Você está na página 1de 6

DOLORES, NOVELA DE SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER

Olgalucía Ruiz

La idea central que quisiera desarrollar aquí es cómo en Dolores, pueden verse
las contradicciones ideológicas de su autora, quien es una mujer de avanzada en
su época, que pone como marco y límite de este nuevo actuar de la mujer, las
creencias y costumbres cristianas con las implicaciones que esto tiene y, que
además, a través de la voz del narrador de la novela, trasluce una visión elitista de
los personajes que no pertenecen a su misma clase. Para hacer esto, me apoyaré
tanto en la novela, como en algunos apartes de su extenso ensayo La mujer en la
sociedad moderna.

En primer término es importante resaltar algunos aspectos de la vida de Soledad


Acosta. Su mamá es norteamericana, lo que implica de entrada, la cercanía a otra
cultura, así se queje de no tener una relación muy cercana con su madre. Su vida
está signada por múltiples viajes desde la edad de 12 años. Primero estudia en
Nueva Escocia, Canadá donde vivía su abuela materna; posteriormente viaja a
París en compañía de su padre; allí no sólo se educa en el sentido formal del
término, sino que la vida social le permite conocer y conversar con personajes de
gran importancia como por ejemplo el general Lafayette. Después de su
matrimonio con un hombre ilustrado y muy parecido a su padre, continúa su
trashumancia; vivió en el Perú y de nuevo en París. Soledad Acosta fue una mujer
privilegiada, no sólo por sus condiciones económicas que le permitieron viajar y
conocer otras culturas e idiomas, sino porque tuvo el apoyo y respeto de su padre
y de su esposo.

Si tenemos en cuenta que la vida de la escritora transcurre entre 1833 y 1913,


podemos observar que se trata de una época de grandes cambios. Acaba de
darse la independencia y las guerras sacuden las jóvenes naciones de América.
Paralelamente están dándose grandes cambios tecnológicos y culturales: Cuando
Acosta tenía 38 años, se inició la navegación a vapor por el río Magdalena, con las
implicaciones que tuvo este nuevo medio de transporte para las comunicaciones y
las importaciones de todo tipo de mercancías; catorce años después, en 1865,
llega el teléfono.

La vida social se transforma. La costumbre colonial de los estrados femeninos,


que eran espacios reservados a las mujeres, donde recibían las visitas y
educaban a sus hijos, desaparece poco a poco. Dichos estrados “estaban
conformados por una tarima de madera, una alfombra, cojines y almohadas para
sentarse, mesas bajas (…) y un biombo que las separaba de los hombres” (Ángela
Gómez Cely Del estrado femenino a la sala familiar cambios en los interiores
domésticos durante el siglo XIX
www.museonacional.gov.co/inbox/files/docs/cestrado.pdf) (ver fig. 1). El
estrado femenino fue reemplazado en el siglo XIX por un canapé sobre el cual se
sentaban las mujeres, conservando la costumbre del biombo (Fig. 2) y hacia la
primera mitad del siglo, desaparece, para dar paso a la sala familiar donde se
reunían hombres y mujeres a la usanza inglesa y francesa (Figs. 3 y 4). Bajo las
nuevas influencias y, con el comercio a vapor por el Magdalena, vienen vidrios
importados que recubren los balcones, entran en desuso las celosías, llegan las
cortinas, las familias más adineradas traen pianos. Los salones mixtos nos pueden
explicar la existencia de hombres y mujeres “de avanzada”, que están bajo las
nuevas influencias europeas. Los cambios en la moda, los muebles, las
sonoridades y la arquitectura, están relacionados con fuertes cambios sociales.

Antes de entrar de lleno en la novela, quiero revisar algunas de las reflexiones de


Acosta de Samper en su largo ensayo La mujer en la edad moderna, donde se
plantea que la misión de la mujer en el mundo es “suavizar las costumbres,
moralizar y cristianizar las sociedades” (Pág.381). Dice más adelante:

(Pág 386)

