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Muscará, Francisco (2015).

Política Educacional: Estatuto epistemológico, definiciones, y relaciones


con otras ciencias de la educación. En: Sistema Educativo Argentino. Historia, Política y
Educación. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Mendoza

POLITICA EDUCACIONAL: ESTATUTO EPISTEMOLÓGICO, DEFINICIONES, Y


RELACIONES CON OTRAS CIENCIAS DE LA EDUCACION

Francisco Muscará (2013)

Introducción
Dentro de la visión filosófico-pedagógica del hombre como ser educable y capaz de un determinado
nivel de competencia personal, la política educativa considera a ese hombre en tanto ser social,
capaz de lograr un cierto grado de formación cívica, política y económica. La Pedagogía provee las
bases filosófico-metafísicas y los elementos informativos y técnicos; la política educacional lleva a
cabo las organizaciones, instalaciones, situaciones y convivencias que aseguren la efectividad
buscada: lograr que todos los habitantes de un país que hayan de educarse tomen contacto con los
que han de educarlos para que de esa relación los educandos salgan mejor preparados gracias a las
enseñanzas y orientaciones de los educadores.
En este documento pretendemos explicar por qué afirmamos que la política educativa es una
disciplina pedagógica que pertenece al amplio campo de las ciencias de la educación. Pasaremos
revista a la construcción histórica de esta materia en nuestro país y citaremos algunos de sus
principales referentes. Por último, trataremos de establecer relaciones con otras materias
pedagógicas que tratan temas afines.

1. Naturaleza y fines de la política educativa

La todavía escasa tradición epistemológica de la política educativa ha concebido a esta disciplina


desde un enfoque predominantemente descriptivo-explicativo; en la actualidad se propone también la
integración de un nivel valorativo-normativo. Es decir que el ámbito de la política educativa debería
estar conformado por un plano normativo pedagógico, uno jurídico y uno crítico puesto que las
normas legales, por lo general, están condicionadas por factores que desbordan las circunstancias
que llevan al dictado de una ley. Si se quiere entender en profundidad una determinada política no se
pueden ignorar esos factores (económicos, culturales, técnicos, demográficos…) que condicionan el
momento en el que se promulga una ley.
Además, una acción de política educativa debe ser juzgada, “evaluada”, en función de su aporte a
las aspiraciones de mejora de la sociedad y por su adecuación a los criterios éticos y morales que la
informan. La satisfacción o insatisfacción de una medida política puede, a veces, no residir en el
cumplimiento de la norma legal sino en su adecuación o no a un ideal social. Es probable que por
eso la Ley Federal de Educación (1993) sufriera un hondo desgaste al poco tiempo de haber sido
promulgada.
En conclusión, la política educativa debe describir y explicar los hechos políticos (lo que es o lo que
ha sido), pero, para comprenderlos, además de recurrir a los muchos factores que condicionan toda
política y a valoraciones de tipo axiológico e ideológico, es necesario contar con las aspiraciones y
anhelos sociales para diseñar nuevas acciones y para juzgar sus resultados a la luz de las
expectativas sociales.
2

Si la acción política que se ejerce sobre la educación está encaminada a satisfacer las necesidades
sociales, la política educativa está orientada hacia el logro de algo que todavía no existe, está
orientada hacia el futuro. La educación debe tener la misión de transformar la realidad en el
sentido de un ideal. La pedagogía adquiere el compromiso de diseñar ese modelo futuro, de pensar
ese tipo de hombre en función del cual se han de orientar las acciones educativas. La política
educativa quiere desde el presente hacer posibles nuevos y mejores modelos de convivencia social
para el futuro.
Por su inexorable poder configurador de hombres y pueblos, la política educativa ha de tener en
cuenta no sólo el cambio posible (realidad del presente) sino también el mañana deseable
(construcción del futuro) actuando tanto sobre los grandes planteamientos sociales, políticos e
ideológicos como sobre la realidad escolar cotidiana. Eso supone: 1) atender a las necesidades
sociales en un doble sentido: el futuro deseable y el futuro posible; 2) atender a los discursos de los
grandes lineamientos ideológicos (el deber ser) y a las realizaciones de los proyectos institucionales
propios de las comunidades educativas.
Con frecuencia se ha repetido que la política educativa debe hacerse cargo de resolver una paradoja
que afecta a su finalidad: preparar hoy a los ciudadanos de mañana. Es una paradoja porque no es
fácil diseñar una política de educación desde hoy dirigida a un mañana todavía desconocido y a unos
ciudadanos cuyas competencias de futuro tampoco nos es posible conocer. Este desconocimiento,
lejos de inmovilizarnos, debe incitarnos a proyectar los cambios que se harán realidad en el futuro.
Es claro que esa actitud prospectiva no parte de la nada sino que debe saber de qué situación se
parte y hacia qué meta se quiere llegar.
Parece que del análisis de la situación actual y del diagnóstico que se realiza sobre ella se deriva
una insatisfacción que demanda cambios en la sociedad por eso la política educativa debe contribuir
a su transformación. Transformar la realidad que no ilusiona supone preparar ciudadanos
protagonistas y comprometidos; ese es el objetivo de las políticas que tienen en la anticipación uno
de sus valores esenciales. No es deseable una política como instrumento de aceptación de la
sociedad, del mundo, del “statu quo”; es necesaria la práctica, una acción (política) susceptible de
transformar el mundo y de cambiar una sociedad que creemos puede ser mejorada.1
Toda política supone anticipación en el tiempo, proyección hacia el futuro a corto y a largo plazo con
el fin de cambiar la situación existente. Pero… ¿cómo hacerlo?. ¿Cómo orientar la transformación
social?. La sensatez y la eficacia aconsejan no ignorar la realidad pero esto no significa adoptar una
actitud pragmática de dejarse llevar y condicionar por la realidad ni de mantener lo existente. Se ha
dicho que la política es el arte de lo posible quizás sea mejor decir que es el arte de hacer posible lo
deseable. La cuestión no es fácil porque afecta tanto a la concepción ideológica de la vida como a la
voluntad política de hacer coincidir lo realmente posible con lo éticamente deseable.
No obstante, ¿en función de qué se puede orientar lo deseable?. Para evitar el disenso que pueden
plantear las distintas concepciones de la vida y del mundo, parece que lo pertinente es fundar lo
deseable sobre los valores fundamentales aceptados comúnmente, sobre una axiología que no
atente contra la idea de mejor convivencia que supone el bien común.
Entre nosotros, las características del bien común se hicieron explícitas en el Preámbulo de la
Constitución Nacional (1853): “…con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia,
1
Según Max Weber: “La política consiste en una dura y prolongada penetración (influencia) a través de
tenaces resistencias, para lo que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y
así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y
otra vez” (Cit. por Fernández Soria en Manual de política y legislación educativas, 1999).
3

consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los
beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo
que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y
justicia”…
Pedagogía Prospectiva: Si la educación es de algún modo preparación para la vida y si ésta, en
gran medida, se desarrolla dentro de un ámbito social que la condiciona y es condicionado por ella,
implícitamente se afirma que la educación ha de cambiar si cambian las condiciones sociales en las
que se realiza. Este es, precisamente, uno de los caracteres de la sociedad actual: la rápida
modificación de sus elementos.
De allí que, una orientación pedagógica tiene que cumplir con dos tareas principales: por una parte,
la de poner de relieve la situación presente y la futura, en cuanto sea previsible, o sea, sus rasgos
fundamentales en cuanto hayan cambiado en comparación con épocas anteriores y, por otra, deducir
las consecuencias pedagógicas de estos cambios.
La pedagogía prospectiva ha de usar la inferencia racional y la imaginación. La legitimidad de una
inferencia racional que permita conocer el futuro basándose en el conocimiento del pasado puede
estudiarse en diversas obras que señalan que los investigadores emplean constantemente su
conocimiento retrodictivo de los acontecimientos pasados para fundamentar sus postulados acerca
de los acontecimientos del futuro. Pero ello no es suficiente, al conocimiento del pasado habrá que
añadir la intuición del presente y la imaginación del futuro puesto que la vida humana no está
determinada por factores que se cumplen inexorablemente sino que depende, principalmente, de las
decisiones libres que tomen los sujetos. Una pedagogía prospectiva se transforma en proyectiva
cuando ayuda a los jóvenes a formular su proyecto personal de vida y a elegir y valorar los medios
con que ese proyecto se realizará en el futuro.

