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Coleccion: Gaceta Civil - Tomo 40 - Numero 3 - Mes-Ano: 10_2016

Impugnación procesal contra el concesorio de una medida


cautelar: ¿oposición o apelación?
Omar SUMARIA BENAVENTE*

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RESUMEN

El autor analiza el texto actual del artículo 637 del Código Procesal Civil que establece
el mecanismo de la oposición del afectado para la revisión, por el mismo juez, de la
medida cautelar. Considera que, con relación a esta disposición, entra a debate si la
apelación constituye un mecanismo de impugnación para el mismo fin, pero de uso
alternativo, o si por el contrario aquella debería ser declarada improcedente. Frente a
ello, el autor realiza una crítica estructural a todo el sistema cautelar para poder
encontrar ahí la raíz del problema y su posible solución.

MARCO NORMATIVO

• Código Procesal Civil: arts. 637 y 739.

PALABRAS CLAVE: Tutela cautelar / Oposición / Apelación / Medida cautelar

Recibido: 19/09/2016
Aprobado: 28/09/2016

Introducción

Recientemente tuve la oportunidad de participar, conjuntamente con otros destacados


profesores en materia procesal, en un evento en donde se discutía el tema del título
del presente ensayo “Impugnación procesal contra el concesorio de una medida
cautelar: ¿Oposición o apelación?”1. Con relación a la modificación del artículo 637 del
Código Procesal Civil que introduce el mecanismo de la “oposición” a la medida
cautelar al tomarse conocimiento de aquella, ha generado ciertas discusiones en su
aplicación con referencia al primigenio artículo 637 del Código Procesal Civil que
establecía el recurso de apelación para impugnar la resolución que contiene la medida
cautelar luego de ejecutada.

Esta modificación ha generado debates en distintos aspectos y uno de estos temas ha


sido si puede plantearse, alternativamente, la oposición a la medida cautelar o recurso
de apelación contra la medida cautelar y que en esta oportunidad fue materia del
evento señalado líneas arriba, tema en el que me centraré a efectos de dar una
opinión singular y propia al respecto a manera de ponencia escrita.

I. Planteamiento del problema


En efecto, el artículo 637 original del Código Procesal establecía lo siguiente:

“Artículo 637.- Trámite de la medida. La petición cautelar será concedida o rechazada


sin conocimiento de la parte afectada, en atención a la prueba anexada al proceso. Sin
embargo, puede excepcionalmente conceder un plazo no mayor de cinco días, para
que el peticionante logre acreditar la verosimilitud del derecho que sustenta su
pretensión principal.

Al término de la ejecución o en acto inmediatamente posterior, se notifica al afectado,


quien recién podrá apersonarse al proceso e interponer apelación, que será concedida
sin efecto suspensivo.

Procede apelación contra el auto que deniega la medida cautelar. En este caso, el
demandando no será notificado y el superior absolverá el grado sin admitirse
intervención alguna”.

Posteriormente, mediante Ley N° 29384 se modificó el texto del artículo 637 del
Código Procesal Civil de la siguiente manera:

“Artículo 637. Trámite de la medida.- La solicitud cautelar es concedida o rechazada


sin conocimiento de la parte afectada, en atención a los fundamentos y prueba de la
solicitud. Procede apelación contra el auto que deniega la medida cautelar. En este
caso el demandado no es notificado y el superior absuelve el grado sin admitirle
intervención alguna. En caso de medidas cautelares fuera de proceso, el juez debe de
apreciar de oficio su incompetencia territorial.

Una vez dictada la medida cautelar, la parte afectada puede formular oposición dentro
de un plazo de cinco (05) días, contado desde que toma conocimiento de la resolución
cautelar, a fin que puede formular la defensa pertinente. La formulación de la oposición
no suspende la ejecución de la medida.

De ampararse la oposición, el juez deja sin efecto la medida cautelar. La resolución


que resuelve la oposición es apelable sin efecto suspensivo”.

