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Era agosto, pero yo tenía mucho frío entonces, aunque hiciera calor. Él no se
desvistió, pero a mí sí que me quitó la ropa. Solo se bajó los pantalones y lo que
recuerdo fue… dolor. Pero como si me subiera al cerebro y me estuvieran
partiendo por el medio. Un dolor que creía que me mataba. Además, no sé si
duró mucho, pero a mí se me hizo eterno. Y él jadeaba… Y luego, cuando se
levantó, vi que tenía todas las piernas llenas de sangre. Pero él no le dio
importancia. Él parecía calmado. Me desató, me limpió la sangre con hierba, me
vistió y aquí no ha pasado nada. De regreso, me llevó de la mano, pero yo ya no
tenía la sensación de ‘tengo padre’, sino que pensaba ‘me lleva un monstruo de
la mano’. Antes de subir a casa me compró un helado. Me costaba mucho
caminar. Desde entonces empezaron las visitas a las viñas que dependían de si
él trabajaba o no”.
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Las mismas víctimas de abusos bloquean una y otra vez la posibilidad de mostrar
lo que han sufrido y prefieren mantener su dolor en la oscuridad, en parte
incapaces de romper el pacto de silencio que han mantenido durante años para
proteger a su familia –en muchos casos donde están los mismos abusadores– y
a sí mismas.
No las culpo. Ellas y ellos son víctimas también de la negación que hace nuestra
sociedad de los abusos, ya que también forman parte de nuestra cultura. Saben
que si son reconocidas quedarán estigmatizadas, nadie las creerá o pensarán
que están locas. De ahí, en buena medida, la dificultad de erradicar los abusos
en nuestra sociedad. Además, no son pocos los casos en los que los mismos
miembros de la familia (madres, padres, abuelos, tíos...) miran para otro lado
cuando su hija o su hijo, su sobrina o sobrino, su nieto o nieta sufren abusos.
¿Por qué negamos los abusos sexuales? ¿Por qué no queremos reconocer
que existieron y existen en muchos hogares y colegios? En primer lugar, el
sistema se autodefiende para evitar cambiar: quien tiene el poder no quiere
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A MI MADRE LE COSTÓ ACEPTAR QUE AQUELLO PUDO OCURRIR EN
NUESTRA FAMILIA, AUNQUE ME CREYÓ DESDE EL PRINCIPIO.
y me hacía como cosquillas y un masaje en la espalda, algo que a todos los niños
les suele encantar. Luego empezaba con los tocamientos. Cada noche era lo
mismo. Hay cosas que pasaban en este rato de las cuales me acuerdo muy bien.
Otras no las recuerdo tanto, son como una neblina. Tengo recuerdos borrosos
de lo que él me hacía y de lo que me hacía hacerle a él. Me parece tan alucinante
que a veces no me lo puedo creer,que incluso dudo de si de verdad llegó a pasar
todo aquello. Otras veces lo recuerdo todo perfectamente. A mi madre le cuesta
creer que alguien pueda hacer esto, y más aún que haya sucedido en nuestra
familia, aunque me creyó desde el principio.
Me sentí humillada y él nunca se ha hecho responsable de lo que hizo. Era
como si me dijera: “tu cuerpo es mío y yo hago lo que me da la gana y cuando
me da la gana con él. Y cuando ya no quiero estar más contigo, te dejo. Cuando
me da la gana también”. Entre las atenciones y cariños que me prodigaba se
incluía el hecho de bañarme. Le encantaba hacerlo, supongo que para quedarse
a solas conmigo. Cuando terminaba, me sacaba de la bañera, me envolvía en la
toalla con mucho cariño y me llevaba en brazos a la cama. De aquellos
momentos me vienen a la cabeza recuerdos muy borrosos y sospecho que en
alguna de estas ocasiones incluso se metió en la bañera conmigo y me violó.
Tiene que haber sido un día que estábamos solos en casa. Este es un recuerdo
único junto con otro que ocurrió en el sótano. Todos los otros recuerdos que
tengo son de tocamientos. Me sentía muy confusa, emocionalmente inestable y
no entendía nada ni de su comportamiento mientras duraba el abuso ni de
después. Él me hacía todo aquello de noche, mientras que de día parecíamos
una familia normal que seguía una educación idealista. Era como si existieran
dos vidas: una en la oscuridad y otra a la luz del Sol.