2. Constantes de política educativa

A pesar de los elementos extrapedagógicos que utiliza en sus planteos y de los diversos temas que
se vinculan con ella, la política educativa es una disciplina esencialmente pedagógica. Ello es así
porque todas sus actividades y recursos se concentran en torno a la formación del hombre que es la
razón de ser de la Pedagogía. (Cassani, 1982)
La proyección política de los procesos educativos pertenece a la naturaleza social de los mismos, la
educación es un fenómeno que ha interesado siempre a las sociedades humanas. Llama la atención
que, en los orígenes de la cultura de Occidente, dos de los máximos pensadores griegos, Platón y
Aristóteles, escribieron sobre educación en el marco de sus obras: La República y La Política,
respectivamente. Esto no quiere decir que compartamos la identificación que algunos hacen entre
acción pedagógica y actividad política. Admitimos que toda concepción pedagógica depende de una
visión del mundo y del hombre y que, de alguna manera, se relaciona con una teoría política que
tiene implicaciones ideológicas y filosóficas pero no se trata de militancia partidista sino de entender
el hecho político como el ingrediente que requieren las sociedades para organizarse según
determinados modelos.
Desde este punto de vista, la educación es absorbida por la política puesto que el sistema escolar
deberá preocuparse por la formación cívica de los futuros ciudadanos. Citando a uno de los
admiradores de la revolución rusa, escribía García Hoz (1974): “Pronto se dieron cuenta los soviets
que aquella revolución lograda a costa de tanta sangre sería estéril si no se formaba el nuevo
ciudadano de la nueva sociedad soviética. ¿Dónde formarlo?... ¿cómo?... Los revolucionarios
4

tuvieron que refugiarse en la Pedagogía… Si Rusia concibió la escuela como un trozo de vida
soviética, donde el niño se inicia para vivirla, Rusia concibió también la vida como una continuación
de la escuela. Si la escuela es la vida de los soviets en miniatura, la vida soviética no es sino una
inmensa escuela”2 (Principios de pedagogía sistemática, p. 148)
Así se hace comprensible que el análisis político de la educación sea uno de los cauces de su
análisis sociológico en el nivel macroscópico, dentro del cual tienen importancia los aspectos
filosóficos, culturales, económicos, administrativos, etc. La realidad política de la educación no se
observa con tanta claridad cuando examinamos hechos y relaciones pedagógicos en escala reducida
sino cuando nos enfrentamos con esos hechos desde una perspectiva histórico-cultural.3
De todas las disciplinas que integran las “Ciencias de la Educación”, la Política Educativa es una de
las más obligadas a continuas e intensas revisiones. Así se lo imponen la multiplicidad de sus
objetivos y sus alcances, la elevada proporción de realizaciones que aparecen como insuficientes;
los fuertes requerimientos de cambios que le llegan desde los más diversos sectores de la sociedad;
la tenacidad y la frecuencia de las disconformidades que surgen de la evaluación de su obra…
Además, abundan las situaciones en que la política educacional se ve compelida a poner
rápidamente en marcha realizaciones educativas emanadas de acontecimientos extrapedagógicos,
nacionales o internacionales, que ella no ha provocado ni puede controlar pero que la obligan a
incorporar nuevos objetivos en la formación general de los aprendizajes de los habitantes. Tales
soluciones necesitan casi siempre, y a corto plazo, ajustes y reajustes que las vayan adaptando a las
reales modalidades y necesidades del país y de su cultura.
No obstante, dentro de su condición de disciplina que obra sujeta a influjos continuos de otras
disciplinas y que vive en permanente contemplación de las cambiantes situaciones de la comunidad
humana, la política educacional ha venido perfilando y conservando algunas bases doctrinarias que
le son propias y que integran las constantes de su desenvolvimiento en el mundo contemporáneo.
Entre esas conclusiones permanentes podemos señalar:
a) El imperativo de la educación masiva de todos los habitantes: Se entiende que si todo hombre
tiene el derecho humano a la educación, es un deber de justicia distributiva que la Nación se
preocupe por establecer y garantizar un mínimo de enseñanza obligatoria para todos los habitantes.
El Estado debe compensar las desigualdades que hacen difícil a algunos ciudadanos acceder a los
bienes de la educación y de la cultura. Es consecuencia y complemento de este objetivo: La vivencia
y el arraigamiento de la civilización y la cultura en la totalidad de los habitantes.
Por eso, El Estado Nacional, las Provincias y la CABA, tienen la responsabilidad principal e
indelegable de proveer una educación integral, permanente y de calidad para todos los habitantes
de la Nación, garantizando la igualdad, gratuidad y equidad en el ejercicio de este derecho, con la
2
Sin embargo, a la luz de la historia, observamos que no fue suficiente el diseño de un sistema escolar
fuertemente dirigido por el Estado y la educación de muchas generaciones en las ideas del materialismo
soviético para impedir la caída del muro de Berlín en 1991
3
“Como la sociedad es la destinataria mediata de la educación, la política habrá de considerar las fuerzas que
se mueven en la sociedad, las necesidades que suscitan, las apetencias que implican y las demandas que
formulan para repercutir, finalmente, en el pedido que la sociedad haga a la educación. Es decir, que
corresponde que en la política educativa tenga peso decisivo el elemento político, de modo que aquella no se
reduzca a lo pedagógico y no quede esencialmente determinada por los intereses, conocimientos y técnicas
operativas de la educación. Desde luego que lo pedagógico goza de autonomía en más de un sentido: por ej.,
como saber técnico apto para la previsión y realización del proceso enseñanza-aprendizaje, o como criterio de
factibilidad con peso irrebatible en la ponderación de cualquier programa de política educativa, o como teoría
iluminadora de la formulación de políticas en cuanto presenta y especifica modelos posibles. Pero el
fundamento y la previsión del futuro querido o posible del país estará dado por una política nacional clara y no
por la Pedagogía” (OCERIN, 1984. Curso a distancia sobre administración escolar…, M.3, p.8)
5

participación de las organizaciones sociales y de las familias. La educación brindará las


oportunidades necesarias para desarrollar y fortalecer la formación integral de las personas a lo
largo de toda la vida y promover en cada educando la capacidad de definir su proyecto de vida…
(LEN, arts.4 y 8)4
b) El continuado servicio a la formación y al mantenimiento de la conciencia nacional: Las
autoridades deben estar atentas para proteger los sentimientos, ideas, bienes y valores que
identifican a los individuos con la comunidad nacional. Sin caer en posturas fundamentalistas,
estando abiertos a los mensajes de otras culturas, corresponde a los sistemas escolares la
promoción de la identidad nacional en las generaciones más jóvenes.5
Para lograr esta finalidad se debe desarrollar la formación cívico-política de mujeres y varones con
el propósito de capacitar como ciudadanos a todos los habitantes. De allí que la LEN afirma que la
educación es una prioridad nacional y se constituye en política de Estado para construir una
sociedad justa, reafirmar la soberanía e identidad nacional, profundizar el ejercicio de la ciudadanía
democrática, respetar los derechos humanos y libertades fundamentales y fortalecer el desarrollo
económico-social de la Nación (art.3)
Más adelante, la Ley agrega que serán objetivos de la política educativa nacional: Brindar una
formación ciudadana comprometida con los valores éticos y democráticos de participación, libertad,
solidaridad, resolución pacífica de conflictos, respeto a los derechos humanos, responsabilidad,
honestidad, valoración y preservación del patrimonio natural y cultural (11,c). Fortalecer la identidad
nacional basada en el respeto a la diversidad cultural y a las particularidades locales, abierta a los
valores universales y a la integración regional y latinoamericana (11, d).
c) La capacitación práctico-técnica de todos y cada uno de los habitantes: Esta tarea debe realizarse
de acuerdo con la capacidad y la vocación de los sujetos interesados y las circunstancias
económico-sociales del país.
En la LEN se puede consultar el cap. VI que trata sobre la educación técnico profesional pero,
también, debemos recordar que en septiembre de 2005 se aprobó la Ley de educación técnico-
profesional que busca “promover en las personas el aprendizaje de capacidades, conocimientos,
habilidades, destrezas, valores y actitudes relacionadas con desempeños profesionales y criterios de
profesionalidad propios del contexto socio-productivo, que permitan conocer la realidad a partir de la
reflexión sistemática sobre la práctica y la aplicación sistematizada de la teoría” (art. 4)
4
En palabras de Kart Erlinghagen (1983): “La política educativa es en sí un fenómeno concomitante de la
organización educativa de todos los tiempos y países, pero consiguió todo su significado cuando se la adjudicó
el Estado… Los SS. XIX y XX se caracterizan por una ampliación cuantitativa y cualitativa de toda la
organización educativa y por la transición, bajo una fuerte lucha, del influjo de las iglesias a manos de un
Estado pluralista y secularizado; el presente tiene como característica la implantación del derecho universal a
la educación y la formación… La política educativa, sobre todo en cuanto se refiere a una organización escolar
existente o futura, se considera hoy como un medio decisivo para la compensación de las actuales diferencias
sociales… La recesión de la prosperidad y de los ingresos, la abundancia de estudiantes en las escuelas
superiores, con escasas previsiones profesionales y la crítica situación de los que buscan un primer empleo,
hacen que la realización de expectativas y promesas sea cada vez más dudosa y también más aconsejable
una prudente planificación” (Diccionario de Ciencias de la Educación)
5
En este asunto, es necesario distinguir entre lo permanente y lo cambiante: “La Nación Argentina ya está
formulada, como organización social en su caracterización jurídico-institucional. Esta caracterización responde
al espíritu de lo nacional, que emerge de su fundamentación histórico-cultural. De allí provienen los valores, o
mejor dicho, la escala axiológica sobre la que se deben fundar los criterios políticos… Debemos, sin embargo,
tener cuidado de no hacer simplificaciones peligrosas. Lo primero que nos manifiesta la observación de la
realidad, en orden a la síntesis de historia y razón, es que una comunidad política constituida en Nación no
está configurada unívocamente. Su deambular histórico, que define intrínsecamente su propia razón de ser,
atraviesa una complicada trama de ideas, creencias, usos y pretensiones…que, por otro lado, configuran el
país, el cual es una entidad por construir…” (Fósbery, 1988, La República Ocupada)
6

