y nuestro privilegiado lugar social parecían ser el otro oscuro
de la conversa. Fútbol, novelas, viajes, literatura, amistades y desamistades se
enmarañaron en relaciones inolvidables, pero muy ajenas a la investigación y mi
concepción ética acerca de nuestro papel en la sociedad. Una vez más multidão
e solidão. Una vez más Baudelaire.

La definición del tema de investigación: los pasos hacia la


enunciación del problema
¿Cómo evitar hablar del proceso de paso de mi tema hacia el problema de mi
investigación? Si logro escribir este texto sin relatar ese proceso tendré la primera
evidencia de que he logrado tramitar el trauma. Sí, ese será el exponente de que el
problema no se me “presentifica”, que no vuelve en tiempo presente, que no me
deja sin aliento, que no vuelvo a sentir calor –ese calor carioca que siente mi cuerpo
apenas recuerda ese proceso. Ese nudo de mutilación, ese decir de los docentes
“tenés que recortar”, “no podés abarcar todo eso”. Esa íntima sensación de ira, ese
inmediato sentimiento de enojo, ese pensar íntimo: “no va a quedar nada”, “voy
a terminar estudiando los procesos ocurridos entre las 11 y las 12:45 en la sede
del municipio de Lanús”, “¿cómo voy a achicar más si ya no queda nada?”. Pero
no, no voy a hablar de eso: me lo prometí y será esta mi señal de metabolización.
Yo quería estudiar y comparar los procesos de tomas de tierra del mst con
las del Gran Buenos Aires. En realidad, quería estudiar las relaciones de articu-
lación que se produjeron entre diversos actores en el devenir de esas tomas. Mi
director fue impiadoso, me dijo: “las tomas del mst están muy estudiadas”, “vas
a tardar tres años en ponerte al día con la bibliografía sobre el tema”, “empezás
con demasiada ignorancia”, “no es factible”, “los procesos de tomas de tierras
en el Gran Buenos Aires pueden ser tu tema, pero te recomiendo un tema más
asible porque desde acá se va a complicar estudiar eso”.

168
IV. Crónicas del contacto académico. Relato de una experiencia

Definir el problema de estudio. Otra vez más Baudelaire: multidão e solidão.


¿Estar en Brasil para estudiar un proceso argentino? ¿Volverme sin más, con
lo difícil que había sido la decisión del viaje? ¿Cómo transmutar la distancia
geográfica en una amplitud de mirada? ¿Cómo hacer para que el trabajo de
campo no se vuelva una visita zoológica de pocos minutos? ¿Cómo hacer? Verán
que he variado la pregunta leninista por antonomasia. La he variado y me la
pregunto aunque no consiga más que un manojo de tibios intentos de respuesta.
Uno de los puntos que más valoro de mi estancia de estudio e investigación
en Río es, sin duda, el conocimiento general que uno construye por el hecho
de vivir en otra sociedad. La mirada del viajante, del viajante que curte el lugar,
que se adentra en el lenguaje, en las creencias, en los barrios, en la música, en las
florestas, es desnaturalizadora de nuestra propia mirada, de nuestro propio lugar,
de nuestra forma de construir el tiempo. Conocer un poquito, con el tiempo y
el dinero que la beca hacía posible, algunos lugares, munditos, composiciones,
aromas, sabores, entramados de relaciones y de lenguaje son los mejores legados
del viaje. De allí quedan amistades entrañables, hermanos queridos.
La adscripción institucional en un nuevo lugar también tuvo muchos
aprendizajes y desafíos. A mi mundo del Área de Conflicto Social del Instituto
Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la uba se le adicionaba,
con enormes tensiones, el mundo del iuperj. No sé cuánto conocen de ambas
instituciones, pero creo que puedo condensar la radicalidad de la divergencia
a partir de dos ejemplos. Mientras mi área es crítica, conflictiva, marginal,
marxista, empirista, neo-germaniana (dejo para otro día conversar acerca de
las contradicciones que estas posiciones constituyen entre sí), el iuperj está
fuertemente influido por una matriz norteamericana de mirada de lo social y,
fundamentalmente, de lo político vinculada a una concepción institucionalista
de la acción inscripta dentro de una matriz racionalista, con un ancla empi-
rista y cuantitativista del proceso de investigación y una tendencia a eclipsar
las matrices teóricas subyacentes. ¡Mi madre! ¿Qué les puedo contar? Estudié
como loca, aprendí mucho. Sin dudas, encontré un nuevo camino que no
tengo intenciones de transitar. Pero también hallé algunas áreas de la sociología
iuperjiana más ligadas a una mirada teórica que rescata la matriz constructivista
y creativa de la acción; que contiene una mirada iluminada teóricamente del
acontecer de América Latina y un perfil abierto al diálogo entre diversos autores
contemporáneos. Este es el netsal. Por supuesto, que ese encuentro no fue
un encaje sin tensiones, no fue un ámbito de desinvestidura de mi condición
de extranjera (y aquí uso la noción remitiendo a varios mundos de extranje-

169
María Maneiro

ridad que me constituyen), pero sí fue un ámbito de diálogo y de debate con


sus partícipes y mi propia biografía. Esta vez no necesito a Baudelaire. Aquí
logré, a veces un poco más, a veces un poco menos, construir singularidad en
comunión. Sem multidão, sem solidão.

La adaptación allá/la vista de “campo” acá


Finalmente, mi investigación giró en torno a los movimientos de trabajadores
desocupados de la zona sur del Gran Buenos Aires (la zona sur acá no es como
la zona sur de allá, tampoco es como la zona norte: es un intermedio, pero sin
duda la zona sur de allá es la zona norte de acá). Conocía el paño, es el lugar
donde me crié y adonde volvía en mis regresos para hacer trabajo de campo.
Prometí no hacer un relato de ese complejo proceso. Y pese a todas las tenta-
ciones –que reaparecen en forma constante– sigo intentando resistirme. Sin
embargo, como mínimo, es raro estudiar un proceso que se está instituyendo
a la vuelta de tu casa justo cuando te vas a vivir a otro país. No creo que sean
demasiado difíciles de imaginar los aspectos complicados de esta inversión
socio-geográfica: la bibliografía que estaba discutiendo el tema no estaba fácil-
mente disponible en la sede del iuperj; no podía transitar frecuentemente por
los núcleos de los movimientos que quería re-conocer.
Como para intentar superar estos problemas debí, por un lado, planificar de
manera muy pautada el trabajo de campo, muy fuertemente ligado a mis momen-
tos de estadía en Buenos Aires (es decir, debía circunscribirlos a dos momentos
específicos dentro de toda la estadía en Río de Janeiro); y por otro lado, la propia
institución, el iuperj, tomó el problema de la bibliografía como un desafío y, por
vía de mi director de tesis, compraron un acervo significativo de producciones
sobre el tema. Si bien estos dos aspectos no superaron los problemas nombrados
anteriormente, sí posibilitaron aminorarlos y disminuir sus efectos.
Sin embargo, más importante que eso, me parece, fue la cuestión de los
beneficios en el olhar que la estadía allá me posibilitó. No pretendo aquí hacer
una reseña acerca de la cuestión de la cercanía y/o su reverso, la lejanía, en tér-
minos sociales, políticos, geográficos, culturales y afectivos respecto de aquello
que se pretende estudiar. Las disputas entre el positivismo, el neo-positivismo
y el interpretativismo lo hicieron con muchísima devoción. Y la verdad es que
es un tema en el que, más allá de los lineamientos generales, no tengo una
posición “recetaria” (aunque ya existe acuerdo dentro del campo: la crítica a
la idea de neutralidad valorativa, la necesidad de conocer el universo cultural

170
IV. Crónicas del contacto académico. Relato de una experiencia

en el que se producen las interacciones, pero también la posibilidad de tener


una mirada diferente, de no subsumirse en la recopilación de las acciones y los
dichos de los sujetos de nuestro estudio, para posibilitar la doble hermenéutica).
En mi caso, sin duda, esta relativa distancia, conjuntamente con otras
lecturas y otros interlocutores con los cuales conversar sobre mi investigación,
colaboró –no puedo negarlo– para atender a aspectos que nunca había aten-
dido, para desnaturalizar cuestiones que para mí eran obvias, a conocer otros
procesos con los cuales poner en diálogo mi problema y ampliar mis marcos
de lectura bibliográfica. Esta distancia, a su vez, fue clave para pasar del estudio
de un problema actual mirando procesos sociales más abarcadores y complejos,
y menos ligados a una coyuntura inmediata que, por no vivirla diariamente,
se me desdibujaba.
Es imposible pensar la modalidad contrafáctica más que como un juego,
¿cómo habría sido mi tesis de doctorado si yo hubiese continuado mi doctorado
en la Facultad de Ciencias Sociales de la uba, lugar en el que ya había terminado
tres carreras? Evidentemente, el juego no puede continuar porque es demasiado
cenagoso, pero sirve como punto para pensar lo realizado.
Volvamos entonces a los puntos de interés: tengo que confesarlo, algunos
de los pitucos resultaron muy buenos lectores. Nos leíamos solo en los marcos
que la propia institución generaba. No había una tradición cultural extra-escolar
de lectura y debate de las producciones, pero los seminarios de tesis (en su am-
plia variedad) tenían como objetivo principal el fomento de esta cuestión y lo
lograban. He tenido, en ese espacio, algunos lectores sensibles: uso el término
sensibles porque lo que más me ha servido es esa extranjeridad (muchas veces
no solo en lo que hace al país, sino también a la temática). Esa extranjeridad
que permite nombrar aquello que ni siquiera se nos presenta a la luz porque
resulta una mancha negra, un aspecto no problematizado, un impensable.
Sabemos que el contexto (la biografía personal, las lecturas, el prisma del
lector) ingresa desobedientemente en los señalamientos, en los interrogantes y
en los debates que se presentan. El ámbito en el cual estaba acostumbrada a que
me lean y a leer a otros se quebró abruptamente, y el resultado de ese quiebre
produjo efectos sustanciales en mí y, seguramente, en la investigación que estaba
desarrollando. En algún momento estos efectos fueron muy nocivos: la pérdida
de las certezas, la deconstrucción de un espacio de pertenencia y la mirada crítica
hacia las propias tradiciones no son elementos fáciles de sobrellevar.
Pasado ese momento logramos encontrar nuevas miradas, lecturas y aper-
turas, y el espacio de producción se va normalizando. Allí, uno deja de ser el

171
María Maneiro

recién llegado para ser parte del plantel de la institución. Sigue siendo extran-
jero, claro, pero ahora es un extranjero relativamente “amaestrado”. En ese
momento, uno retoma todo aquello que por un tiempo había releído menos,
uno se vuelve a amigar con su historia y uno decide si se queda o se va, si va a
ser un extranjero o si vuelve allí donde conoce la historia de las plazas, donde
le puede contar a sus hijos “acá veníamos con los abuelos”. Una entrevistada,
exiliada, me decía esto: “Volví a La Plata, solo acá les puedo contar a mis hijos
estas cosas. Parece que la infancia, salvo que sea demasiado horrorosa, nos marca
cuál es nuestro lugar”.
El regreso a la Argentina no fue fácil. ¡Oh, pitucos, cómo los extraño!
Volvimos sin casa y sin trabajo. Argentina aún estaba en su proceso de creci-
miento económico sostenido (en su veranito de San Juan). ¡Pero igual no fue
fácil! ¡Yo estaba embarazada, con mil ilusiones y muchas expectativas! No todo
fue como lo había imaginado. Muchas cosas fueron posibles, varios proyectos
están en danza. Volví hecha otra en múltiples sentidos y me re-incorporé de
otra manera a los espacios a los que había pertenecido. Encontré un nuevo
lugar –con sus más y sus menos– en el Centro de Estudios Latinoamericanos
de la Universidad Nacional de San Martín, y una beca posdoctoral del conicet
me está posibilitando instalar un nuevo, aunque vinculado a los anteriores,
programa de pesquisa.
No obstante, lo que se extraña es mucho. Extraño esa posibilidad de tra-
bajar sin mayores preocupaciones. Allá no me tenía que preocupar por si tenía
computadora, internet, hojas, impresora... Ahora, por suerte soy especialista
en muchas cuestiones como estas. Como verán, cada vez vamos teniendo
un mundo más amplio. Y extraño (aunque allá la padecía) la posibilidad de
estar relativamente fuera de las relaciones de disputa que nos caracterizan en
nuestro ámbito. Allá, la ingenuidad “gringa” me justificaba para consultar en
paralelo a aquellos que eran archienemigos, asistir a las clases de ambos, pensar
en articulaciones entre ellos o en disociaciones que no remitían a los cánones
cristalizados. Extraño el verde, el mar, el sol poniéndose en Ipanema, el calor,
los amigos, la cerveza...
Extraño allá. Extraño acá. Multidão, solidão, Baudelaire.

172
Uma experiência de transição
Cristiana Schettini*1

Este é um relato de um aprendizado, ainda em curso, sobre pensar comparati-


vamente. É uma história de como o processo de vir a Buenos Aires, e depois,
estar em Buenos Aires, me obrigou a explicitar procedimentos cotidianos de
comparação, tanto no campo acadêmico como na vida, e encarar o desafio de
sistematizar algumas das coisas que eu fazia de forma mais ou menos consciente
na minha prática como historiadora. Neste processo, em muitos momentos me
arrependi muito de não ter estudado antropologia e me vi obrigada a me virar
com o que eu tinha: uma formação muito empírica de história social, que é a
minha especialidade.
Sou um produto típico da universidade brasileira dos anos 90, e mais
especificamente, do curso de história da Unicamp. Isso quer dizer que minha
formação como historiadora foi feita num mundo de bolsas de estudo, no qual
a formação de pós-graduação, mestrado e doutorado, se torna praticamente
uma continuidade da graduação. Aprendi o “ofício” com historiadores sociais,
muito tributários das correntes inspiradas pela leitura dos historiadores mar-
xistas ingleses. Em Campinas eu estava vinculada a um centro de estudos em
“História social da cultura”, uma maneira de designar uma perspectiva que não
abandonava as principais linhas de interpretação da história social do trabalho,
mas que procurava incorporar perspectivas e perguntas sobre significados e sobre
dimensões simbólicas dos processos históricos. Em outras palavras, o desafio era
contemplar problemas em torno às ideias de cultura popular, cultura nacional,
cultura dos trabalhadores, cultura negra, e de encarar os desafios colocados pelas

*
Cristiana Schettini es doctora en Historia Social por la Universidad Estadual de Campinas
(Unicamp). Es investigadora del conicet con sede en el Instituto Interdisciplinario de Estudios
de Género de la uba y profesora adjunta en la Universidad Nacional de General San Martín. Ha
publicado Que tenhas teu corpo: uma história social da prostituição no Rio de Janeiro das primeiras
décadas republicanas (Prêmio Arquivo Nacional de Pesquisa, 2006) y diversos artículos.

173
Cristiana Schettini

correntes da chamada nova história cultural, sem deixar de lado a materialidade


das relações sociais e dos processos históricos.
Minha tese de doutorado, que se intitulava “Uma história social da prosti-
tuição no Rio de Janeiro das primeiras décadas republicanas” reflete essa inserção.
Era uma história que se fundamentava na leitura exaustiva de fontes primárias,
como processos criminais, documentação policial e imprensa, e que tomava
o tema da prostituição como um pretexto para discutir com interpretações
sobre a primeira república, em particular sobre os mecanismos de recorrer à
justiça, e para mapear os conflitos culturais sobre a ocupação e os significados
do espaço público carioca.
A história que eu vou contar aqui começa com o fim dessa tese. Eu a defendi
em 2002, mas desde 1998 eu estava vindo com alguma frequência à Buenos
Aires. Então eu pensei numa periodização desta minha história recente, que
me vem à mente recorrentemente desde que o Ernesto me fez este convite.
São três momentos:

1.
Chegar à Argentina, mas com um pé pra fora. Um período em que meu
vínculo acadêmico era com o Brasil, eu ainda não tinha terminado minha
tese de doutorado em história sobre prostituição no Rio de Janeiro. Nesta
época, vir a Buenos Aires significava ir a um não lugar. Era distanciar-me do
arquivo, dos meus amigos doutorandos e das minhas exigências internas, e
encarar a tese possível. Eu não conhecia quase ninguém, e as pessoas que eu
conhecia nunca tinham visto uma tese de doutorado e não lhes parecia grande
coisa. Buenos Aires para mim era uma cidade linda, fácil de transitar, cheia
de cinemas e de oferta cultural e coisas que eu podia fazer quando terminava
meu dia de escritura.
O pouco que eu conhecia da vida universitária argentina e as pessoas que
fui encontrando me davam muita curiosidade pelo aspecto contraditório:
um povo tão letrado, com uma universidade tão deteriorada. Tão críticos
e politizados, mas o mundo se caía abaixo. Tão mortos de medo com a in-
segurança e a violência, e eu que me sentia super autônoma andando pelas
ruas de madrugada.

174
IV. Crónicas del contacto académico. Uma experiência de transição

2.
As coisas mudaram quando a curiosidade (e a necessidade) falaram mais alto
e eu resolvi encarar o desafio de montar um projeto de pós-doutorado, que
depois de muito duvidar, mandei a um instituto de história social da Holanda,
que por sorte não me pedia que me instalasse nem aqui nem lá no Brasil, e
que financiava projetos que comparassem sul e sul. A formulação deste projeto
reflete muito as minhas dificuldades em estabelecer diálogos e contrastes no
campo da minha reflexão como historiadora. Uma parte do meu doutorado
foi dedicado a relativizar, ou a complicar um pouco, os relatos de tráfico de
mulheres brancas –aquela história das pobres moças judias enganadas por
proxenetas malvados e trazidas para terras desconhecidas, onde eram obrigadas
a se prostituir e não conheciam ninguém.
No doutorado, com a pesquisa do material para o caso brasileiro, eu ar-
gumentava que essas histórias não podiam ser tomadas como descrições da
realidade, mas como intervenções políticas, mobilizando uma dimensão sim-
bólica poderosa para os contemporâneos, ao combinar concepções de gênero,
raciais e nacionais numa mesma narrativa. Naquela pesquisa fiz uma discussão
dos significados particulares dessas histórias de tráfico no contexto do Rio de
Janeiro. Meu argumento era que, em uma cidade em que a escravidão negra era
uma presença muito recente, os significados das expressões escravidão branca,
ou tráfico de brancas, ganhava sentidos específicos, e encobria uma diversidade
de situações e experiências de trabalho sexual e de exploração (basicamente que
o problema de fundo, no material que eu investiguei sobre o Rio de Janeiro,
não era tanto o proxeneta que explorava as mulheres, mas a relação cotidiana
de muitas delas com a polícia que as expulsava de certas ruas).
Aproveitei essa reflexão prévia sobre o tráfico para tentar evitar cuidado-
samente perguntas comparativas. Então o que eu me perguntei foi sobre a
dimensão transnacional da experiência das prostitutas europeias que passaram
pelo Rio de Janeiro e por Buenos Aires no começo do século xx. Essa dimensão
transnacional, interativa, até agora, tinha sido estudada principalmente como
tráfico, e ela podia ter muito de imigração, e podia forjar redes sociais e vínculos
transnacionais que podiam terminar apagados ou homogeneizados, frente à
recorrente e inapelável história de tráfico de mulheres. A justificativa, assim, ia
por dentro do objeto, não como minha decisão: se as vidas das prostitutas eram
transnacionais, para entender a experiência social delas o meu recorte também
tinha que ser transnacional, e então o meu era um clássico caso em que o recorte

175
Cristiana Schettini

nacional é externo, insuficiente e artificial. Além disso, estudar pedaços das vidas
de mulheres estrangeiras nos dois contextos me permitia discutir um suposto
de que as fronteiras nacionais são determinantes de certos comportamentos
sociais. Então, revisitar questões que foram resolvidas de formas diferentes pelas
historiografias nacionais a partir de um novo olhar me permitiria dizer coisas
diferentes sobre o Rio (apesar de já ter dito tanto) e sobre Buenos Aires (sobre
a qual eu me sentia tão incapaz de dizer qualquer coisa). Em outras palavras,
seguir as pistas das mulheres estrangeiras por Buenos Aires ia ser o meu método
de conhecer Buenos Aires sua história e questões fundamentais da sua sociedade,
como cidadania, justiça, modernidade e nação.
Os dois riscos principais que eu identificava então eram:
a. Acabar fazendo outra história social da prostituição, que talvez, eu
intuía, não fosse tão diferente da história que eu tinha feito para o
Rio. A pergunta de fundo era: o que posso eu dizer sobre a história da
prostituição, ou sobre qualquer coisa, em Buenos Aires.
b. Não encontrar fontes. Me deparava com recorrentes explicações que
atribuíam a algum momento autoritário do passado a falta de certas
fontes, a ausência de certos arquivos, e por consequência, no relato local,
de certas abordagens e histórias. (pensando agora, claro, o problema
parecia ser que eu esperava encontrar fontes similares àquelas que havia
usado no doutorado).
Para os dois riscos, a solução sempre se daria no arquivo. Então aproveito
para contar muito brevemente um incidente de arquivo. O incidente tem a ver
com uma crença, muito significativa para historiadores que acreditamos que
acontecem coisas mágicas quando entramos dentro de um arquivo. A maioria
dos historiadores acha que tem que passar por um período de prova e sofri-
mento dentro de um arquivo, assim como o trabalho de campo é um ritual de
passagem para um antropólogo. Isso tem a ver com essa ideia de que a história
é um ofício, e que se aprende a ser historiador sofrendo com a documentação
no arquivo. Numa versão naïf, isso pode significar uma expectativa de entrar
no arquivo e encontrar uma “evidência” que vai pular no seu colo, ou que você
vai encontrar uma coisa que ninguém nunca viu. Mas em outra versão, isso
significa que se você tem umas perguntas boas, interessantes, o arquivo pode
ser um lugar de “incidentes reveladores”, uma feliz expressão de antropólogos,
que te permitem formular melhor uma coisa que estava dando voltas ou que te
permitem conectar suas expectativas, ou hipóteses, com a sua pesquisa empírica,
e fazer com que uma coisa influencie a outra.

