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TEMA 1
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SUMARIO
1. Introducción y orientación para el estudio
4. Consentimiento informado
5. Consideraciones éticas sobre la adecuación de los tratamientos. Ética al final de la vida. Limitación del esfuerzo
terapéutico
6. Bibliografía
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La ética médica, como parte de la bioética, responde a aquellas necesidades que no son contestadas de
forma suficiente con la técnica y la evidencia científica, influyendo en la relación médico-paciente y en la
salud del individuo. Colabora en la distinción de las actitudes y comportamientos a seguir, siguiendo un
método científico cuyo último fin de estudio es la persona.
La ética y la deontología están relacionadas. La deontología médica es una suerte de moral profesional,
que implica el buen hacer conlleva resultados deseables. Se basa por lo tanto en la destreza profesional
del sanitario (aprendida) y en la dirección de sus actos. Incluye además los códigos de conducta que el
profesional debe seguir, sintetizando toda esta información de forma reglada.
En este tema estudiaremos las corrientes de Bioética que influyen en la práctica del médico de Atención
Primaria, así como las principales coyunturas a las que el médico de familia se ha de enfrentar.
En 1979 en Estados Unidos se publica el Informe Belmont, que establece unos principios y guías éticas
para la protección de los sujetos humanos de investigación. Este informe es la evolución del Código de
Núremberg, que intentó establecer unos límites a la investigación ante las atrocidades ocurridas durante
la Segunda Guerra Mundial.
El Informe Belmont establece de forma reglada tres principios bioéticos que deben regir la investigación
en humanos, aceptando que los principios éticos que han de regir una investigación no son los mismos
que los que dirigen la práctica clínica habitual. Para la investigación, propone seguir unos principios,
entendidos como criterios generales aceptados por la sociedad que pueden dirigir la acción
investigadora. Estos principios son el respeto a las personas (entendido como la autonomía de todo
individuo y la protección de los individuos no autónomos), la beneficencia (no causar ningún daño y
maximizar los beneficios posibles) y la justicia o equidad en la distribución.
• Consentimiento informado: permite que cada persona pueda decidir entre varias opciones
conforme a sus preferencias. Tiene tres fases bien diferenciadas. La primera, la fase de
información, ha de ser completa y veraz y no ha de ocultar los riesgos. La segunda fase incluye la
comprensión de la información, adaptándola a las capacidades del sujeto. Finalmente aparece la
voluntariedad, donde el sujeto libre de coerciones e influencias, acuerda participar en el estudio
en unas determinadas condiciones.
• Valoración de riesgos y beneficios: antes de comenzar cualquier investigación, los riesgos y
beneficios han de ser estudiados, de modo que se minimicen los primeros y se maximicen los
segundos. El comprensible que exista algún riesgo, pero en ningún momento se justifica el trato
inhumano a los sujetos de estudio, y cualquier riesgo ha de ser claramente justificado.
• Selección de los sujetos: el proceso de selección debe respetar no solo la autonomía de los
mismos para participar o no en la investigación, sino seguir criterios de justicia que permitan el
acceso al mismo en condiciones de igualdad, evitando sesgos raciales, sexuales o culturales.
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Dos de los autores del Informe Belmont, Beauchamp y Childress, trasladaron el principialismo a la práctica
clínica habitual. Sin embargo, esta adaptación fue controvertida al transformar unas guías de acción en
unas reglas más o menos fijas, encorsetando a los principios en cierto mecanicismo.
Los cuatro principios de Georgetown, lugar donde fueron enunciados, son beneficencia, no maleficencia,
autonomía y justicia. La defensa de estos principios es máxima salvo que intervenga una condición por
encima de los mismos. Estos principios son usados como herramientas en la deliberación entorno a una
situación médica concreta, la cual podrá ser empleada como antecedente en futuras deliberaciones, pero
nunca como regla o dogma.
• Beneficencia: incluye la realización de forma adecuada de una actividad que produzca un bien
en el otro. Requiere la aptitud y actitud del profesional, el decir, el aprendizaje y la conducta que
lleva a la realización adecuada de la actividad.
• Autonomía: respeto a la libertad del paciente de decidir entre diversas opciones. Para ello, el
paciente debe tener toda la información en torno a su proceso y haberla comprendido de forma
correcta. En ocasiones, la información debe aparecer incluso por escrito, demostrando que ser
le ha aportado al paciente.