d) La tarea que supone convertir a todo el país en una inmensa escuela: En la sociedad actual no se
pueden desconocer las diversas posibilidades de educación que ofrece la sociedad a través de
centros que no están incorporados al sistema educativo oficial (educación permanente). Se puede
decir que existe un “clima social” que puede ayudar o dificultar la enseñanza escolar.
Es deber del Estado, en función del Bien Común, regular el contenido de las diversas iniciativas que
se proponen ofrecer alternativas educativas. Para lograr el máximo aprovechamiento de las
capacidades y recursos educativos de la comunidad en los planos de la cultura, el arte, el deporte, la
investigación científica y tecnológica (LEN, 112, e), el Estado debe coordinar acciones con
instituciones públicas o privadas y organizaciones no gubernamentales, comunitarias y sociales para
desarrollar actividades formativas complementarias a la educación formal (LEN, 112, d).
Además, en la actualidad, los medios de comunicación de masas son herramientas poderosas que
generan nuevos modos de pensar y de sentir que afectan las conductas de millones de personas. La
LEN, a la vez que pide a los medios masivos de comunicación asumir mayores grados de
responsabilidad ética y social por los contenidos y valores que transmiten (11, o); se compromete a
desarrollar las competencias necesarias para el manejo de los nuevos lenguajes producidos por las
tecnologías de la información y la comunicación (11,m)

3. Configuración de esta disciplina en nuestro país

Siguiendo un criterio estrictamente cronológico, analizaremos a continuación algunas definiciones


sobre la naturaleza de la política educativa y su carácter teórico-práctico:

3.1. Definición y objeto según Alberto García Vieyra (1967)6


El acto de enseñar y de aprender es un acto moral que tiene una dimensión política puesto que por
su relación al bien común, la educación es un bien social. Aplicando el criterio de análisis de la
filosofía tradicional, García Vieyra afirma que el objeto material remoto de la política educativa “es
todo lo que puede tener relación con la legislación escolar” es decir: la familia, el Estado y la Iglesia,
en tanto son Instituciones que pueden ofrecer el servicio educativo
Según García Vieyra, el objeto material próximo del que se ocupa directamente la política educativa
es la legislación escolar: preceptos de derecho natural; de derecho constitucional; de derecho
internacional; de derecho administrativo, etc.
Sin embargo, más que la legislación escolar, nosotros pensamos que el objeto material propio de
esta disciplina es el sistema educativo, en el sentido que lo explica Julio Colacilli de Muro (1984): “el
conjunto de instituciones que una comunidad establece para transmitir su cultura y preservar su
tipificación o para actualizarla”. Ese sistema pedagógico tiene un elemento fundamental, el sistema
escolar que posee una estructura de niveles y ciclos en los cuales se realiza el proceso enseñanza-
aprendizaje en función de contenidos seleccionados a partir de las edades de los alumnos y de las
metas fijadas por la legislación. Ese sistema escolar depende en sus fundamentos del meta-
sistema: teorías pedagógicas, objetivos político-culturales, lineamientos jurídicos, presupuestos
económicos… Junto al sistema escolar, la sociedad realiza una multitud de acciones educativas que
no tienen las regulaciones propias del sistema escolar formal; son acciones realizadas por
6
Este autor es un teólogo dominico que afirma que “alentado por el Decreto sobre Educación Cristiana del
Concilio Vaticano II” ha querido escribir esta obra de política educativa en la que se distinguen dos partes: una
general y una especial que trata en concreto de la política educativa argentina. Su propuesta apunta a
promover una educación integral que tenga en cuenta las verdades alcanzadas por las ciencias y las verdades
sobrenaturales reveladas por Dios, por eso rechaza el laicismo escolar que impusieron la Ley 1420 y la Ley
Láinez desde los orígenes de la organización del sistema escolar primario (Política Educativa, 1967, p. 12)
7

instituciones particulares (maestros, clubes, movimientos religiosos, asociaciones gremiales, etc) que
abarcan el amplio espectro de las acciones de educación para-sistemáticas. También hacen
posible el funcionamiento del sistema escolar una serie de actividades que sólo se relacionan
indirectamente con la educación: sanidad escolar, transporte escolar, comedores, asistencia
social…, todas ellas se comprenden bajo el nombre de peri-sistema escolar.7
El objeto formal de la política educativa, que es el fin que persigue el legislador, consiste en formar
actitudes en orden al Bien Común, es decir “que los jóvenes aprendan a subordinar el bien particular
al bienestar general; subordinar el bien útil al bien honesto; desterrar la usura y la avaricia de las
relaciones económicas; promover la justicia en la vida familiar y en las relaciones laborales; formar
la prudencia, la responsabilidad, etc. (García Vieyra, p. 61).8
Para este autor, los lineamientos de política educativa no pueden derivarse solamente de postulados
histórico-positivos sino que deben ver en las leyes una norma interior que tienda a promover al
hombre hacia los fines naturales y sobrenaturales en los cuales alcanza su perfección; las leyes
justas dicen relación con la dignidad del hombre y con el pleno desarrollo de su personalidad (en las
personas creyentes, la formación integral de la personalidad no se alcanza si se excluye la vocación
trascendente del hombre).
El problema de la Política Educativa es un problema de justicia: suscitar una legislación que pueda
responder al derecho de los educandos y al bien general de la comunidad. Los responsables de
formular las leyes de educación deben conocer los usos, las costumbres y las tradiciones del pueblo
donde se va a legislar porque la autoridad política es responsable de la actualización concreta de un
orden de justicia que contemple la totalidad de los bienes que integran el desarrollo de la
personalidad.

