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y lo político
Yannis Stavrakakis
.prometeo
^ ' 'i l i b r o s
Universidad Nacional de La Plata
Yannis Stavrakakis realizó
estudios de ciencias políticas en
Atenas y obtuvo luego su
doctorado en la Universidad de
Essex. Enseña actualmente en
Essex y Nottingham. Es autor de
numerosos trabajos sobre la
relevancia del psicoanálisis
freudiano y lacaniano para la
teoría social y el análisis político,
el construccionismo social y las
teorías del riesgo, la historia y
estructura del discurso ideológico
"verde", y los desarrollos teóricos
de Ernesto Laclau y Chantal
Mouffe.
L\CAN Y LO POLlTlCCT
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA
PRF.SIDENTK
Arq. Gustavo Adolfo Azpiazu
VlCEPRESlDENTi;
Lie. Raúl Aníbal Perdomo
SECRETARIO GENERy\L
Arq. Fernando A. Tauber
PROSECRETARIO GENER/\L
Lie. Carlos Armando Guerrero
DIRECTORA EDITORIAL
Dra. Florencia Saintout
Yannis Stavrakakis
Lacan y lo político
.prometeo )
\S l i b r o s
Stavrakakis, Yannis
Lacan y lo político - la. ed. - Buenos Aires: F^rometeo
Libros, 2007.
214p.;2l X 15cm.
ISBN 987-574-194-9
ISBN: 987-574-194-9
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Prohibida su reproducción total o parcial
Derechos reservados
índice
Agradecí intentos 9
Nota bibliográfica 11
Introducción 13
1. El sujeto lacaniano: la imposibilidad de la identidad y la centralidad
de la identificación 31
2. El objeto lacaniano: dialéctica de la imposibilidad social 69
3. Cercando lo político: hacia una teoría política lacaniana 111
4. Más allá de la fantasía de utopía: la aporía de lo político y el desafío
de la democracia 145
5. La democracia ambigua y la ética del psicosmáUsis 175
Bibliografía 199
Agradecimientos
E: Jacques l_acan, Rtrits, A Seleclion, irad. Alan Sheridan, Londres: Tavistock Publications,
1977.
L Jacc|ues Lacan, The Sentinar, Book ¡. Freud'i Papen on Technique, 195.3--I, Jacques-Alain
Miller (cd.), trad, con nolasjohn Forrester, Cambridge: Cambridge University Press,
1988.
IL Jacques Lacan, The Seminar, Book ¡I. The F.go in Freud's Papers and in ihe Technique oj
Psychoanalysis, /9.54-."), Jacques-Alain Miller (cd.), trad. Sylvana Tomaselli, notas de
John Forrester, Cambridge: Cambridge Dniversity Press, 1988.
IIL Jacques Lacan, The Seminar, Book ///. Tlic Psychoses, i95.5-6, Jacques-Alain Miller
(ed.), trad. Russell Grigg, Londres: Routledge, 1993.
VII: Jacques Lacan, Tlie Seminar, Book VU. The Ethics oj Psychoanalysis, 1959-60, Jac-
ques-Alain Miller (ed.), trad. Dennis Porter, con notas de Dennis Porter, Londres:
Routledge, 1992.
XL Jacques Lacan, Tlit; Seminar, Book XL The Four Fundamental Concepts oJPsychoancdy-
si.s, ¡964, Jacques-Alain Miller (ed.), trad. Alan Sheridan, Londres: Horgarlh Press
and the Institute of Psycho-Analysis, 1977.
XX: Jacques Lacan, Tiic Seminar, Book XX. Encore, On Feminine Sexucdity, The Limits oj
Love and Knowledge, Í 972-3, Jacques-Alain Miller (ed.), trad, con notas Bruce Eink,
Nueva York: Norton, 1998.
Otras obras de Lacan publicadas se citan en el texto sólo como fechas. Las referencias a los
seminarios inéditos de Lacan se indican mediante la fecha del seminario entre parén-
tesis. A fin de evitar cualquier anacronismo, los seminarios de Jacques Lacan se
incluyen en la Bibliografía en el orden de su composición. Debido a que todas las citas
de los Écrits se indican con la abreviatura E, y a que esta recopilación incluye muchos
artículos diferentes, se tomó la decisión de incluir la siguiente tabla a fin de que los
lectores puedan orientarse con mayor facilidad:
E, 1-7: El estadio del espejo como formador de la función del yo [je| tal como se nos
revela en la experiencia psicoanalítica (1949).
E, 8-29: La agresividad en psicoanálisis (1948),
E, 30-1 I 3: Función )• campo de la palabra ) del lenguaje en psicoanálisis (195 >)
E, 114-45: la cosa fieudiana o sentido del retorno a Frcud en psicoanálisis (1955*.
E, 146-78:1 a inslaneia de la Icvra en e! inconscienie o la razón desde Freud (1957).
E, 179-225: De una cueslic'm preliminar a lodo iraianiienio posible de la psicosis (1457 8),
E, 226-80: La dirección de la cura y ios principios de su poder (1958),
E, 281 -91: l a signiíicación del Falo (1958),
E, 292-325: Subversión del sujelo y dialéclica del deseo en el inconscienlc Ireudiano
(1960),
Introducción
¿Qué tiene que ver Lacan con lo político? ¿No es Lacan ese oscuro
psicoanalista místico convertido en filósofo que no tiene nada que ver
con la consideración del ámbito político? Esta es una de las potenciales
respuestas que puede generar el presente libro. En este tipo de respuesta,
encontramos dos objeciones diferentes al proyecto encarado aquí. La pri-
mera está relacionada con la idea general de reunir al psicoanálisis y a lo
político. Es una idea que parece ajena tanto a los dentistas sociales como
a los psicoanalistas, aunque, sin duda, se espera que la lectura de este
libro no esté limitada a estas dos categorías profesionales. La primera de
estas dos categorías de eventuales lectores siempre recela de cualquier
reducción de lo social, del nivel "objetivo", a un análisis a nivel del
individuo, al nivel "subjetivo", y no sin razón. No hay duda de que el
reduccionismo psicológico, es decir la comprensión de los fenómenos
sociopolíticos refiriéndolos a alguna clase de substratum psicológico, a
una esencia de la psique, es algo que debe ser evitado con claridad.
Como ha sido señalado correctamente por Wrong, el reduccionismo
psicoanalítico en el estudio de los problemas sociopolíticos (tales como
atribuir la guerra a estallidos de agresión reprimida, la revolución rusa a
una revuelta contra "la imagen del padre nacional", y el "nacionalsocia-
lismo alemán" a una cultura paranoide, es decir, tratar a "la sociedad
como a un paciente" poseedor de un inconsciente colectivo o un superyó
y que sufre un trastorno psicopatológico) ha conferido a los psicoanalis-
tas una merecida mala reputación entre los historiadores, los sociólogos y
los cientistas políticos (Wrong, 1994: 172).' En ese sentido, Fredric Ja-
meson está en principio en lo correcto cuando llama nuestra atención
' Este parece ser especialmente el caso con el libro de Freud sobre el presidente Wilson.
Este libro, una biografía psicológica del presidente, que fue el resultado de la colaboración
entre Freud y su ex paciente, el embajador norteamericano en París, W. C. BuUitt, fue
publicado recién en 1967 (Freud y BuUitt, 1967). Si bien la injerencia exacta de Freud en
la redacción de este libro no está clara, su originalidad no está en disputa. En lugar de servir
de modelo para un estudio que atraviese los límites entre el psicoanálisis y la política,
debería leerse más bien como un compendio de lo que hay que evitar en una empresa de
ese tipo. Como concluye Roazen, "hay algunos puntos específicos en el libro de Wilson que
nos pueden enseñar qué es lo que hay que evitar" (Roazen, 1969: 319).
INTRODUCCIÓN 17
como "el psiquiatra del infierno", un "psicópata físicamente atractivo" culpable de dañar a
"pacientes, colegas, amantes, esposas, hijos, correctores, editores y opositores"; realmente
os un milagro cjue el autor de ese artículo haya sobrevivido, a pesar de ser obviamente un
opositor. Quizá su artículo sea la prueba del daño que le inlligió su encuentro con lo muy
poco que parece haber entendido del "legado lunático" de Lacan -el éxito de Lacan sólo
puede atribuirse al "aura que lo rodeó"-; bien, después de todo era un "dandy elegante"
Clallis, 1997: 20).
" Ls cierto que la obra de Lacan constituye una entidad compleja de la que resulta imposible
extraer algunos fragmentos inientras se ignora a lodos los otros, sin llegar a conclusiones
)',rotcscas (Verhaeghe, 1997: 91). Esto es evidente en la reciente critica de Alan Sokal al uso
de formulaciones matemáticas por parte de Lacan. No resulta sorprendente que, aisladas de
MI contexto amplio, no tengan ningún sentido.
20 LACAN Y LO poiiuco
' Sin embargo, no debería olvidarse que durante estos últimos diez años han aparecido
algunos trabajos muy interesantes y estimulantes acerca de la relación entre Lacan, la
filosofía y lo político, debidos a las intervenciones innovadoras de teóricos como Slavoj
Zizek, Ernesto Laclau, Thanos Lipowatz y otros. Sin esos trabajos, este libro no habria sido
posible y seguramente no seria el mismo.
INTRODUCCIÓN 21
son raros. I'cro si e.s posible discernir varias fases diferentes en la evolu-
ción teórica de Lacan, ¿cómo |)otlenios entonces orientar nuestro análisis
a través de ellas? ¿Cuál consielación de conceptos y definiciones ]iode-
mos utilizar sin crear conflicto y confusión conceptuales? Parece que este
problema -la naturaleza variable de la enseñanza de Lacan- ya dejaba
perpleja a su audiencia en los tempranos años sesenta. En su seminario
medito Lu angusüa (1962-3) afirma, como si respondiera a una convic-
ción generalizada, que no creía c|ue existieran dos fa.ses diferentes en su
enseñanza, una localizada en su concepción de lo "imaginario", en la
'lase del espejo", y otra articulada en torno a su concepción de lo "sim-
bólico". Moy es jiosible añadir una fase más, la que comienza con su
seminario Lo.s cuatro concepto^, ¡undamcntaks del psicoanálisis, en la que el
concepto de lo "real" se convierte en el punto nodal de su di.scurso;
siendo lo "imaginario", lo "simbólico" y lo "real" las tres categorías más
importantes, o registros, mediante las cuales Lacan describe la experien-
cia humana. Naturalmente, este esquema tripartito no es la única des-
cripción posible de la trayectoria teórica de Lacan." Ln todo caso, no
leñemos razón para creer C|ue la respuesta de Lacan a todos estos intentos
de espacializar y sedimentar su elusivo discvirso sería diferente hoy de la
(|ue dio en 1962. Lacan sostiene, por ejemplo, que las referencias al rol
del signiñcante estaban presentes en su discurso y en sus trabajos desde
los años cuarenta, lo mismo se puede decir del concepto de lo real, que
ya estaba presente en sus primeros seminarios.* La razón por la que no
uAvisle. a eslas dimensiones con el mismo peso leórico que dio a lo imagi-
nario es, según su opinión, que su auditorio no estaba aún hsto para
aceptarlo en esa época (seminario del 28 de diciertibre de 1962). No
obstante, seria muy difícil presentar el discurso de Lacan como el pausa-
do desarrollo lineal de un único conjunto de conceptos teóricos, ya que
el propio Lacan, si bien se mantuvo firme en el uso de un aparato con-
ceptual casi fijo (con algunas excepciones notables), nunca dejó de brin-
" Además, aun cuando lo prioritario es un esquema tripartito, las marcas que dividen estas
lies fases no son siempre idénticas. Por ejemplo, si bien generalmente se acepta que la
icicera fase parte aproximadamente del undécimo seminario, también se ha afirmado que
(••.la fase comienza en I960, extendiéndose la primera fase desde la publicación de la tesis
(Ir Lacan hasta 1953, y la segunda desde 19.53 hasta finales de la década (Benvenuto y
K.iuicdy, 1986).
' II desarrollo radical de la teoría de Lacan está unido a una insistencia paralela en la
iiulización de un conjunto de conceptos esenciales que permanecen centrales, si bien
. (iiiiinuamente redefinidos. Por ejemplo, Lacan dedica uno de sus últimos seminarios a los
1 (iiKcpios de lo Real, lo .Simbóhco y lo Imaginario (R.SI -1974-5), un título casi idéntico a
!( exposición de 195.3 acerca de lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real.
22 LACAN y 10 PüiiTico
'" Aquí no se pueden dejar de lado las similitudes entre la posición de Latan y la po.siLÍün
de otros pensadores como Saussure y Wittgenstein.
INTRODUCCIÓN 2.3
Reseña biográfica"
" 1 sia reseña biográfica se basa principalmente en el estudio histórico de Elisabetli Roudi-
ii<-'.( o La balalla de cien añas. Historia ikl psuoandli^iif^ en Francia (Roudinesco, 1990), su
ir( unte biografía de Lacan, Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento
(Roudinesco, 1997) y Lacan Jor Beginners (Leader, 1996) de Darían Leader, asi como las
' iiMHilogías incluidas en k» libros introductorios a Lacan de Benvenuto y Kennedy (1986);
liowie (1991) y Lee (1990). El propio Lacan nunca escribití una autobiografía y parece ((ue
• i.i reluctante a relatar hechos de su vida privada, especialmente los relacionados con su nificz.
I onuí .señala Jacc|ues-Alain Miller, el yenio de bican, durante los años setenta mucha genic
i|iii.ci entrevistar a Lacan, incluyendo a un periodista enviado por los editores de l.u.m.
26 LACAN y 10 POLÍTICO
ma)'or de tfes hijos. Su padi'c, Charles Marie Allied Lacan, era el repix-
sentante de ventas en París de un fabricante provinciano de aceite y ja-
bón, y su madre, Hmilie Philippine Marie Baudry, una cristiana devota
ciue ayudaba a su marido en su trabajo. La familia Lacan vivía en condi-
ciones confortables en el Boulevard du Beaumarchais antes de mvtdarse a
la zona de Morttparnasse. El joven Jacques asistió a un prestigioso colegio
jesuíta, el College Stanislas, donde comenzó a estudiar filosofía, espe-
cialmente la obra de Spinoza.
En 1919 inició su formación médica en la Eaculté de Medicine en
París. De 1926 en adelante comenzó su especialización en ps¡c|uiatn'a y,
ese mismo año, fue coautor de su primera publicación c|ue apareció en la
Revue. Neurologique. Muy pronto pasó a ser interne des asiles y luego, en
1932, Chef de Clinique. Trabajó durante tres años en el área de medicina
forense y, en 1932, recibió su diploma de doctorado en psiquiatría. Pu-
blicó su tesis, que se titula De la psychose paranoiaque dans ses rapports avec
la personnalité (De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personali-
dad). Envió una copia de su disertación doctoral a Ereud, quien acu-
só recibo enviándole una tarjeta postal. El mismo aiio, fue publicada
en la Revue Frani^aise de Psychanalyse su traducción del articulo de Freud
"Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la
homosexualidad".
