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La Formación de

la Identidad
Sociopolítica y
Judicial de
Inglaterra en la
Alta Edad Media

José Guillermo Williams

Historia Medieval

Licenciatura en Historia

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PATAGONIA

1
SAN JUAN BOSCO

2004

Índice

Introducción…………………………………….………………………….……..…..2
I .La situación de Inglaterra previa a la invasión normanda………….....……..…2
La unificación
Los daneses
El legado anglosajón.
II. La dominación normanda………………………………...…………………..….5
Guillermo el Conquistador
El Domesday book
El Forest Law
La sucesión del Conquistador
Ganando corazones y mentes: Enrique I
El fin de la dinastía
III. Inglaterra como parte del Imperio Angevino………………………..………..10
Enrique II
Becket
La sucesión de Enrique II
Ricardo I
Juan sin tierra
La Carta Magna
IV: El origen del parlamento……………………………………….…..…….…….15
El Parlamento
Eduardo I

2
La sucesión de Eduardo I
La guerra de las Dos Rosas
Conclusión……………………………………………….….………….………….…21
Anexo……………………………………………………..…………………………..23
La situación galesa y su introducción a la corona inglesa
Bibliografía…………………………………………………….………..………..…..27

Introducción

La siguiente monografía ha sido elaborada como parte integral la materia de Historia


Medieval de la carrera de licenciatura en Historia, a modo de conclusión de la misma.
El trabajo consiste en un desarrollo histórico de la Inglaterra de la alta edad media, haciendo
énfasis en las diversas instituciones creadas a lo largo de este periodo, tanto en justicia como
en administración, con el objeto de comprobar mi tesis de que el estado ingles moderno tuvo
sus bases directas en este tramo temporal y siempre notoriamente adelantado al resto de los
países que conformaban el mundo cristiano. El mismo está separado en capítulos de acuerdo
al orden cronológico en que se desarrollan las instituciones, teniendo por ejes centrales las
dinastías reales y los órganos administrativos por ellas creados: la limitación del feudo, que
había acabado con la monarquía centralizada en el continente; la ley común, promulgada por
el rey y única en todo el territorio, llevada al máximo de eficiencia por el juicio por jurado y
la posterior limitación de la monarquía mediante la Carta magna y el Parlamento
Considero hacer este trabajo debido a que la historia anglosajona no es estudiada ni tenida en
cuenta de igual manera que la de la Europa continental, principalmente porque nuestra
identidad nacional no fue formada con o por elementos ingleses, o más tarde británicos, sino
por la enorme influencia española y francesa.
Como última y personal razón, mi interés en la materia se centraba en hacer algún escrito
referido al país de Gales, lugar de procedencia de mi familia paterna, (al final del trabajo hay
un anexo referido a la situación galesa), llevándome esto a su principal gobernante: Inglaterra.

I .La situación de Inglaterra previa a la invasión normanda

La romanización de las islas británicas había sido muy superficial, y con las invasiones de los
anglos y los sajones entre los siglos V y VI, los pocos vestigios romanos fueron disipados, al
igual que la mayoría de la población autóctona, los bretones, que se trasladaron a la Armónica
(luego llamada Bretaña) en territorio francés.
Alrededor del siglo VII había siete reinos germánicos: Northumbria, Mercia, East Anglia,
Essex, Wessex, Sussex y Kent.

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El cristianismo, que se impuso rápidamente llegó procedente de dos zonas: Roma e Irlanda.
San Agustín fue el primer arzobispo de Canterbury, con lo que esta ciudad pasó a ser la
principal diócesis de Britania y los reinos meridionales se convirtieron al cristianismo. En un
sínodo celebrado en la abadía de Whitby, el rey Oswy de Northumbria escogió la tradición de
Roma, por lo que dio a Inglaterra una religión común y un elemento unificador.
Beda el Venerable, monje de Northumbria, fue el erudito europeo más destacado de su época;
su Historia eclesiástica de los pueblos ingleses estableció una cronología basada en el periodo
anterior y posterior al nacimiento de Jesucristo para datar sucesos históricos. Carlomagno
eligió a Alcuino de York, también de Northumbria, como director de su escuela palaciega.

La unificación

La unión de los reinos germánicos sólo se producía a través de guerras. Ya en la época de


Etelberto el Santo de Kent (560-616), se utilizaba el título de Bretwalda, o rey de Britania. En
términos generales, el título recayó durante el siglo VII en los reyes de Northumbria, en el
VIII en los de Mercia, y, finalmente, en Egberto de Wessex, que en el 825 derrotó a los
mercios en Ellendum.

Los daneses

El nieto de Egberto, Alfredo el Grande, se convirtió en el rey de Wessex (871) durante uno de
los periodos más sombríos de la historia de Inglaterra. Los daneses, uno de los grupos
vikingos que habían comenzado a asolar las costas inglesas a finales del siglo VIII, habían
abandonado el pillaje y ahora su objetivo principal era conquistar Inglaterra. En un principio,
se vio obligado a comprar una tregua, pero, tras su victoria en Edington (878), obligó al rey
danés Guthrum a aceptar el cristianismo y la división de Inglaterra en dos reinos: Wessex y lo
que los historiadores llamaron más tarde el Danelaw (Essex, East Anglia y Northumbria).
Alfredo tomó Londres y frenó el avance danés.
Alfredo realizo una gran labor de gobierno (al establecer una serie de dooms, o leyes) y al
fomento de la cultura, que había entrado en decadencia en los años posteriores a Beda y
Alcuino y estimuló la compilación de la Anglo Saxon Cronicle, la Crónica anglosajona.
El hijo de Alfredo, Eduardo el Viejo (899-924) y su nieto Athelstan, que ganó la gran batalla
de Brunanburh en el 937, terminaron la conquista del Danelaw., que tuvo como consecuencia
la creación de un gobierno unificado para toda Inglaterra. El rey gobernaba con la ayuda de
un consejo de asesores que participaba en la promulgación de las leyes y supervisaba la
elección de los reyes: el Witan
El territorio se dividió en unos 40 condados, en cada uno de los cuales había un tribunal
formado por todos los hombres libres; se reunía dos veces al año y era presidido al principio
por un funcionario real (más tarde un conde) y después por un sheriff que servía de
intermediario entre el rey y la administración local. Inglaterra tenía el gobierno más avanzado
de Europa occidental.

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Los daneses reaparecieron en el 978, formando nuevamente un reino escandinavo bajo
Canuto, pero tras los cortos e impopulares reinos de los hijos de este, Eduardo el Confesor,
otro hijo de Etelredo, el rey sajón depuesto tras la invasión, regresó de su exilio en
Normandía. El reinado de Eduardo (1042-1066) destaca por el dominio de los poderosos
condes de Wessex -Godwin. Al morir Eduardo en 1066 sin herederos, se inició un periodo de
enfrentamientos. El el Witan eligió a Harold, conde de Wessex y máximo representantes de
los intereses señoriales, aunque su único derecho al trono era su disponibilidad. Los otros
aspirantes eran el rey Harald III de Noruega y el duque Guillermo de Normandía. Harold II
venció al primero en Stamford Bridge, en septiembre de 1066, pero fue derrotado por
Guillermo en la batalla de Hastings el 14 de octubre.

El legado anglosajón.

No fue fácil eliminar las viejas instituciones anglosajonas y danesas, y de hecho muchos de
órganos administrativos normandos se basaron en estos.
El órgano más importante por debajo del rey era el Witan, que consistía en un tribunal
consejero, pero con una organización deficiente con una estructura poco definida, y que era
en definitiva un mecanismo desarrollado por los reyes para ayudarles a gobernar, reflejando
la idea de que un rey debería consultar a sus súbditos. Con la base del Witan se formaría
posteriormente la Curia Regis, antecesora, a su vez, del Parlamento moderno.
Las leyes sajones, que eran muy buenas, pero siempre carecieron de un rey lo suficientemente
fuerte como para poder utilizarlas, permitían convocar al Fyrd, que consistía en una milicia
compuesta de todo hombre libre y físicamente apto para pelear. Respecto a la justicia, los
sajones habían desarrollado dos tipos de tribunales locales: el hundred moot y el shire moot.
El shire moot (tribunal de condado) estaba a cargo de los hombres libres del condado. Los
tribunales de condado fueron perdiendo importancia recién con las disposiciones de Enrique
II, unos 150 años después de la invasión normanda.
La recolección de impuestos y el control recaían en la figura del sheriff, un funcionario real,
representante personal del rey en los condados y controlador de los tribunales locales

II. La dominación normanda

Los dos siglos siguientes al año 1066 fueron un periodo de revolución y cambios que dejaron
una impronta permanente en el pueblo ingles.
La rapidez de los sucesos entre la muerte de Eduardo el confesor y la coronación de Harold II
demuestran la debilidad y el peligro en que se hallaba el reino ingles. Guillermo de
Normandía, que reclamaba el trono inglés y reprochaba su ruptura de fidelidad; reclutaba la
ayuda de los barones normandos mientras recibía la bendición de su estandarte por parte del
papa Alejandro I, lo cual acrecentó los ánimos para la empresa a llevarse a cabo.
Guillermo tenía buenas relaciones con la iglesia, reforzando sus actividades en su ducado,
nombrando cargos y fundando monasterios, y su vida privada era ejemplar contrastando con
sus ambiciosos contemporáneos.

