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asignarle al art. 8.1 de la Convención Americana de Derecho Humanos, art.
10 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, art. 26 de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y el art. 14.1
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Sostuvo, que la resolución recurrida resulta arbitraria, por
cuanto el apartamiento del rol de parte querellante del Partido Comunista
afecta el principio de igualdad ante la ley (art. 16 de la C.N.), pues, al igual
que los distintos organismos de derechos humanos que no fueron
alcanzados por esa decisión, su representación política posee legitimidad
genérica suficiente para ejercer la acción penal durante todo el desarrollo
del proceso. El reconocimiento constitucional de esa institución (art. 38 del
la C.N.) y su militancia en defensa de los derechos humanos, así lo
demuestra.
En este orden de ideas, adujo que los miembros del tribunal de
la instancia anterior incurrieron en un excesivo rigorismo formal al afirmar
que “no se encuentra acreditado el recaudo formal e instrumental que
consagra el artículo 82 bis de la ley procesal” manteniendo el argumento
de que “no parece de que el vínculo que ligó en su creación a los miembros
del organismo en cuestión o su programa político han tenido razón de ser
o se han generado para el exclusivo y preponderante fin de promover la
vigencia de los derechos humanos, denunciar la presunta comisión de
crímenes de lesa humanidad, y hasta obtener el reconocimiento judicial
para perseguir penalmente como institución a sus presuntos autores,
cómplices o encubridores”, pues, en su opinión, la reforma legislativa que
operó sobre la materia (art. 32 bis del C.P.P.N, según ley 26.550) es
producto de la pacífica jurisprudencia que reconoció legitimación para
actuar como querellantes en procesos de la naturaleza que se inspeccionan
en autos, a organizaciones civiles en cuyos fines se reconozca la lucha por
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XXXIX, causa Nro. 107.572, rta. el 3/5/05 y “Durán Sáenz, Pedro
s/excarcelación”, D.1707.XL, causa Nro. 36.028, rta. el 20/12/05, ambos de
la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
II. A fin de dar solución al caso, corresponde determinar, en
primer lugar, si el tribunal de juicio excedió su jurisdicción al revisar la
legitimación de los querellantes y unificar su representación.
En tales condiciones se observa que, oportunamente, al
verificarse dieciséis (16) querellas institucionales y diecisiete (17) querellas
particulares, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 5 que entendía en la
causa, estimó pertinente unificar su representación en los términos del art.
85 del C.P.P.N., actuando oficiosamente conforme lo autoriza el art. 416 del
código adjetivo ante la ausencia de acuerdo de los acusadores particulares
en éste sentido.
Este proceder, además de encontrarse específicamente regulado
por la ley procesal, tuvo por objeto el control de la litis para asegurar el
justo equilibrio que garantiza la igualdad de armas de las partes en el
proceso.
De ahí que no se advierta, en mi opinión, exceso jurisdiccional
alguno, toda vez que el tribunal ha procedido correctamente para lograr una
mejor y más pronta administración de justicia, atendiendo a las concretas
circunstancias de la causa, en consonancia con los alcances de la Acordada
42/08 de la C.S.J.N.
III. Sin embargo, los agravios que expone el recurrente nos
conduce a determinar si el Partido Comunista fue correctamente apartado
del rol que le fue reconocido, sin limitación alguna, durante la etapa de
instrucción. En este norte de ideas, recordemos que tras la modificación
operada en el Código Procesal Penal de Nación a partir de la ley 26.550,
esta Sala IV ordenó al Tribunal Oral en lo Criminal Federal 4 actualmente
a cargo del proceso, se pronuncie sobre el apartamiento del Partido
Comunista Argentino teniendo en cuenta el artículo 82 bis del C.P.P.N
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evaluar la legitimidad de una persona -física o jurídica- para constituirse
como parte querellante en esta clase de procesos penales, no es,
simplemente, su condición de sujeto pasivo de la acción materialmente
criminal, pues éstos, exteriorizan y comprueban la existencia del ataque
generalizado o sistemático que requiere la caracterización de los crímenes
de lesa humanidad y llenan de contenido su verdadera trascendencia: lesión
a toda la población y a la humanidad en su conjunto.
Frente a este panorama y los alcances asignados a los crímenes
que se ventilan en la presente causa, el partido político que tratamos se vio,
en el contexto histórico jurídico que revela el legajo, palmariamente
lesionado como institución fundamental del sistema democrático, toda vez
que su funcionamiento y libre ejercicio de sus actividades se vieron
frustradas a partir de la ruptura del orden democrático que significó el
golpe militar del 24 de marzo de 1976.
Tampoco puede desconocerse que entre el interés institucional
alegado por la representación política (art. 38 de la C.N.) y los elementos
que caracterizan esta clase de delitos, existe un punto en común
inescindible: “persecución de un grupo o colectividad con identidad propia
fundada en motivos políticos” (art. 7.1.h del Estatuto de Roma). De ahí,
frente al reclamo del ejercicio al derecho a una tutela judicial efectiva y al
debido proceso (art. 8 y 25 de la C.A.D.H.) que da basamento al presente
remedio procesal, el principio pro actione se presenta como una
herramienta de derecho que armoniza el interés del recurrente para ser oído
en el proceso, asignándole al concepto de “particular ofendido” (art. 82 del
C.P.P.N.) un alcance amplio en el sentido más favorable al derecho de
acceso a la jurisdicción, otorgandole al recurrente el reconocimiento y la
legitimación que reclama.
En aquella ocasión, recordé el voto del Dr. Maqueda in re
“Urteaga” (Fallos: 321:2767 considerando 9/) al decir “[q]ue, como
principio, corresponde recordar la doctrina de esta Corte según la cual la
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Ante mí:
MARÍA EUGENIA DI LAUDO
Prosecretaria de Cámara
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