176
IV. Crónicas del contacto académico. Uma experiência de transição

Por isso, quando fui ao arquivo procurar referências sobre o Brasil e sobre
prostituição na Argentina, essa foi uma grande decisão. Ir ao Archivo General
de la Nación depois de ter visitado cotidianamente por dois anos o Arquivo
Nacional no Rio foi em si mesma uma experiência e tanto. Além das diferenças
materiais visíveis, objetivas, tinha também esse sentir-se de outro planeta, de não
compartilhar o básico mais básico, de não saber o que é conhecido de todos e que
posso encontrar em qualquer libreria de libros usados. Isto é muito opressor por
um lado, mas também é muito liberador, poder estranhar tudo todo o tempo.

O incidente
Estava eu na Faculdade de Direito da uba, procurando teses sobre prostituição
no século xix, quando num momento de desânimo com tanta estrangeiridade,
resolvi pedir um livro que eu já conhecia, de um jurista brasileiro dos anos 20,
que se chamava “Delitos sexuais”. No prefácio à edição argentina, escrito por
um jurista local, encontro a seguinte explicação ao leitor não familiarizado com
os termos jurídicos em português:
lo que aquel (el código penal brasileño) denomina estupro, es lo que este
(el código argentino) llama violación; y lo que en el código argentino se
entiende por estupro, tiene su equivalencia brasileña en seducción (103).
Foi aí que eu comecei a me dar conta não só que eu ia ter que pensar
num novo vocabulário, mas pior, que as mesmas palavras significavam coisas
diferentes. Por um lado, lenocínio, que durante anos tinha sido minha palavra
chave no Brasil, aqui aparecia muito mais com casa de prostituição. Por outro
lado, estupro, então tem a ver com consentimento da vítima, tem a ver com
uma coisa que sempre tinha me interessado que são as condições em que uma
mulher pode ser considerada responsável de seus atos e decisões e quando
não. A questão é que graças ao jurista argentino, me dei conta do mais óbvio
do mundo: era central para mim descobrir as diferentes tradições e debates
que informavam as legislações argentina e brasileira. Não era só o desafio de
superar o meu desconhecimento pessoal e idiomático, mas de confrontar de
onde vêm duas legislações diferentes, porque estas legislações podem ser uma
porta de entrada para outras diferenças significativas, mas principalmente, estas
legislações produzem fontes diferentes para o historiador.
Não quero entediar ninguém com o que eu fiz com isso, mas isso foi uma
primeira intuição de em que termos eu poderia comparar. E pior, uma intuição

177
Cristiana Schettini

sobre como eu já vinha comparando sem reparar, ou sem explicitar. O resul-


tado disso foi um artigo no qual eu confrontei as duas tradições legislativas
sobre prostituição, os dois status legais da prostituição na Argentina e no Brasil
no século xix, e que produziram dois conjuntos documentais diferentes. No
caso do Brasil, como o proxenetismo passa a ser um crime em 1890, eu posso
encontrar processos criminais de mulheres que acusam homens de caftismo,
ou de proxenetismo. No caso da Argentina, no mesmo período, o delito é de
corrupção de menores, então encontro outro tipo de processos criminais, que
me revelam um complexo mundo de trabalho infantil urbano e do trabalho
doméstico.
Essas diferenças foram fundamentais para que eu começasse a pensar nos
lugares em que essas mulheres viveram e trabalharam, mas também me permi-
tiram repensar alguns lugares comuns para o caso brasileiro e também para o
argentino, começando a tomar coragem para enfrentar o exercício comparativo.
Por exemplo, a própria legislação do lenocínio, no caso do Brasil, e o processo
de criação de uma persistente cultura regulamentarista no caso da Argentina.
Coisas óbvias, que não são perguntas até que o exercício comparativo comece
a ser explicitado.

3.
No que se refere à minha pesquisa, acho que confrontar certos relatos natu-
ralizados dos dois países nos permite tocar em pontos muito consolidados do
conhecimento sobre eles: no caso do Brasil, a ideia de que se trata de um país
hierarquizado, que as coisas se dão de cima pra baixo. No caso da Argentina,
a ideia de um país social e racialmente homogêneo. Ao mesmo tempo, o re-
conhecimento de que sempre há uma, ou várias, comparações implícitas e que
explicitar isso não faz mais do que melhorar a pergunta. Então, finalmente,
a comparação deixa de ser o centro do trabalho, e passa a ser um exercício de
constante de assumir, e explicitar, de onde se fala. Isso me ajudou a entender
porque eu posso continuar escrevendo sobre o Brasil a partir de Buenos Aires,
desde Buenos Aires. E talvez, também escrever sobre Buenos Aires tendo me
formado com perguntas da historiografia brasileira.

178
Capão Pecado:
crónica de una experiencia de lectura
Lucía Tennina*1

“Mais possível novo quilombo de Zumbi”.


Sampa, Caetano Veloso

Llegué a la periferia de San Pablo impulsada por un libro. Hacía tiempo que me
estaba formando en literatura brasileña, me había asomado lispectorianamente
por las ventanas de los departamentos cariocas y había reposado en la tercera
margen del río, pero un día me encontré frente a una escritura que me colocaba
en un lugar que se decía “periferia”, se decía “favela”, se decía “comunidad”.
Intenté comprenderla, pero no podía hacer foco en la trama. A pesar de haber
fotos que pretendían documentar el relato, a pesar de que el título me remitía
a una región específica, el libro Capão Pecado, de Ferréz, me llevaba a un Brasil
del nuevo siglo que desplegaba sonidos incomprensibles y escenarios inimagi-
nables. En los capítulos aparecían voces de músicos de rap y se filtraban citas
religiosas que funcionaban como señales de que ahí no había solo letra impresa,
sino que había una carga sonora también, la cual ni en las siguientes lecturas
logré alcanzar a ritmar. Había, además, un vocabulario nuevo, palabras que se
usaban naturalmente en el mundo relatado (no parecían ser juegos poéticos),
que ni con la ayuda del diccionario, ni de los foros virtuales, llegaba a traducir.

*
Lucía Tennina es profesora de literatura brasileña y portuguesa en la Universidad de Buenos
Aires. Es licenciada en Letras y doctoranda por la misma universidad, y magíster en Antropología
Social (ides/idaes-unsam). Es investigadora visitante del Programa Avançado em Cultura
Contemporânea (ufrj), y traductora y editora del Manual práctico del odio, de Ferréz (Corregidor,
2011). Es además editora, junto con Mario Cámara y Luciana di Leone, de Experiencia, cuerpo y
subjetividades. Literatura argentina y brasileña del presente (Santiago Arcos, 2011), y ha publicado
en diversas revistas nacionales e internacionales.

179
Lucía Tennina

La novela me estaba proponiendo, junto a un pacto ficcional de lectura, un


pacto referencial, que se evidenciaba ya en el origen favelado del mismo escritor
(Ferréz nació y vive aún en Capão Redondo, un barrio humilde y estigmatizado
del extremo sur de la ciudad de San Pablo). El referente de la novela, de todos
modos, se me escurría en cada página. Podría haberme desentendido de esa
lectura, podría haber hecho a un lado la dificultad, pero me encontré con un
desafío perfecto para ligar mi formación en letras con mis primeros pasos en
la antropología. Me vi, además, frente a la obligación profesional de no poder
ignorar esa experiencia. Debía hacerme cargo del análisis de dicho libro, abso-
lutamente desconocido para los estudios argentinos sobre la cultura brasileña.
Empecé, así, a investigar sobre el escritor por Internet y me encontré con
una cantidad inesperada de blogs, de nombres y de publicaciones que me abrie-
ron un mundo que se llamaba a sí mismo “literatura marginal”. A la figura de
Ferréz se le sumaron en ese momento los nombres de Sergio Váz, Alessandro
Buzo y Allan da Rosa. Formaba parte de ese universo, también, una práctica
que desde mi visión argentina hacía más de cien años había desaparecido: el
sarau. Todos los miércoles se realizaba el “Sarau da Cooperifa”, que consistía
en reuniones en un bar de un barrio del extremo sur de San Pablo para leer y
declamar poesía. Más desorientada me sentí.
¿Qué era eso de marginal? ¿Tenía algo que ver con la poesía marginal de los
años setenta? ¿Se relacionaba de alguna manera al “seja marginal, seja héroi” de
Hélio Oiticica? No, enseguida me di cuenta de que ese “marginal”, que también
se reconocía como “periférico”, no se adjetivaba de esa manera por estar al mar-
gen del esquema legitimado para la circulación y el formato del libro. Tampoco
se articulaba como cuestionamiento en torno de los límites de lo artístico y sus
instituciones. “Marginal” indicaba la pertenencia de dicha literatura a los espacios
segregados de la ciudad de San Pablo. De pronto, me encontraba con que en las
favelas no había solamente pobreza y criminalidad, espectacularizadas poco tiempo
antes de ese momento por Fernando Meirelles en su filme Cidade de Deus. En la
favela existía un “Movimiento de Literatura Marginal” que me empujaba a esa
realidad (que se me aparecía inmensa) para comenzar a leerlo.
Decidí lanzarme, entonces, hacia la ciudad de San Pablo. Claro que llegar
a esa megalópolis buscando una literatura resultó ser un trabajo difícil. Llegué
al centro, pasé enseguida por Ipiranga y Avenida São João y, a pesar de haber
escuchado tanto la canción Sampa, no logré comprender esa dura poesía con-
creta de las esquinas que cantaba Caetano hace casi treinta años, por lo que
más difícil pensaba que sería encontrar la lejana poesía marginal en las calles.

180
IV. Crónicas del contacto académico. Capão Pecado

Reconocí, sí, en seguida, ese San Pablo que dejaba ver a futuro Lévi-Strauss,
vi esa ciudad que en 1935 crecía a una casa por hora. Resonaba en mi cabeza
una afirmación de dicho antropólogo, “la ciudad crece a tal velocidad que es
imposible trazar un plano”. Para colmo, a esa especulación inmobiliaria exis-
tente ya en los años 30, se le había ido sumando la industria automotriz y las
sucesivas olas inmigratorias. ¿Cómo comenzar a trazar un mapa en ese espacio
inabarcable, lleno de autos y de personas? Y más aún, ¿por dónde empezar a
buscar las referencias para leer aquella literatura?
El único espacio concreto que tenía como referencia era el “Sarau da
Cooperifa”, así que ese se volvió mi objetivo inmediatamente. Había ido solo
con dos teléfonos que podían llegar a tener alguna vinculación con ese lugar.
Me comuniqué enseguida con el contacto que sospechaba más esperanzador,
el de una poeta. Me invitó esa misma noche de sábado a una reunión que tenía
con otros colegas en el barrio de Liberdade, un barrio del centro de la ciudad que
se conoce como el “barrio japonés”, por la concentración de personas de tal comu-
nidad que solían vivir allí. Llegamos a un bar karaoke y, conversando con el fondo
sonoro de personas que intentaban afinar una canción, les comenté mi interés por la
“literatura marginal” y mi intención de ir al “Sarau da Cooperifa”. Ninguno de los
poetas del grupo se mostró interesado en tales producciones, a pesar de que habían
oído hablar de ellas, y mucho menos se habían acercado al Sarau. Una de las poetas
de la mesa se preocupó por explicarme la razón de tal desinterés. Me comentó que
en la “literatura marginal”, según ella, había un acento en “la identificación entre
lo que cada uno es y lo que escribe” (como ser una mujer negra y hablar solo de
eso, ejemplificó), y ella no concordaba con esa forma de escribir. “Estoy más del
lado de los poetas que para ellos son sus opresores”, afirmó. Desistí, inmediata e
inevitablemente, de la ayuda de ese grupo. Al día siguiente, un domingo, llamé al
otro de los teléfonos que tenía. Se trataba de una tal Mariana, me había pasado el
contacto una amiga historiadora que vive en Río de Janeiro. Para mi sorpresa, ni
bien me escuchó empezó a hablar en un español perfecto con tonada venezolana.
Se trataba de una economista que había vivido muchos años en Venezuela y que,
por mucho tiempo, había participado de variados proyectos en la periferia. Me
comentó que justo al otro día habría un sarau en el barrio de Campo Limpo, zona
sur de la ciudad, el “Sarau do Binho”, del que yo nunca había oído hablar. Maria-
na, casualmente, vivía a tres cuadras de donde yo estaba parando, en Pompéia, un
barrio residencial de clase media del centro de San Pablo. Me pasó a buscar en auto
a las nueve de la noche, un día lluvioso, y durante el viaje, que duró alrededor de
cuarenta minutos, me comentó que la práctica de los saraus estaba cada vez más

181
Lucía Tennina

difundida. Fue en esa conversación que se abrió ante mí un mundo de “saraus da


periferia”. De repente, “Cooperifa” no era el único lugar donde podía encontrarme
con los “escritores marginales”. Ese mundo era mucho mayor de lo que yo creía
hasta ese momento. Además del “Sarau da Cooperifa”, se llevaban a cabo todas, o
casi todas las semanas, el “Sarau do Binho”, “Sarau da Fundão”, “Sarau Poesia na
Brasa”, “Sarau Elo da Corrente”, “Sarau de Ademar”, “Sarau Suburbano Convicto”,
etc. Todos encuentros para declamar y leer poesía en bares. Allí estaba, sin dudas, la
cocina de la “literatura marginal”. El mapa había comenzado a delinearse.
A partir de ese momento, los saraus de la periferia trazaron mi recorrido
por San Pablo, al tiempo que funcionaron como mirilla desde donde empecé a
traducir la ciudad. Pero mi circuito no era solitario ni caprichoso: una serie de
personas cada vez más numerosa venía conformando desde los años 90 un nuevo
mapa que tomaba como puntos de referencia esos espacios literarios, desde donde
se articula un “Movimiento de Literatura Marginal”, que actúa también con
cursos, publicaciones y conferencias. Una parte de los habitantes de la periferia
de la ciudad de San Pablo no se amedrenta ante las distancias inmensas ni ante la
deficiencia de un transporte público, que suma la limitación horaria de circulación
a un diagrama monocéntrico, de pocos recorridos transversales (entre barrios
periféricos). Son los saraus y, con ellos, los afectos unidos por vivencias similares
de sacrificio, dificultades y fuerza los que manipulan el espacio. A partir de ese
circuito, San Pablo fue tomando forma para mí: sur, norte, este, oeste y centro se
unieron con declamaciones y voces que se autoidentificaban como “periféricas”.
Decir “periferia” no indicó, a partir de entonces, para mi sorpresa, un territorio
alejado, sino que señala un cuerpo, una experiencia, una historia de vida, que se
exhiben frente al micrófono en cada declamación.
Cada uno de los saraus me fue abriendo una sucesión de imágenes y de
universos paralelos que de otro modo no habría conocido. Escuchar poesía
de cordel me llevó a darme cuenta de la fuerte presencia nordestina en los
barrios humildes, en contraste con la presencia de inmigrantes europeos que
se encuentran en las zonas más ricas de la ciudad. Las declamaciones rapeadas
y los grafitis en las paredes de los bares me llamaron la atención sobre la im-
portancia del hip hop en esas regiones como movimiento de reivindicación, tal
y como lo fue con los negros y puertorriqueños en el Nueva York de los años
70. La constante presencia de palabras de guerra adjetivadas literariamente que
se aparecían en las poesías me fue abriendo los ojos a la violencia y al tráfico,
realidades paralelas a estas manifestaciones culturales. “Terrorismo literário”,
“traficando conhecimento”, “a caneta é uma arma”. Fue por algunas declama-

182
IV. Crónicas del contacto académico. Capão Pecado

ciones que empecé a distinguir los colores de cada uno de los barrios, más allá
del constante anaranjado del ladrillo de las favelas. Por las poesías que escuché
en los saraus fue que empecé, también, a mirar hacia el cielo y a notar la gran
cantidad de barriletes que se ven en la periferia de San Pablo. El frecuente uso
del plural y del singular sin concordancia, por otro lado, me llevó a entender
por qué, además de “periferia” y de “favela”, a esos lugares se los llama “comu-
nidade”, remarcando el colectivo. “É nós”.
A partir de los saraus me di cuenta, al mismo tiempo, de la cantidad de
bares que hay en la periferia y del papel que suelen tener. Una constante en el
paisaje de los barrios alejados del centro son los bares: espacios intermedios entre
el trabajo y la casa donde suelen ocurrir los actos que se vuelven estadísticas
asociadas a la periferia (el alcoholismo y los asesinatos). Lugares también donde
se puede ver el machismo (generalmente son hombres los que van a beber a esos
lugares) y la resignación ante la rutina y las dificultades diarias, canalizadas a
través del alcohol. Justamente, es en los bares de la periferia que parecen estar
culturalmente vacíos donde se organizan los saraus. “O único espaço público
que o Estado deu foi o bar; vocês imaginaram que a gente ia se acabar bebendo
cachaça e a gente transformou os bares em centro cultural, então, fudeu cara,
não tem mais como controlar a gente. Porque o que não falta é bar na periferia”,
suele decir Sérgio Váz, el organizador del “Sarau da Cooperifa”.
Los saraus me advirtieron, asimismo, sobre otro elemento constante en
el paisaje periférico: las iglesias pentecostales, tan numerosas como los bares.
Las primeras veces que fui a los saraus, cuando todavía no había incorporado
del todo su ubicación exacta, me ocurrió de escuchar a lo lejos, mientras subía
alguna ladera o escalinata, una voz declamando al micrófono algo que, para
mi oído aún no entrenado, era incomprensible. Pensando que se trataba del
sarau al que me dirigía, caminaba en esa dirección, pero al llegar me daba
cuenta de que era una iglesia pentecostal. Cada vez que caía en esa confusión
entendía por qué el grupo Racionais mc´s, oriundos justamente de Capão
Redondo (el mismo barrio de Ferréz y del “Sarau Vila Fundão”), se había
vuelto tan importante para las periferias del Brasil entero: las letras de sus
canciones no se desentienden de la religiosidad que hace al día a día de sus
habitantes. Recordaba entonces, en esos momentos, la versión de la canción
“Jorge da Capadócia”, de Jorge Ben Jor, que abre el disco más famoso del
grupo, Sobrevivendo no inferno.
Eu estou vestido com as roupas
e as armas de Jorge.

183
Lucía Tennina

Para que meus inimigos tenham mãos


e não me toquem.
Para que meus inimigos tenham pés
e não me alcancem.
Para que meus inimigos tenham olhos
e não me vejam.
E nem mesmo um pensamento eles possam ter
para me fazerem mal.

Armas de fogo
meu corpo não alcançarão
Facas e espadas se quebrem
sem o meu corpo tocar.
Cordas e correntes arrebentem
sem o meu corpo amarrar.