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Se logro reunir una flota y se reunieron provisiones para cruzar el canal, con un contingente
de unos 5000 hombres de los cuales 2000 eran jinetes entrenados en combate de infantería. El
ejército era numeroso para su época, y su vasta experiencia los hacia más formidable todavía.
En Inglaterra, el ejército de Harold estaba extenuado pero engreído tras los victoriosos
combates en Stamford Bridge, se enfrento con un pequeño cuerpo de reserva sobre el
recientemente desembarcado ejército de Guillermo en las cercanías de Hastings, sufriendo
una terrible derrota en la que Harold mismo perdió la vida, junto con sus hermanos.
Más tarde, a fines del siglo IX, la conquista normanda fue plasmada en el Tapiz de Bayeux,
hecho en la ciudad francesa, y que consta de 70 metros por 0,50 metros de dibujos alusivos a
la batalla en Hastings y la rendición inglesa.

Guillermo el Conquistador

Ya no quedaba en Inglaterra ningún jefe nacional, y el Witan no se atrevió a coronar a sus


candidatos. Guillermo ocupó las inmediaciones de Londres, y esta se rindió, sometiéndose al
conquistador, quien fue coronado el día de navidad de 1066 en Westminster. Guillermo se
consideró desde entonces el sucesor legítimo de Eduardo el Confesor.
La conquista normanda fue de una proporción muy reducida. El ejército no pasaba de ser una
fuerza de ocupación, similar a las guarniciones romanas en la primitiva Britania.
Tras la conquista e incautaciones de tierras, las posesiones de los vencidos fueron
fraccionadas entre los cuatro o cinco mil normandos, que se convirtieron así en señores
feudales. Algunos de los ingleses, es decir, de los anglos, sajones y daneses, conservaron su
status como hombres libres mientras que el resto pasó a la categoría de plebeyos. Difícilmente
haya quedado alguno entre la aristocracia de los pudientes.
Se establecieron una serie de señoríos en el que cada uno por debajo del rey era un
arrendatario de alguien por encima de él, y aun el mismo rey Guillermo todavía ocupaba
Normandía y Maine como vasallo del rey de Francia pesar de negarse a aceptar ningún
superior para Inglaterra.
Los grandes barones, que obtenían sus tierras directamente del rey, concurrían al concilio
(Curia Regis), que suplantaba al Witan sajón, y tenia una estructura bien definida y se hallaba
estrechamente ligado al sistema feudal y a la tenencia de tierra. Estos, podían subarrendar sus
tierras y exigir tributo a sus arrendatarios, pero Guillermo, en vistas de esto, exigió fidelidad
al Rey como obligación primera. Esto diferencio al feudalismo inglés del tipo corriente,
predominante en Europa, en que la lealtad al rey era la primera obligación de todo hombre;
después seguiría la lealtad a su señor inmediato. Esto contribuyó a impedir que prosperasen
las rebeliones de nobles ambiciosos. Aunque no existía un ejército permanente, el rey tenía a
su alcance dos recursos en tiempo de guerra. Podía pedir a sus grandes barones, en nombre de
sus obligaciones feudales, que proveyeran y equiparan un número determinado de hombres
para el cuerpo de caballería, escogidos entre sus propios caballeros arrendatarios, y para la
infantería se los recluta ría entre los escuderos de origen más humilde. También podía, de
acuerdo con la antigua ley sajona, convocar el Fyrd, la milicia de hombres libres.
Se construyeron numerosos castillos, que, excepto de algunos como la torre de Londres
ocupada por el rey, en su mayoría estaban guarnecidos por los señores, principalmente en las
zonas fronterizas con Gales y Escocia. Solo pocas ciudades fueron fortificadas, a diferencia

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de Francia o Alemania, una clara muestra del poderío y la eficiencia del gobierno central, y
de la seguridad que les brindaba el mar.
La tierra era dividida en parcelas, dispuestas en forma tal que cada ocupante tuviese parte de
terreno bueno y parte pobre, reservándose algunas de las parcelas en calidad de "tierras
solariegas" para uso del señor y otras en calidad de "tierras beneficiales" para la Iglesia.
Generalmente una tercera parte de la tierra cultivada se la dejaba inculta al término de cada
estación a fin de que pudiera recobrar su fertilidad.

El Domesday book

Los niveles de producción y la distribución de parcelas nos son conocidas a través de un


documento único en esa época: el Domesday book de 1086, que consistía en un catastro
territorial de las tierras pertenecientes al conquistador.
Era un censo de las personas y propiedades a fin de que los tributos feudales fueran
impuestos y recibidos de manera correcta y eficiente. Los censistas debían informar del
nombre de cada señorío, de su propietario en tiempos del rey Eduardo el Confesor, de cuántos
hides (parcelas) se componía, de la cantidad de arados, del número de agricultores y
trabajadores de distintas clases, de su valor en la época del rey Eduardo y del rey Guil1ermo.
Las clases sociales se hallaban aun en un estado de transición confuso que fluctuaba entre la
irregularidad sajona y el legalismo normando. Había campesinos libres y socmen, (especie de
terratenientes, con obligación a cierto servicio personal) encargados de la cuadra del castillo
aunque sin estar sujetos a la tierra; "plebeyos" o villains (villanos), o campesinos comunes de
la finca o vil; cottars y bordars, labriegos o trabajadores de las clases más humildes; a veces
hasta algunos esclavos. La esclavitud y el tráfico de esclavos existieron en tiempos de los
anglosajones, si bien aquéllos nunca llegaron a constituir más que una pequeña minoría de la
población. La tendencia de la ley normanda era destruir con el tiempo todas estas distinciones
sociales, a la vez que elevar simultáneamente al esclavo y rebajar al campesino libre hasta que
la gran mayoría fuese una sola clase común de "siervos".
Guillermo se mostró prudente en sus relaciones con la iglesia. Su arzobispo normando de
Canterbury, Lanfranc, anteriormente prior de la abadía de Bec, hizo importantes reformas a la
iglesia anglicana. Se encargo de colocar obispos normandos en todas las diócesis, impuso el
celibato a sus miembros, y formo tribunales especiales para el clero, y en situaciones
únicamente eclesiásticas, tema que abordó controversia entre sus sucesores. Esta separación
de la jurisdicción seglar hizo posible el libre desenvolvimiento de la Common Law, el
Derecho Común.

La Forest Law

La Ley Forestal fue un resultado digno de destacarse del gobierno de Guillermo, y consistía
en plantaciones de bosques (en algunos casos demoliendo aldeas enteras), en los que sólo el
rey y sus huéspedes podían cazar. Cualquier intruso en estos bosques corría el riesgo de
perder una mano o un pie en castigo. También contenía disposiciones de la caza de animales,
la cual fue abruptamente restringida. Leyes como esta todavía seguían vigentes en los siglos
XIX.

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La ley normanda muestra la vigilante atención de una minoría que, a pesar de ser odiada, se
hallaba en el poder. Un ejemplo es el curfew (toque de queda) que prohibía transitar a altas
horas de la noche.
Guillermo percibió el impuesto del Danegeld, un antiguo impuesto a los nominadores
daneses, según su libre voluntad, sobre sus señores. La justicia por homicidio se diferencia
entre el asesinato de in ingles y un normando, trayendo este ultimo serios castigos y una
multa general aplicada a todo el distrito.
La jurisprudencia, base sobre la que descansa el estado ingles actual, tuvo sus inicios con la
dominación normanda, a pesar que los tribunales locales sajones no habían desaparecido, y no
lo hicieron hasta mucho tiempo después. El sheriff representaba al rey en los condados y en
ellos tenía un tribunal local que entendía en los pleitos de la corona y disputas entre tenientes
de los distintos barones y los tribunales de los hundreds o centurias, de menor cuantía,
excepto cuando estos últimos eran presididos por un barón o un prelado. El rey, guardián de
la justicia, no consentía nunca en quedar excluido de ninguna franquicia u honor, aunque
fuese grande, si se le reclamaba para enderezar agravios o si sus mandatos eran violados.
La sucesión del Conquistador

Los últimos años de Guillermo el conquistador lo vieron más interesado en problemáticas en


Normandía. En 1087, Guillermo murió mientras se hallaba de campaña en Francia. Su hijo
mayor Roberto se convirtió en duque de Normandía, Guillermo II Rufus (el rojo) fue elevado
al trono inglés, y Enrique fue indemnizado con una suma de dinero. Al final, Enrique se
quedaría con los territorios ingleses y franceses.
Guillermo II fue un gobernante impopular, con la rudeza de su padre pero carente de su
genio. Ayudó a consolidar eficientemente el sistema feudal y extendió su autoridad a los
últimos focos celtas en Lancashire, Westmoreland y Cumberland. También sofoco en
Normandía la rebelión de su hermano Roberto para poder participar en la primera Cruzada.
Tas la muerte de Lanfranc, Guillermo II mantuvo acéfalo el arzobispado de Canterbury para
así recaudar sus ingresos. Tras un momento de apaciguamiento, Anselmo fue nombrado
arzobispo, quien, tras el inminente choque con el monarca, eligió el destierro voluntario.
Tres años después Guillermo II fue encontrado con una flecha en el pecho, en una partida de
caza. Antes de que su cuerpo llegara al palacio, su hermano menor Enrique se había hecho del
tesoro y de la corona.

