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La economía de Marx y la ‘venganza’ de Lord Desai

Respuesta al libro ‘Marx’s Revenge’ de Meghnad Desai


Mick Brooks

INTRODUCCIÓN

Los lectores observarán que se trata de una crítica bastante larga del libro de Desai. También
repararán en que Meghnad Desai con frecuencia desaparece del texto. ¿Entonces para qué
tomarse la molestia de leerlo?
El libro de Desai contiene una de las cuestiones fundamentales para los marxistas, ¿puede el
capitalismo existir eternamente? La respuesta breve a esta pregunta es que el capitalismo
durará hasta el momento en que sea derrocado por la revolución socialista a través de la
acción consciente de millones de personas.
De aquí que debamos formular la siguiente pregunta: ¿Está el socialismo en el orden del día?
Si el capitalismo es un sistema defectuoso, como nosotros defendemos, entonces esto crearía
innumerables oportunidades para llevar a cabo su derrocamiento. Desai, por otro lado, parece
defender que para el capitalismo es posible un futuro libre de crisis. Por lo tanto hablar de
socialismo es prematuro. Nosotros defendemos la causa del socialismo en el siglo XXI.
Desai es considerado un destacado erudito en Marx. Como profesor de economía de la
London School of Economics and Labour y miembro de la Cámara de los Lores, ha escrito
dos libros sobre economía marxista (teoría económica marxista y economía marxista, además
de la edición de una versión de los escritos económicos de Lenin). También es un prolífico
escritor sobre cuestiones económicas y políticas, además de ser una figura influyente en los
círculos del Partido Laborista.
El libro de Desai incluye debates importantes para la economía política marxista. En él se
reúnen todas las críticas básicas que se han formulado desde la economía burguesa. Por eso
recurrimos a un artículo tan largo. Nuestra exposición además presupone un conocimiento
básico de economía marxista.
La economía política neoclásica ortodoxa es calificada por los marxistas de economía
“burguesa”, pero no como un insulto, sino porque creemos que proporciona una justificación
ideológica al sistema capitalista. Estos argumentos apologéticos se convierten en dominantes
en la sociedad, no sólo en los libros de texto de economía. El pesimismo de Desai ante el
proyecto socialista existe, como economista profesional, aunque haya escrito extensamente
sobre economía marxista, él está imbuido de la visión neoclásica del mundo que da por
sentado el capitalismo. Este artículo está dividido en ocho secciones amplias.
1) Nuestras diferencias políticas
2) La causa del socialismo en el siglo XXI
3) Un examen de la economía ortodoxa, monetarismo y keynesianismo
4) Equilibrio
5) Economía del estado del bienestar
6) El debate del cálculo socialista
7) El significado de los esquemas de reproducción de Marx
8) El problema de la transformación

I PARTE

Nuestras diferencias políticas. Dialéctica y economía

Puede parecer que no existe un tema unificador en este artículo aparte de las cuestiones
planteadas por el libro de Desai. El hilo que unifica nuestra crítica de lo que llamamos

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economía burguesa es la dialéctica. Así es cómo Engels planteaba la cuestión del método
científico:
“Cuando sometemos a la consideración del pensamiento la naturaleza o la historia humana, o
nuestra propia actividad espiritual, se nos ofrece por de pronto la estampa de un infinito
entrelazamiento de conexiones e interacciones, en el cual nada permanece siendo lo que era,
ni como era ni donde era, sino que todo se mueve, se transforma, deviene y perece. Esta
concepción del mundo, primaria e ingenua, pero correcta en cuanto a la cosa, es la de la
antigua filosofía griega, y ha sido claramente formulada por vez primera por Heráclito: todo
es y no es, pues todo fluye, se encuentra en constante modificación, sumido en constante
devenir y perecer”. (Federico Engels. Anti-Dühring. p. 33).
Engels después explica cómo la investigación científica llega a estar dominada por lo que él
llama metafísica:
“Para el metafísico, las cosas y sus imágenes mentales, los conceptos, son objetos de
investigación dados de una vez para siempre, aislados, uno tras otro y sin necesidad de
contemplar el otro, firmes, fijos y rígidos. El metafísico piensa según rudas contraposiciones
sin mediación: su lenguaje es sí, sí, y no, no, que todo lo que pasa de eso del mal espíritu
procede. Para él, toda cosa existe o no existe: una cosa no puede ser al mismo tiempo ella
misma y algo diverso. Lo positivo y lo negativo se excluyen lo uno a lo otro de un modo
absoluto; la causa y el efecto se encuentran del mismo modo en rígida contraposición. Este
modo de pensar nos resulta a primera vista muy plausible porque es el del llamado sano
sentido común. Pero el sano sentido común, por apreciable compañero que sea en el
doméstico dominio de sus cuatro paredes, experimenta asombrosas aventuras en cuanto que se
arriesga por el ancho mundo de la investigación, y el modo metafísico de pensar, aunque
también está justificado y es hasta necesario en esos anchos territorios, de diversa extensión
según la naturaleza de la cosa, tropieza sin embargo siempre, antes o después, con una barrera
más allá de la cual se hace unilateral, limitado, abstracto, y se pierde en irresolubles
contradicciones, porque atendiendo a las cosas pierde su conexión, atendiendo a su ser pierde
su devenir y su perecer, atendiendo a su reposo se olvida de su movimiento: porque los
árboles no le dejan ver el bosque”. (Ibíd.. pp. 34-35). Engels continúa explicando que el
filósofo alemán Hegel recuperó en el siglo XIX la dialéctica aunque con una forma mística.
Nuestra concepción central es que la economía neoclásica u ortodoxa adolece de un método
“metafísico” incorrecto que llevó a muchos errores de análisis. Marx también proclamó que
sus escritos sobre economía estaban fundamentados en el método dialéctico.
“En su forma mistificada, la dialéctica estuvo en boga en Alemania, porque parecía glorificar
lo existente. En su figura racional, es escándalo y abominación para la burguesía y sus
portavoces doctrinarios, porque en la intelección positiva de lo existente incluye también, al
propio tiempo, la inteligencia de su negación, de su necesaria ruina, porque concibe toda
forma desarrollada en el fluir de su movimiento, y por tanto sin perder de vista su lado
perecedero, porque nada la hace retroceder y es, por esencia, crítica y revolucionaria”. (Carlos
Marx. Epílogo a la segunda edición de El Capital. Vol. I. p. 20).

¿Cuál es nuestro futuro?

Desai hace la siguiente pregunta: “¿Hay futuro para el socialismo democrático?” Parece
responder que “probablemente no”. Empezó su vida como progresista creyendo que la vida
estaba ligada a conseguir lo mejor para la mayoría de las personas, en la medida que el
movimiento obrero pudiera mantener la presión sobre el sistema para que éste concediera
reformas, pero tuvo que enfrentarse a la década difícil de los años ochenta. Aquí está su
meditación autobiográfica: “El triunfo electoral del Partido Conservador a mediados de los
ochenta, en medio de un desempleo severo, representó un verdadero desafío. Incluso aunque
su victoria en 1983 se explicara como consecuencia de la Guerra de las Malvinas (aunque

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creo que incluso éste es un consuelo equivocado) la derrota del Partido Laborista en 1987 fue
un bonito final”. (Marx’s Revenge. p. vii).
Desai continúa: “Los años ochenta nos trajeron a la década crucial. En los países capitalistas
desarrollados llegaron al poder políticos Thatcher, Reagan o Kohl que se enfrentaron a la
crisis de beneficios con una profunda reestructuración del capitalismo de la posguerra. En
muchos sentidos fue una experiencia brutal... Fue una apuesta, pero funcionó. Estos gobiernos
consiguieron mandatos democráticos una y otra vez... el socialismo democrático también
sufrió su derrota histórica porque las perspectivas de un fallecimiento inminente del sistema
quedaron ensombrecidas”. (Ibíd.. p. x).
Trataremos un poco más tarde la ideología y el movimiento que Meghnad denomina
socialismo democrático y que los marxistas llamamos reformismo. Pero la razón que él
esgrime para la derrota del “socialismo democrático” es francamente incomprensible. Si el
capitalismo continuara existiendo indefinidamente y fuera capaz de proporcionar relativo
pleno empleo y un aumento de los niveles de vida de la clase obrera (como afirma Desai),
entonces ¿ese sería el mejor contexto para que los dirigentes laboristas arrancaran concesiones
al sistema? Clament Attlee y Harold Wilson no asumían que el capitalismo estuviera a las
puertas de la muerte cuando intentaron conseguir reformas.
Más tarde nos ocuparemos de estas cuestiones con más detalle: “¿hay futuro para el
socialismo?” que es otra forma de preguntar “¿puede el capitalismo continuar existiendo
eternamente?” Por ahora nos ocuparemos de la siguiente pregunta: “¿hay futuro para el
reformismo?”, como lo llamamos los marxistas. Tenemos que decir que la reacción de Desai a
los reveses episódicos de Gran Bretaña está absurdamente magnificada. Meghnad se horroriza
porque el 43 por ciento del electorado británico estaba dispuesto a votar a Margaret Thatcher
como primera ministra. Nos gustaría conocer más porque el sistema electoral británico
convierte un voto de confianza menor en sucesivas victorias arrolladoras de los tories.
También es cierto que el regreso del desempleo de masas llegó acompañado de derrotas del
movimiento obrero, la más destacada fue la derrota de la huelga minera en 1985. Pero, aunque
conmocionado, el movimiento permaneció intacto. Ningún comentarista político serio puede
realmente transformar la nada agradable realidad política de los años ochenta (aunque,
repetiremos una vez más, el 57 por ciento siempre votó en contra) como un rechazo histórico
mundial al colectivismo o incluso a otras tendencias más suaves, nacidas de la percepción de
que no había alternativa histórica al capitalismo.
Así que Desai concluye que el sistema continuará existiendo y la alternativa aparentemente
abierta con la Revolución de Octubre de 1917 sólo fue un desvío del capitalismo para
finalmente regresar de nuevo al capitalismo. Más tarde trataremos el significado del colapso
del estalinismo.
¿Cómo trata el hecho de que el mismo sistema electoral que favoreció a Thatcher haya
proporcionado a Tony Blair y a los laboristas victorias arrolladoras? ¿Todavía “no hay futuro
para el socialismo democrático”? ¿Es el Partido Laborista fundamentalmente diferente de los
días en que estaba dirigido por Wilson y Callaghan? La historia demuestra que aún es el
mismo partido dirigido por políticos cautos, derechistas y pro-capitalistas hasta la médula,
pero que conseguían su apoyo de la clase obrera.

Reformismo y revolución

La distinción real en el movimiento obrero es la que existe entre el socialismo revolucionario


y el reformismo. Esta división fue impuesta por la Revolución Rusa de 1917, el mayor
acontecimiento de la historia de la humanidad. Lord Desai, un coetáneo del Nuevo
Laborismo, es un representante del reformismo. Nuestra preocupación actual es lo que él
denomina “socialismo democrático”. Presumiblemente, a éste se debe contraponer algo
llamado “socialismo no democrático”. Aunque Desai no defina lo que es el “socialismo no

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democrático”, está claro que hace referencia a toda la tradición bolchevique, incluyendo tanto
al estalinismo como al trotskismo. De este modo es capaz de refundir las víctimas de Stalin
con sus asesinos, a los defensores de la democracia obrera con sus sepultureros. A propósito,
se trata de un truco típico estalinista, llamado amalgama, mezclar elementos incompatibles y
calumniarlos con la suciedad del otro. Hemos utilizado el término reformismo o
socialdemocracia porque es más neutral que “socialismo democrático” (¡Qué maravillosa
combinación de virtudes! ¿Quién se puede oponer a esta tendencia?) El problema con la
última frase es que mientras Michael Foot, un reformista a los ojos revolucionarios, está
orgulloso de llamarse socialista, Tony Blair se espantaría con esta descripción. Los
reformistas, como les denominamos los marxistas, no son llamados así porque estén
comprometidos con la reforma. Tony Blair es un ejemplo de esto. Los reformistas están
comprometidos con el sistema capitalista. Si están preparados para conceder reformas, están
encantados con pedir crédito. Si el sistema dice que no puede ofrecer ninguna reforma ellos
defienden el sistema.
Tomemos el caso de Rosa Luxemburgo. Rosa era una socialista revolucionaria. Incluso
Meghnad tendría dificultad para reprocharle que no era democrática. Según su libro: “Rosa
Luxemburgo, una economista polaca que pasó su vida activa en el SPD... murió en 1919 a
manos de algunos soldados alemanes descontentos”. (Marx’s Revenge, p. 93).
¡Presenta todo como si se tratara de una mala noche del sábado en Aldershot! La biografía de
Paul Frolich nos dice lo que realmente ocurrió. El presidente socialdemócrata de la República
Alemana, Philipp Schidemann, puso un precio de 100.000 marcos a las cabezas de Rosa y su
camarada Karl Liebknecht en enero de 1919. Que esto es verdad está atestiguado en un juicio
libelo. Philipp Schidemann era un socialdemócrata, el equivalente alemán a un dirigente
laborista y a un reformista. No vaciló en pasar del reformismo a los escuadrones de la muerte.
Los socialdemócratas crearon el Regimiento Reichstag que cooperó con los Freikorps, una
banda proto-fascista que utilizaba la esvástica en su emblema, para acorralar a Rosa
Luxemburgo. Fue ejecutada cuando “intentaba escapar” (esa mentira utilizada por los
truhanes durante siglos) y su cuerpo fue arrojado a un canal. Esta es la elección a la que se
enfrentaron los reformistas cuando llegó la revolución. Siempre eligen la contrarrevolución.
Schidemann probablemente dijo que estaba defendiendo la democracia y el dominio de la ley.
En realidad, estaba violando ambos principios para defender el dominio del capital.
Irónicamente, fueron Rosa Luxemburgo y sus seguidores socialistas revolucionarios los que
murieron luchando por las reformas, ellos sabían que éstas sólo se podrían conseguir a través
de la lucha revolucionaria.

¿Era Marx un marxista?

Desai continúa hasta acabar con los marxistas. “En realidad, si se llega a tener que elegir entre
si es el mercado o el estado el que debería dirigir la economía, los libertarios modernos se
asustarían tanto como los socialistas modernos (socialdemócratas) al encontrar a Marx al lado
del mercado... Se sorprenderían al saber que Marx no defendió la nacionalización de las
industrias o la sustitución del mercado por la planificación centralizada. No miraba al estado,
ni siquiera al ‘estado socialista’, para aliviar las condiciones de los trabajadores. No defendía
el monopolio del gobierno de un solo partido y nunca dijo que el Partido Comunista el
partido de Marx y Engels dirigiría al proletariado. Él no encontró tal partido político... El
uso del terror, el dominio exclusivo de un partido para ganar el poder eran un anatema para él:
era blanquismo”. (Ibíd.., p. 9).
Este párrafo necesita ser respondido punto por punto:
1. ¿En contra de la nacionalización? Aquí tenemos lo que dice El Manifiesto Comunista: “El
primer paso de la revolución obrera es la elevación del proletariado a clase dominante, la
conquista de la democracia.

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El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la
burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del
Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante y para aumentar con la
mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas”. (Marx y Engels. El Manifiesto
Comunista. Madrid. Fundación Federico Engels. 1996. p. 58).
Lo que esto significa lo dice de manera concreta en los puntos programáticos:
“4. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos. (Es de presumir que
son los medios de producción de su propiedad).
5. Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco Nacional con
capital del Estado y régimen de monopolio. [Esto es la nacionalización de los bancos,
Meghnad].
6. Centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte.
7. Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y de los instrumentos de
producción...” (Ibíd.., p. 58).
2. ¿En contra de la sustitución del mercado por la planificación centralizada? Es verdad que
en los escritos de Marx no hay una sola referencia a la planificación centralizada. Pero eso no
desvirtúa su hostilidad de toda la vida hacia el capitalismo y “el mercado”. En la Crítica al
Programa de Gotha discute sobre la etapa más inferior del comunismo (calificada por Lenin
como socialismo).
“En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de
producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos
no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos, como una cualidad material,
poseída por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los
trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino
directamente. La expresión "el fruto del trabajo", ya hoy recusable por su ambigüedad, pierde
así todo sentido”.
La irritación de Marx con la cicatería que acompaña a las relaciones de mercado estalla
cuando discute la etapa superior del comunismo.
“En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación
esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el
trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida,
sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus
aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la
riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho
burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a
cada cual según sus necesidades!” (Ibíd..,) ¡Difícil encontrar una declaración tan rotunda
sobre el mercado!
3. ¿No miraba hacia el estado para aliviar las condiciones de los trabajadores? Volvamos a El
Manifiesto Comunista:
“1. Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos del
Estado.
10. Educación pública y gratuita de todos los niños; abolición del trabajo infantil en las
fábricas tal como se practica hoy...”. (El Manifiesto Comunista. pp. 58-59).
Si Meghnad lo que quiere decir es que Marx no apelaba al estado capitalista para mejorar las
condiciones de los trabajadores en interés del establishment, como Lasalle (su rival reformista
en el movimiento obrero alemán) dijo a Bismarck, entonces tiene razón. Si él está afirmando
que Marx no creía en que la clase obrera pudiera movilizarse por las reformas y molestar con
sus reivindicaciones al estado existente, entonces está completamente equivocado. Fue Marx
quien aclamó la Ley de las Diez Horas y otra legislación fabril en Gran Bretaña como la
“primera victoria para la economía política de la clase obrera”. Y si no reconoce, como

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proclama claramente Marx en el Manifiesto, que la revolución necesita aplastar el estado
existente y sustituirlo con otro, entonces está totalmente fuera de la realidad.
4. ¿El campeón del libre comercio? En un discurso en 1847 sobre este tema Marx dice lo
siguiente: “En general, el sistema proteccionista de nuestros días es conservador, mientras que
el sistema de libre comercio es destructivo. Rompe las viejas nacionalidades y aumenta el
antagonismo del proletariado y la burguesía hasta un punto extremo. En un palabra, el sistema
de libre comercio acelera la revolución social. Sólo en este sentido, y sólo en éste, caballeros,
voto a favor del libre comercio”. (Carlos Marx. On the question of free trade. p. 224).
5. ¿No defendía el partido único estatal? ¡Por una vez Desai tiene razón! Pero nada tiene que
ver con la leyenda de los “antipáticos” bolcheviques. Los únicos partidos que fueron
prohibios después de la Revolución de Octubre fueron aquellos que participaron en la
contrarrevolución. Se ilegalizaron uno por uno los partidos que apoyaron al otro bando
durante la invasión imperialista y la guerra civil. Los bolcheviques estaban en una coalición
de gobierno con otro partido, los Social Revolucionarios de izquierda, hasta que éstos últimos
intentaron asesinar a Lenin.
6. ¿Nunca dijo que el Partido Comunista debería dirigir al proletariado? Una vez más
Meghnad recupera el mito del partido férreo disciplinado dirigiendo a la clase obrera hasta la
victoria como un rebaño de ganado, de nuevo el cuento del antibolchevismo y así demuestra
que no se aplica a Carlos Marx. Pero tampoco se aplica a los bolcheviques por la simple razón
de que la clase obrera no es ganado. Aquí una vez más el Manifiesto explica qué es para los
marxistas la dirección:
“¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general?
Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.
No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No
profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.
Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que
destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los
intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y
en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y
la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.
Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión
de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas
del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a
que ha de abocar el movimiento proletario”. (Ibíd.,) ¿No queda claro? Esa fue precisamente la
posición adoptada por el Partido Bolchevique.
7. ¿No fundó un partido político? De nuevo esto no es verdad y esta afirmación parece que
tiene la intención de engañarnos. Marx no fue un Meghnad Desai del siglo XIX, fue un
activista revolucionario. Marx y Engels entraron en la Liga de los Justos en 1847. Su consigna
era: “Todos los hombres son hermanos” (un pensamiento inspirado en el libro del Génesis).
Con su inspiración el grupo cambió de nombre a Liga Comunista y adoptó como consigna
central: “Trabajadores del mundo unios”. Esa realmente fue la refundación de la Liga.
Representa la transición del socialismo utópico al científico, es decir, al marxismo.

¿Puede el capitalismo durar para siempre?

Para Desai, Marx parece una obsesión. El lector estará en lo cierto al pensar que este libro es
otra contribución a la industria de: “Marx estaba equivocado”. Aunque Meghnad lo cambia
por el espectáculo de qué habría pensado Marx sobre la existencia del capitalismo durante
todo el siglo XX. El título del libro de Desai, Marx’s Revenge, es un intento de ironizar.
“Marx se rió el último. No estaba equivocado, no era un simplista. El capitalismo no
desaparecería hasta agotar todo su potencial. La revolución de la tecnología de la información

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acaba sólo de comenzar. Lo que puede venir no lo sabemos, biotecnología, nuevos
materiales... el África subsahariana está todavía por globalizar”. (Marx’s Revenge, p. 9).
Claramente está equivocado. Como explicamos abajo el África subsahariana es pobre y
desgraciada no porque esté fuera del grillete del capitalismo (“globalización”), sino porque
está firmemente en sus fauces. El imperialismo mantiene a África pobre y desgraciada.
Desai continúa: “En los tres volúmenes de El Capital existen tres tendencias de análisis de la
dinámica del capitalismo... una asume de ellas presupone que no se trata sólo de errores en las
revisiones distintas revisiones de la obra, sino de aspectos inherentes al mismo modelo.
También existe como veremos más tarde una visión apocalíptica prácticamente repetida
de El Manifiesto Comunista y que se asienta preocupantemente en el resto de El Capital”.
(Ibíd., p. 67). “De modo que Marx tiene tres respuestas, no mutuamente contradictorias, a la
cuestión de la dinámica del capitalismo”. Desai presenta a tres Carlos Marx, cada de uno los
cuales asociado convenientemente con un volumen de El Capital. El Marx del primer
volumen es un feroz idealista revolucionario, que cree que el capitalismo no durará mucho en
este mundo. El Marx del segundo volumen, por otro lado, parece pensar que el capitalismo
sea una poderosa máquina de movimiento perpetuo que durará eternamente. Esta es la
interpretación esquemática que hace Desai de Marx. El Marx del tercer volumen es un tipo
más contradictorio. No está preparado para poner una fecha de desaparición al capitalismo
sino que ve el desarrollo del sistema como algo contradictorio y en crisis permanente. Puede
que los lectores crean que Desai está observando la tendencia “natural” de la radicalidad
juvenil en su transformación hasta la madurez, cuando uno se hace viejo, pero la realidad es
que la forma final del primer volumen se redactó en 1867, aunque los volúmenes II y III
fueran publicados por Engels después de la muerte de Marx, la realidad es que su mayor parte
fue escrita antes que el primer volumen.
Desai pretende que “La fuerza del estilo de Marx en El Manifiesto Comunista, como en
algunas partes del primer volumen de El Capital, consiguió que muchos de sus seguidores
pensaran que la trascendencia del capitalismo era inminente. Incluso el propio Marx, durante
sus prolongados esfuerzos para escribir lo que se convertiría en El Capital, temía
(especialmente en 1867) que el capitalismo desapareciera antes de haber terminado su
crítica”. (No hay prueba de esto. MB). “Esta salvaje esperanza retrocedió después de 1871 y
volvió su pensamiento a la periferia del capitalismo, a Rusia en particular. Pero sus seguidores
alemanes, junto con los franceses, rusos y algunos italianos, estaban convencidos de que el
capitalismo había alcanzado sus límites y su fallecimiento no estaba lejos. Pero después, tras
la muerte de Marx, Engels publicó en 1885 el segundo volumen de las notas de Marx y
parecía que la misma teoría se podía utilizar para ilustrar un período muy largo y sostenido de
expansión capitalista sin crisis. Estalló una controversia terrorífica. El tercer volumen,
publicado en 1894, hablaba de la tendencia a la caída de la tasa de beneficios. Alentando a los
seguidores de la teoría de la condena. ¿Cómo se podía ver entonces el futuro del capitalismo?
¿Podría mantenerse a pesar de su naturaleza explosiva? ¿Podría escapar al castigo con
engaños sutiles como por ejemplo las colonias que rejuvenecerían al enfermizo sistema”.
(Ibíd., p. 41).
Nosotros somos marxistas. Pensamos que Marx es una inspiración y una guía para los
socialistas de hoy. Eso no significa que pensamos que siempre tuvo razón. El marxismo no es
una religión sino un método científico. No estamos haciendo una crítica a Desai porque
pensamos que es insólito u original. Todo lo contrario, discutimos esto porque desde hace
tiempo son temas implícitos en las debates y críticas al marxismo. Y el hilo común que une
todas estas cuestiones es la conclusión de Desai, insinuada aunque no declarada: “El
capitalismo puede existir eternamente”. Esta crítica fundamental del socialismo y el marxismo
tienen una profunda resonancia contemporánea.

