Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
MIRADA DE 10 EXPERTOS
Autor: Equipo Tendencias
* “La situación de tensión e incertidumbre nos tiene con las emociones a flor de piel. Existe
mucho miedo por temas de seguridad y mucha rabia por las injusticias evidenciadas.
Cuando las emociones mandan, es frecuente que pensemos en términos dogmáticos de
blanco o negro, sin matices. El que piensa distinto se convierte en “el enemigo”. Desde el
miedo, se rechaza fuertemente a quien justifique en lo más mínimo la violencia en las
protestas. Desde la rabia, se rechaza fuertemente a quien justifique en lo más mínimo la
represión estatal. Aparecen formas poco tolerantes y violentas en las conversaciones
cotidianas. El lenguaje muchas veces se torna agresivo y violento”.
* “La definición de lo que es violento varía en el tiempo y espacio, y así también varía
nuestra tolerancia a ello. Si antes era normalizado piropear a las mujeres en la calle, hoy es
considerado un acto violento por una parte importante de la población. Lo mismo ocurre en
este momento en Chile. Se podría decir que existe una disputa constante por definir qué es
lo violento. Para muchos, la violencia está en los saqueos, las barricadas y en la
imposibilidad de vivir una vida ‘normal’ estos días. Pero para otros, la violencia está en la
desigualdad estructural y la pobreza, la corrupción, las evasiones de impuestos… También
se empieza a prestar más atención a formas violentas de actuar de Carabineros que
históricamente han sido parte de las prácticas y cultura de Carabineros (como el uso de
lacrimógenas o el uso de lenguaje despectivo hacia manifestantes). Por lo tanto, “lo
violento” está siendo resignificado y disputado constantemente”.
“Yo prefiero hablar de las violencias. Aunque nos quisiéramos enfocar en la violencia
concomitante a los ciclos de protesta, hay que entender que la violencia que acompaña a los
ciclos de protesta se inscribe en un marco mayor de otras violencias. Basta ver todos los
esfuerzos que hay en los colegios para mejorar la convivencia escolar o la violencia al
interior del hogar y la violencia ahí contra la mujer o los niños. Hay que ver los distintos
tipos de violencia que hay cohabitando. Me parece que la salida es la reflexión y la
conversación en un marco donde reconozcamos que la sociedad genera, y en especial una
neoliberal tan competitiva y desigual como la nuestra, específicos modos de violencia”.
* “Una cosa es que cambios sociales puedan vincularse al uso de la violencia, como hechos
históricos tenemos varios casos, pero es muy distinto plantear que eso es lo que queremos
los chilenos. Todos podemos decir que lo que dio origen al golpe de Estado de 1973 fue
violencia pura, nadie lo discute. Ahora, ¿era la forma que nos hubiera gustado para lidiar
con un cambio político? Por supuesto que no. Lo mismo nos pasa ahora: por mucho que la
violencia sea un gatillante de cambio social, no por eso debemos aceptarla como la forma
de abordarlo. Tenemos alternativas y eso se llama diálogo social”.
* “Debe haber un gran acuerdo nacional, lo que no sólo involucra al mundo político, sino
también a las instituciones y la población: si la sociedad chilena en su conjunto no se
convence de que esto debe parar, tenemos un serio riesgo de que la espiral siga creciendo.
Esto es como una bola de nieve: si crece, va a obligar a quienes tienen la responsabilidad
política a tomar las medidas que nadie quiere, como un estado de emergencia o algo más
estricto, como tiene contemplada la Constitución, y nos veamos enfrentados a contar con
las Fuerzas Armadas para regular el orden. Y sabemos lo que eso implica. Por eso, el
control social debe estar depositado en cada uno, en su entorno, su familia, su lugar de
trabajo, debemos hablar de esto y problematizarlo para que no terminemos pensando que la
forma de resolverlo es legitimando la violencia. La forma es otra y nos exige otras posturas.
¿Me explico?”.
“Es imposible negar que exista un solo tipo de violencia. Ella existe permanente en
sociedades con extremas desigualdades. Hay violencias por género, condición étnica,
sexual, física, pensamiento, religión, cultura, etc. Lo observamos cotidianamente y si no
físicamente, lo hacemos a través de los discursos, las palabras, las indiferencias, las
inequidades y los prejuicios. Somos una sociedad violenta y nos acostumbramos a ello.