Pois eu estou vestido com as roupas


e as armas de Jorge.
San Jorge no es un santo pacífico. Ayuda a evitar o resolver problemas
graves, por lo que muchos habitantes de la periferia le rinden culto. Blanco,
rojo y verde son sus colores, que suelen llevarse en un collar. Una vez, al llegar
al “Sarau Vila Fundão”, fui a saludar a uno de los poetas que tantas veces había
visto y conversado, y sentí, en el contacto del abrazo, un collar de semillas que
cruzaba su pecho, cerrando su cuerpo. La letra de los Racionais me impactó
instantáneamente con su referente. El libro que me había impulsado a la periferia
de San Pablo empezaba, también, a parecer más comprensible. Capão Redondo,
el barrio donde se desarrolla la historia, era efectivamente Capão Pecado.
El libro de Ferréz se transformó en una experiencia de lectura que se extendió
por casi un año. Al volver al libro y leerlo como si fuera la primera vez ya no
me trababa en cada página, entendía las palabras y las imágenes se iban tejiendo
fácilmente y con su propio ritmo. Pero la aventura no terminó allí. El contacto
con esta singularidad reclamaba y me enfrentaba con un cuestionamiento teórico.
Ante el hecho de una literatura que hallaba su sentido más allá de una operación
hermenéutica, comenzó a pesarme cierto interrogante: ¿hasta qué punto la litera-
tura puede comprenderse sin considerar la coyuntura desde la cual se escribe, se
lee y se investiga? ¿Hasta qué punto prescindir de una captación social, cuando
ella contribuye al análisis de los textos literarios?

184
Crónicas del contacto editorial

Introducción
Las publicaciones cartoneras/catadoras
Cristian De Nápoli*1

Tengo entendido que caben cosas muy distintas dentro de la expresión “editorial
cartonera”, pero por suerte esta presentación que se me pide es para Eloísa y
Dulcinéia, dos de las que más buscan asegurar fuentes de trabajo genuino y llevar
adelante un catálogo amplio y original. Y como durante un tiempo participé
de la primera, voy a escribir sobre ella, de modo que dejo de lado a la querida
Dulcinéia y a otras como Yerba Mala, Sarita o Yiyi Jambo que también me
entusiasman. Y aprovecho para desearles una muerte prematura a las que hacen
“arte” a diez dólares el libro con contenidos de ocasión llegados del escritorio de
algún amigo para ser impresos estrictamente bajo demanda. La impresión bajo
demanda me gusta menos que el amiguismo editorial; el segundo, en última
instancia, tiene todos los riesgos que aquella evade. Ahora, ¿de qué riesgo uno
puede hablar con las editoriales cartoneras y sus tiradas mínimas? Bueno, no
olvidemos que por lo general son proyectos creados por personas sin capital,
ni patrimonio, ni casa, ni plata para comprar un segundo libro del autor que
acabás de leer. Pagar el cartón ya puede ser, cuando se inicia el emprendimiento,
destinar a una quimera la plata que te permitiría tener una linda cena con tu
pareja. Al menos ese era el caso, en el año 2003, de uno de los fundadores de
Eloísa Cartonera, Washington Cucurto.

*
Cristian De Nápoli es egresado de la carrera de Letras de la uba. Se dedica a la divulgación, crítica
y traducción de literatura contemporánea, especialmente de poesía, y es autor de la antología
Terriblemente felices: nueva narrativa brasileña (Emecé, 2007).

185
Cristian De Nápoli

Lo conocí en 2001, me invitó entonces a ver si hacíamos una editorial. En


esa época yo no vivía en Buenos Aires. Cuando volví a la ciudad en 2004, vi
que el tipo, con sus fotocopias, actuaba como si tuviera un depósito de libros
ya impresos que tenía sí o sí que vender. Hoy, Eloísa imprime tiradas significa-
tivas, quinientos o mil ejemplares; en 2004, Cucurto ya estaba recomendando
enfáticamente esas tiradas por venir en cada puesto de venta directa: la propia
cartonería, la vereda de un museo, la puerta de un bar con recital de poesía
adentro. Iba a esos sitios cargado de diez ejemplares de los cuentos de Damián
Ríos, de la poesía de Lucho Hernández o de la novela de Martín Adán. Cons-
tituían todo su depósito, pero ya eran, me consta, una inversión. Y encima, ni
bien lo volví a ver me enteré de que tenía que pagarles cada día a dos mucha-
chos, Alberto y David, por el trabajo de hacer las tapas. De esa forma, el tipo se
obligaba, creo yo, a vencer su natural timidez y su sensación de no pertenencia
quedando necesitado de salir a vender lo que ya había pagado.
Ahí, en situación de vender, todos esos autores desconocidos para el lector
rioplatense le inspiraban un acting del entusiasmo sincero que él mismo sentía
al leerlos. Narradores y poetas raros, demasiado nuevos o distantes, de algunos
solo había un par de copias en Buenos Aires antes de Eloísa. Una copia la ha-
bía traído García Helder no sé de dónde, otra se la regalaron a Gambarotta en
Chile: así. Entonces Cucurto absorbía recomendaciones de lectura como hoy
puteadas y elogios, y a esas joyas que lo habían impresionado en los noventa
trataría de editarlas en los dos mil.
Como poeta, digamos que ningún desfasaje entre tus expectativas y las del
entorno en principio te asusta, pero eso más bien tiende a hacerte creer que
nunca habrá buen viento para la empresa de editar a tus escritores queridos.
Aun volcando esos contenidos de autores inauditos en un envase tan singular,
hacía falta tiempo. El proyecto de hacer libros con tapas de cartón no encontró,
al surgir en 2003, una recompensa económica. En Argentina todavía se vivía
sin plata, yo calculo que en total durante el primer año Eloísa habrá vendido
dos mil ejemplares, un tercio de ellos en Chile, y eso por el empeño que le
ponían en crear puntos de venta, y pese a la muy buena difusión en la prensa.
Sin embargo, como idea ya fue de entrada una solución fuera de serie, por-
que creaba la posibilidad de publicar autores a criterio absolutamente personal
en libros que las personas iban a comprar por la estética de la tapa o por lo social
que implica hacerlas. Seguramente, Cucurto sabía, como lector ávido, del fracaso
en que resultaban las apuestas editoriales de riesgo: fenómenos como Leónidas
Lamborghini o Néstor Perlongher, para no hablar de autores de culto pero más

186
V. Crónicas del contacto editorial. Introducción

bien artificiosos, ¿quién compraba sus libros? En este sentido, la solución pa-
rece una vuelta de tuerca a aquello que Derrida plantea en tres palabras: firma,
acontecimiento y contexto. Estaba tan calado el contexto (los cartoneros), tan
recuperado para la edición el acontecimiento (las tapas a mano, cada tapa es
única), que así Eloísa se libraba, en principio, de la tiranía de la firma.
Cucurto ponía las no-firmas, y agreguemos ahora que al acontecimiento,
inicialmente, lo ponía Javier Barilaro, que es quien proyectaba la forma de los
libros e hizo los primeros stencils –le siguieron otros acontecimientos, nuevos
protagonistas para hacer las tapas, la algarabía de la venta de los libros, además.
La ligazón con “lo cartonero”, por su parte, habría sido un clic; parece que iban
por la calle Cucurto y Barilaro pensando una nueva forma para unos libros que
ya editaban desde 2002, y enfrente bajaban unos muchachos de uno de los
tantos camiones cartoneros que conectaban con el tren de Once.
Pagar mejor por el cartón era lo básico. Pero de entrada también, casi
como una regla del juego, el contexto entraría a funcionar de manera más
palpable en el acontecimiento. La editorial se proponía incluir vidas que hasta
allí se las arreglaban cartoneando. Era una necesidad, se parecía a la que por
entonces tenía la televisión cuando intervino destinos de secretaria o patovica
con programas como Gran Hermano. Todo bien, que empiecen con lo de
“souvenir de la crisis”. Pero había que estar ahí para ver lo saludable que era. El
que esto escribe se acercó a la cartonería en 2004, entonces estaban Cucurto,
Barilaro y los hermanos David y Alberto Ramos. Una diferencia es que en
Gran Hermano los futuros actores de repente ganaban mucho más. David
y Alberto se llevaban lo mismo que cartoneando, solo que ahora pasaban
cuatro o cinco horas haciendo un trabajo de muy baja densidad mecánica y
alto margen para la decisión propia, la marcha y la contramarcha respecto de
lo que hay que hacer, todo adobado con mates y el folclore de la cumbia de
fondo, y en las paredes las chicas de póster de Crónica que suspiran “¡cómo
me gustan los fierros!”.
Ese desafío era loco y creo que, en líneas generales, cumplió con el fracaso
que le cabía. Aunque sí cambió su vivir la Osa, que ya es una autoridad en la
actual cooperativa.
Vuelvo a la parte literaria. Muy pronto a las no-firmas, que en 2003 eran
las de Gabriela Bejerman, Damián Ríos o Fabián Casas, se sumaron las sí-
firmas de Piglia y Aira con cuentos inéditos. Fogwill, un hombre que se había
propuesto ser un apellido sin más, dió permiso para publicar un conjunto de
páginas, pero por alguna razón la cartonera casi nunca las imprimía. Quizás

187
Cristian De Nápoli

porque eran cuentos y poemas ya editados antes –las había autorizado Quique,
digamos, más que Fogwill.
En 2005 los libros se vendían. Nos íbamos de las ferias ojeados por los otros
editores. Había entonces una cofradía secreta de detractores del proyecto. Se lo
podía pensar así porque los términos para desprestigiar a Eloísa eran siempre
los mismos (“souvenir de la crisis” a la cabeza). Tenían que correr de boca en
boca, no quedaba otra, porque definitivamente no era lo que aparecía en los
diarios y las revistas, y tampoco se estilaba entonces tener blog.
Destaco del período 2004-2005 el no haber buscado lo que se podía
conseguir tan fácil teniendo, además del aura de trabajar con cartoneros, a
Piglia y Aira en el catálogo. Y en cambio la tirada de libros de Enrique Lihn,
la edición de Haroldo de Campos hecha por Gonzalo Aguilar (que parece que
llegó de rebote porque ninguna editorial estándar le daba el lugar que ese libro
merecía), los cuentos de escritores inéditos como Juan Leotta, la Comedieta de
Lamborghini, las aventuras de Oswaldo Reynoso. Sostener un proyecto edito-
rial, incluso uno tan entrador ya por el objeto, te enfrenta con clientes que te
preguntan “¿y qué autores tenés?”. Destaco también el hecho de que, a la hora
de satisfacer a los lectores de apellidos, la estrategia se haya limitado a pedirle
otro cuento, y luego uno más, a César Aira.
Para 2006 ya había personas pidiendo cuentos de Fabián Casas, novelitas
de Dani Umpi. Estaba disponible un subsidio de la Embajada del Brasil que,
así como era un aliciente para editar autores de ese país, estimulaba el deseo de
editar más, muchos más libros brasileños de lo que esa plata respaldaba. Me
acuerdo que propuse una colección a llamarse cbc, Catálogo Bilingüe Común:
unos cien libros de nueva narrativa y poesía sudamericana en ediciones, claro
está, español-portugués. Había que encontrar una parcería entre las editoriales
de allá, o ayudar a la creación de una. Hacía falta bastante plata para todas las
propuestas, ni hablar de una que por entonces empezaba a transmitir Cucurto:
comprar un terreno en el Gran Buenos Aires y poner algo así como las verduras
que todos íbamos a comer. Para ese 2006, la decena de personas que entonces
formábamos parte del proyecto tomamos dos decisiones por mayoría. Una fue
que se aceptó mechar cada tanto una edición pagada por el autor (llegaban
seguido las ofertas de alumnos de Arturo Carrera). La otra, que no me acuer-
do si se dirimió en asamblea o se fue dando, fue salir a buscar textos inéditos
de algunos escritores locales bastante leídos o consagrados. Cuando se hizo la
presentación de un cuento de Alan Pauls, ahí, en un episodio imborrable para
todos los presentes, una lectura en la Casa de la Poesía donde Casas y Mario

188
V. Crónicas del contacto editorial. Introducción

Bellatin tuvieron un altercado respecto de lo incómodo o no que es leer para


un público provisto de celulares que de repente suenan, ahí, decía, el que esto
escribe le acercó una edición única, como todas, del cuento recién impreso,
Malarma, de Alan Pauls, a Alan Pauls, una edición única aunque especial, por-
que tenía las letras que salían del primer stencil pegadas a la tapa, dándole un
relieve llamativo, cosa que las ediciones cartoneras normalmente no hacían, y
esa tapa también había sido, otra cosa fuera de lo acostumbrado, esmaltada por
Ramona después de pintada, como siempre, con distintos colores. Y encima,
tercera novedad, en la retiración de tapa le habíamos colado una imagen muy
linda, algo tipo antiguo afiche publicitario francés. Todas esas singularidades
tenía. Sin duda, Alan Pauls la tenía que tener en sus manos, así que se la llevé,
le dije que mirara lo lindo que estaba ese primerísimo ejemplar, y cuando vi
que Pauls estaba a punto de expresar su agradecimiento le pedí que me lo au-
tografiara para mi colección. Fue una pequeña venganza por haber invertido
unos billetes comprando ese manual para escribir cien oraciones en seiscientas
páginas que es El pasado.
Para 2006 la editorial metía en imprenta dos o tres títulos por bimestre en
tiradas siempre de quinientos o mil ejemplares. De las decisiones puntuales
que ese año se tomaron por consenso, la que más me entusiasmó fue la crea-
ción de un lazo con Dulcinéia Catadora, la editorial que se crearía ese año en
San Pablo. En los primeros meses de parcería se hicieron unas diez ediciones
bilingües en común, con obras de Luis Chaves, Fabián Casas, Wilson Bueno, y
otros. Indirectamente, lo que solventó esa movida fue la invitación a que Eloísa
participase de la Bienal de Arte de San Pablo.
Y a partir de 2007, el que esto escribe se distancia del proyecto. Siente que
las personas sin entrenamiento de lectura que se acercan a los libros de Eloísa
bien se podrían acercar, manteniendo Cucurto y colaboradores su característico
empeño, a libros de 200 páginas cosidos y con tapa estándar, en tiradas de siete
mil ejemplares para ser vendidos a diez pesos. Siente que el lector altamente
entrenado y que compra libros, y que tiene cientos de libros en la biblioteca
hogareña pero tampoco quiere que sean miles así porque sí, quiere tener cua-
tro, ocho, pero no cincuenta libros de cartón. Siente que a estos lectores, en
consecuencia, no se les está ofreciendo mucho. Siente también que existen
otros lectores que, además de altamente entrenados y atiborrados hasta donde
ellos toleran de libros, tienen mucha plata y están muy a favor de los proyectos
originales, y sabe que a esos lectores Eloísa no los va a perder nunca, porque
incluso cuando un proyecto pasa de moda, hay algo, una especie de código

189
Cristian De Nápoli

de honor pop, que lleva a esa elite a seguir bancando el asunto, en este caso a
seguir comprando libros de Eloísa solo para regalar. Todo es confuso.
De modo que en 2007, el que esto escribe les da un fuerte abrazo a sus
colegas, que por entonces son Cucu, Piña, María, Javier, Ramona, Julián, Celeste
y Carolina, y desde ahí se encuentra un par de veces al año, cuando va de visita
a la cartonería que hoy funciona en La Boca, con los tres que nombré primero,
y también con otros como la Osa o Juan que se sumarán después.

190
Dulcinéia Catadora:
a experiência editorial como resultado de
um processo artístico colaborativo
Lúcia Rosa*1

Vinte mil catadores de papelão cruzam as ruas de São Paulo. Na maioria, ho-
mens entre 18 e 35 anos. Pessoas que ficaram desempregadas, migrantes sem
qualificação, com problemas de alcoolismo, abuso de drogas, ou ainda, com
problemas mentais. Próximo a ruas onde o comércio é forte, os carrinhos se
acumulam. Impossível não enxergar esse contingente.
Essa situação se agrava a cada dia, “incomodando” a população. Motoris-
tas, ao pararem o carro nos semáforos, se veem abordados por crianças, jovens
e adultos, oferecendo balas e tantos outros artigos para vender. Passantes, ao
andarem pelas calçadas, tantas vezes precisam desviar de outras, dormindo
embrulhadas em papelão; os carroceiros “atrapalham” o trânsito...
Como artista plástica, com o olhar voltado para o mundo, e procurando
ver em vez de colocar uma venda nos olhos, acredito na ligação indissociável
da arte com a vida - por isso trabalho há anos com sucata de ferro, e convivo
com catadores. Tomar um material desprezado como matéria-prima é um modo
metafórico de acreditar na possibilidade de se retomar a vida. Acredito no papel
ativo do artista, preocupado com as questões que afetam a sociedade onde vive.
Daí surgiu meu trabalho com catadores, as gravações de falas e histórias, a
compra de papelão deles para usar como matéria-prima de objetos (esculturas
em papelão).

*
Lúcia Rosa es traductora, formada en letras en la lch-usp. Es artista plástica e integrante del
colectivo Dulcinéia Catadora, iniciado en 2007. En 2006 participó con el colectivo Eloísa
Cartonera de la 27a Bienal de San Pablo.

191
Lúcia Rosa

A natureza desse trabalho me aproximou de um coletivo argentino, o Eloísa


Cartonera, iniciado em 2003. Começaram as trocas de e-mails. Alguns meses
depois o Eloísa foi convidado para participar da 27ª Bienal de São Paulo, no
Brasil. A produção do evento entrou em contato comigo: o Eloísa queria manter
uma oficina em funcionamento permanente na bienal e aí entrou o meu papel:
“encontrar” catadores para participar da oficina. Por trabalhar com catadores,
procurei o contato com o Movimento Nacional de Catadores de Recicláveis,
expliquei o objetivo dessa atividade e convidei jovens filhos de catadores para
integrarem o grupo. Tarefa nada fácil, depois de quase quatro meses de reu-
niões, finalmente consegui ganhar a confiança da direção do Movimento, que
encaminhou alguns jovens interessados em participar.
E essa atividade conjunta de brasileiros e argentinos desencadeou outra: a
criação do Dulcinéia Catadora.
Dulcinéia Catadora estreou suas atividades em 27 de janeiro de 2007. O nome
escolhido foi em homenagem a uma catadora que trabalha na Coopamare, uma
das cooperativas mais antigas de São Paulo. Dulcinéia dos Santos é maranhense,
uma mulher forte, batalhadora, sorridente. Foi uma das primeiras catadoras que
conheci. Costuma me atender sempre que chego à cooperativa, para comprar
papelão. Além disso, a associação quase imediata com a personagem de Dom
Quixote, de Cervantes, foi fator decisivo para a escolha do nome do coletivo.
O primeiro livro foi Sarau da Cooperifa, uma coletânea de poetas da periferia
que se reúne às quartas-feiras no Bar do Zé Batidão. Seguiu-se a publicação
de Cátia, Simone e outras marvadas na Casa das Rosas, poemas de Sebastião
Nicomedes, ex-morador de rua, importante voz junto à representação de vá-
rios movimentos sociais. Outro lançamento foi de Vera do Val, que acaba de
publicar dois livros infanto-juvenis pela Martins Fontes e escreveu Os filhos do
marimbondo, uma coletânea de contos baseados em pesquisa por ela feita de
relatos de lendas indígenas da Amazônia. É um título valioso por resgatar nossas
raízes culturais, um aspecto que consideramos importante. Agora, contando
com dois anos e meio de batalha, o coletivo tem mais de cinquenta títulos.

Atuação do coletivo
O coletivo acredita no papel social e político da arte. Suas ações abrangem três
frentes: artística, social e cultural. Tem como objetivos principais:
1. A divulgação de novos autores, não absorvidos pelo mercado editorial. Autores
consagrados, como Manoel de Barros, Alice Ruiz, Wilson Bueno, Glauco

192
V. Crónicas del contacto editorial. Dulcinéia Catadora

Mattoso, Marcelino Freire, cedem direitos para a publicação de poesias e contos.


Essa colaboração dá credibilidade ao trabalho. Paralelamente, são selecionados
novos autores.
2. O acesso ao maior número de leitores, uma vez que se mantém acessível o
preço do livreto.
3. A difusão do trabalho através de oficinas, qualificando outras pessoas como mul-
tiplicadores dessa experiência. Fazer livros com capa de papelão é uma prática
simples, que pode ser repassada a muitos outros grupos. No período de um ano
e meio, desde que começamos, demos oficinas em algumas cidades do Estado
de São Paulo –Sorocaba, Santos, Piracicaba, São Carlos–, em cinco unidades
do sesc (Consolação, Itaquera, Paulista e Pinheiros) e também no Corredor
Literário, para grupos de crianças. A feitura das capas é uma atividade atraente
e divertida, que aproxima a criança da leitura. Nas oficinas, depois de pintada
a capa, o participante escolhe o “miolo” do livro, monta-o e o leva para casa.
4. A valorização dos catadores e a inclusão social. O grupo acolhe também escrito-
res cuja vida é marcada por absoluta carência –pessoas que em alguns períodos
da vida estiveram em situação de rua, outras que recebem atendimento psiquiá-
trico ambulatorial, adolescentes recolhidos em abrigos. O Dulcinéia Catadora
constitui um grupo flexível, tendo em média de 8 a 10 pessoas.
5. Abrir novas possibilidades de atividades profissionais aos jovens, desenvolver o
potencial artístico dos participantes do coletivo.
6. A distribuição de renda. A venda dos livros a R$7,00 (preço único) é distri-
buída entre os participantes necessitados. Quem participa da atividade durante
a tarde recebe, no final do dia, R$30,00.