Las mujeres de Hispanoamérica deben tener conciencia de la importancia social


de su misión para confiar más en sus capacidades y asumir la escritura. Hace esta
reflexión a partir de lo que observa en la mujer norteamericana, que es respetada
porque, además de ser madre y esposa, es la compañera del hombre, “no es una
flor, un ensueño, un juguete, un adorno, una sierva; es igual a su marido y a su
hermano, por la solidez de su instrucción, la noble firmeza de su carácter, por sus
dotes espirituales y por consiguiente todas las carreras le están abiertas (…)
excepto la política” (Pág.385). Tengamos presente que Soledad tiene madre y
abuela norteamericanas y que vivió en Canadá, lo que le da un conocimiento no
solo en libros, sino de primera mano. “Entre las naciones de la raza española, aún
se mira a la mujer como un ser inferior, como un niño, y se la elogia cuando se
eleva un poquito sobre la medianía con una exageración que abochorna”
(Pág.385), continúa la escritora, porque dichos elogios provienen de no esperar
mucho de las mujeres.

Considero que un ensayo de Concepción Arenal de García Carrasco, titulado La


mujer de su casa, tiene gran influencia en esta concepción de la responsabilidad
social de la mujer. Dice la autora española citada por Acosta en el capítulo III de
su ensayo, que las virtuosísimas señoras de su casa, que circunscriben sus
obligaciones al ámbito del hogar, pueden ser perniciosas:

(Pág184)
Queda, pues clara la importancia de la
instrucción de la mujer para Soledad Acosta,
desde una doble misión: el trabajo del hogar es una responsabilidad social y
además una mujer que accede a la educación puede ejercer cualquier profesión.
Esta convicción, asumida desde su rol de escritora, es decir como una mujer que
con su trabajo instruye a las mujeres, una mujer que ha dejado la timidez y
publica, es una postura muy avanzada en su época.

Sin embargo, en su novela Dolores, vemos que la autora construye una heroína
que, si bien es instruida y se preocupa por serlo, responde por otro lado a la visión
romántica de la mujer débil y enfermiza. La primera imagen que tenemos de
Dolores es la de un lirio “Lucía como un precioso lirio en medio de un campo, la
flor más bella de aquellas comarcas” (Pag. 45). Además de mostrar la mujer bajo
la criticada forma de la flor más bella, la compara específicamente con el lirio, que
es símbolo de castidad, virginidad y pureza en la tradición cristiana: El arcángel
San Gabriel porta un lirio en la anunciación, una leyenda cuenta que la virgen
volvió blancos los lirios al tocarlos y en el evangelio se nombran como ejemplo de
entrega a la divina Providencia “Miren los lirios del campo, cómo crecen sin
fatigarse ni tejer”. Además, la belleza de Dolores es singular, se destaca del resto,
es un lirio en medio del valle, en medio de lo campesino y lo rural, ella es esa
elevada flor de la Vírgen, no pertenece a ese mundo que, como se verá más
adelante cuando estén en la fiesta del pueblo, es mirado con cierto desdén por el
narrador.

La imagen de la pureza y la blancura se elabora a lo largo de la novela, tanto en la


mirada sobre la piel, que tiene además el sentido de la enfermedad, como en el
vestido. Siempre que se habla de la ropa de Dolores, ésta es blanca: “Desde lejos
vi a Dolores vestida de blanco (…) apoyaba la cabeza en el brazo doblado
mientras la que la otra manecita blanca y rosada caía inerte a su lado.” (Pág.61)
“Su tez blanca y rosada (…) en contraste con su albo vestido” (Pág. 62), …”con su
vestido blanco se veía como un espectro entre las sombras” (Pag. 84). La piel de
Dolores es blanquísima y contrasta con el pelo y los ojos negros. El blanco de la
piel es un atributo de clase y de pureza que, al igual que su vestido, construye la
imagen inmaculada del lirio. Sin embargo, la extrema blancura, extraña en esas
tierras, es la que descubre la terrible enfermedad de la protagonista. La blancura
es síntoma de la enfermedad, cuyo progreso se describe precisando el cambio de
color de la piel, de blanca sonrosada a pálida, a morada. Dolores va perdiendo la
blancura virginal de su piel, cae en estados pasajeros de locura donde destroza y
enloda sus vestidos y su alma, se llena de escepticismo por momentos,
cuestionando los designios divinos. El lirio se marchita, se pudre poco a poco
hasta morir.
Considero que el contraste entre la imagen virginal del lirio y la imagen final de
Dolores leprosa es interesante porque va más allá de los propósitos explícitos de
la autora. Al deteriorarse el cuerpo de la heroína, su espíritu también se
transforma, y no precisamente hacia la vida de resignación cristiana, ni al
ofrecimiento sacramental de su padecimiento para la salvación del alma, como se
podría esperar en la concepción religiosa, sino que se torna escéptica y además
tiene crisis de locura. Es cierto que al final muere en la gracia de Dios, se confiesa
y recibe el último sacramento, pero de todas maneras el personaje muestra una
gran contradicción con esos valores. La autora trata con benevolencia la rebeldía
de Dolores, pues siempre escuchamos la voz del personaje contándonos esos
episodios, mientras que la reconciliación final es narrada escuetamente por el
sacerdote.

