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Análisis de la competencia y de los competidores
1. Noción de competencia
Son múltiples las perspectivas desde las que se puede estudiar la competencia. Lehmann y Winer
(1994) apuntan a tres enfoques principales (figura 4.1): competidores desde la óptica del con-
sumidor, competidores en recursos y competidores en las actividades de marketing. En
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este capítulo nos centraremos exclusivamente en la competencia basada en la perspectiva del
consumidor; en otras palabras, un competidor lo será de otro si el consumidor estima que sus
productos ofrecen los mismos atributos específicos, satisfacen el mismo beneficio básico, o, in-
cluso, si compiten por el mismo presupuesto o por el tiempo libre del consumidor.
Figura 4.1
Sin embargo, no sólo se compite desde la óptica del consumidor, son también competidoras
empresas que precisan los mismos recursos, esto es los mismos inputs productivos o la misma
fuerza laboral. Por ejemplo, IBM y Emerson Electric compiten en ingeniería eléctrica; Kodak y la
industria de la joyería comercializan productos muy dispares, pero ambos comparten la utiliza-
ción de la plata como una de las materias primas clave de sus respetivas industrias; Sun Mi-
crosystems y Amazon luchan por tener en su plantilla los mejores programadores.
Además, las empresas compiten en las actividades de marketing cuando rivalizan en distribución,
promociones de ventas o medios publicitarios. Avon y Tupperware luchan en el canal de distri-
bución por la prioridad en las demostraciones para la venta directa en el hogar (son competidores
en las actividades de venta domiciliaria) todos los fabricantes que comercializan sus productos
a través de hipermercados compiten por el espacio o lineal de venta (competidores en distribu-
ción).
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Figura 4.2
Mediante una representación gráfica en círculos concéntricos con la marca para la que se trata
de definir la competencia- Pepsi Cola light- en el centro del primer círculo.
Antes de abordar el estudio de los niveles de competencia, tengamos presente que hemos defi-
nido el producto como un conjunto de atributos sobre los que se puede cuantificar su grado de
presencia o ausencia y que son éstos los que marcan las similitudes y diferencias entre aquéllos.
En la definición del segundo nivel de competencia se agrupan todos aquellos productos y marcas
que comparten una buena parte de los atributos, algunos de ellos con diferentes niveles de pre-
sencia, lo que se ha dado en denominar la competencia en la categoría de producto. Es una
definición estrechamente relacionada con el concepto tradicional de industria o sector.
El tercero nivel, ya propio de los análisis a medio y largo plazo, se enfoca sobre las categorías
de productos sustituibles. Denominado competencia genérica, incluye todos aquellos productos
y marcas que resuelven la misma necesidad básica del consumidor. Esta perspectiva, bien des-
crita en el seminal artículo de Levitt(1965) sobre la miopía en marketing, es esencial cuando la
dirección desea prevenir las amenazas del entorno, a la vez que aprovechar las oportunidades
que les ofrece. La competencia genérica se define más allá de la empresa, tomando como prin-
cipal referencia los beneficios aportados al consumidor. Incluiría a todos aquellos oferentes que
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operan en un mismo mercado de referencia. Se puede asimilar al concepto de competencia in-
traindustria de Porter, incluyendo en tal categoría todos los productos sustitutivos.
También cabe definir la rivalidad en el mercado en función de la lucha que se establece por el
presupuesto, esto es, se pueden considerar como competidores a todos aquellos productos o
servicios que pugnan por el mismo presupuesto del consumidor. La competencia a nivel del pre-
supuesto constituye el cuarto nivel de análisis. Por ejemplo, si la dirección ha fijado para la dota-
ción de una oficina un presupuesto bastante ajustado, los implicados tendrán que elegir si pre-
fieren el más moderno software, las más sofisticadas fotocopiadoras o un sistema de aire acon-
dicionado de última generación. Es probable que tengan que hacer algunas renuncias en favor
de otras. Hay que matizar que, de alguna forma, toda empresa compite con cualquier otra, por
ello, aunque conceptualmente válidos es difícil utilizar este nivel de competencia estratégica-
mente porque implica una enorme cantidad de competidores, en todo caso, considérese que a
veces es difícil delimitar en qué nivel compite una empresa con otra (¿en la forma de producto,
en la categoría…?), lo que sí parece claro es que no todas las empresas compiten entre sí en el
mismo grado.
La elección de uno u otro nivel de análisis tiene significativas y diferentes implicaciones para el
desarrollo de la estrategia de marketing y para la gestión del producto. El cuadro 4.1 recoge de
forma escueta la tarea específica de la empresa para cada nivel de competencia. Es innegable
que el examen de los competidores a todos los niveles es interesante para el correcto diseño de
una estrategia de marketing. Ahora bien, esto no siempre es posible, ni siquiera es necesario.
