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Lenin, ¿el dictador original?

Åke Westerlund

Vladimir Lenin, el principal líder de la Revolución Rusa, a mediados de 1917 hacía la siguiente
observación: “En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a
constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más
furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se
intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de
una cierta aureola de gloria para ‘consolar’ y engañar a las clases oprimidas, castrando el
contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola.” (El
Estado y la revolución)

En un momento de exaltación, cuanto las tropas norteamericanas conquistaron Bagdad el 10


de abril del año pasado, el Secretario de Defensa de EEUU, Donald Rumsfeld, proclamó que
“Saddam Hussein ya ocupaba su lugar correcto junto a Hitler, Stalin, Lenin y Ceaucescu en el
panteón de los dictadores brutales y fracasados”. Ochenta años después de la muerte de Lenin
las clases dominantes en todo el mundo aún le vinculan a los más horribles dictadores.

Lenin, ¿el dictador original?

Lenin murió hace ochenta años, el 21 de enero de 1940, pero padeció una enfermedad severa
y estuvo alejado de la vida política desde finales de 1922. Desde su muerte, sin embargo, las
clases dominantes en todo el mundo no han hecho ningún intento de canonización. Su miedo a
la revolución rusa, los “diez días que sacudieron el mundo”, les llevó a continuar con
“campañas caracterizadas por la malicia más salvaje, el odio más virulento, por las mentiras y
las calumnias sin escrúpulos”. Nunca antes ni después los capitalistas han estado tan cerca de
perder sus beneficios y su poder a nivel mundial como en el período de 1917 a 1920.

Las campañas contra Lenin son utilizadas para asustar a los trabajadores y la juventud para
alejarles de las ideas y la lucha revolucionaria. Para los socialistas de hoy en día es por tanto
necesario responder a las mentiras y calumnias dirigidas contra Lenin y la Revolución Rusa.

La imagen de una línea continua de Lenin a Josef Stalin, y después a Leónidas Breznev y Mijail
Gorbachov es quizá la falsificación más grande de la historia. Publicaciones como El libro negro
del comunismo: crímenes, terror y represión, escrito por Stephane Courtois, Nicolas Werth,
Jean-Louis Panne, Andrzej Paczkowski, Karel Bartosek, Jean-Louis Margolin, no dicen nada
sobre la política de los bolcheviques encabezados por Lenin o las decisiones tomadas
inmediatamente después de la Revolución de Octubre de 1917. Ocultan las enormes luchas de
los años veinte, empezando por la del propio Lenin para frenar el ascenso del estalinismo. No
pueden explicar la guerra civil unilateral de Stalin en los años treinta contra todo lo relacionado
con Lenin.

Un historiador que sí diferenciaba entre Lenin y Stalin era E.H. Carr, quien describió el régimen
de Lenin como el estímulo para que la clase obrera tomara parte activa en la gestión del
partido y de la nación. Esa posición sobre la democracia y los derechos de los trabajadores era
totalmente opuesta a la dictadura establecida por Stalin. Fueron los consejos obreros, los
soviets, los que tomaron el poder en octubre de 1917, fueron sus delegados elegidos y
revocables los que nombraron el gobierno. Se protegieron los derechos de los trabajadores,
incluido el de huelga. Se impulsó la creación de comités de fábrica y la negociación colectiva.
Los bolcheviques no estaban a favor de prohibir ningún partido, ni siquiera los partidos
burgueses en la medida que no defendieran la lucha armada. Al principio, la única organización
prohibida fueron las Centurias Negras, creadas por bandas organizadas en un partido proto-
fascista especializado en los ataques físicos y pogromos contra los judíos.

La contrarrevolución de Stalin

Con sus primeras decisiones el gobierno bolchevique demostró ser el más progresista de la
historia. Entre ellas, nuevas leyes sobre los derechos de las mujeres, el derecho a divorcio y al
aborto. Se prohibieron el antisemitismo y el racismo. A las naciones oprimidas se les dio el
derecho a decidir su destino. Fue el primer Estado que intentó crear un nuevo orden socialista,
a pesar de las terribles condiciones materiales.