Con relación a este tema se presentan dos posiciones, la primera que obedece de
acuerdo al texto de la norma y entiende que primero se debe realizar la oposición a la
medida cautelar por el afectado y luego de resuelta esta queda expedito el recurso de
apelación en caso de su denegación. Por su parte, una segunda posición explica que
es indistinto el uso de oposición o apelación para contrarrestar los efectos de la
medida cautelar por el afectado.

Este tema no es fútil, y tiene muchas e importantes implicancias prácticas ya que en


algunos casos se ha concedido la apelación contra la resolución de la medida cautelar,
y luego declarada nula en sede superior. Otras veces se ha denegado la apelación
directa contra la resolución cautelar por improcedente, entendiendo que es la oposición
el mecanismo adecuado para impugnar la medida cautelar concedida, situaciones que
eventualmente podrían significar un posible recorte del derecho de defensa en
perjuicio del afectado.

II. ¿Qué opina el Poder Judicial?


En el seno del mismo Poder Judicial no hay unanimidad en este tema. En la primera
posición se esgrime como argumentos, por ejemplo, “que la modificatoria busca variar
el régimen de impugnación a efecto de que esta se convierta realmente en un recurso
capaz de corregir los errores de oficio o de legitimidad, cometidos por el juez, ya que el
recurso de apelación no cumple con la mayoría de los casos con la función previsoria;
antes de la modificatoria se implementaba la medida cautelar, se dictaba y aun cuando
se tuviera conocimiento no se podía apelar hasta que se concretará la medida cautelar,
ahora se posibilita la oposición, como recurso impugnativo y pertinente contra
decisiones no contenidas en resoluciones judiciales”2. Tal como se advierte, esta
posición toma como “recurso impugnatorio” a la oposición para el caso de las medidas
cautelares que reemplazaría al recurso de apelación y por lo tanto de alguna manera
facultaría al mismo juez para una revisión amplia de todo el contenido fáctico y jurídico
de la medida cautelar.

Así se explica que la razón de ser de la oposición es la regularidad, ya que con la


misma celeridad con que se dicta la medida cautelar, debe remediarse el error al
momento de la ejecución, permitiendo al juez que dictó la medida cautelar revisar
nuevamente los presupuestos de esta3, concluyendo que se ejecute o no la medida
cautelar la oposición es factible, y si se apeló la sala debe denegar el recurso. En
consecuencia a través de la oposición el mismo juez podría revisar los presupuestos
de la concesión de la medida cautelar.

En la otra posición, se cuestiona que el fin de la oposición estaría dirigida a


contrarrestar los efectos de la ejecución, porque se desnaturaliza la naturaleza jurídica
de la oposición que está dirigida a la pretensión cautelar; siendo dos derechos
significativos y distintos, el de oponerse que está dirigido a contrarrestar los efectos
jurídicos de la pretensión cautelar y el derecho impugnatorio que se dirige a cuestionar
la declaración errada del juzgador quien tuvo a mal admitir una medida cautelar,
pudiéndose interponer ambos recursos4.

En el mismo sentido, el Pleno Jurisdiccional Constitucional del Distrito Judicial de Lima


en una posición al respecto indicaba “que el texto modificado del referido artículo 637
no precisa cuáles son los presupuestos o requisitos para deducir oposición contra una
medida cautelar, ni tampoco se excluye la apelación como un medio impugnatorio para
cuestionar la decisión cautelar”5. En consecuencia, desde esto otro punto de vista no
habría problema en la alternancia entre la oposición y la apelación para cuestionar la
resolución de la medida cautelar.

III. ¿Qué opina la doctrina nacional?

Si al interior del Poder Judicial no hay conformidad, en la doctrina nacional el problema


no es menos fácil. Así, el profesor G. Priori indica: “La oposición abre, de esta manera
una cognición sumaria sobre la procedencia o no de la medida cautelar que concluirá
con una resolución judicial, impugnable por cualquiera de ellas. Si se permitiera la
directa apelación de la resolución que concede la medida cautelar por el afectado se le
quita al juez de primera instancia la posibilidad de resolver respecto de los argumentos
de defensa al afectado y, con ello, la posibilidad de impugnarla”6 indicando que el
mecanismo pertinente es la oposición, no pudiendo formular apelación directa contra la
medida cautelar.