3.2. Fundamentos y alcances de la política educacional según Juan E. Cassani (1972)9


7
Es probable que García Vieyra haya tomado como referencia los estudios del Dr. Horacio Rivarola (abogado
y profesor de Filosofía) puesto que fue uno de los primeros profesores de Legislación y Organización Escolar
en nuestro país. Para este autor el objeto material de esta disciplina se encuentra en la legislación escolar. Por
otra parte, las ideas de Colacilli de Muro pueden confrontarse en el Curso a distancia sobre administración
escolar para directivos de nivel medio, op. cit., Módulo 3, p. 8.
8
Estos objetivos están explícitamente formulados en la Ley Federal de Educación y en la nueva Ley de
Educación Nacional cuando dicen que el sistema educativo tendrá la finalidad de procurar la formación integral
y permanente del hombre y la mujer que se realicen como personas en todas sus dimensiones: físicas, vitales,
estéticas, intelectuales, morales y religiosas…
“La calidad educativa debe abarcar la integralidad del sujeto. Desde este punto de vista, es necesario que la
formación básica y universal brinde las oportunidades educativas que fortalezcan todas las dimensiones de la
personalidad: cultural, social, estética, ética y religiosa. La formación integral supone fortalecer la capacidad de
cada uno para definir su proyecto de vida, la libertad, la paz y la solidaridad, la igualdad, la justicia, la
responsabilidad y el bien común” (MECyT , 2006, Hacia una educación de calidad para una sociedad más
justa)
9
Llama la atención que Cassani dedique muchas páginas a distinguir entre los conceptos política educacional
y política educativa (pp.18-30). El fundamento de esta distinción reside en el carácter teórico-práctico de la
disciplina. Bajo el nombre de “política educacional” se encuentran las teorías y las planificaciones: las
intenciones de los pedagogos; bajo el nombre de “política educativa” se designan aquellas propuestas que
pudieron llevarse a la práctica y alcanzaron con eficiencia su objetivo educativo.
8

Este Profesor dirigió durante más de veinticinco años el Instituto de Didáctica de la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA y fue conductor técnico de la transformación de la enseñanza de
Pedagogía en las escuelas normales. Luego de su extensa dedicación al gobierno y administración
de instituciones educativas de nivel superior, cuyo fruto principal fue el Profesorado en Pedagogía de
la UBA (1936), actual Departamento de Ciencias de la Educación, se retiró de la función pública y se
dedicó a reflexionar y publicar trabajos sobre política educacional. Uno de esos trabajos,
sistematizado por sus alumnos es el que ahora estamos analizando y comentando.
Cuando define a esta disciplina, Cassani dice que “abarca las teorías, planificaciones y realizaciones
que integran la obra del Estado, de una institución o de una entidad con atribuciones de gobierno en
materia de educación y cultura. Vale decir que la política educacional, que generalmente se halla en
manos del Estado, puede también estarlo en las de otros grandes agentes realizadores de la acción
educadora: las instituciones, en particular las religiosas, la comunidad y la familia” (p. 18). Distingue
el concepto “política educacional” que se refiere al punto de vista teórico: una idea, una formulación,
un plan que tiene la intención de educar aunque en la práctica no se haga efectiva. Del concepto
“política educativa” que alude a las acciones concretas que realizan los agentes (padres, docentes)
con el propósito de educar.
En realidad, afirma Cassani, se piensa en el Estado porque él tiene a su cargo, en Argentina, la
mayor cantidad de aspectos y etapas de las estimulaciones formativas sistematizadas y porque pone
en acción la mayor cantidad de personas y de recursos económicos para el logro de ese objetivo.
Además, porque dispone de una compleja organización jurídica, administrativa y técnica que le
permite regular y controlar no sólo las actividades que se realizan en las instituciones de gestión
estatal sino también las que se llevan a cabo en centros de gestión privada. Todo ello podría
resumirse diciendo que es la medida y la forma en que el Estado participa en la vida cultural de la
Nación.
No obstante, actualmente esa definición se queda corta porque estamos asistiendo a una notable
expansión de realizaciones educativas y culturales que se desarrollan fuera de las escuelas y a una
multiplicación de acuerdos sobre educación de trascendencia internacional; esto también constituye
parte de la política educacional de un país.

3.3. Bases para una reforma necesaria según Reynaldo Ocerín (1981)10
Este Autor también distingue entre el aspecto teórico: “…reflexión sobre el proceso educativo y sus
resultados. La teoría proviene de conductas de conocer y considera al hecho educativo en tanto
fenómeno sociocultural” (p. 8) y el aspecto práctico: “La política educativa consiste en conductas de
hacer por las cuales es organizado y conducido el educar o regulada la prestación pedagógica…
queda delimitada en lo geográfico y en lo temporal puesto que se aplica en ámbitos y en lapsos
definidos”. De esa manera, las realizaciones de política educativa aportan elementos esenciales para
que la teoría establezca las relaciones entre las variables que afectan a lo educativo y pueda
comparar con otros modelos históricos e hipotéticos.

Ocerín afirma que la política educativa debe ser:


a) Completa: Es decir que debe tomar en cuenta a todos los elementos de la prestación
pedagógica: 1) Las metas, que resultan de cruzar los objetivos cualitativos, con los objetivos
cuantitativos y con los tiempos. Por ej. la Ley de Educación Nacional establece que “la
10
Publicado en Buenos Aires por Edit. Plus Ultra. En el libro se manifiesta que muchas de las propuestas
contenidas son resultado del trabajo realizado por Reynaldo Ocerín en el Instituto de Investigaciones
Educativas entre 1974 -81 (p. 18). En los comentarios realizados, nosotros hemos actualizado esas propuestas
a la luz de la situación actual de la política educativa argentina.
9

obligatoriedad escolar en todo el país se extiende desde la edad de cinco (5) años hasta la
finalización del nivel de educación secundaria” (art. 16).
Ese período se divide en distintas etapas (niveles) a las que se les han asignado diversos objetivos
cualitativos: Educación inicial, principalmente, “propiciar la participación de las familias en el
cuidado y la tarea educativa promoviendo la comunicación y el respeto mutuo. Atender a las
desigualdades educativas de origen social y familiar para favorecer la integración plena de todos los
niños en el sistema educativo. Prevenir y atender necesidades especiales y dificultades de
aprendizaje” (art. 20).
El nivel primario tiene por finalidad “proporcionar una formación integral, básica y común”; entre sus
objetivos se destacan “brindar oportunidades equitativas a todos los niños para el aprendizaje de
saberes significativos en los diversos campos del conocimiento, en especial la lengua y la
comunicación, las ciencias sociales, la matemática, las ciencias naturales y el medio ambiente, las
lenguas extranjeras, el arte y la cultura y la capacidad de aplicarlos en situaciones de la vida
cotidiana. Brindar una formación ética que habilite para el ejercicio de una ciudadanía responsable y
permita asumir los valores de libertad, paz, solidaridad, igualdad, respeto a la diversidad, justicia,
responsabilidad y bien común” (art. 27).
El nivel secundario, destinado a los adolescentes, tiene la finalidad de “habilitar para el ejercicio
pleno de la ciudadanía, para el trabajo y para la continuación de estudios”; entre sus objetivos se
destacan “desarrollar y consolidar en cada estudiante las capacidades de estudio, aprendizaje e
investigación, de trabajo individual y en equipo, de esfuerzo, iniciativa y responsabilidad, como
condiciones necesarias para el acceso al mundo laboral, los estudios superiores y la educación a lo
largo de toda la vida. Desarrollar las capacidades necesarias para la comprensión y utilización
inteligente y crítica de los nuevos lenguajes producidos en el campo de las tecnologías de la
información y la comunicación. Desarrollar procesos de orientación vocacional a fin de permitir una
adecuada elección profesional y ocupacional de los estudiantes” (art. 30).
2) Las prestaciones del servicio educativo, distinguiendo aquellas que funcionan en el ámbito formal:
que se articulan en ciclos y niveles y que cumplen una normativa específica orientada al
reconocimiento oficial de los estudios realizados. De aquellas otras que, en función del principio de
libertad de enseñanza, ofrecen las instituciones sociales para completar los aprendizajes adquiridos
en el sistema escolar regulado por el Estado.
3) Los organismos: directivos, administrativos, técnicos y pedagógicos que hagan posible el
funcionamiento del sistema.
4) Los recursos: humanos, físicos (infraestructura edilicia, equipamiento didáctico, herramientas
informáticas) y financieros.
Respecto de éste punto hay que recordar que en enero de 2006, el Poder Ejecutivo promulgó la Ley
de Financiamiento Educativo (N° 26075) que fijó como meta una inversión en educación, ciencia y
tecnología del seis por ciento del PBI para el año 2010.
b) Válida: Para que una política educativa resulte válida debe poseer fundamentos correctos
y fecundidad de desarrollo. Si las decisiones de los directivos no quieren ser caprichosas o
arbitrarias, deben estar guiadas por principios y criterios racionales. Debemos tener en cuenta la
clásica definición de ley elaborada por la filosofía política: “ordenación de la razón, dirigida al bien
común y promulgada por aquél que tiene a su cargo el cuidado de la comunidad”.
Para Ocerin, poseer fundamentos correctos supone:
10