Como funciona
1. Compra de papelão. Em uma oficina, o coletivo realiza seu trabalho, três vezes
por semana. Compramos papelão a R$1,00 o quilo –os catadores o vendem
em cooperativas e sucatas a 20, 30 centavos.
2. Corte e pintura do papelão. Essas caixas são cortadas em formato A4 (o taman-
ho de uma folha de papel sulfite ou papel reciclado industrial). Às marcas que
indicam a origem da caixa (logotipo da empresa, o nome do produto...) soma-se
um colorido intenso: filhos de catadores, artistas e outros colaboradores pintam
o papelão em uma oficina de aproximadamente 20 m2. Têmpera. A pintura
é livre, vigorosa. Depois o papelão pintado é dobrado, forma uma lombada.

193
Lúcia Rosa

3. Venda de livros. Montam-se livros, vendidos a R$7,00. A renda arrecadada


é distribuída entre os adolescentes participantes. Os pedidos feitos por e-mail
(através de nosso website: www.dulcineiacatadora.com.br) são enviados por
correio, e também temos dois pontos de vendas, em São Paulo:
*Mercearia S. Pedro, rua Rodésia, 54 V. Madalena.
*Galeria Vermelho, Rua Minas Gerais, 350.
Desde 2010, não operamos mais a oficina que tínhamos em Vila Ma-
dalena. Há dois anos vamos semanalmente à Cooperglicério, Rua Teixeira
Leite, 140, centro. Lá, em uma mesa normalmente usada pelos cooperados
para fazerem suas refeições, pintamos as capas e montamos os livros com
quatro catadoras. 
Temos feito alguns livros em parcerias com artistas visuais, livros de artistas.
Fazemos intervenções urbanas. Inclusive, a convite da curadoria do Museu
de Arte do Rio, participaremos da mostra inaugural e para tanto, estamos
fazendo um trabalho no Morro da Providência, com moradores, que consiste
na construção coletiva de conteúdos: a situação dos moradores, ameaçados de
remoção, registros da riqueza cultural da comunidade, etc. 
4. Seleção de textos. Contos e poesias são “publicados” pelo coletivo. A pre-
paração dos textos é feita fora da oficina, porque nela não temos computador.
Escritores colaboram com esse trabalho. Depois de formatado o texto, xerox
é o recurso utilizado. Quarenta, cinquenta livros de cada autor são montados
por vez e a “produção” é feita de acordo com a demanda. Com isso acentua-
se o caráter de resistência, de andar na contramão do mercado editorial, ou
mesmo de trilhar um caminho alternativo que possibilita, ainda que em escala
pequena, a divulgação de novos autores, abrindo caminhos paralelos na história
da literatura latino-americana.

Daqui pra frente...


Após cinco anos e meio de trabalho, não temos dúvida da validade da proposta
e estamos satisfeitos com os resultados. É claro que se trata de uma avaliação
parcial - pretendemos continuar esta atividade e queremos que esta iniciativa
se multiplique. Com mais de cinquenta títulos, já vendemos cerca de 5000
exemplares pelo Brasil. Em cada oficina que somos convidados a dar pelo Brasil,
recebemos, em média, 30 pessoas. Nas oficinas no sesc Consolação e Itaquera,

194
V. Crónicas del contacto editorial. Dulcinéia Catadora

ministradas ininterruptamente durante a Mostra Circulações (2007), no período


de quinze dias, recebemos uma média de 1500 participantes.
Além de criar o interesse pela leitura, nosso objetivo é levar os participantes
das oficinas a valorizarem o livro, como fonte de conhecimento e como objeto
que deve ser cuidado, preservado. Foi o que aconteceu com catadoras do Reci-
clador Solidário, em Piracicaba. Também soubemos da repercussão da oficina
em um Centro Comunitário em São Carlos. A oficina gerou duas propostas:
as mães do centro propuseram mais atividades desse tipo às crianças, nos fins
de semana; e alunos de Letras pretendem desenvolver um projeto semelhante.

195
Eloísa Cartonera
Alejandro Miranda Araya*1
Juan Guillermo Gómez**2

Presentación a cargo de Alejandro: Buenas tardes, mi nombre es Alejandro,


mi compañero de aquí al lado es Juan y somos trabajadores de Eloísa Carto-
nera. Muchos de ustedes sabrán que somos una pequeña editorial, hacemos
libros artesanales con cartón reciclado, usamos el cartón que compramos a los
cartoneros en la calle a un precio superior al que ellos pueden obtener en el
mercado, y a partir de ahí todo el proceso que hace a la construcción de un
libro lo hacemos íntegramente en nuestro lugar de trabajo. El proceso va de la
impresión de los interiores –que hacemos nosotros también con nuestra propia
imprenta– y pasa por todas las etapas: compaginado, doblado de las hojas,
engrampado. Una vez que está listo el interior se une a las tapas, y para hacer
las tapas va el otro proceso: cortado del cartón, doblado y pintado artesanal
–usamos stencils para grabar las palabras, pero como cada tapa se pinta a mano
todas son tapas únicas. Y después viene la otra etapa, que es la de distribución
de los libros, que también realizamos.
El proyecto comenzó hace seis años, en el barrio de Almagro. Hoy estamos
ubicados en La Boca, Buenos Aires, y somos seis compañeros, pero también
hay un grupo heterogéneo de gente, entre estudiantes, personas que antes eran
cartoneros y personajes que trabajaban en otro tipo de actividades, y todos ellos
también forman parte de Eloísa.

*
Alejandro Miranda Araya nació en Chile en 1979. Para el momento de esta presentación llevaba
trabajando cuatro años en la editorial Eloísa Cartonera.
**
Juan Guillermo Gómez Ossa nació en Colombia en 1974. Formó parte de la Cooperativa
Editorial Eloísa Cartonera entre 2008 y 2009. Es psicólogo por la Universidad de Manizales
(Colombia) y candidato a magíster en Psicología Educacional por la Universidad de Buenos
Aires. Sus textos han aparecido en varias publicaciones nacionales e internacionales. 

197
Alejandro Miranda Araya y Juan Guillermo Gómez

Lo que hacemos es difundir literatura latinoamericana, esa es la consigna


nuestra. Tenemos autores de Brasil, Argentina, Perú, Chile, Colombia, México,
Cuba, Venezuela y Bolivia. También estamos tratando siempre de aumentar el
número de países, pero con la consigna de difundir literatura latinoamericana,
sobre todo de países y autores que acá en Argentina no se conozcan y vice-
versa, autores argentinos que no tienen mayor trascendencia en otros países.
Actualmente, tenemos un catálogo que incluye más de cien títulos y estamos
tratando siempre de sacar cosas nuevas, próximamente editaremos más libros.
Tenemos novelas, cuentos, poesía, teatro, ensayos y libros para chicos. Y
lo que hacemos es darles cabida a autores o a manifestaciones que por ahí no
tienen lugar en las editoriales o en el mercado editorial en general. Aun cuando
editemos a autores conocidos, con trascendencia o ya editados por las grandes,
muchas veces ellos nos ceden una pequeña obra, algo que esté inédito, y nosotros
lo publicamos bajo un permiso de publicación. No es que seamos los dueños
del derecho ni nada, es un permiso especial de publicación y de esa manera
podemos contar con muchos títulos de buenos autores que son primeras edi-
ciones, como por ejemplo Fogwill, Piglia, Aira, y muchos más.
Juan: Yo agregaría que Eloísa Cartonera publica muchos autores brasileros.
Primero, es una literatura que en niveles generales llama mucho la atención a la
gente que se acerca al taller a conocer o a comprar los libros, y siempre los libros
brasileros son unos de los más buscados. Generalmente, los libros que tenemos
editados están en doble traducción, creo que uno solo, Susy de Jorge Mautner,
está solo en español y por una cuestión de que es una novelita bastante larga,
porque ya la traducción que hizo Cristian De Nápoli es un texto de unas cua-
renta páginas, que es más o menos un tamaño grande para una edición nuestra.
Lo de autores brasileros empezó ni bien arrancó Eloísa en 2003, con el libro
de Haroldo de Campos que mandó Gonzalo Aguilar. Y a partir de ahí ya fue
por intermedio de Cristian De Nápoli, que facilitó la selección de textos y el
conocimiento de esos autores de Brasil a la Argentina. Fue como el que inició
este intercambio entre ambos países, porque además eran autores jóvenes, como
Douglas Diegues. También, a través de un intercambio que alguna vez se hizo
con Dulcinéia Catadora, tengo entendido que Diegues y De Nápoli tradujeron
al portugués a poetas jóvenes de acá o mismo de países como Costa Rica, de
donde es Luisito Chaves que nosotros tenemos publicado también, el libro se
llama Anotaciones para una cumbia y son poemas hermosos.
Además, está la cuestión de los autores que escriben en portuñol, una
mezcla de portugués, español, algo de guaraní y otros dialectos de la triple

198
V. Crónicas del contacto editorial. Eloísa Cartonera

frontera. Ahí está Douglas Diegues y también Wilson Bueno, conocidos en


la editorial Dulcinéia Catadora en Brasil y también en la editorial Eloísa Car-
tonera en Argentina. También está, les decía, Haroldo de Campos, un poeta
muy reconocido en Brasil e internacionalmente, parte del movimiento de la
poesía concreta del Brasil. De él nosotros hicimos un libro que se llama El ángel
izquierdo de la poesía, un libro que se nos agotó, y por el cual estamos pensando
si lo reeditamos ya que es muy buscado aun hoy en día.
Esos son algunos de los autores que tenemos publicados. Se acercan seguido
otros escritores que son conocidos de Cucurto, que es el que armó el proyecto
aquí en Argentina, y la intención es publicarlos a ellos. Como toda editorial
pequeña, tenemos algunas dificultades para conseguir recursos y materiales,
pero siempre tratamos de superar esos problemas. Obviamente, no editamos
todo lo que queremos, en las reuniones nos llenamos de títulos y autores en
la mesa, pero desafortunadamente son pocos los que salen a veces editados,
por estas dificultades o limitaciones que pasan con este tipo de proyectos. La
intención es seguir obviamente publicando más autores de Brasil y de todas
partes de América Latina.
Ahora, el aspecto que a mí me llama particularmente son los proyectos en
portuñol, no sé si en Brasil tendrá tanta relevancia como en el Paraguay, ahí es
realmente muy fuerte. Hace poco tuve la posibilidad de estar allá, y ellos escri-
ben en ese idioma, e incluso hacen traducciones del idioma inglés y de otros
escritores reconocidos internacionalmente, como Edgar Alan Poe, y lo traducen
al “portuñol salvaje”, como lo llaman ellos. En un tono muy urbano, muy de lo
que se vive actualmente en esa ciudad, en ese país. Muy con el ambiente de la
cumbia y de la música, es como una recontextualización traducida al “portuñol
salvaje”. Bueno, lo menciono porque tiene que ver con el portugués y porque
son allegados a ambas editoriales de los dos países.
Alejandro: Así como Dulcinéia fue uno de los primeros proyectos inspirados
en la forma de trabajar y en la propuesta de Eloísa, en este momento hay veinte
proyectos similares funcionando en todo el continente. Ayer recibimos la noticia
de que se abrió uno nuevo en El Salvador; todas las semanas nos llega el aviso
de la apertura de una casa nueva. Actualmente, dentro de Argentina, se abrió
una en Córdoba y otra en Neuquén. Hay dos en Chile, una inclusive dentro de
una cárcel, otra en Perú, Brasil, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Colombia, México,
El Salvador y creo que habrá otra en Berlín y otra en Valencia, en España. Así
que esto es algo que ya se nos escapó de las manos, pero también hay que hacer
notar que cada una es una entidad diferente, no se trata de que sean réplicas de

199
Alejandro Miranda Araya y Juan Guillermo Gómez

un mismo modelo. Todas poseen su propia forma de trabajar, algunas tienen


un objetivo más social que pretende generar cosas con los cartoneros, como
pasa con los compañeros de Dulcinéia o nosotros mismos. Hay gente que tiene
una impronta más de crear un lenguaje alternativo al sistema editorial y que
básicamente se sirve del sustento del cartón para difundir la literatura.
Lo que nosotros proponemos es una forma distinta de organización en
cuanto al trabajo y en cuanto a la circulación del conocimiento. Es decir, una
forma distinta de organización en cuanto a la manera de trabajar basada en una
cooperativa, que no siempre lo fuimos, sino que comenzamos hace pocos años.
Y en cuanto a la circulación se trata de poner al alcance de la gente libros eco-
nómicos, libros realmente populares. Ya que la materia prima es de bajo costo,
nosotros proponemos que sean libros también de bajo costo, para que la gente
los pueda comprar. Básicamente, de eso se trata nuestro proyecto: una nueva
forma de enfrentarse al trabajo y una nueva forma de conocer la literatura, que
es algo muy lindo y que a veces por motivos meramente económicos está alejado
de la gente común y corriente como nosotros, que somos personas comunes y
corrientes que decidieron insertarse en esto sin ningún tipo de pretensión más
allá de la que mencioné. Propusimos esto a la gente y hemos tenido muy buena
recepción, no solo acá en Argentina sino en muchos otros países. Me parece,
y esperamos, que va a seguir creciendo. Gracias.
Intervención de un asistente: ¿Cómo realizan la distribución?
Alejandro: Nosotros hacemos la distribución. En primer lugar, vendemos
en el mismo taller donde estamos, la gente puede ir, está en La Boca, al lado de
la cancha. Entonces, a la gente y a nosotros nos parece lo más atractivo, primero
porque ahí al libro se lo puede conseguir a precio real de costo, y además porque
la gente se encuentra con todo el contexto de ese barrio y puede ver cómo se
hacen los libros. Incluso, a veces la gente pinta su propio libro o se queda ahí
conversando y viendo cómo se trabaja. A la gente le gusta mucho eso y es lo
que más nos gusta a nosotros.
Luego, llamamos a distintas librerías de la ciudad, ofrecemos los libros y
según nos pidan llenamos un bolso y vamos para allá. Lo otro es ir a ferias
de regiones o de otros países; por ejemplo, Juan les comentó que estuvo en
Paraguay, que es una forma de contacto directo con la gente como nos gusta a
nosotros. También en festivales, marchas. Lugares donde podamos ir con una
mesa, vamos. Una distribución directa.
Intervención de un asistente: En el documental del Brasil [Programa
Entrelinhas, tv Cultura, noviembre de 2007] se mencionó que Dulcinéia se

200
V. Crónicas del contacto editorial. Eloísa Cartonera

había inspirado en el trabajo que se hizo primero acá. Me gustaría saber cómo
empezó acá. Y otra cosa es si ustedes piensan armar algo completamente distinto
a lo artesanal que realizan, como divulgar en Internet y demás.
Alejandro: Por el momento no descartamos nada, simplemente es que
somos pocas personas y estamos abocados de lleno a lo que podemos hacer del
trabajo. Estamos recién abriéndonos a eso, de hecho, tenemos una página en
Internet que está muy buena, pero la verdad es que está algo desactualizada,
igual nosotros la consideramos como un canal de contacto y comunicación.
La otra pregunta, sobre cómo empezó la editorial, eso tal vez lo puede
contar bien Juan. Si bien ninguno de nosotros estuvo en los comienzos, ya que
nos sumamos hace un año, más o menos conocemos.
Juan: Hasta donde sé, empezó después de la crisis de 2001/02, un momento
en el que estaba muy difícil el asunto para publicar por el costo de los materiales,
y en el que creció el número de gente que recogía los cartones en la calle, algo
que creo que antes de eso no era muy visto. De alguna manera, se pensó en
utilizar el cartón para hacer las tapas de los libros y se empezaron a involucrar
chicos, “cartoneros”, como se les dice, en el proyecto. En un principio nos
vendían el cartón, y posteriormente, hasta donde alcanzaban las posibilidades,
se iban involucrando en el proyecto con nosotros. Como dijo el compañero
Alejandro, han habido varios chicos cartoneros en la editorial nuestra, van y
vienen. Es una población bastante inestable, actualmente tenemos dos que fue-
ron cartoneros, aún lo son a veces, pero van y vienen. Obviamente, nos gustaría
que fueran más, pero ya no depende de nosotros, por muchas razones ellos se
van, pero siempre están en contacto. Como son del barrio siempre pasan por
ahí, siempre están cerca de nosotros.
En cuanto a la producción editorial, se comenzó publicando primero
a algunos autores argentinos allegados a la editorial. El primer libro fue de
Gabriela Bejerman. En una misma tanda salió también, con el de Bejerman,
uno de Damián Ríos, que es un muchacho entrerriano que vive acá en Buenos
Aires y un excelente poeta. Y poco después no sé de qué manera se consiguió
que Ricardo Piglia nos cediera el permiso para publicar un cuento inédito, El
pianista. Y con este llegó también Mil gotas, el primer cuento de César Aira que
publicamos. La conexión con Aira fue por medio de Fernanda Laguna, que era
la persona que en su momento estaba junto con Cucurto y Barilaro en la que
sería la primera Eloísa Cartonera, que es cuando había también una mujer, no
me acuerdo su nombre porque no la conocí, que tenía su verdulería dentro del
local. A poco de andar el proyecto, tengo entendido que es ahí cuando Fernanda

201
Alejandro Miranda Araya y Juan Guillermo Gómez

se va un poco de Eloísa, sigue ligada pero ya no participa directamente, y se


va ella y entra Cristian De Nápoli, que es poeta –Cucurto es poeta y novelista
también–, y para esa época se pasan a editar más autores latinoamericanos,
como el chileno Raúl Zurita o Douglas Diegues que mencionaba antes.
Intervención de un asistente: ¿Cómo seleccionan el material actualmente?
Alejandro: Hay varios canales; cosas que nos gustaban, y también hemos
hecho concursos para nuevos valores. Hay gente que se acerca con su manuscrito
y lo pone a consideración, dicen: “bueno, léanlo, cualquier cosa me avisan”. La
mayoría no se publican, pero a veces pasa que alguien trae un manuscrito y lo
publicamos. Otras veces, viene gente que no tiene cabida en alguna editorial
por razones económicas o estéticas, y paga su edición especial a un costo, ob-
viamente mucho menor que en otros lugares, con un trabajo especial, ya que
cada libro es único, uno por uno.
Y generalmente se publican 500 ejemplares por título. Bueno, depende del
libro, a veces son mil ejemplares. Pero generalmente son libros muy pequeños,
cuando son novelas son novelas pequeñitas, libros amenos, lo que ayuda a que
la gente se acerque a la lectura.
No es que sacamos 500 libros de una vez, con las tapas y todo, sino que los
interiores salen todos juntos de la imprenta y a la mayoría los vamos guardando,
los guardamos ya doblados y engrampados. Y de a pocas cantidades se hacen
las tapas y se arman. Con un catálogo de más de cien títulos, tendríamos que
tener otro lugar de trabajo.
La otra cuestión es que desde hace unos años casi no trabajamos más con
fotocopias, sino que tenemos una máquina propia, una offset antiquísima alema-
na, y elaboramos todo ahí. Sacamos fotocopias solo de algunos libros que están
agotados, y si alguien los quiere salen bajo demanda. Pero afortunadamente el
grueso sale impreso, que es más barato también.

202
Crónicas del contacto de
traductores y escritores

Introducción
De oficios entre culturas: traductores,
escritores, editores
Marina Moguillansky*1

La relación literaria entre Brasil y Argentina ha sido, durante su larga historia,


un vínculo oscilante de encuentros y desencuentros. Esta alternancia responde
a los vaivenes de una relación compleja y difícil de caracterizar de un solo tra-
zo. Como sabemos, el vínculo entre estos países ha sido constituido desde sus
inicios por tensiones geopolíticas propias de la vecindad geográfica, intereses
contrapuestos en distintos ámbitos e imágenes ambivalentes del otro. Por ello,
la fórmula de los “vecinos distantes” captura en buena medida la dinámica de
la construcción de diferencias culturales entre ambos países.
La distancia entre Brasil y Argentina comienza pronto con la presencia de
dos lenguas, producto de dos colonizaciones rivales. Pero esta barrera idiomática
no siempre impidió el mutuo conocimiento de las literaturas nacionales, ya que
la misma ha sido frecuentemente levantada por la labor de diversos programas
de traducciones y colecciones, en muchos casos pioneras. Aún así, las tensiones
políticas en algunos períodos, y las razones de mercado en las últimas décadas,
siguen generando ausencias notorias y desconocimientos recíprocos en el mundo
de la literatura en particular y de la producción cultural en general.
*
Ver información bio-bibliográfica en la nota al pie de su artículo, reproducido en el Capítulo
II de este libro.