Los propios avances de la modernidad se acompañan de nuevas marginalidades con nuevas
violencias y nuevas definiciones de la misma. En las últimas décadas, expresiones del cine
o de la TV, de mucha violencia, tienen alta aceptación por parte de los jóvenes. Es otra
violencia, de imágenes con nuevas expresiones sociales, escenarios, fuerzas,
potencialidades. Si agregamos la droga y todo tipo de adicciones o alienaciones, desde
pequeños se crece en una sociedad culturalmente violenta.
* “Es aterrador pensar a dónde puede llevar esa violencia, especialmente mientras no
aparezcan o se identifiquen interlocutores válidos con suficiente credibilidad e influencia
como para detener el proceso. Por el momento no parece que el gobierno, el Parlamento,
los intelectuales, ni los partidos políticos estén en condiciones de liderar ese proceso. Se
requieren cambios estructurales. Darle espacio al Estado para recuperar ese camino requiere
recuperar confianzas que están muy dañadas. Todo diálogo por cierto será fundamental,
mientras participen todos aquellos que no quieran quemar el país”.
“Creo que es muy importante comprender y explicar la violencia, que no es lo mismo que
justificarla. Y es necesario comprenderla, pues de lo contrario es muy difícil idear
soluciones para superarla. Es necesario distinguir entre violencia estructural y protesta
violenta. En el caso chileno, la violencia estructural corresponde a las consecuencias,
profundamente catastróficas, del funcionamiento del modelo neoliberal. Sin considerar esta
violencia estructural, la protesta violenta aparece tal cual ha querido ser mostrada por el
gobierno, como una explosión irracional en manos de energúmenos, lo que claramente no
es así. Se trata más bien de explosiones sociales, de personas que cansadas de sistemas
abusivos se rebelan contra la violencia estructural”.
* “La violencia, a pesar del horror que genera en los seres humanos, está impregnada en lo
social. Si uno observa la historia de la humanidad, los mitos, la Biblia, etc., podrá ver que la
violencia está muy presente. También es importante señalar, por tanto, que todas las
sociedades humanas han albergado y albergan en su interior niveles de violencia que, en
general, se expresan en arreglos abusivos de una parte de la sociedad hacia otra, por
ejemplo, violencia de hombres a mujeres, de propios a extranjeros, de gobernantes contra
gobernados o de ricos contra pobres. Esa es, nos guste o no, parte de la historia humana.
Estos sistemas abusivos de poder albergan distintos tipos de violencia, que pueden durar
incluso generaciones, pero siempre hay un momento en que ya no se tolera más y las
víctimas de la violencia se rebelan contra ella. Y qué bueno que así sea, pues no debemos
acostumbrarnos a la violencia en cualquiera de sus formas”.
* “La historia nos muestra que las grandes transformaciones sociales y de reivindicaciones
populares han estado acompañadas de estallidos violentos. Para decirlo más claramente, las
revoluciones requieren de cierto tipo de violencia. No habría cambios sin ella. Habría que
preguntarse si, por ejemplo, la clase política hubiese estado dispuesta a pensar en una nueva
Constitución (a pesar de todas las limitaciones evidenciadas en el acuerdo parlamentario)
sin el estallido violento iniciado el 18 de octubre. Probablemente no. En las revoluciones la
violencia aparece siempre como necesaria e inevitable. Si bien no es el único camino, tiene
una clara función social asociada a la idea de transformación”.
* “Ahora bien, al tener (la actual explosión violenta) carácter de subversión popular,
aparece en escena todo lo popular, lo bueno y lo malo, y entonces aparecen también los
narcos y delincuentes que se entremezclan con los actores políticos”.
“En Chile, la violencia policial en el contexto de protestas está bastante naturalizada. Tanto
así que conocer estrategias disuasivas utilizadas por policías de otros países, donde el uso
de gases y agua está restringido, nos hace caer recién en la cuenta del nivel de violencia que
en nuestro país se ejerce sin distinción contra las personas manifestantes (…). Luego,
evidentemente hemos naturalizado la violencia que suponen condiciones precarias de vida,
propias del sistema neoliberal en el vivimos desde hace más de 40 años. Los suicidios de
personas de la tercera edad, las comunidades que mueren lentamente bajo la contaminación
de sus entornos en zonas de sacrificio, la violencia cotidiana contra migrantes (…). Pero
otra cosa distinta es decir que sectores de la población naturalizan la violencia, cuando en
realidad no tienen más alternativa que aceptarla o ‘soportarla’, como ocurre con la
convivencia con el narcotráfico en determinados sectores de las ciudades”.
