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Los muchachos:
Narrativas de la delincuencia juvenil en las
barriadas de Medellín
había marcado las pautas para la emergencia del joven como sujeto en camino hacia la
madurez, el final del siglo XX marcará de la mano de los cholos en México (Arce, 2008), las
maras en Guatemala (Brands, 2010), los pibes chorros en Argentina (Míguez, 2010), los
(Herschmann, 1997) una nueva condición de existencia para el adolecente: ya no será transitar
de la naturaleza a la cultura, sino ser la alteridad, vivir la anomia, encarnar el sin sentido y
nuevo discurso sobre la problemática de la criminalidad urbana, y con ella apareció un nuevo
escenarios endémicos en que se estaban formando las futuras generaciones2; los medios
masivos, a través de filmes tales como Rodrigo D: No futuro (1990), La vendedora de rosas
(1998) o Sumas y restas (2005) evidenciaron una vida sin esperanzas; las ONGs consolidaron
miles de informes que recomendaban diversas estrategias para superar la crisis3; y siguiendo
1
Entiendo discurso a partir del trabajo de Michel Foucault sobre la dinámica del discurso y del poder en la
representación de la realidad social. En particular, considero su contribución al estudio de los mecanismos
mediante los cuales un determinado orden del discurso produce unos modos permisibles de ser y pensar al
tiempo que descalifica e incluso imposibilita otros. (Foucault, 1973).
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Para una buena síntesis de la producción académica sobre la juventud en los noventas, referirse a Arroyave y
ondo o (1997).
3
Es interesante que la gran parte de la producción catalogada como académica provenía de los centros de
pensamiento de las mismas ONG que se vinculaban a la fiscalización local de los programas de colaboración
internacional. A propósito de este debate, consultar Bolivar, Posada y Segura (1997).
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institucional para contener a la juventud que ahora se llamó población en alto riesgo.4
Los jóvenes, divino tesoro para Rubén Darío (2001), adquirieron una nueva
amenaza. Pero aunque ya hayan pasado varios años desde que se acusó esta desgracia,
exterioridad del orden cívico. Por ello, en el presente documento abordaré las formas
como los vecinos de un barrio popular5 de Medellín (Colombia) se relacionan con los
jóvenes delincuentes a partir del estudio etnográfico de los tres componentes que
(Shapiro, 1988). Para ello, tomo como categoría central de análisis el concepto de “lo
4
El programa Fuerza Joven de la alcaldía de Medellín cuenta con un componente llamado “Jóvenes en Alto
Riesgo” en el cual se enfoca en acciones preventivas de la juventud antes que propositivas, apuesta que ha sido
insistentemente criticada desde los movimientos sociales y las mismas agencias del Estado.
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Haciendo una relectura a los planteamientos de Jesús Martín-Barbero (1987), entiendo el barrio como espacio
de fermentación cultural y política de una nueva identidad, como un ligar de identidades, de pequeñas historias
de vida, que en la sumatoria prefiguran una historia común que es de todos; es la propia historia asumida de
manera colectiva. “El barrio anuda y teje nuevas redes que tienen como ámbito social la cuadra, el café, el club,
la sociedad de fomento y el comité político” (p. 213).
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suspensión de la existencia de un escenario común a partir del encuentro entre dos relaciones
representación vigente, y por ello, más que contrastar la correspondencia o resistencia entre
discursos populares y los saberes policiales, permite enfocarse en los puntos de inestabilidad
Esta misma alternativa rompe con las dos propuestas tradicionales en que se lee “lo
político” de los procesos criminales: tanto como la capacidad relacional para construir o
destruir un orden social (Berger & Luckmann 1968), o como el quehacer institucional en la
toma de decisiones en asuntos de orden público (Olson 1964, Ordershook 1992, Ostrom
2000). Por ende, entiendo la apuesta rancièreana como una apuesta estratégica por la
investigación tanto de la apertura como del “extra amiento”, pues no parte de evidenciar
situaciones límite sino más bien, siguiendo la propuesta de Bolívar y Nieto (2003), planteando
una nueva lectura frente a los términos políticos con que tales inestabilidades son
interpretadas. Por ejemplo, a mi informante “El Conejo”, su tío abstemio le regalaba cocaína
mientras que su madre le guardaba dentro del nochero “los fierros”. Este tipo de escenarios de
los vecinos a la hora de hablar de delincuencia juvenil, y complejizan los marcos conceptuales
décadas en Colombia.
considerado como unidad de estudio las “narrativas del delito” 6, concepto acuñado
comunidades. Cuando los vecinos justifican las acciones de estos jóvenes asociadas a
su actuar, están construyendo escenarios comunes que sirven como canales políticos
ojos, pues se manejaba un estricto código de interacción que para mí era desconocido.