Él me manipulaba para hacerme sentir poco a poco su cómplice. De esta
forma guardaba “nuestro secreto”. Nadie más, solo él y yo lo sabíamos. Yo
intentaba borrar aquello que ocurría para poder ser normal al día siguiente.
Siempre hacía un gran esfuerzo para que no se me notara nada. Era buena
estudiante y la escuela se me daba bien.
Tras dos años de visitas bastante regulares a mi habitación –venía casi cada
noche–, de golpe dejó de venir y de interesarse por mí. Fue justo cuando empecé
a entrar en la pubertad. Eso me confundió y me dejó en un estado psicológico
muy abatido. Hay una parte de mí que querría que estos recuerdos no fueran
verdad. Algunos eran más traumáticos, pero menos repetitivos: son los que
emergieron más tarde con un trabajo terapéutico corporal. Es decir, antes no era
consciente de ellos. Fueron tan violentos y traumáticos que los borré. Los más
repetitivos siempre habían permanecido vivos en mi, aunque quizás no
recordaba los detalles y estos emergieron también más tarde en el proceso
terapéutico. Años después de los abusos empecé a sufrir insomnio; de hecho
nunca había dormido muy bien ni de niña ni en mi juventud. Cuando empecé a
tener relaciones sexuales con chicos, el hecho de entrar en contacto con el
hombre y la sexualidad hizo que conectara con esa sombra y con esa herida
enorme. Empecé a tener un comportamiento destructivo contra mí y contra mi
vida. Tomaba drogas que me hicieron desconectar más de mí. A raíz de
separarme de mi pareja dejé de comer y perdí bastante de peso. Entré en una
crisis muy fuerte. Tenía insomnio, ataques de pánico, miedo y estaba angustiada.
Aprendí que para seguir adelante necesito colocarme en el ser esencial, pero
todavía me cuesta mucho. Conectar con esa parte de mí que es capaz de
aprender algo de lo que pasó y aportar algo al mundo con esa experiencia es la
actitud que me ha permitido superarlo después de muchos años de terapia,
sufrimiento y dolor… En lugar de decirme cada día “¡Qué horror y qué mal lo he
pasado”, he aprendido a hacerme preguntas que me ayuden a salir de ese bucle
autocompasivo desde la consciencia y la comprensión! Ahora me pregunto a
menudo: “¿Qué he aprendido? ¿Cómo ha sido? ¿Qué puedo hacer?”. Quedan
cosas todavía por sanar respecto a mi relación con los demás. Siento miedo y
no sé si soy capaz de abrirme. Tengo una herida abierta y me hago responsable
de ella, pero necesito encontrar a una persona en la que pueda confiar, una
persona que no se vaya corriendo cuando le cuente cómo fue mi traumática
infancia. Mi miedo más grande ahora es no saberme proteger.
El abuso sexual infantil suele ocurrir dentro del ámbito familiar. Hay señales
que indican que un niño está siendo agredido. Como adultos, debemos ayudar
al menor a salir de este infierno.
¿CUÁL ES SU ALCANCE?
Este tipo de violencia es de las más graves, ya que suele ser infligida por
una persona querida y de confianza y es tremendamente habitual. No obstante,
el 80% de estos abusos son ocultados precisamente por estar producidos
dentro del ámbito familiar.
Desde Save the Children estiman que un 23% de las niñas y un 15% de los
niños sufrirá abusos sexuales antes de los 17 años de edad en España. Y lo
más inquietante es que se cree que solo vislumbramos la punta del iceberg: el
80% de los abusos son silenciados por estar producidos dentro del ámbito
familiar.
Otro estudio liderado por profesionales del servicio de urgencias del
Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona (España) señala que, de los casos de
maltrato infantil detectados, los diagnósticos de ASI representaron el 20,2%.
Aunque sea difícil que un niño admita que está sufriendo abusos sexuales,
estos son síntomas y señales que podemos llegar a reconocer.
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El Consejo de Europa calcula que uno de cada cinco niños en Europa sufre algún
tipo de abuso sexual. En España, según datos de Félix López (1996, estudio más
reciente sobre abuso sexual infantil), en torno al 15 por ciento de los niños y el
23 por ciento de las niñas son víctimas de abusos sexuales.
El abuso sexual constituye un acontecimiento traumático, aunque no se viva de
forma violenta. Como explica Victoria Noguerol, el abuso no forma parte de las
necesidades del niño y la estimulación o excitación producidas por el mismo
abuso dejan una huella en el cerebro. El impacto del abuso en los menores es
mayor porque no tienen las funciones cognitivas desarrolladas.
