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Los seres humanos nos necesitamos los unos a los otros para recibir apoyo y compañerismo, y como
creyentes, también necesitamos el apoyo y compañerismo de otros cristianos. El Señor no espera que
vivamos una vida cristiana por nosotros mismos.
“Mejor son dos que uno, porque tienen buena recompensa por su trabajo; porque si caen, el uno
levantará a su compañero. Pero ¡ay del que cae y no tiene otro que lo levante!”
Cuando estamos solos como cristianos solitarios, quizás nos desanimamos debido a nuestros pecados
y fracasos y nos cuesta trabajo seguir adelante en nuestra vida cristiana. Sin embargo, si tenemos al
menos un compañero espiritual, tenemos a alguien que nos levanta cuando caemos, nos anima y nos
ayuda a tornarnos nuevamente al Señor. En otras ocasiones nosotros podemos hacer lo mismo por
ellos.
En el Nuevo Testamento, Marcos 2:3-5 nos muestra un ejemplo maravilloso de lo que los compañeros
pueden hacer los unos por los otros:
“Entonces vinieron unos trayéndole un paralítico, cargado por cuatro. Y como no podían acercarlo a
Él a causa de la multitud, destecharon la azotea por donde Él estaba, y después de hacer la abertura,
bajaron la camilla en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus
pecados te son perdonados”.
El paralítico no podía acudir a Jesús; por sí solo él no tenía esperanza alguna. Pero sus cuatro amigos
lo bajaron por la azotea para acercarlo a Jesús. Finalmente, al perdonar los pecados de este hombre,
Jesús le dijo que se levantara, tomara su camilla y se fuera a su casa, lo cual hizo inmediatamente.
Debido a lo que sus amigos hicieron por él, el hombre recibió el perdón de sus pecados y fue sanado.
Al contrario, nuestro corazón hacia ellos debe ser uno que los lleve a conocer y seguir al Señor. En
algunos casos, nuestras relaciones con ellos pueden cambiar a medida que les hablamos acerca de
Jesús.
En 1 Corintios 15:33 se nos advierte que “las malas compañías corrompen las buenas costumbres”.
Nuestros amigos quizás no sean malos, pero si no siguen a Cristo de forma activa nos pueden
influenciar negativamente.
La mayoría de nosotros hemos tenido amigos incrédulos o incluso cristianos que dicen o hacen cosas
en las cuales no nos sentimos cómodos participando. Tal vez tengamos un deseo firme de ayudarlos
a conocer al Señor, pero ser uno con ellos y hacer cosas que molestan nuestra conciencia no los traerá
a Cristo. De hecho, esto solamente frustrará nuestro crecimiento y tal vez hasta entorpezca nuestra
vida cristiana.
Para ilustrar esto, imagine que está parado en una silla. Ahora imagine que intenta levantar a alguien
más a la silla junto con usted. ¡No es fácil! Es extremadamente difícil levantar a otra persona junto
con usted a la silla; es más fácil que la persona que está en el suelo lo hale de la silla hacia el suelo.
De igual manera, es relativamente fácil ser halados de nuestro andar cristiano por nuestros amigos
que no son salvos, a pesar de nuestras buenas intenciones de querer levantarlos a ellos.
Esto no quiere decir que debemos dejar de relacionarnos con nuestros amigos. El deseo de Dios es
que nuestros amigos sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad. Uno de los beneficios
de tener compañeros cristianos es que podemos orar juntos por nuestros amigos.
También podemos tener comunión juntos acerca de la mejor manera de pasar tiempo con nuestros
amigos y conversar con ellos acerca del Señor. Nuestros compañeros nos brindan otras manos para
ayudarnos a levantar a nuestros amigos, y juntos, somos salvos de ser halados hacia abajo. No
solamente eso, también no asumimos la carga de cuidar de otros por nosotros mismos.