Ganando corazones y mentes: Enrique I

Enrique I, cuarto hijo del conquistador, era una persona culta, llamado el beauclerck (el
docto); al igual que todos los reyes ingleses desde Guillermo I hasta Eduardo I, hablaba,
escribía y pensaba como un francés. Derrotó y encarceló a su hermano rebelde Roberto
Cortheuse con la ayuda de Anselmo llamado del destierro, logrando de esta manera unir una
vez más bajo un sólo gobernante a Normandía e Inglaterra.
Como los barones, que eran todos de origen normando, preferían al despreocupado Roberto,
el rey Enrique buscó el apoyo de los ingleses, y para congraciarse con ellos restableció la
"Ley de Eduardo". Nadie sabía exactamente qué era la Ley de Eduardo; pero se la aceptó
como expresión de las antiguas costumbres inglesas, como se las conociera en cada pueblo o

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señorío, y también de los antiguos "tribunales de condados", y "tribunales de los cientos",
como existieran antes de la conquista. Los ingleses se sintieron inmensamente halagados y al
estallar la rebelión en Normandía siguieron a Enrique y pelearon a la manera de la antigua y
popular milicia sajona, el Fyrd, obteniendo en Tinchebrai, en 1106, una resonante victoria
sobre los rebeldes normandos. A fin de ganarse más aún las simpatías de los ingleses, Enrique
se casó con Matilde, una princesa de la antigua realeza sajona.
El ordenamiento de la administración, que en el reinado de Guillermo I había recaído y sido
confiado a sus vasallos feudales, paso con Enrique I a la gentry (burguesía) inferior, y
tratándolos como “de su casa”, y llegando a formar una especie de servicio real civil. La
mayoría de estos eran legos, ya que el clero, que encuadraba los hombres más cultos, debía
también obligaciones al Papa como al rey.
Los miembros de la cancillería de la corte habían llegado a formar una corporación de
secretarios reales y su jefe llevaba el titulo de canciller. Superior a el, como representante del
rey, estaba el Justiciario, presidente del tribunal real, que constituía la corte suprema y la
tesorería al mismo tiempo y ante el cual tenían que presentarse dos veces por año los sheriffs
de todos los condados para entregar los impuestos recaudados y también, como idea del
obispo Roger, se formo dentro de la curia un grupo de barones encargados de controlar a los
sheriffs y las causas relacionadas con las rentas públicas. Se llamo Exchequer (Ajedrezado)
por el dibujo del mantel en su mesa para cálculos y sumas da monedas. Se reunía dos veces al
año y contabilizaba todo su trabajo en los Pipe Roll.
Durante el reinado de Enrique también se originó una querella sobre las investiduras del clero
respecto a las posesiones de tierras: ¿eran ellos los dueños de la tierra, o arrendatarios del rey?
Mediante el Concordato de Bec en 1107 el clero y el rey llegaron a un acuerdo, en el que
obispos y abades serian elegidos por la iglesia en presencia del rey (esto quería decir que la
persona que este nombrara sería elegida).

El fin de la dinastía

El último rey por descendencia directa del conquistador fue Esteban de Blois, cuya madre era
hija de Guillermo I. Matilde, hija del difunto Enrique I, pretendía también el trono con apoyo
de las regiones occidentales y Bristol. Como resultado se desato una guerra civil y la
anarquía, y un descontrol de los señores feudales.
En el reinado de Esteban, Inglaterra vivió la experiencia de la tiranía descontrolada de la
nobleza feudal, algo ya demasiado común en el continente, pero nuevo en la isla.
Aunque algunos distritos sufrieron cruelmente y hubo barones malhechores, el carácter
sombrío del reinado de Esteban se debió más bien a una general ausencia de gobierno y
justicia que a opresión o extorsión por parte del bonachón rey; los barones habían asumido
demasiado poder pero fueron algo más que tiranos ávidos: edificaron monasterios y castillos;
aunque imperfectos, florecían todavía los ideales y el espíritu caballeresco. Los torneos se
popularizaron. Se acusó un cierto renacimiento en arquitectura y arte, incluso en erudición
bajo el mecenazgo baronal y eclesiástico. Por último, los señores normandos y los súbditos
ingleses comenzaron a mezclarse formando una nación.

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La Anglo Saxon Cronicle, iniciada mucho antes de la conquista normanda y continuada en
este periodo por un monje de Peterborough, narra que ya no valía la pena cultivar la tierra, y
manifestaban que “Cristo y los santos dormían”
Al morir Esteban en 1154, la corona paso a Enrique II, hijo de Matilde y de Godofredo
Plantagenet de Anjou. Una nueva dinastía francesa iba a gobernar Inglaterra.
En su Dialogue of the Exchequer, Nigel, obispo de Ely narra que los pueblos normandos y
sajones se amalgamaron muy rápidamente, haciendo énfasis en que “apenas si es posible
distinguir entre un inglés y un normando”. Pero, la sociedad estaba marcada por esas
diferencias: los normandos componían la gentry, mientras que los ingleses eran los plebeyos;
sin embargo, cuando la plebe declino, solo quedo un pueblo.
Los normandos habían logrado expandirse por toda Europa, y para 1066 estaban en todas
partes: habían desafiado a los reyes de Francia, ocupaban cargos de la iglesia y habían
fundado reinos en Inglaterra y Sicilia, siempre con una sorprendente capacidad de adaptación,
de la misma manera que el normando siciliano se hace italiano, y el normando de Ruán,
francés, así también el conquistador normando de los ingleses se convierte con el tiempo en
ciudadano ingles.

III. Inglaterra como parte del Imperio Angevino

Enrique II

La llegada de Enrique II convirtió a Inglaterra en parte de un vasto imperio, claro que este
título no se utilizaba, pues para un hombre del siglo XII solo existían dos figuras con el
nombre: el Basileus del Imperio Romano de Oriente y el Káiser del Sacro Imperio Romano
Germánico. Pero el titulo de imperio que se le puede dar a estos es en un sentido más liberal y
moderno: el de un estado compuesto de estados; el de Enrique II era uno gobernado solo por
la figura del rey.
El imperio angevino (por los Anjou, la familia de Enrique II), contaba, además de Inglaterra,
con diversas tenencias feudales en Francia como Normandía, Maine, Anjou y Poitou,
Guienne, Gascuña y Tolosa recibidas den dote al casarse con Leonor de Aquitania. Aun así, a
excepción de Inglaterra, casi ninguno de los territorios heredados o conquistados, reconocía
voluntariamente su soberanía.
A pesar de que le faltaran especiales aptitudes para la guerra, fue el primer monarca en
intentar seriamente la conquista de la Irlanda céltica y ejercer soberanía sobre Gales.
Pero lo más importante de este Imperio no es su extensión, sino los medios utilizados para
gobernarlo. Para encarar el problema militar, acepto dinero a cambio del servicio militar
personal de sus barones, llamado scutage (escudaje), dinero utilizado para reclutar ejércitos
de mercenarios, los cuales eran algo muy común en esa época (el ultimo ejercito similar
conocido es la Legión Extranjera francesa, todavía existente).
Pero probablemente más importante que estas innovaciones militares fueron sus reformas
legales.
Durante su reinado, Inglaterra aprendió que no había otra ley mas que la que dictaba la Curia
Regis y que cualquier hombre llamado por ésta debía cooperar con el gobierno. Fue él quien
más hizo para que la justicia del rey desalojara a la de los señores feudales y a la de los