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II PARTE

El socialismo en el siglo XXI

Al debatir si el capitalismo puede durar eternamente, Desai utiliza una de las ideas
contradictorias que pretende haber encontrado en los escritos de Marx. Aquí tenemos una cita
del prólogo de Contribución a la Crítica de la Economía Política que parece apoyar su
postura: “Una sociedad no desaparece nunca antes de que sean desarrolladas todas las fuerzas
productoras que puede contener, y las relaciones de producción nuevas y superiores no se
sustituyen jamás en ella antes de que las condiciones materiales de existencia de esas
relaciones han sido incubadas en el seno de mismo de la vieja sociedad”. (Carlos Marx.
Contribución a la Crítica de la Economía Política. Madrid. Editorial Comunicación. 1978. p.
43). Observad que, incluso en este ambiente aparentemente objetivo, Marx opina que los
órdenes sociales caducos deben ser destruidos por la actividad humana. No languidecen hasta
morir como algunas veces nos da la impresión al leer los escritos de Desai. Marx continúa:
“Por eso la humanidad no se propone nunca más que los problemas que puede resolver, pues,
mirando de más cerca, se verá siempre que el problema mismo no se presenta más que cuando
las condiciones materiales para resolverlo existen o se encuentran en estado de existir”.
(Ibíd.,)
Desai comenta estas dos importantes ideas: “Prácticamente todo comentario sobre Marx desde
su muerte, pero especialmente desde 1917, ha sido un intento de negar esto. Esta afirmación,
denunciada como una teoría en realidad ‘ingenua’ tosca, era justificada al final del siglo
XX. El socialismo era algo prematuro porque el capitalismo todavía no ha agotado su
capacidad de desarrollo. Perdimos de vista esta simple verdad debido a algunos factores
condicionantes ahora afortunadamente desaparecidos que caracterizaron el breve siglo
XX: 1914-1989”. (Marx’s Revenge. p. 44). Resulta un poco impreciso, presumiblemente las
revoluciones china y rusa y la tormentosa lucha de clases que marca todo el siglo pasado sean
los ‘factores condicionantes’.
Pero una vez Desai ha terminado sus dos capítulos sobre Marx, en el siguiente se ocupa del
surgimiento de los partidos marxistas de masas en la mayor parte de Europa. La masa de la
emergente clase obrera abrazó el marxismo como resumen teórico de sus esperanzas y
aspiraciones. La clase obrera se desarrolló como el polo opuesto a la industrialización
capitalista. La industrialización y la masa de la clase obrera son condiciones previas
materiales y humanas para el nuevo orden social. Ahí se encuentra la gran reivindicación de
las ideas de Marx (al menos a finales del siglo XX). Cuando él murió, Engels describió a
Carlos Marx (en un funeral al que asistieron un puñado de expatriados) como el ‘hombre más
odiado de Europa’. Veinte años después millones reivindicaban su nombre e ideas. ¿No
demuestra esto que los problemas del capitalismo estaban emergiendo al mismo tiempo que
su solución? ¿No demuestra que las “condiciones materiales” para una nueva sociedad
estaban “ya presentes o al menos en proceso de formación?”

El desarrollo de las fuerzas productivas

Los marxistas creen que la principal contradicción del sistema capitalista está en la naturaleza
cada vez más social de la producción, que se abre y desarrolla, y el mantenimiento de la
apropiación privada. Esta es una proposición muy general que será ampliada y explicada en
este artículo. Si consideramos la pequeña producción de mercancías que precedió
históricamente al capitalismo, la economía estaba formada fundamentalmente por pequeños
campesinos y artesanos trabajando por cuenta propia. Normalmente los terratenientes, los
comerciantes y los prestamistas extraían de ellos una plusvalía, pero la producción era a
pequeña escala.

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El capitalismo trae consigo la existencia de grandes fábricas, algunas veces juntando a miles
de trabajadores en el proceso de producción. Los capitalistas que poseen estas fábricas
producen para un solo mercado mundial. No sólo el capitalismo produce concentración de
capital sino que además consigue la centralización del capital. Incluso aunque formalmente
separados en distintos lugares, los capitales se comportan como átomos económicos
moviéndose alrededor del mercado, persiguiendo una política de alianzas estratégicas y
cooperación para mejorar su fuerza de mercado. Todo esto forma parte de la razón por la que
creemos que las relaciones de mercado se socavan cada vez más según se desarrolla el
capitalismo. Esta idea se tratará con más detalle en la última parte de este artículo.
Los trabajadores defienden sus intereses combinando su fuerza. Los sindicatos son una forma
elemental de la lucha de la clase obrera. Esta conciencia colectiva hace que la población
trabajadora sea susceptible a las ideas del socialismo. Parece de sentido común. Así, la
evolución de la producción a gran escala para el mercado mundial y la creación de un
movimiento de masas de la clase obrera simpatizante con el socialismo, indican que la clase
capitalista, que cada vez está menos implicada en la gestión diaria de las empresas,
históricamente se vuelva obsoleta. Además, su dominio retrocede e impide el surgimiento de
una economía planificada democrática gestionada para el interés de todos. ¿Por qué todavía
no hemos conseguido el socialismo? Aquí es donde Delai pierde el as que tenía en la manga.
¿No demuestra que el optimismo que podríamos haber experimentado a finales del siglo XIX
estaba totalmente fuera de lugar? Las confiadas perspectivas de 1900 demostraron estar
equivocadas. El capital tenía mucho más impulso del que se podía haber concebido en ese
momento.
Desai contrapone a los bolcheviques, a quienes considera usurpadores del manto del
marxismo, del “verdadero” Carlos Marx. Pero es Desai quien caricaturiza las perspectivas
económicas realizadas por los revolucionarios rusos y las tareas que emanaban de estas
perspectivas. Las compara con su propia concepción del pensamiento de Marx. “(Marx) no
veía el capitalismo como eterno, pero tampoco lo veía como incapaz de cambiar, innovar y
adaptarse... Los límites del capital se alcanzarán cuando ya no sea capaz de progresar, pero
será la práctica diaria de la población trabajadora, la maquinaria del capitalismo dejará sentir
sus límites y serán superados.... El continuo dinamismo de principios del siglo XXI es la
venganza de Marx sobre los marxistas”. (Marx’s Revenge. p. 10).

¿”Crisis final”?

Es difícil responder a la cuestión de por qué el capitalismo sigue existiendo sin ocuparnos de
toda la historia del siglo XX. Meghnad Desai con frecuencia da la impresión de que Marx
sólo esperaba que el sistema capitalista muriera de viejo y por supuesto no lo ha hecho. ¿Por
qué los modos de producción expiran? Por que las personas hacen su vida dentro de ellos. Si
un modo de producción entra en crisis, entonces lo que amenaza son las condiciones de vida
de todo ser humano que vive en él. El resultado inevitable es una intensificación de la lucha
de clases, “una lucha que en cada momento acaba con una reconstitución revolucionaria de la
sociedad en general o con la ruina común de las clases en contienda”. (El Manifiesto
Comunista. p. 41).
El socialismo no “emergerá” solo, hay que lucharlo y conquistarlo. Pero el mismo argumento
se aplica a la no existencia de una crisis final del capitalismo. El capitalismo no colapsará
solo, debe ser derrocado. En ninguna otra parte se plantea esto de forma tan profunda como en
los discursos y escritos de Trotsky incluidos en el segundo volumen de Los primeros cinco
años de la Internacional Comunista:
“Hubo más bien un agrupamiento indefinido cuya conexión era que la crisis comercial e
industrial y era extremadamente aguda por la que estábamos atravesando en víspera del
último congreso, constituía la crisis final de la sociedad capitalista, y que esta crisis final de la

9
sociedad capitalista empeoraría inexorablemente dirigiéndose hacia el establecimiento de la
dictadura del proletariado. Esta concepción de la revolución es completamente anti-marxista,
no científica y mecanicista. Hay algunos que razonan de la siguiente forma: como estamos
viviendo una época revolucionaria, como la crisis debe empeorar hasta la victoria completa
del proletariado, por lo tanto, se desprende que nuestro partido debe atacar en la arena
internacional, y las pesadas reservas del proletariado, desatadas por este empeoramiento de la
crisis, tarde o temprano apoyarán a nuestro partido en el asalto proletario final. En el
Congreso Mundial nuestra delegación luchó contra esta línea de razonamiento, señalando que
estas concepciones no eran correctas ni científicas”. Después plantea la posibilidad de que “la
interacción ciega de las fuerzas económicas restaurarían, beneficiándose de la pasividad de la
clase obrera y los errores del Partido Comunista, a largo plazo algún tipo de nuevo equilibrio
capitalista sobre los huesos de millones de proletarios europeos y mediante la devastación de
países enteros. En dos o tres décadas se establecería un nuevo equilibrio capitalista, pero al
mismo tiempo eso significaría la extinción de generaciones enteras, el declive de la cultura
europea y otras cosas similares”. (Discurso sobre el Informe del compañero Zinoviev. pp. 52-
53).
Como se habrá dado cuenta el lector la cita es muy larga porque Trotsky no sólo se ocupa con
mucha habilidad del concepto de “crisis final”, sino que en realidad prevé la victoria del
fascismo y la guerra mundial como resultado del callejón sin salida de la lucha de clases
durante los años que siguieron a 1917. Para cualquiera que piense que el capitalismo
simplemente asciende y cae, como un animal que crece con energía y va decayendo hasta su
muerte, él añade este pensamiento. El rumbo normal del desarrollo capitalista es el aumento
de la producción anual aunque con ritmos diferentes. Esto, según Trotsky, es cierto en la fase
que llamamos de desarrollo capitalista pero no en la que caracterizamos como de declive
capitalista.
“La dinámica del desarrollo económico está representada por dos curvas de diferente orden.
La primera curva, que es básica, denota el crecimiento general de las fuerzas productivas, la
circulación de mercancías, el comercio exterior, las operaciones bancarias, etc. En su
conjunto, esta curva se mueve hacia arriba a través de todo el desarrollo del capitalismo.
Expresa el hecho de que las fuerzas productivas de la sociedad y la riqueza de la humanidad
han crecido bajo el capitalismo. Esta curva básica, sin embargo, sube en forma desigual. Hay
décadas en que aumenta tan poco como el grosor de un cabello, luego siguen otras décadas
donde trepa bruscamente, sólo para, más tarde, durante una nueva época, permanecer por
largo tiempo en el mismo nivel”. (León Trotsky. Flujos y reflujos”. pp. 79-80).

Estalinismo, ¿del capitalismo al capitalismo?

Desai parece considerar la Revolución de Octubre como un golpe de estado. Ciertamente es


incapaz de explicar su éxito. Después de su disertación sobre los tres tipos diferentes de
personas llamadas Carlos Marx que escriben los distintos volúmenes de El Capital, él dice lo
siguiente: “Después, contra todas las expectativas, Lenin y sus bolcheviques conquistaron el
poder en Rusia”. (Marx’s Revenge. p. 42). Aquí aparece literalmente la Revolución Rusa
como un gato en una caja, seguramente es una indicación de que él no comprende los
procesos que se desarrollan y cómo se producen.
¿Cómo Desai pretende entender la historia del siglo XX sin mirar las cargas impuestas por la
guerra mundial, sobre todo a los países atrasados y débiles como Rusia? Por supuesto Rusia
también tenía un grupo de personas el Partido Bolchevique arraigado en el movimiento
obrero que supo cómo aprovechar esa crisis.
La Revolución Rusa degeneró. Se convirtió en una dictadura burocrática. Pero esto ocurrió
por razones materiales, no porque la revolución estuviera dirigida por personas malignas. En
realidad, casi todo el Comité Central de 1917 fue aniquilado por Stalin veinte años después de

10
la revolución. Temía que recordaran los inspiradores años en que la clase obrera tomó su
destino en sus manos por primera vez. Cuando Meghnad trata los escritos de Marx sobre
Rusia, señala que este país era parte de la periferia del capitalismo (que no estaba preparado
para el capitalismo). Pero Marx al final de su vida ya había observado síntomas
revolucionarios en Rusia. Esperaba y creía que éstos podrían encender la revolución en el
corazón del capitalismo. Que no se extendiera después de 1917 en gran parte se debe a las
acciones contrarrevolucionarios desesperadas de correligionarios de Desai como Philipp
Scheidemann. El libro de Desai ofrece dos explicaciones a la degeneración burocrática de la
revolución. “La guerra civil provocó un daño irreversible: el hambre, la muerte en combate, la
fatiga. Esta clase obrera agotada, diezmada, estaba madura para ser derrotada por las fuerzas
burocráticas de Stalin”. (Marx’s Revenge. P. 114). Esta es la explicación trotskista que Desai
atribuye a Deutscher. A pesar del tono escéptico utilizado por Desai todo esto es verdad.
Su segunda explicación es lo que él llama el ‘modelo clásico marxista (pre-Lenin) de la
transición al socialismo’. En realidad esta también fue la opinión de Lenin. “¿Cómo podría
Rusia ir hacia el socialismo partiendo de una base capitalista débil? La clase obrera era
numéricamente pequeña y estaba concentrada. ¿Cómo se podía esperar que en ausencia de un
capitalismo maduro, que Marx consideraba el requisito necesario previo para el socialismo,
Rusia pudiera llegar al socialismo?”. (Ibíd., pp. 114-5). Esto también es verdad.
Rusia estaba aislada, incapaz de construir el socialismo en un solo país, especialmente en un
territorio pobre, devastado por la guerra civil y las guerras de intervención. La burocracia
estalinista surgió y acabó con las conquistas democráticas de Octubre. El país fue
industrializado pero a un coste tremendo, con un “plan” total y excesivamente centralizado,
desperdiciando recursos porque la burocracia no podía confiar ni quería la participación
democrática de la clase obrera. Un plan real sólo podía ir de la mano de la implicación
democrática de las organizaciones estatales y locales de la clase obrera, las asociaciones
industriales y otros grupos de interés que aprovecharan todos los recursos y participaran en
plan organizado. Los planes de Stalin, todo lo contrario, eran edictos desde el centro
cimentados en el terror.
¿Fue la revolución rusa prematura? Esta parece ser la conclusión de Desai. Como explicaba
Lenin, el capitalismo mundial estalló por su eslabón más débil. Rusia, dejada a su propia
suerte, no estaba preparada para el socialismo. El socialismo tiene que aprovechar la división
mundial del trabajo impuesta por el capitalismo. Rusia tampoco estaba preparada para un
gobierno capitalista. Los bolcheviques hicieron lo correcto al aprovechar la oportunidad de
tomar el poder e intentar comenzar la revolución socialista mundial. Rosa Luxemburgo, una
de sus críticas más severas entre los socialistas revolucionarios, reconoció esto.
Una cosa es cierta. El capitalismo no era lo que necesitaba el enfermizo sistema estalinista en
Rusia después de 1989. Lejos de liberar las fuerzas productivas, la restauración del
capitalismo ha llevado al mayor colapso de la producción desde la invasión de los mongoles.
Rusia ahora está gobernada por una cleptocracia (un gobierno de ladrones) sin perspectiva de
recuperación nacional, sólo por el instinto de llenarse lo bolsillos.
Según Maddison (World Economy: Historical Statistics), el PIB per capita en 1989 de la
antigua URSS era de 7.098 dólares. En 1996 el PIB per cápita era de 3.854 dólares. Esta es
una caída del 55% respecto al nivel existente bajo el estalinismo. Para Rusia el capitalismo ha
sido una catástrofe.

¿Qué pasa con China?

El optimismo de Meghad Desai ante el futuro bajo el capitalismo refleja el del


multimillonario James Goldsmith cuando dijo: “En los últimos años cuatro, de repente, mil
millones de personas entraron en la economía mundial”. Hemos intentado investigar donde
vivían antes todas estas personas si no era en la economía mundial. La “globalización”, como

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hemos señalado en otros artículos, es una palabra altisonante y no un análisis serio de la
economía mundial. Pero la palabra capta una corriente de entusiasmo que existe entre muchos
comentaristas ante la posibilidad de que el capitalismo crezca sin parar, pudiendo resolver los
problemas materiales apremiantes de la gente corriente.
En ninguna otra parte este entusiasmo es más aparente que en las discusiones sobre China.
Las cifras son asombrosas: China es el país más poblado del mundo con 1.300 millones de
habitantes, el año pasado creció un 9,2 por ciento. Si ese nivel se mantiene durante una
generación el mundo en pocos años sería un lugar totalmente irreconocible. No podemos
olvidar la ciencia ficción de Desai sobre el “espacio exterior como un territorio colonizable” y
el capitalismo ofreciendo nuevos mercados jugosos aquí sobre la Tierra.
Nuestra primera reserva debe ser sobre la naturaleza de la economía y sociedad chinas.
Aunque actualmente los capitalistas están haciendo fortunas inmensas en el interior chino, la
República Popular no se puede considerar todavía una economía capitalista. Su futuro está
aún por determinar. Lo determinará la lucha de clases. Todos los preparativos para
enfrentamientos terribles se encuentran en proceso y aparecen al mismo tiempo que se
precipita la industrialización. China probablemente tenga la mayor proporción de industria
pública del mundo. En particular, muchos de los “capitalistas” que están compitiendo en el
mercado mundial probablemente puede que sean los directores de las empresas municipales y
locales (TVEs). Aunque la propiedad y el control son un misterio para los comentaristas
exteriores, estas TVEs todavía parecen formar parte del sector público. El capitalismo todavía
tiene mucho que conseguir, mucho que superar, en China.
En segundo lugar, se trata a China como un mercado infinito para las importaciones de los
países capitalistas desarrollados. Pero ¿cómo una persona o un país pueden mantener las
compras sin vender nada? Los chinos se ven como los recién llegados al comercio mundial
entrado por la fuerza a su manera en los mercados extranjeros. En otras palabras, la propuesta
es vender sin comprar nada (excepto los bienes de capital temporalmente necesarios para
ayudarles a bombardear mercados de consumo de otros países en extinción). Por supuesto que
en esto no hay nada nuevo. Es lo habitual en la competencia capitalista entre países, excepto
que a una escala mucho más feroz. Existe un vasto mercado para los bienes de capital en
China, pero los países suministradores en realidad lo que están es proporcionando artillería
pesada por su propia destrucción económica.
La realidad es que China se está expandiendo rápidamente a costa de otros países. Los
economistas que están a favor del libre comercio negarán esto. Si la competencia basada en
los bajos salarios chinos destruye la industria juguetera británica y nuestra manufactura textil,
entonces tendremos que especializarnos en algo para lo que tengamos capacidad con unos
salarios altos y una plantilla de alta tecnología. Los trabajadores que quedan en la industria
juguetera y textil recordarán que los trabajadores, o “factores de producción” como les llaman
los economistas, no aparecen instantáneamente y sin costes al otro lado del país en el sector
industrial “correcto” con las habilidades apropiadas. La competencia capitalista hace daño.
La expansión económica china es precaria. Amenaza con una guerra comercial mundial. Ese
es el único ejemplo que pueden dar los optimistas económicos capitalistas. Los “tigres”
asiáticos que precedieron el despertar de China son demasiado pequeños para marcar una
diferencia fundamental en la economía mundial. Japón aparece en una situación de letargo
permanente. El África subsahariana está muy atrasada. La restauración del capitalismo en
Rusia y Europa del Este ha sido una catástrofe. América Latina está en estado de ebullición
porque durante las últimas décadas su economía ha sufrido duros reveses. La Unión Europea
se desliza hacia una recesión, con desempleo de masas permanente en los países más grandes,
como consecuencia del Pacto de Crecimiento y Estabilidad, además del “corsé de hierro” que
supone el Banco Central Europea para sus economías. El auge de EEUU es a expensas del
resto de mundo. Todo lo que preveían los optimistas se ha vuelto en su contra.

12
Un mundo preparado para el socialismo

Marx creía que el sistema capitalista en su época era progresista relativamente progresista
respecto a las formaciones socioeconómicas que le precedieron. En ese sentido ya no es
progresista porque bajo la superficie del capitalismo se puede vislumbrar claramente el perfil
de un sistema socialista capaz de desarrollar más rápidamente las fuerzas productivas. No
podemos medir el desarrollo de las fuerzas productivas simplemente en términos del Ingreso
Nacional per capita. El concepto de ingreso nacional es un invento del siglo XX. Cuando
Marx hacía referencia al desarrollo de las fuerzas productivas en el siglo XIX, se refería sobre
todo a la creación de una industria a gran escala y la aparición de una masa de la clase obrera,
como condiciones previas para la nueva sociedad.
La Organización Internacional del Trabajo recientemente publicó el Informe Mundial sobre el
Empleo 2005. En él se revelaba que 2.800 millones de personas, casi la mitad de la población
mundial, trabaja a cambio de un salario. ¡Qué tremenda confirmación de la predicción de
Marx de que la principal tendencia en su época era la proletarización! Lo peor es que la mitad
de estos trabajadores viven con menos de 2 dólares al día. Y 550 millones de personas viven
con menos de 1 dólar diario. El informe añade que hay 185.9 millones de desempleados. La
OIT estima que esta es la punta del iceberg porque siete veces más tienen un trabajo pero
viven en la pobreza.
Meghnad pregunta cuál es el futuro del socialismo si el capitalismo continúa desarrollando las
fuerzas productivas (asumimos que él hace referencia a que el ingreso nacional per cápita
continúe aumentando año tras año). El informe de la OIT condensa nuestra causa por el
socialismo. El capitalismo continúa llenando los bolsillos de los ricos muy satisfactoriamente,
para ellos. No estamos sólo criticando la desigual distribución del ingreso y la riqueza bajo
este sistema. Todo lo contrario. Nuestra postura es que la producción es cada vez más social,
en otras palabras, los vestigios de una nueva sociedad son evidentes para muchos.

¿Se están desarrollando todavía las fuerzas productivas?

¿Qué pasa con Microsoft? ¿Ha desarrollado las fuerzas productivas? Es verdad que como
empresa ha innovado. Lo ha hecho porque, a pesar de su supremacía, se siente amenazada por
pececillos como Google. Introdujo un pobre programa de correo electrónico en respuesta a los
competidores. Utilizó su poder y dinero para echar a Netscape en favor de Internet Explorer.
Y actualmente está intentando desarrollar un motor de búsqueda propio que rivalice con
Google. Como dice Maarten Vanheuverswyn: “El tiempo y una vez más su estrategia
depredadora ha sido entrar en el mercado rápidamente con un producto inferior para poner un
pie firme, crear un modelo cerrado, atar a las personas a su sistema y conseguir cuotas de
mercado”.
Yo utilizo Microsoft Word porque tú también lo utilizas y quiero ser capaz de comunicarme
contigo. Esto se llama efecto red. En otras palabras, utilizo Microsoft porque es un
monopolio, no porque sea el mejor. Este ejemplo demuestra que la competencia capitalista
crea una infraestructura fragmentada y mantiene la sociedad en el atraso. Pero la supremacía
de Microsoft emana del poder de mercado, no de la superioridad tecnológica. En Microsoft
hay personas brillantes trabajando. Todos han cedido a la empresa sus derechos sobre los
beneficios generados por cualquier innovación. Todavía tienen nuevas ideas porque la
naturaleza del ser humano es la búsqueda de nuevas ideas. Sus principales activos no son el
capital físico, lo que tiene son derechos sobre la propiedad intelectual. Microsoft está
utilizando las ideas de los trabajadores y otras ideas que compran como si fuera capital.
Escoge las ideas de los trabajadores y nosotros no podemos utilizarlas a menos que paguemos
a Microsoft por ese privilegio. Así es como consigue su dinero. Con esto retrasa la extensión
de nuevas ideas. Mientras que los trabajadores colectivamente luchan por el avance de la

13
humanidad, los propietarios de Microsoft, como el resto de la clase capitalista, retrasan el
desarrollo de las fuerzas productivas.
Para demostrar cómo el capitalismo ha entrado en una etapa diferente desde la época de Marx,
proponemos mirar brevemente las actividades empresariales de dos empresas capitalistas
modernas: Capita y Jarvis.
Capita es una empresa que no ha creado una sola idea desde que se creó en 1986. Se describe
como una empresa dedicada a la “asesoría de marketing y administración”. En 2003 facturó
más de 14.000 millones de libras. Últimamente apareció en las noticias porque arruinaron la
actualización de Sims, que es el sistema de tecnología de la información utilizado en nuestras
escuelas. Antes de eso, la empresa fue despedida por Lambeth Council cuando gestionaban su
sistema de Housing Benefit. Su incompetencia provocó que muchas personas fueran
amenazadas con el desahucio y con la pérdida de su vivienda. Provocaron un caos en el cobro
de cogestión en Londres. También fue responsable de la informatización del registro de
criminales, otra gran farsa.
Jarvis recientemente ha salido en las noticias porque estaba al borde del colapso financiero.
Estuvimos amenazados con la interrupción de todo el Private Finance Initiatives en octubre de
2004, eso significaba que no se podían construir escuelas ni hospitales. El PFI significa que
debemos pagar a una empresa privada para hacer frente a esa tarea. Nuestro dinero
inexplicablemente desapareció. Jarvis evitó la bancarrota vendiendo su parte en el consorcio
de metro Tube Line por 146 millones de libras. La mayoría de las personas considerarían el
contrato para la reparación y mantenimiento del Metro de Londres como una licencia para
imprimir dinero. Jarvis gestiona escuelas en Twickenham. Posee el Hospital Whittington en el
norte de Londres. ¿Qué sabemos de ella? Qué básicamente es una empresa de construcción.
Otra cuestión no muy conocida es la seguridad ferroviaria. Esto es preocupante porque Jarvis
consiguió contratos para la sustitución de raíles. La empresa ha sido multada con 400.000
libras por el Ejecutivo de Sanidad y Seguridad por la negligencia que causó el
descarrilamiento cerca de Rotherdam. A pesar de que hay pruebas de lo contrario, todavía
dicen que el fatal accidente ferroviario en Potters Bar fue provocado por un sabotaje, no por
su negligencia homicida.
¿Por qué estas empresas siguen siendo recompensadas con nuevos contratos? Mark Casson
dice lo siguiente sobre las concesiones ferroviarias: “El factor principal que explica por qué
obtuvieron concesiones no es por que tuvieran experiencia previa al proceso de privatización
(…). Sus habilidades especiales estaban más en las pujas para conseguir los contratos que en
el funcionamiento mismo de los ferrocarriles”. El future of the UK railway system: Michael
Brooke’s vision. P. 204).
Lo mismo ocurre con la educación y otros servicios públicos. Colin Crouch comenta que:
“(A) están surgiendo empresas que son especialistas en el arte general de conseguir contratos
con el gobierno y en una amplia diversidad de sectores... Claramente, estas empresas no
tienen experiencia inicial y por lo tanto no tienen un valor añadido sustantivo que ofrecer
dentro de un sector nuevo”. Y concluye: “Lo que tienen más bien es una habilidad especial
para ganar y posiblemente gestionar los contratos gubernamentales” (¡O posiblemente no!)
“de servidores políticos y civiles. Esto no es necesariamente una habilidad que añada valor
añadido y calidad de servicio a los consumidores finales. Después de todo, la necesidad de esa
habilidad podría haberse evitado simplemente no recurriendo a ningún agente privado”.
(Commercialisation or Citizenship: Education Policy and the Futuro of Public Services. P.
16).
Crouch, de forma delicada, sugiere que Jarvis, Capital y otras empresas similares son como
parásitos caros. ¿Qué tienen de bueno? ¡Conseguir contratos sin hacer el trabajo!
Los lectores británicos que sigan los periódicos pueden sospechar que deliberadamente he
recurrido a las empresas más incompetentes e inútiles posibles. Pueden creer que la estupidez
de la administración de Capita y Jarvis (el capitalismo británico de “el gordo y el flaco”) no es

14
realmente un buen argumento para el socialismo. Pero todas sus beneficios vienen del trabajo
que antes hacía y debería seguir haciendo el sector público.
El Metro de Londres, por ejemplo, fue creado por un Consejo del Condado de Londres
controlado por los sindicatos. De no haber sido así hoy no tendríamos una red de transporte
público y las carreteras londinenses serían una cuadrícula. Eso no sería demasiado beneficioso
para las empresas situadas en la capital. No existe ningún país en el mundo capitalista donde
los capitalistas que consiguen dinero hayan desarrollado el sistema educativo adecuado y
planificado que necesita el capitalismo. En ninguna parte podemos encontrar un sistema
sanitario universal basado en el principio del beneficio. En la última parte explicamos por qué
estas cosas no las puede proporcionar el capitalismo.
Fue el estado del bienestar, conseguido a través de la lucha por el movimiento obrero, lo que
hizo posible la sanidad, la educación y el resto de la infraestructura moderna que necesita la
sociedad. En la época de Marx el capitalismo desarrolló la tecnología para proporcionar
textiles baratos y venderlos en todo el mundo. Ahora empresas como Jarvis y Capital buscan
nuevos mercados, absorbiendo sectores en los que fue pionero el sector público. ¡El
capitalismo está sobreviviendo devorándose las entrañas!
¿Están los corsarios haciendo un buen trabajo? Muchas de las actividades de las empresas de
supervisión, limpieza de hospitales y vigilantes de prisiones, no tienen una naturaleza
tecnológica. La única forma en que estas empresas pueden hacer dinero es pagando a los
trabajadores menos y utilizando menos plantilla, de este modo reducen el servicio. ¿Se puede
llamar a esto progreso?
Si observamos el desarrollo del capitalismo desde la época de Marx, estamos de acuerdo con
Lenin: “La producción se convierte en social pero la apropiación sigue siendo privada. El
significado social de la producción sigue como propiedad privada de unos pocos”. (El
imperialismo fase superior del capitalismo. p. 23). Después de citar el libro del economista
alemán Kestner, Compulsory Organisation, sobre los cártel y trust de la época, añade lo
siguiente: “Traducido al lenguaje humano corriente esto significa que el desarrollo del
capitalismo ha llevado a una etapa en que, aunque la producción de mercancías todavía ‘reina’
y continúa siendo considerada como la base de la vida económica, la realidad es que ha sido
socavada”. (Ibíd., pp. 23-24). Esto podría parecer una paradoja cuando el “triunfo final del
mercado” es celebrado por los apologistas del capitalismo. Ya veremos si es verdad.