Por otro lado, para el profesor L. Alfaro, la oposición y la apelación son instrumentos
distintos de defensa, y que la omisión del artículo 637 del recurso de apelación en caso
de afectación con una medida cautelar “no inhibe de modo alguno que el afectado con
la medida cautelar pueda interponer el respectivo recurso de apelación dentro el plazo
pertinente”7.

Por su parte, la profesora M. Guerra sostiene “que es una decisión del afectado
oponerse (como medio de defensa) a la medida cautelar, o apelar la resolución por la
que se dictó. La apelación no está sujeta a que previamente el afectado se oponga”8,
siendo en todo caso una decisión del afectado.

En resumen, no hay unanimidad, conformidad o avenencia, ni a nivel doctrinal ni a


nivel judicial, en el tratamiento del sistema recursivo de una resolución que concede
una medida cautelar, que origina evidentes y transcendentes problemas prácticos y
esto obedece a la confusión en la definición del contenido de la “oposición” y su
función en el proceso cautelar.

Revisando el Diario de Debates del Congreso respecto del Proyecto de Ley N°


3079/2008-CR no se advierte debate alguno respecto de la motivación de la inclusión
de la “oposición” en el sistema recursivo cautelar y como tal paso directamente a
Dictamen de la Comisión de Justicia que dio origen a la Ley N° 29384 que modificó
ciertos artículos del Código Procesal Civil, entre ellos el artículo 637 materia de
análisis. Es así que, ya en el Proyecto de Ley la introducción del mecanismo de la
“oposición” contra la resolución que concede una medida cautelar se señaló que
obedecía a una “rigidez de la ausencia del contradictorio”9.

Tal como expresa dicho dictamen observa “un problema vinculado a la ausencia del
contradictorio es el régimen de impugnación, ya que en el proceso civil la ausencia del
contradictorio se sustituye otorgándole al demandado la facultad de impugnar la
resolución que concedió la medida cautelar, además, impide que el propio juez que
dictó la medida cautelar pueda revisar su propia decisión una vez que ha tomado
conocimiento de los argumentos y de la prueba de parte, encomendando a otro órgano
jurisdiccional la tarea de decidir la confirmación o levantamiento de la medida
cautelar”10 y luego añade “Otra modificación importante de la propuesta consiste en
variar el régimen de impugnación a efectos de que esta se convierta realmente en un
recurso capaz de corregir los errores de juicio o de actividad cometidos por el juez, ya
que con la regulación actual, el recurso de apelación contra la resolución que admite la
medida cautelar no cumple en la mayoría de los casos una función revisora”11.

Pues de lo expuesto y haciendo una interpretación del sentido del legislador al parecer
lo que se propuso fue una oposición que funcione como recurso en reemplazo de la
apelación, pero por otro lado, también le da una función para introducir la contradicción
en la resolución cautelar, lo que lleva más aún a confusión.

IV. Intentando una explicación

Para tratar de explicar este desconcierto, lo primero que debemos advertir es que la
oposición como mecanismo de defensa en las medidas cautelares no es una novedad,
pues lo cierto es que la oposición ya existía en el Código de Procedimientos Civiles en
el artículo 241 para el caso del embargo, así su texto indicaba:

“Artículo 241.- Ejecutado el embargo, se admitirá la apelación que se hubiese


interpuesto contra el auto que los ordenó.
Si formula el deudor oposición, se sustanciará después de ejecutada la medida por los
trámites prescritos para los incidentes”.

Y, el sentido de esto es que la oposición no tiene carácter de medio de impugnación,


de recurso procesal, tampoco de ejercicio de derecho de contradicción, sino que es un
mecanismo de defensa para detener los efectos de una ejecución, tal como está
señalada en nuestro Código Procesal Civil para efectos del proceso ejecutivo que lo
define como “contradicción”12, pero que en realidad se trata de una oposición.