Algunas de las consecuencias del abuso sexual en la infancia pueden ser la
necesidad de repetir, el “enganche” emocional de la víctima con el agresor o la
excitación sexual. La intensidad de las secuelas variará en función de la etapa
evolutiva del niño y su edad, la frecuencia e intensidad del abuso, la relación del
menor con el ofensor o la respuesta de la familia. Además, las personas que han
sido víctimas de maltrato o abuso sexual, tienen más riesgo de padecer un
trastorno psicológico en la edad adulta y es elevado el número de abusadores
que han sido víctimas de abuso sexual en la infancia.
¿Por qué se dice que el abuso sexual infantil es una “epidemia silenciosa”?
No conocemos el alcance del abuso sexual infantil y no se da a conocer cuando
sucede. En opinión de Victoria Noguerol, por parte de las Instituciones hay falta
de información y políticas poco eficaces, y los profesionales también callan por
miedo a las consecuencias. Entre unos y otros, no se protege al menor. Por otra
parte, es la propia víctima la que está amenazada o no quiere poner en riesgo la
seguridad de su familia, y por eso no dicen nada y se culpabiliza de la agresión
que ha sufrido.
https://lamenteesmaravillosa.com/emdr-la-tecnica-psicologica-para-tratar-experiencias-traumaticas/
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abuso sexual intrafamiliar, ya que las consecuencias en este caso van más
allá de un estrés postraumático simple, como ocurre en un episodio aislado de
agresión sexual en un paciente con una historia previa sin elementos de
traumatización grave temprana.
Introducción:
La terapia EMDR (siglas de desensibilización y reprocesamiento por movimiento
ocular) es un abordaje psicoterapéutico que enfatiza la importancia del sistema
de procesamiento de información intrínseco del cerebro y cómo se almacenan
los recuerdos. Los síntomas actuales se consideran resultado de experiencias
perturbadoras previas que no fueron procesadas adecuadamente, y permanecen
en un estado específico, es decir, están almacenadas disfuncionalmente
(Shapiro, 1995, 2001, 2007 y Solomon y Shapiro, 2008)
La esencia del EMDR es la transmutación de esta información almacenada
disfuncionalmente a un modo adaptativo que promueva la salud psicológica.
La estimulación bilateral activa y facilita la conexión entre la información
relacionada con la experiencia traumática y el resto de las experiencias
almacenadas en las redes neurales, integrando por lo tanto los recuerdos
traumáticos con información adaptativa y funcional para el paciente.
Por ejemplo, una mujer abusada desde niña por su padre puede desarrollar la
creencia de que es culpable, que no es digna, etc. Durante la sesión de EMDR
puede tener el insight que la lleva a entender lo ocurrido y a cambiar esta
creencia. A menudo la paciente con un tratamiento
EMDR logra cambiar la perspectiva, llegando a la conclusión que “tenía 3 años
cuando ocurrió el abuso y por lo tanto no podía protegerme, Era mi padre el
responsable de lo que estaba haciendo; él era el adulto, yo era una niña normal
de 3 años, por lo tanto, creo y siento ser digna”. Como vemos, el relato de la
paciente refleja que la memoria traumática inicial (fragmentada, sin palabras,
sólo elementos perceptuales no integrados) se ha convertido en memoria
semántica, declarativa (puede hablar sobre lo que sucedió) lo que se
corresponde con los hallazgos neurobiológicos sobre cómo funciona EMDR
(Siegel, 2002; van der Kolk, 2002; Stickgold, 2002).
La eficacia de EMDR en casos de adultos abusados sexualmente en infancia
ha sido avalado por estudios empíricos (Edmond, Rubin & Wambach, 1999;
Parnell, 1999) mostrando una mayor eficacia de EMDR frente al tratamiento
habitual. En víctimas de violación los resultados son muy buenos con muy pocas
sesiones (Rothbaum, 1997). Los supervivientes refieren una mayor resolución
del trauma con EMDR frente a terapia ecléctica (Edmond, Sloan & McCarty,
2004). En comparación con Terapia Cognitivo Conductual EMDR muestra mayor
eficiencia, precisándose aproximadamente la mitad de sesiones que con TCC
(Jaberghaderi, Greenwald, Rubin, Dolatabadim & Zand, 2004; Rothbaum, Astin
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