Dadas las restricciones temporales y presupuestarias a veces es necesario escoger un determi-
nado nivel de análisis. Puestos a citar algunos de los criterios inexcusables a la hora de delimitar
qué competidores van a ser objeto de investigación, haremos hincapié en dos de ellos: el hori-
zonte temporal de la estrategia de marketing y la tasa de cambio en la tecnología del producto.
Cuadro 4.1
Si se están tomando algunas decisiones de carácter anual, la competencia debe definirse priorita-
riamente basándose en la forma de producto, y sólo secundariamente utilizando otros niveles.
Claramente, las marcas que compiten entre sí en el día a día responden el concepto de forma de
producto o de alguna subcategoría. Para esas marcas, el director de producto debe tener un co-
rrecto conocimiento sobre los consumidores, los competidores y el entorno. La atención ocasional
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a competidores en la categoría de producto o producto genérico debe sustentarse en la fundada
sospecha de un ataque probable es la forma de producto. Sin embargo, puesto que la modificación
de las preferencias de los consumidores puede destrozar categorías enteras de productos, el aná-
lisis de la competencia genérica requiere especial atención en las decisiones con repercusión a
medio y largo plazo.
Los anteriores niveles de análisis de la competencia se han establecido desde la óptica del con-
sumidor la terminología tradicional desde la perspectiva de la empresa consiste en graduar la
competencia en una sucesión que va desde los competidores que persiguen la misma estrategia
o grupo estratégico, los competidores en la industria y los oferentes de productos sustitutivos, en
la figuras 4.3 se ofrecen ambas visiones comparadas. Repárese en que en este capítulo vamos a
considerar como <<competencia directa>> o <<intramercado>> a los tres niveles que se estable-
cen desde la óptica de la empresa.
Figura 4.3
No es nuestra intención exponer toda una teoría sobre la competencia; para un estudio más
amplio nos remitimos a los conocidos trabajos de Porter (1980 - 1987). No obstante, considera-
mos relevantes detenernos en su noción de rivalidad ampliada (véase la figura 4.4).
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En la propuesta de este concepto subyace la idea de que el grado de lucha competitiva en un
mercado y, por ende, la capacidad de una empresa para explotar una ventaja competitiva en su
mercado, depende del papel ejercido por cinco fuerzas: el grado de rivalidad entre los competi-
dores actuales, la amenaza de los productos sustitutivos, la entrada de nuevos competidores, el
poder de negociación de los proveedores y el poder de negociación de los clientes. Nuestra
intención al traer a colación el esquema de Porter es manifestar la no estricta coincidencia que
existe con lo que, desde la óptica del consumidor, se entiende como competencia intramercado
frente al concepto de rivalidad intraindustria de Porter (o competencia directa).
Figura 4.4
RIVALIDAD AMPLIADA
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La situación vivida en la industria del café nos sirve para ilustrar el peligro que recae sobre una
identificación excesivamente miope de los competidores. Los fabricantes de café – producto apa-
rentemente sin sustitutivos – tradicionalmente se habían sentido libres de trasladar al consumidor
el incremento en el coste de la materia prima. Sin embargo, durante 1977 y 1978 las ventas de
café disminuyeron un 20 por 100 debido a la subida de los precios, a la vez que se incrementaba
el consumo de zumos; incluso Pepsi AM, claro sustitutivo del café en el desayuno de los consu-
midores norteamericanos. Otro ejemplo, es el de la aparición del escáner, producto que sucedió
de forma eficiente a determinada máquinas de rayos X en el diagnóstico médico. Además, las
empresas (como el caso del escáner) que consiguen crear un producto que relega a otro anterior
por su superioridad, suelen ser ávidos competidores deseosos de trasladar al consumidor las ven-
tajas que pueden obtener en términos de satisfacción de sus necesidades si cambia un producto
por otro.
En suma, reiteramos la idea central de los dos párrafos anteriores: es peligrosa una definición
miope de la competencia, miopía que en cierta forma se ahuyenta cuando los productos sustituti-
vos consideran como parte de la competencia actual de la empresa. Ahora bien, la inclusión de
los productos sustitutivos entre los competidores actuales pueden ser una solución para superar
un enfoque miope, pero no ayuda en nada a precisar y concretar cuál debe ser el grado de susti-
tución desde el que debe plantearse el análisis – recordemos que el grado de sustitutivos es una
variable continua-. Es así que la delimitación de la competencia por parte de la empresa requiere
de un equilibrio entre la identificación de demasiados competidores y, el reverso, una definición
excesivamente estrecha y, con ello, el probable olvido de algún competidor clave.
