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natural de acuerdo con un planteamiento racional y estético. Para ello se emplean elementos
diversos, que pueden ser topográficos, como colinas, valles, ríos y lagos; vegetales, como
árboles, setos, césped o macizos de flores; o constructivos, como edificios, terrazas,
caminos, puentes, fuentes y estatuas. La arquitectura paisajística no tiene reglas fijas,
puesto que cada pedazo de tierra exige soluciones particulares condicionadas por su
tamaño, la topografía, el clima y el entorno, aparte de los gustos del cliente.
Las rocallas son el alma de los jardines, sus fascinantes rocas escarpadas, roídas por
la erosión, tienen tanta fama que hasta los emperadores del lejano norte mandaban a sus
arquitectos a buscarlas para decorar con ellas sus jardines. Pero amontonar hermosas
piedras no basta para crear una obra de arte.
El agua es el segundo elemento esencial del jardín. Y para contar con él, hay que
aprovechar un estanque o un arroyo ya existentes, o bien cavar la tierra. En cualquier caso,
hay que saber cómo abrir los surcos, cómo hacer que el agua circule por ellos, cómo
ramificar primero y reunir después los brazos del riachuelo y, en suma, cómo hacer los
meandros para conseguir lo que nosotros llamamos corrientes sinuosas. Y con la creación
de ríos es indispensable la utilización de puentes, ya sea de madera o de piedra
generalmente en forma de arco.
Un paisaje sin plantas ni flores es un desierto. Los viejos árboles son el bien más
precioso de los jardines clásicos chinos.
A diferencia de Versalles, donde una sola ojeada basta para captar el esplendor del
palacio y del parque, los jardines de chinos se esconden en callejuelas estrechas como las
damas en su camarín. Al entrar en un jardín se puede incluso experimentar cierta
decepción: ante uno se extiende una larga galería en zigzag que puede parecer poco
interesante. Se llama “la avenida sinuosa que conduce a la belleza serena”, y es un
elemento fundamental en la arquitectura de jardines. Pero pronto, del otro lado del muro, un
retazo de jardín le guiña a uno el ojo a través de las filigranas de una ventana esculpida.
Árboles y pérgolas se dibujan en lontananza. Unos pasos más y, en el primer recodo, un
magnífico jardín se ofrece a la vista.
MESOPOTAMIA:
La Antigua Mesopotamia localizada en la actual Iraq tenía una tierra muy fértil a
causa de la presencia de los ríos Tigris y Éufrates que desembocan en el Golfo Pérsico, es
un territorio que esta rodeado de desiertos.
En las tierras altas del norte, los asirios y los persas plantaron grandes bosques para
la caza y la equitación, irrigados por albercas y acequias, y sombreados por los árboles que
ocupaban vastas llanuras, antes desérticas.
GRECIA:
El tema del jardín es infrecuente, al parecer, los griegos serían más sensibles al
paisaje natural y no necesitan transformar la naturaleza para buscar sensaciones de reposo
y placer.
El clásico jardín griego de 400 a.C. consistía en un pequeño terreno con mezcla de
diversas hierbas. A éstas se unían flores silvestres, plantadas de modo que recordaran un
prado natural en miniatura. Regar manualmente requería largo tiempo, y las dimensiones de
estas superficies herbosas se mantenían reducidas para facilitar la operación.
ROMA:
En la Europa medieval, devastada por las invasiones y las guerras incesantes, los
jardines fueron pequeños y siempre protegidos dentro de los muros de un castillo o un
monasterio. Estaban dividido en cuatro áreas dedicadas respectivamente al cultivo de
hierbas aromáticas y medicinales, hortalizas, árboles frutales y flores. Los claustros de la
mayor parte de los monasterios aparecían rodeados de galerías porticadas y en su centro se
situaba un pozo o una fuente, con el propósito de ayudar a la meditación de los monjes.
Algunos castillos también llegaron a tener un pequeño huerto de hierbas u hortalizas, un
jardín ornamental privado para el disfrute de los señores y otras áreas de expansión para el
resto de la corte.
JARDIN INGLES:
En el jardín inglés todo esta controlado pero no se quiere dejar notar. El primer
elemento de juego para ello son las ondulaciones del terreno pero realizado con tanta
suavidad que montañas enteras artificiales parecen naturales. Son jardines que establecen
relaciones entre el vacio y el lleno pero como si fueran relaciones naturales de espacios que
por alguna razón no han desarrollado el elemento vegetal. En estos vaciados existen ejes
basados en el eje francés pero sus límites son irregulares, haciéndonos creer que este vacío
esta allí por azar. La idea de dominio del territorio del eje francés es aquí más sutil,
disponiendo arquitecturas allí donde la vista se escapa.
Este tipo de jardín quiere ser como el paisaje de una pintura. Su disposición
irregular, opuesta al orden del "jardín francés", lo encaja como un simbólico de la libertad.
La negación de la simetría se vinculaba entonces con una negación de los códigos. Se
volvió el símbolo de la emancipación frente a la monarquía absoluta y sus representantes.
JARDIN FRANCES:
En el jardín francés también es muy recurrida la topiaria sobre todo en sus formas
geométricas. La topiaria es una técnica que permite ornamentar los jardines dando formas
diversas a una o varias plantas. Algunas de las especies más apropiadas para realizar esta
técnica son el cedro, la azalea y el ficus benjamina, entre otras.
Asimismo, los senderos aparecen muy bien definidos, con trazos muy lineales, que
en sus bordes están acompañados por coníferas u otros árboles con copa recortable.
El estilo de “jardín francés” se caracteriza por cumplir con la utilización del agua,
las singulares formas con las que se moldea los arbustos, la geometría y la imposición de la
perspectiva.
La concepción paisajística que reúne el jardín de estilo francés, persigue los detalles
hasta alcanzar escalas monumentales.