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tribunales locales. No intentó su abolición mediante algún decreto drástico, sino que las
anulaba induciendo al mayor número de personas posible a que llevaran sus pleitos ante los
estrados reales e ideando mandatos para que toda suerte de demanda quedase radicada en los
mismos. No era sólo por amor a la justicia que hacia esto, sino que en parte para acrecentar su
poder y aumentar también los ingresos reales. Los litigantes honestos concurrían con
preferencia a los jueces reales, por ser más imparciales que los jueces locales sujetos a todos
los prejuicios e intereses personales de la vecindad.
La judicatura se concentró en el Pequeño Consejo, con cinco jueces permanentes. El rey
mismo era también fuente de justicia, pero consciente de que no podía estar en todos sus
dominios a la vez, organizó un eficiente sistema de tribunales y “jueces ambulantes”,
magistrados encargados de vigilar su desempeño. Este fue el origen de los Assizes, tribunales
de justicia que se reunían tres veces al año en todos los pueblos de los condados. Los jueces
ambulantes eran el Tribunal Supremo llegado a los condados, y con la función principal de
reprimir al crimen.
Enrique II, buen conocedor de las leyes francesas y normandas, aplico el sistema de proceso
mediante la investigación de un caso con ayuda de testigos libres bien reputados y
juramentados para asistir al juez a determinar los hechos. Este se hizo el sistema corriente, y,
para presentar el caso a los jueces ambulantes, se designaban doce personas honorables. Este
Tribunal de Presentación recién se abolió en Inglaterra en 1932.
La ordalía todavía seguía en vigencia, pero, cuestionando su veracidad, Enrique II ordenó que
las personas de mala reputación, aún absueltas de la ordalía, debían abandonar el país. Más
tarde, la ordalía fue dejada de lado por la creciente censura del clero (y la prohibición del
papa Inocencio III a utilizarla) y por el uso del petty jury, un juicio por un segundo jurado de
doce personas.
La compurgación (absolución por un número determinado de ayudantes de juramento),
antigua costumbre sajona, fue reemplazada también por el petty jury, así como la prueba de
combate. Para eliminar ésta, el sistema de jurado se aplicó a las causas civiles formando tres
assizes de posesión: mort d’ancestor, darrie presentment y novel disseisin.
Una curiosa paradoja es que el juicio por jurado, baluarte de la libertad inglesa, resultaba ser
de origen francés y real, y encima, desaparecía del continente el favor de la legislación
romana promovida por la Iglesia, en la que la decisión era tomada únicamente por una figura:
el juez.
En la Constitución (assize) de Clarendon, Enrique II completó su idea de “el gobierno de la
ley”. “Que nadie, ya sea en una ciudad o pueblo, en un castillo o fuera de un castillo, ni aun
en el señorío de Wallingford, prohibía entrar, a un sheriff en sus dominios”. Las ciudades y
pueblos, y aun más los señores privilegiados de los castillos, señoríos, y socs, pretendían ser
zonas de jurisdicción privada donde "el mandato del rey no alcanzaba". Enrique ordenaba
ahora que sus funcionarios no podían ser excluídos de las jurisdicciones privadas. Es curioso
que como ejemplo de un gran señorío que no pudiera excluir a un funcionario real haya
elegido a Wallingford, una pertenencia directa de la Corona.
Entre sus disposiciones cabe destacar el Assize of Arms, de 1181, regulando que armas debía
manejar un hombre según su rango, dando forma efectiva al fyrd y sentando las bases de la
jerarquía subalterna del ejército actual, y el Forest Assize, que dio nuevo vigor a la cruel y
opresora Ley Forestal de tiempos del conquistador.

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Becket

Las tentativas de Enrique II que una ley real fuese uniforme en todo el país fue contenida no
por algún poderoso y distante barón, sino por su funcionario favorito: Thomas Becket. Este
dinámico ciudadano inglés, hijo de un comerciante londinense, fue elegido por el
recientemente coronado rey para el mayor cargo de su gobierno: canciller. Becket secundaría
al rey en su ausencia y en el combate. El mismo era un clérigo de órdenes menores, y el rey,
encontrándolo tan competente, ilustrado, devoto y complaciente a sus deseos reales, aseguró
su nombramiento como arzobispo de Canterbury, la más alta dignidad de la iglesia inglesa.
Pero Becket se dispuso al servicio de su nuevo amo, renunciando a la cancillería ante los
disgustos de Enrique y consagrándose por entero a los intereses eclesiásticos. Pronto se opuso
a los métodos de recaudación de impuestos, como el danegeld, y la querella estalló
abiertamente al proponer el rey extender la jurisdicción de los tribunales y leyes reales al
clero.
Con un sentido cabal de su unidad social, el clero pretendió estar, si no por encima, de
cualquier manera fuera de las leyes terrenales. Guillermo el Conquistador lo había reconocido
así a permitir el establecimiento de tribunales especiales para el clero. Estos tribunales
aplicaban la "ley del canon", es decir, la ley de acuerdo a los cánones o mandatos de la
Iglesia, que eran iguales en toda la cristiandad católica. Los castigos bajo la ley del canon
eran más benignos que los de la ley secular y no existían las ejecuciones ni las mutilaciones.
Los "eclesiásticos criminales" (el clero culpable de delitos) era a lo sumo degradados,
"exclaustrados"; sus cabezas no corrían peligro hasta su próxima falta, en que, no asistiéndole
más el derecho al beneficio del clero, podían ser castigados como cualquiera de los legos.
Pero Enrique no aceptaba esta excepción a su ley común, por lo que dispuso que, tras el
tribunal eclesiástico, el criminal fuera pasado al tribunal secular para su castigo. El arzobispo
Becket se opuso abiertamente insistiendo que equivaldría a un doble castigo por una sola
falta. El rey indujo a Becket a aceptar esta y otras disposiciones en las Constituciones de
Clarendon de 1164, pero casi inmediatamente Becket repudió el tratado y abandono el país,
escapando del proceso que Enrique le estaba iniciando.
En 1170 se llego a una amnistía reconciliadora, pero las querellas se avivaron nuevamente, y
en un ataque de ira, Enrique II ordeno que lo libraran de “este miserable y desagradecido
prelado”. Cuatro caballeros del sequito del rey asesinaron a Thomas Becket en el altar de su
propia Catedral de Canterbury. Más tarde, Becket sería canonizado y su sepulcro se
convertiría en un sacro lugar de peregrinaje comparable a Santiago de Compostela o Roma.
Este crimen, de asesinato y sacrilegio, acabó con los planes de Enrique. Los privilegios del
clero fueron restituidos. Además produjo un eco en todo occidente y eliminó el derecho de
éste a apelar a la Santa Sede.
El segundo fracaso de Enrique residió en su propia familia. Sus hijos complotaron contra el,
al igual que su esposa, la ambiciosa Leonor de Aquitania. Su primogénito Enrique murió
prematuramente, Ricardo, Godofredo de Bretaña y Juan sin tierra se disputarían el poder.
Enrique II murió en 1189, con todos sus hijos partidarios de los rebeldes, con una maldición
en los labios y envuelto en ropas prestadas.

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La sucesión de Enrique II

La conservación del ahora debilitado reino legado por Enrique II dependía de dos
condiciones: un fuerte rey de Inglaterra y un rey débil en Francia. Con el advenimiento de
Felipe II en la corona francesa, esta última condición ya dejaba de existir, y con la muerte de
Enrique quedó eliminada también la primera.

Ricardo I

El rey Ricardo 1 (1189-1199) es una de las figuras reales más famosas y seductoras de toda la
historia, y responsable de llevar a la gloria la fama inglesa hasta en las tierras más remotas
que entonces se conocían, aun cuando para Inglaterra fuera tan sólo un propietario ausente
que poco se preocupaba del país, salvo para extraer recursos con qué financiar sus cruzadas.
Su carrera romántica no forma parte de la historia de Inglaterra, y en lo que respecta a su
persona en nada contribuyó al desarrollo de las instituciones inglesas que no sea permitir la
continuación y consolidación de las reformas de su padre. Pero con la mentalidad medieval,
puede que haya estado acertado al pensar que defendiendo a la cristiandad de los infieles
musulmanes cumplía una tarea más valiosa que quedándose en su patria gobernando un solo
país. Fue mucho más que un simple caballero intrépido; fue un general brillante y hombre de
cultura. Orgulloso, codicioso y emprendedor, como casi todos los de su familia, no era por
eso menos piadoso y capaz de magnánimos arranques de generosidad.
Entre los años 1096 y 1280 hubo varias grandes cruzadas contra los mahometanos en el
Cercano Oriente. La Primera Cruzada, en 1096, estableció el Reino Latino de Jerusalén. Fue
prácticamente una acción de los franceses, si bien unos pocos ingleses siguieron a Roberto de
Normandía. La Segunda Cruzada, emprendida en 1148, estuvo a cargo casi exclusivo de los
franceses y alemanes; su fin era fortalecer el Reino Latino, pero la suerte no los acompañó
mayormente. La Tercera Cruzada, realizada en el año 1189, tenía por objeto reconquistar
Jerusalén, entonces en poder del emperador sarraceno Saladino, que la ocupaba desde 1188.
Fueron tres los monarcas poderosos que iniciaron esta campaña: Federico Barbaroja, Sacro
Emperador Romano; Felipe II, llamado "Augusto", de Francia, y Ricardo I de Inglaterra.
Federico pereció ahogado durante el viaje; Felipe regresó a Francia ni bien pudo hallar una
buena excusa; Ricardo y su propio ejército apenas si lograron asegurar una tregua temporal
para una parte del Reino Latino, pero excluida Jerusalén.
De regreso Ricardo fue secuestrado por el archiduque de Austria y retenido hasta que se
pagara un fuerte rescate. Durante su ausencia su hermano Juan le usurpó el poder. Ricardo
volvió a Inglaterra, pero a los pocos meses de estar en el país se trasladó a Francia para cuidar
de sus intereses allí, amenazados por los planes ambiciosos de su señor supremo nominal, el
rey Felipe II. Halló su fin en esta campaña siendo entonces ocupado el trono por su hermano
Juan.