Los años treinta marcan el desarrollo de la relación de Lacan con los
movimientos psicoanalítico y surrealista. Inició su análisis de formación
con Rudolf Loewenstein quien más tarde, luego de instalarse en los Esta-
dos Unidos, se convirtió en uno de los padres fundadores y paladines de
la Ego Psychology. Se incorporó a la Société Psychanalytique de Paris (SPP), la
sociedad psicoanalltica francesa reconocida oficialmente por la Interna-
cional Psychoanalytic Association (IPA), primero, en 1934, como miembro
candidato, y luego, en 1938, como miembro pleno (Membre Titulaire). Al
mismo tiempo, se conectó con el movimiento surrealista francés. Mantu-
Éditions du Seuil, pero él se negó sin hesitar. Su aversión por las biogralias también se revela
en los sardónicos comentarios sobre el biógrafo de Freud, Ernst Jones (Miller, 1996: 4). En
esto, sigue sin duda el paradigma Ireudiano, ya que Freud destruyó dos veces sus manuscri-
tos, correspondencia y diarios, en 1883 y en 1907. Aparentemente, la opinión de Freud era
que "en cuanto a los biógrafos, dejemos que se preocupen, no tenemos deseos de
facilitarles las cosas" (Freud en Macey, 1988: 1). El "retorno a Freud" de Lacan es
también entonces significativo con respecto a sus actitudes ante la biografía, si bien esta
actitud no fue siempre idéntica. En todo caso, esta rcsel^a biogrática está concebida
para brindar el trasfondo general del desarrollo teórico de Lacan y no debería inmis-
cuirse directamente en la evaluacicin de su obra, que tiene una vida propia, la vida de
la letra, independientemente de su autor.
INTRODUCCIÓN 27
'' Esto no quiere decir que Freud fuese una especie de conser\'ador cínico. En realidad,
estaba más bien a favor de un inayor igualitarismo económico, sin compartir, no obstante,
la opinión de que este igualitarismo pudiese alterar significativamente la naturaleza huina-
na (Roazen, 1969; 245). También se ha afirmado que la mayoría de los principales discípu-
los y seguidores de Freud eran socialdemócratas fervorosos y que él mismo tenía básica-
mente una orientación socialista, aunque no del tipo activo. Y si bien era escéptico acerca
de algunos de los principios de la democracia, por otra parte muchos de sus seguidores
desarrollaron un fuerte interés por el psicoanálisis justamente en razón de su potencial
democratizador (Kurzvveil, 1998: 285-6). Acerca de la relación de Freud con la democra-
cia, ver el ensayo de Peter Widiner "Freud und die Demokratic" (Widmcr, 1995).
INTRODUCCIÓN Ü9
Prolegómenos
' Antes de que se lo iíaulizara como posestructuralista, Lacan habla sido calegorizado como
csüuciuralista. Anika Lcmmaire, en la primeva lesis doctoral escrita acerca de la olna <W
32 YANNIb SlAVKAkAKIS
Lacan, junto con los de Derrida, continúan siendo hoy, tal vez más c|ue
nunca, dos de las fuerzas más poderosas c|ue contribuyen a evitar el ais-
lamiento y la clausura de la akeridad del lenguaje" y a mantener así vivo
Lacan, asevera con notable certeza que "Lacnn es un esiruciuralisia" (l.cmaire, 1977. 1).
Unas pocas páginas más adelante, agrega: "Lacan es electivamente un csiructiiralista: lo
inconsciente es la estructura oculta debajo de una aparente disposición propia consciente
y lúcida" (ibíd.: 7). Diez años más tarde, Stephen Lrosh promulga el veredicto hnal. No solo
Lacan emplea métodos estructuralistas, sino que "hace tlel psicoanálisis una rama del
estructuralismo, específicamente, de la lingüística estructural" (Frosh, 1987: 130) Cierta-
mente, la totalidad de la empresa lacaniana fue influenciada por la lingüistica estructural y
la antropología estnictural. No obstante, reducir el psicoanálisis lacaniano a esas instancias
está lejos de ser un paso legítimo. Como ha señalado recientemente lirucc Link, "mientras
que la estructura juega un rol muy importante en la obra de Lacan, no .se reduce a ella, ni
tampoco ocurrió eso en ningún moinento del desarrollo de Lacan' (Link, 199'5b: 64). La
apropiación de la teoría lacaniana por el posestructuralismo muestra justamente eso Si
Lacan intenta una "reconceptuaüzación de Freud a la luz de la teoría posesiructuralisia"
(Elhott, 1994: 91), si la influencia de la escuela lacaniana "ha sido sobre la decon.struc-
ción'" (Rustin, 1995: 242), entonces con seguridad no puede ser un mero csiruclurali.sta.
Por otro lado, la lectura posestructuralista de Lacan, al tiempo t|ue avala la ric|ueza de sus
teorías, también es groseramente reduccionista. Jonathan Culler está en lo correcto cuando
ahnna que "la oposición entre estructuralismo y posestructuralismo solamente complica el
intento de entender estas figuras principales" (Culler, 1989; 27). Lo que se mostrará en las
páginas siguientes -eso esperamos- es que la teoría lacaniana va mucho más allá de lo c|iic
pueden representar estos dos rótulos: no sólo porque Lacan no es, hablando estrictamente,
un filósofo; su punto de partida es siempre la praxis del psicoanálisis, de ahí c|ue su teoría
esté siempre articulada como una reflexión acerca de la imposibilidad revelada en nuestro
encuentro con lo real de la experiencia, un real más allá tanto del estructuralismo como de
la mayoría de las corrientes del posestructuralismo. Sobre la relación de Lacan con el
posestructurahsmo, el texto de Zizek "Why Ijican is not a post-structuralist?" continua
siendo indispensable (Zizek, 1987, también incorporado en Zizek, 1989: 153-61). Insistir
en la particularidad de la empresa de Lacan y su diferencia con el esiructuralLsmo y el
posestructuralismo (una diferencia que puede basarse en una variedad de puntos, como la
centralidad del concepto de "sujeto", el uso de conceptos como "Joiii.s.'iíincc", lo "real" y
"verdad" y los complejos juegos del lenguaje que Lacan articula con ellos) no signihca, por
supuesto, que explorar la relación entre Lacan y la teoría posestructuralista (espccialinente
la obra de Jacques Derrida) no pueda ser una empresa fascinante y fructífera, y que debe ser
llevada a cabo urgentemente. En efecto, pareciera que la mayoría de las resistencias a esa
tarea están siendo dejadas de lado lentamente.
Un ejemplo de esto es el cambio en la posición de Derrida vi.s cí vis la teoría lacaniana.
Aunque "Purveyor of Truth" de Derrida, publicado en los comienzos de los años setenta, es
un ensayo a veces injustamente critico, atribuyendo a Lacan, entre otras, una serie de
pretensiones de verdad trascendentales e idealistas, culpables de fonocenirismo (la priori-
dad del habla y la voz por sobre la escritura, algo c|ue Lacan estaba, en realidad, cuestionan-
do ya desde su seminario inédito La Identificación, de 1961-2, es decir, aun antes de la
publicación de la crítica de Derrida), a fin de contrastarlos con la posición deconstruccio-
nista ("Aquí la diseminación amenaza la ley del signilicante y de la castración tanto como
el contrato de la verdad", escribe Derrida; Derrida, 1988: 187), en un artículo reciente,
significativamente titulado 'For the Love of Lacan", el propio Derrida se asocia a un
homenaje a Lacan, un Lacan cuya 'sofisticacíón y competencia, su originahdad filosófica,
1. EL SUJETO LACANIANO 33
sivas niias), mientras que Mark Brachei' concluye c|ue "la teoría lataniana
puede brindar la clase de definición de la subjetividad que necesita la
crítica cultural" (Bracher, 1993: 12). Para resumir, la idea nuclear de csíc
argumento es que Lacan es relevante para el análisis político contempo-
ráneo en razón de su concepción del sujeto humano. Como Feher-Gure-
vich afirma á propos de la teoría social: "1:1 enloque psicoanalítico de
Lacan está fundado en premisas que están en agudo contraste con las de
quienes han llevado al fracaso a la alianza entre el psicoanálisis y la teoría
social". ¿Y cuáles son estas premisas? "Lacan brinda a la teoría social una
visión del sujeto humano que arroja nueva luz sobre las relaciones entre las
aspiraciones individuales y los fines sociales" (l'eher-Gurexach, 1996: 154).
En términos más simples, la concepción lacaniana de la subjetividad
está llamada a remediar las deficiencias o "suplementar" -este término no
está utilizado aquí en su más estricto sentido derrideano, aunque un
aroma deconstruccionista no esté enteramente ausente- al posesiructura-
lismo, la teoría social, la critica cultural, la teoría de la ideología, etc.
¿Pero una accióii de esa clase no es una acción reduccionista par cxailcn-
cel Aunque nuestro propio enfoque, como será desarrollado en los capí-
tulos siguientes, se localiza claramente más allá de una lógica de suple-
mentación, sería injusto considerar al sujeto lacaniano como término de
una reducción inaceptable. Este sería el caso sólo si la noción lacaniana
de subjetividad fuera una simple reproducción de un sujeto esencialista,
de un sujeto articulado en torno a una sola esencia positiva, transparente
para sí misma y totalmente representable en el discurso teórico. Pero este
sujeto esencialista, el sujeto de la tradición filosófica humanista, el sujeto
cartesiano, o aun el sujeto reduccionista marxista cuya esencia se identi-
fica con sus intereses de clase, es justamente lo que ha sido y tiene que
ser cuestionado; no puede ser parte de la solución porque forma parte
del problema inicial. El sujeto lacaniano está claramente localizado más
allá de una noción de la subjetividad tan esencialista y simplista. No solo
es Lacan "obviamente el más distante de aquellos que operan con catego-
rías esencialistas o nociones simplistas de causa u origen psíquico" (Ba-
rrett, 1991: 107), sino que el sujeto lacaniano se opone y trasciende radi-
calmente a todas esas tendencias sin, de todos modos, arrojar al bebé
junto con el agua sucia, es decir, al locus del sujeto junto con sus formu-
laciones esencialistas.
Para Lacan es "cierto que el cogito está en el núcleo de ese espejismo
que hace al hombre moderno tan seguro de ser si mismo en sus incerti-
dumbres sobre sí mismo" (E: 165). Pero esta fantasía esencialista, que
reduce la subjetividad al ego consciente, ya no puede sostenerse: "Mito
J. EL SUJETO LACANIANO 35
'' Lacan se refiere ac|Uí a la p.5Ícologia del yo, a la que acusa de distorsionar la dimensión
radical de los descubrimientos freudianos. Para un reciente informe "balanceado" -es
decir, no polémico- de la relación de Lacan con la psicología del yo, ver Zeidin, 199 i'. Vale
la pena también leer el libro de Smith Signing ividí liican: ligo Rsychíilogy cind Liingiir.igf, donde
¡. EL SUJETO LACANIANO 37
l:n su seminario /,ÍIS joi nuicioiics del inconsciente (1957-8), Lacan ivalii •
ma que el sujeto del psicoanálisis no es el sujeto del conocimiento tal
como es construido en la tratlición de la filosofía, es decir, conespon-
diendo a la conciencia, sino el sujeto en tanto estructurado en lomo a
una división radical, la Spultun^ freudiana (seminario del 14 de mayo de
1958). Debido a que la concepción lacaniana de la subjetividad ha sido
ampliamente reconocida como el punto de partida par excellence para la
apro]")iación sociopolíiica de Lacan, nuestro propósito en este capítulo
será rastrear la formulacuín de este sujeto marcado por la falta dentro de
la teoría lacaniana y de ubicar algunas de sus implicancias sociopolíticas.
' En este sentido, se podría afirmar que el poder proviene de lo imaginario. Todas las formas
imaginarias de polaridad están caracterizadas por una tensión antagónica; son juegos de
suma cero entre adversarios que solo pueden resolver,se a través de la destrucción total
(Lipowatz, 1986, 1995b: 136). Como veremos, sin einhargo, el poder no puede ser con-
ceptualizado adecuadamente mediante la sola referencia al registro imaginario.
; . EL SUJETO LACANIANO 41
" Lacan vuelve su atención a la centralidad del lenguaje por primera vez en su seminal
"Discurso de Roma", que fue desarrollado en Roma en septiembre de 1953 durante la XVI"
Conferencia de Psicoanalistas de Lenguas Romances. Este discurso está publicado en los
Écrit.'i bajo el titulo "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis", y niarca
un considerable viraje en .su interés, que influenció todo el desarrollo subsiguiente de su
enseñanza.
44 YANNIS SIAVKAKÍKIS
lingüistica, tal como fue fundada por Saussure -ya que Saussure "puede
llamarse el fundador de la lingüística moderna" (1:; 125)- como la guía
en esta empresa, un rol que más tarde asignará a las matemáticas y a la
topología"; "La lingüística puede aquí servirnos de guía, puesto que es
este el papel que desempeña en la vanguardia de la antropología contem-
poránea, y no podríamos permanecer indiferentes ante esto" (E: 73). La
lingüística es de gran importancia para el psicoanálisis por dos razones
principales. Primero, puede asistir en el desarrollo de la teoría analítica,
un desarrollo que depende para Lacan, de su adecuada formalización:
El psicoanálisis ha desempeñado un papel en la dirección de la sub-
jetividad moderna y no podría sostenerlo sin ordenado bajo el movi-
miento que en la ciencia lo elucida.
Este es el problema de los fundamentos que deben asegurar a nues-
tra disciplina su lugar en las ciencias: problema de formalización, en
verdad muy mal abordado.
(E: 72)
Y, por supuesto, la lingüística es adecuada para esta reapropiación
psicoanalítica porque el análisis opera a través del lenguaje: los psicoa-
nalistas son "practicantes de la función simbólica", y así sería "asombroso
que nos desviemos de profundizar en ella, hasta el punto de desconocer
{méconnáxtre) que es ella la que nos coloca en el corazón del movimiento
que instaura un nuevo orden de las ciencias" (E: 72). El consejo de
Lacan, "leed a Saussure" (E: 125), está además legitimado por el hecho
de que el propio Freud consideró al lenguaje como el fundamento de su
descubrimiento del inconsciente. El argumento de Lacan es que Freud
anticipó a Saussure debido a que su interés principal, ya desde ha inter-
pretación de los sueños (1900), no es articular una psicología de los sueños
sino explorar su elaboración, es decir su estructura lingüística (E: 259).
Lacan deja en claro que lo que Freud presenta como formaciones del
inconciente -chistes, sueños, síntomas- no son más que el resultado de
su capacidad de discernir el status primario del lenguaje.
Así, la estrategia de Lacan es utilizar la lingüística moderna con el fin
de "recuperar" la verdad de la empresa freudiana, una verdad perdida
tiempo atrás para la teoría analítica. ¿Es esta empero su única motiva-
ción? No hay duda de que este es un movimiento de doble vía. Al buscar
en Freud un determinado elemento lingüístico, Lacan reconstruye a Freud
de un modo que está influenciado por la lingüística moderna. La genia-
" En su seminario de 1972-3, Aun, Lacan señala que "la formalización matemática es
nuestra meta, nuestro ideal" (XX; I 19).
