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EL PODER DE LA ORACIÓN

ISAÍAS 37:14-20
Isa 37:14 Y tomó Ezequías las cartas de mano de los embajadores, y las leyó; y subió a la casa de Jehová, y
las extendió delante de Jehová.
Isa 37:15 Entonces Ezequías oró a Jehová, diciendo:
Isa 37:16 Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que moras entre los querubines, sólo tú eres Dios de todos
los reinos de la tierra; tú hiciste los cielos y la tierra.
Isa 37:17 Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye todas las palabras de
Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente.
Isa 37:18 Ciertamente, oh Jehová, los reyes de Asiria destruyeron todas las tierras y sus comarcas,
Isa 37:19 y entregaron los dioses de ellos al fuego; porque no eran dioses, sino obra de manos de hombre,
madera y piedra; por eso los destruyeron.
Isa 37:20 Ahora pues, Jehová Dios nuestro, líbranos de su mano, para que todos los reinos de la tierra
conozcan que sólo tú eres Jehová.
¿Hay algún dolor demasiado grande, o cualquier circunstancia demasiado problemática, que no pueda la
oración de fe traer consolación y liberación? «Si tenéis fe como un grano de mostaza… nada os será
imposible».

EZEQUÍAS (Jehová Fortalece).


1. Rey de Judá que gobernó de 745 a 717 a. E.C. Llegó a ser rey cuando murió su padre Acaz, en el “tercer
año de Hosea”, rey de Israel (tercer año tal vez desde que Hosea llegó a ser rey tributario de Tiglat-piléserIII),
aunque su reinado empezó a contar oficialmente desde el mes de Nisán del año siguiente, es decir, 745
a.E.C. (2Re 18:1.)
Los profetas Isaías, Oseas y Miqueas fueron contemporáneos del reinado de Ezequías. (Isa 1:1; Os 1:1; Miq
1:1.) Ezequías se destacó por ser un rey que “siguió adhiriéndose a Jehová”, haciendo lo que era recto a Sus
ojos y siguiendo Sus mandamientos. Desde el principio de su reinado demostró su celo en promover la
adoración verdadera, no solo en Judá, sino en todo el territorio de Israel. Debido a que siguió los caminos
de Jehová tal como su antepasado David, se pudo decir que “después de él resultó que no hubo nadie como
él entre todos los reyes de Judá, aún los que habían sido antes de él”. Por ello, “Jehová resultó estar con él”.
(2Re 18:3-7.)
Contribuciones literarias. A Ezequías también se le conoce por su interés en compilar algunos de los
Proverbios de Salomón, tal como dice la introducción a la sección de los capítulos 25 al 29 de Proverbios:
“También estos son los proverbios de Salomón que transcribieron los hombres de Ezequías, rey de Judá”. (Pr
25:1.) Escribió la canción de acción de gracias registrada en Isaías 38:10-20 después que Jehová lo curó de
su enfermedad mortal. En ella menciona sus “piezas selectas para las cuerdas” (vs.20), y se ha dicho que
Ezequías también escribió el Salmo 119. De ser así, quizás lo escribiera cuando todavía no era rey, sino solo
un príncipe.
La situación existente al subir al trono Ezequías. Cuando Ezequías ascendió al trono, el reino de Judá no
tenía el favor de Dios, puesto que Acaz, su padre, había cometido muchos actos detestables a los ojos de
Jehová y había dejado que Judá se entregase a un culto desenfrenado de deidades falsas. Por esa razón
Jehová había permitido que el país sufriese a manos de sus enemigos, en particular de Asiria, la segunda
potencia mundial. Acaz había despojado el templo y el palacio de su plata y oro para enviarle un soborno al
rey de Asiria. Y peor aún, hizo pedazos los utensilios del templo, cerró sus puertas e hizo altares para sí
mismo “en todo rincón de Jerusalén”, ofreciendo sacrificios a otros dioses. Durante su reinado, se alió con el
rey de Asiria, y así se convirtió en su protegido. (2Re 16:7-9; 2Cr 28:24, 25.) Pero Ezequías “procedió a
rebelarse contra el rey de Asiria” poco después de empezar a reinar. (2Re 18:7.)
Cuando Ezequías ascendió al trono de Judá, el reino norteño de diez tribus de Israel estaba todavía en peor
situación. Debido a sus graves pecados, Jehová había permitido que se viesen en grandes aprietos y llegasen
a ser tributarios de Asiria. Al poco tiempo, Asiria conquistó Israel y se llevó al pueblo al exilio. (2Re 17:5-23.)
Su celo por la adoración verdadera. Ezequías demostró su celo por la adoración de Jehová tan pronto
