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Hablar de lo “olmeca” como categoría que define a priori una realidad concreta que se
puede determinar según la perspectiva mediante la cual se aborda el problema de su
definición, sea como una comunidad, una civilización, un aparato estatal, un estilo
artístico, una visión del mundo, un sistema de intercambio y así sucesivamente, no sirve
de mucho para nuestra propuesta de ensayo. Dado que se considera central el problema
de la cosmogonía, preferimos referirnos a una temporalidad bastante acotada que la
tradición de estudios mesoamericanistas ha venido definiendo cronológicamente como
Preclásico Medio (Bernal, 1968).
Este periodo abarca desde los primeros hallazgos (1200 a.C.), con una simbología e
iconografía concreta en comunidades específicas (por ejemplo, Tlatilco en el Valle de
México, y San Lorenzo Tenochtitlan en la zona del Golfo), hasta la desaparición de los
rasgos más preponderantes de lo que ha sido caracterizado por Ignacio Bernal (1968)
como “estilo olmeca metropolitano” (400 a.C.).
El Preclásico Temprano se define alrededor de 2500 a.C. a partir del establecimiento del
sedentarismo agrícola a lo largo de un extenso territorio que abarca buena parte del área
mesoamericana (Ochoa, 1999). Desde 1200 a.C. Preclásico Medio y Tardío empiezan a
aparecer evidencias arqueológicas que indican la presencia de una jerarquización social
y una división del trabajo. El tercer recorte temporal surge alrededor de 200/300 d.C. y
marca la polarización entre un desarrollo urbano sin precedentes y un campo dedicado,
en términos económicos generales, a sostener las actividades del poder político central
concentrado en los centros principales.
Figura. N° 1. Criterios utilizados para la periodización de Mesoamérica. Basado en A. López Agustín y L. López
Lujan. (1996). El pasado Indígena.