Dos divisiones del trabajo

Oímos hablar mucho de la “magia del mercado”. Necesitamos recordarnos que la producción
generalizada de mercancías es un acontecimiento reciente y tardío de la evolución social.
Durante cientos de miles de años los humanos han vivido sin la ayuda de los mercados.
Marx descubrió que había dos divisiones del trabajo dentro de la economía capitalista, una en
el mercado y otra dentro de la empresa. “La misma conciencia burguesa que celebra la
división manufacturera del trabajo, la anexión vitalicia del obrero a una operación parcial y la
subordinación incondicional de los obreros parciales al capital como una organización del
trabajo que acrecienta la fuerza productiva de los mismos, denuncia por eso con igual vigor
todo control y regulación sociales y conscientes del proceso de producción, control y
regulación en los que ve un cercenamiento de los sacrosantos derechos de propiedad, de la
libertad y de la ‘genialidad’ que se determina a sí misma del capitalista individual. Es
sumamente característico que los entusiastas apologistas del sistema fabril no sepan decir
nada peor, contra cualquier organización general del trabajo social, que en caso de realizarse
la misma transformaría a la sociedad entera en una fábrica”. (El Capital. Vol. I. p. 356)
Ambas divisiones del trabajo se nos imponen como trabajadores. Pero la división del trabajo
dentro del mercado es planificada conscientemente por el empresario. No sólo espera que
haya materias primas para que tú trabajes en algún lugar. También garantiza su acumulación

15
antes de que tú las trabajes. Se asegura de que haya trabajadores en el lugar en que se
necesitan. Todo esto se hace por adelantado. El empresario puede decir que los mercados son
maravillosos, pero no es tan estúpido como para basarse sólo en ellos si puede evitarlo. La
única forma de conseguir dinero es vendiendo en el mercado de trabajo. Ahí no se puede
hacer nada por adelantado. Puede poner su tenderete y esperar a que alguien quiera comprar.
Si no lo consigue entonces todo el trabajo se habrá desperdiciado. Sólo puedes descubrirlo
después de haber ocurrido.

El crecimiento económico y las posibilidades socialistas

El capitalismo malgasta recursos. No es tan económico como se nos quiere hacer creer.
¿Cómo serían las cosas bajo el socialismo?
“La economía del tiempo y repartición planificada del tiempo del trabajo entre las distintas
ramas de la producción resultan siempre la primera ley económica sobre la base de la
producción colectiva”. (Carlos Marx. Grundrisse. México. Siglo XXI Editores. 1971. Vol. I.
p. 101.
¿Qué es diferente al capitalismo? “Por eso, la concepción antigua según la cual el hombre,
cualquiera que sea la limitada determinación nacional, religiosa o política en que se presente,
aparece siempre, igualmente, como objetivo de la producción, parece muy excelsa frente al
mundo moderno donde la producción aparece como objetivo del hombre y la riqueza como
objetivo de la producción. Pero, en realidad, si se despoja a la riqueza de su limitada forma
burguesa, ¿qué es la riqueza sino la universalidad de las necesidades, capacidades, goces,
fuerzas productivas, etc., de los individuos, creada en el intercambio universal? ¿[Qué, sino]
el desarrollo pleno del dominio humano sobre las fuerzas naturales, tanto sobre las de la así
llamada naturaleza como sobre su propia naturaleza? ¿[Qué sino] la elaboración absoluta de
sus disposiciones creadoras sin otro presupuesto que el desarrollo histórico previo, que
convierte en objetivo a esta plenitud total del desarrollo, es decir al desarrollo de todas las
fuerzas humanas en cuanto tales, no medidas con un patrón preestablecido??[Qué, sino una
elaboración como resultado de] la cual el hombre no se reproduce en su carácter determinado
sino que produce su plenitud total? ¿[Cómo resultado de] la cual no busca permanecer como
algo devenido sino que está en el movimiento absoluto del devenir? En la economía burguesa
y en la época de la producción que a ella corresponde esta elaboración plena de lo
interno, aparece como vaciamiento pleno, esta objetivación universal, como enajenación total,
y la destrucción de todos los objetivos unilaterales determinados, como sacrificio del objetivo
propio frente a un objetivo completamente externo”. (Ibíd.., pp. 448-9).
Así el capitalismo nos lleva a una sociedad de abundancia, y nos cierra la puerta en la cara.
“El robo de tiempo de trabajo ajeno, sobre el cual se funda la riqueza actual, aparece
como una base miserable comparado con este fundamento, recién desarrollado, creado por la
gran industria misma. Tan pronto como el trabajo en su forma inmediata ha cesado de ser la
gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja, y tiene que dejar, de ser su medida y por
tanto el valor de cambio [deja de ser la medida] del valor de uso. El plustrabajo de la masa
ha dejado de ser condición para el desarrollo de la riqueza social, así como el no-trabajo de
unos pocos ha cesado de serlo para el desarrollo de los poderes generales del intelecto
humano”. (Ibíd.., Volumen II. Pp. 228-229).
En absoluto se trata sólo de una visión utópica del futuro. “Hoy las percepciones de Marx,
sino sus palabras, tienen un sonido contemporáneo. Podemos encontrar su eco en las páginas
del Business Week o en el Harvard Business Review, cuando señalaban que la relación de los
costes laborales directos con los costes totales en EEUU es aproximadamente la mitad de lo
que fue en el siglo XIX... Según el artículo del Business Week, la automatización ha reducido
los costes laborales aproximadamente un 8 o 12 por ciento de los costes totales de producción
para una planta media. La parte de los costes laborales directos es incluso más pequeña en

16
muchas industrias. En la electrónica, la tercera industria más grande de EEUU, que es también
la industria que más rápido ha crecido, los costes laborales son la mitad de la media”.
(Perelham. Devalorisation, crisis and capital in late 19th Century US).
Las palabras de Marx citadas más arriba son proféticas. En primer lugar, la automatización ha
hecho que el trabajo se convierta en un coste de producción insignificante. En segundo lugar,
la lógica de este proceso es que el trabajo deja de ser la medida de la riqueza. En tercer lugar,
la naturaleza del trabajo también ha cambiado. Cuando los marxistas explican la teoría del
valor, tienen cuidado al enfatizar que el trabajo no es lo mismo que el “sudor”. Por supuesto
que en el siglo XIX el trabajo a menudo era un trabajo físico terrible y duro. Todavía hay
millones de trabajadores en todo el mundo que continúan trabajando muy duramente para el
capitalismo. Pero si consideramos a los trabajadores explotados por Microsoft,
corresponderían con lo que Marx denominó “trabajo científico general”. Marx explica que las
fuerzas productivas que los trabajadores han desarrollo colectivamente se enfrentan a una
fuerza externa. Este proceso “se completa en la industria moderna que convierte a la ciencia
en una fuerza productiva distinta al trabajo y la pone al servicio del capital”. (El Capital. Vol. I
p. 36) Y continúa diciendo que: “Es trabajo general todo trabajo científico, todo
descubrimiento, todo invento”. (El Capital. Vol. III. p. 104).
Podemos ver ahora que es trabajo colectivo que en realidad está desarrollando las fuerzas
productivas y funciones útiles realizadas anteriormente por los directores capitalistas han
desaparecido a la velocidad de un rayo. En realidad, lo que hoy en día hacen es contar dinero.
Además, el desarrollo del trabajo científico general junto con las fuerzas productivas plantea
la posibilidad de eliminar el trabajo duro y esclavo de la faz de la tierra.

El final de la “edad dorada” del capitalismo

Desai en las páginas 85-86 de su libro proporciona unas cifras para demostrar que el
crecimiento ha sido más rápido en el siglo XX que en el XIX. Sin duda eso fue así. ¿Pero qué
demuestran? En el siglo XIX sólo hubo una situación revolucionaria derrotada, la Comuna de
París de 1871. Durante el siglo XX la clase obrera ha tenido docenas de oportunidades de
tomar el poder en diferentes países. ¡Las tasas más altas de crecimiento no ha eliminado el
socialismo del orden del día de la clase obrera!
En cualquier caso, si consideramos las estadísticas del siglo XX tenemos una imagen bastante
diferente. Los buenos tiempos se han ido. Angus Maddison ha elaborado estadísticas de dos
períodos, 1950-1973 (la edad dorada) y 1973-1998. Estas demuestran que la edad dorada, y
con ella el pleno empleo y subida del nivel de vida para todos, fue un período anormal en la
historia del capitalismo. Las cifras son el ingreso nacional per cápita en precios constantes.

1950-1973 1973-1998
Europa Occidental 4.08 % 1.78 %
Incluido EEUU 2.44 % 1.94 %
Japón 8.05 % 2.34 %
África 2.07 % 0.01 %
Mundial 2.93 % 1.93 %

Para concluir, el mundo está preparado para el socialismo. Lo que falta es extender la
percepción de la necesidad, de la posibilidad de una sociedad nueva y mejor. Este artículo es
una modesta contribución que tiene como objetivo aumentar esa conciencia.

III PARTE

17
UNA VISIÓN DE LA ECONOMÍA ORTODOXA.
MONETARISMO Y KEYNESIANISMO

El azote del monetarismo

Así sobrevive el capitalismo. Pero se puede ver como ha desaparecido todo el optimismo
sobre su capacidad de generar una mejoría de los niveles de vida. La ideología de los
economistas ha cambiado junto con la naturaleza del capitalismo.
El monetarismo es “una escuela de pensamiento económico que sostiene que los desajustes
dentro del sector monetario son la causa principal de la inestabilidad económica”. La cita es
de un diccionario estándar de economía (Macmillan Dictionary of Modern Economics. p.
278). A partir de ella podemos asumir que el monetarismo es totalmente inocuo, que se trata
de una seca cuestión académica incomprensible para la gente corriente. En realidad, la política
monetarista ha azotado la vida de millones de trabajadores.
Los economistas pueden utilizar dos palancas para influir en el comportamiento de una
economía capitalista. Una es la política fiscal y la otra es la política monetaria. Los
keynesianos creen que la política fiscal es un instrumento más eficaz. Pueden utilizar las
reducciones de impuestos o el aumento del gasto público para poner dinero en los bolsillos de
la población y aumentar la demanda efectiva y así reflotar la economía. Si creen que la
marcha de la economía es demasiado rápida, pueden subir los impuestos o reducir el gasto
gubernamental. En ambos casos utilizan la política fiscal para influir en la demanda agregada
y de este modo en el nivel de la actividad económica.
Los monetaristas creen que la política monetaria, que tiene como objetivo la oferta monetaria,
es más eficaz que la política fiscal. También creen que la economía capitalista, dejada por sí
sola, tiende a la estabilidad. Los monetaristas desaprueban severamente los intentos de
manipular la economía a través de una política fiscal expansionista o con la “impresión de
dinero” para que las personas se encuentren mejor. Insisten en la necesidad de equilibrar las
cuentas y en la disciplina monetaria.
Los economistas, con destacadas excepciones como la de Marx, normalmente han estado
dispuestos a glorificar el capitalismo y, en particular, a idealizar la versión laissez faire del
sistema. Hipnotizados por las leyes del capitalismo, suelen concluir en que eso
automáticamente producirá pleno empleo y aumento de la prosperidad, en la medida que
nadie se entrometa en su funcionamiento. Esa es la perspectiva del monetarismo.
La expresión “monetarismo” está asociada con los escritos de Milton Friedman y su
“escuela”. Friedman se consideraba un rebelde contra el consenso keynesiano de la posguerra
que discutiremos en la próxima sección. Se puede decir que el monetarismo representa un
regreso a los principios económicos tradicionales y la política de la época pre-keynesiana. ¡Su
lema es “hacia el siglo XIX”! El período posterior a la Segunda Guerra Mundial se caracterizó
por el relativo pleno empleo en los países capitalistas desarrollados y un aumento sin
precedentes de la prosperidad. La clase obrera en esta región compartió este aumento de la
prosperidad. Mirando en retrospectiva, fue una edad dorada para el capitalismo. Como las
ideas de Keynes se han ganado a la mayoría de los economistas, la edad dorada fue atribuida a
la política económica keynesiana. Como veremos después los marxistas no estamos de
acuerdo con esta idea.
Después de 1973 la edad dorada desapareció. Junto con la desaceleración de la economía
llegó un resurgimiento de las huelgas y la lucha de clases. Por primera vez el desempleo de
masas y la recesión, caídas reales de la producción... aparecieron en los países capitalistas
desarrollados. Incluso más extraño para los economistas keynesianos fue que esta
desaceleración económica llegó asociada a un aumento de la tasa de inflación. Para los
keynesianos la inflación es un síntoma de que la economía está caminando demasiado rápido.

18
El desempleo es un signo de que la economía está creciendo demasiado lentamente. Su
aparato teórico fue incapaz de explicar el fenómeno de la estanflación.
Los monetaristas ocuparon el vacío de ideas. En lugar de la irresponsable emisión de dinero
que, según decían, era la raíz del problema, insistieron en reglas estrictas. La inflación tenía
que desaparecer del sistema. Algunos admitieron que esto podría causar un pequeño dolor
transitorio. Otros más optimistas declararon que la “economía real” no ve vería en absoluto
afectada por este ajuste de la oferta monetaria. En cualquier caso, la economía pronto
reanudaría su avance continuo. Como ya sabemos, esto no ocurrió. Lo que tuvimos fue dolor
y no ganancia. La edad dorada se fue para siempre y no regresará.

El monetarismo embarrado

Una de las proposiciones clave de los monetaristas era que el gobierno debía marcarse como
objetivo la oferta monetaria. En 1979 los tories, con Thatcher a la cabeza, abrazaron con
entusiasmo la nueva religión. Pero, en la práctica, tuvieron un problema. ¿Qué oferta
monetaria debía ser su objetivo? Hay varias medidas diferentes de la oferta monetaria y con
frecuencia cada una se mueve en dirección distinta. Los tories eran reticentes a admitir que
eso era debido a que el monetarismo es pura charlatanería económica. Pero como podemos
ver ahora ni un solo gobierno del mundo intenta tener como objetivo la oferta monetaria. En
general admiten que eso es imposible. El principio general del monetarismo se ha abandonado
universalmente El Comité de Política Monetaria de Gran Bretaña se ocupa exclusivamente del
control de los tipos de interés. Esta es una aproximación alternativa. Al menos el gobierno,
dentro de unos límites, tiene el poder de influir en el tipo de interés. Pero manipulando los
tipos de interés influye en la demanda, no en la oferta, monetaria. Después de todo, es más
probable que la gente pida prestado dinero cuando el tipo de interés es bajo.
Se podría decir enérgicamente que no existe eso conocido como oferta monetaria. Cuando vas
al director de un banco para pedir un crédito te ofrecerá facilidades. No necesariamente tienes
que gastar ese dinero en el mismo instante. En general, la oferta monetaria puede tener una
demanda determinada, un tema favorito de los economistas post-keynesianos. El economista
laborista Kaldor ingeniosamente señaló frente a Thatcher que el gobierno normalmente
imprimía más dinero a finales de noviembre para facilitar las ventas previas a Navidad.
¿Significa esto (como los monetaristas presumiblemente tendrían que decir) que el aumento
de la oferta monetaria es lo que produce las navidades?
Hay otras consecuencias no intencionadas del intento de Thatcher de restringir la oferta
monetaria. Eso provocó una crisis de los costes de los préstamos, de este modo empujó a las
empresas al borde del abismo. Los tipos de interés en determinado momento superaron el 20
por ciento. Los altos tipos de interés atrajeron a los especuladores que compraron libras. La
libra pasó de valer 1,5 a 2,45 dólares. La esterlina se convirtió en una moneda no competitiva
dentro de los mercados mundiales, eso afectó al precio de las exportaciones británicas.
Aquellas empresas que no desaparecieron debido a la recesión y los elevados tipos de interés,
estaban en peligro de bancarrota porque no podían vender sus mercancías en el exterior. El
desempleo se disparó de 1,2 a 3 millones en Gran Bretaña, la producción manufacturera cayó
un 17 por ciento en dos años, en gran parte debido a la política monetarista.
¿Fue todo un fracaso estrepitoso? En parte los tories utilizaron el desempleo como un látigo
contra los trabajadores. El sindicalismo militante tuvo dificultades para sobrevivir con gente
muy desesperada dispuesta a aceptar un empleo por casi cualquier salario. El monetarismo es
una basura como teoría, pero era una ideología que servía fielmente a los intereses de la clase
dominante.

¿Funciona el keynesianismo?

19
Meghnad Desai explica cómo inició su vida pensante y su participación política como
economista keynesiano. “El keynesianismo era mi credo en la economía académica y había
escrito una crítica del monetarismo” (p. vii). Desde entonces rechaza la filosofía porque según
él no funciona. No explica el porqué en Marx’s Revenge y lo da por sentado. Vincula el
fracaso del keynesianismo con la arremetida de la clase dominante desde los años ochenta.
Ahora esto no tiene demasiado sentido. ¿Cómo la victoria electoral de los tories
(principalmente por causa de la escisión del Partido Socialdemócrata del laborismo y la
división del voto anti-Thatcher) puede arrojar alguna duda sobre la corrección del
keynesianismo como punto de vista económico? No es que los tories llevaran a la práctica una
política keynesiana y se encontraran con algunas carencias. Lo que pusieron en práctica fue
una política monetarista, una política que ahora está totalmente desacreditada. En cualquier
caso, ¿cuál es la conexión entre el keynesianismo, la corriente reformista de la economía
burguesa y el “socialismo democrático”?
Lo que Desai parece estar haciendo es asociar el éxito del reformismo con la eficacia o
medidas keynesianas de otro tipo contra la crisis. Si el keynesianismo funciona entonces el
reformismo puede funcionar.
Los tories proporcionaron una confirmación paradójica de la crítica de Keynes a la ortodoxia
económica de su época, los años de entreguerras. Además, para dar rienda suelta a la oferta
monetaria, estaban ansiosos por reducir el gasto gubernamental. Después de dieciocho años
de recortes dejaron al Estado con un gasto público que tenía la misma proporción que el
ingreso nacional en el momento de ser elegidos, aproximadamente un 43 por ciento. Pero
estas reducciones no tuvieron efecto. ¿Por qué? Cuando la economía está en auge, la mayoría
de las personas tienen empleo y los ingresos por impuestos entran a raudales. Cuando la
recesión golpea, el Tesoro pierde ingresos por impuestos y debe gastar más en subsidio de
desempleo y seguridad social. Más que decidir el gobierno el nivel de gasto público, es el
ciclo económico el que determina si el gobierno tiene plusvalía o está en números rojos.
Exactamente de la misma manera los trabajadores están en mejor situación de conseguir sus
pretensiones salariales cuando las arcas de los empresarios están llenas. Los salarios se
mueven con el ciclo. Pero como dijo Marx: “Son la variable subordinada y no la variable
independiente”. Los salarios y la situación fiscal del gobierno son un fenómeno cíclico.
¿Funciona el keynesianismo? Todavía existen en el movimiento obrero los que defienden la
causa keynesiana. Creen que el Estado puede gastar y así salir de la crisis. ¿Es esto una
alternativa a la brutal ortodoxia de la economía burguesa?
Keynes, escribiendo en los años treinta, afirmó que el capitalismo sufría crisis debido a una
demanda inadecuada en la economía. Lo que hacía falta era alguien que saliera y gastara
dinero para eliminar las mercancías no vendidas y conseguir que las fábricas se pusieran en
funcionamiento.
El único que posiblemente podía gastar tanta cantidad de dinero era el Estado. ¿Dé donde
sacaría el dinero? No era cuestión de excederse con los impuestos. Con eso sólo se transfiere
poder adquisitivo de los bolsillos privados al gobierno. Por eso Keynes propuso que el
gobierno gastara el dinero que no tenía. Esto suena imposible pero veremos cómo se ha hecho
esto una y otra vez, es lo que se denomina endeudamiento. Keynes y sus discípulos dijeron
que en una crisis se podían encontrar por todas partes personas y recursos materiales sin
utilizar y que las personas se quejaban de “ser demasiado pobres” para obtener las cosas que
queremos y necesitamos. En realidad se trata de una paradoja de la pobreza en medio de la
abundancia y es una de las características del capitalismo a menudo señalada por los
socialistas. Existen puntos obvios de similitud entre la teoría keynesiana y el análisis
socialista de la crisis como una manifestación de la sobreproducción.
Keynes sugirió que esta “financiación del déficit” podría finalmente pagarse por sí solo.
¿Cómo? El gasto gubernamental impulsará la actividad económica. Tendrá un “efecto
multiplicador” cuando se utilice a los trabajadores en proyectos de obras públicas y éstos

20
gasten sus salarios en bienes de consumo, dando con ello nuevos bríos a estos últimos en los
mercados y así sucesivamente. El aumento de la producción y el empleo aumentarían los
ingresos conseguidos mediante los impuestos y el gobierno podría así pagar la deuda inicial y
equilibrar el déficit.
Keynes se opuso a lo que era la ortodoxia de su época, como también lo es en la nuestra. La
ortodoxia económica dice que en una crisis el gobierno debería reducir su abrigo al tamaño de
la tela. Que debería reducir los salarios y el gasto social. Esta ortodoxia es aceptaba por el
establishment no porque sea la correcta, sino porque representa el interés de la clase
dominante.
Con relación a los salarios, Keynes primero negó que pudieran bajar tan rápido y lo suficiente
como para producir una recuperación. Pero, en segundo lugar, defendió que el efecto de los
recortes salariales sería el de reducir la demanda agregada. Tenía razón. El Gobierno Nacional
se formó en 1931 cuando MacDonald y otros traidores laboristas se unieron a los tories. La
coalición de derechas celebró su victoria reduciendo los salarios a los profesores y otros
trabajadores del sector público, y reduciendo los subsidios a tres millones de parados. Pero
eso no estimuló la economía ni la llevó a la recuperación. Seguía existiendo el desempleo de
masas y al final de la década Gran Bretaña entró en la guerra. La razón principal del repunte
del empleo fue el gasto en armamento de finales de los años treinta. Y el gasto en armamento
tuvo el efecto de estimular la demanda agregada.
Pero los keynesianos no sólo fracasaron al señalar las insuficiencias del capitalismo. Ellos
sugieren que con una administración correcta del capitalismo (por los keynesianos) se puede
manipular la distribución de mercancías. Gracias a la “emisión de papel moneda” llegaríamos
a una situación donde tanto los capitalistas como los trabajadores ganaríamos.