como ascendió al trono, a la edad de veinticinco años. Su primera acción fue abrir de nuevo el templo y
repararlo. Luego reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: “Está junto a mi corazón el celebrar un
pacto con Jehová el Dios de Israel”. Este fue un pacto de fidelidad, como si se inaugurase de nuevo en Judá
el pacto de la Ley, que se había pasado por alto aunque todavía estaba en vigor. Con gran tesón, procedió a
organizar a los levitas en sus servicios, y restableció las disposiciones para los instrumentos musicales y el
canto de alabanzas. Era el mes de Nisán, cuando se celebraba la Pascua, pero tanto el templo como los
sacerdotes y los levitas estaban en una condición inmunda. Sin embargo, para el día 16 de Nisán se había
limpiado el templo y restaurado sus utensilios. Entonces tenía que hacerse una expiación especial por todo
Israel. En primer lugar, los príncipes llevaron sacrificios, ofrendas por el pecado a favor del reino, el santuario
y el pueblo. Después, el pueblo presentó miles de ofrendas quemadas. (2Cr 29:1-36.)
Puesto que la inmundicia del pueblo impidió que se observase la Pascua en la fecha habitual, Ezequías se
valió de la ley que permitía que los que estaban inmundos la celebrasen un mes más tarde. De manera que
no solo convocó a Judá, sino también a Israel, enviando cartas mediante correos a todo el país, desde Beer-
seba hasta Dan. Muchos se mofaron de los correos, pero algunas personas, en especial de Aser, Manasés,
Zabulón, Efraín e Isacar, se humillaron y asistieron. Además, también estuvieron presentes muchos otros
adoradores de Jehová que no eran israelitas. Es probable que los residentes del reino norteño que
estuviesen a favor de la adoración verdadera tuvieran dificultades para asistir, pues, al igual que los
mensajeros, se enfrentarían a la oposición y burla del reino de diez tribus, ya decadente, sumido en la
adoración falsa y hostigado por la amenaza asiria. (2Cr 30:1-20; Nú 9:10-13.)
Después de la Pascua se observó la fiesta de las tortas no fermentadas durante siete días, y el gozo fue tan
grande que la entera congregación decidió prolongarla siete días más. Jehová bendijo al pueblo aun en esos
tiempos de amenaza, de manera que “llegó a haber gran regocijo en Jerusalén, porque desde los días de
Salomón hijo de David el rey de Israel no hubo ninguna como esta en Jerusalén”. (2Cr 30:21-27.)
Lo que aconteció después prueba que hubo una verdadera restauración y revivificación de la adoración
verdadera y no una mera reunión emocional de efectos transitorios. Antes de regresar a sus casas, los que
habían participado en la celebración salieron y destruyeron las columnas sagradas, derribaron los lugares
altos y los altares, y cortaron los postes sagrados que había en todo Judá y Benjamín, así como en Efraín y
Manasés. (2Cr 31:1.) Ezequías puso el ejemplo machacando y reduciendo a pedazos la serpiente de cobre
que había hecho Moisés, ya que el pueblo la había convertido en un ídolo y le hacía humo de sacrificio. (2Re
18:4.) Después de aquella gran fiesta, Ezequías aseguró la continuación de la adoración verdadera al
organizar las divisiones de los sacerdotes y apoyar los servicios del templo poniendo en vigor la ley
referente a las décimas partes y las contribuciones de las primicias destinadas a los levitas y los sacerdotes. A
todo esto el pueblo respondió de buena gana. (2Cr 31:2-12.)
Aumenta la presión asiria. En esos tiempos difíciles, cuando Asiria barría todo lo que encontraba a su paso,
Ezequías depositó su confianza en Jehová el Dios de Israel. Se rebeló en contra del rey de Asiria y derribó las
ciudades filisteas, probablemente aliadas de Asiria. (2Re 18:7,8.)
En el año cuarto de Ezequías (742 a.E.C.), Salmanasar, el rey de Asiria, puso sitio a Samaria, y en el sexto año
de Ezequías (740 a.E.C.), fue tomada. Se deportó a los habitantes del reino de diez tribus y los asirios
repoblaron aquella tierra con otros grupos. (2Re 18:9-12.) Esto dejó al reino de Judá, representante del
gobierno teocrático de Dios y de la adoración verdadera, aislado y rodeado de enemigos hostiles.
Senaquerib, hijo de Sargón II, ambicionaba añadir la conquista de Jerusalén a sus trofeos de guerra, sobre
todo en vista de que Ezequías había roto la alianza que su padre, el rey Acaz, había hecho con Asiria. En el