Juan sin tierra

Juan es normalmente considerado el peor de todos los reyes británicos. Tras haber asesinado
al pretendiente al trono Arturo, hijo de su hermano Godofredo, el cruel y rebelde Juan subió

13
al trono.
El apodo de Sin Tierra y la firma de la Carta Magna han llevado a pensar que se trataba de un
monarca débil. Más bien era lo contrario. Osó hacer frente a los barones y a Inocencio III a la
vez y devolvió el terrible golpe del interdicto papal sobre Inglaterra y la excomunión del rey
confiscando todas las posesiones de la iglesia.
Juan, a quien su adversario Felipe II había arrebatado todos los territorios franceses al Sur del
Loira, tuvo a raya en Inglaterra a los barones y a la Iglesia, durante cinco años. El Papa se
propuso asestarle un golpe peligroso. Inocencio III lo declaró destituido del trono y le encargó
al rey de Francia ejecutar la sentencia. Juan paralizó el golpe con una maniobra indigna pero
políticamente magistral. Ofreció a Inocencio, que el Papa le diera Inglaterra e Irlanda en
feudo pagando el un tributo anual. Humillándose de este modo, no sólo venció al Papa, quien
no podía negarle la absolución, sino que además hizo perder la oportunidad de su vida a su
rival francés, quien había reunido en Boulogne una flota y un ejército para invadir a
Inglaterra. El nuevo vasallo del Papa estaba tan seguro de su posición que preparó el
contragolpe contra Felipe, coligándose con Otón IV y el Conde de Flandes. El desenlace de la
batalla de Bouvines (1214), de la cual dependería la suerte de los Capetos y de los
Hohenstaufen, salvó a ambas dinastías. El triunfo de Felipe II Augusto aniquiló la esperanza
de Juan y Otón.
Un año después de la batalla, el 18 de junio de 1215, en una isla del Tamesis, Juan firmó la
Carta Magna, redactada por los barones rebeldes con la ayuda del arzobispo Langton de
Canterbury.

La Carta Magna

La Carta Magna definitivamente no era un documento revolucionario o innovador, como la


Declaración de Independencia americana, o la Declaración francesa de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano. Era una carta conservadora, reiterando derechos ya existentes antes
que solicitando otros nuevos; una carta feudal, dando por sentado la división de la sociedad
en una jerarquía de clases, cada una con sus privilegios especiales propios. Era una carta
nacional, destinada sólo para la nación inglesa sin exhortaciones de ninguna especie a la "ley
natural" o a los "derechos de la humanidad"; una carta concisa y práctica, que enumeraba los
abusos por su nombre y los remediaba mediante disposiciones específicas, sin pretender
derribar principios generales.
Los derechos tradicionales de la Iglesia serían garantizados y refirmados. El rey no
intervendría en la elección de las autoridades eclesiásticas. Los nobles, arrendatarios directos
de la Corona, sólo pagarían aquellos tributos feudales para los cuales existía una sanción
antigua. Las posesiones de los herederos menores de edad que se encontraran bajo la tutela
del rey no debían ser explotadas en su beneficio. Los grandes arrendatarios debían conceder
derechos similares a sus propios vasallos. La ciudad de Londres contaría con derechos
legítimos y libertades para ejercer su comercio. Hasta los mismos plebeyos no fueron
relegados al olvido por completo, ya que su artículo vigésimo decía: "podrá embargarse a un
plebeyo, a excepción de sus útiles de labranza"; en otras palabras, sus medios de vida no
pueden serle quitados bajo ninguna causa.
En la actualidad generan más interés las disposiciones generales de la Carta, y es en torno a

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éstas que han surgido las controversias más grandes. Una enorme cantidad de principios
constitucionales dependían del significado preciso de simples palabras y frases en latín. Es así
como en otras partes aparece otorgándose derechos a todo "hombre libre" (liber homo).
Actualmente esto significaría toda persona en el país pero en el siglo XIII puede haber
implicado toda menos la servidumbre, aunque algunas posturas sostienen todavía que tenía un
significado más limitado: era aplicable tan sólo a aquellos de noble cuna. Bajo este aspecto se
puede considerar el artículo trigésimo noveno:

“Ningún hombre libre podrá ser arrestado, desposeído de sus bienes, proscripto o
en modo alguno castigado, ni ser atacado o mandado atacar, sino en virtud del
juicio de sus iguales o de la ley del país (nisi per judicium parium suorum vel per
legem terrae).”

Esta cláusula no garantizaba el juicio por jurado, que, como ya hemos visto, recién
comenzaba a ser puesto en práctica. El artículo cuadragésimo, sin embargo, no está limitado a
los hombres libres, sino que es muy general en sus términos: “No venderemos, ni negaremos
o retardaremos a nadie el derecho o la justicia.”
Nuevamente en el artículo duodécimo, Juan convino en no levantar scutage or aid (escudaje o
ayuda) salvo con el consentimiento del Gran Consejo. Esto puede parecer algo así como un
control parlamentario sobre la percepción, pero es de hacer notar que sólo se refería a ciertas
clases de tributos feudales, y que el propio Gran Consejo era entonces un cuerpo consultivo
de nobles y de las dignidades más altas del clero; aun no había llegado el momento de su
evolución hacia el tipo de Parlamento moderno. Una junta especial de barones sería la
encargada de velar por el cumplimiento de las disposiciones de la Carta, y el rey (cláusula
ridícula para el hombre actual aunque no para el medieval) debía autorizarles por adelantado
su derecho a tomar las armas contra él si faltaba a su palabra.
A pesar de las imperfecciones que pueda tener, la Carta Magna continúa siendo un
documento realmente admirable. Agrupó al clero, a los barones y a los ciudadanos en una
resistencia conjunta contra la tiranía real; definió y afirmó los privilegios de cada clase; con el
correr del tiempo fue adquiriendo nuevo significado y era citada como modelo de libertad por
cada generación sucesiva. Fue violada frecuentemente y nunca llegó a ser descartada por
completo, y aunque algunas de sus disposiciones hayan quedado fuera de uso con la
desaparición del feudalismo, otras cláusulas, en cambio, han adquirido creciente significación
y son puntales de modernas instituciones políticas, tanto en la Comunidad de las Naciones
Británicas (British Commonwealth of Nations) como en los Estados Unidos.
El papa Inocencio III declaró inválido el documento, y rápidamente los barones pidieron
ayuda al príncipe francés Luis, hijo de Felipe II, pero Juan aniquiló a sus enemigos internos.
En ese momento falleció Juan, dejando un hijo de nueve años coronado rey pocas semanas
después, con el nombre de Enrique III.

IV: El origen del parlamento

Al asumir el gobierno, Enrique III sólo contaba con nueve años de edad, por lo que quedó
muchos años bajo la tutela del arzobispo Langton, famoso por participar en la Carta Magna,

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de Guillermo Marshall y de Huberto de Burgh, nombrado Justiciero del reino manteniendo su
autoridad hasta su muerte en 1232. Con la muerte de éste, Enrique dispuso de sí mismo, pero
de forma insegura.
No pudo oponerse al caos de las finanzas del reino, primero dotando a su madre y luego a su
esposa. Pronto muchos de los cargos del reino estaban ocupados por sus parientes franceses,
lo que despertó el resentimiento de los cada vez más nacionalistas barones ingleses.
El conductor de la oposición al rey era, cosa curiosa, un francés: Simón de Montfort, súbdito
del rey de Francia, hijo del fiero cruzado ortodoxo azote de los herejes albigenses, y hábil
gobernador de la provincia de Gascuña. A llegar a Inglaterra en 1253 se convirtió con
facilidad en un ciudadano ingles y jefe de un movimiento pro gobierno autónomo nacional.
Para ese momento, el gran conflicto internacional en Europa era entre Federico II, Sacro
Emperador Romano, y el Papa Inocencio III, probablemente el más poderoso de todos los
papas. Pero la muerte de Federico I dejo un vació que rápidamente el resto de los soberanos
quisieron llenar.
El papa ofreció al Enrique III la corona de Sicilia, quien la otorgo a su segundo hijo
Edmundo, de nueve años, y en 1257 un hermano suyo, Enrique fue elegido rey de los
romanos. Pero estos dos experimentos fracasaron, significando fuertes pérdidas para el tesoro
inglés, y el Wardrobe, el tesoro personal del rey.

