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Comunicar y generar ciudadanía es el quehacer diario de la directora de Calandria,

Rosa María Alfaro. Comunicadora y profesora universitaria, ha participado como


ponente en innumerables congresos y seminarios en Latinoamérica. En la siguiente
entrevista, Alfaro habla sobre la televisión y su relación con la educación y la infancia.
¿Educar o entretener? Ese ha sido el eterno debate acerca del rol de la “caja boba”.
Rosa María Alfaro propone el “edu-entretenimiento” como la respuesta más
conciliadora.

¿Cómo es vista la infancia desde la televisión?


En los últimos tiempos, como un sector que no jala dinero. Recordemos que lo que
sustenta un programa de televisión es la publicidad. El rating no es otra cosa que una
llamada de atención para los anunciantes, que deberían tener un papel más importante
en la discusión acerca de la televisión que queremos para nuestros niños. Antes, por
ejemplo, el niño les pedía a sus padres que le compren tal o cual juguete. Esa figura ha
ido desapareciendo debido a que hoy los niños son más independientes y, sobre todo
en la clase media y popular, ya no hay dinero para juguetes, salvo en esta época de
Navidad. La televisión de estos días es una televisión destinada para la familia y no
tanto para los niños. El niño, como sujeto de comunicación especial, ha desaparecido.
¿Deberían producirse más programas solo para niños?
Me parece fundamental que existan programas para niños, porque eso significa
volverlos a colocar como actores importantes, independientemente de la calidad del
contenido, que ya es otra historia. La programación para niños en la televisión no debe
ser solo dibujos animados, sino que debe buscar y alentar producciones y deseos de
ellos: utilizar la propia creatividad infantil para conocerlos más a fondo, pero también
para recoger algunas de sus propuestas. Cuando un niño se involucra de esa manera
puede ser más crítico al ver la televisión.
¿La televisión tiene tanta importancia como la que le estamos dando?
Claro. Tiene importancia gracias a la imagen y el sonido, pues vivimos en una sociedad
donde la escritura es secundaria, casi vista como un mal necesario. El lenguaje
audiovisual es, todavía, el más amplio del mundo. Y, además de estimular los sentidos
y provocar emociones, existe una relación sincrónica entre el individuo y la pantalla.
¿Esa relación es únicamente de entretenimiento?
Creo que un niño prende el televisor para entretenerse, para reírse, para pasar un buen
rato y para compartir con sus amigos eso que ha visto. No considero que lo prendan
para aprender, pero, sin embargo, aprenden.
En algunos hogares, la televisión cumple la función de “niñera”. Le dejan la
televisión encendida al niño para que esté tranquilo…
Yo no creo que esa función de niñera sea “real”, porque los niños se desempeñan por
sí mismos frente a la televisión: ellos escogen, ellos buscan; aunque existen padres que
ponen restricciones y prohíben ciertos contenidos. Una niñera es alguien que te cuida
y la televisión no hace eso. Sí te acompaña, te distrae.
¿Qué rol debería tener la televisión en la sociedad?
Hay que exigirle que sea estimulante, que los niños se sientan interpelados y tomen
posición, y que la televisión sirva para que vayan perfilando su identidad y sus
decisiones. Para ello se requiere un estudio para conocer los dilemas, desengaños,
miedos, frustraciones y angustias de los niños, y que se vean representados en la
pantalla. Así el niño tenderá a ser un personaje más activo al ver la tele y podrá decir
“eso es mentira” o “qué buena idea”.
¿Eso quiere decir que en el Perú la televisión sigue siendo una “caja boba”?
Diría que es una caja fácil. Todo lo que se produce no tiene mucha inversión, es fácil
de hacer, es muy simplista y tiene poca imaginación. La meta es buscar un contenido
que sea “edu-entretenido”. Eso significa un contenido educativo desde la diversión; es
decir, lo educativo tiene que adaptarse al entretenimiento. El educador debe estar
dentro de los discursos, no hacer los discursos porque eso sería aburrido, insufrible.
¿Cómo concebiría un programa educativo para niños que no sea aburrido?
No subvalorándolos, no mostrando “simplonadas”. Desde el inicio tienen que existir
conflictos y ver cómo se resuelven; así es la vida real. No se debe perseverar en la idea
