Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
El negro
30 Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e
inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del
autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos
y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro,
probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de
35 su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida
corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la
propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero
suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida
de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle
40 amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la
alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y
compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma
la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado
hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de
45 múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y
comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un
café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado
sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en
50 el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas
personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo.
Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo
ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano,
él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué
55 chiflados están los europeos".
Rosa Montero, El País, (17 de mayo de 2005).
Maltratadas
15 Y estos son los que han sido escupidos del sistema, los que están en la parte más baja,
verdaderamente abismal, de la escala. Pero luego hay muchos millones más que no llegan
a fin de mes. Porque la nueva miseria que se está creando en España tiene un componente
de especial humillación: la nuevas condiciones de trabajo y los nuevos sueldos son tan
miserables, que a menudo el hecho de tener un empleo no te salva de la pobreza: sigues sin
20 poder comprar comida a partir del día 20, o te siguen cortado la luz por impago, o el agua,
o el gas. La tan cacareada salida de la crisis se está pagando con esclavitud.
Es una tendencia global, por otra parte. La desigualdad extrema ha alcanzado niveles
históricos en varios países y continúa empeorando en todo el mundo. Además el cambio
climático está incidiendo en el aumento de la violencia, en el empobrecimiento de grandes
25 masas de población y en el número de desplazados, como han demostrado diversos estudios
científicos. Quiero decir que la terrible tragedia de los refugiados sirios no es más que el
comienzo de una catástrofe social monumental. Déjenme que mencione un dato
escalofriante: las 85 personas más ricas del mundo poseen la misma riqueza que la mitad
más pobre de los habitantes de este planeta. Visualicemos los números: 85 frente a 3.500
30 millones de individuos. ¿Podemos seguir permitiéndonos esta matemática de la abyección?
Son cifras que prueban el fracaso de nuestro mundo. Si no tomamos medidas radicales y
urgentes, la Humanidad se encamina hacia el suicidio.
Rosa Montero, El País, (29 de octubre de 2015).
Peste negra
5
La peste bubónica fue una pandemia que asoló Europa en el siglo XIV. La trajeron desde
Oriente las pulgas de las ratas en los barcos que venían de la ruta de la seda. El contagio de
la bacteria, la yersinia pestis, se producía por picaduras de estas pulgas, que solían
albergarse en las costuras de los paños sin distinguir armiños de príncipes, estameñas de
5 villanos, sagradas vestiduras de clérigos o harapos de mendigos. La pandemia acabó con
la mitad de la población europea. El látigo de los flagelantes bajo el canto de la sibila fue
la propuesta de la Iglesia para aplacar la ira divina, que se manifestaba en los ganglios de
las ingles, del cuello y las axilas inflamados en forma de bubones y que después de un
periodo de fiebre y delirios finalizaban con un vómito negro. Algunos historiadores opinan
10 que la peste bubónica acabó con el feudalismo e impulsó el Renacimiento, debido a que la
extensa mortandad permitió a los supervivientes disponer de carne en abundancia. Sea
como sea, parece que aquella bacteria, bajo distintas formas, no ha cesado de mutar desde
entonces a través de nuevas ratas, de nuevas pulgas, no necesariamente censadas en
medicina, sino en la cultura, en la política y en la moral. La bacteria de la peste llegó en
15 medio de la ignorancia y del fanatismo, caldos de cultivo que todavía perviven. La ropa de
los apestados la echaban al fuego y poco después la sustituyeron en la hoguera los herejes
y científicos; aquellos vómitos negros no fueron distintos de los ladridos de Hitler y de
otros políticos desde las tribunas, pero hoy las pulgas de la peste negra se han refugiado en
las costuras de la Red, cuyos enlaces expanden una imbecilidad planetaria con fiebre y
20 delirios en la mayoría de los usuarios, que no cesan de llenar de vómitos todo el espacio.
Nuevas ratas siguen llegando por la nueva ruta de la seda.
Manuel Vicent, El País, (16 de octubre de 2016).
No es país para niños. Como indica el informe de Save the Children con el elocuente
título de Desheredados, que se publica hoy, las niñas y niños españoles han sufrido la
crisis más que nadie. Pero, a diferencia de otros grupos que como los pensionistas
consiguen visibilizar sus demandas, los menores de 18 años no votan.
5 No es país para niños pobres. En España la pobreza severa afecta a un 16,7% de los
menores de 18 años, nueve puntos por encima de la media europea. Y la brecha de
recursos entre niños ricos y pobres es incluso mayor que la ya de por sí alta
desigualdad en la población adulta española. Ello nos coloca al lado de Bulgaria,
Rumania o Grecia y a años luz de los países europeos más igualitarios.
10 No es casualidad. Ni una mera consecuencia de la crisis. Es el resultado de una desidia
colectiva. La inversión que hacemos en la infancia no se corresponde con nuestro
nivel de desarrollo económico. Países más pobres, como la República Checa o
Eslovaquia, destinan un mayor gasto público que nosotros a las partidas de
protección social relacionadas con los menores.
15 No son una prioridad política. El ADN de nuestro Estado de bienestar es la protección
de los trabajadores, no de los ciudadanos independientemente de su situación laboral.
Tenemos pocas ayudas a los padres y madres en situaciones de precariedad. Y cerca
de 1.600.000 niñas y niños que viven por debajo del umbral de la pobreza no reciben
prestación por hijo a cargo.
20 No podemos quedarnos de brazos cruzados. La pobreza afecta al desarrollo de las
capacidades de los niños, a su bienestar físico y emocional. Y explica que nuestra tasa
de abandono escolar sea una de las más altas de la UE. La reducción de la misma en
los años de la crisis, repetida sin cesar por quienes creen que las cosas se solucionan
solas, ha sido también muy desigual. En 2008 el 28% de los jóvenes que abandonaban
25 los estudios procedía del quinto de familias más pobres. Hoy es el 36%.
No hay futuro. Si no nos esforzamos en proporcionar oportunidades para todas las
niñas y niños en igualdad de condiciones, nos espera un porvenir gris. Seremos más
viejos, más injustos y más cascarrabias.
Víctor Lapuente Giné, El País, (14 de febrero de 2017).
Moderno
¿Han padecido ustedes alguna vez a esos fastidiosos predicadores —disculpen el
pleonasmo— que atribuyen las deficiencias espirituales de nuestra época, su escasez de
alma, ah, oh, al abuso de Internet o a la fijación con los smartphones?Pues consuélense,
lamentos semejantes se han oído en todas las épocas, acusando a diversos y sucesivos
5 inventos: la imprenta, la máquina de vapor, la bicicleta, la radio de galena, el ferrocarril, el
bidet, la electricidad, la píldora anticonceptiva, la olla a presión... ¡Platón reprochó a la
escritura la pérdida de memoria de los humanos, nobles guerreros han asegurado que desde
que aparecieron las armas de fuego se acabó el coraje viril en el campo de batalla y Pol Pot
fusilaba a los que llevaban gafas por reconocerlos como intelectuales contumaces! Es
10 curioso que todos prefieran creer que son los avances tecnológicos los que corrompen al
espíritu humano (como si fueran otra cosa que una de sus realizaciones más características)
y disipan las virtudes, en lugar de aceptar que son nuestros tenaces vicios espirituales los
que acaban pervirtiendo los inventos mas beneficiosos.
Los peores son esos beatos que pretenden alejar a los niños de las tecnotentaciones en vez
15 de enseñarles a convertirlas en oportunidades geniales. Contra ellos, el ejemplo admirable
de Roman, un niño inglés de cuatro años. Su madre sufrió un desvanecimiento grave y él
activó el móvil con la huella del dedo de la mujer, llamó a Siri para pedir una ambulancia
y luego a la policía para informar de lo ocurrido y de su dirección. ¡Salvada! Dicen que
Roman es un héroe porque conservó la serenidad donde muchos la hubiéramos perdido,
20 tomó la decisión eficaz y la puso en práctica con tino. Pero además es un héroe moderno,
técnico, literalmente progresista. Gracias, Roman el bien llamado...
Fernando Savater, El País, (01 de abril de 2017).
Tremendos 16
A diario, ni te enteras. Bastante tienes con llegar viva a tu propia meta. Vuelves a casa para
la cena después de haberla llamado mil veces sin respuesta y haber rezado para que todo
esté en orden, por muy caótico que sea. Compruebas que está entera. Confirmas que parece
o muy contenta o muy de morros, como suele. Verificas, sobre todo, que no está más triste
5 de lo ordinario, alarma de alarmas, y das gracias a los dioses por haber superado la prueba
hasta mañana. En cuanto pasas más tiempo cerca te topas, sin embargo, con una extraña en
casa. Tu propia hija adolescente. La que se hace un ovillo para que ni le hables ni la mires
mientras tú le bramas que qué le pasa y ella te ladra que no le pasa nada, “mamá, chaval,
pesada”. La que se te cuelga del cuello deshecha en llanto porque sus amigas han intimado
10 de más en Snapchat y ella se ha sentido “lo puto peor, mamá, chico”. La que te confiesa
que igual tiene ganas de llorar que de reír y que no se aguanta del pavo que tiene encima,
“te lo juro, mamá, tío”.
Lo de toda la vida, pero distinto, porque su mundo y el nuestro ya no es el mismo. Me río
yo de los expertos que nos sermonean sobre cómo supervisar a nuestros hijos. Nos
15 contentamos con saber, presuntamente, con quién andan y con quien wasapean. No
tenemos ni idea. No imaginamos la angustia de sentirse patito feo viendo continuamente
cisnes en las redes. No sentimos el escrutinio del grupo al segundo en el móvil. No sufrimos
—no recordamos— el vértigo de estar lleno de inseguridades mientras los demás te
restriegan sus soberbias. Triunfa ahora la serie 13 Reasons Why, en la que una adolescente
20 cuenta los motivos de su suicidio en 13 capítulos. Este puente, mi pava y sus íntimos se los
han bebido a morro en mi casa mientras una les contemplaba muerta de amor y de miedo.
¿Dulces? Tremendos 16. Quién los pillara. Y qué descanso haberlos ya pasado.
Luz Sánchez Mellado, El País, (4 de mayo de 2017).