La Unión Soviética de Lenin y su programa político fueron aplastados por el estalinismo. La


llegada al poder de la burocracia estalinista significó una contrarrevolución en cada uno de los
terrenos, aparte de la economía planificada. Los derechos de los trabajadores, las mujeres y las
naciones oprimidas se pusieron bajo un puño de hierro. En lugar de “morir”, que era la
perspectiva de Lenin para el aparato del estado obrero, éste creció hasta convertirse en una
maquinaria policiaco-militar opresiva de proporciones gigantescas. El estalinismo fue una
dictadura nacionalista, un organismo parasitario viviendo en el organismo de la economía
planificada.

Este régimen no fue el resultado inevitable de la revolución obrera, fue provocado por unas
circunstancias concretas, el aislamiento de la revolución, particularmente la derrota de la
revolución alemana de 1918-1923 y el atraso económico de Rusia. El estalinismo, sin embargo,
no pudo tomar el poder sin resistencia, sin una contrarrevolución política sangrienta. Las
purgas y cazas de bruja perpetradas por Stalin en 1936-1938 no fueron acciones ciegas, sino la
respuesta de la burocracia a una creciente oposición a su dominio. El principal acusado en los
juicios farsa fue el aliado de Lenin en 1917, León Trotsky, y sus seguidores que fueron
encarcelados y ejecutados por miles. Trotsky, que defendió y desarrolló el programa de Lenin y
los bolcheviques, fue expulsado de la Unión Soviética en 1929 y en 1940 asesinado en México
por un asesino a sueldo de Stalin. Trotsky se convirtió en el principal enemigo del régimen de
Stalin porque en realidad había dirigido la revolución en 1917 junto con Lenin (mientras Stalin
había estado titubeante y permaneció en los márgenes), analizó y describió en detalle el
régimen de terror de Stalin, además tenía un programa para el derrocamiento del estalinismo y
la restauración de la democracia obrera.

Los políticos burgueses y los socialdemócratas en occidente también atacaron a Trotsky como
líder marxista revolucionario. Comprendían que sus ideas no sólo eran una amenaza para
Stalin sino también para el poder de los capitalistas. Durante los Juicios de Moscú de 1936, el
gobierno noruego no permitió defenderse públicamente a Trotsky que entonces estaba en
Noruega. Cuando Stalin en 1943 disolvió la Internacional Comunista (creada en 1918 para unir
a los grupos revolucionarios de todo el mundo) para conseguir una alianza con EEUU y Gran
Bretaña, el New York Times comentó que Stalin por fin había renunciado a la idea de “Trotsky”
de la revolución mundial.
El antiguo jefe de espías de Stalin, Leopold Trepper, escribió más tarde” CITA DE TREPPER….
Podemos comparar su comentario con el de Wiston Churchill que en los años cincuenta calificó
a Stalin como un “gran estadista ruso”.

Antes de la contrarrevolución política del estalinismo, la dirección de Lenin y Trotsky no tenía


como prioridad actuar en sus propios intereses. Los principios guiaban sus acciones, sobre todo
la de hacer avanzar la lucha de los trabajadores a nivel mundial. También admitían cuando se
veían obligados a retirarse o llegar a un compromiso.

El estalinismo, por otro lado, utilizó las condiciones de los años de la guerra civil y la hambruna
de masas para construir un sistema político completamente nuevo. La sociedad estalinista se
describió como un mundo perfecto e ideal, un sueño. La dictadura obligó a introducir estas
ideas no sólo en la Unión Soviética también internacionalmente, en todos los partidos
“comunistas”. Esta política continuó incluso cuando las economías de los países estalinistas
estaban en la cima, en los años cincuenta y sesenta. Los debates vivos y las tradiciones del
Partido Bolchevique acabaron en los años veinte y treinta.