46 YANNIS STAVRAKAKIS
'•• Esta es parte de la estrategia general de Lacan de articular su propio punto de vista con
lecturas de los trabajos de Freud de una manera en la que no siempre es fácil discernir qué
es una contribución original y qué es sólo la presentación de la posición de Freud. Este
doble movimiento es característico también de la dimensión filosófica del retorno de Ijican
a Freud: "Fue un movimiento altamente estratégico que le permitió a Lacan vender Freud
a los filósofos, mientras que, al mismo tiempo, les vendía filosofía a los psicoanalistas bajo
la misma etiqueta del buen viejo Freud, Esta estrategia resultó increíblemente exitosa,,, Lo
que significa simplemente que el psicoanálisis, gracias a Lacan, es ahora la filosofía oficial
de Francia" (Borch-Jacobsen, ¡997: 213),
" El lenguaje puede ser pensado como el resultado de una sedimentación, una admisión o
incluso una hegemonización (es decir, de una domesticación simbólica) de un campo
primario de lalangue, del sustrato caótico primario de la polisemia y la joui,s.saiue lingüística
(Evans, 1996a: 97),
1. EL SUJETO LACANIANO 47
'" Aun Hjelmslev, quien se inclinaba a excluir del ámbito lingüístico cualquier clase de
sustancia, promoviendo un formalismo que fue crucial en la expansión de la teoría del
lenguaje a otros sistemas sernióticos, buscó tardíamente reintegrar e! referente, una sustan-
cia clara, a su modelo lingüístico; en sus propias palabras, trató de "semiotizar incluso hasta
ese trozo de sustancia rebelde conocida como el 'nivel psíquico'" (Hjelmslev en Gadei,
1986: 126). El comentario de Gadet es el siguiente y se relaciona con nuestra discusión:
"Esta [la de Hjelmslev] es una empresa extraña, y podemos preguntarnos si la lingüística tal
como fue constituida por Saussure no se einpantana en ella" (Gadet, 1986: 126),
1. EL SUJETO LACANIANO ^9
cia a los signo.s implica una leterencia a las cDsas ciiirio garantía de la
significación, algo c|ue Saussure Fue finalmente incaj.iaz de evitar, mien-
tras C]ue la noción de la primacía del significante rompe con tales conno-
taciones represeniacionalistas. Si una teoría intuitiva del sentido se basa
usualmente en un esquema "descriptivo" o denotativo, como aparece en
la descripción agustiniana del lengviaje, de acuerdo a la cual las palabras
significan objetos,'' Lacan subvierte claramente esta teoría simplista. En
este punto, no obstante, es crucial evitar un error común. Esta subver-
sión no se lleva a cabo mediante la eliminación de la posición estructural
del significado.
¿Qué pasa entonces con el significado en el esquema de Lacan? Lacan
entiende el significado como un efecto de transferencia. Si hablamos de
significado es sólo porque nos gusta creer en su existencia. Ls una creen-
cia crucial para nuestra construcción de la realidad como un conjunto
coherente, "objetivo"; una creencia en algo que garantiza la validez de
nuestro conocimiento, sosteniendo la fantasía de una adacquutio entre el
lenguaje y el mundo. Pero para Lacan, como afirma en su seminario
sobre Las Psicosis (1955-6), aiin "la transferencia de significado, tan esen-
cial en la vida humana, sólo es posible debido a la estructura del signifi-
cante" (lU: 226). Dicho de otra forma, "el pretendido realismo de la des-
cripción de lo real mediante el detalle, sólo se concibe en el registro del
significante organizado...La articulación formal del significante es domi-
nante respecto a la transferencia del significado" (111: 229). Lacan enton-
ces radicaliza )a idea sem)o]ógica, imphcha en Saussvre y expresa en
Barthes, que "resulta cada vez más difícil concebir un sistema de imáge-
nes y objetos cuyos significados puedan existir independientemente del
lenguaje... El mundo del significado no es otro que el del lenguaje"
(Barthes, 1973; 10). El significado nunca es una presencia plena consti-
tuida fuera del lenguaje. La radicalización de Lacan, no obstante, impli-
ca el quiebre definitivo con el isomorfismo entre el significante y el signi-
ficado y una resolución refinada del problema de la realidad extema. El
punto de Arquímedes de su solución es el siguiente: lo simbólico no es el
orden del signo, como en la lingüística saussureana, sino el orden del
significante. La significación es producida por el significante: "El signifi-
" "Un nombre está en lugar de una cosa, otro en lugar de otra", como Wittgenstein afirma
en el Tractatus (Wittgenstein, 1988: 22). En sus Investigaciones filosóficas, vuelve sobre esto
y describe este cuadro agustiniano del lenguaje como sigue: "Las palabras del lenguaje
nombran objetos -las oraciones son combinaciones de esas denominaciones... Cada pala-
bra tiene un significado. Este significado está coordinado con la palabra. Es el objeto por el
que está la palabra" (Wittgenstein, 1992: 2).
1. EL SUJETO LACANÍANO 51
embargo, la falta constUuti^'a del signilicado en tanto real, si puede sci lo.
Ista talla constituye algo absolutamente crucial para la signilicaciou. I.'sla
ausencia tiene que ser compensada para que la sigiaificación pueila ad-
quirir alguna coherencia. La ausencia de significado en su dimensuin
real es lo c[ue causa la emergencia de la transferencia del signiticado. Lo
que emerge es el significado en su dimensión imaginaria. Hay, sin embar-
go, una dimensión más en este juego del significante. Esta transferencia
del significado, la emergencia del significado imaginario, sólo puede ser
el resultado del juego de los significantes. Así es como la tercera dimen-
sión, la dimensión de lo simbólico, determina la significación. La predo-
minancia del significante es lo que produce el significado imaginario con
el fin de recubrir la ausencia del significado real o más bien del significa-
do en tanto rea).'"
Retornemos ahora, después de esta necesaria desviación semiótica, a
nuestra preocupación inicial: una conclusión que se desprende de ella
es que la prioridad del significante es crucial para la conceptualización
lacaniana del sujeto en tanto articulado en lo simbólico. Si hay siempre
algo peixfido en el orden del lenguaje, si hay siempre algo faltante en la
cadena significante, es porcjue el significado siempre se desliza más allá,
porque la significación nunca es completa: la ilusión del significado, el
juego de los significantes no puede nunca eliminar la ausencia, la falta
lie lo real imposible. Es posible acercarse a esta falta desde varios ángulos
en la teoría lacaniana. En este punto, y ya que estamos analizando la
constitución de la subjetividad, me concentraré en la cuestión de la
singularidad del sujeto, una singularidad real que ocupa la posición
de un significado que nunca puede ser significado. En Las Psicosis
Lacan sostiene que
En efecto, hay algo radicalmente inasimilable al significante. La exis-
tencia singular del sujeto sencillamente. ¿Por qué está ahí? ¿De dón-
de sale? ¿Qué hace ahí? ¿Por qué va a desaparecer? El significante es
incapaz de darle la respuesta, por la sencilla razón de que lo pone
precisamente más allá de la muerte. El significante lo considera como
muerto de antemano, lo inmortaliza por esencia.
(lU: 179-80)
'" Aunque inicialmente I-acan uiüiza las categorías de sentido (sen.s) y significación (signifi-
I ation) cié modo intercambiable, desde finales de los años cincuenta en adelante vincula la
significación a la dimensión de lo imaginario del proceso de significación (a la producción
ilusoria de significado), mientras que utiliza el sentido para referirse a la dimensión simbó-
lica de este proceso. Aunque esta distinción tiene alguna importancia clínica, no infiuyc
ilrasiicamente en nuestra e.xposición del análisis que hace Lacan de lo simbólico.
'''I Y A H N I S SlAVRAKAKB
" Como señala Jacqueline Rose, "lo inconsciente revela constantemente el fracaso' de la
identidad... hay resistencia a la identidad en el corazón mismo de la vida psíquica" (Rose
en Butler, 1997: 97).
^^ Esta es la anticipación de una unidad ilusoria, que revela la naturaleza imaginaria de
todas las promesas utópicas. Ver, para esta cuestión, el análisis del capíuilo cuarto.
1. EL SUJETO LACANUNO ')7
ria entre nradre e hijo erigiendo la prohibición del incesto; "Lin el iioniliiv
del padir es donde tenemos c|ue reconocer el sostén de la función smibó-
lica que, desde el albor de los tiempos históricos, identifica su persona
con la hgura de la ley" (H: 67). D\cho simplemente, el padre introduce la
idea de un nuevo orden. Hsta es, según Lacan, la dimensión más destaca-
da de la función del padre. La función paterna introduce un orden, pero
un orden estructuralmente diferente al orden natural, un orden que ins-
tituye la sociedad humana, una cierta comunidad de sentido (111; 320).
En ese sentido, el rol del significante que instituye el orden simbólico
para el sujeto, el rol del Nombre-del-Padre, es tanto prohibitivo, puesto
que demanda algo del sujeto, como también productivo, puesto c|ue hace
posible la emergencia del sujeto del significante en su relación con el
orden de la realidad simbólica.
Si las leyes del lenguaje, para poder funcionar de alguna manera,
presuponen, la aceptación de la Ley como tal, para Lacan esta Ley está
claramente articulada en el nivel del significante. La significación, la ar-
ticulación de significantes en ciertos órdenes, se fundamenta en el hecho
de que hay una Ley. Si, con respecto al drama familiar, la Ley se introdu-
ce con la prohibición del incesto, en términos de la dialéctica general de
la formación de la identidad la Ley se introduce con el sacrificio de todo
acceso inmediato a un real presimbólico, un sacrificio implícito en el
advenimiento del lenguaje. En otras palabras, la función del lenguaje en
general, el orden social en sí mismo como distinto al orden natural, es
soportada por el Nombre-del-Padre como portador de la Ley simbólica.-'
La cuestión de la importancia de este significante puede también ser
examinada por una vía negativa. Podemos preguntar, por ejemplo "¿Qué
sucede cuando el significante que está en juego, el centro organizador, el
punto de convergencia significativa que constituye, es evocado, pero falta
[Jait défaut]!" (Ill; 283). Cuando el Otro es excluido, lo que concierne al
sujeto es dicho por el pequeño otro, por sombras de otro (111; 53). La falta
de lo simbólico es recubierta por construcciones imaginarias que toman
la forma de delirios.
En la psicosis el significante está en causa, y como el significante
nunca está solo, como siempre forma algo coherente -es la
^'' En la concepción de l,acan, que en este pumo está inlluenciada por la obra de Lévi-
Strauss, la Ley no es entendida como una pieza particular o un contenido positivo de
legislacitjn, sino como el principio de orden o estructuración que hace posible la exigencia
social. La Ley es la condición estructural para la emergencia de lo social. Y como lo social
sólo puede articularse a través del intercambio simbólico, es decir, dentro del orden simbó-
lico, esta Ley es, para Lacan, la Ley del signilicante: "Hsta ley se da pues a conocer suticien-
¡etnente corao idéntica a un orden de lenguaje" (E: 66).
I. EL SUJETO LACANIANO 59
-' Mientras que la percepción general parece ser que Lacan y Foucault, tanto en lo personal
como en sus proyectos teóricos, fueron extraños entre sí y en gran parle mcompatibles, esto
no es verdad. A pesar de las muchas diferencias de importancia, hay que señalar que, al
menos durante sus seminarios l^i'oWemas cruciales dd psicoanálisis (l'-)64-5) y El objeto del
psicoanálisis (1955-6), Lacan instó repetidamente a su audiencia a leer los libros de Foucault,
y elogia especialmente la afinidad del trabajo de Foucauli en FJ nacimiento de la clínica con
su propio proyecto (seminario del 31 de marzo de 1961). HI año siguienie pidió a todos
que leyeran l^as pcdahras y las cosas de "nuestro amigo Michel Foucault" (seminario del 27
de abril de f966), quien asistió al seminario del 18 de mayo de 1966.
1. EL SUJETO LACANIANO 61
Lo C|ue hay que enlalizar ahora es que lo c|ue está enjuego atiiil no es
sólo la identificación subjetiva sino la constiiución de la realidad en '.I
misma: "Para que haya realidad, para c|ue el acceso a la realidail sea
suficiente, para que el sentimiento de realidad sea un justo gu(¡i, paia
que la realidad no sea lo que es en la psicosis, es necesario que el com
piejo de Hdipo haya sido vivido" (111; 1Q8). Como veremos eii el capítulo
segundo, la realidad está construida simbólicamente y articulada en el
lenguaje. Una vez más, la articulación lingüística presupone cierta pér-
dida, la exclusión de algo por medio de un acto de decisión: el poder se
revela como un elemento inherente a la lógica del significante,^'* No hay
sociedad y realidad social sin exclusión; sin ella, el mundo colapsa en
un universo psicótico. ¿Pero qué es exactamente lo que se sacrifica en el
mundo del lenguaje? Dijimos que es la madre, la Cosa materna. En un
nivel más general, es también nuestro acceso a un nivel inmediato de
necesidad relacionado con toda la vida animal. Debemos al hecho de la
constitutividad de lo simbólico en la vida humana que la necesidad se
convierta en demanda y el instinto se convierta en pulsión y luego en
deseo. Lo que acontece en todas esas transformaciones es la pérdida de
un nivel primordial de lo real. Lo que se pierde es todo acceso inmediato
a lo real. Ahora sólo podemos tratar de encontrar lo real a través de la
simbolización. Ganamos acceso a la reahdad, la cjue es principalmente
un constructo simbólico, pero el significado del significante "realidad",
lo real en sí mismo, es sacrificado para siempre.^' Ninguna identificación
nos posibilita restaurarlo o recapturarlo. Pero es justamente esta imposi-
hilidad la que nos fuerza a identilicarnos una y otra vez. Nunca obtene-
mos lo que se nos prometió, pero es por eso justamente C|ue seguimos
anhelándolo.
En otras palabras, cualquier identidad resultante de la identificación
es siempre una identidad inestable, escindida, o aun una no-ideniidad,
en tanto que toda identificación está marcada por una dimensión alie
nante. Como sostuvimos antes, si bien la identificación imaginaria ofrece
al sujeto un sentido de identidad, también implica una ambigüedad ra-
dical, introduce cierta tensión antagónica. La misma alienación caracte-
riza a la identificación simbólica: en Los cuatro conceptos tundamcntaks del
psicoanálisis, Lacan se refiere a una falta que emerge por la invasión de lo
simbólico, "debido a que el sujeto depende del significante y el signifi-
cante está primero en el campo del Otro" (XI: 204-5). Aquí nos confron-
tamos con una ambivalencia similar a la que llevó a! fracaso de la identi-
ficación imaginaria. Lo que pertenece al Otro socio-simbólico nunca puede
volverse totalmente nuestro; nunca puede convertirse en nosotros: será
siempre una fuente de ambivalencia y alienación y esta brecha nunca po-
drá ser superada. El resultado final de la identificación simbólica es una
alienación en el lenguaje más amplia, en el mundo social: "La paradoja
de la Palabra es que, por su emergencia, se resuelve la tensión del antago-
nismo presimbólico, pero a un precio: la Palabra...acarrea una irrecupe-
rable externalización-alienación" (Zizek, 1997a: 42). Para recapitular
nuestra exposición hasta este punto, tanto la identificación imaginaria
como la simbólica fracasan en brindarnos una identidad estable. Una
falta resurge continuamente allí donde la identidad debería consolidar-
se. Todos nuestros intentos de recubrir esta falta de! sujeto mediante
identificaciones que prometen darnos una identidad estable fracasan;
este fracaso pone en primer plano el carácter irreductible de esta fal-
ta, que a su vez refuerza nuestros intentos de colmarla. Este es el
juego circular entre la falta y la identificación que marca la condición
humana; un juego que hace posible la emergencia de toda una políti-
ca del sujeto.