Moreno Catena explica con relación al concepto oposición que “cualquiera que sea el
título ejecutivo, podrá quien ha sufrido el gravamen de una actuación o de una
resolución, adoptadas al margen o contra lo dispuesto por la ley, denunciar la
infracción utilizando los mecanismos procesales oportunos. Esta oposición puede
hacerse al conjunto de la ejecución, sea por motivos procesales o por motivos de
fondo, o bien por circunscribirse a alguna concreta actuación ejecutiva”13. En dicho
sentido, la oposición del artículo 241 del Código de Procedimientos Civiles se refiere al
embargo como título de ejecución, dado que todo el sistema cautelar del antiguo
Código procesal se desarrolló alrededor de la figura del embargo y su contenido
asegurativo y conservador. Luego, esta oposición bien se puede referir a aspecto de
forma o de fondo del título.

El problema radica tal como lo dijo A. Pérez Ragone en que el típico sistema cautelar
se desarrolló en un enfoque de separación entre medidas típicas y atípicas o
innominadas de acuerdo a la distinción decimonónica entre derechos reales y
personales, sin relevancia alguna a los derechos extrapatrimoniales u otros tipos
nuevos de derechos, y en la que el juez hace un juicio de prognosis entre el daño a
producir con relación al tipo de derecho afectado sin observar una alternativa que no
tenga como centro de atención el tipo de derecho real o personal sino el fundamento
de la pretensión en el proceso y si puede ser regulada de mejor manera, ya sea
estableciendo una mejor regulación precuatoria al respecto o estableciendo medidas
asegurativas o bien la posibilidad de medidas cautelares satisfactivas de la pretensión
principal todas con carácter provisorio14. Pues bien en este tipo de medidas basadas
en derechos de crédito y derechos reales, el título es la acreditación del derecho lo que
llevó a la formación de principio de prueba escrita o documental para sustentar la
verosimilitud del derecho.

Es así que, por ejemplo el artículo 1400 de la Ley de Enjuiciamiento Civil Española de
1881 exigía para decretar el embargo preventivo la presentación de un documento del
que resultase la existencia de la deuda; el artículo 1419 LEC de 1881 subordinaba la
intervención judicial de bienes litigiosos a la presentación de documentos justificativos
de su derecho; y por último, el artículo 1428 LEC de 1881 exigía un principio de prueba
escrito. Explica V. Pérez Daudi que el documento debía ser bastante objetivo y
subjetivo; objetivamente debía referirse al objeto del proceso principal que se va a
asegurar a través de la concreta medida cautelar; y subjetivamente debe ir referido a
los sujetos que figuren como demandante y demandado en el proceso principal. Pese
a ello “la convicción derivada del documento podría provocar un posible error del
juzgador al conceder la medida cautelar. Por ello se preveía, bien con carácter previo,
o bien con carácter posterior, la audiencia de la parte demandada15 en donde se
realizaba la “oposición”, es decir, el cuestionamiento del título, y se podrá deducir con
los documentos y nuevas pruebas la verosimilitud del derecho o fomus boni iuris.
En la LEC, de acuerdo al artículo 739 esta oposición abre la causa a prueba a través
de un incidente, con traslado y vista alegando como causas de oposición los hechos y
razones que “se opongan a la procedencia, requisitos y alcance, tipo y demás
circunstancias de la medida o medidas efectivamente acordadas, sin limitación alguna.

¿Pues, qué tenemos en nuestra legislación? Una total confusión entre la oposición
como medio impugnatorio, como ejercicio del derecho de contradicción o como
mecanismo de defensa, ante una eventual ejecución que se debe en parte a la
inversión del principio inaudita par y tenerlo como regla en lugar de como excepción.

Sin embargo, a mi parecer ese es solo un problema procedimental, dado que el


problema principal es el diseñar un sistema recursivo de la tutela cautelar bajo el
anquilosado sistema de los famosos presupuestos de la verosimilitud del derecho y el
peligro en la demora.

En este aspecto y revisando nuevamente el Proyecto Ley N° 3079/2008-CR, no se


encuentra ningún dato estadístico que justifique el cambio de modelo recursivo, y en la
parte de análisis costos beneficio solo se remite a repetir la fórmula de marras (cuando
un proyecto de ley no tienen ningún sustento fáctico, ni fundamento económico sino
que se limita a repetir la visión dogmática de algún autor).