Por lo tanto, si sólo consideramos como parte de la rivalidad ampliada aquellas fuerzas que desde
la perspectiva del consumidor no constituyen una competencia directa, convendremos en carac-
terizarla a partir de tres fuerzas principales: la amenaza de entrada de nuevos competidores, el
poder de negociación de los proveedores y el poder de negociación de los clientes. Como ya
hemos señalado, los productos sustitutivos forman parte de la competencia directa.
Enjuiciar la rivalidad o nivel dentro de un mercado es crítico para decidir sobre la colocación
de recurso. Para la empresa, la rivalidad o competencia que sufre en un determinado mo-
mento es un indicador de los recursos que requiere para conseguir sus objetivos en ese
mercado. A continuación, vamos a analizar los factores más importantes que influyen en el
grado de rivalidad distinguiendo entre rivalidad intramercado (amenaza de nuevos entrantes,
poder de negociación de los proveedores y poder de negociación de los clientes) (véase un
resumen en la figura 4.6).
Cabe señalar que, aunque de forma genérica hablemos de empresas (para simplificar), el
nivel de análisis más adecuados de las fuerzas competitivas es el producto-mercado. Una
empresa suele competir en varios productos-mercado, en algunos de los cuales las fuerzas
que influyen en la rivalidad pueden tener sentido opuesto. En estos casos, si el análisis se
hace agregado la utilidad se verá mermada.
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2.2. Rivalidad intramercado
Presentamos, seguidamente, un panorama global sobre los factores que la empresa debe
considerar para proceder a un diagnóstico de la rivalidad del mercado. Tales factores vamos
a mostrarlos ordenados en tres bloques: la estructura de costes, la estructura del mercado y
la estructura de preferencias de los consumidores (Sudharshan, 1995).
La estructura de costes se refiere a las barreras a la movilidad (de entrada y de salida), las
economías de escala y de alcance y la especificación de los activos. En mercados con altos
costes de entrada es probable que la rivalidad sea más elevada que en mercados que en
barreras más débiles. Cuando los costes de entrada son altos, se necesita un volumen de
actividad importante para la recuperación de las inversiones, lo que acentúa la rivalidad del
mercado. Esto es especialmente de activos específicos, ya que actuaran como barreras de
salida. De forma análoga, cabe señalar que un mercado en el que se observan economías
de escala es un buen candidato a ser un mercado competido. Los efectos de las economías
de escala y de los costes de entrada se reflejan en lo que se ha dado en denominar <<escala
eficiente mínima>>, que representa el volumen de producción mínimo para operar en el mer-
cado con unos costes competitivos. Las economías de alcance o reducciones en costes de-
rivadas de la variedad o diversidad de operaciones o negocios de la empresa se reflejan en
sinergias (de producción, marketing u de otras actividades) que incrementan la rentabilidad
mediante un proceso de reducción de costes; en consecuencia, el atractivo de permanecer
en mercados con economías de alcances será mayor y, por lo tanto, también lo será la riva-
lidad competitiva.
La estructura de un mercado se puede definir a partir del número de empresas que compi-
ten en ese mercado, la sustituibilidad o grado de diferenciación entre los productos (que se
puede medir mediante la elasticidad cruzada), en grado de crecimiento, la distribución más o
menos equilibrada de las cuotas y el exceso de capacidad productiva (o capacidad productiva
ociosa). La clasificación más conocida de situaciones competitivas, la que se realiza a partir
de los dos primeros criterios, nos lleva a hablar de monopolio, oligopolio diferenciado, oligo-
polio diferenciado, competencia monopolística y competencia perfecta (Figura 4.5).
Figura 4.5
SITUACIONES COMPETITIVAS
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En competencia perfecta el grado de rivalidad es elevada, y, como consecuencia, el poder
de mercado de cada uno de los participantes es prácticamente nulo. Ello es debido al elevado
número de competidores y a la ausencia de diferenciación (o total sustituibilidad entre pro-
ductos). El juego de la oferta y la demanda es el principal determinante del precio. La única
maniobra posible para la empresa que busca mejorar su rendimiento es modificar sus entre-
gas al mercado o cambiar su capacidad de producción, aumentándola o disminuyéndola se-
gún lo atractivo que sea el precio de mercado. A corto plazo, la vigilancia de los niveles de
producción de la competencia y de la entrada de nuevos competidores es esencial ya que
permite anticipar la evolución de los precios. A largo plazo, la empresa está interesada en
salir del anonimato de la competencia pura buscando diferenciar su producto para reducir su
grado de sustitución, o intentando crear un coste de transferencia para el comprador. Este
resultado puede lograrse, como, por ejemplo, mediante un control severo de la calidad, acom-
pañado de una política de marca (Lambin, 1995). Es lo que se ha tratado de hacer con el
café de Colombia a los plátanos de Canarias.