de darles el modelo del personaje bueno y malo. Este último, al inicio, es terrible, y solo
al final es derrotado. Esas estructuras son nocivas. La responsabilidad en la televisión
no solo se trata de si se exhibe un cuerpo desnudo o no, sino qué campo de compresión
permite la televisión. En el caso de una serie para niños, tendrías que ponerle mucho
peso al cómo va a continuar. En eso tiene que estar implícito algún tipo de valores en
disputa; no tiene que ser un rollo aburrido o solemne. Los niños tienen que adquirir un
protagonismo al poder ser transformadores del cambio. Se necesita repensar la
infancia, pues se tiene una noción del niño como un pequeño adulto. Eso es falso, pues
además de tener los niños y los adultos distintos intereses y aficiones como resulta
obvio, tienen un camino de vida totalmente diferente, sobre todo por los cambios
vertiginosos que se dan en la sociedad.
¿Se debe invertir en una televisión de calidad para los niños así como se destinan
recursos para programas de salud y nutrición?
Claro que sí. Primero, debería hacerlo el canal 7. Es decir, debe ser una inversión del
Estado. Por ejemplo, en Chile existe una comisión gubernamental, formada por gente
que no es del gobierno, que organiza concursos públicos anuales donde se "licitan" los
recursos para invertir en un año de producción de los mejores programas piloto de todos
los rubros, incluido el infantil. Entonces, ¿por qué aquí no? Es fundamental que los
niños también sean el público y el tema privilegiado sobre el que todos debemos
discutir.
¿Qué dice la ley sobre la radio y televisión?
1. Veamos primero la Constitución. La libertad de prensa, expresión e información
consagrada en la Constitución es un derecho político. Es esencial para la vida
democrática del país. Se reconoce para que la prensa denuncie al poder, lo fiscalice,
lo examine, lo exponga y así logre que el pensamiento crítico de los ciudadanos sea
servido, creando un balance ciudadano frente al poderoso. Esta protección
constitucional extraordinaria que es dual (derecho a informar y a estar informados) no
protege todas las expresiones. Así, por ejemplo, la publicidad comercial tiene
regulación, prohibitiva en algunos casos y nadie puede alegar que se viola la libertad
de expresión cuando se regula la publicidad de alcohol, tabaco o medicamentos. Del
mismo modo, no todos los contenidos de la programación de radio y televisión están
protegidos. Afirmar lo contrario es una falacia, muy usada, pero falacia al fin y al
caso. Así, los contenidos de entretenimiento no tienen esta protección. Por
ejemplo, la Ley de Radio y Televisión vigente prohíbe la pornografía (un
contenido de entretenimiento ¿verdad?) y a nadie se le ha ocurrido, desde su
vigencia en el 2004, gritar que se está violando la libertad de expresión.
2. El Estado tiene todo el derecho, sin violar libertad alguna, de regular todos los
contenidos con un horario familiar o de protección al menor. Esa es la ley, vigente
desde el 2004. Desde las 6 am hasta las 10 pm no pueden pasarse contenidos violentos
u obscenos. Y la ley es la ley ¿verdad? (…)
3. Hay dos cuentos contra los que hay que estar prevenidos. El primero lo soltó el
Gerente General de América en twitter hace varias semanas. “Si no les gusta, cambien
de canal”. Suena lógico. Puedo ejercer mi libertad de escoger, ver o no ver algo. Pero
hay un problema con esa afirmación. El espectro radio eléctrico – bien público de
propiedad de la nación y entregado en concesión a los radio y tele difusores – es
limitado. (…) ¿Qué es lo que hay en señal abierta nacional? Lo que hay es un número
muy limitado de empresas de televisión que escogen lo que usted puede ver. Usted no
escoge. Ellos escogen. A saber, Latina, América, Panamericana, y el Grupo ATV.
Cuatro. Eso es todo. (…) ¿Con cuatro opciones, cuyas parrillas de programación son
casi idénticas? ¿Hay de dónde escoger? ¡No se pasen, pues!
4. El segundo cuentazo es que el morbo es de utilidad pública. (…) El problema es que
no tenemos institucionalidad y la televisión le ha hecho creer a las víctimas de cualquier
injusticia que la exposición pública sustituye al Poder Judicial. Eso es falso pero ahí
van, a cuanto medio existe, a hacer su cola para hablar con el productor y contarle “su
caso”. ¿Y tiene ese productor un equipo de abogados, peritos médicos, asistentes
sociales para ayudar de verdad a esas personas? No. No tiene nada. Tiene el morbo
