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La circulación de la sangre desde el punto de vista de la física

La sangre humana es un líquido, con una densidad de alrededor de 1.04 g/cm³, muy
cercana a la del agua, que es de 1.00 g/cm³. La viscosidad de la sangre varía entre 2.5 y 4
veces la del agua. Su circulación en nuestro organismo depende del corazón, que se puede
considerar como una bomba doble, pues tiene dos lados, cada uno con una aurícula y en
ventrículo (ver figura). Además del corazón, que bombea la sangre, el sistema
cardiovascular incluye las arterias, que transportan la sangre a los órganos, músculos y piel;
y las venas, que devuelven la sangre al corazón.
La arteria más importante es la aorta. Ésta se ramifica para formar arterias más
pequeñas, las que a su vez se ramifican a arterias aún más pequeñas, hasta que finalmente
la sangre llega a los pequeñísimos capilares del lecho vascular. Estos vasos capilares son tan
pequeños que los glóbulos rojos deben pasar por ellos de uno a uno. Después de pasar por
los capilares, donde los materiales que la sangre transporta se intercambian con los tejidos
circundantes, la sangre fluye a las venas y regresa al corazón.
La circulación de la sangre fue descubierta por el español Miguel Servet y
redescubierta por el médico inglés William Harvey.

La bomba cardíaca

El ciclo de bombeo del corazón se puede describir como sigue.


La sangre pobre en oxígeno entra a la aurícula derecha; una vez que ésta se llena, se
lleva a cabo una contracción leve, de 5 a 6 mm de mercurio (mm Hg), y la sangre pasa al
ventrículo derecho a través de la válvula
tricúspide. De este ventrículo es bombeada hacia
los pulmones, donde se realiza un intercambio de
gases, y regresa al corazón, esta vez a la aurícula
izquierda. Gracias a una leve contracción de la
aurícula (7 a 8 mm Hg), la sangre pasa al
ventrículo del mismo lado, también a través de
una válvula, la mitral. El ventrículo izquierdo
bombea entonces la sangre oxigenada al resto del
cuerpo a través de la arteria aorta.
Las válvulas del corazón son
unidireccionales, para garantizar que la sangre
fluya en la dirección correcta. En el ciclo de
bombeo del corazón, los dos ventrículos bombean
al mismo tiempo. Cuando escuchamos un
corazón con un estetoscopio, oímos dos sonidos
nítidos. El primero corresponde al cierre de las
válvulas tricúspide y mitral, y el segundo al cierre
de las válvulas aórtica y pulmonar. Se escuchan
otros sonidos asociados con el flujo y la
turbulencia de la sangre.
La presión generada por el ventrículo derecho es muy baja, alrededor de 25 mm de
mercurio (mmHg). Los pulmones ofrecen poca resistencia al flujo de la sangre. El ventrículo
izquierdo genera una presión mayor, por lo general superior a los 120 mm Hg en el máximo
de la presión (sístole). Durante la etapa de descanso del latido cardíaco (diástole), la presión
típica se ubica en alrededor de 80 mm Hg.
Los músculos trabajan mediante corrientes eléctricas. Cada contracción del músculo
cardíaco se realiza gracias a un flujo de corriente eléctrica. Este fenómeno se aprovecha para
los electrocardiogramas.

La presión arterial

La presión arterial es la presión que ejerce la sangre contra la pared de las arterias. Esta
presión es imprescindible para que circule la sangre por los vasos sanguíneos y aporte el
oxígeno y los nutrientes a todos los órganos del cuerpo para que puedan funcionar.
La presión arterial fue descubierta en 1733 por el sacerdote, fisiólogo y botánico
inglés Stephen Hales. Este investigador tomó una muestra de sangre de la carótida de un
caballo sirviéndose de una cánula unida a un tubo delgado de vidrio que sostenía
verticalmente. El original experimento trataba de determinar la velocidad de eyección de la
sangre. Hales se sorprendió al descubrir
que la sangre se elevaba a unos tres
metros de altura, y fue el primero en
establecer una relación entre la presión
arterial y la presión atmosférica, es de-
cir, el primero en medir la presión
arterial.
Parece extraño que este
descubrimiento fundamental no tuviera
repercusiones en medicina durante casi
siglo y medio. Pero es que, aparte de
que se le veía poco interés a la presión
arterial, para medirla había que hacer
una incisión en una arteria, con el
consiguiente riesgo de provocar una
hemorragia fatal. Pasó un tiempo antes de que se ideara otra manera de medirla.
El aparato que usa en la actualidad para medir la presión arterial se llama
esfigmomanómetro o baumanómetro, y el lugar habitual para medirla es el brazo.
La presión arterial depende de los siguientes factores:

• Volumen de eyección: volumen de sangre que expulsa el ventrículo izquierdo


del corazón durante la sístole del latido cardíaco. Si el volumen de eyección
aumenta, la presión arterial será más elevada, y viceversa.
• Distensibilidad de las arterias: capacidad de aumentar el diámetro sobre todo de
la aorta y de las grandes arterias cuando reciben el volumen sistólico o de eyección.
Una disminución en la distensibilidad arterial se verá reflejada en un aumento de la
presión arterial y viceversa.
• Resistencia vascular: fuerza que se opone al flujo sanguíneo al disminuir el
diámetro sobre todo de las arteriolas y que está controlada por el sistema nervioso
autónomo. Un aumento en la resistencia vascular periférica aumentará la presión en
las arterias, y viceversa.
• Volemia: volumen de sangre de todo el aparato circulatorio.
• Gasto cardíaco: determinado por la cantidad de sangre que bombea el corazón
(volumen sistólico) en cierto lapso, lo cual depende en gran parte de la frecuencia
con que se contrae el ventrículo izquierdo en un minuto (frecuencia cardíaca).

La presión arterial se mide normalmente en milímetros de mercurio por encima de la


presión atmosférica. Los valores normales de la presión arterial van desde 100/60 hasta
120/80 mm Hg sobre la presión atmosférica. La primera cifra indica la presión sistólica y la
segunda la diastólica. Cuando la presión arterial se ubica por encima de 130/90 mm Hg,
hay hipertensión o presión arterial alta; por debajo de 100/60 mm Hg, hay hipotensión o
presión arterial baja.
Muchas personas usan presión arterial y tensión arterial como expresiones
sinónimas. Desde el punto de vista de la física hay que distinguirlas. La presión arterial es
la fuerza que ejerce la sangre al circular por las arterias, mientras que la tensión arterial es la
forma en que las arterias reaccionan a esta presión, debido a la elasticidad de sus paredes.
La ley de Laplace (que indica que P / r = T, donde P es la presión, r el radio y T la
tensión) relaciona la presión y la tensión de un fluido, pero añadiendo al sistema la variable
radio del tubo contenedor del fluido, un vaso sanguíneo en este caso.

El trabajo mecánico del corazón

Es posible calcular el trabajo mecánico que el corazón realiza en su labor cotidiana de


bombear la sangre de nuestro organismo.
Consideremos el flujo de un líquido en un tubo. La fuerza neta sobre el fluido es
igual al producto de la caída de presión en el fluido, ∆P, por el área de sección transversal
del tubo, A. La potencia consumida es igual al producto de la fuerza neta por la velocidad
media: (∆PA)(à).
El gasto volumétrico o caudal es el volumen de un líquido que pasa a través de una
sección de tubería por unidad de tiempo. Puesto que Aà = AL/t = volumen /tiempo, que es
el gasto, entonces podemos expresar la potencia consumida por el corazón como

Potencia = (gasto)( ∆P)

Si un corazón normal bombea sangre a razón de 97cm3/s y la caída de presión del


sistema arterial al sistema venoso es de 1.17 x 104 Pa, tenemos entonces que

Potencia = (97 cm3/s)(106 m3/cm3)(1.17 x 104 Pa) = 1.1 W

Al medir el consumo de oxígeno, se determina que el corazón de un hombre de 70kg


en reposo consume alrededor de 10W. En el cálculo precedente se estimó que se necesita
1.1W para realizar el trabajo mecánico de bombear la sangre; por lo tanto, la eficiencia típica
del corazón es del orden de 10%.
Durante el ejercicio agotador, la presión sanguínea puede aumentar en un 50% y el
volumen de sangre bombeada por un factor de 5 para incrementar un total de 7.5 veces la
potencia generada por el ventrículo izquierdo. En virtud de que el ventrículo derecho tiene
una presión sistólica alrededor de cinco veces menor que la del ventrículo izquierdo, la
potencia que requiere es del orden de una quinta parte de la de este último.