Por ello, me surgen más preguntas que conclusiones. Creo que antes de hacer una
reforma recursiva en la tutela cautelar se deberían preguntar: ¿Cuál es el porcentaje
de oposiciones que son declaradas fundadas y cuánto es el porcentaje de oposiciones
declaradas infundadas?, luego del porcentaje de oposiciones fundadas ¿cuáles han
sido los motivos más frecuentes? ¿Cuestiones de hecho o cuestiones de derecho?, del
porcentaje de oposiciones infundadas llevadas en apelación ¿cuántas han sido
revocadas por los tribunales superiores y porque motivo? Asimismo, de las
apelaciones concedidas directamente contra el cautelar ¿cuántas han sido revocadas
y porque motivos? En fin, estos datos estadísticos ayudan a verificar si efectivamente
los jueces corrigen sus mismas resoluciones o el “recurso de oposición” es un saludo a
la bandera con los incrementos de costos en la administración de justicia y la
incertidumbre en el tratamiento de la tutela cautelar. En este aspecto un expositor
manifestó que “a falta de regulación expresa el juez puede adecuar un recurso de
apelación a uno de oposición”. Soy totalmente contrario a dicha opinión, dado que al
no haber dato estadístico respecto de la probabilidad que el mismo juez pueda revocar
o modificar su propia resolución, dicha adecuación no daría ninguna garantía al
afectado generando un incentivo perverso para el juez de continuar con su criterio.

En este aspecto, R. Posner explica que la apelación sirve a dos propósitos: reducir los
costos del error legal y permitir la creación y conservación de reglas de derecho
uniforme, en donde hay un mecanismo equilibrador natural: “Si hay muy pocas
apelaciones en el período uno, bajará la producción de precedentes en los tribunales
de apelación, lo que dificultará que los individuos arreglen sus disputas (porque no se
pueden poner de acuerdo sobre cómo se tenderán a resolverse las disputas en el
tribunal) lo cual conducirá a más litigios y por ende a más apelaciones en el periodo
dos”16.

Asimismo, indica que los tribunales de apelaciones hacen una revisión total de los
puntos de derecho, sin hacer deferencia a la opinión del juez inferior porque de hacerlo
la opinión del juez variaría de uno a otro, y sería difícil o casi imposible para el
justiciable saber cuál es la interpretación correcta de la ley. Pero por otro lado, los
jueces superiores respetan ampliamente los hechos aclarados por el juez de primera
instancia, dado que los costos de información son menores en los tribunales inferiores.
Asimismo, los tribunales de apelación no revocan errores inocuos dado que no
conducen a un resultado diferente si el caso vuelve a ser juzgado, entonces el
beneficio esperado de la resolución del caso sería bajo con relación al costo del
procedimiento adicional17 indicando así que hay una racionalidad en el sistema
recursivo. En este aspecto, se puede apreciar que hay una relación inversa: entre más
oposiciones menos apelaciones, y en consecuencia, menos jurisprudencia y mayor
inseguridad jurídica.

Teniendo en consideración estas premisas el diseño de una política de impugnaciones


en la tutela cautelar, es deseable tener en cuenta las características de los tribunales
que conforman el sistema y la división del trabajo entre los mismos18 y una reforma
debería explicar estas variables definiendo el espacio específico de la oposición y la
apelación y la función encargada a cada órgano. Así por ejemplo las cuestiones de
hecho para el caso de las revisiones superiores deberían ser reducidas siendo la
revisión del material fáctico y sus errores de apreciación competencia del juez de
primera instancia, o que las apelaciones fueran resueltas por un solo juez del tribunal
superior para ahorrar recursos humanos y devolver a las apelaciones en los incidentes
cautelares la característica de periférica e instrumental.

Pero insisto que estos mecanismos o propuestas, van a resultar totalmente ineficaces
si se insiste en el modelo clásico de tutela cautelar que tradicionalmente se ha
desarrollado sobre tres elementos fundamentales conocidos por la doctrina clásica que
son la verosimilitud del derecho, el peligro en la demora y la contracautela, lo que ha
llevado a la construcción de una pretendida “Teoría Cautelar” pero se han convertido
de un contenido estrictamente retórico sin posibilidad o dificultad de relacionar su
aplicación al caso concreto para poder explicar la posibilidad de la anticipación de los
efectos de la sentencia en el transcurso del proceso declarativo, remitiéndose el
operador jurídico, ya sea abogado o juez, a citar la definición doctrinal de dicho
elemento como fundamento del pedido o de la decisión, pero sin establecer una real
relación con el caso concreto.