203
Marina Moguillansky

En cualquier caso, interesa apuntar que la relación literaria entre Brasil y


Argentina es producida no solamente por los accidentes geográficos, idiomáti-
cos, del destino o la naturaleza. Entre estos países se han desplegado estrategias,
prácticas y oficios de múltiples intelectuales –en el amplio sentido gramsciano
de este concepto– produciendo activamente la distancia o el acercamiento
culturales. Las figuras del diplomático, el traductor, el editor y el escritor tienen
una importancia central en esta historia de los vínculos entre Brasil y Argentina.
Las contribuciones de la siguiente sección nos traen un abanico de pers-
pectivas de algunos de aquellos sujetos que forjan cotidianamente las redes que
comunican las literaturas y las culturas de Brasil y Argentina. En sus relatos
aparecen la curiosidad, la pasión, el placer intelectual y la profesión como los
motores contingentes de un acercamiento hacia el otro que, como comenta
Mario Cámara, produce encuentros plagados de descubrimientos de intereses
recíprocos. La labor de traductores, editores y escritores tiende puentes entre
culturas, como señala Amalia Sato, las instala una en otra, las torna presentes,
aunque este acercamiento no resulte sin dificultades, conflictos o malos enten-
didos, como veremos en las intervenciones de Cristian De Nápoli y de Marcelo
Barbão. En definitiva, porque son encuentros que no se limitan a acercar dos
culturas homogéneas, autosuficientes y cerradas en sí mismas, sino que juegan
con las diferencias y los desequilibrios produciendo lugares nuevos, escrituras
híbridas, lenguajes compartidos.

204
Experiencias de una traductora
del portugués
Amalia Sato*1

Voy a referirme a mi experiencia como traductora. Debo decir que me siento


una privilegiada por los libros que me encomendaron traducir y por los que
fueron publicados por propuesta mía. Es curioso que en esto de lanzar nom-
bres, cuando una no está trabajando comprometida con ninguna institución,
se siente una suerte de libertad virginal: la sensación de que, a pesar de los ya
varios años de Mercosur, el desconocimiento mutuo todavía es tal que se puede
proponer con entusiasmo algo y eso puede sonar todavía a descubrimiento,
sobre todo viniendo con el toque de frescura que tienen las revistas literarias,
por citar algunas de las que difunden literatura brasileña o reflexionan sobre
los contactos: Grumo, Ricardito, Tsé-Tsé...
Pero creo que para situar mi relación y mi pasión por Brasil y su cultura,
puede resultar de interés relatarles mi pequeña hoja de ruta: en la década del
70 estudié portugués en el Centro de Estudos Brasileiros, cuando estaba en la
calle Ayacucho casi esquina Las Heras, en una vieja mansión de arquitectura
francesa con su aroma a madera y pisos encerados. Mi deseo de leer Grande
sertão: veredas, mi gusto por la bossa nova, todo eso me acompañó durante los
años de estudio con profesoras maravillosas como Maria Teresa Fernandez
Beyró, Maria Julieta Drummond o Silvia Estevan. Usábamos un libro editado
por Kapelusz y escrito por dos profesoras de la casa, ya fallecidas. Los ceb son
instituciones fundamentales en la difusión de la lengua y la cultura, esparcidos
por todo el mundo, con un criterio de imperio europeo sumamente afinado en
la valoración de la lengua. No había en mi época cátedra de literatura brasileña
*
Amalia Sato es profesora en Letras (uba), editora de la revista literaria Tokonoma, y profesora
de español para brasileños en la Fundación Centro de Estudos Brasileiros. Tradujo, entre otros,
a Haroldo de Campos, Clarice Lispector, Jorge Amado, Luis Alberto Fischer y Paulo Leminski. 

205
Amalia Sato

o portuguesa en la Facultad de Filosofía y Letras, y todo se hacía por curiosidad,


como sin obligación, y la biblioteca espléndida amparaba las lecturas. El tiempo
pasó pero no mi interés por Brasil, y desde hace más de diez años estoy a cargo
de los cursos de español para brasileños –un servicio que la funceb (Fundación
Centro de Estudios Brasileiros) presta a los compatriotas: allí, mi oído y mi
saber se ampliaron con las historias de los alumnos, que son un catálogo de
experiencias de todo ese enorme y diverso territorio.
A partir de 1994 empecé a editar una revista literaria, la revista Tokonoma,
traducción y literatura –con la peculiaridad de que siempre debía haber algo
de Japón en sus números. En el número 2 publiqué un ensayo de Haroldo de
Campos, Plumas para el texto, una conjunción ideal de teatro noh transcreado
al portugués y el parangolé de Hélio Oiticica obrando como el manto de plu-
mas de un ser angélico. Un poco cohibida por haberlo hecho sin contar con su
autorización, le escribí al autor, y su magnífica respuesta fue una autorización
permanente para difundir sus escritos. Y este es el nombre que va a guiar esta
exposición. Haroldo de Campos: el vertiginoso ensayista que parece cumplir
el precepto periodístico de “en cada línea una idea”, su definición de traduc-
ción como lectura de época, y de que, en consecuencia, una traducción puede
caducar y autorizar una nueva lectura y revisión. Lo considero un ejemplo en
la práctica de esa potencia poundiana para trazar puentes de palabras entre
culturas y, cosa increíble, sin traducciones en Argentina hasta las que propuse.
Y fueron dos los libros de Haroldo de Campos que se editaron por Inter-
zona y Adriana Hidalgo: Brasil transamericano (recopilación de sus ensayos
sobre literatura brasileña, sin retoques, para dar cuenta de una trayectoria con
sus aciertos y sus pátinas de tiempo) y Del arco iris blanco (libro que mereció
la portada del suplemento literario del diario La Nación por el ensayo sobre
Goethe). Sobre todo, este último libro representó un desafío como traduc-
ción –los textos originales, la transcreación haroldiana y mi traducción de la
transcreación– y también como diagramación. Sé que ya ambos son parte de
la bibliografía de cátedras universitarias. La idea de la traducción como una
operación de escritura de vanguardia, como una experimentación riesgosa que
leva el caudal del mundo literario de toda lengua, tiene en Haroldo de Campos
a un representante modélico, creo, para la lengua española.
Hago aquí un paréntesis para contarles que acabo de leer los trabajos de dos
argentinos que analizan el tema difusión y traducciones, y los voy a citar porque
me parecen dos pies fundamentales para situar el tema: Carlos A. Pasero y su
nota en la revista Graphos (Vol. 6, 2004, de la Universidad Federal de Paraíba),

206
VI. Crónicas del contacto de traductores, escritores y editores. Experiencias...

“Dos palabras del traductor Benjamín de Garay”, y el libro de Gustavo Sorá


(Universidad Federal de Río de Janeiro) Traducir el Brasil: una antropología de
la circulación internacional de ideas, Buenos Aires, Zorzal, 2003. Lo que ambos
señalan es la mayor circulación de traducciones de autores brasileños entre fines
de la década del 30 y del 40, la época de gloria de la industria editorial argentina,
y cuando también había programas de selección de autores que se cumplían. Y
un nombre que destella, como traductor en ese momento, es el de Benjamín de
Garay, de quien solo he podido saber que fue periodista del diario La Prensa y
que tradujo Mar morto de Jorge Amado, Urupês de Monteiro Lobato, Os sertões
de Euclides da Cunha, Casa grande e senzala de Gilberto Freyre, y a Graciliano
Ramos. Garay trabajó para la Biblioteca de Autores Brasileños traducidos al
español, dirigida por Ricardo Levene, miembro conspicuo de la Academia Na-
cional de Historia, quien convocó también a Julio Payró para traducciones del
portugués. Este impulso por dar a conocer el genio del alma americana nació,
según Sorá, de la simpatía que Bartolomé Mitre sentía por Brasil –una simpatía
histórica que venía de la alianza durante la guerra contra Paraguay. Las cartas de
Graciliano Ramos a Benjamín de Garay y la opinión del crítico Plínio Barreto
en O Estado de São Paulo sobre los criterios de traducción testimonian una
preocupación que actualmente no se expresa. Y cito otro trabajo interesante,
“Relações Brasil-Argentina: a cooperação cultural como um novo elemento de
reflexão historiográfica (1930-1954)”, de Raquel Paz dos Santos (xiii Encontro
de História anpuh, Rio). Realmente algo muy interesante para reflexionar,
pues ante las dimensiones del corpus que en tan poco tiempo se levantaron
entonces, la situación de los años 90 y la actual tienen visos de erráticas y dan
la sensación de estar esquivando autores fundamentales.
Creo que otros análisis merecerían también las décadas del 60 y 70, cuando
traductores como Santiago Kovadloff, Haydée Jofre Barroso, Juan García Gayo
o Lorenzo Varela se dedicaron sobre todo a la traducción de narrativa brasileña,
y crearon una serie de libros también ahora agotadísimos. Y la curiosidad de
consignar que Mi planta de naranja lima de José Mauro de Vasconcellos, que
era recomendado como lectura en las escuelas, convirtió a este autor en el más
popular y conocido.
Vuelvo a mis experiencias. Con subsidio de la Academia Brasileña de
Letras –tal vez ahí sí haya larvado un programa–, la editorial Adriana Hidal-
go publicó Revelación de un mundo de Clarice Lispector. Me encomendaron
la selección, la traducción y el prólogo: el título original en portugués –que
aclaremos no había sido elegido por la autora–, A descoberta do mundo, fue

207
Amalia Sato

modificado, seleccioné las crónicas que no resultaran demasiado locales, y me


entregué a la tarea mediúmnica de capturar un ritmo. De más está decir que tal
era la expectativa por volver a leer a una autora de culto y ya inhallable, que el
libro se transformó en un acontecimiento. Y en el prólogo rendí homenaje al
misterio con el que Clarice gustaba escudarse. Un libro complejísimo: cuentos,
páginas de diario, crónicas a la manera Lispector, a tal punto efervescente que
la humorista Maitena dijo en un reportaje que era el tipo de escritura que le
gustaría ejercer en el futuro. Sé que en España están reeditando libros de Clarice,
inicialmente publicados en Argentina, y no puedo dejar de mencionar a otro
traductor fundamental, recientemente fallecido, el argentino Mario Merlino
(1948-2009), que tradujo algunos títulos, y a Juan García Gayo, que en una
mesa sobre traducción rindió homenaje a su esposa brasileña Inosha, que fuera
su consejera. A medida que traducía a Lispector, me iba preguntando hasta qué
punto su estilo no era también deudor del humilde discurso de las empleadas
domésticas que tanto la inquietaban y que tal protagonismo adquieren en
sus relatos cotidianos, con esa sentenciosa escansión nordestina –que tanto
tiene de tantas cosas, pero también del sefaradí de los conversos que vinieron
a América, y con el que el oído afinado de Clarice, con su formación judaica,
se habrá estremecido.
Y llego a Doña Flor y sus dos maridos, que ya iba por su décimotercera edición
en Editorial Losada, en la traducción de Lorenzo Varela (1915-1978). Me gus-
taría dar noticia de este traductor, poeta en lengua gallega, comunista, exiliado
español, que pasó un tiempo en México antes de recalar en Buenos Aires, donde
se integró al grupo de exiliados republicanos y se desempeñó como crítico de
arte en El Mundo, Clarín, La Nación, El Hogar, y en el programa radiofónico
“Hora Once” (junto con Horacio Cóppola), que en 1975 tradujo la celebérrima
novela de Jorge Amado, y que en 1976 tuvo que exiliarse en Madrid por el
golpe militar. A propósito, ante los embates del Estado Novo, también Jorge
Amado, al igual que Monteiro Lobato, pasaron un tiempo como refugiados en
Buenos Aires. Debo decir que al emprender la tarea revisé cuidadosamente la
magna tarea de Varela, pues cuando se retraduce, no se trabaja contra la versión
anterior sino sobre ella, y me impresionó cómo las palabrotas y groserías del
original eran suavizadas –es bien sabido que Amado es un autor que emplea un
vocabulario con muchas palabrotas y hace juegos de doble o triple sentido–,
y cuántos términos que ahora ya podían transcribirse porque eran familiares,
habían sido traducidos buscando las versiones más aproximadas en español. Eran
los criterios de la época, la inevitable marca del tiempo. En mi versión danzan

208
VI. Crónicas del contacto de traductores, escritores y editores. Experiencias...

las bastardillas para muchas palabras portuguesas que implosionan en la lengua


españolaporque ya son parte del saber de los lectores. Decisión que es para mí
una de las marcas más fuertes en el trabajo, y que significa una apuesta por la
fluencia entre culturas. Algunos le criticaron a la edición de Losada la falta de
un glosario con los nombres de los platos culinarios mencionados: pues en mi
traducción me jugué por dejarlos en portugués, así como a las invocaciones
religiosas. Y hubo una sugerencia que no me aceptaron, porque los editores
juzgaron que el “Doña” del título era ya una marca de fábrica: propuse cam-
biarlo por Señora, La señora Flor y sus dos maridos, pues la viuda tiene solo
30 años, y el dona del portugués es nuestro señora social, aunque una española
me advirtió que en la Península es lo contrario.
Y para terminar, diría que esa sí sería una estadística interesante: ver
cuántos términos de la lengua portuguesa fueron incorporándose a lo largo
de las traducciones, saber cuánto confiaron los traductores en que la similitud
fonética y el conocimiento sobre la otra cultura permitirían abrir, como en la
selva, pero de las palabras, nuevos senderos conceptuales: transcribir, instalar
una lengua dentro de otra. Y concluyo: en el campo cultural, en el campo de
traducciones, queda mucho por hacer. Frente a la rivalidad folclórica, futbolís-
tica, estereotipada –y hasta vergonzosa, como lo prueba una nota reciente en la
revista La Nación, donde un supuesto especialista repite la burda rivalidad por
la belleza de las mujeres–, queremos contrastar momentos anteriores iniciales:
en la Argentina, la Biblioteca de novelistas brasileños de Editorial Claridad y
la Biblioteca de autores brasileños traducidos al castellano del Ministerio de
Justicia y Educación; en Brasil, especularmente, la Coleção Brasileira de Autores
Argentinos (dirigida por Pedro Calmon), empresas que en 1937 ya señalaban
un rumbo lúcido que no se continuó. Y debemos situar nuestro propio trabajo,
con más conciencia de lo hecho y por hacer.

209
El escritor, el traductor
Cristian De Nápoli*1

Es un gusto para mí participar de esta mesa. Conforme al tema o a lo que tene-


mos en común los que estamos de este lado, se me ocurre empezar contándoles
que yo empecé traduciendo poesía del inglés, algo que, como se imaginan
tratándose de poesía, es una decisión absolutamente personal, que no está
mediada por ningún pedido externo. Empecé con eso hace unos diez años, y
empecé con un libro de poemas de William Carlos Williams que todavía no
pude terminar de traducir. Es el tercer libro de poemas que publicó, se llama
A Collection of poems al que quiere, o sea, tiene un título híbrido en inglés y
español. Williams tenía familia puertorriqueña. Y con ese libro todavía estoy,
o mejor dicho, cada tanto me meto. Es un trabajo difícil traducir poesía; por
momentos te da una enorme felicidad, por momentos te da la sensación de que
estás ahorcando a un ser querido con un repasador hirviendo.
Con el portugués me animé hace más o menos unos cinco años, también
al principio con poesía. Supongo que es materia de discusión, pero no está mal
decirlo: con la traducción del portugués me siento más tranquilo. Creo que,
estructuralmente, son dialectos nuestras lenguas, esa es mi sensación. En su
momento, tuve la necesidad de aprender lenguas como el finlandés, y se me
reforzó aún más esta idea. El portugués, entonces, se me hace un dialecto, lo
cual no quita que uno pueda mandarse los peores errores de su vida por esa
sensación de cercanía.
Se me ocurre empezar por algo que quizás es un detalle para el tema de
esta mesa: algunos problemas puntuales que a mí me surgieron con la traduc-
ción español-portugués y que me hicieron pensar o conectar con otra cosa. Es
parte de algo que por ahora estoy escribiendo en el aire, un ensayo sobre el
traductor, sobre el escritor, y en particular sobre una figura de escritor que yo
*
Ver información bio-bibliográfica en su introducción a las “Crónicas del contacto editorial”,
reproducida en este libro.

211
Cristian De Nápoli

llamo escritor-peligro. Pero antes de ponerme a hablar de eso quiero leerles un


poema que escribí hace un tiempo, poco tiempo. Es un poema que habla de
un arquero-volante. Los que juegan al fútbol seguramente saben lo que es un
arquero-volante. Es el arquero que explora la posibilidad de salir, jugar, moverse
por toda la cancha como un mediocampista o un delantero e incluso hacer
goles. Les leo entonces el poema:
Corrijo, traduzco, tipeo, edito
textos distintos entre sí
y aprovecho estos minutos para sentarme
en la plaza, donde un pelotazo me pasa cerca.
Alcanzo a ver carpetas en el piso de barro, son
como las de mi pc, contenedores de tareas
cada una con sus pautas, no coinciden
aunque nunca falta el que dice modos
de la escritura –no me quejo, ya si de celebrar se trata
solo tengo a mano este maravilloso
tres contra dos esquivando árboles
que juegan los chicos de la escuela República de El Salvador.
Todos corremos. Con más plata en el bolsillo
habría más modos, nuevas ramificaciones.
Podría leer, aplacaría la hora de los postres
devorando un novelón o uno de esos ensayos
acerca de la extinción de las grandes obras.
El equipo de tres le hizo un gol al equipo de dos.
Podría escribir en vez de hacer estos trabajos
que hacen los que escriben. Del año que viene
no sé nada –obra abierta durísima.
Alguien tiene que hacerse cargo de la pelota y viene
el más dinámico del dúo. Yo escribo como él ataja:
haciendo siempre otra cosa. Somos arqueros volantes.
Solo que a mí me opaca, más que la edad, la precaución.
A él, en cambio, hay que verlo con esa cara
de que todo está en orden, es experto en saltearse
la sospecha o el temor a que lo sorprendan con un gol,
cuando repasa la jugada y dice “¡qué podía hacer!”
esas palabras, débiles fuera del circuito
de este teatro alternativo, dan la pauta
de lo que nos separa: mi esfuerzo no me es indiferente.

212
VI. Crónicas del contacto de traductores, escritores y editores. El escritor, el traductor

Es un poema inédito, lo quise traer como anécdota porque hace poco lo


empezó a traducir un escritor brasileño y tuvo varios problemas, empezando
por esta cuestión del arquero-volante, esa especie de rol mixto que en Argentina
se da en los partidos callejeros, sobre todo entre niños. En Uruguay también
existe: se llama golero-peligro, nombre que encuentro mucho más lindo. En
Chile también, allá se llama arquero-jugador, curioso que los chilenos, que
tienen excelentes poetas, no hayan encontrado a nivel popular un nombre
más interesante.
Y la persona que está traduciendo el poema me mandó este comentario: el
arquero-volante en Brasil no existe, no hay. No está el signo, no está el signi-
ficado, no está el significante. Lo cual tiene su lógica, porque en Brasil es muy
fácil que para un partido de fútbol callejero enseguida consigan diez personas,
y entonces ya no hay necesidad de un arquero que sea tan lanzado como para
llenar esos huecos que deja la escasez de jugadores. En Brasil, digamos, enseguida
se encuentran las personas que van a llenar las funciones necesarias (arquero,
defensor, mediocampista, delantero), y cada una a su función. En Buenos Aires,
por el contrario, esto del arquero-volante es de lo más común entre los chicos,
que por ahí se quieren juntar a jugar y son cinco, entonces hará falta que un
equipo tenga un jugador cumpliendo esa doble función.
Para mí, esa anécdota fue una pequeña epifanía: en Brasil no hay arquero-
volante. No soy mucho de hablar de fútbol, pero me pareció que esta vez
ameritaba, porque dice mucho. La primera cuestión que a mí me decía es que
en Brasil tampoco existe el escritor-volante del que también está hablando el
poema. No existe el escritor que tiene que traducir, o ser docente, o ser correc-
tor. Digo: seguramente los hay, y si nos ponemos a pensar van a salir ejemplos.
Mi experiencia de ir muchas veces a Brasil me indica que la gran parte de los
escritores –los narradores, sobre todo– viven de escribir; ni siquiera de traducir,
ni siquiera de cronistas. Hay cronistas, que es todo un género allá, y hay escri-
tores que son cronistas, como Xico Sá: un tipo que lo que escribe son crónicas
y de eso vive. Pero el narrador puede, en líneas generales, vivir de derechos de
autor, de participar en la enorme red de festivales y encuentros literarios que
hay en Brasil, estando una semana en Fortaleza, otra en Porto Alegre, y así.
Todo esto lo veo y lo digo a nivel estructural; no sé qué es mejor, si lo de acá o
lo de allá, y por eso creo que me interesa como asunto para un ensayo, porque
no tengo un prejuicio al respecto.
¿Cómo lo relaciono esto con la traducción? Yo les había hablado de esto del
escritor-peligro. Evidentemente, hay en Brasil toda una tradición de escritores

213
Cristian De Nápoli

que se volcaron a la traducción sin una necesidad económica; que empezaron


a traducir o se volcaron con más tiempo a la traducción haciendo acuerdos
con editoriales pero sin esa necesidad, digamos, vital de que se les pague. Se
me viene a la mente Haroldo de Campos, que era un genio. Son temas que les
decía que no sé a dónde me van a llevar, pero lo que me parece bastante claro
es que el oficio de escritor-traductor acá es muy diferente. Siempre pensando
en textos literarios, no en traducciones de documentos y demás, me parece
que acá en realidad es el escritor, que también es traductor, alguien que está
preparado para traducir tal como puede estarlo un brasileño o quien sea, pero
con la particularidad, por lo menos en este pequeño marco de dos países que
estoy tomando, de que encuentra en la tarea de traducir ese ingreso económico
que el “oficio” de escritor no le reporta. Lo que me lleva a pensar, quizás en
una idealización poco fundamentada, que la traducción literaria en Brasil es
un ejercicio mucho más soberano. Habría que pensarlo más finamente, insisto.
Pero mi sensación es esa. Y de esto desprendo la consecuencia de que también el
oficio de escritor en Brasil es más soberano. Pero de esto era un poco de donde
partía cuando dije que allá los escritores cobran sus derechos de autor y demás.
Acá, me parece, el único que vive de derechos de autor, exceptuando a los tipos
que están en ese nivel de “pensadores de la argentinidad” como Marcos Aguinis,
es César Aira. Y Aira es justamente alguien que dejó de traducir por necesidad
y hoy solo traduce cuando se le antoja y lo que se le antoja.

