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—Por ejemplo, que el padre se acostumbra a que el niño sea su semejante, y a temer a los hijos,
y el hijo a ser semejante al padre y a no respetar ni temer a sus progenitores, a fin de ser
efectivamente libre; el meteco es igualado al ciudadano, el ciudadano al meteco y del mismo
modo el extranjero.
—Así sucede, en efecto.
—Sucede eso y otras menudencias como las siguientes: en semejante Estado el maestro teme y
adula a los alumnos y los alumnos hacen caso omiso de los maestros, así como de su
preceptores; y en general los jóvenes hacen lo mismo que los adultos y rivalizan con ellos en
palabras y acciones; y los mayores, para complacerlos, rebosan de jocosidad y afán de hacer
bromas, imitando a los jóvenes, para no parecer antipáticos y mandones. 563a
Comienza el libro VIII cuando Glaucón repasa las conclusiones sobre el Estado ideal a las que
había llegado Sócrates en capítulos anteriores. Quedó establecido que el Estado mejor era
la aristocracia de reyes filósofos con las siguientes características:
• comunidad de mujeres e hijos,
• educación íntegra común,
• reyes que se hayan acreditado como los mejores en la filosofía y en la guerra,
• guardianes que no tengan nada privado sino todo en común y
• reciban del pueblo sólo su alimento a modo de salario.
Tras la timocracia llega la oligarquía, un régimen en el que “mandan los ricos”. La corrupción de
la timocracia se debe al amor al dinero de sus gobernantes. Con el tiempo descubrirán nuevas
formas de gastarlo y corromperán las leyes para poder hacerlo. Un Estado en el que se venere
al dinero despreciará la excelencia y los hombres buenos. Es evidente el fallo de este
sistema: imaginemos una nave en la que se impidiera timonear al mejor piloto porque fuese pobre.
Además, es un Estado doble: pobres y ricos conspirando siempre unos contra otros. Los
gobernantes serán incapaces de servirse de la multitud armada para la guerra pues desconfían
más de ella que de los enemigos. Abundarán en ese Estado hombres que no poseen nada por
haberlo derrochado todo. Estos zánganos podrán o bien tener aguijón o bien no tenerlo. Los que
no lo tienen se convierten en mendigos y los que lo tienen en ladrones, salteadores y
profanadores.
La génesis del hombre oligárquico tendría lugar del siguiente modo: ocurrirá cuando el hombre
timocrático, amante del honor y el valor, se vea enfrentado a los tribunales y resulte injustamente
condenado perdiendo toda su fortuna. Entonces su hijo se dará cuenta de que para mantenter la
posición social el honor es menos efectivo que el dinero. Este hombre entronizará su parte
apetitiva a la que se someterán la parte racional y fogosa del alma. Es un hombre ahorrador y
laborioso cuyas pasiones más bajas no saldrán a la luz por miedo a perder su fortuna. Descuidará
la educación y los servicios públicos como la tutela de huérfanos.
Este líder, “alguien que gusta de entrañas humanas descuartizadas entre otras de otras víctimas,
necesariamente se ha de convertir en lobo“, será el tirano. Para contentar al pueblo mata y
destierra, sugiere abolición de deudas y partición de tierras. Los ricos se defienden: intentarán
ejecutarlo, desterrarlo o asesinarlo a escondidas. Entonces el tirano solicitará al pueblo una
custodia personal. Los ricos, al verse en minoría y “enemigos del pueblo”, huirán cobardemente y
dejarán al pueblo a merced del tirano. Este, en principio, sonríe y promete, libera de deudas y
reparte tierras, adopta modales amables… pero al poco tiempo comenzará una guerra, subirá los
impuestos y obligará al pueblo a trabajar día y noche para que no conspiren contra él. Quienes no
confíen en su mando serán eliminados y aquellos de sus amigos que le censuren también.
“Purificará el Estado” eliminando a los más sabios, los más valientes y los más ricos. Vivirá
siempre rodeado de mediocres que le hagan sentir seguro. Normalmente los traerá del extranjero.
Cuando el pueblo quiera retirar su apoyo al tirano será demasiado tarde. Este es parricida por
naturaleza y no respetará al pueblo, que es su padre, y de hombres libres pasarán a ser esclavos.