Dilema
En la lógica clásica era temido el dilema o argumento bicornuto (sí, con dos cuernos) que
equivalía a un callejón sin salida. Vamos, que sostuvieras esto o lo otro siempre te pillaba
el toro. En política no son raros, todo lo contrario, y el populismo consiste en saltar por
encima de ellos como si no existieran. Son populistas quienes no torean ni bien ni mal, sino
5 que niegan que haya toro... El bicornuto más peligroso que hoy tiene Europa (a la que en
la mitología raptó un toro) es el dilema que plantea la inmigración. Por un lado, si no
rescatamos del mar, la guerra y la miseria a los desdichados semejantes que quieren
refugiarse a nuestro lado (en muchos casos, mujeres y niños), cometemos el peor pecado
contra la humanidad que compartimos y contra su mejor timbre de excelencia, la
10 hospitalidad; por otro, si auxiliamos a cuantos tratan de forzar nuestras fronteras incluso
arriesgando sus vidas, favorecemos el negocio de las mafias que se aprovechan de su
desesperada esperanza, además de comprometer por saturación nuestros servicios públicos.
Los populistas lo tienen claro: ¡abramos las fronteras, que pasen todos, al fondo hay sitio,
Dios proveerá́ ! Los de la acera opuesta: ¡nada de manga ancha, con el contrato laboral en
15 la boca o a la calle, los que se ahoguen que hubieran aprendido a nadar! Con tanto antitorero
suicida, es difícil componer una figura airosa para lidiar al bicornuto. Quienes lo intenten
deben empezar por recordar que el primer derecho de los emigrantes es a no tener que
abandonar por falta de oportunidades o sobra de amenazas su país de origen. No es nuestra
luz lo que les atrae, sino sus sombras las que les empujan. Ahí́, en el oscuro origen, debe
20 iniciarse nuestra lidia.
Fernando Savater, El País (23 de junio de 2018)
Agresivo
Siendo como somos los españoles los primeros de Europa y los segundos del mundo en el
consumo de ansiolíticos, deberíamos estar más sedados. Claro, que vaya usted a saber cómo
están los griegos, por poner un ejemplo. Me pregunto si los astronautas, al contemplar la
Tierra a vista de pájaro, perciben una suerte de lentitud zen en nuestros movimientos. Tal
5 vez no corremos con desesperación detrás del autobús que acaba de arrancar, como los
italianos, ni bajamos las escaleras del metro a velocidad suicida para colarnos en el vagón
antes de que cierren las puertas, como los franceses. Sería interesante averiguar si las ratas
de alcantarilla españolas, al alimentarse de nuestras heces, son más tranquilas que las de
los alemanes, no sé, o que las de los suecos. Y si las plantas que crecen gracias a la humedad
10 de las aguas fecales patrias se estiran al sol para desperezarse más que para crecer unos
centímetros.
Nos acabamos de enterar de que somos el país más saludable del mundo gracias a la dieta
y al sistema sanitario. Al sistema sanitario, añadimos, dispensador de los ansiolíticos que
ingerimos masivamente con resultados no del todo satisfactorios. Porque, a ver, tensiones
15 tenemos, no hay más que asistir a una comida familiar. Vivimos en un sobresalto
permanente y tiramos de insulto a la menor provocación. No resulta fácil reconocerse en la
imagen de “país más saludable”, a menos que el diagnóstico se refiera solo a las cuestiones
de orden físico. ¿Estamos fuertes? Sí. De hecho, aguantamos jornadas laborales infinitas
(y regalando a las empresas las horas extra), madrugones criminales y polución a pulmones
20 llenos sin pronunciar un ay. ¿Pero cómo andamos de la cabeza pese a un tratamiento
farmacológico tan agresivo?
Juan José́ Millás, El País (8 de agosto de 2018).
Quiero agradecer al ciudadano argentino Jorge Bergoglio, más conocido por su nombre de
fantasía, papa Francisco, por emitir insistentemente declaraciones retorcidas y
espeluznantes que me hacen la vida más fácil, dándome tema para escribir. No agradezco,
en cambio, la ira que esas declaraciones me producen (comparar el aborto con las prácticas
5 del nazismo, decir que las familias que no están formadas por hombre y mujer no son
familia, etcétera), pero, como decía mi abuela, todo no se puede. El 10 de octubre, durante
su audiencia semanal en la plaza de San Pedro, le habló a una multitud sobre el quinto
mandamiento: no matarás. Blanco y sentado, refiriéndose al aborto dijo: “Yo les pregunto:
¿es justo quitar la vida a alguien para resolver un problema? ¿Qué piensan ustedes, es
10 justo?”. La multitud, quizás por no entender que el Papa esperaba una respuesta, quizás
porque el tono de arenga no es habitual en los líderes de la religión que él profesa,
permaneció́ muda. Entonces el Papa preguntó, ahora en tono imperativo: “¿Es justo o no?”.
La multitud reaccionó rápidamente y bramó a coro: “¡¡¡Nooo!!!”. Él, contento, insistió́ :
“¿Es justo pagar a un sicario para resolver un problema?”. Y la multitud volvió́ a bramar,
15 otra vez a coro: “¡¡Nooo!!”. Sicario es persona que mata a alguien por encargo de otro, lo
cual hace a ese otro tan asesino como el ejecutor. Subido al broadcasting global, sabiendo
perfectamente lo que hacía, el Papa llamó a las mujeres que abortaron, abortan y abortarán
—y a sus parejas, cuando las hubiere— asesinas, y buscó, para hacerlo, la complicidad de
su rebaño. Las que abortaron, abortan y abortarán tuvieron que escuchar la afrenta en
20 silencio y por televisión. Fue un gran momento. Un momento en el que uno se pregunta:
¿no es así́ como se arenga a una jauría, no es así́ como se alienta a los que están dispuestos
a linchar?
Leila Guerrero, El País (24 de octubre de 2018).
Sangre y sexo
Flores en recuerdo de Denisa, asesinada el pasado domingo en Alcorcón. VÍCTOR SAINZ
Hace tres décadas, cuando empezaba en el oficio, tuve un jefe del que aprendí mucho. Como última
mona del área local de una radio, me tocó hacer de todo menos ojales. Subí a palacios, bajé a
chabolas, hice más calle que un coche patrulla. Vi muertos, heridos, asesinos. Con todo, el peor fue
5 el día en que hubo un accidente de bus donde murieron varios adolescentes de viaje fin de curso y
tuve que ir al aeropuerto a preguntarles a sus padres recién aterrizados para recoger sus cuerpos
cómo se sentiá n al respecto. Estaba yo sola. A mi jefe le habían dado el soplo y teniá la exclusiva,
pero, cuando los vi aparecer, inconfundibles en su desamparo, no tuve cuerpo de ponerles la
alcachofa en la boca. Llegué sin audio al curro y me gané una bronca con la que aún sueño. Ya lo
10 sospechaba una, pero, por si me quedaban dudas, me lo bramó mi baranda: nada como la sangre y
el sexo para subir audiencia y, yo, con mis melindres, ya podiá dedicarme a otra cosa.
Seamos francos: desde Caiń y Abel nos encanta una tragedia. Quizá por compasión por el prójimo,
quizá por alivio de seguir vivos. Ahora tenemos una salpicando sangre y sexo en las noticias, la
cuadratura del ciŕ culo. Una chica de 17 años, asesinada presuntamente por la novia de su exnovio.
15 Los detalles —la homicida, hija de guardia civil; la víctima, de inmigrantes rumanos— son objeto
de análisis omnívoro en todos los medios, a todas horas, ilustrado con imágenes en bucle de los
protagonistas y reporteros plantándole la alcachofa al último mono con opinión al respecto. No
lapido a colegas. He cubierto sucesos y volveré a hacerlo. Pero eso no quita para que opine que
hurgar en heridas y viś ceras no aporta más información ni conocimiento de la especie humana, sino
20 más morbo y náusea. Puedo equivocarme. Lo único seguro es que, en nada, otro horrendo crimen
relevará a este y tendremos sangre y/o sexo nuevos amenizándonos el desayuno.
Luz Sánchez-Mellado, El País (29 de noviembre de 2018).
Codazos
Laura Luelmo está, para su desgracia, en las estadísticas. Es una más de las mujeres
asesinadas porque algún hombre tenía un problema psíquico que le hacía pensar que poseía
algún derecho sobre Laura, o de carácter sexual o relacionado con el poder que uno de los
dos grandes grupos en que se divide la sociedad, el de los machos y el de las hembras, ha
5 tenido tradicionalmente sobre el otro.
No creo que sea significativo el número de hombres que son atacados en parajes solitarios
cuando se van a correr. Puede ser que esa estadística esté sin hacer. Y seguramente eso es
razonable. O sea, que podemos decir con la tranquilidad de equivocarnos muy poco, que
casi un cien por cien de los casos de ese tipo tienen a mujeres como víctimas y a hombres
10 como victimarios.
El caso de Laura es tan claro que nos deja a casi todos con una sensación de injusticia que
tiene todas las certezas cumplidas.
Pero es solo una apariencia. El presunto asesino viene de una familia dedicada a la venta
ambulante y se llama Montoya de primer apellido. ¿Por qué la biempensante sociedad
15 española no le ha dedicado todavía su tiempo a esos aspectos tan destacados de la
personalidad de Bernardo Montoya? La cualidad de gitano del presunto asesino de Laura
no deja lugar a dudas. ¿No hay nada que decir al respecto?
Pues si no, lancemos un grito de esperanza, porque eso querrá decir que Laura ha muerto
por ser mujer, y nada más. Ni nada menos. Alguien perfectamente integrado, tan español
20 como, por ejemplo, el asesino de Diana Quer, ha matado por ser mujer a Laura Luelmo.
El grito de esperanza se nos muere, por supuesto, a mitad de la garganta: si miramos las
estadísticas, una abrumadora mayoría de los asesinos de mujeres son españoles, blancos,
y con empleo. Maldición, no podemos echarle la culpa a nadie que sea distinto. A Laura, a
Diana y a tantas otras las ha matado gente como nosotros.
