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ISBN 950-29-0329-3
Autor
Susana Murillo
Carrera de Sociología
Facultad de Ciencias Sociales
Oficina de Publicaciones
Ciclo Básico Común
Universidad de Buenos Aires
k-5'Jí ’
Capítulo II
O7
discursos c instituciones en un período dado de la historia” y
que al mismo tiempo nos constituye como sujetos. El saber de
una época es el conjunto de lo “decibld' y lo “visible", esto es,
de los regímenes de enunciados posibles y de formas posibles
de organizar la percepción. El saber implica formas de hablar y
regímenes de visibilidad. Ni el lenguaje ni la percepción son
algo ciado de una vez y para siempre. Las formas de ver y
hablar son construcciones sociales y forman el “saber" de una
época.
"Saber", no es un conjunto de proposiciones (esto sería
cuunaissauce), “sumir" alude al interjuego de todas esas re
glas, que hacen que cienos connaissances sean para nosotros
evidencias naturales e incuestionables, y que al mismo tiempo
nols constituyen como sujetos. En relación al saber la
discursividad foucaultiana ha propuesto el aprender, como un
des-saber, como una deconstrucción del andamiaje de reglas y
conceptos que forman una red a nuestro alrededor.|,;
La pregunta por el saber, es llamada la “prepunta arqueoló
gica", en tanto ella, a ja manera de la arqueología, busca las
"capas" sobre las cuales se edifican nuestras evidencias actua
les. La pregunta arqueológica consiste en saber qué es lo que
ha hecho posible la aparición de ciertos enunciados en un
determinado momento de la Historia, ¿por qué ciertos concep
tos sobre la locura o la criminalidad aparecen en un cierto
momento histórico y no aparecen otros? ¿Cuáles son las condi
ciones de posibilidad que hacen a esta emergencia? Y el análi
sis ele estas condiciones de posibilidad, es hecho evitando toda
referencia a la conciencia de un sujeto o a su intencionalidad.
Se trata de pensar las prácticas sociales que generan ciertas
formas de discurso, o dicho de otro modo: se trata de describir
el "archivo", esto es: el conjunto de reglas que definen los limi
tes de deribilidad, lo que puede decirse y lo que no, io que19
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20. M. I'oucault, "La fu n ció n política del intelectual", en Saber y Verdad, Madrid,
La Piqueta, 1992, ágs. 56-58.
21. M. I'oucault, La i>erdad y las furnias jurídicas, M éxico, Gedisa, 1988, pág.
15.
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3. Formaciones discursivas
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22. M. [-'oucault, La Arr¡ncnlnf¡i(i det Saber, M éxico, Siglo XXI, 1991, púg. 62.
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designa unos códigos, unas rejillas del hablar que hacen posi
ble que en un período histórico, surjan preguntas parecidas,
códigos semejantes, en distintos ámbitos (la literatura, la filoso
fía o la economía), pero a la vez posibilita que entre esos códi
gos haya diferencias.
Hay en este punto, una fuerte articulación de Foucault con
el estructuralismo en general y la Antropología estructural de
Lévi-Strauss en particular (que será desarrollada más adelante).
El método estructuralista rechaza el concepto de "elemen
to". Lévi-Strauss se niega a tratar a los elementos como entida
des independientes y toma como base la relación. Introduce la
noción de “sistema”. A esto debe añadirse que la estructura
social, según Lévi-Strauss, no debe confundirse con las relacio
nes^ sociales, desde que éstas son el fenómeno conciente y la
estructura es inconciente. Creemos que entre el concepto de
"epistéme" de Foucault y el de "estructura social" de Lévi-Strauss
hay una cierta semejanza. Aunque Foucault, al hablar de
“epistéme", trata de centrarse, no sólo en lo idéntico, sino en
las diferencias, las desemejanzas que hacen que en un período
histórico haya distintas formas de hablar y de pensar. Este es
tal vez el punto en el que so, diferencia de la antropología
estructural.
“Estos criterios permiten sustituir los temas de una his
toria totalizante (ya se trate del 'progreso de la razón’ o
del 'espíritu de una época’) por análisis diferenciados.
Permiten describir la epistéme de una época no como
la suma de sus conocimientos, o el estilo general de
sus investigaciones, sino la desviación, las distancias,
las oposiciones, las diferencias, las relaciones de sus
múltiples discursos científicos: la epistéme no es una
especie de gran teoría subyacente, es un espacio de
dispersión, un campo abierto y srn duda indefinida
mente dcscriptible de relaciones (...) la epistéme no es
una rama de la historia común a todas las ciencias, es
un juego simultáneo de permanencias específicas. Por
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desde algún lugar y con alguna perspectiva. Este tipo de
substaneializaciones inducen por cierto, efectos de saber, que
a su vez generan relaciones de poder.
“Vemos entonces desplegarse todo un campo de pre
guntas... por las que esta nueva forma de historia trata
de elaborar su propia teoría: ¿cómo especificar los dife
rentes conceptos que permiten pensar la discontinui
dad (umbral, ruptura, corte, mutación, transformación)?
l’or medio de qué criterios aislar las unidades con las
que operamos: ¿Qué es una ciencia? ¿Qué es una obra?
¿Qué es una teoría? ¿Qué es un concepto? ¿Qué es un
texto?""
ú ’ en relación directa a lo anterior es que se valoriza la
discontinuidad, cinto a nivel horizontal (diacrónico) como a
nivel vertical (sincrónico), no por el mero hecho de poner el
acento en las rupturas, sino a fin de no mirar los acontecimien
tos históricos como producto de un encadenamiento necesario
o de una teleología, o mejor, a fin de no ir a la historia partien-
7 ’ *.
do de presupuésteos.