1) Hacer posible el desarrollo existencial de un modelo pedagógico. Ese modelo debe partir de una
visión adecuada del hombre en tanto sujeto de la educación y de una teoría realista de la educación
en tanto proceso de perfeccionamiento de la persona.11
2) Tener en cuenta las circunstancias en las cuales se va a desarrollar ese modelo pedagógico. Para
ello será importante delimitar la idea y la realidad de la Nación. Esta fue siempre una de las
inquietudes principales del Prof. Cirigliano y la expresa de la siguiente manera (1973): “…el país
carece y necesita de una idea, un proyecto, un destino que le sea propio…Ese proyecto implicará un
papel, una misión, un quehacer para la Argentina. Ese quehacer implicará valores. Los valores darán
identidad a nuestra cultura y a nuestra educación. Sin proyecto nacional rondaremos por caminos
que no llevan a ninguna parte… La educación es un proceso por el que una determinada sociedad
transmite, en su afán de conservarlo, un patrimonio cultural (sus creencias, hábitos, costumbres,
ciencia, técnica, lengua, héroes y tradiciones, etc.), y capacita en el uso efectivo y en la comprensión
de tales instrumentos culturales que han de ser poseídos y transformados en conducta, a fin de que
los miembros de dicha sociedad que nacen carentes de esos comportamientos puedan incorporarse
y actuar en ella con eficacia y adecuación” (El proyecto argentino, p. 10)
3) El modelo pedagógico a desarrollar debe tener suficiente grado de consenso.
Por otra parte, la validez supone fecundidad de desarrollo. Para ello habrá que conocer los procesos
históricos y comparar diagnósticos realizados en otros países para proyectar la concreción de
objetivos posibles de mediano y de largo plazo.
En la Convocatoria al debate sobre el Proyecto de Ley de Educación Nacional (2006), el Presidente
Kirchner y el Ministro Filmus decían: “Necesitamos avanzar desde nuestras perspectivas particulares
y sectoriales hacia una síntesis que refleje los núcleos de coincidencias, para que la ley no se limite
a una sumatoria de nobles propuestas. La ley debe convertirse en un plan de acción efectivo, en
una herramienta fundamental para la transformación del país, profundamente incorporado en
la conciencia de nuestro pueblo. Tenemos muchas incertidumbres respecto del futuro de la
humanidad y de la Argentina, pero también poseemos una certeza fundamental: sea como fuere ese
futuro, la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología jugarán un papel determinante en su
configuración. Convencidos de ello, estamos seguros de que buena parte del destino del país y de
nuestros hijos depende del compromiso y amplitud con los que encaremos este proceso de
discusión” (p. 1)12
11
En la Asamblea General del Congreso Pedagógico (1988) existió acuerdo unánime respecto de que “La
educación ha de partir de una visión del hombre, que es persona humana desde el mismo momento de su
concepción, como unidad bio-psico-social y espiritual, abierta a la trascendencia en las diversas dimensiones:
cultural, social, histórica y también religiosa según sus propias opciones…” (Conclusiones del Informe Final, p.
111).
Sabemos que existen concepciones antropológicas que niegan la espiritualidad del sujeto; el hombre sólo sería
un individuo más evolucionado en la escala animal que construye su esencia a partir de sus relaciones
sociales. Sin embargo, la LEN se inclina por considerar que el sujeto de la educación es una “persona”
(sustancia individual de naturaleza racional) a la que la educación “debe brindar las oportunidades necesarias
para desarrollar y fortalecer la formación integral a lo largo de toda la vida…” (art. 8)
12
Lamentablemente creemos que aún tiene vigencia el dictamen de consenso unánime que encabezó las
conclusiones de la Asamblea Final del Congreso Pedagógico realizado en Embalse de Río Tercero (1988): “El
proyecto educativo debe formar parte del proyecto nacional y éste debe estar fundado en nuestras raíces
culturales. Nuestro país en el contexto latinoamericano se encuentra bajo una clara dependencia política,
económica, social, cultural e ideológica. Esto nos da como resultado una Argentina empobrecida y dependiente
donde la igualdad de oportunidades de acceso a los bienes materiales y espirituales no se concreta en forma
real. En esta situación histórica, en no pocas veces, la acción de los sistemas institucionales ha sido la de
consolidar un orden de dependencia interna y externa. La solidaridad social ha sido deteriorada hasta el punto
en que los intereses individuales se imponen a los grupales y éstos a los de la Nación. En buena medida esto
es consecuencia del autoritarismo, la corrupción, la falta de ideales compartidos y la escasez de ejemplos de
11

c) Eficiente: Si la política educativa se propone lograr objetivos concretos, debe ser eficiente.
Es decir, las transformaciones propuestas deben reflejarse en resultados que mejoren la calidad del
servicio educativo en el menor tiempo posible y con el uso económico de los recursos. Esto exige
que, independientemente de quién tenga que tomar las decisiones, deben existir personas que
posean los conocimientos científicos necesarios para elaborar propuestas racionales y efectivas.
Lamentablemente, cuando esas propuestas sólo se han fundado en razones ideológicas o
demagógicas no han podido alcanzar los resultados esperados.
Sin embargo, tenemos que repetir, el fundamento y la previsión del futuro querido o posible del país
estará dado por una política nacional clara y no por la Pedagogía; su formulación es deber del
político aunque reconozcamos que el saber pedagógico goza de autonomía científica.
Es probable que a partir del debate generado por el Congreso Pedagógico Nacional; la inclusión en
la Constitución de principios fundamentales relativos a educación; la promulgación de leyes
nacionales que han hecho explícitos los lineamientos de la política educativa argentina (Ley Federal,
Ley de Educación Nacional, Ley de Educación Superior); la descentralización del sistema educativo
formal, haciendo responsables a las jurisdicciones del gobierno y administración del servicio en
función de las características propias de cada región; la jerarquización del Consejo Federal de
Educación para garantizar la unidad de las implementaciones y la reciente promulgación de la Ley de
Financiamiento de la Educación, comencemos a recorrer un camino estable de programas
renovables total o parcialmente de acuerdo con la evolución de la realidad sin que necesite
reformularse todo con cada cambio de gobierno.

3.4. La Política Educacional como disciplina autónoma según Jorge Zanotti 13


Jorge Zanotti (1985) reconoce la existencia de un conjunto de ciencias que tienen por objeto la
reflexión sobre los fenómenos educativos. Es decir, hay que distinguir entre el hecho educativo y la
reflexión que el científico realiza sobre ese acto. Según que esa reflexión considere los aspectos
teleológicos, o los resultados individuales, o las consecuencias para la sociedad… se organizará el
amplio campo de las ciencias de la educación que algunos prefieren englobar bajo el nombre de
Pedagogía14.

honestidad, convicciones y desprendimiento que hay en nuestra sociedad. La historia de nuestro sistema
educativo es un claro ejemplo de lo afirmado, sirvió con gran coherencia a un determinado proyecto de país
dependiente. La educación, por lo tanto, debe definir su perfil, en función de un proyecto nacional común a los
argentinos que asegure nuestra independencia nacional, nuestra soberanía política y la justicia social…” (op.
cit. p. 68).
13
Este autor, egresado de instituciones dedicadas a la formación docente, trabajó durante muchos años en la
enseñanza de esta materia. El texto que vamos a comentar fue publicado en la Revista del Instituto de
Investigaciones Educativas N° 56, reproduce la clase que dictó con motivo de su incorporación a la Academia
Nacional de Educación. El mismo afirma que sus reflexiones surgen “de un gusto particular por los estudios
políticos e históricos y, sobre todo, confieso, de mi preferencia y dedicación al orden teorético de la Política
Educacional” (p. 15).
14
Es muy interesante el planteo que hace Octavio Fullat (1982) para tratar de responder al problema
epistemológico que plantean las ciencias de la educación: “éstas probablemente adquieren autonomía
relacionadas con la vida humana y con la pervivencia de la humanidad, teniendo presente, empero, que el
hombre es una realidad siempre inconclusa. El “anthropos”, como comprensión del ser, se intelige desde las
ciencias de la educación en la medida en que éstas reciben sentido de la Antropología Filosófica. Las ciencias
de la educación, según entiendo, existen independientemente en cuanto contribuyen a una pretendida
comprensión total del hombre. El hombre en proceso de educación, o de engendramiento, constituye el objeto
específico de las ciencias de la educación” (Cuestiones de educación, p. 26)
12