El keynesianismo no funciona de ninguna manera

Los marxistas creen que el keynesianismo no funciona. No funciona porque el capitalismo no


puede funcionar. El problema del capitalismo en la crisis no es sólo una cuestión de demanda
insuficiente o mercados, es un problema de mercados rentables. Al poner dinero en los
bolsillos de los trabajadores puede crear un mercado para los capitalistas pero eso no les da
ningún incentivo para poner su dinero en la producción. Por otro lado, el estímulo de los
beneficios necesariamente debe ser a expensas del nivel de vida de los trabajadores en algún
lugar. No hay banquetes gratuitos, como desde 1974 ha descubierto el mundo capitalista en la
época del desempleo de masas. La financiación del déficit no suprime la lucha de clases.
El dilema de cualquier capitalista individual es que quiere pagar a su fuerza laboral tan poco
como sea posible para maximizar los beneficios: pero quieren que los demás capitalistas
paguen a sus trabajadores tanto como sea posible y así se convertirán en un mercado para sus
mercancías. El problema del capitalismo en crisis es que cualquier intento de estimular los
beneficios golpea a los trabajadores como mercado para los productos capitalistas, cualquier
intento de estimular los mercados subiendo los salarios o el salario social es visto como una
amenaza para los beneficios.
El keynesianismo fue adoptado entusiastamente como ideología del reformismo de derechas
después de la Segunda Guerra Mundial, durante el boom de la posguerra. Fue la excusa
perfecta para no preocuparse por la transformación socialista de la sociedad. En realidad,
cualquier intento serio de implantar una política de obras públicas, aumento y redistribución
del gasto social del gobierno, se encontrará con la resistencia de la clase capitalista, como
vimos en Francia con la huida de capital que saludó la victoria electoral del gobierno
Mitterand cuando en 1981 éste ganó las elecciones con un programa reformista similar. La
lección para nosotros es la siguiente: si vas a herir a una bestia peligrosa, lo mejor que puedes
hacer es estar preparado para luchar y matarla.

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El largo boom de la posguerra fue durante muchos años visto como una reivindicación de las
ideas de Keynes. La realidad es muy diferente. Tenemos la experiencia británica. R.C.O.
Matthews en un artículo publicado en 1968 en la revista Economic Journal decía lo siguiente:
“durante del período de la posguerra el gobierno, lejos de inyectar demanda al sistema, lo que
ha conseguido persistentemente es una gran plusvalía por cuenta corriente”. (Why has Britan
had full employment since the War? p. 556). En otras palabras, estaban intentando
desesperadamente pagar la enorme deuda pública que habían acumulado durante la guerra. El
autor continúa: “La explicación del aumento de la inversión debe residir en el corazón de la
explicación del aumento del nivel de actividad económica”. (Ibíd., p. 560). Esto, por supuesto,
es el punto que planteamos al principio. La realidad brutal es que el keynesianismo nunca se
aplicó porque no funciona.

IV PARTE

El equilibrio

El capitalismo es un sistema dinámico. Marx lo reconoció. La filosofía del marxismo fue


descrita por el marxista George Plejánov como el materialismo dialéctico. Marx tomó la
dialéctica como método de Hegel, una filosofía del movimiento perpetuo y el cambio a través
de contradicciones. En El Capital su objetivo era comprender las leyes del movimiento del
capitalismo.
La economía burguesa utiliza como herramienta central de análisis la concepción del
equilibrio, la del capitalismo en un estado de reposo. El equilibrio es sólo tratado fugazmente
en el libro de Desai. Lo menciona en su discusión sobre el debate del cálculo socialista que
trataremos más tarde. Aún así, para alguien formado en la economía ortodoxa es una noción
bastante difícil de sacar del nivel del subconsciente. Aquí tenemos la prueba. Desai dice lo
siguiente sobre las tendencias de la teoría económica en la posguerra: “Algunos
inconformistas poskeynesianos argumentaron que el mundo no era competitivo, sino que
estaba lleno de oligopolios” [tienen razón]. “Pero, eso dicen, no podían ofrecer una teoría del
equilibrio general”. (Marx’s Revenge. P. 260). Así que Meghnad ignora la teoría basada en una
comprensión correcta de la economía porque no es llamativa, si no se atiene a los datos con
unas bases mínimas. Extrañamente, parece que para él Marx está cortado por el mismo patrón.
“El problema era que la economía Walrassiana” (que discutiremos abajo) “no guarda relación
con ninguna economía capitalista real, donde el cambio y la incertidumbre son endémicos,
donde existe el alto riesgo y la bancarrota, donde los nuevos productos y procesos aparecen en
todo momento. Este proceso de desequilibrio dinámico no fue teorizado por Walrass... Marx
cayó en una trampa similar cuando adoptó la teoría de Ricardo del equilibrio competitivo
(vestido con una terminología diferente). De este modo las percepciones de desequilibrio
penden ampliamente alrededor de su equilibrio de los precios y los valores”. (Ibíd., pp. 195-
6).
Esta sea probablemente nuestra discrepancia fundamental con Meghnad en su
interpretación de la economía marxista. Para nosotros el marxismo se basa, en esencia, en
una economía en constante movimiento y por lo tanto en permanente desequilibrio, o más
bien una situación donde la noción de equilibrio no tiene significado.

Dos conceptos de equilibrio

La noción de equilibrio se la disputan las principales corrientes económicas. Para Keynes el


término tenía un significado bastante neutral: una situación donde ninguna fuerza tiende a

22
provocar un cambio. De este modo, la economía podría estar en equilibrio con pleno empleo o
con tres millones de parados. Teóricamente, la economía puede tener un número infinito de
situaciones de equilibrio. Keynes escribió su importante obra: La teoría general del empleo,
el interés y el dinero, en los años treinta, una década en la que el desempleo de masas podía
ser razonablemente considerado como una situación de equilibrio. La mayoría de los
economistas burgueses antes que él se había preocupado con sus teorías principalmente de la
apología y la defensa del capitalismo. No aspiraban a reformar el sistema que,
consecuentemente con su análisis, era considerado perfecto. Pero Keynes era un hombre
práctico, intentaba mejorar el sistema capitalista precisamente para salvarle del peligro de una
revolución social.

La economía neoclásica y el equilibrio

Para el establishment de la economía neoclásica este concepto neutral, aparentemente realista,


de equilibrio fue la marca de apostasía de Keynes. Para ellos el equilibrio no era un simple
estado donde las fuerzas empujaban en diferentes direcciones contrarrestándose mutuamente,
y de este modo la economía seguiría en la misma situación en la que se encontraba. Era un
concepto oculto en el corazón de la economía destinado a justificar el dominio del mercado,
es decir, del capitalismo.
La primera suposición básica de un economista neoclásico eran los mercados absolutos. Es
otra forma de decir que los cambios de precios funcionan. Es decir, que si tú reduces lo
suficiente el precio de algo conseguirás venderlo.
El presente autor ha trabajado en una librería. Allí no puedes vender calendarios y agendas de
este año en el mes de noviembre pero si puedes reducir los precios. Si la librería toma
decisiones imprudentes relacionadas con el almacén eso tendrá un impacto en los beneficios
de los propietarios. Podría suponer el despido de trabajadores. Contrariamente a la fantasía
incluida en los libros de texto de economía, los trabajadores no necesariamente encuentran
con facilidad un nuevo empleo al día siguiente. Si al final terminan en el paro durante un
tiempo tendrán que reducir sus gastos. Pero su gasto representa la demanda de mercancías que
otros trabajadores producen. Las pequeñas decisiones tienen también consecuencias más
amplias e imprevistas para el resto de la economía. Esto lo discutiremos en nuestra sección
sobre el proceso de reproducción del capitalismo.
En la economía neoclásica todo esto se ignora. Sólo hay una situación de equilibrio
“verdadero”, el equilibrio del pleno empleo. En otras palabras, que el capitalismo siempre
utiliza todos los recursos y los utiliza de manera eficiente. Esto es manifiestamente falso.
¿Cómo justifican ellos un estado permanente de desempleo y de recursos inutilizados bajo su
sistema? El problema, dicen, es que las personas continúan entrometiéndose en el mercado.
Las “imperfecciones del mercado” son el problema. Librémonos de ellas y el mercado
empleará todos los recursos.
El dirigente tory Michael Howard estaba poniendo en práctica esta idea cuando, aún en el
gobierno, denunció la modesta propuesta de la oposición laborista de un salario mínimo, la
calificó como una “proposición de asombroso analfabetismo económico”. Él pronosticó dos
millones extras de parados, ¡en sus perspectivas sólo se pasó en dos millones!
Su posición era que el salario mínimo debía estar por encima de la tasa de mercado. Si a los
salarios se les deja encontrar su propio nivel (caer), entonces finalmente todos los trabajadores
en el mundo encontrarán un empleo. En los términos utilizados por los libros de texto de
economía, la curva de la demanda del “empleo” caerá. Si algo es más barato es probable que
compres más de eso, lo mismo ocurriría con los capitalistas respecto a la contratación de
trabajadores. Por utilizar una terminología de los libros de texto, la curva de la oferta de
empleo sube. Si los salarios son más altos, más trabajadores querrán un empleo.

23
Al precio que se da en el momento que la oferta es igual a la demanda, es cuando todos los
trabajadores están dispuestos a trabajar a la “tasa de mercado” para conseguir un empleo.
Habrá “pleno empleo”. De la misma manera se “asume” que los calendarios y las agendas
siempre se venderán al final del año si los vendedores bajan el precio suficiente, incluso
aunque nadie los quiera. Hay que observar que Howard se está basando en la desacreditada
“teoría del Tesoro” en el período entreguerras y que llevó al Gobierno Nacional en 1931 a
poner en práctica una política de recortes salariales y beneficios. Las conclusiones
políticamente equivocadas de Howard y los tories en ese período están apoyadas en la teoría
del equilibrio económico.

La oferta y la demanda en la economía ortodoxa

La economía neoclásica está basada en unas cuantas proposiciones metafísicas. Dice que las
mercancías tienen un valor, pero que éste no es el trabajo socialmente necesario para su
producción, sino cuántas personas quieren esas mercancías (su utilidad). Joan Robinson, un
economista académico de izquierdas comenta lo siguiente: “Toda la cuestión de la utilidad era
para justificar el laissez faire”. Como sabemos, la posición marxista es que una mercancía
tiene tanto un valor de uso como un valor de cambio. El valor de uso es la condición previa de
una mercancía que tiene valor, pero eso no determina su valor. Para la economía burguesa
moderna el valor está determinado por lo que se llama utilidad marginal. Presupone que el
individuo es como un buñuelo de crema. Un buñuelo es bueno. Dos es mejor que uno, pero no
dos veces bueno. En otras palabras, los buñuelos, como todo lo demás, está sometido a la
utilidad marginal descendente. Si se intenta medir cuánto le gusta a un individuo el primer
buñuelo, el segundo y el tercer buñuelo a través de sus labios ¿cómo se puede conseguir? En
la práctica, todos podemos medir cuánto están dispuestos a pagar, dibujar un diagrama y
tendríamos una línea descendente.
Ahora miremos las condiciones de la oferta. Si un capitalista tiene una fábrica con una fuerza
laboral formada por 100 trabajadores y emplea a uno extra, podemos asumir que la
producción aumentará. Pero la productividad (medida como la producción dividida por la
fuerza de trabajo) descenderá. Este pensamiento es para millones de estudiantes de todo el
mundo un axioma incuestionable de la economía. No existe nada de esto en la realidad. Los
centros de trabajo modernos normalmente están diseñados para albergar a un número
determinado de trabajadores con una serie de habilidades particulares. Los economistas han
pasado más de un siglo “explicando” la productividad marginal descendente del trabajo. Si se
molestar en andar cinco minutos y examinar los centros de trabajo verían que las fábricas no
están diseñadas para cumplir el descenso de la productividad marginal. En realidad, tienden a
tener un grado de sobrecapacidad incorporada para hacer frente a los apuros. Esto podría
sugerir que un aumento de la producción iría asociado a una caída de los costes medios. En
cualquier caso, la idea de que los empresarios pueden lazar en determinado momento
“unidades de trabajo” homogéneas y ver qué ocurre es absurdamente irreal.
Sin embargo, en la economía neoclásica se asume que, en determinada etapa, comenzará el
descenso de la productividad marginal. Esto hará más difícil producir la siguiente unidad de
producción que la anterior y esto será más costoso. Así la curva de la oferta de una empresa
ascenderá. Sumando todas las curvas de la oferta de las empresas se obtendrá una inclinación
ascendente de la curva de la oferta industrial. Al sobreponer la curva de la oferta sobre la
curva de la demanda se obtendrá un diagrama y el equilibrio estará en el punto donde se
crucen las dos líneas, donde la oferta es igual a la demanda.
Por lo tanto, la curva de la demanda se puede ver como un indicador de los beneficios y la
curva de la oferta nos dará una idea de los costes. En el punto del diagrama donde la oferta es
igual a la demanda (punto de equilibrio), el coste marginal será igual al beneficio marginal.
“Marginal” significa que es la última unidad demanda y ofertada. Se asume que los costes

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suben y los beneficios caen. El equilibrio nos da la cantidad de mercancía en la que se
maximizan los beneficios netos. ¿No es esto maravilloso?
¿Hay algo de verdad en todo esto? Incluso en sus propios términos, el equilibrio es episódico.
La demanda de cerveza, helados y paraguas (por nombrar sólo tres cosas) fluctúa diariamente
con el tiempo atmosférico. El departamento de marketing de una empresa no se enfrenta a un
bonito par de curvas sobre un papel, sino en el mejor de los casos a una serie de datos que
muestran las condiciones de la oferta y la demanda en fechas diferentes, y en el mejor de los
casos las interpretan como pueden. Nadie ha intentado vender bicicletas BMX a 75 peniques o
30.000 libras, ni siquiera como un experimento, por eso la serie de lecturas es estrecha y
confusa.
En el caso de la oferta no tenemos ninguna razón necesaria para asumir que el aumento de la
producción está inevitablemente asociado al aumento de los costes por unidad de producción
(provocado por el descenso de la productividad marginal) incluso a corto plazo. Ciertamente a
largo plazo un aumento de la demanda de un producto puede desencadenar un aumento de la
oferta cuando los capitalistas respondan al precio y las señales de beneficio. No hay evidencia
alguna de aumento de los precios a largo plazo.
La razón es simple. Aunque la oferta y la demanda causan constantemente confusión como las
olas sobre la superficie del mar, los valores (alrededor de los cuales diariamente fluctúan los
precios) están determinados por el trabajo socialmente necesario. Los precios están
determinados, en otras palabras, por las condiciones de los costes a largo plazo. No hay
necesariamente una razón por la cual los costes suban cuando aumente la producción.
En términos económicos convencionales, la economía marxista dibuja una curva de la oferta a
largo plazo horizontal. Los precios están determinados por los costes que son constantes a
largo plazo y están dictados por la tecnología prevaleciente, mientras que la cantidad
producida es la demanda concreta.

V PARTE

La economía del bienestar

El proceso que hemos intentado explicar en los últimos párrafos es conocido como equilibrio
parcial, porque intenta ocuparse de las fuerzas que tienden al equilibrio en un mercado único
(industria). Esta teoría está asociada al economista Marshall. Al menos podríamos intentar
concederle el mérito de intentar crear un modelo simplificado mediante el cuál comprender la
realidad externa. El equilibrio general en la economía neoclásica es un intento totalmente
metafísico y apologético. Este campo es algunas veces llamado economía del bienestar,
porque no sólo describe (en realidad no lo describe en absoluto) sino que también evalúa y da
una base “científica” al cálculo. Su proposición básica fue obra de Walrass hace más de cien
años. ¿Cómo surge el equilibrio en la economía? Walrass al principio comienza con una
economía de intercambio. La producción ya se ha realizado. Cómo y que resultados se
obtuvieron es algo que carece de interés.
¿Es esto correcto? La economía neoclásica comienza con las necesidades de las personas.
¿Pero de dónde surgen éstas? Los libros de texto dicen que tienen un carácter “exógeno”.
Traducido sería: “Búscame, gobiérname, no tengo ni idea”. En realidad la mayoría de nuestras
necesidades vienen dadas por las posibilidades que tienen los humanos y que están
determinadas por el desarrollo del sistema productivo. Es bastante probable que los
campesinos medievales se aburrieran en sus largas noches de invierno. Pero es improbable
que se sentaran alrededor de una mesa deseando darse prisa para inventar la televisión. La
idea de que en nuestra época los gigantescos oligopolios consiguen su dinero porque “dan a

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las personas lo que quieren” es realmente pintoresca, pero es ingenua. Todo lo contrario,
gastan enormes sumas de dinero para garantizar que compraremos lo que ellos nos dicen,
manipulando las necesidades de las personas a través de la publicidad y otros medios.
La economía marxista parte de la producción de valor y plusvalía. El intercambio y el
consumo no son vistos sólo como algo importante, son vistos como una parte integral y
forman parte de un ciclo donde los artículos de la producción se venden y se consumen, tanto
por los trabajadores como por los capitalistas o en el proceso de producción. Los bienes de
consumo se venden a los trabajadores y son consumidos para sostener la existencia de la clase
obrera. Este proceso es llamado reproducción de las condiciones humanas y materiales para el
capitalismo.

El equilibrio general

Para Walrass todo esto es irrelevante. El intercambio se produce. La única cuestión es ¿en qué
términos? Primero postula un subastador. El subastador necesitaba elaborar tipos de cambio y
después introducir dinero. Criticaremos este procedimiento un poco más tarde y seguiremos
un poco más con su exposición. El subastador pone precios aleatorios a todas las mercancías
en la subasta... por ejemplo “un Ferrari – 9 peniques, una caja de cerillas – 30.000 libras”.
Para su sorpresa se encontrará con que a estos precios habrá un exceso de demanda de
Ferraris y un exceso de oferta de cajas de cerillas. Después intentará ajustar los precios hasta
que se desaparezcan los excesos de demanda y oferta en la economía. Este proceso iterativo
es muy similar al ajuste sugerido por los socialistas en el debate sobre el cálculo socialista.
Walrass denomina a este proceso ‘tatonnement’ (sondeo), o agrupamiento hacia los precios
relativos que optimizan la utilidad (felicidad). Todo es armonía, ¿por qué no se adopta este
procedimiento? Esta demostración se supone que demuestra dos cosas: la primera es que es
posible el equilibrio general. Y en segundo lugar, que los precios de las mercancías están
determinados por las condiciones de la demanda, por cuántas personas las quieren (utilidad).
En ese sentido el reparto de recursos es óptimo. Después de todo, si las personas están
dispuestas a pagar mucho más por un Ferrari que por una caja de cerillas, entonces eso es
porque deben desearlos más (valen más).
La economía del bienestar realmente es un mundo del revés. Tenemos el fenómeno descrito
por los teóricos del bienestar como “falso comercio” (comercio a precios de no equilibrio).
Este es el comercio real para la gente real. Porque en el mundo real la gente se precipita y no
espera a que el subastador fije aquellos precios que maximizan la utilidad para todo el mundo
(después de todo el subastador realmente no existe) e impiden un equilibrio del bienestar
“real” (novelesco) que establezca la maximización de precios.
Welrass nos prohíbe plantear dos puntos. Las personas que ofertan por mercancías caras como
los Ferraris puede que tengan más dinero que aquellas que no lo hacen (¿No es esa vuestra
experiencia?). La razón para el modelo de demanda mostrado por el equilibrio se podría deber
a la distribución inicial entre ricos y pobres. No se nos permite investigarlo porque es
considerado como algo “exógeno” y externo a la esfera de la economía. ¡Pero no para la
economía marxista! Nosotros explicamos por qué muchos comienzan a ser pobres y siguen
siendo pobres bajo el capitalismo.
La segunda pregunta que no podemos hacer es la siguiente: ¿no es posible que los Ferraris
sean más apreciados que las cajas de cerillas? ¿No es el trabajo socialmente necesario lo que
hace más costoso producir un Ferrari que una caja de cerillas? Pero, Walrass dice que
omitamos la producción y hablemos de una economía de cambio pura.

El capitalismo “óptimo”

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Los mercados, abandonados a sí mismos, no sólo deberían utilizar todos los recursos sino que
deberían hacerlo eficientemente (de una manera sabia). Así lo consigue: si todos los mercados
son competitivos, los precios serán iguales al coste marginal, es decir, el coste de la última
unidad producida. Ahora se podría considerar la curva de la demanda de un producto
determinado como una proyección de los beneficios de las personas que producen esa
mercancía. De este modo, cuando la oferta es igual a la demanda en un mercado, eso significa
que el coste marginal es igual al beneficio marginal. Y se puede demostrar (!) que esta es la
situación optima. En términos técnicos es un “óptimo de Pareto”, que fue el economista que
inventó este concepto. (Vilfredo Pareto es descrito invariablemente como un economista
liberal, pero también era un simpatizante fascista. Mussolini le convirtió en senador del Reino
de Italia. Aquí está un tributo típicamente baboso después de su muerte del amoroso fascista:
“El fascismo, convertido en victorioso, le alabó en vida y glorificó su memoria como si se
tratara de un confesor de su fe”).
Un óptimo Pareto es una situación donde no se puede mejorar el bienestar de una persona si
eso supone el empeoramiento del bienestar de otra persona. En palabras del filósofo moral
Pangloss en el Cándido de Voltaire: “Todo es lo mejor en el mejor de los mundos posibles”.

Algunas críticas

La economía capitalista real nunca se puede aproximar al modelo idealizado que se encuentra
en los libros de texto económicos. Esto es debido a las inevitables “imperfecciones del
mercado”. Como son las siguientes:
 Monopolio (oligopolio). Existe una tendencia inevitable hacia el monopolio y el
oligopolio en algunas industrias debido a las economías de escala y otras razones. Si
es más barato producir cada unidad cuando producimos más unidades (después de
todo eso es lo que hace posible la maquinaria moderna), entonces las primeras
empresas que empiecen a producir a gran escala destruirán la competencia. De este
modo, la industria estará dominada por una o pocas gran empresa. Esa es la razón
por la cual la producción automovilística estadounidense ha estado dominada por sólo
tres grandes empresas Ford, General Motors y Chrysler durante casi un siglo.
Después esa empresa o empresas estarán funcionando en un mercado de monopolio u
oligopolio, eso les permitirá aumentar los precios por encima de los costes marginales.
Si la producción a gran escala es muy eficiente podrían echar a los pequeños
productores, mientras explotan a los consumidores. Si de todas maneras nos dirigimos
hacia el monopolio, entonces sería mejor tener un monopolio público donde cualquier
exceso de beneficios sea utilizado para costear los gastos generales del estado.
Para los marxistas toda la competencia real dentro del capitalismo es competencia imperfecta,
no la fantasía de una lucha justa dentro de un “campo de juego”.
 Monopolio natural. El caso extremo de monopolio es el monopolio natural, aquí
incluso lo economistas del bienestar reconocen que la mejor solución es la propiedad
pública. El monopolio natural se da allí donde los logros en la eficacia conseguidos
por solo suministrador es capaz de proveer a todos y cualquier competidor que intente
entrar en la industria será lanzado al agua. Se pueden citar los ejemplos del suministro
de electricidad, gas y agua, tratamiento de aguas residuales, ferrocarriles y teléfonos.
 Efectos externos. Efectos externos positivos. La educación de la población puede
hacer que un país mejore. Puede mejorar incluso aunque no se imparta esa educación.
Entonces sería algo razonable cobrarme, a través de los impuestos, para costear mi
educación y que sea un beneficio general. Si sólo las personas que pudieran pagar
recibieran educación, entonces ésta no estaría tan extendida y seríamos todos más
pobres y analfabetos.

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 Efectos externos negativos. La contaminación puede dañar a todos los que viven
cerca de una fábrica contaminante. En esta ocasión los costes están fuera del balance.
La contaminación es un efecto externo negativo. Estos costes y beneficios no son
calculables en la economía del bienestar. Esto puede tener resultados perversos,
resultados que son muy costosos para la “sociedad”, para nosotros pero no para la
empresa capitalista. La empresa arroja humo y contamina el aire Lo hace porque es
más barato que instalar filtros. La empresa no tiene que pagar los costes de
hospitalización y la muerte prematura de los trabajadores con enfermedades
pulmonares y respiratorias causadas por la contaminación. Una vez que está en el aire,
no puedes “elegir” no “consumir” contaminación. Paradójicamente, esto afecta a la
“soberanía del consumidor” de todos. Incluso un millonario en Ciudad de México no
puede comprar aire puro, a pesar de que la contaminación que envenena sus pulmones
sea la fuente de sus beneficios.
Si piensas en ello, los efectos externos son tan perversos que convierten el bienestar “óptimo”
en algo problemático. La economía parte de la suposición de que el único beneficiario de una
mercancía es el consumidor. En realidad, otros podrían estar afectados positiva o
negativamente. Pero los mercados miden los costes y los beneficios para el individuo, no para
la sociedad como un conjunto.
 Los bienes públicos. El caso de los bienes públicos y las mercancías con algunas
características de bien público son algo así como la forma extrema de un efecto
externo. El ejemplo de los libros clásicos es ilustrativo. Un parque público es otro. Un
programa de radio es un tercer ejemplo. No puedes dejar que la gente se aproveche del
alumbrado público. En cualquier caso ¿por qué deberías hacerlo? ¿No cuesta lo mismo
la iluminación para un barco que para dos? Pero el capitalismo, abandonado a sí
mismo, no puede hacer dinero de mercancías por las que no puede cobrar. Haciendo
que el alumbrado esté universalmente disponible gratis significa que no se aprovecha
de la provisión del mercado. Con frecuencia esta es la única manera en que estas
utilidades, que benefician a todos, sigan existiendo.
Las imperfecciones del mercado distorsionan las señales dadas por los precios como
beneficios del equilibrio del bienestar. No se tienen en cuenta en el cálculo efectivo. Y están
tan omnipresentes que ridiculizan cualquier pretensión de equilibrio óptimo.
Debemos observar que en cualquier caso la situación óptima de Pareto no significa que todo
esté igualmente bien. Podría significar que no se puede dar ningún auxilio al famélico sin
molestar al millonario glotón. Los socialistas puede que encuentren simpática esta clase de
óptimo. El óptimo de Pareto se abstrae específicamente de la distribución del ingreso, que
viene “dado exógenamente”. Esto significa que no debemos investigar como se inicia la vida
del rico.

