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Las inmigraciones de trabajadores desde Europa habían cesado con la crisis, y habían comenzado las
MIGRACIONES INTERNAS, del campo a la ciudad. Frente al trato represivo del Estado y de los patrones,
los trabajadores poco podían hacer para defender sus derechos, y ganaban salarios muy bajos.
Los sindicatos estaban divididos en cuatro centrales gremiales: unos pocos eran anarquistas de la FORA
(federación obrera regional argentina), otros eran sindicalistas de la USA (unión sindical argentina), y una
mayoría estaba repartida entre la CGT Nº 1 y la CGT Nº 2. Pero la gran mayoría del proletariado no estaba
sindicalizado, a excepción de algunas ramas organizadas por los comunistas como los obreros de la
construcción, de la alimentación y los madereros.
Perón, desde la secretaría de trabajo y previsión del gobierno dictatorial implantado en 1943, comenzó a
atender las necesidades de los trabajadores, al mismo tiempo que reprimió a las fuerzas de izquierda. El
17 de octubre de 1945, los trabajadores manifestaron su apoyo a perón, quién accedió a la presidencia
tras las elecciones de 1946. Durante el gobierno peronista, 1946-55, se da un considerable aumento de la
capacidad de organización y peso social de los trabajadores, aumentando en gran medida la tasa de
sindicalización. Aparecen las negociaciones colectivas, escalas de salarios, licencias por enfermedad,
vacaciones pagas, etc. Solo un sindicato por sector era autorizado a negociar con la patronal y el estado.
Había una única CGT, supervisada por el estado. El movimiento obrero perdió su independencia. Los
sindicatos se transformaron en agentes del estado ante la clase trabajadora. La red de bienestar social
apuntaba a la integración de los trabajadores a través de beneficios económicos claros e inmediatos.
Socialistas, comunistas y radicales fueron borrados del aparato sindical y pasaron a la oposición.
Históricamente se ha intentado mostrar a los obreros en ésta época como inexpertos, sin identidad y
presas fáciles de la ideología reformista del peronismo. Otros autores, al contrario, trataron de demostrar
que la opción por el peronismo, por parte de estos trabajadores, fue una elección racional, como un
camino hacia el logro de sus necesidades insatisfechas.
El peronismo redefinió el concepto de ciudadanía extendiéndolo al campo social además del aspecto
juridico-politico como era hasta entonces.
El radicalismo yrigoyenista había movilizado a las clases medias contra la oligarquía, en pos de los
derechos políticos, que volvieron a limitarse en la “década infame” (1930-43), basándose en el fraude
electoral. El peronismo denunció la hipocresía de un sistema democrático formal que tenía escaso
contenido democrático real. Esto en realidad ya lo habían hecho los radicales, hasta lograr la ley sáenz
peña en 1912.
Sin embargo, el peronismo incluirá en el concepto de ciudadanía, no solo el derecho al voto y las libertades
individuales, sino también la “justicia social”, es decir un reparto más equitativo de la riqueza. Un dirigente
sindical planteó que en 1945 la gente estaba cansada. Durante años y años le habían engañado su hambre
atrasada con canciones sobre la libertad”. Perón venció a la unión democrática pues el discurso de la
oposición seguía limitado a la “democracia”, la “libertad” y otros términos sin contenido social. El
radicalismo, pese a su retórica sobre el “pueblo” y la “oligarquía”, nunca cuestionó los supuestos del
sistema político liberal.
Con el peronismo, la representación ya no se haría solo a través de la ciudadanía formal, sino planteando
a la clase trabajadora como fuerza social autónoma, con acceso privilegiado al estado por medio de los
sindicatos. Perón unió esta cuestión obrera con el desarrollo industrial y el nacionalismo económico.
Un grupo de intelectuales nacionalistas dividirán al país entre “el pueblo” (los trabajadores y los
capitalistas nacionales) frente a “los cipayos” y “vende patria” (la oligarquía y el capital extranjero). Sin
embargo es falso que el peronismo haya comenzado la INDUSTRIALIZACION, que ésta fue impulsada por
la propia oligarquía después de la crisis del ’30 lo mismo que la activa intervención estatal en la economía.
La verdadera cuestión en los años ’40, no era industrialización versus desarrollo agrario, ni intervención
estatal versus liberalismo, sino qué tipo de industrialización se implementaba. Si una donde la clase
trabajadora era simplemente la mano de obra, u otra donde se los considerara eje central de la misma.