La imagen virginal de Dolores cuando todavía es la flor más hermosa, el lirio del
valle, contrasta con las
ñapangas, que visten de
colores y bailan
públicamente con hombres
que, como don Basilio, se
toman la libertad de decirles
al oído palabras que las
hacen sonrojar (obsérvese
que decir al oído implica
una gran cercanía). A las
señoritas, que observan el
baile sin participar en él, les
disgusta que los
muchachos de su clase
entren en relación de igual a igual con esas mujeres; se sienten vejadas y por eso
se marchan. Aquí hay una mirada que degrada a las campesinas y pone en lugar
más elevado a Dolores y sus amigas, que por el contrario, caminan juntas y
apenas si se tratan en privado con los muchachos que las acompañan, que son
los adecuados porque pertenecen a su misma clase. Más adelante, al referirse al
amor entre Antonio y Dolores, Pedro, el narrador de la historia, comentará que no
es cierto que los extremos simpaticen en lo que se refiere al verdadero amor,
porque en este se precisa “una completa armonía, armonía en sentimientos, en
educación, en posición social y en el fondo de las ideas” (Pág.56)

También contrasta con la imagen de Dolores la novia de Pedro, Mercedes, que se


deja llevar por los chismes, rompe con éste y se casa con don Basilio,
precisamente el instigador de la ruptura. Al no pensar por sí misma y al casarse
con alguien que no es su par, Mercedes se degrada. Por eso el fin del noviazgo no
implica una gran tristeza para Pedro. Mercedes queda al mismo nivel de don
Basilio. En el tratamiento del personaje don Basilio, hay un exceso de atributos
negativos, a mi parecer: no es blanco, su fortuna no es heredada (la ha hurtado),
estudia y viaja pero no puede jamás alcanzar la ilustración que parece reservada
para quienes son desde el nacimiento de otra clase social. No es posible la
movilidad social, los nuevos ricos no son admitidos y al contrario, quien se junte
con ellos se contagia de esa condición, que es una especie de lepra. Sin embargo,
la lepra, con todo el sentido de enfermedad repugnante y peligrosa, no logra
degradar a la heroína en la novela, aunque se torne fea, dura, descreída y loca,
porque desde su nacimiento parece tener un destino; su origen social le da un
sello que no pierde.

En conclusión, Soledad Acosta de Samper es una mujer con pensamiento muy


adelantado con relación al común en su época, una mujer que tenía conciencia de
la responsabilidad social de las mujeres desde su ámbito privado y en el ámbito
público, certeza de la importancia que tenía el hecho de que las mujeres dejaran la
timidez y publicaran sus escritos para educar a las nuevas generaciones y para
ser ejemplo. Sin embargo, tiene fuetes contradicciones, pues parece ser, por lo
que se ve en el tratamiento de lo popular, que dichos alcances educativos los
atisba para una sola clase. Por otro lado, aunque manipula personajes como don
Basilio, que son retratados unidimensionalmente, logra trascender su propia
ideología al retratar a Dolores en una gran complejidad, que pone incluso en juego
uno de los valores y objetivos de su tarea como escritora, que es la de moralizar y
cristianizar.

BIBLIOGRAFÍA

Acosta de Samper Soledad. Dolores. Ed Javeriana. Bogotá 2004

Acosta de Samper Soledad. La mujer en la sociedad moderna. Garnier Hermanos


París 1895 (versión fotografiada en PDF)

Gómez Cely, Ángela. Del estrado femenino a la sala familiar cambios en los
interiores domésticos durante el siglo XIX
www.museonacional.gov.co/inbox/files/docs/cestrado.pdf)

Imágenes de la comisión corográfica


http://www.mincultura.gov.co/virtual/VisitasVirtuales/visitasv/comision_corografica/exhi
bicion-laminas-

Você também pode gostar