En el mismo sentido, el profesor J. Nieva indica que “el estudio de las medidas
cautelares se ha quedado algo anticuado. En general, se continúan siguiendo las
bases que sentó Calamandrei hace ochenta años, pero el análisis ha priorizado sobre
todo el estudio del procedimiento y del aspecto más externo de los presupuestos antes
que el análisis de la esencia del procedimiento cautelar” e indica que la doctrina sobre
medidas cautelares es deficitaria, en la que los autores “se han centrado en describir
unos ‘presupuestos’ y unas ‘características’ de las medidas cautelares que vistas con
algo de detenimiento y bastante espíritu crítico, no resiste un análisis científico que no
esté apegado a la tradición”19.

En esta perspectiva, los elementos o fundamentos tradicionales de una medida


cautelar como son el peligro en la demora, la verosimilitud del derecho y la
contracautela, que de por sí ya tiene una alta carga retórica no son los elementos
apropiados para la respuesta de la hipótesis de la tutela cautelar, sino que su función
es simplemente habilitar en la posición del solicitante de la medida cautelar, es decir,
unos presupuestos de legitimidad.
Por otro lado, la adecuación o razonabilidad, tampoco sería un elemento para la
concesión de la medida cautelar sino una herramienta para la evaluación de la
solicitud, dado que el método de ponderación basado en la proporcionalidad, utilidad y
necesidad podría ser aplicado para la justificación del sacrificio de un valor en
protección del otro entre la opción de la seguridad o la eficiencia del proceso.

Es así, que una medida cautelar será óptima cuando se haya dado un correcto análisis
de eficiencia de reglas y eficiencia de decisiones para la resolución en sentido
afirmativo o negativo del conflicto ejecutivo endoprocesal que se constituye en la real
hipótesis para la respuesta a la tutela cautelar. Corresponden al juez de primera
instancia evaluar la carga argumentativa de los presupuestos clásicos de concesión de
la tutela cautelar, los cuales son presupuestos de legitimidad o de situación habilitante
para la solicitud cautelar, correspondiendo a aquel la revisión de la sentencia de
primera instancia que da solución al conflicto ejecutivo endoprocesal.

Si existe todo ello, se podría llevar a cabo la reforma recursiva, si por el contrario no
fuera así, esta sería una reforma maquillaje, totalmente irresponsable, que devendría
en una legislación de espectáculo, de propaganda. Lo que ocurriría, para terminar, es
que van a pasar diez años y seguiremos discutiendo sobre oposición y apelación así
como también quejándonos de nuestro sistema de administración de justicia.

Referencias bibliográficas

• ALFARO, Luis. “La oposición en la tutela cautelar ¿Contradictorio en el procedimiento


cautelar?”. En: Revista Jurídica del Perú. Tomo 110, Gaceta Jurídica, Lima, abril, 2010.

• GUERRA CERRÓN, María Elena. Sistema de protección cautelar. Instituto Pacífico,


Lima, 2016.

• MORENO CATENA, Víctor. La ejecución forzosa. Palestra, Lima, 2009.

• NIEVA FENOLL, Jordi. “Hacia una nueva configuración de la tutela cautelar”. En:
Código General del Proceso y Reformas Procesales en Iberoamérica. COLMENARES
URIBE, Carlos (Coordinador). Universidad Libre Seccional Cúcuta, Cúcuta, 2016.

• PÉREZ DAUDI, Vicente. Las medidas cautelares en el proceso civil. Atelier,


Barcelona, 2012.

• PÉREZ RAGONE, Álvaro. “La eficacia de las medidas cautelares innominadas”. En:
XI Congreso Internacional de Derecho Procesal. Instituto Colombo Panameño de
Derecho Procesal, Panamá, 2014.