El Parlamento

Ya era costumbre para ese tiempo el llamar al Gran Consejo (Magnum Concilium), una
versión ampliada del Curia Regis, al que se le habría agregado, por medio de convocaciones
enviadas al sheriff de cada condado, una cantidad, hasta ahora desconocida, de hombres libres
que votaban por ellos y sus siervos. Además asistían de todos los barones y el elemento
eclesiástico. En el gran consejo celebrado en 1237, Enrique III pidió a los hombres libre s una
contribución de un trigésimo sobre todos los bienes inmuebles, una clara muestra de la
desesperada situación económica del monarca.
Para 1264, Simón de Montfort se hallaba liderando su partido patriótico reformista junto con
los barones para acabar con el despilfarro real en la dura batalla de Lewes, en Sussex, venció
al rey, tomándolo prisionero y a su hijo, Eduardo, como rehén.
Usando su nueva autoridad real, Simón convocó en 1265 al que se considera como el Primer
Parlamento. Comprendía a los barones, o lords, que asistía por propio privilegio, al clero,
representado por los arzobispos, obispos y abades principales y a la gente común,
representada por dos ciudadanos libres de cada condado, elegidos por elección.
Naturalmente, el Parlamento de Simón de Montfort no surgió perfeccionado; ya había
antecedentes, en los tribunales de condados, en los recientes consejos municipales de los
vecinos de Londres, Bristol o Winchester, a la vez que mercaderes hacían lo mismo en las
corporaciones mercantiles de la ciudad. Muchas de las ciudades habían recibido cartas de los
monarcas, lo que les permitía ciertos privilegios como la elección de sus propios sheriffs o
que sus corporaciones mercantiles regularan todo el comercio d la ciudad.
Aunque ni el Witan anglosajón ni el Gran Consejo normando de barones y prelados eran
elegidos, ambos tenían un carácter representativo. El rey Juan convino En la Carta Magna que
"ningún escudaje o ayuda" sería impuesto "sin la aprobación común" del reino. Este artículo

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fue gradualmente extendido por la acción judicial hasta abarcar otras exacciones y tributos
reales. La aprobación común era dada en nombre de la nación por los nobles y el clero del
Gran Consejo, pero algunas veces el rey por mandato especial convocaría a los caballeros del
condado para representar a la gentry (ahora una especie de aristocracia rural).
El agregado de vecinos ("diputados") de las ciudades fue un tributo a la creciente importancia
de la clase comerciante. Después de todo, los "caballeros del condado" eran parte de una
gentry de propietarios; en los países continentales se les hubiera denominado nobles, pero en
Inglaterra, la usanza limitaba la nobleza a unas relativamente pocas familias y transmitiendo
el título a un solo heredero. Pero los diputados eran hombres libres comunes de la clase
media. En los primitivos días del feudalismo su participación en política había sido muy
subalterna ya que las grandes fuerzas rectoras de la época eran el rey, el clero, la nobleza y la
gentry, y la tierra era la única expresión de patrimonio que aparejaba consigo una figuración
social. A pesar de todo, el siglo XIII ha sido, en líneas generales, una era próspera para la
Europa occidental. Fue un siglo de catedrales, universidades, gremios, comercio y grandes
artes. Si bien las ciudades más grandes resultarían insignificantes vistas con ojos modernos, el
hombre de la ciudad no podía ser ignorado por más tiempo. Disfrutó de derechos cívicos
estatuidos, con frecuencia su fortuna era superior a la de un noble, y la propia naturaleza de la
vida urbana hizo que se mantuviera en contacto más estrecho con los problemas nacionales,
que la mayoría de los gentlemen rurales de la época.
El conde Simón fue apoyado también por el clero.
El Parlamento de 1265 no lograría establecerse en forma definitiva. Aquel mismo año volvió
a estallar la guerra civil El conde Simón fue derrotado en Evesham por el príncipe Eduardo,
que de 26 años. Con esta batalla se daría fin a la Guerra de los Barones y quedaría la paz
asegurada en los últimos siete años del reinado de Enrique. En 1272 fallecía el Rey,
sucediéndole Eduardo 1, ausente en ese tiempo en una cruzada a Palestina. La obra de Simón
de Montfort, en lugar de quedar trunca con su muerte en la batalla de Evesham, fue
proseguida y grandemente perfeccionada por el nuevo Rey.

Eduardo I

Eduardo I se destacó como rey y legislador sensato. Fue llamado el Justiniano inglés, aunque
su obra no fue de codificación de leyes antiguas, sino de adaptarlas para las exigencias
modernas. Tuvo que proceder de manera experimental, y todos sus arbitrios correspondían a
poner fin a algún abuso en particular y es posible que conformando el parlamento quisiera
poner un procedimiento taxativo más razonable.
El Parlamento Modelo, de 1295 tenía como lema en su convocatoria “quod omnes tagit ab
ómnibus approbetur” lo que concierne a todos debería ser aprobado por todos.
Eduardo adoptó la idea de Simón de Montfort de convocar diputados y caballeros de los
condados para reunirse con el clero y los barones, pero la conexión entre estas clases quedaría
más definida.
No se convocó a todos los grandes terratenientes, sino a los que recibían sus tierras
directamente de la corona, y de los cuales 49 recibieron citación permanente, con cargo
heredable, formando así la Cámara de los Lores (aunque este titulo se lo da recién en 1541).

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Junto con los pares seculares, se convocaban solo a los arzobispos de Canterbury y York y los
obispos, participando como “pares espirituales”.
El estado de los comunes comprendía dos diputados de cada burgo y dos caballeros
convocados por el sheriff de distrito, a pesar de que estos representantes fuesen elegidos por
tribunales en los condados y los burgos.
Desapareciendo sucesivamente el clero, solo quedaban dos bloques: los pares o lores (junto
con los pares espirituales) y los comunes: los caballeros y los diputados.
Lo más destacable del Parlamento Modelo es que no tenía características feudales: nadie
ocupaba una banca por el privilegio de poseer tierras, lo cual era un requisito esencial en el
Gran Consejo. En el Parlamento se les convocaba por mandato, con cargo hereditario. Dado
que a los comunes se los elegía para su función, la posesión quedó eliminada de la estructura
del parlamento.
Eduardo asestó otro golpe al feudalismo mediante le Ley Agraria. En el Parlamento de 1290,
promulgó un estatuto llamado Quie Emptores, una disposición para prevenir la complicación
de las posesiones feudales, como la subenfeudación. El estatuto indicaba que si el
terrateniente vendía una porción de tierra, el comprador se convertía en vasallo, pero no del
vendedor, sino de su señor supremo. De esta manera, cada vez que los grandes terratenientes,
los más poderosos propietarios, vendían tierras, creaban otros grandes terratenientes. Así
surgieron numerosos propietarios que no debían obligaciones feudales excepto a la corona.
Eduardo, a diferencia de su padre, no se sometía a toda suerte de extorsión en nombre de la
Iglesia. Detuvo la tendencia de los dueños de tierras a entregarlas a la Iglesia a condición de
usufructuarlas en vida quedando así exentas de contribuciones militares, tributos feudales e
impuestos. Mediante el estatuto de Mortmain, prohibió la donación de tierras a la Iglesia sin
la licencia real.
La legislación de Eduardo abarcó otros aspectos también. Confirmó los antiguos derechos y
libertades de la Carta Magna, como el principio de que no podía exigir impuestos sin el
consentimiento parlamentario, dispuso de leyes para las posesiones heredadas, severas
medidas para perseguir criminales y para mantener vigilancia en las ciudades amuralladas.
Termino de organizar los tribunales y procedimientos legales, y fue el responsable de
expulsar a los judíos de Inglaterra, que formaban una clase de banqueros y prestamistas
sumamente impopulares por el fanatismo religioso de la época, siendo reemplazados en sus
funciones por especialistas cristianos.
También conquisto Gales, pero falló en la toma de Escocia, contra el rebelde William
Wallace y luego contra Robert Bruce.
Sin duda el mayor logro de Eduardo fue el Parlamento, que, a pesar de diferenciarse con los
del siglo XV, se trataba de un órgano encargado de la aplicación de impuestos y
asesoramiento.
Tampoco era un órgano de reunión regular; si el rey no precisaba su ayuda o aprobación, no
era llamado.
El éxito del Parlamento ingles se dio por muchas razones: el sistema de legislatura bicameral
era más firme y conveniente que las cámaras triples o cuádruples d e Francia o Suecia. La
cámara de los comunes unió a las dos clases más poderosas, la gentry y los comerciantes, que
a diferencia del continente, poseían intereses comunes- como quitar poder a los lores-. Así, en
Inglaterra, mientras los lores se debilitaban, los comunes se afianzaban cada vez más.

