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En la primera clasificación encontramos los que se dan por adición, entre ellos

entran los embarazos adolescentes, los embarazos no deseados o la inesperada


llegada de alguien a vivir en nuestro hogar, creando esto problemas psicológicos
de índole social.

En la segunda clasificación vemos a los de pérdida, aquí vemos accidentes o


delitos dentro de la familia, perdida de trabajo de los encargados de la casa,
aborto espontaneo o bien provocado, muerte de algún familiar, divorcio o
separación de los conyugues, observar diagnósticos de infidelidad de la pareja,
poseer hijos fuera del matrimonio y la hospitalización de algún miembro de la
familia nuclear.

En este caso la psicología de familias es de gran ayuda para poder abordar


este tipo de problemáticas que desestabilizan el sistema y rompen con su
homeostasis.

También están por cambio de estatus, ya sea por exilio obligado de carácter
económico o político, deserción o expulsión escolar de algún hijo, abuso de
sustancias o de alcohol de alguno de los hijos, cesantía prolongada de alguno de
los padres o de los dos, encarcelamiento de algún miembro.

Ponerse en la piel de la otra pareja, ver las cosas desde otros ojos que no sean
los propios y expresar nuestra posición de manera empática, es otro de los
métodos que algunas parejas utilizan con éxito para impedir el desarrollo de estos
malos momentos.

Todas estas situaciones marcan a la familia de alguna manera, ya que en


ocasiones dejan en la persona síntomas de desorganización, ansiedad y
confusión, desestabilizan de tal forma a la familia que se ve vulnerable ante
cualquier situación, haciendo que sus modos de protegerse cambien.

El fin y motivo de acudir a la psicologia familiar, es para que se descubran


herramientas y recursos suficientes para poder afrontar las situaciones antes
expuestas, así que si pasas por alguna de ellas, no dudes en acudir por ayuda y
de consultar con un asesor matrimonial o un psicólogo matrimonial para que los
oriente en poder resolver todo tipo de problema que suceda en la familia.

Cuando estos arranques de hostilidad empiezan a generarse y todavía no son


muy marcados, una buena estrategia es que el miembro que está controlado
intente “desarmar al otro”, haciendo cosas que sabe le son especialmente gratas.

Esta forma de proceder es especialmente eficaz si hacemos hincapié en que, al


llevarla a cabo, no se demuestra sombra de ironía. Una buena forma de potenciar
su eficacia consiste en saber apoyarse, sobre todo, en la comunicación no verbal.

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