año decimocuarto del reinado de Ezequías (732 a.E.C.), Senaquerib “subió contra todas las ciudades
fortificadas de Judá y procedió a apoderarse de ellas”. Ezequías le ofreció pagarle lo que le impusiera con tal
de salvar la ciudad de Jerusalén, ante lo cual Senaquerib pidió la enorme suma de 300 talentos de plata (c.
1.982.000 dólares [E.U.A.]) y 30 talentos de oro (c. 11.560.000 dólares [E.U.A.]). Para poder pagar esta
cantidad, Ezequías se vio obligado a darle toda la plata que se hallaba en el templo y en el tesoro real,
además de los metales preciosos con los que él mismo había hecho revestir las puertas del templo y las
columnas, lo que satisfizo al rey de Asiria, aunque solo por un tiempo. (2Re 18:13-16.)
Obras de construcción e ingeniería. Frente al inminente ataque del codicioso Senaquerib, Ezequías mostró
sabiduría y estrategia militar. Cegó todos los manantiales y fuentes que había fuera de la ciudad de
Jerusalén, de manera que, en caso de sitio, los asirios dispondrían de un escaso suministro de agua. Reforzó
las fortificaciones de la ciudad e “hizo proyectiles en abundancia, y escudos”. No obstante, su confianza no
descansaba en este equipo militar, pues cuando reunió a los jefes militares y el pueblo, los animó con estas
palabras: “Sean animosos y fuertes. No tengan miedo ni se aterroricen a causa del rey de Asiria ni debido a
toda la muchedumbre que está con él; porque con nosotros hay más que los que hay con él. Con él está un
brazo de carne, pero con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y para pelear nuestras batallas”.
(2Cr 32:1-8.)
Una de las sobresalientes hazañas de ingeniería de tiempos antiguos fue el acueducto de Ezequías. Iba
desde el pozo de Guihón, al E. de la parte septentrional de la Ciudad de David, y seguía un curso en zigzag
de 533m. hasta el estanque de Siloam, en el valle de Tiropeón, al O. de la parte meridional de la Ciudad de
David, pero dentro de un nuevo muro que se había añadido. (2Re 20:20; 2Cr 32:30.) Los arqueólogos
encontraron una inscripción en caracteres hebreos antiguos en la pared del estrecho túnel, cuya altura
media era de 1,8m. La inscripción lee en parte: “Y éste fue el modo como se ejecutó: —Mientras [...]
(estaban) aún [...] hacha(s), cada hombre hacia su prójimo, y mientras había todavía tres codos que horadar,
[se oyó] la voz de un hombre llamando a su prójimo, porque había un mampuesto en la roca a la derecha [y
a la izquierda]. Y cuando el túnel fue perforado, los pedreros tajaron (la roca), cada hombre hacia su prójimo,
hacha contra hacha; y el agua manaba de la fuente hacia la alberca durante 1200 codos, y la altura de la roca
sobre las cabeza(s) de los pedreros era 100 codos”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, edición de J.B.
Pritchard, 1966, pág. 251.) De modo que el túnel se cavó en la roca desde ambos extremos, hasta
encontrarse en el medio: una verdadera hazaña de ingeniería.
Fracaso de Senaquerib en Jerusalén. Tal como Ezequías había previsto, Senaquerib decidió atacar
Jerusalén. Durante el sitio de Lakís, ciudad bien fortificada, Senaquerib envió parte de su ejército con una
delegación de jefes militares para pedir la capitulación de Jerusalén. El vocero del grupo era Rabsaqué (título
militar, no nombre propio), que hablaba hebreo con soltura. A voz en cuello, ridiculizó a Ezequías y desafió a
Jehová, jactándose de que Él no podría librar a Jerusalén, tal como los dioses de otras naciones no habían
podido salvar la tierra de sus adoradores del rey de Asiria. (2Re 18:13-35; 2Cr 32:9-15; Isa 36:2-20.)
Ezequías estaba muy angustiado, pero mantuvo su confianza en Jehová y le hizo ruegos en el templo,
enviando además a algunos de los cabezas del pueblo al profeta Isaías. La respuesta que dio Isaías de parte
de Jehová fue que Senaquerib oiría un informe y regresaría a su propia tierra, donde sufriría una muerte
violenta. (2Re 19:1-7; Isa 37:1-7.) Para entonces Senaquerib había partido de Lakís en dirección a Libná,
donde oyó que Tirhaqá, el rey de Etiopía, había salido para luchar contra él. No obstante, Senaquerib envió
cartas a Ezequías por medio de un mensajero en las que repetía sus amenazas y escarnecía a Jehová el Dios
de Israel. Cuando Ezequías recibió estas cartas con tantas injurias, “extendió aquello delante de Jehová”,