En este aspecto debemos ser muy claros, asumiendo al mismo tiempo
el riesgo de cierta repetición: la política del sujeto, la política de forma-
ción de la identidad, sólo puede entenderse como una política de la
imposibilidad. Si el ego está basado en el desconocimiento imaginario de
la imposibilidad de la completud y de la clausura, esto comporta tam-
bién una alienación constitutiva, haciendo visible cierta falta. Esta falta
también constituye un elemento irreductible del orden simbólico al cual
el sujeto recurre para su representación: aquí la falta es elevada a la posi-
1. EL SUJETO LACAHIANO 63
-'' El psicoanálisis lacaniano no es reductible a una práctica médica. I;n Lacan, los efectos
curativos en tanto tales son solo una consecuencia del análisis. Aquí es necesario trazar una
distinción entre los resultados del análisis, entendiendo por ello sus resultados terapéuti-
cos, como la desaparición de los síntomas, el levantamiento de inhibiciones, el incremento
de placer, etc., y sus fines como una experiencia que articula la verdad del sujeto, una
verdad que también facilita la adopción de una posición subjetiva diferente vis ¿i vis las
formaciones siniomálicas (Miller, 1Q91).
3. EL SUJETO LACANIANO 65
l-acan no hay sujeto que no sea, ya, siempre, sujeto .socitií" (Lacoue-Labar-
they Nancy; 1992, 30).''
No obstante, aún hay un problema obvio en esta afirmación: a saber,
no hay nada muy radical o innovador en ello. En términos simples, no es
solo la teoría lacaniana la que entatiza este rol del factor "objetivo", so-
cial. El propio Freud, a pesar de todas sus tendencias reduccionistas,
señaló ya desde el comienzo que "En la vida anímica del individuo, el
otro cuenta, con toda regularidad, como modelo, como objeto, como
auxiliar y como enemigo... La relación del individuo con sus padres y
hermanos, con su objeto de amor, con su maestro y con su médico",
todas estas relaciones sociales son cruciales para la identidad individual
(Freud, 1985: 95-6). Hoy en día es un lugar común, en la teoría analítica
y en la teoría en general, sostener que lo social constituye el reservorio de
las representaciones que utiliza lo psíquico, es decir el lugar donde se
originan los objetos de identificación. También está generalmente acep-
tado que este proceso no se limita a nuestros primeros aiios sino que
determina la totalidad de la vida (Leledakis, 1995: 166-77). Pero enton-
ces, ¿qué es lo novedoso que aporta Lacan? Ciertamente, la concepción
de Lacan de la subjetividad debe verse como una radicalización y una
elaboración de esta posición freudiana, y de hecho, una radicalización
de proporciones innovadoras. En Lacan, esta idea imprecisa está funda-
mentada sobre un aparato conceptual firme y una base teórica rigurosa.
Pero, como veremos, y esto es lo más importante, la relevancia de Lacan
para el análisis sociopolítico no se limita a esta radicalización.
¿Qué más puede ofrecer la teoría lacaniana? Intentaremos responder a
esta pregunta resumiendo simultáneamente nuestra argumentación hasta
aquí. Nuestra primera afirmación fue que la teoría lacaniana puede ser
relevante para el análisis sociopolítico porque ofrece una concepción
"sociopolítica" de la subjetividad. Lo subjetivo no es más "subjetivo" en el
sentido tradicional de la palabra, que presupone la identificación del
sujeto con el ego consciente. El sujeto es equivalente a la falta que está en
" De hecho, Lacan siempre ha estado alerta a esta interacción de lo social con lo individual.
Desde su tesis doctoral en adelante, intentó encarar la cuestión de la relación entre lo social
y lo subjetivo. En su tesis examina, a través del estudio detallado de un caso, la interacción
entre la personalidad y el mundo social. Define la personalidad como "el conjunto de las
relaciones funcionales especializadas que constituyen la originalidad del animal-hombre,
aquellas que lo adaptan al enorine predominio que en .su medio vital tiene el medio
humano, o sea la sociedad" (Lacan en MuUer y Richardson, 1982: 26-7). No sorprende,
entonces, que su tesis fuese recibida favorablemente en publicaciones de izquierda como
LHumaniíé y La Critiíjue Sociale, debido precisamente a la inclusión de estos postulados
Süciocémricos.
1. EL SUJETO LACANIANO 67
Otro del sentido; "Hay allí una falla, un agujero, una pérdida [en el
Otro]" (XX: 28). Si Lacan presenta una visión tan radical del nivel socio-
político, entonces seguramente nuestra argumentación no puede c|uedar
fijada o focalizada exclusivamente en su concepción de la subjetividad.
Para poder extraer todo lo que Lacan tiene para ofrecer a la teoría política
necesitamos pasar de lo subjetivo a lo objetivo. Este es el propósito del
siguiente capítulo.
2. EL OBJETO LACANIANO.
Dialéctica de la imposibilidad social
' Lacan se mostró siempre muy bien predispuesto para deconstruir las bipolaridades hege-
mónicas del pensamiento occidental; introduce, por ejemplo, el neologismo extimité con el
lin de subvertir la oposición entre lo externo y lo interno.
Definir lo subjetivo y lo objetivo, especialmente en su oposición mutua, es extreinada-
mente dificil incluso para el discurso filosófico dominante. Esto aparece ilustrado, por
ejemplo, en las vías opuestas y conüictivas por las que se los define en el pensamiento
medieval y en el pensamiento moderno (Williams, 1988: 308).
70 Y*NNIS SlAVRAKAKIS
^ Sólo un significante vacio puede representar la promesa de esta completud imposible. Este
es el significante que comparten tanto el sujeto como el Otro: "Lo c|ue compartimos
nosotros y el Otro inaccesible es el significante vacio que representa esa X t|ue elude ambas
posiciones" (Zizek, 1997a: 51). Sobre la noción del significante vacío y sus implicancias
políticas, ver Laclan, 1996, especialmente pp. .56-46. También ver, en conexión con esto,
el capitulo .3 de este volumen.
Z. EL OBJETO LACANIANO 71
' louis.sancc es uno de los más importames pero conrplejos términos introducidos por Lacan
en el vocabulario psicoanalitico. Aparece por primera vez en el seminario de I^acan durante
IDS tempranos años cincuenta pero adquiere su lugar central en el edificio teórico lacaniano
liacia finales de los sesenta y los setenta. Siinplificando un poco, joui.s.sance significa goce. Si
l)ien inicialmente Lacan liga este goce con los placeres de la masturbación y el orgasmo,
mas tarde opone placer y jouisiance. La /oui.s.«mt"c es postulada ahora como la parte de lo real
que está limitada por la introducción del "principio del placer", un principio condicionado
por la ley simbólica (Evans, 1996a: 91).
I )i' esta manera. XA jouhiance. está claramente localizada más allá del placer. Sólo puede ser
( \|icrimentada a través del sufrimiento, el "goce doloroso" que cada uno extrae de su
.mioma, en la medida en que gozar del síntoma está localizado más allá de la barrera del
|il,Kcr socialmente sancionado. Sin embargo, mientras que a la Jí)uis.5ance se le niega el
.111 eso al mundo de la satisfacción "legítima", el entero juego del deseo condicionado por
I 1 piiiicipio del placer está articulado en lomo a la búsqueda de esta jotii.s.scma' en última
III.I iiu:ia imposible (si la ¡oiihiana: es real, entonces alcanzarla tiene que ser linaimenle
72 Y*NNis STAVRAKAKIS
inipcisililc) \A dialcViici (le osle juego será examinada más adelanle en este capitulo, junto
con la sene de cucsnones C|ue plantea el uso ambiguo en Lacan de la categoría de jouisiancc.
' la (.Osa (i/ds /)ín(; en el vocabulario de Freud) es, de acuerdo con Lacan, la cosa en lo real,
/uoia ele la red sínibrt/ica. Como lal escá postulada como perdida, conw e¡ objeto real
negado por la prohibición del incesto, la madre. La Cosa adquiere su significado dentro de
un contexio de jouissancc y se caracteriza por su afinidad con conceptos como el de ohjel
petit a (Lvans, 1996a: 204-5).
Z. EL OBJETO LACANIANO 73
" En su segundo seminario, Lacan señala que "lo real carece absolutamente de fisura" (II:
'•)7). No está claro si esta afirmación es compatible con sus comentarios de finales de los
años cincuenta y los sesenta (en su seminario inédito H deseo y su interpretación, por
ejemplo, donde habla de cortes en lo real -seminario del 27 de mayo de 1959), a los que
ya nos referimos, o si estamos ante un cambio de opinión. Este es un problema que tiene
(|ue ver con la general indeterminación en las definiciones de Lacan de lo real, (.on
I especio a esto, ver el análisis en la próxima sección de este capítulo.
76 YANNISSIAURAKAKIS
Esto se articula como una operación total y asi puede ser pensado
como esencialmente imaginario. En efecto, Lacan, en diversos lugares de
su obra, subraya el carácter imaginario de la fantasía. No obstante, la
fantasía no es puramente imaginaria**. Tal como se muestra en Las forma-
ciones del inconsciente, la fantasía es un imaginario tomado en una función
significante (seminario del 21 de mayo de 1958); una afirmación que se
repite un año más tarde (seminario del 28 de enero de 1959). Esto se
debe a que la fantasía emerge como un soporte justamente en el lugar
'" De hecho -y esto es algo que será elaborado más adelante- es a causa de la organización
de nuestro deseo en torno a este objeto que lo real resulta equivalente a la completud. Es as(
porque, como ha señalado J. A. Miller, el objeto es un real "falso", es decir una parte de la
joui.s.sance tal como es escenificada en ia fantasia (la fantasmática o semántica, en otras
palabras, la parte elaborada de la joui.ssancc), la que proyectamos retroactivamente a nues-
tro rellejo sobre lo real pre-simbóHco: un real que es, en tanto tal, imposible de pensar.
82 YANNIS STAVRAKAKIS
" Esto es verdad en la medida en que lo real articvda lo necesario con lo imposible
mediante el repetido fracaso en ser simbolizado; lo real "no cesa de no escribirse" (XX: 59).
La misma imposibilidad de "conocer" el estado prelingüíslico de lo real puede cercarse
mediante la distinción entre necesidad y demanda. El estado prelingüístico de lo real
corresponde a un estado de pura necesidad. Debido a que, no obstante, la necesidad
siempre está articulada en el lenguaje, transformándose asi en demanda, se deduce que un
"mítico" estado de necesidad prelingüístico sólo puede ser hipocetizado después de que
haya sido perdido, es decir articulado como demanda; en este momento, sin embargo, "es
imposible determinar qué podría haber sido esa necesidad pura" (Evans, 1996a: 121-2).
84 YANNIS STAVRAKAKIS
(i.il, ilel latlo del Otro, del Otro tachado, h u l u s o en Treud, la fantasia
iinphca cl registro subjetivo de estructuras simbólicas normativas:
Si bien el sujeto considera a su fantasía como su propiedad privada y
su posesión más íntima y peculiar, la fantasía es el precipitado en el
sujeto de formaciones que están más allá de los limites de la subjeti-
vidad y la intersubjetividad: formaciones que están presentes en los
mitos, leyendas, cuentos de hadas, relatos y obras de arte de diferen-
tes épocas y civilizaciones.
(Rodríguez, 1990: 101)
En ese sentido, la fantasía pertenece a esos escándalos lacanianos en
los Cjue es subvertida la forma habitual de oposición entre lo subjetivo y
lo objetivo. Si la fantasía no es "objetiva" (no existe fuera de la percep-
ción subjetiva), tampoco es "subjetiva" (no se reduce a la conscicncia
subjetiva). Pertenece a lo que Zizek llama el nivel "objetivamente subjeti-
vo" (Zizek, 1997b: 118). La fantasía está localizada del lado de la reali-
dad, sostiene nuestro sentido de la realidad (Zizek, 1997b: 66). Nuestra
construcción social de la realidad adc^uiere su consistencia ontológica a
partir de su dependencia de determinado marco fantasmático. Cuando
este marco se desintegra, la ilusión -la promesa- de capturar lo real que
sostiene la realidad, la ilusión que cierra la brecha entre lo real y nuestras
simbolizaciones de ella, entre significante y significado, queda dislocada.
¿Cuál es, no obstante, la exacta significación política de la promesa
fantasmática? Del milenarismo al Manifiesto Comunista y siguiendo con la
ideología verde, sabemos que toda promesa política está sostenida por
una referencia a u n estado perdido de armonía, unidad y completud,
una referencia a u n real presimbólico que la mayoría de los proyectos
políticos aspira a recuperar. Una vez más, la presencia constante de esta
idea de u n pasado perdido no revela nada acerca de la verdadera natura-
leza de ese estado; es una proyección retrospectiva condicionada por la
intervención de la falta simbólica. Si la realidad social está marcada por
la falta, si el goce es sólo parcial, entonces el estado presimbólico que
añoramos tiene que ser un estado de completud, un estado sin límites;
"jouissance sans entrants" fue uno de los lemas de íes événements de mayo de
1968, como lo muestra la famosa fotografía tomada por Cartier-Bresson.
Las características de este estado tal como está articulado en la fantasía
política son u n efecto retroactivo de la simbolización: la simbolización
nos hace creer que lo que es imposible ha sido prohibido y entonces
también puede ser recapturado. El psicoanálisis, como veremos, recono-
ce la importancia de esas fantasías, sin pronunciarse acerca de su posibi-
2. EL OBJETO LACANIANO 87
'^ Además, la ética lacaniana apunta a otra vía de construcción de un proyecto político más
allá de la promesa fantasmática. Esta estrategia será desarrollada en los dos ijltimos capítu-
los de este libro.
YANNIS SIAVRAKAKIS
" En algunos puntos de su obra, Lacan insimla que el sujeto puede vivir, pero sólo
temporariamente, este goce prohibido (nos referimos a la jouisnance^, en el .sentido de
Fink). Durante el orgasmo, por ejemplo, como Lacan señala en su seminario La identijica-
ción, el sujeto castrado puede alcanzar por un instante su identificación, hacer coincidir su
demanda con su deseo (seminario del 27 de junio de 1962). Esto sólo dura un instante y es
seguido por un sentimiento de insatisfacción. Esto se debe a que, si bien el deseo anhela la
continuidad, h jouissance sólo puede experimentarse durante un momento. Luego de este
instante particular, vuelve a establecerse la brecha entre deseo y demanda y la falta se
reinscribe en el nivel subjetivo. Para una descripción detallada de los matices de la concep-
ción lacaniana de jouissance, ver Evans, 1998.
Z. EL OBJETO LACANIANO 89
capacidad de acceder a esta realidad por fuera del discurso, nuestra capacidad de conse-
guir un acceso definitivo a la esencia de las cosas, a cualquier real presimbólico. Los
humanos están atrapados en el universo del discurso. T.sto signilica que es imposible
concebir o articular lo que está fuera del discurso sin articularlo dentro del campo del
discurso en alguna de sus formas (política, cientílica, eic.) (Barrett, 1991: 7b-7). C.omo
señalan Laciau y Mouffc, el hecho de c(ue todos los objetos estén constituidos como objetos
de discurso no presupone (|uc el mundo externo no exista, no es rele\ante para la oposición
realismo/idealismo. Un terremoto es un acontecimiento t|uc existe independientemente de
nuestra voluntad, si bien su especificidad como objeto será construida dentro de una lógica
cientílica de los "Icnómenos naturales' o como una expresión ele la voluntad de Dios,
dependiendo de la estructuración del particular campo discursivo en cuestión (Laciau y
Mouffe, 1983: 108). Según C^astoriadis, todo lo c|ue existe en la "reaUdad objetiva" es
accesible a través del magma del sentido social instituido, un sentido que la transforma
ontológicamente. La naturaleza pone limites o crea obstáculos a la institución social de
la sociedad, pero focalizarse sobre estos obstáculos naturales no revela nada acerca de
la sociedad humana, justamente porque nuestro universo simbólico no está determina-
do por ninguna ley natural. Para qué "es" la sociedad, qué "es" dentro de nuestro
universo siinbólico, puede no corresponder a ninguna infraestructura real o natural y
viceversa (Castoriadis, 1978: 336).