En situación de monopolio (no estatal), el mercado está dominado por un único fabricante,
generalmente por un tiempo limitado. El monopolio del innovador es una situación que se
observa en la fase de introducción de un producto. En tal circunstancia la empresa mantiene
un poder de mercado elevado, en realidad amenazado por los nuevos competidores que
llegan atraídos por el potencial de crecimiento y beneficio. La duración previsible del mono-
polio es, por tanto, es, un dato esencial, el cual dependerá de la fuerza de la innovación, y
de la existencia de barreras indefendibles en el tiempo. Las situaciones de monopolio son,
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en realidad, efímeras, debido a la difusión cada vez más rápida de las innovaciones tecnoló-
gicas.
Generalmente, se espera que el nivel de rivalidad entre competidores varíe en sentido inverso
al crecimiento del mercado. Cuando el mercado está incrementándose, una organización
puede conseguir sus objetivos de crecimiento sin dañar las ventas de sus consumidores,
mientras que cuando los mercados están en la etapa de madurez, la organización tendrá que
crecer reduciendo las ventas de sus competidores. Respecto al grado de equilibrio de las
cuotas, hay que señalar que cuando los competidores tienen aproximadamente el mismo
tamaño, existe el peligro de que se desate una gran rivalidad si algunos de ellos tratan de
hacerse con una mayor cuota. Pero si esto no ocurre, pueden ser mercados con un menor
nivel de rivalidad (aunque también con mayor riesgo de colusión) que la de aquellos en los
que existen organizaciones dominantes. Finalmente, la existencia de un considerable exceso
de capacidad es un signo del grado de rivalidad entre las empresas, especialmente si estas
situaciones vienen acompañadas por unos altos costes de salida.
El grado de amenaza que suponen los nuevos entrantes depende de la existencia de barreras
a la entrada (figura 4.6). Cuanto mayor sean estas barreras menores amenaza y, por tanto,
más segura será la posición de la empresa. Porter considera que existen seis barreras de
entrada principales: las economías de escala, la diferenciación de los productos, los requeri-
mientos de capital, la dificultad de acceso a los canales distribución, las desventajas en cos-
tes (no relacionadas con la escala) y la regularización gubernamental.
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Figura 4.6
PRINCIPALES VARIABLES PARA EL DIAGNOSTICO DEL GRADO DE RIVALIDAD COM-
PETITIVA EN EL MERCADO
En ocasiones los canales de distribución están copados por los competidores existentes y
estos se muestran reacios a referenciar nuevos productos, bien por su compromiso con otras
empresas bien por los riesgos que esto puede suponer. Además de la desventaja en costes
que suponen las economías de escala, hay otras desventajas generalmente asociadas con
la entrada temprana en el mercado y con la experiencia, conocimientos y relaciones que
detentan ya esa empresa en el mercado. Por último, también legalmente cabe establecer
restricciones a la entrada de nuevos competidores.
Además de las barreras las entradas, otro factor que va influir en el grado determinación de
competidor potencial a la hora de entrar en un mercado es el nivel de expectativas que man-
tiene sobre el vigor de las reacciones de los competidores establecidos y el carácter disua-
sorio de las represalias que puedan organizar. La fuerza disuasoria de la respuesta depen-
derá principalmente de los siguientes factores:
En todo caso, con independencia de que se puede y se debe hacer una valoración general del
grado de amenaza de entrada de nuevos competidores en ese producto-mercado, siempre exis-
tieran empresas para la que, por diversas circunstancias, las barreras serán bajas o fácilmente
remontables. Es el caso, por ejemplo, de aquellas que conozcan y dispongan de la tecnología
necesaria, controlen los canales de distribución usuales en esa industria, sean ya proveedoras
de esos de una extensión de marca, o trabajen en el mismo producto-mercado en otro entorno
geográfico.
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2.3. Poder de negociación de los proveedoes
Esté dominado por unas pocas empresas y, en general, más concentrado que la in-
dustria a la que venden.
No existen productos susceptibles de sustituir a aquellos que suministran.
Los clientes en cuestión no sean importantes consumidores de ese grupo proveedo-
res.
El producto del proveedor sea un input importante del negocio del comprador.
Los costes de cambio de un proveedor a otro sean muy elevados.
El grupo de proveedores constituye una amenaza creíble de integración sino obtienen
los precios (y, por tanto, los márgenes) que desea.
Entre los proveedores de inputs hay que considerar la mano de obra utilizada por la em-
presa. Su grado de organización o sindicación les puede dotar de un poder de negocia-
ción que condicione significativamente la rentabilidad de un mercado.
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