¿Por qué hay tantos pobres?

La economía marxista responde a la pregunta “¿por qué tantos nacen pobres?” con un análisis
de la acumulación primitiva, el proceso histórico de desposeimiento de los trabajadores de los
medios de producción y la creación de una clase obrera sin propiedad. Después explicamos la
producción capitalista como la producción no sólo de mercancías, sino también de ricos y
pobres. La reproducción es la reproducción no sólo de las fábricas y las oficinas, sino también
de los capitalistas que las poseen y los trabajadores que en ellas trabajan. La acumulación de
capital no sólo significa tener un capital más grande, significa que los capitalistas se
enriquecen más a nuestra costa y se amplia el abismo entre las clases.

El equilibrio y el futuro

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El equilibrio es concebido por los economistas neoclásicos como algo instantáneo, no como
un proceso que se desarrolla en tiempo real. El equilibrio general, en su forma del siglo XIX,
recibió un golpe cien años después con la obra de Arrow y Debreu. Sus ideas eran muy duras
e intransigentes. Según ellos, la economía del bienestar no significa nada, no sólo necesita el
conjunto de los mercados actuales, también necesita los mercados futuros para cubrir cada
una de las posibilidades. Pero esto requeriría un conocimiento absoluto del futuro, algo que es
imposible. Posiblemente no podamos hacer justicia al desarrollo que hicieron Arrow-Debreu
de la economía del bienestar. Sólo estamos alertando al lector de la existencia de la actividad
económica en tiempo real y que ha terminado una vez más con el equilibrio neoclásico. Arrow
admite: “Un sistema en total equilibrio requiere mercados para todas las contingencias en
todos los períodos futuros Este sistema no podría existir”. (Rationality of the self and others
in the economic system. p. 393). El tiempo es dinero, dicen ellos, y el dinero es el vínculo
temporal entre el pasado, el presente y el futuro para toda actividad económica. Como
comenta Frank Hahn sobre la teoría del equilibrio como un conjunto: “El desafío más serio
que plantea la existencia del dinero para esta teoría es el siguiente: el mejor de los modelos
desarrollados de economía no puede encontrar margen para ello. La mejor desarrollada es por
supuesto la versión de Arrow-Debreu del equilibrio general walrassiano. Un mundo donde
todos los contratos concebibles son posibles, ni las necesidades ni los deseos intrínsicamente
tienen valor monetario”. (Money and Inflation. p. 1).
El dinero es necesario porque vivimos en la vida real. ¡Pero es ahí donde todos vivimos! Más
tarde trataremos la controversia de Cambridge sobre el capital. Este debate fue realmente un
diálogo de sordos entre los teóricos del equilibrio y los que eran conscientes de que el
capitalismo es un sistema inherentemente dinámico. Joan Robinson, la economista de
izquierdas keynesiana, estaba ansiosa por convertir el debate en un asalto frontal contra la
noción del equilibrio. “La fuente real de problemas es la confusión entre las comparaciones de
las situaciones de equilibrio y la historia del proceso de acumulación. Podríamos suponer que
podemos tomar varias fotos fijas de economías cada una en equilibrio estacionario... Esto es
un pensamiento experimental admisible. Pero no es admisible lanzar las fotos fijas en un
proyector para obtener una imagen en movimiento de un proceso de acumulación”. Ella
caracterizaba el debate como de “historia contra el equilibrio”.

El capitalista dinámico, no en equilibrio

El marxismo es el análisis del capitalismo como un sistema dinámico. Marx se propuso


encontrar “las leyes del movimiento de la economía capitalista”, no sus leyes de
estancamiento. Su descubrimiento básico es que el capitalismo acumula, de manera brutal e
inexorable. Si los estados de equilibrio existen en todo, son destruidos instantáneamente. Para
Marx una ley económica es una fuerza que empuja en cierta dirección, no una proposición
que instantáneamente y siempre es verdad. Las tendencias, como la tendencia a la formación
de una economía con amplia tasa de beneficio, existen sólo como una fuerza subyacente
debajo de la superficie de las cosas. La creación de una sola tasa de beneficio nunca es un
hecho conseguido, sólo una tendencia. Empieza a existir sólo a través de los capitalistas que
intentan implacablemente conseguir una tasa de beneficio más alta que la media. El
capitalismo también tiene una tendencia contradictoria a destruir y desvalorizar el capital, a
sacudir sectores de producción y someterlos a una revolución tecnológica permanente.

Dinero y dinamismo económico

¿Por qué Walrass arrastra a este subastador, obviamente ficticio, para que le haga el trabajo
sucio? Walrass, como ocurre con los economistas neoclásicos, no puede sólo asumir el dinero.

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Necesita explicar por qué se ha inventado para facilitar el intercambio. En realidad, su
explicación no lo es en absoluto.
Aquí citaremos una vez más a Frank Hahn, un economista neoclásico que participó en las
controversias con los monetaristas. “La teoría monetaria no puede simplemente ser injertada
en la teoría walrassiana con modificaciones menores. El dinero es un signo externo que la
economía no ha descrito adecuadamente mediante la impecable construcción de Arrow y
Debreu”. (On monetary theory. p. 1).
Para los marxistas, el dinero no es algo inventado, al menos en la forma en que lo fueron la
rueda o el ordenador. Surge del proceso de intercambio. En el primer capítulo del volumen I
de El Capital, Marx trata la mercancía tanto como una unidad de valor de uso como una
unidad de valor de cambio. Después, cuando una mercancía es intercambiada por otra, el
valor de uso se expresa como valor de cambio de la otra. La mercancía comienza ya a
funcionar como un medio de intercambio. El intercambio deja de ser un acto aislado (veinte
yardas de lino igual a un abrigo) y se generaliza, después una mercancía evolucionará hasta
convertirse en el equivalente universal. De equivalente universal el dinero se convierte en un
medio general de circulación. Todas las funciones del dinero evolucionan a partir del
intercambio cuando se generalizan.
El dinero es una indicación del carácter dinámico de las relaciones capitalistas. Funciona no
sólo como un medio del intercambio actual sino también como un medio de pago futuro.
Establece un vínculo entre el presente y el futuro (como algunos economistas post-
keynesianos han reconocido). El capitalismo moderno se caracteriza por cadenas de pago que
se extienden en el tiempo real. La ruptura de un solo eslabón de la cadena puede tener
consecuencias catastróficas para el conjunto del sistema. Puede suponer un recordatorio
doloroso para los capitalistas que verán como el trabajo que ellos consideran privado es
realmente trabajo social, que forma parte de una división global del trabajo, un edificio
erigido totalmente por transacciones monetarias privadas.
Marx fue uno de los primeros que exploró las implicaciones de la existencia inter-temporal
del dinero y sus consecuencias para el sistema.

La ley de Say

Los primeros pensadores económicos, incluido Ricardo, habían aceptado el teorema conocido
como la Ley de Say. Este teorema decía que era imposible una crisis general del capitalismo.
La Ley de Say se puede resumir de la siguiente manera: “cada vendedor lleva su propio
comprador al mercado”. En realidad Say trataba a la economía como una gran tienda de
trueque, donde los productos que tú no querías los podías intercambiar por cosas que querías.
Realmente es una idea bastante similar a la de Walrass. Marx, por otro lado, sabía que la
transición de mercancía a dinero (M-D) era analíticamente distinta de la de dinero a
mercancía (D-M). Que también se podía separar en el tiempo. Marx explicaba cómo ocurre
esto en el mundo real donde las mercancías son intercambiadas por dinero. Los poseedores
del dinero no necesitaban intercambiar instantáneamente su recién adquirido dinero por
mercancías. Pero si los vendedores se sientan sobre su dinero entonces están privando a algún
otro poseedor de mercancías de la posibilidad de materializar el producto de su trabajo. De
este modo, el vendedor no está atrayendo con él a otro comprador al mercado. El dinero,
después de todo, funciona como un almacén de valor. De aquí surge la posibilidad de una
crisis general. Por qué esta posibilidad se hace una realidad lo explica Marx en su teoría de la
crisis. Marx trata la Ley de Say en Teorías de la plusvalía, concretamente en el volumen II
página 461: “Si, por ejemplo, la compra y la venta (…) representa la unidad de dos procesos o
más bien el curso de un proceso a través de dos fases contrapuestas y, por tanto,
esencialmente, la unidad de ambas fases, es así mismo y no menos esencialmente, la
separación de estas fases y la sustantivación de la una con respecto a la otra. Ahora bien,

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como están conectadas entre sí, esta sustantivación de dos momentos que se integran sólo
puede manifestarse violentamente, como [un] proceso destructor”. (Carlos Marx. Teorías de
la Plusvalía. México. Fondo de Cultura Económico. 1980. 9. 461). Casi un siglo después,
Keynes hizo observaciones similares sin haber leído a Marx. La ley de Say es agitada por los
economistas burgueses para demostrar cómo el capitalismo no puede tener una crisis en
tiempos de boom y la olvidan sigilosamente cuando regresan los malos tiempos.

¿Es el dinero neutral?

El dinero no es neutral con relación a algo separado llamado economía real. Que el dinero es
“neutral” era la postura monetarista para justificar el horrible experimento de la economía
británica en los años ochenta (y también después de 1973 por el torturador Pinochet en Chile).
La proposición monetarista de esta teoría era: “Reducid la oferta monetaria y no ocurrirá nada
en la economía real”. Los niveles de desempleo no se verán afectados. Después de todo
siempre tendríamos una plena utilización de recursos bajo el capitalismo. Estas ideas absurdas
demostraron lo que son, una estupidez, pero una tontería útil para el rico y el poderoso.
Tomemos la objeción más obvia: reducir la oferta monetaria significa que los tipos reales de
interés subirán. Esto tendrá un efecto en la economía real, todo correcto. Preguntemos a un
propietario endeudado hasta el cuello. Preguntemos a un empresario que necesita un préstamo
para que su negocio no se hunda. Que el dinero sea “neutral” o tenga efectos reales en la
economía es una cuestión de debate entre los keynesianos, los demás “realistas” (los que
piensan que no es neutral) y los ideólogos neoclásicos.
La no neutralidad del dinero también es una afrenta a la naturaleza esencialmente eterna del
equilibrio neoclásico. Para los economistas neoclásicos tradicionales el dinero es un “velo”.
Apartad el velo y podréis ver la realidad que hay debajo. Para nosotros, los marxistas, no es
una realidad subjetiva separada del “velo” del dinero. El velo es parte de la realidad. ¿Es
capital monetario? ¿Son la maquinaria y los medios de producción capital real? Las dos son
sólo formas en las que se presenta el capital en el proceso de circulación. El capital es en
esencia una relación entre las personas.
Para los economistas posteriores a Ricardo es todo lo contrario, el dinero es una “unidad
numérica”. En esto siguen los pasos del maestro. Ricardo comenzó su análisis del papel del
dinero de la misma manera que Marx: “Ricardo determina primeramente el valor del oro y la
plata, así como el de todas las demás mercancías, con arreglo al ‘quantum’, de tiempo de
trabajo en ellas objetivado. En ellos en tanto que son mercancías de un valor determinado,
están medidos los valores de todas las demás mercancías… En cuanto Ricardo se desvía de la
marcha lineal de su exposición para girar hacia la opinión contraria, se vuelve hacia la
circulación internacional de los metales preciosos y embrolla así el problema con la
introducción de consideraciones extrañas”. (Contribución a la crítica de la economía política.
Madrid. Editorial Comunicación. 1978. pp. 205-206).
Marx después demuestra, partiendo de las mismas suposiciones, que Ricardo se desvía de los
problemas de la balanza de pagos adelantando lo que hoy en día llamamos la teoría
cuantitativa del dinero. Esta teoría sugiere que el dinero sólo es bombeado por el gobierno. Si
la oferta monetaria se duplica el único efecto será que con cada unidad de moneda se compra
la mitad del producto nacional que se compraba antes. El dinero es visto como un “añadido”
al sustrato de la “economía real”.
“Ricardo no aborda la conexión de este trabajo con el dinero o que esto deba asumir la forma
de dinero. Por lo tanto, fracasa totalmente a la hora de abordar la relación entre la
determinación del valor de cambio de la mercancía por el tiempo de trabajo y el hecho de que
el desarrollo de las mercancías necesariamente lleva a la formación de dinero. De ahí su teoría
errónea del dinero”. (Teorías de la Plusvalía. Vol. III. p. 164). Esto es extremadamente

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importante cuando vamos a tratar el llamado problema de la transformación. La escuela post-
ricardiana ha impuesto el concepto del dinero de Ricardo en el análisis de Marx.
Para los marxistas el dinero es una indicación de que la economía no es una serie de
ecuaciones simultáneas. Las transacciones monetarias introducen la noción del tiempo en la
economía. El tiempo real es el enemigo mortal del equilibrio estático. Eso significa que las
transacciones económicas, siempre en dinero, son desordenadas y nunca siguen unos patrones
predecibles. Esta es una parte esencial de nuestra crítica de la “solución” post-ricardiana al
llamado problema de la transformación (ver esa sección). La economía marxista es en esencia
dialéctica, una economía que no está en equilibrio.

VI PARTE

El debate sobre el cálculo socialista

Desai plantea este debate que surgió en el período de entreguerras, en él se trataron algunas de
las cuestiones económicas fundamentales de debate entre nosotros, los socialistas, y los
seguidores del capitalismo. Él nos hace un resumen adecuado. Como es probable que los
temas no sean familiares para muchos lectores merece la pena tratarlos de nuevo.

El caso del capitalismo

El debate sobre el cálculo socialista fue normalmente considerado a principios de 1920 con un
desafío a los socialistas lanzado por el economista de derechas austriaco von Mises. Según él,
en una mancomunidad socialista el cálculo económico racional sería imposible.
Evidentemente, el cálculo racional para él es el resultado “óptimo” que bajo el capitalismo
produce una riqueza obscena y una espantosa pobreza, siguiendo el óptimo de Pareto que
hemos tratado en la sección dedicada al equilibrio.
“Sin cálculo, la actividad económica es imposible. Como bajo el socialismo el cálculo
económico es imposible, bajo el socialismo no puede existir actividad económica en nuestro
sentido de la palabra, por no hablar de producción racional. En ausencia de racionalidad, la
producción no puede ser conscientemente económica”. (Socialism. p. 119).
Intentaremos parafrasear lo que para él era un problema. El socialismo, por definición,
implica la propiedad social de los medios de producción. Supongamos que los socialistas
toman primeramente el poder en Túnez. Todos los trotskistas saben que no se puede construir
el socialismo en un solo país, pero debes empezar en alguna parte y la lucha de clases
nacional tiene su propio ritmo e impulso. En nuestro ejemplo ficticio, Túnez será el país
donde primero se rompa el poder del Capital. Túnez es un país pequeño y pobre, suponemos
que nuestros socialistas aceptarán el hecho de que necesitan alcanzar y sobrepasar a los países
capitalistas desarrollados tan rápidamente como sea posible. Para conseguirlo decidirán
entablar relaciones comerciales con el mundo capitalista, siempre que se lo permitan. (Parece
que a la parte no marxista ni socialista del debate se le ha ocurrido que si la democracia no
favorece a los capitalistas entonces éstos se librarán de ella. Ahora puede parecer extraño pero
no lo era en la época de Hitler y Mussolini). Naturalmente los socialistas tunecinos conseguir
los mejores acuerdos en el comercio exterior.
Consideremos uno de los medios de producción: la tierra. Los socialistas reducirán la elección
a sólo dos puntos: pueden plantar uvas para exportar o construir campos de golf para el
desarrollo turístico. Los socialistas tunecinos tienen una necesidad ¿Cómo extraerán el
máximo beneficio posible de los bolsillos de las naciones capitalistas ricas? Estamos

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asumiendo que los tunecinos no juegan al golf ni beben vino. Según von Mises no hay manera
de conocer el uso más productivo de la tierra.
Bajo el capitalismo los medios de producción, incluida la tierra, serían propiedad privada. Los
capitalistas ansiosos por cubrir el país de campos de golf pujarán por su uso. Lo mismo
ocurrirá con los que quieran convertir el país en un gran viñedo. Los que puedan conseguir
más dinero de los extranjeros serán capaces de pujar más alto que los otros. Así es cómo
consigues un comportamiento racional y optimizado bajo el capitalismo. No sólo el
consumidor tiene la soberanía de poder votar con sus libras (gastar su dinero) en un
referéndum continuo y grande. (Gracias, Enoch Powell, tory, defensor del capitalista y racista,
por esa analogía. ¿Pero no observaste que en el mercado algunas personas tienen más votos
(es decir libras) que otros?) También necesitas un mercado en el que no se despilfarren los
factores de producción. Si suprimes ese mercado a través de la propiedad social tendrás caos
económico.

La respuesta socialista

Los socialistas que aceptaron ese desafío, con la única excepción de Maurice Dobb del
Partido Comunista Británico, no se consideraban marxistas. Todo lo contrario, estaban todos
ansiosos por demostrar que la causa del socialismo podía ser respetable en los términos de la
economía del bienestar. Ellos defendían una sociedad donde los medios de producción son
propiedad pública pero que continúa siendo un mercado de bienes de consumo y un mercado
laboral (los trabajadores trabajan a cambio de salarios). Técnicamente, esto no es socialismo
en el sentido marxista, sino que se puede considerar como una sociedad en transición al
socialismo.
La respuesta final, conocida como la solución Lange-Taylor por los dos economistas
responsables de su formulación, fue muy admirada y presentada como una victoria en el
famoso debate. Bergson, en un artículo de 1948, opinaba lo siguiente: “Parece existir un
acuerdo general en que el argumento desarrollado por el propio Mises no tiene... demasiada
fuerza”. (Socialist Economics. p. 412).
En general, Lange, Taylor y sus seguidores sugerían que los administradores de las empresas
de propiedad social deberían utilizar los llamados ‘precios sombra’ para intentar remedar las
fuerzas del mercado a través de lo que ellos describían como un proceso de “prueba y error”.
Aunque ellos no lo previeran, se podía ver claramente que lo que hacían era partir de los
“precios” dados por el capitalismo ajustándolos lo necesario. Por ejemplo, ellos apartaban una
suma para la renta, incluso aunque no hubiera terratenientes. Así mismo, cobraban un interés a
las empresas de propiedad social, aunque, como comenta Samuelson: “nadie necesariamente
cobra intereses de ellas”. Este procedimiento garantizaría que las empresas “realmente” en
quiebra no fueran una carga para el resto de la mancomunidad social. Aunque Lange y los
otros socialistas fueron criticados por sugerir de esta manera los ‘precios sombra’, nos parece
más realista que el procedimiento del subastador que hace aparecer una serie de precios en
equilibrio como afirma la teoría walrassiana. ¡Al menos los administradores de fábrica, a
diferencia del subastador, realmente existen!
Esta forma de fijar los precios fue criticada por los oponentes al socialismo y debemos
preguntarnos ¿por qué? Trataremos la teoría neoclásica del capital con más detalle cuando
discutamos la crítica del capital de Crambridge en la sección sobre el precio de los bienes de
capital. Como hemos visto en la sección sobre el equilibrio, la economía neoclásica difiere
totalmente del marxismo, empezando en el consumo y no en la producción. Naturalmente
ellos consideran en primer lugar los factores que determinan el precio de los bienes de
consumo. Los factores que determinan el precio de los bienes de capital vienen un poco
después. ¿Para un consumidor qué es la utilidad marginal de un edifico fabril o de una
maquina elevadora? Sólo que contribuyen al precio (“valor”) de los bienes de consumo que

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ayudan a producir. De este modo, la teoría austriaca del capital, de la que von Bohm Bawerk
fue su principal teórico, básicamente “imputaba” el valor de los bienes de capital a los bienes
de consumo a los que contribuían. (Bohm Bawerk, como veremos, fue un economista
neoclásico y crítico de Marx en el problema de la transformación que discutiremos más tarde).
Ahora bien, si el valor de los bienes de capital es sólo interpretado lejos de los bienes de
consumo, en lugar de ser un factor objetivo determinado por el tiempo de trabajo
materializado necesario para su producción, entonces ¿cuál es el problema de los
administradores de las empresas socialistas para realizar una evaluación subjetiva?
El socialismo fue acusado y presentado como un problema destinado a resolver millones de
ecuaciones.
Esto era imposible y Lange respondió de esta manera. “Las únicas ‘ecuaciones’ que tendrían
que ser ‘resueltas’ serían las de los consumidores y administradores de la producción. Son
exactamente las mismas ‘ecuaciones’ que son ‘resueltas’ gastando su ingreso cuando han
sacado de él la utilidad total máxima; y los administradores de producción las ‘resuelven’
encontrando la combinación de factores que minimizan el coste medio y la escala de
producción que iguala el coste marginal y el precio del producto. Las ‘resuelven’ por el
método de prueba y error, haciendo (o imaginando) pequeñas variaciones en el margen, como
solía decir Marshall, y observando que efectos tienen estas variaciones sobre la utilidad
marginal o sobre el coste de producción. Y sólo unos pocos de ellos están graduados en
matemática superiores. El profesor Hayek y el profesor Robbins ‘resuelven’ al menos cientos
de ecuaciones diariamente, por ejemplo, al comprar un periódico o al decidir qué comer en un
restaurante, y presumiblemente no utilizan ni determinantes ni jacobinas para ese propósito.
En cada empresario que contrata o da de alta a un trabajador o que compra una bala de
algodón también ‘resuelve ecuaciones’. Exactamente el mismo timo y variedad de
‘ecuaciones’, ni menos ni más, tienen que ser ‘resueltas’ en la economía capitalista,
exactamente las mismas personas, los consumidores y los administradores de las plantas de
producción tienen que ‘resolverlas’”. (On the Economic Theory of Socialism. Pp. 88-89).
Los administradores socialistas deberían asignar precios al coste marginal, como se supone
ocurre en un mercado competitivo. Después recrearían la felicidad de la economía óptima de
Pareto dentro del socialismo.

Los problemas con la respuesta

Según Maurice Dobb la victoria socialista fue pírrica. (Pirro fue un general heleno cuyas
“victorias” eran tan costosas que parecían derrotas. Él solía decir: “una victoria más de este
tipo y estamos inacabados”).
Una rama positiva del ataque socialista a la ideología capitalista fue la que explicaba que el
óptimo de Pareto no tenía sentido como guía real de la felicidad humana. Además los
socialistas plantearon todos los argumentos de por qué la economía capitalista real nunca
podía aproximarse al modelo idealizado que aparece en los libros de texto de economía. Esto
se debe a las inviolables imperfecciones del mercado, como son el monopolio, los factores
externos positivos y negativos con las características de bienes públicos (ver la sección sobre
el equilibrio para una explicación más amplia). Y donde fallan los mercados es correcto que el
estado socialista intervenga.
La lista 1939 con ejemplos de fracasos de mercado que hizo Dickinson (en Economics of
Socialism), por ejemplo, incluye casos donde el aumento del consumo aumentaría el bienestar
social en su conjunto; donde los servicios no se malgastarían si se proporcionaran gratis; y
donde los servicios gratuitos no compiten con las mercancías comercializadas. Todas las
necesidades básicas deberían ser proporcionadas gratuitamente como un derecho. Las
necesidades colectivas deben estar garantizadas porque son consumidas en común (bienes
públicos), mercancías donde el disfrute individual está unido al de los demás, por ejemplo, las

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líneas telefónicas. No es muy bueno ser la única persona en una ciudad con teléfono. Tu
interés es que todo el mundo tenga también teléfono, así puedes hablar con tanta gente como
sea posible. ¡De este modo les animarías a que estén conectados! (Esto se denomina efecto
red. Significa que si las empresas telefónicas han cobrado el coste marginal a los
consumidores para que instalen teléfonos aún no tendríamos una red nacional de teléfonos).
La lista es imprecisa, pero la intención era clara. Dickinson, después de todo estaba haciendo
una contribución al debate teórico, no un manifiesto. Grandes sectores de la vida económica
no debían estar bajo la tutela del mercado y debían ser gratuitos, ¡eso era lo más “eficiente”!
Estos ejemplos de fracasos del mercado son reconocidos todos como “excepciones” o
“imperfecciones” en la literatura económica burguesa. Por supuesto, son tan dominantes que
convierten la búsqueda del Santo Grial en una bagatela comparada con la caza del óptimo de
Pareto. No sólo hacen que la economía del bienestar sea algo imposible de conseguir, también
demuestran que cualquier equilibrio que la economía pueda alcanzar no puede ser
considerado óptimo en ningún sentido útil.
Los socialistas atacaron la economía del bienestar calificándola de apologética sin sentido.
Después la reintegraron como una ley para los administradores de las empresas de propiedad
social. Pero no había límites a la regla de poner el precio al coste marginal.

El caso de la inversión

La tasa de inversión, estaban de acuerdo, se decidiría democrática, no “automáticamente” por


la oferta del ahorro y la demanda de fondos de inversión, como creen los capitalistas que
ocurre bajo el capitalismo. Dobb ha planteado continuamente esta cuestión.
El trabajo de 1994 de Stiglitz, Whither Socialism?, extiende la discusión sobre las decisiones
de inversión que eran parte del debate original. Los socialistas distinguían entre la
incertidumbre primaria (incertidumbre como la que depara el futuro) y la incertidumbre
secundaria. Esta última forma de incertidumbre existe porque un capitalista no sabe lo que va
a hacer otro capitalista. Por ejemplo, él podría no estar dispuesto a invertir hasta que conozca
lo que van a hacer los demás para expandir la producción, de este modo, proporcionarían un
mercado para las mercancías de su empresa. El socialismo no puede hacer nada con la
incertidumbre primaria, por ejemplo, con el tiempo atmosférico, pero sí puede unir en un plan
las decisiones no coordinadas de los “átomos” económicos individuales. Con la publicación
de un plan, la autoridad planificadora da a los propietarios privados residuales o
administradores aislados de las empresas socialistas una guía clara de cómo podría, de manera
prudente, extender la producción e invertir en el futuro. Acabar con los cuellos de botella
impuestos por la incertidumbre secundaria.
Incluso los socialistas de entre guerras, influenciados como estaban por las concepciones
neoclásicas, estaban de acuerdo en que el nivel de inversión debería estar determinado por el
estado. Stiglitz también está de acuerdo. “De este modo, en lugar de ser un mecanismo para
coordinar las decisiones de inversión, la economía de mercado parece proporcionar incentivos
que ponen obstáculos a la coordinación”. (Whither Socialism? P. 17).
Las inversiones individuales más grandes también estarían sujetas a un proceso democrático
de toma de decisiones. Después, habría una redistribución hecha por el gobierno, de los ricos
a los pobres, y una amplia provisión gratuita. El debate había demostrado los límites del
laissez faire (y su capa ideológica de invisibilidad, la economía del bienestar) como una guía
para la política de la reconstrucción socialista de la sociedad. Pero esto debería haber sido
obvio desde el principio.
Los socialistas, en absoluto, pensaban que la planificación de la economía podría ser un
proceso de cálculo frío simple.

