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El deterioro del clima provoca desajustes varios.

Afecta al agro y reduce el potencial de


recursos.
Las señales del calentamiento global empiezan a notarse en el Ecuador. Una muestra
del cambio climático se la evidencia en la población de El Chota, provincia de Imbabura.
En esta comunidad los cerca de 500 agricultores que viven en la zona están
preocupados por la escasez de lluvias y el bajo nivel del río Chota.
El afluente sirve para el riego de los campos de esa localidad y de las comunidades
aledañas: Ambuquí y Juncal. El río, que según los campesinos se desbordaba, hoy tiene
poca agua. En el lecho del afluente es notoria la presencia de piedras y arena, y en
algunas zonas hay aguas estancadas.
Estas aguas se han convertido en el hogar de zancudos y sapos que retozan sobre las
piedras que antes estaban bajo el agua.
Segundo Padilla, uno de los ancianos que vive en El Chota, evoca con nostalgia los días
en que se podía pescar, bañarse y hasta navegar en las aguas del afluente.
Hoy, afirma, el río apenas les sirve para el riego, ya que está contaminado y no hay
cómo bañarse ni pescar. “Ahora, si uno se baña en esas aguas, le caen hongos”. Él cree
que el río se empezó a secar hace unos cinco años.
“La gente que viene de afuera no nota los cambios, yo vivo con mi familia hace 50 años
aquí y sé que este río ha perdido su caudal”, asegura el hombre.
A cinco cuadras de la casa de Padilla, Miriam Calderón, espanta, con un periódico,
los mosquitos. La mujer, de sonrisa amplia y baja estatura, tiene en sus manos un balde
con unos caracoles que recogió en el campo.
Esta actividad es una forma de vida de las mujeres que viven en El Chota, pero que este
año se volvió más complicada porque la prolongada sequía, por la falta de lluvias, hace
que esos animalitos se pierdan.
“Pasé cinco horas en la montaña y solo recogí la mitad del balde, antes la cosa era
distinta, en dos horas teníamos un balde lleno”, recuerda Calderón.
Ella explica que los caracoles son usados para un plato tradicional. El balde lleno con
estos animales cuesta US$ 10.
Para Calderón, el calentamiento global no es solo una frase de moda. Puntualiza que a
la par de la reducción del agua en el río, la falta de lluvias ha condenado a los cultivos de
tomate, ají, pimiento, caña, mandarina y ciruelas, tradicionales en la zona.
“Como no hay agua para el riego, hay que hacerlo con agua contaminada”, asegura.
Calderón indica que desde hace tres meses se siente la falta de lluvias en El Chota y
espera que a fines de diciembre la situación se normalice, de lo contrario, asegura,
tendrán que emigrar.

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