En términos lacanianos, de este modo algo puede "ser" sin existir, puede "ser" en nuestro
mundo simbóUco e imaginario y medíanle el habla, sin enconirar un sosién en \o real (p.
e., el Otro completo) (Evans, 1996a: 16). Sabemos, por ejemplo, que la procreación
presupone el coito, pero eso no revela nada acerca de la vasta alquimia de deseo y sexua-
lidad que jalona la historia humana. Como se explica muy bien en un artículo reciente de
Observer Review, "Los pájaros lo hacen, las abejas lo hacen, y los conejos también están en
eso, bueno, como conejos. Pero ninguno de ellos se enfunda en látex" (Diamond, 1997: 7).
El sostén natural y los límites naturales algunas veces son tomados en cuenta y otras son
ignorados, pero en cualquier caso se transforman a través de su inserción en la red de
sentido y significación. Esto no quiere decir que todo se reduzca a discurso sino que incluso
lo real -que, para Lacan, permanece fuera de la simbolización- hace sentir su presencia a
través del fracaso de este universo discursivo. En otras palabras, los intentos de simbolizar
lo real son constantes pero jamás totalmente exitosos; siempre se escapa algo, pero esta
pérdida sólo se muestra mediante la interrupción de la simliolización misma. Además, no
hay que pasar por alto el hecho de que, en Lacan, así como en gran número de otros
pensadores como Wittgenstein, Austin y Laciau, el nivel discursivo no se reduce al nivel de
las ideas, al carácter mental que habitualmente se les atribuye, opuesto a una determinada
infraestructura inaterial. I^acan enfatiza la materialidad del signilicanle (lo que él denomina
la "materialidad freudiana del significante") asi como Wittgenstein afirma la dimensión
material de los juegos de lenguaje, Austin la perlormatividad de los actos de habla y Laciau
la materialidad del discurso.
2. EL OBJETO LACANIANO 91
\isia cada vez más como una construcción sc)cial. La ciencia social ya no
puede piesuponer la objetividad de la naturaleza como una esencia in-
mutable" (Delanty 1997: 5).
Liste énfasis en la pérdida de un anclaje objeiivo, natural, del sentido,
la inversión del construccionismo, parece, como ya hemos insinuado,
muy cercano a la conceptualización lacaniana de la significación. 1:1 sig-
nificado, el objeto real implicado en la significación, está finalmente au-
sente en ambos casos y se construye un reemplazo a través de un proceso
de significación, lin Lacan, también sucede c|ue la realidad siempre es
precaria (III: 30). La realidad que interesa al psicoanálisis "es sosteni-
da, entretejida, constituida, p o r u n entrelazamiento de significan-
tes"; la realidad, en otras palabras, "implica la integración dei sujeto
en u n particular juego de significantes" (III: 249). Ls el significante lo
que produce la realidad:
El día y la noche, el hombre y la mujer, la paz y la guerra; podría
enumerar todavía otras oposiciones que no se desprenden del mun-
do real, pero le dan su armazón, sus ejes, su estructura, lo organizan,
hacen que, en efecto, haya para el hombre una realidad, y que no se
pierda en ella. La noción de realidad tal como la hacemos intervenir
en el análisis, supone esa trama, esas nervaduras de significantes.
(III: 199)
Brevemente, la reaUdad está siempre coiistruida discursivamente. En
Los problemas cruciales del psicoanálisis, Lacan señala que cualquier referen-
cia a la reahdad, a la realidad como un conjunto objetivo, debería gene-
rar cierta desconfianza (seminario del 24 de febrero de 1965); en otra
parte se refiere al mito de la realidad. Y, en Aun, concluye: "No hay la
más mínima realidad prediscursiva, por la buena razón de que lo que se
forma en colectividad, lo que he denominado los hombres, las mujeres y
los niños, nada quiere decir como realidad prediscursiva. Los hombres,
las mujeres y los niños no son más que significantes" (XX: 33). La exis-
tencia depende de la representación lingüística; lo que no puede ser
articulado en el lenguaje, estrictamente hablando, no existe. El énfasis
tiende aquí a estar en la construcción simbóHca. Parece legítimo entonces
reducir la posición lacaniana a un construccionismo puro. ¿O no?
l.:n un nivel bastante simple, es posible incluso señalar una serie de
conexiones directas entre el influyente libro de Berger y Luckmann, La
construcción social de la realidad (Berger y Luckmann, 1967), y la teoría ana-
lítica. Por ejemplo, estos autores parecen sostener que la internalización
de la realidad socialmente construida, en los primeros años de vida, es
2. EL OBJETO LACANIANO 93
Explorando la realidad
'^ Como ya hemos señalado, en la fantasía, esta ilusión está articulada como una promesa
de alcanzar la completud en el futuro. Lo que niega la realización de la fantasía en el
presente (la imposibilidad de la completud en cuanto tal) es reducida a la intervención de
un Otro de la prohibición localizado. En otras palabras, siempre que hablamos de "recu-
brir", de "suturar", etc., la íalta constitutiva en el Otro, nos referimos a una promesa
fantasmática que es pospuesta aun dentro de los limites de la fantasía, l'cro este aplazamien-
to no es atribuido a la imposibilidad constitutiva de cumplir esta promesa; acusando
siempre a "algilm otro", la fantasía intenta transíorniar la imposibilidad en una posibilidad
prohibida y de este modo sostener la fuerza hegernónica de su promesa.
2. EL OBJETO LACANIANO 9'i
"' El concepto de point de capitón es introducido por Lacan en su seminario del 6 de junio
de 1936 en un análisis del rol de la palabra crainte (miedo) en la obra Athalie de Racine.
" El point de capitón es necesario en el sentido que, sin él, no hay ningún orden; su función
implica la introducción de un principio de ordenamiento que hace posible la emergencia
del significado social y la construcción de la realidad. Sin la intervención del point de
capitón, el mundo colapsa en un universo psicótico (no es una coincidencia que el Nombre-
del-Padre funcione como el prototipo del point de capitón).
98 YANNIS SIAVRAKAKIS
había sido identificado con las Azores, Cabo Verde, Roma, Copenhague,
Jerusalén, Pisa, París y otros lugares. Podía ubicarse donde uno c|uisicra.
¿Qué revela esto? Revela que lo que era necesario para la estabilidad y
el uso práctico de cierta significación (el cálculo de la longitud) fue el
ordenamiento estructural introducido por un determinado punto de re-
ferencia; este punto de referencia era un significante cuyo significado
podía producirse de diversas maneras, que contenían todas ellas impli-
caciones comparables en términos de simbolización de lo real. Lo que
también es muy importante es c|ue el rol estructural del point de capitón en
la producción de sentido introduce un determinado elemento político.
Nuestro ejemplo pone en evidencia que "el emplazamiento del primer
meridiano es una decisión puramente política" (Sobel, 1996: 4). Si el rol
del point de capitón es necesario (o universal) en términos estructurales, su
contenido particular (el significado producido por su predominio de
significación) no es un asunto de reflejo de una realidad objetiva pre-
existente sino una disputa de hegemonía. No sorprende entonces que la
decisión final de declarar el meridiano de Greenwich como primer me-
ridiano del mundo se haya realizado en un cónclave internacional, la
Conferencia Meridiana Internacional desarrollada en Washington en 1884.
Es importante también mencionar que esta decisión fue, en parte, el
resultado de la gradual hegemonización del uso de las cartas náuticas
para la navegación marítima por el Ntjuíical Almanac, que se imprimía en
Inglaterra y utilizaba el meridiano de Greenwich como punto de referen-
cia universal. Esta disputa hegemónica dio como resultado no sólo la
solución del problema de la longitud sino también la solución de otro
problema, el de la organización de los husos horarios internacionales.
Greenwich se convirtió en el punto de referencia para el cálculo del
tiempo en todo el mundo: "Debido a que el tiempo es longitud y la
longitud tiempo... los husos horarios de todo el mundo siguen un nú-
mero establecido de horas por delante o detrás del Tiempo Medio de
Greenwich (GMT)" (Sobel, 1996: 168). No se puede subestimar la im-
portancia práctica de estas soluciones: "Con el desarrollo de los viajes
(servicios de diligencias y ferrocarriles) durante el siglo XIX, aumentó la
preocupación por la estandarización del tiempo, basada en un nivel supra-
local. GMT se convirtió en la base para la formalización de una tabla de
horarios ferroviarios estandarizada" (Thompson, 1995: 33). Hoy en día, in-
cluso los astrónomos utilizan el GMT, al que llaman tiempo universal.'*
'" De este modo, una función universal (lo que determina el tiempo global y planetario) es
asignada a un elemento particular. Este elemento particular es vaciado de su contenido
específico y aceptado como la personificación de la universalidad. Asi es transformado en
un signilicante vacio. La relación entre points de capitón y significantes vacíos será analizada
en el capitulo siguiente.
100 YANNIS STAVRAKAKIS
'" hsia es sólo una suposición provisional que descril:)e la estrategia que ha sido dominante
hasta hoy. Existe, no obstante, la posibilidad de una estrategia diferente, atravesando las
ilusiones lantasmálicas de las construcciones de la realiciad dominantes. Esta estrategia será
explorada, y especialmente sus múltiples itnplicancias políticas, en los tres viltiinos capítu-
los de este libro.
102 Y A N N I S SlAVtíAKAKlS
'" 1:1 primer abordaje es desairollado por Zizek en una variedad de textos recientes (/.Í2cl<,
!>)94b, 1995, 1996b). El segundo abordaje puede verse en todo su H sublime ohicut i/e /ii
¡dcologiü (Zizek, 1989).
104 Y A N N I S SlAVRAKAKlS
-' Lo que resulta problemático no es la tensicin en sí misma sino el hecho que permanezca
oculta. Segim un enfoque lacaniano, esta tensión es inevatable (ya que el metalenguaje es,
a la vez, imposible y necesario) pero tiene que ser reconocida y aceptada abiertamente.
105 YANNIS STAVRAKAKIS
' Lo mismo es aplicable a todos los diferentes niveles utilizados en nuestras categorizacio-
nes y construcciones de la realidad, incluyendo la economía. Para un primer acercamiento
al problema de la construcción discursiva del espacio económico, un problema que cae
fuera de los límites de este libro, ver Daly, 1991.
112 YANNIS SlAVRAKAKIS
ma politico (como señala Beck, "si acá los relojes de la política están
parados [dentro de las arenas oficiales del sistema político], entonces
parece cjue la política en su totalidad ha dejado de funcionar"; Beck,
1997: 98), la política solo puede ser representada en términos espaciales,
como un conjunto de prácticas e instituciones, como un sistema, aunque
sea un sistema en expansión. La política es idéntica a la realidad política
y la realidad política, como toda realidad, está, primero, constituida en
el nivel simbólico, y segundo, soportada por la fantasía.
Pero si la realidad en general solo puede tener sentido en relación
con un real que siempre la excede, ¿qué puede ser ese real asociado con
la realidad política? Si la realidad no puede agotar lo real, tampoco la
política podrá agotar lo político. No es sorprendente entonces que uno de
los más apasionantes desarrollos en la teoría política contemporánea, y
promovido por teóricos como Laclau, Mouffe, Beck y Lefort, sea que lo
político es irreductible a la realidad política tal como la hemos descripto:
Lo político no puede restringirse a determinado tipo de institución, o
imaginar que constituye una específica esfera o nivel de la sociedad.
Debe concebirse como una dimensión que es inherente a toda socie-
dad humana y que determina nuestra condición ontológica misma.
(Mouffe, 1993: 3)
A fin de ilustrar esta "emancipación" del momento de lo político,
examinemos muy brevemente el importante argumento expuesto por Clau-
de Lefort. El proyecto de Lefort implica la reinterpretación de lo político.
Considera inadecuadas tanto la definición marxista de lo político como
las estrictamente científicas. El marxismo considera a lo polídco como
una mera superestructura, determinada por una base que consiste en el
nivel supuestamente real de las relaciones de producción, y así es inca-
paz de reconocer alguna especificidad sustancial en lo político. La socio-
logía política y la ciencia política, por otro lado, intentan dehnear los
hechos políticos en su particularidad, en tanto diferentes a otros hechos
sociales que se consideran pertenecientes a otros niveles separados de la
realidad social: el económico, el estético, el jurídico, el científico, el
social en sí mismo. Este abordaje pretende brindar una reconstrucción
objetiva de la realidad, consistente en todas esas diferenciaciones estric-
tas, y de este modo no percibe que sus propias construcciones derivan de
la vida social y están, en consecuencia, histórica y políticamente condi-
cionadas -nuestra discusión sobre el construccionismo vuelve a ser rele-
vante. En la definición de la política (en tanto espacio de las institucio-
nes políticas, como los partidos, etc.), lo que se pierde es lo político en si
3. CERCANDO LO POLÍTICO 113
tiste juego consiiiutivo puede ayudar a iluminar una serie tic cuesiio
nes políticas y llevar a un abordaje novedoso del análisis politico. Gomo
ilustración, examinemos un problema concreto de análisis político. ¿Gomo
podemos, por ejemplo, dar cuenta de la emergencia y de la fuerza lie^;e-
mónica del discurso del apartheid en Sudáfrica? ¿Esta emergencia se debe
a una causa definida positivamente (lucha de clases, etc.)? Es evidente
ahora, a la luz de la causalidad estructural de lo político, que las razones
para el resurgimiento del nacionalismo afnkaner en los años 1930 y 1940,
no pueden encontrarse en una suerte de condiciones "objetivas" (Norval,
1996: 51). El apartheid puede rastrearse en las dislocaciones que condi-
cionaron la emergencia de este discurso nacionalista afnkaner (asociado,
entre otros, con la creciente capitalización de la agricultura, la tasa de
urbanización y acontecimientos como la Gran Guerra). La articulación
de un nuevo discurso político solo puede tener sentido sobre el fondo de
la dislocación del orden sociopolítico precedente o del espacio ideológi-
co. La falta creada por la dislocación causa el deseo de una nueva articu-
lación discursiva. Esta falta creada por una dislocación de lo social forma
e! núcleo de lo político como encuentro con lo real lacaniano. Todo
acontecimiento dislocatorio lleva a la articulación antagónica de diferen-
tes discursos que intentan simbolizar su naturaleza traumática, de sutu-
rar la falta que eso crea. En ese sentido, lo político está en la raíz de la
política, la dislocación en la raíz de la articulación de un nuevo orden
sociopolítico, un encuentro con el momento real de lo político en la raíz
de nuestra simbolización de la realidad política.