35
El caso trotskista

“Si existiera una mente universal, como la que se proyectaba en la fantasía científica de
Laplace, una mente que pudiera registrar simultáneamente todos los procesos de la naturaleza
y de la sociedad, medir la dinámica de su movimiento, prever los resultados de sus reacciones
recíprocas, podría, por supuesto, trazar a priori un plan económico perfecto exhaustivo,
empezando por el número de acres de trigo y terminando con el último botón de los
chalecos...” Está claro que el autor piensa que tal mente no existe. Y que la planificación
inevitablemente será un asunto más exitoso o fallido incluso con la implicación de la masa de
la clase obrera. El autor es León Trotsky, criticando los excesos del primer plan quinquenal de
Stalin (La economía soviética en peligro, p. 113). Leyendo esta obra de 1932, está claramente
influenciado por el panfleto de su compañero Christian Rakovsky, The Five Year Plan in
Crisis. Rakovsky, escribiendo desde dentro de Rusia en 1930, insistía en que el Plan de Stalin
era, en muchos aspectos, desordenado. La cita de Trotsky fue cogida por Abba Lerner e
incluida en el debate, presumiblemente como un clavo para el servil estalinista de Maurice
Dobb.

Segundos pensamientos de los defensores del capitalismo

Los apologistas del capitalismo también hicieron un giro. Von Mises comenzó en 1920
afirmando que el socialismo era “imposible”. Su colega von Hayek argumentó que el
socialismo era imposible debido a los problemas de cálculo ya que el socialismo era
“complejo” de conseguir. En otras palabras, se estaba apropiando del argumento de Trotsky.
Hayek defendía que: “Mises utilizó originalmente una declaración algo floja diciendo que el
socialismo era imposible, aunque él quería decir que el socialismo hacía imposible el cálculo
económico”. (Nature and history of the problem. pp. 36-37). La razón de la vuelta atrás podría
encontrarse en acontecimientos externos. La infantil República Soviética de 1920 debía
parecer un observador hostil (e incomprensible) y Mises ansiaba su muerte. Quería bailar
sobre su tumba.
Sus celebraciones sin embargo fueron prematuras. En 1935 el mundo capitalista estaba en
grandes aprietos mientras Rusia parecía levantar cabeza. ¿Cómo podría aceptar eso Hayek?
“La excelencia desde un punto de vista tecnológico, de algunas partes del equipamiento
industrial ruso, que es lo más impactante para el observador casual y es considerado
comúnmente como una prueba de éxito, tiene poco significado para la respuesta de la cuestión
central”. (The present state of the debate, p. 209). ¡Cuando los hechos se interponen a una
buena teoría, ignora los hechos! Además, en su ansiedad por esquivar y evitar el ataque de los
socialistas, Hayek termina despreciando la crítica “devastadora” del socialismo que se supone
estaba defendiendo.
La obra de Hayek cada vez se aleja más de la noción de equilibrio y ahora es considerada
como la cota más elevada de los pensadores socialistas. Los socialistas, decía: “tienen una
excesiva preocupación por los problemas de la teoría pura del equilibrio estacionario”.
(Socialist, calculation, the competitive solution. p. 131). Maurice Dobb, del Partido
Comunista, había hecho una crítica anterior en unos términos casi idénticos (Political
economy and capitalism). Esto resulta más irónico porque toda la teoría del equilibrio general
ya se había desarrollado, como hemos visto, como una catedral elaborada a partir de
conceptos diferentes para justificar el capitalismo.
En cambio, Hayek insistía en la economía como un proceso dinámico y no en estado de
equilibrio. Las conquistas reales de los niveles de vida no vinieron de los estados de equilibrio
defendidos por el bienestar optimizado, sino del dinamismo de los empresarios. Gracias a la
búsqueda del caldero de oro al final del arco iris, ellos consiguen hacer avanzar la economía.
Las conquistas en la productividad fueron los beneficios reales del bienestar en el capitalismo.

36
Todo esto suena como un profesor de derechas de marxismo. ¿Puede ser que el fundador de la
escuela austriaca de economía moderna fuera León Trotsky?

La obsolescencia del mercado

Desai llega a la misma conclusión que nosotros, que el debate realmente demostraba los
límites de la economía neoclásica del bienestar. “En 1940 Hayek intentó señalar con paciencia
que esta ‘solución’ no resolvía ninguna de las dificultades de la vida real. Por ejemplo, las
mercancías fabricadas por adelantado y compradas ‘fuera del estante’ podrían ser tomadas en
consideración para obtener las curvas de la oferta y la demanda. Pero los productos grandes y
voluminosos barcos, grandes máquinas tenían que ser encargados y no tenían curvas de
oferta y demanda… O que los administradores de fábricas deberían tratar los precios tal como
vienen, esto no clarifica nada. Pero el sistema walrasiano no hurgaba en cuestiones tan
concretas. Fue la ausencia de realismo de la economía matemática, aclamada como la cumbre
de la conquista de la escuela marginalista, lo que demostró la ruina de la crítica liberal del
socialismo”. (Marx’s revenge. p. 195). Aquí Desai está citando casi palabra por palabra la
contribución de 1940 de Hayek en Socialist Calculation: the Competitive Solution.
Meghnad no tiene idea de cuales son los puntos que Hayek está atacando y con los que está de
acuerdo. Parece también no ser consciente de que Hayek no sólo está desarrollando una crítica
de la economía del bienestar. También está demostrando la obsolescencia del mercado, del
cual la economía neoclásica es un modelo idealizado. Por eso el mundo está preparado para el
socialismo. El hecho de que el mercado ya no domine grandes partes de la vida económica fue
la verdadera lección del debate.
Con Hayek la escuela austriaca estaba reinventándose como tendencia inconformista de
derechas dentro de la economía burguesa. Esto no ha sido siempre así. Lavoie, simpatizante
de su causa, admite lo siguiente en un artículo: “La mayoría de las historias del pensamiento
tratan la tradición austriaca de la economía como una rama de la economía neoclásica paralela
a los ramas marshalliana y walrasiana, parece que esta fue la idea de los economistas
austriacos en el momento del debate”. (Rivalry and central planning. p. 6). Hayek cooptó
parte del argumento marxista sobre la dinámica y el equilibrio económico como una ilusión o
en el mejor de los casos lo utilizó como una defensa del capitalismo.
Los economistas firmes en la tradición neoclásica como Arrow y Debreu demostraron que sin
información perfecta un equilibrio no necesitaba ser óptimo. ¡Pero la información perfecta es
imposible! En cualquier caso ¿cómo la descubrimos en un mundo donde no podemos saber
todo de forma certera? Sólo avanzando a tientas, haciendo algo y viendo lo que ocurre.

La contribución de Nove

Esta idea parece haberse convertido en la nueva ortodoxia. Defiende que el socialismo es
imposible por la profunda complejidad de la economía. El libro de Alec Nove, The
Economics of Feasible Socialism, refunde el debate. Nove afirma que existían 12 millones de
mercancías en la Rusia estalinista. ¿Cómo sobre el planeta podría existir un plan que hiciera
funcionar las interrelaciones de cada una de los 12 de millones de mercancías? La chapucería
burocrática era inevitable. “La economía no se puede planificar y dirigir como ‘una oficina de
correos’. No sólo es una cuestión de técnica contable-aritmética, como parecía imaginar
(antes de 1918) ingenuamente Lenin... En la URSS de esta época” (1983 – MB) “había 12
millones de productos diferentes identificables (en desacuerdo con los tipos específicos de
cojinetes de bolas, diseños de ropa, tamaño de zapatos marrones y otras cosas por el estilo).
Hay cerca de 500.000 establecimientos industriales más, por supuesto, miles de empresas de
construcción, empresas de transporte, granjas colectivas y estatales, tiendas al por mayor y al
detalle”. (Economics of Feasible Socialism. p. 33).

37
Nove ha encontrado respuesta en una pequeña nota colgada en Internet por L. Proyect
(Computers and Alec Nove’s market socialism). Nove no era un experto en computerización,
yo tampoco lo soy pero sí Proyect. “He trabajado como analista de sistemas, administrador de
base de datos y con programadores informáticos desde 1968, estoy asombrado porque Nove
no reconoce que este tipo de tareas hace ya mucho tiempo que fueron relegadas por la
automatización a gran escala... Por ejemplo, un sistema que puede automatizar el ensamblaje
y el subensamblaje de partes y componentes es conocido en mi negocio como la aplicación de
las bases de datos a un ‘programa de materiales’. Eso permite a los administradores seguir la
pista de qué partes son necesarias para juntarlas en un automóvil, un motor de avión, un
ordenador central, etc...
“Fui ganado para el socialismo el mismo año en que me convertí en programador informático.
Siempre solía insistir a mis compañeros en que parecía que los ordenadores (en aquellos días
los IBM 360) hacían el socialismo objetivamente posible por primera vez en la historia. Nada
más, esta convicción sólo se ha ido profundizado aunque el socialismo burocrático haya
entrado en crisis o desaparecido.
“Creo que la idea de Lenin es más correcta que nunca y se ha modificado de la siguiente
manera. ‘El capitalismo ha simplificado el trabajo de contabilidad y control, lo ha reducido a
un sistema comparativamente sencillo de contabilidad que cualquier persona alfabetizada
puede hacerlo con un ordenador’”.

Stiglitz

Los economistas posteriores se han ganado el sustento explorando las consecuencias de la


actividad económica en un mundo de información imperfecta y reparto desigual. Uno de estos
es Joseph Stiglitz, que los lectores pueden conocer porque fue economista jefe del Banco
Mundial. Después descubrió el pastel de las instituciones financieras internacionales en libros
como Globalisationand its Discontents. Stiglitz escribió un libro en 1994 que era una especie
de contribución tardía al cálculo del debate socialista. Aunque el libro se titulaba Whither
Socialism?, no está dirigido principalmente contra los proponentes de entreguerras de la causa
socialista. Más bien está escrito para explorar los límites de la moderna economía del
bienestar. “El primer teorema fundamental (de la economía del bienestar) afirmaba que toda
economía competitiva era eficaz en el bienestar” (Whither Socialism?. p. 27). “El segundo
teorema afirmaba que cada cuota eficiente-Pareto se podría alcanzar a través de la utilización
de los mecanismos de mercado”. (Ibíd., p. 45). Los dos teoremas fundamentales son
denominados por Stiglitz como el “modelo estándar”. ¿Por qué es una crítica de los
socialistas? Porque ellos imitaban un mercado para producir un óptimo “socialista” de Pareto,
Stiglitz correctamente los identifica aplicando el modelo estándar al socialismo.
El principal propósito de Stiglitz es investigar cómo condiciones de obstinada incertidumbre y
también de información asimétrica, encapsuladas en lo que él llama el teorema de Greenwald-
Stiglitz, afectan a los resultados económicos. La información asimétrica significa que un
negociador sabe más que el otro. Stiglitz cita lo más apropiado para estos casos: ‘No querría
comprar algo a alguien que está dispuesto a vendérmelo a mí’. Stiglitz no tiene idea de que al
regatear el proceso está demostrando nuestra idea central, que las relaciones de mercado cada
vez son más obsoletas. Es el momento de su sustitución por la planificación consciente de la
economía y nuestras vidas.
De manera sorprendente, Stiglitz plantea la cuestión de los incentivos como una objeción
importante al socialismo. Por supuesto los anti-socialistas habían mencionado en el debate
entreguerras el problema de comprometer a los administradores socialistas en la optimización
del bienestar social como un conjunto más que en perseguir sus propios intereses. Las bases
teóricas de esta creencia parecen no ser otra cosa que una comprensión pesimista de la
“naturaleza humana”.

38
La propuesta de Stiglitz de incentivos está un poco más matizada que en la primera
generación de antisocialistas, para quienes se trataba de algo secundario después de su
principal argumento sobre la racionalidad económica. Los antisocialistas no desarrollaron este
punto, presumiblemente porque pensaban que era algo obvio en la “naturaleza humana” que
los administradores de las empresas de propiedad social saquearían si podían los recursos
públicos. Para que este fuera un argumento revelador contra el socialismo, tendrían que
convencernos de que esto no puede ocurrir bajo el capitalismo.

La propiedad y el control

Los socialistas, por su parte, parecen haber partido de la idea no demostrada de que el
capitalismo entreguerras había conseguido desarrollar la separación de la propiedad y el
control. Esta idea fue confirmada por los estudios empíricos de Berle y Means al final de la
década (The modern Corporation and Private Property). Demostraron que los
administradores que podían tener una cantidad relativamente pequeña de acciones de sus
empresas, las gestionaban en interés de los accionistas ausentes. A partir de la separación del
control y la propiedad, se planteaba la posibilidad consecuente de que los administradores
siguieran sus propios intereses en lugar de “maximizar el valor de las acciones’, como una
realidad del capitalismo moderno.
El argumento contrario, planteado por los defensores de la escuela ‘anglosajona’ del
capitalismo, es que la lealtad de los administradores a la ‘maximización del valor de la acción’
se puede garantizar convirtiéndoles en accionistas. Esta fue la justificación para el invento de
las opciones de compra de los ejecutivos.
La posición marxista fue desarrollada por Lenin en su libro El imperialismo, fase superior del
capitalismo, cuando explicaba que la “democratización del capital” (a través de la extensión
de la propiedad de acciones) “es en realidad una de las formas de incrementar el poder de la
oligarquía financiera”. (El imperialismo... p. 45). Los marxistas no niegan la separación de la
propiedad y el control demostrada por la investigación de Berle y Means. Ellos lo defendían
como una tendencia de décadas antes de que su trabajo empírico estuviera disponible.
Consideraban esta tendencia como un signo del parasitismo cada vez mayor de la clase
capitalista. Pero rechazaban las interpretaciones de los datos que intentaban demostrar que la
posesión de acciones se estaba convirtiendo en un proceso “democrático” o que como
resultado de ello el capitalismo había conseguido superar sus apuros.
La separación de la propiedad y el control se venía observando desde hacía décadas, como se
puede ver en la cita de Shaw en la sección sobre el problema de la transformación. Esto no
significaba que no existiera un conflicto potencial entre los propietarios y los administradores
socialistas, pero el problema no estaría más arraigado en la transición hacia la propiedad
socialista, donde los administradores seguirían las reglas dictadas por la economía del
bienestar. Ninguno de los participantes socialistas planteó la cuestión del control obrero como
un control de los irresponsables administradores inclinados a la gestión burocrática. Esto, en
nuestra opinión, fue una debilidad grave.
Pero la crítica de Stiglitz no es más aplicable a la solución Lange-Taylor que al capitalismo.
“La aceptable distribución social (o deseable) de la riqueza casi inevitablemente implica una
separación de la propiedad y el control, llevando al mismo tipo de problemas de incentivos
para las economías de mercado que están asociadas con economía de no mercado”. (Whither
Socialism, p. 63).
Fuera de la arena de la economía ortodoxa se ha entendido bien, y está firmemente de acuerdo
con el sentido común, que la mayoría de los participantes en una empresa que genera
beneficios no tienen otro incentivo que maximizar el valor de las acciones. Estos
“participantes” son llamados trabajadores. Aquí está Herbert Simon: “La mayoría de los
productores son empleados, no propietarios de las empresas... Vistos desde la posición

39
ventajosa de la teoría clásica, ellos no tienen razón para maximizar los beneficios de las
empresas, excepto en la medida que ellos puedan estar controlados por los propietarios...
Además no hay diferencia en este aspecto entre las empresas maximizadoras de beneficios,
las organizaciones sin beneficio y las organizaciones burocráticas... La conclusión es que las
organizaciones motivadas por los beneficios serán más eficaces que las organizaciones que no
siguen en una economía organizativa de las presunciones neoclásicas”. (Citado en Stiglitz –
The Roaring Nineties, pp. 284-285).

Aventajados e intrusos bajo el capitalismo

La cuestión de las opciones sobre acciones para unificar los intereses de los administradores
con los de los propietarios fue un enorme escándalo en casos como el colapso de Enron,
donde los “aventajados” abandonaron la casa en ruinas con sus fortunas intactas mientras que
los accionistas externos, incluida la fuerza laboral, se quedaban arruinados. Stiglitz critica esto
en su libro, The Roaring Nineties. “Estas actividades de los ejecutivos jefes no parecía ser en
interés general. Las críticas eran correctas y las teorías del ‘fracaso del mercado’ ayudaban a
explicar por qué. Entre los ‘fracasos de mercado’ a los que nuestra investigación prestó
atención estaban los asociados a los problemas de representación, problemas donde una
persona tiene que actuar en nombre de otra. Debido a la información imperfecta a menudo es
difícil garantizar que un agente haga lo que se supone debe hacer y debido al fracaso de
alinear incentivos es con frecuencia la causa que él no tiene”. (The Roaring Nineties. p. 14).
Las consecuencias en el escándalo Enron y la estafa contable que lo acompañó, son tratados
en la página 126: “Las opciones sobre acciones que realmente se practicaban no
proporcionan demasiado incentivo para hacer ese tipo de cosas que aumentarían el valor a
largo plazo de la empresa. Las opciones sobre acciones significan que el salario del ejecutivo
depende de los precios de las acciones a corto plazo, y en el corto plazo era más fácil mejorar
la apariencia de los beneficios que aumentar los beneficios reales”.
La cuestión a tener en cuenta es que ninguna de las críticas de Stiglitz está dirigida al
socialismo marxista. Pretendía ser una crítica de un modelo que intenta defender el socialismo
en términos de la economía del bienestar burguesa y que reduce el proceso de planificación a
una cuestión de administradores, bajo ningún control obrero, aplicando las reglas del coste
marginal de los precios.
Stiglitz estaba más preocupado con que los administradores no conocieran donde residían los
verdaderos intereses de la empresa socializada, debido a su inevitable ignorancia, que con la
primera idea de que: “todos estaban dispuestos a dejarse sobornar”. En realidad Stiglitz da una
idea sombría de cualquier forma de actividad económica. Nosotros siempre nos chocaremos
en la oscuridad debido a la ausencia de conocimiento. Pero la competencia entre empresas nos
permite andar a tientas y seguir hacia adelante. Ese es su caso para el capitalismo.
En 1920 nos dijeron que era imposible el socialismo porque no era posible un cálculo
económico racional. Tres cuartos de siglo después Stiglitz todavía nos dice que el socialismo
es imposible. Pero ahora el cálculo económico racional, admite, no es posible bajo el
capitalismo. Pero al menos los capitalistas pueden ver su camino hacia algún tipo de concepto
de realidad externa, algún acuerdo de funcionamiento de la actividad económica. El
socialismo excluye esta forma de ceguera desnuda del hombre.
En realidad la obra de Stiglitz demuestra algo diferente de lo que pretende. En la página 35
dice que las relaciones de mercado con frecuencia son puramente formales. “Los campesinos
tienen un fuerte incentivo para vender sus granos en los mercados futuros, pero la mayoría no
se beneficia demasiado de esta oportunidad, y por buenas razones. Esos mercados están
dominados por cinco grandes empresas comerciales que tienen todo incentivo para estar más
informadas que los pequeños campesinos. (Whither Socialism?) También tiene mucho más

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músculo financiero. Debajo del barniz de intercambio “libre e igual” la realidad es una fuerza
económica bruta y bravucona.
Si las cinco empresas comerciales fueran expropiadas gracias a una revolución social
mundial, podrían comunicar, a través de las señales de los precios, a millones de pequeños
campesinos atomizados qué granos necesitan y en qué proporciones, de este modo
funcionarían dentro de un plan global. Por su parte, los pequeños campesinos necesitan no
temer ser estafados como les ocurre bajo el capitalismo.
Stiglitz demuestra en su análisis concreto que realmente los mercados se agotan. “El modelo
socialista de mercado y el modelo neoclásico fracasaron al no reconocer la importancia
de la interferencia entre los productores y aquellos que utilizan los productos producidos. El
mensaje central de estos modelos es que la comunicación entre los productores y los
consumidores puede limitarse a las señales de los precios, pero es fundamentalmente
errónea”. (Whither Socialism. p. 85). ¡En realidad eso es lo que ocurre en la planificación
democrática en una cáscara de nuez!

VII PARTE

El significado de los modelos de reproducción de Marx

Cuando Meghnad Desai llega a discutir este aspecto de la obra de Marx, es el terreno donde
su interpretación del “equilibrio” de la economía de Marx le lleva a un desvarío más serio. Él
pregunta: “Estamos describiendo una trayectoria a largo plazo que será de crecimiento si no
constante perpetuo y los ciclos serán sólo arrugas en el camino del crecimiento. Después de
todo, ha sido perpetuo aunque fluctuante el crecimiento del capitalismo durante los
últimos doscientos años, a largo plazo, son ciclos que no han afectado al sistema lo suficiente
como para quebrarlo. ¿Podríamos sostener que Marx (¡una vez más!) estaba equivocado y
entonces dar un mensaje optimista sobre el futuro del capitalismo en sus escritos?”
Pero la insinuación está ahí. “El Capital falla al ocuparse sólo de una historia de la dinámica
del capitalismo que de cualquiera de las maneras predice incluso con varias condiciones
adjuntas su caída final”. (Ibíd., p. 79). Y de nuevo: “Podría ser que Marx diera un
argumento mejor sobre la supervivencia a largo plazo del capitalismo y que sus detractores o
seguidores no la hayan dado crédito?” (Ibíd., p. 83).
En nuestra idea de los modelos de reproducción de Marx no podemos sino demostrar que el
capitalismo no durará eternamente o que finalmente colapsará. Sin embargo, hay un aspecto
importante en la comprensión de las leyes del movimiento del sistema.

El problema

En el primer volumen de El Capital, Marx explica que una mercancía tiene un valor de uso y
un valor de cambio. Para él, el valor de uso, su utilidad, es una condición previa para una
mercancía. ¡Nadie la comprará sino es útil! Pero el valor de una mercancía no está
determinado por su utilidad sino por el trabajo socialmente necesario para su producción. A
esto hay excepciones. Los diamantes y los discos de segunda mano tienen una oferta fija. En
esas condiciones, el precio está determinado por la demanda, determinado por cuánto se está
dispuesto a pagar. Pero estas condiciones no pueden explicar la forma en que, a través de la
actividad económica, reproducimos el material necesario. Para los marxistas, por supuesto, la
actividad económica no sólo produce y reproduce barritas de chocolate y hamburguesas,
también reproduce ricos y pobres, reproduce la relación entre el trabajo y el capital en una
sociedad dividida en clases.

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En el resto del primer volumen Marx se concentra en la producción de valor y plusvalía. El
primer volumen, después de todo, se subtitula: la “producción capitalista”. El segundo
volumen trata el “proceso de circulación de capital”. En la tercera parte del segundo volumen,
que es objeto de la atención de Desai, es donde Marx trata la “reproducción y la circulación
de capital social agregado”. La importancia de los valores de uso se reafirma una vez más
aquí. En el primer volumen a Marx le es indiferente si un capitalista individual produce
chocolatinas o barras colectoras. De cualquier manera para el capitalista su objetivo y
motivación es hacer dinero. Pero para un capitalista que produce productos electrónicos, es
importante que el número correcto de barras colectoras estén a disposición de sus trabajadores
para utilizarlas como materiales en la producción de bienes acabados. Las barritas de
chocolate en absoluto tienen ese propósito.
¿Cómo resuelve el problema? Fácil, planifica su fábrica, su “economía”. Podría jurar
perfectamente que el mercado libre es la única forma de gestionar la economía. No es tan
estúpido como para exponerse a sus rigores. No tropieza en el mercado laboral a las siete de la
mañana para ver si puede comprar barras colectoras (y todos los demás materiales necesarios
para sus trabajadores) a las ocho de la mañana. Garantiza que las tendrá por adelantado. Los
contratos a largo plazo son la norma en el suministro industrial, no los contratos “inmediatos”
tan admirados en los libros de texto de economía. Las dos partes negocian, llegan a un
acuerdo y por supuesto cooperan. A diferencia de los personajes de los libros de texto,
siempre con un ojo en búsqueda de la principal oportunidad y sin apartar la vista del otro, los
capitalistas son conscientes de su interdependencia mutua. (Estos puntos son enfatizados por
Stiglitz, como señalamos en la sección anterior. Creemos que la prueba de la dominación del
“mercado” es formal en el capitalismo moderno).
La mejor forma de garantizar que los suministros están a tiempo en un número correcto y con
el modelo correcto es, por supuesto, teniendo el control absoluto del suministrador. Si a los
grandes contratistas no les importa integrarse verticalmente dejando atrás a los pequeños
suministradores es porque su interdependencia es asimétrica. El pequeño suministrador es
más dependiente del gran contratista que el grande de la empresa pequeña. La gran empresa
puede explotar su poder. La gran empresa puede controlar lo que ocurre en la pequeña
organización. Estas cadenas de interdependencias e interconexión mutua son la madeja a
partir de la cual se pueden construir las relaciones básicas de la economía planificada.
Hemos dicho que tener la cantidad correcta de valores de uso, del tipo correcto y disponible
en el momento adecuado, es algo crítico para la reproducción de un capitalista y para el
sistema en su conjunto. ¿Pero quién decide esto? ¡Nadie! Bajo el capitalismo los empresarios
individuales deciden poner su dinero en barras colectoras, chocolatinas o en otro millón de
cosas, siempre que puedan hacer dinero. Si no se producen suficientes barras colectoras para
la fabricación de productos electrónicos, los capitalistas que las venden se encontrarán en una
situación de fuerza. Podrán fijar un precio elevado y con ello subir sus beneficios. Por
supuesto los superbeneficios serán una señal para otros capitalistas y querrán entrar en ese
sector industrial, con ello deprimen los precios y los beneficios, porque crean una fuerte
competencia. Pero este proceso lleva un tiempo. El capitalismo establece las proporciones
necesarias entre los valores de uso específicos a través de la escasez localizada y las
sobreproducciones.

