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SECCIÓN SEGUNDA

LA SOCIEDAD CIVIL
§ 182
La persona concreta, que es para sí como un fin parti-
ctdojr, en cuanto totalidad de necesidades y mezcla de nece-
sidad natural y de arbitrio, es uno de los fundamentos de
la Sociedad Civil; pero la persona particular en cuanto sus-
tancialmente en relación con otra igual individualidad, de
suerte que cada una se hace valer y se satisface mediante
la otra y al mismo tiempo simplemente mediatizada, gra-
cias a la forma de la universalidad, constituye el otro prin-
cipio.
§ 183
El fin egoísta en su realización, condicionado de ese mo-
do por la universalidad, establece un sistema de conexión
universal por el cual la subsistencia y el bienestar del indi-
viduo y su existencia jurídica, entrelazada con la subsisten-
cia, el bienestar y el derecho de todos, se cimenta sobre ellos
y sólo en esa dependencia son reales y seguros. Este sistema
se lo puede considerar como Estado externo, como Estado
de la necesidad y del entendimiento.

§ 184
La Idea, en su escisión, confiere a los momentos una
existencia característica; a la particularidad, el derecho de
desenvolverse en todas direcciones, y a la universalidad, el
derecho de mostrarse como sustancia y forma necesaria de
la particularidad, así como de manifestarse, en cuanto po-
tencia, por encima de ella y como su fin último. El sistema
de la ética disuelto en sus opuestos es lo que constituye el
momento abstracto de la realidad de la Idea, la cual en esta
apariencia exterior es sólo como una totalidad relativa y una
neoesidod interior.
• " FILOSOFÍA DEL DERECHO 173

§ 185
Por una parte la individualidad por sí, como satisfac-
ción —que se extiende en todas direcciones— de sus necesi-
dades, del albedrío accidental y del capricho subjetivo, se
destruye en sus goces a sí misma y a su concepto sustancial;
por otra parte, en tanto excitada infinitamente y en depen-
dencia general de una contingencia externa y de un arbitrio,
así como limitada por el poder de la universalidad, constitu-
ye la satisfacción del menester necesario, así como del acci-
dental, circunstancialmente. La Sociedad Civil en esas opo-
siciones y en su entresijo presenta, justamente, el espectáculo
de la disolución, de la miseria y de la corrupción física y éti-
ca, comunes a entrambas.
Kl desarrollo autónomo de la particularidad (§ 124) constituye
el momento que en los Estados antiguos se ha manifestado como
desbordante corrupción de las costumbres y como la causa decisiva
de su ruina. Esos Estados, erigidos en parte sobre la base patriarcal
y religiosa, y en parte de acuerdo al principio de una ética espi-
ritual, pero ingenua —en general—, sobre la intuición natural pri-
mitiva, no pudieron sostener en sí la disensión de la misma y la
reflexión infinita de la conciencia sobre sí misma y sucumbieron a
esa reflexión en cuanto empezó a expresarse según el sentimiento,
y luego según la realidad, puesto que a su simple fundamento aún
le faltaba la fuerza verdaderamente infinita, que sólo reside en la
unidad, que permite que la antítesis de la razón se deshaga en toda
su fuerza y teniéndola vencida se mantiene en ella unida en sí.
Platón presenta en su Estado la Ética sustancial en su belleza
ideal y en su verdad; pero no pudo desembarazarse del elemento
de la particularidad independiente —que en su época había hecho
irrupción en la ética griega—, siijo oponiéndole su Estado solamen-
te sustancial y con la exclusión total del mismo principio hasta
dentro de los comienzos que tiene en la -propiedad privada (§ 46)
y en la familia, y luego en su ulterior desarrollo como arbitrio par-
ticular y selección de la situación, etcétera. Esta falla es lo que hace
desconocer también la gran verdad sustancial de su Estado y lo
presenta comúnmente, por un delirio del pensamiento abstracto,
como lo que en verdad se suele frecuentemente llamar un ideal.
El principio de la personalidad independiente, infinita en sí del
individuo, de la libertad subjetiva, ha surgido interiormente en la
religión cristiana, y exteriormente, unido a la universalidad abs-
tracta, en el mundo romano; en aquella forma únicamente sustan-
174 GUILLERMO FEDERICO HEGEL

cial del espíritu real, no alcanza a su derecho. Históricamente ese


principio es posterior al Mundo griego e igualmente la reflexión
filosófica que ahonda en esa profundidad es ulterior a la Idea sus-
tancial de la filosofía griega.