214
El proyecto Amauta
Marcelo Barbão*1

Voy a empezar contando cómo llegué al español. En un evento donde hay


muchos argentinos a los que les encanta la literatura brasileña, debo decir que
llegué a la literatura latinoamericana como una forma de rechazo por algunas
características de la literatura brasileña. Me siento cerca de algunas figuras clá-
sicas como Oswald de Andrade, Haroldo de Campos y Guimarães Rosa, pero
de otras no: siento, por diversas razones, una distancia particular, por ejemplo,
hacia Machado de Assis.
A los catorce años llegó a mis manos un libro llamado O jogo da amarelin-
ha y me encantó; llegué al “boom latinoamericano”. Allí empecé a conocer a
varios escritores con los que me identifiqué mucho más que con los escritores
de mi país. A Jorge Amado, por ejemplo, no lo leo porque me parece que es
una visión estereotipada de Brasil.
Al final de los años 90 hubo una época en que no se publicaron muchos
escritores latinoamericanos de lengua española en Brasil. Hay como un espacio
de tiempo luego de los que venían del “boom”, que se publicaron entre fines
de los años 80 y principios de los 90, en el que no se publicó mucho. Yo estaba
en ese momento haciendo una maestría en teoría literaria en la puc de San
Pablo; ahí conocí a Vanderley Mendonça. Charlamos y comenzamos a pensar
cómo publicar en Brasil libros que no sean muy costosos y que sean inéditos.
Cómo podría hacerse lo que iba a ser Amauta. Escritores de lengua española
que fueran inéditos en Brasil, de nuestro gusto “anticomercial”. Y ahí se abrió la
editorial en 2003. Conmigo estaba Vanderley, que es un artista gráfico bastante
bueno y que vivió en España mucho tiempo; es además un poeta importante,
interesante, que no ha publicado mucho porque no le gusta. Y también esta-
*
Marcelo Barbão es escritor y traductor. Nació en San Pablo en 1967 y vive en Buenos Aires
desde 2008. Publicó dos novelas en portugués, Acaricia meu sonho (Amauta, 2007) y A mulher
sem palavras (Vieira & Lent, 2010), y está preparando ahora su primera novela en castellano.

215
Marcelo Barbão

ba Stella Maris que es mi compañera, una argentina que conocí en Brasil. Y


comenzamos con dos libros un poco difíciles. Vanderley hizo la traducción de
Crímenes ejemplares y yo hice la traducción de Farabeuf de Salvador Elizondo.
Empezamos a discutir si lo traducíamos en 2002, y llegamos a hacerlo en 2004;
ahí empezó la editorial. Lo cual fue una cosa muy interesante, pues no había
editoras grandes que publicaran literatura de lengua española. La llegada de
las editoras españolas a Brasil fue entre 2005 y 2007. Por ejemplo, Planeta
comenzó en 2005 aproximadamente, luego se produjo la compra de Objetiva
y otras. Cuando nosotros comenzamos aún no había ninguna editora de estas
características en Brasil. Amauta, una editorial de “fundo de quintal”, fue una
editorial hecha por nosotros mismos. Los libros son lindos porque Vanderley
trabaja en uno de los establecimientos gráficos más grandes de Brasil, y a través
de él tiene varios contactos con los cuales llegamos a unos acuerdos. Nosotros
hacíamos la revisión, la corrección y el diseño de las tapas, así que contábamos
con todos estos costos ya cubiertos.
Los primeros dos libros aparecieron en periódicos de Brasil, desde la Folha
de São Paulo hasta O Globo, y otros. Con entrevistas en las que nos pregunta-
ban quiénes éramos nosotros y cómo publicábamos literatura latinoamericana.
Aparecimos más que los libros en algún momento. Llegamos a tener una página
completa en la Folha con un fragmento del libro de Elizondo y una reseña y
crítica muy buenas. Y ahí seguimos, fuimos “lapidando”, descubriendo un poco
cómo era el mercado, pues una cosa es para Jorge Amado y otra el segmento
de mercado para nosotros. Bajamos la tirada de los libros a 500, y así hicimos
una distribución localizada; no llegaríamos a todo Brasil pero sí a las principales
ciudades. Yo hice la traducción de Farabeuf, un gran libro, para mí uno de los
mejores, y también de Martín Kohan, de su libro Dos veces junio, que salió en
2005 y ahora se publicó nuevamente por Companhia das Letras, ya que ganó
el premio Herralde con Ciencias morales; incluso se piensa reeditar, ya que está
agotado. Otro libro argentino es Boca de lobo, de Sergio Chejfec, un escritor
que vive en EE. UU., que me pareció un libro fenomenal. Nos hicimos amigos;
ambos contamos con ayuda de distintas fundaciones como la Cervantes, que
pagó el pasaje para que él pudiera venir a San Pablo para participar del evento
“Balada Literária”. A Martín Kohan nosotros pudimos pagarle el viaje para que
también pudiera asistir. Es interesante que se produzca, cuando es posible, el
intercambio entre los escritores. Como nuestras tiradas son reducidas, y es buena
la repercusión en la prensa, se vende mucho más con la presencia del escritor ahí
en el evento; por ello, para nosotros vale la pena pagar el pasaje de los autores.

216
VI. Crónicas del contacto de traductores, escritores y editores. El proyecto Amauta

La editorial sigue abierta, los libros se siguen vendiendo, pero Stella y yo


vinimos a vivir acá y Vanderley se quedó en Brasil; él armó un sello propio que
publica libros de arte, libros objeto. A fines de 2008 publicamos las Greguerías
de Ramón Gómez de la Serna; nos llevó como cuatro años traducirlo y adap-
tarlo. Publicamos una edición muy chica de 50 ejemplares que se vendió toda,
traducida por Vanderley.
Luego de eso, yo, que era básicamente un periodista, me dediqué full
time al trabajo de traducción, más del inglés que del español, pues en Brasil se
publican más libros que vienen del inglés que del español. Traduje a Juan José
Millás, que va a salir por Planeta, y también un libro infantil del subcoman-
dante Marcos, La historia de los colores. Como comenté, en 2005 empiezan
a ingresar las editoriales españolas en Brasil; allí comienzan a traducirse más
libros latinoamericanos o españoles, pero con una línea distinta, más orientada
a los best sellers, o a autores como Martín Kohan cuando gana el Herralde; no
es nuestro criterio, pero publicar así es mejor que no publicar nada. Ahora veo
que en el mercado brasileño faltan varios autores argentinos, especialmente los
nuevos. En este momento estoy en tratativas de vender a la editorial Planeta
Un chino en bicicleta, de Ariel Magnus, un libro que me pareció muy bueno.
Y otra cosa que quería mencionar es que la mayoría de los autores brasileños
no vive de los derechos de autor, incluso algunos grandes tienen otros empleos,
relacionados con la literatura, como Marcelino Freire, Joca Terron y Xico Sá.
Se comienza a ganar cuando los libros se venden en el exterior, en Europa por
ejemplo, como es el caso de Milton Hatoum, pero en Brasil no se gana mucho.

217
Operación Grumo
Mario Cámara*1

La revista Grumo es un emprendimiento que realizamos entre Brasil y Argentina.


Los editores somos Diana Klinger, argentina que vive en Río de Janeiro desde
hace varios años; Paloma Vidal, que nació en Argentina y vive desde los dos
años en Brasil, actualmente en San Pablo; Paula Siganevich y yo, que vivimos
en Buenos Aires. La revista surgió como idea y como proyecto en 2002, más
precisamente en marzo de 2002. Fue un mes muy particular para los argen-
tinos porque estábamos en plena crisis. Viajé a Río de Janeiro y allí conocí a
Paloma Vidal. De ese encuentro surgió la idea de hacer una publicación, en
primer lugar en Internet. En ese esbozo inicial de proyecto también estaba
Mauro Gaspar Filho. La idea era cruzar intereses: mi interés por la cultura y la
literatura brasileña, y el interés de ellos por la cultura y la literatura argentina.
Mauro, por ejemplo, era fanático de Ricardo Piglia. O sea que en el origen del
proyecto ya se daba este cruce que a nuestro entender es uno de los rasgos más
interesantes de la revista.
Dedicamos todo el 2002 a preparar el primer número y lo editamos en
marzo de 2003. En ese lapso se sumó Paula Siganevich, que realizó dos aportes
*
Mario Cámara es profesor, crítico y traductor. Es doctor en Letras por la Universidad de Buenos
Aires. Actualmente, da clases de Literatura Brasileña y Portuguesa y de Teoría Literaria en la
Universidad de Buenos Aires y es coordinador académico del Programa en Cultura Brasileña
en la Universidad de San Andrés. Ha publicado Cuerpos paganos. Usos y efectos en la literatura
y el arte brasileños (1960-1980); El caso Torquato Neto: diversos modos de ser vampiro en Brasil
en los años setenta; y Experiencia, cuerpo y subjetividad: nuevas reflexiones. La literatura brasileña
y argentina del presente (compilación en colaboración con Luciana di Leone y Lucía Tennina).
Ha compilado y traducido Delirios líricos de Glauco Mattoso; Leminskiana, antología variada
de Paulo Leminski, y Poema sucio / En el vértigo del día de Ferreira Gullar (en colaboración con
Paloma Vidal). También ha traducido María con Marcel en los Trópicos de Raúl Antelo (en cola-
boración con el autor) y Ubirajara de José de Alencar (en colaboración con Gonzalo Aguilar).
Es editor de la revista Grumo, literatura e imagen (Premio Ministerio de Cultura, Brasil, 2007)
y administrador del sitio web www.salagrumo.org.

219
Mario Cámara

por demás significativos. En primer lugar, apuntó a dotar a la revista aun de


más especificidad, y de allí surgieron las secciones temáticas que caracterizaron
a Grumo desde el comienzo. Con ello, evitamos la heterogeneidad un poco
aleatoria que caracteriza a muchas publicaciones. Y por otra parte, nos propuso
tomar contacto con el diseñador gráfico Esteban Javier Rico, quien le dio el
formato definitivo que mantenemos hasta hoy.
Editamos nuestro primer número en el mes de marzo de 2003. Hicimos
sendas presentaciones en Buenos Aires y Río de Janeiro, y fuimos sorprendidos
por la extraordinaria recepción que tuvo la revista. A partir del segundo núme-
ro se sumó Diana Klinger y el equipo definitivo quedó conformado. Hoy, en
2010, podemos afirmar que Grumo pasó de revista a proyecto. Tenemos ocho
números publicados, uno de ellos doble y premiado por el Ministerio de Cultura
de Brasil, hemos armado un sitio web –www.salagrumo.org– que renovamos
mes a mes, hemos editado tres libros de ensayos –Crítica acéfala de Raúl An-
telo; Telquelismos latinoamericanos de Jorge Wolf e Itinerarios antropófagos de
Gonzalo Aguilar– y estamos próximos a editar dos libros de poesía como parte
de una colección en colaboración con la editorial vox –uno de Marcos Siscar
y otro de Paula Glenadel.
Siempre pensamos la revista como un espacio híbrido entre la universidad y
un afuera de la universidad. Todos los editores provenimos de la universidad pero
no pretendíamos transformar a Grumo en una revista únicamente académica,
aunque queríamos poseer el rigor y la reflexión que puede producir el espacio
universitario. Nuestro objetivo consiste en conjugar la reflexión y el pensamien-
to con la creación poética y la imagen. A partir de ello creamos una revista que
dispone de secciones fijas. Una de ellas es un dossier que se articula a partir de un
eje temático. El primer número giró en torno a las literaturas abyectas, el segundo
en torno a las escrituras del yo, el tercero abordó la relación entre la literatura,
la ética y la política, el cuarto se centró alrededor de las ideas de “invención”,
“migración” y “traducción”, el quinto se enfocó sobre “comunidades”, “fronteras”
y “territorios”, el sexto sobre las experimentaciones urbanas, el séptimo sobre los
Estados del presente y el octavo abordó el concepto de “anacronismo”.
Otra sección es la de poesía, que a veces se subdivide en dos. Una sección
dedicada a un poeta más reconocido, que a veces traducimos, como por ejem-
plo hicimos con Tamara Kamenszain y Arturo Carrera, y otra sección que
dedicamos a autores más jóvenes. Allí publicamos, por ejemplo, a Washinton
Cucurto, Cecilia Pavón, Cristian De Nápoli, Pedro Amaral, Guilherme Zarvos.
En algunos casos hemos hecho la experiencia de que se traduzcan entre ellos.

220
VI. Crónicas del contacto de traductores, escritores y editores. Operación Grumo

Por último, nos parece interesante reivindicar la revista como soporte. Una
revista es un vehículo ideal para la difusión, la creación de redes y el ejercicio
de la libertad. Sobre todo, una revista como Grumo, que en algún punto es
precaria. Se sostiene por el aporte de los editores y esa precariedad permite la
constitución de un espacio en el cual el entusiasmo puede circular con mayor
libertad que en otras instituciones. En efecto, dada su composición etérea y
virtual, dada su ajenidad al circuito académico, dada su prescindencia de la
publicidad, hace que tengamos una libertad enorme a la hora de pensar e ima-
ginar cada número y que se cree ese espacio que nos parece propicio para que
el entusiasmo se mantenga.

Ofrecemos a continuación una síntesis de los números y las acciones de


Grumo.
Algunos de los colaboradores de Grumo 1 (marzo, 2003): Alejandra Laera,
Gonzalo Aguilar, Lola Arias, Santiago Llach, Pedro Amaral, Solange Rebuzzi,
Laura Erber, Nicolás Rosa, Ademir Assunção, Glauco Mattoso. Ilustración:
Esteban Javier Rico, El Fantasma de Heredia. Diseño: Esteban Javier Rico,
Belén Specius, Jorge McLennan. Editores: Mario Cámara, Paula Siganevich,
Paloma Vidal.
Algunos de los colaboradores de Grumo 2 (noviembre, 2003): Gênese
Andrade, Roberto Retamoso, Karl Erik Schøllhammer, Luciana di Leone,
Denílson Lopes, Florencia Garramuño, Eduardo Vidal, Osvaldo Baigorria,
Adrián Cangi, Raúl Antelo, Lucia Castello Branco, Pedro Amaral, Alejandra
Kleiman, Andrés Moguillanes. Ilustración: Cabelo, José Eduardo Barros. Di-
seño: Esteban Javier Rico, Belén Specius, Jorge McLennan. Editores: Mario
Cámara, Paula Siganevich, Paloma Vidal.
Algunos de los colaboradores de Grumo 3 (septiembre, 2004): Augusto
de Campos, Haroldo de Campos, Reinaldo Jiménez, Amalia Sato, Roberto
Echavarren, Luciana di Leone, César Aira, Luiz Ruffato, Augusto Boal, Peter
Pal Pelbart, Sandra Contreras, Arturo Carrera, André Dick, Cristian De Nápoli.
Ilustración: Fabiana Barreda. Diseño: Esteban Javier Rico, Belén Specius.
Editores: Mario Cámara, Diana Klinger, Paula Siganevich, Paloma Vidal.
Algunos de los colaboradores de Grumo 4 (octubre, 2005): João Gilberto
Noll, Josefina Ludmer, Raúl Antelo, Ítalo Moriconi, Gonzalo Aguilar, Adrián
Cangi, Laura Fernandez Cordero, Wilson Bueno, Mauro Gaspar Filho, Pedro
Amaral, Frederico Oliveira Coelho, Claudia Doce, Joca Wolf, Jorge La Ferla,
Daniel Link, Guilherme Zarvos, Reinaldo Laddaga, Luciene Azevedo, Antonio

221
Mario Cámara

Andrade. Ilustración: Ivana Vollaro. Diseño: Esteban Javier Rico, Belén Spe-
cius. Editores: Mario Cámara, Diana Klinger, Paula Siganevich, Paloma Vidal.
Algunos de los colaboradores de Grumo 5 (noviembre, 2006): Denílson
Lopes, Idelber Avelar, Isabel Quintana, Mónica Bueno, Tamara Kamenszain,
Osvaldo Lamborghini, Gabriel Giorgi, Gonzalo Aguilar, Nancy Fernandez, Joca
Wolf, Rosana Kohl Bines. Ilustración: Laura Erber. Diseño: Esteban Javier
Rico. Editores: Mario Cámara, Paula Siganevich, Paloma Vidal.
Algunos de los colaboradores de Grumo 6 (diciembre, 2007): Jens Ander-
mann, Denílson Lopes, Karl Erik Schøllhammer, Guilherme Zarvos, Marildo
Nercolini, Alvaro Fernandez Bravo, Carlos Capela, Saint-Clair Cordeiro da
Trindade, Florencia Garramuño, Claudia Kozak, Eneida Leal Cunha, Angelica
Madeira, Angela Prysthon, Isabel Quintana. Ilustración: Lara Marmor, Ana
Amorosito (curadoras). Diseño: Esteban Javier Rico. Editores: Mario Cámara,
Diana Klinger, Paula Siganevich, Paloma Vidal.
Algunos de los colaboradores de Grumo 7 (diciembre, 2008): Nancy Fernan-
dez, Edgardo Berg, Rafael Gutiérrez Giraldo, Edgardo Dieleke, Gabriel Giorgi,
Márcio Seligmann-Silva, Rery Maldonado, Diego Iturriza, Eduardo Fariña,
Sayak Valencia, Laura Giordani, Martín Bakero Carrasco, Diego Palmath,
Evando Nascimento, Margo Glantz, Francisco Alvim, Carolina Puente, Alan
Courtis, Frederico Coelho, Max Gurian, Amalia Sato, Eduardo Vidal, María
Lúcia Verdi. Ilustración: Timo Berger. Diseño: Esteban Javier Rico. Editores:
Mario Cámara, Diana Klinger, Paula Siganevich, Paloma Vidal.
Algunos de los colaboradores de Grumo 8 (abril, 2010): Jordana Blejmar,
Valentín Diaz, Leonor Arfuch, Raúl Antelo, Ilana Feldman, Cesar Migliorin,
Antonio Zirión. Ilustración/Diseño: Esteban Javier Rico. Editores: Mario
Cámara, Diana Klinger, Paula Siganevich, Paloma Vidal.
Algunos de los colaboradores de Grumo 9 (marzo, 2012): Luis García, Ana
Longoni, Micaela Kramer, Sergio Chejfec, Pablo Gasparini, Idelber Avelar, Ana
Amado, Jorge Wolff, Antonio Andrade, Célia Pedrosa. Diseño: Esteban Javier
Rico. Editores: Mario Cámara, Diana Klinger, Paula Siganevich, Paloma Vidal.