El estalinismo, en palabras mantenía una conexión con la revolución, Marx y Lenin se


convirtieron en iconos religiosos porque ayudaban a fortalecer a estos regímenes. La
burocracia quería apoderarse del crédito de la revolución, que en sí mismo es una prueba de su
atractivo poder. El resultado final, sin embargo, fue desacreditar los conceptos del marxismo y
el “leninismo” en la mente de los trabajadores y oprimidos de todo el mundo. El “leninismo” se
convirtió en una consigna de una dictadura parasitaria.

Esta falsificación estalinista de las ideas de Lenin y del marxismo fue aceptada
internacionalmente sin ningún tipo de cuestionamiento por los socialdemócratas y las clases
dominantes. Tenían todo el interés en ocultar las auténticas ideas de Lenin. Trotsky y sus
seguidores defendían la herencia política de Lenin y se opusieron al culto a la personalidad que
Stalin construyó. En contraste a la crítica superficial de los políticos en occidente, Trotsky tenía
un programa científico y de clase contra el estalinismo. Trotsky, por ejemplo, avisó de las
consecuencias de la dirección militar de Stalin y de la colectivización forzosa de la agricultura
en 1929-1933 (mientras algunos propagandistas anti Lenin pretenden que fue Lenin quien
impuso la colectivización).

En el libro La revolución traicionada, escrito en 1936, Trotsky explica en detalle cómo las
políticas de Stalin eran lo contrario a las de Lenin: en cultura, familia, agricultura, industria,
derechos democráticos y nacionales, etc., En todos los temas internacionales el estalinismo
rompió con el programa y los métodos de Lenin, sobre todo en la necesidad de la
independencia de la clase obrera; en la revolución china de 1925-1927, la lucha contra el
fascismo en Alemania, la revolución española en los años treinta y en todas las demás luchas
decisivas. Los comentaristas actuales anti Lenin que insisten en que la lucha revolucionaria es
“irreal” acaban en el campo de Stalin contra Lenin y Trotsky.

1917: ¿Qué se consiguió?

La revolución de febrero de 1917 derrocó el régimen dictatorial del zar. El gobierno provisional
que reemplazó al zar, no obstante, continuó con la política que había llevado a la revolución.
Continuaron los horrores de la Primera Guerra Mundial, la cuestión agraria siguió sin resolver,
la opresión nacional en realidad se intensificó, el hambre en las ciudades empeoró, no había
elecciones y la gran represión iba dirigida contra los trabajadores y campesinos pobres. Estos
acontecimientos, apenas mencionados por los historiadores burgueses, pusieron las bases para
el apoyo de masas a los bolcheviques y a la Revolución de Octubre.

Mientras Rumsfeld y demás se basan en simples consignas, los libros como El libro negro del
comunismo son un intento de dar una justificación histórica basada en hechos falsos y en las
calumnias de Rumsfeld. Nicolas Werth, que escribió el capítulo sobre los bolcheviques,
prácticamente pasa por alto la política de otoño de 1917. Menciona brevemente y por encima
los decretos sobre la paz y la tierra aprobados en el segundo congreso de los soviets, la reunión
que eligió al nuevo gobierno encabezado por Lenin.

Fue esta reunión la que adoptó la política demandada por los campesinos pobres desde
febrero y que ellos mismos habían ya comenzado a implantar: la redistribución de la tierra.
Fueron los bolcheviques quienes en realidad implantaron la consigna del partido Social
Revolucionario, “tierra al explotado”, tierra para los 100 millones de campesinos y sin tierra.
(Los Social Revolucionarios tenían un amplio apoyo entre el campesinado pero se dividieron en
líneas de clase en 1917. Su ala de izquierdas se unió al gobierno soviético, antes de intentar
derrocarlos en 1918). Treinta mil terratenientes ricos, odiados por todas las capas del
campesinado, perdieron su tierra sin compensación.

El decreto del gobierno bolchevique sobre la paz fue una decisión histórica de proporciones
mundiales, anhelada por millones de soldados y sus familias durante más de tres años. El de
esta medida, de la Revolución Rusa y la subsiguiente revolución alemana un año más tarde,
llevó al final de la primera guerra mundial (en noviembre de 1918) y está completamente
enterrado por las campañas de calumnias contra Lenin y la revolución.