quien de nuevo contestó por medio de Isaías desafiando a Senaquerib y asegurándole que los asirios no
entrarían en Jerusalén. Jehová dijo: “Ciertamente defenderé esta ciudad para salvarla por causa de mí mismo
y por causa de David mi siervo”. (2Re 19:8-34; Isa 37:8-35.)
Durante la noche, Jehová envió a su ángel, quien dio muerte a 185.000 de los mejores hombres de las tropas
de Senaquerib, “a todo hombre valiente, poderoso, y a caudillo y jefe en el campamento del rey de Asiria, de
manera que este se volvió con rostro avergonzado a su propio país”. Así quedó eliminada para siempre la
amenaza de Senaquerib contra Jerusalén. Más adelante, “aconteció que, mientras se inclinaba en la casa de
Nisroc su dios, Adramélec y Sarézer, sus propios hijos, lo derribaron a espada”. (2Cr 32:21; Isa 37:36-38.)
Se han encontrado inscripciones relativas a la derrota que Senaquerib infligió a las fuerzas etíopes. En estas
también se dice: “En cuanto a Ezequías el Judío, no se sometió a mi yugo. Puse sitio a 46 de sus ciudades
fuertes [...] y (las) conquisté [...]. A él mismo hice prisionero en Jerusalén, su residencia real, como a un pájaro
en una jaula”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, págs. 236, 237.) No dice que tomó la ciudad. Esta inscripción
apoya el relato de la Biblia sobre la sublevación de Ezequías y el fracaso de Senaquerib en el sitio de
Jerusalén. Según la costumbre de los reyes paganos de vanagloriarse en sus inscripciones, Senaquerib
exagera la cantidad de talentos de plata que Ezequías pagó, 800, en vez de los 300 que dice la Biblia.
Prolongación milagrosa de la vida de Ezequías. Cuando Senaquerib amenazaba a Jerusalén, Ezequías se
vio aquejado de un divieso maligno. El profeta Isaías le dijo que dispusiese sus asuntos en preparación para
su muerte. Pero Ezequías todavía no había tenido ningún hijo que le sucediera en el trono, de modo que
parecía que la línea real davídica iba a interrumpirse. Ezequías oró fervientemente a Jehová con lágrimas,
ante lo cual Jehová envió a Isaías para informarle que le añadiría quince años a su vida. Iba a recibir una
señal milagrosa: la sombra del sol sobre “la escalera de Acaz” retrocedería diez gradas. (Véase SOL.) Tres
años después de esto, Ezequías tuvo un hijo llamado Manasés, que con el tiempo le sucedió en el trono.
(2Re 20:1-11, 21; 21:1; Isa 38:1-8, 21.)
Error de Ezequías y su arrepentimiento. El registro de las Escrituras dice que “Ezequías no correspondió
según el beneficio que se le había hecho, porque su corazón se hizo altivo, y vino a haber indignación contra
él y contra Judá y Jerusalén”. (2Cr 32:25.) La Biblia no especifica si esta altivez tuvo relación con la
imprudencia que cometió al mostrar todo el tesoro de su casa y todos sus dominios a los mensajeros que el
rey babilonio Berodac-baladán (Merodac-baladán) había enviado a Ezequías cuando se recuperó de su
enfermedad. Tal vez Ezequías exhibiera toda aquella riqueza para impresionar al rey de Babilonia como
posible aliado contra el rey de Asiria. Por supuesto, esta acción pudo haber despertado la codicia de los
babilonios. El profeta Isaías estaba en contra de toda alianza o dependencia de Babilonia, que por tanto
tiempo había sido enemiga de Dios, por eso, cuando oyó cómo Ezequías había tratado a los mensajeros
babilonios, pronunció la profecía inspirada por Jehová de que con el tiempo los babilonios se llevarían todo,
incluso a algunos de los descendientes de Ezequías, a su tierra. Ezequías, sin embargo, se humilló, y Dios fue
bondadoso al permitir que dicha calamidad no aconteciese en sus días. (2Re 20:12-19; 2Cr 32:26, 31; Isa
39:1-8.)
En los días del profeta Jeremías, algunos de los cabezas del pueblo que estaban en Jerusalén hablaron
favorablemente de Ezequías por haber sido humilde al prestar atención a Miqueas de Moréset, profeta de
Jehová. (Jer 26:17-19.)
2. Antepasado del profeta Sofonías, quizás el rey Ezequías. (Sof 1:1.)
3. Un hombre de Israel cuyos descendientes regresaron con Zorobabel del exilio babilonio. Probablemente
no era el rey Ezequías. (Esd 2:1, 2, 16; Ne 7:6, 7, 21.) Puede que uno de los cabezas del pueblo que
autenticaron por sello el “arreglo fidedigno” en tiempo de Nehemías fuera descendiente de este Ezequías.
(Ne 9:38; 10:1, 14, 17.)