222
Reflexiones finales I
Gonzalo Aguilar*

El título “Passo da Guanxuma: ficciones de argentinos sobre Brasil y ficciones


de brasileños sobre Argentina”1 es muy auspicioso, ya que es muy indicativo de
algo que sucede cada vez que se habla de la relación entre Argentina y Brasil:
que vivimos en esas ficciones. Son esos dos grandes núcleos, Argentina y Bra-
sil, que en realidad son muy diversos; se piensan el uno al otro y comienzan a
generar ficciones que tienen que ver con la idealización de una cultura “otra”,
por la que uno se encuentra con un brasileño y se da una especie de diálogo
en el que uno alaba todo lo que pasa en Brasil y el brasileño habla de lo bueno
que encuentra en Argentina y las cosas que ve. Lo que esconde siempre una
frustración con la cultura propia. Y eso, de alguna manera, tiene que ver con
ese efecto “ficcional” que está puesto en el subtítulo de estas jornadas.
Muchas veces se plantea esa relación como una relación de conocimiento
entre brasileños y argentinos y, como digo siempre, este conocimiento está de
alguna manera impedido por esta noción de ficción; también, de alguna manera,
por estos dos grandes modelos de ordenamiento nacional en el cual se piensa
a esta relación, que desvía a veces lo que debería ser una relación pensada en
otros términos.
Esta línea de conocimiento se articula con otra que pienso que es mucho
más concreta y que me parece fundamental, que es la institucional y que se
manifiesta en este encuentro. Existe una relación dada por el Mercosur, como
*
Gonzalo Aguilar es investigador del conicet y profesor de Literatura brasileña en la Facultad de
Filosofía y Letras de la uba. Es autor de Poesía concreta brasileña: las vanguardias en la encrucijada
modernista (2003, traducido al portugués), Otros mundos: ensayos sobre el nuevo cine argentino
(2005, traducido al inglés), Episodios cosmopolitas en la cultura argentina (2009), Borges va al cine
(2010, en colaboración con Emiliano Jelicié) y Por una ciencia del vestigio errático. Ensayos sobre
la antropofagia de Oswald de Andrade. (2010).
1 
Se refiere al título original de las jornadas: “Encuentro Cultural Passo da Guanxuma: ficciones
de argentinos sobre Brasil/ficciones de brasileños sobre Argentina”.

223
Gonzalo Aguilar

todos sabemos, y que desde el punto de vista práctico nunca pudo llevar a cabo
aquello que en su fundación se prometió. Y donde más lo noto es en lo que
serían las becas para los estudiantes de inicio, lo que me parece que sería lo más
importante para implementar: que vengan estudiantes de Brasil a Argentina y
que vayan estudiantes de Argentina a Brasil. Ese tipo de intercambio es lo más
concreto, lo más útil, y quizá no tanto esa especie de discursos vacuos sobre
las relaciones de conocimiento entre Argentina y Brasil. Ahí hay una serie de
medios jurídicos, políticos y económicos que de alguna manera están pero que
nunca se han instrumentado, no se han concretado. Y ha faltado esa voluntad
política. Esto se basa en lo que serían las relaciones de gobierno, pero hay otro
fenómeno que es bastante interesante, que es el de las relaciones entre los propios
organismos, a veces privados, que van estableciendo relaciones de incentivos
o de subsidios. Y en el caso de la Argentina me parece que en los últimos años
se dio un fenómeno muy interesante, y es que una parte de la cultura artística
comienza a estar subsidiada por Brasil. Esto me parece que es un fenómeno
que va a ser cada vez más fuerte. Por ejemplo, el hecho de que Petrobras esté
en varios eventos, y en algunos casos que no tienen que ver necesariamente con
Brasil, o el futuro Itaú que está pronto a abrir en Argentina, que ya de algún
modo está actuando aunque no como lo hace Petrobras. Ahí hay un punto muy
interesante para pensar qué es lo que está pasando con ese apoyo y cuál sería la
acción recíproca, es decir, en qué punto eso está pasando en Brasil. Me parece
que hay muy pocos casos, quizás el caso del año pasado de la Fundación Proa
cuando llevó la muestra de Duchamp, que fue un caso muy especial de una
muestra que comenzó en Argentina y luego fue trasladada a Brasil, si bien el
artista no era argentino sino francés.
En este entramado de la cultura política institucional, y cuando uno habla
de las relaciones Argentina-Brasil, uno debería hacerse unas preguntas, o yo
por lo menos me las hago en el rol que me toca, que es el de dar clases en la
Universidad de Buenos Aires en la cátedra de Literatura brasileña y portuguesa:
¿por qué uno debería pensar que al otro debería gustarle la literatura brasileña?
¿Por qué deberíamos leer literatura brasileña? ¿Por qué deberíamos ver cine
brasileño? La exposición de Marina Moguillansky va en ese sentido. Y aquí me
gustaría utilizar las metáforas que se plantearon para pensar las relaciones entre
Argentina y Brasil, de las cuales una sería la del Passo da Guanxuma, de la cual
ya hablaron un poco y que refiere a esta ciudad inventada por Caio Fernando
Abreu, inspirada, según sus palabras, en la Santa María de Onetti, y que piensa
a partir de esa flor cuyo nombre científico –no sé si está pensado así a propósi-

224
Reflexiones finales I

to, yo creo que sí– es “sida”, que viene del griego y que está en la clasificación
de Linneo, que es el nombre genérico de esa flor cuyo nombre particular es
Guanxuma. Abreu pone esta dimensión de paso, pasaje, de la ciudad misma
y hace una descripción que me gusta mucho, en la que dice que la ciudad se
parecería a una araña sobre la cual algún coleccionador hubiese clavado un al-
filer, como se hace con las mariposas. Hay una especie de vaivén en esa imagen
entre la mariposa, que es la imagen misma, y la imagen de la contemplación
de aquello que se está desvaneciendo y que desaparece de nuestra vista en el
mismo momento en que podemos contemplarla. Y por otro lado, la amenaza de
lo informe que implica esa araña. Es la metáfora que utiliza él para definir a lo
informe. Es decir, una suerte de animal ya más siniestro que genera una especie
de temor, de miedo; ese es un poco el lugar en que está pensando esa ciudad.
Lo que se ve en el logo del encuentro, que está extendiéndose también de una
manera informe por ese territorio imaginario que es el de Fernando Abreu. Y
en ese paso, en esa función activa de la ciudad, la relación con Argentina está
planteada como una relación de frontera en unos subtextos; la asociación que
hace con la Argentina es la del desierto. Dice que esa relación con el oeste es
una relación con el desierto que crece, un desierto casi infinito que se extiende,
que avanza, y esa es un poco la imagen de la Argentina avanzando sobre esa
ciudad imaginaria como un desierto. Cuando leí esa frase, ese lugar me hizo
acordar mucho a una película que estoy trabajando: La intrusa de Carlos Hugo
Christensen, una película que él hizo basándose en un cuento de Borges y tiene
música de Piazzola. Es una película de 1979, que cuando llegó a la Argentina
fue prohibida con la anuencia del propio Borges, que dijo: “no estoy de acuerdo
con que el Estado se meta con la vida de los individuos, pero me parece que
en este caso, como hay pornografía, la película debe ser prohibida”. Pasó a
formar parte de esa idea del cine que no miramos de la época de la dictadura.
Lo que hizo Christensen fue realmente muy curioso porque tomó el epígrafe
de La intrusa, del cual Borges pone solo la fuente, pero que refiere a uno de
los grandes momentos de declaración de homosexualidad que se encuentra en
la Biblia, en el que uno de los personajes dice que ama más al hermano que a
toda mujer. A Christensen, que era gay, le interesó mucho esta línea; lleva la
película a este lugar y hace que los dos hermanos –que terminan matando a
la joven– en el momento en que se acuestan se empiecen a tocar entre ellos, y
surge una relación incestuosa homosexual.
Borges dijo en ese momento que los dos compartían la misma mujer, pero
no había dicho que los dos compartían la misma cama y de un modo un tanto

225
Gonzalo Aguilar

incómodo. Es decir, la interpretación de Christensen le pareció excesiva, pero


si uno lee el texto nota que el director, de alguna manera, está llevando a su
última expresión algo que en el cuento está anunciado. Una película de toda una
imaginería del desierto sensacional. Realmente, es una película muy interesan-
te, muy kitsch, pero así y todo es una película donde se ve en ese momento el
lugar de la exterioridad que cumplió alguien como Christensen; un argentino
que vivía en Brasil, que estaba totalmente abrasileñado. Aparece aquello que
Antelo llamó la dimensión superlativa de lo “exter”, es decir, de lo extraño, de
lo extranjero, y que ya no pasa por una cuestión de dos identidades en juego,
de la relación de uno con un otro, sino justamente una exterioridad vacía que
empieza a hacer operaciones como esta de la perversión sexual, idiomática,
porque es una película que transcurre en Uruguayana y que está hablada en
una especie de portugués muy fronterizo, y en la que aparece una suerte de
amenaza que es la que Borges quiso conjurar cuando apoyó la censura del filmE.
Como si en realidad toda esa relación con ese afuera tuviera una relación con
un otro, una relación permanentemente acentuada como esa dimensión de lo
extraño, de lo extranjero, de lo cual habla Raúl. En ese sentido me encanta la
idea del paso, el Passo da Guanxuma. Me parece muy esotérico, pero me gusta
mucho la idea de paso, que es una idea que se va repitiendo en otro tipo de
metáforas con las cuales empezó esta relación. Pienso también en Pontes/Puentes,
que es un libro que tuvo mucho éxito en el momento que salió. Una antología
de poesía que hicieron del lado de Argentina Jorge Monteleone y del lado
brasileño Buarque de Holanda; esta metáfora de puente sería una unión entre
esas dos antologías. Ese puente, me parece a mí, en ese libro fracasa porque los
presupuestos de los cuales parten no están conversados de antemano. Y queda
una suerte de antología en la cual de un lado está Brasil y del otro Argentina,
y hace que se genere una especie de antología casi esquizoide. Es decir que en
ese puente que aparece en esa antología, uno empieza a ver esas grietas, esa falta
de comunicación, de diálogo. Y ahí, claramente, se ve la falta de instituciones,
que permitirían que ese libro fuera realmente un puente, y algo que a mí me
parece importante: la necesidad de que haya instituciones como las embajadas,
que enmarquen a esos proyectos y que tengan la habilidad de ver qué es lo que
se está haciendo, con qué material, y de cómo construir verdaderamente esos
puentes. Que en este caso no se ha dado, porque todo lo que se fue haciendo
a nivel de poesía, de antologías, de distintas revistas está excluido de esa an-
tología. Pienso en los números de Diarios de poesía sobre Brasil. Cristian De
Nápoli hizo uno recientemente; está todo lo que hizo Tsé-Tsé con Reynaldo

226
Reflexiones finales I

Jimenez, Carlos Azevedo, Marcos Siscar y después las editoriales como Eloísa
Cartonera, con otras que hicieron un tráfico poético que es uno de los datos
más importantes de los últimos años en la relaciones entre Brasil y Argentina.
Ahí sí, evidentemente, más que la figura del “puente” institucional, hecha un
poco con aportes de instituciones oficiales, aparece una suerte de tráfico y
contrabando que me resulta mucho más intensa e interesante.
La misma línea metafórica se continúa sorprendentemente en el momento
en que se empezaban a dar estas metáforas con Vereda Brasil, que es la colección
que tenemos en Corregidor. El título Vereda Brasil es una especie de homenaje a
la idea de vereda como lugar de descanso, de esas veredas frescas y húmedas que
aparecen en sus novelas. Y también al poema de Borges de fundación mitológica
cuando habla de que solo falta una cosa, y era la vereda de enfrente. Y ese fue el
sentido de cuando hicimos el título de Vereda Brasil, que son tres conceptos, el de
puentes, el de vereda y el de paso, que en diferentes niveles piensan siempre en
esa relación como en un territorio, que están pensando en una metáfora territorial
de mapa, incluyendo la referencia nacional, que es quizás lo que más me gustaría
estar trabajando en un futuro en esas relaciones Argentina-Brasil. Qué hacer con
esa referencia nacional, aun en una revista como Grumo, que está haciendo un
trabajo muy interesante en la medida en que intenta establecer esas relaciones que
mencioné, desde abajo; como se dice en el Martín Fierro, que el fuego calienta
siempre desde abajo. Me refiero con esta última idea al trabajo realizado por
personas que en un comienzo estaban haciendo recién sus tesis, haciendo un
trabajo académico y quienes hoy en día son ya doctores. Pero en ese momento
fue un trabajo que empezó desde abajo, en una red hecha un poco desde afuera
del mapa institucional que se estaba planteando en ese momento. Decía que ahí
aparecía la referencia nacional; esto me hace acordar a un trabajo de Roberto
Schwarz que tiene una propuesta muy provocativa: ¿qué hacer con la referencia
nacional? ¿Criticarla u olvidarla? Ese planteo que hace él, que siempre fue muy
crítico del nacionalismo, tiene el aspecto muy interesante de que deja afuera
la idea de defenderla. Evidentemente, pensaba que esa referencia nacional no
habría que defenderla. Uno quiere suponer que también la idea del olvido le
parece reactiva; estaba pensando en una especie de teoría crítica con respecto a
la idea de lo nacional. Me parece que sería central para pensarse en la línea de
Schwarz o de algunos otros. Creo que Silvano Santiago lo pensó con la idea de
entre lugar, o de Haroldo de Campos cuando habló de lo nacional modal frente
al nacionalismo esencialista. Cuando se piensa en la relación Argentina-Brasil,
se piensa en dos grandes bloques nacionales y eso termina haciéndonos caer en

227
Gonzalo Aguilar

una especie de ficción, en un sentido negativo. La dimensión de la ficción es


muy heterogénea como para darle un valor, pero en este caso está planteando
esos bloques, como pasa en “Pontes”, un puente que une Argentina y Brasil
en vez de pensar que no debería haber tal puente, sino que debería haber otro
tipo de trabajo por el que la referencia nacional no pusiera a los poetas de un
lado o del otro. Quizá buscar un tercero, como hace un libro como Medusario
de Kozer y Echavarren: una situación en el barroco de una escritura; a partir
de allí se organiza un corpus en el cual entran brasileños y argentinos por
igual. Como me pasa en la facultad con Literatura brasileña; el ordenamiento
nacional resulta absurdo porque está, por un lado, Literatura latinoamericana,
por otro, Literatura argentina, como si no fuera de Latinoamérica, y por otro
lado, Literatura brasileña, como si fuera otra cosa que latinoamericana. Uno
tiene que empezar a establecer ese criterio: lo que es brasileño entra y lo que
no lo es no entra. Y termina haciendo un gran corte con respecto a lo que los
estudiantes pueden hacer con los textos, relaciones o derivas que esta idea de
literatura nacional no termina de satisfacer. Quizás hay que recuperar lo que
decía Haroldo cuando toma a Goethe y la idea del “Weltliteratur”, la idea de
literatura mundial, en la que las restricciones nacionales no aparecen. Y en
ese sentido la idea de paso me parece mucho más interesante que la idea de
puente o que la de vereda también. Son metáforas geográficas. La de Grumo
es una metáfora de otro orden, que también tiene un mapa: el logo de Grumo
es una especie de Argentina y Brasil unidos, y después pusieron, lo que estuvo
muy bien, Latinoamérica abajo, como expresando la idea de salir de ese tipo
de lógica de lo nacional en lo cual uno termina diciendo que allá hay tal cosa
y acá no, una especie de comparatismo primario que no ayuda. Como si en
realidad lo que estuviera en juego fueran las nacionalidades y no otras cosas. En
ese sentido, hablando un poco de la cátedra específicamente, decía que, cuando
hicimos este año el programa, justamente tratamos de salir de esa postura de
una historia nacional tan estricta, de comenzar con un trabajo cronológico,
que hace tiempo no se hace. Y continuar, ya en la Universidad de Buenos
Aires, algo que empezamos cuando Florencia Garramuño asumió la cátedra
en el año 2000. Nos propusimos tres cosas: primero, la tarea de traducción
como una tarea de difusión y edición con Vereda Brasil, como una manera de
darle marco a lo que estábamos haciendo, es decir, buscar en esos libros una
suerte de línea de trabajo que después volviera al estudio, y ahí hicimos algo
que es el diseño propio de la colección: todos los libros tienen ensayos críticos,
como una manera de reafirmar la idea de que la crítica mejora la lectura, que

228
Reflexiones finales I

es necesaria y que profundiza la experiencia de la lectura, y no que sirve para


desviar y complicar. Y algunos de los textos, lo podemos decir con cierto orgullo,
son de punta en el mismo Brasil, como el de Ana Cristina Cesar, que armó
Florencia con Carolina Puente y Luciana di Leone, en el que hay textos que
ni siquiera están en la edición brasileña. Por lo cual algunos brasileños vienen
a buscar esa traducción.
La otra tarea que nos propusimos fue la tarea crítica, que tiene que ver
con la tarea formativa que nos fuimos proponiendo en esos años. Hay una
serie de libros que fuimos haciendo, y que se van produciendo en ese espacio
de la cátedra. Libros que en algunos casos, como el mío, están traducidos al
portugués, que circulan en el espacio de la crítica brasileña, y también libros
de gente que nosotros fuimos formando –hasta cierto punto, después hicieron
su carrera aparte. Gente que luego fue a Brasil, como Luciana di Leone, Diana
Klinger, que ya tienen sus libros publicados allí.
Es una cátedra con una pequeña historia para comentar, como para ver la
dimensión institucional: fue un espacio que comenzó en el 2000 y, en el 2004,
por una especie de juicio académico que hubo por problemas administrativos,
quedó vacío, hasta este año (2009) en que volvimos con la cátedra. Lo que
quiero decir es que hasta este momento no hubo literatura brasileña en la
facultad, un vacío que poco importaba, lo cual solo se fue normalizando por
un concurso que tuve hace dos años, y recién este año comenzamos a hacerla.
En ese punto, la experiencia de estar fuera de la uba fue muy buena, ya que
fuimos creando otros espacios, constatando que no todo termina en la Uni-
versidad de Buenos Aires, sino que hay muchos otros espacios. Como el de la
Universidad Nacional de General Sarmiento, que quizás sea un posible espacio
futuro; también está la Universidad de San Andrés con Florencia Garramuño
y el programa de cultura brasileña.
Eso fue un poco todo lo que fuimos haciendo, que para mí, con los medios
que tuvimos, fue bastante significativo. Quizás de lo que más me enorgullezco
fue de la gente que entró como ayudante en la cátedra, que en algunos casos
se quedó acá, como Mario Cámara, que terminó su doctorado y que pronto
publicará su libro, o como Luciana di Leone o Diana Klinger, que fueron a
Brasil y publicaron sus libros, o gente que está entrando y se está formando.

229
Reflexiones finales II
Elvira Arnoux*1

Me pidieron que hiciera una síntesis retomando algunos puntos centrales de lo


que se expuso en este encuentro y ampliando, en relación con la temática de la
integración regional y las lenguas, lo que me pareciera pertinente. Creo que una
de las claves de entrada es lo que dijo Cristian De Nápoli acerca del “arquero
volante”, en lo referido al dialecto, que lo dijo con una total frescura, propia de
un arquero volante. Pero que me pareció muy bien, porque uno de los temas
que se trataron acá fue el tema histórico, y el otro, el de la lengua. Entonces,
debemos reconocer que esa representación del español y del portugués como dos
dialectos es una representación que se ha ido construyendo en distintas etapas,
y cuyo sentido histórico depende en cada caso de las circunstancias en las que
los discursos fueron proferidos. En otros momentos se vieron las lenguas como
dos bloques separados, como dijo Amalia Sato, y que es de alguna manera la
experiencia que muchos tenemos cuando estamos en una calle de Brasil y la
comprensión nos es esquiva.
En relación con lo del dialecto, fíjense ustedes que cuando Alberdi pasa
por Río de Janeiro, a mediados del siglo xix, queda maravillado por esa so-
ciedad que le parece ordenada, después de lo que él había vivido en Buenos
Aires. Valora al emperador (que si bien era emperador, era según él bastante
democrático) y a ese sistema que le parece moderno y eficiente. Cuando llega a
*
Elvira Narvaja de Arnoux dirige la Maestría en Análisis de Discurso y la carrera de Especialización
en Procesos de Lectura y Escritura de la Facultad de Filosofía y Letras de la uba. Ha dictado
conferencias y seminarios en universidades nacionales y extranjeras sobre temas de Glotopolítica,
Análisis de discurso y pedagogía de la escritura. Ha publicado El discurso latinoamericanista de
Hugo Chávez (2008); Los discursos sobre la nación y el lenguaje en la formación del Estado, Chile,
1842-1862 (2008), y ha sido editora de los volúmenes colectivos Escritura y producción de
conocimiento en las carreras de postgrado (2009), La regulación política de las prácticas lingüísticas
(2010, en colaboración con Roberto Bein) y el número especial sobre “Ideologías lingüísticas”
de Spanish in Context (2010, en colaboración con José del Valle).