Aunque Villa Amor era en ese momento “el barrio más pacífico de Medellín” de
acuerdo a los funcionarios públicos que me acompañaban, nos encontrábamos allí para
mayoría de los vecinos prefirió dejar en blanco sus respuestas, lo que nos presentó un
nuevo interrogante: ¿Qué había detrás de ese silencio? Años después, doña Gloria, una
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Entiendo la categoría narrativa como la estructura comunicacional que establece conexiones causales y mapa de
acciones de los personajes. Más allá de la simple representación o ejecución, la narrativa implica una
reconstrucción simbólica (individual o colectiva) de elementos dispares en forma coherente (Eagleton, 1996).
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“Pues si uno no se mete con nadie, nadie se mete con uno. Yo vivo en mi casa, de mi casa al
centro solidario, a la iglesia, y no más”. Gloria, como la mayoría de los vecinos de Villa
Amor, sabe que en su barrio ocurren hechos ilegales que ni ella misma puede mencionar para
En este sentido, la narrativa con la que quiero iniciar es aquella que pone en duda la
social a partir de una desviación disfuncional (Merton, 1968). En villa Amor, la totalidad de
los vecinos entrevistados tocan dos puntos que permiten entender la interactuación
comunitaria desde la delincuencia: por un lado reconocen a los muchachos que incurren estas
prácticas incluso identificando su madre y su casa, pero por el otro nunca entran en detalle a
esta narrativa carga con estrategia para velar todo aquello que aunque se conozca no puede ser
visibilizado, y está vinculada a la construcción de una ética del buen vecino como aquel que
sabe mantener los silencios, que no habla en público, que no interviene en los asuntos de los
sus semejantes, que no recuerda nada, que no opina, y que es permisivo con la ilegalidad; “¿Y
quién lo vio? ¿Quién lo vio? Nadie. Si se pone a hablar, olvídese” decía Gloria. El silencio en
términos de Barthes (1981) carga con la significación de la inexistencia, y en este sentido, ser
un funcionario del aparato de la delincuencia, ser “uno de los muchachos del barrio”, implica
necesariamente no existir ante los ojos del vecindario, ser olvidado y formar parte de una
excelencia: la calle (Augé, 2001). Mientras que la ciudad letrada entiende las calles como
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escenarios de tránsito entre lugares tales como el hogar y el trabajo (Rama, 1984), me
calle no debe ser considerada como una entidad espacial con consecuencias
interacción tales como no hacer contacto visual, no hablar, no fijar la mirada etc., ya
que es en la calle donde se realizan todas las actividades delictivas. Antonia, quien baja
a diario a la tienda a comprar arepas, cruzó hace unos meses al lado de un expendio de
drogas. Cuando los niños que la acompañaban se quedaron mirando lo que ocurría en
el sitio, los traficantes los amenazaron a muerte, pero ella reaccionó, "yo me hice la
que no vi, cogí a mis muchachitos y me encerré. "Mateo, no puede mirar a esa gente".
La práctica del tránsito por las Villa Amor requiere una adaptación de los sentidos y la
2. Delincuencia y orden
través del rumor accedí a la segunda narrativa barrial, aquella que confronta la
delincuencia juvenil con a la idea del orden. Si el Estado entiende al bajo la premisa
pues en ellos se deposita la confianza para mantener el statu quo del barrio.
irregularidad, son recurrentes entre los relatos vecinales. El caso de María es particularmente
diciente:
No pues ósea, hasta el momento pues que de pronto los policías sabían que iban
a matar a mi esposo (…) entonces como que permitieron pues que esa gente los
criminal.
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La masacre de Villatina fue una masacre de ocho niños y un joven por parte de la policía colombiana, que tuvo
lugar el 15 de noviembre de 1992 en la ciudad de Medellín. En ella, la policía estaba tratando de vengarse en
contra de las pandillas mediante la realización de la masacre a los niños del barrio. En 1996, el gobierno
reconoció públicamente que sus agentes habían cometido el ataque, y pidió disculpas a los familiares de las
víctimas.