desarrollado para seleccionar, eso sí, una en cien, de las solicitudes que se presentan
y calzarla con el tema de moda. (…) Pero eso, no es prensa. Eso es morbo. Prensa
cubre temas de interés general, no particular. Cuando hay prensa, verdadera
prensa, el caso sólo se usa para ilustrar un problema general. La política, el debate
de ideas – no de personas – ¿ocupa un lugar estelar? No, no existe. Está casi
desaparecida.
5. (…) Millones de televidentes en el Perú han migrado a servicios de cable, cuyos
contenidos especializados ofrecen esa variedad que no existe en los canales
gratuitos. En los últimos 18 años, desde que entró el servicio de televisión de cable al
Perú, su audiencia ha ido creciendo sostenidamente año a año en desmedro de la señal
abierta. (…) ¿Y en provincias? La explosión de canales de televisión locales es
imparable. Con contenidos pobres o mediocres (a veces, repetidoras parciales de
canales nacionales) están ahí porque hay un mercado no servido, sino, no existirían.
Cubren sus noticias locales, porque nadie las cubre.
6. Podemos discutir por horas qué cosa es obsceno y qué cosa es violencia. Pero esas
palabras – que están en la ley – no están por gusto. En el debate parlamentario del
proyecto que hoy es ley, el 2004, me tocó asistir a la Comisión de Transportes y
Comunicaciones para prevenir de los riesgos constitucionales de limitar contenidos en
radio y televisión a través de fórmulas gaseosas. En eso hubo claridad. Justamente por
eso se colocaron fórmulas que se suponía eran claras para todos. Pues parece que
doce años después lo que es violento y lo que es obsceno ya no lo tiene claro
nadie. ¿Las cámaras de video vigilancia transmiten imágenes de crímenes
violentos? Por supuesto. No digo que no se informe del crimen, digo que las
imágenes violan el horario de protección del menor. ¿Ver morir atropellado a un
familiar una y otra vez, mientras la imagen se repite y se repite, no es violento? Lo era.
Parece que ya no lo es. Y no entro en lo obsceno que para eso están varios concursos
y programas de farándula que han hecho de la falta de pudor y de la ventilación de lo
íntimo una bandera que pasará de moda, como todas las anteriores. Pero que hoy,
viola la ley. Y la ley es la ley ¿verdad?
7. Una palabra final sobre educación. cultura y medios de comunicación. Un proyecto
de ley, timidísimo, que propone algo de cultura voluntaria en radio y televisión ha sido
satanizado por El Comercio. El proyecto es desdeñable por inocuo pero no porque lo
que pida sea insustancial. La Constitución dice en el artículo 14, último párrafo: “Los
medios de comunicación social deben colaborar con el Estado en la educación y
en la formación moral y cultural”. Eso dice la ley de leyes. Parece un chiste cruel
sino uno ve la oferta local de contenidos de televisión. Y eso mismo se repite en la Ley
de Radio y Televisión en la Quinta Disposición Transitoria llamada (¡Respire hondo!)
“Franja Educativa”. Ahí se pide lo mismo que el proyecto del congresista vapuleado.
Que se destine un “contenido mínimo” dice la ley, para cumplir con la Constitución.
¿Han cumplido acaso alguna vez con un contenido mínimo para educación? ¿Han
cumplido con autorregularse? El 88% de TV y radio en el Perú adopta, por omisión, el
Código de Ética del MTC. Es decir, no lo han ni pensado. La televisión de Lima se
adscribe a un Código gremial de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión que algo
hace, aunque la sanción – diminuta para los ingresos de los canales – llegue meses o
años después. En el 2001, después de la debacle de la credibilidad de la televisión por
las coimas recibidas en la salita del SIN se pensó que podían aprender lecciones. No
aprendieron nada. Están, 15 años después, realizando el sueño de Montesinos. Han
desaparecido la política de los noticieros reduciéndola a la nada, no vemos asuntos de
interés ciudadano o nacional sino meros casos particulares que se agotan en ellos
mismos. No hay espacios para investigación periodística de calidad. Dense
cuenta. Todavía están a tiempo. Hay decenas de periodistas en televisión
insatisfechos con lo que hacen, pero lo hacen porque la administración no
aprecia el valor de su trabajo. Si no genera más plata, no sirve. Y el morbo genera
más dinero que la noticia.

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