25 Algo hay que hacer, supongo que sobre todo en la educación. Pero también en los bares,
donde los viriles codazos cómplices con los chistes sobre mujeres deberían ser sustituidos
por codazos igual de viriles en la boca de los emisores de las gracietas.
Es hora de que los hombres tomemos la iniciativa para acabar con esta violencia. Porque
tomamos cañas con los asesino.
30
Jorge M. Reverte, El País (29 de noviembre de 2018).
Todo eso que constituye el estigma que se cierne sobre la población extranjera más
numerosa de la Comunidad de Madrid. El Instituto Nacional de Estadística dice que ahora
somos 163.402, pero antes de la crisis llegamos a superar los 250.000. Y, a diferencia de
10 otras nacionalidades como la china, la india o la pakistaní, los rumanos somos menos
emprendedores y más de mimetizarnos con la sociedad.
Probablemente es el tipo de inmigrante que quiere Pablo Casado, de esos que levantan
silenciosamente el país haciendo trabajos que los españoles no quieren y lo multiplican
trayendo al mundo a los hijos que los españoles no tienen. Pero esta supuesta integración
15 en el caso de muchos rumanos suele ser a costa de un sentimiento de inferioridad tremendo
que les hace repudiar sus orígenes, sus tradiciones y a sus congéneres.
Desde el año 92 que llegamos, mi familia y yo hemos vivido prácticamente aislados del
resto de la comunidad rumana. Algún amigo puntual, pero nada de formar parte de
asociaciones de rumanos, de acudir a eventos culturales ni de participar masivamente en
20 actos por mucho que Rumanía cumpla 100 años. Alguno irá, pero el resto se quedarán
tranquilamente en sus casas en el corredor de Henares pensando que esto no va con ellos.
El origen es esa mentalidad, que durante el comunismo de Ceausescu se les (¿nos?) metió
hasta el tuétano, de que Rumanía era un país del que había que escapar. Así que, igual que
muchos españoles os quejáis de que tenéis un país de pandereta, si multiplicarais esa
25 frustración por diez, podríais llegar a entender lo que piensan muchos rumanos de su país.
Que seguramente tenga algo de razón, pero no deja de ser una parte de la realidad, dejando
de lado una historia y una cultura riquísimas y una preciosa lengua que muchos hijos de
inmigrantes se están perdiendo.
Pero más allá de cuatro chistes malos de "no me vayas a robar la cartera", yo no puedo
30 decir que me haya sentido discriminada en España, ni mucho menos. Por fortuna o por
desgracia mi fisionomía y mi acento al hablar no delatan mis orígenes. Así que el día que
decidí rebelarme contra este 'auto-estigma' y reivindicar la cultura en la que nací, empecé
a ir por el mundo diciendo "Hola, me llamo Cristina, soy rumana y llegué a España con
siete años".
35 Aunque tampoco sentí que tuviera mayor o menor impacto en la cabeza de mi interlocutor
y entendí que, al fin y al cabo, cada uno se tiene que hacer cargo de su propia ignorancia.
Si a alguien le apetece pensar que todos los rumanos somos de una u otra manera, pues allá
él. Pero eso no debería hacer que nos desvinculemos de nuestra cultura ni que dejemos de
celebrar el centenario de nuestro país.
Cristina Pop, El País (30 de noviembre de 2018).
Campeonas
Analfabetos
Cuando de chaval regresaba de vacaciones al pueblo, en el bar siempre había algún viejo
labrador que requería mi ayuda para que le explicara lo que estaba leyendo a duras penas
en el periódico y no acababa de entender. Quería saber el significado de algunas palabras,
le molestaba que hubiera tantos puntos y comas. Cuando en medio de una trabajosa lectura
se embarrancaba acudía en su rescate, y solo por eso creía que yo era un superhombre.
Durante las prácticas de milicias en el cuartel, una de mis obligaciones consistía en enseñar
a leer y escribir a algunos soldados llegados de la España profunda. Era una labor ardua,
pero muy agradecida, sobre todo si al redactar las cartas a su novia ponía por mi cuenta las
mejores palabras de amor. Después de tantos años, frente a la cultura digital me reconozco
ahora en el viejo campesino iletrado o en el soldado del cuartel que al final del servicio
militar sudaba y jadeaba a la hora de escribir una frase correcta. A menudo, hoy me toca a
mí pedirle a un niño de 12 años que me resuelva el problema si el ordenador se atranca
como un pollino de arriero y no obedece aunque lo aporree como se hacía con la radio.
Entre la yema de los dedos y las tripas del móvil, de la tableta y del ordenador se extiende
un espacio galáctico en cuya maraña la gente de cierta edad ya no se reconoce. La
tecnología informática nos va convirtiendo poco a poco en analfabetos. En realidad somos
ya los últimos mohicanos de un mundo analógico que desaparece. Pese a todo, la incultura
digital nos reserva todavía alguna ventaja. Libre de la tiranía y la basura de las redes,
sobrevolando semejante albañal, uno se siente en cierto modo incontaminado, feliz de no
tener aplicaciones y de manejar las cuatro reglas del ordenador como un juguete de niño,
con la agradable sensación de vivir flotando al margen ya de la historia.
Manuel Vicent, El País (9 de diciembre de 2018).
Dos nuestros
Esta semana hemos recordado —con flores, con palabras, con lágrimas— dos muertes
violentas: la de Enrique Ruano, hace 50 años, y la de Gregorio Ordóñez, hace 24. Dos
hombres jóvenes que desafiaron la obediencia debida impuesta por sistemas criminales y
pagaron por ello. Además de su coraje, les vinculan otras aproximaciones circunstanciales:
uno de los premios Enrique Ruano a la defensa de los derechos humanos, que se conceden
cada noviembre, recayó en 2018 en Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio. Y el
homenaje del pasado domingo a Enrique Ruano ha tenido lugar en los jardines de Gregorio
Ordóñez, en Madrid. Por eso Consuelo, en su cuenta de Twitter, ha subrayado este
parentesco democrático entre ambos luchadores. De inmediato ha recibido objeciones en
la red de quienes justifican una muerte pero no la otra o vitorean a uno de los caídos y
menosprecian al otro. Los unos tienen a Enrique por un corifeo comunista, los otros a
Gregorio por un facha y ambas piaras colaboran en volver a matarlos a los dos. No es una
de las dos Españas la que hiela nuestro corazón, sino la atroz semejanza entre quienes creen
que hay dos.
Enrique y Goyo, de haber llegado a conocerse, habrían discrepado ideológicamente en
muchos aspectos, como suele pasar entre personas preocupadas por el bien común en una
sociedad democrática. Pero creo firmemente que estarían de acuerdo en algo esencial: la
necesidad de un orden político que acogiese sus discrepancias y las encauzase sin violencia
ni terror social. Desde luego, ninguno de ellos hubiera levantado su mano contra el otro.
Ambos se parecieron en aspirar a una convivencia en la disidencia bajo leyes acordadas, es
decir, a la libertad. Pero aún más parecidos entre sí son quienes les arrebataron ese derecho.
Fernando Savater, El País, (26 de enero de 2019).
¡Taxi!
Julio Cortázar fijó el infierno terrenal en el metro, una consideración excesivamente
literaria. No le hice caso. A principios de los setenta descubrí con alborozo todos los barrios
de Madrid gracias al metro. No quería hacer turismo urbano, era el medio que me permitía
conocer todos los cines de barrio. Eran baratos los programas dobles. Cuando mejoró mi
5 economía, y no sabiendo conducir, me movía cotidianamente en taxi. Pero jamás surgió el
idilio entre nosotros. La higiene física y mental siempre me ha parecido un principio
inquebrantable, no un fin. Durante décadas, gran parte de los conductores se empeñaban
en explicarme cómo arreglarían ellos España en dos días, despreciando mi derecho al
sonido del silencio. También a escuchar obligatoriamente consabidas y raciales emisoras
10 de radio, por si no me había quedado clara su ardorosa vocación de salvapatrias.
La huelga de estos fervorosos revolucionarios (qué gracioso el aval, la comprensión y la
solidaridad que reciben de Podemos) contra el opresor Estado que ha permitido que los
aseados y respetuosos bárbaros hagan competencia al ancestral y patriótico monopolio,
reúne gags impagables, dignos del cine mudo y cómico, como el de ese pavo que al notar
15 la mano en su hombro de un policía simula un trágico derrumbe. Y el Manifiesto Dadaísta
o el breviario de la idiotez satisfecha no se hubieran atrevido a incluir el lamento bíblico
de ese líder del taxi escandalizado porque un ministro de izquierdas y homosexual ordene
reprimir al pueblo.
Después de tan larga ausencia retorno a esos trenes que viajan bajo tierra. No son el
20 infierno. Es como lo de arriba. Poblados por gente infinita (no he citado La invasión de los
ladrones de cuerpos) con su mirada enganchada a un móvil y el oído a un pinganillo. Ni
cristo lee algo en papel. Me acostumbraré. O accederé por primera vez a Internet para
conectar con esos intrusos que hacen grato el desplazamiento urbano.
Carlos Boyero, El País, (31 de enero de 2019).
Bésame, tonta
Pocas cosas más tiernas que los besos de abuela, especialmente si son muy desagradables.
De esos que escarban en las mejillas con los labios como para enterrar un tesoro o redactar
una novela. No son besos, son un legado, una forma como otra cualquiera de intentar pasar
a la eternidad, la transmisión de un gen por vía tópica.
5 Yo temblaba cuando la abuela Amparo aparecía con sus amigas rumbo a mi cara. Llegaban
precedidas de perfumes narcóticos, que te dejaban tan aturdido que podrías perfectamente
ser sacrificado conforme a la ley islámica, y vendido en una carnicería halal.
El otro día me paralizó un espectáculo extraordinario. Una anciana con el brazo en
cabestrillo agarraba con el que le quedaba útil la cabeza de su nieto, o más bien se apoyaba
10 en él, mientras depositaba en una mejilla besos diminutos, de gotear de grifo. La abuela
llevaba una pulsera de hospital y no tenía buen aspecto. El nieto preadolescente ni miraba,
o miraba un móvil, y se dejaba hacer. Ella se apartaba un poco tras cada beso para
cerciorarse de que había dado en el objetivo, o por si el sapo se convertía en nieto.