• Justicia: el principio de justicia sitúa la acción médica en un contexto social en el que los recursos
son limitados y su reparto ha de seguir unas normas determinadas. Se trata de por un lado, dar
a cada individuo lo que necesita (no a todos lo mismo), y de garantizar el acceso en igualdad de
condiciones a la acción médica.
• No maleficencia: este principio se entremezcla con los anteriores, y se basa en evitar el mal.
Aunque se describa en último lugar este es el principio básico, por el que ningún profesional
debe realizar ninguna acción que provoque daño de forma intencionada. Si es esperable que se
produzca un daño, el médico debe estar atento a la aparición del mismo. Si la relación beneficio-
riesgo-daño no es positiva para el paciente, la acción médica debe suspenderse.
El importante reconocer que estos principios tienen una adaptación europea. Los principios éticos básicos
en bioética y bioderecho europeos establecen en el ámbito regional cuatro principios: vulnerabilidad,
integridad, dignidad y autonomía.
• Vulnerabilidad: el ser humano es un ser frágil, cuya integridad y bienestar se ve afectada por
agentes externos.
• Dignidad: característica intrínseca a la existencia del ser humano que otorga derecho a ser
respetado. Implica que no se debe atentar contra el ser humano, y que estamos obligados a
proporcionar un trato acorde con esa dignidad.
• Autonomía: relacionada con la libertad, con la capacidad de elegir el propio destino. No es una
característica intrínseca del ser humano, pues algunos de ellos pueden tener mermadas sus
capacidades
• Integridad: correcta ordenación de los componentes del ser humano, no solo en las partes
físicas, sino también en los aspectos psicológicos, sociales, emocionales…
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Están conformados por personal titulado en enfermería, medicina, derecho, personal administrativo y
alguna persona externa al ámbito sanitario.
Aunque no existe un único procedimiento, los comités de ética suelen seguir cierta estructura a la hora
de tomar decisiones. Este método puede ser reproducible en la propia consulta de Atención Primaria. Es
importante resaltar que ninguno de los procedimientos existentes llega a la perfección o no es susceptible
de críticas. La bioética de principios es la base de este método, siendo su principal mérito el haber
sistematizado el análisis de los problemas éticos en la práctica clínica, introduciendo el análisis de estas
características. Sin embargo, sus principales problemas incluyen la simplificación en ocasiones excesiva
de las situaciones, y la tendencia a excluir otros valores o principios fuera de los cuatro principios básicos
que pueden influir en la toma de decisiones.
La primera fase está formada por la formación en bioética, de modo que el profesional adquiera
sensibilidad ante las cuestiones éticas y forme una base teórica que incremente sus conocimientos sobre
el tema.
1. Detección de problemas Identificación de los problemas y jerarquización de los mismos. Discernir entre los
problemas clínicos y los valores éticos en conflicto.
2. Comparación con experiencias previas Revisar el código deontológico y cualquier otra publicación o experiencia incluyendo la
legislación vigente.
3. Identificar el sujeto de la decisión Entender quién es el sujeto que finalmente deberá tomar la decisión. Valorar la
competencia del médico y la capacidad del paciente, teniendo en cuenta los sistemas
de valores y las circunstancias particulares de la situación
4. Examen de posibles cursos de acción Valorar la corrección técnica y moral de las diferentes acciones, así como su adecuación
y sus consecuencias.
5. Toma de decisión Elección de un comportamiento de forma justificada
6. Ejecución Se lleva a cabo la decisión y se valoran las cuestiones éticas operativas.
El Código de Deontología Médica Español define el secreto profesional como el secreto que comporta para
el médico la obligación de mantener la reserva y la confidencialidad de todo aquello que el paciente le haya
revelado y confiado, lo que haya visto y deducido como consecuencia de su trabajo y tenga relación con la salud
y la intimidad del paciente, incluyendo la historia clínica. El derecho del ciudadano a la intimidad, recogido
en la constitución española, es la base del secreto profesional.
Por otro lado, ningún profesional sanitario podrá acceder a la historia clínica del paciente sin
consentimiento del mismo si no es para realizar una labor asistencial que implique al paciente. Para
poder acceder a la historia clínica fuera de esa labor asistencial se precisa el consentimiento informado
del paciente.
Otro de los puntos débiles que afecta a la confidencialidad en Atención Primaria afecta al control de la
documentación clínica de los pacientes, de modo que todas las personas que intervienen en la cadena de
transmisión de la documentación deben tener conocimientos sobre confidencialidad.