§ 186

Pero el principio de la particularidad, precisamente por-


que se desarrolla por sí como totalidad, pasa a la universa-
lidad y tiene únicamente en ésta su verdad y el derecho a su
realidad positiva. Esta unidad que, a causa de la indepen-
dencia de los dos principios desde el punto de vista de la
escisión, (§ 84), no es la identidad ética, justamente por eso,
no es en cuanto libertad sino en cuanto necesidad que lo
particular se eleva a la forma de la universalidad, que busque
y tenga de este modo su estabilidad.
§ 187
Los individuos, como ciudadanos de este Estado, son per-
sonas privadas que tienen por fin particular su propio inte-
rés. Puesto que éste es influenciado por lo universal, que,
en consecuencia, aparece como medio, puede ser alcanzado
por aquéllos no sólo en cuanto ellos mismos determinan
de un modo universal su saber, querer y hacer, y se consti-
tuyen como anillos de la cadena de esta comodón. Aquí, el
interés de la Idea, que no reside en la conciencia de esos
miembros de la sociedad civil como tales, es el proceso de ele-
var su individualidad y naturalidad a libertad formal y a
universalidad formal del saber y del querer mediante la ne-
cesidad natural, de igual modo que por medio del arbitrio
de las necesidades, de constituir la subjetividad en su par-
ticularidad.
Se enlaza, por un lado, con las concepciones sobre la inocencia
del estado de naturaleza y de la simplicidad de las costumbres de
los pueblos bárbaros, y, por otro, con la opinión que considera las
necesidades, su satisfacción, los goces y las comodidades de la vida
individual, etcétera, como fines absolutos, el hecho de que la civi-
lización sea considerada allí como algo exterior pertinente a la co-
rrupción y aquí como simple medio para el logro de los fines; una
y otra posición demuestran la ignorancia de la naturaleza del espi-
f^LOSOFÍA DEL DEHECHO ItS

ritu y del fin de la razón. El espíritu tiene su realidad simplemente


porque entra en disensión consigo mismo en las necesidades natu-
rales y en la conexión de esta necesidad externa se da este límite
y finitud y justamente porque él se imprime en ellas, las supera y
conquista en ellas su existencia objetiva. El fin racional no es, por
consiguiente, ni aquella simplicidad natural de costumbres ni está
en el desarrollo de la particularidad, en los goces como tales que
son obtenidos mediante la civilización, sino que consiste en esto:
que la sencillez natural, es decir, en parte, la impersonalidad pasi-
va y, en parte, la rusticidad del saber y del querer, o sea la conti-
güidad y la individualidad en la cual está inmerso el Espíritu sea
eliminada y antes que todo, que su exterioridad alcance la racio-
nalidad para la cual es apta, esto es, la forma de la universalidad
y de la intelectualidad. Solamente de este modo el Espíritu en esta
exterioridad como tal es autóctono (einheimisch) y por sí. De este
modo, su libertad tiene existencia en la misma y en el espíritu en
este elemento por si, extraño en si a su determinación como libe-
ral, llega a ser por sí, y sólo trata con tal cosa en la cual está im-
preso su sello y que es producida por él. Justamente por eso, ahora,
llega a existir en el pensamiento la forma de la universalidad por sí,
esto es, la forma que es únicamente el elemento digno para la exis-
tencia de la Idea.
La civilidad, por lo tanto, en su determinación absoluta, es la
liberación y el trabajo de la más alta liberación; éste es el punto
absoluto de tránsito a la sustancialidad infinitamente subjetiva de
la ética, no más irmiediata y natural, sino espiritual y elevada igual-
mente a la forma de la universalidad.
Esta liberación es en el sujeto el duro trabajo contra la mera
subjetividad del proceder, contra la contigüidad de los instintos, asi
como contra la vanidad subjetiva del sentimiento y contra la arbi-
trariedad del capricho. El hecho de que esa liberación sea tan rudo
trabajo constituye una parte del disfavor que recae sobre ella. Sin
embargo, mediante este trabajo de la civilidad, la voluntad subje-
tiva misma logra en sí la objetividad en la cual ella solamente es,
por su parte, digna y capaz de ser realidad de la Idea.
Justamente, esta forma de la universalidad en la cual es ela-
borada y transformada la particularidad, constituye al mismo tiem-
po la razón (Verstandigkeit) por la cual la particularidad llega
realmente a alcanzar el ser por sí de la individualidad; y puesto
que da a la universalidad el contenido que la colma y su infinita
autodeterminación, ella misma es en la ética como libre subjetivi-
dad que es infinitamente por sí. Este es el punto de vista que pre-
senta a la civilidad como momento inmanente de lo absoluto y el
valor infinito de la misma.

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