En la base de la importancia de Lacan para la teoría política y el
análisis político se encuentra su insistencia en la naturaleza escindida,
carente, de lo simbólico, del mundo sociopolítico per se. Nuestras socie-
dades nunca son conjuntos armónicos. Esta no es más que la fantasía por
medio de la que ellas intentan constituirse y reconstituirse a sí mismas.
La experiencia muestra que esta fantasía nunca puede ser llevada a cabo
completamente. Ninguna fantasía social puede llenar la falta en torno a
la cual siempre está estructurada la sociedad. Esta falta vuelve a emerger
con cada resurgimiento de lo político, con cada encuentro con lo real.
Podemos hablar acerca de lo político justamente porque hay subversión y
dislocación de ¡o social. El nivel de la construcción social, de la creativi-
dad humana, de la emergencia y el desarrollo de las instituciones socio-
políticas, es el nivel en el que se hace visible la posibilidad de dominio
de lo real, pero solo para revelarse como una quimera incapaz de elimi-
nar un momento de imposibiUdad que siempre retorna a su lugar. En
este contexto, el momento de lo político debe entenderse como lo que
116 VANNIS STWRAKAKIS
' Ninguno de estos polos existe como una entidad autocontenida o autónoma. El desorden
siempre perturba un campo de fijación parcial y de orden y nunca es absoluto en si mismo;
siempre lleva a un nuevo orden, una nueva estructuración de lo social. La realidad no
puede dominar lo real -y está asi siempre limitada- y por otro lado, no obstante, lo real no
puede eliminar la realidad; su presencia sólo puede sentirse dentro de la realidad -cuando
esta realidad es perturbada y comienza a emerger el deseo de una nueva simbolización.
' Para usar el vocabulario de Zizek, la política correspondería a la "lucha antagónica que se
libra en la realidad social" (a la lucha entre proyectos políticos ya construidos, entre
diferentes simbolizaciones de la realidad), mientras que lo político correspondería al mo-
mento de "puro antagonismo" cjue es lógicamente anterior a esta externalización (Zizek,
1990: 252-3): el antagonismo no se debe a la presencia empírica del enemigo sino que,
ames del desarrollo de nuestra o de su (la del enemigo) identificación o proyecto fantasmá-
tico, constituye la obstrucción real alrededor de la cual ésta y toda identificación se estruc-
tura. Es la huella empírica de esta imposibilidad ontológica.
3. CERCANDO LO POLÍTICO 117
Es evidente que lo que está en juego en la función del pi'int ilc íLipiton
es la lijación de una construcción discursiva dada, la inclusión en su
cadena significante de un conjunto de signilicantes especialmente privi-
legiados. Esa inclusión presupone una exclusión, es decir una significa-
ción de los límites de la realidad política. Los grupos sociales, por ejem-
plo, tienden a definirse a si mismos a través de la exclusión, al comparar-
se con los "extraños". ¿Pero cómo se definen esos extraños? Un elemento
crucial es la falta de comunicación. Lo que añade el matiz ominoso al
encuentro con el extraño es la falta de un lenguaje común, el fracaso de
la comunicación. Esto sucede porque es imposible representar lingüísti-
camente, comunicar, lo que está más allá del lenguaje. Para cercar este
ámbito irrepresentable, se emplean una cantidad de nombres; "Los tér-
minos como 'gogim', 'barbaroi' y 'nemtsi', todos ellos implican la percep-
ción de la incompletud humana de las personas que no podrían comu-
nicarse con el grupo propio, quienes constituyen el grupo los t^tnicos
'hombres reales'" (Armstrong, 1982: 5-6). Debido a que la realidad se
construye en términos discursivos, el encuentro con alguien que no es
miembro de una comunidad lingüística dada postula el problema de los
límites del lenguaje y de la realidad; constituye el encuentro con un real
que está más allá de nuestra construcción de la realidad. Únicamente la
exclusión de este real puede garantizar la estabilidad de nuestra reali-
dad. Nuestra realidad puede ser real solo si se niega lo real exterior a la
realidad, atribuido al Otro que de alguna manera nos lo robó.'' Benvenis-
lares; la ilusión es que puede vaciarse pt)r ctmipieto linsta el punto que
pueda contener todo; en el marco de una ilusi(')n iiansfeiencial, se supo-
ne que cualc(uier cosa puede inscribirse en él. id otro lado del vacío
semiótico es la completud lantasmática.'
El soporte fantasmútico. Si la realidad política es una construcción sim-
bólica producida a través de piocesos metatóricos y nietonímicos y arti-
culada en torno a points de capitón y significantes vacíos, depende sin
embargo de la fantasía a tin de constituirse, lista dimensión ya tiene C|ue
haberse vuelto evidente a esta altura de nuestra exposición. No obstante,
puede resultar útil presentar un ejemplo más que ilustra con claridad
esta dimensión.
Las fantasías de dominio, especialmente las fantasías de dominio del
conocimiento, tienen una significación política directa. Thomas Richards,
en su libro The Imperial Archive: Knowledge and the Fantasy of the Empire,
explora la importancia de la fantasía en la construcción del Imperio Bri-
tánico. No hay duda de que ninguna nación puede poner las manos
sobre la totalidad del mundo. En ese sentido, un imperio siem]:>re es, al
menos en parte, una ficción. El control político absoluto es imposible
por muchas razones, tales como la falta de información y de control en
partes distantes del territorio imperial. Esta brecha en el conocimiento
(en la constitución simbólica del imperio) y en el control, fue cubierta
por la construcción fantástica del archivo imperial, "una fantasía de un
conocimiento recolectado y unificado al servicio del Estado y del Impe-
rio". En ese sentido, "el mito del archivo imperial reunió eri la fantasía lo
que en los hechos se estaba rompiendo en pedazos" y así fue ampliamen-
te aceptado; incluso tuvo un impacto en la toma de decisiones políticas
(Richards, 1993: 6). Este archivo imperial no era un museo real o una
biblioteca real, no era una construcción o una colección de textos, sino
una fantasía de conocimiento total proyectado; constituyó la "confluen-
cia colectivamente imaginada de todo lo que era conocido o cognoscible,
una representación íantástica de un plan maestro epistemológico, un
punto focal virtual para el conocimiento local heterogéneo de la metró-
polis y el Imperio" (Richards, 1993: 11). En este espacio utópico, el des-
orden fue transformado en orden, la heterogeneidad en homogeneidad.
' Esta es otra característica que conecta a los points LIC capiíon y los significantes vacíos. Aquí
cuento con el trabajo de Zizek para sugerir que esta confluencia paradójica constituye una
marca definitoria del ;)oiní de capitón en tanto que, detras del esplendor deslumbrante del
point de capitón ("dios", "patria", "partido", "clase"), detrás de su completud lantasmática, es
posible delectar una operación performativa autorreferencial contingente: el signifícame
sin signilicado, el significado de un vacío (Zizek, 1Q89: 99).
3. CERCANDO LO POLÍTICO 1?5
'' Esta verdad, sin embargo, no es algo fácil de aceptar: "La dimensión de la verdad es
misteriosa, inexplicable, nada permite captar decisivamente su necesidad, pues el hombre
se acomoda perfectamente a la no-verdad" (III: 2 H ) . En otras palabras, no debemos
subestimar la tendencia de los humanos a preferir la ignorancia de esta verdad, de un
peligro posible que no son capaces de manipular (Douglas y Wildavsky, 1982: 66).
' También esto es ignorado por Lacoue-Labarthe y Nancy cuando afirman que "Lacan
adapta incansablemente su discurso, de muy variadas maneras, a la posibilidad de una
representación, una verdadera representación adecuada de esa cosa misma que excede la
representación" (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1992: xxx; cursivas mías). Retornaremos en
breve al argumento de Lacoue-Labanhe y Nancy.
•'' Estos límites son traspuestos todo el tiempo en la medida en que las simbolizaciones se
reemplazan unas a otras, pero esta dimensión óntica no cambia la causalidad ontológica de
lo real cjue no cesa de inscribirse a través del fracaso de la simbolización. La causalidad de
lo real .se imscribe a sí misma dentro de la simbolización al no cesar de no inscribirse, es
decir, al permanecer siempre fuera del campo de lo simbólico y de la representación
lantasmática, y asi es capaz de dislocarlos mostrando su falta interna, al revelar el hecho de
que no puede ser domesticada.
3. CERCANDO LO POLITICO 127
'" Los lextos de Lacan abundan en referencias al arte. Por ejemplo, analiza Loi embajadores
de Holbein en su seminario XI y El grito de Muncfi en Prohlemaí cruciales para el ¡mcoanálisK.
También se refiere a Magritte en su seminano El objf to del |Kicoanüli.si.s (seminario del 25 de mayo
de 1966). Aunque Jacques-Alain Miller también se ha referido a Magritte, para un análisis
lacaniano de la obra de Magritte en general ver Zizek, 1993 (especialmente pp. 103-8).
'' Como ha dicho Ernesto Laclau, "si bien la completud y la universaUdad de la sociedad
son inalcanzables, su necesidad no desaparece: siempre se mostrarán a través de la presen-
cia de su ausencia" (Laclau, 1996: 53). Quiero sugerir que lo que está en juego aquí es
nuestra capacidad de señalar y de hacer visible esta ausencia como ¡o que aflora de una
imposibilidad consritutiva, sin reducirla a la acción del Otro; brevemente, de detectar, más
allá de la escenificación fantasmática de la castración, la causaUdad de un real no domes-
ticaclü, no imaginarizado.
I )0 Y A N N I S SrAVRAKAKK
así como una teoría "negativa", pero, no obstante, una teoría Incapaz de
escapar a las trampas de la superación y de la ontología, caj^az única-
mente de dcs]ilazar pero no de sub\'ertir la metafísica. El principio de su
movimiento sigue siendo la "mediación y, en consecuencia, Aujhclnin{('
(Lacoue4.abarthe y Nancy, 1992: 124). Lacan es presentado como si, en
última instancia, adoptara los objetivos de lo lilosófico en sus ululacio-
nes cartesiana y hegeliana, incluyendo la apropiación de un conocimiento
de la verdad (como la alcthcia heideggeriana), la sistematicidad y el domi-
nio del fundamento (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1992: xxix). Esta es la
paradoja de Lacan: "[¿| La menor paradoja de este texto, dedicado a la
subversión de la autoridad 'clásica' del discurso, no reside en esta suerte
de reconstrucción de otro discurso clásico [?]" (Lacoue-Labarthe y Nan-
cy, 1992: 11). ¿Resulta entonces que la totalidad de la estrategia lacaniana
se socava a sí misma?
Examinemos los argumentos de Lacoue-Labarthe y Nancy uno por
uno. En un nivel bastante simple se puede sostener que, como ya se
mencionó más arriba, Aujlicbung y superación decididamente no son las
metas del proyecto de Lacan. Para Lacan no hay Aufhebung. Sabemos des-
de [-reud que el psicoanálisis sólo puede prometer la transformación de
la desdicha histérica en infelicidad común, y también sabemos que, para
Lacan, el psicoanáli.sis no promete ninguna clase de armonía. Su fin no
puede reducirse a ningún logro milagroso. No intenta recubrir la falta
constitutiva que marca la condición humana y hace imposible cualquier
resolución final en términos de completud social y subjetiva. Como ha
señalado Miller, "el psicoanálisis no promete armonía, ni logros, ni éxito
ni el llenado de ninguna falta, que es, por el contrario, estructural" (Mi-
ller, 1997: 98). Para refutar esta sustantiva objeción, Lacoue-Labarthe y
Nancy pueden, por supuesto, alegar que su argumento principal es que,
si bien esto puede ser cierto en los términos del contenido concreto del
discurso de Lacan, no ocurre lo mismo con la estructura de su argumen-
tación, que aspira a cierta sistematicidad y clausura. Este punto es crucial
porcjue se relaciona con nuestra discusión previa: ¿la estrategia lacaniana
es reconocer la causalidad de lo real en lo simbólico localizado más allá
de la clausura de su domesticación fantasmática (una posición dominan-
te en la vida cotidiana y en la reflexión filosófica) o es ella una mera
reocupación de esta misma estrategia?
En el discurso de Lacoue-Labarthe y Nancy, Lacan es presentado como
alguien que, al intentar evitar la ortopedia, no puede impedir que su
proyecto se vuelva ortopédico; su único logro es la articulación de una
"ortopedia antiortopédica" (Lacoue-Labarthe y Nancy 1992: 90). Su onto-
1 iü YANNIS STAVRAKAKIS
más apropiados (Laclau, 1988a). Las dudas liberan; hacen c(ue las cosas
sean posibles. Ante todo, la posibilidad de una nueva concepción de la
sociedad. Una visión antiutópica fundada en el principio "Dubio crgo
sum'" (Beck, 1997: 162), más cercana a la duda subversiva de Montaigne
que al escepticismo engañoso de Descartes. Aunque Lacan pensaba que
en Montaigne el escepticismo no había adquirido la forma de una ética,
sin embargo señaló que
Montaigne se centra, no en un escepticismo, sino en torno al mo-
mento vivo de la ajanisis del sujeto. Y por eso es fecundo, guía eterno,
que rebasa todo lo que fue capaz de representar respecto al momen-
to por definir de un viraje histórico.
(XL 223-4)
Este es un punto de vista a la vez crítico y autocrítico: no existe un
fundamento "de tanta amplitud y elasticidad para una teoría crítica de la
sociedad (que entonces también sería forzosamente una teoría autocríti-
ca) como el de la duda" (Beck, 1997: 173). La duda, el champagne vigori-
zante del pensamiento, apunta a una nueva modernidad "más moderna
que la vieja modernidad industrial que conocemos. Esta última, después
de todo, está basada en la certeza, en repeler y suprimir la duda" (ibíd.:
173). Beck nos pide luchar por "una modernidad que comienza a dudar
de sí misma, que, si todo sale bien, hace de la duda la medida y el
constructor de su autolimitación y de su automodificación" (ibíd.. 163).
Nos pide, para utilizar la frase de Paul Celan, "construir sobre inconsis-
tencias". Esta será una modernidad instituyente de una nueva política,
una política que reconozca la incertidumbre del momento de lo político.
Será una modernidad que reconozca la constitutividad de lo real en lo
social. Una modernidad verdaderamente política (ibíd.: 5). En los próxi-
mos dos capítulos intentaré mostrar de qué manera la teoría política laca-
niana puede actuar como catalizador de este cambio. La actual crisis de
la política utópica, en lugar de generar pesimismo, puede convertirse en
el punto de partida para una renovación de la política democrática den-
tro de un marco ético radicalmente transformado.
4. MÁS ALLA DE LA FANTASÍA
DE UTOPÍA.
La aporía de la política y el desafío
de la democracia
¿utopía o distopía?
' Este colapso es evidente, por ejemplo, en la dislcjcación de la tnayoría de los proyectos
que apuntan a la emancipación humana global (Laclan, 1996; especialmente el capltulo-
pninero, "Más allá de la emancipación").
l'<6 YANNIb SlAURAKAKIS
^ No es sólo una coincidencia que Aldous Huxley utilice justamente esta frase como
epígrafe para presentar su novela Un mundojeliz (1932), una visión distópica del futuro en
la que esboza el lado oscuro de la realización de la "utopía", abriendo el camino a toda una
tradición de escritura antiutópica.