231
Elvira Arnoux

Chile, a Valparaíso, hace una serie de notas periodísticas destinadas al público


hispanoamericano en las que se refiere positivamente a Brasil. Por otra parte,
como tiene que revalidar su título de abogado para poder trabajar, debe preparar
una memoria, un texto ensayístico breve, que es lo requerido por la Universidad
de Chile para autorizarlo a ejercer su profesión en ese país. Elige o le proponen
–no sabemos– la conveniencia de un congreso general americano. El tema es
complejo, entre otras razones, porque él quiere incluir a Brasil en esa Sudamérica
que avizora como un gran espacio de integración posible. Algo poco habitual en
los comienzos de la década del 40 del siglo xix. Ustedes tienen que pensar que
Alberdi enfrenta lo que llamamos la memoria de la independencia: para todos
los que lucharon en ella Hispanoamérica era la gran nación, y Brasil no podía
entrar porque no había hecho su revolución democrática, algo que marcaba
negativamente al imperio. Si uno lee los textos de Monteagudo, que son textos
de la década de finalización de las operaciones bélicas, claramente él dice que
Brasil va a ser “la punta de lanza de la Santa Alianza sobre nosotros”. Entonces,
Alberdi tiene que preparar discursivamente la posibilidad de una integración
amplia, hacerla aceptable enfrentando posiciones muy generalizadas. La memoria
universitaria es, así, un texto notable donde se ven las contradicciones entre la
perspectiva que adopta y lo dominante en esa etapa, lo que lleva a su autor en
varios momentos a vacilar. Como él no puede resolver totalmente esas tensiones
va dibujando, construyendo a través de juegos metonímicos, ese objeto que
es Sudamérica, donde Brasil tiene un lugar importante, e incluso desprende
Sudamérica de Norteamérica, ya que no hay alusiones a México, por ejemplo.
Y es en ese proceso discursivo e intelectual donde empieza a enumerar todas
las cosas que nos unen. Entonces, ahí se muestra ese imaginario nacional para
el cual la lengua común era un elemento fundamental de la representación de
nación que se tenía. Habla allí de la “uniformidad de nuestra lengua”, de leyes,
creencias y usos. Responde así a la necesidad de adecuar el recorte sudamericano
con el principio de que la lengua común es el atributo necesario de una nación,
que es la entidad política legitimada.
Otro texto significativo que habla también de la comunidad de lengua
aparece más de un siglo después, es el de Darcy Ribeiro, un antropólogo y
político brasileño, quien escribe América Latina: la patria grande. Un libro en
el que recopila un conjunto de textos muy interesantes para nosotros. El autor
se inscribe en la serie de planteos latinoamericanistas que recorrieron nuestra
vida independiente, sostenidos por movimientos populares y nacionales. Ubi-
cado entonces en este espacio él tiene también que dar respuesta y afirmar que

232
Reflexiones finales II

“somos una gran nación”, la “patria grande”, pero hay algo que, como a otros,
lo perturba: que una zona hable portugués y la otra español. ¿Cómo lo resuelve?
También discursivamente, dice que en Europa hay dos lenguas, pero acá hay
solo una. En los capítulos del libro citado insiste en que nos encontramos frente
a una “uniformidad lingüística casi absoluta” y una homogeneidad cultural
igualmente notable, y que somos cuatrocientos millones de hablantes de “dos
variedades subdialectales (el portugués y el español) mutuamente inteligibles
de una misma lengua”. Refuerza así esa representación de una gran nación con
una sola lengua. Aprecien lo extraño de la afirmación, porque Darcy Ribeiro
era un antropólogo sensible a las diferencias culturales, pero en relación con la
lengua, polémicamente, las anula.
En la actualidad, en el marco de un proceso como el Mercosur, que po-
demos considerar como matriz de una integración mayor, como la matriz
de una integración sudamericana, o incluso latinoamericana, vemos que esa
representación de que hay una sola lengua que tiene dos variedades dialectales
mutuamente comprensibles se ha revitalizado. Pero lo notable del caso es que
no orientamos nosotros, sudamericanos, esa representación, sino los españoles,
que quieren conformar un imaginario iberoamericano que afirme la identidad
de ese espacio político-económico, que tiene como una de sus manifestacio-
nes las reuniones de presidentes que incluyen como figura simbólica al rey
de España. Lo destacable, entonces, es que quienes han retomado la idea de
una “lengua” común fueron los españoles, y lo hacen por intereses propios
de España en este momento. Podemos interpretarlo, en cierta medida, como
una forma de polemizar o de cuestionar la otra representación, la histórica de
Latinoamérica o la ligada al proyecto estratégico actual de Unasur: América
del Sur. Los españoles, que asignan particular importancia a los negocios
vinculados con la lengua (que tienen un lugar nada desdeñable en su pbi), y
a quienes, además, ha servido mucho la lengua compartida –como han dicho
varios en este encuentro– en la compra de empresas –entre otras, editoriales–,
son los abanderados de la declaración de la proximidad entre el español y el
portugués. En esto, interviene la búsqueda de consagrar una identidad mayor,
Iberoamérica, sostenida en el espacio del lenguaje y no en el de la política o
la historia, que pueda ser controlada desde la Península. Antes de ampliar el
tema de la proximidad, recordemos que España está bien ubicada para los
emprendimientos glotopolíticos, porque ha desarrollado desde la década del
noventa una intensa política del área idiomática apoyada en la producción de
instrumentos lingüísticos por parte de la Real Academia Española y las acade-

233
Elvira Arnoux

mias asociadas en la difusión del español, por acción del Instituto Cervantes
y en gestos mediáticos de envergadura en relación con los Congresos de la
Lengua Española. Además, frente al proceso de integración sudamericano, los
españoles se han dado cuenta de la necesidad de enseñar el español en Brasil
y el portugués en los países hispanoamericanos (lo que impulsan legislaciones
nacionales como las de Brasil y Argentina con la oferta obligatoria de la otra
lengua en todas las escuelas secundarias de cada país), y se consideran los mejor
posicionados para hacerlo, en el caso del español, o para planificarlo desde la
Secretaría Iberoamericana, en relación con el portugués. Si bien la dirección
de la política panhispánica los habilita para lo primero, no dejan de sufrir los
cuestionamientos de los profesores de español brasileños y de sectores de los
países hispanoamericanos; y respecto de lo segundo, deben competir con el
Estado brasileño que realiza las acciones propias de un Estado que se propone
como cabeza de área idiomática (relación intensa con los países africanos, ela-
boración de instrumentos lingüísticos y de certificaciones de dominio del por-
tugués, impulso a la reforma ortográfica, reuniones de la Lusofonía, y creación
de nuevos institutos para la difusión del portugués en el mundo). Para avanzar
en relación con el portugués, los españoles acentúan ahora los vínculos entre
el portugués y el español. Ángel López García es el vocero de esta posición y
señala que el español y el portugués forman un “diasistema lingüístico dual, de
manera que lo que se dice en una lengua puede ser comprendido en la otra”. La
denominación apoya esta perspectiva, ya que respecto del considerado diasiste-
ma usa los términos “luso-castellano” o “ibérico”. En sus textos se desplaza de
la comprobación de un fenómeno supuestamente existente a la necesidad de
actuar sobre las dos lenguas. Encontramos así expresiones como “si se considera
o se convierte a ambas lenguas en recíprocamente comprensibles, que lleguen a
formar un conjunto identificable” o “si se unen las dos lenguas, se puede llegar
a que hacia el año 2025 el número de iberoparlantes sea aproximadamente de
776 millones”. Entonces, nos encontramos frente a una serie de textos que van
planteando los vínculos entre el español y el portugués y que llegan a lo del
diasistema, es decir, de una gran “lengua” que cobija esas dos “variedades” y
que puede tener un centro de difusión de ambas. En relación con este último
aspecto, insisto en lo que dije antes que puede generar conflictos, tal vez no
con los países hispanoamericanos (salvo que encaren políticas lingüísticas de
envergadura), pero sí con Brasil. Un paso de indudable interés, dado desde este
lugar del Atlántico, es la propuesta del “portugués-español lengua segunda y
extranjera”, es decir, el “pelse”: un espacio pedagógico que vincula también el

234
Reflexiones finales II

español y el portugués. Como vemos, las representaciones y los emprendimien-


tos glotopolíticos en relación con ambas lenguas siguen los vaivenes ideológicos
y los procesos sociales, y tienen sentidos históricos distintos según el momento
y los lugares en que sean activadas o formulados.
Otro planteo que me pareció muy estimulante y que se sostuvo en la última
mesa, que retoma algo de lo que habló Amalia Sato, es algo así como que la
otra lengua es la memoria de la nuestra. Es decir, que la otra lengua, sea español
o portugués, tiene elementos que nosotros fuimos desechando, ya sea porque
correspondían a sociolectos que hemos descartado desde la hegemonía de la
lengua culta o que hemos dejado de lado históricamente, pero que significati-
vamente descubrimos siempre en la otra lengua. Es como si estuviera ahí, en
la otra lengua, la memoria de la nuestra. En ese sentido, debemos destacar lo
que dijo Adrián Fanjul. Él planteó que en Brasil se veía al español como aquello
que más se acercaba a esa lengua idealizada, patrón del portugués. Es como
si el español fuera una memoria de esa lengua modelo que nadie habla, pero
está ahí asociada a otra lengua. Entonces, para trabajar con los imaginarios de
lengua, me parece altamente productivo indagar en cómo se dan esos vínculos
entre lenguas de otra manera que como habitualmente lo vemos.
Otro aspecto que destacó este congreso es la diversidad de emprendimientos
que hay, de una notable riqueza y creatividad, como resultado de las relaciones
que se han ido entablando entre Argentina y Brasil en el campo cultural y en el
campo editorial. Yo trabajé siempre en el sistema educativo, queriendo incidir
en ese ámbito para que el desarrollo del bilingüismo español/portugués acelere
su ritmo de realización, y me asombró el dinamismo de los otros espacios (a los
que se han referido varios ponentes) frente a la lentitud que percibía en el ám-
bito educativo. Nosotros iniciamos tempranamente los intentos de introducir
el portugués en el sistema educativo argentino. Un primer proyecto fue el de la
Maestría en Ciencias del Lenguaje, en el Instituto del Profesorado Joaquín V.
González, antes del Mercosur, porque el postgrado se implementó a partir de
1988. Estábamos influidos por el proceso iniciado por la Declaración de Iguazú
(1985), a la que seguiría la creación del Mercosur (1991). Entonces, incluimos
en el proyecto dos años de portugués como lengua obligatoria para todos los que
ingresaban y que procedían no solo de las carreras de Letras, sino de profesorados
en lenguas extranjeras. Los cursos tenían la función de introducir en el cono-
cimiento del portugués y de la cultura brasileña así como de facilitar la lectura
de textos en portugués correspondientes a las ciencias del lenguaje. Era la etapa
de la apertura democrática y el Centro de Estudios Brasileños era una entidad

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Elvira Arnoux

estatal, así que entablamos contacto con el director, Wagner dos Reis Novaes,
que generosamente puso a nuestra disposición a una excelente profesora que
dominaba la metodología de enseñanza de lenguas, María Elena Nagib Jardin,
para que dictara esos cursos, lo que hizo hasta su regreso a Brasil. El Centro nos
ofreció, sin cargo también, un aula y material didáctico variado. Cuando llegó
la década del noventa y los vientos liberales barrieron con los emprendimientos
anteriores, el ceb se privatizó y ya nuestra propuesta no les interesaba, incluso
molestó a sus directores porque nuestros alumnos ocupaban aulas en el horario
vespertino que necesitaban para sus cursos pagos. Si bien la maestría siguió con
la propuesta, lo hizo sin la colaboración brasileña, lo que muestra la incidencia
de las circunstancias económicas y políticas en las relaciones entre ambos países.
Después, en otro momento, empezamos a trabajar sobre un proyecto, que yo no
he podido realizar pero que creo que es importante: sentar las bases de una red
de escuelas secundarias bilingües que tuvieran sede en las ciudades importantes
de los países que conformaban el bloque del Mercosur. Tenía como objetivo,
entonces, la creación de escuelas secundarias bilingües, español y portugués, o la
adaptación de otras existentes que usaran esas dos lenguas alternativamente en la
enseñanza y que pudieran funcionar en red para compartir programas, profesores
y material didáctico. Lo que queríamos era que en esas instituciones se formaran
los futuros cuadros políticos, empresarios y técnicos que pudieran intervenir en
el proceso de integración regional y que fueran escuelas que permitieran atender
a los crecientes traslados y migraciones. Lo elaboramos en la Facultad de Filosofía
y Letras en el transcurso de un encuentro, y ahí ocurrió algo bastante excepcional
en reuniones académicas. Estábamos organizados en dos grupos mixtos, argentinos
y brasileños; una de las comisiones trabajaba en escuelas de fronteras, y la otra
discutía este proyecto. En esta última participaban muchos de los lingüistas más
importantes con los que el país contaba en ese momento. Cuando estábamos
elaborando las conclusiones apareció en masa la otra comisión para denunciar
que el que considerábamos era un proyecto elitista. Pienso que eso se debió a
que en esa etapa, década del noventa, no eran visibles los requerimientos de la
integración regional y la necesidad de elaborar proyectos con distinto alcance. De
cualquier manera, aquel proyecto no tuvo éxito, no por esa reacción, sino porque
la Universidad de Buenos Aires no podía encarar la creación de un nuevo colegio
universitario, que era lo que preferentemente teníamos que hacer, ni adecuar los
existentes a una transformación de este tipo, porque las autoridades y los docen-
tes no estaban sensibilizados. Ahora, tal vez, en el marco de Unasur, que es un
tratado que privilegia los aspectos políticos, podría considerarse alguna propuesta

236
Reflexiones finales II

similar, ya que si queremos construir una nueva ciudadanía es central actuar sobre
la enseñanza media generando una cultura de la integración. Este es un espacio
que tenemos que conquistar, si realmente queremos superar la etapa mercantil
y alcanzar una estabilidad política que implemente formas de participación am-
plias, para lo cual es indispensable conformar un imaginario colectivo en el cual
las lenguas son instrumentos eficaces. Si bien el proyecto de la red no ha podido
ser implementado, en nuestro caso hemos trabajado con escuelas técnicas de la
provincia de Córdoba (e iniciado los contactos con escuelas técnicas del Estado
de San Pablo) para orientar a los docentes en las tareas de enseñanza de la lengua
y la literatura tanto en castellano como en portugués, y en la introducción, en las
asignaturas de Ciencias Sociales, de la problemática de la integración regional.
Como son escuelas técnicas y son conscientes de que los egresados son requeridos
por la industria brasileña, ya han introducido el portugués y están dispuestos a
reflexionar sobre temas que permitan articular la enseñanza de lenguas en cada
establecimiento, de tal manera que se articulen los conocimientos y habilidades
adquiridos en una y otra. Volviendo a la lentitud de las realizaciones, después de
dos décadas asombra si pensamos que hay dispositivos jurídicos importantes que
insisten en la importancia de la enseñanza de las lenguas oficiales del Mercosur
en el sistema educativo. Insisto siempre en que en los noventa la indiferencia
estaba motivada porque el proyecto que se pensaba que iba a triunfar era el Alca
(por lo cual, lo que se imponía era la enseñanza del inglés), esperemos que los
cambios políticos que vive Sudamérica activen la problemática glotopolítica y
estimule a los funcionarios del área educativa. El que sí debemos reconocer como
un espacio dinámico de proyectos que se multiplican es el de los intercambios
entre posgrados universitarios del Mercosur. Así, hemos podido intervenir en los
proyectos de Centros Asociados de Posgrado, puestos en marcha por la Secretaría
de Políticas Universitarias a partir de convenios con la capes brasileña. En ese
ámbito binacional se ha intensificado la participación de docentes y de estudiantes
en actividades conjuntas con resultados significativos. No solo se ha impulsado
el conocimiento del otro sistema universitario y se han sentado las bases de ade-
cuaciones que tiendan a estrechar los vínculos como co-tutorías de tesis, sino que
también se han elaborado proyectos comunes de investigación que han podido
ser presentados en instituciones nacionales para su evaluación y reconocimiento.
Si bien –reiteramos– en el campo educativo nacional, particularmente en
el nivel secundario, los avances no tienen el ritmo que desearíamos, el proceso
de integración ha estimulado propuestas pedagógicas interesantes. Se han po-
dido recorrer, por ejemplo, caminos novedosos en relación con la enseñanza

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Elvira Arnoux

del castellano como lengua segunda, pensando en el público brasileño. Pero


también aquí hay que realizar un esfuerzo mayor, sobre todo en lo que tiene
que ver con las editoriales y, en general, con la preparación de material di-
dáctico. La diferencia con Brasil es importante. No hemos llegado a elaborar
suficientes libros de texto para la enseñanza del español y del portugués que
puedan ser utilizados tanto en Brasil como en la Argentina. Debemos señalar
que Brasil publica manuales para el sistema educativo –en relación con nuestro
tema, en el campo de la enseñanza de lenguas– en gran cantidad, muy bien
seleccionados, con apoyo ministerial, etc. En relación con la preparación de
material didáctico multimodal, cuando iniciamos en el Instituto Superior en
Lenguas Vivas los cursos de español para extranjeros elaboramos un proyecto
que se proponía articular el mundo editorial y la industria cinematográfica, y
que –pensábamos– se podía sostener a partir de un acuerdo con Brasil. Se trataba
de elegir las mejores películas argentinas y brasileñas y editarlas de tal manera
que sirvieran para el aprendizaje de la otra lengua. Empezamos a trabajar con
algunas películas argentinas (Un lugar en el mundo, El rey de la Patagonia, La
tregua) seleccionando los fragmentos que iban a llevar subtítulos, las partes de las
novelas (si las películas se basaban en ellas) y los fragmentos de los guiones que
sirvieran para elaborar la ejercitación, y la información acerca de la producción
(incluso las notas periodísticas). El material didáctico contemplaba distintas
actividades para cada uno de los niveles que definíamos. Se pensaba en un doble
destinatario, las escuelas y aquellos que querían aprender individualmente una
de las lenguas (en relación con nuestro trabajo, el español). Si bien no se llevó
a cabo como proyecto para ser comercializado, sirvió para el dictado de las
clases en el Instituto y en otros establecimientos. Pensábamos que la difusión
del cine de cada país con un “aparato crítico y didáctico” podía colaborar en el
conocimiento del otro, fundamental para construir una identidad sudamericana,
así como en la etapa de conformación de los Estados las lecturas compartidas
sirvieron para conformar el imaginario nacional.
Para terminar, volvamos al tramo histórico con el que iniciamos estas re-
flexiones, el Chile de mediados de la década del cuarenta del siglo xix y a otra
figura argentina, Domingo Faustino Sarmiento. A pedido de la Universidad
de Chile y de Andrés Bello, Sarmiento presenta una Memoria sobre ortografía
americana en la que recoge su experiencia educativa y la investigación sobre los
métodos de alfabetización existentes. Antes de elaborar la memoria escribe un
librito para enseñar las primeras letras, destinado, entre otros, a sus alumnos
de la Escuela Normal a cuyo frente había sido designado. En el librito, Método

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Reflexiones finales II

de lectura gradual, en una primera etapa simplifica la ortografía haciendo co-


rresponder los sonidos con las letras: utiliza la g para la serie ga, ge, gi, go, gu, lo
que le permite suprimir la u muda en gue y gui; y emplea la j en la serie ja, je,
ji, jo, ju; hace corresponder la ere y la erre con los sonidos respectivos y usa la
erre incluso a comienzo de la palabra (rramo); reemplaza la y por la i en todos
los casos en los que el sonido sea vocálico (la conjunción, particularmente, y
hai); y suprime la h. Las decisiones que toma en este caso son fundamentadas
y ampliadas en el texto en el que defiende la reforma ortográfica, es decir, que
pasa del texto pedagógico al glotopolítico, en el que insiste en un corte con
España en el espacio de la lengua escrita que refuerce el resultado de las guerras
de la Independencia. Pero da otro paso interesante y muestra las virtudes que
este gesto tendría en relación con el desarrollo de nuestra industria editorial:
nosotros editaríamos los libros, incluso los españoles, con la nueva ortografía
aceptada en Hispanoamérica y podríamos hacerlo de mejor manera y a un
precio más bajo, ya que se difundiría en todo el continente. La voluntad de
intervenir sobre la lengua escrita, que constituye un neto gesto glotopolítico,
se sostiene entonces en el cercano proceso de la Independencia y se justifica
por su posible participación en el desarrollo de la sociedad industrial con base
nacional. En la etapa actual en la que enfrentamos una tarea histórica de igual
envergadura, los temas que tienen que ver con el lenguaje merecen que se los
aborde también desde una perspectiva política. Creo que lo importante del
encuentro que concluimos es que esa perspectiva ha estado siempre presente.

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