Perón utilizó esto hábilmente, e identificó “Pueblo”, “Nación” y “Trabajadores” uniendo estos conceptos
como una misma cosa. El nacionalismo de la clase trabajadora era invocado en función de problemas
económicos concretos. El pueblo reemplazaba a las élites intelectuales como fundamento del modelo
económico-social, mientras que los partidos de izquierda usaban un lenguaje poco comprensible para
estos mismos trabajadores. Como planteaba Ernst Bloch, “los nazis hablaban falsamente, pero a la gente;
los comunistas decían la verdad, pero hablaban de cosas que el pueblo no entendía”
Una visión digna de crédito: carácter concreto y creíble del discurso político de perón
El peronismo significó una presencia social y política mucho mayor de la clase trabajadora en la sociedad
argentina, incorporando el orgullo, el respeto propio y la dignidad en los obreros.
El trabajador durante la “década infame” sentía que “tenía que quedarse callado”. Comunistas, socialistas
y radicales, cada uno a su modo, habían tratado de ganar el respaldo de los trabajadores. Perón fue quién
lo logró, contando con la enorme ventaja de actuar desde el Estado. Perón transformó el discurso, y
términos que antes marcaban la humillación del trabajador, se convirtieron en fundamento de su orgullo:
“descamisados”, “cabecitas negras”, “negro”. El 17 de octubre significó el rechazo de las formas
aceptadas de jerarquía social y los símbolos de autoridad.
La argentina invisible, la de los suburbios de Buenos Aires, marchaba a la capital y a la plaza de Mayo,
lugar que hasta ese momento había sido de los “ciudadanos” de clase media y la oligarquía, la “gente
decente”, de saco y corbata. Estos otros venían mal vestidos y ocuparon la plaza, con actitudes
“insolentes”, como lavarse en las fuentes de la plaza. La clase obrera se sentía orgullosa: “con Perón todos
éramos machos”; la clase media no entendía lo que pasaba y miraba con incredulidad y compasión.
Una vez en el poder, el sueño de las masas espontáneas, dejó lugar a la política de integrar la rebelión al
estado. De este modo, el peronismo, que había movilizado a los trabajadores, fue un experimento social
de desmovilización pasiva, una movilización controlada y limitada de los trabajadores bajo la tutela
del estado. Perón les decía “de casa al trabajo y del trabajo a casa”. El peronismo planteaba que
“buscamos suprimir la lucha de clases suplantándola por un acuerdo justo entre obreros y patrones al
amparo de la justicia que emana del estado”. Perón distinguía entre un capital explotador e inhumano, y
otro progresista, comprometido con el progreso nacional. Del segundo, los trabajadores no tenían nada
que temer. Ambos eran aliados contra el capital explotador y los intereses foráneos.
Perón uso el aparato ideológico y represivo del estado, y si bien, no pudo suprimir la lucha de clases,
mejoró las relaciones entre capital y trabajo. El peronismo fue manipulación de los trabajadores, pero los
trabajadores estaban gustosos de ser manipulados, siempre que recibieran las cosas que pedían. El 1º de
mayo, día internacional de los trabajadores, fue cambiado de sentido por perón: mientras que antes era
una jornada de lucha del proletariado contra el capital, perón pintó esas luchas como hechos tristes,
donde la policía reprimía a los obreros con banderas rojas. Con perón, el 1º de mayo ya no era un día de
lucha, sino de fiesta, de armonía social. Y este discurso tendrá gran éxito entre los trabajadores. La clase
trabajadora no llegó al peronismo plenamente formada. Más bien, el peronismo le dio una nueva
identidad. Pero la clase trabajadora creó también al peronismo. No fue una masa pasiva, “disponible”,
sino activa, que buscaba mejorar sus condiciones de vida.
Es cierto que los trabajadores se hicieron profundamente reformistas, abandonando toda idea de
revolución social contra el capitalismo. Perón evitó la organización sindical autónoma, al incorporar los
sindicatos al estado. Pero también es cierto, que la era peronista fortaleció a los sindicatos, y mostró que
los trabajadores no eran tan pasivos ni tan faltos de conciencia de clase.
El peronismo buscó un modelo capitalista de estado, para lo cual debió incorporar a los trabajadores a la
negociación con el capital, y para lo cual debió dar a aquellos grandes concesiones. Con ello, al mismo
tiempo, los organizó y fortaleció, en un sentido, y también los manipuló y debilitó, en otro.
El peronismo tiene un legado ambiguo: es integración, porque los trabajadores fueron controlados por el
estado capitalista, pero es también resistencia, porque para integrarlos, debió fortalecer sus
organizaciones sindicales, y, de este modo, creó un arma de doble filo. Era como cabalgar un tigre