Por otra parte, desde la antigüedad se ha constituido un cuerpo de doctrina que, atento observador
de la naturaleza humana y respetuoso de las lecciones de la historia, desconfía de las promesas de
los líderes infalibles, de los ideólogos soñadores. Desde esta perspectiva, la política no es pura
especulación o teoría sino una serie de decisiones concretas que deben ser tomadas con prudencia.
El entrecruzamiento entre el saber y el hacer en el campo de la educación y en el campo de la
política, ha permitido decir a Zanotti que: “La Política Educacional debe entenderse como el saber
(reflexión, sistematización y fundamentación epistemológica rigurosa) referido a los fenómenos
educativos directamente vinculados a los de carácter político, ya sea por sus orígenes o por sus
consecuencias, y a los fenómenos políticos directamente vinculados a los de carácter educativo” (p.
6).
Además, afirma compartir la definición de Américo Ghioldi (1972): “La política educacional es la
teoría y práctica de las actividades del Estado en el campo de la educación pública; por una parte,
determina la actuación del Estado con objeto de preparar por la educación a las nuevas
generaciones para el uso de los bienes culturales de la humanidad, y para promover un desarrollo
de la personalidad individual y colectiva del pueblo según las leyes, instituciones, aspiraciones o
ideales históricos de la Nación y, por otra parte, crea y regula la organización de los establecimientos
escolares para la realización de tales fines”.
Nosotros, sin embargo, creemos que esta definición es un tanto reduccionista porque no tiene en
cuenta la responsabilidad de otras instituciones sociales de importantes responsabilidades en la
prestación del servicio educativo.
Para el ámbito académico, Zanotti intenta rescatar el aspecto teórico de la política educacional;
reconoce la existencia de fenómenos educativos que impactan en la sociedad y también reconoce la
existencia de fenómenos políticos que están directamente vinculados con el campo de la educación
(ej.: modificación de la estructura del sistema escolar formal; prescripción de niveles de escolaridad
obligatoria para todos los ciudadanos; aprobación de contenidos para la educación básica;
determinación de requisitos para el ejercicio de carreras profesionales, etc.) pero afirma que la
reflexión y el estudio de esos fenómenos no son, por sí mismos, actividades políticas sino
académicas.

Saber y poder
Es cierto que el ejercicio de una responsabilidad de gobierno supone el entendimiento de la materia
que se ha de ordenar ya que la ordenación de las voluntades de los particulares exige conocimiento
de los medios y del fin que permitan habitualmente tomar decisiones acertadas; los avances de la
ciencia contemporánea requieren ese conocimiento para que se gobierne con alguna posibilidad de
éxito.15 Pero también es cierto que, muchas veces, se ha investido de poder a personas que no
contaban con el suficiente saber técnico para conducir a la sociedad hacia el logro de objetivos
relacionados con el bien común.
Por eso dice Zanotti: “Es indudable que, ocasionalmente, el poder político acude al saber propio de
cada área para proyectar y fundamentar sus decisiones y, a veces, es el saber propio de cada área
del quehacer humano el que se transforma en asesor o estimulador del poder político para la toma

15
“La relación entre autoridad y gobierno es análoga a la que hay entre el arte de la navegación y la acción de
dirigir el barco. El piloto es el que tiene la capacidad para gobernar el navío… tiene autoridad porque en él
reside el conocimiento y la potestad para determinar el rumbo; es “auctor”, en cuanto sujeto de la facultad para
definir la dirección de la navegación, puesto que conociendo el fin y, poseyendo la capacidad para elegir los
medios adecuados, puede gobernar hacia allí; es, por último, aquel a quien ha de reconocérsele públicamente
como sujeto de esta potestad, de la cual es responsable” (Widow A., 1988, p.35).
13

de decisiones respectivas. Hasta puede darse el caso de que los representantes de ese saber
asuman ellos mismos el poder político y gocen de imperio para tomarlas, como ministros,
legisladores o funcionarios. También es cierto que, en otras ocasiones, las decisiones del poder
político en cualquier área se tomen al margen del saber correspondiente, y aún en contra de ese
saber” (id., p.9)
Al contrario de lo afirmado por ideologías contemporáneas, el pensamiento político clásico es, ante
todo, realista. Surgido de un contacto vivo con la experiencia de gobierno, respetuoso de las
lecciones de la historia, atento observador de la naturaleza humana, no pone su esperanza en
ideales inalcanzables. Conoce que las decisiones políticas y la dirección de los asuntos humanos se
realizan bajo el imperio de las circunstancias y que la prudencia debe ser la virtud propia del político.
Por lo tanto, se trata de un saber práctico: porque tiene por objeto la vida del hombre que se realiza
en sociedad; porque realiza una evaluación crítica de las condiciones existentes y propone medios
aptos para solucionar los problemas; también es práctico porque su método no es deductivo, como
en las ciencias exactas, sino deliberativo y problemático. Por tanto, sus conclusiones no son
juicios de constatación sino directivas para obrar, ordenadas a mejorar la calidad de vida de
las personas teniendo en cuenta las posibilidades y las limitaciones reales que imponen las
circunstancias. Cambiar la sociedad por otra mejor, transformar la realidad actual por un proyecto
deseable, sobre todo si aquella realidad no es tenida por óptima, es un objetivo irrenunciable de la
política.
Pero hay que insistir: la recta intelección del bien común es la clave para la resolución de los
problemas prácticos. Por eso afirma el P. Dognin (1961): “El bien común consiste esencialmente en
una coordinación de los bienes particulares. Ahora bien, así como una forma armoniosa no puede
ser impuesta a la arcilla del alfarero si ésta, convenientemente trabajada, no se ha hecho maleable,
del mismo modo, una armonía o un orden no pueden ser establecidos entre los bienes particulares si
estos bienes no son movilizados por la justicia general. Pero esta movilización no basta para la
realización del bien común, así como no basta para la fabricación de cacharros el trabajo previo de
la arcilla. En uno y otro caso, es necesario que una forma, un orden, sean ulteriormente impuestos a
la materia. En el caso del bien común, es la justicia distributiva quien realiza este orden…” (Cit. por
Martinez Barrera, 1999).
En tanto saber práctico-prudencial se parecen mucho la Política y la Pedagogía; ésta última ha sido
definida como la ciencia del arte de educar. En ambos casos hay una dirección de la razón que se
ordena a la realización de una obra: el bien común de la sociedad o el estado de virtud de las
personas.

3.5 La política educacional en una sociedad democrática según Fernando Martínez Paz
Este Profesor de la Universidad de Córdoba, aunque se formó como abogado, se dedicó a la
enseñanza de política educacional y a producir reconocidos trabajos sobre la Historia de la
Educación y el Sistema Educativo Argentino. Gracias a ello fue incorporado a la Academia Nacional
de Educación.
La obra que vamos a comentar fue publicada en 1989, el Autor “espera que sea un aporte más al
complejo marco conceptual de la política educativa…” (p. 11), en ella se encuentra la siguiente
definición que nos parece la más completa y la que, de alguna manera, resulta una síntesis y una
conclusión de las ideas anteriores:
14

“El marco de referencia alude a una política educacional entendida como:


- el conjunto de decisiones, enunciados, acciones y evaluaciones,
- que fundadas en el conocimiento científico de la realidad (del pasado y del presente) y
con una visión prospectiva,
- y en una concepción del hombre, de la sociedad, de la cultura y de la educación,
- y para lograr finalidades explícitas,
- elaboran y ejecutan, en nombre de la sociedad y con su participación, las instituciones y
las personas con atribuciones jurídicas para hacerlo” (p. 11).
Se rescata la dimensión práctica: enunciados, decisiones, acciones y evaluaciones pero se
considera necesario que esas acciones tengan un fundamento científico (objetivo, válido, universal)
de la realidad. Esto nos recuerda los requisitos de la “prudencia política” referidos por Dante Alighieri:
“memoria de las cosas vistas, inteligencia de la presente y previsión de la futura” (Cit. por Massini,
1980, p.169)
La memoria, en el caso de la política educativa, se relaciona con la historia de la educación y con la
comparación de los sistemas educativos puesto que nos permite realizar una generalización de
hechos similares. “Porque, si bien el libre arbitrio del hombre le permite obrar frente a la misma
circunstancia del modo más diverso e imprevisible, al extremo de que no se halle en la historia una
réplica de ese obrar, con lo que las acciones humanas futuras adquieren un carácter de contingencia
que impide formular a su respecto leyes necesarias y universales, la uniformidad de la condición
humana hace posible, en cambio, descubrir constantes en grandes conjuntos del obrar, las cuales,
aunque no tienen la absolutez de las leyes naturales logradas por inducción en el sector de la
realidad movido por la necesidad, poseen un alto grado de probabilidad para prever eventos futuros,
si se dan las mismas causas… la historia es maestra de la vida, como decía Cicerón” (Sampay. Cit.
por Massini, 1980, p. 169). La memoria de las experiencias pasadas contribuye para que el
gobernante sabio realice un juicio prudencial objetivo respecto de las acciones más convenientes
que se deben ejecutar en el tiempo presente.
El acierto político supone también el conocimiento realista de las circunstancias presentes. No es
fácil realizar una aplicación de los principios universales a las complejas situaciones que conllevan
los casos singulares; es necesario discernir los obstáculos, ser conscientes de los medios que se
disponen y encontrar la oportunidad para usarlos con mayor eficacia. El hombre de autoridad se
manifiesta en la deliberación por el conocimiento de los medios adecuados para alcanzar los fines
comunes y es capaz de ordenar las acciones de sus subordinados para que éstos comprendan los
propósitos y participen conscientemente en la acción. Ese hombre dispone de la flexibilidad
suficiente para adecuar los principios a las circunstancias concretas pero no se detiene en la
ejecución por miedo, o por concupiscencia, o por cualquier sentimiento que corrompa el orden que
se ha querido proyectar. Podemos decir que, desde esta perspectiva, la política educativa se
relaciona con otras ciencias de la educación como la sociología y la economía.
En cuanto a la previsión de lo que puede ocurrir, es la cualidad más difícil de poseer. Una antigua
cita define al hombre prudente como “el que ve de lejos, que es perspicaz y prevé con certeza a
través de la incertidumbre de los sucesos” (ST. II-II, 49, 6). ¿Cómo vislumbrar, con acierto, las
conductas futuras de los hombres?. Las estrategias de cambio que, por lo general, en política
educativa son a mediano y largo plazo, requieren un análisis prospectivo que abra reales
posibilidades de planificación.
La Ley de Educación Nacional pretende que se cumpla el derecho a una educación de buena calidad
para todos, esa educación de calidad, en la Argentina del siglo XXI, supone:
15

-Una educación permanente, a lo largo de toda la vida


-Una educación de calidad que permita acceder a los saberes para conocer, reflexionar e
intervenir sobre el mundo
-Una educación que contribuya a construir una identidad nacional
-Una educación que permita acceder a un trabajo digno
-Una educación que brinde igualdad de acceso a estudios superiores
-Una educación que prepare para ejercer una ciudadanía crítica, activa y responsable,
brindando herramientas para participar de la vida colectiva
-Una educación que valore el pluralismo, la diferencia y la diversidad cultural, sin dar lugar a
ningún tipo de discriminación por raza, religión, origen, género, edad, discapacidad
-Una educación que permita que las familias elijan para sus hijos una institución educativa
que responda a sus convicciones filosóficas, éticas o religiosas
-Una educación que permita la integración de las personas con necesidades especiales
-Una educación que fomente las actividades físicas y deportivas y la expresión artística como
formas que posibilitan el desarrollo armónico e integral de las personas
-Una educación que garantice la posibilidad de acceder a una escolaridad intercultural
bilingüe
-Una educación que garantice a los habitantes de las zonas rurales el respeto por las
particularidades propias de sus contextos y la igualdad en los aprendizajes
-Una educación que permita adquirir herramientas necesarias para participar en el mundo
moderno, como una segunda lengua y tecnologías de la información y la comunicación
-Una educación que forme al ciudadano para la protección del medio ambiente
-Una educación que cuente con edificios apropiados, el equipamiento necesario y recursos
-Una educación llevada a cabo por docentes con una formación sólida, relevante,
actualizada; que ejerzan su tarea en condiciones dignas y que cuenten con el adecuado
reconocimiento material y simbólico
-Una educación que brinde posibilidades de participar en la gestión y acción educativa a la
comunidad y al conjunto de actores del sistema
-Una educación que posibilite desarrollar el conjunto de potencialidades de cada argentino
generando las condiciones para una verdadera igualdad de oportunidades (Documento para
el debate, p. 18)

4. Política educativa y administración escolar

Muchas veces se han confundido en la práctica los contenidos de estudio de estas dos disciplinas
pedagógicas. Ya hemos dicho que la política educativa se ocupa de los lineamientos genéricos
enderezados al bien común y define los grandes principios políticos del orden educativo. Por otra
parte, compete a la administración escolar lo relativo a la gestión, es decir, la conducción, la
supervisión y el control de las acciones que se concretan en las distintas instituciones del sistema.
Se ha definido a la escuela como una comunidad: “…que, en virtud de su misión, a la vez que cultiva
con asiduo cuidado las facultades intelectuales, desarrolla la capacidad del recto juicio, introduce en
el patrimonio de la cultura conquistado por las generaciones pasadas, promueve el sentido de los
16

valores, prepara para la vida profesional, fomenta el trato amistoso entre los alumnos de diversa
índole y condición, contribuyendo a la comprensión mutua; constituye además como un centro de
cuya laboriosidad y de cuyos beneficios deben participar juntamente las familias, los maestros, las
diversas asociaciones que promueven la vida cultural, cívica y religiosa, así como la sociedad civil y
toda la comunidad humana” (Gravissimum educationis, 5)
La transformación del sistema educativo promueve la autonomía de las instituciones porque en el
marco de una mayor descentralización administrativa se debe reconocer mayor capacidad de los
centros educativos para gestionar sus propios proyectos. “La autonomía supone que, a partir de la
existencia de normas que regulan el funcionamiento del sistema en su totalidad y le otorgan unidad,
las instituciones construyen su proyecto buscando dar respuesta a las necesidades que se plantean
en su entorno, promoviendo la participación y el intercambio con la comunidad” (Curso para
supervisores y directores, p. 23).
Una escuela autónoma, tiene como base los principios, lineamientos y objetivos prescriptos para el
sistema jurisdiccional y nacional; a partir de esos enunciados elabora su proyecto institucional en
razón de su contexto, de su historia y de su cultura organizativa (pertinencia). De esa manera, “su
identidad queda ligada a su capacidad y sensibilidad para analizar la realidad y para dar respuesta a
las demandas e inquietudes existentes” (ídem, p. 23)
En las conclusiones de “Educación para todos”, un valioso estudio dirigido por el Prof. LLACH
(1999), avalado por abundantes casos empíricos, se atribuye a la mejor organización escolar el éxito
de resultados cuantitativos como la no deserción, la no repitencia y la graduación a tiempo. Las
instituciones mejor organizadas tienen mayor capacidad de contención de los alumnos y ello es
atribuible:
a) A la dirección del establecimiento: en la que aparece como valor importante la antigüedad
y experiencia de los directivos. La capacidad para congregar la voluntad de los miembros de la
comunidad educativa detrás del logro de objetivos institucionales.
b) A los docentes: verdaderos protagonistas del proceso enseñanza-aprendizaje. Es
prácticamente imposible medir el nivel de dedicación, el esfuerzo o las características de
personalidad de los maestros pero se ha comprobado que un docente que conoce su materia, que
ha sido acompañado en su trabajo, que posee años de experiencia y que ha realizado cursos de
actualización, logra mejores resultados con sus alumnos.
Por ello, la Ley de Educación Nacional destina los arts. 71-78 a la Formación Docente y crea el
Instituto Nacional de Formación Docente con el objeto, entre otros, de: “Planificar y ejecutar políticas
de articulación del sistema de formación docente inicial y contínua”.
c) Al equipamiento de las escuelas: En coincidencia con mediciones internacionales, se ha
encontrado que la infraestructura y el equipamiento didáctico de las instituciones incide
positivamente en los resultados cuantitativos y cualitativos de los alumnos.
Argentina reconoce el derecho de los alumnos a tener escuelas en condiciones materiales dignas y
entiende que esta dimensión está relacionada con la equidad y la calidad del servicio: “El desarrollo
de las competencias necesarias para el ciudadano del siglo XXI será posible si las escuelas cuentan,
entre otros medios, con buenas bibliotecas, laboratorios de idioma, equipamiento para la enseñanza
de las ciencias, equipamiento para la educación física y la educación artística, computadoras, acceso
a Internet y televisión educativa. La inversión en estos materiales debe ser un objetivo compartido
entre la Nación y las Provincias, priorizando, obviamente, a las escuelas y las zonas más pobres”
(Documento para el debate, p. 38)
17