¿La mano invisible?

El proceso que hemos descrito aquí sería resuelto, según los apologistas del capitalismo, por
la “mano invisible” incluida en los trabajos de Adam Smith. El argumento básico de Smith era
que la búsqueda del interés propio permitió florecer el mercado, que podía provocar
resultados óptimos para la sociedad cualquiera que fuesen las intenciones de los “átomos”
individuales en el mercado. “Él está en este, como en muchos otros casos, dirigido por la

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mano invisible para promover un objetivo que no formaba parte de su intención. Ni es
siempre lo peor para la sociedad que no forma parte de ella. Persiguiendo su propio interés
frecuentemente promueve que la sociedad sea más efectiva de lo que realmente pretendía”.
(Adam Smith. La riqueza de las naciones. P. 292). Entonces “lo que esperamos para la cena
no procede de la benevolencia del carnicero, fabricante de cerveza o panadero, sino de la
consideración de su propio interés. Nos dirigimos no a la humanidad, sino a su amor y nunca
habla a ellos de sus propias necesidades sino de sus ventajas”. (Ibíd. p. 22). Aunque citado
millones de veces como una defensa de las fuerzas del mercado, nadie se ha parado a ver
como se aplicaría esta imagen irreal de la vida en una de las primeras aldeas modernas. Más
que basarse en las impersonales fuerzas del mercado, la tabernera sabe exactamente quién va
a beber y cuantas pintas beberá esa noche. El panadero sabe quién se comerá todos los
pasteles. Su información se basa en el pasado precedente, chismes y frases informales, no en
las señales de los precios.
¿Deberían los capitalistas modernos intentar adivinar la demanda de su producto y
planificarla? En realidad lo hacen. Entra en cualquier librería bien suministrada y encontrarás
informes de mercado de Mintel y otras empresas, intentado prever la demanda en un sector
determinado de la economía. Los capitalistas encuentran útil desembolsar por ellos 300 libras.
Desgraciadamente, la investigación de mercado no es y no puede ser una ciencia. La razón es
que la demanda no es predecible porque el ingreso de las personas es incierto. Cualquier
sobresalto en la economía reduce los salarios de los trabajadores y por lo tanto la demanda. Su
demanda se mantiene a flote por lo que está ocurriendo en el resto de la economía, a que ellos
trabajan para suministrar mercancías y servicios que otros necesitan. En una economía
capitalista todos somos interdependientes, pero no somos capaces de ver cómo.

Los fisiocráticos

Marx se inspiró en su investigación del proceso de reproducción en la escuela del siglo XVII
de economistas franceses llamados fisiocráticos y, particularmente, en el Tableau Economique
(1766) de Quesnay. Resulta característico que sólo en el amanecer del capitalismo la
reproducción sea vista como un problema para cumplir todos los requerimientos materiales de
la producción en una sociedad anárquica y no planificada. Cuando el capitalismo se desarrolló
más tarde, comentaristas como Adam Smith ni pudieron ver la cuestión ni girar su atención
hacia la producción de beneficio. Smith se adelantó a los fisiocráticos en algunos aspectos.
Reconoció que la plusvalía se podía sacar en cualquier sector de la producción. Quesnay y sus
seguidores pensaban que sólo la agricultura creaba plusvalía. Esto se debía a que su
pensamiento reflejaba las condiciones de la Francia agrícola atrasada. Sin embargo, Marx
acusó a Smith de “retrogresión” (El Capital, Volumen II, p. 364) por abandonar la
investigación de los fisiocráticos y dedicarse a resolver el problema de la reproducción.

La contribución de Marx

En la tercera parte del segundo volumen de El Capital, Marx trata “La reproducción y la
circulación del capital social agregado”. En el volumen uno ya ha dividido el valor de una
mercancía en tres partes: capital constante (C), capital variable (V) y plusvalía (S). Cuando
los capitalistas dejan de gastar su capital constante, compran medios de producción. Cuando
el trabajador gasta el capital variable en forma de salarios, compra artículos de consumo.
Cuando el capitalista gasta la plusvalía que no ha sido reinvertida en la producción también
compra artículos de consumo. Por lo tanto, Marx dividía la economía en dos grandes
industrias: medios de producción y artículos de consumo. A diferencia de Smith y todos los
economistas posteriores, Marx no da por sentada la reproducción. No sólo asume que los
capitalistas encontrarán C en las cantidades correctas exactas y en el momento adecuado.

43
Tampoco da por sentado que los trabajadores siempre encontrarán los artículos de consumo
que quieren en el mercado. Para él, la reproducción es un proceso que el capitalismo debe
atravesar y que debe explicarse. Como es un socialista debe tener conocimiento de los
problemas que tienen las proporciones correctas en la planificación de la economía.

La reproducción simple

Su primera mirada al problema fue a una situación de reproducción simple. Este es un estado
donde la clase capitalista consume toda la plusvalía de manera improductiva. La producción
no se extiende al próximo ciclo de producción. El total C + V + S permanece inalterable.
Obviamente, esto sólo realmente ocurriría si el capitalismo estuviera en crisis. Pero este es el
caso más simple en el que se puede plantear el problema de la reproducción.
I C + V + S (medios de producción)
II C + V + S (artículos de consumo)
Concebimos que estos dos sectores sean como dos empresas gigantes. ¿Donde consiguen los
elementos materiales de producción que les permiten seguir produciendo a la misma escala?
El sector I puede conseguir capital constante en la empresa. Después de todo es el sector que
produce todos los C de la economía. Igualmente, el sector II puede proporcionar los
elementos de su propio (V + S) porque este sector produce todos los artículos de consumo. El
sector I tiene que conseguir su (V + S) del sector II y el sector II consigue su C del sector I.
De este modo, para que la reproducción tenga lugar tranquilamente debe ocurrir que: I
(V + S) = IIC.
Esta es la representación más simple de la reproducción. ¿Qué demuestra eso? Demuestra que
la reproducción es un problema para un sistema no planificado. Ningún capitalista individual
en el sector I sabe cuánta demanda hay para IIC. ¿Cómo es posible conocerla? La única forma
es produciendo y esperando poder vender las mercancías. Esta es la forma del valor y la
producción de plusvalía que tiene validez (¡o no!) bajo el capitalismo, es decir, en el mercado.
Por supuesto, lo mismo se aplica a los capitalistas en el sector II que necesitan comprar
medios de producción del sector I y que sólo pueden hacerlo si la demanda de artículos de
consumo del sector I es exactamente igual a su oferta de estos productos. ¿Qué ocurrirá en el
caso habitual donde estas proporciones no sean iguales? Se igualarán a través de las
existencias no vendidas, mediante la bancarrota y con la expulsión de empresas fuera de los
negocios. El capitalismo despilfarra enormes recursos en todo momento, durante el boom o la
crisis, debido a su naturaleza no planificada. Como señala Marx: las “condiciones de
reproducción cambian en tantas condiciones de movimiento anormal, en las muchas
posibilidades de crisis, porque el equilibrio en sí mismo es un accidente debido a la
naturaleza espontánea de su producción”. (El Capital. Volumen II. p. 499). Después continua
tratando la “acumulación y reproducción de una escala ampliada”. Este seguramente sea el
caso normal en un sistema inherentemente dinámico. Marx demuestra que esto complica aún
más el problema. Da un ejemplo numérico:

I 4.000 C + 1.000 V + 1.000 S = 6.000


II 1.500 C + 750 V + 750 S = 3.000

En lugar de consumo improductivo de toda la plusvalía como ocurre en la reproducción


simple, los capitalistas acumulan una proporción de ella. El resto no se capitaliza, la gastan en
sí mismos. El capital que ellos acumulan lo gastan en medios adicionales de producción y
capital variable (contratan más trabajadores), de este modo, en el próximo período ellos
gastarán:

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I 4.400 C + 1.100 V + 500 plusvalía no capitalizada (Marx llama a esto consumo
capitalista)
II 1.600 C + 800 V + 600 plusvalía no capitalizada

Marx comprende claramente la necesidad de mantener una proporción entre los dos sectores,
pero proporcionalmente es aún más problemático en el momento en que ambos sectores
acumulan. Debemos observar que, como los dos capitales acumulan, el capital variable más el
consumo que se encuentra en el departamento I es igual a la (incrementada) cantidad de
capital constante en el departamento II. En esta caso IIC = I (V más S no capitalizada),
ambos son 1.600, así que proporcionalmente se mantiene en esta situación más compleja.
Marx entonces presenta los resultados de la reproducción ampliada al final del segundo
período de producción.

I 4.400 C + 1.100 V + 1.100 S = 6.600


II 1.600 C + 800 V + 800 S = 3.200
Después repite el proceso para el siguiente período de producción. Como el lector se puede
imaginar (o comprobar por sí mismo en el segundo volumen) la aritmética se complica cada
vez más en cada período de producción.
Merece la pena observar que la acumulación es tratada ampliamente en el segundo volumen.
Con esto quiero decir que si la relación C/V es 4/1 originalmente, sigue siendo 4/1 después de
que el capitalista haya reinvertido una parte de la plusvalía conseguida en el primer período de
producción. Esta es una suposición simplificada, Marx trata posteriormente la situación con
los capitales que tienen una diferente composición orgánica, concretamente en el tercer
volumen, cuando explica la formación de los precios de producción como valores
modificados. Si los capitalistas acumulan aumentado la proporción desembolsada como
constante frente al capital variable (que es el caso habitual en la acumulación de capital) eso
haría los cálculos cada vez más complejos.
Desai está bastante equivocado entonces, cuando después, muy a la ligera, introduce la
cuestión de la reproducción bajo el capitalismo y sugiere que los modelos de Marx
proporcionan el marco para una maquina de movimiento capitalista perpetuo donde el capital
puede en principio acumularse eternamente. Rosa Luxemburgo comete el error contrario al
ver el modelo de reproducción del segundo volumen como una llave directa a la quiebra del
capitalismo. Luxemburgo no sólo era una heroína revolucionaria, también fue una pensadora
más erudita y sutil en el marxismo que Desai. Su libro La acumulación del capital contiene
muchas percepciones y valoraciones históricas brillantes. No podemos examinar todas sus
conclusiones. Creemos, sin embargo, que una proposición central del libro está equivocada.

La crítica de Luxemburgo

Para tratar brevemente algunas de sus preocupaciones, miremos el período 2 en los esquemas
de reproducción ampliada elaborados por Marx más arriba. En el sector I, los capitalistas
tienen un fondo de consumo de 500, 1.000 en plusvalía materializada al final del período de
producción 1. Los capitalistas reinvierten 400 más en C y 100 extra en V. Así ellos han
capitalizado la mitad de la plusvalía. En el sector II el fondo de consumo de los capitalistas es
de 600. Han reinvertido 100 como C y 100 como V. Así ellos sólo han acumulado una cuarta
parte de la plusvalía del primer período de producción. Rosa hace la siguiente pregunta, ¿no
es sólo una maquinación por parte de Marx conseguir la proporcionalidad? Ella continua
examinando lo que ocurriría si los capitalistas en el departamento II acumularan la misma
proporción de plusvalía que en el departamento I. Después de una larga y complicada serie de
cálculos aritméticos llega a la conclusión de que, por distintas razones, el capitalismo siempre
se manifestaría una sobreproducción en el sector de bienes de consumo (sector II) en alguna

45
etapa. Luxemburgo plantea el mismo punto que nosotros (abajo), si tenemos en cuenta el
aumento de la composición orgánica de capital, entonces esperaríamos que el departamento I
crezca con relación al departamento II. El departamento I de esta manera proporcionará un
mercado mayor para los bienes de consumo producidos en el departamento II.

Tugan-Baranowsky y Desai

Ella después critica intensamente a un ex –marxista, Michael Tugan-Baranowsky, quien


sugirió que la reproducción ampliada no podía durar siempre de una manera no problemática,
como sostiene Megnad Desai. En algún momento esta acumulación por la acumulación, dice
ella, debe expresarse en un aumento absoluto de la producción de bienes de consumo.
La trayectoria política de Tugan-Baranowsky parece ser similar a la de Meghnad, un creciente
creencia en que el capitalismo era eterno. Según este análisis, inventa modelos de
reproducción que demuestran la acumulación continúa de una manera equilibrada entre los
dos sectores de la producción. La única razón de la crisis es la desproporción entre los
departamentos. Luxemburgo es desdeñosa: “Toda su construcción, incluida la ‘nueva teoría de
las crisis’, junto con la ‘ausencia de proporciones’, se reduce a sus bases sobre el papel, una
copia servil del diagrama de Marx de la reproducción aumentada”. (La acumulación de
capital. P. 323). Estamos de acuerdo con Rosa en que es simplemente construcción en papel y
no un modelo del mundo real. Estamos de acuerdo cuando dice que la acumulación en algún
punto debe llevar al aumento de la producción de bienes de consumo. Esto a su vez plantea el
problema de dónde procederá la demanda efectiva de estos bienes. Estamos de acuerdo en que
esto es una contradicción, una contradicción del capitalismo.

Capitalismo y desarrollo

La mayor parte del libro de Luxemburgo es una discusión de debates sobre si el capitalismo
se expandiría en Rusia. Discutiremos algunos puntos más tarde. Pero claramente el
capitalismo podría, y lo hizo, desarrollarse de una manera característica brutal y desigual. La
cuestión es si esta expansión en los sectores anteriormente no capitalistas podría crear un
escenario donde el capitalismo metropolitano podría deshacerse de la plusvalía que sugería la
teoría de Rosa sería una característica permanente de la producción capitalista.
Luxemburgo tenía como sus oponentes en sus tesis a los primeros marxistas rusos, incluido
Lenin. Ellos participaron en un largo debate con un grupo socialista utópico llamado los
narodniks de aquella época sobre si el capitalismo se podría desarrollar en Rusia. Los
narodniks creían que Rusia carecía de un gran mercado interno: en su desarrollo capitalista
reducía cada vez más el mercado interno debido al empobrecimiento de la población. Lenin,
en toda una serie de obras que culminaron en El desarrollo del capitalismo en Rusia, defendía
que el desarrollo capitalista realmente estaba creando un mercado interno en Rusia. No
negaba que la llegada del capitalismo tendía a empobrecer al campesinado. Pero, negándoles
cada vez más el acceso a los medios de producción, les arrojaba a la dependencia de comprar
y vender para poder vivir. Los narodniks basaban sus esperanzas en el mantenimiento de la
aldea comunal, la institución del mir (que idealizaban) como la base del socialismo agrario
ruso. Esto es similar a las esperanzas de los recién creados países capitalistas independientes
de África hace cuarenta años cuando pensaban que se podían basar en las instituciones
comunales pre-capitalistas para construir el “socialismo africano”. Estas esperanzas ahora
están hechas añicos. Los marxistas rusos analizaron el capitalismo que se estaba desarrollando
en Rusia. Ellos depositaban sus esperanzas futuras en el surgimiento de la clase obrera.
Aquí está la respuesta a Rosa Luxemburgo: “El romanticismo (narodniks) dice que los
capitalistas no pueden consumir la plusvalía y, por tanto, deben deshacerse de ella en el
extranjero. La cuestión es: ¿los capitalistas suministran a los extranjeros con productos gratis

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o los arrojan al mar? Ellos los venden, por lo tanto reciben un equivalente. Si exportan ciertos
tipos de productos, importarán otros”. (Lenin. Una caracterización del romanticismo
económico. P. 35).
Rosa sugiere que el capitalismo no puede existir sin la búsqueda de desahogos externos para
su producción de plusvalía. De ahí la búsqueda de colonias al final del siglo XIX. Por lo tanto,
la guerra mundial cuando las principales potencias imperialistas lucharon entre sí por una
redistribución de estas golosinas coloniales. Luxemburgo se estaba embarcando en un serio
intento de explicar la expansión imperialista de su época, a principios del siglo XX.
Las colonias eran vitales para el capitalismo a principios del siglo XX. Pero no las
colonizaron sólo para actuar como un mercado para los bienes de consumo. La teoría de
Luxemburgo realmente no proporciona una solución al problema que plantea. Marx veía las
crisis capitalistas adoptando la forma de sobreproducción, de mercancías no vendidas junto a
trabajadores desempleados que no tenían dinero para comprar estas mercancías. No concebía
la crisis como sobreproducción de bienes de consumos con relación a los bienes de capital,
como afirma Luxemburgo.

Resumen del debate

¿Cuál es la principal idea equivocada de la crítica de Rosa al análisis de Marx? Como hemos
dicho anteriormente, Marx en el tercer volumen de El Capital no se ocupa de las
consecuencias de los capitales con diferentes composiciones orgánicas. En el tercer volumen
trata la tendencia a la formación de una tasa uniforme a través de la economía capitalista. Esto
significa que las mercancías tenderán a ser vendidas a los precios de producción (valores
modificados). Esto es parte del “análisis de la producción capitalista como un conjunto”. La
acumulación se discute en los modelos de reproducción, pero los capitalistas acumulan C y V
en las mismas proporciones que antes. Históricamente este no es el caso. La producción
durante un tiempo tenderá a convertirse cada vez más en capital intensivo. Pero esto
aumentará el peso relativo del sector I (producción de medios de producción). Pero esto a su
vez actuará como un contrapeso importante en el curso a la tendencia a la producción en
el departamento I (bienes de consumo) para dejar atrás que en el departamento I.
No tenemos forma de saber si estas dos tendencias se anularán mutuamente. No tenemos
razón para suponer que eso ocurrirá. Nuestra presentación aquí tiene la intención de evitar los
dos peligros gemelos de mostrarlas proporcionalmente como si fuera imposible o automático.
Más bien es un obstáculo constante para el capitalismo.
A propósito, los escritos de Marx sobre la reproducción ampliada publicados después de su
muerte por Engels en el segundo volumen estaban sin acabar. Abarcan sólo 33 páginas.
Incluyen digresiones, como un ataque amable sobre el tratamiento de Lowell y Lawrence
Mills a las trabajadoras del textil en Massachussets en la página 520. Ellos incluyen
meditaciones sobre la formación de una provisión, cuestiones en la línea de “de dónde
procederá el dinero” (un arenque rojo, pienso) y declaraciones que apenas son más que notas
marginales. Son comentarios perceptivos sobre una cuestión importante por una de las mentes
más brillantes del siglo XIX. Son un gran principio. Pero no pueden tener más importancia de
lo que realmente son.

¿Cuántos sectores?

En un punto Desai introduce un tercer sector, cuando trata la producción de armas. En


principio puede que no tengamos ninguna objeción a esto. Marx también experimentó con un
tercer sector (en realidad un subsector del departamento II) al tratar los bienes de “lujo”,
elementos de plusvalía no capitalizada. Esto incluiría el gasto lujoso colectivo de la clase
capitalista en cuestiones como armamentos. Al aislarlo y medirlo nos da una idea del

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despilfarro capitalista. Rosa Luxemburgo utilizó la noción del tercer sector para analizar el
fenómeno (reciente para su época) del militarismo como un sector de la acumulación
capitalista. Ahora no pretendemos discutir esto.

La reproducción y la planificación

Pero no hay razón para que restrinjamos nuestro análisis a sólo tres sectores. La obra de Marx
sobre la reproducción ampliada era preliminar. Deberíamos tener en cuenta que todos los
valores de uso son únicos. Pero todos son interdependientes con los otros. Un conocimiento
de esta interdependencia en la economía moderna fue de Wassily Leontief, un economista
matemático. Él entendía que las proporciones necesarias son averiguadas entre diferentes
sectores de la producción como una condición previa para los planes quinquenales. La
planificación abre la puerta a que los mercados sólo “asuman” y que permanezcan ocultos de
nosotros. Por ejemplo, si la producción de la industria de cojinetes de bolas requiere más
trabajo, algunos de los nuevos trabajadores es probable que compren PORK PIES con parte
de su salario. Existe de este modo un coeficiente entre estos dos sectores aparentemente no
relacionados. Leontief elaboró estos coeficientes con una enorme cuadrícula (matriz)
relacionando las entradas con las salidas. Los modelos de reproducción de Marx son la
aplicación más sencilla posible de este procedimiento. Una nueva investigación en estas líneas
es una condición previa para una economía planificada racional.
Estamos dispuestos para discutir los modelos de entrada-salida de la economía como parte del
camino algunos economistas han criticado la transformación de Marx de los valores en los
precios de producción. Estos modelos de entradas-salidas tienen en cuenta que una salida para
uno es otra entrada para otro productor. Pero tratan la economía como una serie de ecuaciones
simultáneas. Esto es fundamentalmente diferente de la aproximación de Marx a los modelos
de reproducción, que asume ciclos de producción que se producen en tiempo real.

VIII PARTE

El problema de la transformación

Desai retoma esta vieja controversia en su cuarto capítulo. Es difícil ver qué punto está
realmente tratando. Primero perfila el problema, como es percibido. Discutiremos esto
próximamente. Después lanza a Marx las acusaciones habituales de errores aritméticos de
niño de escuela. Después olvida parcialmente a Marx su deudor: “En cualquier caso, mientras
que estaba equivocado en los detalles... su solución ha resistido la prueba del tiempo”.
(Marx’s Revenge. .p. 64). En la misma página cita la investigación de Anwar Shaikh para
demostrar que “empíricamente la teoría se sostiene muy bien”. ¿Qué más se puede pedir?
Finalmente hace algunos comentarios propios peculiares.
A través del primer volumen de El Capital, Marx asume que las mercancías son vendidas a
precios monetarios proporcionales a sus valores, en términos de tiempo de trabajo socialmente
necesario requerido para su producción. En el tercer volumen Marx analiza “el proceso de
producción capitalista en su conjunto”. Esto implica observar la interacción de “muchos
capitales”. Es en esta etapa en la que Marx introduce la noción de los precios de producción
(llamados precios de coste en el Grundisse y en Teorías de la plusvalía). Simplifiquemos la
presentación tanto como sea posible asumiendo que la producción capitalista sólo la realizan
dos empresas. Estas empresas tienen distintas composiciones orgánicas de capital. Una tiene
más capital intensivo que la otra.
El valor de una mercancía se puede resolver en tres partes:

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 Capital constante  Este pasa su valor inalterado al producto final. Esto compromete
todos los gastos que han tenido los capitalistas aparte de los salarios. De este modo, el
capital constante se puede dividir en capital fijo, como la maquinaria y los edificios,
que transfieren gradualmente su valor al producto final en forma de depreciación.
Después está el capital constante circulante, como son las materias primas, que se
consumen totalmente en el proceso de producción y traspasan todo su valor al
producto final.
 Capital variable  Llamado así por Marx porque produce plusvalía a su comprador, el
capitalista, en el proceso de producción. Para los capitalistas este es capital monetario
en forma de mano de obra alquilada.
 Plusvalía  Convencionalmente se divide en renta, interés y beneficio. Toda la clase
capitalista vive a costa del trabajo no pagado de la clase obrera. En esta etapa Marx no
ha introducido el capital mercantil, el interés devengado por el capital y los costes de
las mercancías circulantes, que todos absorben un pedazo de la acción.

Así mismo, el capital movilizado en una empresa podría representarse por estas tres partes,
representadas por C + V + S en la economía marxista. Se debe observar que, en el caso de la
unidad de capital, la tasa de beneficio se calcula sobre el total del capital constante
desembolsado; mientas que en el valor de una mercancía, C representa sólo la depreciación
del capital constante implicado en la producción del producto.
Nuestros dos capitalistas tienen los siguientes valores:

a) C 500 + V 100 + S 100


b) C 100 +V 100 + S 100

La tasa de beneficio se calcula dividiendo el beneficio (S  en esta etapa ignoramos la


división de la plusvalía entre las diferentes fracciones de la clase capitalista) entre los costes
(C + V).
Observad que la tasa de beneficio para (a) es S/(C + V), que en este caso es 100/600, o
aproximadamente el 17 por ciento.
La tasa de beneficio para el capital (B) por otro lado es 100/200, un saludable 50 por ciento.
El resultado es imposible. Es un precepto básico de la economía marxista que existe una
tendencia en la tasa de beneficios a igualarse en los diferentes sectores de la producción. Esta
tendencia existe precisamente porque los capitalistas individuales continuamente buscan
super-beneficios, y con esto les eliminan a través de la afluencia de capital de sectores con
bajos beneficios a los que tienen beneficios más elevados.