' Se podría sostener en este punto que hoy nadie cree realmente en las utopías; todo el
análisis de este capítulo podría parecer un poco pasado de moda. Lo que trataré de mostrar
es que la utopía no está lejos de la manera en que entendemos el mundo y organizamos
nuestra praxis política. Esta distancia sólo es una ilusión. De hecho, más allá del mundo
occidental antiutópico de hoy, en el resto del globo, el nacionalismo y otras fantasías
utópicas proliferan con un ritmo sin precedentes. Pero aun si, en algunos contextos, la
utopia se está alejando, este es un peligro que no debemos descuidar. En el Primer Mundo,
por ejemplo, la crisis de las políticas utópicas no se ha canalizado en una elaboración
politicamente productiva, sino que permanece como una fuente de frustración, especial-
mente para la izquierda. El resultado de este desenlace aporético es que las pohticas
utópicas vuelven a obsesionar nuestra teoría política y nuestra imaginación política. Esta
fijación, que obedece principalmente al dominio persistente de una ética utópica de la
armonía, oscurece una serie de posibilidades políticas radicales que se ubican más allá de
la política faniasmática. En ese sentido, ajustar las cuentas con el discurso utópico y .sus
fundamentos éticos es crucial para la revigorización de nuestro pensamiento político y
nttestra imaginación práctica.
i. mS ALLÁ DE LA FANTASÍA DE UTOPÍA 147
* Para una revisión reciente del análisis de Zizek del antisemitismo, ver el artículo de
Santner "Freud, Zizek and the joys of Monotheism" (Santner, 1997).
I'lS Y A N N I S SlAVRAKAKlS
El argumento históríco
Para poder ubicar el carácter problemático de la operación utópica, es
necesario articular una genealogía de este modo de representar y dar
sentido al mundo. El trabajo de Norman Cohn parece especialmente
diseñado para este propósito. Lo que resulta más importante es que en el
esquema de Cohn podemos hallar las tres características básicas de las
ianiaslas utópicas que ya hemos aislado: primero, su conexión con las
instancias de desorden, con el elemento de negatividad. Desde el mo-
mento en que la experiencia humana es una batalla continua con lo
inesperado, existe siempre la necesidad de representar y dominar esto
^ lisia contradicción inherente a la mentalidad utópica está muy bien descripta en la
tlclinición de Ambrose tuerce de los Armonistas como "una secta de protestantes, hoy
extinguida, c|uienes,,. se disiinguian por la acritud de sus controversias y disensiones
internas".
4. MÁS ALLÁ DE LA FANTASÍA DE UTOPÍA 149
" Es verdad que el neologismo "utopía" fue introducido por primera vez en 1516 con la
publicacicin de Utopía de Tomás Moro, una obra que exhibe todas las características del
pensamiento utópico, tales como la aspiración a eliminar la dislocación y el antagonismo
y a crear la armonía social, etc. Sin embargo, esto no significa ciue Moro fuese el primero en
imaginar un orden utópico asi, es decir, un orden que luego de la publicación de su libro
se llamaría utópico. De hecho, él mismo reconoce que .su empresa es similar a la de Platón
en el Político, pero mejor, ya que, como él señala, lo que en Platón era fantasía, en su Uíopiu
es reaUdad. En otras palabras, su genio fue "darle a su mundo imaginario un lugar concreto
y un nombre". Y si bien "nombrar algo es, en un sentido, crearlo" (Neville-Sington y
Sington, 1993: 15) no es ilegítimo rastrear en el pasado las huellas de esta manera de pensar
utópica.
!'>() YANNIS SlAVRAKAKIS
' La importancia del milenarismo revolucionario para cualquier estudio de la utopia está
avalada por los centenares de páginas dedicadas a estos movimientos en la obra de Marx,
Engels, Lukács, Bloch, Debord y Vaneigem.
I'><^ YANNIS STAVRAKAKIS
^ Para una crítica favorable del exhaustivo análisi,s de .Sartre acerca del antisemitismo, ver
Connolly, 1991: 99-107.
" La utopia nazi fue, desaíortiinadaraente, no tan optimista como la Nova Atlantis de Bacon
(1627), en ia que los judíos eran reformados y en lugar de ser exterminados dejaban de
"odiar a Cristo y a los pueblos c(ue los acogen".
l'j'í YANNIS SlAVI^AKAKIS
'" No hace falta decir que la preeminencia del anticristo y del fin del mundo estaba
normahuente asociada con la dislocación social y las crisis políticas: "El énfasis puesto en
el anticristo tiene la ventaja en tiempos de crisis aguda del simple maniqucismo de su
doctrina: el mundo se divide en blanco y negro, cristiano y anticristiano" (Hill, 1990: 170),
y la solución resulta obvia; la eliminación de los poderes identificados como anticristianos.
156 YANNIS STAVRAKAKIS
" N o hay que caer en el error de suponer, sin embargo, que la negatividad de la experiencia
conduzca siempre directamente a la demonización de una categoría social. Claramente,
este no es el único modo en el que es posible administrar el encuentro con lo real. Es sólo
la particular administración utópica del miedo o del terror a la experiencia la que conduce
a la producción de un chivo expiatorio. Aun en la temprana sociedad moderna, una
sociedad que ha sido caracterizada como una sociedad de miedo omnipresente (si bien
ahora resulta evidente que todos los períodos históricos pueden ser considerados así), este
miedo no siempre condujo a unificar a la sociedad en contra de un enemigo común,
Ideniilicado con un grupo social marginal. Si bien "judíos, leprosos, bru|as, vagabundos,
los pobres, herejes y extranjeros fueron todos señalados como chivos expiatorios en varios
momentos de los períodos de finales del medioevo y principios cié la modernidad", por otra
pane, "si)lo en los casos más extremos el poder unificador del miedo tuvo como resultado
la persecución de los grupos marginales" (Roberts y Naphy, 1997: 1-3). Sin embargo,
( n;uulo el miedo lleva a la persecución, tienen lugar los hechos más impredecibles. La
elcí cuín de un grupo a estigmatizar no está detcrmmacia por ninguna conexión racional.
I Nía deU'i minada, en cambio, primero, por su itatus relativamente marginal: por lo general,
los eneniijHis son genie relativamente débil. Este desplazamiento de la hostilidad "esté o
no luMilieaclo, es ¡',ratilicanie, ya que ofrece una vía para descargar el descontento sobre
im ol)|eiivo que poi- lo geneial puede hacer poco para devolver el golpe" (Hdelman, 1988:
/H). y, segundo, por su \isibilidad. Esto explica, por ejemplo, por qué, en la temprana
I uiopa nnuleiiia, la pesie se combatía con la matanza de perros en gran escala, una especie
aniíual que no nene nada (|ue ver con la peste. Se los mataba en gran número, en parte
|)oique los perros eran muy visibles y porc|UC estaban sirnbólicamenle asociados con una
serie de cnalidatles (humanas) negativas. De esta manera, "estas criaturas [podian ser
.señaladas comol... una luenie visible de desorden" (Jenncr, 1997: T5).
4. MÁS ALLÁ DE LA FANTASÍA DE UTOPÍA ^^^
El argumento psicoanalítico
A la luz de nuestro marco teórico, la fantasía sólo puede existir como
la negación de la dislocación real, como una negación de la falta genera-
lizada, del antagonismo que atraviesa el campo de lo social. La fantasía
mega lo real prometiendo "realizarlo", prometiendo cerrar la brecha en-
tre lo real y la realidad, reprimiendo la naturaleza discursiva de la pro-
ducción de realidad- Sin embargo, cualquier promesa de positividad
absoluta -la construcción de u n falso real imaginado- está fundada sobre
un origen violento/negativo; está sustentada en la exclusión de un real
- u n real no domesticado- que siempre retorna a su lugar. Sostener una
promesa de positividad plena conduce a la proliferación de la negativi-
dad. Como ya hemos señalado, la fantasía de un orden social utópico
armonioso sólo puede sostenerse si todos los desórdenes persistentes
pueden ser atribuidos a un intruso extranjero. Debido a que la realiza-
ción de la fantasía utópica es imposible, ef discurso utópico puede seguir
siendo hegemónicamente atractivo sólo si atribuye esta imposibilidad - e s
decir, en última instancia su propia imposibilidad- a u n intruso extran-
jero. Como afirma Sartre, "el antisemita está en la desgraciada posición
de tener la necesidad vital de un enemigo al que desea destruir" (Sartre,
1995: 28). La imposibilidad de la utopía nazi no puede ser incorporada
al discurso utópico. Esta verdad no es fáQü de admitir; es más fácil atri-
buir toda la negatividad al judío:
'^ Por supuesto, por esta vía. esta misma imposibilidad de la utopía se inscribe en última
instancia en el discurso utópico aunque bajo la loriga de una negación.
IbB YANNIS SlAVRAKÍKlS
" A(|HÍ, en liiRar de localizar la relación entre fantasía y síntoma, priorizamos rtn abordaje
que destaca la naturaleza dual de los guiones fantasmáticos, la coexistencia de sus catas
beatilica y horrorosa.
MÁS ALLÁ DE LA FANTASÍA DE UTOPÍA 159
lógico existente? Este parece ser el temor de Paul Ricoeur ya que, para él,
"el juicio de la ideología es siempre el juicio desde una utopía" (Ricoeur,
1986: 172-3). Ricoeur, si bien es critico de la incapacidad de Mannheim
para resolver el problema del contraste con una realidad percibida más o
menos objetivamente, aunque cambiante y relacional, elabora su idea
para contrastar la utopía con la ideología, y particularmente la idea de
que la ideología está al servicio de determinado orden social mientras
que la utopía lo demuele (Mannheim, 1991). Según este punto de vista,
si la función central de la ideología es la integración, la preservación del
statu quo establecido, la función central de la utopía es explorar lo posi-
ble. Las construcciones utópicas cuestionan el orden social presente; la
utopia es una variación imaginativa acerca de
la naturaleza del poder, la familia, la religión, etc. Estamos obligados
a experimentar la contingencia del orden social... La intención de la
utopía es cambiar -demoler- el orden presente... Aquí Ricoeur ela-
bora un sentimiento de Mannheim que éste no llegó a incorporar a
su teoría, que la muerte de la utopía sería la muerte de la sociedad.
Una sociedad sin utopía estaría muerta, porque no podría tener ya
ningún proyecto, ningún logro prospectivo.
(Taylor, L986: xxi)
Con la utopía, entonces, experimentamos la contingencia del orden.
Este es, para Ricoeur, el principal valor de las utopías. En determinados
períodos históricos, cuando todo está bloqueado por sistemas que aun-
que fracasen parecen imbatibles -esta es su apreciación del presente-,
considera que la utopía es nuestro único recurso. Para él, ella es no sólo
una escapatoria, sino también, y es lo más importante, un arma de la
crítica (Ricoeur, 1986; 300). En ese sentido, la solución de Ricoeur a la
a]ioria de la poHtica contetnporánea es la revitalización de la operación
utópica. Pero una revitalización de esa clase comporta el peligro de la
protiucción de nuevos archienemigos, nuevos "judíos". Este parece ser
un riesgo estructural inscripto en el corazón de la operación utópica. En
olías palabras, lo que Ricoeur no ve es que la utopía constituye una
critica ideológica de la ideología (Marín, 1984: 196), que rio brinda solu-
ciones (.le ninguna clase a la desdicha y la injusticia inherentes a nuestras
orgamzaciones sociales y ordenamientos políticos.
He lodos modos, en la posición de Ricoeur no debe descuidarse la
cení I alidad del elemento de la esperanza. Sin duda, una sociedad sin
esperanza es una sociedad muerta. Sin embargo, en realidad, eliminar el
elemento de la esperanza de la vida humana no sólo es indeseable sino
también imposible. Como afirma Jacques Derrida:
4. MÁS ALLÁ Of LA FANTASÍA DE UTOPÍA 161
'•* Acerca de la cuestión del utopismo de Habermas, ver Jameson, 1991: 58-9.
162 YANNIS STAVRAKAKI',
" Queda claro ahora que la afirmación segtin la cual la cuestión de la etica es ajena a la
teoría política de Laclau y Moulfe (Zerilli, 1998; 33), está completamente fuera de lugar Lo
cierto, por supuesto, es que su proyecto democrático radical requiere y puede estar asocia-
do solamente a una nueva concepción de la ética. Sostendremos que la ética lacaniana de
lo real está muy bien calificada para esta tarea.
"^ Nuevamente, seria necio suponer que los componentes de esperanza y pasión podrían
ser eliminados de nuestra cultura, o que un acontecimiento así sería deseable (Kolakovvski,
1997: 221). Sin embargo, contrariamente a lo que Kolakowski supone, cuando esta espe-
ranza se reduce a la operación utópica y esta operación utópica se acerca a su realización,
el único resultado posible es la catástrofe y la angustia, ya que la angustia, según el semina-
rio de Lacan La angustia, es creada por la falta de la falta, perspectiva que viene aparejada
con la realización de los programas utópicos. La posibilidad del llenado completo de un
vacío (que debería preservarse) ocasiona el surgimiento de la angustia (seminario del 12 de
diciembre de 1962). Sin embargo, desde este punto de vista, una realización plena de la
utopia es imposible porque presupondría la regresión a un estado prelingúístico (Ko-
lakowski, 1997: 224), ya que es el lenguaje lo que introduce una falta estructural en el
mundo humano. El único problema es que a veces la realización de esta imposibilidad
requiere millones de victimas.
A. MAS Allk Of LA FANTASIA DE UTOPÍA 163
Salvo por el hecho de que estás casada; salvo por el hecho de que sos
una puta y no una buena chica; y salvo por el hecho de que sos mi
hermano y no... por ejemplo... mi primo... somos perfectos el uno
para el otro, y nuestro amor sería ideal.
(Benvenuto, 1996: 126)
También podemos considerar este juego constitutivo entre posibili-
dad e imposibilidad mediante el ejemplo de la comunicación. Lo que
Lacan sostiene, y aquí se demuestra con la mayor fuerza su diferencia con
Habermas, es que justamente porque la comunicación total es imposible,
porque se expone como una fantasía imposible, es que la comunicación
misma se vuelve posible. Lacan,
If)6 Y A N N I S SlAVRAKAKIS
" Ver, con rcspeclo a esta cuestión, el análisis completo del represemacionalismo en el
primer capítulo.
A. MAS ALLÁ DE LA FANTASÍA DE UTOPÍA 167
El peligro de la reocupación
La política psicoanalítica de Homer no es más que "política en tanto
tal" -esta es su propia expresión- y qué es "política en tanto tal" sino el
retomo de algo muy viejo, la "reocupación" de la política radical tradi-
cional. Utihzo aquí el término "reocupación" tal como fue introducido
por Hans Blumenberg en su libro The Legitimacy of the Modern Age (Blu-
menberg, 1983). El término es introducido en conexión con la relación
entre premodernidad y modernidad y tiene que ver con el modo en que
la modernidad reproduce los errores o problemas de la premoderni-
dad.^"^ Como afirma el traductor del libro de Blumenberg:
La cristiandad, dice [Blumenberg], mediante su pretensión de poder
dar cuenta del diseño completo de la historia del mundo en términos
de los polos de la creación y la escatología, ha planteado una nueva
cuestión, que había sido (tal como Lówith señala con fuerza) desco-
nocida para los griegos: la cuestión del significado y diseño de la
'•* Una versión más refinada de esta critica es la que articula Whitebook. Para Whitebook,
Lacan "absolutiza la desunión y, en cierto sentido, deja de ser él mismo un teórico del
conñicto, lo que quiere decir que asigna a Thánatos una victoria sin atenuantes" (Whitebo-
ok, 1995: 129).