• POSNER, Richard. Análisis económico del derecho. Fondo de Cultura Económica,


México, 1998.

• PRORI POSADA, Giovanni. “La oposición a las medidas cautelares”. En: Revista
Advocatus. N° 26, Universidad de Lima.
• RAMOS ROMEU, Francisco. Las medidas cautelares civiles. Un análisis jurídico-
económico. Atelier, Barcelona, 2006.

________________________________________

* Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Magíster en Derecho


Procesal por la Universidad de Rosario. Vicepresidente del Instituto Iberoamericano de
Derecho Procesal. Miembro de la International Association of Procedural Law, Instituto
Panamericano de Derecho Procesal, Instituto Vasco de Derecho Procesal, Instituto
Colombo Venezolano de Derecho Procesal e Instituto Itapuetense del Paraguay de
Derecho Procesal.

1 Conferencia magistral “La impugnación procesal contra el concesorio cautelar”


realizada el 03 de agosto de 2016 en el Auditorio del Edificio Alzamora Valdez de la
Corte Superior de Justicia de Lima, , participaron como expositores Omar Sumaria
Benavente, Martín Hurtado Reyes y Giovanni Priori Posada y fue organizada por el
juez Yoni César Aquino y el Área de Capacitación de la Corte Superior de Justicia de
Lima.

2 PISFIL CAPUÑAY, Walter. Pleno Jurisdiccional en Materia Civil, Corte Superior de


Justicia de Lambayeque, 05/08/2010.

3 ORTIZ CARRASCO, Harold. Pleno Jurisdiccional en Materia Civil, Corte Superior de


Justicia de Lambayeque, 05/08/2010.

4 ARMAZA GALDÓS, Gonzalo. Pleno Jurisdiccional en Materia Civil, Corte Superior de


Justicia de Lambayeque 05/08/2010.

5 Pleno Jurisdiccional Distrital Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima,


p. 00170.

6 PRORI POSADA, Giovanni. “La oposición a las medidas cautelares”. En: Revista
Advocatus. N° 26, Universidad de Lima, p. 430.

7 ALFARO, Luis. “La oposición en la tutela cautelar ¿Contradictorio en el procedimiento


cautelar?”. En: Revista Jurídica del Perú. Tomo 110, Gaceta Jurídica, Lima, abril, 2010,
p. 274.

8 GUERRA CERRÓN, Maria Elena. Sistema de protección cautelar. Instituto Pacífico,


Lima, 2016, p. 104.

9 Dictamen de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos, recaído en el Proyecto


de Ley N° 3089/2008-CR que propone modificar los artículos 608, 611, 613 y 637 del
Código Procesal Civil referidos a las medidas cautelares, p. 316.

10 Ídem.
11 Dictamen de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos, recaído en el Proyecto
de Ley N° 3089/2008-CR que propone modificar los artículos 608, 611, 613 y 637 del
Código Procesal Civil referidos a las medidas cautelares, p. 320.

12 Artículos 690-D, 722 del Código Procesal Civil.

13 MORENO CATENA, Victor. La ejecución forzosa. Palestra, Lima, 2009, p. 110.

14 PÉREZ RAGONE, Álvaro. “La eficacia de las medidas cautelares innominadas”. En:
XI Congreso Internacional de Derecho Procesal. Instituto Colombo Panameño de
Derecho Procesal, Panamá, 2014.

15 PÉREZ DAUDI, Vicente. Las medidas cautelares en el proceso civil. Atelier,


Barcelona, 2012, p. 67.

16 POSNER, Richard. Análisis económico del Derecho. Fondo de Cultura Económica,


México, 1998, p. 549.

17 Ídem.

18 RAMOS ROMEU, Francisco. Las medidas cautelares civiles. Un análisis jurídico-


económico. Atelier, Barcelona, 2006, p. 171.

19 NIEVA FENOLL, Jordi. “Hacia una nueva configuración de la tutela cautelar”. En:
Código General del Proceso y Reformas Procesales en Iberoamérica. COLMENARES
URIBE, Carlos (coordinador). Universidad Libre Seccional Cúcuta, Cúcuta, 2016, p. 27.

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