Valores y precios de producción

Marx introduce esta parte explicando lo siguiente: “toda la dificultad estriba en que las
mercancías son intercambiadas no sólo como mercancías sino como productos de capital”. (El
Capital, volumen III, p. 75). ¿cómo se manifiesta esta igualación de la tendencia a la tasa de
beneficio?
Dentro de la industria esto ocurre por la creación de un cierto nivel de tecnología
estandarizado a través de la competencia entre los capitalistas dentro de ese sector de
producción. El nivel estandarizado de tecnología corresponderá a un nivel determinado de
productividad que a su vez produce un punto de referencia de valor, una cantidad determinada
de trabajo socialmente necesario para producir la mercancía. Los rezagados sólo pueden
quedarse en los negocios vendiendo sus productos a un precio inferior a su valor individual
(más alto que la media porque la productividad es más baja) y quizá pagando salarios

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inferiores. Las empresas líderes que innovan conseguir super beneficios durante un tiempo
cuando el valor individual de su producto es más bajo que la media debido a al valor más alto
que la productividad media. Este super beneficio desaparecerá cuando sus competidores se
vean obligados a responder.
Pero así no es como se establece una economía con una tasa de beneficio más amplia. La
tecnología apropiada a diferentes industrias puede permanecer a niveles muy diferentes de la
intensidad de capital durante épocas. Durante siglos la agricultura ha estado considerada como
trabajo intensivo comparada con la mayoría de los sectores de la industria. Así, la tasa de
beneficio no se igualará entre las diferentes industrias porque la composición orgánica de
capital tiende a igualarse (asumimos que la tasa de explotación no es una diferencia
expositora importante de diferentes tasas de beneficios amplias en la industria). Pero como el
capitalismo es un sistema movido por el beneficio, como los capitalistas siempre ponen su
dinero donde existe la expectativa de una tasa de beneficio más alta, debe haber afluencia de
capital entre industrias provocando una tendencia de la tasa de beneficio a igualarse a través
de la economía.
Marx acepta esto. Sabemos esto, incluso cuando estaba escribiendo el primer volumen de El
Capital sobre la presunción de que las mercancías se vendían a precios proporcionales a sus
valores individuales. En realidad, el tercer volumen de El Capital fue redactado en su mayor
parte antes de escribir el primer volumen.
En el tercer volumen Marx revela que las mercancías no son y no pueden ser vendidas por sus
valores individuales, si una tasa de beneficio se forma en el conjunto de la economía.

Un ejemplo numérico

Si los capitales (a) y (b) están para compartir una tasa igual de beneficios, entonces tenemos
que resolver la economía con una tasa de beneficio al principio.
El total de C es 500 + 100 = 600. El total de V es 100 + 100 = 200. El total de S es 100 + 100
= 200. La tasa total de beneficio en la economía es de 200/800 (S/(C + V)) = 25 por ciento.
Para que la tasa de beneficio tienda a igualarse, la plusvalía “otorgada” a cada capital se ajusta
como vemos abajo:

a) C 500 + V 100 + S 150


b) C 100 + V 100 + S 50

Así, las mercancías producidas por el capital (a) se venden a un precio por encima de su valor
mientras que las mercancías producidas por el capital (b) (que es menos capital intensivo) se
venden a un precio inferior a su valor. Lo que ha ocurrido es una redistribución de valores
entre sectores. También ha ocurrido la formación de precios de producción que difieren de los
valores individuales. Estos precios de producción no son los mismos que los precios de
mercado cotidianos. Son el eje alrededor del cual los precios del mercado fluctúan. Marx no
tuvo problema con este proceso, que veía como una modificación esencial de la presentación
en el primer volumen de El Capital y la forma necesaria de aparición de la ley del valor en la
sociedad capitalista.
El segundo cambio es que el capital (a) es otorgado más plusvalía que la realmente generada,
mientras que el capital (b) tiene que hacer menos. La plusvalía se ha redistribuido entre los
capitales, pero la cantidad generada por el capital en la economía como conjunto sigue
inalterable.

Los críticos

Bohm Bawerk

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La publicación del tercer volumen de El Capital en 1894 fue recibido por una tormenta de
críticas. El economista neoclásico Bohm Bawerk escribió un artículo titulado Karl Marx and
the Close of his System, acusándole de “incoherencia”. ¿Por qué Marx comienza hablando de
los valores y después revela unas dos mil páginas después que los precios de la producción
regían la economía? Bohm Bawerk respondió como esto porque, como la mayoría de los
economistas neoclásicos, era un positivista. Tenía lo que Engels, citado al principio de este
artículo, llamó una visión metafísica. Miraba la economía y no veía el valor. Analizó el
movimiento de los precios y era incapaz de ver por debajo de la superficie de los
acontecimientos. Un método incorrecto lleva a conclusiones incorrectas.
“Parece correcto comenzar con lo concreto y lo real... Los economistas del silgo XVII, por
ejemplo, siempre comienzan con todo lo viviente, la población, la nación, el estado, varios
estados, etc., pero siempre concluyen descubriendo a través del análisis un pequeño número
de determinantes, relaciones abstractas, generales, como la división del trabajo, el dinero, el
valor, etc., Tan pronto como estos momentos individuales han sido más o menos establecidos
firmemente y abstraídos, ahí comienzan los sistemas económicos, que ascendían de las
relaciones simples como el trabajo, la división del trabajo, la necesidad, el valor de cambio al
nivel de estado, el intercambio ente nacionales y el mercado mundial. Lo último obviamente
es el método científicamente correcto. Lo concreto es concreto porque es la concentración de
muchas determinaciones, por lo tanto, la unidad de lo diverso”. (Grundisse. Pp. 100-101). Ese
es el método de Marx en El Capital.

Von Bortkiewicz

Von Bortkiewicz continuó el debate con un artículo publicado en 1907 en que veía una simple
inconsistencia lógica en la obra de Marx (Wertrechnung and Presirechnung im Marxschem
System). La idea de Von Bortkiewicz era que Marx había deducido los precios de producción
de valores como la “salida” de su modelo económico. Pero las entradas seguía en términos
reales. Marx fue una víctima de su propia ingenuidad matemática. Von Bortkiewicz,
casualmente, era amigo de Walras. También supervisó las tesis de Leontief en Berlín.
Desai está de acuerdo con von Bortkiewizc: “Él multiplicó las salidas por la relación
precio/valor pero olvidó que las entradas son también mercancías y deberían ser
‘transformadas’ de manera similar”. (Marx’s Revenge. P. 64). Como vemos en la sección sobre
la reproducción, lo que para un capitalista es una salida (por ejemplo BUS-BARS) para otro
podría ser una entrada. ¡Von Bortkiewizc podría ayuda a Marx en su ingenuidad! Él fue
pionero de una nueva aproximación que trataba la economía como una serie de ecuaciones
simultáneas (tablas de entradas-salidas) donde las entradas y las salidas podían resolverse
matemáticamente. Todo lo que necesitabas era un número igual de ecuaciones e incógnitas.
Estos economistas con frecuencia creaban sus acusaciones simultáneas simulando que las
entradas y las salidas de la económica en términos de un modelo maíz. Como el maíz se
puede consumir o reinvertir en la producción como semilla, eso se puede utilizar para indicar
a una economía de “mercancías”.
El principal problema de von Bortkiewicz y todas las posteriores soluciones matemáticas
desde un punto de vista marxista era que todas producían resultados donde ni el valor total era
igual al precio total de la producción o donde la plusvalía total no era igual al beneficio total.
Desde un punto de vista materialista ni los valores ni la plusvalía son evocadas fuera del éter o
hechos desaparecer por nuestros mágicos matemáticos. Esto abrió el camino a la noción del
beneficio como un aumento o resultado de la estafa que rechazamos cuando concebimos el
capitalismo como un sistema basado en la explotación de la clase obrera.

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Sraffa

Von Bortkiewizc fue seguido por generaciones de economistas matemáticamente sofisticados


que desarrollaron modelos de entradas-salidas de la economía. En particular Piero Sraffa que
elaboró un pequeño libro en 1950, Production of Commodities by means of Commodities que
engendró toda una industria de refutaciones de Marx. Sraffa en realidad había editado las
obras escogidas de David Ricardo, el ilustre economista clásico y predecesor de Marx. Los
marxistas etiquetaron su escuela como post-ricardiana.

Steedman

Esta tendencia alcanzó su punto álgido en el libro Marx after Sraffa de Steedman en 1987.
Desde “corregir” y “poner en orden” las anomalías de Marx, Steedman da el siguiente paso
lógico. ¿Por qué molestarse en empezar con el “desvío” a través del valor absoluto si era tan
imperfecto? ¿Por qué no tratar sólo con la relación entre salidas y entradas para elaborar la
plusvalía generada en la economía? Después abofetea la lucha de clases para elaborar la
distribución de la plusvalía entre los trabajadores y los capitalistas. ¡El valor era
“redundante”!
Nadie puede objetar a los economistas como Steedman que siga este procedimiento. Lo que
podemos objetar es su paso por encima de esto como una critica del marxismo. No es más una
crítica del marxismo que una crítica de la mayonesa o una sala de baile. Tiene tanta relación
con la mayonesa o la sala de baile que con la economía marxista.
Steedman ciertamente generó algunos resultados simpáticos. En la página 264 de Marx’s
Revenge Desai dice lo siguiente: “alguien podría tener plusvalía negativa, pero beneficios
positivos”. Para todo aquel formado como materialista y marxista, esto no sólo es posible, los
marxistas sin embargo podrían sentirse intimidados por economistas como Steedman. Él
elabora un pesado libro casi totalmente formado por álgebra que se propone refutar el
marxismo. Nuestro consejo es, si tu entras en el movimiento socialista y un estudio de Marx
porque quería luchar por una sociedad mejor, no renuncias ahora mismo sólo porque tienes
problemas para meter en la cabezael álgebra de Steedman.
Incluso desde 1907 se nos ha desafiado para observar el defecto lógic en el procedimiento de
von Bortkiewicz y sus sucesores. Por supuesto, no existe un defecto lógico, dada su premisa
inicial. Todo el método y el punto de partida de las críticas de Marx están equivocadas.
Toda la aproximación del análisis de entradas-salidas es predicada en la economía
chasqueando instantáneamente en los estados de equilibrio. Nosotros no decimos eso. Pero
observamos que las matemáticas de von Bortkiewicz y los demás no son matemáticas reales.
No es un proceso real de información sobre una economía real “allá afuera” en alguna parte.
Todo el álgebra no sigue el equilibrio y el mercado aclarando suposiciones del modelo y lleva
a la conclusión de que los resultados difieren de los del análisis marxista. ¡Qué sorpresa!

La controversia del capital de Cambridge

La teoría neoclásica convencional postula un principio universal de disminuir los ingresos a


un factor. Si se pone más capital en la producción, esperamos su productividad marginal y por
lo tanto el reembolso (tasa de interés) TO FALL.
Pero ¿cómo mides la cantidad de capital? Los bienes de capital son naturalmente
heterogéneos. ¿Cómo puedes comparar una máquina elevadora a un torreón o un banco de
ordenadores en una oficina? Lo único que tienen en común es que todos pueden ser
conseguidos por dinero. ¿Cuánto dinero? ¿Cómo sabemos el valor del capital? Por su
reembolso. Y ¿cómo podemos calcular su reembolso? Lo calculamos por la cantidad de
capital desplegado.

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Hay que decir que Sraffa y sus discípulos dieron algunos golpes a la economía neoclásica
ortodoxa, en particular su teoría del capital. En 1962 Sraffa preguntaba: “Qué es lo bueno de
una cantidad de capital... que, ya que depende de la tasa de interés no puede ser utilizado para
su propósito tradicional... ¿determinar el tipo de interés?”
Básicamente la economía neoclásica trata el precio del captial de la tasa de beneficio (o la tasa
de interés como normalmente se denomina) y la tasa de beneficio del precio del capital. Este
procedimiento, como observó el economista de izquierdas keynesiano Joan Robinson, era
“perfectamente circular”. Esto es una teoría absurda que Sraffa está ridiculizando. La
economía neoclásica no puede darnos una teoría de la distribución, que es lo que todos estos
apologetas llenan sobre “recompensas” a factores de producción que supuestamente hacen. J.
B. Clark presagia: “Qué una clase social cosigue es, bajo la ley natural, lo que contribuye a la
producción general de la industria”. (Distribution of Wealth. 1899).
En la idea post-ricardiana el reembolso sobre el capital depende en parte de la lucha de clases,
que determina la distribución del ingreso entre salarios y beneficios. La distribución del
ingreso, determina el reembolso sobre el capital. No tenemos espacio para tratar totalmente la
controversia sobre el capital de Cambridge, porque no viola directamente sobre el asalto al
marxismo. Basta con decir que Samuelson, un defensor de la ortodoxia prevaleciente, tuvo
que rendirse incondicionalmente (A summing up). Por supuesto esto no impide que los
colegios y universidades de todo el mundo alboroten esta teoría desacreditada en las cabezas
de los desafortunados estudiantes de economía. Joan Robinson también estaba ansioso por
cambiar el debate en un ataque frontal a la noción del equilibrio (ver la sección sobre el
equilibrio). Ella entendía que las cuestiones metodológicas eran el punto central de las
diferencias y caracterizaba el debate como la “historia frente al equilibrio”.

Donde estamos

¿Cuál es la posición marxista sobre la evaluación de los bienes de capital? Creemos que los
bienes de capital tienen un valor proporcionado al tiempo de trabajo congelado dentro de ellos
como los bienes de consumo. Estamos de acuerdo en que los capitalistas individuales no
tienen interés ni entienden la teoría del valor del trabajo. Ellos el “valor”o más bien el precio
de los bienes de capital según a los beneficios de ellos. Esta “ilusión de competencia” produce
precios que están totalmente reñidos con sus valores en términos marxistas. Este es aún más el
caso cuando, en la aplastante mayoría de los casos, la propiedad de los medios de producción
existe a través de la propiedad compartida. El “valor” de una empresa en términos de la parte
total de los precios no guarda relación a los activos físicos que posee la empresa. Esto provoca
el fenómeno del capital ficticio, pedazos de papel sin valor que sin embargo otorgan a su
propietario una parte de la plusvalía.
La expresión “recompensa a factores de producción” es, por supuesto, intencionada. George
Bernard Shaw escribió una carta al The Times criticando al economista burgués Mallock en
estos términos: “El interés se paga mayoritariamente a personas que no podrían inventar una
carretilla, mucho menos una locomotora”. No más que la ignorancia rústica es la “noción de
que las personas que ahora están gastando, en hoteles de fin de semana, en automóviles o en
Suiza, la Riviera y Argelia, el aumento destacado en el ingreso inmerecido recientemente
observado, nunca han inventado nada, ni siguiera dirigido nada, ni siquiera seleccionado sus
propias inversiones sin la ayuda de un broker o un asesor, o incluso ni siquiera han visto las
industrias de las que proceden sus ingresos”. (Citado por Dovv. Arguments on Socialism. P.
7).
Incluso si aceptamos que debería haber un “recompensa” al capital como un factor de
producción (y no hay una sola razón por la que debamos aceptar eso) ¿por qué debería
corresponder una recompensa a su propietario? Marx se dio cuenta de que toda la noción de
los factores de producción fue ideada para inventar una justificación para la recompensa al

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capital. La tierra, el trabajo y el capital “tiene aproximadamente la misma relación entre sí
como las tasas de los abogados, la carne roja y la música”. (El Capital. Volumen III. P. 814).
[Nota: La mayoría de las citas sobre la controversia del capital utilizadas aquí y en otras
partes del artículo están tomadas del Journal of Economic Perspectives. Vol. 17. nº 1. 2003.
pp. 199-214 por Cohen. A. y Harcourt, G llamado Whatever happened to the Cambridge
capital theory controversies? Geoffrey Harcourt fue el cronista original del debate en Some
Cambridge Controversies in the Theory of Capital. 1972]

El problema de la transformación: la solución

¿Cómo se puede defender a Marx de sus errores escolares en la no transformación de


entradas? No debía ser Marx un profeta. Él en primer lugar era un revolucionario. Todos los
revolucionarios cometen errores. Si Marx estaba equivocado, deberíamos admitirlo ahora.
Pero en cualquier caso, si admitimos su procedimiento equivocado, ¿qué conclusiones
debemos sacar?
Merece la pena repetir las palabras del joven marxista Hilferding en su respuesta a Bohm
Bawerk. “¿Es realmente cierto, sin embargo, que a falta de un conocimiento de la relación”
(entre los valores y precios de producción) “la ley del valor se convierte en impracticable? En
profundo contraste con Bohm-Bawerk, Marx mira la ley del valor no como los medios de
precios averiguable, pero como los medios para descubrir las leyes del movimiento de la
sociedad capitalista. La experiencia nos enseña que el peso absoluto de los precios es el punto
de partida de este movimiento, pero para el resto el peso absoluto de los precios sigue siendo
una cuestión de importancia secundaria, y estos preocupados simplemente con el estudio de la
ley de su variación”. (artículo de Hiferding, Bohm Bawerk’s Criticism of Marx es difícil
encontrar en el texto. Tanto ese y el de Bohm Bawerk, Karl Marx and the Close of his System
están disponibles en www.marxists.org).
Desai parece sugerir que si marx fuera matemáticamente ingenuo no comprendería las
inconsistencias de su intento de resolver la transformación del valor en precios de producción
levó a, entonces como una consecuencia deberíamos intentar cambiar la sociedad para mejor.
Como si los jóvenes que entran en la política socialista porque el capitalismo produce paso de
masas, pobreza y guerra aceptarán el sistema porque Marx cometió el error en algunos
manuscritos que él escribió hace cien años. Esto en sí mismo no sólo es ridículo, sino que
demuestra la ausencia básica de lo que Marx decía.

Los beneficios y la innovación

Desari señala: “Puedo aceptar que los precios son proporcionales a los valores pero aún negar
el decir que todos los beneficios proceden de la explotación del trabajo”. Desai demuestra una
incomprensión fundamental de la economía marxista cuando dice lo siguiente: “Lógicamente,
hay problemas formidables para demostrar que los beneficios proceden sólo de la plusvalía...
por una cosa el calcula de Marx descuida la importancia de las innovaciones que suben
profundamente la productividad en muchas industrias”. (Marx’s Revenge. Pp. 64-65).
Como demostramos abajo, el doblar la productividad significa que un trabajador es capaz de
producir dos veces más valores de uso que antes. Pero el trabajador añade el mismo valor, ha
conseguido en dos veces en muchas mercancías. El valor y por lo tanto el precio de las
mercancías caerá. En An introduction to Marx’s theory of value damos el ejemplo de lo que
ocurrió con los bolígrafos después de la Segunda Guerra Mundial en la sección sobre
economía marxista. Eso es lo que está ocurriendo ahora con la memoria de ordenadores. Esto
es lo que ocurrió hace cien años cuando Henry Ford y otros pioneros convirtieron la
manufactura automovilística de un proceso artesanal de bienes de lujo a la producción en

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masa para un mercado masivo, con la consiguiente reducción del precio y el valor de un
automóvil. Así es como el capitalismo revoluciona constantemente el proceso de producción.
¿Qué intenta demostrar Desai en las innovaciones? Marx no ignora esto, él es el economista
sobre todos los demás que insiste en esto como el proceso motriz del capitalismo. ¿Cómo
recompensamos la “innovación” un sustantivo abstracto? Si Desai cree que deberíamos
recompensar al innovador, ¿entonces cómo? Bajo el capitalismo la propiedad intelectual es
uno de los derechos de propiedad más importantes. Contrariamente a la leyenda, Bill Gates no
inventó la mayoría de las innovaciones asociadas con Microsoft. Las compró. ¿Debería ser
recompensado por ser más rico que los inventores? Eso parece perverso. ¿Quizá era más
ladino que las personas con las que negoció? Esa no parece una buena razón para que sea la
persona más rica del mundo.
Meghnad intenta afirmar que la distribución de los ingresos bajo el capitalismo de alguna
noción de justicia. Tiene suficientes antecedentes entre economistas de izquierda para saber
que cuando los economistas burgueses hablan de “recompensas” para los factores de
producción, eso son sólo los apologistas del capitalismo. No hay justicia bajo el capitalismo.
Cuando Marx utilizó la teoría del valor del trabajo, lo hizo porque explica el desarrollo
capitalista, no porque “permitiera al trabajo poseer y disfrutar de todo lo que produce”. Estas
son las palabras finales de Thomas Hodsgkin en su panfleto de 1824 titulado: Labour
defended against the claims of capital. Hodsgkin era un diamante GEEZER y que era una fina
consigna de su época (probablemente fuera más un sindicalista que un socialista) pero sus
ideas ya no tienen influencia sobre aquellos que luchan por cambiar la sociedad.

Marx y el equilibrio

Parte de los malos entendidos con la postura de Marx reside en el enamoramiento con el
equilibrio, que está firmemente arraigado en los cerebros de los economistas burgueses.
Tratamos anteriormente la teoría del equilibrio general, y el oculto significado optimizador
del equilibrio. Marx, por otro lado, consideraba el equilibrio en el mejor de los casos como un
momento de convertirse como un sistema inherentemente dinámico sacudido de una posición
de no equilibrio a otra.
Meghnad parece no ser consciente de que un grupo sustancial de economistas marxistas
trabajan en la academia han adoptado una posición contraria a la tendencia de asimilar a Marx
en la economía ortodoxa. Marx and Non-equilibrium Economics, editado por Freeman and
Carchedi, es un ataque al método de Marx. Toman como punto central que la obra de Marx es
considerada como “secuencial y no dualista”. ¿Qué significa esto?

Secuencial

La introducción al libro primero trata el significado de “secuencial”. “La obra de Carchedi,


Freeman (et al)... demuestra que este procedimiento universalmente aceptado... incorpora la
presunción del equilibrio y la limpieza del mercado y que debe ser abandonada. Esta es la
primera conclusión que se puede sacar de este libro”. (p. xi).
“Secuencial” significa que Marx no ve la economía como una serie de ecuaciones simultáneas
que deben ser resueltas. Veía la economía como procesos que tenían lugar en tiempo real. En
particular sabía que el aumento de la productividad en la producción de las salidas tendría un
efecto en el precio de las entradas. Pero no veía este proceso como una “desvalorización
uniforme e instantánea”.
Los mismo se aplica a la formación reformación de los precios de producción. La formación
de los precios de producción se forma por la afluencia de capital en busca de un beneficio más
elevado. El resultado agregado es una tendencia a igualar la tasa de beneficios. Ya que estos
cambios son la consecuencia de decisiones tomadas por seres humanos falibles, es obvio que

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son un proceso y no un resultado instantáneo. Marx es claro: “La comparación del valor en un
período con el valor de las mercancías en períodos posteriores... no es una ilusión
escolástica... sino más bien forma el principio fundamental del proceso de circulación de
capital”. (Teorías de la plusvalía. Vol. II. P. 495).

No dualista

¿Qué pasa con el “no dualista”? “La segunda conclusión, sin embargo, no es tan vital. Todas
las interpretaciones de Marx están de acuerdo en que tanto el valor como el precio de
cualquier mercancías está formado por dos componentes: el valor del capital constante y el
valor-producto, o el valor añadido por el trabajo vivo. Pero virtualmente todas las
presentaciones modernas proponen que el valor transferido por el capital constante es igual al
valor de los elementos que lo conforman, es decir, el valor de los medios de producción y
materias primas consumidas.
“Esta idea no era de Marx... En realidad el valor transferido por el capital constante es medido
por el valor como medida por el dinero adelantado para comprar los elementos de este capital.
De cualquier manera, el valor del capital variable se mide por el dinero adelantado para pagar
al trabajador, no el valor de los productos que él o ella consume”. (Ibíd.., p. xi).
¿No es esto obvio? Para el comprador, los precios son datos medidos en dinero. Cuando un
capitalista compra mano de obra y medios de producción, no está interesado en si sus precios
monetarios representan valores o precios de producción. Está interesado en cuánto efectivo
tiene que poner sobre la mesa. La terminología de la economía marxista es ajena a él. Qué
interés tiene él en sus adquisiciones es su uso en el proceso de producción, cuánto de ese valor
va a costar en dinero. La cuestión de la transformación, en la forma planteada por Von
Bortkiewicz y sus sucesores para él no existen.

El caso de la fuerza de trabajo

El tercer punto de paso en el último párrafo podría ser necesario subrayarlo. Los capitalistas
disponen de capital constante y capital variable en forma de dinero. El capital constante pasa
su valor inalterado al producto final. El capital variable es así llamado porque es parte de la
inversión capitalista que puede generar una plusvalía. Es su gasto en salarios, sobre la compra
de fuerza de trabajo. El capital variable realmente no es variable cuando existe en forma de
coste fijo de dinero. Se convierte en capital variable cuando se desembolsan los salarios y se
gasta a los trabajadores en la perpetuación de su fuerza de trabajo.
Los trabajadores cogen este dinero, compran y consumen mercancías para mantenerse a sí
mismos y a sus familias. ¿Por qué deberíamos tener en cuenta si estas mercancías son
vendidas a sus precios de producción o sus valores? Ellos las consumen. Con el tiempo
regresan al centro de trabajo tienen en muchos casos han desaparecido. No pueden, en otras
palabras, ser consideradas como entradas ni siquiera en el mismo sentido que el chocolate
cubre la chocolatina Marx en una entrada (capital constante circulante).
¿Qué ocurre? Las mercancías son consumidas por los trabajadores para ayudar a reproducir
una nueva generación de asalariados. Pero la fuerza de trabajo no es producida de manera
capitalista, sino a través de la red de relaciones sociales como es la familia.
Para tomar un ejemplo concreto, el trabajo recibe sus salarios. Gasta una parte el viernes por
la noche en una cena. La cena es una salida para alguien que está en la economía. Fortificado
por este y otro nutriente ingerido en el curso del fin de semana el trabajador consigue volver
el lunes a trabajar. Su trabajo ahora es una entrada en la economía (su trabajo, no el propio
trabajador). Consideraremos esta entrada de trabajo como una ronda posterior de la
producción y reproducción en tiempo real, no una solución de ecuaciones simultáneas. ¿Puede

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esto explicar por qué es importante “transformar” la cena (que ya se ha transformado en otra
cosa al pasar a través del aparato digestivo del trabajador) de valores a precios de producción?
La crítica a la posición de Marx esencialmente se reduce a la queja de que no es un
economista del equilibrio. El equilibrio no cabe en su análisis. Esta crítica es bastante
correcta. Marx tiene un método fundamentalmente diferente al de los economistas neoclásicos
o post-ricardianos, la economía dialéctica.

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