Hay abuelas que saben despedirse para siempre, a veces durante muchísimos años.
15 No entiendo que en los colegios enseñen a ponerse un condón y no a recibir besos de abuela.
Una mala cara o no haber dado un abrazo a tiempo puede provocar daños irreversibles.
También creo que ellas lo saben con una crueldad medida. Si no puedo sobrevivir en tus
mejillas, sobreviviré en tu remordimiento.
Años antes de morir la abuela Amparo dejó de besarme. Empezó a despedirse dándome la
20 espalda y levantando la mano, como si agarrara al vuelo una pelota de béisbol. Era desdén,
pero especialmente entrenamiento para el desplante que se avecinaba.
Ricardo F. Colmenero, El Mundo, (16 de febrero de 2019).
Se regala adolescente
Ya no sabes si el primer síntoma fue la pelusilla del bigote, que se echara gomina en el
pelo, que desalojara a los peluches de la cama o que, para su cumpleaños -qué raro te sonó-
, te pidiera que le regalaras algo de ropa. No una prenda en cuestión. Sino una prenda de
una marca. Una marca en concreto y no otra.
5 De repente está muy cambiado y es como si un alien se le hubiese metido dentro. Se le
olvidan cosas que antes no. Hace gestos que antes tampoco. Da menos besos. Te pregunta
que cuándo te emborrachaste por primera vez.
El caso es que el chico -que hasta ayer era otra cosa- no se ha dado un golpe en la cabeza. El
chico se te ha hecho un adolescente.
10 La paradoja es la siguiente: te tiraste varios años diciéndole que tenía que madurar, que a
ver si crecía. Y -ahora que ha crecido, ahora que ya no colecciona cromos- echas me menos
a aquel niño que no va a volver. A tomar por saco los juegos de mesa.
No es que sufran un extraño tipo de sordera, es que tú (que se lo has preguntado siete veces)
hablas muy bajito. No es que el chico deje la cama a medio hacer, es que ha encontrado un
15 nuevo modo de hacerla. No es que salga desabrigado en enero, es que no hace frío. No es
que lleguéis tarde porque no se viste, es que te pones muy nervioso sin motivo. No es que
se distraiga estudiando, es que la Revolución Francesa duró demasiado.
A veces miran con condescendencia; saben muchísimo más que nadie; el lunes van de
Señor Lobo y el martes te recuerdan a Bambi; andan a uvas, pero lo disimulan muy bien;
20 podrían vivir en chándal y a base de patatas fritas; pierden el sentido del olfato; y, por
supuesto, todos los padres y madres dejan salir a sus hijos más que tú.
Pero, a pesar de todo, cuando cae la noche y te llaman un momento desde la cama, siguen
siendo buena gente.
Un día me lo dijo José Antonio Marina: «Los padres tienen tres herramientas educativas:
25 la primera es la ternura. Los niños deben saber que el cariño que se les tiene es
incondicional. La segunda es la disciplina: los niños tienen que saber que las cosas tienen
límites. La tercera es la comunicación. Estas tres cosas las van a necesitar también en la
adolescencia. Aunque la rechacen, seguirán necesitando ternura; aunque protesten,
seguirán necesitando límites; aunque no quieran comunicarse en esos años, seguirán
30 necesitando que hables con ellos».
Pedro Simón, El Mundo, (18 de febrero de 2019).
Qué elocuentes son las grandes ciudades. Están llenas de palabras, de información, de
historias. Es la narrativa del asfalto, una lectura que suelo practicar porque camino mucho.
Y resulta que en las últimas semanas he podido ver, andando por Madrid, tres mensajes
muy tristes. El primero lo encontré en la calle de Claudio Coello y estaba en una pequeña
5 tienda de ropa, “The Hip Tee”, que yo no conocía; vendía bonitas camisetas de alegres
colores y era un local luminoso y coqueto. El segundo me tocó aún más de cerca, porque
lo encontré en un local al que yo solía ir, una diminuta tetería de la calle de Ibiza llamada
“Bread and Breakfast”. Tenía cuatro mesitas, un precioso suelo de antiguas baldosas
hidráulicas y buenos pasteles. El tercer mensaje lo vi en una pequeña tienda de artículos
10 para mascotas en la calle de Menéndez Pelayo. Se llamaba “Lola y Matías”, y en la fachada
mostraba el dibujo de dos perros sonrientes y dos florecitas con la leyenda “Beautiful Day”.
Los tres mensajes contenían una despedida: los dueños de los locales se mostraban
agradecidos a sus clientes, pero explicaban que se habían visto obligados a echar el cierre.
Cómo aprieta el corazón esa muerte pequeña de unos negocios obviamente creados con
15 amor, sostenidos con sobrehumano esfuerzo, abandonados al fin porque ya no hay futuro
ni esperanza.
Supongo que los dueños, sin duda jóvenes, de estos tres comercios se sentirán así, como si
hubiera atardecido para siempre. Quisiera mandarles ánimos y decirles que la vida es muy
larga y que los humanos somos capaces de reinventarnos mil veces. Pero no escribo este
20 artículo sólo para solidarizarme con ellos, sino para espantarme de lo que estamos
haciendo. Esos cadáveres urbanos son nuestros muertos. El comercio online está acabando
como un fuego con los pequeños negocios. No es casual que me haya topado con tres
cierres en tan sólo unos días: en Madrid hay 14.000 locales vacíos. En 2018, en España
desaparecieron casi 7.000 comercios; en 2017 fueron 10.000. Sí, yo también compro
25 online, lo confieso. Es cómodo, económico, eficiente… Pero si nos rendimos sin
condiciones al comercio digital, como ya hemos hecho, fulminaremos las tiendas vecinales
y no sólo destruiremos miles de puestos de trabajo, sino también nuestra vida tal y como la
conocemos. Las calles serán mucho más tristes e inseguras sin comercios; de hecho, ya lo
son, porque los barrios de nuestras ciudades se están quedando apagados, solitarios,
30 desabastecidos. Y cuando los gigantes online nos tengan en su mano, cuando hayan
devorado a los pequeños y carezcan de competencia, entonces empezarán a cobrarnos los
envíos y nos subirán los precios lo que quieran. Verán, no quiero acabar con Amazon en
absoluto, pero no me parece lógico que en el último año haya multiplicado por 10 sus
beneficios. Que ganen un poco menos y que sobreviva el comercio humano. Por todos los
35 santos, desenchúfate del maldito ordenador y sal a comprar a la tienda de enfrente.
Rosa Montero, El País, (10 de marzo de 2019). Adaptación.
AnZiedad
Da gusto verlos. Tan altos, tan guapos, tan listos, tan libres. Tan nosotros mismos, pero tan
mejorados por los recursos y los desvelos que hemos invertido en ellos, que no reparamos en
lo que se les puede pasar por la cabeza. Son nuestros hijos, nuestros vecinos, nuestros chicos y
chicas, nuestro futuro. Esos seres digitales que se van a comer el mundo porque lo tienen todo
para devorarlo. Los viejos pensamos que son felices por defecto. Porque no tienen cargas,
porque están en la flor de la edad, porque es lo que toca. Igual erramos. Nuestro mundo no es
el suyo. Mientras nosotros tenemos todo el pescado vendido, ellos aún no han pescado, las artes
de pesca han cambiado y no sabemos enseñarles. Mientras nosotros elegíamos un oficio entre
un puñado, ellos escogen entre el infinito, con la diferencia de que los trabajos de los que
comerán aún no existen, y los que existen tienen los días contados. Mientras nosotros
pasábamos selectividad y tirábamos, a ellos les miden a la centésima para una beca, unas
prácticas, un curro precario. Mientras nosotros nos comparábamos con los amigos, los primos
y las portadas del ¡Hola!, ellos se comparan con 1.000 millones de usuarios de Instagram con
caras perfectas, cuerpos perfectos y vidas perfectas, aunque sean falsas, sin salir de su cuarto.
Mientras nosotros, en fin, soñábamos con vivir de lo que amábamos, ellos sueñan con el éxito,
sea eso lo que sea, y todo lo demás se les hace poco porque les venden que, si quieren, pueden.
No, no estoy agorera. Un reportaje del muy riguroso The Economist sostiene que la generación
Z —los nacidos desde 1997— es la más ansiosa y deprimida de la historia. Me lo creo. En el
siglo XX, cuando el globo era finito, decíamos que algo se nos hacía un mundo cuando no
podíamos con ello. En el XXI, lo que a muchos se les hace un mundo es, literalmente, el mundo
entero. Un mundo tramposo, retocado, implacable.
Luz Sánchez-Mellado, El País, (4 de abril de 2019).
Ejecutores
Hace años, cuando el teléfono fijo de mi casa sonó después de la medianoche, supe que era mi
padre para avisar de que mi madre, finalmente, había muerto. Sentí alivio: durante meses había
esperado que su muerte no ocurriera mientras yo estaba con ella. Tuve templanza para su
agonía, pero me horrorizaba ser testigo de esa metamorfosis bestial: no quería verla morir. En
5 eso pensé cuando supe, semanas atrás, que el español Ángel Hernández había ayudado a su
mujer, enferma de esclerosis múltiple durante treinta años, a suicidarse con fenobarbital: que
estuvo obligado a ver morir. Hernández grabó un vídeo en el que registró todo: para que no
quedaran dudas de la voluntad de su mujer; para denunciar el abandono en el que estaban
(reclamaron durante años una residencia adecuada para ella, sin conseguirlo), y
10 para traccionar el debate sobre la eutanasia. Al reportar la muerte, se autoinculpó y lo
detuvieron. Después, ya en su casa, dio entrevistas en una sala repleta de rastros de la
enfermedad: medicinas, sondas. Dijo, varias veces, “es muy doloroso, por la pérdida de María
José y porque lo he tenido que hacer yo”. El horror anida en esa frase: “Lo he tenido que hacer
yo”. ¿Cuál de todas las cosas que tuvo que hacer fue más horrible: pasar el día previo sabiendo
15 que faltaban horas para quedarse solo; preparar el fenobarbital sin tener idea de la dosis
necesaria para producir muerte indolora; decidir el momento irreversible en el que acercaría el
sorbete a la boca; esperar, asegurarse: ver? Hernández estuvo a punto de ser juzgado por
violencia de género. Días atrás, esa posibilidad fue desestimada. ¿Pero alguien juzgará a quienes
durante años le negaron a su mujer el acceso a una residencia adecuada y lo enloquecieron con
20 trámites inútiles arrojándolo a la banquina de la burocracia? Porque la violencia de Estado
necesita del brazo ejecutor de mucha gente.