Como norma general, la información referente al proceso diagnóstico y terapéutico del paciente queda
recogida en la historia clínica. En este documento se recoge la información esencial sobre el proceso del
paciente. La información debe ser precisa, sin datos superfluos, concisa y objetiva, y debe incluir juicios
clínicos o consideraciones que el médico considere relevantes. No debe incluir juicios de valor o ninguna
descripción del paciente que no esté justificada clínicamente. Hay que tener claras las funciones de la
historia clínica:
4 Consentimiento informado
El consentimiento informado es un proceso de comunicación entre el profesional y el paciente (en
ocasiones puede incluir a los familiares) por el que el primero transmite al paciente todas las indicaciones
en cuanto a los procedimientos diagnósticos y terapéuticos a los que va a ser sometido.
• Informar acerca de los riesgos y beneficios de los procedimientos, así como sobre todas las
alternativas posibles.
• Adaptar la información a las capacidades del paciente, de modo que resulte comprensible.
Asegurar la comprensión de la información.
• Evitar presionar al paciente o influir en su opinión para que escoja alguna de las alternativas.
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• Aportar información en cantidad y calidad suficiente, para que el paciente competente pueda tomar
decisiones respecto a su proceso.
• Garantizar el derecho de las personas a su autonomía y a su libertad en la toma de decisiones.
El único capaz de otorgar su consentimiento es el propio paciente, salvo las siguientes excepciones en
las cuales se puede otorgar el consentimiento por representación (si el paciente carece de representante
legal lo será una persona ligada al mismo por razón familiar o de hecho):
• Cuando el paciente no esté capacitado intelectual y/o emocionalmente para tomar la decisión, o
su estado físico no lo permita, a criterio del médico.
• Cuando el paciente esté incapacitado legalmente.
• Cuando el paciente menor de edad no esté capacitado intelectual y/o emocionalmente. En este
caso, el consentimiento lo dará su representante legal tras haber escuchado la opinión del
menor si el mismo tiene doce años o más.
En el caso de determinadas actividades propias de Atención Primaria o generadas desde este nivel
asistencial, el consentimiento informado debe ser registrado por escrito a través de protocolos diseñados
a tal fin. Es el caso de cirugía menor, o la solicitud de endoscopias digestivas. Si la actividad no el candidata
a registro escrito del consentimiento informado o existe un condicionante externo que lo impide, el
mismo debe quedar registrado, al menos, en la historia clínica del paciente.
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Cuando la no realización del proceso asistencial suponga un riesgo para la salud pública. Se deberá
notificar esta situación en las primeras 24h a la autoridad judicial.
Cuando exista una situación de emergencia vital en la que la abstención terapéutica ponga en riesgo la
vida del paciente o pueda suponer la aparición de lesiones irreversibles, y el paciente no pueda
consentir ni exista ningún familiar o allegado que pueda hacerlo.
Las situaciones en las que más frecuentemente el tratamiento puede no adecuarse con las expectativas
reales del paciente se presentan en enfermedades graves o incurables, habitualmente en fase avanzada,
cuidados críticos o situaciones terminales.
La adecuación es un término genérico que se relaciona con la calidad de los tratamientos prescritos.
Una prescripción es adecuada cuando se sostiene sobre evidencia científica clara, es bien tolerada y
tiene un balance de coste-efectividad a su favor. En las personas mayores, influyen otros factores en la
adecuación: pronóstico vital, cambios en el perfil de seguridad del tratamiento y capacidad funcional del
paciente, entre otros. Cuando una prescripción no se basa en los criterios previamente expuestos, puede
ser considerada como inapropiada.
Una prescripción inadecuada es aquella que introduce un riesgo significativo cuando existe un
tratamiento más seguro e igual o más efectivo. Puede considerarse también cuando ese riesgo el superior
al esperable ante la abstención terapéutica o la vigilancia expectante. En atención primaria, la tasa de
prescripción inadecuada se sitúa en torno al 20%.
La adecuación del tratamiento de un paciente debe ser examinada de forma activa por el médico antes
de que puedan aparecer efectos secundarios al tratamiento inadecuado. Para ello, se puede servir de
herramientas explícitas o implícitas:
• Explícitas: criterios que definen claramente medicaciones que deben ser evitadas en el anciano,
y, en algunos casos, también incluyen indicaciones sobre fármacos cuyo efecto beneficioso está
claramente determinado en determinadas patologías y, por lo tanto, son adecuados. Es el caso
de los criterios STOPP/START o de los criterios Beers.