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Otro factor fue la indudable seguridad de Inglaterra, que libró al país del militarismo y del
despotismo. Como las invasiones foráneas prácticamente cesaron tras la conquista normanda,
el rey no poseía un gran ejército para imponer su voluntad, por lo que tenía que ganarse la
simpatía de sus súbditos.
Como último, la simple falta de recursos hacía que el rey dependiera del Parlamento. Como
señor supremo podía recaudar sus tributos feudales, pero estos no alcanzaban para dirigir el
gobierno en tiempos de paz, y menos en conflictos, los cuales eran normales con los reyes
ingleses.
El Parlamento unía a sus concesiones pedidos de corrección de injusticia, los cuales,
esquivados frecuentemente por el rey, terminaban recayendo como proyecto de ley, que el rey
debía aceptar o no tal cual como estaba. Así, el poder parlamento impositivo se convertiría en
legislativo.
La creación parlamentaria de Eduardo distaría mucho del Parlamento actual. Los integrantes
no tenían nada que decidir, solo contestaban cuando se les preguntaba. No eran elegidos, eran
llamados y no se disputaban un asiento, sino que eran obligados a aparecer ante el rey so pena
de una multa. Pero llegaría la hora en que hablaran sin ser preguntados, en que obligarían al
rey a aparecer ante ellos y en que decidirían cortarle la cabeza.

La sucesión de Eduardo I

Tres años después de la muerte de Eduardo I, los barones impusieron a su débil hijo Eduardo
II (13071327) un régimen de veintiún consejeros, llamados Lards Ordainers, que pusieron al
rey bajo tutela. El Parlamento, dominado por la reina Isabel, que se había distanciado del rey,
y su amante Mortimer, obtuvo por la fuerza la abdicación de Eduardo, quien poco después fue
asesinado en la cárcel. Mortimer fue ahorcado tres años más tarde, luego de haber sido
arrestado personalmente por el hijo de Eduardo, Eduardo III.
A la mitad del reinado de Eduardo III (1327-1377), la peste invadió Inglaterra. La catástrofe
que costó la vida a la tercera parte de la población de la Isla no interrumpió por mucho tiempo
la Guerra de los Cien Años contra Francia. Desde los tiempos de Guillermo el Conquistador,
los reyes ingleses habían prestado juramento de fidelidad a la corona de Francia por sus pose-
siones en territorio francés. Habían hecho la guerra a los reyes de Francia, por esas
posesiones, ganando y perdiendo terrenos. Eduardo III fue el primero en revocar el juramento
y pretender la corona de Francia.
La batalla naval de Sluys, 1340, inició la serie de grandes batallas de esa larga guerra,
terminando con una brillante victoria inglesa. La Paz de Bretigny, veinte años después,
terminó la primera fase de la guerra. Francia concedió a Eduardo la plena soberanía sobre el
sudoeste del país y sobre Calais, mientras que el rey inglés desistió de sus pretensiones
respecto de la corona de Francia.
Esa guerra, la primera que se sentia como guerra nacional y la última que seguia siendo
popular, casi hasta su tardio final, aumentó la importancia del Parlamento. En tiempos de
Eduardo III empezó a dividirse, decidiendo los caballeros y los burgueses reunirse separados
de los nobles y nombrar un speaker.
Los jueces de paz, que en el transcurso de los siglos llegarían a ejercer tan extraordinaria
influencia, comenzaron entonces a desempeñar sus papeles de jueces policiales y guardianes

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de los decretos relativos a la fijación de precios y a la reglamentación del trabajo. La
legislación adquiere un tenor cada vez más. antipapista. El Estatuto de 1362 elevó el idioma
inglés a lenguaje del foro.
El Príncipe Negro, heredero del trono, murió en 1377 y el padre, pocos meses después. Un
niño de diez años, Ricardo II (1377-1399), hijo del Príncipe Negro, subió al trono. Aquel
muchacho afeminado, amante de las artes y de la ostentación supo manifestar en momentos
del mayor peligro una intrepidez sin igual. Dio la primera prueba de ello cuando, en
oportunidad de la sublevación de los campesinos del año 1381, desencadenada y dirigida por
Wat Tyler, se opuso en Londres, meta y víctima del movimiento, a los victoriosos rebeldes,
disipándolos por medio de promesas. Pero luego mostró la otra faz de su enigmático carácter.
Wat Tyler fue asesinado y los insurrectos fueron ahorcados por miles. Luego, el rey volvió a
la tranquila moderación, pero nuevamente se enemistó con el Parlamento, y su arbitrariedad
allanó el camino hacia el trono a Enrique Bolingbroke. Ricardo II fue destronado por el Parla-
mento en 1399 por el nuevo rey Enrique IV y un año después fue asesinado.
Enrique IV, hijo de Juan de Gante, cuarto hijo de Enrique III, no tenía derecho al trono, por lo
que se enfrentó con el heredero legítimo, Edmundo, que descendía del tercer hijo de Eduardo
III.
Enrique V (1413-1422), que sucedió a su padre, tenía una ambición: repetir las hazañas de
Eduardo II en Francia. Consiguió una brillante victoria en la batalla de Agincourt en 1415, y
vio confirmado su éxito con el Tratado de Troyes (1420). Se casó con la hija del demente rey
francés, Carlos VI, y asumió el control de su gobierno.
En 1422 Enrique y Carlos VI murieron, por lo que Enrique VI, con tan sólo nueve meses de
edad, accedió al trono de ambos países. Durante un tiempo, tíos de Enrique, Juan de
Lancaster y Humphrey de Gloucester, atendieron los asuntos del reino, el primero en Francia,
Gloucester en Inglaterra. En 1429, sin embargo, la presencia de Juana de Arco impulsó la
resistencia francesa frente al gobierno inglés. Aunque Juana murió en la hoguera acusada de
hereje en 1431, la posición de Inglaterra en Francia se hizo cada vez más precaria.

La guerra de las Dos Rosas

Enrique VI no fue capaz de gobernar; durante su reinado el control del reino pasó de una
facción de nobles a otra. La pérdida de Normandía en 1450 y la corrupción del gobierno
provocaron una fallida rebelión popular, encabezada por Jack Cade. La pérdida de todas las
posesiones en Francia (con la excepción de Calais) en 1453, fue el preludio del conflicto
dinástico conocido como la guerra de las Dos Rosas (1455-1485).
La guerra se entabló entre dos ramas de la familia real, la Casa de Lancaster, que, en la
persona de Enrique VI, poseía el trono, y la Casa de York, dirigida por Ricardo, duque de
York, que tenía derechos legítimos al trono y mayor capacidad de gobierno que Enrique. El
conflicto se complicó en 1453, cuando la esposa del rey, Margarita de Anjou, tuvo un hijo y
acabó con la condición de Ricardo como posible heredero.
El año 1460 fue el punto culminante del conflicto; Ricardo murió durante una batalla y su
hijo Eduardo continuó su causa. Con la ayuda de Richard Neville, conde de Warwick, derrotó
a los seguidores de Lancaster en 1461, capturó a Enrique y consiguió ser declarado rey por el
Parlamento como Eduardo IV. No obstante, Enrique escapó, y el posterior matrimonio de

20
Eduardo con Isabel Woodville (1464) y su alianza con Borgoña, alejaron a Warwick que se
unió a Margarita de Anjou, depuso a Eduardo y restauró a Enrique en el trono (1470).
Eduardo regresó al año siguiente apoyado por su cuñado, Carlos el Temerario de Borgoña, y
derrotó definitivamente a los Lancaster. Cuando Eduardo murió en 1483, el trono pasó a su
hijo de 12 años, Eduardo V, pero fue usurpado tres meses más tarde por el tío del niño,
Ricardo, duque de Gloucester, que se convirtió en Ricardo III. Dos años más tarde, Enrique
Tudor derrotó a Ricardo en la batalla de Bosworth Field, y fue coronado como Enrique VII.
Una nueva dinastía, con ideas absolutistas y de procedencia galesa, ocupaba el trono inglés.

Conclusión

A diferencia de la mayoría de los países europeos, que se unificaron recién a fines de la edad
moderna y hasta en el siglo XIX, las instituciones políticas y judiciales inglesas, y su
identidad nacional, fueron acuñadas durante la edad media, particularmente en los últimos
400 años de este periodo.
Los cambios que marcaron esta época son todavía vigentes hoy en día, como símbolos y base
de la libertad inglesa.
Considero que, finalizado el trabajo, se puede comprobar mi tesis que la formación del estado
ingles se dio en la alta edad media, a diferencia del resto de los estados nacionales de Europa.
Aun así, esto pudo darse por varias razones:
La situación insular de Inglaterra era una efectiva barrera para los problemas del viejo
continente, por lo que el régimen feudal recién se impuso con la llegada de los conquistadores
normandos. Aun así, el sistema de feudos, perfeccionado por los normandos, se mantuvo
siempre fuertemente centralizado por la figura del rey.
El hecho de que los nobles sean foráneos ayudo a una momentánea unidad anglosajona, pero
rápidamente los normandos supieron amalgamarse con los nativos formando al cabo de dos
siglos un solo pueblo.
También cabe destacar que los normandos no eran franceses, eran como dice la palabra, north
men, hombres del norte, provenientes de las mismas tierras que los habitantes isleños: los
anglos, sajones y daneses.
El excelente sistema administrativo anglosajón fue llevado al máximo por los normandos,
produciendo obras administrativas sublimes, como el Domesday Book de 1086, algo que en
el continente era imposible de llevar a cabo, primero por el desinterés y por la falta de
centralización de poder, o la ley forestal, ¿posible antecedente de las leyes de preservación
ambiental?