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barrio que garantiza un mínimo de orden y justicia. Me explica Mónica que “En estos
días un muchacho le robó un celular a una amiga. ¿Qué hizo ella? Fue y habló con los
dijeron que cada ocho días tenía que dar 30.000 pesos.” Aunque los muchachos estén
castigan a los chismosos, ponen a trabajar a los ladrones, "ajustician" a los delatores,
destierran a los sospechosos, prohíben el tránsito por ciertas partes del barrio, entre
acuden los vecinos de Villa Amor principalmente por tres razones: su efectividad, su
inmediatez, y los bajos costos que genera el proceso. A pesar de que no existan pautas
estatal que los jóvenes son asociados a las figuras de poder en el barrio. Los
la convivencia. Sólo con su presencia en una simple riña, robo, problema de celos o
3. Trabajo y oportunidades
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Los trabajos de Pérez (1997) y Salazar (1990) le recuerdan al lector que a mediados de
los años 90tas el problema de la delincuencia juvenil en Colombia era un problema de falta de
oportunidades. Ya casi dos décadas después, no se puede negar que la alcaldía está
comprometida con la generación de nuevos espacios para la juventud, como dan cuenta los
Fuerza Joven, o la iniciativa interinstitucional Medellín Joven. Pero las cifras de inversión
social no parecen corresponder al incremento en las tasas de primer empleo. según el DANE
en Medellín y su área metropolitana, el desempleo para el 2010 fue de 14,9%, cifra menor a la
registrada en el mismo trimestre del año anterior (16,3%) y por debajo de la tasa registrada por
las trece ciudades principales de Colombia, que fue del 12,7%. (Medellín Cómo Vamos,
2010).
Pero si hay algo particular de las condiciones de empleo informal en los países
aproximarnos a él8, pues al hablar del mundo laboral, los habitantes de Villa Amor presentan
oficio del sector secundario adquiere un mayor peso frente a las disciplinas corporales, oficios
indeseados e inversión del horario productivo que implica un trabajo “de verdad”. La
dinámica como una elasticidad de la moral (cristiana/ciudadana) para la obtención del triunfo
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Es importante tener en cuenta que no todos los oficios son registrados por las cifras institucionales como
labores inmersas en el mercado. Algunos trabajos cuentan como empleo y otros nunca son registrados debido a
que se escapan de la matriz de lo que debería ser un trabajo, de sus rutinas, espacios, horarios, etc.
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plata, mijo; si puede ganársela trabajando, bien; pero si no, de todas formas traiga
pasar de este lado a este otro porque me matan ... no metámonos a esto,
para mi novia"...
una oportunidad más de trabajo entre la plomería y la construcción, que genera buenos
ingresos y que no requiere ningún esfuerzo mayor; varios se refieren a “la vida fácil”
subsistencia familiar. Los jóvenes que deciden vincularse al delito son entendidos
tajante diferencia entre los jefes y los empleados rasos: los segundos son simplemente
Consideraciones
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Los criterios desde los cuales entendemos la delincuencia desde nuestras prácticas
investigativas, son precisamente los elementos en disputa entre los distintos actores sociales
que les dan uso. Como hemos visto, los vecinos resaltan cómo detrás del sistema de celaduría
barrial juvenil se encuentra la inoperancia de las lógicas policiales del Estado, que detrás de la
anomia hay un desacuerdo frente a las lógicas de orden y la justicia barrial. Detrás de llamar a
social del trabajo. Detrás del silencio de los vecinos no hay una pasividad sino una
Como sostiene Jaques Rancière (2010), al reverso del universo social se encuentra un
“exceso” detrás del ruido. Pero como esta etnografía exhibe, incluso dentro de este orden
en que se constituye la experiencia. Preguntarnos por “lo político” desde la mirada micro
modelo analítico. ¿Quién cuenta? ¿Cómo cuenta? Son dos preguntas que siempre están
presentes a la hora de entender nuestras categorías y que permiten reflexionar sobre una teoría
de los márgenes, de aquello que no puede ser inscrito en estructura pero que aun así cuenta
Quisiera cerrar este documento haciendo una invitación hacia un debate sobre la
reconfiguración cotidiana de los criterios desde los cuales hablamos sobre delincuencia juvenil
en América Latina. En otras palabras, quisiera proponer nuevas agendas que enfrenten la
pretensión legalista propia del Estado por construir un orden estable a partir de la
determinación de los modos del hacer, del ser y decir de los sujetos, desde el nivel de la
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determinan las estrategias policiales son escenarios de desacuerdo político, y que solo
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