* “Parece que algunas violencias son más legitimadas que otras, dependiendo de quién la
ejecuta y para qué. Ello resulta evidente respecto de quienes detentan el monopolio de la
fuerza, como serían ciertos agentes del Estado, sean policías o fuerzas armadas. Para
referirse a su accionar no se usa la expresión violencia, sino ‘uso de la fuerza’ para ‘restituir
el orden público’, reservando la expresión ‘violencia’ para quienes actúan fuera de esos
límites institucionales”.
* “Hay una violencia verbal que, por ejemplo, se expresa en redes sociales y que hoy
resulta más evidente porque determinados temas en los que no hay acuerdo son
ampliamente discutidos. Pero es una violencia que ha estado presente de manera constante
cada vez que se produce un conflicto por el tipo de orden o sociedad en el que se quiere
vivir. En ese sentido, se observan evidentes dificultades para tramitar los conflictos y las
diferencias que no caigan en la descalificación, o la agresión. Tal vez tenga que ver con las
limitaciones del ejercicio deliberativo, por ello los cabildos autoconvocados y asambleas
que se vienen desarrollando desde el 18 de octubre son tan importantes”.
“La violencia siempre parte en el interior del ser humano, en su psiquis, muchas veces
producto del miedo al otro. Para ejercer violencia contra otro ser humano, tengo que
negarlo como un ser tal como yo, como podría ser mi hijo, una hermana, mis padres; lo
niego y desde ahí es que puedo ejercer violencia. Por lo tanto, aquí hay una negación de lo
humano, hay un bloqueo afectivo natural que se da entre los seres humanos y eso destruye
por dentro a la persona que lo ejerce, y destruye la dignidad del otro”.
* “Quizás las personas se pueden acostumbrar a vivir con niveles más altos de violencia,
pero con un alto costo en el sentido sicológico y social, porque, por un lado, la violencia
siempre trae otras emociones aparejadas. Trae miedo, autoprotección, encerrarse en
pequeños guetos protegidos. Y, por otro lado, trae problemas graves de salud mental. Todo
eso ocurre en los lugares donde hay violencia, y finalmente comienza a degradarse el tejido
social, las relaciones comunitarias y la posibilidad de gestar un país en entendimiento. Por
eso, sería súper grave acostumbrarse a niveles altos de violencia”.
* “Es probable que haya algunas violencias que parecen más aceptables, en especial
aquellas que tienen una causa de fondo. Sin embargo, desde mi punto de vista la violencia
siempre, e inevitablemente, trae de vuelta más violencia; y si bien puede empezar con una
causa justificada, es inevitable que se escape de las manos y genere un circuito
inextinguible, que es el que hemos vivido como humanidad. Esto no se ha calmado nunca,
y quizás ha llegado el momento en que mucha gente tenga conciencia y podamos aprender
a pararlo. La violencia siempre está asociada a la inconsciencia”.
* “El lenguaje crea realidades y lo que hoy puede ser una palabra ofensiva se puede
transformar fácilmente en una actitud. Por otro lado, las palabras dañan sicológicamente,
afectivamente, emocionalmente, por lo tanto el que el lenguaje se torne violento es
simplemente otra cara de la misma violencia. Es gravísimo en este momento”.
*“Las dos cosas nuevas (de la violencia actual) son la generalización de los saqueos y las
refriegas contra la policía provocadas por jóvenes exasperados.
Los saqueos suelen ser considerados una combinación de consumismo y desigualdad social,
el resultado de la incapacidad de determinados grupos de acceder a bienes de consumo
conspicuo intensamente deseados. Los saqueos no son motines de subsistencia, la gente
tiende a robar bienes suntuarios, no de primera necesidad, lo que revela la internalización
de pautas de consumo características de la clase media próspera en contextos de grupos de
alta deprivación económica.
Los disturbios se dirigen más bien contra la autoridad y, en particular, contra la policía. Se
atacan los símbolos de la autoridad -se agolpan sobre las casas de gobierno, destruyen
estatuas, incendian edificios públicos e iglesias y cosas parecidas-, pero sobre todo se
complacen en la refriega contra la policía, el enemigo inmediato. Los disturbios expresan el
sufrimiento de minorías sometidas a fuertes procesos de exclusión y discriminación, en
nuestro caso quizás jóvenes con escasas oportunidades y sin esperanzas”.
* “Este nivel de violencia no lleva a ninguna parte que sea deseable. Seguimos teniendo,
sin embargo, una reserva institucional importante, contamos aun con dirigentes bien
inspirados y capaces de dialogar. No veo una clase dirigente que se haya desquiciado o
polarizado como sucedió alguna vez. Esto pemite mirar el futuro con cierto optimismo”.