Irse de casa
En la campaña para las elecciones generales del 28 de abril fue difícil ocuparse de
los problemas de los españoles, porque tuvimos que ocuparnos intensamente de la
existencia misma de España. Es el mismo riesgo que corremos ahora con vistas al 26 de
mayo, que la preocupación por Europa, sus tratados, sus valores, su felonía mercantilista
5 o su felonía soberanista, ocupen el tiempo necesario para hablar de los europeos.
Eurostat publicó ayer el estudio sobre la edad de emancipación en el continente
correspondiente al año pasado. De media, los suecos se van de la casa familiar a los 18
años, los franceses a los 23 y los españoles a los 29 (en todos los países las mujeres se
emancipan antes que los hombres —un par de años antes— necesitadas, probablemente,
10 de la habitación propia de Virginia Woolf).
Las diferencias entre los países nórdicos y el sur se mantienen estables desde que
hay registros, motivadas claramente por los modelos culturales de familia y comunidad.
Pero una emancipación tan temprana como la sueca precisa, además, de políticas públicas
de apoyo y estímulo a los itinerarios vitales de los jóvenes, desde la educación a la
15 formación complementaria, el trabajo o la vivienda. Cuando los suecos abandonan el nido
—todavía con acné— no tienen un sueldo de ejecutivo ni marchan a vivir a la intemperie.
No es posible un proyecto vital sin un techo, es el primer escalón para la autonomía de
una vida adulta. Los países nórdicos son el caso extremo, pero es que España está tres
puntos por debajo de la media europea. Y más allá de los brazos amorosos de la familia
20 mediterránea, está el dato incuestionable de que la edad de emancipación residencial de
nuestros jóvenes se ha ido retrasando, año a año, desde 2008, desde el comienzo de la
crisis.
Sin empleos decentes y viviendas asequibles no se forman familias y no se tienen
niños. No hay política de natalidad que pueda con los precios del alquiler o la compra en
25 Madrid y Barcelona. ¿A quiénes se dirigen los políticos que en nuestra primavera
electoral han hablado más de okupas y del aborto que de las causas por las que a nuestros
cachorros les dan los 30 años en casa de papá y de mamá o compartiendo piso? En esto
consiste, exactamente, que los populistas consigan imponer la agenda.
Qué paciencia infinita tienen los jóvenes españoles. Pepa Bueno,
El País, (15 de mayo de 2019).
Sergio del Molino tituló La España vacía el libro que publicó en 2016 para abordar las
rémoras sociales y económicas relacionadas con el desigual reparto de la población. Su
obra activó las conciencias, aportó información y argumentos, fue el desencadenante de
una lucha nueva.
5 El problema, sin embargo, venía de lejos. En 1976, la cantautora Myriam de Riu grabado
Se busca, cuya letra proponía reunir a un grupo de personas dispuestas a dar nueva vida a
alguna aldea castellana deshabitada: “Se busca además / un alcalde, un herrero y un juez
de paz. / Una maestra, un tendero, / una matrona, un cartero / y un capataz” ...
Vicente Bielza escribió́ en 1977 sobre la despoblación aragonesa; Alejandro Córdoba lo
10 hizo en 1983 sobre la de Soria; Ignacio Prieto, en 1998 sobre León... Muchos otros trabajos
abordaron el problema. Y a finales de los noventa, todos acogimos con simpatía la campaña
Teruel también y más tarde se abrieron nuevos frentes de reclamos con toda justicia; por
ejemplo, sobre inconcluso ferrocarril Santander-Mediterráneo, que habría cambiado la
distribución humana de media España.
15 Hace 20 años se publicó Los pueblos del silencio, de Elías Rubio, que retrata y describe
los 64 núcleos deshabitados en la provincia de Burgos y da fe, por ejemplo, de sus hermosos
nombres: Loranquillo, Herramel, Ahedillo, Avellanosa, Castil de Carrias, Turrientes,
Cortiguera, Tabanera...
Pero en todo ese tiempo, las ideas sobre el abandono de buena parte del centro de España
20 carecieron de un lema certero que sirviese de enseña aglutinadora, reflejara el problema y
lo lanzase a la agenda pública. Y en eso llegó la expresión “la España vacía”, que se acuñó́
con general aceptación.
El Diccionario dedica precisamente la tercera acepción de “vacío” al concepto que aquí́
nos concierne: “Dicho de un sitio: Que está con menos gente de la que puede concurrir a
25 él”.
Después, distintos grupos sociales intensificaron sus reivindicaciones y organizaron para
el pasado 31 de marzo una gran manifestación en Madrid. Pero cambiaron la última palabra
de 25 esa locución: prescindieron de “vacía” para elegir en su lugar “vaciada”. Se pretendía
con ello transmitir que esta despoblación no ha ocurrido por un fenómeno natural
30 incontrolable (terremotos, inundaciones, bolas de fuego caídas del cielo...), sino por la
mano humana.
No les falta razón. “Vacía” evoca la foto de un momento, sin referencia a la penosa
transformación producida en esos lugares. Por el contrario, “vaciada” procede del
participio de “vaciar”, y denota así́ una acción que empezó́ y terminó: esa España está vacía
35 porque ha sido vaciada. Si,́ pero ¿por quién? La locución tampoco señala un culpable
concreto.
A pesar de esa mayor precisión del término “vaciada”, me sentí́ incómodo con él. Como
persona concienciada desde hace años con el problema de la despoblación y las
emigraciones de Castilla, pensé́ que, si ya habíamos adoptado la fórmula de Sergio del
40 Molino, no convenía dividir nuestros mensajes en dos lemas, en dos banderas: ¿Debemos
hablar de “vacía” o de “vaciada”? ¿Hay que añadir un doblete más, como ya se empieza a
oír? (“los problemas de la España vacía o vaciada”). ¿Cuál de los dos términos nos parece
más movilizador y progresista?
Ojalá que, en un asunto tan transversal, tan demostrable, no se dividan las fuerzas al
45 discutir una vez más sobre vocablos identitarios, porque separan y debilitan a quienes en
realidad están de acuerdo.
Álex Grijelmo, El País (10 de junio de 2019)
La frutería
Nuestra cultura viene determinada por cuatro manzanas. La primera fue la que pendía del
árbol de la ciencia en el paraíso terrenal y marcó el momento de la evolución en que
simbólicamente al morderla el cerebro humano se invistió́ de uso de razón y de libre
albedrío. La serpiente ofreció́ ese fruto prohibido a Eva como un desafío a los dioses, que
5 aun persiste y se transmite con los genes en forma de pecado original. La segunda manzana
fue la que, según la tradición, la cayó a Newton en la cabeza y le impulsó a desarrollar la
ley de la gravedad, llave de la física moderna que ha permitido conocer las fuerzas que
rigen el universo. Gracias a ella las sondas espaciales están abriendo el camino para poder
un día abandonar la Tierra y repoblar otros planetas. La tercera manzana preside hoy la
10 empresa más exitosa de nuestro siglo. Apple muestra con orgullo su logo universalmente
conocido, una manzana con un pequeño mordisco cuyo significado alude al nuevo
conocimiento informático que abre en el cerebro humano un campo ilimitado de liberación
y dominio. La promesa de la serpiente del paraíso, seréis como dioses, está a punto de
cumplirse. La manipulación genética y la llegada de la inteligencia artificial nos auguran
15 una próxima inmortalidad, que podría ser un castigo muy superior al del infierno. Pero
antes de que los engendros de laboratorio y los robots se apoderen de la Tierra, está a
nuestro alcance, como salvación, la cuarta manzana. No es la de Eva, ni la de Newton ni la
de Steve Jobs sino la que se halla en cualquier frutería del barrio, una manzana del tiempo
madura y perfumada. Esa manzana natural puede llevarnos a la conquista de la verdadera
20 sabiduría, que es la inteligencia de los sentidos. Bastará con aspirar profundamente su
aroma para ver abiertas de nuevo las puertas del paraíso de la niñez donde te sentías feliz
e inmortal.
Manuel Vicent, El País (21 de julio de 2019).
Algunos cínicos lo llaman selección natural de las especies y es comprensible que se nos
escape la risa al escucharlo, porque es cierto que a todas las razones de muerte que ya nos
acechan cada día, desde el cáncer hasta el tráfico, el amianto, el radón, la anorexia, el
5 tabaco, el aire contaminado o el famoso tiesto en la cabeza, se ha sumado una tan absurda
que casi —Dios nos perdone— ni siquiera genera compasión: morir de selfi.
Algunos estudios ya analizan el riesgo que lleva a despeñarse desde un rascacielos, un
acantilado o un vulgar balcón playero por un simple selfi en Instagram. Los últimos en
España fueron dos británicos que hace pocos días cayeron al vacío en el paseo marítimo de
10 Orihuela Alicante. Que en paz descansen.
Entre los 259 muertos analizados en un estudio de la Biblioteca Nacional de Medicina de
Estados Unidos ya hay conclusiones: los muertos tenían 22 años de media y el 72,5% eran
hombres.
El ahogamiento, la caída, el fuego o el atropello son los mayores accidentes, seguidos de
electrocución o ataques de animal. El estudio recoge datos de 2011 a 2017.
Hacerse fotos, por tanto, se ha convertido en una actividad de riesgo para los imprudentes,
pero antes de llegar a esa conclusión hay otra mirada necesaria y es el narcisismo extremo
5 que acompaña la exhibición cotidiana que mostramos. La fotografía nació́ y se expandió́
como una tecnología perfecta para retener momentos, para trascender, y aún nos fascinan
los grandes retratos de gigantes del género como Laurent, que nos legó una imagen nueva
de España gracias a su trabajo. Maravillosa es la secuencia de la película Turner, cuando
el genio malhumorado acude a hacerse un primer retrato, receloso, y se pregunta qué valor
10 tendrá́ a partir de ahora su pintura.