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Los angevinos trajeron el sistema de juicio por jurado, todavía considerado superior al
derecho romano y baluarte de la libertad inglesa, y promovieron la common law, un efectivo
sistema adelantado para su tiempo, pero que quizás acarrearía mas problemas en la posteridad
(por esto que se han escrito libros con fallos de diversas cortes, a modo de referencia para el
juez y el jurado).
La Carta Magna de 1215 es un documento realmente excepcional, que, a pesar de que lo
único que haga es revindicar los derechos feudales y limitar los poderes del rey, aclararon que
los nobles no querían precisamente hacerse con la corona, sino ejercer sus derechos de
tenencia de tierra con más libertad y menos abuso del monarca. Mientras en Francia se
mataban por el trono, en Inglaterra obligaban al poseedor de este a que se controle. En
definitiva, no limitaban la omnipotencia del rey en sí, solo limitaban el significado de la
palabra
El parlamento es la máxima obra de la administración inglesa en el medioevo. Marco las
pautas del sistema bicameral que llegaría a regir a la mayoría de los países de occidente y
coloco a la creciente clase media y mercader en el escalón que ya merecía.
También destruyo el régimen feudal en beneficio de la burguesía y freno las influencias de la
Iglesia.
La costumbre hincada por los historiadores liberales de decir que Inglaterra es una
democracia antiquísima es tan errónea como decir que Grecia ejerció la democracia por 2500
años (de hecho es solo el periodo del siglo V y tras la segunda guerra mundial, unos 150 años
en total) pero, a diferencia de ningún otro país, puede remontar sus principios de libertad, y
con breves interludios, hasta la época desde Guillermo el Conquistados, enrique I y II y
Eduardo I, el “martillo de los escoceses”.

22
Anexo

1. La situación galesa y su introducción a la corona inglesa

A lo largo del trabajo sólo se ha hecho mención en forma muy superficial de aquellos lugares
de las Islas Británicas fuera de Inglaterra. Ya para el reinado de Eduardo I, sin embargo, la
influencia inglesa se había extendido en muchos aspectos a Escocia, Gales e Irlanda. Es
necesario dejar de lado la descripción de las temas netamente ingleses para hacer conocer a
estos otros pueblos que tanto han coadyuvado en las realizaciones británicas y que han sabido
también mantener las tradiciones nacionales que les son características.
Gran Bretaña comprendía para fines de la Edad Media, por lo menos, tres soberanías
distintas. Después de la conquista normanda la isla quedaría integrada por el reino de
Inglaterra, el reino de Escocia y la región más o menos inculta de Gales, no siempre
agrupados bajo un mismo gobernante. Las islas adyacentes estuvieron sometidas
originariamente al dominio inglés. Era en gran parte céltica, si bien había sido grandemente
afectada por la invasión de los nórdicos. La pequeña isla de Man, con una población mezcla
de celtas y escandinavos, fue por un tiempo una dependencia de Noruega hasta que en 1266,
juntamente con las Hébridas fuera cedida al rey Alejandro II de Escocia. Las islas de Canal de
la Mancha formaban parte del primitivo Ducado de Normandía, y continuaron bajo la Corona
inglesa después que el Rey Juan perdiera el Ducado en el continente. Los pobladores de estas
islas siguieron hablando el normando francés, observando las leyes Y costumbres normandas,
Y conservando un sistema feudal en lo relativo a la propiedad de la tierra hasta nuestros días.
Las Hébridas, las Orcadas Y las Zetlandias pasaron a poder de Escocia, pero las islas Faeroe
siguieron perteneciendo a Dinamarca.
En tiempos del rey Eduardo 1 el predominio celta era mayor en Gales y Escocia que en
Inglaterra. Pero la diferencia era tan sólo de grado. No sólo eran muchos los ingleses de
descendencia céltica, sino que todavía se hacía uso de su lengua en algunas partes del oeste

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del país, particularmente en Cornwall. Por otra parte, los marches galeses (región fronteriza)
estaban habitados por muchos pobladores anglosajones y normandos.
Si bien habían sido muchos los monarcas ingleses que reclamaran una incierta soberanía tanto
sobre Gales como Escocia, ninguno de ellos con anterioridad a Eduardo I mostraría
mayormente interés en hacer hincapié en sus pretensiones. Aun el mismo Eduardo,
gobernante práctico por excelencia, quizás se decidiera a la conquista más por disgusto ante la
situación turbulenta que imperaba en los marches galeses y en la frontera de Escocia, que por
alguna concepción pura de unidad británica. Los marches galeses comprendían los condados
de Shrewebury, Hereford y Gloucester y se encontraban repartidos entre un número de
barones conocidos como los Lords Marchers (Señores Marqueses) quienes recibían las tierras
del rey de Inglaterra, aunque dentro de sus feudos gobernaban casi con la misma autoridad de
un soberano. Los sheriffs reales no tenían ingerencia en sus posesiones. Su obligación
específica, defender a Inglaterra de los galeses, la cumplirían a conciencia, pero el sistema no
era de los mejores. Daba lugar a un continuo guerrear entre particulares. Los Lords Marchers
se hallaban casi siempre en conflicto con alguno; si los galeses se mantenían tranquilos,
entonces peleaban entre ellos.
Naturalmente, se había desarrollado una cultura propia la región céltica de Gales, al oeste de
los marches. Tanto en las haciendas como en los salones principescos, la gente cantaba los
antiguos poemas bardos o componía nuevos. Al igual que ahora, los galeses eran en todas las
Islas Británicas la gente más aficionada a la música.
Aunque los príncipes lugareños guerreaban entre sí frecuentemente y puede que llegaran a
pactar hasta con los Lords Marchers normandos en contra de sus propios congéneres, todos
sin excepción se sentían orgullosos de su antigua lengua, de su tradición militar y de su apego
a las enseñanzas cristianas que les inculcaran los misioneros romanos antes que las legiones
abandonaran Britania. Poco a poco, Llewellyn el Grande, reconocido en su época como
príncipe de Gales, había logrado dar al país cierto grado de unidad. Su autoridad sería
heredada por su sobrino, Llewellyn ap Gruffyd, que tuvo destacada actuación en su doble
aspecto de barón inglés y príncipe de Gales, y que en las Guerras de los Barones apoyaría la
causa de Simón de Montfort.
La guerra entre Eduardo y Llewellyn termino con la muerte de este último por las fuerzas
inglesas en 1282. Eduardo, entonces, mediante el Estatuto de Ehuddlan (lugar donde
convocara al Parlamento inglés) reorganizaría el Principado de Gales. Dando pruebas de gran
sagacidad, permitió que continuaran en vigor las leyes y costumbres galesas, aunque para los
asuntos judiciales dividiera al país en cuatro distritos con un Justiciero en cada uno.
Nombraría a su hijo Eduardo (un "príncipe nativo galés", ya que había nacido en Carnavon en
1282), príncipe de Gales, título que se confiere desde entonces al mayor de los hijos de los
reyes ingleses. Estableció centros de poder militar en los magníficos castillos que hiciera
construir en Carnavon, Harlech y otros lugares. Los señoríos de los Marcher, es decir, Gales
fuera del Principado, recién en 1535 fueron divididos en condados.
Lentamente Gales fue identificándose con los ideales de Inglaterra. Durante largo tiempo los
galeses consideraban a los ingleses como conquistadores foráneos, si bien fueron muchas las
veces que ofrecerían lealtad personal al Rey (especialmente después que la dinastía galesa de
los Tudor ascendiera al trono en 1485), Y su destreza como arqueros los convertía en
elemento utilísimo en las guerras de Inglaterra con el extranjero. Han conservado su lengua

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nativa, si bien la mayoría de ellos habla también el inglés. Siguen observando muchas de sus
antiguas costumbres tradicionales, como ser el festival anual de poesía y canto, el Eisteddfod.
El país de Gales de la actualidad es, sin embargo, en algunos aspectos fundamentales, muy
distinto al Gales que conociera el rey Eduardo. Por aquel entonces era la zona rural por
excelencia de sus dominios, una tierra de pastores y pequeños agricultores; en la actualidad,
con el advenimiento de la revolución industrial, se ha convertido en un centro de vital
importancia de la industria carbonera británica. También entonces Se profesaba la fe católica
con devoción y en el campo de la política inclinabas hada el conservadorismo, siendo refugio
de causas perdidas y añejas tradiciones.

Bibliografía

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-Previte-Orton, C.W.; Historia del mundo en la Edad Media Tomo II, Editorial Ramón
Sopena – Cambridge University Press, Barcelona, 1967

-Hopfl, H.; Breve Historia de Inglaterra, El Ateneo, Buenos Aires, 1961

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-Meiklejohn, J.M.D.; A New History of England and Great Britain, Meiklejohn and Holden,
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www.geocities.com/Athens/Aegean/3532/1066.html

www.britannia.com

www.elmundomedieval.com

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www.domesdaybook.co.uk

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