• Implícitas: llevan a la reflexión del profesional sobre la adecuación del tratamiento, sin
determinar de forma explícita la adecuación o falta de adecuación del mismo. El principal
ejemplo es el índice de adecuación de los medicamentos (MAI).
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El paciente crítico y/o en fase terminal presenta un reto especial en cuando a la aparición de cuestiones
bioéticas. El soporte vital en estos casos en los que una enfermedad aguda o crónica ha desembocado
en una situación que pone en riesgo la vida del paciente, y cuya resolución hacia la curación sin secuelas
potencialmente graves no está garantizada o ni si quiera es posible es fuente de conflictos.
Entre estas técnicas se incluyen algunas que el paciente o su entorno pueden considerar agresivas,
como la intubación orotraqueal, las maniobras de reanimación cardiopulmonar, la ventilación mecánica
o las intervenciones quirúrgicas. Sin embargo, algunas medidas que no son consideradas tan agresivas
también entran dentro de las técnicas de soporte vital, como la hidratación, la alimentación o la
transfusión de hemoderivados, teniendo esta última, en algunos casos, connotaciones morales o
religiosas.
En función de la aplicación ensañada de estas medidas conforme a la situación individual del paciente, se
pueden establecer dos actitudes:
• Limitación del esfuerzo terapéutico: decisión de restringir o limitar algunas medidas cuando se
consideran desproporcionadas con respecto a los objetivos a alcanzar.
• Obstinación terapéutica: uso no adecuado de los medios tecnológicos o de cualquier otra índole
para prolongar artificialmente la vida de una persona con una enfermedad irreversible o
terminal
Ya que la limitación del esfuerzo terapéutico y la obstinación pueden aparecer con medidas no
relacionadas directamente con las técnicas de soporte vital, se ha creado el término Limitación de
Tratamientos de Soporte Vital para referirnos a la limitación del esfuerzo terapéutico exclusivamente en los
mismos.
Los cuidados paliativos incluyen todas aquellas acciones relacionadas con la atención sanitaria al enfermo
en fase terminal y su entorno. La filosofía de trabajo de los cuidados paliativos establece que el objetivo
de tratamiento de estos pacientes es mejorar o al menos mantener en el nivel más alto posible la calidad
de vida del individuo. No es sencillo en muchas ocasiones no caer ni en la obstinación terapéutica ni en el
abandono. Se debe ejercer un equilibrio adecuado entre ambas actitudes.
Los cuidados paliativos permiten sistematizar la atención a estos pacientes, si bien el cierto que corren el
riesgo de convertir la atención en una rutina que aplica medidas técnicas sin bajar a la realidad humana.
No el suficiente con explicar qué se debe hacer para controlar la sintomatología del paciente, sino que
el médico de Atención Primaria ha de conocer los condicionantes familiares, sociales, económicos y de
cualquier otra índole que permitan acompañar en el proceso de enfermedad al paciente y su entorno.
Los dilemas más frecuentes que aparecen a nivel ético en la atención paliativa son:
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• Autonomía del paciente y toma de decisiones: el desarrollo de los cuidados paliativos permite,
cada vez en más casos, un correcto control de síntomas fuera del ámbito hospitalario. El por eso
que cada vez surgen más casos en los que el paciente desea finalizar sus días en su domicilio
o entorno habitual. Esto requiere un alto grado de compromiso y competencia por parte del
profesional de Atención Primaria.
Las preferencias del paciente deben ser escuchadas y atendidas, aunque también se debe pactar
cuáles son las prioridades, puesto que en ocasiones el control de los síntomas o la situación
familiar y/o social pueden hacer que el manejo domiciliario no sea posible.
Otras decisiones a afrontar tienen que ver con las medidas a adoptar conforme la situación de
terminalidad avance, conforme se ha explicado con la limitación del esfuerzo terapéutico.
En ocasiones, puede ser oportuno recomendar al paciente el establecimiento de una tutela o
curatela legal, o al menos la designación de un interlocutor que permita expresar y defender su
opinión si él no puede hacerlo debido a su salud. Estas decisiones deben ser respetadas salvo
• que vayan en contra de la lex artis o de la legalidad vigente.
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