Pero de la fotografía para retener, para captar, para convertir en arte el transcurso de la
historia y de la vida, hemos pasado a la exhibición no de lo que somos, sino de lo que
queremos parecer. Ya no posamos para vivir, para reflejar la vida y el disfrute, sino que
parecemos vivir para posar, para simular, para vender una imagen filtrada de nuestra
15 realidad. ¿Posamos para vivir o vivimos para posar? No lo sabemos, pero, al menos,
procuremos que no sea para morir.
Berna González Harbour, El País (22 de julio de 2019).
La casa de cristal
Uno de los mejores tebeos editados en España en los últimos años se titulaba La casa.
Crónica de una conquista (Norma) y su autor es Daniel Torres, un veterano dibujante que
había estado largo tiempo sin publicar. El cómic, de casi 600 páginas, está basado en un
trabajo de documentación impresionante y repasa la historia de la vivienda desde el
5 neolítico hasta el siglo XXI. Una de las cosas que quedan más claras en sus viñetas es que
la privacidad ha resultado una conquista muy difícil, una lucha contra el espacio que, salvo
para los muy ricos, se ha prolongado durante siglos y que todavía está pendiente en muchas
sociedades. Virginia Woolf también contó aquella revolución en uno de sus libros más
célebres, Una habitación propia. Todo esto, en el Occidente permanentemente conectado,
10 se ha terminado.
Lo más grave del final de la privacidad es que en algunos casos se ha producido de manera
inconsciente, pero en muchos otros de manera totalmente consciente. Estamos regalando
sin darnos cuenta algo que ha costado siglos conquistar. Las fotos realizadas con FaceApp
circularon ampliamente por redes sociales: con una ingeniosa aplicación, gracias a la
15 inteligencia artificial se mostraba cómo sería nuestro rostro en la vejez. Todo fue bien hasta
que se descubrió́ que el usuario firmaba una especie de pacto mefistofélico con los autores
del juguetito a los que tal vez no entregaba su alma, pero sí sus datos.
Esa noticia se conoció́ poco antes de que fuese detenido en Bulgaria un informático de 20
años que había logrado los datos fiscales de todos los adultos del país que hubiesen
20 declarado alguna vez a Hacienda. De todos. El hacker ni siquiera era una lumbrera: al
parecer el robo masivo de información fue bastante sencillo. Todo ello ocurre mientras los
cuatro gigantes de la era digital, Amazon, Apple, Google y Facebook, son investigados en
el Congreso de EE UU entre otras cosas por las dudas sobre su tratamiento de los datos. Se
trata de ejemplos de las últimas semanas.
25 Nos dirigimos a una sociedad de paredes de vidrio en la que todo lo que hemos escrito,
dicho, incluso a veces pensado (nuestros gustos de compra), todos los datos que hemos
compartido con nuestros amigos o con nuestra Administración pueden ser publicados y,
desde luego, son utilizados sistemáticamente con fines comerciales o políticos. Ya no
existen habitaciones propias.
Guillermo Altare, El País (31 de julio de 2019).
Atontados
Poca repercusión ha tenido un estudio de Italia tan inquietante como quizá́ revelador para
comprender lo que les pasa a nuestros vecinos transalpinos y también lo que nos ocurre por
estos lares. Estamos atontados por culpa de algunas cadenas de televisión. Y por eso
votamos lo que votamos. Tirando del hilo llegaríamos a que el desgobierno es cosa de
5 Vasile. Bueno, no tanto, pero casi.
Han concluido tres economistas italianos que Mediaset, el rentabilísimo emporio mediático
que tantos identifican con la telebasura, tuvo una influencia enorme en la elección de
Berlusconi como primer ministro italiano, así́ como en el más reciente éxito electoral de
fuerzas populistas como las que hoy cogobiernan. El estudio es demoledor. Concluye que
10 la gente que pasa horas y horas consumiendo los programas de este canal -sobre todo
ancianos y jóvenes- presenta un impacto negativo en sus habilidades cognitivas y bajos
niveles de compromiso civil. Y establece que, con la cabeza embotada de tanto ver
programas de mamachichos y versiones similares a nuestro Mujeres, hombres y viceversa,
tienen dificultades para procesar cuestiones sobre democracia con alguna mínima
15 complejidad, por lo que en ellos calan muy bien los eslóganes y las simplezas de los
dirigentes que han convertido la política en espectáculo. Rivera haría su agosto en Roma.
Que sepamos, nadie está investigando aún los efectos que pueda tener en los españolitos la
programación que vomitan algunas de nuestras cadenas. Pero no hay que ser linces para
presuponer que algo tendrá́ que ver con el arraigo aquí́ del populismo de izquierda y
20 derecha, o con el hecho de que hoy para liderar cualquier partido sea más importante contar
con el tipín de Pedro Sánchez que una cabeza amueblada. Hoy tener el Estado en el cerebro
como antes se le atribuía a gentes como Fraga o Rubalcaba seguro que penaliza en las
urnas.
Con todo, lo más preocupante es que, mientras se sitúan al frente de la agenda política
25 cuestiones como la erradicación del sexismo o el machismo, la lucha contra la cosificación
de la mujer, la promoción de la igualdad, etcétera, cada día millones de jóvenes consumen
programas como el mencionado o el engendro recién estrenado por Jesús Vázquez que
contribuyen a enquistar los peores estereotipos sociales en los cerebelos de la generación
de la que saldrá́ el futuro inquilino de La Moncloa. Igual Carmen Calvo que este verano
30 estará́ desocupada debiera leerse el informe italiano. O a lo peor es que nuestros políticos
nos quieren cada vez más tontos. No es descartable.
Eduardo Álvarez, El Mundo (3 de agosto de 2019).
Cuerpos
Hace unos meses leí́ un artículo de Roger Cohen en The New York Times en el que narraba
su experiencia en la frontera entre Estados Unidos y México. En un intercambio con un
agente fronterizo, este le explicaba que ese día habían “detenido 300 cuerpos”. “Cuerpos
(bodies) término que se aplica generalmente a personas muertas”, le hizo notar el
5 periodista. El agente respondió́ que no quería decir que estuvieran muertos, pero que ese
era el término preferido en el gremio para referirse a los migrantes que tratan de cruzar la
frontera de manera ilegal. Le aconsejaba no sacar demasiadas conclusiones de este lenguaje
coloquial entre agentes.
El relato de Cohen me asalta con crudeza en estas fechas en que muchos de nosotros
10 pasamos tiempo en playas más o menos hacinadas de cuerpos semidesnudos. El filósofo
italiano Giorgio Agamben acuñó́ el concepto de vida desnuda para definir la vida humana
en tanto fenómeno biológico desprovisto de derechos y obligaciones, esto es, un cuerpo
carente de la condición de ciudadano y radicalmente vulnerable. Podría decirse que, desde
los antiguos griegos, los cuerpos que no pertenecen a la polis o a la comunidad se perciben,
15 de un modo u otro, como indignos de un trato humano: esclavos, bárbaros, indígenas,
herejes... El siglo XX llevó esta distinción a los extremos sobre los que reflexiona
Agamben. En los campos de concentración nazis, también en los de refugiados y todos
aquellos destinados a controlar a determinadas poblaciones en la época moderna y
contemporánea, el concepto de vida desnuda cobra un sentido literal. Los cuerpos que los
20 habitan no solo están desnudos en abstracto, despojados de existencia legal y política;
también lo están físicamente, privados de ropa e intimidad.
Desde esta perspectiva, resulta una paradoja macabra que el paradigma del disfrute de
muchos de nosotros consista en amontonarnos sobre un exiguo trozo de arena, vestidos con
lo mínimo. La extraordinaria proximidad de nuestros cuerpos a lo largo del litoral —
25 rebosantes del placer que produce el contraste del sol con el frescor del mar o la
exuberancia que causa verse y ver otros cuerpos felices y relajados— evoca la imagen en
positivo de los cuerpos cansados y adoloridos que se aglomeran a lo largo de distintas
fronteras en improvisados campamentos o precarios centros de internamiento. A diferencia
de los migrantes que se hacinan para cruzar fronteras, huyendo de realidades de penuria y
30 muerte, nosotros lo hacemos para desconectar de nuestra realidad de rutina y frustraciones.
Huelga decir que nuestros cuerpos y los suyos son indistinguibles.
Olivia Muñoz-Rojas, El País (4 de agosto de 2019).
Contra la pared
El domingo por la noche vi un capítulo de Los Soprano. Junior Soprano, tío y mentor de
Tony, está en un hotel con su amante, Bobbi Sanfillipo. En la cama, Bobbi, cariñosa y
seductora, lo felicita por lo bien que practica el sexo oral. Lo festeja: es una suerte que ella
tiene, algo insólito que él le regala. Junior está serio. Es un señor mayor y respetable; un
5 mafioso de Nueva Jersey. Le advierte: no le gusta que ella hable de eso, es algo que
absolutamente nadie tiene que saber. Por supuesto, ya es tarde. La mujer ha compartido su
alegría con otras mujeres, y la delicada información llega a oídos de Tony, su bravo
sobrino, que en aras de la compleja relación que tiene con su tío, acabará burlándose de él
durante una sesión de golf. Por comer felpudos. La escena siguiente es dura e incómoda.
10 Junior va a buscar a Bobbi a la oficina. Le grita, la insulta, la empuja contra la pared, la
inmoviliza y, en vez de pegarle en la cara, de hecho, para no hacerlo, le refriega una tarta
que había sobre la mesa, con fuerza, con rabia. La despide. Se va. Y ella llora, con el
merengue y el bizcocho bajándole por el rostro: “Corrado, no me dejes, por favor, no me
dejes”. Este capítulo se emitió́ por primera vez en 1999.
15 El martes por la tarde vi un capítulo de Euphoria. Es la serie sobre adolescentes pero no
solo para adolescentes que estrenó HBO este verano. Deberían verla todas las madres y los
padres, a pesar del pánico, precisamente por él. Maddy es la novia de Nate, el macho alfa
del instituto, alto y guapo. Durante una feria, Maddy va vestida de forma sexy, Nate intenta
obligarla a que se cambie; no quiere que sus padres la vean así́. Ella se rebela ante su
20 familia, lo provoca, lo ridiculiza. Él va decidido tras ella y, en la oscuridad de un callejón,
la coge del cuello y la embiste contra un camión. Ella lo perdona. Es 2019.