Se debería examinar de cerca el marco histórico. Una gran angustia le había sobrevenido al rey Ezequías
debido a la invasión asiria y a la actitud soberbia del Rabsacés. Se ha dicho que «angustia» es «una dieta
divina para el nuevo hombre». Con frecuencia es más provechosa que sabrosa.

I. La causa de su angustia. Se trataba de «cartas».


Solo unas cartas, pero verdaderos «mensajeros de Satanás» para azotarle. Para algunos la bolsa del cartero
puede contener torpedos morales y sociales. ¿Quién sabe lo que pueda traer el siguiente correo? Éste era
un intento de destruir su fe en Dios (v. 10), de desposeerle de su herencia de llevarlo a esclavitud.
Los enemigos de nuestras almas son siempre activos y trabajan con el mismo fin. Sus cartas pueden estar
hermosamente escritas, pero son terriblemente amargas.

II. Lo que hizo con ellas. «Las extendió delante de Jehová» (v. 14).
Este solemne acto revela su fe en Dios. No las extendió delante de la «faz del cielo», sino ante la faz de una
Persona Omnipotente. «Es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay» (He. 11:6).

Esto muestra también su solicitud. Las extendió. Expuso toda la cuestión, de comienzo a final, delante de Él.
Se claro en tus tratos con Dios. Sé tan honesto y confidencial como Él quiere que seas. No escondas nada.
Sea cual sea tu angustia, es de interés para tu Dios y Padre.

III. Cómo logró el éxito. «El Ángel de Jehová» fue su defensa (v. 36).
Su argumento fue simple, pero irresistible. «Ahora, pues, Jehová Dios nuestro, líbranos de su mano para
que todos los reinos de la tierra conozcan que solo tú eres Jehová» (v. 20).

Cuando el ángel de la muerte extiende sus alas y da el golpe, ¡ay de aquellos que luchan contra el reino de
Dios! «Perecen bajo el soplo de Dios» (Job 4:9).

¿Hay algún dolor demasiado grande, o cualquier circunstancia demasiado problemática, que no pueda la
oración de fe traer consolación y liberación? «Si tenéis fe como un grano de mostaza… nada os será
imposible» (Mt. 17:20).

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