5. Relaciones con la sociología de la educación

Lorenzo Luzuriaga fue un pedagogo español que durante muchos años trabajó en nuestro país;
hablaba de “pedagogía política” para afirmar que la educación depende de las circunstancias de la
vida pública, de la acción de los partidos políticos, de los grupos sociales y de las religiones que
trabajan en un momento determinado. Respecto de “política pedagógica” parece que limitaba su
contenido a la obra del Estado que se centraba en la legislación escolar.
En la actualidad, se ha desarrollado en el ámbito de las Ciencias de la Educación, la Sociología de la
Educación. Si pretendemos determinar el campo de la sociología pedagógica hacemos referencia a
las relaciones de la educación con la sociedad puesto que aunque consideremos a la educación
como una cualidad perfectiva que inhiere en una persona, como un proceso de perfeccionamiento
individual, no podemos ignorar el ámbito donde ese proceso se realiza: una sociedad que busca el
bien común para proteger y promover los bienes particulares. Si el amor y el conocimiento son las
actividades que hacen más humana a la vida, son los demás (el prójimo) los que permiten a cada
uno descubrir el valor de su propia realidad existencial.
No queremos caer en el extremo de afirmar, como Durkheim (1903), que la educación es cosa
eminentemente social, lo mismo por sus orígenes como por sus funciones y, por tanto, que la
Pedagogía depende de la Sociología más que de cualquier otra ciencia. No obstante, es claro que no
se puede estudiar exhaustivamente la situación educativa en un país y en una época determinada
sin hacer referencia a las características sociales en que se desenvuelve un determinado sistema
educativo.
Tres son las principales vías de influencia social en el proceso educativo:
a) Respecto de los fines: Para los socialistas, el hombre que la educación debe realizar en
nosotros no es el hombre tal como lo ha hecho la naturaleza sino tal como la sociedad
quiere que él sea. Hay que recordarle al maestro cuáles son las ideas y los sentimientos
que deben imprimir en los niños para que puedan convivir en una determinada sociedad.
b) Respecto del ambiente: Es el espacio vital en el que una persona vive y crece. Este
“espacio vital” comprende el “espacio físico” (ej. urbano o rural) y las personas que
conviven en él
c) Respecto de los estímulos para el proceso educativo: No sólo los que provienen de las
relaciones interpersonales y de las organizaciones que ofrecen espacios no-formales de
educación sino también el influjo poderoso que proviene de los mensajes de los medios
de comunicación social.

Podemos destacar tres clases de factores sociales que tienen estrecha relación con la educación.
Estos factores tendrán real influencia si se encuentran encarnados en un número importante de
personas y de grupos sociales:
a) Factores culturales: ideales y normas de vida dominantes; producciones y ambiente
literario y artístico; creencias y prácticas religiosas; descubrimientos científicos y
adelantos técnicos. ¿Cómo influyen estos factores en la configuración de las formas más
elevadas de una persona?
b) Factores económicos: se ha observado que a mayor nivel económico corresponde mayor
nivel educativo. La abundancia de medios económicos se traduce en más posibilidades
de educación y, por otra parte, una mejor educación de los jóvenes redunda en mayor
productividad en el futuro.
18

c) Factores políticos: En el fondo, la educación queda absorbida por la política al prestarle el


servicio de formar a los ciudadanos. En los estados democráticos la educación se
considera como base imprescindible para una auténtica vida de libertad política

Conclusiones

En sus relaciones con la política, la educación es un agente de estabilidad social ya que, al difundir
en las nuevas generaciones las mismas ideas y actitudes que aceptaron las generaciones anteriores,
contribuye a formar grupos homogéneos en sus deseos y aficiones, lo que es tanto como afianzar la
permanencia de ciertas características sociales; pero, por otra parte, la educación suele ser vehículo
de nuevos ideales, susceptibles de transformar la fisonomía social de un pueblo y, desde este punto
de vista, se nos presenta como agente de cambio social. Por eso se ha dicho que “un sistema
educacional tiene que cumplir dos funciones principales: preservar la tradición y facilitar el progreso”
No obstante, si observamos la historia de la educación argentina, veremos que nuestro servicio
educativo ha sobrevivido encerrado en sí mismo, separado de la sociedad, como si gozara de
sustantividad. El sistema ha se ha expandido, en todos los niveles se han incorporado nuevos
alumnos y nuevas instituciones, pero ha crecido fragmentadamente, sin prestar demasiada atención
al futuro, sin política cultural de Estado. Mientras tanto, se han multiplicado las acciones ofrecidas
por diversas organizaciones sociales; han avanzado por su cuenta, sin ningún tipo de planificación ni
de regulación, ofertas de educación parasistemáticas.
Tenemos esperanza de un futuro mejor, aunque aún no se avisoran resultados notablemente
positivos. Quizás tenga razón Maritain cuando dijo (1943): “Esta supremacía de los medios sobre el
fin, y la ausencia que de ahí se sigue de toda finalidad concreta y de toda eficacia real parece ser el
principal reproche que se pueda hacer a la educación contemporánea…De ahí la sorprendente
inconsistencia de la educación actual, inconsistencia y debilidad que radica en nuestro exagerado
afán por la perfección de nuestros medios y métodos de educación y en nuestra impotencia que
sirvan a su fin” (La educación en este momento crucial). La desorientación sobre la naturaleza del
hombre que es el sujeto de la educación, y sobre los fines de este arte, en tanto perfeccionamiento
del hombre, deben influir para que tanto trabajo y tanto dinero de padres, de docentes y de
funcionarios, muchas veces no logren los resultados que se esperan.
Aunque es cierto que lo pedagógico goza de autonomía, por ej., como saber técnico apto para la
previsión y realización del proceso enseñanza-aprendizaje, o como criterio de factibilidad en la
evaluación de cualquier programa de política educativa, o como teoría que propone fundamentos
para iluminar políticas posibles… el fundamento y la previsión del futuro querido del país estará dado
por una política nacional clara y no por la Pedagogía.
Como la sociedad es la destinataria mediata de la educación, la política tendrá que considerar las
fuerzas que se mueven en la sociedad, las necesidades que suscita, las apetencias que implica y las
demandas que formula para repercutir en el pedido que la sociedad haga a la educación. En todo
esto las razones políticas se imponen sobre los objetivos pedagógicos.
La crisis de la educación es una de las características de los sistemas educativos en nuestra
sociedad contemporánea. Esta crisis se manifiesta en los países desarrollados y en los
subdesarrollados. En Argentina, existen dos trabajos científicos recientes que describen este
problema: La tragedia educativa de Guillermo Jaim Etcheverry (1999) y Educación para todos de
Juan José Llach (1999).
19

Además, no podemos olvidar los debates sobre el tema que se realizaron a lo largo y a lo ancho del
país con ocasión del Congreso Pedagógico que convocó el Presidente Alfonsín y que concluyó en
marzo de 1988 con una Asamblea Nacional que se realizó en Embalse de Río Tercero (Córdoba). A
partir de ese diagnóstico, en Argentina se elaboraron propuestas de reformas que se hicieron
explícitas en la Ley Federal de Educación (Menem, 1993); el art. 75, inc. 19 de la Reforma
Constitucional (Menem, 1994); en la Ley de Educación Superior (Menem, 1995) y en la nueva Ley de
Educación Nacional (Kirchner, 2006). Podemos decir que aún estamos en proceso de
transformación de nuestro sistema educativo.
Pensamos que en nuestra pedagogía, que coloca en la base a la idea de persona constituida como
imagen de Dios, los derechos y garantías expresados en la Constitución Nacional constituyen el
marco idóneo para elaborar la política educativa nacional. La persona, en una sociedad democrática,
necesita crecer y desarrollarse en una comunidad que le permita pensar y decidir por sí misma. Esto
supone también que las personas puedan participar en las decisiones que afectan al conjunto social,
los ciudadanos tienen inquietudes sobre la marcha de los asuntos comunes y tienen que poder
expresar esas inquietudes en los partidos políticos, en los sindicatos y en las demás organizaciones
sociales.
También parece pertinente escuchar a Jaim Etcheverry cuando afirma: “El desnivel de ingresos tiene
su correlato en el desnivel educativo… Si bien muy notable en el caso de la Argentina, el problema
de la concentración de la riqueza es un fenómeno característico de la sociedad contemporánea…
Del análisis somero de estos datos, surge con claridad que la sociedad no se decide a realizar la
inversión necesaria para proporcionar a todos sus integrantes las herramientas educativas básicas
porque, en realidad, no asigna a esa tarea tanta trascendencia como manifiesta” (p.43). Desde este
punto de vista, no cabe duda de que en el momento actual, la gran contribución que puede hacer la
política educativa a la sociedad, es contribuir a una más equitativa distribución de la riqueza gracias
a la educación.

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