Veinte años no es nada. La ficción televisiva, una sofisticada manera de retratar la burda
realidad. Me pregunto entre cuántos hombres (la cifra exacta de los hombres de la Tierra)
ya está bien visto practicar el sexo oral a las mujeres. Me pregunto también cuántos
25 hombres siguen cogiendo a mujeres del cuello y aplastándolas contra la pared. La cifra
exacta de los hombres de la Tierra. Las paredes son para los besos, y la distancia entre
Junior Soprano y Nate Jacobs es un simple lunes de septiembre, cargado de secretos.
Lara Moreno, El País (5 de septiembre de 2019).
La fobia a Greta
Que si es manipuladora, manipulada, ignorante, retrógrada, melodramática.
5 Se presentó Greta Thunberg en la Cumbre sobre el Cambio Climático de la ONU y
estallaron los ánimos: aplausos, vítores, pero también mucha, mucha víscera, mala leche.
Y sí, confieso que aún no salgo de la sorpresa.
Menudita a sus 16 años, con ese aspecto de eterna escolar, habló con voz quebrada sobre
la vergüenza que deberíamos sentir los adultos, no solo por el mundo en crisis que les
10 estamos heredando, sino por ver en los jóvenes una reserva de esperanza cuando somos
nosotros quienes se las hemos robado. Emotiva y directa, fuera de los protocolos de la
rancia diplomacia, así habló Greta. Y era un poco lo que se esperaba: brincó a la atención
global justo por esas formas entre francas y retadoras, silentes con momentos dramáticos,
que la distinguen.
15 Pensé que a estas alturas del debate público ya quedaría claro que Greta Thunberg es, sobre
todo, un símbolo: mujer, joven, decidida, con Asperger, en una lucha muy enfocada que
toca a miles de jóvenes en el mundo (lo que no han podido hacer políticos ni líderes
religiosos ni gurúes ambientales, por cierto). Entiendo, por lo mismo, la fascinación y la
entrega. El aplauso. Pero no tenía en el radar el correlato, igual de poderoso, de fobia y
20 descalificación. Pequé de ingenua, lo reconozco.
¿Que Greta es privilegiada? Pues sí, ser una sueca así es un privilegio frente a una buena
parte del mundo. ¿Que sus papás la manipulan o explotan? Bueno, pensar eso equivale a
minimizar la capacidad racional y emotiva de los adolescentes, como si solo pudieran
actuar cuando se les manipula o explota. Ahora bien, que en casa seguro aprendió formas
25 y fondo de lo que hace, pues es una obviedad. ¿Que se está utilizando su imagen para
colocar la urgencia climática en la agenda global? Pues sí, ella misma se ha colocado en
ese escenario (yo, por lo menos, no he visto que la obliguen a hacerlo; o tal vez no veo
bien). ¿Que sus planteamientos sobre el medio ambiente y el cambio climático son
ingenuos o regresivos o hasta ignorantes? Tal vez, pero la fuerza del símbolo no está en la
30 literalidad de su discurso sino en la potencia de la convocatoria. Ella misma ha reiterado la
necesidad de “escuchar a los científicos, a los que saben”. Por ende, pelearse con cada una
de sus palabras me parece ocioso e inútil. […]
Si no por otra cosa, el impacto que ha tenido Greta Thunberg como persona, símbolo y
puesta en escena, para que la urgencia que significa el cambio climático escale en atención,
35 ya merece un reconocimiento. Miles de jóvenes, esos a los que mi generación veía con
desafecto por “apáticos”, se están movilizando y asumen como propia y en colectivo la
exigencia de actuar por el planeta. Algo se está moviendo, aunque falte muchísimo por
hacer. Veo, por ejemplo, los diarios de circulación nacional en mi país, y salvo honrosas
excepciones, ninguno dedica espacio de calidad a destacar el cambio climático y sus retos.
40 No, Greta no es la solución; pero ojalá sea un llamado de atención.
Dicho esto, claro que le seguirán tundiendo, sobre todo en redes sociales. Bien lo decía el
escritor Esteban Illades: “Twitter, el lugar donde se le exige más a una niña de 16 años con
Asperger que a los Gobiernos del mundo”.
Gabriela Wakertin, El País, (25 de septiembre de 2019).
Interruptores
5 Érase una pareja de videntes que tuvieron una hija ciega a la que hicieron creer que los
ciegos eran ellos y que ella veía. La cría compensó enseguida la supuesta carencia de sus
padres con una agudeza fuera de lo común, pues resultó ser muy despierta y perspicaz.
Cuando viajaban en el metro les indicaba la estación en la que se debían bajar y los ayudaba
a diferenciar y escoger los alimentos en el supermercado. Les leía también la
10 correspondencia del banco, así como las cartas que recibían de un pariente que vivía en
Buenos Aires. Ellos, asombrados por las habilidades de la pequeña, se dejaban querer y
utilizaban cada día menos el sentido de la vista.
Un día, al poco de cumplir los siete años, una compañera de colegio reveló a la niña que
era ciega. “Los ciegos son mis padres”, dijo ella. “Eso es lo que te han hecho creer”, le
15 respondió la amiga, “para que no sufrieras”. La niña no dijo nada en casa, pero empezó a
observar el mundo desde esta perspectiva nueva. Comprendió que esos clics inexplicables
que sonaban por las noches en el dormitorio o el pasillo eran los que hacían los interruptores
de la luz. Un día se dejaron de escuchar porque los padres empezaron a moverse por la casa
sin necesidad alguna de utilizar los ojos. Pero la niña, necesitada de esos sonidos, continuó
20 encendiendo las luces al oscurecer ante la admiración del matrimonio.
De manera insensible, ella iba ocupando la dimensión visual de ellos mientras que ellos se
trasladaban a la de ella. Cuando se hizo mayor, tuvo a su vez una hija vidente a la que hizo
creer desde el principio que era ciega. En cierta ocasión, la pequeña preguntó a su madre
en qué consistía ver. “En no tropezar”, le respondió. Y nunca se volvió a hablar del asunto.
La muñeca
En algunas películas de terror resulta inquietante esa muñeca de trapo con la cabeza
de porcelana que te mira desde el anaquel de la estantería; o ese niño que discurre
con un triciclo a lo largo del pasillo enmoquetado de un hotel totalmente vacío; o
esa bailarina que rueda sin cesar sobre una caja de música al son de la Barcarola.
5 Los niños suelen dar buen resultado en las películas de terror. Y también los falsos
payasos. Cualquiera quedaría aterrorizado si una noche de niebla en una gasolinera
perdida saliera a atenderte un payaso riendo a carcajadas con la manguera del
surtidor en la mano. Los maestros del género saben que el terror se produce más por
lo que el espectador imagina o presiente que por lo que ve en la pantalla. Eso es lo
10 que sucede ahora en este perro mundo en el que los glaciares se licúan, las
tempestades son cada vez más violentas, los incendios más pavorosos, las
inundaciones más masivas y las sequías más angustiosas. Los científicos afirman
que esta creciente intensidad de las catástrofes se debe al cambio climático, aunque
no todos están de acuerdo. De pronto en medio de este debate ha aparecido una
15 adolescente, Greta Thunberg, cuyo rostro inquietante recuerda al de esa muñeca de
porcelana que mira fijamente desde la estantería y con su sola presencia el cambio
climático se ha convertido en una película de terror. Con su ira y sus lágrimas ha
ejercido un exorcismo en la tribuna de las Naciones Unidas como una médium
enviada desde el fondo de las inminentes tinieblas frente a Donald Trump en el papel
20 de siniestro payaso color calabaza. El terror del cambio climático no es por lo que
vemos sino por lo que presentimos en un futuro que se debate entre una muñeca de
porcelana que llora y un payaso que ríe. Tal vez la venganza de un mar ahíto de
basura que está dispuesto a ahogar a la humanidad en su propia mierda.
Manuel Vicent, El País, (6 de octubre de 2019).
La privacidad es posible
Entras en una librería, eliges un libro, lees la contracubierta, decides que lo compras,
pasas por caja y lo pagas en efectivo. Llegas a casa y te pones a leer. Siete horas después,
ese mismo día o a trocitos durante una semana o un mes, lo acabas. Excepto en tu cabeza y
en la cabeza de algún familiar que te haya visto leyendo, de algún conocido a quien se lo
5 hayas comentado o de la librera, si esta tiene buena memoria, no has dejado ningún
rastro de qué has hecho durante esas siete horas de lectura: ni en el mundo real ni en el
virtual.
La escritora Jeanette Winterson lo decía el otro día en una entrevista, cuando le
preguntaban sobre el hecho de leer: "reading isn't data” (leer no proporciona datos; no
10 deja rastro virtual); “los libros, más que nunca, son agentes de libertad dentro de esta
pesadilla controladora que nos hace sentir libres, cuando, en realidad, estamos
más vigilados que nunca”, continuaba Winterson.
Desde hace relativamente pocos años, el consumo de cultura y de ocio se ha digitalizado.
Compramos entradas para el teatro, para museos, para conciertos...; compramos discos,
15 libros y videojuegos; vemos películas, vídeos musicales; escuchamos discos..., todo por
Internet. En muchos casos, para hacerlo, nos descargamos aplicaciones que nos
piden nuestros datos o que los roban directamente de nuestros perfiles de las redes
sociales.
Como siempre, la preocupación por la privacidad llega después de haberla pedido: no son
20 pocos los libros, artículos, estudios que hablan ahora de las consecuencias de ceder tan
alegremente información que antes solo conocíamos nosotros y personas de nuestro
entorno más cercano. Como siempre también, el problema se nos ha ido tanto de las manos
que no podemos ver que ya conocíamos el método para esquivarlo, por lo menos en parte.
Ir a un museo, al teatro, a las librerías son cosas que no dejan más rastro que la huella
25 que pueda dejar en nuestra cabeza, o en la de aquellos a quienes se lo hayamos querido
explicar, aquello que hayamos visto o leído.
