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La vida está llena de condicionantes que pueden jugar a favor o en contra de nuestro
bienestar. Los niños no son la excepción a esta regla. Sus características innatas y las del
ambiente en el que crecen pueden beneficiar o perjudicar su desarrollo emocional.
Desde la escuela “se nos enseña a pensar”, pero aprender a sentir es algo que parece
totalmente olvidado, es algo que cada uno debe aprender a hacer solo.
Este es uno de los problemas de la educación actual, ya que olvidamos que el objetivo
principal de la educación es favorecer el desarrollo integral de los niños/as y por lo tanto la
educación tendrá que contemplar todas las dimensiones de la persona: cognitiva, física-
motora, psicológica, social y afectivo-social.
Frente a una educación más tradicional que ha estado centrada en el desarrollo del aspecto
cognitivo, hoy en día, y cada vez más, nos encontramos con un modelo educativo más
orientado a ayudar a los niños a conocer mejor las emociones, y a saber controlarlas.
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La estabilidad emocional de los niños
Educar emocionalmente significa validar las emociones, empatizar con los demás, ayudar
a identificar y a nombrar lo que se está sintiendo, poner límites, enseñar formas aceptables
de expresión y de relación con los demás, quererse y aceptarse a uno mismo, respetar a
los demás y proponer estrategias para resolver problemas.
Algunas de las labores de la escuela consisten en inculcar valores que permitan a los niños
sentirse más felices con ellos mismos y con los otros, proponer alternativas que cooperen
en el desarrollo de la identidad personal y enseñar a actuar con autonomía y
responsabilidad social. Por eso es importante poner en práctica en las escuelas y colegios
nociones de Educación Emocional, pues no sólo enriquece a los alumnos sino también a
los docentes en cuanto a su crecimiento profesional y personal, genera comunicación,
empatía e ilusiones compartidas basadas en el diálogo y en el respeto.
Desde el octavo mes hasta el primer año de vida las emociones más puras se identifican
por su expresividad, así en los bebés reconocemos alegría, enfado o rabia, miedo, tristeza,
placer. Con la llegada de los dos años las emociones se vuelven más complejas y aparecen
variantes de las anteriores como la vergüenza o derivaciones del afecto, por ejemplo, los
celos. Cada niño es un ser único y su mundo emocional es muy variado, subjetivo y de
múltiples componentes. En nuestra labor educativa debemos descubrir cómo cada alumno
va construyendo su universo emocional, su capacidad de evolucionar emocionalmente y,
tener en cuenta que sobre los 3 o 4 años empieza a relacionar y organizar sus emociones
en categorías diversas. Entre los 4 y los 6 años los pequeños perciben que su conducta
produce reacciones en los demás, entonces comienzan a controlar sus impulsos para
terminar consiguiendo una mayor estabilidad emocional e iniciarse en el desarrollo de la
conducta moral.
Los problemas emocionales en los niños pueden afectar a sus relaciones con los demás,
su conducta y su estado de ánimo. Los padres deben ser capaces de detectar estas
anomalías y solucionarlas lo más rápido posible, ya que perjudican el desarrollo del niño en
varios aspectos.
Este tipo de problemas no son exclusividad de los adultos. Por diferentes circunstancias,
ya sea internas o del entorno, los niños se ven afectados por coyunturas perjudiciales para
su salud emocional.
Estos aparecen cuando las emociones negativas tienen un impacto desmedido en la vida
del pequeño. Aunque esto no quiere decir que se deba subestimar su importancia.
Las emociones negativas son sumamente relevantes para las personas. Es mediante el
miedo como nos protegemos de amenazas, con el enfado nos defendemos ante ataques
de otros y con la adrenalina aumentamos nuestras capacidades cuando es necesario.
Los problemas emocionales en los niños pueden ser muy malos para su bienestar físico y
psicológico. A continuación, veremos cómo detectarlos y qué hacer para solucionarlos.
Los trastornos emocionales que se presentan con mayor asiduidad en los niños son:
Falta de empatía: en estos casos los niños no son capaces de reconocer las emociones de
las otras personas. Por lo tanto, no notan si alguien está triste, contento o enfadado.
Además, son incapaces de comprender por qué se sienten así.
Depresión: puede ser causada por diversos factores. Altera en gran medida la conducta de
los niños, así como su estado de ánimo, su rendimiento escolar, su respuesta frente a
estímulos externos y su relación con los demás.
Fobias: son miedos excesivos. Algunos, además, pueden estar relacionados con cosas
cotidianas (como la lluvia, por ejemplo). Provocan grandes complicaciones que afectan a la
estabilidad mental y a la vida social.
Trastorno de pánico: son cuadros de miedo intenso, acompañado por síntomas físicos
verdaderamente angustiantes para quien lo padece.
Cuando son muy bebés, la mayoría de las reacciones responden a estímulos internos, pero
otras son reacción a estímulos que le proporciona el medio. Actividades como acariciarlo,
mecerlo, cantarle y conversar con el bebé, pese a que no comprende el lenguaje verbal
aún, sí que percibe los gestos y el lenguaje no verbal del cuerpo, y manos.
En torno a los 3 meses, ya son capaces de manifestar angustia, excitación y placer, por ello
es fundamental que motivemos al bebé por medio de incentivos, como un abrazo, una
palabra cariñosa, sonrisas etc… cuando obtenga logros.
Para los 6 meses, los niños ya identifican y reconocen los estados de ánimo de su madre.
Por ello y para que el bebé reconozca esos estados de ánimo, sería muy aconsejable que
se le mostrar gestos de risa con carcajadas, fruncir el ceño, hacer pucheros, poner caras
de susto, de asombro, y siempre por medio del juego ya que es la mejor forma en que los
bebés aprenden.