4. MÁS ALLÁ DE LA FANTASÍA DE UTOPÍA 1/1
•" liste es un proyecto totahriente "progresista". En ese sentido. Homer no debería sentirse
"preocupado cuando la política radical puede encontrarse de acuerdo con la derecha
ihatclierisia en que no existe algo como la sociedad" (Homer, 1996: 101), porque es su
aceptación de la política lantasmática izquierdista la que comparte el mismo fundamento
con el conservadurismo: una especie de horror vacui estimulado por el temor a la falta en el
Otro, (|ue conduce tanto a ¡as fantasías del triunfo del capitalismo como a las nuevas utopías
radicales de nuestra época (ecotopías, etc.).
'' Pero demos otra oportunidad a las aspiraciones cuasi utópicas de Homer, Aceptemos,
por un momento, que queremos formular una política cuasi utópica lacaniana. Nuevamen-
te, no es necesario "reocupar" el terreno de la política lantasmática tradicional. Incluso
4. MÁS ALLÁ DE LA FANTASÍA DE UTOPÍA 1/1
Bruce l'ink, t|Uien c|uietv sostener un elemento utópico en su lectura de l.acan, localiza su
•momento utópico" más allá del ni\'cl de la lantasia. Según Fiíik, la separación que implica
el alra\'Csamierito de la (antasía contlucc al sujeto más allá de la alienación neurótica;
"Subjetlvizanilo el propio destino, esa causa cxtran|era (el deseo del Otro) que nos trajo al
mundo, se puede sobrepasar la alienación. Un momento utópico de esta clase en los
últimos iniba|os de bacán, esie pasaje más allá de la castración, no fue nunca, según lo
cnliendo, desechado en los últimos trabajos de Lacan, a diferencia de otros momentos
utópicos (p. e. la palabia plena), que lucron criticados implícitamente en los lugares
comunes de 'Lacan conira bacán' (el Ijcan tardío contra el Lacan tempiano)" (Fink,
I QÓ'Sa: 7*-)), No es an Lculando una nueva lantasía que se identifica un verdadero momento
utópico. La articulación de una nueva lantasía permanece dentro de los limites de la
neiu'osis. Ls, por el contrario, "el atrave.samiento de la lantasía... [lo que] irapHca el pasaje
más allá de la castración y un momento utópico más allá de la neurosis" (ibíd.: 72). La
articulación de una nueva lantasía, si bien promete un encuentro con nuestra joui.ssancc
perdida/imposible, si bien supone un benelicio secundario (y ac|Ui Homer está en lo
correcto), no jiuede .ser verdaderamente utópica (en el sentido positivo del término intro-
ilucido por Link); sus consecuencias son escurridizas: "El sujeto castrado es así un sujeto
(|ue no ha subjetivado el deseo del Otro y que |iermanece acosado, y que sin embargo
obtiene un 'beiiehcio secundano' de su sumisión sintomática al Otro... A través del primer
ti|X) de .sepaiaci(in se logra una especie de ser: el t.^ue blinda la fantasía. No obstante, una
vez más Lacan habla generalmente de la 'aíanisís' o desvanecimiento del sujeto neurótico en
su lantasía en la medida en que el objeto-causa se apropia del primer plano... de ese modo,
el su|cto se eclipsa o ensombrece. De esta manera, el talso ser del ego y el ser elusivo que
brinda la fantasía son rechazados por Lacan, uno tras otro, como tachados: ninguno de
ellos puede llevar al sujeto más allá de la neurosis. En ambos casos, el sujeto permanece
castrado, sttjelo ai Otro. Lacan, sin embargo, mantiene ¡a noción de un ser más allá de Ja
neurosis" (ibid.: 72-3).
En ese .sentido, inclu.so si lucra posible y deseable disponer de una utopía lacaniana -si
pensamos que este concepto podría ser purificado de sus connotaciones discapacitantes-
esta utopía estaría claramente localizada más allá del campo de la fantasía, más allá de
cualquier "reocupación" de la política tradicional. De hecho, ,se podría sostener que aun
nuestro propio proyecto democrático radical se basa en una aspiración "utópica" a hacer lo
imposible, a institucionalizar la falta social, a sedimentar el reconocimiento de la imposi-
bilidad de la sociedad. Pero este reconocimiento no es concebido como una empresa total
y, además, todos sabemos que puede llevarse a cabo, al menos hasta cierto punto: la
democracia no sólo es un proyecto sino también una experiencia cotidiana. En cualquier
caso, incluso si supone un elemento cuasi utópico, tenemos que trabajar con una utopía
realista más allá de la política fantasmática; una cunsi utopia articulada en torno a la idea de
su propia imposibilidad.
Fue Ereud, en reahdad, el primero en conectar la política con lo imposible. En su concep-
ción, la política, junto con el psicoanálisis y la educación, constituye una profesión impo-
sible. Pero si la política democrática intenta algo en última instancia imposible, es decir
institucionalizar la falta social, aun si, en efecto, esta es una acción cuasi utópica, esta es una
cuasi utopía estructurada en torno a su propia negación; niega la idea de su realización
absoluta, en otras palabras es una "cuasi utopia" más allá de la pohtica fantasmática Si hay
11'* YANNIS SIAVRAKAKIS
una Aujíicbung en l-acan, es una en la cual el progreso de Hegel es reemplazado por los
antiutópicos "avatares de una falta" (Lacan en Evans, 1996a: 43). Por esta vía, lo que se
altera no son sólo los contenidos positivos de la política (las concepciones utópicas son
reemplazadas por los juegos de lenguaje en torno al reconocimiento de la falta, lo que
significa que la felicidad ya no es un objetivo político legítimo, si bien una mejor sociedad
sin duda sí lo es) sino también el sostén que da coherencia a su contenido positivo (el sostén
fantasmático es atravesado por este reconocimiento de la falta). Además, si este es un paso
cuasi utópico o utópico, sólo puede ser una negación utópica de la utopia (recordar la
negación metalingüística de Lacan del metalenguaje en la primera nota de la introducción).
Quizá la estructura fantasmática de la utopía sólo pueda ser atravesada luego de que nos
situemos y orientemos en este terreno peligroso; la fantasía tiene que ser construida antes de
atravesarla. Además, hay que tener presente que el cruce de la fantasía utópica no implica
la desaparición del síntoma social sino una nueva modalidad de interacción con él. Volve-
remos a esto en el tjltimo capítulo de este libro. En todo caso, esta nueva modalidad, aun
si se quiere seguir llamándola utópica, tiene importantes repercusiones en nuestra vida:
neutrahza los efectos o subproductos catastróficos de las concepciones utópicas. Y esto es
algo fundamental.
5. LA DEMOCRACIA AMBIGUA
Y LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS
' Por otro lado, con ]a democracia, sale a la luz toda la .suciedad, como ha señalado
Enzen.sberger; pero esa suciedad es nuestra, y tenemos que asumir la responsabilidad de
producir y de lidiar con eso. El "encanto" del régimen no democrático está en que nos libra
del peso de esta responsabilidad.
180 Y A N N I S SlAVRAKAKIS
' Parece que, hoy en dia, el futuro de la teoría política y de la praxis política efectiva
dependen de nuestra capacidad de ir más allá de la dicotomía optimisino/pesimismo que
ha sido hcgennimca. En electo, la inierpeneiración irreductible de esos dos polos significa
que el pesimismo en sí mismo se revela coiiro la condicicin de posibilidad de cierto
oplimismo. Por ejemplo, la irreductibilidad y constituti\idad de la dislocación, en otras
palabras, el hecho de que ningún discurso o ideología pueda instituirse a sí mismo sobre la
base de la clausura loial, constituye la condición de posibilidad de la libertad; si la clausura
lucra posible, esto signilicaria el fin de la historia, nuestra captura eterna dentro de cierto
modelo discursi\o. Para este juego entre optimismo y pesimismo, ver Laclan, 199t"), espe-
ciahncnie la pritnera parte.
182 YANNIS SIAVRAKAKIS
íltifi D'in^, que es la madre, que es el objeto del incesto, es un l^ien inter-
dicto, y [porque] rio existe otro bien, lal es el fundamento, invertido en
Freud, de la ley moral" (Vil: 70). Generalizando su análisis, se puede
alirmar c|ue casi la totalidad de la historia de la filosofía y el pensamiento
ético occidentales es una interminable y siempre fallida loúsc[ueda de la
armonía, basada en sucesivas concepciones del bien:
Insistí en ello a lo largo de todo el año: toda meditación sobre el bien
del hombre, desde el origen del pensamiento moralista, desde que el
término etica adquirió un sentido en tanto que reflexiones del hom-
bre .sobre su condición y cálculo de sus propias vías, se realizó en
función del índice del placer Digo lodo, desde Platón, desde
Aristóteles ciertamente, a través de los estoicos, los epicúreos y a
través del mismo pensamiento cristiano, en santo Toinás. En lo con-
cerniente a la determinación de los bienes, las cosas florecen, del
modo más claro, en las vías de una problemática esencialmente he-
donista. Es harto claro que esto se acompaña de dificultades extre-
mas, que son las dificultades mismas de la experiencia y que, para
zafarse de ellas, todos los filósofos se vieron llevados a discernir
- n o los placeres falsos y verdaderos, pues una tal distinción es
imposible de realizar- sino entre los verdaderos y falsos bienes
que el placer indica.
(VII: 221)
Este es el caso también en la mayoría de los puntos de vista éticos de
la vida cotidiana. El claro objetivo de todos estos intentos es reinstalar al
Otro, al sistema simbólico, al campo de la construcción social, como un
todo unificado armonioso, refiriéndolo a un único principio positivo;
esto mismo es aplicable al sujeto: tal vez en primer lugar al sujeto que, de
acuerdo a la ética tradicional, puede ser armonizado por medio de la
sujeción a la ley ética. Es evidente que una concepción ética basada en la
fantasía de la armonía, aplicada tanto al sujeto como a lo social, no es
compatible con la democracia, y más bien sólo puede reforzar el "totali-
tarismo" o la "fragmentación". En lugar de una sociedad armoniosa, la
democracia reconoce un campo social intrínsicamente dividido; en un
sentido, está fundada sobre el reconocimiento de la falta en el Otro. En
lugar de armonizar las subjetividades, la democracia reconoce la división
de las identidades de los ciudadanos y la fluidez de sus opiniones polí-
ticas. En efecto, ella apunta a la falta en el sujeto, a una concepción de la
subjetividad que no está unificada por medio de la referencia a un único
principio positivo. Así, la intervención del psicoanálisis en el campo de esta
antítesis entre la ética tradicional y la democracia es de suma importancia.
IHA YANNIS SlAVRflKAKIS
' Aunque, como aclara l.acan, esto no implica nccesariaTnenie la desaparición de toda
rclercneia a la sexualidad como 'piensa el común de la gente' (VU: 5 61).
•i. LA DEMOCRACIA AMBIGUA Y LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS 187
" Como señala Kolakowski, "es posible que, desde una perspectiva histórica, algunos
importantes logros de la ciencia del siglo veinte -el principio de Itcisenberg y el teorema de
(lodel- lleguen a ser vistos como contribuciones al mismo espíritu antiutópieo de nuestra
era- (Kolakowski, 1997: 136).
' I uc l.acan, después de todo, quien afirmó que "el ateísmo sólo pueden sustentarlo los
clérigos" (XX: 108),
" Una vez más, la cuestión del metalenguaje es absolutamente relevante en todo este
análisis Son precisamente tales enunciados "imposibles" los que mantienen abierto el
proceso de signilicación y evitan asi Cjue asumamos una posición metalingüística. Esta
imposibiliilati está necesariamente articulada en un marco metalingüisticu, ya que el nieta-
lengiia|e no es una mera entidad imaginaria. Es real, en estricto sentido lacaniano: "Es decir,
es uuposible ocupar la posición de aquél. Pero, l_acan agrega, es más difícil aún simple-
menlc cluiluio No se puede alcanzar, pero tampoco se puede evadir" (Zizek, 1987: 34), En
CSC sentido, a fin de evitar una posición tantasmática metalingüísiica (una afirmación
mctaliiiguística del metalenguaje), es necesario producir un enunciado que muestre la
imposibilidad de ocupar una posición melalingtiisiica pura a iravés del Iracaso del piopio
5. LA DEMOCRACIA AMBIGUA Y LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS 191
" También se podría afirmar que un sistema basado sobre partes como en la antigua Atenas
estaría mucho más cercano a un intento de institucionalizar tal reconocimiento de la falta
social. En todo caso, el problema de la democracia de la antigua Grecia y su relación con
nuestra comprensión de la democracia moderna no es explorado en este libro. Para un
estudio del discurso y de las instituciones democráticas que resulte útil para nuestro propio
estudio de la democracia moderna, sugiero Vernant, 1982.
I*'^( YANNIS STAVRAKAKIS
'" lisia latea no debe concebirse como un emprendimiento pedagógico sino como un
proyecto licgeinónico. La aplicación de la pedagogía a la política habitualmente enmascara
una aspuación totalitaria. No obstante, sería posible articular una educación socrática,
democrática y política que evitase tales aspiraciones totalitarias. Para un intento de esta
naturaleza, ver l:uben, Wallach y Clber, 1994.
5. LA DEMOCRACIA AMBIGUA Y LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS 195
" Hn la medida en que la falta real puede ser cercada simbólicamente, el point de capitón en
la democracia .sólo puede ser el significante de la falta en el Otro. En la democracia, el punto
de referencia que totaliza el sentido social es ocupado por un destotalizador, un reconoci-
miento simbólico de la imposibilidad de cualquier totalización final.
5. LA DEMOCRACIA AMBIGUA Y LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS 197
'* Aunque la "democracia por venir" de Derrida ha sido descripta como utópica (por Rorty
y Critchley, entre otros), Derrida señala que cuando habla de la "democracia por venir"
"esto no significa que mañana se establecerá la democracia y no se refiere a una futura
democracia... Esto no es utópico, es lo que tiene lugar aquí y ahora, en un aquí y ahora que
trato regularmente de disociar del presente" (Derrida, 1996: 83).
198 YANNIS STAVRAKAKIS
'•' Para una t-xpositión más detallada del proyecto de la democracia radical, \'er Laclau y
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Impreso por CaRcíl-Go S.y\. en abril de 2008
Tucuman 1484 ! 9" «E» I (C1Ü50AAD) | Buenos Aire
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¿Qué tiene que ver Lacan con lo político? ¿No es
Lacan ese oscuro psicoanalista místico convertido en
filósofo que no tiene nada que ver con la consideración
del ámbito político? Por mi parte, he intentado
introducir al lector paso a paso en un conjunto de
conceptos y teorías lacanianas que revelan
gradualmente la relevancia de Lacan para nuestra
consideración de lo político.
Los primeros capítulos de este libro apuntan, pues, a
recuperar la importancia del aparato conceptual y
teórico lacaniano para el análisis político y la teoría de
la política. Los capítulos siguientes están pensados para
mostrar algunas de las vías por las cuales ese aparato
conceptual puede conducir a novedosos y exigentes
enfoques en áreas que son cruciales para la teoría y la
praxis políticas, a saber: la crisis de las políticas
utópicas y la fundamentación ética de un proyecto
democrático radical.
Yannis Stavrakakis
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