Werth, en El libro negro, escribe que los bolcheviques “parecían” apelar a los pueblos no rusos
para liberarse. En realidad, el gobierno declaró todos los pueblos iguales y soberanos,
defendían el derecho de autodeterminación para todos los pueblos, incluido el derecho a
formar sus propios estados y la abolición de todos los privilegios nacionales y religiosos.

Las decisiones de abolir la pena de muerte en el ejército y prohibir el racismo, que demuestra
las intenciones reales del régimen obrero, no se mencionan en ninguna parte de El Libro negro.
Lo mismo sucede con que el hecho de que la Rusia soviética fuera el primer país en legalizar el
derecho al aborto y el divorcio. Algo totalmente nuevo también era el derecho de las
organizaciones de trabajadores y gente corriente a utilizar las imprentas, convirtiendo así la
libertad de prensa en algo más que palabras vacías. Que la crítica se pudiera hacer libremente
en las calles se puede verificar en muchos informes de testigos. Los mencheviques reformistas
y los anarquistas funcionaban con total libertad y pudieron, por ejemplo, organizar
manifestaciones de masas en los funerales de Georgi Plejanov y el príncipe Pyotr Kropotkin en
1918 y 1921 respectivamente.

En el tercer congreso de los soviets, el primero después de octubre de 1917, la mayoría


bolchevique aumentó aún más. El nuevo comité ejecutivo elegido en este congreso incluía a
160 bolcheviques y 125 social revolucionarios de izquierdas. Pero también había
representantes de otros seis partidos, entre ellos dos dirigentes mencheviques. La democracia
soviética se extendió a cada región y aldea, donde los trabajadores y campesinos pobres
establecieron nuevos órganos de poder, soviets locales, que derrocaron a los viejos
gobernantes. El gobierno soviético significaba que algunos pequeños grupos privilegiados en la
sociedad no tenían el derecho a voto: aquellos que contrataban a otros para el beneficio o
vivían del trabajo de otros, monjes y curas, además de criminales. Esto se puede comparar con
la mayoría de los países europeos donde, en ese momento, la mayoría de trabajadores y todas
las mujeres carecían de derechos sindicales y del derecho al voto.

Lenin explicaba la importancia histórica de la revolución: “El Poder soviético es el primero del
mundo (mejor dicho, el segundo, porque la Comuna de Paris empezó a hacer lo mismo) que
incorpora al gobierno a las masas, precisamente a las masas explotadas. Mil barreras cierran a
las masas trabajadoras el paso al parlamento burgués (que nunca resuelve las cuestiones de
mayor importancia dentro de la democracia burguesa: las resuelven la Bolsa y los bancos), y los
obreros saben y sienten, ven y perciben perfectamente que el parlamento burgués es una
institución ajena, un instrumento de opresión de los proletarios por la burguesía, la institución
de una clase hostil, de la minoría de explotadores”.

Al mismo tiempo, Lenin siempre tuvo una perspectiva internacionalista. Incluso advirtió contra
el uso de la experiencia rusa como un modelo a ser seguido en todas partes. “La democracia
proletaria, de la que el gobierno soviético es una de las formas, ha traído el desarrollo y la
expansión de la democracia sin precedentes en el mundo, para la gran mayoría de la población,
para los explotados y trabajadores (…) Habría que observar que la cuestión de privar del
sufragio a los explotadores es una cuestión puramente rusa, y no una cuestión de la dictadura
del proletariado en general”. (La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918).

Lenin observó que la victoria de la clase obrera “en al menos de uno de los países
desarrollados” cambiaría el papel de la revolución rusa. “Rusia dejará de ser un modelo y de
nuevo se convertirá en un país atrasado (en el sentido “soviético” y socialista). El izquierdismo
enfermedad infantil… 1920.

“Cruzada” anti-soviética

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