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CRONOLOGÍA OLMECAS

Hablar de lo “olmeca” como categoría que define a priori una realidad concreta que se
puede determinar según la perspectiva mediante la cual se aborda el problema de su
definición, sea como una comunidad, una civilización, un aparato estatal, un estilo
artístico, una visión del mundo, un sistema de intercambio y así sucesivamente, no sirve
de mucho para nuestra propuesta de ensayo. Dado que se considera central el problema
de la cosmogonía, preferimos referirnos a una temporalidad bastante acotada que la
tradición de estudios mesoamericanistas ha venido definiendo cronológicamente como
Preclásico Medio (Bernal, 1968).

Este periodo abarca desde los primeros hallazgos (1200 a.C.), con una simbología e
iconografía concreta en comunidades específicas (por ejemplo, Tlatilco en el Valle de
México, y San Lorenzo Tenochtitlan en la zona del Golfo), hasta la desaparición de los
rasgos más preponderantes de lo que ha sido caracterizado por Ignacio Bernal (1968)
como “estilo olmeca metropolitano” (400 a.C.).

El problema de la definición de una cronología apropiada para el desarrollo histórico del


área mesoamericana, ha sido objeto de intenso debate a lo largo de la historia de las
investigaciones antropológicas y arqueológicas de la americanística moderna. A pesar de
la evidente limitación epistemológica, de la terminología utilizada, de ciertas
reconstrucciones cronológicas generales que no consideran las dinámicas regionales
particulares que producen desfases evidentes en el ámbito local y, por último, de los
diferentes enfoques disciplinarios (económico, político, cultural, social, ambiental, etc.)
que se utilizan para abordar el problema de la temporalidad, el modelo basado sobre la
división de tres periodos principales (Preclásico, Clásico y Posclásico), ha adquirido un
status operativo que permite una fácil comunicación y un inmediato reconocimiento de
las problemáticas entre los especialistas.

Las divisiones propuestas por el periodo Preclásico se basan en criterios principalmente


económicos y políticos. A pesar de que el ámbito artístico ha sido también utilizado para
definir temporalmente al Preclásico, pensamos que en nuestro trabajo sea más provechoso
utilizar una temporalidad reconocida y aceptada por la mayoría de los investigadores de
este campo; además el objetivo de nuestro trabajo no es establecer una nueva cronología
con relación al estudio de las piezas arqueológicas, sino avanzar una propuesta sobre lo
que ha representado el fenómeno olmeca como estructura histórica que se desarrolló en
el ámbito de la tradición mesoamericana.

El Preclásico Temprano se define alrededor de 2500 a.C. a partir del establecimiento del
sedentarismo agrícola a lo largo de un extenso territorio que abarca buena parte del área
mesoamericana (Ochoa, 1999). Desde 1200 a.C. Preclásico Medio y Tardío empiezan a
aparecer evidencias arqueológicas que indican la presencia de una jerarquización social
y una división del trabajo. El tercer recorte temporal surge alrededor de 200/300 d.C. y
marca la polarización entre un desarrollo urbano sin precedentes y un campo dedicado,
en términos económicos generales, a sostener las actividades del poder político central
concentrado en los centros principales.

El Preclásico Medio y Tardío se diferencian internamente (500-400 a.C.) en el momento


en que los centros más importantes y conocidos por la tradición arqueológica como La
Venta (occidente de Tabasco), Chalcatzingo (Morelos), Teopantecuanitlán (Guerrero),
San José Mogote (Valles Centrales de Oaxaca), dejan de jugar un papel de primera
importancia y son sustituidos por una tradición diferente que parece desarrollarse a lo
largo de una vasta porción de territorio, desde el Altiplano Central hasta la actual área
maya, con elementos culturales y simbólicos compartidos que se distinguen de manera
evidente de los anteriores.

Figura. N° 1. Criterios utilizados para la periodización de Mesoamérica. Basado en A. López Agustín y L. López
Lujan. (1996). El pasado Indígena.

Figura. N° 2. Cronología Olmeca. Basado en A. López Agustín y L. López Lujan.

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