De ahí la valorización del acontecimiento y en relación
con ello la de la bisturía géjicral, llamada en algunos textos la
"wirkliche historie", la historia efectiva o rea1 o verdadera, en
contra de una historia global que ignora los sucesos, o, en
todo caso los subsume en una totalidad ideal. La Historia en
tendida de modo “global” busca la forma de conjunto de una
civilización, la significación común a todos los acontecimien
tos en una época, la cosmovisión o espíritu de la misma, que
se expresaría en diversos sucesos. A_esta concepción de la
historia va unido el concepto de totalización (presente en Sartrc
y Hegcl), un modo de ver la variedad de los acontecimientos
como diversas expresiones de un núcleo central que se mani-
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30. M. I'oucault, Im Arqueología del Saber, op. cit.. p:í gs. 9-10.
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t i discurso ae t-oucaun
32. M. I’ oster, / ‘o i/tv/n /f. e/ n u irru m n y tu liislnrui, México, Pniclós, 1991, págs.
13-37
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34. J. I’. Sartre, Cívica de la Razón Dialéctica. Buenos Aires, Losada, 1979, págs.
30-31.
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35. II. Marcase, ¿/hom bre unidimensional, México, Joaquín Mortiz, 1969, páR. 12.
36. Ihid., páq. 23
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37. II, Marcuse, Uros y civilizacióti, Madrid, SAHl’ E, 1983. pág- 27.
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•ÍO. M. I'o u a m li, "Verdad y Poder", en Microfistca del poder, op. cit.
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41. K. Marx y I'. Knyds, U i idcolofjici alem ana, 13uenos Aires, Pueblos Unidos,
1985, págs. S3-S5-
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2. El co n cep to de poder
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■ÍS. M. I'oucault, H istoria de la sexu a lid a d , Tom o I, México Siglo XXI 1987
P-g U3.
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51. M. l'o u c iu lt, "El juego de Michel Foucault", en Sa/x’r y Verdad, op. cit. p:ig.
136-137.
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•t.
4. Las resistencias
Hasta aquí uno podría pensar que la visión de 1(5 social que
emerge de esta estrategia discursiva, es estática, pues los dispo
sitivos y técnicas dan cuenta de la construcción de cuerpos y
de relaciones sociales, así como de su reproducción. Pero la
pregunta que emerge es cómo explicar su m o d ific a c ió n . Para
comprender esto es necesario reparar en el concepto de "resis
te n c ia '" que está imbricado en el de p o d er. No hay poder sin
resistencia. Ella puede adoptar formas diferentes: desde la en
fermedad psicosomática hasta un acto violento. Puede o no ser
racional y consciente.
El concepto de re siste n c ia no ha recibido un tratamiento
teórico muy desarrollado, pero sí aparece descripto en situa
ciones históricas varias y no parece tener que ver (exclusiva o
necesariamente) con una decisión racional y libre sino con
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56. M. Ib iic iu ll, h i iv r tk u iy írtf fiirmtujurídicas, op. cit., ln. Conferencia, p:ig. l i
57. G. Deleuze, l'oiiaiiill. Huenos Aires, Paidós, 1987, pág. 63-
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El discurso de Faucault.
5H. II. Marcu.sc, h'eizón y rcinlncitiii, Madrid, Alianza Editorial, 1971, pág. 251,
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cf aiscursu ue ruuuauu
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59. M. t'o u ciu lr, Ui . \niucolngia ttclsaber, op. cit., págs. 21-22.
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60. M. I'ü u c iu Ii , 1:1 urden riel discurso, op. c it., pág. 11.
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6l. M. lououilt, Ut reí (tm t y las f o r m a s ju r ú lic ta , op. cjt., p-.í 1S,
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tí3. C. I.évi-Strati.v;, "l.e cru et le cuit", citado por N, Mouloud, "Las ciencias de
estructura y el conocimiento racional", en D ialécticay& lntclum liiim , Buenos
Aires, Orbeliu.s, 1999, p;ig. 19.
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8. La verdad
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Dice Foucault:
"Por verdad no quiero decir 'el conjunto de cosas ver
daderas que hay que descubrir o hacer aceptar', sino
'el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo
verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos
políticos de poder'."M
Por su concepto de “verdad”, Foucault, se diferencia tam
bién de aquellos marxistas como Althusscr que han recurrido a
la noción de ideología, para explicar ciertos fenómenos socia
les (el nacionalismo en tiempos de guerra, el papel del
consumismo, los medios de comunicación, etc), a raíz de los
cuales las ideas de las clases dominantes continúan siendo las
ideas dominantes. La ideología, suele estar opuesta a la ver
dad, remite a un sujeto que tiene una falsa conciencia, y emerge
de una infraestructura económica. Pero para Foucault, ningu
na de estas afirmaciones es válida; ni hay una verdad en sí,
opuesta a la ilusión de la ideología, ni hay sujetos pre-dados,
ni hay exterioridad de la. infraestructura económica y la super
estructura jurídico-política. La verdad y los sujetos son fabrica
dos en dispositivos materiales, que incluyen relaciones de sa
ber-poder, donde toda relación económica es al mismo tiempo
una relación política y una relación de conocimiento. No desa
rrollaremos aquí la objeción, creemos que lícita, respecto de
en qué medida es valido sostener que Althusscr haya estable
cido una dualidad tan clara entre verdad c ideología. Sólo ten
dremos en cuenta que ésa fue ¡a forma en que su discurso
funcionó en los años '60 y 70,
Finalmente transcribimos un texto que sintetiza alrededor
del problema de la verdad varios de los temas que liemos esta
do desarrollando:
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69. M. ro u ra u ll, Ut ivnU ul y los forman jurídicas, op. c¡t., pág. 16-17.
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9. El problem a de la gobernabilidad
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