El flujo de la sangre

Los líquidos en reposo trasmiten íntegramente y en todas direcciones las presiones que se
les aplican, pero no cuando se hallan en movimiento a través de un tubo. Es lo que pasa con
nuestro sistema circulatorio: el fluido es la sangre, y las arterias y venas los tubos del
circuito.
Si el líquido fluye por un tubo recto en forma rítmica, el flujo es laminar, es decir que
puede imaginarse como un conjunto de láminas concéntricas que se deslizan una sobre
otra, la central será la de mayor velocidad mientras que la que está tocando al tubo tendrá
la mínima velocidad. Si consideramos las velocidades de las diferentes capas de líquidos en
un tubo tendremos que el fluido que está en contacto con la pared del tubo que lo contiene
prácticamente no se mueve, las moléculas del fluido que se mueven a mayor velocidad son
las que se encuentran en el centro del tubo.
La energía necesaria para que el líquido viaje por el tubo debe vencer la fricción
interna de una capa sobre otra. Si el líquido tiene una viscosidad η el flujo sigue siendo
laminar siempre y cuando el valor de la velocidad del fluido V por el diámetro del tubo d
dividido entre el valor η no exceda de un valor crítico conocido como número de Reynolds:

Si Re es mayor que 2000, la


corriente laminar se rompe y se
convierte en turbulenta, es decir,
forma remolinos, chorros y vórtices.
La energía requerida para
mantener una corriente turbulenta
es mucho mayor que la necesaria
para mantener una corriente
laminar. La presión lateral ejercida
sobre el tubo aumenta. Aparecen
vibraciones que pueden ser
detectadas como sonido. En la
circulación humana normal el flujo
es laminar; rara vez es turbulento,
con excepción de la aorta y bajo
condiciones de ejercicio intenso.
El gasto de la sangre cambia
a medida que la sangre recorre el
sistema. El área de sección
transversal del lecho vascular, que es
el producto del área de sección
transversal por el número de
capilares, es mucho mayor que el
área de sección transversal de la aorta. Puesto que el volumen de la sangre que pasa a
través de un área de sección transversal por unidad de tiempo es Aν, donde ν es la rapidez
de la sangre, podemos expresar el gasto volumétrico de la sangre como

gasto = A aortaνaorta

Por otra parte, dado que el gasto medio total a través de la aorta y los capilares debe
ser el mismo, tenemos que

gasto = Aaortaνaorta = Acap ν cap

Lo que esto quiere decir es que la rapidez con que se mueve la sangre en los
capilares es mucho menor que en la aorta, lo cual permite el intercambio de gases y otros
materiales en los tejidos.

Conclusión

Los conocimientos que nos da la ciencia —en particular la física— sobre el sistema
cardiovascular nos ayudan no sólo a comprender cómo funciona éste, sino también a
detectar y tratar sus enfermedades. Actualmente tenemos, además de los estetoscopios que
vemos en todo consultorio médico, aparatos para medir la presión arterial con gran
precisión y equipos para tomar electrocardiogramas aprovechando los potenciales
eléctricos que se generan el músculo cardíaco cuando se contrae.
Tan sólo hace 25 años un ataque cardíaco no tenía remedio y una gran parte de la
gente que lo sufría moría. Ahora se cuenta con equipos que detectan el problema a tiempo e
instrumentos para tratar de resolverlo.

BIBLIOGRAFÍA

Serway, Raymond A. y Faughn, Jerry S.: Física. Quinta edición. Pearson Educación.

Netter, F.: Atlas de anatomía humana. Ciba-Geigy, 1996.

Piña Barba, María Cristina: La física en la medicina. Colección “La ciencia para todos”,
volumen 37. Edición conjunta de la SEP, el CONACYT y el Fondo de Cultura Económica,
1987.

Wikipedia, artículo “Presión arterial”.

Médica Sur en Línea (www.medicasur.com.mx)

Biblioteca Digital ILCE (bibliotecadigital.ilce.edu.mx), artículo sobre la física del aparato


circulatorio.

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