Isabel Sucunza, El Periódico (7 de octubre de 2019).
Comer en paz
Comer ya no es lo que era. El simple acto de saciar el hambre se ha convertido en un
proceso complicadísimo lleno de trampas, cantidades ingentes de información y miles de
contradicciones. ¿Quién puede permitirse, hoy en día, sentarse tranquilamente ante un plato
y disfrutarlo sin que le pasen por la cabeza todas las ideas relacionas con la alimentación
5 que ha recibido en las últimas décadas? Comer sin pensar es un auténtico lujo. E incluso si
consigues quitarte de encima todo tu saber dietético para concentrarte en el gusto y el
placer, no faltará quien se empeñe en aguarte la fiesta con comentarios de dietista nazi.
Confieso que no soporto que me hablen de calorías, grasas y carbohidratos cuando estoy
comiendo. Como si en plena actividad sexual te viniera alguien a recordarte
10 la bioquímica de la atracción, las hormonas de la excitación y las fases del orgasmo. ¿A
que no pone? Pues que no te puedas comer cualquier plato que no sea verdura hervida sin
el típico comentario advirtiéndote de los peligros de lo que te estás llevando a la boca
también amarga el momento. Y si no te lo amargan a ti, se lo amargan a sí mismos, pero la
cuestión es no callar.
15 No es nada fácil desprenderte de todo lo que sabes sobre nutrición. Empezaron con las
pirámides y la composición de los alimentos en el colegio. Durante siglos eran madres y
abuelas las que transmitían una compleja cultura gastronómica que servía para nutrir los
cuerpos, pero también para inscribirnos en una tradición, un conjunto de signos que forman
un sistema de comunicación. En la educación alimentaria que recibimos, esta otra
20 parte simbólica y cultural de la comida queda completamente fuera de la ecuación. Por eso
empezamos a familiarizarnos con productos raros, de nombres impronunciables. Ahora ya
parece que los hayamos consumido toda la vida, pero ni el kiwi ni la chirimoya, por
ejemplo, formaban parte de la tradición local. Casi siempre que se introduce un alimento
nuevo es porque se le atribuyen propiedades excepcionales, más aún después del invento
25 de los superalimentos.
En uno de sus últimos reportajes, Glòria Serra nos contaba que para producir un quilo
de aguacate hace falta 800 litros de agua. Sí, amigos 'millenials' ecoveganos, esa es la
verdad que no queréis oír. Que para desayunar vuestros púdines de chía supersaciantes y
supersanos y que queden tan bien en la foto con cuatro arándanos encima, alguien os la
tiene que traer del otro lado del mundo. Que para zamparos satisfechos una quinoa sin
el gluten que toleráis perfectamente, pero evitáis por las mil tonterías que habéis leído, la
5 población que la consumía de forma tradicional ha visto cómo aumentaba su precio por
vuestra demanda esnob. Porque claro, un potaje de garbanzos no es sexi, ¿no?
Najat El Hachmi, El Periódico (7 de octubre de 2019).
Líderes
Por organismos internacionales de toda solvencia España ha sido declarado el mejor país
del mundo para nacer, el más sociable para vivir y el más seguro para viajar solos sin
peligro por todo su territorio. Según The Economist, nuestro nivel democrático está muy
por encima de Bélgica, Francia e Italia. Pese al masoquismo antropológico de los
5 españoles, este país es líder mundial en donación y trasplantes de órganos, en fecundación
asistida, en sistemas de detección precoz del cáncer, en protección sanitaria universal
gratuita, en esperanza de vida solo detrás de Japón, en robótica social, en energía eólica,
en producción editorial, en conservación marítima, en tratamiento de aguas, en energías
limpias, en playas con bandera azul, en construcción de grandes infraestructuras
10 ferroviarias de alta velocidad y en una empresa textil que se estudia en todas las escuelas
de negocios del extranjero. Y encima para celebrarlo tenemos la segunda mejor cocina del
mundo.
Frente a la agresividad que rezuman los telediarios, España es el país de menor violencia
de género en Europa, muy por detrás de las socialmente envidiadas Finlandia, Francia,
15 Dinamarca o Suecia; el tercero con menos asesinatos por 100.000 habitantes, y junto con
Italia el de menor tasa de suicidios. Dejando aparte la historia, el clima y el paisaje, las
fiestas, el folklore y el arte cuya riqueza es evidente, España posee una de las lenguas más
poderosas, más habladas y estudiadas del planeta y es el tercer país, según la Unesco, por
patrimonio universal detrás de Italia y China.
20 Todo esto demuestra que en realidad existen dos Españas, no la de derechas o de izquierdas,
sino la de los políticos nefastos y líderes de opinión bocazas que gritan, crispan, se insultan
y chapotean en el estercolero y la de los ciudadanos con talento que cumplen con su deber,
trabajan y callan.
Manuel Vicent, El País, (18 de noviembre de 2019).
Libertades
¡Otra vez discutiendo el derecho de los padres a elegir el tipo de educación que quieren
dar a sus hijos! ¡Ah, los malvados progres, siempre liberticidas! Bueno, pues por esta vez
que me apunten de su lado… relativamente. Que los padres puedan elegir un
adoctrinamiento religioso para sus hijos en escuelas privadas me parece bien, siempre
5 que se presente como religioso y no como verdades científicas de nuevo cuño. Y desde
luego mientras no se imponga dicha catequística en la escuela pública, donde no pinta
nada. Pero no cualquier enseñanza religiosa es lícita, aunque se empeñen los padres: las
creencias que postulan la guerra santa, la persecución contra los homosexuales, la censura
contra obras consideradas blasfemas o que en general recomiendan tratar como delitos lo
10 que ellos consideran pecado, no deben ser financiadas con dinero público. Ni creo
siquiera que deban ser admitidas socialmente. Claro que no todos los dogmas indeseables
son religiosos: también está el adoctrinamiento nacionalista, que prolonga en la escuela
lo que la familia enseña en casa; las opiniones tipo Arran que no admiten los derechos
individuales, sino sólo los colectivos; los partidarios de identificar el machismo criminal
15 con el sexo masculino, y quién sabe cuántas novedades disparatadas más. Dije una vez
que la democracia educa en defensa propia: si admite cualquier tipo de enseñanza para
respetar la libertad de padres o maestros, estará cavando su tumba.
Los padres pueden y deben asegurar los valores familiares, afectivos y piadosos que crean
convenientes. Pero se educa no sólo para vivir en familia, sino también en sociedad, que
20 es plural y ofrece alternativas distintas a las de casa. Los neófitos tienen derecho a
conocerlas, aunque sus papás se encabriten. Siempre dentro de lo constitucional y
científico. Si no, mejor la doma.
Colonizados
Dichoso mes que empieza con Halloween y termina con el Black Friday, diría mi abuela
si viviera aún, refiriéndose a noviembre, en lugar de lo que decía: “Dichoso mes que
empieza con Todos los Santos y termina con San Andrés”. Por suerte para ella, mi abuela
murió hace mucho y no tuvo que asistir a la colonización cultural estadounidense, que,
5 además de afectar a nuestro vocabulario, lo ha hecho también a nuestras costumbres,
suplantadas por las de importación. Lo peor es que esa colonización cultural es aceptada
por muchos como un avance cuando lo que significa es un empobrecimiento
en medio inglés —o creemos que hablamos en medio inglés—, parece que nuestra
intención es vivir como si fuéramos norteamericanos, y para ello no escatimamos
10 esfuerzos: comemos en americano, bebemos en americano, vestimos en americano y
celebramos las fiestas americanas en lugar de las nuestras, tan anquilosadas. No hay color
entre Papá Noel y esos tres Reyes Magos tan tradicionalistas y previsibles, como tampoco
lo hay entre el Halloween de las calabazas y los disfraces del último héroe
cinematográfico de Hollywood y nuestras aburridas celebraciones de los difuntos (visitas
15 a los cementerios, niños pidiendo de casa en casa para hacer una merienda colectiva,
representaciones del Tenorio, etcétera), o entre el mágico árbol de Navidad lleno de luces
y el aburrido belén con figuritas de terracota y río de papel de plata. Donde esté lo
americano que se quite lo español (y lo portugués, y lo mexicano, y lo italiano, y lo
brasileño, que la colonización no es exclusiva nuestra).
20 Y pensar que fuimos nosotros, los españoles, los que colonizamos aquellas tierras
desconocidas pobladas por indios que tanto material narrativo darían al cine cuando
nació, ese cine que vemos superior al nuestro y que ha sido, con la televisión, la principal
herramienta para nuestra colonización de vuelta... Sabemos hoy más de las costumbres
estadounidenses que de las nuestras propias y, lo que es peor, las creemos superiores.
25 Tanto es así que a quien se resiste a su aceptación, y no digamos al que la censura, como
yo estoy haciendo ahora, por su acriticismo, se le considera antiguo o paleto, o las dos
cosas a la vez, tergiversando esas dos palabras que no significan necesariamente lo que
los que las emplean creen: antiguo es lo que ha sobrevivido al tiempo (lo cual no es bueno
ni malo, depende) y paleto es el que por su complejo de inferioridad considera mejor lo
30 ajeno que lo propio, lo sea o no verdaderamente.
Pero ahí estamos, cada vez más convencidos de que la modernidad viene siempre de Nueva
York o de California y sometidos a una publicidad incesante que hace que hasta el más
reacio acabe utilizando palabras en inglés para decir cosas que podría decir en español y
comprando cuando, como y lo que los americanos quieren. Y lo peor es que lo hacemos
35 con gusto y creyendo que es la manera de destacarnos de la mediocridad cultural de nuestro
país, que evidencian ejemplos como su escaso peso en el concierto internacional o que el
español lo hablen solo los americanos pobres, no esos ricos del norte a los que admiramos
por su desarrollo. Que lo hablen 500 millones o que nuestra cultura sea admirada por estos
no debe confundirnos; es su manera de consolarnos por haber tardado tanto tiempo en salir
40 de nuestro error. ¡Y el lunes que viene es el Cyber Monday!
Julio Llamazares, El País, (30 de noviembre de 2019).
Cuestión de Rita